CATENA AUREA - SANTO TOMÁS DE AQUINO |
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01-09 |
En aquel día, saliendo Jesús de la casa, se sentó a la orilla del mar. Y se llegaron a El muchas gentes, por manera que entrando en un barco se sentó: y toda la gente estaba en pie a la ribera, y les habló muchas cosas por parábolas, diciendo: "He aquí que salió un sembrador a sembrar. Y cuando sembraba, algunas semillas cayeron junto al camino, y vinieron las aves del cielo y las comieron. Otras cayeron en lugares pedregosos, en donde no tenían mucha tierra; y nacieron luego, porque no tenían tierra profunda; mas en saliendo el sol se quemaron y se secaron, porque no tenían raíz; y otras cayeron entre espinas, y crecieron las espinas y las ahogaron; y otras cayeron en tierra buena, y rendían fruto: una a ciento, otra a sesenta y otra a treinta: el que tenga orejas para oír, que oiga". (vv. 1-9)
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 44,2
Después de haber respondido a aquel que le
había anunciado la presencia de su Madre y de sus parientes, hizo lo
que deseaban ellos, es decir, salió de la casa, sanando primeramente a
sus parientes de la enfermedad de la vanagloria, y dando, en segundo
lugar, el honor que se debe a una Madre. Por eso dice: "En aquel día,
saliendo Jesús", etc.
San Agustín,
de consensu evangelistarum, 2,41
La palabra: "en aquel día" indica
suficientemente que El salió inmediatamente después de lo que precede
o poco tiempo después, a no ser que la palabra día se tome en el
sentido que lo toma algunas veces la Escritura, es decir, como tiempo
indefinido.
Rábano
No sólo las palabras y las acciones del
Señor, sino hasta los caminos y los lugares que recorrió, están llenos
de enseñanzas divinas. Porque después del discurso que tuvo en la casa
donde se pronunció la horrible blasfemia de que tenía el demonio, se
salió de allí, y enseñó en las riberas del mar, para manifestar que
abandonando la Judea a causa de su perfidia, pasaría a otras naciones
para salvarlas, porque los corazones de los gentiles, por mucho tiempo
soberbios e incrédulos, se parecen a las soberbias y amargas olas del
mar. ¿Quién ignora que la casa del Señor era la Judea consagrada a El
por la fe?
San Jerónimo
Es necesario no olvidar que el pueblo no
podía entrar en la casa de Jesús, ni estar en donde oían los Apóstoles
los misterios. Por eso el Señor misericordioso sale de su casa y se
sienta en la ribera del mar, a fin de que lo puedan rodear las
numerosas turbas, y oigan en la ribera lo que no merecían escuchar en
el interior de la casa. Por lo que sigue: "Y se llegaron a El muchas
gentes".
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 44,2
No expresó todo esto el evangelista sin
intención, pues quiso hacernos ver, al describirnos con tanta
diligencia este espectáculo, que el plan del Señor era no dejar a
nadie detrás de sí, sino el tenerlos a todos delante de sus ojos.
San Hilario,
in Matthaeum, 13
Se ve por el contexto que el Señor se
sentó en una nave y que las turbas se quedaron en la ribera. Les habló
con parábolas para darnos a entender que los que están fuera de la
Iglesia no pueden comprender las conversaciones divinas. La nave
representa la Iglesia, dentro de la cual es depositada y predicada la
palabra de vida, palabra que no pueden comprender quienes están fuera
de la Iglesia, como si fueran arena estéril.
San Jerónimo
Jesús está en medio de las olas, que por
todas partes golpean; pero, El tranquilo en su Majestad, aproxima la
nave a la tierra, a fin de que no teniendo el pueblo de qué temer, ni
viéndose rodeado de tentaciones que no pudiera vencer, se esté quieto
en la ribera y oiga sus palabras.
Rábano
O también, al entrar en la nave y sentarse
en el mar, significa que Cristo subiría por la fe hasta las almas de
los gentiles y que colocaría la Iglesia en el mar, es decir, en medio
de las naciones perseguidoras. La turba que se quedaba en la ribera, y
no estaba ni en la nave ni en el mar, figura a los que reciben la
palabra de Dios y por la fe están separados del mar, esto es, de los
réprobos, pero que aún no están imbuidos en los misterios celestiales.
Sigue: "Y les habló
muchas cosas en parábolas".
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 44,2
Aunque no lo hizo así en la montaña, donde
no fue su discurso un tejido de parábolas, porque no había allí más
que el pueblo bajo e ignorante, mientras que aquí estaban los escribas
y los fariseos. Mas no habló sólo en parábolas por esta razón, sino
para dar más claridad a sus palabras, para que las grabasen más
profundamente en su memoria y las tuviesen siempre delante de su
vista.
San Jerónimo
Y es de notar que no todas sino muchas
cosas las habló en parábolas, porque si lo hubiera dicho todo en
parábolas se hubiera retirado el pueblo sin sacar fruto alguno y
mezcla las cosas que son muy claras con las oscuras, para que vengan
en conocimiento por las cosas que entienden de las cosas que no
entienden. Mas como el pueblo no tenía un solo modo de ver las cosas,
sino que cada uno las veía a su modo, por eso les habla en muchas
parábolas, a fin de que todos reciban diversas enseñanzas según sus
diversos sentimientos.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 44,2
Y pone por primera parábola aquella en que
el auditorio había de prestar más atención. Y puesto que El había de
hablar por figuras, de ahí el excitar la atención de los que lo
escuchaban con la primera parábola en estos términos: "He aquí que
salió un sembrador a sembrar su semilla", etc.
San Jerónimo
Este sembrador es el Hijo de Dios, que ha
venido a sembrar entre los pueblos la palabra de su Padre.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 44,3
¿De dónde o cómo salió el que está
presente en todas partes? No salió de ningún lugar, pero por la
encarnación se aproxima a nosotros revistiéndose de carne; y ha venido
a nosotros porque no podíamos nosotros ir a El por impedírnoslo
nuestros pecados.
Rábano
O también salió cuando, después de
abandonar la Judea, pasó a otras naciones.
San Jerónimo
O también estaba adentro cuando se hallaba
en la casa hablando con sus discípulos sobre los misterios. Y salió de
su casa para sembrar su semilla en medio de las turbas.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 44,3
Cuando oigáis las palabras: "El sembrador
salió a sembrar", no creáis que hay identidad entre las palabras de
esa frase; porque el sembrador sale muchas veces a otras cosas
diferentes, como son para arar la tierra, arrancar las malas hierbas,
quitar las espinas, o para cualquier otra operación que exige mucho
conocimiento. Pero éste salió con el objeto único de sembrar. ¿Y qué
resultó de la siembra? Se perdieron tres partes, y una sola se salvó,
y esto no con igualdad, sino con cierta diferencia. Por eso sigue el
evangelista: "Y cuando sembraba, algunas semillas cayeron cerca del
camino", etc.
San Jerónimo
Valentín se vale de esta parábola para
sentar su error sobre las tres naturalezas: espiritual, natural o
animal y terrenal, siendo así que aquí se habla de cuatro: La una es
el camino; la otra está cubierta de piedras; la tercera de espinas, y
la cuarta es la tierra buena.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 44,3
¿Pero qué razón habrá para sembrar entre
espinas, sobre piedras y en los caminos? No tendría esto razón de ser
si atendemos a las semillas y a la tierra, que son cosas materiales;
porque no tiene la piedra poder para volverse tierra, ni el camino de
no ser camino, ni la espina de no ser espina; pero sí tiene una
laudable aplicación en las almas y en las doctrinas. Es posible que la
piedra sea hecha una tierra pingüe, que el camino no vuelva a ser
pisado y que queden destruidas las espinas. No es culpable el
sembrador de que se pierda la mayor parte de la siembra, sino la
tierra que la recibe, es decir, el alma, porque el sembrador, al
cumplir su misión, no distingue al rico ni al pobre, ni al sabio ni al
ignorante, sino que habla indistintamente a todos, en previsión, sin
embargo, de lo que había de resultar. De esta manera puede decir:
"¿Qué pude yo hacer y no hice?" ( Is 5,4).
Por esta razón no dice que los perezosos recibieron tal parte de la
semilla y la dejaron perecer; que los ricos recibieron otra parte y la
ahogaron; y los voluptuosos esta otra parte y la perdieron. No quiso
El tocar a nadie en particular con energía, para no engendrar la
desconfianza. Enseña también el Señor por esta parábola a sus
discípulos que no abandonen su misión porque haya entre sus oyentes
algunos que perezcan, puesto que el Señor, que todo lo prevé, no ha
dejado por ese motivo de sembrar.
San Jerónimo
Reparad que ésta es la primera parábola y
que ella está puesta con su explicación, y guardaos de dar a los
discursos del Señor, explicados por El mismo, otra explicación, o
añadir o quitar nada de lo que el Señor ha expuesto.
Rábano
Debemos recorrer ligeramente el camino que
el Señor dejó a nuestra inteligencia. El camino es el alma llena de
celo, pisoteada y desecada por el miedo de los malos pensamientos; la
piedra, la dureza del alma procaz; la tierra, la facilidad del alma
obediente; y el sol, el ardor de la persecución que se ensaña; la
profundidad de la tierra es la probidad del alma formada según las
enseñanzas divinas. Ya hemos dicho que unas mismas cosas no siempre
tienen un mismo sentido en las interpretaciones alegóricas.
San Jerónimo
Hemos tratado de fijar nuestra atención
siempre que hemos sido amonestados con las palabras siguientes: "El
que tenga orejas para oír, oiga".
Remigio
Las orejas para oír son las orejas del
alma, que deben servir para comprender y practicar los mandamientos de
Dios.
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10-17 |
Y llegándose los discípulos, le dijeron: "¿Por qué les hablas por parábolas?" El les respondió, y dijo: "Porque a vosotros os es dado saber los misterios del reino de los cielos; mas a ellos no les es dado. Porque al que tiene se le dará, y tendrá más: mas al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará. Por eso les hablo por parábolas; porque viendo no ven, y oyendo no oyen ni entienden. Y se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dice: De oído oiréis, y no entenderéis; y viendo veréis, y no veréis: porque el corazón de este pueblo se ha engrosado, y las orejas oyeron pesadamente, y cerraron sus ojos, para que no vean de los ojos, y oigan de las orejas, y del corazón entiendan, y se conviertan y los sane. Mas bienaventurados vuestros ojos, porque ven, y vuestras orejas, porque oyen. Porque en verdad os digo que muchos Profetas y justos codiciaron ver lo que veis, y no lo vieron, y oír lo que oís, y no lo oyeron". (vv. 10-17)
Glosa
Comprendiendo los discípulos que eran
oscuras las cosas que decía el Señor al pueblo, quisieron impedirle el
que hablara con parábolas. Por eso se dice: "Y llegándose los
discípulos, le dijeron", etc.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 45,1
Son dignos de admiración los discípulos,
que teniendo deseo de saber, saben cuándo conviene preguntar al Señor,
porque no le preguntan delante de todo el mundo, y esto es lo que nos
manifiesta San Mateo cuando dice: "Y llegándose los discípulos". San
Marcos expresa más claramente esta reserva, diciendo: "Que ellos se
aproximaron en particular" ( Mc 4).
San Jerónimo
Debemos preguntar: ¿y cómo estando Jesús
en la nave se le aproximaron? Se puede contestar, diciendo que estando
ellos en la nave con el Señor, le hicieron allí la pregunta sobre la
explicación de la parábola.
Remigio
Dice el evangelista: "Y llegándose", para
manifestar que efectivamente le preguntaron y se pudieron acercar a
El, aunque fuese corta la distancia que los separaba.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 45,1
Es preciso considerar aquí la rectitud de
sus corazones, y lo preocupados que estaban por el bien de los que les
rodeaban, y cómo su primer cuidado era el prójimo; porque no dijeron
al Señor: ¿por qué no nos hablas en parábolas a nosotros?, sino: ¿por
qué les hablas a ellos en parábolas?; y por eso el Señor les contesta:
"Porque a vosotros os es dado conocer los misterios del reino de los
cielos".
Remigio
A vosotros, digo, que me seguís y creéis
en mí. Llama misterios del reino de los cielos a la doctrina del
Evangelio, que no es dado conocer a aquellos, esto es, a los que están
fuera, y no quieren creer en El, es decir, a los escribas, a los
fariseos, y a todos los demás que continúan en la incredulidad.
Acerquémonos, pues, al Señor con un corazón puro, en compañía de los
discípulos, para que se digne interpretarnos la doctrina evangélica,
según aquello: "Los que se acercan a los pies de El, reciben su
doctrina" ( Dt 33,3).
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 45,1
Mas dijo esto no para expresar una
fatalidad ni una necesidad, sino para demostrar que los que no han
recibido ese don son la causa de todos sus males, y para hacernos ver
que es un don de Dios y una gracia que viene del cielo el conocer los
misterios divinos. No se destruye por esto el libre albedrío, como se
ve por lo que se ha dicho y se dirá más adelante. Porque el Señor, a
fin de no desesperar a los unos ni dejar en la pereza a los que han
recibido este don, nos hace ver que el principio de estos dones viene
de nosotros. Por eso añade: "Porque al que tiene se le dará". Como si
dijera: a aquel que tiene deseo y celo se le dará todo lo que viene de
Dios; por el contrario, a aquel que está privado de este deseo y no
pusiere de su parte cuanto puede para conseguirlo, ése no recibirá los
dones de Dios y lo que tiene se le quitará, no siendo Dios el que se
lo quita, sino el hombre que se hace indigno de poseerlo. De aquí es
que si viéremos nosotros que oía alguno con pereza la palabra de Dios,
y que a pesar de nuestros esfuerzos no podíamos persuadirlo a que
atendiera, no tenemos más remedio que callar, porque si insistimos,
aumentaremos la pereza. Más al que desea aprender lo atraemos con
facilidad y lo hacemos capaz de recibir muchas cosas. Y bien dijo
según otro evangelista ( variante del texto de San
Marcos, 4, 25): "Al que parece tener", porque el mismo no posee
lo que tiene.
Remigio
Y el que tiene deseo de leer, recibirá la
facultad de entender, y al que no tiene deseo de leer, le serán
quitados los dones que recibió de la naturaleza. O al que tiene
caridad, se le darán las demás virtudes, y al que no la tiene, se le
quitarán las otras virtudes, porque sin caridad no puede haber bien
alguno.
San Jerónimo
O también, a los Apóstoles, que creyeron
en Cristo, les fue dado lo que les faltaba en virtudes; y a los
judíos, que no creyeron en el Hijo de Dios, se les ha quitado hasta
los bienes naturales que poseían, y no pueden comprender nada con
sabiduría, porque carecen del principio de la sabiduría.
San Hilario,
in Matthaeum, 13
Los judíos, que no tienen fe, perdieron
hasta la ley que habían tenido. Y por eso la fe en el Evangelio tiene
la plenitud de los dones, porque una vez recibida nos enriquece con
nuevos frutos, mientras que si se rechaza nos quita los dones que
hemos recibido en el primer estado de naturaleza.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 45,1
Y para expresar con más claridad lo que
había dicho, añade: "Por eso hablo en parábolas a aquellos que viendo
no ven", etc. Si ellos no pudieran abrir los ojos, esta ceguedad sería
natural, pero como es voluntaria, por eso no dijo: "No ven", sino:
"viendo, no ven": ellos efectivamente vieron lanzar a los demonios, y
dijeron: "Lanza los demonios en nombre de Beelzebub" (
Mt 12,24): veían que atraía a todos a Dios, y
dicen: "No viene este hombre de Dios" ( Jn
9,16). Y puesto que publicaban lo contrario a lo que veían y oían, por
eso se les quitó la facultad de ver y de oír. De esto no sacan
utilidad alguna, sino que se precipitan a una condenación mayor. Por
esta razón no les habló el Señor al principio en parábolas, sino con
toda claridad, y si ahora les habla en parábolas, es porque pervierten
lo que han visto y lo que han oído.
Remigio
Y es de notar que no sólo eran parábolas
sus palabras, sino hasta sus mismas acciones, es decir, que eran
símbolos de cosas espirituales, lo que se ve claramente cuando dice:
"A fin de que los que ven, no vean"; y las palabras no se ven, sino
que se oyen.
San Jerónimo
Dice esto de aquellos que están en la
ribera y que no pueden oír lo que decía Jesús, a causa de la distancia
que los separaba de El y del ruido de las olas.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 45,1
En seguida, a fin de que no pudieran
decir: "Nos calumnia este enemigo nuestro", cita el pasaje del profeta
Isaías que dice lo mismo de ellos. Por eso sigue: a fin de que tenga
cumplimiento la profecía de Isaías, que dice: "Oiréis con el oído y no
entenderéis, y viendo veréis" ( Is 6),
Glosa
esto es, oiréis con el oído las palabras,
pero no entenderéis el sentido que encierran. Viendo veréis, esto es,
la carne; y viendo no veréis, esto es, no comprenderéis la Divinidad.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 45,1
Todo esto lo dijo el Señor porque se les
quitó a los judíos, que tenían cerrados los oídos y los ojos y
engrosado el corazón, la facultad de oír y de ver; y no sólo no oían,
sino que oían mal. Por eso sigue: "Ha sido engrosado el corazón de
este pueblo".
Rábano
El corazón de los judíos ha sido engrosado
por el peso de la malicia, y por la multitud de sus pecados
comprendieron mal las palabras del Señor y las reciben con ingratitud.
San Jerónimo
Con el objeto de que no creyéramos que
este peso del corazón y sordera de los oídos eran resultado de su
naturaleza y no de su voluntad, expresa el Señor el pecado hijo de su
libertad, diciendo: "Y cerraron sus oídos".
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 45,1-2
En todo este pasaje demuestra el Señor la
profunda malicia y la aversión estudiada que le tenían los judíos; mas
con el fin de atraerlos, añade: "Para que se conviertan, y los sane";
palabras que demuestran que si se convirtiesen serían sanados, que es
como cuando dice uno: si me lo suplicaren, en seguida los perdonaré,
da a entender además la voluntad de reconciliarse con ellos en las
siguientes palabras: "Cuando se conviertan los sanaré"; palabras que
demuestran la posibilidad de que se convirtiesen, hiciesen penitencia
y se salvasen.
San Agustín,
quaestiones evangeliorum, 14
O de otra manera, cerraron sus ojos para
no ver con ellos, esto es, ellos mismos dieron motivo para que Dios
les cerrase los ojos; y otro evangelista dice: "Cegó sus ojos" (
Jn 12,40); ¿pero acaso para que no volvieran
a ver? ¿o acaso para que no vean de manera que les cause tedio su
ceguera y puedan, condoliéndose humillados y conmovidos, confesar sus
pecados y buscar a Dios con arrepentimiento? Porque así lo expresa San
Marcos: "Por si se convierten y se les perdonan los pecados" (
Mc 4,12); de donde resulta que merecieron por
sus pecados el no entender, y aun en esto brilla la misericordia de
Dios, porque de este modo podían conocer sus pecados, convertirse y
merecer el perdón. San Juan refiere este pasaje en estos términos: "No
podían ellos creer, porque Isaías dijo: Cegó los ojos de ellos,
endureció su corazón, para que no vean con los ojos, ni comprendan con
su corazón, no sea que se conviertan, y yo los sane" (
Jn 12,39-40). Este texto parece oponerse a la
interpretación anterior y nos obliga a entender las palabras:
nequando videant oculis, no: " Para que jamás
vean con los ojos", no en el sentido de que ellos puedan ver alguna
vez con sus ojos, sino en el sentido de que jamás vean. San Juan
efectivamente lo dice muy claro: "Para que no vean con los ojos", y
añade: "Y por esto no podían creer". Se ve bien claro que no quedaron
ciegos a fin de que en alguna ocasión se convirtiesen por la
penitencia (cosa que no podían hacer sin preceder la fe; de suerte que
con la fe debían ser convertidos, con la conversión sanados y con la
salud podían comprender), sino que nos manifiesta el evangelista que
quedaron ciegos para que no creyesen. Porque dice muy claramente: "Por
esta razón no podían creer". Y si esto es así, ¿quién no se levanta a
defender a los judíos y dice en voz alta que ellos no son culpables si
no creyeron? Si ellos no han creído es porque Dios les ha cerrado sus
ojos; pero siendo imposible que Dios sea culpable, nos vemos
precisados a confesar que merecieron por ciertos pecados anteriores
quedar de tal manera ciegos, que quedaron incapaces de creer, porque
las palabras de San Juan son éstas: "No podían creer, porque también
dijo Isaías: Cegó los ojos de ellos". En vano intentamos entender que
quedaron ciegos para que se convirtiesen, siendo así que sin la fe era
imposible su conversión, y no podían tener fe porque estaban ciegos.
No es un absurdo decir que hubo algunos judíos que podían ser sanados,
pero, sin embargo, estaban en tan grande peligro por su desmedida
soberbia, que no les convino creer primero. Y quedaron éstos
1
ciegos para que no comprendiesen las parábolas del Señor, y no
comprendiéndolas no creyesen en El, y no creyendo en El le
crucificasen en unión con los demás desesperados, para que así,
después de la resurrección se convirtiesen y amasen más con la
humillación y arrepentimiento de la muerte del Señor a Aquel que les
había perdonado tan enorme crimen. Era tan grande su soberbia, que era
preciso abatirla con esa humillación. Y si alguno cree que todo esto
no está en su lugar, que reflexione sobre las palabras que se leen en
los Hechos de los Apóstoles ( Hch 12),
conformes completamente con lo que dice San Juan: "Por eso no podían
creer, porque les cegó sus ojos para que no vean", palabras que nos
dan a entender que quedaron ciegos a fin de que se convirtiesen. Esto
es, quedaron ciegos para las verdades del Señor, ocultas en sus
parábolas, a fin de que se arrepintiesen después de la resurrección
mediante una penitencia más saludable. Porque cegados ellos por la
oscuridad del discurso del Señor, no comprendieron sus palabras, y no
entendiéndolas, no creyeron en El; no creyendo en El, lo crucificaron;
pero después de la resurrección, asombrados de los milagros que se
hacían en su nombre, se arrepintieron a la vista de su gran crimen, y
abatidos hicieron penitencia. En seguida, después de aceptado el
perdón, su conversión se apoyó en un amor intensísimo, pero a algunos
de ellos aquella ceguera no sirvió para que se convirtiesen.
Remigio
También puede entenderse este pasaje de
esta manera: sobreentiéndese en cada miembro la partícula
no; esto es, a fin de que no vean con los
ojos, y que no oigan con los oídos, y de que no entiendan con el
corazón, y de que no se conviertan, y de que no los sane.
Glosa
Los ojos de los que ven y no creen son
desgraciados; mas los vuestros: "Bienaventurados vuestros ojos porque
ven, y vuestras orejas porque oyen".
San Jerónimo
Si no hubiéramos leído más arriba que el
Señor estimulaba a sus oyentes a que lo entendiesen con las palabras:
"El que tenga orejas para oír, oiga" ( Mt
13,9) pudiéramos creer que estos ojos y estas orejas que perciben la
felicidad son los del cuerpo; pero me parece que los ojos
bienaventurados son los que pueden conocer los misterios de Cristo; y
dichosas las orejas aquellas de quienes dice Isaías: "El Señor me ha
dado una oreja" ( Is 50,5).
Glosa
El ojo es el alma capaz por su naturaleza
de entender aquello a que se dirige, y la oreja es también el alma;
porque ésta no aprende sino enseñada por otro.
San Hilario,
in Matthaeum, 13
O también habla aquí de la dicha del
tiempo de los Apóstoles, cuyos ojos y oídos tuvieron la felicidad de
ver y comprender la salud de Dios, cosa que los profetas y los justos
desearon ver y comprender, y que estaba reservada para la plenitud de
los tiempos. Por eso sigue: "En verdad os digo que muchos profetas y
justos desearon ver lo que vosotros veis y no lo vieron, y oír lo que
vosotros oís y no lo oyeron".
San Jerónimo
Parece contradecir este pasaje a lo que se
dice en otra parte: "Abraham deseó ver mi día, lo vió y se alegró" (
Jn 8,56).
Rábano
También Isaías ( Is
6) y Miqueas ( Miq 7), y otros muchos
profetas vieron la gloria del Señor y por eso fueron llamados
los que ven ( 1Sam
9).
San Jerónimo
Mas no dijo: Todos los profetas y justos,
sino muchos. Porque podía acontecer que entre muchos hubiera algunos
que vieron y otros que no vieron. Sin embargo, no deja de ofrecer
algún peligro esta interpretación, porque parece establecer entre los
santos diferentes grados de mérito (es decir, en cuanto a la fe en
Cristo). Abraham, pues, vio en figura, en enigma. Pero vosotros tenéis
y poseéis a vuestro Señor entre las cosas presentes. Vosotros le
preguntáis cuando queréis y coméis con El.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 45,2
Lo que vieron y oyeron los Apóstoles
fueron su presencia, sus milagros, su voz y su doctrina. Y en esto los
prefiere, no sólo a los malos, sino a los que fueron buenos, porque
dice que fueron más dichosos que los justos de la antigüedad, puesto
que ven no sólo lo que no vieron los judíos, sino lo que los profetas
y los justos desearon ver y no vieron. Porque aquellos solamente
contemplaron a Cristo con la fe, y éstos lo vieron con sus ojos y con
más claridad. Ved aquí, pues, cómo se enlaza el Antiguo Testamento con
el Nuevo; porque si los profetas hubieran sido servidores de un Dios
extraño o contrario a Cristo, jamás hubieran deseado verlo.
Notas
1. Los
que podían ser sanados.
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18-23 |
"Vosotros, pues, oíd la parábola del que siembra. Cualquiera que oye la palabra del reino, y no la entiende, viene el malo, y arrebata lo que se sembró en su corazón: éste es el que fue sembrado junto al camino. Mas el que fue sembrado sobre las piedras, éste es, el que oye la palabra, y por el pronto la recibe con gozo. Pero no tiene en sí raíz, antes es de poca duración. Y cuando le sobreviene tribulación y persecución por la palabra, luego se escandaliza. Y el que fue sembrado entre las espinas, éste es, el que oye la palabra; pero los cuidados de este siglo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra y queda infructuosa. Y el que fue sembrado en la tierra buena, éste es el que oye la palabra y la entiende, y lleva fruto: y uno lleva a ciento, y otro a sesenta, y otro a treinta". (vv. 18-23)
Glosa
El había dicho anteriormente que no se
concedió a los judíos, sino a los Apóstoles, el conocer el reino de
Dios. Y por eso concluye diciendo: "Vosotros, pues, oíd la parábola
del que siembra", vosotros a quienes están confiados los misterios del
cielo.
San Agustín,
de genesi ad litteram, 8,5
Se realizó lo que refirió el evangelista,
a saber, que el Señor pronunció esas palabras. La narración del mismo
Señor fue una parábola. Y no es absolutamente necesario en este género
de discursos el que los hechos que se refieren se tomen al pie de la
letra.
Glosa
De aquí es que cuando exponiendo la
parábola añade: "Todo el que oye la palabra del reino, y no la
entiende"; debe construirse de esta manera: Todo el que oye la palabra
(esto es, mi predicación, que le hace apto para alcanzar el reino de
los cielos) y no la entiende (y añade por qué no la entiende: "Porque
viene el malo, esto es, el diablo, y arrebata lo que se sembró en el
corazón de aquel"), éste tal es aquél que fue sembrado cerca del
camino. Es de notar que la palabra sembrar se toma en distintos
sentidos. Así se dice que una semilla está sembrada y que un campo
está sembrado. Estas dos maneras de tomar dicha palabra, las vemos
empleadas en este pasaje. Pero cuando dice: "Arrebata lo que ha sido
sembrado", aquí se entiende: arrebata la semilla. Pero cuando dice:
"Cayó cerca del camino", no debe entenderse de la semilla, sino del
lugar en que cayó la semilla; esto es, en el hombre, que es como el
campo sembrado con la semilla de la palabra de Dios.
Remigio
El Señor expone con estas palabras lo que
es la semilla, es decir, la palabra del reino (esto es, de la doctrina
del Evangelio). Porque hay algunos que no reciben la palabra de Dios
con devoción, y por eso los demonios arrebatan la semilla de la
palabra divina que ha caído en sus corazones como si fuera semilla
sembrada en un camino traqueteado. Sigue: "La que ha sido sembrada
sobre piedra", es aquel que oye la palabra mas no tiene raíces, etc.
Porque la semilla o la palabra de Dios que se siembra en la piedra,
esto es, en el corazón duro e indómito, no puede llevar fruto; porque
es grande su dureza y nulo el deseo por las cosas celestiales, y por
esa demasiada dureza no tiene raíz en sí.
San Jerónimo
Observad las palabras: "Y ha sido
continuamente escandalizado". Hay gran diferencia entre aquel que es
compelido a negar a Cristo por las tribulaciones y los castigos, y
aquel que a la primera persecución se escandaliza y cae, que es de
quien se habla aquí. Sigue: "La que fue sembrada entre espinas, etc."
Me parece que dicen estas palabras, tomadas literalmente, en relación
a Adán: "Comerás el pan entre espinas y abrojos" (
Gén 3,17-19) y en sentido místico, a todos aquellos que se
entregaron a los placeres del siglo y a los cuidados de este mundo,
los cuales comerán el pan del cielo y la comida de la verdad en medio
de espinas.
Rábano
Con razón se llaman espinas, porque hieren
el alma con las punzadas de sus pensamientos y oprimiéndola, no la
dejan llevar los frutos espirituales de la virtud.
San Jerónimo
Son admirables las palabras: "El engaño de
las riquezas sofoca la palabra", porque son halagüeñas las riquezas, y
prometen cosas distintas de las que practican. Su posesión es
pasajera, puesto que van de una a otra parte, abandonan una vez a los
que las poseen, y se marchan otras con el que no las tenía. Por eso
dice el Señor que es difícil a los ricos entrar en el reino de los
cielos ( Mt 19); porque las riquezas sofocan
la palabra de Dios y disminuyen el vigor de la virtud.
Remigio
Y es de saber que en estas tres clases de
tierra mala están comprendidos todos los que pueden oír la palabra de
Dios, pero sin embargo no pueden alcanzar la salud. Exceptúanse los
gentiles, que ni aun oír merecieron. Sigue: "Y la que cayó en tierra
buena". La tierra buena es la conciencia fiel de los elegidos, o el
alma de los santos que reciben con gozo, con deseo y con devoción del
corazón la palabra de Dios, y la conservan varonilmente en la
prosperidad y en la adversidad, y producen frutos. Y por eso se dice:
"Y produce frutos, una a ciento, otra a sesenta y otra a treinta".
San Jerónimo
Y es de notar, que así como en la tierra
mala hubo tres clases (a saber, la que estaba junto al camino, la
pedregosa y la llena de espinas), así también hay tres clases de
tierra buena: la que produce ciento, la que produce sesenta y la que
produce treinta. Y tanto en ésta como en aquélla, la sustancia es la
misma y sólo varía la voluntad, y quien recibe la semilla, tanto en
los incrédulos como en los que creen, es siempre el corazón; y por eso
en la primera parte de esta parábola se dice: "Viene el malo, y
arrebata la que ha sido sembrada en su corazón"; y en la segunda y
tercera: "Este es el que oye la palabra". También en la cuestión de la
tierra buena se dice lo mismo: "Este es el que oye la palabra". De
suerte que primeramente debemos oír, en seguida entender y después de
entender, dar frutos de enseñanza y producir ese fruto, o como ciento,
o como sesenta, o como treinta.
San Agustín,
de civitate Dei, 21,27
Opinan algunos que es preciso entender
este pasaje en el sentido de que los santos, según sus méritos, libran
los unos cien almas, otros sesenta y otros treinta (añaden que esto se
verificará en el día del juicio, mas no después del juicio.) Pero uno,
al ver que muchas personas abusaban de esta opinión, y se prometían
con toda malicia una completa impunidad, puesto que de esta manera
todos podían creer que estaban libres, responde que se debe vivir bien
para que cada uno se pueda encontrar entre aquellos por cuya
intercesión se libran otros; no suceda que sean tan pocos que
atendiendo cada uno al número que se le ha asignado, resulte que
muchos queden sin ser librados de las penas por la intercesión de los
santos. Por esta razón sería una gran temeridad sin fundamento el
confiarse de esta manera a la intercesión de otro.
Remigio
El que da fruto como treinta, es el que
enseña la fe en la Santísima Trinidad; como sesenta, el que recomienda
la perfección de las buenas obras, porque el número seis es el tiempo
que Dios empleó en hacer el mundo ( Gén 2);
como ciento, el que promete la vida eterna; porque el número ciento
pasa de la izquierda a la derecha, entendiéndose por izquierda la vida
presente, y por derecha la futura. En otro sentido: la semilla de la
Palabra de Dios da fruto como treinta, cuando produce el buen
pensamiento, como sesenta, cuando engendra la buena palabra, y como
ciento, cuando conduce a la buena obra.
San Agustín,
quaestiones evangeliorum, 1,10-11
O de otra manera, el número ciento es el
fruto de los mártires, a causa de la santidad de su vida y el
desprecio de su muerte; el sesenta, el de las vírgenes, por su
tranquilidad interior, porque no combaten contra la costumbre de la
carne; suele también concederse el descanso a los sexagenarios en la
carrera militar y en otros empleos públicos; el número treinta es el
de los casados, porque es la edad del combate, y ellos tienen que
sostener rudos asaltos para no ser víctimas de sus pasiones. O de otra
manera, tienen que luchar con el amor de los bienes temporales para no
ser vencidos, y deben domarlo y sujetarlo a fin de reprimirlo con
facilidad, o extinguirlo de tal manera que no pueda producir emoción
alguna. De aquí proviene, el que unos afronten la muerte por la verdad
con energía, otros con tranquilidad y otros con placer. A estos tres
grados de virtud corresponden las tres clases de frutos que da la
tierra: el treinta, el sesenta y el ciento. En alguno de estos tres
grados debe encontrarse el hombre que piensa partir bien de esta vida.
San Jerónimo
O también, la semilla que da ciento se
aplica a las vírgenes, el sesenta a las viudas y a los que están en
estado de continencia, y el treinta a los matrimonios castos. O de
otro modo, el treinta se refiere a las bodas, porque la articulación
de los dedos que los enlaza y estrecha, como con cierto ósculo tierno,
nos representa la unión del hombre y de la mujer; el sesenta a las
viudas, representadas por la presión del dedo pulgar, a causa de las
angustias y tribulaciones en que fueron colocadas, pero que recibirán
mayor premio por haber vencido los placeres, tanto más difíciles de
combatir cuanto que ya tenían experiencia de ellos. Por último, el
número ciento, que está expresado por la mano izquierda y por la
derecha, y formando un círculo por los mismos dedos, pero de distinta
mano, expresa la corona de la virginidad.
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24-30 |
Otra parábola les propuso diciendo: "Semejante es el reino de los cielos a un hombre que sembró buena simiente en un campo. Y mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña en medio del trigo y se fue. Y después creció la yerba e hizo fruto, apareció también entonces la cizaña. Y llegando los siervos del padre de familias le dijeron: Señor, ¿por ventura no sembraste buena simiente en tu campo? ¿Pues de dónde tiene cizaña? Y les dijo: hombre enemigo ha hecho esto. Y le dijeron los siervos: ¿Quieres que vayamos y la cojamos? No, les respondió; no sea que cogiendo la cizaña arranquéis también con ella el trigo. Dejad crecer lo uno y lo otro hasta la siega, y en el tiempo de la siega diré a los segadores: Coged primeramente la cizaña y atadla en manojos para quemarla; mas el trigo recogedlo en mi granero". (vv. 24-30)
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 46,1
El Señor habló en la parábola anterior de
aquellos que no reciben la palabra de Dios, y ahora habla de aquellos
que la reciben alterada, porque es propio del demonio mezclar el error
con la verdad. Por eso sigue: "Otra parábola les propuso", etc.
San Jerónimo
Les propuso otra parábola, a la manera de
un rico que sirve distintos manjares a sus convidados, a fin de que
tome cada uno el que es más a propósito para su estómago. Y no dijo la
otra, sino otra, porque si hubiera dicho la otra, no podríamos esperar
otra tercera; y dijo otra, para manifestar que seguirían otras muchas.
El sentido de la parábola lo manifiesta el Señor cuando añade:
"Semejante es el reino de los cielos a un hombre que sembró buena
simiente", etc.
Remigio
Llama reino de los cielos al mismo Hijo de
Dios, y dice que este reino es semejante a un hombre que sembró buena
simiente en su campo.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 46,1
Nos presenta en seguida los lazos del
demonio diciendo: "Y mientras dormían los hombres, vino su enemigo y
sembró cizaña en medio del trigo y se fue". Con estas palabras nos
hace ver que el error viene después de la verdad, cosa demostrada por
la experiencia. Así, después de los profetas vinieron los falsos
profetas; después de los Apóstoles los falsos apóstoles; y después de
Cristo el Anticristo. Porque no se esfuerza el diablo en tentar a
quien no lo ha de imitar ni a quien no puede tender sus lazos, porque
ha visto que la simiente fructifica, a veces como ciento, otras como
sesenta, y otras como treinta, y que no puede él arrebatar ni sofocar
la que tiene buenas raíces, y por eso se vale de otro engaño,
confundiendo su propia simiente y revistiendo sus obras con colores y
semejanzas que sorprenden al que se deja engañar con facilidad. Por
eso no dice el Señor que siembra una simiente cualquiera, sino la
cizaña, que es muy parecida, al menos a la vista, a la simiente del
sembrador: tal es la malicia del diablo; siembra cuando han nacido las
simientes, para de esta manera causar más daños a los intereses del
agricultor.
San Agustín,
quaestiones evangeliorum, 11
Y dice: "Mientras dormían los hombres"
porque cuando los jefes de la Iglesia obran con negligencia, o cuando
los apóstoles son visitados por el sueño de la muerte, viene el diablo
y siembra sobre aquellos a quienes el Señor llama hijos malos. Pero se
pregunta ahora: ¿son éstos los herejes o los malos católicos?. Porque
manifestándonos que están sembrados en medio del trigo parece
significar que son todos de una misma comunión. Pero sin embargo, como
en la interpretación de la palabra campo no se significa a la Iglesia,
sino a todo el mundo, se comprende que habla de los herejes, que se
hallan mezclados en este mundo con los buenos. De aquí es que a los
que son malos pero tienen la misma fe se les llama paja mejor que
cizaña. La paja, efectivamente, tiene la misma raíz y fundamento que
el grano. En cuanto a los cismáticos, parece que tienen más semejanza
con las espigas podridas, o con las pajas de aristas rotas y divididas
que se arrojan de la mies. Pero no se debe sacar de aquí la
consecuencia de que los herejes y cismáticos son forzosamente
separados de la Iglesia corporalmente, porque hay muchos en el seno de
la Iglesia que no defienden su error de manera que puedan atraer al
pueblo. Porque si lo hicieren así, entonces serían expulsados en
seguida de la Iglesia. ( Y más abajo): Cuando
el diablo con sus detestables errores y falsas doctrinas ha sembrado
la cizaña (esto es, ha arrojado las herejías valiéndose del nombre de
Cristo) se oculta con más cuidado y se hace más invisible; y esto es
lo que significa: "Y se fue". Se comprende, pues, que el Señor
significó en esta parábola con la palabra cizaña (como terminó en la
exposición) no algunos escándalos, sino todos los escándalos, y a
aquellos que cometen ciertas maldades.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 46,1
En las siguientes líneas describe
perfectamente la marcha de los herejes: "Y después que creció la yerba
e hizo fruto, apareció entonces la cizaña". Al principio los herejes
no dan la cara, pero cuando tienen más libertad y algunos otros
participan de su error, entonces vierten su veneno.
San Agustín,
quaestiones evangeliorum, 12
O de otra manera, cuando el hombre
espiritual empieza a juzgar todas las cosas, entonces comienzan a
aparecer los errores, y distingue cuánto dista de la verdad lo que ha
oído o leído. Pero mientras llega a la perfección espiritual, puede
ser envuelto en la multitud de errores que se han propalado con el
nombre de Cristo. Por eso sigue: "Y llegando los siervos del padre de
familia, le dijeron: Señor, ¿por ventura no sembraste buena simiente
en tu campo? ¿Pues de dónde tiene cizaña?" Ocurre preguntar aquí
quiénes son esos siervos: si son los siervos aquellos a quienes
después llama segadores, o si son los ángeles, a quienes en la
explicación que él nos ha dado de esta parábola llama también
segadores; pero que nadie se atreve a afirmar que los ángeles no
tuvieron conocimiento del que sembró la cizaña; por consiguiente deben
entenderse por siervos los mismo fieles a quienes no nos debe admirar
los llame además buena simiente, porque se puede expresar una misma
cosa con diferentes nombres, según la relación con que se la
considere; el mismo Salvador es llamado en un mismo Evangelio (
Jn 10) a la vez " puerta y
pastor".
Remigio
Se llegan a Dios, no con el cuerpo, sino
con el corazón y el deseo del alma. De esta manera comprenden que todo
se hizo por astucia del diablo y por eso les dice: "Hombre enemigo ha
hecho esto".
San Jerónimo
Llama al diablo hombre enemigo porque no
es Dios. Y así se dice de él en el Salmo 9:
"Levántate, Señor, para que no tome fuerzas el hombre" (
Sal 9,20). Por esta razón no debe dormirse el
que está al frente de la Iglesia, no sea que por descuido suyo siembre
el hombre enemigo la cizaña, esto es, las afirmaciones heréticas.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 46,1
Y se llama enemigo a causa de los
perjuicios que causa al hombre, porque siempre nos está maltratando,
aunque no sea el origen de su tratamiento la enemistad que nos tiene,
sino la que profesa a Dios.
San Agustín. quaestiones
evangeliorum, 12
Al conocer los siervos de Dios que el
diablo, sintiendo que nada podía hacer contra el autor de tan gran
nombre, ha tramado un fraude para ocultar sus mentiras bajo el mismo
nombre, puede presentárseles el deseo, en la medida que tengan algún
poder temporal, de apartar a los hombres de las cosas mundanas. Pero
para saber que deben hacer consultan antes a la justicia de Dios. De
donde sigue: "¿Quieres que vayamos y la cojamos?".
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 46,1
Debemos admirar en este pasaje la
solicitud y el amor de los siervos: se apresuran a arrancar la cizaña,
lo que prueba la solicitud por su simiente, y no tratan de que se
castigue a nadie sino de que no muera la buena simiente.
La respuesta del Señor es la siguiente: "Y
les dijo: no".
San Jerónimo
Hay ocasiones para hacer penitencia; y se
nos aconseja que no hagamos perecer en seguida a nuestros hermanos;
porque puede ocurrir que alguno esté hoy manchado con algún dogma
herético, mañana se arrepienta y comience a defender la verdad: "No
sea que cogiendo la cizaña, arranquéis también el trigo".
San Agustín,
quaestiones evangeliorum, 12
Palabras que no pueden menos que engendrar
en ellos una paciencia y una tranquilidad grandísima. La razón de esta
parábola es, que los que son buenos, pero que aun están débiles,
necesitan de esta mezcla con los malos, ya para adquirir fortaleza con
el ejercicio, ya para que comparando los unos con los otros se
estimulen a ser mejores. O también se arrancan al mismo tiempo el
trigo y la cizaña, porque hay muchos que al principio son cizaña y
después se hacen trigo. Si a éstos no se les sufre con paciencia
cuando son malos, no se consigue el que muden de costumbres; y si
fuesen arrancados en ese estado, se arrancaría al mismo tiempo lo que
con el tiempo y el perdón hubiera sido trigo. Por eso nos previene el
Señor que no hagamos desaparecer de esta vida a esa clase de hombres,
no sea que por quitar la vida a los malos se la quitemos a los que
quizá hubieran sido buenos, o perjudiquemos a los buenos, a quienes, a
pesar suyo, pueden ser útiles. El momento oportuno de quitarles la
vida será cuando ya no les quede tiempo para mudar de vida, y el
contraste de sus errores con la verdad no pueda ser útil a los buenos:
"Dejad crecer lo uno y lo otro hasta la siega", esto es, hasta el
juicio.
San Jerónimo
Pero parece que esta doctrina contradice a
aquel precepto: "Quitad el mal de entre vosotros" (
1Cor 5,13); porque efectivamente si se prohibe arrancar la
cizaña, y se manda conservarla hasta la siega, ¿de qué modo se han de
quitar de entre nosotros ciertos hombres? Pero no hay o es muy poca la
diferencia entre el trigo y la cizaña, llamada vulgarmente vallico,
que cuando aun está en estado de yerba y su tallo no está coronado de
espiga, es muy parecida al trigo. Por esta razón nos advierte el Señor
que no demos nuestro dictamen sin un examen detenido sobre cosas
dudosas, sino que las dejemos a juicio de Dios, a fin de que arroje el
Señor en el día del juicio de entre los santos, no a los criminales
sospechosos sino a los que entonces serán bien manifiestos.
San Agustín,
contra epistulam Parmeniani, 3,2
Cuando algún cristiano hubiera sido cogido
en el seno de la Iglesia en algún pecado digno de ser anatematizado,
anatematícese en donde no haya peligro de dar lugar al cisma, y hágase
con amor a fin de no arrancarlo, sino de corregirlo. Pero si él no se
reconociere y ni se corrigiere con la penitencia, él mismo se saldrá
fuera y será separado de la comunión de la Iglesia por su propia
voluntad. Por eso el Señor al decir: "Dejad crecer lo uno y lo otro
hasta la siega", da la razón en las palabras siguientes: "No sea que
cogiendo la cizaña arranquéis también el trigo". Donde manifiesta
claramente, que cuando no hay ese peligro y hay completa seguridad de
la permanencia de la simiente (esto es, cuando el crimen es tan
conocido y detestado de todos, que no hay absolutamente nadie, o si
hay alguno que se atreva a defenderlo, es tan poco notable que no
puede dar lugar al cisma), no debe descuidarse la severidad de la
disciplina, en la que es tanto más eficaz la corrección del mal cuanto
más se respetan las leyes de la caridad. Pero cuando el mal ha
gangrenado a la multitud, no queda más remedio que el sentir y gemir.
De ahí es que debe el hombre corregir con amor aquello que pueda, y lo
que no pueda, sufrirlo con paciencia y gemir y llorar hasta que la
corrección venga de lo alto, y esperar hasta la siega el arrancar la
cizaña y el aventar la paja. Cuando se puede levantar la voz en medio
de un pueblo, debe hacerse la corrección de las desmoralizadas turbas
con expresiones generales, principalmente si nos ofrece la ocasión y
la oportunidad algún castigo del cielo enviado por Dios, de hacerles
ver que son castigados cual merecen; porque las calamidades públicas
vuelven dóciles los oídos de aquellos que escuchan las palabras del
que los corrige y excitan más fácilmente a los corazones afligidos a
confesarse gimiendo que a resistirse murmurando. Y aunque no exista
calamidad pública, se puede, siempre que se habla en público, corregir
a la multitud en medio de la multitud. Porque así como se enfurece
cuando se habla en particular, así también suele gemir cuando se la
reprende en general.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 46,1-2
Dijo el Señor todo esto para prohibir las
muertes. No convenía quitar la vida a los herejes, porque de esta
manera se trabaría una lucha sin piedad en todo el mundo. Por eso
dice: "No la arranquéis al mismo tiempo que el trigo", es decir, si
empuñáis las armas, y quitáis la vida a los herejes, vuestros golpes
alcanzarán necesariamente a multitud de santos. No prohibe, pues, el
Señor, el contener a los herejes, el atajar la libre propaganda de sus
errores, sus sínodos y sus reuniones, sino el destruirlos y quitarles
la vida.
San Agustín,
epístolas, 93,17
En un principio yo era de la opinión de no
obligar a nadie a entrar en la unidad de Cristo, a obrar con la
palabra, a combatir con la discusión, a vencer con la razón, a fin de
que no tengamos por católicos hipócritas a aquellos a quienes hemos
conocido como herejes marcados. Sin embargo, mi opinión era el no
combatir con palabras, sino el dominar con ejemplos. Las leyes
terribles por las que los reyes sirven a Dios con temblor de tal
manera les fueron útiles, que se vieron precisados a decir unos: desde
luego era ésta nuestra voluntad, pero damos mil gracias a Dios, que
nos ha presentado la ocasión, y nos ha quitado todo pretexto para
diferirla. Otros: sabíamos que ésta era la verdad, pero no sabemos por
qué costumbre nos deteníamos: mil gracias a Dios que ha roto nuestras
ligaduras. Otros: ignorábamos que fuera ésta la verdad, ni teníamos
deseo de aprenderla; pero el miedo nos ha hecho volver a ella: gracias
a Dios que nos despertó de nuestro letargo con el estímulo del terror.
Otros dicen: Nosotros teníamos miedo de entrar por los rumores falsos,
que hubiéramos desconocido ser falsos si no hubiéramos entrado, pero
ni hubiéramos entrado, sino a viva fuerza; gracias a Dios, que nos ha
quitado nuestra perplejidad con la persecución, nos ha enseñado por
experiencia cuán sin fundamento y cuán falsas son las voces que han
extendido sobre su Iglesia. Otros dicen: nosotros juzgábamos que no
era cosa de interés el recibir la fe de Cristo, pero gracias al Señor
que ha hecho que concluya nuestra separación, nos ha unido a un solo
Dios, y nos ha manifestado la unidad del culto. Sirvan, pues, los
reyes a Cristo, y promulguen leyes en favor de Cristo.
San Agustín,
epístolas, 185, 32 et 22
¿Quién de vosotros no sólo deseará que
perezcan los herejes, sino también el que experimenten pérdidas? Pues
no de otro modo mereció tener la paz la casa de David, si no hubiese
desaparecido su hijo Absalón en la guerra que hizo contra su padre (
2Sam 18), aun cuando este rey infortunado
había recomendado a sus servidores el mayor cuidado para que
conservasen la vida de su hijo, en quien su corazón de padre miraba
sólo al arrepentimiento para perdonarlo. El por su rebelión fue
víctima de su resistencia, y al padre no le quedó más que llorarlo, y
consolar su dolor con la paz devuelta a sus estados. Así la Iglesia
católica nuestra madre, cuando atrae a su seno un gran número de hijos
con la pérdida de algunos otros, dulcifica y cura el dolor de su
corazón maternal con el espectáculo de los pueblos que ha salvado.
¿Dónde se funda, pues, lo que algunos vociferan: "¿Uno es libre para
creer o para no creer? ¿A quién forzó Cristo? ¿A quién obligó?" Ahí
tienen al Apóstol San Pablo. Reconozcan en él a Cristo primero
postrándolo, y después enseñándole; primero hiriendo y después
consolando ( Hch 9). Pero es cosa admirable,
que aquel que entró en el Evangelio obligado por un castigo corporal,
trabajó más en el Evangelio, que aquellos que fueron llamados sólo con
la palabra ( 1Cor 15). ¿Por qué la Iglesia no
obligará a sus hijos perdidos a volver, si esos mismos hijos perdidos
precisan a otros a perecer?
Sigue: "Y en el tiempo de
la siega diré a los segadores: Coged primeramente la cizaña, y atadla
en manojos para quemarla".
Remigio
Llama él siega al tiempo en que se está
segando. Y por siega se entiende el día del juicio, en que los buenos
serán separados de los malos.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 46,2
¿Pero por qué dice: coged primeramente la
cizaña? A fin de que no crean los buenos que juntamente con la cizaña
se debe arrancar también el trigo.
San Jerónimo
Está bien manifiesto en las palabras:
"lanzad al fuego los manojos de cizaña y reunid el trigo en los
graneros", que los herejes, de cualquier clase que sean, y también los
hipócritas, serán quemados en los fuegos del infierno. Y los santos
(que es lo que se da a entender con la palabra trigo) serán recibidos
en los graneros, esto es, en las mansiones celestiales.
San Agustín,
quaestiones euangeliorum, 1, 12
Se puede preguntar: ¿por qué no dijo el
Señor: haced un solo haz y un solo montón con la cizaña? Sin duda para
significar que había muchas clases de herejes, que estaban separados
no sólo del trigo, sino también unos de otros. Y por esto los manojos
figuran sus diferentes reuniones, en las que cada partido está unido
por su propia comunión, y entonces es cuando se debe principiar a
atarlos para prenderles fuego, puesto que entonces es cuando separados
de la Iglesia católica, principian a formar como unas iglesias
propias. No serán quemados hasta el fin de los tiempos pero quedarán
atados en manojos. Pero si esto se verificase en seguida, no habría
muchos que hicieran penitencia y reconocieran su error y volviesen a
la Iglesia. Por esta razón no se formarán los manojos hasta el fin,
con objeto de que no sean castigados sin orden alguno, sino que lo
será cada uno conforme a su perversidad.
Rábano
Y es de notar que cuando dice: "Sembró
buena simiente" significa la buena voluntad de los elegidos; y cuando
dice: "Llegó el enemigo" quiso intimarnos la cautela que debíamos
tener y en las palabras: "Creciendo la cizaña, el hombre enemigo hizo
esto" nos recomendó la paciencia; y en aquellas otras: "No sea que
cogiendo la cizaña" nos dio un ejemplo de discreción; y cuando añade:
"Dejad crecer lo uno y lo otro hasta la siega" nos recomendó la
longanimidad; y por último la justicia cuando dijo: "Atadla en manojos
para quemarla", etc.
|
31-32 |
Otra parábola les propuso diciendo: "Semejante es el reino de los cielos a un grano de mostaza que tomó un hombre y sembró en su campo: ésta en verdad es la menor de todas las simientes: pero después que crece, es mayor que todas las legumbres, y se hace árbol, de modo que las aves del cielo vienen a anidar en sus ramas". (vv. 31-32)
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 46,2
Había dicho el Señor que se pierden tres
partes de la simiente, y sólo una se conserva, y en esta última hay
también mucha pérdida a causa de la cizaña que sobre ella se siembra.
Y a fin de que sus discípulos no le dijeran: ¿Quiénes y cuántos serán,
pues, los fieles? les quita ese temor con la parábola del grano de
mostaza. Y por eso se dice: "Otra parábola les propuso, diciendo:
semejante es el reino de los cielos a un grano de mostaza", etc.
San Jerónimo
Se entiende por reino de los cielos la
predicación del Evangelio y el conocimiento de las Escrituras que
conduce a la vida, sobre la cual se dice a los judíos: "Se os quitará
el reino de Dios" ( Mt 21,43); semejante es,
pues, este reino de los cielos al grano de mostaza.
San Agustín,
quaestiones euangeliorum, lib. 1, quaest. 12
El grano de mostaza figura el fervor de la
fe, porque se dice de ella que arroja los venenos, esto es, las
doctrinas depravadas.
Sigue: "Que tomó un hombre y sembró en su campo".
San Jerónimo
Entienden muchos por el hombre que sembró
en su campo al Salvador, que es quien siembra en las almas de los
fieles; otros dicen que es el hombre mismo el que siembra en su campo,
es decir, en su corazón. ¿Y quién es ése que siembra, sino nuestros
sentimientos y nuestra alma? Porque ésta recibe el grano de la
predicación, aumenta la simiente con el riego de la fe, y la fecunda
en el campo de su pecho. Sigue: "Esta, en verdad, es la menor de todas
las simientes". La predicación del Evangelio es la menor de todas las
enseñanzas, porque no tiene a primera vista el aspecto de la verdad,
predicando a un hombre Dios, a un Dios muerto, y el escándalo de la
cruz. Comparad semejante doctrina con los dogmas de los filósofos, con
el brillo de su elocuencia y con el arte tan estudiado de sus
discursos y veréis cómo efectivamente es menor que las demás simientes
la predicación del Evangelio.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 46,2
O también es la más pequeña la simiente
del Evangelio porque los Apóstoles eran los menos poderosos de entre
los hombres, pero sin embargo, como tenían una gran virtud, por eso se
extendió su predicación por todas las partes del mundo. Por eso sigue:
"Pero después que crece es mayor que todas las legumbres", esto es,
que todos los dogmas.
San Agustín,
quaestiones euangeliorum, lib. 1, quaest. 12
Los dogmas de las sectas no son más que
sus propios sentimientos, es decir, lo que les conviene.
San Jerónimo
Cuando se han desarrollado los dogmas de
los filósofos, no presentan ni energía ni vitalidad alguna, sino que
todos ellos son débiles y macilentos y producen legumbres y yerbas que
pronto se desecan y mueren. Pero la predicación del Evangelio (que al
principio parecía cosa de poca importancia), bien se la considere en
las almas de los fieles, bien se la mire en todo el mundo, no se
levanta en legumbres, sino que crece en un árbol, de suerte que las
aves del cielo, es decir, las almas de los fieles o las virtudes, que
combaten por el servicio de Dios, vienen y habitan sobre sus ramas.
Por eso sigue: "se hace un árbol de manera que las aves del cielo
vienen y anidan entre sus ramas". Yo pienso que por los ramos del
árbol evangélico que crecieron del grano de mostaza debe entenderse la
variedad de dogmas, sobre los cuales descansan la multitud de aves de
que acabamos de hablar. Tomemos, pues, nosotros, las plumas de la
paloma, a fin de que volando a las cosas más altas podamos habitar en
las ramas de ese árbol, colocar nuestros nidos en las verdades, y
huyendo de la tierra subir con prontitud al cielo.
San Hilario,
in Matthaeum, 13
O también, el Señor se compara a sí mismo
al grano de mostaza, semilla pequeña, pero picante, y que tiene la
propiedad de encenderse con la presión.
San Gregorio Magno, Moralia, 19,1
Es, en verdad, El mismo el grano de
mostaza que, plantado en el huerto de la sepultura, se elevó como un
árbol grande. Fue grano cuando murió; árbol cuando resucitó; grano por
la humildad de la carne, árbol por el poder de la majestad.
San Hilario,
in Matthaeum, 13
Después que el grano fue lanzado al campo
(es decir, cuando el Salvador cayó en poder del pueblo y entregado a
la muerte, fue enterrado como en el campo, y como sembrado su cuerpo),
creció más que el tallo de todos los frutos, y excedió a la gloria de
todos los profetas. Como una suerte de hortaliza fue dada la
predicación de los profetas fue al enfermo Israel. Pero ahora, las
aves del cielo habitan las ramas del árbol. Es decir, entendemos por
ramas del árbol a los apóstoles extendidos por el poder de Cristo, y
dando sombra al mundo, volarán hacia todas las naciones para hallar la
vida y, maltratados por los huracanes -esto es, por el espíritu y las
tentaciones del diablo-, en las ramas de ese árbol encontrarán el
descanso.
San Gregorio Magno,
Moralia, 19,1
Sobre estas ramas descansan las aves,
porque las almas justas que se elevan de los pensamientos mundanos con
las alas de las virtudes respiran lejos de esas fatigas, recibiendo
las palabras y consuelos sobrenaturales.
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33 |
Les dijo otra parábola: "Semejante es el reino de los cielos a la levadura que toma una mujer, y la esconde en tres medidas de harina hasta que todo ha fermentado". (v. 33)
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 46,2.
El Señor para demostrar la misma verdad
les pone la siguiente parábola: "Semejante es el reino de los cielos a
la levadura", que es como si dijera: a la manera que la levadura
cambia toda la harina en su sustancia, así también vosotros cambiaréis
todo el mundo. Y reparad aquí la prudencia de Cristo: alega como
ejemplo una cosa natural, a fin de hacernos ver que así como es
imposible el que no se verifique ese cambio, así también es imposible
el que no suceda lo otro. No dijo el Señor simplemente: "Que puso",
sino que "esconde"; que es como si hubiera dicho: de la misma manera
vosotros, después que hubiéreis estado sometidos a vuestros enemigos,
triunfaréis sobre ellos. Y así como el fermento se va corrompiendo
pero no se destruye, sino que poco a poco cambia toda la masa en su
propia naturaleza, así sucederá en vuestra predicación. No temáis las
muchas persecuciones que os he anunciado vendrán sobre vosotros. Ellas
os servirán para que brilléis más y triunfaréis de todas. El Señor
habla aquí de tres medidas, pero este número debe tomarse en sentido
indeterminado.
San Jerónimo
La medida de que aquí habla es una medida
que estaba en uso en Palestina, y equivale a un modio y medio.
San Agustín,
quaestiones evangeliorum, 1,12
O también, el fermento significa la
caridad, porque la caridad estimula y excita el fervor. La mujer
figura la sabiduría; las tres medidas los tres grados de caridad
manifestados en estas palabras: "Con todo el corazón, con toda el alma
y con toda la inteligencia" ( Mt 22), o
también aquellas tres recolecciones que han producido: "El ciento, el
sesenta y el treinta". O aquellas tres clases de hombres: Noé, Daniel
y Jacob ( Ez 14).
Rábano
Y se dice: "Hasta que ha fermentado todo".
Porque la caridad escondida en nuestra alma debe crecer hasta que la
haga perfecta. Lo que tiene principio en esta vida adquiere su
perfección en la venidera.
San Jerónimo
O de otra manera, me parece que la mujer
que toma el fermento y lo esconde, representa la predicación
apostólica, o la Iglesia formada de diversas naciones. Ella toma el
fermento, es decir, la inteligencia de las Escrituras, y lo esconde en
las tres medidas de harina: el espíritu, el alma y el cuerpo, a fin de
que, reducidos a la unidad, no haya divergencia entre ellos. O de otra
manera. Leemos en Platón, que en el alma hay tres facultades: la parte
racional, la parte irascible y la concupiscencia. Y nosotros, si hemos
recibido la levadura del Evangelio, poseemos la prudencia en la razón;
en la ira el odio contra los vicios; en la concupiscencia el deseo de
las virtudes, y todo esto es resultado de la doctrina evangélica que
nos dio nuestra madre la Iglesia. Diré también la interpretación que
dan algunos. Dicen que la referida mujer figura la Iglesia que mezcla
la fe del hombre con las tres medidas de harina, es decir, la fe en el
Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo; y cuando toda esta fe ha
fermentado, nos encontramos no con tres creencias en Dios, sino con
una sola y en un solo Dios. Esta es a la verdad una interpretación
piadosa, pero nunca estas interpretaciones dudosas y parábolas pueden
servir de punto de apoyo para probar los dogmas.
San Hilario,
in Matthaeum, 13
El Señor se compara a sí mismo con la
levadura. Porque la levadura, que es hecha de harina, tiene la
propiedad de comunicar a todas las harinas de su especie la virtud que
ha recibido; y la mujer, esto es, la sinagoga, esconde esta levadura
mediante su condenación a morir; y la levadura echada en tres medidas
de harina, es decir, en la de la ley, en la de los profetas y en la de
los Evangelios, no forma de los tres elementos más que una sola
creencia, de manera que en los progresos del Evangelio están cumplidos
lo que estableció la ley y anunciaron los profetas. Aun cuando ya he
hecho mención de que muchos entienden por las tres medidas de harina
la vocación de las tres naciones formadas por Sem, Cam y Jafet, no sé,
sin embargo, si es conforme a razón esta opinión, porque aun cuando
todas las naciones han sido llamadas al Evangelio, no se puede decir
que todas han ocultado a Cristo. Al contrario, lo han esclarecido, y
desde luego no ha fermentado en tanta multitud de naciones toda la
levadura.
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34-35 |
Todas estas cosas habló Jesús al pueblo por parábolas y no les habló sin parábolas, para que se cumpliese lo que había dicho el profeta, que dice: Abriré en parábolas mi boca: rebosaré cosas escondidas desde el establecimiento del mundo. (vv. 34-35)
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 47,1
Después de las anteriores parábolas, y
para que nadie creyese que Cristo introducía novedades, el evangelista
alega al profeta que había profetizado hasta esta misma manera de
predicación. Y por eso dice: "Todas estas cosas habló", etc., y San
Marcos, dice: "Por lo mismo que podían comprender, les hablaba por
parábolas" ( Mc 4,33). No es de admirar, por
consiguiente, si al tratar de su reino hace mención del grano de
mostaza y de la levadura, porque se dirigía a hombres ignorantes y a
quienes era preciso persuadir de esta manera.
Remigio
La palabra griega parábola significa en
latín comparación, la cual sirve para demostrar la verdad. Porque con
la comparación se manifiestan ciertas figuras de palabra e imágenes de
la verdad.
San Jerónimo
Mas no hablaba el Señor en parábolas a los
discípulos, sino a las turbas, y aun hoy día escuchan las turbas las
parábolas, y por esta razón se dice: "Y no les hablaba sino en
parábolas".
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 47,1
Aunque en muchas ocasiones habló a las
turbas sin parábolas, pero no en esta circunstancia.
San Agustín,
quaestiones evangeliorum, 1,14
O bien, el evangelista puso esto, no
porque el Señor no haya hablado nunca en términos propios, sino porque
no hay discurso suyo en que no haya expresado algunas cosas por
algunas parábolas, y aun haya mezclado el sentido propio con el
parabólico de tal manera que frecuentemente todo su discurso no es más
que un tejido de parábolas, y no se encuentra uno solo en que no entre
la parábola. Entiendo por discurso entero cuando el Señor habla de una
cosa y no pasa a otra hasta que la ha desenvuelto completamente.
Algunas veces, efectivamente, un evangelista presenta en un solo
discurso lo que otro refiere como acontecido en distintas
circunstancias, siguiendo en esta relación no el orden real de los
acontecimientos, sino el de sus recuerdos.
La razón de por qué el Señor hablaba en
parábolas, la da el mismo evangelista, cuando añade: "Para que se
cumpliese lo que había sido anunciado por el profeta", etc.
San Jerónimo
Este testimonio está tomado del Salmo 77 (
Sal 77,2). En algunos ejemplares, en lugar de
lo que dice la Vulgata: "Para que se cumpliese lo que había sido
anunciado por el profeta", se lee: "Lo que había sido dicho por el
profeta Isaías".
Remigio
Porfirio se vale de esto para hacer la
siguiente objeción a los fieles: "Vuestro evangelista ha sido tan
ignorante, que ha atribuido a Isaías lo que se lee en los salmos", es
decir, que acusa a la Iglesia como si hubiera referido ese pasaje
tomándolo de la profecía de Isaías.
San Jerónimo
Pero como este pasaje no se encontraba en
Isaías, creo que algunas personas prudentes habrán hecho desaparecer
del texto el nombre del profeta. Soy del parecer que se escribió al
principio de esta manera. Fue escrito por el profeta Asaph, porque el
Salmo 77, de donde está tomado este pasaje,
lleva la inscripción: "Al profeta Asaph". Los primeros copistas no
comprendieron el nombre de Asaph, y creyendo que era un error del
escritor, sustituyeron el nombre de Asaph por el de Isaías, que era
más conocido. Es de observar que no sólo David debe llamarse profeta,
sino todos los demás cuyos nombres están escritos en los salmos, en
los himnos y en los cánticos divinos, tales son, Asaph, Idithum, Emma
y todos los demás de que hacen mención las Escrituras. Y con respecto
a lo que se dice de la persona de Cristo: "Abriré mi boca en
parábolas", es preciso considerarlo con mucha atención, y de esta
manera veremos descrita la salida de Israel de Egipto, y referidos los
milagros contenidos en el Exodo. De donde podemos colegir que todo lo
que se dice en este libro divino debe entenderse en sentido parabólico
y como manifestando cosas misteriosas. Estas verdades misteriosas son
las que promete el Señor revelar cuando dice: "Abriré mi boca en
parábolas".
Glosa
Como si dijera: puesto que primeramente os
he hablado por los profetas, ahora en mi propia persona abriré mi boca
en parábolas y haré salir del tesoro de mi corazón los misterios que
estaban ocultos desde el principio del mundo.
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36-43 |
Entonces, despedidas las gentes, se vino a casa: y llegándose a El sus discípulos, le dijeron: "explícanos la parábola de la cizaña del campo". El les respondió y dijo: "El que siembra la buena simiente, es el Hijo del hombre. Y el campo es el mundo. Y la buena simiente son los hijos del reino. Y la cizaña son los hijos de la iniquidad. Y el enemigo, que la sembró, es el diablo. Y la siega es la consumación del siglo. Y los segadores, son los ángeles. Por manera que así como es cogida la cizaña, y quemada al fuego, así será en la consumación del siglo. Enviará el Hijo del hombre sus ángeles, y cogerán de su reino todos los escándalos, y a los que obran iniquidad, y echarlos han en el horno del fuego. Allí será el llanto, y el crujir de los dientes. Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene orejas para oír, oiga". (vv. 36-43)
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 47,1
El Señor había hablado a las gentes en
parábolas con el objeto de excitarlas a que le preguntaran; y aunque
dijo el Señor muchas cosas en parábolas, ninguno, sin embargo, le
preguntó, y por eso los despidió. Por eso sigue: "Entonces, despedidas
las gentes, se vino a su casa". Pero no lo siguió ninguno de los
escribas, de donde resulta claramente, que al seguir al Señor no
tenían más objeto que el sorprenderlo en sus discursos.
San Jerónimo
Mas Jesús despide a las gentes y se vuelve
a su casa, a fin de que se acerquen sus discípulos y le pregunten en
secreto lo que no merecía ni podía entender el pueblo.
Rábano
En sentido místico, despedida la gente de
los judíos que se agolpaban, entra en la Iglesia de todas las naciones
y expone en ella a los fieles los misterios celestiales. Por eso
sigue: "Y se le acercaron sus discípulos".
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 47,1
Otras veces deseaban saber los discípulos,
y temían preguntar; mas ahora le preguntan con toda libertad, y tienen
confianza a causa de aquellas palabras: "A vosotros os ha sido dado el
conocer el misterio del reino de Dios" ( Mc
4,10). Por eso cada uno en particular o separadamente le preguntan, a
fin de no parecerse a la muchedumbre, a quienes no fue concedido este
don. Y dejan la parábola de la levadura y de la mostaza, como más
claras, y le preguntan sobre la parábola de la cizaña, porque tiene
más relación con la parábola de la simiente y dice alguna cosa más. El
mismo Señor les dice el sentido de esta parábola diciéndoles: "El que
siembra la buena simiente es el Hijo del hombre".
Remigio
Se llama el Señor a sí mismo Hijo del
hombre, para darnos un ejemplo de humildad, o también, ya porque sabía
que los herejes habían de negar que El fuera hombre, o ya porque
mediante la fe en su humanidad pudiéramos ascender al conocimiento de
la divinidad.
Sigue: Y el campo es el
mundo.
Glosa
Siendo El mismo el que siembra su campo,
es indudable que el mundo actual es de El. Sigue: "La buena simiente
son los hijos del reino".
Remigio
Es decir, los hombres santos y los
elegidos, que son los que se cuentan entre sus hijos.
San Agustín,
contra Faustum, 18,7
El Señor entiende por cizaña no algunos
errores introducidos en las verdaderas Escrituras (según interpretan
los maniqueos), sino todos los hijos perversos, esto es, los
imitadores de los errores del diablo. Mas la cizaña son los hijos
malos, por los cuales entiende los impíos y perversos.
San Agustín,
quaestiones evangeliorum, 1,11
Todo lo que es impuro en la mies es
cizaña. Sigue: "El enemigo que la ha sembrado es el diablo".
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 47,2
Es, en efecto, obra del diablo el mezclar
el error con la verdad. Sigue: "La mies es la consumación del siglo".
Dice en otro lugar, pero hablando de los samaritanos: "Levantad
vuestros ojos y considerad las regiones que ya están blancas para la
siega" ( Jn 4,35). Y: "la mies, en verdad, es
mucha, sus operarios pocos" ( Mt 9,37;
Lc 10), en cuyas palabras expresa que la
siega ha llegado ya. ¿Cómo, pues, dice aquí que llegará? Porque está
tomada en sentido diferente la palabra siega. Allí (
Jn 4) se dice: "Uno es el que siembra, y otro es el que siega";
y aquí se dice que es uno mismo el que siembra y el que siega. Cuando
establece la distinción entre el que siembra y el que siega,
diferencia a los apóstoles, no de si mismo, sino los profetas, porque
el mismo Cristo es el que sembró por medio de los profetas entre los
judíos y los samaritanos. El toma, pues, bajo dos aspectos en este
pasaje, las palabras simiente y
siega. Así, cuando habla de la obediencia y
de la persuasión a la fe, usa la palabra siega, porque es la
perfección de las cosas. Pero cuando trata del fruto que se saca de
oír la palabra de Dios, llama a la siega consumación, como sucede en
este lugar.
Remigio
Por siega se entiende el día del juicio en
que serán separados los buenos de los malos por el ministerio de los
ángeles. Por eso se dice más abajo: "Cuando vendrá el Hijo del hombre
con sus ángeles a juzgar" ( Mt 25). Por eso
sigue: "y los segadores son los ángeles".
Sigue: "Y así como
se coge la cizaña, etc., del mismo modo cogerán los ángeles todos los
escándalos de su reino".
San Agustín,
de civitate Dei, 20,9
¿Acaso de aquel reino donde no hay
escándalos? Serán recogidos de su reino de aquí, es decir, de la
Iglesia.
San Agustín,
quaestiones evangeliorum, 1,10-11
La cizaña, que es lo primero que se
separa, nos indica las persecuciones que precederán al día del juicio,
y separarán a los buenos de los malos mediante el ministerio de los
ángeles buenos, que tendrán la misma intención de cumplir que la que
tiene la misma ley y el mismo juez. Los (ángeles) malos son incapaces
de realizar el ministerio de la misericordia.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 47,2
También puede entenderse del reino de la
Iglesia celestial, y entonces el castigo es doble, a saber: la pérdida
de la gloria, según las palabras: "Y cogerán todos los escándalos de
su reino (es decir, para que los escándalos no entren en su reino)" y
el suplicio del fuego según estas otras: "Y los echarán en el horno
del fuego".
San Jerónimo
Todos los escándalos provienen de la
cizaña. En las palabras: "Y cogerán del reino", etc., quiso el Señor
distinguir entre herejes y cismáticos, de manera que los que dan
escándalos son los herejes y los que cometen iniquidades los
cismáticos.
Glosa
O de otro modo: por la palabra escándalos
pueden entenderse aquellos que dan al prójimo ocasión para pecar o
para perderse, por lo que cometen maldades todos los que pecan.
Rábano
Observad lo que dice: Y aquellos que
cometen iniquidades, no los que las cometieron, porque no han de ser
entregados a los eternos tormentos los que se han convertido y han
hecho penitencia, sino sólo los que continúan en el pecado.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 47,1
Mirad el amor inefable de Dios para con
los hombres. El está pronto para conceder gracias y es tardo para
castigar. Cuando siembra lo hace por sí mismo y cuando castiga lo hace
por otros, por los ángeles que manda al efecto.
Sigue: "Allí será el
llanto y el crujir de dientes".
Remigio
En estas palabras está demostrada la
verdadera resurrección de los cuerpos. Sin embargo, también se da a
entender por ellas dos clases de castigos que sufrirán los condenados
en el infierno, esto es, un calor excesivo, y un frío intensísimo.
Porque así como los escándalos se refieren a la cizaña, así también
los justos son reputados hijos del reino. De ellos dice el Señor:
"Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su
Padre", porque en esta vida resplandece la luz de los santos delante
de los hombres, pero después de la consumación del mundo brillarán
como el sol en el reino de su Padre.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 47,1
No porque brillen sólo como el sol, sino
que el Señor se vale de estos ejemplos conocidos, porque el sol es el
astro que brilla más que todos los demás.
Remigio
Y cuando dice: "Entonces resplandecerán"
se refiere a que ahora brillan para ejemplo de otros, y entonces
brillarán como el sol para alabar a Dios.
Sigue: "El que tenga orejas para oír,
oiga".
Rábano
Esto es, el que tiene entendimiento
entienda, porque todas estas palabras tienen un sentido místico.
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44 |
"Semejante es el reino de los cielos a un tesoro escondido en el campo, que cuando lo halla un hombre, lo esconde: y por el gozo de ello va, y vende cuanto tiene, y compra aquel campo". (v. 44)
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 47,2
Las parábolas que el Señor puso arriba de
la levadura y de la mostaza, dicen relación al poder de la predicación
del Evangelio, que debía someter a todo el mundo. Ahora, para
manifestar la hermosura y brillo de esa predicación, se vale de la
parábola del tesoro y de la piedra preciosa diciendo: "Semejante es el
reino de los cielos a un tesoro escondido en el campo". Porque la
predicación del Evangelio está oculta en el mundo, y si no vendiereis
todo no lo compraréis, y esto lo debéis hacer con alegría, y por eso
sigue: "Que cuando halla el hombre, lo esconde."
San Hilario,
in Matthaeum, 13
Este tesoro se halla gratuitamente, porque
la predicación del Evangelio es sin condición. Pero el usar y poseer
con el campo este tesoro no puede hacerse sin condición, porque no se
pueden poseer las riquezas del cielo sin el sacrificio de algunas
cosas de la tierra.
San Jerónimo
Mas cuando se esconde una cosa no lo hace
por miedo a la envidia, sino por el temor de perder una cosa que se
prefiere a las antiguas riquezas y se desea conservar.
San Gregorio,
homiliae in Evangelia, 12
O de otra manera, el tesoro escondido en
el campo significa el deseo del cielo, y el campo en que se esconde el
tesoro es la enseñanza del estudio de las cosas divinas: "Este tesoro,
cuando lo halla el hombre, lo esconde", es decir, a fin de
conservarlo; porque no basta el guardar el deseo de las cosas
celestiales y defenderlo de los espíritus malignos, sino que es
preciso además el despojarlo de toda gloria humana. Porque esta vida
es como el camino que nos conduce a la patria, y los espíritus
malignos, a la manera de ciertos rateros, están continuamente
acechando nuestro camino, y desean despojar a los que llevan
públicamente por el camino ese tesoro. Y os digo esto no con el fin de
que nuestros prójimos no vean nuestras obras buenas, sino a fin de que
no busquemos las alabanzas exteriores en nuestras buenas obras. Y el
reino de los cielos es semejante a las cosas de la tierra en el
sentido de que el alma debe elevarse de las cosas conocidas a las
desconocidas, y del amor a las cosas visibles al de las invisibles.
Sigue: "Y a causa del gozo". Compra sin duda el campo después de haber
vendido todo lo que posee aquél que renunciando a los placeres de la
carne echa debajo de sus pies todos sus deseos terrenales por guardar
las leyes divinas.
San Jerónimo
O también, ese tesoro en que se ocultan
todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia, o es el Verbo-Dios
que parece que está escondido en la carne de Cristo, o son las Santas
Escrituras en que está contenido el conocimiento del Salvador.
San Agustín,
quaestiones evangeliorum, 1,13
Este tesoro escondido en el campo son los
dos Testamentos que hay en la Iglesia, de los cuales, cuando alguno
llega a entender alguna parte, comprende que aun hay en ellos ocultas
grandes cosas, y se marcha y vende cuanto tiene y los compra, es
decir, compra con el desprecio de las cosas temporales la tranquilidad
y se hace rico con el conocimiento de Dios.
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45-46 |
"Asimismo es semejante el reino de los cielos a un hombre negociante, que busca buenas perlas, y habiendo hallado una de gran precio, se fue, y vendió cuanto tenía, y la compró". (vv. 45-46)
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 47,2
La palabra de Dios no solamente reporta
una gran ganancia como tesoro, sino que también es preciosa como una
perla. Por esta razón pone el Señor a continuación de la parábola del
tesoro la de la perla, diciendo: "Asimismo es semejante el reino de
los cielos a un hombre que busca buenas perlas", etc. Dos cosas que
están contenidas en la comparación del negociante deben tenerse
presentes en la predicación, a saber: el estar separado de los
negocios de la tierra, y el de estar siempre vigilante. La verdad es
una y no está dividida, y por eso habla de una sola perla encontrada.
Y así como el que posee la perla comprende que es rico y solo él
conoce su valor, -y muchas veces, si la perla es pequeña, la aprieta
con su mano-, así sucede en la predicación del Evangelio: los que la
poseen saben que son ricos; pero los infieles, que no poseen este
tesoro, ignoran nuestras riquezas.
San Jerónimo
También puede entenderse por buenas perlas
la ley y los profetas. Escuchad, pues, Marción y Maniqueo, que la ley
y los profetas son buenas perlas. Pero la más preciosa perla es la
Ciencia del Salvador, y también su pasión y resurrección. Y cuando la
ha hallado el hombre negociante, semejante al Apóstol San Pablo,
desprecia como si fueran escoria todos los misterios de la ley y de
los profetas y las antiguas prácticas, en las que sin culpa suya había
vivido, a fin de ganar a Cristo ( Flp 3). No
porque el hallazgo de la buena perla sea una condenación de las
antiguas perlas, sino porque éstas, comparadas con aquélla, son de un
valor muy pequeño.
San Gregorio,
homiliae in Evangelia, 11,2
O también se entiende por buena perla la
dulzura de la vida del cielo, por cuya posesión quien la encuentra
vende todo lo que tiene. Porque el que conoció una vez perfectamente,
en cuanto es posible, la dulzura de la vida del cielo, abandona con
gusto todo lo que antes había amado sobre la tierra, halla sin belleza
cuanto le agradaba a sus ojos, y sólo brilla en su alma la claridad de
la perla preciosa.
San Agustín,
quaestiones evangeliorum, 1,12
O también, el hombre que busca las perlas
buenas, halla una sola que es preciosa. Esto es, al buscar a los
hombres buenos para vivir con utilidad con ellos, halla a uno solo,
que está sin pecado, a Jesucristo. O al buscar los preceptos por los
que puede vivir bien en medio de los hombres, halla el amor del
prójimo, en el que, según palabras del Apóstol, están contenidas todas
las cosas. O al buscar los buenos pensamientos, halla aquel Verbo que
los abarca todos: "En el principio era el Verbo" (
Jn 1,1), palabra que brilla con el candor de la verdad, que es
sólida con la fuerza de la eternidad, que esparce por todas partes su
luz con la hermosura de la Divinidad, y que cuando se la penetra deja
ver a Dios bajo el velo de la carne. Pero sea cualquiera de esas tres
cosas la que puede el hombre hallar, o sea cualquiera el significado
que se dé a la perla preciosa, el valor de esa perla somos nosotros
mismos, que no podemos poseerla más que poniendo en segundo lugar, por
poseerla, todo lo que tenemos sobre la tierra. Y después de haberlo
vendido todo no recibimos otro precio mayor que el que hallarnos a
nosotros mismos (porque no nos pertenecíamos embebidos en tales
cosas), a fin de que nos podamos entregar para obtener esa perla; no
porque nuestro valor iguale al suyo, sino porque no podemos dar por
ella más de lo que damos.
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47-50 |
"También el reino de los cielos es semejante a una red, que echada en la mar, allega todo género de peces. Y cuando está llena la sacan a la orilla, y sentados allí, escogen los buenos y los meten en vasijas, y echan fuera a los malos. Así será en la consumación del siglo: saldrán los ángeles, y apartarán a los malos de entre los justos, y los meterán en el horno del fuego: allí será el llanto y el crujir de los dientes". (vv. 47-50)
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 47,2
Después de haber recomendado el Señor por
las anteriores parábolas la predicación del Evangelio, a fin de que no
nos confiemos solamente en esta predicación y de que no pensemos que
para salvarnos basta la fe, añade otra parábola, diciendo: "También el
reino de los cielos es semejante a una red".
San Jerónimo
Después de cumplida la profecía de
Jeremías: "Yo os enviaré muchos pescadores" ( Mt
16,16) y después que Andrés, Santiago y Juan oyeron aquellas palabras:
"Seguidme y os haré pescadores de los hombres" ( Mt
4,19), tejieron para sí del Nuevo y del Antiguo Testamento la red de
los dogmas evangélicos, y la lanzaron al mar de este mundo. Y esta red
está aún tendida en medio de las olas, cogiendo todo lo que cae entre
los remolinos engañosos y amargos, es decir, los hombres buenos y
malos. Y esto es lo que significa: "De toda clase", etc.
San Gregorio,
homiliae in Evangelia, 11,4
O de otra manera, se compara la Iglesia
Santa a una red porque ha sido entregada a unos pescadores, y todos
mediante ella son arrastrados de las olas de la vida presente al reino
eterno, a fin de que no perezcan sumergidos en el abismo de la muerte
eterna. Esta Iglesia reúne toda clase de peces, porque llama para
perdonarlos a todos los hombres, a los sabios y a los insensatos, a
los libres y a los esclavos, a los ricos y a los pobres, a los fuertes
y a los débiles. Estará completamente llena la red, esto es, la
Iglesia, cuando al fin de los tiempos esté terminado el destino del
género humano. Por eso sigue: "La cual cuando está llena", etc.,
porque así como el mar representa al mundo, así también la ribera del
mar figura el fin del mundo, y es en este momento cuando son escogidos
y guardados en vasijas los buenos, y los malos son arrojados fuera. Es
decir, los elegidos serán recibidos en los tabernáculos eternos, y los
malos, después de haber perdido la luz que iluminaba el interior del
reino, serán llevados a las tinieblas exteriores, porque ahora
contiene la red de la fe igualmente, como a mezclados peces, a todos
los malos y buenos. Pero luego en la ribera se verá los que estaban
dentro de la red de la Iglesia.
San Jerónimo
Porque cuando esté en la ribera la red, se
verá con claridad la separación de los peces.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 47,2
¿En qué se diferencia esta parábola de la
de la cizaña? Porque en ésta, lo mismo que en aquélla, unos se salvan
y otros perecen. En esta última, a la verdad, perecen por la herejía
de sus perversas doctrinas; en la primera parábola de la simiente,
porque no hacían caso de las verdades que se les proponían, y en la
parábola de la red por su mala vida. Porque, aunque han sido cogidos
ellos en la red, esto es, aunque gozan del conocimiento de Dios, por
sus iniquidades no pueden salvarse. Y con el objeto de que nadie
juzgue que las palabras: "Los malos serán arrojados fuera" significan
un castigo suave, el Señor demuestra la gravedad de ese castigo
exponiendo las referidas palabras, cuando dice: "Así será en la
consumación del siglo: saldrán los ángeles y separarán los malos de
entre los justos", etc. Aunque en otro lugar diga (
Mt 25) que El mismo los separará como separa el pastor las
ovejas de los cabritos, dice aquí, sin embargo, lo mismo que en la
parábola de la cizaña, que esto lo harán también los ángeles.
San Gregorio,
homiliae in Evangelia, 11,4
Mas todo esto es más bien para temer que
para exponer; porque con el objeto de que nadie pueda alegar la excusa
de que ignoraba esta doctrina, apoyándose en la oscuridad de los
suplicios eternos, el Señor dice sin rodeos los tormentos que
experimentarán los pecadores.
Rábano
Cuando llegare el fin del mundo, entonces
aparecerá con toda claridad la separación de los peces. Y los buenos,
como en un tranquilísimo puerto, serán llevados a las vasijas de las
mansiones celestiales, y la llama del infierno recibirá a los malos
para tostarlos y desecarlos.
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51-52 |
"¿Habéis entendido todas estas cosas?" Ellos dijeron: "sí". Y les dijo: "Por eso todo escriba instruido en el reino de los cielos es semejante a un padre de familia, que saca de su tesoro cosas nuevas y viejas". (vv. 51-52)
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 47,2
Después de haberse retirado las gentes,
habla el Señor a sus discípulos en parábolas, de las que habían
adquirido conocimientos suficientes para comprender lo que El les
decía. Por eso les pregunta: "¿Habéis entendido todas estas cosas?" Y
ellos dijeron: "Sí".
San Jerónimo
Este discurso es propiamente para los
Apóstoles, a quienes el Señor exige no sólo el que oigan lo que El
dice a los pueblos, sino que lo comprendan de manera que puedan
enseñarlo a los pueblos.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 47,2
En seguida los alaba el Señor porque le
han comprendido y por eso dice: "Todo escriba saca de un tesoro cosas
nuevas y viejas", etc.
San Agustín,
de civitate Dei, 20,4
Y no dijo el Señor cosas viejas y nuevas,
cosa que indudablemente hubiera dicho si hubiera preferido el orden de
los tiempos al de los méritos. Los maniqueos, que pretenden admitir
sólo las nuevas promesas de Dios, permanecen como enclavados en los
antiguos errores carnales, e introducen un nuevo error.
San Agustín,
quaestiones evangeliorum, 1,16
Yo no sé si el Señor quiso en este pasaje
sacar la conclusión de lo que dijo antes sobre el tesoro escondido en
el campo (porque bajo el nombre de Escrituras Santas están
comprendidos el Nuevo y Antiguo Testamento), o si quiso dar a entender
que debe tenerse por docto en la Iglesia a aquel que comprende las
Antiguas Escrituras explicadas por parábolas, a fin de que en Aquel
que aún habla por parábolas, todas las cosas de la Escritura reciban
su cumplimiento y manifestación hasta que por su pasión rompa el velo
(porque nada hay oculto que no sea revelado) y conozcamos mejor todas
aquellas cosas que desde tanto tiempo están escritas de El, y
envueltas en parábolas, que los judíos toman a la letra, y pretenden
ser sabios en el reino de los cielos.
San Gregorio,
homiliae in Evangelia, 11
Si por cosas nuevas y viejas se entiende,
como quieren algunos, los dos Testamentos, es preciso negar que fue
docto Abraham, quien, aunque conoció los hechos del Nuevo y Antiguo
Testamento, sin embargo, no supo expresarlo. Tampoco podemos comparar
a Moisés con el docto padre de familia, porque, aunque él enseñó el
Antiguo Testamento, nada dijo del Nuevo. Pero las palabras del Señor
deben aplicarse, no a ellos, sino a los que pertenecerán a la Iglesia.
Estos sacan de su tesoro las cosas nuevas y antiguas cuando por sus
costumbres y sus palabras predican los dos Testamentos.
San Hilario,
in Matthaeum, 13
Habla el Señor aquí a sus discípulos y los
llama escribas a causa de su saber, porque comprendieron lo que El
dijo sobre el Antiguo y Nuevo Testamento, esto es, sobre el Evangelio
y sobre la ley, pues los dos pertenecen al mismo padre de familias y
los dos forman un sólo tesoro; bajo el nombre de padre de familias
compara a sus discípulos con El mismo, porque han encontrado en ellos
las doctrinas de las cosas antiguas y nuevas en el Espíritu Santo.
San Jerónimo
O también llama escribas a los Apóstoles,
porque eran como notarios del Salvador y escribían sus palabras y sus
preceptos sobre las tablas de carne del corazón humano (
2Cor 3) mediante los sacramentos del reino de
los cielos, y gozaban de las riquezas del padre de familias y sacaban
del tesoro de su ciencia las cosas nuevas y antiguas, de suerte que
comprobaban cuanto predicaban en el Evangelio con citas de la ley y de
los profetas. Por eso dice también la esposa en el Cantar de los
Cantares: "Te he reservado para ti, amado mío, las cosas nuevas
juntamente con las antiguas" ( Cant 7,13).
San Gregorio,
homiliae in Evangelia, 11
O de otra manera, la cosa antigua es el
género humano pereciendo por su culpa en el suplicio eterno; y la
nueva es el que vive en el reino después de convertido. Primeramente
nos propuso como figura del reino el tesoro hallado y la perla
preciosa. Después nos ha dicho las penas del infierno y el fuego que
sufrirán los malvados, y por vía de conclusión añade: "Por eso el
escriba sabio saca de su tesoro las cosas nuevas y antiguas", etc.,
como si dijera: Aquél es en la Santa Iglesia predicador sabio, que
sabe sacar de la suavidad del reino las cosas nuevas, y decir por el
terror del castigo las cosas antiguas, a fin de aterrar con los
castigos a aquellos a quienes no convencen los premios.
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53-58 |
Y cuando Jesús hubo acabado estas parábolas, se fue de allí. Y vino a su patria, y los instruía en la sinagoga de ellos, de modo que se maravillaban y decían: "¿De dónde este saber y maravillas? ¿Por ventura no es Este el Hijo del artesano? ¿No se llama su Madre María, y sus hermanos Santiago y José, Simón y Judas? ¿Y sus hermanas no están todas entre nosotros? ¿Pues de dónde a Este todas estas cosas?" Y se escandalizaban en El. Mas les dijo Jesús: "No hay Profeta sin honra sino en su patria y en su casa". Y no hizo allí muchos milagros, a causa de la incredulidad de ellos. (vv. 53-58)
San Jerónimo
El Señor, después de las parábolas en que
habló al pueblo y que sólo comprendieron los Apóstoles, pasó a su
patria a fin de hablar en ella con más claridad, y esto es lo que
quiso dar a entender en las palabras: "Y cuando Jesús hubo acabado
estas parábolas", etc.
San Agustín,
de consensu evangelistarum, 2,42
El evangelista pasa de las parábolas a
otra cosa, dándonos a entender de esta manera que no hay necesidad de
seguir un orden riguroso en la exposición de los hechos. San Marcos (
Mc 4), lo que no hace San Mateo, a quien
sigue San Lucas ( Lc 8), ha tejido la
narración en tal forma que parece más probable que los acontecimientos
se hayan desarrollado en el orden en que los ponen San Marcos y San
Lucas. Tal es el hecho de Jesús durmiendo en la nave y el milagro de
la expulsión de los demonios, cosas que interpone San Mateo y ha
dejado en un orden diferente.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 48,1
Nazaret es la población a quien Jesús
llama su patria, no porque hiciera en ella muchos milagros (como
diremos más abajo), puesto que en Cafarnaúm es donde los hizo, sino
porque en ella es donde expuso su doctrina, que causó no menos
admiración que los milagros.
Remigio
Y el Señor enseñaba en las sinagogas,
donde se reunía mucha gente, porque El bajó del cielo a la tierra para
salvar a muchos. Sigue: "De modo que se maravillaban y decían: ¿De
dónde a Este este saber y maravillas?". La sabiduría se refiere a la
doctrina y el poder a los milagros.
San Jerónimo
Maravillosa necedad la de los nazarenos.
Se admiran de que la Sabiduría posea la sabiduría, y el Poder poder.
Pero viene en seguida el error, porque miran ellos a Jesús como al
hijo de un carpintero, por eso dicen: "¿Por ventura no es Este hijo de
un artesano?".
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 48,1
En todo eran ellos insensatos, rebajándole
por el oficio que tenía el que juzgaban era su padre, a pesar de que
sabían por la historia antigua muchos ejemplos de hombres nobles cuyos
padres eran de baja esfera. David fue hijo de un labrador, de Jesé;
Amós, de un pastor, y él mismo fue también pastor. Precisamente por
esto tenía más mérito, porque a pesar de la humildad de su padre
hablaba cosas tan sublimes; lo cual da a entender con toda claridad
que lo que El era, no era resultado de la educación humana, sino de la
gracia de Dios.
San Agustín,
en el ser. Dom. Infra oct. Epiph
El Padre de Cristo es el Artesano Dios,
que ha fabricado a todo el mundo, dispuso el arca de Noé, comunicó a
Moisés la orden del tabernáculo e instituyó el Arca de la Alianza.
Artesano he dicho, porque allana las inteligencias robustas y
quebranta los pensamientos orgullosos.
San Hilario,
in Matthaeum, 14
Era Hijo de un Artesano que vence la
resistencia del hierro por el fuego, disuelve todo el poder del siglo
con el ardor de su juicio, da forma para utilidad del hombre a todo lo
material, es decir, que hace servir a todas las criaturas en los
distintos deberes a los que están destinadas y las hace concurrir a
las obras de la vida eterna.
San Jerónimo
No es de extrañar que errando ellos con
respecto al Padre, se equivoquen también con respecto a los hermanos.
Por eso añade: "¿Por ventura no se llama su Madre María y sus hermanos
Santiago y Joseph?", etc.
San Jerónimo,
contra Helvidium, 14
Se llaman aquí hermanos del Señor a los
hijos de su tía materna, María Cleofé, mujer de Alfeo y madre de
Santiago y de Joseph. Esta María es también la madre de Santiago el
Menor.
San Agustín,
de consensu evangelistarum, 1,17
Nada tiene de extraño que los que tenían a
José por padre del Señor llamaran hermanos de éste a todos los de la
parentela de José y de María.
San Hilario,
in Matthaeum, 14
Se empeñan en rebajar al Señor a causa de
sus parientes, y aunque el brillo de su doctrina y de sus milagros los
llenaba de admiración no podían persuadirse de que era Dios el que
hacía todo esto en el hombre, y acuden al oficio del padre para
ultrajarle. Entre tantas cosas magníficas como hacía, sólo se dejan
arrebatar contemplando su humanidad y por eso dicen: "¿De dónde a este
hombre todas estas cosas?".
Sigue: "Y se
escandalizaban en El".
San Jerónimo
Este error de los judíos es la causa de
nuestra salvación, y la condenación de los herejes. Consideraban como
hombre a Jesucristo, en cuanto lo juzgaban únicamente como hijo de un
artesano.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 48,1
Pero mirad la mansedumbre de Cristo: no
los ultraja, sino que les responde con mucha dulzura; y por eso sigue:
"No hay profeta sin honra, sino en su patria y en su casa".
Remigio
Se llama a sí mismo profeta, nombre que
había ya anunciado Moisés en estos términos: "Dios os levantará a un
profeta de en medio de vuestros hermanos" ( Dt
18,15.18). Y es necesario tener presente, que no sólo Cristo, cabeza
de todos los profetas, sino también Jeremías y Daniel y los demás
profetas menores fueron más honrados y respetados entre los extraños
que entre sus conciudadanos.
San Jerónimo
Porque es casi natural el que los
ciudadanos tengan envidia a sus conciudadanos, ya que generalmente no
miran lo que hacen en la actualidad y se fijan sólo en las
fragilidades de su infancia, como si ellos para llegar a la edad
madura no hubieran pasado por los mismos grados.
San Hilario,
in Matthaeum, 14
Declara el Señor que el profeta está sin
honra en su patria, porque El había de ser condenado en Judea a la
sentencia de cruz y porque la fuerza de Dios está sólo en poder de los
fieles. A causa de la incredulidad de los judíos se abstiene de hacer
milagros entre ellos. Por eso sigue: "Y no hizo allí muchos milagros a
causa de la incredulidad de ellos".
San Jerónimo
No porque no pudiera hacer muchos milagros
entre aquellos incrédulos, sino para no condenar con sus muchos
milagros la incredulidad de sus conciudadanos.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 48,1
Y si le convenía que lo admiraran por sus
milagros, ¿por qué no los hizo? Porque El no hacía milagros por pura
ostentación, sino para utilidad de otros. Mas no resultando ninguna
utilidad, despreció lo que le era personal, a fin de no aumentar la
culpabilidad de ellos. ¿Y por qué hizo algunos? Para que no dijeran:
indudablemente hubiéramos creído si hubiera hecho milagros.
San Jerónimo
También puede entenderse de otro modo,
diciendo que despreciado Jesús en su casa y en su patria, esto es, en
el pueblo judío, no quiso hacer más que unos cuantos milagros, a fin
de que no fuesen completamente irresponsables. Todos los días está
haciendo el Señor milagros asombrosos en las naciones mediante los
apóstoles, no tanto para dar la salud a los cuerpos, cuanto a las
almas.
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