CATENA AUREA - SANTO TOMÁS DE AQUINO |
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01-08 |
Subió Jesús en una barquilla, atravesó el lago y llegó a la ciudad. Presentáronle aquí a un hombre paralítico postrado en cama: y Jesús al verle, le dijo: "confía, hijo, tus pecados te son perdonados". Entonces algunos de los fariseos dijeron en su interior: "este hombre blasfema". Y como viese Jesús los pensamientos de ellos, les dijo: "¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? ¿Qué cosa es más fácil decir, te son perdonados tus pecados, o levántate y anda? Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar los pecados, dijo entonces al paralítico: levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa". Y se levantó y se fue a su casa. Las turbas al ver este prodigio, se llenaron de temor y dieron gracias a Dios, que dio tal poder a los hombres. (vv. 1-8)
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 29,1
Cristo manifestó su poder a través de la
enseñanza. El dejó consignado que tenía poder de muchas maneras.
Mediante el leproso, cuando le dijo: "quiero, sé sano". Por medio del
Centurión, cuando le dijo a Jesús: "di una sola palabra y mi siervo
quedará sano". Por medio del mar, que con sólo una palabra calmó. Por
medio de los demonios que lo confesaron. Finalmente, de un modo más
grande, cuando obligó a sus enemigos a confesar que Jesús era igual al
Padre en dignidad. Y para demostrar más aún su poder, continúa: "Y
subiendo Jesús en la navecilla, atravesó el lago y llegó a la ciudad".
Podía Jesús atravesar el mar a pie y sin embargo lo atraviesa en una
navecilla, a fin de que sus milagros continuos no pusieran en duda la
verdad de su Encarnación.
Crisólogo,
sermón 50
El Creador de todas las cosas, el Señor de
toda la tierra, desde el momento en que por nosotros se encerró en los
límites de nuestra propia carne, tomó una patria entre los hombres, se
hizo ciudadano de una ciudad de Judea, tuvo padres, a pesar de ser el
Padre de todos los padres. Todo con el objeto de atraer por la caridad
a todos aquellos que se habían alejado de El por el temor.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 29,1
Llama aquí el evangelista a Cafarnaúm la
ciudad propia de Jesús. Porque Belén fue la ciudad de su nacimiento,
Nazaret aquella donde se crió y Cafarnaúm su residencia habitual.
San Agustín,
de consensu evangelistarum, 2,25
Si la ciudad que San Mateo llama ciudad
del Señor y San Marcos dice que es Cafarnaúm San Mateo dijera que era
Nazaret, se presentaría una especie de contradicción o dificultad de
difícil solución. Pero aun así, no habría tal dificultad, porque así
como la extensión del imperio romano, compuesto de regiones muy
diversas, está comprendida y se designa con la palabra ciudad romana,
la misma Galilea se puede llamar ciudad de Cristo, porque en ella está
situada Nazareth. ¿Y quién dudaría que está bien dicho afirmar que
Jesús, al venir a Galilea, vino a su ciudad, aun cuando hubiera ido a
cualquier ciudad situada en Galilea? Tanto más, cuanto que Cafarnaúm
1 era
población principal y como una urbe Galilea.
San Jerónimo
Por las palabras su
ciudad debe entenderse la ciudad de Nazaret y de aquí el nombre
de Nazareno, que se dio a Jesús.
San Agustín,
de consensu evangelistarum, 2,25
Según esta interpretación no podemos menos
que admitir que San Mateo omitió todas las cosas que Jesús hizo en su
ciudad y sólo da principio a la narración desde que Jesús llegó a
Cafarnaúm, por la curación del paralítico. En efecto, con frecuencia
suelen omitirse muchos hechos intermedios y tomar como punto de
partida de la narración un hecho que está enlazado con otros
anteriores, aunque sin marcar su enlace o transición. Un ejemplo de
esta manera de escribir lo tenemos en el pasaje del evangelista: "Y le
presentaron un paralítico postrado en cama".
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 29,1
El paralítico de que se trata aquí, no es
el paralítico de que habla San Juan (cap. 5). Este, en efecto, estaba
en la piscina y el primero en Cafarnaúm; el paralítico del que habla
San Juan no tenía criados y el paralítico del que aquí hablamos tenía
personas que le cuidaban y le condujeron a Jesús.
San Jerónimo
Le condujeron postrado en cama, porque le
era imposible andar.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 29,1
No siempre exigió Jesús la fe a los
enfermos, por ejemplo, a los locos o a los de otra manera
imposibilitados por la enfermedad. Por eso se dice en el Evangelio:
"Al ver Jesús la fe de aquellos".
San Jerónimo
No del que era presentado, sino de los que
le presentaban.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 29,1
O también: era grande la fe de este
enfermo, porque si él no hubiera creído no se hubiera dejado bajar por
el boquete del techo, según expresión de otro evangelista (
Mc 2,1-11 y Lc
5,17-18).
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 29,1
Jesús hizo brillar su gran poder,
perdonando los pecados ante una gran fe. Por eso dijo al paralítico:
"Confía, hijo, tus pecados están perdonados".
Juan Epíscopo
¡Tanto la fe personal, cuanto la de otros
valen para Dios, a fin de salvar el interior y el exterior del hombre!
Escucha el paralítico su perdón, se calla y no da las gracias a Jesús,
porque se cuidaba más del cuerpo que de su espíritu. Por esta razón
advirtió Jesús la fe de los que conducían al paralítico y no la
mezquindad de éste.
San Jerónimo
¡Oh admirable humildad! Jesús llama hijo
al que se encuentra despreciado, sin fuerzas y con los miembros
dislocados, al que hasta los mismos sacerdotes se desdeñaban tocar. Y
con razón le llama hijo, porque le están perdonados los pecados.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 29,1
Los escribas, al tratar de difamar a
Jesús, contribuyeron, a pesar suyo, a hacer brillar con su envidia el
prodigio de Jesús, que se valió de la misma hipocresía de los escribas
para hacer resaltar más el milagro del paralítico. Propio es de la
infinita sabiduría de Cristo valerse de sus mismos enemigos para hacer
patente su poder. Por eso dice: "He aquí que algunos de los escribas
dijeron en su interior: Este blasfema".
San Jerónimo
Se lee en el profeta: Yo soy el que borro
todas vuestras maldades ( Is 43,25). Apoyados
en estas palabras los escribas, que miraban a Jesús como a un simple
hombre y no comprendían las palabras de Dios, acusaron a Jesús del
crimen de blasfemia. Pero Jesús, que comprendía sus pensamientos se
muestra como Dios y les dirige las siguientes palabras, que traducen
perfectamente su silencio: Con el mismo poder con que penetro vuestros
pensamientos puedo perdonar a los hombres sus maldades; comprended
ahora cuanto hice con el paralítico. De aquí se deduce como
consecuencia lo que dijo Jesús, que al ver las intenciones de los
escribas, exclamó: "¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones?"
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 29,1
Jesús no destruyó las sospechas de los
fariseos que pensaban que sus palabras las había dicho realmente como
Dios. Si El no fuera igual al Padre hubiera dicho: "estoy muy lejos de
tener poder para perdonar los pecados". Pero no es así, sino que
afirma todo lo contrario con sus palabras y sus milagros. Por eso
añade: "¿qué es más fácil decir: te son perdonados tus pecados o
levántate y anda?" Así como el espíritu es más importante que el
cuerpo, así también es más importante perdonar los pecados que sanar
el cuerpo. Y arguye más poder a la salud del espíritu que a la del
cuerpo puesto que este último es más visible y más reducido el círculo
de sus operaciones y el espíritu es menos visible y sus operaciones
más elevadas.
San Jerónimo
Sólo el que podía perdonar los pecados,
puede saber si efectivamente el paralítico quedó perdonado. Tanto el
que andaba como los que le veían andar, pueden dar testimonio de las
palabras: "Levántate y anda". Aunque el poder de sanar el cuerpo y el
de perdonar los pecados sea realmente uno mismo, sin embargo, entre el
decir y el hacer hay gran diferencia. El milagro, que se verifica en
el cuerpo, no es más que un símbolo del que se opera en el espíritu.
Por eso se lee: a fin de que sepáis que el Hijo del hombre tiene poder
en la tierra de perdonar los pecados.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 29,2
Jesús no dijo al paralítico: te perdono
los pecados, sino tus pecados te son perdonados. Pero, al resistirse
los fariseos a creer en El, Jesús les presentó su gran poder,
diciéndoles que el Hijo del hombre tiene poder de perdonar los pecados
y, por consiguiente, que era igual al Padre. Puesto que el Hijo del
hombre no necesitaba del poder de otro para perdonar los pecados, los
perdonaba con el suyo propio.
Glosa
Las palabras "para que sepáis" pueden ser
de Cristo, o del evangelista; como si el evangelista dijera: los
mismos (los fariseos) dudaban que él (Jesús) perdonase los pecados;
"pues a fin de que sepáis que el Hijo del hombre tiene poder para
perdonar los pecados, dice al paralítico". Si se supone, por el
contrario, que fueron dichas por Cristo, entonces el sentido es éste:
vosotros dudáis que yo puedo perdonar los pecados; pues a fin de que
sepáis que el Hijo del hombre, etc. Pero esta última oración está
incompleta. Sin embargo el hecho está, porque lo que falta está
sobreentendido y viene a ser como consecuencia de estas palabras:
"dijo Jesús al paralítico: levántate y toma tu lecho".
Juan Epíscopo
A fin de que el testimonio de su
enfermedad sirviera de argumento de su salud, dice al paralítico:
marcha a tu casa, para que alcanzando la salud por la fe en Cristo no
perseverara en la perversidad de los judíos.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 29,3
Le da este mandato para que no se tenga
por una simple ilusión lo que con él acababa de acontecer. Por eso
añade: Y se levantó y se marchó a su casa, cuyas palabras demuestran
la verdad del milagro. Sin embargo, los hombres que presenciaron este
hecho no le daban la verdadera interpretación. Por eso dice: "y al ver
esto las turbas", etc. Porque si la idea que tenían de Jesús hubiera
sido la verdadera, hubieran comprendido que era Hijo de Dios. Ellos no
quisieron creer que Jesús era superior a todos los hombres y que era
Hijo de Dios.
San Hilario,
in Matthaeum, 8
Jesús, en sentido místico, lanzado de la
Judea, regresa a su ciudad. La ciudad de Dios es la reunión de los
fieles y Jesucristo entró en esta ciudad conducido por la nave, es
decir, por su Iglesia.
Juan Epíscopo
No necesitó Cristo de la nave, sino que la
nave necesita de Cristo porque jamás sin un piloto divino hubiera
podido la nave de la Iglesia arribar al puerto del cielo.
San Hilario,
in Matthaeum, 8
En el paralítico están representadas todas
las gentes que necesitan presentarse al médico para curarse por el
ministerio de los ángeles. Son llamadas hijos, porque son obra de Dios
y se les perdonan los pecados que la ley no podía perdonar, porque la
fe justifica. Luego presenta la figura de la resurrección y nos dice
que retirado el lecho, el cuerpo queda sin ninguna enfermedad.
San Jerónimo
En sentido figurado, se dice con
frecuencia que el alma que no obra sobre el cuerpo por haber perdido
todas sus virtudes, se presenta al Señor, doctor perfecto, para que la
cure.
San Ambrosio,
in Lucam, 5
Debe presentar a todo enfermo quien se
interese por alcanzar su salud, reformar los malos pasos de su
conducta con la palabra divina, dar buenos consejos a la mente y a
pesar de tener la endeble cubierta exterior del cuerpo elevarla a las
cosas sublimes.
Juan Epíscopo
No busca el Señor en este mundo la
voluntad de los insensatos sino que mira la fe de los otros, así como
el médico no hace caso de lo que quiere el enfermo y atiende sólo a lo
que exige la enfermedad.
Rábano
El levantarse significa la abstracción
completa del espíritu de los deseos carnales: el tomar su lecho la
separación del espíritu de las aspiraciones terrenales para
convertirlas en espirituales; el ir a su casa, volver al paraíso o a
la vigilancia sobre sí mismo para no caer en pecado.
San Gregorio Magno,
Moralia, 23
El lecho significa los placeres de los
sentidos, por eso se manda que el que está sano cargue con todo
aquello en que permaneció cuando estuvo enfermo. Porque sólo el que se
recrea en los vicios sigue enfermo con los placeres de la carne. Pero
este que sanó, luego padece las afrentas de aquella misma carne, en
cuyos placeres descansaba antes.
San Hilario,
in Matthaeum, 8
Al ver esto las turbas se llenaron de
temor; la causa de este gran temor, no era otra que el morir antes de
obtener de Cristo el perdón de los pecados, sin el cual nadie puede
entrar en la mansión eterna. Luego que cesó este temor glorificaron a
Dios, que por medio de su Palabra dio a los hombres el poder de
perdonar los pecados, de resucitar los cuerpos y de volver al cielo.
Notas
1.
Cafarnaúm es una ciudad de Galilea junto al lago de Tiberíades. Por
ser ciudad fronteriza entre los territorios de Herodes Antipas y de
Filipo había en ella una aduana. Dada su importancia contaba también
con una guarnición romana al mando de un centurión.
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09-13 |
Jesús vio al partir de este lugar a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado al banco, y le dijo: "sígueme": y levantándose le siguió. Y acaeció que estando sentado Jesús a la mesa en la casa de este hombre, vinieron a ella muchos publicanos y gentes de mal vivir, y se sentaron a comer con El y con sus discípulos: y viendo esto los fariseos decían a sus discípulos: "¿Cómo es que vuestro Maestro come con los publicanos y pecadores?" Jesús al oír esto, les dice: "no necesitan de médico, los que están sanos, sino los que padecen alguna enfermedad: id, pues, y aprended lo que significan aquellas palabras; amo más la misericordia, que el sacrificio; pues, no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores". (vv. 9-13)
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 30,1
Cristo, después de haber hecho el milagro,
partió de aquel lugar a fin de no encender más la envidia de los
Judíos. Esta es la conducta que nosotros debemos observar. Jamás
debemos tener empeño en continuar al lado de aquellos que nos tienden
lazos y ponen trampas. Por eso se dice: "Y saliendo Jesús de aquel
lugar (es decir, de donde había hecho el milagro), vio a un hombre
llamado Mateo, que estaba sentado en la recaudación de alcabalas".
San Jerónimo
Los otros evangelistas (
Mc 2 y Lc 5) no quisieron llamarle por
respeto y por honor del mismo Mateo con el nombre con que vulgarmente
era conocido, sino que le llamaron Leví, de suerte que tuvo dos
nombres. Pero el mismo Mateo, atendiendo a aquello de Salomón: "el
justo es acusador de sí mismo" ( Prov 18,17),
se llama a sí mismo Mateo y publicano. Todos los que lean este
proceder, deben deducir, que nadie debe desesperar de su salvación si
ha dejado su mala vida, puesto que él fue mudado de repente de
publicano en Apóstol.
Glosa
Dicen las palabras que estaba sentado en
un banco, manifestándonos que estaba en una de esas casas donde se
recaudan los impuestos, pues la palabra griega telos
significa impuesto.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 30,1
Brilla aquí el poder del que llama porque
no lo hace cuando el llamado trata de abandonar un oficio peligroso,
sino que lo arrancó de esos mismos medios malos, como a Pablo de en
medio de su locura. Por eso continúa: "y le dijo: sígueme". Así como
admiráis la virtud del que llama, admirad también la obediencia del
que es llamado. El no opone resistencia, no suplica volver a su casa
ni manifestar su resolución a su familia.
Remigio
Tuvo en poco los peligros humanos que le
podrían sobrevenir de parte de sus principales, a quienes había
abandonado sin darles cuentas exactas de su destino. Por eso se dice:
"y levantándose le siguió". Y puesto que renuncia a los bienes del
mundo, con justicia Dios lo hizo el dispensador de sus talentos.
San Jerónimo
San Agustín responde en este lugar a la
acusación de Porfirio y Juliano. Estos sostenían que el evangelista se
había equivocado al referir este hecho y que es una necedad de los
discípulos de Cristo el haberle seguido tan precipitadamente sin
tomarse tiempo alguno para reflexionar, como si pudieran, sin razón
alguna, haber seguido a cualquier hombre. Mas no es así, porque está
fuera de duda que los apóstoles antes de creer vieron una multitud de
prodigios y de virtudes. Además, el brillo mismo y la majestad de la
divinidad oculta, que tanto resplandecía en su aspecto humano, podían
muy bien atraer al momento a todos cuantos le contemplaban. Si la
piedra imán tiene fuerza para atraer al hierro, cuánto más el Señor de
todas las criaturas podía atraer a sí a los que El quería.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 30,1
Pero, ¿por qué no llamó a Mateo al mismo
tiempo que a Pedro y a Juan? Porque aún no estaba bien dispuesto y
Aquel que conoce el fondo de los corazones, sólo llama a quien
comprende que por sus milagros y la fama de su nombre está en aptitud
de obedecer.
San Agustín,
de consensu evangelistarum, 2,26
Parece lo más probable que San Mateo habla
aquí de su vocación recordando lo que antes había omitido, porque es
probable que su llamamiento se verificó antes del sermón de la
montaña, puesto que San Lucas coloca sobre la cima de la montaña a
aquellos doce elegidos, a quienes llamó apóstoles (
Lc 6).
Glosa
Mateo cuenta entre los milagros su
vocación y en efecto lo fue, porque de publicano fue hecho Apóstol.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 30,1
¿Por qué no se nos dice el modo y el
tiempo en que fueron llamados los otros Apóstoles y sí solamente de
Pedro, Andrés, Santiago, Juan y Mateo? Precisamente porque todos éstos
procedían de oficios bajos y de condiciones humildes. Nada hay, en
efecto, más bajo que el oficio de recaudador, ni más humilde que la
condición de pescador.
Glosa
Mateo, con el objeto de mostrar dignamente
su agradecimiento por el bien divino que había recibido, preparó en su
casa un gran agasajo a Cristo y ofreció de este modo sus bienes
temporales a Aquél de quien esperaba los de la eternidad. Esto es lo
que significa: "Y sucedió, sentándose El en la casa".
San Agustín,
de consensu evangelistarum, 2,27
San Mateo no explica aquí nada sobre la
casa en la que estaba Jesús, de donde podría suponerse que el
evangelista no siguió en esta narración el orden sucesivo de los
acontecimientos, sino que intercaló, según se iba acordando, hechos
que se verificaron en otro momento. San Marcos y San Lucas, que
refieren este mismo acontecimiento, han manifestado (
Mc 2; Lc 5) que
Jesús estuvo sentado en la casa de Leví (esto es, de Mateo).
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 30,2
Mateo, al verse tan honrado con la venida
de Jesús a su casa, convida a todos los publicanos de su misma
profesión. Y esto es lo que quieren decir las palabras: "He aquí que
muchos publicanos", etc.
Glosa
Se llaman publicanos todos aquellos
hombres que se ocupan de aquellos negocios públicos, que apenas pueden
desempeñarse sin cometer algún pecado. Fue un magnífico adelanto,
porque Aquel que había de ser el Apóstol y el Doctor de las naciones,
debía mostrársenos en su primera conversión seguido de multitud de
pecadores, a quienes El llevaba por el camino de la salvación y
conducía a la perfección primero por medio de su ejemplo y después por
su palabra.
San Jerónimo
Tertuliano, apoyado en las palabras de la
Escritura: "No habrá impuesto en Israel" (como si Mateo no hubiera
sido judío), dice que los publicanos eran los gentiles. No es
admisible esta opinión, puesto que Jesús no come con los gentiles, con
el objeto de que no se interprete que ignora el consejo que dio a sus
discípulos: "No vayáis por el camino de los gentiles" (
Mt 10,5). Habían visto los publicanos que
Mateo, siendo publicano, se convirtió de pecador en perfecto, tuvo
medios de arrepentirse y ellos, consiguientemente, no podían
desconfiar de su salvación.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 30,2
Los publicanos se aproximaron a nuestro
Redentor, no sólo para hablarle, sino para comer con El. Porque no
solamente corregía muchas veces Jesús a los que estaban mal
dispuestos, con sus argumentos, con sus obras o con sus reprensiones a
sus enemigos, sino también asistiendo a las comidas; enseñándonos con
este proceder que en cualquier tiempo y de cualquier obra podemos
sacar utilidad. Los fariseos al ver esto se indignaron y por eso se
dice de ellos: "Y viéndolo los fariseos decían a los discípulos de
Jesús: ¿Por qué con los publicanos?" etc. Debe notarse aquí que los
fariseos, cuando se figuraban haber sorprendido a los discípulos de
Cristo en algún pecado, se dirigían a Cristo, como se ve por aquellas
palabras: "He aquí que tus discípulos ejecutan obras prohibidas en el
día del sábado" ( Mt 12,2). De esta manera
trataban de deshonrar a Cristo delante de sus discípulos. Todo esto lo
hacían con malicia y con el deseo de separar del Maestro los corazones
de sus discípulos.
Rábano
Los fariseos cometían dos errores: llenos
de orgullo se juzgaban justos a sí mismos, estando muy lejos de la
justicia y tenían por malos a todos aquellos que, arrepentidos de sus
pecados, se aproximaban a la virtud.
San Agustín,
de consensu evangelistarum, 2,27
San Lucas refiere, al parecer en términos
algo diferentes, este mismo acontecimiento; según él, los fariseos
echan en cara a los discípulos: "¿por qué coméis y bebéis con los
publicanos y con los pecadores?" ( Lc 5,30)
Dando a entender de este modo, que la falta era igualmente extensiva
al Maestro y a los discípulos: porque lo que se decía de los
discípulos, con mayor razón se debe echar en cara al Maestro, puesto
que aquellos no hacían más que imitarle copiando su conducta. El
pensamiento, por consiguiente, es el mismo y tanto más cierto, cuanto
que, sin alterar la verdad, está expresado en términos diferentes.
San Jerónimo
No vienen a Jesús los que continúan en sus
vicios antiguos, como opinan los fariseos y los escribas, sino los que
hacen penitencia de ellos, esto es, lo que significan aquellas
palabras de Cristo: "Pero oyéndolos Jesús, dice: no es necesario",
etc., etc.
Rábano
Se llama a sí mismo Médico, Aquel que
valiéndose de un arte maravilloso para curar fue herido a causa de
nuestras maldades para que nosotros quedásemos sanos de la herida de
nuestros pecados. Con razón llama sanos a aquellos que queriendo
establecer una justicia propia, no se sujetan a la verdadera justicia
de Dios ( Rom 10) y enfermos a aquellos que,
vencidos por el dolor de sus faltas y no creyendo en la purificación
de la Ley, se someten por el arrepentimiento a la gracia de Dios.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 30,2
Después de haberles hablado en el lenguaje
sencillo del sentido común, les cita aquel pasaje de la Escritura: "Id
y aprended lo que significa: Quiero la misericordia y no el
sacrificio".
San Jerónimo
Valiéndose del testimonio de los Profetas,
afrenta a los escribas y fariseos, que considerándose como justos,
trataban de evitar todo contacto con los pecadores y publicanos.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 30,3
Es como si dijera: "¿Por qué me acusáis de
que llamo a los pecadores a la penitencia? Por la misma razón debéis
acusar a Dios Padre, porque El desea, como yo, la enmienda de los
pecadores" y de esta manera les demostraba que, no sólo no era
prohibido lo que ellos reprendían, sino que, según la Ley, era una
cosa superior al sacrificio; porque no dice la Ley: "Quiero la
misericordia y el sacrificio, sino que mando aquella y excluyo éste".
Glosa
Dios, sin embargo, no desprecia el
sacrificio separado de la misericordia y los fariseos hacían muchas
veces sacrificios en el templo, con el objeto de aparecer justos al
pueblo, pero no se ejercitaban en las obras de misericordia, que son
la prueba de la verdadera justicia.
Rábano
Y así advierte a los fariseos que merezcan
la recompensa divina mediante las obras de su propia misericordia y
que no confíen en que será agradable a Dios el ofrecimiento de los
sacrificios cuando no se hace caso de las necesidades de los pobres. Y
añade: "Id", es decir, dejad la ligereza de las necias críticas y
consideren atentamente las Sagradas Escrituras que mucho recomiendan
la misericordia. Y por aquellas palabras: "No he venido a llamar a los
justos, sino a los pecadores", nos da con su ejemplo una lección de
misericordia.
San Agustín,
de consensu evangelistarum, 2, 27
Añade San Lucas la penitencia (
Lc 5,32), lo que significa, desarrollando su
pensamiento, que nadie debe juzgar que Cristo ama a los pecadores por
el sólo hecho de ser pecadores, además de que la comparación con los
enfermos nos da una inteligencia clara de lo que Dios quiere llamando
a los pecadores como el médico a los enfermos, esto es, librarlos del
pecado como de una enfermedad, lo que se consigue por la penitencia.
San Hilario,
in Matthaeum, 9
Mas Cristo vino por todos los hombres:
¿cómo es que dice que El no vino por los justos? ¿Es que había algunos
que no tenían necesidad de su venida? Pero la Ley a nadie justifica y
El nos enseña la necia presunción de esta pretensión con respecto a la
justicia, porque los sacrificios fueron establecidos para la salud los
enfermos. La Ley, al establecerlos, no prescindió de la necesidad que
todos tenían de la misericordia.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 30,3
Parece que Jesús habla aquí a los fariseos
con la misma ironía que cuando se dice: He aquí que el hombre ha sido
hecho como uno de nosotros ( Gén 3,22),
porque en la tierra no había justo alguno, que es lo que da a entender
San Pablo en las palabras: "Todos pecaron y necesitan de la gloria de
Dios" ( Rom 3,23), palabras que moderaron la
pretensión de aquellos que habían sido llamados; porque ellas vienen a
decir: "Estoy tan lejos de aborrecer a los pecadores, que sólo por
ellos he venido".
Glosa
O también porque los justos que había,
como Natanael y Juan Bautista, no habían de ser llamados a hacer
penitencia. O también: "No he venido a llamar a aquellos justos
falsos, como los fariseos, que hacen alarde de su justicia, sino a
aquellos que se reconocen como pecadores".
Rábano
La vocación de Mateo y de los publicanos
significa la fe de aquellas gentes, que ambicionaban los intereses
mundanos y ahora reparan espiritualmente su alma con la compañía del
Señor. La soberbia de los fariseos revela la envidia de los judíos con
ocasión de la salvación de los gentiles. O también: Mateo representa
al hombre que se desvive por ganar bienes terrenales y a quien ve
Jesús cuando le mira con los ojos de su misericordia. Porque el nombre
de Mateo significa dado y el de Leví
tomado. Quien hace penitencia es tomado de
entre aquellos que se pierden y dado por la gracia de Dios a la
Iglesia. Y le dice Jesús: "Sígueme" y se lo dice, o por la
predicación, o por la voz de la Escritura, o por una inspiración
interior.
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14-17 |
Entonces se acercaron los discípulos de Juan a Jesús, y le dijeron: "¿Por qué ayunamos con frecuencia nosotros y los fariseos, y tus discípulos no ayunan?" Jesús les respondió: "¿Por ventura pueden llorar los hijos de un esposo mientras el esposo está con ellos? Mas vendrán días en que será quitado el esposo, y entonces ayunarán. Nadie cose en un vestido viejo una pieza de paño recio, porque se rompe entonces el vestido y aparece peor la abertura; ni echa vino nuevo en vasijas viejas, porque se rompen las vasijas, se derrama el vino y se quedan sin vasijas, sino que echan el vino nuevo en vasijas nuevas, y de este modo se conserva lo uno y lo otro". (vv. 14-17)
Glosa
Jesús les contestó acerca del convite y
participación con los pecadores y ellos le arguyen sobre la comida.
Dice: "Entonces los discípulos de Juan se aproximaron a Jesús y le
dijeron: ¿Por qué ayunamos nosotros y los fariseos?", etc.
San Jerónimo
Pregunta soberbia y vanidad digna de
reprensión lo del ayuno. Bajo ningún concepto los discípulos de Juan
podían excusarse de pecado, que de esta manera se unían a los fariseos
condenados por Juan y que -como los mismos discípulos sabían-
calumniaban a Aquel que les fue anunciado por la voz de su maestro.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 30,3
Lo que dicen es de esta manera: "Sea. Tú
como médico lo haces así; pero ¿por qué tus discípulos reprobando el
ayuno buscan semejantes mesas?" Ellos, para excusarse mejor que los
fariseos, se ponen los primeros y dejan en segundo término a los
fariseos, siendo así que estos últimos ayunaban por obedecer a la Ley,
como lo dijo el fariseo en el templo: "Ayuno dos veces el sábado" (
Lc 18,12) y por obedecer a Juan.
Rábano
Porque Juan no bebe vino ni cerveza (
Lc 1), lo que aumenta el brillo de su
abstinencia es el no tener poder alguno sobre la naturaleza. Mas el
Señor, que tiene poder para perdonar los pecados, ¿por qué había de
evitar el comer con ellos, siendo así que de esta manera puede
hacerlos más justos que los que practican la abstinencia? Cristo ayuna
para que no faltéis al precepto y come con los pecadores para que
comprendáis su gracia y su poder.
San Agustín,
de consensu evangelistarum, 2,27
Mateo nos refiere las anteriores palabras
como si sólo las hubiera dicho para los discípulos de Juan. En el modo
en que Marcos ( Mc 2), en cambio, da a
entender que las dijo a los unos y a los otros, esto es a los
inivitados de entre los discípulos de Juan y de entre los fariseos.
Concepto más claramente manifestado por San Lucas cuando dice que
Jesús dirigió su palabra a los unos y otros. ¿Con qué razón dice San
Mateo: "Entonces se aproximaron", etc., sino porque efectivamente
todos estaban presentes y todos a porfía, como lo podía hacer cada uno
en particular, le hicieron esa objeción?
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 30,3
O también: San Lucas dijo que fueron los
fariseos quienes dijeron esas palabras y aquí se dice que fueron los
discípulos de Juan, porque los fariseos llevaron a éstos, a fin de que
promovieran la cuestión, como hicieron después con los herodianos.
Pero debe tenerse presente que cuando hablaba de los extraños y de los
publicanos, a fin de moderar sus ánimos exaltados, contesta con más
fuerza a las acusaciones a las que ellos mismo dan lugar y les
responde con suavidad cuando ultrajaban a sus discípulos, como se ve
por las palabras: "¿Por ventura pueden llorar los hijos del esposo
mientras el esposo está con ellos?" Primero se llama médico y aquí
esposo; de esta manera nos recuerda las palabras de Juan: el que tiene
esposa es esposo ( Jn 3,29).
San Jerónimo
El esposo es Cristo y la esposa la
Iglesia; de este espiritual matrimonio han nacido los Apóstoles, que
no pueden estar tristes mientras ven al Esposo en el lecho nupcial y
saben que está en compañía de la Esposa. Pero cuando hayan pasado las
bodas y llegare el tiempo de la pasión y de la resurrección, entonces
los hijos del Esposo ayunarán. Y esto es lo que significa: "Vendrán
días", etc.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 30,3
Y lo que El dice es así: el tiempo
presente es el tiempo del gozo y de la alegría; no debe mezclarse con
él la tristeza. Porque el ayuno es triste, no en sí, sino para
aquellos que aun son endebles, esto es, para aquellos que no han
llegado a la fuerza de la perfección espiritual. Pero es suave para
los que desean entregarse a la contemplación de la sabiduría o al
trabajo de la perfección. De los primeros es de quienes habla aquíy en
lo que dice, como se ve claramente, no hace concesión alguna a la
gula.
San Jerónimo
De estas palabras quieren algunos sacar
como consecuencia que se deben consagrar al ayuno los cuarenta días de
la pasión, ignorando que los días de Pentecostés y del Espíritu Santo
que vienen después nos indican su carácter de alegría. Fundados en
este testimonio Montano, Prisca y Maximila, renuevan la Cuaresma
después de Pentecostés, porque dicen que muerto el Esposo, los hijos
deben ayunar. Pero la costumbre de la Iglesia consiste en prepararse
mediante la humillación de la carne a la celebración de la pasión y de
la resurrección, a fin de que estemos dispuestos por la abstinencia a
la restauración espiritual.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 30,4
De nuevo apoya Jesús su palabra en
comparaciones sencillas, cuando dice: "Nadie cose una pieza de paño
burdo en un vestido viejo", etc. Como si dijera: "Aun mis discípulos
no son bastante fuertes y por eso necesitan aún de condescendencia;
aun no están renovados por el Espíritu y no conviene imponer todo el
peso de los preceptos a espíritus así dispuestos". De esta manera
enseña a los Apóstoles a recibir con cariño a sus discípulos, sea
cualquiera la región a la que pertenezcan.
Remigio
Nos da a entender por el vestido viejo a
sus discípulos, porque aun no están renovados en todo. Por el paño
fuerte, esto es nuevo a la gracia, es decir, a la doctrina evangélica,
de la que el ayuno forma una pequeña parte. Por eso no era prudente
imponerles los más severos preceptos del ayuno, no fuera que
desmayasen con su rigor y perdiesen la fe que habían recibido; por eso
añade: "Quita la perfección al vestido".
Glosa
Como si dijera: "Por eso no debe ponerse
en vestido viejo una pieza de paño fuerte, porque generalmente lo
rompe más y entonces son peores las aberturas". Así, también destruye
muchas veces la pesada carga de un nuevo deber el bien que existía
antes.
Remigio
Añade Jesús a las dos comparaciones ya
dichas, es decir, a la de las bodas y a la del paño fuerte y del
vestido nuevo, otra nueva comparación, esto es, la de la vasija y la
del vino, cuando dice: "Ni ponen vino nuevo en vasijas viejas", etc.
Vasijas viejas llama a sus discípulos, porque aun no estaban
completamente renovados; llama vino nuevo a la plenitud del Espíritu
Santo y a los profundos misterios del cielo, que entonces no podían
comprender los discípulos. Pero después de la resurrección quedaron
hechos vasijas nuevas y cuando el Espíritu Santo llenó sus corazones,
recibieron el vino nuevo. De aquí es que algunos dijeron: "Todos ésos
están llenos de vino nuevo" ( Hch 2,13).
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 30,4
De esta manera se explica la causa de
hablarles Jesús muchas veces en términos familiares, para acomodarse a
su flaqueza.
San Jerónimo
O de otra manera: Debemos entender por
vestido viejo y vasijas viejas a los fariseos. Las piezas del vestido
nuevo son los preceptos evangélicos que no podían imponerse a los
judíos, para que la abertura no fuera mayor y parecida a la que
deseaban hacer los gálatas mezclando el Evangelio con los preceptos de
la Ley y echando el vino nuevo en vasijas viejas. Pero el Apóstol les
escribe en estos términos: "¡Oh Gálatas insensatos!, ¿quién os ha
fascinado para que no obedezcáis a la verdad?" ( Gál
3). La palabra del Evangelio penetró antes en el corazón de los
Apóstoles que en el de los escribas y fariseos, que corrompidos por
las tradiciones de sus mayores, no podían guardar la palabra sincera
del Evangelio, porque es distinta la pureza del alma virgen, que jamás
ha conocido el pecado, a la de aquel que se ha entregado a la licencia
de muchas pasiones.
Glosa
Por eso decimos que los Apóstoles, que
estaban llenos de la nueva gracia, no debían estar sujetos a las
antiguas observancias.
San Agustín,
sermones 210, 4-5
El que ayuna como debe, se humilla en el
gemido de las oraciones, o en la mortificación de su cuerpo, o se
aleja de los atractivos de la carne con el placer de la sabiduría
espiritual. El Señor nos habla aquí de las dos clases de ayuno. El
primero es el que humilla el espíritu cuando dice: "No pueden llorar
los hijos del esposo". El otro es el que se dirige al convite del alma
en aquellas palabras: "Nadie pone un remiendo de paño", etc. Luego
nosotros debemos llorar con razón, porque se nos ha arrebatado el
Esposo. Lloraremos con tanta mayor razón, cuanto más encendidos
estemos en el deseo de poseerle. Alégrense quienes pudieron gozar de
su presencia antes de su pasión, preguntarle como querían y escucharle
como debían. Nuestros antepasados desearon ver esos días anteriores a
su venida y no los vieron; porque estaban dispuestos de manera que
ellos anunciasen su venida; no tuvieron la dicha de escucharle: pero
en nosotros se cumplió aquello de San Lucas (17,22): "Vendrán días en
que desearéis ver uno de esos días y no podréis". ¿Quién no llorará,
pues? ¿Quién no dirá: Mis lágrimas han llegado a ser mi pan durante el
día y la noche: diciéndome todos los días: "Dónde está tu Dios?" (
Sal 41,4) Con razón, pues, deseaba el Apóstol
ser desatado de su cuerpo y estar con Cristo ( Flp
1).
San Agustín,
de consensu evangelistarum, 2, 27
Cuando San Mateo dijo: "estad tristes" y
San Marcos y San Lucas: "ayunad", nos indicaron la clase de ayuno de
la que habló el Señor, que no es otro más que el que se refiere a la
humillación del corazón atribulado. Con comparaciones posteriores
simbolizó aquel otro ayuno que está en relación a la alegría del
corazón que se eleva en las cosas espirituales. Estas comparaciones
nos hacen ver cómo para aquellos hombres que se ocupan sólo de las
cosas del cuerpo y que de esta manera perseveran en su antiguo error,
es imposible practicar esta clase de ayuno.
San Hilario,
in Matthaeum, 9
En sentido místico, la respuesta de que
los discípulos no tienen necesidad de ayunar estando presente el
esposo, enseña que con la alegría de su presencia y el sacramento del
santo alimento nadie tendrá necesidad de ayunar, es decir, conservando
en el alma la presencia de Cristo. Dice, además, que, después de su
partida de este mundo sus discípulos ayunarán. Los que no creen en la
resurrección de Cristo, no comerán el pan de la vida porque el
Sacramento del pan celestial se nos da como premio de nuestra fe en la
resurrección.
San Jerónimo
O también cuando alguno se ha separado de
nosotros por sus pecados, entonces se debe ayunar y estar triste.
San Hilario,
in Matthaeum, 9
Todos estos ejemplos nos prueban que la
enfermedad que los antiguos pecados comunican al alma y al cuerpo, es
incapaz de los Sacramentos de la nueva gracia.
Rábano
Aunque todas las comparaciones tienen el
mismo objeto, son, sin embargo, diferentes; porque el vestido, que nos
cubre por el exterior, representa las buenas obras que practicamos
exteriormente y el vino que nos da fuerzas interiores es el fervor de
la fe y de la caridad, que renueva el fondo de nuestra alma.
|
18-22 |
Diciéndoles El estas cosas, se le aproximó un príncipe de la sinagoga, y le adoró diciendo: "Señor, mi hija es ahora un cadáver; mas ven, pon tu mano sobre ella y vivirá". Y levantándose Jesús le seguía en compañía de sus discípulos. Y he aquí una mujer, que padecía hacía doce años flujos de sangre, se le acercó por detrás y tocó la orla de su vestido. Porque decía ella en su interior: "si llegare a tocar tan sólo su vestido, quedaré sana": Y volviéndose Jesús, y viéndola, dijo: "Confía, hija, tu fe te ha sanado", y desde aquella hora quedó completamente sana. (vv. 18-22)
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 31,1
Después de las palabras, siguió la acción,
que debía cerrar por completo la boca a los fariseos, puesto que el
mismo Jefe de la sinagoga se había acercado a Jesús para pedirle un
milagro. Grande era su tristeza, porque era hija única la difunta,
tenía doce años y estaba en los primeros albores de la vida y por eso
dice: "Mientras El les hablaba estas cosas: He aquí que se le aproximó
uno de los principales".
San Agustín,
de consensu evangelistarum, 2, 28
San Marcos y San Lucas refieren el mismo
hecho, aunque no en el mismo orden, porque colocan este hecho después
de su salida del país de los Gerasenos, cuando atravesó el lago
después de haber arrojado a los demonios que se posesionaron del
cuerpo de los cerdos. Según San Marcos, debió acontecer este hecho
después que Jesús atravesó por segunda vez el lago, aunque no se sabe
cuánto tiempo después. Debió indudablemente haber algún intervalo,
porque de otra manera no tendría lugar en la narración de San Mateo la
permanencia de Jesús en el convite de la casa de Mateo: a continuación
de este hecho, sigue inmediatamente el de la hija del jefe de la
sinagoga. Porque si el referido jefe se hubiera acercado a Jesús en el
momento en que estaba haciendo las comparaciones de la pieza de paño
nuevo y del vino nuevo, no hubiera habido interposición alguna entre
sus acciones y palabras. Pero en la narración de San Marcos, existe un
espacio donde se pudieron interponer otras cosas. San Lucas no
contradice a San Mateo cuando dice: "He aquí que un hombre llamado
Jairo" ( Lc 8,41) .
No debe colocarse este hecho a continuación, sino después de lo que
refiere San Mateo, sobre el convite de los publicanos, en los términos
siguientes: Mientras El les decía estas cosas, he aquí, que un
príncipe (es decir, Jairo, príncipe de la sinagoga) se acercó a El y
le adoró diciéndole: "Señor, mi hija acaba de morir". Se debe tener
presente (para evitar toda aparente contradicción), que los otros dos
evangelistas no dicen que estuviera muerta, sino próxima a morir.
Hasta afirman que vinieron después a anunciarle la muerte, a fin de no
incomodar al Maestro. Es preciso admitir, que San Mateo, para mayor
brevedad, se contentó con referir la petición, dirigida al Señor, de
que hiciera lo que realmente ejecutó, es decir, de que resucitara a
una difunta. Porque en este pasaje no debemos fijarnos en las palabras
del padre sobre su hija, sino (y esto es lo esencial) en la voluntad.
Estaba él tan desesperado de que pudiera resucitar, que no se
imaginaba encontrar viva a la que dejó difunta. Dos evangelistas,
pues, dan testimonio de lo que dijo Jairo mientras que San Mateo de lo
que deseó y lo que pensó. Evidentemente, si uno de los primeros
hubiera dicho que el mismo padre dijo que no se molestase a Jesús,
porque su hija estaba ya muerta, semejantes palabras estarían en
contradicción con las de San Mateo. Pero no se expresa en la narración
que estuviera conforme con las noticias que le daban sus criados. De
aquí la absoluta necesidad en que estamos de no dar a las palabras de
cada uno más valor que el que les da su propia voluntad, a quien están
subordinadas las palabras y de no inventar mentiras por haber dicho en
otros términos lo que realmente quiso decir, aunque con palabras
distintas.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 31,1
O también: Lo que el príncipe dijo de la
muerte de su hija, no es más que una exageración propia del que
anuncia una desgracia. Porque es natural en todos los que piden algo
presentar sus males como mayores y decir más de lo que realmente es,
con el objeto de interesar más a aquellos a quienes suplican. De aquí
aquellas palabras: "Pero ven, impón tu mano sobre ella y vivirá". Ve
aquí su confianza. Exige dos cosas de Cristo: el que vaya a su casa y
el que ponga su mano, precisamente lo que el Sirio Naaman exigió del
profeta ( 2Re 5). Porque necesitan ver y
apreciar las cosas de una manera sensible los que sólo tienen
disposiciones vulgares.
Remigio
Admirable e igualmente digna de imitación
es la humildad y la mansedumbre del Señor, porque en seguida que fue
suplicado, siguió al que le suplicó: por eso se dice: "Y levantándose
le seguía". De esta manera enseña lo mismo a los súbditos que a los
superiores: a los súbditos les dejó el ejemplo de la obediencia y
manifestó a los superiores la solicitud y la prontitud que deben tener
en la enseñanza: de suerte que deben acudir en seguida a cualquier
parte donde hubiere una persona muerta en su alma.
Sigue: Iban con El sus
discípulos.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 31,1
San Marcos y San Lucas dicen, que llevó
consigo tres de sus discípulos, esto es, a Pedro, Santiago y Juan. A
Mateo no le llevó para estimular más su deseo y a causa de la
imperfección de sus disposiciones. Honra con esta distinción a
aquellos, a fin de que los otros se hagan iguales a ellos y en cuanto
a San Mateo, le era suficiente el haber visto la curación de la mujer
que padecía el flujo de sangre, de la cual se dice: He aquí que una
mujer, que padecía un flujo de sangre, se acercó por detrás y tocó la
orla del vestido del Señor.
San Jerónimo
Esta mujer, que padecía un flujo de
sangre, no se acerca al Señor ni en su casa, ni en la ciudad (porque
según la ley no podía habitar en las ciudades) sino en el camino por
donde pasaba el Señor, de suerte que el Señor, cuando iba a curar a
una, curó también a otra.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 31,1
Por eso no se acerca en público al Señor,
porque tenía vergüenza a causa de la enfermedad que padecía y por la
que ella, apoyada en la ley, se tenía por muy impura; por eso se
esconde y se oculta.
Remigio
Debemos en esta acción alabar la humildad
de la mujer, que no se acerca de frente al Señor, sino por detrás,
juzgándose indigna de tocar los pies del Señor. No toca todo el
vestido, sino solamente su franja, porque el vestido del Señor tenía
una franja conforme con el precepto de la ley. Llevaban los fariseos
en sus vestidos unas franjas, que ellos estimaban mucho, en las que
colocaban unas espinas; pero las de la franja del vestido del Señor no
eran para herir, sino para curar y por eso decía la mujer en su
interior: "Si tan sólo tocare su vestido, quedaré curada". Admirable
es su fe, porque desesperando de los médicos, en los que había gastado
su capital (como dice San Marcos) comprendió que había un médico
celestial, puso en El toda su esperanza y mereció ser curada según las
palabras: Mas volviéndose Jesús y viéndola, dijo: "Confía, hija, tu fe
te ha salvado".
Rábano
¿Por qué mandó que tuviera confianza
aquella mujer, que si no la hubiera tenido no hubiera buscado en El la
salud? Exigió de ella fuerza y perseverancia en la fe, a fin de que
llegara a tener una salud segura y verdadera.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 31,2
O bien porque la mujer era tímida, le
dijo: "Confía" y la llama hija, porque con la fe se hizo hija.
San Jerónimo
Y no dijo: porque tu fe te ha de sanar,
sino te sanó porque en el acto mismo de creer fue curada.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 31,1
Aun no tenía ella un conocimiento exacto
acerca de Cristo, pues creía que podía permanecer oculta a sus
miradas. Pero no le permitió Cristo que se escondiese, no porque El
ambicionase gloria alguna, sino por varios motivos: Primeramente,
calma su temor para que no le remordiera la conciencia de haber
arrebatado un don; en segundo lugar, la reprende de haber querido
permanecer oculta; en tercer lugar, pone su fe a la vista de todos,
para que a todos sirva de estímulo. Mostrando, en fin, que sabe todas
las cosas, nos da una señal de su divinidad, no menor que la que nos
dio con el derramamiento de su sangre: "Y esta mujer fue curada en
aquel instante".
Glosa
Por aquella palabra: "desde aquella hora",
debe entenderse no desde aquella en que Jesús se volvió hacia la
mujer, sino desde el momento en que ella tocó la franja: como
expresamente dicen otros evangelistas ( Mc
5,29; Lc 8,44) y hasta de las mismas palabras
del Señor se colige claramente.
San Hilario,
in Matthaeum, 3
Debemos admirar en este acontecimiento el
gran poder del Señor, puesto que, permaneciendo ese poder dentro de un
cuerpo, comunica a las cosas inanimadas la virtud de sanar, hasta el
extremo de comunicarse la operación divina por la franja de los
vestidos. No estaba Dios limitado en el estrecho límite de un cuerpo y
su unión con el cuerpo no tenía por objeto encerrar en él todo su
poder, sino elevar la fragilidad de nuestra carne hasta la obra de la
redención.
Se entiende en sentido místico, por el
príncipe de la sinagoga a la ley, que suplica al Señor devuelva la
vida al cadáver de este pueblo, a quien la misma ley había estado
alimentando con la esperanza de la venida de Cristo.
Rábano
También representa a Moisés y se le llama
Jairo, esto es, el que ilumina o es iluminado, porque él recibió las
palabras de la vida eterna para trasmitírnoslas a nosotros y hacerlas
brillar de esta manera en los demás, al mismo tiempo que él mismo es
iluminado por el Espíritu Santo. La hija, pues, del príncipe de la
sinagoga, esto es, la sinagoga, de edad de doce años, es decir, de la
pubertad, está abatida por la gangrena de los errores, en el momento
que está obligada a engendrar hijos para Dios. Por eso el Verbo de
Dios corre hacia esta hija del príncipe para salvar a los hijos de
Israel; la Iglesia santa formada por las naciones, que perdían sus
fuerzas por los crímenes interiores que las corroían, consiguió
salvarse por la fe que estaba preparada para otros. Es digno de
notarse, que la hija del príncipe estaba en la edad de los doce años y
la mujer curada del flujo de la sangre estuvo padeciendo esta
enfermedad durante doce años. Así que, cuando aquella nació, principió
ésta a padecer, casi al mismo tiempo en que la sinagoga nació de entre
los patriarcas y las naciones extrañas comenzaron a afearse con el
corrompido veneno de la idolatría. El flujo de sangre puede tomarse en
dos sentidos: por la corrupción y mancha de la idolatría, o también
por todas las maldades practicadas bajo el imperio del placer de la
carne y de la sangre. De ahí que, cuando la sinagoga tuvo vigor, luchó
la Iglesia y sus pecados fueron la causa de que pasara la salud a
otras naciones ( Rom 11). La Iglesia se
acerca al Señor, lo toca, cuando se aproxima a El por la fe.
Glosa
Creyó, dijo, tocó; porque con estas tres
cosas, la fe, la palabra y la obra, se consigue la salud.
Rábano
Y se acercó por detrás, según aquellas
palabras: "Si alguno me quiere servir, sígame" ( Jn
12,26). O bien, porque no viendo ella en la carne a la persona de
Dios, llega a conocerlo después que fueron cumplidos los misterios de
su Encarnación. Por eso toca la franja del vestido, figura del pueblo
gentil, que no habiendo visto a Cristo en su carne, recibió sus
palabras de la Encarnación. Porque el vestido representa el misterio
de la Encarnación, en la que se cubrió la divinidad y las palabras que
siguen a la Encarnación, representan la franja del vestido. Toca, no
el vestido, sino la franja, porque no vio a Dios en la carne, sino que
recibió por los Apóstoles la palabra de la Encarnación. ¡Dichoso el
que toca con su fe, aun cuando no sea más que las extremidades del
Verbo! No recupera la salud en la ciudad, sino en el camino por donde
iba el Señor; por esta razón dijeron los Apóstoles: "porque por
vuestra conducta os hacéis indignos de la vida eterna; por eso nos
volvemos a los gentiles" ( Hch 13,46). Los
gentiles comenzaron a gozar la salvación desde la llegada del Señor.
|
23-26 |
Y cuando llegó Jesús a la casa del príncipe y vio a los flautistas, y a las turbas que se agolpaban, les dijo: "Retiraos; porque no está muerta la niña, sino dormida". Y ellos se burlaban de El. Y después que hubo sido echada fuera la muchedumbre, entró y cogió la mano de la niña, y dijo: "Niña, levántate". Y resucitó la niña. Y se extendió el rumor de este prodigio por toda aquella tierra. (vv. 23-26)
Glosa
A la curación de la mujer que padecía el
flujo, sigue la resurrección de la niña difunta, según aquellas
palabras: "Y habiendo llegado Jesús a la casa del príncipe".
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 31,2
Debemos considerar en este pasaje, lo
mucho que se detiene Jesús hablando con la mujer curada, con el objeto
de dar tiempo a que muriera la niña y resaltara más la señal de su
resurrección. Lo mismo hizo con Lázaro, que permaneció muerto hasta el
tercer día. Sigue: Y cuando vio a los flautistas y a la muchedumbre
que se agolpaba, prueba evidente de la muerte.
San Ambrosio,
in Lucam, 6,62
Según costumbre antigua solían asistir a
los entierros hombres que iban tocando flautas a fin de mover al
llanto.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 31,2
Pero Cristo arrojó a todos los flautistas,
e hizo entrar a los parientes de la niña, a fin de que no pudieran
atribuir a causas diferentes la resurrección de la niña. Antes de la
resurrección, los anima a que tengan esperanza con estas palabras:
"Retiraos; porque no está muerta la niña, sino dormida".
Rábano
Como si dijera: Para vosotros está muerta,
pero para Dios, que puede resucitarla, tanto en el cuerpo como en el
espíritu, está dormida.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 31,2
Estas palabras, que levantaron una gran
agitación en los que se hallaban presentes, demuestran lo fácil que es
para Cristo el resucitar a los muertos: como sucedió con Lázaro
: "Nuestro amigo Lázaro duerme" (
Jn 11,11). Nos enseñan, además, que no
debemos tener miedo a la muerte. El mismo había de morir también y
valiéndose de la muerte de otros hombres inspira confianza a sus
discípulos y les enseña a sufrir con valor la muerte. Porque desde su
venida, la muerte no es ya más que un sueño. Al oír los que se
hallaban presentes este lenguaje del Señor se burlaban de El. Pero
Jesús despreció esta burla, a fin de que la misma burla de los
flautistas y los demás circunstantes fuera una prueba evidente de la
realidad de la muerte. Muchas veces no creen los hombres en los
milagros y se les convence con sus mismas contestaciones: como
aconteció con Lázaro cuando dijo Jesús: "¿Dónde le pusisteis?" (
Jn 11,34), a lo que contestaron ellos: "Ven y
ve cómo ya huele (porque ya han pasado cuatro días)" (
Jn 11,39). Ante esta confesión, no podían
menos de creer que efectivamente estaba muerto y que resucitó a un
muerto.
San Jerónimo
No eran dignos de presenciar el hecho
misterioso de la resurrección aquellos que cubrían de oprobios y de
injurias al que tales cosas hacía. Por eso se dice: "Y como hubiese
echado fuera a las turbas, entró, tomó la mano de la niña y ésta
resucitó".
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 31,2
El no le da una nueva vida, sino que le
devuelve la misma que había perdido y la saca como de un sueño, para
de este modo prepararla a que creyera (como si lo viera) en su
resurrección. Y no sólo resucita a la niña, sino que, como dicen otros
evangelistas, mandó que le dieran de comer, con el objeto de que
vieran no era una ilusión lo que acababa de hacer. Y sigue: "Y se
extendió su fama por todo el país".
Glosa
A fin de que no se tuviera por una ficción
la grandeza y la novedad de este milagro y que su realidad se
extendiera entre el público.
San Hilario
En sentido místico, entra el Señor en casa
del príncipe (es decir, en la sinagoga), en el momento en que los
cantores cantaban el himno del duelo según prevenía la ley.
San Jerónimo
Hasta hoy permanece en la casa del
príncipe la niña difunta y los que parecen maestros, no son más que
músicos de flauta que tocan composiciones fúnebres. La turba de los
judíos no es la del pueblo que cree, sino la del pueblo que se agita;
pero una vez que hubieren entrado todas las naciones, todo Israel
conseguirá su salvación ( Rom 11).
San Hilario,
in Matthaeum, 9
A fin de que podamos comprender que era
limitado el número de los creyentes, fue arrojada toda la muchedumbre
que burlándose con sus palabras y sus acciones se hizo indigna de
asistir a la resurrección, a pesar de que el Señor deseó salvarla.
San Jerónimo
Y tomó la mano de la niña y ésta se
levantó; porque no se levantará la sinagoga, que es un cadáver de los
judíos, hasta que éstos no purifiquen primero sus manos, que están
llenas de sangre ( Is 1).
San Hilario,
in Matthaeum, 9
La fama que se extendió por todo aquel
país, nos hace ver que Cristo fue elegido para dar la salud y publica
de un modo claro sus dones y sus obras.
Rábano
En sentido moral, la niña difunta en su
casa figura al alma muerta en sus pensamientos. Y dice el Salvador,
que la niña no hace más que dormir; porque los que pecan en esta vida,
aun pueden resucitar mediante la penitencia: los tocadores de flauta
no hacen más que adular y ensalzar a la muerta.
San Gregorio Magno,
Moralia, 18
Con el objeto de resucitar a la difunta,
echa fuera a la muchedumbre. Porque no resucitará el alma que
interiormente está muerta, si no arroja antes de lo más íntimo de su
corazón la multitud de cuidados temporales.
Rábano
La niña es resucitada en su casa en
presencia de unos cuantos testigos, el hombre joven fuera de la puerta
y Lázaro delante de mucha gente; porque el que falta públicamente
necesita dar una reparación pública y al que comete una falta ligera,
se le puede borrar con una penitencia suave y oculta.
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27-31 |
Al salir Jesús de aquel lugar, le siguieron dos ciegos que clamaban y decían: "compadeceos de nosotros, hijo de David". Y cuando hubo llegado a la casa, se le acercaron los ciegos. Y Jesús les dijo: "¿Creéis que yo pueda haceros esto?" "¡Sí, Señor!" Entonces tocó Jesús los ojos de los ciegos, diciendo: "Según vuestra fe os sea hecho". Y fueron abiertos sus ojos: y Jesús les intimó a estos la orden de que nadie lo supiera; mas apenas estos salieron de de allí, comenzaron a extender su reputación por todo aquel país. (vv. 27-31)
San Jerónimo
Al milagro de la hija del príncipe y al de
la mujer enferma, sigue el de los ciegos, a fin de que lo que allí se
demostró con ocasión de la muerte y la enfermedad, se demuestre aquí
con ocasión de la ceguera. Por eso dice: "Y saliendo Jesús de allí
(esto es, de la casa del príncipe), le siguieron dos ciegos clamando y
diciendo: Compadeceos de nosotros, hijo de David".
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 32,1
No es pequeña la acusación que aquí hace a
los judíos. Mientras los que carecen de vista reciben la fe por el
oído, ellos que tenían vista y presenciaban los milagros se declaraban
contra la fe. Ve aquí el deseo de los ciegos, porque no se acercan
simplemente a Jesús, sino que le suplican y le piden una sola cosa:
que tenga misericordia de ellos. Y le llaman hijo de David; porque les
parecía que con este nombre lo honraban.
Remigio
Con razón, pues, le llaman hijo de David,
porque la Virgen María trae su origen de la estirpe de David.
San Jerónimo
Oigan Marción, Maniqueo y todos los demás
herejes, que destrozan el Antiguo Testamento y aprendan por qué el
Salvador es llamado hijo de David, pues ¿cómo pudo ser llamado hijo de
David, si no nació en la carne?
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 32,1
Es necesario advertir, que Jesús hizo
muchas veces milagros después de habérselo suplicado, a fin de que
nadie creyera que se valía de los milagros como de un medio para
adquirir una fama brillante.
San Jerónimo
Y, sin embargo, no curaba en los caminos y
como al paso, a los que se lo suplicaban (como ellos pensaban), sino
después de haber llegado a sus casas y haberse acercado ellos a El
para que entrara. Discute primero su fe, a fin de que puedan recibir
de esta manera la luz de la verdadera fe. Por eso se dice: "Y habiendo
llegado a la casa, se le aproximaron los ciegos y les dijo Jesús:
¿Creéis que yo puedo hacer esto con vosotros?"
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 32,1
De nuevo nos enseña Jesús en este lugar a
despreciar la gloria que dan los hombres y estando próxima la casa,
conduce a ella a los ciegos, para darles la salud en particular.
Remigio
No ignoraba El que podía dar la vista a
los ciegos, si efectivamente tenían éstos fe; sino que les hizo esa
pregunta, con el objeto de que al confesar ellos de palabra su fe
interior, merecieran mayor recompensa según aquello de San Pablo: "La
confesión de la boca es para la salud" ( Rom
10).
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 32,1
Y no solamente por esto, sino para
hacerles ver que eran dignos de ser curados y y para reprender a
aquellos que pretendían que puesto que sólo la misericordia salva,
todos debíamos salvarnos. Y por eso les exige la fe, para elevarlos a
cosas más sublimes y puesto que le llamaron hijo de David, debían
pensar de El otras cosas más elevadas, de ahí es que no dijo: ¿Creéis
que yo puedo suplicar al Padre?, sino: ¿creéis que yo puedo hacer
esto? y su respuesta fue: ¡Ciertamente, Señor! No le llaman otra vez
hijo de David, sino que se elevan a mayor altura y confiesan su
dominio y entonces El mismo les impone sus manos y les toca los ojos
diciéndoles: "Hágase en vosotros según vuestra fe". Les dijo esto para
confirmarlos más en su fe y para contestar a aquellos que decían que
no eran más que una adulación las palabras que dijeron al Señor.
Después de esto sigue la curación: "y fueron abiertos sus ojos".
Después que fueron curados, les manda un silencio absoluto sobre este
acto y. No lo manda sencillamente, sino con gran energía. Jesús les
dirigió con fuerza estas palabras: "cuidad que nadie lo sepa. Pero
ellos salieron de allí y lo publicaron por todo el país".
San Jerónimo
Les mandó el Señor el silencio por amor a
la humildad y para evitar todo brillo y vanidad. Pero ellos
agradecidos no pudieron dejar en el silencio tan grande beneficio.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 32,1
No está en oposición con esto lo que se
dice en otro lugar: "Ve y anuncia la gloria de Dios" (
Lc 8,39). El nos enseña que lo que debemos
impedir, es el que nos alaben a nosotros, a causa de nosotros mismos,
pero no debemos impedir, sino antes al contrario, mandar el que todas
las obras tengan por objeto la gloria de Dios y se hagan por El.
San Hilario,
in Matthaeum, 9
O también manda el Señor callar a los
ciegos porque el ministerio de la predicación pertenece a los
Apóstoles.
San Gregorio Magno,
Moralia, 19
Debemos preguntar aquí: ¿en qué consiste
que el mismo Omnipotente (para quien son una misma cosa el querer y el
poder), manda que no se publiquen sus milagros y, sin embargo, son
publicados como a pesar suyo, por los mismos que recibieron la luz? Da
en esto un ejemplo a los discípulos, que quieren seguir sus huellas,
para que oculten ellos sus propias virtudes y dejen, a pesar suyo, a
los demás el que las divulguen, a fin de que se aprovechen todos de
tan buenas obras. Ocúltelas, pues, el deseo y publíquelas la
necesidad: sirva la ocultación para la propia salvación y su
publicación para utilidad ajena.
Remigio
En sentido alegórico, los dos ciegos
representan los dos pueblos, el judío y el gentil; o también las dos
facciones, que se formaron en tiempo de Roboam, del pueblo judío.
Cristo se dirigió a los que de uno y otro pueblo creían en El con el
objeto de iluminarlos en su casa, esto es, en la Iglesia, porque fuera
de la unidad de la Iglesia no puede haber salvación. Y aquellos de
entre los judíos que creyeron en El, fueron los que divulgaron por
toda la tierra la venida del Señor.
Rábano
La casa del príncipe es la sinagoga sujeta
a Moisés y la de Jesús, la Jerusalén celestial. Los dos ciegos siguen
al Señor en su paso por este mundo y de regreso a su casa. Pues muchos
de entre los judíos y gentiles, después de predicado el evangelio por
los Apóstoles, comenzaron a seguirle. Después que subió a los cielos,
entró en su casa, esto es, en su Iglesia y los iluminó allí.
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32-34 |
Después que ellos salieron, presentaron a Jesús un hombre mudo poseído del demonio. Y arrojado éste, habló el mudo: admiráronse las turbas, y decían: "Jamás ha acontecido en Israel una cosa parecida"; mas los fariseos, por el contrario, decían: "arroja al demonio en nombre del príncipe de los demonios". (vv. 32-34)
Remigio
Después de haber dado de un modo
maravilloso la vista a los ciegos, dio la palabra a un mudo y la salud
al que estaba poseído del demonio: en cuyo hecho se muestra Jesús como
Señor de todo poder y autor de todos los medios divinos. Ya lo dijo
Isaías: "Entonces verán los ciegos, oirán los sordos y hablarán los
mudos" ( Is 35,5). Por eso se dice: "Después
de su partida le presentaron un hombre mudo".
San Jerónimo
La palabra griega cophos
( cwfoV ) significa más bien sordo que
mudo, pero es costumbre de la Escritura, tomarla indiferentemente o
por sordo o por mudo.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 32,1
No era mudo de naturaleza, sino por obra
del demonio. De ahí la necesidad que tuvo de que lo llevaran a Jesús y
la imposibilidad en que se encontraba de pedir por sí mismo o de
suplicar a otros que lo hicieran. No tenía voz por habérsela
paralizado el demonio: por esta razón no le exige Jesús la fe y le
cura en seguida, por eso se dice: "y arrojado el demonio habló el
mudo".
San Hilario,
in Matthaeum, 9
En este acontecimiento sigue todo el
procedimiento un orden natural: primero arroja el demonio y después
recobran todas las partes del cuerpo sus funciones.
Sigue: "Y se
admiraron las turbas y dijeron: Jamás aconteció en Israel una cosa
parecida".
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 32,1-2
El pueblo estimaba a Jesús más que a todos
los demás, no sólo porque curaba, sino porque curaba con facilidad y
prontitud todas las enfermedades, aunque fueran incurables. Esto era
lo que más irritaba a los fariseos. Porque no sólo era preferido antes
que todos los que vivían en Israel, sino incluso a todos los nacidos
antes que El en Israel. Por esto los fariseos, movidos por malos
sentimientos, procuraran infamarle, según aquellas palabras: "Mas los
fariseos decían, arroja a los demonios en virtud del príncipe de los
demonios".
Remigio
Los escribas y fariseos negaban, siempre
que podían, los milagros del Señor, e interpretaban de maliciosa
manera los que no podían negar, según aquello: "A causa de tu gran
fuerza, te mentirán tus enemigos" ( Sal
65,3).
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 32,2
¿Se puede decir locura mayor que la que
ellos dijeron? Porque nadie puede formarse la idea de que un demonio
arroje a otro demonio, pues un demonio aplaude siempre y no destruye
nunca lo que otro hace. Y Cristo no sólo arrojaba a los demonios sino
que también limpiaba a los leprosos, resucitaba a los muertos,
perdonaba los pecados, predicaba el reino de Dios y conducía a los
hombres al Padre; cosas todas que ni podía ni quería hacer el demonio.
Rábano
En sentido místico podemos decir, que así
como los dos pueblos, el judío y el gentil, estaban representados por
los dos ciegos, así también todo el género humano, en general, está
representado por el hombre mudo y poseído del demonio.
San Hilario,
in Matthaeum, 9
Podemos ver también en el hombre sordo,
mudo y poseído del demonio, a todo el pueblo gentil (indigno de toda
salvación), rodeado por todas partes de toda clase de males y envuelto
en todos los vicios del cuerpo.
Remigio
Mudo estaba todo el pueblo gentil, porque
no podía abrir su boca para confesar la verdadera fe, ni para alabar a
su Creador y porque adorando a los ídolos mudos, se hizo semejante a
ellos: estaba poseído del demonio porque quedó muerto por su
infidelidad y sujeto al imperio del demonio.
San Hilario,
in Matthaeum, 9
Por el conocimiento de Dios se evita todo
género de locas supersticiones y se encuentra la vista, el oído y la
palabra de salvación.
San Jerónimo
Porque así como los ciegos reciben la luz,
así también se pone expedita la lengua a los mudos, para que hablen y
confiesen a aquel a quien antes negaban. La admiración de las turbas
representa la confesión de las naciones y la calumnia de los fariseos
nos da a conocer la actual infidelidad de los judíos.
San Hilario,
in Matthaeum, 9
A la admiración de las turbas sigue
inmediatamente la siguiente confesión: "Jamás sucedió en Israel una
cosa parecida", en cuyas palabras se demuestra el poder divino, que
salvó a aquel a quien la ley no pudo dar auxilio alguno.
Remigio
En los que presentaron al Señor al mudo a
fin de que le sanara, están representados los Apóstoles y los
predicadores, porque pusieron delante de los ojos misericordiosos de
Dios, al pueblo gentil con el objeto de que le salve.
San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,29
Sólo San Mateo nos refiere los dos hechos
de que se habla aquí: el hecho del ciego y el del mudo poseído del
demonio. Aquellos dos ciegos del que se ocupan los otros evangelistas
son distintos; el acontecimiento, sin embargo, es parecido. En tales
términos es parecido que si San Mateo no hubiera hecho mención de él,
podríamos creer que lo que ahora narra había sido contado por los
otros dos evangelistas. Debemos recordar siempre que hay en el
Evangelio ciertos hechos que se parecen: de manera que (cuando
encontráremos en otros pasajes hechos acompañados de circunstancias
tan particulares y distintas que no pudiéramos concordarlas) debemos
deducir que el hecho no es el mismo sino otro parecido, o ejecutado
del mismo modo.
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35-38 |
Y recorría Jesús todas las ciudades y castillos enseñando en las sinagogas, y predicando el Evangelio del reino, y curando todo género de dolencias y de enfermedades. Y al ver a las muchedumbres, se compadeció de ellas por lo maltratadas y agobiadas de males en que estaban; estaban como las ovejas sin pastor. Entonces dijo a sus discípulos: "Ciertamente la mies es mucha; pero los operarios pocos. Rogad al Señor de la mies, que envíe operarios a su mies". (vv. 35-38)
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 32,2
El Señor quiso refutar con sus acciones la
acusación de los fariseos cuando decían: "En nombre del príncipe de
los demonios, arroja a los demonios", pues el demonio no se venga
haciendo bien a los que le ultrajan, sino haciéndoles daño. Y el Señor
hace lo contrario; puesto que no castiga, ni aun increpa a los que le
afrentan y ultrajan, sino que los colma de beneficios, por eso se
dice: "Y recorría Jesús todas las ciudades y castillos": en cuyo
proceder nos enseña, no a devolver a una acusación otra acusación,
sino a responder con beneficios. Aquel que después de ser acusado,
deja de hacer el bien, da a entender que hace el bien por el aplauso
de los hombres, pero si hiciéremos constantemente el bien a nuestros
semejantes, sean quienes quieran, tendremos una grandísima recompensa.
San Jerónimo
Vemos cómo el Señor predica el Evangelio
indistintamente en las aldeas, en las ciudades y en los pueblos, es
decir, en los grandes y pequeños centros de población. Porque El no
mira el poderío de los nobles sino a la salvación de los creyentes,
así se dice: que enseñaba en la sinagoga, es decir, llenaba la misión
que le había encomendado el Padre y satisfacía su sed de salvar por
medio de su palabra a los infieles.
Glosa
Y enseñaba en la sinagoga el reino de Dios
y por eso dice: "y predica el Evangelio del Reino".
Remigio
Debe entenderse de Dios; porque aunque
habla de las promesas temporales, esto no constituye el Evangelio. De
aquí es, que a la ley no se la llama Evangelio; porque no prometía
bienes celestiales sino temporales, a los que la observaban.
San Jerónimo
Después de predicar y de enseñar curaba
todas las tristezas y enfermedades, con el objeto de persuadir con las
obras a los que no había convencido con la palabra y por esta razón se
dice: "Curaba todo abatimiento y enfermedad"; con razón se dice de El:
nada le es imposible.
Glosa
Llama abatimiento a toda enfermedad
duradera y enfermedad a todo achaque ligero.
Remigio
Debe tenerse presente, que a los que
curaba exteriormente en el cuerpo, los curaba también interiormente en
el alma: cosa que no podía hacer nadie por su propio poder, sino por
consentimiento de Dios.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 32,2
No consiste en esto solamente la bondad de
Cristo, sino que abriendo las entrañas de su misericordia para con
aquel pueblo, les manifiesta la solicitud que tiene para con ellos,
según aquellas palabras: "Y al ver las turbas se compadeció de ellas".
Remigio
Se mostró en esto el Señor como un buen
pastor y no como un pastor contratado. Esta es la razón que tenía para
compadecerse de ellos: "Porque eran atropellados y agobiados de males,
como las ovejas que no tienen pastor". Eran maltratados por los
demonios y por las diversas enfermedades y abatimientos que los
consumían.
Rábano
O también eran maltratados por los
distintos errores que profesaban y estaban agobiados, esto es,
entorpecidos e incapaces de levantarse porque aunque tenían pastores,
era como si no los tuviesen.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 32,2
Esta es la condenación de los príncipes de
los judíos, pues siendo ellos pastores se portaban como lobos, porque
no sólo no corregían al pueblo, sino además le perjudicaban cuanto
podían para utilidad propia, por eso el pueblo decía con admiración:
"Jamás ha sucedido en Israel una cosa parecida" y los fariseos, por el
contrario: "arroja al demonio en nombre del príncipe de los demonios".
Remigio
Desde el momento en que el Hijo de Dios
miró desde el Cielo a la tierra, a fin de escuchar los lamentos de los
que estaban encadenados ( Sal 101), comenzó a
tomar incremento la mucha mies que había; porque si no hubiera puesto
sus ojos en la tierra el autor de la salvación de los hombres, no se
hubieran acercado éstos a la fe, por eso dijo a sus discípulos:
"Ciertamente hay mucha mies; pero los operarios son pocos":
Glosa
La mies son todos aquellos hombres a
quienes pueden segar los predicadores y separar del montón de los
hombres perdidos, como se separan las semillas de la paja, a fin de
colocarlas en los graneros.
San Jerónimo
La mucha mies significa la multitud de
pueblos y los pocos operarios la escasez de maestros.
Remigio
Pequeño era el número de los Apóstoles en
comparación de mies tan extensa. Y el Salvador por esta razón exhorta
a sus predicadores (esto es, a los Apóstoles y a sus discípulos), a
que todos los días pidan se aumente su número, por eso añade: "Rogad,
pues, al Señor de la mies que mande sus operarios a su mies".
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 32,3
Jesús se declara abiertamente Señor de la
mies. Si bien es cierto que manda a los Apóstoles a segar la mies que
ellos no sembraron, no los manda, sin embargo, a segar mieses ajenas,
sino a aquellas cuyas semillas sembró El mismo por medio de los
profetas. Pero no siendo más que doce los Apóstoles, exclamó: "Rogad
al Señor de la mies, que mande operarios a su mies". Y aun cuando El
no aumentó el personal, lo multiplicó, sin embargo, no en cuanto al
número, sino en cuanto al poder que les dio.
Remigio
O también los aumentó cuando designó otros
72, o cuando el Espíritu Santo descendió sobre los creyentes y formó
multitud de predicadores.
San Juan Crisóstomo,
homiliae in Matthaeum, hom. 32,3
El nos manifiesta cuán grande es la
gracia, esto es, la de ser llamado a predicar convenientemente la
palabra de Dios, diciéndonos que a este fin debemos dirigir nuestras
súplicas. Nos hace mención en este pasaje de las palabras de Juan
sobre el arca, el bieldo, la paja y el grano.
San Hilario,
in Matthaeum, 10
Una vez concedida en sentido místico la
salud a las naciones, todas las ciudades y castillos quedan iluminados
por el poder y presencia de Cristo y limpios de todas las enfermedades
dependientes de su antigua postración. Tuvo el Señor compasión del
pueblo atormentado por la violencia del espíritu inmundo y agobiado
por el peso de la Ley, porque aun no tenía pastor que le volviera a la
vigilancia del Espíritu Santo. El fruto de esta gracia era muy
abundante y su abundancia supera a las necesidades de todos los que lo
desean, porque por grande que sea la cantidad que cada uno tome, es
aun mucha la que queda para dar y como hay necesidad de gran número de
operarios que lo distribuyan, nos manda que pidamos al Señor de la
mies que nos envíe gran número de distribuidores de este don del
Espíritu Santo, porque mediante la oración nos concede el Señor esta
gracia.
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