CATENA AUREA - SANTO TOMÁS DE AQUINO |
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11-13 - 14 - 15 - 16-17 - 18 - 19-23 - 24-28 - 29-31 | |
32-34 - 35-36 - 37-40 - 41-42 - 43-46 - 47-51 | |
Glosa
El profeta Isaías, inspirado por la
sublimidad de la visión divina, dijo: He visto al Señor sentado sobre
un solio elevado y excelso; y la casa estaba llena de su majestad, y
lo que estaba debajo de él llenaba el templo.
San Jerónimo
Conocemos con más claridad en el Evangelio
de San Juan, quién es éste que ve y dice: "Esto dice Isaías, cuando
vio la gloria de Dios, y habló de El": no hay duda alguna de que se
refiere a Jesucristo.
Glosa
De estas palabras se deduce la materia de
este Evangelio, que escribió San Juan. Y como los Evangelistas San
Mateo y San Lucas refirieron la Natividad del Salvador según la carne,
San Juan pasó esto en silencio, y empezó su narración por su
divinidad; cuya parte sin duda alguna le había sido reservada como
mejor por el Espíritu Santo.
Alcuino
Como el Evangelio sobrepase a todas las
páginas de la Sagrada Escritura (porque dice que se ha cumplido cuanto
habían anunciado la Ley y los Profetas), San Juan se distingue entre
los mismos escritores de los Evangelios por la profundidad con que
trata los divinos misterios, el cual, por espacio de 65 años después
de la Ascensión del Señor, predicó la palabra de Dios sin escribir
nada hasta los últimos tiempos de Dominiciano; pero después que éste
murió, habiendo vuelto a Efeso (por habérselo permitido Nerva), a
petición de los obispos de Asia, escribió acerca de la divinidad
coeterna de Jesucristo con el Padre, en contra de los herejes que
decían que Jesucristo no había existido antes que María. Por lo que
con razón es comparado en la representación de los cuatro seres a un
águila volando, que sube más alto que todas las demás aves, y mira
frente a frente al sol sin que se deslumbren sus ojos.
San Agustín
Traspasa todas las esferas del aire, todas
las alturas de las estrellas y todos los coros y las legiones de los
ángeles. Y si no traspasase todo lo que ha sido creado, no hubiese
podido llegar hasta Aquél por quien todas las cosas han sido hechas.
San Agustín
De esto se desprende (si fijamos en ello
la atención) que los tres Evangelistas refirieron los hechos
temporales y las palabras del Señor, que pueden contribuir en gran
manera a reformar nuestras costumbres en esta vida, tratando apenas
más que de la virtud activa, en tanto que San Juan se ocupa mucho
menos de los hechos del Salvador, y escribe con cuidado y
escrupulosidad lo que dijo (especialmente lo que se refiere a la
unidad de la Trinidad y a la felicidad de la vida eterna), y fijando
su atención y su predicación en recomendar la virtud contemplativa. De
aquí que los tres seres que representan a los otros tres Evangelistas
(o sea el león, el hombre y el toro), andan por la tierra, porque
estos tres Evangelistas se ocupan especialmente de lo que hizo
Jesucristo en carne mortal, y de los preceptos que dio para norma de
la vida moral en cuanto al cuerpo. Pero San Juan se remonta sobre las
nubes de la humana debilidad, como se remonta el águila por los aires,
y ve la luz de la verdad inmutable con los ojos firmísimos y
penetrantes de su alma, y especialmente la divinidad de Jesucristo,
por la que es igual al Padre, cuidando de recomendarla en su Evangelio
cuanto creyó que necesitaban los hombres.
Glosa
Puede, pues, el Evangelista San Juan decir
con Isaías: "He visto al Señor sentado sobre un solio elevado y
excelso", en cuanto pudo ver en su elevación a Jesucristo en la
majestad de la divinidad, cuya naturaleza es en verdad excelsa y
elevada sobre todas las cosas; "Y estaba llena la casa de majestad",
porque refiere el Evangelista que todas las cosas han sido creadas por
El, y que todos los que vienen a este mundo son iluminados por su luz.
Dice también que todo lo que estaba debajo de El llenaba el templo,
porque "El Verbo se hizo carne, y hemos visto su gloria; gloria, como
de Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad" (1,14), y "hemos
recibido todos de su plenitud" (1,16). Así, pues, estas palabras
contienen la materia de este Evangelio, en el que manifiesta San Juan
que el Señor está sentado sobre un trono excelso, demostrando la
divinidad de Jesucristo, y da a conocer que la tierra está llena de su
majestad, cuando dice que todas las cosas han sido hechas por El y
llenas de sus divinas perfecciones, enseñando que lo que hay de
inferior en El (esto es, los misterios de su humanidad) llena el
templo (esto es, la Iglesia), cuando promete a los fieles la gracia y
la gloria en los sacramentos de la humanidad de Jesucristo.
San Crisóstomo
Cuando un hombre tan ignorante dice tales
cosas, que ninguno de los que han vivido sobre la tierra conoció
jamás, es preciso atribuirlo a un gran milagro, y sobre todo si se
admite como prueba de que fue Dios quien le inspiró el que todos los
hombres hayan comprendido en todo tiempo lo que él dijo, y se hayan
persuadido de su verdad. ¿Quién, pues, no se admirará de la virtud que
habita en él?
Orígenes
Juan quiere decir gracia de Dios, o en
quien está la gracia o a quien se ha concedido. ¿A quién de los
teólogos se ha concedido en algún tiempo penetrar los misterios
escondidos del sumo bien, y hacer que los comprenda así la humana
inteligencia?
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01 |
En el principio era el
Verbo. Y el Verbo era con Dios. Y el Verbo era Dios. (v. 1)
San Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 3
Mientras los demás evangelistas empiezan
por la Encarnación, San Juan, yendo más allá de la concepción, del
nacimiento, de la educación y del desarrollo de Jesús, nos habla de su
eterna generación, diciendo: "En el principio era el Verbo".
San Agustín, Lib 83 quaest., qu 63
La palabra griega logos
( logoV ) significa razón y verbo; pero en
este caso más bien quiere decir Verbo, para que se entienda no sólo la
relación con el Padre, sino la fuerza operativa respecto de todas las
cosas que fueron hechas por el Verbo. La razón, aun cuando nada se
hace por ella, se llama razón acertadamente
1.
San Agustín,
in Ioannem, tract.1
Sucede que, con el uso diario, las
palabras, porque suenan y pasan, se nos han hecho viles. Pero hay
también en el hombre la palabra que permanece en el interior, cada vez
que el sonido sale de la boca. Por tanto, la palabra es lo que se
extiende por medio del sonido y no el mismo sonido.
San Agustín,
De Trin., 15, 10 et 11
Todos podemos comprender la palabra, no
sólo antes que suene, sino también antes que sus imágenes se agiten en
nuestro pensamiento. Aquí se puede ver ya, como en espejo y enigma,
alguna semejanza del Verbo, de quien se ha dicho: "En el principio era
el Verbo". Es necesario, pues, que cuando hablemos lo que sabemos,
nazca la palabra del mismo conocimiento que tenemos en la memoria;
porque la palabra debe ser, absolutamente, de la misma naturaleza que
el conocimiento de donde nace. El pensamiento formado de la cosa que
ya conocemos, es la palabra que aprendemos en nuestro interior; lo
cual no es griego, ni latín, ni lengua alguna. Pero cuando hemos de
comunicar a otros esta palabra interior, tenemos necesidad de algún
signo que la exprese.
Allí mismo,
cap. 11
Por tanto, la palabra que suena en el
exterior no es otra cosa que una señal de la palabra que se encuentra
en el interior, a la que corresponde más propiamente el nombre de
palabra. Porque aquello que se pronuncia con los labios es el sonido
del palabra, que no se llama palabra sino a causa de aquella palabra
interior a la cual representa en el exterior.
San Basilio,
hom super haec verba
Mas este Verbo no es el humano; porque
¿cómo podía existir en el principio el verbo humano, cuando el hombre
ocupa el último lugar en la generación? Así, pues, el verbo humano no
existía en el principio, ni el de los ángeles; porque toda criatura
está dentro de los términos de los siglos, tomando del Creador el
principio de su ser
2.
Oigamos, pues, el Evangelio de un modo conveniente: llamó Verbo al
mismo Unigénito.
Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 1
Si alguno dijere que se nos habla ahora
del Hijo sin hacer mención del Padre, diremos que el Padre era
conocido de todos, si no como Padre, como Dios. Pero el Unigénito era
desconocido; por tanto, quiso con razón darle a conocer desde luego a
los que le desconocían. Pero ni aun por esto puede decirse que se
guarda silencio respecto del Padre cuando se trata del Hijo. Por esto
le llamó Verbo, porque había de enseñar que el Verbo era el Hijo
Unigénito de Dios, y para que no se crea que su generación había sido
acompañada de sufrimientos, previene esta duda por el nombre del
Verbo, manifestando que el Hijo procede de Dios de una manera
impasible. La segunda razón de esto es que debía anunciarnos todas las
cosas que conciernen al Padre, por lo cual no le llamó sencillamente
Verbo, sino añadió el artículo el,
distinguiéndole de los demás. Es costumbre en la Escritura llamar
palabra a las leyes y preceptos de Dios, pero esta Palabra es cierta
sustancia, una hipóstasis, un ente que procede del Padre mismo
impasiblemente.
San Basilio,
ut sup
¿Y por qué se le llama Verbo? Porque ha
nacido impasiblemente; porque es imagen del que le ha engendrado,
demostrándolo todo en sí mismo, no sacando nada, mas existiendo
perfecto en sí mismo.
San Agustín,
De Trin., 15, 13
Así como nuestro conocimiento se
diferencia del conocimiento de Dios, así nuestra palabra, que procede
de nuestro conocimiento, se diferencia de la de Dios, que ha nacido de
la esencia del Padre. Lo mismo podría decirse si se tratara de la
ciencia del Padre, de la sabiduría del Padre o, lo que es más
expresivo, del Padre ciencia, del Padre sabiduría
3.
San Agustín,
De Trin., 15, 14
Por tanto, el Verbo de Dios, Hijo
Unigénito del Padre, es en todo semejante e igual al Padre; es lo
mismo que el Padre, pero no es el Padre, porque Este es el Hijo y
Aquél el Padre. Y por esto conoce todas las cosas que conoce el Padre;
y si le es propio conocer al Padre, ¿no conocerá lo que es? El conocer
y el ser son ahí una misma cosa. Por esta razón, así como no es propio
del Padre proceder del Hijo, tampoco su conocimiento procede del Hijo.
Por eso, como pronunciándose a sí mismo, el Padre engendró al Verbo
igual en todo a sí, y no se hubiera pronunciado a sí mismo de una
manera completa y perfecta si hubiera algo mayor o menor en su Verbo
de lo que hay en El. Pero aunque sea nuestro verbo interior de alguna
manera semejante a Aquél, no cesemos de observar cuán diferente es a
la vez.
San Agustín,
De Trin., 15, 15
¿Qué es esto formable, aún no formado,
sino algo de nuestra mente que nosotros con antojo voluble lanzamos de
aquí para allá cuando pensamos ahora en una cosa y después en otra,
según la descubrimos o nos sale al encuentro? Y se hace verbo
verdadero cuando aquello que dije que nos lanzaba con movimiento
incesante toma contacto con lo que nosotros conocemos y al tomar una
semejanza perfecta se forma. ¿Quién no ve aquí la gran diferencia que
hay de aquel verbo con el de Dios, que es forma de Dios y antes de su
formación no es formable, pues no puede ser nunca informe, sino que es
la forma sencilla e igual a Aquél de quien nace? Por lo que se dicen
aquellas palabras: "el Verbo de Dios".
San Agustín,
De Trin., 15, 16
Por lo cual, para que en Dios no se crea
que existe algo voluble, como si siendo verbo pudiera recibir y volver
a tomar una forma que presto pudiera perder y sufrir evolución en su
carencia de forma, aquel Verbo divino no se llama pensamiento de Dios
4.
San Agustín,
De verb. Dom., serm. 38
Es el Verbo de Dios cierta forma no
formada, la forma de todas las formas; forma inmutable, sin pérdida,
sin defectos, sin tiempo, sin lugar, superando todas las cosas,
existiendo en todas, siendo la base en que todo descansa y el remate
que está sobre todo.
San Basilio,
ut sup
Sin embargo, tiene nuestro verbo,
exteriormente, cierta semejanza del divino Verbo. Porque nuestro verbo
manifiesta todo lo que concibe nuestra inteligencia; de modo que, lo
que concebimos en nuestra inteligencia, lo expresamos por medio de la
palabra. Y en verdad que nuestro corazón es una especie de fuente, y
la palabra que pronunciamos es semejante a un riachuelo que procede de
ella.
San Crisóstomo,
ut sup
Véase también cuánta prudencia hay en el
espíritu del Evangelista: sabían los hombres lo que es más antiguo y
lo que había antes de todas las cosas, honrando y poniendo a Dios
sobre todo. Por esto expresa antes de todo el principio, y dice: "En
el principio era el Verbo".
Orígenes,
in Ioannem, hom. 1
Esta palabra, principio,
quiere decir diversas cosas. Quiere decir principio como el comienzo
de un viaje o de una longitud: "El principio del buen camino, es la
prueba de los justos" ( Prov 16,5). Significa
también el comienzo de una generación, según aquellas palabras de Job:
"Este es el principio de la creatura de Dios" ( Job
40,14). Así pues, sin exageración se puede decir que Dios es el
principio de todas las cosas. Es principio también la materia
preexistente, para aquéllos que creen que es ingénita. También se dice
principio según la especie, así como Jesucristo es el principio de
aquéllos que han sido formados a imagen de Dios. Igualmente es
principio de disciplina, según aquello: "Cuando deberíais ser maestros
por el tiempo transcurrido, otra vez necesitáis ser enseñados en lo
que constituye el fundamento del principio de las palabras de Dios" (
Heb 5,12). El principio, pues, es de dos
maneras: según su naturaleza y según su relación con nosotros; de modo
que se puede decir Jesucristo es por naturaleza el principio de la
sabiduría (en cuanto es la Sabiduría y la Palabra de Dios), y es el
principio con relación a nosotros en cuanto a que el Verbo se ha hecho
carne ( Jn 1,14). Por tanto, con todas estas
significaciones de la palabra principio, se puede comprender que se
llama principio a aquello por lo cual se dice de algo que es agente;
porque el autor de todo es Cristo, como principio, según lo que es
Sabiduría; es el Verbo en el principio, como en la sabiduría. Es
infinito el número de bienes que se dicen del Salvador. Y así como la
vida está en el Verbo, el Verbo estaba en el principio (esto es, en la
sabiduría). Consideremos, pues, si es posible que tomemos la palabra
principio en el sentido de que se hagan todas
las cosas según la sabiduría y los ejemplos que en ella existen. O
bien, si el Padre es el principio del Hijo y el principio de todas las
criaturas y de todos los seres; según aquellas palabras: "En el
principio era el Verbo", por las que es preciso entender que el Verbo
Hijo era en el principio, esto es, en el Padre.
San Agustín,
De Trin., 6, 2
Se dice en el principio, como si se dijera
"antes de todas las cosas".
San Basilio,
ut sup
El Espíritu Santo previó que había de
haber algunos envidiosos y detractores de la gloria de Jesucristo, que
proferirían sofismas para engañar a los que los oyesen, diciendo que
si fue engendrado no era, y que no existía antes de ser engendrado. Y
para que no pudiesen hacer alarde de ello, el Espíritu Santo dice: "En
el principio era el Verbo".
San Hilario,
De Trin., 1, 2
Pasan los tiempos, se suceden los siglos,
desaparecen las edades; imaginad el principio que queráis, y si no
pensáis en el tiempo, comprenderéis el asunto de que se trata.
Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 1
Así como el que está en un buque cerca de
la orilla, ve las ciudades y los puertos, y cuando llega a alta mar
los pierde de vista aun cuando trate de fijarla en ellos, así el
Evangelista, remontándonos más allá de donde principia toda criatura,
nos deja como mirando al vacío, sin fijar límite alguno a las alturas
a que nos eleva, o en que podamos fijarnos; esto es, pues, lo que
significa en el principio era lo infinito del tiempo y del ser.
San Agustín,
De verb. Dom., serm. 38
Pero dicen algunos: si es Hijo, ha nacido.
Y en verdad que es así. Añaden después: si el Hijo ha nacido del
Padre, el Padre es anterior al nacimiento del Hijo. La fe rechaza
esto. Pero, dicen, explicadnos cómo ha podido el Hijo nacer del Padre
para ser coetáneo de aquél de quien ha nacido; porque el hijo nace
después del padre, y debe, por tanto, ser sucesor suyo. Para esto
aducen el ejemplo de lo que sucede entre las creaturas; y nosotros
debemos tratar de encontrar la semejanza con aquello que afirmamos.
¿Pero cómo podremos encontrar en la creatura lo coeterno, cuando nada
eterno encontramos en ella? Si en el mundo pudieran encontrarse dos
cosas coetáneas, una que engendra y una engendrada, entonces
entenderíamos lo coeterno. La sabiduría es llamada en las Escrituras
el brillo de la luz eterna, la imagen del Padre. Y de aquí podemos
tomar la comparación para que encontremos lo que se entiende por
coetáneo, y de ello desprendamos lo que se entiende por coeterno.
Nadie ignora que la luz nace del fuego; digamos, pues, que el fuego es
el padre de aquella luz. Y bien, en el momento que encendemos una
antorcha, brota la luz al mismo tiempo que el fuego. Dadnos este fuego
sin luz, y creeremos que el Padre pudo existir sin el Hijo. La imagen
existe en el espejo, y existe en cuanto que una persona se mira en él;
pero ésta ya existía antes que se acercase al espejo. Supongamos que
crece alguna cosa sobre el agua, como un matorral o una yerba; ¿no
nace con su propia imagen? Por tanto, estará siempre la imagen de la
yerba mientras ésta subsista allí. En virtud de esto, lo que procede
de otro ser ha nacido de él; se puede ser siempre generador, y estar
siempre con aquél que ha nacido de sí. Pero se dirá: yo entiendo que
el Padre es eterno, y que el Hijo es coeterno; pero como la luz que
brilla menos que el fuego de donde nace, y como la imagen del matorral
que es menos clara que el matorral mismo. No; es necesaria una
igualdad absoluta. Yo no creo, se dirá, porque no hay semejanza que
satisfaga. Acaso encontremos en las criaturas una razón para
comprender que el Hijo es coeterno con el Padre, y no menos que El;
pero no podemos encontrarla en un solo género de semejanzas. Por
tanto, reunamos dos géneros diferentes: uno de donde ellos toman la
semejanza, y otro de donde nosotros la damos. La que ellos presentan
la toman de que el ser que engendra a otro, le precede en el tiempo,
como sucede en el hombre que nace de otro hombre, siendo los dos de la
misma sustancia. Admitimos, pues, en este orden de nacimiento la
igualdad de naturaleza; pero falta la de tiempo. En el orden de
semejanzas que hemos sentado acerca de la luz del fuego y de la imagen
del matorral, no encontráis la igualdad de naturaleza, y sí la
igualdad del tiempo. Y bien; todo lo que allí se encuentra respecto de
cada parte y de cada cosa, lo encuentro, no como en las criaturas,
sino como en el Creador.
Actas del Concilio de
Efeso
Por esto, pues, tan pronto se le llama
Hijo del Padre, como Verbo, como luz en la Sagrada Escritura, para que
se comprenda que cada uno de estos nombres con que designa a Cristo,
son contra la blasfemia. Porque como tu hijo es de tu misma
naturaleza, queriendo manifestar que el Padre y el Hijo tienen una
misma sustancia, le llama Hijo Unigénito del Padre. Además, como el
nacimiento y el Hijo nos manifiestan los sufrimientos que acompañan o
se mezclan en la generación, le llama también Verbo, demostrando con
este nombre la impasibilidad de su nacimiento. Pero como todo padre,
entre los hombres, es indudablemente de más edad que el hijo, para que
no se entienda así de la naturaleza divina, llama luz al Unigénito del
Padre; porque la luz nace del sol, y no se concibe que sea posterior a
él. Por tanto, la luz demuestra que el Hijo coexiste siempre con el
Padre, y el Verbo la impasibilidad de su nacimiento, así como el
nombre de Hijo indica la consustancialidad con el Padre.
Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 2
Pero se dice que el ser en el principio no
indica simplemente la eternidad, porque así se dice también del cielo
y de la tierra. Dice el Génesis: "En el principio hizo Dios el cielo y
la tierra" ( Gén 1,1); mas ¿en qué se
parecen, "era" e "hizo"? Así como la palabra "es", cuando se trata del
hombre se refiere a la vida presente, y a la eternidad cuando se trata
de Dios, así la palabra "era", cuando se habla de nuestra naturaleza
significa el tiempo pasado, y la eternidad cuando se habla de Dios.
Orígenes,
hom. 2., in div. loc
El verbo ser tiene dos significaciones;
unas veces expresa movimientos temporales, según la analogía de otros
verbos, y otras la sustancia de una cosa sin sucesión ninguna de
tiempo; por cuya razón se le llama sustantivo.
San Hilario,
De Trin., l. 2
Observa el mundo y mira lo que está
escrito acerca de él: "En el principio hizo Dios el cielo y la tierra"
( Gén 1,1). En un principio es hecho aquello
que es creado, e incluye a lo largo del tiempo lo que en el principio
es incluido para que sea creado. Pero el pescador iletrado, sin
ciencia
5, está
libre del tiempo, ha sido liberado de los siglos, ha vencido todo
principio: en efecto, el Verbo de Dios era lo que es, y no es
encerrado en tiempo alguno para empezar a ser lo que había sido
incluido en un principio, pues existía desde el principio.
Alcuino
Contra aquellos que decían que Jesucristo
no ha existido siempre por su nacimiento temporal, empieza el
Evangelista diciendo de la eternidad del Verbo: "En el principio era
el Verbo".
San Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 2
Como es principalmente propio de Dios el
ser eterno y sin principio, dijo esto al comenzar. Y después, para que
oyendo que "en el principio era el Verbo", no se dedujese que el Verbo
era ingénito, dice en seguida para combatir este error: "Y el Verbo
era con Dios".
San Hilario,
De Trin., l. 2
Existe con Dios sin principio; pero el que
carece de tiempo no carece de autor.
San Basilio, hom. 1 super haec. verb
Dice también esto por los que blasfeman
diciendo que no existía. ¿Pero en dónde estaba el Verbo? No en un
lugar, porque no cabe en un lugar que tenga límite. ¿Pero en dónde
estaba? Con Dios; ni el Padre puede estar en un lugar, ni el Hijo se
contiene en circunscripción ninguna.
Orígenes,
in Ioannem, hom. 2
También es conveniente observar que el
verbo fue hecho en algunos, como en Oseas, Isaías o Jeremías; pero no
fue hecho en Dios, porque el no ser no se encuentra en él, y por esto
se dice a continuación que el "Verbo estaba con Dios", porque ni desde
el principio ha estado el Hijo separado del Padre.
Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 3
No dijo estaba en Dios, sino con Dios;
manifestándonos que poseía la eternidad como persona.
Teofilacto
Me parece que Sabelio fue rechazado por
estas palabras; él decía que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo,
eran una sola persona; que unas veces aparecía como Padre, otras como
Hijo y otras como Espíritu Santo. Pero le contradicen evidentemente
estas palabras: "Y el Verbo estaba con Dios"; porque aquí el
Evangelista declara que uno es el Hijo, y otro el Padre, que aquí
designa con el nombre de Dios.
San Hilario,
De Trin., 1, 2
Dirás: el Verbo es el sonido de la voz, la
enunciación de los asuntos y la expresión de los pensamientos. Este es
el Verbo que en el principio estaba con Dios, porque la palabra de un
pensamiento es eterna cuando el que piensa es eterno. Pero ¿cómo
existía en el principio lo que no existió antes ni después del tiempo?
Y yo ignoro si puede existir en el tiempo. La palabra de los que
hablan, ni existe antes de que hablen, ni después de que han hablado,
y cuando llega el fin de esa palabra no existe ya el principio de ella
6. Pero
si como oyente inexperto habías dejado pasar la primera afirmación:
"En el principio era el Verbo", ¿qué es lo que buscas en lo que sigue:
"Y el Verbo estaba con Dios?" ¿Acaso escuchaste ' en
Dios' (y no con Dios) y habías entendido la
expresión de un pensamiento oculto? ¿O crees que confundió San Juan la
diferencia que hay entre 'estar en ' y 'estar
con '? Así se dice que lo que existía en el
principio, no existía en otro, sino con otro. Por lo tanto veamos el
estado y el nombre del Verbo. Dice, pues: "Y el Verbo era Dios".
Termina el sonido de la voz, y la enunciación del pensamiento; pero
este Verbo es un ser, y no un sonido; una naturaleza, y no una
palabra; un Dios, y no una nada.
San Hilario,
De Trin., 1, 7
Es un simple nombre, y carece de tropiezo
alguno; se dijo a Moisés: "Te he constituido como el dios de Faraón" (
Ex 7,1). Pero ¿no se añadió la causa de este
nombre, cuando se dijo a Faraón? Porque había sido dado Moisés como
dios de Faraón, para ser temido, rogado y para que le castigase
7. Y
una cosa es ser dado como dios, y otra es ser Dios. También me acuerdo
de otra sentencia que se encuentra en el Salmo: "Yo dije, sois dioses"
( Sal 81,6); pero aquí debe entenderse que es
un nombre que se les concede. Y las palabras "Yo dije", expresan más
bien la palabra del que habla que el nombre de la cosa. Pero cuando
dice: "Y el Verbo era Dios", no oigo sólo que se dice el Verbo, sino
entiendo que se demuestra que es Dios.
San Basilio,
ut sup
Así, pues, para hacer imposible la
blasfemia y la duda de los que preguntan ¿Qué es el Verbo? responde:
"Y el Verbo era Dios".
Teofilacto
De otro modo, después de decir que el
Verbo estaba con Dios, claro es que eran dos personas, aun cuando
existiese una misma naturaleza en ellas. Por esto dice: "Y el Verbo
era Dios", para demostrar que así como es una misma naturaleza la del
Padre y la del Hijo, así también es una misma divinidad.
Orígenes
También debe añadirse que cuando el verbo
es hecho en los profetas, los ilumina con la luz de la sabiduría. Mas
el Verbo está con Dios, obteniendo de El el ser Dios; por lo que antes
de "el Verbo era Dios", dijo: "El Verbo estaba con Dios".
San Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 3
Y no como Platón, que dice que es una
inteligencia cualquiera, o ya el alma verdadera del mundo; porque esto
dista mucho de la naturaleza divina. Pero se dice: el Padre es llamado
Dios con la adición del artículo ("el"); pero el Hijo, sin artículo.
¿Qué es lo que dice, pues, el Apóstol, " del
gran Dios y Salvador nuestro Jesucristo" ( Tit
2,13)? Y en otro lugar: "Quien es Dios sobre todas las cosas" (
Rom 9,5). Y escribiendo a los Romanos dice:
"La gracia y la paz os han venido de Dios nuestro Padre" (
Rom 1,7), sin añadir el artículo
8. Pero
era superfluo ponerle aquí, después de haberlo añadido constantemente
más arriba. Así que aun cuando el artículo no haya sido añadido a la
palabra Hijo, no por eso el Hijo es menos que Dios Padre.
Notas
1. Se
expresa aquí la analogía agustiniana entre las relaciones al interior
de la Trinidad: Padre, Hijo, Espíritu Santo; y las relaciones entre
los elementos básicos de su antropología: alma, conocimiento (verbo
interior), amor. A ello se añade la palabra o verbo exterior. Aunque
distintos, conocimiento y amor se implican mutuamente. En este caso la
razón designa más al conocimiento que obtiene una expresión de algo,
mientras que el verbo a la fuerza que lleva a realizarlo.
2. El
verbo humano no existía en el principio desde el momento que no
existía el ser humano. Se alude aquí a la narración de la creación de
Gén 1, cuando se afirma que ocupó el último
lugar en el proceso de la creación que allí se describe.
3. La
ciencia divina todo lo conoce, y es al mismo tiempo sabiduría, en
tanto que según ese conocimiento Dios crea, ordena y dirige el
universo. Esta nota brota de la esencia de Dios y se añade a ella. Es
por ello que se habla de "Padre ciencia" o "Padre sabiduría".
4. Se
habla aquí, en términos agustinianos, del modo de conocer del ser
humano, para referirse análogamente a Dios. La analogía se da entre
las relaciones al interior de la Trinidad: Padre, Hijo, Espíritu
Santo; y las relaciones entre los elementos básicos de su
antropología: alma, conocimiento (verbo interior), amor. A ello se
añade la palabra o verbo exterior. El conocimiento humano se da al
encontrarse el conocimiento con un objeto, lo que da lugar al verbo
interior, el mismo que se forma por la reactualización de la idea
innata correspondiente y "ya sabida".
Mientras en el ser humano el conocimiento o verbo se forma al contacto con el objeto conocido y no antes, en Dios no sucede igual: el Verbo no se forma sino que preexiste a cualquier contacto. Además no se hace analogía del pensamiento humano con la realidad de Dios en tanto que el pensamiento o formación del verbo interior es voluble, mientras que el Verbo es estable y eterno.
5. Se
refiere al evangelista San Juan, quien ha recibido de Dios el
conocimiento de esta doctrina y ha trascendido todo principio al decir
"En el principio era el Verbo".
6. San
Agustín anota la insuficiencia de la analogía entre la palabra que
pronuncia el ser humano, y la Palabra del Padre, el Verbo, que El
mismo no es voz sino ser.
7.
Aparece aquí la perspectiva del Dios castigador. La fe de la Iglesia
enseña que Dios es Ser y Amor, y que se acerca a nosotros con un amor
misericordioso que supone la justicia y va más allá de ella.
8. Las
dos primeras citas, referidas al Hijo, llevan en griego artículo, y no
así la última, referida al Padre, contradiciéndose así la opinión
mencionada acerca de la presencia del artículo para distinguir entre
el Padre y el Hijo como Dios.
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02 |
Este era en el principio
con Dios. (v. 2)
San Hilario,
De Trin., 1, 2
Las palabras del Evangelista "Y el Verbo
era Dios", me hacen temblar por lo inesperadas, puesto que los
profetas anunciaron que Dios era uno solo; pero para que mi temor no
pueda pasar más allá, se me presenta el pescador resolviendo tan gran
misterio, y refiere a uno solo todas las cosas sin ofensa, sin
supresión y sin tiempo, diciendo: "Este era en el principio con Dios",
cerca de Dios no engendrado, de quien es proclamado Unigénito Hijo.
Teofilacto
Para que una sospecha diabólica no
inquietase a algunos sobre si el Verbo, siendo Dios, se levantaba en
contra del Padre (como dicen las fábulas de los gentiles), y que
separado del Padre fuese contrario al Padre, dice el Evangelista:
"Este era en el principio con Dios". Como diciendo, este Verbo de Dios
nunca ha existido separado de Dios.
Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 3
Y para que al oír "En el principio era el
Verbo" siendo eterno, no se crea que la vida del Padre fue anterior en
algún espacio de tiempo a la del Hijo, añadió: "Este era en el
principio con Dios", porque nunca estuvo separado de El, sino que Dios
siempre estuvo con Dios. Y más adelante, para que las palabras "El
Verbo era Dios" no hagan creer que era menor la divinidad del Hijo,
añade en seguida la eternidad como atributo de la divinidad, cuando
dice: "Este era en el principio con Dios". Y lo que ha hecho, cuando
añade: "Todas las cosas fueron hechas por El".
Orígenes,
ut sup
Después de enunciar el Evangelista estas
tres proposiciones, las reúne en una, diciendo: "Este era en el
principio con Dios". En la primera proposición hemos conocido en quién
era el Verbo, porque era en el principio; en la segunda, con quién,
porque era y estaba con Dios, y en la tercera, que era el Verbo,
porque era Dios. Como dando a conocer que el Verbo de quien se trata
era Dios, porque dijo, reuniéndolo todo en la cuarta proposición: "En
el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios y Dios era el
Verbo", dice: "Este era en el principio con Dios". Si se pregunta,
pues, por qué no ha dicho: "En el principio era el Verbo de Dios, y el
Verbo de Dios estaba con Dios, y Dios era el Verbo de Dios"; podemos
responder que, siendo una sola la verdad, una sola también es su
demostración, que es la sabiduría. Pero si es una sola la verdad y una
la sabiduría, también el Verbo, que anuncia la verdad y derrama la
sabiduría sobre los que son susceptibles de ella, será uno solo
también. Y no decimos por esto que no es el Verbo de Dios, sino que
manifestamos la utilidad de la omisión de esta palabra, "de Dios". Y
el mismo San Juan dice en su Apocalipsis: "Que su nombre es el Verbo
de Dios" ( Ap 19,13).
Alcuino
¿Por qué pone el verbo sustantivo "era"?
Para que se comprenda que había precedido a todos los tiempos el Verbo
coeterno con Dios Padre.
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03 |
Todas las cosas fueron
hechas por El. Y nada ha sido hecho sin El. (v. 3)
Alcuino
Después que habló de la naturaleza del
Hijo, habló de su obra, diciendo: "Todas las cosas fueron hechas por
El"; esto es, todo lo que existe, o en sustancia o en cualquier otra
propiedad.
San Hilario,
De Trin., 1, 2
De otro modo, existía el Verbo en el
principio, pero pudo no existir antes del principio. ¿Pero cómo
subsistiría? "Todas las cosas fueron hechas por El". Es infinito Aquél
por quien han sido hechas todas las cosas. Y como todas las cosas han
sido hechas por El, también lo ha sido el tiempo.
Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 4
Moisés, empezando la escritura del Antiguo
Testamento, nos habla de las cosas sensibles, y enumera éstas con
profusión; dice, pues: "En el principio hizo Dios el cielo y la
tierra" ( Gén 1,1). Y nos manifiesta a
continuación que se hizo la luz, y el firmamento, toda clase de astros
y todo género de animales. Pero el Evangelista, abreviando, comprende
todo esto en una sola palabra, como ya conocido por los oyentes,
elevándose a cosas más altas y tratando en su libro, no de las
criaturas, sino de su Creador.
San Agustín,
super Genesim 1, 2
Y cuando dice: "Que todas las cosas fueron
hechas por El", manifiesta evidentemente que la luz fue hecha por El,
cuando dijo Dios: "Hágase la luz" ( Gén 1,3),
y del mismo modo en las demás creaciones. Si es, pues, así, es eterno
lo que dice Dios: "Hágase la luz"; porque el Verbo de Dios es Dios con
Dios y coeterno con el Padre, aun cuando la criatura haya sido hecha
temporal. Porque aunque indican tiempo las palabras "cuando" y "alguna
vez", sin embargo es eterno en el Verbo de Dios lo que debe ser hecho,
y se hace cuando debe ser hecho lo que existe en aquel Verbo, en el
cual no hay "cuando" ni "alguna vez", porque todo aquel Verbo es
eterno.
San Agustín,
in Ioannem, tract.1
¿Y cómo puede suceder que el Verbo de Dios
haya sido hecho, cuando Dios hizo todas las cosas por el Verbo? Y si
el Verbo mismo ha sido hecho, ¿por cuál otro Verbo ha sido creado? Si
dices que existe un verbo del Verbo, por el cual ha sido hecho, yo
digo que éste mismo es el Hijo Unigénito de Dios. Y si no le llamas
Verbo de Dios, concede que entonces el Verbo no ha sido hecho por el
mismo por quien han sido hechas todas las cosas.
San Agustín,
De Trin., 1, 6
Pero si no ha sido hecho, no es criatura.
Y si no es criatura es de la misma sustancia que el Padre, porque toda
sustancia que no es Dios es criatura, y lo que no es criatura es Dios.
Teofilacto
Suelen decir los arrianos que así como por
medio de una sierra se hace una puerta, así se dice que todas las
cosas han sido hechas por el Hijo, no porque sea el creador, sino el
instrumento. Y que de este modo, dicen, ha sido hecho el Hijo, para
que por medio de él fueran hechas todas las cosas. Mas nosotros
únicamente respondemos a estos forjadores de mentiras: si, pues, como
decís, el Padre hubiese creado al Hijo para emplearle como
instrumento, habría que deducir que la dignidad del Hijo sería
inferior a la de las cosas que han sido hechas, como es inferior la
sierra a lo hecho por ella, no existiendo más que para ello. Así si,
según dicen, el Padre creó al Hijo a causa de aquellas cosas que por
El han sido hechas, entonces, si Dios no hubiese creado nada, tampoco
habría producido al Hijo. ¿Qué disparate mayor puede concebirse? Pero
dicen: ¿Por qué no dijo que el Verbo hizo todas las cosas? ¿Por qué
usó de esta preposición? Para que no se creyese que el Hijo era
ingénito y sin principio, y creador de Dios.
Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 4
Pero si te confunde la preposición "por",
y buscas en la Escritura que el mismo Verbo hizo todas las cosas,
veamos lo que dice David: "Señor, en el principio tú creaste la
tierra, y los cielos son obras de tus manos" ( Sal
101,26). Que dijo esto refiriéndose al Unigénito, puede comprenderse
por las palabras del Apóstol, en su carta a los hebreos (
Heb 1,10), cuando les habla del Hijo. Y si se
dice que el profeta se refería con estas palabras al Padre, y que San
Pablo las refirió al Hijo, aparece la misma dificultad. Porque no
hubiera dicho que convenían al Hijo, si no hubiese creído con toda
evidencia que todas las cosas que son de dignidad honran lo mismo al
Padre que al Hijo. Y si además se cree enunciar alguna sujeción por
dicha preposición, ¿por qué San Pablo la pone hablando del Padre?
Dijo: "Fiel es el Señor, por quien hemos sido llamados a unirnos con
su Hijo" ( 1Cor 1,9). Y en otro lugar:
"Pablo, apóstol, por voluntad de Dios" ( 2Cor
1,1).
Orígenes,
ut sup
También erró en esto Valentino, diciendo
que el Verbo fue para el Creador la causa de la creación del mundo.
Pero si la verdad de las cosas es así como él lo entiende, convenía
que se hubiese escrito que el Verbo había hecho todas las cosas por el
Creador, y no al contrario, que lo había hecho todo por el Verbo.
Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 4
Y para que no se crea que cuando dice:
"Todas las cosas fueron hechas por El", se refiere sólo a aquéllas de
que habla Moisés, añade oportunamente: "Y nada ha sido hecho sin El",
ya sea lo visible o ya lo inteligible. O de otro modo, para que por
las palabras "todas las cosas han sido hechas por El", no se entiendan
los signos (esto es, milagros) referidos por los demás evangelistas,
dice: "Y nada ha sido hecho sin El".
San Hilario,
De Trin., l. 2
O bien alguien dirá que la frase "Todas
las cosas fueron hechas por El" es una afirmación sin límite alguno. Y
que está el ingénito, que no ha sido hecho por nadie, y está el mismo
Hijo, que fue engendrado por el que no fue engendrado. Pero el
Evangelista se refiere al Creador y supone que tiene un compañero
cuando dice: "Y nada se hizo sin El". Y cuando nada se ha hecho sin
El, comprendo que no está solo; porque uno es por quien se han hecho
las cosas, y otro aquel sin el cual nada se ha hecho.
Orígenes,
hom 3 in div. loc
De otro modo, y para que no se crea que
hay cosas que se han hecho por el Verbo, y otras que existen por sí
mismas y que no se contienen en el Verbo, dice: "Y nada ha sido hecho
sin El"; esto es, nada se hizo fuera de El, porque El lo abraza todo,
conservándolo todo.
San Agustín,
de quest nov, et vet test. Qu. 97
O cuando dice: "Nada ha sido hecho sin
El", nos enseña que de ningún modo puede suponerse que El ha sido
creado. ¿Cómo puede decirse que Dios ha sido hecho, cuando nada se ha
hecho sin El?
Orígenes,
in Ioannem, tom. 2
Si todas las cosas han sido hechas por el
Verbo, también habrá hecho la malicia y la inclinación al pecado; pero
esto no es verdad. En cuanto al significado, la nada y el no ser son
una misma cosa. Y bien: el Apóstol llama mal a lo que no tiene ser.
Dios, dice, llama a las cosas que no son como a las que son (
Rom 4,17) y se llama nada al mal que ha sido
hecho sin el Verbo.
San Agustín,
in Ioannem, tract.1
En efecto, el pecado no ha sido hecho por
El, y bien sabido es que el pecado es la nada, y que los hombres caen
en ella cuando pecan. Y el ídolo no ha sido hecho por el Verbo. Tiene,
es verdad, cierta forma humana y el mismo hombre ha sido hecho por el
Verbo. Mas la forma del hombre, en el ídolo, no ha sido hecha por el
Verbo, porque está escrito: "Sabemos que el ídolo es nada" (
1Cor 8,4); luego estas cosas no han sido
hechas por el Verbo, sino aquéllas que han sido hechas en la
naturaleza; la naturaleza universal de las cosas, como también todas
las criaturas, desde el ángel hasta el gusanillo.
Orígenes,
ut sup
Valentino excluye de todo lo hecho por el
Verbo, todo lo hecho en los siglos que cree que existieron antes del
Verbo. Pero habla contra la evidencia, porque lo que él cree divino,
está separado de todas las cosas (como él dice) que bajo esta
denominación se destruyen enteramente. Dicen algunos, faltando a la
verdad, que el diablo no ha sido creado por Dios; porque en tanto que
es diablo, no es criatura de Dios. Pero aquél a quien acontece ser
diablo, es criatura de Dios; que es como si dijéramos que el homicida
no era criatura de Dios, siendo así que lo es en cuanto es hombre.
San Agustín,
De natura boni, cap. 25
No deben escucharse los delirios de los
hombres que creen por este pasaje debe entenderse que la nada es algo,
porque la palabra 'nada' aparezca al final de la frase
1. No
comprenden que es lo mismo decir: "sin El nada ha sido hecho", que
"sin El ha sido hecho nada".
Orígenes,
ut sup
Si se interpreta el verbo en el sentido en
que se encuentra en todo hombre, porque fue dado a todos por Aquél que
era en el principio, también sin él no podemos cometer
nada, entendiendo en el sentido más sencillo
la palabra nada. Dice, pues, el Apóstol, "que
el pecado había muerto sin la ley; pero una vez establecida ésta, el
pecado revivió". No puede concebirse el pecado si no existe la ley. Y
no había pecado cuando no existía el Verbo; porque el Señor dice: "Si
yo no hubiese venido y les hubiese hablado, no tendrían pecado" (
Jn 15,22). No tiene excusa el que quiere
excusar la falta que ha cometido, cuando sucede que estando el Verbo
presente y diciendo lo que debe hacerse, no le obedece. Y en esto no
debe acusarse ni culparse al Verbo, como tampoco al maestro cuando no
deja lugar al discípulo para que respecto de sus enseñanzas alegue
ignorancia. Por lo tanto, todas las cosas han sido hechas por el
Verbo, no sólo las naturales, sino también las que proceden de lo
irracional.
Notas
1. Así
en el latín y el griego. Hay un juego de palabras, pues, en estos
idiomas la frase de San Juan puede entenderse tanto "Nada ha sido
hecho sin El" como "La nada ha sido hecha sin El", cuando
evidentemente no es esto último lo que indica el evangelista.
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04 |
Lo que ha sido hecho era
vida en El. Y la vida era la luz de los hombres. (v. 4)
Beda, in Ioannem, in. cap 1
Como el Evangelista había dicho que toda
criatura había sido hecha por el Verbo, para que no se creyese que su
voluntad era mudable (como si de pronto hubiese querido hacer la
criatura, sin haberla hecho nunca ab eterno),
tuvo cuidado de enseñar que la criatura había sido hecha ciertamente
en el tiempo, pero que había sido dispuesto en la eterna sabiduría del
Creador, en qué tiempo y a cuántos había de crear; por esto dice: "Lo
que ha sido hecho era vida en El".
San Agustín, in Ioannem, tract. 1
Puede redactarse también de este modo: "Lo
que ha sido hecho en El", añadiendo después: "Era vida". Luego todo El
es vida, si así lo expresáramos; porque ¿qué hay que no haya sido
hecho en El? El es la sabiduría de Dios. Y se dice en el salmo: "Todas
las cosas las has hecho en la sabiduría". Por tanto, así como todas
las cosas han sido hechas por El, así han sido hechas en El. Si, pues,
lo que se ha hecho en El es vida, la tierra es vida y la piedra es
vida. Pero no se debe entender así, para que la secta de los maniqueos
1 no
nos arguya diciendo que si la piedra tiene vida, también la tiene la
pared, como suelen decirlo en su delirio. Y cuando son reprendidos y
rechazados suponen que lo han sacado de la Escritura, diciendo: ¿por
qué se ha dicho que lo que ha sido hecho en El era vida? Dígase, pues,
así: "Lo que ha sido hecho", y distíngase aquí y después añádase: "Era
vida en El". Fue hecha, pues, la tierra, pero la misma tierra que fue
hecha, no es vida. Pero está en la misma sabiduría de Dios
espiritualmente cierta razón por la cual la tierra ha sido hecha; ésta
es vida. Así como un arca no es vida en cualquier obra, pero es vida
en el arte, porque vive en el alma del artífice, así, pues, la
sabiduría de Dios, por quien han sido hechas todas las cosas,
contiene, según el arte, todas las cosas que se hacen por dicho arte.
Estas no son vida en sí mismas, pero lo son en el Verbo, por quien
todo ha sido hecho.
Orígenes,
hom 2 in div. loc.
Puede también distinguirse de este modo
sin error: "Lo que ha sido hecho en El", y después añadir: "Era vida",
para que el sentido sea éste: "Todas las cosas que han sido hechas por
El y en El, son vida en El y una misma cosa en El", puesto que
existían causalmente (esto es, subsisten en El mismo) antes de existir
realizadas en sí mismas. Pero si se pregunta de qué modo y por qué
causa todas las cosas que han sido hechas por el Verbo subsisten en El
de una manera vital, uniforme y causal, tómense ejemplos de la
naturaleza de las criaturas. Véase de qué modo las causas de todo lo
que se contiene en la esfera de este mundo sensible subsisten uniforme
y juntamente en este sol, que es la mayor de las lumbreras del mundo;
de qué modo la multitud de hierbas y frutos se contiene en sus
respectivas semillas; de qué modo las reglas, muchas en verdad, se
juntan en el arte del artífice y viven en el alma del que las dispone;
de qué modo el número infinito de líneas subsiste como una en un solo
punto, y de esta manera examinemos los varios ejemplos naturales,
desde los cuales, como ayudados por una teoría física, podremos
elevarnos con los ojos del alma hasta los arcanos del Verbo, y en
cuanto es permitido a la inteligencia humana, conocer cómo todas las
cosas que han sido hechas por el Verbo viven y han sido hechas en El.
San Hilario,
De Trin., 1, 2
También puede leerse de este modo. Cuando
dijo "Y nada se hizo sin el mismo", alguno puede decir como
perturbado: luego, hay algo que ha sido hecho por otro y que no ha
sido hecho sin embargo sin El. Y si algo ha sido hecho por otro (aun
cuando no sin El), ya no ha sido hecho todo por El, porque una cosa es
hacer, y otra intervenir en lo que se hace. Pero el Evangelista
refiere que no se ha hecho nada sin El, diciendo: "Lo que ha sido
hecho en El". Por tanto, no se ha hecho sin El lo que en El ha sido
hecho. Y esto que ha sido hecho en El, también ha sido hecho por El;
porque "todas las cosas han sido creadas por El y en El". En El han
sido creadas, porque era engendrado Dios creador. Pero por esta misma
razón nada ha sido hecho sin El de lo hecho en El, porque el Dios
naciente era vida, y el que así era, fue hecho vida antes de haber
nacido. Por tanto, nada sucedía sin El, de entre todas las cosas que
se hacían en El. Porque era vida la que hacía estas cosas, y el Dios
que ha nacido no ha existido después de haber nacido, sino que existía
también cuando nacía.
Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 4
No pongamos punto final donde dice: "Y
nada se hizo sin El", según entienden los herejes
2.
Porque aquéllos, como quieren probar que el Espíritu Santo ha sido
creado, dicen: "Lo que ha sido hecho en El, era vida". Pero esto no
puede entenderse en tal sentido, porque no era aún el momento de
hablar aquí del Espíritu Santo. Pero dejémoslos hablar del Espíritu
Santo, y pasemos por su interpretación, con lo cual veremos el
inconveniente que resulta. Cuando se dice, pues, "Lo que ha sido hecho
en El, era vida", dicen que el Espíritu Santo se llama vida. Pero se
ve luego que esta vida es la luz, porque añade: "Y la vida era la luz
de los hombres", lo que interpretan los herejes diciendo que el
Espíritu Santo es la luz de todos. Lo que llama antes Verbo, aquí,
como consecuencia, le llama Dios, vida y luz. Pero el Verbo se hizo
carne; se habrá, pues, encarnado el Espíritu Santo y no el Hijo. Por
tanto, renunciemos a esta interpretación de la lectura, y hagamos una
lección y exposición conveniente. Después de las palabras: "Todas las
cosas han sido hechas por El, y sin El nada se ha hecho de lo que ha
sido hecho", debe suspenderse el sentido hasta las siguientes: "En El
estaba la vida", como si dijese: "Sin El nada se ha hecho de lo que ha
sido hecho", esto es, de las cosas factibles. Y véase cómo con esta
adición sencilla se corrige todos los inconvenientes que pudieran
ocurrir. Añadiendo a las palabras "sin El nada se ha hecho", estas
otras "de lo que ha sido hecho" comprende a todos los seres
inteligentes, y exceptúa al Espíritu Santo. Porque el Espíritu Santo
no existía en el Verbo como habiendo de ser hecho. Mas estas cosas de
que hemos hablado las dijo San Juan respecto de la condición de las
cosas, e introduce lo siguiente sobre la providencia, diciendo: "En El
estaba la vida". Del mismo modo, pues, que del manantial que engendra
los mares, o de una profundísima fuente no se puede agotar el agua por
mucho que se beba, así, por lo que respecta al Unigénito, todo lo que
se considere hecho por El no le hace menor en nada, porque este nombre
de vida no se refiere aquí solo a la naturaleza de las cosas, sino
también a su cuidado y conservación. Y cuando oímos que en El estaba
la vida, no debemos considerarle compuesto. Porque así como el Padre
tiene la vida en sí mismo, concedió al Hijo que la tuviera (
Jn 5,26), por lo tanto, así como no podemos
decir que el Padre es compuesto, tampoco el Hijo.
Orígenes,
in Ioannem, tom. 3
Conviene tener en cuenta que el Salvador
dice de algunas cosas que no son para sí sino para otros, mientras que
de otras dice que son tanto para sí como para otros. Donde dice: "Lo
que ha sido hecho en el Verbo era vida", debe examinarse si es vida
para sí y para otros, o para otros únicamente. Y si para otros, para
qué otros. La vida es lo mismo que la luz. El es la luz de los
hombres, y así El es la vida de los hombres, de quienes es luz. Y de
este modo cuando se dice vida, puede decirse el Salvador, vida, no de
sí mismo, sino de otros de quienes es también luz. Esta vida existe en
el Verbo de Dios de una manera inseparable, y existe juntamente desde
que ha sido hecha por El. Conviene, pues, que la razón o el verbo
preexista en el alma para purificarla, a fin de que, una vez limpia de
sus pecados, aparezca pura, y se introduzca así, y se engendre la vida
en aquél que se ha hecho susceptible del Verbo de Dios. No se dice que
el Verbo fue hecho en el principio, porque no existía el principio sin
el Verbo de Dios; pero la vida de los hombres no estaba siempre en el
Verbo, sino que esta vida de los hombres fue hecha porque la vida es
la luz de los hombres. Cuando el hombre no existía, tampoco existía la
luz de los hombres que después habían de poder ver. Y por tanto dice:
"Lo que ha sido hecho en el Verbo era vida". Y no "lo que estaba en el
Verbo era vida". Se encuentra otra variante aceptable, que dice: "Lo
que ha sido hecho en El es vida". Si entendemos, pues, que la vida de
los hombres, que está en el Verbo, es Aquél de quien dice San Juan:
"Yo soy la vida" ( Jn 14,6), debemos confesar
que no vive ninguno de los infieles de Cristo, sino que están muertos
todos los que no viven en Dios.
Teofilacto
Había dicho "que en El estaba la vida",
para que no se crea que el Verbo estaba separado de ella. Ahora
manifiesta que es la vida espiritual y la luz de todos los seres
racionales. Por esto añade: "Y la vida era la luz de los hombres".
Como diciendo: Esta luz no es sensible, sino intelectual, e ilumina a
la misma alma.
San Agustín,
in Ioannem, tract. 1
Y por esta misma vida son iluminados los
hombres; los animales no son iluminados, porque no tienen alma
racional que pueda conocer la sabiduría; pero el hombre, porque ha
sido hecho a imagen de Dios, tiene alma racional, por la que es capaz
de sabiduría. Luego aquella vida, por medio de la que han sido hechas
todas las cosas, es luz y es vida, y no de cualquiera de los animales,
sino de los hombres.
Teofilacto
No dijo, por tanto: Es luz únicamente para
los judíos, sino para todos los hombres. Todos los hombres en tanto
recibimos inteligencia y razón del Verbo que nos creó, en cuanto somos
iluminados por El; porque la razón que nos ha sido dada (por la cual
somos racionales) es luz que nos dirige para obrar y para no obrar.
Orígenes,
in Ioannem 3, 1
No debe pasarse en silencio que la vida
precede a la luz de los hombres; no era propio que tuviese luz el que
aún no vivía, y que a la vida precediese la luz. Pensar que "la vida
era la luz de los hombres" significa que Cristo es luz y vida sólo de
los hombres es herético. Lo que se dice de algunos, no se dice
solamente de algunos. Porque está escrito de Dios "que es el Dios de
Abraham, de Isaac y de Jacob"; pero no se dice que sea Dios sólo de
estos solos patriarcas. Y no porque se diga que es luz de los hombres
se excluye que sea luz de otros seres. Hay un intérprete que por las
palabras: "hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza" (
Gén 1,26) supone que todo lo que ha sido
hecho a imagen y semejanza de Dios debe entenderse por el hombre, y
que así la luz de los hombres es la luz de toda criatura racional.
Notas
1. Los
maniqueos afirmaban la coexistencia de dos principios, uno para el
bien y otro para el mal, actuantes en el universo, oponiéndose entre
sí hasta una resolución que es la vuelta al estado primero de todo.
2.
Quienes afirman que el Espíritu Santo ha sido creado como un ser
espiritual subordinado a Dios, a semejanza de los ángeles, son
llamados macedonianos o pneumatómacos.
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05
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Y la luz en las tinieblas
resplandece; mas las tinieblas no la comprendieron. (v. 5)
San Agustín,
in Ioannem, tract.1
Aquella vida es la luz de los hombres,
pero no pueden comprenderla los corazones insensatos, porque no se lo
permiten sus pecados. Y para que no crean que esta luz no existe,
porque no pueden verla, prosigue: "Y la luz resplandece en las
tinieblas; mas las tinieblas no la comprendieron". Así como el hombre
ciego, puesto delante del sol, aun cuando está en su presencia se
considera como ausente de él, así todo insensato está ciego, aun
cuando tiene delante la sabiduría. Pero en tanto que ésta se encuentra
delante de él, está él ausente por su ceguera y no es que ella está
lejos de él, sino él lejos de ella.
Orígenes,
in Ioannem, tom. 3
Y si la vida es lo mismo que la luz de los
hombres, ninguno que está en las tinieblas tiene vida, ni ninguno de
los que viven está en las tinieblas. Y como todo el que vive se
encuentra en la luz, todo el que está en la luz vive a la vez. Y bien,
teniendo esto en cuenta podemos entender recíprocamente que la muerte
es lo contrario de la vida, y las tinieblas de los hombres lo
contrario de la luz de los hombres. De aquí que el que existe en las
tinieblas está también en la muerte, y que el que hace obras de muerte
no puede subsistir más que en las tinieblas. Por el contrario, aquél
que hace cosas propias de la luz, o aquél cuyas acciones brillan
delante de los demás hombres, y el que se acuerda de Dios, no está en
la muerte, según aquello que se dice en el Salmo: "No tiene parte en
la muerte aquél que se acuerda de ti" ( Sal
6).
En cuanto a que las tinieblas de los
hombres y la muerte sean de naturaleza semejante, no es asunto de este
lugar. Nosotros éramos tinieblas en otro tiempo, pero ahora somos luz
en el Señor si somos santos y espirituales en algún modo. Todo aquél
que fue alguna vez tinieblas lo ha sido como San Pablo, cuando fue
capaz y apto de convertirse en luz en el Señor, etc. Además la luz de
los hombres es nuestro Señor Jesucristo, quien se ha dado a conocer
por la naturaleza humana a toda criatura racional e intelectual, como
también ha manifestado los misterios de su divinidad, por los que es
igual al Padre, a los corazones de los fieles, según aquellas palabras
del Apóstol: "En otro tiempo fuisteis tinieblas; pero ahora sois luz
en el Señor". Di, pues: "La luz luce en las tinieblas", porque todo el
género humano, no por su naturaleza sino por causa del pecado
original, estaba en las tinieblas de la ignorancia de la verdad. Mas
Jesucristo resplandece en los corazones de los que le conocen después
de nacer de la Virgen. Y como hay algunos que todavía permanecen en
las tinieblas oscurísimas de la impiedad y de la perfidia, el
Evangelista añade: "Mas las tinieblas no la comprendieron". Como
diciendo: "La luz resplandece en la tinieblas de las almas fieles,
partiendo de la fe y llevando a la esperanza". Pero la ignorancia y la
perfidia de los corazones inexpertos no han comprendido la luz del
Verbo de Dios que resplandece en la carne: éste es el sentido moral. Y
la teoría de estas palabras (o sea su examen o su meditación), es de
esta manera; la naturaleza humana, aun cuando no pecase, no podría
brillar por sus propias fuerzas, porque no es luz por naturaleza sino
que participa de la luz; es capaz de sabiduría, pero no es la
sabiduría misma. Así como el aire no luce por sí mismo sino que se
llama tinieblas, así nuestra naturaleza, mientras se examina por sí
misma, no es más que cierta sustancia tenebrosa, capaz de participar
de la luz de la sabiduría. Y así como el aire, cuando recibe los rayos
del sol, no se dice que brilla por sí mismo, sino que la luz del sol
resplandece en él, así la parte de nuestra naturaleza racional,
mientras participa de la presencia del Verbo de Dios, no conoce por sí
misma a su Dios ni las cosas comprensibles sino por la luz divina que
se halla en ella. Y la luz brilla así en las tinieblas, porque el
Verbo de Dios, vida y luz de los hombres, no cesa de lucir en nuestra
naturaleza, que considerada y estudiada no es más que cierta oscuridad
informe. Y como esta misma luz es incomprensible para toda criatura,
las tinieblas no la comprendieron.
Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 4
Las palabras: "Y la vida era la luz de los
hombres", nos han enseñado de qué condición somos nosotros; después
dice qué beneficios nos ha concedido el Verbo en su venida, respecto
del alma. Por esto dice: "Y la vida era la luz de los hombres". No
dice: la luz de los judíos, sino en general de los hombres; porque no
sólo los judíos, sino también los gentiles han llegado a este
conocimiento. Y no añadió: Y de los ángeles, porque hablaba sólo de la
humanidad, a la cual el Verbo ha venido anunciando buenas nuevas.
Orígenes,
ut sup
Preguntan algunos por qué el Verbo no se
llama la luz de los hombres, sino la vida que hay en el Verbo. Y
nosotros respondemos, que la vida de que se trata no es la que se dice
común a los seres racionales e irracionales, sino aquélla que tiene el
Verbo, y que se realiza en nosotros por participación del Verbo
primitivo, para distinguir la vida aparente y falsa, y desear la
verdadera vida. Por lo tanto, en primer lugar, participamos de la
vida, que para algunos no es la luz en acto sino en potencia, a saber
para los que no están ávidos de conseguir lo concerniente a la
ciencia. Para otros, al contrario, esa participación se hace también
luz en acto, y éstos son, según el Apóstol, "los que pretenden los
mejores dones", a saber: el verbo de la sabiduría, al que sigue a
continuación la palabra de conocimiento y de ciencia, etc.
Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 4
La palabra vida
en este caso, no se refiere a aquella que hemos recibido por la
creación, sino a aquella perpetua e inmortal, que se nos prepara por
la providencia de Dios. A la llegada de esta vida queda destruido el
imperio de la muerte y, brillando para nosotros una luz esplendorosa,
no volveremos a ver las tinieblas. Porque esta vida subsistirá
siempre, no pudiendo vencerla la muerte ni obscurecerla las tinieblas.
Por lo que sigue: "Y la luz brilla en las tinieblas". Llama tinieblas
a la muerte y al error, porque la luz sensible no brilla en las
tinieblas, sino sin ellas. Pero la predicación de Jesucristo brilló en
medio del error reinante y le hizo desaparecer, y Jesucristo muerto
cambió la muerte en vida, venciéndola de modo que redimió a los que
eran sus cautivos. Y como ni la muerte ni el error vencieron a esta
predicación que brilla por todas partes y con su propia fuerza, añade:
"Mas las tinieblas no la comprendieron".
Orígenes,
ut sup
Debe saberse también que así como la
palabra hombre está tomada en dos sentidos
espirituales, así también las tinieblas. Y como decimos que el hombre
que posee esta luz perfecciona las obras de la luz, y conoce también
como iluminado por la antorcha de la ciencia, así también, por el
contrario, decimos que las tinieblas son los actos ilícitos, y aquella
que parece ciencia no lo es en realidad. Mas así como el Padre
subsiste y no hay tinieblas en El, del mismo modo el Salvador. Pero
como tomó sobre sí la semejanza de nuestra carne pecadora, no es
incongruente decir respecto de El que tenga en sí algunas tinieblas,
porque ha tomado las nuestras para disiparlas. Esta luz, por tanto,
que se ha convertido en vida de los hombres, resplandece en las
tinieblas de nuestras almas, y ha llegado hasta donde el príncipe de
estas tinieblas lucha contra el género humano. Las tinieblas han
perseguido esta luz, lo que se demuestra por las batallas que han
sostenido el Salvador y sus hijos, luchando estas tinieblas contra los
hijos de la luz. Pero, como Dios los defiende, las tinieblas no
invaden la luz, ya porque no pueden seguir la velocidad de ella por su
propia lentitud, ya porque, si esperan a que llegue tienen que huir
cuando se aproxima. Conviene considerar que no siempre las tinieblas
expresan algo malo, sino que algunas veces algo bueno, según aquellas
palabras del Salmo: "Puso las tinieblas como su escondrijo" (
Sal 12,12). Porque aquellas cosas que se
refieren a Dios son desconocidas e imperceptibles. Diremos acerca de
estas tinieblas provechosas que marchan en dirección a la luz, y
entonces la comprenden; porque lo que era tinieblas mientras se
ignoraba, ahora se convierte en luz conocida para aquél que ha
aprendido a conocerla.
San Agustín,
De civ. Dei. 8, 9
Este principio del santo Evangelio, decía
cierto platónico
1,
debió ser escrito con letras de oro, y colocarse en los sitios más
visibles de todas las iglesias.
Beda,
in Ioannem, in cap. 1
Porque los evangelistas hablan de
Jesucristo naciendo en el tiempo, mas San Juan atestigua que en el
principio ya era él mismo, diciendo: "En el principio era el Verbo".
Los otros dicen que apareció de repente en medio de los hombres; él
atestigua que siempre estuvo con Dios cuando dice: "Y el Verbo estaba
con Dios". Los primeros dicen que era verdadero hombre; y el último,
que era verdadero Dios, diciendo: "Y el Verbo era Dios". Los demás
evangelistas le consideran como hombre que vive temporalmente entre
los hombres; pero San Juan le considera Dios con Dios, subsistiendo en
el principio, diciendo: "Este era en el principio con Dios". Los otros
exponen las grandes cosas que hizo después de la Encarnación; pero San
Juan enseña que Dios Padre hizo por El toda criatura, diciendo: "Todas
las cosas fueron hechas por El y nada de lo que fue hecho se hizo sin
El".
Notas
1. Se
refiere a un seguidor del pensamiento del filósofo griego Platón.
|
06-08 |
Fue un hombre enviado de
Dios, que tenía por nombre Juan. Este vino en testimonio, para dar
testimonio de la luz, para que creyesen todos por él. No era él la
luz, sino para que diese testimonio de la luz. (vv. 6-8)
San Agustín,
in Ioannem, tract. 2, sparsim
Todo lo que se ha dicho hasta ahora, se
refiere a la divinidad de Jesucristo, quien vino a nosotros bajo la
forma humana. Y como era hombre en quien Dios se encontraba oculto,
fue enviado antes de El un hombre grande, por cuyo testimonio se
supiese que era más que hombre. ¿Y quién es éste? "Fue un hombre".
Teofilacto
No un ángel, para que nadie sospechase.
San Agustín,
ut sup
¿Y cómo podía este hombre decir la verdad
de Dios? "Fue enviado por Dios".
Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 5
No creas que hay algo humano en aquello
que es dicho por él, porque no dice lo que es de él, sino lo que es de
parte del que lo envía. Por esto es llamado ángel por el profeta,
cuando dice: "Yo envío a mi ángel" ( Mal
3,1). Es propiedad del ángel no decir cosa alguna de sí mismo. Cuando
dice: "Fue enviado", no se refiere a su ser, sino al ministerio que
traía. Y así como Isaías fue enviado desde el mundo, y fue hacia el
pueblo luego que vio al Señor sentado sobre un solio elevado y
excelso, así San Juan fue enviado desde el desierto para bautizar. Por
esto dice: "El que me envió a bautizar me dijo: Sobre aquél que veas,
etc.".
San Agustín,
ut sup
¿Quién era el llamado? "El que tenía por
nombre Juan".
Alcuino
Esto es: gracia de Dios, o en quien habita
la gracia, y que dio a conocer al mundo, el primero y con su propio
testimonio, la gracia del Nuevo Testamento, esto es, a Jesucristo.
Juan quiere decir: "ha sido dado", porque le fue donado por la gracia
de Dios no sólo ser precursor sino también bautizar al Rey de los
reyes.
San Agustín,
in Ioannem, tract. 2
¿Para qué vino? Vino en testimonio, para
dar testimonio de la luz.
Orígenes,
in Ioannem, tom. 5
Algunos se esfuerzan en desaprobar los
testimonios de los profetas, respecto de Jesucristo, diciendo que el
Hijo de Dios no necesita de testimonios, porque tiene en sí
suficientes motivos para hacer creer, tanto por sus saludables
palabras como por sus milagros. Y el mismo Moisés mereció ser creído
por su palabra y sus milagros, no necesitando de otros testimonios.
Responderemos a esto que, existiendo muchas causas para creer, los que
no se mueven por una demostración, se admiran por otra. Y puede Dios
dar muchas pruebas también a los hombres, para que crean en El, que se
ha hecho hombre por todos los hombres. Consta, además, que algunos se
han visto obligados a admirar a Jesucristo por los testimonios de los
profetas, asombrándose de que fueran tantos los que anunciaron con su
voz, antes de su venida, el lugar de su nacimiento y otras cosas por
el estilo. También debe advertirse, que las prodigiosas virtudes de
Jesucristo podían impulsar a creer a los que vivían en su tiempo, pero
no del mismo modo hubiesen podido ser atraídos a la misma fe si
hubieran vivido después de mucho tiempo. Porque entonces hubiesen
podido considerar como fábula lo que acerca de ello se les refiriese.
Porque cuando los milagros han pasado, alienta más la fe su
consonancia con las profecías. También es preciso decir que algunos
han sido honrados por este testimonio dado a Dios. Quiere, pues,
privar al coro de los profetas de una gran gloria el que dice que no
convenía que ellos diesen testimonio de Jesucristo. Y a éstos debe
agregarse San Juan, que da testimonio de la luz.
Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 5
No porque necesitase testimonio de la luz,
sino para dar razón de su venida, nos enseña Juan diciendo: "Para que
creyesen todos por él". Así como se hizo carne para que no se
perdiesen todos los hombres, así envió delante un mensajero para que
oyendo una voz que conociesen, acudiesen con mayor facilidad.
Beda
Pero no dice: para que todos creyesen en
él -porque es maldito aquel hombre que confía en el hombre (
Jer 17,5)-, sino "para que todos creyesen por
él", esto es para que creyesen en la luz por testimonio suyo.
Teofilacto
Y así, si algunos no creyesen, él quedaría
suficientemente excusado. Porque así como cuando alguno entra en una
casa tenebrosa y no recibe los rayos del sol no debe culpar de ello al
mismo sol, así San Juan fue enviado para que creyesen todos; pero si
esto no sucede, no es él quien será la causa de ello.
Crisóstomo,
ut sup
Como entre nosotros es mayor el que da
testimonio que aquél de quien lo da, y más digno de ser creído, para
que nadie sospechase esto de San Juan, dice: "No era él la luz, sino
que dio testimonio de la luz".
Pero si no repitió con intención las
palabras "para dar testimonio de la luz", sería inútil lo que dice, y
más bien repetición de la palabra que explicación de doctrina.
Teofilacto
Pero se dirá: luego no podemos decir que
San Juan, ni ninguno de los santos, es o ha sido luz. Y si queremos
decir que alguno de los santos fue luz, digámoslo sin artículo
1 para
que si nos preguntan si San Juan es luz, lo concedamos seguramente,
sin artículo. Porque si se nos pide con artículo, debemos negarlo, en
atención a que San Juan no es la luz principal, sino que se llama luz
porque es en virtud de la participación con la verdadera luz que tiene
luz.
Notas
1. El
artículo "la", en "la luz".
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09 |
Era la luz verdadera, que
alumbra a todo hombre que viene a este mundo. (v. 9)
San Agustín, in Ioannem, tract.2
Ahora da a conocer de qué luz da
testimonio cuando dice: "Era la luz verdadera".
Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 6
Como el Evangelista había dicho antes
acerca de San Juan, que vino y fue enviado para dar testimonio de la
luz, con el fin de que quien oiga esto no crea que se habla como más
arriba del que da testimonio; y para que no quede sospecha alguna
acerca de aquello de que da testimonio, se recoge sobre sí mismo y se
eleva hacia la existencia que está sobre todo principio diciendo: "Era
la luz verdadera".
San Agustín,
ut sup
¿Y por qué añade verdadera? Porque un
hombre iluminado se llama luz, pero la verdadera luz es aquella que
ilumina; porque aunque los ojos de nuestro cuerpo se llaman antorchas,
si de noche no se enciende una luz, o si no sale el sol por el día,
serán en vano aquellas luces. Por esto añade: "Que alumbra a todo
hombre", por consiguiente también a San Juan. El mismo iluminaba a
aquél por quien quería ser anunciado. Del mismo modo se conoce que el
sol ha salido por algún cuerpo iluminado, aunque no lo veamos con
nuestros ojos, al igual que aquellos que no tienen buenos los ojos (y
no pueden ver el sol), sin embargo, pueden ver una pared iluminada por
el sol, o cosa parecida, así todos aquéllos para quienes vino
Jesucristo no eran idóneos para verle. Pero reflejó sus rayos en San
Juan, y entonces, cuando San Juan confesaba que era iluminado, Aquél
que ilumina fue conocido por medio de él. Dice además: "Que viene a
este mundo", porque si no hubiera salido de donde estaba, no hubiese
sido iluminado; pero hubo de ser iluminado, porque salió de allí en
donde el hombre no puede estar iluminado.
Teofilacto
Avergüéncese Maniqueo
1, que
dice que nosotros somos obra de un creador malo y tenebroso; pues no
seríamos iluminados si no fuésemos criaturas del que es la verdadera
luz.
Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 7
¿Y en dónde se encuentran los que no
confiesan a Jesús verdadero Dios?, dado que El es llamado verdadera
luz. Pero si ilumina a todo hombre que viene a este mundo, ¿cómo es
que tantos existen sin participar de esta luz? Porque no todos han
conocido el modo de adorar a Jesucristo. Ilumina, pues, a todos en
cuanto de El depende. Pero si algunos, cerrando los ojos de su
inteligencia, no quisieron recibir los rayos de su luz, no puede
decirse que ellos viven en tinieblas por la naturaleza de la luz, sino
por su propia malicia, queriendo privarse a sí mismos del don de la
gracia. La gracia se difunde sobre todos y los que no quieren
disfrutar de esta gracia deben imputarse a sí mismos su propia
ceguera.
San Agustín,
Enchir. cap.103
Y cuando dice: "Ilumina a todo hombre",
debemos entender que no es que alguno de entre los hombres no sea
iluminado, sino que ninguno es iluminado sino por El.
Beda
Ya sea por su talento especial, ya por la
sabiduría divina; porque así como ninguno se debe a sí mismo la
existencia, así también ninguno puede ser sabio por sí mismo.
Orígenes,
hom. 2 in div. loc
No debemos entender que ilumina al hombre
que viene al mundo por las causas ocultas de la generación, sino de
aquellos que vienen al mundo invisible, espiritualmente, por
regeneración de la gracia (que se concede en el bautismo). Por lo
tanto, ilumina aquella verdadera luz a los que vienen al mundo de las
virtudes y no a los que caen en el mundo de los vicios.
Teofilacto
O de otro modo, la inteligencia que se nos
ha concedido para que nos guíe, y que se llama la razón natural, es lo
que llamamos luz recibida de Dios; pero algunos la han oscurecido por
usar mal de ella.
Notas
1. Los
maniqueos afirmaban la coexistencia de dos principios, uno para el
bien y otro para el mal, actuantes en el universo, oponiéndose entre
sí hasta una resolución que es la vuelta al estado primero de todo.
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10 |
En el mundo estaba y el
mundo por El fue hecho, y no le conoció el mundo. (v. 10)
San Agustín,
in Ioannem, tract.2
La luz que ilumina a todo hombre que viene
a este mundo, vino aquí por la carne. Porque si hubiera venido sólo
por la divinidad, no hubiese podido ser vista por los necios, por los
ciegos ni por los malvados, de quienes se ha dicho antes: "Las
tinieblas no la comprendieron", por esa razón dice: "En el mundo
estaba".
Orígenes,
hom. 2 in div. loc
Porque la voz del que habla, cuando cesa
de hablar, concluye y se desvanece; así, si el Padre celestial deja de
hablar, su Verbo, su efecto (esto es, todo lo creado en el Verbo), no
subsiste ya.
San Agustín,
ut sup
Y no creas que estaba en el mundo como
están la tierra, los rebaños y los hombres; o como están el cielo, el
sol, la luna y las estrellas; sino como el artífice que dirige lo que
ha hecho. Por cuya razón prosigue: "Y el mundo por él fue hecho". No
lo hizo como hace un artífice, que lo que fabrica es extrínseco a
quien lo fabrica; mas Dios fabrica en el mundo; confundiéndose con él
1 se
encuentra fabricando en todas partes y no está ausente de nada. La
presencia de su majestad, hace lo que hace y gobierna lo que ha hecho.
Así estaba en el mundo como Aquél por quien el mundo fue hecho.
Crisóstomo,
ut sup
Y además, como estaba en el mundo pero no
era contemporáneo del mundo, añadió: "Y el mundo fue hecho por El". Y
de aquí nos conduce de nuevo a la eterna existencia del Unigénito,
porque aquél de quien se diga que todo es obra suya, aun cuando
careciese de sentido, se vería obligado a confesar que antes de la
obra ha existido el autor.
Teofilacto
Esto ahoga también la rabia de Marción
2, que
decía que era malo el creador de todas las cosas, y de Arrio
3, que
decía que el Hijo de Dios era criatura.
San Agustín,
ut sup
¿Qué quiere decir, pues, que el mundo fue
hecho por El mismo? El cielo, la tierra, el mar y cuanto en ellos se
contiene, se llama mundo. Además, en otro sentido, se llama mundo a
los amantes del mundo, acerca de lo cual prosigue: "Y el mundo no le
conoció". ¿Cómo ni los cielos, ni los ángeles, ni los astros,
conocieron a su Creador, a quien confiesan los demonios? Todas las
cosas dan testimonio de El; pero ¿quiénes no lo han conocido? Los que
amando al mundo se llaman mundo. Amando, pues, al mundo, habitamos con
el corazón en el mundo; porque los que no aman al mundo viven en él
por la carne, pero con el corazón habitan en el cielo, como dice el
Apóstol: "Nosotros somos ciudadanos del cielo" ( Flp
3,20). Por tanto, amando al mundo merecieron llamarse mundanos del
lugar donde habitan. Como sucede cuando decimos: aquella casa es mala
o buena. No vituperamos ni alabamos sus paredes, sino a los que la
habitan, así llamamos "mundo" a los que habitan en él amándole.
Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 7
Los que eran amigos de Dios le conocieron
antes de su presencia corporal (o sea de su venida al mundo). Por eso
Jesucristo dice: "Abraham, vuestro padre, saltó de gozo pensando en si
vería mi día" ( Jn 8,56). Cuando, pues, nos
interpelan los gentiles diciendo: "¿cómo es que en los últimos días
vino a concedernos la salvación habiéndonos descuidado por tanto
tiempo?", decimos que antes de esto ya existía en el mundo, y proveía
a sus obras, siendo conocido de todos los que eran dignos. Y aun
cuando el mundo no le conoció, le conocieron todos aquellos de quienes
el mundo no era digno. Y diciendo: "Y no le conoció el mundo" expresa
brevemente la causa de su ignorancia. Porque llama mundo a los hombres
que se aficionan sólo a él y que saben lo que es del mundo. Y nada
perturba tanto la inteligencia como el deleitarse en el afecto de las
cosas presentes.
Notas
1.
Entiéndase: sosteniendo en el ser cada cosa del mundo.
2.
Marción parte de la afirmación de que el AT habla de un Dios distinto
del aquél del NT, testimoniado por Jesucristo, que es sólo una
manifestación visible de Dios, pero que no ha asumido la naturaleza
humana. El primero es desconocido, justiciero, iracundo, vengativo,
autor de todo mal. El segundo es bueno. Por ello Marción rechaza el AT
y parte de los libros del NT.
3.
Arrio y sus seguidores sostenían que el Hijo es la primera y suprema
criatura de Dios, creado directamente por Padre para crear por El todo
el universo. El Padre le participa sus prerrogativas divinas como don
por su fidelidad.
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11-13 |
A lo suyo vino, y los
suyos no le recibieron. Mas a cuantos le recibieron, les dio poder de
ser hechos hijos de Dios, a aquéllos que crean en su nombre. Los
cuales son nacidos no de sangre, ni de voluntad de carne, ni de
voluntad de varón, mas de Dios. (vv. 11-13)
Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 8
Dice que el mundo no le conoció, hablando
de tiempos anteriores. Pero en cuanto a lo demás, lo refirió al tiempo
de su predicación, y por esto dice: "A lo suyo vino".
San Agustín,
in Ioannem, tract.1
Esto es porque todas las cosas habían sido
hechas por El.
Teofilacto
Se entiende por "lo suyo" al mundo o a
Judea, que había elegido por su heredad.
Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 9
Luego vino a lo suyo, no porque tuviera
necesidad de ello, sino por colmar a los suyos de beneficios. ¿Pero de
dónde viene el que todo lo llena y en todas partes se encuentra? Todas
las cosas las ha hecho por su misericordia. Aún cuando estaba en el
mundo, no se creía que estaba porque no se le conocía; por esto se
dignó tomar nuestra carne. Llama presencia (o venida) a esta
manifestación y condescendencia. Dios, siendo misericordioso, hace
todas las cosas para que nosotros brillemos según nuestra virtud. Y
por esto en realidad no trae hacia sí a ninguno por violencia ni por
necesidad, sino a los que quieren venir por la persuasión y por los
beneficios. Y, por tanto, al venir el Señor, unos le aceptaron, pero
otros no le recibieron. Pues el Señor no quiere que nadie le sirva
obligado o forzado, porque el traer a uno por la fuerza es lo mismo
que no servir. Por esto sigue: "Y los suyos no le recibieron".
Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 8
El mismo llama ahora suyos a los judíos,
como pueblo escogido. Pero llama a todos los hombres, porque todos han
sido hechos por El. Como antes decía, avergonzándose por la naturaleza
humana, que con el mundo hecho por El no había reconocido a su autor
por quien había sido hecho, así ahora se indigna otra vez por la
ingratitud de los judíos, y los reprende diciendo: "Y los suyos no le
recibieron".
San Agustín,
ut sup
Mas si ninguno le recibió, ninguno se ha
salvado; porque ninguno puede salvarse sino el que recibe a Jesucristo
cuando viene. Y por esto añade: "Mas a cuantos le recibieron".
Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 9
Ya sean siervos, ya libres, ya griegos, ya
bárbaros, ya necios, ya sabios, ya mujeres, ya hombres, ya niños, ya
ancianos, todos son dignos del mismo honor. Por lo que dice: "Les dio
potestad de ser hechos hijos de Dios".
San Agustín,
ut sup
Gran benevolencia, nació solo y no quiso
permanecer solo; no temió tener coherederos, porque su herencia no
disminuye aun cuando la posean muchos.
Crisóstomo,
ut sup
Y no dijo que los obligó a hacerse hijos
de Dios, sino que les dio poder de ser hechos hijos de Dios,
manifestando que se necesita de mucho cuidado para que conservemos
siempre la imagen de la adopción, que se ha impreso y formado en
nosotros por el bautismo. Además nos manifiesta así que a ninguno de
nosotros podrá arrebatársele esta gracia, si nosotros no nos privamos
de ella. Por tanto, si los que reciben de los hombres el dominio de
algunas cosas poseen el dominio de ellas casi tanto como los que se
las conceden, mucho más nosotros, que recibimos de Dios esta gracia.
También quiere dar a entender que esta gracia se concede a los que la
quieren y la buscan. Porque depende del libre albedrío y de la obra de
la gracia que los hombres se hagan hijos de Dios.
Teofilacto
Y como en el día de la resurrección
conseguiremos ser hijos perfectísimos de Dios, según lo que dice el
Apóstol: "Esperando la adopción de los hijos de Dios, la redención de
nuestro cuerpo" ( Rom 8,23). Nos concedió,
pues, el poder de ser hechos hijos de Dios, esto es, de obtener esta
gracia en la vida futura.
Crisóstomo,
ut sup
Y como en estos mismos bienes inefables es
propio de Dios dar la gracia y del hombre prestar su fe, añade: "A los
que creen en su nombre". Y ¿por qué no nos dices a nosotros ¡oh Juan!
qué castigo tendrán aquellos que no le recibieron? ¿Acaso será mayor
para ellos por haber podido hacerse hijos de Dios y haberse privado
voluntariamente a sí mismos de tan grande honor? Un fuego
inextinguible se apoderará de ellos, como más adelante dice
claramente.
San Agustín,
ut sup
Y los que creen, por cuanto que se hacen
hijos de Dios desde luego nacen hermanos de Jesucristo. Porque si los
hijos no nacen, ¿cómo pueden existir? Pero los hijos de los hombres
nacen de la carne y de la sangre y de la voluntad del varón y de la
unión con su consorte. Cómo nacen los demás, lo dice a continuación:
"Los cuales son nacidos no de sangres", como las del marido y de la
mujer. Porque "sangres" no es palabra latina, mas como en griego está
puesta en plural, quiso más bien el intérprete ponerla así, aunque
faltando al latín según la gramática, y explicar la verdad a los menos
inteligentes. Porque los hombres nacen de la sangre del hombre y de la
sangre de la mujer.
Beda
Debe tenerse en cuenta también que en las
Sagradas Escrituras, cuando se habla de sangre en plural, suele
significarse el pecado. Por eso en el Salmo dice: "Líbrame de las
sangres" (Sal 50, 16).
San Agustín,
in Ioannem, tract.2
Y en lo que sigue: "Ni de la voluntad de
la carne, ni de la voluntad del varón", puso carne en vez de mujer
porque cuando fue hecha de la costilla del hombre, dijo Adán: "Esto
ahora es hueso de mis huesos y carne de mi carne" (
Gén 2,23). Se dice carne en lugar de mujer, como cuando se dice
espíritu en vez de marido, porque éste es quien debe mandar y aquélla
obedecer. ¿Cuánto peor está aquella casa donde la mujer lleva el
dominio sobre el hombre? Los hijos, pues, ni por voluntad de la carne
ni de la voluntad del varón han nacido, sino por voluntad de Dios.
Beda
La generación carnal de todos procede de
la unión de los consortes, pero la espiritual se concede en virtud de
la gracia del Espíritu Santo.
Crisóstomo,
ut sup
Todo esto lo refiere el Evangelista, para
que, conociendo la utilidad y la humildad del primer parto (que sucede
según la sangre y la voluntad de la carne), y la elevación del segundo
(que consiste en la gracia y la nobleza), formemos una idea grande y
digna de la gracia que nos ha dado el que nos engendró y para que
demostremos siempre un gran celo.
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14 |
Y el Verbo fue hecho
carne, y habitó entre nosotros. Y vimos la gloria de El; gloria como
de Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad. (v. 14)
San Agustín,
in Ioannem, tract.2
Habiendo dicho: "Han nacido de Dios", para
que no nos admirásemos ni nos asombrásemos ante gracias tan
extraordinarias, y para que no nos pareciese imposible que los hombres
podían nacer de Dios, queriendo darnos seguridad de ello dice: "Y el
Verbo fue hecho carne". ¿Por qué te admiras de que los hombres nazcan
de Dios? Mira cómo el mismo Dios ha nacido de los hombres.
Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 10
Y habiendo dicho que han nacido de Dios
los que le reciben, expuso la causa de este honor, a saber: Que el
Verbo se había hecho carne. El verdadero Hijo de Dios se ha hecho Hijo
del hombre, para poder hacer a los hijos de los hombres hijos de Dios.
Y cuando oigas que el Verbo se ha hecho carne no te turbes, porque no
convierte su esencia en carne (pensar esto sería verdaderamente impío)
sino que permanece tal y como es, aunque toma la forma de siervo. Como
hay algunos que dicen que son fantasías todo lo que afecta a la
Encarnación, para destruir esta blasfemia usó de las palabras: "Ha
sido hecho", queriendo expresar no la mutación de sustancia, sino la
unión a una verdadera carne. Y si dicen que Dios es omnipotente, ¿cómo
puede transformarse en carne? Contestaremos diciendo que no es posible
la transformación de aquella naturaleza inmutable.
San Agustín,
De Trin., 15, 11
Así como en nosotros la palabra en cierto
modo es la voz del cuerpo, y toma el sonido por el que se manifiesta a
los sentidos de los hombres, así el Verbo de Dios hecho carne ha
tomado aquella forma por la que puede darse a conocer a los mismos. Y
así como nuestro verbo se convierte en voz, aun cuando no se
transforma en voz
1, así
el Verbo de Dios se ha hecho carne. Pero lejos de nosotros la idea de
que se ha transformado en carne, porque la ha tomado no siendo
absorbido por ella. Y, así nuestra palabra se convierte en voz, y la
de Dios se ha convertido en carne.
De lo ocurrido en el
Concilio de Efeso
Además, la palabra que pronunciamos y de
que hacemos uso en varias conversaciones (o en los diálogos), es
incorpórea, independiente de la vista y del tacto; pero cuando nuestra
palabra se reviste con letras u otros elementos, se hace visible, y se
comprende con la vista y se observa con el tacto; así el Verbo de
Dios, por naturaleza invisible, se hizo visible, y siendo por
naturaleza incorpóreo, se hace tangible.
Alcuino
Lo que se dice aquí: "El Verbo se ha hecho
carne", no debe entenderse sino como si dijese: Dios se ha hecho
hombre, esto es, ha tomado cuerpo y alma. Porque así como cada uno de
nosotros es un hombre que consta de cuerpo y de alma, así Jesucristo,
desde el tiempo de su Encarnación, aparece como un solo hombre, por la
divinidad, por la carne y por el alma. Y además, la divinidad del
Verbo se ha dignado tomar la naturaleza de un hombre escogido, con
quien se ha constituido una sola persona, que es la de Jesucristo, sin
transformar en ningún sentido la esencia del hombre en la esencia
divina, sino tomando la naturaleza humana, de que antes carecía.
Además, consta seguramente respecto de aquella persona que tuvo desde
la eternidad, que el Hijo de Dios tomó la naturaleza humana pero no la
persona. El hombre se transformó en Dios, no por el cambio de
naturaleza, sino por la unidad de la divina persona. Por tanto, no son
dos, sino un solo Cristo, Dios-hombre. El Verbo está unido con la
carne de un modo tan inefable, que bien podemos decir que el Verbo se
hizo carne. Y aun cuando el Verbo no se ha transformado en carne, y
aquella carne que se llama Dios no se ha transformado en la naturaleza
divina, etc., confesamos que las dos naturalezas están unidas en la
persona de Jesucristo de una manera tan inefable que, subsistiendo la
propiedad de cada una de ellas, hay en esta santa y admirable unión,
no un cambio de la divinidad, sino una exaltación de la humanidad.
Esto es, Dios no se ha convertido en hombre, pero el hombre ha sido
glorificado en Dios, etc.
Glosa
Como creemos que el alma incorpórea se une
con el cuerpo, y que de ambos resulta un solo hombre, podremos creer
más fácilmente que la divina sustancia incorpórea se une al alma con
el cuerpo por la unidad de persona. Y así, el Verbo no se ha
convertido en carne, ni la carne en el Verbo, del mismo modo que el
cuerpo no se transforma en alma ni el alma en cuerpo.
Teofilacto
Apolinario de Laodicea fundó su herejía en
esta palabra: decía que Jesucristo no tuvo alma racional, sino
únicamente carne; teniendo a la divinidad por alma que dirige y
gobierna el cuerpo
2.
San Agustín,
contra serm. Arian., cap. 9
Si decían esto porque veían escrito que
"el Verbo se hizo carne", y allí no se habla del alma, deben
comprender que la carne representa al hombre y que por la parte se
representa el todo en sentido figurado. Y así, dice en el Salmo: "Toda
carne vendrá a ti" ( Sal 64,3). Además, en la
Carta a los Romanos se lee: "que no se justificará la carne por el
cumplimiento de la ley" ( Rom 3,20). Y esto
mismo dice con más claridad en la Carta a los Gálatas: "No se
justificará el hombre por el cumplimiento de la ley" (
Gál 2,16). Por esto se ha dicho: "El Verbo
fue hecho carne", como si dijese "El Verbo fue hecho hombre".
Teofilacto
Mas queriendo el Evangelista mostrar la
incomparable condescendencia de Dios, dice carne para que admiremos
más su gran misericordia, puesto que tomó la carne por nuestra
salvación, a pesar de que esto es impropio y dista mucho de su
naturaleza, aunque el alma tiene alguna semejanza con Dios. Y si el
Verbo se encarnó y no tomó el alma humana, se deduciría que nuestras
almas no habían sido redimidas, porque no santificó lo que no tomó. Y
no dejaría de ser una irrisión, que habiendo sido el alma la que pecó
primero, al tomar carne el divino Verbo no santificase al alma, y que
dejase enferma la parte principal. Con esto es refutado también
Nestorio que decía que el Verbo Dios no era el mismo que había sido
hecho hombre por la concepción de la sangre de la Virgen, y que la
Virgen había parido a un hombre, que dotado y enriquecido con toda
clase de virtudes, se había unido con el Verbo de Dios. De aquí
deducía que hubo dos hijos: uno nacido de la Virgen, esto es, el
hombre, y el otro de Dios, esto es, el Hijo de Dios, unido a aquel
hombre por la gracia habitual y por el amor
3.
Contra el cual dijo el Evangelista que el mismo Verbo se hizo hombre,
y no que el Verbo, hallando un hombre virtuoso, se había unido con él.
San Cirilo,
ad Nestorium, epist. 8
Uniéndose el Verbo a la carne, animada por
el alma racional, según la sustancia, de un modo inefable e
ininteligible, se hizo hombre y fue llamado Hijo del hombre, no según
la voluntad sola o su beneplácito, ni tampoco por haber tomado su
persona. Pueden, ciertamente, reunirse varias naturalezas en una
verdadera unión, pero aquí no hay más que una persona como resultado
de las dos: Cristo y el Hijo, no dejando de existir por su unión la
diferencia de naturalezas
4.
Teofilacto
Aprendamos, pues, en estas palabras: "Que
el Verbo se ha hecho carne", que el mismo Verbo es hombre, y
existiendo Hijo de Dios se ha hecho hijo de una mujer, la que
especialmente se llama Madre de Dios porque engendró a Dios en su
carne.
San Hilario,
De Trin., l. 10
Algunos, queriendo que el Unigénito de
Dios -que en el principio era Dios Verbo con Dios- no sea un Dios
sustantivo sino únicamente la palabra emitida por medio de la voz -de
modo que el Hijo sea respecto de Dios Padre lo que es para los que
hablan su palabra- tratan de manifestar con malicia que Cristo nacido
como hombre no es el Verbo Dios que subsiste personalmente y permanece
en la forma de Dios. Y ya que a este hombre le dio vida el principio
de la generación humana más que el misterio de su concepción
espiritual, el Verbo Dios no tuvo una existencia propia al hacerse
hombre por el parto de la Virgen, sino que en Jesús estuvo el Verbo de
Dios como en los profetas el Espíritu de profecía. Y suelen acusarnos
diciendo que creemos en el nacimiento de Jesucristo, pero no el que
haya nacido un hombre que tenga cuerpo y alma como nosotros, siendo
así que nosotros predicamos que el Verbo se ha hecho carne y que ha
nacido hombre a nuestra semejanza. De tal manera que, siendo verdadero
Hijo de Dios, nació verdadero Hijo del hombre. Así como tomó el cuerpo
de la Santísima Virgen, el alma la tomó de sí mismo, la cual es sabido
que no puede proceder del hombre en el orden de la generación. Pero
siendo uno mismo el Hijo del hombre y el Hijo de Dios, ¿no sería harto
ridículo el decir que además del Hijo de Dios, que es el Verbo hecho
carne, haya nacido otro no sé quién como profeta, animado por el Verbo
de Dios, siendo así que nuestro Señor Jesucristo es Hijo de Dios e
Hijo del hombre?
Crisóstomo,
ut sup
Para que por aquello que se ha dicho: "Que
el Verbo se ha hecho carne", no se sospeche inconvenientemente que ha
habido una conversión (o mutación) de aquella naturaleza
incorruptible, añade: "Y habitó entre nosotros". Lo que habita no es
lo mismo que la habitación, sino una cosa diferente. Digo una cosa
diferente por su naturaleza. Pero por la unión o por la conjunción,
resulta una sola cosa: Dios Verbo carne, no porque se haya verificado
una mezcla, ni porque haya habido destrucción de sustancias.
Alcuino
"Y habitó entre nosotros", esto es, vivió
entre los hombres.
Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 11
Habiendo dicho el Evangelista que fuimos
hechos hijos de Dios, y no por otra razón más que porque el Verbo se
haya hecho carne, otra vez nos habla del mismo. Cita luego una nueva
gracia: "Y vimos la gloria de El", al cual no hubiésemos podido verlo
sino por la unión suya con nuestra humanidad. Si la vista de Moisés no
pudo resistir el ver la gloria de Dios, sino que necesitó de un velo,
¿cómo podríamos nosotros tolerar la visión de la divinidad desnuda,
existiendo como inaccesible aun para las virtudes más elevadas,
siendo, como somos, polvo y barro de la tierra?
San Agustín,
in Ioannem, tract.2
Y como el Verbo se ha hecho carne y ha
habitado entre nosotros, ha hecho por medio de su nacimiento una
especie de colirio, para que purificados los ojos de nuestra alma
podamos ver su majestad por medio de su humanidad. Por esto se dice:
"Y vimos la gloria de El". Ninguno puede ver su gloria si no se
purifica con la humildad de la carne. Había caído sobre los ojos del
hombre polvo que procedía de la tierra, enfermo el hombre de los ojos,
se le envía tierra a ellos para que sane. La carne le había cegado, y
la carne le cura; el alma se había hecho carnal, entregándose a los
afectos carnales; de aquí que el ojo del alma quedó ciego. El médico
hizo el colirio para curarle y así vino a destruir las enfermedades de
la carne por medio de la carne. Por lo tanto el Verbo se ha hecho
carne para que podamos decir: "Y vimos la gloria de El".
Crisóstomo,
ut sup
Añade, pues: "Gloria como de Unigénito del
Padre", porque muchos de los profetas habían sido glorificados, como
Moisés, Elías, Eliseo y otros, que demostraron sus milagros. Y aun los
ángeles, apareciéndose a los hombres y manifestando aquella luz
brillante, propia de su naturaleza. Y aun el querubín y el serafín
fueron vistos por el profeta con todo el esplendor de su gloria. El
Evangelista, elevándonos sobre todas esas cosas, levanta nuestra
inteligencia sobre toda otra naturaleza y sobre la claridad de
nuestros consiervos hasta la cima de los bienes, como diciendo: la
gloria que hemos visto no es como la del profeta o la de otro hombre,
ni como la del ángel, ni la del arcángel, o la de alguna otra de las
virtudes superiores, sino como la del mismo dominador, del mismo rey,
del mismo natural Hijo Unigénito.
San Gregorio,
Moralium, 28, 4
En la Sagrada Escritura se toman alguna
vez las partículas "como", "cuasi", no por la semejanza sino por la
verdad. Por esto dice aquí: "Como de Unigénito del Padre".
Crisóstomo,
ut sup
Como si dijese: hemos visto su gloria tal
y como convenía y conviene que sea la gloria del Unigénito e Hijo
natural de Dios. Es costumbre de muchos, cuando ven a un rey ataviado
con espléndido ornato y cuando no pueden, al querer explicarlo a
otros, reproducir en su mente tanta magnificencia, terminar diciendo:
¿qué más puede decirse? Iba como debe ir un rey. Pues esto mismo dice
San Juan: "Hemos visto su gloria, gloria como de Unigénito del Padre".
Los ángeles, apareciendo como siervos y teniendo a su Señor, hacían
todas las cosas; pero Jesús aparece como Señor, aunque en forma
humilde. Y las creaturas le conocieron como a su Señor. La estrella
guiando a los magos, los ángeles llamando a los pastores y el niño
saltando en el vientre de su madre. Además el Padre da testimonio de
El desde los cielos, y el Paráclito descendiendo sobre su cabeza.
También la naturaleza toda gritó diciendo que había venido el Rey de
los cielos, porque los demonios huían, todas las enfermedades eran
curadas, los muertos abandonaban sus sepulcros, las almas pasaban del
extremo de la malicia a la cumbre más alta de virtud. ¿Y quién
explicará dignamente la filosofía de sus preceptos, la virtud de las
leyes celestiales y el buen orden de su trato angelical?
Orígenes,
hom. 2 in div. loc
Lo que se dice respecto de Jesucristo a
continuación: "lleno de gracia y de verdad", se debe entender en dos
sentidos. Porque puede referirse a la humanidad y a la divinidad del
Verbo encarnado. De tal modo, que la plenitud de la gracia se refiera
a la humanidad, en virtud de que Jesucristo es cabeza de la Iglesia y
el primogénito de toda criatura. Porque el ejemplo mayor y principal
de la gracia, por la cual, sin otros méritos precedentes, el hombre se
hace Dios, se demuestra primeramente en El mismo. Puede también
entenderse esta plenitud de gracia por el Espíritu Santo, cuya
operación de siete formas o dones enriqueció la humanidad de
Jesucristo. La plenitud de la verdad se refiere a la divinidad.
Orígenes,
in Ioannem, tom. 2
Y si la plenitud de la gracia y de la
verdad se quiere entender que se refiere al Nuevo Testamento, no se
dirá sin razón que la plenitud de la gracia del Nuevo Testamento ha
sido donada por Jesucristo, y que se ha cumplido en El la verdad de
figuras legales.
Teofilacto
"Lleno de gracia", en cuanto que su
palabra era gracia; habiendo dicho David en el Salmo: "La gracia ha
sido derramada en tus labios" ( Sal 44,3),
etc., "Y de verdad", para significar que Moisés y los profetas
hablaban u obraban sólo en figura, mientras que Jesucristo en
cumplimiento de la verdad.
Notas
1. Se
trata aquí de la imagen agustiniana del verbo (externo) o palabra
humana que es conocida como tal por la persona en su interior (verbo,
conocimiento) antes de que sea pronunciada.
2. Los
apolinaristas decían que el Verbo Encarnado no había asumido
plenamente la naturaleza humana, sino sólo su dimensión
físico-síquica. La dimensión espiritual, la misma que comprendía el
entendimiento, era asumida, según afirmaban, directamente por el mismo
Verbo, Segunda Persona de la Trinidad. Algunos extremaron sus
posiciones y llegaron a afirmar que ni la psiqué ni el cuerpo había
sido asumido, sino que la divinidad se había transformado en ellos.
3. El
nestorianismo sostiene que Santa María no es Madre de Dios, sino madre
del "hombre Jesús". Este habría sido "tomado" por Dios siendo mayor,
habitando la divinidad en él como si habitase en un templo.
4. En
el Señor Jesús la persona divina, el Hijo, Segunda Persona de la
Trinidad, tiene en sí, de modo pleno, las dos naturalezas: la divina
-que ya tenía- y la humana -que asume por la Encarnación-.
|
15 |
Juan da testimonio de El,
y clama diciendo: "Este era el que yo dije: El que ha de venir en pos
de mí, ha sido engendrado antes de mí; porque primero era que yo". (v.
15)
Alcuino
Había dicho antes el Evangelista, que
había sido enviado un hombre para dar testimonio. Y ahora explica lo
que expresa ese testimonio, en el cual anuncia el precursor, bien
claramente, lo excelso de la humanidad y lo eterno de la divinidad,
por lo que dice: "Juan da testimonio de El".
Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 13
O bien adujo esto como diciendo: No creáis
que nosotros, que estuvimos con El mucho tiempo y que hemos comido a
su mesa, decimos esto por agradecimiento. Porque San Juan, que no le
había visto antes ni había habitado con El, daba testimonio de El.
Muchas veces el Evangelista alega su testimonio, y lo especifica bajo
todas sus fases con todo cuidado, contento con citarlo sencillamente,
porque los judíos tenían a Juan en gran veneración. Los otros
evangelistas refirieron los testimonios de los antiguos profetas,
diciendo: "Esto ha sucedido para que se cumpla lo que dijo el Profeta"
( Mt 1,22). Mas este evangelista presenta un
testigo más elevado y moderno, no con el fin de apoyar la autoridad
del Señor en el testimonio del siervo, haciéndole por éste digno de
fe, sino acomodándose a la debilidad de los que escuchan. Del mismo
modo que si no hubiese tomado la forma de siervo no hubiese podido
hacerse asequible fácilmente, ni tampoco hubiera excitado la atención
de sus contemporáneos sin la voz de su siervo, ni hubiesen recibido la
palabra de Dios muchos de los judíos. Prosigue: "Y clama", esto es,
que predica todas las cosas públicamente, con libertad, sin
restricción alguna. No dijo: desde el principio éste es el Hijo
Unigénito y natural de Dios, sino que exclama, diciendo: "Este era el
que yo dije: el que ha de venir después de mí, ha sido engendrado
antes que yo, porque primero era que yo". Así como las madres de las
aves no enseñan a volar a sus polluelos inmediatamente, sino que
primero los sacan del nido y después los van haciendo volar con más
ligereza, así San Juan no lleva a los judíos inmediatamente a lo más
alto, sino que les enseña a remontarse sobre la tierra poco a poco,
diciendo que Jesucristo era mejor que él (lo cual, en verdad, no era
poco por lo pronto). Y véase cómo da testimonio de El con toda
sabiduría, porque no sólo demuestra a Jesucristo cuando se presenta,
sino que lo predice antes de que aparezca. Lo cual da a entender en
estas palabras: "Este era el que yo dije". Hizo esto para facilitar
más el conocimiento de Jesucristo, porque la inteligencia de los
hombres ya andaba distraída en otras cosas que se habían dicho de El;
y con el fin de que no le perjudicase en nada la humildad de su
vestido. Porque Jesucristo usaba un vestido humilde y común, de modo
que los que hubiesen oído estas cosas de El y lo hubiesen visto
después, acaso se hubiesen burlado del testimonio de San Juan.
Teofilacto
Dice también: "El que ha de venir detrás
de mí", esto es, según el tiempo del nacimiento. San Juan había nacido
seis meses antes que Jesucristo, según la humanidad.
Crisóstomo,
ut sup
Y no dice esto refiriéndose a la
generación que había recibido el Salvador de María, porque ya había
nacido cuando San Juan decía esto, sino de su venida a la predicación.
Por esto dice: "Ha sido engendrado antes de mí", esto es, es más
esclarecido, más digno de honor que yo. Como si dijese: no porque he
venido primero a predicar, debéis creer que yo soy mayor.
Teofilacto
Mas los arrianos interpretan estas
palabras queriendo manifestar que el Hijo de Dios no ha sido
engendrado por el Padre, sino creado como una criatura cualquiera.
San Agustín,
in Ioannem, tract.3
Y no se entiende: ha sido hecho antes que
yo fuera hecho, sino que ha sido antepuesto a mí.
Crisóstomo,
ut sup
Si porque se dice: "ha sido engendrado
antes de mí", se entendiese que se hablaba de producción, sería
superfluo lo que se dice "Porque primero era que yo". ¿Quién es tan
necio que ignore que lo que ha sido hecho antes que él era anterior a
él? De otro modo conviene decir, a saber: era antes que yo, porque fue
hecho antes que yo. Luego cuando dice: "Ha sido engendrado antes de
mí", se entiende del honor, porque lo que había de existir dice que ya
ha sido hecho, siendo costumbre entre los antiguos profetas hablar de
lo futuro como si ya hubiese pasado.
|
16-17 |
Y de su plenitud recibimos
nosotros todo, y gracia por gracia. Porque la ley fue dada por Moisés,
mas la gracia y la verdad fue hecha por Jesucristo. (vv. 16-17)
Orígenes
Estas palabras no se profirieron
refiriéndose a la persona del Bautista que da testimonio de Cristo. Y
se engañan muchos creyendo que desde aquí hasta donde dice: "El mismo
lo contó", se habla de San Juan Apóstol. Pero sería violentar el texto
y falta de ilación lógica el que -súbitamente y fuera de razón- se
interrumpiesen las palabras del Bautista por las del discípulo. Y bien
claro se ve por el contexto para todo aquél que sepa percibir el
enlace de las ideas. Por esto, pues, había dicho: "Ha sido engendrado
antes que yo, porque era primero que yo". De esto deduzco o entiendo
que El es anterior a mí mismo, porque lo mismo yo que los profetas
hemos recibido de su plenitud una gracia después de otra gracia, dado
que también aquéllos llegaron, después de las figuras y por obra del
Espíritu, a la adquisición de la verdad. De aquí también que, en
virtud de la misma plenitud, hayamos comprendido que si bien la Ley ha
sido dada por medio de Moisés, la gracia y la verdad ha sido, no ya
dada, sino producida por Jesucristo. El Padre, ciertamente, da la Ley
sirviéndose de Moisés, y obra la gracia y la verdad por Jesucristo.
Pero si Jesús dice: "Yo soy la verdad" ( Jn
14,6), ¿cómo por Jesús se ha de obrar la verdad? Hay que entender en
esto que de ninguna manera ha sido obrada por Jesucristo ni por algún
otro ser, aquella verdad sustancial y primaria a la cual se ajustan,
por vía de imagen, todas las otras verdades secundarias en razón de
verdad, sino que la verdad obrada por Jesucristo es aquélla que
resplandecía en San Pablo y en los apóstoles.
Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 13
San Juan Evangelista confirma el
testimonio del Bautista con su propio testimonio, diciendo: "Y de la
plenitud de El todos hemos recibido", etc. En tal caso, no son
palabras del precursor sino del discípulo, que significarían: También
nosotros doce y la muchedumbre toda de los fieles, los que ahora
existen y habrán de existir, participamos de la plenitud de su gracia.
San Agustín,
in Ioannem, tract. 3, sparsim
¿Pero qué habéis recibido? Una gracia por
otra gracia. Y yo no sé qué quiere darnos a entender cuando nos dice
que hemos participado de la plenitud de su gracia en primer término, y
después que hemos recibido una gracia por otra gracia. ¿Qué gracia
hemos recibido primero? La fe. Y se llama gracia porque se da gratis.
El pecador recibió esta primera gracia para que se le perdonasen todos
sus pecados. Y después recibió una gracia por otra gracia. Esto es por
esta gracia, según la cual vivimos de la fe, habremos de recibir otra,
esto es la vida eterna. La vida como el premio de la fe (porque la
misma fe es gracia). Y la vida eterna es eterna. Por lo tanto es la
gracia que se concede en virtud de aquella gracia. Esta no existía en
el Antiguo Testamento, porque la Ley amenazaba y no ofrecía ayuda;
mandaba, y no curaba; señalaba la enfermedad, pero no la quitaba, sino
que preparaba para presentarse al médico que había de venir con la
gracia y la verdad. Por esto sigue: "Porque la Ley fue dada por
Moisés; mas la gracia y la verdad fue hecha por Jesucristo". La muerte
de nuestro Señor mató la muerte temporal y eterna. Ella es la gracia
que ha sido prometida y no manifestada en la Ley.
Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 13, sparsim
Hemos recibido una gracia por otra. Esto
es, una nueva a cambio de otra vieja. Así como hay una justicia y otra
justicia, una adopción y otra adopción, una circuncisión y otra
circuncisión; así hay una gracia y otra gracia. La primera es como la
figura, la segunda es como la realidad. Dio a conocer todo esto para
demostrar que los judíos se salvaban por la gracia, pero que todos
nosotros también somos salvados con la gracia. Fue, por lo tanto, un
acto de caridad y de gracia recibir la Ley. Por lo que cuando dijo:
"Gracia por gracia", manifestó la magnitud relativa de los beneficios
concedidos, añadiendo: "Porque la Ley fue dada por Moisés, mas la
gracia", etc. Y más adelante, comparándose el Bautista con Jesucristo,
dice: "Ha sido engendrado antes que yo". Mas el Evangelista compara
también a Jesucristo con aquél que a la sazón era para los judíos
objeto de mayor admiración aun que el mismo Bautista, esto es, con
Moisés. Y véase su prudencia; no hace comparación de las personas,
sino de las cosas, oponiendo la gracia y la verdad a la Ley. Y a esto
añade: "Ha sido dada" (lo cual supone oficios de servidor); mas a este
"Ha sido hecha" (lo cual es propio de un rey, que todo lo hace con
propia facultad). Decimos que con gracia, porque con potestad
perdonaba todos los pecados. Con verdad porque confirmaba los dones de
su benignidad, ostentándose esta gracia, ora por el don de su
bautismo, ya por la adopción que de nosotros hace el Espíritu, ya,
finalmente, por otra multitud de cosas. Conoceremos mejor la verdad si
conocemos las figuras de la Ley antigua. Todas aquellas cosas que
habían de cumplirse en el Nuevo Testamento las cumplió Jesucristo con
su venida, por lo cual la figura ha sido dada por Moisés y la verdad
ha sido hecha por Jesucristo.
San Agustín,
De Trin., 13, 19
Debemos comparar la gracia con la ciencia
y la verdad con la sabiduría. En las cosas temporales se encuentra
aquella suma gracia, porque en Cristo el hombre se unió con Dios en
unidad de persona. Y en las cosas eternas, la suma verdad se atribuye
rectamente al Verbo de Dios.
|
18 |
A Dios nadie le vio jamás:
el Hijo Unigénito que existe en el seno del Padre, El mismo lo contó.
(v. 18)
Orígenes,
in Ioannem, tom. 6
Verdaderamente no tiene razón alguna
Heracleón
1 para
asegurar que estas palabras pertenecen no a Juan Bautista sino al
discípulo
2.
Porque si el aserto: "De su plenitud todos hemos recibido" se refiere
al Bautista, ¿cómo no deducir que el que participó de la gracia de
Cristo, y recibió una gracia después de otra primera, y confesó que la
Ley había sido dada por Moisés al mismo tiempo que la gracia y la
verdad eran obras de Jesucristo, fuera el mismo que se anonadara ante
el hecho de que nadie ha visto a Dios jamás, y de que fuera necesario
que esto lo contase el mismo que residía en el seno del Padre, y lo
interpretase claramente, no sólo a Juan sino a todos aquéllos que han
gustado un alto grado de perfección? Y esto no lo dice ahora por
primera vez, porque nos enseña que El existía antes de Abraham, y que
Abraham había deseado vehementemente el contemplar su gloria.
Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 14
Puede también entenderse aquí que el
Evangelista, para encomiar la gran superioridad de los dones de Cristo
en relación con los dispensados por medio de Moisés, quiere patentizar
la razón de tal diferencia valiéndose de otras consideraciones. Porque
siendo Moisés un mero siervo, no podía desempeñar otro cargo que el de
simple ministro en menores cosas. Pero Jesús, dominador e Hijo del
Rey, coexistiendo eternamente con el Padre y contemplándole, nos
prestó mayores servicios. Por tal razón se expresa de esta manera:
"Nadie vio jamás a Dios".
San Agustín,
ad Paulina epistola 110, cap. 4
¿Por qué dice Jacob: "He visto al Señor
cara a cara" ( Gén 32,30), y se ha escrito de
Moisés: "Que hablaba cara a cara" ( Ex
33,11), y que el profeta Isaías, hablando de sí mismo, dice: "He visto
al Dios Sebaot sentado sobre un trono" ( Is
6,1)?
San Gregorio,
Moralium 18, 37
Pero bien claramente se da a entender que
en todo el tiempo que vivimos en esta vida mortal, únicamente puede
verse a Dios por medio de ciertas imágenes, pero no en cuanto a su
misma esencia. Y aun cuando el alma, iluminada por la gracia del
Espíritu, ve al mismo Dios, sin embargo no alcanza a comprender la
fuerza de su esencia. Y de aquí es que Jacob, que asegura haber visto
a Dios, no vio más que a un ángel. Y de aquí también que Moisés, que
habló con Dios cara a cara, dice: "Manifiéstate a mí para que yo te
vea" ( Ex 33,18). De cuya petición se deduce
que él deseaba ver en la claridad de su naturaleza infinita a Aquél a
quien ya había empezado a ver por medio de ciertas figuras.
Crisóstomo,
ut sup
Por lo tanto, si los antiguos padres
vieron la naturaleza de Dios, nunca lo hubiesen contemplado de una
manera diferente. Porque la esencia divina es simple y no tiene
figura. No está sentado, ni está en pie, ni anda. Esta es la propiedad
de los cuerpos. Por esto dice por medio del profeta: "Yo les he
multiplicado la vista, y me he revestido de imágenes en las manos de
los profetas" ( Os 12,10), esto es, he
condescendido con ellos, y he aparecido, como lo que no era. Mas el
Hijo de Dios, que había de aparecérsenos en verdadera carne, quiso
ejercitarlos primero en ver a Dios, en cuanto les era posible verle.
San Agustín,
ad Paulinam epistola 112, sparsim
Estando escrito: "Bienaventurados los
limpios de corazón, porque ellos verán a Dios" ( Mt
5,8), y en otro lugar: "Cuando aparezca seremos semejantes a El,
porque le veremos tal y como es" ( 1Jn 3,2).
¿Cómo es que aquí se dice: "Ninguno ha visto a Dios nunca"? ¿No podría
responderse que aquellos testimonios se refieren a ver a Dios y no a
haberle visto? Porque lo que se ha dicho es que ellos verán a Dios, y
no que le vieron. No que le hemos visto sino que le veremos tal y como
es. En este sentido se dice: "Que ninguno ha visto a Dios nunca". Esto
es, en esta vida no puede verse tal y como es -ni en la vida de los
ángeles- según esta vida visible, como se ven las cosas sensibles, por
medio de los ojos de la carne.
San Gregorio,
Moralium, 18, 38
Si bien es verdad que algunos pueden ver
la majestad de Dios, aun viviendo en esta vida pasajera, por medio de
la contemplación y elevándose a los más altos grados de la virtud,
esto no se opone a lo que se acaba de decir. Porque todo el que ve la
sabiduría (que es Dios) muere absolutamente a esta vida, sin que le
quede afecto alguno a las cosas de la tierra.
San Agustín,
super Genesim 12, 27
De modo que si alguno no muere a las cosas
de esta vida, bien desnudándose de las cosas corporales, bien
alejándose y despojándose de los sentidos exteriores -hasta el punto
de que no pueda saber perfectamente, como dice el Apóstol (
2Cor 12,2), si está en el cuerpo o fuera del
cuerpo- no será arrebatado por aquella visión ni jamás la alcanzará.
San Gregorio,
ut sup
Debe tenerse en cuenta que hubo algunos
que dijeron que Dios podía ser visto en la eterna bienaventuranza en
toda su majestad, pero que no podía verse en cuanto a su naturaleza.
La nimia sutileza de este pensamiento engañó a éstos con exceso,
porque no hay diferencia alguna entre la claridad y la naturaleza en
aquella esencia simple e inmutable.
San Agustín,
ad Paulinam epistola 110, cap. 4
Y si se dice, respecto de lo que está
escrito, que "A Dios nadie le vio jamás" -en lo que sólo debe
entenderse que se refiere a los hombres- el Apóstol explica esto más
claramente diciendo: "A quien ninguno de los hombres vio, ni puede
ver" ( 1Tim 6,16). Y así, si se dijese
"ninguno de los hombres" parecerá que aquella cuestión estaría
resuelta, porque no se opone a esto lo que dice el Señor: "Los ángeles
del Señor siempre ven la cara de mi Padre" ( Mt
18,10), para que creamos que los ángeles ven a Dios, a quien "nadie le
vio jamás" esto es, de los hombres.
San Gregorio,
ut sup
Hay algunos que dicen que no pueden ver a
Dios ni aun los ángeles.
Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 14
Es verdad que no sólo los profetas, ni los
ángeles, ni los arcángeles, pueden ver a Dios tal y como es. Y si se
les pregunta, esto es, a los ángeles, oirás que nada responden acerca
de su esencia. No sólo cantan gloria a Dios en las alturas, sino
también paz en la tierra a los hombres de buena voluntad (
Lc 2,14). Y aun cuando se desee aprender algo
por el querubín y el serafín, se oirá la melodía mística de su santa
misión, esto es, un himno espiritual, en que dicen que el cielo y la
tierra están llenos de su gloria.
San Agustín,
ad Paulinam epistola 112, cap.7
Lo cual es tan verdadero, que ninguno
podrá jamás comprender la grandeza de su Dios, no sólo con los ojos de
la carne, sino ni aun con la más alta contemplación. Una cosa es ver y
otra cosa comprender la totalidad de lo que se ve. Porque una cosa se
ve en tanto que está presente al sentido de la vista, pero para
comprenderla en su integridad cuando se ve es necesario conocerla de
tal modo que se vea todo lo que encierra y los límites que la
determinan.
San Agustín,
ut sup
En este sentido sólo el Hijo y el Espíritu
Santo ven al Padre. Lo que es de naturaleza creada, ¿cómo podrá ver lo
que es increable? Y así ninguno conoce a Dios como el Hijo. Por esto
sigue: "El Hijo Unigénito", etc. Y no se crea que se entiende con este
nombre a alguno de aquellos que han sido constituidos por hijos en
virtud de la gracia, porque se añade el artículo. Y por si esto no es
suficiente, se ha añadido el otro nombre: Unigénito.
San Hilario,
De Trin., 1, 6
La cualidad de la naturaleza divina no
parecía bastante explícita con el nombre "Hijo" si no se hubiese
añadido, para dar más propiedad a la frase y para significar la
excepción, otra palabra: "Unigénito". Diciéndola además de "el Hijo"
se concluye la idea de adopción, dado que la palabra "Unigénito" sólo
puede referirse a su naturaleza divina.
Crisóstomo,
ut sup
Y puso también otra cosa diciendo: "Que
está en el seno del Padre". Porque el estar en este seno ¿no es mucho
más que verle sencillamente? Y el que simplemente ve no tiene
conocimiento de la cosa que ve, mas el que está en el interior, nada
desconoce. Y cuando se oiga, por lo tanto, que ninguno conoce al Padre
más que el Hijo, no debe decirse que aunque le conoce más que todos,
no le conoce en cuanto es. Porque además el Evangelista dice que El
habita en el seno del Padre para que no creamos que por esto se da a
conocer otra cosa que la íntima unión del Unigénito y la coeternidad
con el Padre.
San Agustín,
in Ioannem, tract.3
En el seno del Padre, esto es, en el
secreto del Padre, porque el Padre no tiene seno como nosotros lo
tenemos en los vestidos, ni debe pensarse que se sienta como nosotros
nos sentamos. De modo que no está ceñido para tener seno, sino que así
como nuestro seno es interior, al secreto del Padre se le llama seno
del Padre. Y el que conoce al Padre en su secreto es el que contó lo
que vio.
Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 14
¿Y cómo lo refirió? Diciendo que no hay
sino un solo Dios; pero esto lo dicen Moisés y los profetas. ¿Qué más,
pues, aprendimos por el Hijo que existe en el seno del Padre? En
primer lugar, que las cosas que han referido otros las han referido
con la cooperación del Unigénito. Y además que hemos recibido un don
mucho mayor por medio del Unigénito y conocido que Dios es espíritu y
que los que le adoran le deben adorar en espíritu y que Dios es Padre
del Unigénito.
Beda
Además, si se refiere a tiempo pasado,
cuando dice "contó", una vez hecho hombre el Hijo nos enseñó lo que
debe saberse acerca de la unidad de la Trinidad, y cómo podemos llegar
hasta su conocimiento, y por qué medio puede llegarse hasta ello. Y si
se refiere a lo futuro entonces referirá cómo lleva a sus escogidos
hasta el conocimiento de su gloria.
San Agustín,
ut sup
Hay algunos hombres que dicen, engañados
por la vanidad de su corazón, que el Padre es invisible y que el Hijo
es visible. Pero si se dice que el Hijo es visible en virtud de la
carne, nosotros lo concedemos también. Y esto es un dogma católico.
Pero si, como ellos dicen, era visible antes de haberse encarnado, se
equivocan en gran manera, porque Jesucristo es la sabiduría y el poder
de Dios. La sabiduría de Dios no puede verse por medio de los ojos. Y
si la palabra del hombre no se ve con los ojos, ¿cómo puede verse la
Palabra de Dios?
Crisóstomo,
ut sup
Y esto no es exclusivamente de El, porque
ninguno ha visto a Dios nunca; pero vio al Hijo, porque, como San
Pablo dice ( Col 1,15): "Es la imagen de Dios
invisible". Aquél que es imagen de lo invisible, El también es
invisible.
Notas
1.
Heracleón perteneció a la secta gnóstica de los valentinianos y
compuso un comentario al Evangelio según San Juan.
2. El
Apóstol San Juan, autor de un Evangelio.
|
19-23 |
Y éste es el testimonio de
Juan, cuando los judíos enviaron a él de Jerusalén sacerdotes y
Levitas a preguntarle: "¿Tú quién eres?" Y confesó y no negó: y
confesó: "Que yo no soy Cristo". Y le preguntaron: "¿Pues qué cosa?
¿Eres tú Elías?" Y dijo: "No soy". "¿Eres tú el Profeta?" Y respondió:
"No". Y le dijeron: "¿Pues quién eres, para que podamos dar respuesta
a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?" El dijo: "Yo soy
la voz del que clama en el desierto: enderezad el camino del Señor,
como dijo Isaías profeta". (vv. 19-23)
Orígenes,
ut sup
Según se lee, este testimonio lo dio San
Juan Bautista refiriéndose a Jesucristo, empezando por aquellas
palabras: "Este es el que yo dije: el que ha de venir en pos de mí". Y
concluye con aquélla: "El mismo lo ha declarado".
Teofilacto
Después de haber dicho el Evangelista que
San Juan hablaba de Jesucristo, diciendo: "Ha sido engendrado antes de
mí", ahora añade que San Juan en este testimonio volvía a referirse a
Jesucristo, diciendo: "Y éste es el testimonio de Juan, cuando los
judíos enviaron a él de Jerusalén sacerdotes y Levitas".
Orígenes, ut sup
Los judíos, en verdad, como parientes del
Bautista por pertenecer a la familia sacerdotal, destinan sacerdotes y
levitas para que vengan desde Jerusalén a preguntarle quién era San
Juan. Esto es, enviaron a aquéllos que se consideraban como diferentes
de los demás, por la elección, y desde un lugar escogido de Jerusalén.
Buscan, por lo tanto, a Juan, con tanto respeto, cuanto no leemos que
en alguna época dispensasen los judíos al Salvador. Pero lo que los
judíos hacían respecto de San Juan, éste lo hacía respecto de
Jesucristo, preguntándole por medio de sus discípulos: "¿Eres tú el
que ha de venir, o esperamos a otro?" ( Lc
7,19).
Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 15
Creyeron a San Juan tan digno de ser
creído que admitieron su contestación como verdadera, a pesar de ser
él mismo quien daba testimonio de sí. Por esto se dice: "A
preguntarle, ¿tú quién eres?"
San Agustín,
in Ioannem, tract.14
No hubieran enviado esta comisión si no se
hubiesen extrañado de su ilimitado poder, en virtud del cual se
atrevía a bautizar.
Orígenes
Pero San Juan (según parece) observaba
cierta indeterminación en la pregunta de los sacerdotes y de los
levitas, porque sin duda creían que sería el mismo Cristo cuando
bautizaba, aunque se abstenían de decirlo con claridad para no ser
tenidos por temerarios. Por eso, para destruir la opinión errada que
habían concebido desde el principio respecto de él, y así después
brillase mejor la verdad, les dice ante todo que él no es el Cristo.
Por esto sigue: "Y confesó y no negó: y confesó, que yo no soy el
Cristo". Añadamos también a esto que ya en el tiempo de la venida de
Jesucristo se alegraba el pueblo como si ya le tuviese delante,
manifestando los doctores de la ley que según las Sagradas Escrituras
era llegado el tiempo en que debía aparecer el Salvador. Por esta
razón, Teodas había reunido muchos discípulos manifestándose como si
fuera el Salvador. Y después de él Judas Galileo hizo lo propio en
tiempo de los hechos de los apóstoles ( Hch
5,36-37). Esperándose, pues, con tal vehemencia la venida del
Salvador, los judíos mandaron a preguntar a San Juan: "¿Tú quién
eres?", queriendo saber si él se anunciaba como el verdadero Cristo. Y
no porque él dijo "Yo no soy el Cristo", lo negó respecto de Jesús,
sino que declaró la verdad en estas mismas palabras.
San Gregorio,
in Evang. hom 7
Negó claramente lo que no era, pero no
negó lo que era. Porque así, diciendo la verdad, se hacía miembro
suyo, no usurpando engañosamente ni apropiándose su nombre.
Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 15, sparsim
Experimentaron los judíos cierta pasión
humana respecto de San Juan. Creían indigno que él se sometiese a
Jesucristo, porque las muchas cosas que hacía San Juan demostraban su
excelencia y, en realidad, que descendía de familia ilustre (puesto
que era hijo del príncipe de los sacerdotes). Y porque demostraban,
después, su educación sólida y su desprecio de las cosas humanas. Mas
en Jesucristo se veía lo contrario; era de un aspecto humilde, lo cual
menospreciaban los judíos diciendo: "¿Pues no es éste el hijo del
carpintero?" ( Mt 13,55). Su ordinario
sustento era el de los demás, y su vestido no se distinguía del de
muchos. Y como San Juan mandaba continuamente a ver a Jesucristo, y
por otro lado querían más bien tener por maestro a San Juan, le
enviaron aquella legación, creyendo que por medio de halagos le
obligarían a confesar que él era el Cristo. Y por esto no envían a
personas despreciables (a la manera que a Cristo le enviaban a los
ministros y los herodianos) sino sacerdotes y levitas. Y no cualquiera
de estos, sino a aquellos que estaban en Jerusalén, que eran los más
distinguidos. Y los envían para que pregunten: "¿Tú quién eres?". No
porque lo ignorasen, sino porque querían llevarlo a contestar como
queda dicho. Por esto San Juan les respondió según él creía, y no
según la mente de los que preguntaban: "Y confesó y no negó. Y
confesó, que yo no soy el Cristo". Y véase aquí la sabiduría del
Evangelista. Dice por tercera vez casi lo mismo, indicando la virtud
del Bautista, y descubriendo la malicia y la locura de los judíos. Es
propio de un siervo respetuoso no sólo no quitar la gloria a su amo,
sino rechazarla cuando otros se la ofrecen. Las muchedumbres, en
realidad, habían creído por ignorancia que San Juan era el Cristo. Y
éstos, como iban de mala fe, le preguntaban impulsados por la misma,
creyendo que podrían atraerlo por medio de halagos a lo que se
proponían. Si no hubiesen pensado así, hubieran dicho a Juan cuando
les responde "yo no soy el Cristo": no hemos pensado en esto, ni hemos
venido a preguntártelo. Mas habiéndose visto descubiertos, pasan a
otra cosa. Y por esto prosigue: "Y le preguntaron: ¿pues qué cosa?
¿eres tú Elías?
San Agustín,
ut sup
Sabían, pues, que Elías vendría antes que
Cristo. El nombre de Cristo no era desconocido para ninguno de los
hebreos, pero no creían que él fuese el Cristo. Y, sin embargo,
creyeron absolutamente que el Cristo había de venir. Y al mismo tiempo
que esperaban que vendría en el futuro, ya le ofendieron en el
presente.
Prosigue: Y contestó: "No soy".
San Gregorio,
in evang. hom 7
De estas palabras se suscita cierta
cuestión harto compleja. Porque en otro lugar, preguntado el Señor por
sus discípulos acerca de la venida de Elías, les respondió: "Si
queréis saberlo, el mismo Juan es Elías" ( Mt
11,14). Mas preguntado San Juan, contesta: "Yo no soy Elías". ¿Cómo es
el profeta de la verdad, si no está conforme con la explicación de la
misma Verdad?
Orígenes
Dirá alguno que San Juan ignoraba si él
era Elías, y sin duda usarán de esta razón los que asienten a la
opinión trillada y el testimonio de la transmigración
1, como
si las almas se revistiesen de nuevos cuerpos. Mas preguntan los
judíos, por medio de los levitas y los sacerdotes, si era Elías, dando
fe a la creencia tradicional en ellos y no extraña a la doctrina
cabalística de sus padres, de que las almas pueden de nuevo informar
otros cuerpos. Y por esto dice San Juan: "yo no soy Elías", porque en
realidad desconocía su vida primitiva. ¿Pero es lógico suponer que
siendo iluminado por el Espíritu como profeta, y habiendo referido
tantas cosas de Dios y de su Unigénito, ignorara de sí mismo si alguna
vez su alma había estado en Elías?
San Gregorio,
in Evang. hom. 6
Mas si se busca la verdad diligentemente,
se encontrará que lo que parece contrario entre sí no lo es. El ángel
había dicho a Zacarías respecto a San Juan: "El marchará delante del
Cristo con el espíritu y la virtud de Elías" ( Lc
1,17). Porque así como Elías precederá a la segunda venida del Señor,
así San Juan le precede en la primera. Y así como aquél vendrá como
precursor del juez, así éste viene como precursor del Salvador. San
Juan, por lo tanto, era Elías en espíritu, aun cuando no estaba en la
persona de Elías. Y lo que afirma el Señor del espíritu, San Juan lo
niega respecto de la persona, siendo muy justo que el Salvador, al
dirigirse a sus discípulos para hablarles de San Juan, adoptase el
sentido espiritual y que San Juan, que respondía a las muchedumbres
carnales, hablase no del espíritu, sino del cuerpo.
Orígenes,
ut sup
Responde, pues, a los levitas y a los
sacerdotes: "No soy", conociendo el fin que se proponen en esta
pregunta. Pues la referida pregunta no tendía a averiguar si ambos
estaban animados de un mismo espíritu, sino si Juan era el mismo
Elías, que fue arrebatado y que ahora aparecía sin nuevo nacimiento,
como los judíos esperaban. Mas alguno dirá, creyendo en la
transmigración de los cuerpos, que es contrario a la razón admitir que
el hijo de Zacarías, nacido en la ancianidad de tan gran sacerdote,
contra lo que se podía esperar humanamente hablando, fuese desconocido
por los sacerdotes y los levitas, ignorando su nacimiento, y más
cuando, especialmente San Lucas, dijo que se había suscitado un temor
grande entre los que habitaban en las cercanías ( Lc
1,65). Pero acaso les parece que deben preguntar en sentido
tropológico
2,
porque esperaban que Elías vendría antes del fin y delante de Cristo.
Como si preguntasen: ¿eres tú, acaso, el que anuncias que el Cristo
habrá de venir al fin del mundo? Pero les responde con precaución: "No
soy". Pero no debe llamar la atención que así como respecto del
Salvador había muchos que sabían que había nacido de María, y sin
embargo algunos de ellos se engañaban (creyendo que El era Juan
Bautista, Elías, o alguno de los profetas), así también respecto de
San Juan; aunque no se ocultaba a muchos que era hijo de San Zacarías,
dudaban algunos si acaso sería Elías el que había aparecido en San
Juan. Y como había habido muchos profetas en Israel, se esperaba uno
de quien Moisés había vaticinado, especialmente por aquellas palabras:
"El Señor os levantará un profeta de entre vuestros hermanos, y le
obedeceréis como a mí" ( Dt 18,18). Le
preguntan por tercera vez, no ya sencillamente si es un profeta, sino
si es el profeta, esto es, con la singularidad que expresa el artículo
griego. Por esto sigue: "¿Eres tú el profeta?" El pueblo de Israel
había comprendido en todos los profetas que ninguno de ellos era aquél
de quien había vaticinado Moisés. El cual (como había sucedido a
Moisés) estaría entre Dios y los hombres, y transmitiría a los
discípulos el testamento recibido de Dios. Y atribuían ellos este
nombre no a Jesucristo, sino que creían que sería distinto de Cristo.
San Juan conoció que Cristo era el verdadero profeta, por esto añade:
"Y respondió no".
San Agustín,
in Ioannem, tract.4
Acaso porque San Juan era más que profeta,
porque los profetas habían anunciado al Salvador desde lejos, pero San
Juan demuestra que está presente.
Prosigue: "Y le dijeron: pues ¿quién
eres?", etc.
Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 15
Véase aquí cómo insisten y preguntan con
más fuerza. Mas éste destruye con su mansedumbre todas las sospechas
que no estaban inspiradas en la verdad, y restablece la opinión
verdadera. Por esto sigue: "El dijo: yo soy voz del que clama en el
desierto".
San Agustín,
ut sup
Isaías ya lo dijo y su profecía se realizó
en San Juan.
San Gregorio,
in Evang. hom. 7
Ya sabéis que el Hijo Unigénito se llama
el Verbo del Padre y por nuestro mismo lenguaje sabemos que primero
suena la voz para que después se pueda oír la palabra; mas San Juan
asegura que él es la voz que precede a la palabra y que por su
mediación el Verbo del Padre es oído por los hombres.
Orígenes
Heracleón, sin consideración a San Juan y
a los profetas, dice que, en efecto, el Verbo es el Salvador, y que la
voz se oye por medio de San Juan, de donde la virtud profética
consiste en un mero sonido. A él le debemos contestar que si la
trompeta no deja oír su voz significativa, nadie se apercibirá a la
batalla. Pero si la voz del profeta no es otra cosa que un mero
sonido, ¿cómo el Salvador nos remite a ella, cuando dijo "examinad las
Escrituras" ( Jn 5,39)? Y dice San Juan que
es él la voz. No que clama en el desierto, sino del que clama en el
desierto, esto es de Aquél que estaba y clamaba: "Si alguno tiene sed
que venga a mí y beba" ( Jn 7,37). Clamaba,
pues, para que lo oyesen los que estaban distantes, y para que lo
perciban los que tienen el oído torpe, y puedan comprender la
importancia de lo que se les dice.
Teofilacto
O bien porque anuncia la verdad de un modo
terminante, en tanto que los que vivían bajo el influjo de la ley
hablaban oscuramente.
San Gregorio,
ut sup
San Juan clamaba en el desierto, porque
anunciaba el consuelo del Redentor a Judea, que estaba como abandonada
y desierta.
Orígenes,
ut sup
El efecto de esta voz que clama en el
desierto no debe ser otro que el que el alma, separada de Dios, vuelva
otra vez al camino recto que conduce a Dios, no siguiendo la malicia
de los pasos torcidos de la serpiente, sino elevándose por medio de la
contemplación al conocimiento de la verdad, sin mezcla alguna de
mentira, para que la vida de acción se ajuste a la norma de lo lícito
después de una conveniente meditación. Por esto sigue: "Enderezad el
camino del Señor, como dijo Isaías el profeta".
San Gregorio,
ut sup
El camino del Señor es enderezado hacia el
corazón cuando se oye con humildad la palabra de la verdad. El camino
del Señor es enderezado al corazón cuando se prepara la vida al
cumplimiento de su ley.
Notas
1. La
reencarnación.
2.
Sentido tropológico equivale a sentido moral, es decir el mensaje del
texto que ilumina la vida cristiana del que lo lee.
|
24-28 |
Y los que habían sido
enviados eran de los fariseos. Y le preguntaron y le dijeron: "¿Pues
por qué bautizas si tú no eres el Cristo, ni Elías, ni el profeta?"
Juan les respondió, y dijo: "Yo bautizo en agua; mas en medio de
vosotros estuvo a quien vosotros no conocéis. Este es el que ha de
venir en pos de mí, que ha sido engendrado antes de mí: del cual yo no
soy digno de desatar la correa del zapato". Esto aconteció en Betania,
de la otra parte del Jordán, en donde estaba Juan bautizando. (vv.
24-28)
Orígenes,
ut sup
Habiendo respondido a los sacerdotes y a
los levitas, fue preguntado por los fariseos. "Y los que habían sido
enviados, eran de los fariseos". Digo que éste es el tercer
testimonio, como puede deducirse de sus palabras. Véase también cómo
los sacerdotes y los levitas preguntan con mansedumbre: "Tú, ¿quién
eres?". No se arrogan nada digno de censura en aquella pregunta, sino
que obran cual corresponde a verdaderos ministros de Dios. Mas los
fariseos, divididos e inoportunos, según indica su nombre, dirigen al
Bautista palabras mal sonantes y ofensivas. Por esto sigue: "Y le
dijeron: ¿pues por qué bautizas, si tú no eres el Cristo, ni Elías, ni
el profeta?" No querían averiguar la verdad, sino impedirle que
bautizase. Pero después, no sé por qué razón, se deciden a bautizarse
y volvieron a San Juan. La solución de esto, que los fariseos, a pesar
de que no creían, viniesen a bautizarse con hipocresía, parece que
consiste en que temían al pueblo.
Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 15
O acaso los mismos sacerdotes y levitas
eran también de los fariseos, y como no pudieron doblegarlo con
halagos, intentan arrojar sobre él una acusación, obligándole a decir
lo que no era. Por esto sigue: "Y le preguntaron y le dijeron: ¿pues
por qué bautizas, si tú no eres el Cristo, ni Elías ni el profeta?".
Les parecía que rayaba en la audacia el bautizar sin ser el Cristo, ni
su precursor, ni su anunciador, esto es, su profeta.
San Gregorio,
in Evang. hom. 7
Pero cuando un santo cualquiera es
preguntado con mal fin, no sale de su expresión de bondad. Por esto
San Juan responde a las palabras de envidia con las predicaciones de
vida. Por esto sigue: "Y Juan les respondió y dijo: yo bautizo en
agua".
Orígenes,
ut sup
Y a aquellas palabras: "¿Por qué
bautizas?", no convenía contestar otra cosa que indicar que su
bautismo era carnal, o manifestar que era material.
San Gregorio,
ut sup
San Juan no bautizaba en espíritu sino en
agua, porque no podía perdonar los pecados. Lavaba con agua los
cuerpos de los que se bautizaban, pero no purificaba sus almas por
medio del perdón. ¿Y para qué bautiza si no perdona los pecados por
medio del bautismo? Porque, cumpliendo en todo el orden y oficio de
precursor de Aquel que venía -esto es, a cuyo nacimiento se había
adelantado naciendo-, debía adelantarse también al Señor, que había de
bautizar, bautizando él. Y el que se había hecho precursor de
Jesucristo por medio de la predicación también había de ser su
precursor bautizando, para imitarle en el sacramento, puesto que con
ello anunciaba que éste era uno de los misterios de nuestra redención,
y que estaba en medio de los hombres Aquél que aún no era conocido.
Por esto sigue: "Mas en medio de vosotros está uno a quien vosotros no
conocéis", porque como el Señor aparece en carne, es visible en cuanto
al cuerpo pero invisible en cuanto a la majestad.
Crisóstomo,
ut sup
Dijo esto porque era conveniente que el
Salvador se confundiese con el pueblo, como uno de tantos, para dar
ejemplo de humildad en todas partes. Y cuando dice: "A quien vosotros
no conocéis", habla de un conocimiento cierto y seguro de quién es y
de dónde viene.
San Agustín,
in Ioannem, tract. 4
Apareció humilde y por lo mismo es
antorcha encendida.
Teofilacto
El Señor estaba en medio de los fariseos,
pero le desconocían. Porque como ellos creían saber las Escrituras,
por cuanto en ellas era anunciado el Señor, se encontraba en medio de
ellos (esto es en sus conciencias) pero no lo conocían, porque no
entendían las Escrituras. Además estaba en medio de ellos porque era
mediador entre Dios y los hombres, por cuya razón Cristo Jesús se
encontraba en medio de los fariseos esforzándose por unirlos con Dios,
pero ellos no le conocían.
Orígenes
Una vez contestado: "Yo bautizo en agua" a
aquella pregunta: "¿Por qué bautizas?", a las palabras: "¿Si tú no
eres el Cristo?", el precursor ofrece su contestación pregonando la
excelencia de la esencia de Jesucristo. Y dice que es tan grande el
poder que tiene, que es invisible en cuanto a su divinidad, a pesar de
que está presente a todos y se encuentra difundido por todo el orbe,
lo que se da a entender por lo que dijo: "En medio de vosotros
estuvo". Pues Este se encuentra en todo el mecanismo del universo, y
lo penetra todo de tal modo que las cosas que nacen, nacen por El,
puesto que todo fue hecho por El. Y esto es lo que da a conocer
claramente a los que le preguntan: "¿Por qué bautizas?" O cuando dice:
"En medio de vosotros estuvo", debe entenderse esto respecto de
nosotros los hombres. Porque como somos racionales, existe en medio de
nosotros, por lo mismo que el asiento principal del alma, el corazón,
está situado en la parte media del cuerpo. Los que llevan al Verbo en
su interior, ignorando su naturaleza, ni de dónde viene, ni cómo se
encuentra en ellos, éstos desconocen que tienen el Verbo dentro de sí
mismos, lo cual ya conoció San Juan. Por lo que, reprendiendo a los
fariseos, les dice: "A quien vosotros no conocéis". Como los fariseos
esperaban que no se tardaría la venida del Cristo y no podían elevarse
a tan alto concepto acerca de El, creyendo sólo que sería un hombre
santo, San Juan reprende su ignorancia, porque desconocen su
excelencia. Dice: "Estuvo", porque está el Padre, que existe de una
manera invariable e impermutable. Está también su Verbo, para salvar
continuamente y aun cuando ha tomado carne y se encuentra entre los
hombres de una manera invisible y no es conocido por ellos. Y para que
alguno no crea que el que es invisible, cuando viene para todos los
hombres o para todo el universo, es otro distinto del que se ha
humanado y aparecido en la tierra, añade: "Este es el que ha de venir
en pos de mí". Esto es, que habrá de aparecer después de mí. Y no
tiene aquí la misma significación la palabra en pos
que cuando Jesús nos invita a que vengamos en pos de El. Allí se nos
manda que le sigamos, para que siguiendo sus pasos podamos llegar
hasta el Padre; aquí se manifiesta lo que de esto se sigue, según las
enseñanzas del Bautista. Vino con el fin de que todos crean por él,
preparados para que puedan llegar sin mayor dificultad al Verbo
perfecto. Dice además: "Este es el que ha de venir en pos de mí".
Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 15
Como si dijese (San Juan) no creáis que
todo consiste en mi bautismo, porque si mi bautismo fuese perfecto, no
vendría otro después de mí a dar otro bautismo; mas todo esto es
preparación de aquél, y pasará en breve como la sombra y la imagen;
pero conviene que el que impone la verdad venga después de mí. Y si
este bautismo fuera perfecto, nunca hubiese sido necesario un segundo.
Y por esto añade: "El que ha sido engendrado antes de mí" es digno de
mayor honor y de mayor respeto.
San Gregorio,
ut sup
Al decir: "Ha sido hecho antes que yo" da
a entender que había sido antepuesto a él. Viene después de mí, porque
ha nacido después. Y ha sido engendrado antes de mí, porque es
superior a mí.
Crisóstomo,
ut sup
Y para que no se crea que su respectiva
excelencia es comparable, y para manifestar mejor la diferencia,
añade: "Del cual yo no soy digno de desatar la correa del calzado".
Como diciendo: en tanto es superior a mí yo no soy digno de contarme
ni aun entre sus servidores más humildes, porque soltar el calzado es
lo último que puede hacer el que sirve.
San Agustín,
ut sup
Por lo que si se hubiera juzgado digno de
soltar la correa de su calzado, no hubiera aparecido más humilde.
San Gregorio,
in Evang. hom. 7
Fue costumbre entre los antiguos que si
alguno no quería casarse con alguna de las que le correspondían, debía
soltarle el calzado a aquél que le fuese destinado en razón de
verdadero parentesco. Y al aparecer Jesucristo entre los hombres, ¿qué
otra cosa es más que el esposo que se presenta a la Iglesia santa? Por
lo tanto San Juan se considera como indigno de soltar la correa de su
calzado, como diciendo terminantemente: no puedo descubrir los
vestigios del Redentor, porque el nombre de esposo no me lo merezco, y
por ello no lo usurpo. Lo cual también puede entenderse de otro modo.
¿No sabemos todos que el calzado se hace con pieles de animales
muertos? Pero habiendo venido el Señor por medio de la Encarnación,
aparece como calzado, porque tomó sobre su divinidad la sustancia
mortecina de nuestra corrupción. Y la correa de su calzado es la
ligadura del misterio. San Juan, pues, no se atreve a soltar la correa
de su calzado porque no puede penetrar el misterio de su Encarnación,
como si dijese claramente: ¿Qué de particular tiene que sea mayor que
yo, si considero que aun cuando ha nacido después que yo, no comprendo
el misterio de su nacimiento?
Orígenes,
in Ioannem, tom. 6
Hay alguno que ha dicho, y no sin razón,
que esto debe entenderse así: No soy yo de tanto mérito para
considerar su existencia de tan elevado origen y creer que ha recibido
la carne como un calzado sólo por causa mía.
Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 16
Y como San Juan predicaba a todos con
oportuna libertad lo que se refería a Jesucristo, el Evangelista dice
aquí el lugar donde lo hacía, añadiendo: "Esto aconteció en Betania,
de la otra parte del Jordán, en donde estaba Juan bautizando". Porque
no predicaba a Jesucristo ni en la casa ni en la esquina, sino al otro
lado del Jordán, en medio de la multitud y estando presentes los que
había bautizado. Algunos ejemplares dicen en Betábora
1,
porque Betania no estaba al otro lado del Jordán, ni en el desierto,
sino cerca de Jerusalén.
Glosa
Pero hay dos Betanias: una al otro lado
del Jordán y otra a la parte acá, no muy distante de Jerusalén, en
donde Lázaro fue resucitado.
Crisóstomo,
ut sup
También se fija en esto por otra causa.
Porque no refería cosas antiguas sino las que habían ocurrido poco
tiempo antes, por lo que cita como testigos a los que estaban
presentes y habían visto aquello que se refería, haciendo la
demostración hasta de los lugares.
Alcuino
Mas Betania quiere decir casa de
obediencia, por medio de la que se manifiesta que todos deben
obediencia a la fe para venir al bautismo.
Orígenes
Y Betábora quiere decir "casa de
preparación", y conviene con el bautismo de San Juan, que servía para
preparar al Señor un pueblo perfecto. Jordán quiere decir "la bajada
de aquéllos". ¿Y quién será este río, sino nuestro Salvador, por medio
del cual deben purificarse los que entran en este mundo, no porque
Este sea quien baje, sino el género humano? Este río separa las
gracias concedidas por Moisés de las concedidas por Jesucristo. Los
manantiales de Este alegran la ciudad de Dios. Además, así como el
caimán nada en el río de Egipto, así el Señor se oculta en este río.
Mas el Padre está en el Hijo, y los que marchan a donde El se
encuentra para lavarse dejan el oprobio de Egipto y se preparan a
recibir la heredad eterna. Además se purifican de la lepra y son
capaces de merecer las dos gracias, estando dispuestos para recibir
las del Espíritu Santo. Porque este Espíritu nunca había bajado en
forma de paloma sobre el otro río. San Juan bautizaba al otro lado del
Jordán, como precursor del que había de venir a llamar no a los
inocentes sino a los pecadores (o sea el precursor de Aquél que vino a
llamar a los pecadores y no a los inocentes).
Notas
1.
Betábara. Aldea transjordánica donde, según algunos manuscritos de
algunos Padres, bautizaba Juan. Es distinta de la tierra de Lázaro,
Marta y María.
|
29-31 |
El día siguiente vio Juan
a Jesús venir a él, y dijo: "He aquí el Cordero de Dios; he aquí el
que quita los pecados del mundo. Este es Aquél de quien yo dije: En
pos de mí viene un varón, que fue engendrado antes de mí, porque
primero era que yo. Y yo no le conocía; mas para que sea manifestado
en Israel, por eso vine yo a bautizar en agua". (vv. 29-31)
Orígenes
Después del testimonio de San Juan ya se
ve a Jesús viniendo hacia él, que no sólo ha perseverado hasta
entonces, sino que refuerza aun más su testimonio, lo cual se designa
por el día segundo. Por esto dice: "El día siguiente vio Juan a
Jesús". Ya antes de ahora, cuando la Madre de Jesús estaba embarazada
y al poco tiempo de haberle concebido, había pasado a visitar a la
madre del Bautista, que a su vez le encerraba en su seno. Y tan luego
la voz de María llegó a los oídos de Isabel, con sólo la salutación de
María, salta Juan, encerrado en el vientre de su madre. Y Este es
visto por San Juan, quien ha dado testimonio de El, viniendo y
dirigiéndose hacia El. Primero sucede que uno es instruido por lo que
oye a otro, y después confirma ocularmente lo que ha oído. Por cuanto
María vino a visitar a Santa Isabel como a persona inferior, y el Hijo
de Dios al Bautista, se nos enseña el auxilio que debemos a los
menores y el ejercicio de la modestia. Mas no se dice aquí de dónde
venía el Salvador cuando se dirigía a donde estaba el Bautista, sino
que lo deducimos de las palabras de San Mateo, que dice: "Entonces
vino Jesús desde Galilea al Jordán, a ser bautizado por Juan" (
Mt 2,13).
Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 16
San Mateo habla propiamente de la venida
del Salvador al bautismo, mas San Juan parece indicar que Jesús fue
por segunda vez a ver al Bautista después del bautismo. Y esto lo
prueba por lo que sigue: "Porque he visto al Espíritu Santo que
bajaba", etc. Parece que los evangelistas se distribuyeron el tiempo
de esta narración. Porque San Mateo, pasando en silencio lo que
sucedió antes que el Bautista fuese aprehendido, pasa a ocuparse de lo
que sucedió después; mas San Juan se detiene especialmente en los
tiempos que precedieron a la prisión del Bautista. Por esto dice: "Al
día siguiente, vio", etc. Por qué vino a ver al Bautista una segunda
vez después del bautismo se conoce porque lo había bautizado entre
muchos, para que no se creyese que el Salvador había venido como los
demás, que acudían ora para confesar los pecados, ora para purificarse
en el río por medio de la penitencia. Por esto sucedió que, dando
ocasión a San Juan de destruir esta sospecha, San Juan se anticipó con
estas palabras. Por esto sigue: "Y dice, he aquí el Cordero de Dios",
etc. El que era tan puro que podría borrar los pecados de otros,
manifiesta desde luego que no venía a confesar sus pecados sino a dar
ocasión a San Juan para que hablase de El. Vino también por segunda
vez para que aquellos que ya habían oído las cosas anteriores vean
confirmado lo que se les había dicho y oigan otra vez cosas nuevas.
Por esto dice: "He aquí el Cordero de Dios", manifestando que Este es
Aquél que era esperado en otro tiempo y recordando la profecía de
Isaías según la que, aquellas sombras que existían en la ley de
Moisés, los condujeran más fácilmente de la figura a la realidad.
San Agustín,
in Ioannem, tract. 4
Y si el Cordero de Dios es inocente,
también San Juan es el cordero, ¿o acaso no es él inocente también?
Pero todos proceden de aquella descendencia de quien dice el afligido
David: "He sido concebido en el pecado" ( Sal
50,7). De modo que sólo es cordero Aquél que no viene al mundo de este
modo. Y en realidad no había sido concebido en pecado, ni su madre
había tenido pecado cuando le llevaba en su vientre, pues ella le
había concebido siendo Virgen, y siendo Virgen le había parido. Porque
le había concebido por medio de la fe, y por medio de la misma le
había tenido en su seno.
Orígenes,
in Ioannem, tom. 6
Se ofrecían en el templo cinco clases de
animales (tres de la tierra: el becerro, la oveja y la cabra; dos del
aire: la tórtola y la paloma; y de las ovejas eran llevadas tres: el
carnero, la oveja y el cordero). Sólo hace mención del cordero, que es
de la raza de las ovejas. En los holocaustos diarios se ofrecían un
cordero por la mañana y otro por la tarde. ¿Qué otra oblación puede
hacerse todos los días que sea digna del ser inteligente sino el Verbo
florido y vigoroso, llamado por antonomasia el Cordero? Por lo tanto
esto se considerará como la oblación de la mañana, en cuanto se
refiere a la frecuencia con que el alma se detiene en las cosas
divinas, dada la condición de nuestra alma, que no puede estar siempre
en los conceptos altísimos por estar unida con el cuerpo, que es
terreno y pesado. De esta palabra, según la cual llamamos a Jesucristo
Cordero, podemos deducir lo demás y por qué razón nos inclinamos a las
cosas temporales, a la manera que nos tendemos a la llegada de la
tarde. Y el que ofreció este cordero para sacrificarle fue el mismo
Dios escondido en el hombre, gran sacerdote, que dijo: "Ninguno
separará mi alma de mí, porque soy yo quien la depongo" (
Jn 10,18). Por esto dice: "Cordero de Dios",
porque El, tomando sobre sí nuestras aflicciones y quitando los
pecados de todo el mundo, recibió la muerte como bautismo. Y no pasa
sin corrección para Dios nada de lo que hacemos contrario a su Ley, la
cual ha de cumplirse aun a costa de las mayores dificultades.
Teofilacto
Se llama Jesucristo Cordero de Dios porque
Dios Padre aceptó la muerte de Jesucristo por nuestra salvación. O lo
que es lo mismo, en cuanto lo entregó a la muerte por nosotros. Y así
como acostumbramos a decir esta ofrenda es de tal hombre, esto es, la
que tal hombre ofreció, así Jesucristo se llama Cordero de Dios, quien
le había entregado a la muerte por nuestra salvación. Mas aquel
cordero que había servido antes de figura, no tenía mancha alguna;
pero éste llevó sobre sí las manchas o los pecados de todos los
hombres, porque sacó al mundo del peligro en que estaba de sucumbir
bajo el castigo de Dios
1. Por
esto añade: "He aquí el que quita el pecado del mundo". No dijo: el
que quitará, sino el que quita el pecado del mundo, como si siempre
hubiese estado haciendo lo mismo. No quitó el pecado únicamente cuando
padeció, sino desde entonces hasta nuestros días. No es sacrificado
constantemente (porque sólo se ha ofrecido una vez por nuestros
pecados) mas siempre los está quitando por medio de su oblación.
San Gregorio,
Moralium, 8, 32
Se quita el pecado al género humano en
absoluto, cuando se cambia nuestra corrupción por la gloria de la
incorrupción. Y no podemos estar libres de culpa hasta que nos
libremos del cuerpo por medio de la muerte.
Teofilacto
¿Y por qué no dijo: los pecados del mundo,
sino el pecado? Dijo únicamente pecado, refiriéndose al pecado en
sentido universal, como decimos que el hombre fue arrojado del
Paraíso, para que se entienda todo el género humano.
Beda
Se llama pecado del mundo al pecado
original, que es el pecado común a todos los hombres, cuyo pecado,
como todos los demás que a éste pueden añadirse, los quita Jesucristo
por medio de su gracia.
San Agustín,
ut sup
Y el que no tomó el pecado cuando tomó
nuestra naturaleza es el mismo que quita nuestro pecado. Ya sabemos
que dicen algunos: nosotros quitamos los pecados a los hombres porque
somos santos. Mas si no fuere santo el que bautiza, ¿cómo quita el
pecado de otro, siendo él un hombre lleno de pecado? Contra estas
cuestiones leamos ahora: "He aquí el que quita el pecado del mundo",
para que no crean los hombres que son ellos quienes quitan el pecado a
otros hombres.
Orígenes
Así como los sacrificios legales se
referían como por lazo de parentesco al ofrecimiento del Cordero, así
también ahora al sacrificio de este Cordero se añaden otras
oblaciones, como son, a mi modo de entender, los derramamientos de
sangre de los mártires, con cuya paciencia, confesión y prontitud se
embotan las maquinaciones de los malos, inclinándolos al bien.
Teofilacto
Y como San Juan había dicho ya a los que
le habían enviado: "Mas en medio de vosotros estuvo a quien vosotros
no conocéis", ahora se lo enseña a los que no lo conocieron, diciendo:
"Este es aquél de quien yo dije: en pos de mí viene un hombre", etc.
Se llama hombre por el desarrollo de su cuerpo, porque fue bautizado a
los treinta años, y porque es un hombre con alma espiritual y el
esposo de la Iglesia. Por cuya razón decía San Pablo: "Pues os he
desposado con Cristo, para presentaros como virgen pura al único
esposo" ( 2Cor 2,2).
San Agustín,
in Ioannem, tract. 4
Vino después de mí, porque ha nacido
después que yo. Y ha sido hecho antes que yo porque es anterior a mí.
San Gregorio,
in Evang. hom. 7
Y manifiesta las causas de esta
precedencia cuando añade: "Porque primero era que yo". Como si dijese
claramente: aunque yo he nacido antes que El, a El no lo limita el
tiempo de su nacimiento; porque aun cuando nace de su madre en el
tiempo, fue engendrado por el Padre sin tiempo.
Teofilacto
¡Oh Arrio! escucha: No dijo que fue creado
antes que yo, sino que era antes que yo. Oiga también esto la secta de
Pablo de Samosata
2, que
enseña que no nació de la Virgen, porque aunque de ella tomó el modo
de existir, ¿cómo existió antes del precursor? Pues es bien sabido que
el precursor tenía seis meses más que el Salvador en cuanto a la
humana generación.
Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 16
Y para que no parezca que da testimonio de
El por el parentesco, porque era pariente suyo según la carne, dice:
"Yo no lo conocía". Y según la razón natural sucedió así, porque San
Juan había estado siempre en el desierto. Además, los milagros que
habían ocurrido en la niñez de Jesús (como el que tuvo lugar respecto
de los Magos y algunos otros) se habían verificado mucho tiempo antes,
y San Juan era demasiado niño. De modo que, aun cuando existía entre
los hombres, era desconocido de todos. Por lo que añadió: "Sino para
que se manifieste en Israel", etc. De aquí se deduce que aquellos
milagros que algunos dicen haber hecho Jesús en su niñez, son mentiras
y ficciones
3.
Porque si Jesús hubiera hecho milagros desde su primera edad, nadie lo
hubiese desconocido, ni aun el Bautista, ni las gentes hubiesen
necesitado de maestro que se lo hubiese manifestado. Y no era
Jesucristo quien necesitaba de bautismo, ni había otra razón alguna
para aquella purificación que la de demostrar la fe que existe en
Cristo. Y no dijo: para limpiar yo a los que se bautizan, ni he venido
bautizando para librar de los pecados, sino: "para que sea manifestado
en Israel". Pero ¿acaso no podía predicar sin necesidad de bautismo, y
llevar la muchedumbre al fin que se proponía? Claramente que sí, pero
esto lo facilitaba mucho, porque nunca hubiesen concurrido todos si la
predicación se hubiera hecho sin bautismo.
San Agustín,
in Ioannem, tract. 5
Cuando el Señor fue conocido, en vano se
le preparaba camino, porque El mismo se ofrece como camino a los que
le conocen. Y así no duró por mucho tiempo el bautismo de San Juan
sino hasta que se dio a conocer el Dios de la humildad. Y, además,
para darnos ejemplo de esta virtud y enseñarnos a obtener la salvación
por medio del bautismo, recibió El el bautismo del siervo. Y para que
no fuese preferido el bautismo del siervo al bautismo del Señor,
fueron bautizados otros con el mismo bautismo del siervo. Mas los que
fueron bautizados con el bautismo del siervo, convenía también que
fuesen bautizados con el bautismo del Señor. Porque los que son
bautizados con el bautismo del Señor no necesitan del bautismo del
siervo.
Notas
1.
Aparece aquí la perspectiva del Dios castigador. La fe de la Iglesia
enseña que Dios es Ser y Amor, y que se acerca a nosotros con un amor
misericordioso que supone la justicia y va más allá de ella.
2.
Pablo de Samosata enseñó la existencia de un único Dios que se
manifestaba de tres modos distintos. No hay, pues, una realidad
tripersonal, sino una trinidad nominal. Jesús era un hombre
extraordinario, pero no era el Verbo, sino que la parte superior de su
ser estaba dirigida por la divinidad.
3. Se
alude aquí también a los llamados "evangelios apócrifos", y de entre
ellos a aquellos que se refieren a la infancia de Jesús.
|
32-34 |
Y Juan dio testimonio
diciendo: "Que vi el Espíritu Santo que descendía del cielo como
paloma, y reposó sobre El. Y yo no le conocía: mas Aquél que me envió
a bautizar en agua, me dijo: Sobre Aquél que tú vieres descender el
Espíritu y reposar sobre El, Este es el que bautiza en Espíritu Santo.
Y yo le vi, y di testimonio que Este es el Hijo de Dios". (vv. 32-34)
Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 16
San Juan había dicho cosas grandes del
Salvador, lo que era muy suficiente para que se asombrasen cuantos
oían (como aquello de que El solo podría quitar todos los pecados del
mundo entero). Queriendo hacer esto más creíble, lo refería a Dios y
al Espíritu Santo. Y como alguno podría preguntar a San Juan, ¿cómo
has conocido tú a éste?, le responde que por la venida del Espíritu
Santo. Por esto sigue: "Y Juan dio testimonio: diciendo que vi el
Espíritu que descendía".
San Agustín,
De Trin., 15, 27
No fue ungido Jesucristo por el Espíritu
Santo cuando bajó sobre El en forma de paloma después de bautizado,
porque entonces se dignó prefigurar su cuerpo, esto es, su Iglesia, en
la que especialmente los bautizados reciben el Espíritu Santo. Y es
muy absurdo el creer que, teniendo ya treinta años (cuya edad tenía
cuando fue bautizado por San Juan), recibiese el Espíritu Santo, y que
éste viniese sobre El sin pecado, como sin pecado había recibido el
bautismo. Y si bien es verdad que se ha escrito de su siervo y
precursor: "que éste sería lleno del Espíritu Santo desde el vientre
de su madre" ( Lc 1,15), y éste que había
sido engendrado por padre humano había recibido ya el Espíritu Santo
al ser concebido en el vientre de su Madre, ¿qué deberá entenderse y
creerse de Jesucristo en cuanto hombre, cuya concepción, aunque se
verificó en la carne, no fue carnal, sino espiritual?
San Agustín,
De Agone christiano, cap. 22
Y no decimos con esto que Jesucristo
tuviera únicamente verdadero cuerpo ni que el Espíritu Santo se dejase
ver de los hombres de una manera engañosa. Porque así como no convenía
que el Hijo de Dios engañase a los hombres, así tampoco debía
engañarlos el Espíritu Santo. Pero no era difícil a la omnipotencia de
Dios, que había sacado todo el universo de la nada, hacer que un
verdadero cuerpo de paloma apareciese en realidad sin el concurso
natural de otros animales de la misma especie, así como tampoco le
había sido difícil formar un verdadero cuerpo en las entrañas de la
Virgen, sin la cooperación del hombre.
San Agustín,
in Ioannem, tract. 6, sparsim
De dos maneras visibles manifiesta el
Señor al Espíritu Santo: por medio de la figura de una paloma, cuando
baja sobre el Salvador después de bautizado, y por medio de fuego,
cuando baja sobre los apóstoles el día que se encontraban reunidos. En
el primer caso se nos representa la sencillez; en el segundo, el
fervor. Por lo tanto, para que no sean engañados los que reciben la
santificación, se les manifiesta por medio de una paloma, y para que
la sencillez no permanezca fría se demuestra por medio del fuego. Y no
llame la atención que las lenguas estuviesen separadas. No queramos
temer la disipación, y conozcamos la unidad en la paloma. Y así debía
darse a conocer el Espíritu Santo cuando venía sobre el Señor, con el
fin de que cada uno comprenda que cuando tiene el Espíritu Santo, debe
ser sencillo como la paloma y tener con sus hermanos verdadera paz,
significada por las caricias que se hacen las palomas. También se
acarician los cuervos, pero se pican, mas la picada de las palomas es
inocente por naturaleza; además, los cuervos se alimentan de carne
muerta, y la paloma no tiene esta propiedad sino que se alimenta de
las semillas de la tierra. Y si bien es verdad que las palomas parece
que lloran cuando están en amores, no debe llamar la atención que el
Espíritu Santo quiera darse a conocer en forma de paloma, porque El
intercede por nosotros con gemidos inexplicables (
Rom 8,26). Mas el Espíritu Santo no gime en sí mismo, sino en
nosotros, porque nos hace gemir. El que conoce que vive bajo la
presión de esta mortalidad terrena, y que está errante lejos de Dios,
en tanto que gime por esto, gime bien, porque el Espíritu Santo le
enseñó a gemir. Mas hay muchos que gimen por el bienestar de la
tierra, o por verse abrumados de daños, o por enfermedad corporal, o
por otra cosa parecida; en este caso no gimen con el gemido de la
paloma. ¿De qué otra manera iba a representarse el Espíritu Santo para
significar la unidad, sino por la paloma ( Ct
6,8)? De esta manera podría decir a su Iglesia una vez formada: mi
paloma es una sola. ¿Y cómo debió figurar la humildad sino por la ave
sencilla y que gime? Allí apareció toda la Beatísima Trinidad. El
Padre en la voz que decía: "Tú eres mi Hijo muy amado" (
Lc 3,22), el Espíritu Santo en la forma de
paloma. Y en esta Trinidad fueron enviados los Apóstoles a bautizar en
el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo (
Mt 28,19).
San Gregorio,
Moralium, 2, 41
Y dice que descansó sobre El, porque el
Espíritu Santo viene sobre todos los fieles. Pero permanece siempre de
una manera especial únicamente sobre nuestro mediador, porque el
Espíritu Santo nunca se separa de la humanidad de Jesucristo, de cuya
divinidad procede. Mas como dice a sus discípulos respecto del mismo
Espíritu Santo: "Con vosotros permanecerá" ( Jn
14,17), ¿cómo es que permanece sobre Jesucristo como una figura
especial? Esto lo comprenderemos más rápido si conocemos los dones del
Espíritu Santo. Porque Este permanece siempre en sus escogidos por
medio de sus dones: la mansedumbre, la humildad, la fe, la esperanza y
la caridad, sin los cuales no puede llegarse a la vida eterna. Mas en
aquellos en quienes a través de la manifestación del Espíritu no se
guarda nuestra vida, sino que se va detrás de otros asuntos, no
siempre permanece, sino que algunas veces deja de manifestar sus
signos para que sus virtudes sean tomadas con mayor humildad. Mas
Jesucristo siempre le tuvo presente en todas las ocasiones.
Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 16
Y para que no se crea que Jesucristo
necesitó que viniese el Espíritu Santo, como nos sucede a nosotros,
destruye también esta sospecha, dando a conocer que la venida del
Espíritu Santo únicamente tiene por objeto la manifestación de
Jesucristo. Por esto sigue: "Y yo no le conocía; mas Aquél que me
envió a bautizar con agua, me dijo: sobre Aquél que tú vieres
descender el Espíritu Santo, y reposar sobre El, Este es, etc.".
San Agustín,
in Ioannem, tract. 5
¿Y quién envió a San Juan? Si decimos que
el Padre, no mentimos, lo mismo que si decimos que el Hijo. Pero es
mejor decir que el Padre y el Hijo. ¿Y cómo decía entonces que no
conocía a Aquél que le había enviado? Y si aún no conocía a Aquél por
quien quiso ser bautizado, dijo temerariamente: "Yo debo ser bautizado
por ti". Por tanto lo conocía. ¿Y entonces por qué dice: "yo no le
conocía"?
Crisóstomo,
ut sup
Pero cuando dice: "no le conocía", se
refiere a un tiempo anterior y no al tiempo que estaba cerca del
bautismo cuando no quería bautizarle, diciendo: "Yo debo ser bautizado
por ti".
San Agustín,
in Ioannem, tract. 4, 5 et 6, sparsim
Léanse los otros evangelistas, que dijeron
esto con más claridad, y encontraremos terminantemente que bajó la
paloma cuando el Salvador salía del bautismo. Por tanto, si la paloma
bajó después del bautismo y antes de él dijo San Juan al Señor: "Yo
debo ser bautizado por ti", entonces le conocía antes del bautismo. Y
¿cómo dice ahora: "yo no le conocía, mas Aquél que me envió a bautizar
me dijo: sobre Aquél que tú vieres descender el Espíritu", etc.? ¿Oyó
San Juan esto para conocer a aquél a quien no conocía? Había conocido,
en verdad, que el Señor era el Hijo de Dios, y él sabía que El
bautizaba en el Espíritu Santo. Y antes de que Jesucristo viniese al
río, estando muchos alrededor de San Juan, les dijo: "El que ha de
venir en pos de mí es mayor que yo: El os bautizará en Espíritu Santo
y en fuego". Pero qué, ¿no conocía que el poder de bautizar lo tenía
el Señor y que se lo habría de retener? (No fuera que San Pablo o San
Pedro dijese: mi bautismo, como encontramos que dijo San Pablo: mi
Evangelio.) Pero igualmente se trataba de conceder, a los buenos y a
los malos, la administración de este sacramento. ¿Qué daño te puede
hacer un mal ministro, cuando el Señor es bueno? He aquí que fue
bautizado por Juan, pero ¿acaso no podría haber sido bautizado por un
homicida? Pues San Juan dio su bautismo, pero homicidas han dado el
bautismo de Cristo, cuyo sacramento es tan santo que no puede
mancharse aun cuando sea administrado por un homicida. Pudo también el
Señor (si hubiera querido) conceder su potestad
a algún siervo suyo para que hiciera sus veces, de tal modo que le
diese igual eficacia a la facultad de bautizar delegada al siervo, que
no se distinguiese del administrado por el mismo Señor. Pero no quiso
esto, para que en El se conservase la esperanza de los bautizados, que
debían conocer por quién eran bautizados. Y no quiso poner esta
esperanza de un siervo en otro siervo. Y si hubiese concedido este
poder a sus siervos, habría tantos bautismos cuantos siervos. Y así
como se ha dicho: el bautismo de San Juan, así se diría también: el de
Pedro o el de Pablo. Mas por esta potestad, que sólo se reservó
Jesucristo, se conserva la unidad de la Iglesia, de la que se ha
dicho: "Mi paloma es una sola" ( Ct 6,8).
Puede también suceder, que alguno tenga un bautismo distinto del de la
paloma, pero no puede aprovechar a nadie otro más que el de la paloma.
Crisóstomo,
ut sup
Y como el Padre dejó oír su voz dando a
conocer al Hijo, vino el Espíritu Santo emitiendo su voz sobre la
cabeza de Jesucristo, no fuese que alguno de los presentes creyese que
se hablaba de San Juan lo que se decía de Jesucristo. Pero dirá
alguno: ¿Y cómo no creyeron los judíos si vieron al Espíritu Santo?
Porque estos portentos no requieren únicamente ser vistos con los ojos
de la carne, sino que además deben contemplarse con los ojos del alma.
Porque si vieron que hacía tantos milagros, y se mantenían como ebrios
por la envidia diciendo lo contrario de lo que veían, ¿cómo hubiesen
dejado y abandonado su incredulidad por sólo la venida o la aparición
del Espíritu Santo? Pero algunos dicen que no todos vieron al Espíritu
Santo sino únicamente San Juan y aquellos que estaban mejor
dispuestos. Pero aunque era posible ver, con los ojos de la carne,
bajar al Espíritu Santo en forma de paloma, no fue necesario que esto
lo vieran todos. Porque el profeta Zacarías vio muchas cosas, en
figura sensible. Lo mismo Daniel y Ezequiel. Además Moisés vio también
muchas cosas que ninguno de los que estaban con él había visto. Por
esto añade San Juan: "Y yo lo oí, y di testimonio que Este es el Hijo
de Dios". Lo había llamado Cordero y había dicho que debía bautizar en
Espíritu, pero nunca le había llamado Hijo antes de este momento.
San Agustín,
in Ioannem, tract. 7
Convenía, pues, que bautizase Aquél que es
el Hijo Unigénito de Dios y no es adoptado. Los hijos adoptados
ejercen de ministros para con el Hijo Unico. De aquí que el Unico
tiene potestad; los adoptados tienen
ministerio.
|
35-36 |
El día siguiente, otra vez
estaba Juan y dos de sus discípulos: Y mirando a Jesús que pasaba,
dijo: "He aquí el Cordero de Dios'. (vv. 35-36)
Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 17
Y como muchos no se fijaban en lo que San
Juan decía desde el principio, les llama la atención por segunda vez y
por esto dice: "El día siguiente, otra vez estaba Juan y dos de sus
discípulos".
Beda
San Juan estaba verdaderamente parado
porque había subido a la cumbre de las virtudes, de donde no podría
ser derribado por ninguna excitación de la maldad. Y estaban con él
dos de sus discípulos, porque seguían sus doctrinas con una resolución
invariable.
Crisóstomo,
ut sup
¿Y por qué razón no recorría el Bautista
toda Judea y predicaba al Salvador por todas partes, sino que estaba
sólo cerca del río esperando que el Salvador viniese, para darlo a
conocer cuando hubiese llegado? Porque quería que esto se evidenciara
por los milagros (de Jesucristo). Véase también de qué modo sirvió
esto de mayor edificación, porque envió una pequeña chispa y la llama
se levantó en seguida hasta lo alto. Si hubiese dicho esto
peregrinando, hubiese parecido que sucedían todas estas cosas por
algún plan humano, y su alabanza hubiera sido sospechosa. Por lo que
todos los profetas y los apóstoles hablaron de Jesucristo estando
ausente, pero Este en su presencia según la carne; mas los otros
hablaron de El después de su Ascensión. Y para que se vea que no sólo
manifestaba a Jesús con la voz, sino que también lo designaba con los
ojos, añade: "Y mirando a Jesús que pasaba, dijo: he aquí el Cordero
de Dios".
Teofilacto
Dijo mirando, como para expresar con los
ojos la alegría y el asombro que experimentaba por la presencia de
Jesucristo.
San Agustín,
in Ioannem, tract. 7
San Juan era amigo del Esposo. No buscaba
su gloria, sino que daba testimonio de la verdad. Por esto no quiso
que sus discípulos se quedasen con él, sino que siguiesen al Señor. Y
esto lo demostró manifestando a quién debían seguir, diciendo: "He
aquí el Cordero de Dios".
Crisóstomo,
ut sup
No quiso hablar mucho, porque sólo deseaba
una cosa: atraer a sus discípulos y unirlos con Jesucristo. Mas sabía
que respecto de otras cosas no necesitaban de su testimonio. Y no
habla San Juan a sus discípulos de estas cosas en particular, sino que
habla con todos y públicamente, para que así, decidiéndose por seguir
a Jesucristo en virtud de aquella indicación de carácter común,
permaneciesen firmes respecto de lo demás, no sólo por el servicio de
Jesucristo, a quien seguían, sino por su propia utilidad. Y no hace su
sermón en tono de súplica, sino que únicamente le admira cuando está
adelante y les habla de la preparación para la que él había sido
enviado, y del modo de prepararse. Y "el Cordero" designa lo uno y lo
otro, y dice el Cordero
añadiéndole el artículo, para demostrar su excelencia.
San Agustín,
in Ioannem, tract. 7
Aquí se habla del único Cordero sin
pecado; no de aquel que ha sido lavado de manchas, sino del que ha
estado exento de ella. Se habla aquí en singular del Cordero de Dios,
porque únicamente con su sangre podrían ser redimidos los hombres.
Este es el Cordero a quien temen los lobos y que después de muerto
mató al león
Beda,
hom 1 inter hiemales de sanctis
Se llama también Cordero porque previó que
había de dejarnos espontáneamente el donativo de su lana (con la que
pudiésemos hacer nuestro vestido nupcial). Esto es, los ejemplos para
vivir bien, con los que deberíamos abrasarnos en su amor.
Alcuino
Hablando en sentido místico, San Juan está
en pie. Cesa la Ley y viene Jesús, esto es, la gracia del Evangelio,
de quien la misma Ley da testimonio. Jesús andaba reuniendo sus
discípulos.
Beda,
hom in vig S.Andreae
El acto de andar de Jesús representa la
gracia de su Encarnación, por medio de la cual se dignó venir a
nosotros y darnos ejemplo para que vivamos bien.
|
37-40 |
Y lo oyeron hablar dos de
sus discípulos, y siguieron a Jesús. Y volviéndose Jesús, y viendo que
le seguían, les dijo: "¿Qué buscáis?" Ellos le dijeron: "¿Rabbí (que
quiere decir Maestro) en dónde moras?" Les dijo: "Venid y vedlo".
Ellos fueron y vieron en donde moraba, y se quedaron con El aquel día:
era entonces como la hora de las diez. Y Andrés, hermano de Simón
Pedro, era uno de los dos, que habían oído decir esto a Juan y que
habían seguido a Jesús. (vv. 37-40)
Alcuino
Habiendo San Juan dado testimonio de que
Jesús era el Cordero de Dios, los discípulos que primero estaban con
San Juan, cumpliendo el mandato de su maestro, siguieron a Jesús. Por
esto dice: "Y le oyeron hablar dos de sus discípulos, y siguieron a
Jesús".
Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 17
Considérese que cuando dijo: "Viniendo
después de mí, es anterior a mí", y "como no soy digno de desatar la
correa de su calzado", nadie le comprendió. Mas cuando habló de sus
gracias y se dirigió a lo más humilde, diciendo: "He aquí el Cordero
de Dios", entonces le siguieron los discípulos, porque muchos no son
arrastrados cuando se dice algo grande y elevado de Dios, como cuando
oyen algo bueno y humano que contribuya a la salvación de los hombres.
Debe tenerse en cuenta también que San Juan dice: "He aquí el Cordero
de Dios", y Jesucristo nada contesta, porque como Esposo está presente
en silencio. Y otros le traen la esposa, poniéndola bajo su potestad,
de la que, ya recibida, dispone de tal modo que ella no se acuerda ni
aun de los que la desposaron. Y así, cuando Jesucristo viene a unirse
con su Iglesia, nada dice, sino que únicamente se le acerca su amigo
Juan. Puso su mano derecha sobre la esposa, poniendo bajo su dominio
las almas de los hombres por medio de su predicación, a los cuales
dispuso de tal modo después de haberle recibido que ya no volvieron
más a San Juan. Pero debe observarse también que así como en las bodas
no es la esposa la que busca al esposo, sino el esposo quien viene a
buscarla lleno de alegría (aun cuando sea el hijo del rey que toma por
esposa a una vil esclava), así sucede aquí; la naturaleza humana no
ascendió al cielo, sino que el Hijo de Dios bajó hasta ella y la llevó
a la casa paterna. Y más adelante había también otros discípulos de
San Juan que no sólo no le seguían, sino que estaban dispuestos a
suscitar celos contra Jesucristo, porque envidiaban su gloria. Mas los
que eran mejores en cuanto le vieron le siguieron, no menospreciando
al primer maestro sino persuadidos por él, quien les ofrecía que
Jesucristo los bautizaría en el Espíritu Santo. Y véase que la
elección que hacían los discípulos iba acompañada de cierto recelo.
Por esta razón, cuando se acercaron a Jesús no le preguntaron acerca
de las cosas necesarias y más elevadas, ni en público, sino que le
preguntaron en privado. Por esto sigue: "Y volviéndose Jesús y viendo
que le seguían, les dijo: ¿Qué buscáis?" Por donde se nos da a
entender que cuando nosotros queremos emprender una buena vida, Dios
entonces nos presenta muchas ocasiones para nuestra salvación. Y
pregunta, no para saber, sino para inspirarles familiaridad en su
pregunta y mayor confianza, a fin de que ellos se consideren dignos de
escuchar sus enseñanzas.
Teofilacto
Véase cómo el Señor vuelve su rostro a los
que le siguen, y los mira. Porque si no se le sigue por medio de
alguna buena acción, nunca podremos llegar a ver su rostro ni entrar
en su casa.
Alcuino
Luego aquellos discípulos seguían detrás
de Jesucristo para verle, y no pudieron ver el rostro del Señor. Por
cuya razón se volvió hacia ellos. Y como descendiendo de su majestad
dejó que sus discípulos pudiesen contemplar su sagrada presencia.
Orígenes
Sin duda después del sexto testimonio San
Juan no en vano dejó de contestarles (o de darles testimonio). Y
Jesús, como séptimo testimonio, les dice: "¿Qué buscáis?"
Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 17, sparsim
Pero ellos no sólo manifestaron su amor a
Jesucristo siguiéndole, sino hasta en el modo de preguntarle. Por esto
sigue: "Ellos le dijeron, Rabbí (que quiere decir Maestro), ¿en dónde
moras?" Cuando todavía no habían aprendido nada de El, ya le llaman
Maestro, considerándose así como discípulos y manifestando la causa
por la que le siguen.
Orígenes
Estas palabras, que reconocen a Jesucristo
como Doctor por el testimonio de Juan y las circunstancias que le
acompañaron, explican que los discípulos desean el trato del Hijo de
Dios.
Alcuino
Y no quieren gozar del magisterio de una
manera transitoria, sino que le preguntan dónde habita, para que en
adelante puedan oír sus palabras aparte, visitarle muchas veces e
instruirse mucho mejor. En sentido espiritual quieren saber en dónde
habita Jesucristo, para que con el ejemplo de sus virtudes puedan
presentarse dignos de que habite en ellos. O el ver que Jesús marcha y
preguntar en seguida en dónde ha de parar, nos da a conocer que cuando
nos acordamos de su Encarnación, debemos rogarle con solicitud que nos
muestre la mansión de la eterna felicidad. Por lo cual, al ver Jesús
que le piden bien, les patentiza libremente el convencimiento de sus
designios. Por esto sigue: "Y les dice venid y vedlo", como diciendo:
no puedo explicar mi morada con palabras, pero os la enseñaré con
obras; venid, pues, creyendo y obrando, y ved entendiendo.
Orígenes
Y cuando les dice: venid, les invita a que
obren. Y cuando les dice ved, les invita a la contemplación.
Crisóstomo,
ut sup
Mas Jesucristo no les da señales de su
casa, ni les designa lugar alguno, sino que únicamente los atrae para
que le sigan, manifestándoles que ya los ha aceptado. Y no dijo: ahora
no es tiempo, mañana sabréis si algo queréis aprender; sino que los
trata como amigos familiares, como si hubiesen vivido con El largo
tiempo. ¿Y cómo es que San Mateo y San Lucas dicen: "El Hijo del
hombre no tiene dónde reclinar su cabeza" ( Mt
8,20), y Este dice: Venid y ved dónde vivo? Cuando dijo que no tenía
dónde reclinar su cabeza dio a entender que no tenía casa propia y no
que carecía de domicilio. Sigue, pues: "Ellos fueron, vieron en dónde
moraba, y se quedaron con El aquel día". No añade el Evangelista con
qué fin se quedaron, porque desde luego se comprende que fue para oír
su doctrina.
San Agustín,
ut sup
¡Qué hermoso día pasaron! ¡Qué hermosa
noche! Edifiquemos asimismo nosotros en nuestro corazón, y hagamos una
casa digna, adonde venga el Señor y nos instruya.
Teofilacto
No en vano el Evangelista hace notar el
tiempo en que esto sucedió, cuando añade: "Era entonces como la hora
de las diez", para dar a conocer, tanto a los maestros como a los
discípulos, que la enseñanza no debe dilatarse a causa del tiempo.
Crisóstomo,
ut sup
Demostraban, pues, gran deseo de aprender,
porque no se separaron de El aunque vieron que el sol llegaba a su
ocaso. Pero sucede a muchos que viven esclavos de la carne que creen
que después de comer no se tiene aptitud ni aun para lo más necesario,
porque el cuerpo se entorpece con las comidas. Pero San Juan, de quien
éstos eran discípulos, no se encontraba en este caso, porque vivía en
mayor sobriedad por la tarde que nosotros por la mañana.
San Agustín,
ut sup
Este número de la hora simboliza la Ley,
que ha sido dada en diez preceptos. Porque había venido el tiempo en
que debía cumplirse la Ley por amor, ya que los judíos no habían
podido cumplirla ni aun por temor. Así el Señor en la hora décima fue
llamado Rabbí, si bien no es Maestro de la Ley, aunque verdadero
legislador.
Prosigue: "Y Andrés, hermano de Simón
Pedro, era uno de los dos que habían oído decir esto a Juan, y habían
seguido a Jesús".
Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 17
¿Y por qué no citó el nombre del otro?
Algunos dicen: porque el que escribe era el otro de los que le
seguían. Y otros aseguran que el otro discípulo no era persona de
importancia. ¿Y qué utilidad sacaremos de conocer el nombre del otro?
Tampoco el Evangelista hizo mención de los nombres de los setenta y
dos discípulos.
Alcuino
Quizá los dos discípulos que siguieron a
Jesús fueron Andrés y Felipe.
|
41-42 |
Este halló primero a su
hermano Simón, y le dijo: "Hemos hallado al Mesías", que quiere decir
el Cristo. Y le llevó a Jesús. Y Jesús le miró y dijo: "Tú eres Simón,
hijo de Juan: tú serás llamado Cefas", que se interpreta Pedro. (vv.
41-42)
Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 18 et 19
Lo que Andrés aprendió de Jesús, no lo
retuvo para sí, sino que lleno de alegría corrió inmediatamente a
contar a su hermano el bien que había recibido. Por esto sigue: "Este
halló primeramente a su hermano Simón y le dijo: hemos encontrado al
Mesías, que quiere decir el Cristo".
Beda,
in hom 1 de sanct. temp. hiem
Esto en verdad quiere decir encontrar al
Señor, encenderse en su amor y cuidar también de la salvación de sus
hermanos.
Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 18
Y en realidad no había dicho el
Evangelista lo que Jesucristo dijo a los que le siguieron. Pero puede
deducirse por lo que aquí se dice: lo que dijo Andrés lo compendia en
pocas palabras, porque le manifiesta la virtud del maestro, que les
había persuadido y el deseo que primero ellos a su vez habían
demostrado. Vemos, pues, que estas palabras expresan al mismo tiempo
la aplicación del que padece por la ausencia, y la alegría después que
aparece lo que se esperaba.
San Agustín,
in Ioannem, tract.7
La palabra Mesías en hebreo, y Cristo en
griego, en castellano significa "ungido". Crisma es la unción y Jesús
fue ungido de una manera especial. Así es que todos los cristianos
somos ungidos, según lo que se dice en el Salmo: "Te ungió el Señor tu
Dios, con el óleo de la alegría, sobre todos tus compañeros" (
Sal 44). Y en verdad todos los santos son sus
compañeros, pero Aquél es santo de un modo singular, y fue ungido de
una manera particular.
Crisóstomo,
ut sup
Por esto no dijo sencillamente Mesías,
sino con artículo: el Mesías. Obsérvese
también cuánta era la obediencia de San Pedro desde un principio que
inmediatamente y sin tardanza corrió a ver al Salvador. Por esto
sigue: "Y le llevó a Jesús". No se le reprenda ni critique de ligereza
porque sin detenerse a reflexionar creyó en seguida lo que se le había
dicho. Es muy probable y fácil de creer que su hermano se lo contaría
todo con más pormenores y detenimiento. Pero los evangelistas pasan
muchas cosas en silencio en atención a la brevedad. Por otra parte, no
se ha dicho que simplemente asintió, sino que lo llevó a Jesús para
que lo oyese todo. Y el mismo Señor empezó a enseñarle lo que afectaba
a la divinidad, y poco a poco le explicaba todas las cosas por medio
de los vaticinios, como también todas las señales que daban las
profecías. Y esto es lo que es especialmente obra propia de Dios, y lo
que no pueden imitar ni aun los mismos demonios. En los milagros puede
haber alguna fantasía o alguna apariencia de verdad, mas el predecir
lo futuro con toda certeza únicamente es propio de Aquél cuya
naturaleza es incorruptible. Por esto sigue: "Y Jesús lo miró, y le
dijo: tú eres Simón, hijo de Joná: tú serás llamado Cephas, que se
interpreta Pedro".
Beda,
hom. in vig. S.Andreae
Le miró, no sólo con los ojos exteriores
sino con la mirada interior de la divinidad, viendo la sencillez de su
corazón y la elevación de su alma, en razón de cuyas prendas merecía
el primer lugar en toda su Iglesia. Y no debemos buscar en la palabra
Pedro otra interpretación, ni en hebreo, ni en sirio, porque lo mismo
significa en griego y en latín Pedro, que Cephas en sirio, y en una y
otra lengua esta palabra se deriva de piedra. Y se le llama Pedro por
la firmeza de su fe con la cual se adhirió a aquella piedra de quien
dice el Apóstol: "Mas la piedra era Cristo" ( 1Cor
10,4), que robustece contra las asechanzas de sus enemigos los que
esperan en El, y les concede abundancia de bienes espirituales.
San Agustín,
in Ioannem, tract. 7
Nada de particular tiene que el Señor
dijese de quién era hijo. Conocía los nombres de todos sus santos, a
quienes había predestinado desde la constitución del mundo. Lo que sí
es grande es que le cambiase el nombre y de Simón lo hiciera Pedro.
Pedro viene de la palabra piedra. Piedra es la Iglesia; luego la
Iglesia está representada en el nombre de Pedro. ¿Y quién está seguro
de su obra sino el que edifica sobre piedra? Y más abajo el Señor
despierta tu atención. Y si se hubiese llamado Pedro desde antes no
verías el misterio de la piedra, y creerías que por casualidad él se
llamaba así y no por disposición de la divina providencia. Cuando
quiso que antes se llamase de otro modo, fue para que se conociese la
fuerza del misterio por el mismo a cambio del nombre.
Crisóstomo,
ut sup
También le cambió el nombre para
manifestar que El fue el que ordenó el Antiguo Testamento, dio y
cambió los nombres llamando a Abram, Abraham; a Serai, Sara; y a
Jacob, Israel. Luego impuso a muchos el nombre desde su nacimiento,
como a Isaac, Sansón y otros. A otros los designó con distinto nombre
del que le pusieron sus padres, como aquí a Pedro y a los hijos del
Zebedeo. Porque aquellos cuya virtud debía brillar desde el principio,
desde luego recibieron su nombre. Pero aquellos a quienes después se
les debía aumentar, se les puso el nombre después.
San Agustín,
De cons. Evang. 3, 17
Y no puede considerarse como pequeña la
contradicción de que antes de que Jesús fuese a Galilea desde junto al
Jordán, sólo por el testimonio del Bautista le siguieron dos, uno de
los cuales era Andrés, el cual trajo a su hermano Simón, siendo
entonces cuando recibió el nombre, esto es que se llamase Pedro;
mientras que dicen los otros Evangelistas que los encontró pescando en
Galilea, y los llamó al apostolado. Pero no debe entenderse que Jesús
no los hubiese visto junto al Jordán, y ya se hubiesen unido a El para
siempre, sino únicamente que conocieron quién era, y después de
admirarle se volvieron a sus propias faenas. Y no se crea que San
Pedro recibió el nombre cuando el Señor le dijo: "Tú eres Pedro y
sobre esta piedra edificaré mi Iglesia" ( Mt
16,18), sino cuando se recuerda que le dijo: "tú te llamarás Cephas,
que significa Pedro".
Alcuino
No le puso en seguida el nombre, sino que
ya designa el que después se le habría de imponer, cuando le dijo
Jesús: "Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia".
Cuando Jesús iba a cambiarle el nombre, quiso demostrar también cuál
era el nombre que había recibido de sus padres, porque su
significación no carece de misterio. Simón quiere decir obediente,
Joanna quiere decir gracias, y Joná, paloma, como diciendo: tú eres
obediente e hijo de la gracia, o hijo de la paloma, esto es, del
Espíritu Santo. Porque habías recibido la humildad del Espíritu Santo,
para que desearas verme en cuanto Andrés te llamase. Y no desdeñó,
siendo mayor, seguir al menor, porque no hay razón de edad cuando hay
mérito de fe.
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43-46 |
El día siguiente quiso ir
a Galilea, y halló a Felipe. Y Jesús le dijo: "Sígueme". Era Felipe de
Betsaida, ciudad de Andrés y de Pedro. Felipe halló a Natanael, y le
dijo: "Hallado hemos a aquel de quien escribió Moisés en la Ley, y los
profetas; a Jesús, el hijo de José el de Nazaret". Y Nathanael le
dijo: "¿De Nazaret puede haber cosa buena?" Felipe le dijo: "Ven y
velo". (vv. 43-46)
Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 19
Después de que Jesucristo recibió a estos
discípulos, fue a buscar a otros, esto es, a Felipe y a Natanael. Por
esto dice: "El día siguiente quiso ir a Galilea".
Alcuino
Esto es, desde Judea, donde estaba
bautizando San Juan, guardando el debido honor al Bautista, para que
no se creyese que su magisterio sufría detrimento cuando aun tenía
razón de ser. Y como había de llamar otro discípulo para que le
siguiese, quiso ir a Galilea. Viaje o cambio realizado, porque El
mismo adelantaba en sabiduría, en edad y en gracia delante de Dios y
delante de los hombres. Y como padeció y resucitó y entró en su
gloria, así quiso manifestar que también los que le siguiesen debían
salir y adelantar en las virtudes, y pasar por medio de los
sufrimientos a los goces. Por esto sigue: "Y encontró a Felipe, y le
dijo Jesús: Sígueme". Sigue a Jesús el que le imita en la humildad y
en los tormentos, y así se hace compañero suyo en la resurrección y en
la ascensión.
Crisóstomo,
ut sup
Y véase cómo no llamó a nadie hasta que
hubo quien se le ofreciera. Porque si los hubiese atraído sin que
ninguno de sus discípulos se hubiese ofrecido espontáneamente, quizá
hubiesen retrocedido. Pero ahora, cuando ellos ya eligieron seguir al
Señor por sí mismos, ya permanecieron firmes respecto de lo demás.
Llama a Felipe, porque ya le era conocido, puesto que se había criado
en Galilea. Pero ¿por qué Felipe siguió a Jesucristo? Porque San
Andrés había oído hablar de El al Bautista, San Pedro a San Andrés,
mas éste no había oído hablar de El a nadie. Unicamente cuando
Jesucristo le dijo: "Sígueme", inmediatamente obedeció. Es muy
conveniente decir que San Felipe ya había oído al Bautista y ya había
determinado seguir a Jesucristo. O también que la palabra de
Jesucristo produjo en él este mismo efecto.
Teofilacto
La palabra de Jesucristo no se dejaba oír
sencillamente, sino que inflamaba los corazones de los fieles en su
amor. Y como quiera que el conocimiento de Jesucristo ya estaba en el
corazón de Felipe, que leía con atención los libros de Moisés y
esperaba a Jesucristo, es por esto que creyó en El en cuanto lo vio.
Además de que ya había aprendido algo de lo que había oído a San
Andrés y a San Pedro, de quienes era paisano, a lo que parece que
alude el Evangelista cuando añade: "Era Felipe de Betsaida, ciudad de
Andrés y de Pedro".
Crisóstomo,
ut sup
También el Señor manifestó aquí su poder,
sacando fruto de la tierra que no lo producía, porque de Galilea no
había nacido profeta alguno. Y allí eligió a los más insignes de sus
discípulos.
Alcuino
Betsaida quiere decir también albergue de
los cazadores, con cuyo nombre quiso el Evangelista manifestar los
pensamientos que animaban entonces a Felipe, Pedro y Andrés, y qué
oficios habrían de tener en adelante para poder coger almas y
llevarlas a la vida eterna.
Crisóstomo,
ut sup
No sólo fue escogido Felipe por
Jesucristo, sino que sirvió de anuncio para otros. Por esto sigue:
"Felipe halló a Nathanael, y le dijo: hemos encontrado a Jesús, de
quien escribió Moisés en la Ley", etc. Véase cómo tenía su alma
solícita, y constantemente meditaba en los libros de Moisés, y
esperaba la venida de Jesucristo. Y, en realidad, que Jesucristo debía
venir lo conocía de antemano. Pero que aquél fuese el Cristo lo
ignoraba el apóstol. Por esto dijo Felipe: "Aquél de quien escribieron
Moisés y los profetas". Y hacía más digna de crédito su predicación,
persuadiendo al que le oía que tenía en cuenta la Ley y los profetas,
y que pesaba bien todas las razones con verdad, como el mismo
Jesucristo dice. Y que no llame la atención que se añada que era hijo
de José, porque se consideraba como hijo suyo.
San Agustín,
in Ioannem, tract. 7
Esto es, con quien estaba desposada su
Madre, aunque para todos los cristianos que conocen bien el Evangelio
es bien sabido que Jesús había sido concebido y había nacido siendo su
Madre virgen. Añade también el lugar: "el de Nazaret".
Teofilacto
No porque había nacido, sino porque había
sido criado allí. Su generación era ignorada de muchos, pero no lo era
el que había sido criado en Nazaret. Prosigue: "Y Nathanael le dijo:
¿De Nazaret puede haber cosa buena?"
San Agustín,
ut sup
La palabra de San Felipe que viene a
continuación puede considerarse sujeta a dos pronunciaciones
distintas. O bien puede pronunciarse con el tono de proposición
confirmativa, como diciendo: De Nazaret puede haber cosa buena, y él
le dice: "Ven y velo". O bien como dudando y preguntándolo todo: "¿De
Nazaret puede haber cosa buena? Ven, y velo"
1. Y
como no se oponen estas palabras a las que siguen, ya se pronuncien de
una manera, ya de otra, debemos investigar qué es lo mejor que debemos
entender en estas palabras. Pues Natanael, que estaba muy versado en
la Ley, habiendo oído a Felipe que decía: hemos encontrado a Jesús,
cuando oyó: "de Nazaret", se llenó de esperanza, y dijo: "De Nazaret
puede haber cosa buena". Había examinado las Sagradas Escrituras y
sabía que de allí debía proceder el Salvador, lo que no conocían bien
los otros escribas y fariseos.
Alcuino
Porque había de ser santo de una manera
especial, inocente y sin mancha, Aquél de quien dijo el profeta:
"Saldrá la vara de la raíz de Jesé" ( Is
11,1); y había de ser nazareno, esto es, flor que nacerá de su raíz.
También puede pronunciarse este versículo en sentido interrogativo.
Crisóstomo,
ut sup
Natanael sabía por las Escrituras que
Jesús debía proceder de Belén, según aquellas palabras de Miqueas: "Y
tú, Belén, tierra de Judá, de ti saldrá el rey que rija a mi pueblo de
Israel" ( Miq 5,1-3). Y cuando oyó "de
Nazaret", dudó, no encontrando conformidad entre el aserto de Felipe y
el anuncio del profeta. Mas los profetas le habían llamado "Nazareno",
refiriéndose a su educación y a su trato. Véase también cómo
manifiesta su prudencia y su bondad, porque no dijo: Felipe, me
engañas; sino que pregunta, diciendo: "¿De Nazaret puede haber cosa
buena?" Mas San Felipe también fue prudente, porque no se incomodó por
la pregunta, sino que insistió, queriendo llevar a aquel hombre
delante de Jesucristo. Por esto sigue: "Felipe le dijo: ven, y velo".
Lo lleva a Jesús, sabiendo que no le dará más la contra si oye sus
palabras y sus enseñanzas.
Notas
1. En
general en las biblias contemporáneas se atribuye a Natanael la frase:
"¿De Nazaret puede salir algo bueno?", y a Felipe: "Ven y lo verás".
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47-51 |
Vio Jesús a Nathanael, que
venía a buscarle, y dijo de él: "He aquí un verdadero israelita, en
quien no hay engaño". Nathanael le dijo: "¿De dónde me conoces?"
Respondió Jesús, y le dijo: "Antes que Felipe te llamara, cuando
estabas debajo de la higuera, te vi". Nathanael le respondió, y dijo:
"Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel". Jesús
respondió, y le dijo: "Porque te dije que te vi debajo de la higuera,
crees: mayores cosas que estas verás". Y le dijo: "En verdad, en
verdad os digo que veréis el cielo abierto y los ángeles de Dios subir
y descender sobre el Hijo del hombre". (vv. 47-51)
Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 19
Natanael, al no dar crédito a que el
Cristo procediese de Nazaret, demostró el respeto y celo que le
inspiraban las Sagradas Escrituras. Y al no rechazar la afirmación del
que se lo había anunciado, demostró el gran deseo que tenía de ver a
Jesucristo, sabiendo que Felipe podía haberse equivocado respecto del
lugar. Por esto sigue: "Vio Jesús a Nathanael que venía a buscarle, y
dijo de él: he aquí un verdadero israelita, en quien no hay engaño".
No convenía reprenderle, aun cuando había pronunciado palabras de
duda. Había examinado los profetas más que Felipe y por esto dice:
"Verdadero israelita, en quien no hay engaño", porque no decía cosa
alguna para adular ni para excitar el odio.
San Agustín,
in Ioannem, tract. 7
¿Qué significa en el cual no hay engaño?
¿Acaso no tenía pecado, o no necesitaba del médico? De ningún modo;
ninguno ha nacido en una condición que no necesite de aquel médico.
Mas se dice que hay engaño cuando se hace lo contrario de lo que se
aparenta. Pues ¿cómo no había engaño en él? Así sucede con el pecador
que confiesa serlo; pero si es pecador y se presenta como justo, hay
engaño en su boca. Mas de Natanael no dijo que no era pecador sino que
alabó la confesión de su pecado.
Teofilacto
Pero Natanael, a pesar de haber sido
alabado, no tuvo fe en seguida, sino que esperó aún, queriendo conocer
las cosas con más evidencia y consulta. Por eso continúa: "Natanael le
dijo: ¿De dónde me conoces?"
Crisóstomo,
ut sup
El pregunta como hombre, y Jesús le
responde como Dios. Prosigue: "Respondió Jesús, y le dijo: antes que
Felipe te llamase, te vi". No le había visto como hombre sino como
Dios, conociéndole perfectamente. Dijo: te vi, esto es, vi tus
costumbres. Le dice también: "Cuando estabas debajo de la higuera",
porque entonces nadie se encontraba allí sino únicamente Felipe y
Natanael. Y por esto se dice que, cuando lo vio a lo lejos, dijo: "He
aquí un verdadero israelita", para que se comprenda que antes de que
Felipe se acercase, había dicho Jesús estas palabras para que no
hubiese sospecha alguna acerca del testimonio de Jesucristo. Mas Jesús
no quiso decir: "no soy de Nazaret como te ha dicho Felipe, sino de
Belén", para evitar toda sombra de contradicción. Y ni aun así hubiese
demostrado suficientemente que El era el Cristo aunque lo demuestra
claramente por el hecho de estar presente cuando ellos departían
debajo de la higuera.
San Agustín,
ut sup
Debemos inquirir también lo que significa
el árbol de la higuera. Sabemos que la higuera fue maldecida porque
sólo tenía hojas y carecía de fruto. En el principio del mundo, cuando
pecaron Adán y Eva, se cubrieron con hojas de este árbol. Por lo tanto
las hojas de la higuera representan el pecado. Estaba Natanael debajo
de la higuera, como a la sombra de la muerte. Como si el Señor le
dijera: ¡Oh Israel, que vives sin engaño! ¡Oh pueblo, que vives de la
fe! Antes que yo te llamase por medio de mis apóstoles, y cuando
estabas debajo de la muerte, cuando tú no me veías, yo te vi.
San Gregorio,
Moralium, 18, 20
O de otro modo; cuando estabas debajo de
la higuera, te vi; esto es, te elegí cuando estabas a la sombra de la
Ley.
San Agustín,
De verb. Dom., serm. 40
Se acordó Natanael de que había estado
bajo la sombra de la higuera, donde no estaba presente Jesús de un
modo material sino por conocimiento espiritual. Mas como sabía que
estaba solo bajo la higuera conoció en aquello la divinidad.
Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 19
Y por estos conceptos, y porque había
adivinado lo que tenía en la inteligencia y cómo -cuando parecía que
hablaba contra El- no le culpó, sino que le alabó, conoció que era
Cristo verdadero. Por esto sigue: "Nathanael le respondió y dijo:
Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel". Como
diciendo: Tú eres el esperado, Tú eres el buscado. Porque había
recibido una contestación irrecusable confesó que Jesús era el Cristo,
manifestando cuidado en la demora anterior, y devoción en la confesión
posterior.
Crisóstomo,
in Ioannem, hom. 20
Muchos de los que leen esto se encuentran
desconcertados, porque San Pedro, que confesó a Jesús como Hijo de
Dios después de sus milagros y de su predicación, es bendecido por
haber recibido del Padre aquella revelación. Pero Natanael, que había
dicho esto antes de los milagros y de la predicación, nada mereció. La
causa de ello consiste en que aun cuando San Pedro y Natanael dicen lo
mismo, no lo dicen con la misma intención, porque San Pedro confesó en
verdad que el Hijo de Dios era verdadero Dios. Pero éste lo confiesa
únicamente como hombre. Porque diciéndole: "Tú eres el Hijo de Dios",
añadió: "Tú eres el Rey de Israel". Y el Hijo de Dios no es únicamente
el Rey de Israel sino de todo el universo. Y esto también se deduce de
lo que sigue. Porque Jesucristo nada añadió después a San Pedro, sino
sólo que, habiendo encontrado perfecta su fe, habría de levantar su
Iglesia sobre aquella confesión. Mas a Natanael, cuya confesión había
sido deficiente en la mayor parte, se le promete la visión de mayores
cosas, al decir: "Porque te dije que te vi debajo de la higuera,
crees; mas aún verás cosas mayores", como si dijera: Te ha parecido
maravilloso el que la realidad responda a lo que yo he dicho, y de
aquí el haberme confesado como Rey de Israel. ¿Y qué dirás cuando veas
cosas mayores? Y qué serán estas cosas mayores, lo manifiesta cuando
añade: "Y les dijo: en verdad os digo, que veréis el cielo abierto, y
los ángeles de Dios subir y descender sobre el Hijo del hombre". Véase
cómo lo eleva poco a poco de las cosas de la tierra y le hace que no
crea únicamente que Jesucristo es sólo hombre. Aquél a quien los
ángeles sirven, ¿cómo puede ser un puro hombre? Y por esto da a
conocer que El es el dueño de los ángeles, puesto que habían de bajar
sobre el propio hijo del Rey, y habían de subir a Dios, como ministros
suyos. Y en efecto, así aconteció en el tiempo de su pasión, que
bajaron, y en el de su resurrección y ascensión, que subieron. Pero
antes de esto, también le sirvieron cuando le ayudaban, y cuando
anunciaban su nacimiento. Probó lo futuro por medio de lo pasado, y
por ello sucede que al conocer su poderío por lo pasado, se acepta con
más facilidad lo que El predecía para lo futuro.
San Agustín,
De verb. Dom., serm. 40
Recordemos la historia antigua y veremos
que Jacob vio en sueños una escala que desde la tierra llegaba hasta
el cielo. Y el Señor descansaba sobre ella, y los ángeles subían y
bajaban por ella ( Gén 28). Después el mismo
Jacob, como comprendió lo que había visto, puso una piedra y derramó
aceite sobre ella. Y cuando Jacob ungió la piedra, ¿incurrió en
idolatría? Prefiguró, no adoró. Conocéis el crisma, pues conoced
también a Jesucristo. Esta es la piedra que han despreciado los
arquitectos. Por lo tanto, si Jacob vio la escala y si fue llamado
Israel ( Gén 32), y este Natanael era
israelita, por esto el Señor le aludió muy oportunamente al sueño de
Jacob, como diciendo: Te he llamado por el nombre de aquél cuyo sueño
tú ves realizado. Verás, por lo tanto, abierto el cielo, y que los
ángeles de Dios suben y bajan sobre el Hijo del hombre. Y si bajan
sobre el Hijo del hombre y suben a Dios, es porque Este reside arriba
y Aquél abajo; arriba en su esencia y abajo entre los suyos.
San Agustín,
in Ioannem, tract. 7
Los ángeles de Dios son los buenos
predicadores, porque predican a Jesucristo. Esto es, suben y bajan
sobre el Hijo del hombre, como San Pablo, que subió hasta el tercer
cielo, y bajó a alimentar a los pequeños con la leche de su
predicación. Por esto dijo: "Mayores cosas que estas verás". Porque es
mucho más el que el Señor nos justifique cuando nos llama que el
habernos visto sentados a la sombra de la muerte. ¿De qué nos hubiera
aprovechado si nos hubiésemos quedado donde nos vio? Mas alguno se
pregunta: ¿por qué Natanael, a quien tan considerable testimonio dio
el Hijo de Dios, no se encuentra entre los doce Apóstoles? Debemos
comprender que él era instruido y muy versado en la Ley. Por eso no
quiso el Señor colocarlo entre sus discípulos; los eligió ignorantes
para confundir al mundo. Y queriendo humillar las cabezas de los
soberbios, no buscó oradores, sino pescadores, porque del pescador
sacó el que había de mandar. El gran Cipriano (de Cartago) fue orador,
pero primero había existido Pedro el pescador, por quien habían de
creer no solamente el orador, sino también el emperador.
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