CATENA AUREA - SANTO TOMÁS DE AQUINO

24-25   -   26-28   -   29-31   -   32-33   -   34-36   -   37-39   -   40-42


01-04

Y llamados sus doce discípulos, les dio poder sobre los espíritus inmundos, para que los arrojasen y curasen todo decaimiento y toda enfermedad. Estos son los nombres de los doce Apóstoles: el primero Simón, llamado Pedro, y Andrés su hermano; Santiago, hijo de Zebedeo, y Juan su hermano, Felipe y Bartolomé, Tomás y Mateo el publicano; Santiago hijo de Alfeo, y Tadeo; Simón Cananeo y Judas Iscariote, que fue el que entregó a Jesús. (vv. 1-4)
 
Glosa
Desde la curación de la suegra de Pedro hasta aquí se cuenta una serie ininterrumpida de milagros que hizo Jesús antes de su discurso de la montaña. Indudablemente debemos contar entre ellos la elección de San Mateo (que se refiere como uno de tantos), puesto que fue mencionado en la montaña como uno de los doce para el apostolado. Y ordena los hechos de Jesús tomando como punto de partida, la curación del esclavo del Centurión, diciendo: "Y llamando sus doce discípulos".

Remigio
El Evangelista nos dijo más arriba que exhortó el Señor a sus discípulos a que suplicasen al señor de la mies, a fin de que mandara operarios a su mies; su exhortación obtuvo cumplimiento ahora. Porque el número doce es número perfecto, porque viene del número seis que también lo es, puesto que sus funciones uno, dos y tres forman en sí mismas un todo perfecto y el número doce no es más que el doble de seis.

Glosa
La duplicación de este número representa los dos preceptos de la caridad o los dos Testamentos.

Rábano
El número doce, que viene del tres y del cuatro, nos dice que los Apóstoles predicarán la fe de la Santa Trinidad por las cuatro regiones de la tierra. Muchas figuras tenemos en el Antiguo Testamento de este número doce; los doce hijos de Jacob ( Gén 35); los doce príncipes de los hijos de Israel ( Núm 1); las doce fuentes vivas en Elim ( Ex 15); las doce piedras en el pectoral de Aarón ( Ex 39); los doce panes de la proposición ( Lev 24); los doce exploradores enviados por Moisés ( Núm 13); las doce piedras de que se formó el altar ( 1Re 18); las doce piedras sacadas del Jordán ( Jos 4); los doce bueyes que sostenían el mar de bronce ( 1Re 7) y en el Nuevo Testamento: las doce estrellas que brillaban en la corona de la Mujer ( Ap 12); los doce fundamentos de Jerusalén que vio San Juan y las doce puertas ( Ap 21).
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 32,3
No sólo les inspira confianza llamando a su ministerio misión para la mies, sino también dándoles poder para el desempeño de este ministerio, según aquellas palabras: "Les dio potestad sobre los espíritus inmundos para que los arrojaran y para que curasen todo decaimiento y toda enfermedad".
 
Remigio
Nos demuestra en este lugar Jesús que no era uno solo y leve el sufrimiento de la multitud, sino de muchas maneras y por esto se compadeció de ellos y dio poder a sus discípulos para que los curasen y les dieran la salud.
 
San Jerónimo
El Señor, Maestro benigno y clemente, no envidia el poder de sus discípulos y servidores y da poder a sus Apóstoles para curar todo abatimiento y toda enfermedad. Pero hay gran diferencia entre tener y atribuir, entre dar y recibir; el que recibe todo cuanto hace, lo hace por el poder de Dios y los Apóstoles confiesan en todas las obras que hacen su debilidad y el poder del Señor por estas palabras: "En el nombre de Jesús levántate y anda" ( Hch 3,6). En el hecho de poner el Evangelista el catálogo de los Apóstoles, quedan excluidos de él todos los que se tenían por apóstoles y en realidad no eran más que falsos apóstoles. Por eso se dice: "Estos son los nombres de los doce Apóstoles". El primero Simón, conocido con el nombre de Pedro y su hermano Andrés; sólo el que ve el fondo de los corazones puede hacer la clasificación de los Apóstoles según el mérito de cada uno. Pone en primer término a Simón, por sobrenombre Pedro, para distinguirle de aquel otro Simón, llamado el Cananeo, natural de Caná, villa de la Galilea, en donde convirtió Jesús el agua en vino ( Jn, 2).
 
Rábano
La palabra petro( , en latín Petrus, tiene el mismo significado que la siríaca cephas; en ambos idiomas se deriva dicha palabra de la de piedra, según aquello de San Pablo: "La piedra era Cristo" ( 1Cor 10,4).
 
Remigio
No faltaron algunos que, buscando en el hebreo la significación de la palabra griega y latina Pedro, sostuvieron que dicha palabra significa el que descalza, o el que disuelve, o el que conoce. Pero no se puede sostener semejante opinión sin venir a parar en estas dos contradicciones. La primera está basada en la propiedad de la lengua hebrea, en la que no aparece la letra P y vemos en su lugar la F; de ahí el llamar a Pilatos, Filatos o Philatos y la segunda es el sentido que le dio el Evangelista cuando nos hace mención de aquellas palabras de Jesús: "Y tú te llamarás Cephas"; palabra que interpreta el mismo evangelista por Pedro ( Jn 1,42). El nombre de Simón significa obediente, porque obedeció él a la voz de Andrés y en su compañía se presentó a Cristo ( Jn 1); o también porque obedeció los preceptos de Dios y le bastó para seguir a Cristo un solo mandato del Señor ( Mt 4); o también, según algunos opinan, significa dicha palabra el que olvida la pena y acepta el sacrificio, porque Pedro, con la resurrección del Señor, dejó en efecto la pena que le habían causado la pasión del Señor y su propia negación y comprendió con tristeza aquellas palabras del Señor: "Otro te ceñirá y te llevará a donde tú no quieras" ( Jn 21,18).
 
Sigue: "Y Andrés, su hermano".
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 32,3
No es pequeña la alabanza de que Pedro haya sido designado por su virtud y Andrés por su nobleza, es decir, por el parentesco que tenía con su hermano. San Marcos pone a Andrés en tercer lugar, esto es, después de Pedro y de Juan, San Mateo no los coloca en ese orden. Esto se entiende porque San Marcos los puso en el orden que cada uno tiene según su dignidad.
 
Remigio
El nombre de Andrés significa viril, porque así como viril viene de la palabra latina vir, así también Andrés se deriva de la griega andros (andros). Merece efectivamente el nombre de varonil, porque después de haber abandonado todas las cosas por seguir a Cristo, perseveró varonilmente en los preceptos del Señor.
 
San Jerónimo
El Evangelista nos da a conocer cierta paridad entre los diferentes Apóstoles, porque une a Pedro y Andrés, hermanos, no sólo en la carne, sino en el espíritu; a Santiago y a Juan, que, dejando al padre del cuerpo, siguieron al verdadero Padre ( Mt 4). Y dice el evangelista: "Santiago, hijo de Zebedeo y su hermano Juan"; llama a Santiago hijo de Zebedeo, porque había otro Santiago, hijo de Alfeo.
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 32,3
Ve aquí la razón de por qué no los coloca en orden según su dignidad. En mi concepto no es más que porque Juan, no sólo es de más edad que los otros, sino también más que su hermano.
 
Remigio
El nombre de Santiago se interpreta el que suplanta o suplantador, porque, no sólo suplantó los vicios carnales, sino que despreció hasta su propia carne, martirizada por Herodes ( Hch 12). Juan significa gracia de Dios, porque mereció ser más amado que ningún otro Apóstol por el Señor; amor grandísimo que le valió recostarse durante la cena sobre el pecho del Señor ( Jn 13). Siguen Felipe y Bartolomé: Felipe es como decir boca de una lámpara, o de las lámparas, porque procuró extender por medio de sus labios la luz que recibió del Señor y esclarecer después con ella a su hermano ( Jn 1). El nombre de Bartolomé no es de origen hebreo, sino del sirio: se interpreta hijo del que suspende las aguas, esto es, de Cristo, que levanta de las cosas terrenales y suspende de las celestiales los corazones de los predicadores, a fin de que, penetrados más y más de las cosas divinas, derramen y llenen el corazón de sus oyentes de una gracia más abundante.
 
Siguen Tomás y Mateo el publicano.
 
San Jerónimo
Los demás evangelistas, al tratar de la unión de los nombres de los Apóstoles, ponen primero a Mateo y después de él a Tomás. No le llaman el publicano, a fin de que no se crea que ultrajaban al evangelista recordándole su antigua profesión. Pero San Mateo se coloca después de Tomás y se llama a sí mismo publicano para manifestar que sobreabundó la gracia allí mismo donde sobreabundó el pecado ( Rom 5).
 
Remigio
El nombre de Tomás se interpreta por abismo o gemelo y en griego por Dídimo: merece, con razón, el nombre de abismo o de Dídimo, porque cuanto más tiempo perseveró en la duda, tanto más arraigada tuvo después la fe en la pasión y en la divinidad de Cristo; fe que le hizo decir: "Mi Señor y mi Dios" ( Jn 20,28). El nombre de Mateo significa dado, porque por la gracia de Dios llegó a ser de publicano evangelista.
 
Siguen Santiago, hijo de Alfeo y Tadeo.
 
Rábano
Este Santiago es aquel que en los Evangelios y en la Epístola a los gálatas es llamado hermano o pariente del Señor. Porque su madre María, mujer de Alfeo, fue hermana o parienta de Santa María, Madre del Señor. San Juan evangelista la llama María de Cleofás, quizá por llevar Alfeo también el nombre de Cleofás, o también porque muerto Alfeo, después del nacimiento de Santiago, se casó María con Cleofás.
 
Remigio
Y con razón se le llama hijo de Alfeo, esto es, del justo o del sabio, porque él, no sólo se despojó de los vicios carnales, sino que despreció todo goce temporal. Los mismos Apóstoles que le eligieron para Obispo de Jerusalén, son testigos del mérito de este Apóstol. Por esta razón dice la Historia Eclesiástica de él, que no comió carne, ni bebió vino ni cerveza, ni se bañó, ni vistió de lino y que pasaba noches y días de rodillas en oración. Y fue tal su mérito que todos lo conocían con el nombre del justo. Tadeo es aquel mismo a quien San Lucas llama Judas de Santiago, esto es, hermano de Santiago. Su Epístola es contada entre los libros canónicos y él mismo se llama en ella hermano de Santiago.
 
San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,30
En algunos ejemplares se le da el nombre de Lebbaeum; pero ¿qué se opone el que un hombre tenga dos nombres?
 
Remigio
Judas significa confeso, porque confesó al Hijo de Dios.
 
Rábano
El nombre de Tadeo se interpreta por prudente, esto es, cultivador del corazón.
 
Siguen Simón Cananeo y Judas Iscariote, que entregó a Jesús.
 
San Jerónimo
Simón el Cananeo es el mismo a quien otro evangelista llama Zelotes. Y Judas Iscariote toma este nombreo del pueblo de su nacimiento o de la tribu de Isacar. En su mismo nombre lleva escrita de una manera profética su condenación. Porque Isacar significa recompensa, palabra que parece anunciar el precio de su traición.
 
Remigio
También scarioth significa memoria del Señor, porque persiguió al Señor. O también memorial de la muerte, palabra que indica todo el tiempo que estuvo meditando en su corazón el modo de entregar al Señor. También puede significar sofocación, porque se estranguló a sí mismo. Es digno de observación el que dos de los Apóstoles del Señor tuvieran el mismo nombre de Judas; en estos dos Judas están representados todos los cristianos: Judas de Santiago figura a todos aquellos cristianos que continúan constantemente confesando la fe y Judas Iscariote a todos aquellos que abandonan la fe y se vuelven atrás.
 
Glosa
Se ponen expresamente de dos en dos, como aprobación de la sociedad conyugal.
 
San Agustín, de civitate Dei, 18,49
Eligió por Apóstoles a aquellos hombres que eran plebeyos, sin dignidad y sin educación, a fin de que se viera que cuanto de grande fuesen o hicieren, era por el Señor que está en ellos y obra en ellos. Hubo entre ellos uno malo, que con su mal contribuyó a que se realizase el misterio de la pasión y a que dejara Jesús a su Iglesia un ejemplo de paciencia en los sufrimientos.
 
San Ambrosio, in Lucam, 6
No hubo imprudencia en haberle elegido entre sus discípulos, porque la verdad es grande y no pierde su fuerza por la oposición de uno de sus ministros.
 
Rábano
Quiso ser entregado por uno de sus discípulos, a fin de que llevemos con paciencia, si somos entregados por un amigo, el habernos engañado en la elección y el haber perdido nuestros beneficios.

05-08

Envió Jesús a estos doce, dándoles las instruccines siguientes: "No vayáis a donde están los gentiles, no entréis en las casas de los samaritanos; id principalmente a las ovejas perdidas de la casa de Israel; id y predicadles que el reino de Dios está próximo; curad los enfermos; resucitad los muertos; limpiad los leprosos, y arrojad los demonios; dad gratuitamente lo que gratuitamente recibisteis". (vv. 5-8)
 
Glosa
Como toda manifestación del Espíritu es concedida, según expresión del Apóstol ( 1Cor 12) para utilidad de la Iglesia, el Salvador, después de conceder su poder a los Apóstoles, los envía a que ejerzan ese poder en provecho de los demás hombres, según aquellas palabras: "Jesús envió a estos doce".
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 32,3
Mirad la oportunidad de la misión: los envía precisamente después que vieron resucitar a un muerto, increpar al mar y otras obras parecidas y después que recibieron de palabra y de obra una demostración suficiente de la divinidad de Jesús.
 
Glosa
Al mismo tiempo que los envía, les enseña por dónde deben ir o lo que deben predicar y lo que deben hacer; por eso les ordena y les dice: "No vayáis por los caminos de los gentiles ni entréis en las casas de los samaritanos, sino id principalmente a las ovejas perdidas de la casa de Israel".
 
San Jerónimo
No es contrario este precepto al que les impone después: "Id y enseñad a todas las naciones" ( Mt 28,19), en atención a que les fue impuesto este último después y el otro antes de la resurrección. Convenía que se anunciase primero el Evangelio a los judíos, a fin de que no se excusasen diciendo que el Señor los había alejado de El enviando a sus Apóstoles a los gentiles y a los samaritanos.
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 32,2
Los envía el Señor primeramente a la Judea, como a una escuela, para que, ejercitados en ella, aprendieran a luchar contra todas las naciones y por eso los trata como a débiles pajarillos a quienes excita la madre al vuelo.
 
San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 4,1
O también quiso ser predicado primero sólo a los judíos y después a los gentiles, para parecer se dirigía a los pueblos gentiles como a extraños, por haber sido rechazado por los suyos propios. Había entonces ciertamente entre los judíos algunos que debían ser llamados y entre los gentiles algunos que ni debían ser llamados ni merecían ser devueltos a la vida, y, sin embargo, no deberían ser juzgados con más severidad por haber despreciado la predicación.
 
San Hilario, in Matthaeum, 10
La Ley debía tener la preferencia del Evangelio, e Israel debía ser menos excusado con respecto a su crimen, por cuanto él había sido con más frecuencia y diligencia exhortado a la corrección.
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 32,3-4
Para que no creyeran los judíos que Jesús les tenía odio por haberle ellos ultrajado y haberle llamado poseído del demonio, tuvo El particular empeño en corregirles, prohibiendo a sus discípulos cualquier otro ministerio y enviándoles médicos y doctores. No sólo prohibió a sus discípulos el que anunciaran el Evangelio a otros antes que a los judíos, sino que ni les permitió el que viajaran por los caminos que van a donde estaban los gentiles, por las palabras: "No vayáis por los caminos de los gentiles". Y aunque los samaritanos eran más fáciles de convertir al Evangelio, sin embargo, porque eran enemigos de los judíos no quiso que se predicase el Evangelio a los samaritanos antes que a los judíos. "Y no entraréis, dice, en las ciudades de los samaritanos"
 
Glosa
Los samaritanos eran aquellos gentiles que el rey de Asiria dejó en Israel después de haberlos hecho cautivos. Cediendo ellos a la presión de multitud de peligros, se convirtieron al judaísmo ( 2Re 17), admitieron la circuncisión y los cinco libros de Moisés y se opusieron constantemente a todo lo demás; ésta es la razón por la que no querían mezclarse con ellos los judíos.
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 32,4
Separando él sus discípulos de los samaritanos y mandándoles a los hijos de Israel, a quienes llama ovejas que perecen y no ovejas que se separan, nos significa el Señor cómo El puso en juego todos los medios para perdonarles y atraerlos.
 
San Hilario, in Matthaeum, 10
Aunque El los llama ovejas, ellos, sin embargo, se ensañaron contra Cristo con sus lenguas y sus mordeduras, como si fueran lobos o víboras.
 
San Jerónimo
En sentido figurado se nos manda a nosotros, que somos tenidos como cristianos, el que no vayamos por el camino de los gentiles o de los herejes y puesto que estamos lejos de ellos por nuestras creencias, lo estemos también con nuestra conducta.
 
Glosa
Después de haber enseñado a sus discípulos el camino por donde deben ir, les dice lo que deben enseñar: "id y predicad diciendo que se aproxima el reino de los cielos".
 
Rábano
Se dice aquí que se aproxima el reino de los cielos, no por algún movimiento de los elementos, sino por la fe que se nos ha dado de un Criador invisible. Con razón se llaman santos del cielo los que poseen a Dios por la fe y le aman por la caridad.
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 32,4
Vosotros veis la grandeza del ministerio; veis la dignidad de los apóstoles; no les manda, como a Moisés y a los profetas que nos anuncien cosas sensibles, sino cosas nuevas y fuera de la opinión de los hombres. Porque aquellos anunciaron los bienes de la tierra y éstos el reino del cielo y cuantos bienes se encierran en él.
 
San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 4,1
Fue dado a los apóstoles el poder de hacer milagros, a fin de que el brillo de este poder diera más crédito a sus palabras y pudieran acompañar con obras nuevas la nueva doctrina que predicaban. Por eso se les dice: "Curad a los enfermos, resucitad a los muertos, limpiad a los leprosos, arrojad a los demonios".
 
San Jerónimo
Les da la potestad de hacer milagros, para que todos creyeran a aquellos hombres campesinos, sin gracia ni elocuencia, ignorantes y sin letras que prometían el reino de los cielos; a fin de que la grandeza de las obras fuera una prueba de la grandeza de las promesas.
 
San Hilario, in Matthaeum, 10
Todo el poder del Señor pasa a los Apóstoles, a fin de que todos los que estaban prefigurados en Adán y en la semejanza de Dios, consiguiesen ahora la imagen perfecta de Cristo y corrigiesen ellos mismos por la comunicación del poder divino todos cuantos males había introducido el instinto de Satanás en el cuerpo de Adán.
 
San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 29,4
Estos milagros fueron necesarios en el principio de la Iglesia, a fin de que la semilla de la fe creciera y se desarrollara con ellos.
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 32,7
Pero después que el respeto a la fe se extendió por todas partes, fueron, si efectivamente los hubo también después, menos y más raros. Dios suele hacer esos prodigios cuando los males han adquirido toda su manifestación, porque entonces es cuando hace ver su poder.
 
San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 29,4
Sin embargo, la Santa Iglesia hace todos los días espiritualmente lo que entonces hacían los Apóstoles corporalmente. Y son ciertamente esos milagros tanto mayores, cuanto que por ellos resucita el espíritu y no el cuerpo.
 
Remigio
Los enfermos son los indolentes, que no tienen fuerzas para hacer buenas obras; los leprosos son los sucios o por sus acciones, o por sus deleites carnales; los muertos los que practican obras de muerte; endemoniados los que están sujetos al imperio del demonio.
 
San Jerónimo
Y puesto que los dones sobrenaturales pierden su valor cuando media alguna recompensa temporal, por eso condena la avaricia en los términos siguientes: "Dad gratuitamente lo que gratuitamente recibisteis; yo vuestro maestro y Señor, os he repartido todos estos dones sin recompensa; luego dadlos también vosotros sin recompensa".
 
Glosa
Dice esto para que Judas, que llevaba la bolsa, no tratara, valiéndose de este poder, de aumentar el dinero y lo dice también con el objeto de condenar aquí la perfidia herética de la simonía.
San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 5
Preveía que no faltarían algunos que mirando el don del Espíritu Santo y el poder de hacer milagros como objetos de comercio, se servirían de ellos para satisfacer su avaricia.
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 32,4
Ved aquí, cómo el Señor atiende a las costumbres no menos que a los milagros, para darnos a entender que sin las costumbres, de nada valen los milagros y cómo abate el orgullo de sus discípulos con las palabras: "Recibisteis gratuitamente y os mando que estéis limpios de toda afición al dinero". O también para demostrarles que ellos nada dan de sí mismos, les dice: "Recibisteis gratuitamente", que es como si dijera: "Nada dais vosotros de lo vuestro en aquello que distribuís, porque no lo habéis recibido ni por vuestro trabajo, ni como por salario vuestro y puesto que es una gracia mía, dadla como tal a los otros, porque no es justo recibáis por ella precio alguno".

09-10

"No queráis poseer en vuestros cintos oro, ni plata, ni dinero: no llevéis en vuestros viajes alforja, ni dos túnicas, ni calzado, ni báculo, porque el operario merece que se le alimente". (vv. 9-10)
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 32,4
El Señor después de prohibir el comerciar con las cosas divinas, arranca la raíz de todos los males con las palabras: "No queráis poseer oro, ni plata".
 
San Jerónimo
Porque si ellos al predicar no reciben salario, demás está el poseer oro, plata o dinero. Si efectivamente lo poseyesen, darían lugar a creer que ellos predicaban, no por salvar a los hombres, sino por amor a la ganancia.
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 32,4
Este precepto tiene por objeto, primero elevar a sus discípulos sobre toda sospecha; segundo, dejarles libres de todo cuidado, a fin de que puedan emplear todo el tiempo en la predicación; tercero el manifestarles su poder, por lo que después les dijo: "¿Por ventura cuando os mandé sin saco y sin bolsillo os faltó cosa alguna?" ( Lc 22,35).
 
San Jerónimo
Aquel que prohibió las riquezas representadas por el oro, la plata y el cobre, viene a prohibir casi hasta lo necesario para la vida, a fin de que los apóstoles de la verdadera religión, que establecía que todo era dirigido por la divina Providencia, se manifestasen sin preocupación de ningún género por su porvenir.
 
Glosa
Por eso añade: "ni dinero en vuestros cintos". De dos maneras son las cosas necesarias: o porque son indispensables para comprar y en este sentido se toman las palabras "ni dinero en vuestros cintos", o porque las mismas cosas en sí son de absoluta necesidad y esto es lo que significa la alforja.
 
San Jerónimo
Con las palabras "ni alforja para el camino" confunde a los filósofos conocidos vulgarmente con el nombre de bactroperatas, que despreciando al mundo y teniendo como de ningún valor todas las cosas, viajan bien provistos de toda clase de provisiones. Sigue: "Ni dos túnicas", esto es, dos vestidos completos; no quiere que lleven dos vestidos, no porque crea que en la Escitia y en los climas fríos baste un solo vestido, sino que les prohibe el llevar más vestido que el puesto, a fin de que no se preocupen con las contingencias del porvenir. Sigue: "Ni calzado". El mismo Platón sostiene, que para evitar la molicie, es preciso dejar al descubierto las dos extremidades del cuerpo, la cabeza y los pies: porque cuanta más firmeza tienen estas dos partes, más robustez adquieren las demás. Sigue: "Ni báculo". ¿Para qué necesitan la defensa del báculo los que están protegidos por Dios?
 
Remigio
Nos manifiesta el Señor con estas palabras, que El llama a los santos predicadores a la dignidad del primer hombre, que mientras poseyó los bienes celestiales, jamás deseó los terrenales y sólo pensó en éstos cuando perdió aquellos por el pecado.
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 32,4
¡Dichoso cambio! en lugar del oro, de la plata y de otras cosas parecidas, recibieron el poder de dar la salud a los enfermos, de resucitar a los muertos y de otras cosas semejantes: por eso no les dice desde el principio: "No poseáis oro ni plata"; sino después de haberles dicho: "Limpiad los leprosos, arrojad los demonios". Por donde se ve que de hombres, por decirlo así, hizo ángeles, dejándoles libres de toda solicitud por las cosas de esta vida, a fin de que no tuvieran más cuidado que el de la predicación y aun quitándoles este cuidado con aquellas palabras: "No estéis inquietos por lo que habéis de hablar", porque lo que os parece pesado y difícil, os será muy ligero y fácil. Nada hay más dulce, que el no tener cuidado de ningún género y sobre todo si se puede tener la confianza de que lo podemos poseer todo sin desear nada, con la presencia de Dios que siempre está atento a todas nuestras necesidades.
 
San Jerónimo
Y porque mandó a los apóstoles casi desnudos y desembarazados para la predicación. Y porque parecía dura esta condición de los maestros, por eso suavizó la severidad de este mandato con las siguientes palabras: "Porque es digno el operario de su alimento"; que vale tanto como decir: No recibáis más que lo necesario para el vestido y para el alimento. Es lo que nos dice el Apóstol: "Teniendo qué vestir y qué comer estemos contentos" ( 1Tim 6,8) y en otra parte: "Aquel que es catequizado, debe dar de todo lo que posee al que le catequiza" ( Gál 6,6), a fin de que los discípulos que reciben los bienes espirituales, hagan a sus maestros partícipes de sus bienes temporales, no para enriquecerlos, sino para atender a sus necesidades.
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 32,5
Era conveniente que los discípulos alimentasen a los Apóstoles, de quienes recibían la enseñanza, para que no despreciasen a estos últimos, con el pretexto de que ellos nada recibían y lo daban todo y para que no los abandonasen como cosa despreciable. Y para que los Apóstoles no dijeran que se les manda a vivir mendigando y de esta manera no se avergüencen, los llama operarios y les dice que el operario es digno de un salario. Y para que no se formasen ellos la idea de que porque su ministerio era verbal, carecía de importancia, les dice: "El operario es digno de su alimento". No determinan estas palabras la clase de recompensa de que es digno el trabajo apostólico, sino que dan una regla de conducta a los apóstoles, a fin de que puedan convencer a los que atienden a sus necesidades, que todo lo que dan lo dan por un derecho de justicia.
 
San Agustín, sermones 46,2
No es, pues, el Evangelio una cosa venal, que se predica por un salario temporal. Porque si así fuera vendible, a muy bajo precio sería vendida una cosa tan grande. Exijan, pues, del pueblo los predicadores el sustento indispensable para las necesidades de la vida y de Dios la recompensa de su ministerio. Lo que el pueblo da a los que lo evangelizan, no lo hace por caridad, sino que se lo da como un deber, a fin de que atiendan a sus necesidades y de esta manera puedan continuar evangelizando.
 
San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,30
Cuando el Señor dice a los Apóstoles: "No queráis poseer oro" les añade a continuación: "porque es digno el operario de su sustento". Por estas palabras se ve claramente la razón de por qué no quiere el Señor que sus discípulos posean ni lleven dinero; no porque no sea éste necesario para las necesidades de la vida, sino para darles a entender que El los envía de tal manera, que sus necesidades debían cubrirlas aquellos a quienes anunciaban el Evangelio, como si fueran soldados a quienes se paga su justo estipendio. No fue la voluntad del Señor, en este pasaje, el que los Apóstoles viviesen pendientes únicamente de lo que les ofrecían aquellos a quienes evangelizaban, porque esto estaría en oposición con lo que practicaba San Pablo, que vivía del trabajo de sus manos. Sino que quiso darles un poder, e indicarles que este poder era la razón del deber en que estaban aquellos a quienes evangelizaban, de cubrir sus necesidades. Cuando el Señor impone un precepto, es preciso, si no se ha de cometer una falta por desobediencia, cumplirlo; pero no es lícito no usar o abandonar un derecho propio que el Señor ha concedido. Mandando, pues, el Señor que el que predica el Evangelio viva del Evangelio, estas palabras dirigidas a los apóstoles, tenían por objeto indicarles, que llenos ellos de seguridad, no poseyesen ni llevasen las cosas necesarias a la vida, ni grandes, ni pequeñas, o como dice el Señor: "ni bastón", puesto que los fieles estaban en la obligación de darles, no lo superfluo, sino todo lo que necesitasen. La palabra bastón significa autoridad, según aquellas palabras de San Marcos: No toméis para el camino más que el bastón ( Mc 6), San Mateo no prohibió, al decir que se viajara descalzo, el uso del calzado, sino la preocupación de que no faltara el calzado. Esta misma interpretación debe darse a la prohibición de llevar para el camino más túnica que la puesta y la de poseer dos túnicas, que no necesitaban, puesto que tenían autoridad para recibir otra cuando la primera quedaba inservible. Las palabras de San Marcos, de que los Apóstoles se calzaran con sandalias, tienen un sentido místico: este calzado deja descubierto el pie por arriba y cubierto por abajo: de esta manera el Evangelio no se debe ocultar ni se debe apoyar en los intereses temporales. Y al prohibir que se lleven dos túnicas y más expresamente el cubrirse con ellas, nos aconseja que nuestra conducta debe ser sencilla y no debemos vivir con doblez. Es indudable que todo lo que el Señor dijo, lo dijo parte en sentido figurado, parte en sentido propio y que los evangelistas dan en sus escritos esos dos sentidos a las palabras del Señor. Quien tuviera la opinión de que el Señor no pudo hablar en un mismo pasaje ya en sentido figurado o ya en el propio, que mire las demás partes del Evangelio y verá cómo su opinión es atrevida e irreflexiva. Cuando el Señor dice que al dar la limosna o cualquiera otra cosa, debe hacerse con tanto sigilo que no se aperciba la mano izquierda de lo que hace la derecha ( Mt 6), es indudable que estas palabras deben tomarse en sentido figurado.
 
San Jerónimo
Parte de estas palabras tienen un sentido histórico y parte un sentido anagógico. No es conveniente el que los maestros posean oro, plata, o el dinero que se suele llevar en los cintos: la palabra oro significa el sentido; la plata la palabra y el cobre el metal de la voz. No debéis, dice a los discípulos, tomar cosa alguna de éstas de los hombres, sino como venidas de Dios, así como no debéis dar oídos a la doctrina de los filósofos y a las perversas herejías de los herejes.
 
San Hilario, in Matthaeum, 10
El cinto es el medio de que nos servimos para guardar el dinero y prohibiéndonos el Señor llevar dinero en el cinto, nos aconseja que debemos evitar llevar cosa alguna temporal, por el ejercicio de nuestro ministerio. Nos previene que no llevemos alforja para el camino, es decir, que no tengamos solicitud por nuestra subsistencia material; porque todo tesoro en la tierra es perjudicial, porque donde esté nuestro tesoro, estará nuestro corazón. Dice también: "Ni dos túnicas". Porque a los que nos hemos vestido de Cristo una vez, nos basta una sola túnica y después de habernos envuelto en la verdad incontestable, debemos rechazar la vestidura de la herejía y de toda ley que no sea la de Dios. "Ni calzado", porque debemos caminar por una tierra santa y libre de las espinas y aguijones de los pecados, como se mandó a Moisés ( Ex 3) y defender nuestros pies con las sandalias que hemos recibido de Cristo.

San Jerónimo
O bien: el Señor nos previene que no tengamos atados nuestros pies con las ligaduras de la muerte, a fin de estar desnudos al entrar en la tierra santa, ni llevar báculo, que se podría convertir en serpiente, ni apoyarnos en defensa alguna de la carne. Porque el bastón y semejantes apoyos son cañas frágiles, que se rompen al menor esfuerzo y hieren la mano que se apoya en ellos.
 
San Hilario, in Matthaeum, 10
No somos indignos de poseer el derecho de un poder extraño, si tenemos la vara de la raíz de Jesé.

11-15

"En cualquier ciudad o villa en que entrareis, preguntad qué persona digna se encuentra en ella, y permaneced en ella hasta vuestra marcha. Saludad, al entrar en la casa, con las palabras: La paz sea en esta casa. Y si efectivamente fuere digna aquella casa, vuestra paz vendrá sobre ella, y si no lo fuera, vuestra paz se volverá a vosotros. Y si alguno no os recibiere, ni oyere vuestras palabras, sacudid el polvo de vuestros pies, y marchaos de la casa o de la ciudad. Os digo en verdad, que Sodoma y Gomorra serán tratadas en el día del juicio con menos rigor que esta ciudad". (vv. 11-15)
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 32,5
No debe creerse de que por las anteriores palabras del Señor: "Digno es el operario de su sustento", ya todas las puertas quedaban abiertas a los discípulos. Les manda, por el contrario, que tengan mucha prudencia en la elección de la hospitalidad, por las palabras: "En cualquier ciudad o aldea en que entrareis, informáos primero de quién habita en ella".
 
San Jerónimo
No podían los Apóstoles al entrar en una ciudad nueva para ellos, saber lo que esa ciudad era; por esta razón debían fijarse para la elección de la hospitalidad en la opinión del pueblo y en el juicio de los vecinos, a fin de que no fuese comprometida la dignidad apostólica, por parte de aquel que los recibía.
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 32,5
¿Por qué razón, pues, permaneció el Señor en casa de un publicano? Sin duda, porque lo merecía el publicano por su conversión. Y no sólo cedió en utilidad de los Apóstoles esta determinación del Señor, sino que contribuyó hasta en el modo de ser tratados. Porque si es digno del Evangelio el dueño de la casa, indudablemente dará a los Apóstoles cuanto necesiten, especialmente si éstos no exigen más que lo puramente necesario. Observemos, pues, cómo al mismo tiempo que Jesús despoja a sus discípulos de todas las cosas se las da todas, permitiéndoles la estancia en la casa de aquellos a quienes enseñaban. De esta manera quedaban los Apóstoles libres de todo cuidado y persuadían a los demás de que el objeto de su venida a sus casas era su salvación, puesto que si ellos nada llevaban consigo, tampoco exigían más que lo necesario, ni entraban indistintamente en todas las casas: quería el Señor que se distinguiesen sus discípulos más bien por la virtud, que por el poder de hacer milagros y no hay cosa en que más brille la virtud, que en no usar de lo superfluo.
 
San Jerónimo
El que recibe en su casa como huésped a una persona, no le hace favor alguno, sino que lo recibe porque es considerado como persona digna y porque crece más la dignidad que recibe, que la gracia que da.
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 32,5
Es digno de observación el no haber dado Jesús todas las cosas a sus discípulos, puesto que no les dio el conocimiento de las personas dignas, sino que les manda las examinen. Y no sólo les manda que las examinen, sino que, una vez hecha la elección, les prohibe el cambiar de casa, por aquellas palabras: "Y permaneced allí hasta vuestra marcha", a fin de no entristecer al que os recibe y de que no os tengan por ligeros y aficionados a la gula.
 
San Ambrosio, in Lucam, 6,66
Los apóstoles no deben cambiar la casa a la que han ingresado y que ha de ser elegida discerniendo, para que no haya suficiente motivo para cambiar de hospedaje. Sin embargo esta misma prudencia (la de elegir quien los hospede) no es mandada al que recibe, a fin de que no pierda la hospitalidad todo su valor por las dudas de su elección.
 
Sigue: Saludad al entrar en una casa con las palabras: "La paz sea a esta casa".
 
Glosa
Como si dijera: pedid la paz para vuestro huésped, a fin de adormecer toda repugnancia en contra de la verdad.
 
San Jerónimo
Estas palabras son las que usaban los griegos y los sirios al saludar, porque la palabra hebrea y siríaca a la vez salamalach o salemalach, esto es, la paz sea contigo, corresponde a la griega Chaere (Caire) y a la latina Ave. Este es el precepto del Señor: al entrar en una casa pedid la paz para esta casa y (en cuanto está de vuestra parte), calmad las luchas y las discordias. Si sufrís alguna contradicción, vosotros tendréis la recompensa por la paz que habéis ofrecido, mientras que los que rehusaron la paz, tendrán la guerra, según las palabras: "Y si la casa fuere ciertamente digna, la paz vendrá sobre ella y si no lo fuere, la paz volverá a vosotros.
 
Remigio
Porque indudablemente será predestinado para la vida aquel que escucha y sigue al Verbo Divino y si ninguno quisiere oírle, no por eso la palabra del predicador será inútil; porque volverá a éste la paz, cuando le recompense el Señor por su trabajo.
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 32,5
Les enseña el Señor que no esperen, fundados en que son los predicadores, que se adelanten otros a saludarlos, sino que ellos para honrarlos deben adelantarse. Les hace ver en seguida que su saludo es una verdadera bendición, según aquellas palabras: "Y si no fuere digna".
 
Remigio
Manda el Señor a sus discípulos que hagan primero el saludo de paz al entrar en una casa, a fin de que conozcan por este saludo si la casa o el hospedaje es digno de ellos: que es como si dijera claramente: ofreced la paz porque los que la reciban manifestarán que son dignos de ella, e indignos los que la rehusaren. Debe hacerse este saludo siempre a la entrada de la casa, aun cuando se haya hecho una elección digna según la opinión general, a fin de que parezca que los predicadores son más bien llamados por su dignidad, que recibidos, por haberse metido ellos. Basta decir la palabra paz, para comprender si la casa es un hospedaje digno.
 
San Hilario, in Matthaeum, 10
Los Apóstoles saludan la casa con el deseo de la paz; pero no la dan, sino más bien la expresan. Es ciertamente propio de las entrañas misericordiosas del Señor, el que no vaya la paz, sino a aquella casa que es digna de ella. Pero si la casa no merece recibirla, el ministerio de la paz divina quedará encerrado dentro de la conciencia de los Apóstoles y sobre aquellos que despreciaron los mandatos divinos de Cristo, caerá la maldición eterna, significada por la salida de los Apóstoles y por el acto de sacudir el polvo de sus pies, de donde sigue: "Y si alguno no os recibiere y no oyere vuestras palabras, salid fuera de su casa y de su ciudad y sacudid el polvo de vuestros pies". Porque continuando en el mismo lugar, parecerá que conserváis relaciones con los que viven en él y sacudiendo el polvo de los pies, todo su pecado queda en su casa y ningún resultado tendrá para su salvación el seguir habitando en ella los Apóstoles.
 
San Jerónimo
El polvo que se sacude de los pies es un testimonio de celo apostólico, de su entrada en la ciudad y de que la predicación ha llegado hasta ellos.
 
Rábano
O de otro modo: los pies de los Apóstoles señalan la obra y marcha de la predicación. El polvo de que se manchan, es una figura de la ligereza del pensamiento humano, de la que no están exentos los más grandes sabios, puesto que están continuamente preocupados e intranquilos del modo de dirigir convenientemente a sus oyentes y marchando por todas las sendas del mundo, no hacen más que recoger con sólo los pies el polvo de la tierra. Y aquellos que desprecian la enseñanza de los Apóstoles, convierten en testimonio de su propia condenación, sus trabajos, sus peligros y sus preocupaciones. Lo contrario sucede a los que reciben la palabra: sacan lecciones de humildad de las aflicciones y cuidados que sufren por ellos, quienes les evangelizan. Y para que no piensen, de que es una falta ligera el no recibir a los Apóstoles, añade: "En verdad os digo, que Sodoma y Gomorra, serán tratadas con menos rigor en el día del juicio, que esa ciudad".
 
San Jerónimo
Porque no se predicó a Sodoma y Gomorra y a esta ciudad se predicó y no quiso recibir el Evangelio.
 
Remigio
O también: porque los Sodomitas y los de Gomorra a pesar de que eran viciosos, tenían hospitalidad ( Gén 19), según se dice, aun cuando los huéspedes, que se cuenta haber ellos recibido, no fueron Apóstoles.
 
San Jerónimo
Si los Sodomitas han de ser tratados con menor rigor que esa ciudad, que no recibió el Evangelio, síguese de aquí, que los castigos no son iguales para todos los pecadores.
 
Remigio
Pone especialmente el ejemplo de los habitantes de Sodoma y de Gomorra, para darnos a entender que los pecados más detestables a los ojos de Dios, son los pecados contra la naturaleza, pecados que motivaron la destrucción del mundo entero ( Gén 6), mediante las aguas del diluvio ( Gén 19) y de los cuales proceden diferentes males que afligen el mundo todos los días.
 
San Hilario, in Matthaeum, 10
Nos enseña el Señor en sentido místico, que no debemos tener intimidad entrando en las casas de aquellos que, o se declaran contra Cristo, o le ignoran y. Y debemos preguntar en todas las ciudades, qué personas hay en ellas dignas de recibirnos, esto es, si hay en ellas alguna iglesia y si en esta iglesia habita Cristo, a fin de no ir a otra; porque merece ésta el que os detengáis en ella, pues su dueño es justo. Encontraréis muchos entre los judíos, cuyo respeto a la ley será tal, que a pesar de creer en Cristo a causa de la admiración que produce en ellos la grandeza de los milagros, continuarán, sin embargo, practicando las obras de la ley. Otros, por el contrario, atraídos por la curiosidad de la libertad que les promete Cristo, simularán que abrazan la ley del Evangelio. Finalmente, habrá otros muchos que, guiados por la perversidad de su inteligencia, caerán en el error. Y como casi todos éstos presumen que en ellos está la verdad católica, es preciso tener mucha prudencia hasta en esta misma casa, esto es, en esta Iglesia católica.

16-18

"Mirad yo os envío como a ovejas en medio de los lobos; sed, pues, prudentes como las serpientes y sencillos como las palomas. Guardaos de los hombres, porque os harán comparecer en sus asambleas, y os azotarán en sus sinagogas: os conducirán a los gobernadores y a los reyes por causa mía, y para que sirváis de testimonio a ellos y a las naciones". (vv. 16-18)
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 33,1
Cristo, después de haber alejado de los Apóstoles todo género de preocupaciones y de haberlos armado con el brillo de sus milagros, les anunció con anticipación los males que les amenazaban. Lo hace así: primero para que aprendieran la virtud de su presciencia; en segundo lugar para que no sospecharan que los males que experimentaban eran resultado de la incapacidad del maestro; tercero, para que no quedasen ellos al sufrir esos males, admirados, como si dichos tormentos les acontecieran inopinadamente y fuera de lo que esperaban y finalmente, para que oyéndolo ahora no tuvieran miedo en los días de los tormentos. Les da en seguida las reglas para este combate, enviándolos desprovistos de todo y mandándoles exijan su alimento de aquellos a quienes evangelizan y no se para en esto, sino que pasa más adelante y les hace ver su poder con las palabras: "He aquí que yo os mando como a ovejas en medio de los lobos, etc". En estas palabras debemos considerar, que no los manda simplemente a donde están los lobos, sino en medio de los lobos. De esta manera, venciendo las ovejas a los lobos y existiendo en medio de ellos y no pereciendo a pesar de sus mordeduras, sino atrayéndolos a sí mismos, hace ver de un modo más claro su poder. Y ciertamente causa más admiración la transformación de sus mentes, que el hacerlas perecer. La dulzura, les dice, es lo que debéis desplegar en medio de los lobos.
 
San Gregorio, in Matthaeum, 17,4
Porque aquel que ejerce el ministerio de la predicación no debe hacer el mal, sino sufrirlo, a fin de aplacar con su mansedumbre el furor de aquellos que se ensañan con él y para que vean que a pesar de estar cubiertos de otras heridas, curan las de los pecadores. Si bien es cierto que en muchas ocasiones el celo por la justicia enciende en el apóstol la ira contra sus discípulos, esta ira debe tener origen en el amor y no en la crueldad y manifestar exteriormente la regla de disciplina: amad con amor paternal en el fondo de vuestros corazones a aquellos que castigáis exteriormente. Hay muchos, que en cuanto reciben el poder de gobernar, se muestran ansiosos de castigar a los que están a su cargo, hacen ver el terror del poder, quieren parecer dominadores, no se reconocen como verdaderos padres y cambian la humildad por el orgullo de dominar. Y aun cuando alguna vez se muestran bondadosos, interiormente arden en deseos de castigar. De éstos se dice: "Vienen a vosotros vestidos de ovejas; pero en su interior son lobos rapaces" ( Mt 7,15). Es preciso no olvidar que es contra éstos, contra quienes somos enviados como a ovejas en medio de los lobos, a fin de que nos preservemos de la mordedura del mal, conservando el sentido de la inocencia.
 
San Jerónimo
Llama lobos a los escribas y fariseos, que eran los clérigos de la religión judía.
 
San Hilario, in Matthaeum, 10
También se llama lobos a todos aquellos que se habían de ensañar con un odio implacable contra los Apóstoles.
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 33,1-2
El consuelo de todos los males lo tenían ellos en el poder de aquel que los enviaba, por eso les dijo lo primero de todo: "Mirad, yo os envío" que equivale a si dijera: No os asustéis porque os envíe en medio de los lobos; porque puedo yo hacer que no sufráis daño alguno y no sólo el que vosotros os mostréis superiores a los lobos, sino el que seáis más terribles que los leones. Y conviene que así suceda, porque de esta manera os haréis más ilustres y se extenderá más mi poder. En seguida, a fin de que ellos pusieran algo de su parte y no creyesen que serían coronados sin mérito alguno, añade: "Sed, pues, prudentes como las serpientes y sencillos como las palomas".
 
San Jerónimo
A fin de evitar con la prudencia las emboscadas y con la sencillez el mal. Y pone por ejemplo a la serpiente, porque este animal, con objeto de defender su cabeza, donde tiene la vida, la oculta con todo su cuerpo; de la misma manera debemos nosotros proteger aun con peligro de todo nuestro cuerpo a nuestra cabeza, que es Cristo, esto es, debemos conservar pura y sin mancha nuestra fe.
 
Rábano
Acostumbra la serpiente a elegir, a fin de dejar su piel vieja, escondrijos estrechos, para que al pasar por ellos, el roce la despoje de su piel; de la misma manera deja el predicador al hombre viejo, pasando por el camino estrecho.
 
Remigio
Es una palabra hermosa aquella, por la que manda el Señor a los predicadores tener la astucia de la serpiente; porque el primer hombre fue engañado por la serpiente, que es como si dijera: Así como la serpiente fue astuta para perdernos, así debéis ser vosotros astutos para salvaros. Ella alabó al árbol, ensalzad vosotros la virtud de la Cruz.
 
San Hilario, in Matthaeum, 10
Ella atacó primero al sexo débil, lo engañó después por la esperanza y le prometió participar de la inmortalidad; así igualmente debéis vosotros (teniendo en cuenta la naturaleza y disposición de cada uno), emplear palabras prudentes y revelar la esperanza de los bienes eternos, para que lo que ella negó, lo anunciemos nosotros con toda verdad según la promesa del Señor ( Mt 22), a saber: que los que tienen fe, serán semejantes a los ángeles.

San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 33,2
Así como para no ser heridos en cosas de importancia, conviene tener la astucia de la serpiente, así también cuando nos vemos precisados a sufrir cosas injustas, no debemos abrigar el deseo de la venganza, sino desplegar la sencillez de la paloma.
 
Remigio
Enlazó el Señor ambas cosas; porque la sencillez sin la prudencia puede ser engañada con facilidad y la prudencia, si no está suavizada por la sencillez, da origen a grandes peligros.
 
San Jerónimo
La figura de que se reviste el Espíritu Santo nos da a entender la sencillez de la paloma: por eso dice el Apóstol: "Sed pequeños en malicia" ( 1Cor 14).
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 33,2
¿Qué puede haber más duro que estos mandatos? Porque no basta sufrir los males, sino que es preciso no alterarse por ellos como hace la paloma. No se quita la ira con la ira sino con la dulzura.
 
Rábano
Las palabras: "Guardáos de los hombres", nos dan a entender de una manera clara, que los lobos de que se ha hablado arriba, son los hombres.
 
Glosa
Por eso es preciso que seáis como las serpientes, es decir, astutos; porque según ellos acostumbran, os prohibirán primero el que prediquéis en mi nombre, después si no hacéis caso, os azotarán y finalmente, os presentarán a los reyes y a los gobernadores.
 
San Hilario, in Matthaeum, 10
Los que intentan imponeros silencio o haceros cómplices.
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 33,3
Causa admiración el que unos hombres, que jamás se habían separado del lago donde se ocupaban en pescar, no se marcharan inmediatamente que oyeron semejantes cosas. Pero esto no era efecto sólo de su valor, sino resultado de la sabiduría del Doctor, que puso el remedio a cada uno de los males. Por eso dice: "A causa mía"; porque no es pequeño el consuelo de sufrir por Cristo y el de no ser perseguidos como hombres malvados y perjudiciales. También les dice el motivo de sus persecuciones con aquellas palabras: "Para que les sirva de testimonio":
 
San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 35
Es decir, para aquellos que quitaron la vida con las persecuciones, o que mientras vivieron no cambiaron de conducta, porque la muerte del justo edifica a los buenos y condena a los malos; por eso los elegidos ven en ella un ejemplo que les conduce a la vida, mientras los males perecen sin excusas.
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 33,3
Esto les servía de consuelo, no porque desearan ellos el castigo de otros, sino porque tenían la convicción de que Cristo estaba con ellos y lo presenciaba todo.
 
San Hilario, in Matthaeum, 10
No solamente quita este testimonio a los perseguidores la excusa de haber ignorado a Dios, sino que abre el camino a las naciones para que crean en Cristo, predicado por la voz inflexible de los que le confesaban en medio de los tormentos; a esto se alude con la palabra "a las Naciones".

19-20

"Y cuando os entregaren, no penséis en el modo y en lo que habéis de hablar; porque os será dado en aquella hora lo que habéis de hablar: porque no sois vosotros los que habláis, sino que el Espíritu de vuestro Padre habla en vosotros". (vv. 19-20)
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 33,3
A los consuelos anteriores añade el Señor otro nuevo y no pequeño. Por si los Apóstoles decían: ¿Cómo es posible que nosotros podamos persuadir en medio de tales persecuciones?, les manda que no se preocupen con las respuestas y les dice: "No penséis, cuando os entregaren, en el modo de hablar y en lo que habéis de decir".
 
Remigio
Dos cosas les dice el Señor en estas palabras: el modo de hablar y lo que han de hablar. Lo primero, se refiere a la sagacidad y lo segundo, es propio de la palabra. Pero como El les había de dar las palabras que debían decir y el modo con que las habían de decir, resulta que los predicadores justos no debían preocuparse ni de los pensamientos ni de las palabras.
 
San Jerónimo
Cuando nosotros seamos conducidos, por la causa de Cristo, delante de los jueces, tan solamente debemos ofrecer nuestra voluntad a Cristo; por lo demás, el mismo Cristo que habita dentro de nosotros, hablará en nuestro favor y el Espíritu Santo nos asistirá con su gracia en las contestaciones.
 
San Hilario, in Matthaeum, 10
Porque nuestra fe regularizada por los preceptos divinos, nos enseñará lo que debemos responder: tenemos un ejemplo en Abraham, a quien (después de haberle exigido para el sacrificio a su hijo Isaac) no le faltó un carnero que sirviera de víctima ( Gén 22). Y por esta razón sigue: "Porque no sois vosotros los que habláis", etc.
 
Remigio
Este es el sentido: Vosotros marcháis al combate; pero yo soy el que combato: vosotros decís las palabras; pero yo soy el que hablo: por eso dice San Pablo. "¿Es que vosotros queréis tener la experiencia de aquel que habla en mí, Cristo?" ( 2Cor 13,3).
 
San Jerónimo
De esta manera los eleva a la dignidad de los profetas, que hablaron animados por el Espíritu de Dios:
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 33,5
Cuando el Señor dice aquí: "No os preocupéis con lo que habéis de hablar", estas palabras no están en oposición con las que dice en otro lugar: "Estad siempre preparados a satisfacer a los que os pregunten y a exponerles los motivos de vuestra esperanza" ( 1Pe 3,15). Porque cuando la lucha es entre amigos, debemos preocuparnos de lo que debemos decir; pero delante de un tribunal terrible y de una turba exaltada y cuando nos vemos rodeados de peligros por todas partes, Cristo nos da un auxilio, para que hablemos con confianza y para que no cedamos al miedo.

21-22

"Y el hermano entregará a su hermano, y el padre a su hijo, y los hijos se insurreccionarán contra sus padres, y los harán morir; y os tendrán odio todos los hombres, a causa de mi nombre; mas el que perseverare hasta el fin, ése será salvo". (vv. 21-22)
 
Glosa
Después de haber expuesto los consuelos, les propone a continuación los peligros más graves, diciéndoles: "Y el hermano entregará a su hermano y el padre a su hijo y los hijos se levantarán contra los padres, etcétera".
 
San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 35,3
Son menores los tormentos que experimentamos, cuando provienen de los extraños, que los que sufrimos cuando proceden de aquellos que creíamos nos tenían cariño y buena voluntad; porque en este segundo caso, los tormentos del cuerpo se unen a la pena de haber perdido el cariño.
 
San Jerónimo
Acontece esto con frecuencia en las persecuciones, porque no hay en ellas cariño entre los que profesan diferente fe.
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 33,3
Añade en seguida lo más horrible de todo, diciendo: "Y a vosotros os tendrán odio todos los hombres"; porque se empeñarán en arrojaros de todas partes, como si fuerais enemigos del género humano. Pero en seguida los consuela con las palabras "a causa de mi nombre" y con aquellas otras: "El que perseverare hasta el fin, será salvo". Dice hasta el fin, porque acostumbran muchos a tener mucho fervor al principio y luego decaen completamente; porque ¿qué utilidad se saca de las semillas que dan flores al principio y después se secan? Por esta razón les exige una perseverancia suficiente.
 
San Jerónimo
No consiste la virtud en principiar, sino en concluir.
 
Remigio
Y no se da el premio a los que principian, sino a los que perseveran.
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 33,5
A fin de que nadie pueda decir: Que todo lo hizo Cristo en los Apóstoles y que nada tiene de particular el que ellos hicieran tales cosas, puesto que ninguna incomodidad sufrieron, les dice, que tenían necesidad de perseverar. Porque, si bien es cierto que habían salido bien de los primeros peligros, aun tenían reservados otros mayores y después vendrían otros nuevos y no tendrían durante su vida momento alguno sin estar rodeados de emboscadas: y esto es lo que les da a entender, aunque de una manera oculta, por las palabras "El que perseverare hasta el fin, será salvo".
 
Remigio
Esto es, aquel que no abandonare los preceptos de la fe y no desfalleciere en las persecuciones, será salvo; porque recibirá el reino de los cielos como premio de las persecuciones de los hombres. Y es de notar, que la palabra fin no siempre significa conclusión, sino perfección, conforme con aquellas palabras: "El fin es Cristo" ( Rom 10,4), de donde resulta, que las anteriores palabras pueden tener el siguiente sentido: El que perseverare hasta el fin, esto es, en Cristo.
 
San Agustín, de civitate Dei, 21,25
Porque perseverar en Cristo, es perseverar en su fe, en aquella fe que se realiza por la caridad ( Gál 5).

23

"Cuando os persiguieren en una ciudad, huid a otra. Porque os digo, en verdad, que no habréis acabado de instruir todas las ciudades, antes de que llegue el Hijo del hombre". (v. 23)
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 34,1
Después de haberles hecho las terribles profecías de lo que había de acontecer después de su crucifixión, de su resurrección y de su ascensión, les conduce a otros pensamientos más dulces; porque no les mandó el que fueran con arrogancia a la persecución, sino que huyeran de ella. Por eso les dice: "Y cuando os persiguieren, huid"; usa este lenguaje condescendiente porque estaban ellos aún al principio de su conversión.
 
San Jerónimo
Todo esto se refiere a aquel tiempo en que los Apóstoles eran enviados a predicar; por eso les dijo con toda propiedad: "No vayáis por el camino de los gentiles". Porque no debían tener miedo a la persecución, pero sí debían evitarla. Es precisamente lo que hicieron los primeros fieles, cuando se levantó en Jerusalén la persecución contra ellos; en seguida se dispersaron por toda Judea ( Hch 8) y de esta manera la persecución vino a ser la escuela del Evangelio.
 
San Agustín, contra Fausto, 22, 39
La razón de por qué el Salvador les manda huir y dio El mismo primero el ejemplo, no es porque fuera incapaz de defenderlos, sino para enseñarles la debilidad humana y para que no se atrevieran a tentar a Dios en cosas que ellos podían y era conveniente que evitaran.
 
San Agustín, de civitate Dei, 1, 22
Pudo muy bien haberles aconsejado que se valiesen de sus manos, para no caer en las manos de sus perseguidores. Pero esto ni lo mandó ni lo aconsejó, porque quiso que no dejaran esta vida de esa manera aquellos a quienes prometió que El mismo iría a prepararles la mansión eterna y es bien claro, que, a pesar de los muchos ejemplos que puedan oponer los que no conocen a Dios, esto no es lícito a los que creen en un solo Dios verdadero.
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 34,1
A fin de que no se pueda decir: ¿A qué viene esto, si cuando nos persiguen nos vamos a otro país y de éste nos arrojan también?, el Señor desvanece esta creencia, diciéndoles: "En verdad os digo, que no habréis recorrido todas las ciudades de Israel, hasta que llegue el Hijo del hombre". Es decir, no llegaréis antes que yo cuando venga por vosotros, aun cuando recorráis toda la Palestina.
 
Rábano
O bien les predice, que no todas las ciudades de Israel habrán adoptado la fe que ellos predicaban, antes de la resurrección del Señor y de que les sea permitido predicar el Evangelio en todo el mundo.
 
San Hilario, in Matthaeum, 10
O de otro modo: les aconseja huir de ciudad en ciudad, porque la predicación de su palabra pasó huyendo de Judea a Grecia y diseminada por todas las ciudades de Grecia por diferentes persecuciones de los Apóstoles, se detiene al fin en todas las naciones. Mas, a fin de hacer ver que todas las naciones, convertidas al Evangelio por las palabras de los Apóstoles, lo mismo que todo el resto de Israel, no debían la fe que tenían más que a su venida, dice: "Vosotros no recorreréis todas las ciudades"; es decir, después de la plenitud de las naciones, lo que quedare de Israel para completar el número de los Santos, vendrá a reunirse a la Iglesia en la futura venida de la resurrección de Cristo.
 
San Agustín, epístola 228
Hagan, pues, los servidores de Cristo lo que El les ha mandado, o les ha permitido: así como El huyó a Egipto, huyan también ellos de ciudad en ciudad, especialmente cuando sea buscado alguno de ellos por los perseguidores. Pero no abandonen la Iglesia aquellos que no son buscados, sino que permanezcan al frente de ella, a fin de dar el alimento a aquellos que no podrían vivir sin ellos. Y cuando fuere el peligro común a todos (a los obispos, a los clérigos y a los laicos), los que necesitan de los otros no sean abandonados por los que les pueden ayudar, o refúgiense todos reunidos en sitios seguros, sin que sean abandonados los que tienen precisión de permanecer, de aquellos que deben atender a sus necesidades espirituales, a fin de vivir todos reunidos, o de sufrir todos reunidos los tormentos que el Padre de familia les enviare.
 
Remigio
Debe tenerse presente, que así como el precepto de no huir en las persecuciones comprende especialmente a los Apóstoles y a los hombres fuertes que les sucedan, así también el permiso de huir fue conveniente a aquellos que estaban débiles en la fe, con los cuales tuvo mucha condescendencia el piadoso Maestro, no sea que al ofrecerse con gusto al martirio, una vez puestos en los tormentos, abjuraran de la fe. Mejor es huir que negar. Y aun cuando los que huyen no dan muestras de esa constancia de la fe perfecta, sin embargo, en la misma huida tienen su mérito; porque dan a entender con la huida, que están preparados a abandonar todas las cosas por Cristo. Y algunos, si no se les hubiera dado el permiso de huir, hubieran dicho que ellos eran declarados indignos de la gloria del reino celestial.
 
San Jerónimo
Podemos nosotros decir en sentido espiritual: Cuando fuéremos perseguidos en una ciudad (esto es, en un libro, o en un pasaje de las Escrituras), huyamos a otras ciudades (esto es, a otros pasajes); porque aunque fuere disputador el perseguidor, el auxilio del Señor nos vendrá antes de que los contrarios alcancen la victoria.

24-25

"No está el discípulo sobre el maestro; ni el siervo sobre su señor: le basta al discípulo el ser como su maestro, y al siervo como su Señor: Si al Padre de familia llamaron Beelzebub, ¿con cuánta más razón darán ese nombre a sus domésticos?" (vv. 24-25)
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 34,1
Como era natural que por las persecuciones ya anunciadas quedaran los discípulos en mal concepto (cosa sumamente bochornosa para muchos) El los consuela con su propio ejemplo y con lo mucho que de El dijeron, que es el mayor consuelo que podían tener.
 
San Hilario, in Matthaeum, 10
Porque el Señor, luz eterna, jefe de los creyentes y padre de la inmortalidad, anticipó a sus discípulos el consuelo de sus propios sufrimientos, a fin de que tuviéramos como una gloria el igualarnos al Señor, al menos en los padecimientos. Por esta razón dice: "No está el discípulo sobre el maestro", etc.
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 34,1
Deben entenderse estas palabras: mientras fuere discípulo y siervo, no está sobre el maestro y sobre el amo, al menos en cuanto a la posición y no sirve oponer a esto algunas excepciones raras, sino que estas palabras deben aplicarse a lo que generalmente sucede.
 
Remigio
Se llama a sí mismo Maestro y Señor y por las palabras discípulo y siervo quiere que se entiendan los Apóstoles.
 
Glosa
Como si dijera: no os indignéis porque sufrís lo que yo sufro; porque haciendo yo lo que quiero, soy vuestro Señor y enseñándoos lo que sé que os es útil, vuestro Maestro.
 
Remigio
Y como esto parece que no concuerda con lo que antecede, a fin de manifestar el sentido de sus palabras, añade: "Si llamaron Belzebub al Padre de familias, ¿con cuánta más razón lo llamarán a sus domésticos?
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 34,1
No dijo siervos, sino domésticos, a fin de manifestar la familiaridad que tenía con ellos, según se lee en otro lugar: "No os diré siervos, sino amigos" ( Jn 15,15).
 
Remigio
Como si dijera: No busquéis vosotros los honores temporales, ni la gloria humana, mientras veis que redimo yo al género humano por las burlas y los oprobios.
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 34,1
Y no solamente dice: ellos han ultrajado al Maestro, sino que, diciendo que le llamaron Belzebub, marca hasta la misma clase de ultraje.
 
San Jerónimo
Belzebub es el ídolo de Acarón, que en el libro de los Reyes se le llama el ídolo de la mosca: Beel es lo mismo que Bel o Bal y Zebub significa mosca; de ahí es que el príncipe de los demonios es conocido por el nombre del ídolo más impuro, llamado mosca, a causa de su impureza, que destruye la suavidad del aceite ( Ecle 10).

26-28

"No les temáis, pues; porque nada hay oculto que no sea revelado, ni secreto que no sea sabido. Decid a la luz lo que os he dicho en la oscuridad, y predicad sobre los más alto de la casa lo que vuestros oídos han oído. Y no temáis a aquéllos que matan al cuerpo, mas no pueden matar al alma, sino antes bien, temed a aquél que puede arrojar al infierno al cuerpo y al alma". (vv. 26-28)
 
Remigio
Luego de la anterior consolación, añade otra no menor, diciendo: "No les temáis"; es decir, a los perseguidores. Y les da la razón de por qué no les deben temer, a saber: "Porque nada hay oculto que no sea revelado".
 
San Jerónimo
¿Cómo es posible que en el tiempo presente no se sepan las maldades de muchos? Aquí habla, pues, del tiempo futuro, cuando Dios juzgará los misterios de los hombres, iluminará los escondrijos de las tinieblas y pondrá de manifiesto las intenciones de los corazones ( 1Cor 4,5): el sentido es éste: "No temáis la crueldad de los perseguidores y la rabia de los blasfemos, porque llegará el día del juicio y en él se verán bien a las claras vuestra virtud y su malicia".
 
San Hilario, in Matthaeum, 10
Les aconseja, pues, que no tengan miedo ni a las amenazas, ni a las afrentas, ni a las revoluciones, ni al poder de los perseguidores; porque ya verán en el día del juicio de cuán poco les valieron todas estas cosas.
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 34,1
Parece, a primera vista, que tiene un sentido general lo que acaba de decir; sin embargo, no lo dijo de todos, sino solamente de aquellos de que habló antes. Es como si dijera: Si vosotros sufrís oyendo los ultrajes, tened presente que bien pronto quedaréis libres de toda sospecha: Os llamarán adivinos y magos y seductores; pero esperad un poco y veréis como, cuando la misma realidad de las cosas os declare bienhechores y atiendan ellos a la verdad de las cosas y no a las habladurías de los hombres, os proclaman ellos mismos salvadores de todo el género humano.
 
Remigio
Opinan algunos que prometió el Señor a sus discípulos por estas palabras que revelarían ellos todos los misterios ocultos por el velo de la letra de la Ley. Por eso dice el Apóstol: "Cuando se hubieren convertido al Señor, entonces se quitará el velo" ( 2Cor 3,16), cuyo sentido es: ¿por qué debéis temer a vuestros perseguidores, vosotros que habéis sido elevados tal dignidad, que por vosotros hayan sido puestos de manifiesto los misterios de la Ley y de los Profetas?
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 34,2
Después que les quitó el miedo y les hizo superiores a los oprobios, les habla en tiempo oportuno de la libertad de la predicación, diciéndoles: "Lo que os digo en las tinieblas".
 
San Hilario, in Matthaeum, 10
No hemos oído que el Señor acostumbrase a predicar o a enseñar por la noche, sino que dice esto porque para los hombres carnales sus palabras eran tinieblas y para los infieles noche. Y así dijo que debía El ser anunciado con la libertad de la fe y de la predicación.
 
Remigio
El sentido, pues, es el siguiente: "Lo que os digo en las tinieblas", esto es, entre los judíos incrédulos, "decidlo vosotros a la luz", esto es, predicadlo a los fieles: "Y lo que habéis escuchado al oído", esto es, lo que os he dicho en secreto, "predicadlo sobre los techos", esto es, públicamente y delante de todos; solemos decir muchas veces: Le habla al oído, esto es: en secreto.
 
Rábano
Sin duda cuando dijo: "Predicad sobre los techos", habla según la costumbre de la provincia de Palestina, donde se habitan los techos, porque no están terminados en punta, sino en una superficie plana. Será, pues, predicado en los techos lo que deba decirse delante de todos los oyentes.
 
Glosa
O de otra manera: "Lo que os digo en las tinieblas", esto es, cuando aun estáis en el temor carnal, "decidlo en la luz", esto es, en la confianza de la verdad cuando fuereis iluminados por el Espíritu Santo. "Y lo que oísteis al oído", esto es, percibisteis con sólo el oído, "predicadlo" completándolo con vuestras obras, estando sobre los techos, esto es, en vuestros cuerpos, que son el domicilio de las almas.
 
San Jerónimo
O también: "Lo que os digo en las tinieblas decidlo a la luz", esto es, lo que oísteis en el misterio, predicadlo con más claridad: "Y lo que oísteis al oído predicadlo sobre los techos", esto es, lo que Yo os enseñé en una pequeña aldea de Judea, decidlo sin temor en todas las ciudades del mundo entero.
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 34,2
Así como cuando decía: "El que cree en Mí hará las obras que Yo hago y las hará mayores que éstas" ( Jn 14,12), también aquí muestra de que manera todo es obrado a través de ellos más que por sí mismos, como dice: "Yo di el principio; pero más aun, quiero culminarlo a través de vosotros"; pues esto no sólo concierne al que manda, sino también a los que enseñen y prediquen porque triunfarán sobre todo.
 
San Hilario, in Matthaeum, 10
Debemos sembrar constantemente el conocimiento de Dios y revelar con la luz de la predicación el secreto profundo de la doctrina del Evangelio, sin temor de aquellos que sólo tienen poder sobre los cuerpos, mas nada pueden sobre el espíritu; por eso se dice: "Y no temáis a aquellos que matan el cuerpo y al alma no pueden matar".
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 34,2
Mirad el modo de que se valió para hacerlos superiores a todos: aconsejándoles a despreciar por temor a Dios, no solamente las preocupaciones y las calumnias y los peligros, sino lo que es aun más terrible que todo esto, hasta a la misma muerte; por eso añade: "Sino temed más bien a aquel que puede arrojar al infierno vuestro cuerpo y vuestra alma".
 
San Jerónimo
No se encuentra en los libros antiguos la palabra gehenna y el Salvador es el primero que la emplea: indaguemos ahora a qué da motivo esta nueva palabra. Muchas veces hemos leído que el ídolo Baal estuvo cerca de Jerusalén, en la base del monte Moria, de donde brota la fuente Siloé. Este valle y pequeña planicie, regada y cubierta de árboles, era sumamente deliciosa y contenía un bosque consagrado al ídolo. El pueblo de Israel llegó a tal grado de locura, que abandonó los templos inmediatos para ofrecer en él los sacrificios, olvidar las ideas severas de la religión y quemar a sus hijos delante del demonio. Llamábase el bosque Gehennón, esto es, valle del hijo de Ennón. Este nombre está sumamente repetido en los libros de los Reyes, en las Crónicas y en Jeremías y Dios los amenaza con llenar ese lugar de cadáveres, para que no volviera a llamarse Tophet y Baal, sino Polyandrium, esto es, tumba de los muertos. Con este nombre son designados los futuros suplicios y las penas eternas de los pecadores.
 
San Agustín, de civitate Dei, 13,2
No se verificará esto antes que el alma esté unida al cuerpo con una unión de que jamás se separará y sin embargo, aun entonces se llama propiamente muerte del alma, porque no vive de Dios y muerte del cuerpo, porque aunque no deja de sentir el hombre en su última condenación, sin embargo, como este sentimiento no le proporciona ninguna dulzura ni tranquilidad alguna, sino el dolor de la pena, merece con muchísima razón que se le dé el nombre de muerte.
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 34,2
Observad además que no les promete librarlos de la muerte, sino que les aconseja el despreciarla, que es mucho más que el librarlos de la muerte y que les insinúa el dogma de la inmortalidad.

29-31

"¿Por ventura no se venden dos pájaros en un cuarto, y sin embargo, no cae ninguno de ellos sobre la tierra sin el consentimiento de vuestro Padre? También todos los cabellos de vuestra cabeza están contados. No temáis, porque vosotros sois mejores que muchos pájaros". (vv. 29-31)
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 34,2
Después de haberles quitado el miedo a la muerte, a fin de que no creyeran los Apóstoles, si morían, que Dios les había abandonado, insiste de nuevo en su sermón sobre la providencia de Dios, diciendo: "¿Por ventura no son vendidos dos pájaros en un cuarto y ninguno de ellos cae sin el consentimiento de vuestro Padre?"
 
San Jerónimo
El sentido es éste: si los pequeños animales no perecen sin el consentimiento de su Autor, que es Dios y la Providencia se extiende a todos y si lo que es en sí perecedero no perece sin la voluntad de Dios, vosotros, que sois eternos, no debéis temer que Dios abandone vuestra vida.
 
San Hilario, in Matthaeum, 10
En sentido místico lo que se vende es el alma y el cuerpo y a quien se vende es al pecado. Los dos pájaros que se venden por un cuarto son aquellos que, nacidos para volar y remontarse al cielo en las alas de la gracia, se venden ellos mismos por un miserable pecado. Presos ellos por el placer de las cosas presentes y vendidos a la vanidad del siglo, quedan prostituidos con semejante proceder. Es voluntad de Dios que el uno vuele más que el otro; pero la ley que Dios ha dado al otro le hace caer en tierra. Si los dos volaran igualmente, los dos serían uno solo y los dos formarían un solo cuerpo espiritual; pero vendidos el uno y el otro al pecado, el alma se hace terrenal al contacto del mal y entonces es cuando uno de ellos es arrojado en tierra.
 
San Jerónimo
Las palabras: "Y vuestros cabellos están contados", nos manifiestan la inmensa providencia de Dios para con el hombre y nos marcan el inefable amor para con él, puesto que tan perfectamente sabe todas nuestras cosas.
 
San Hilario, in Matthaeum, 10
Pues es diligente el considerar en algo el número.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 34,2
Dijo esto, no porque El hubiese contado los cabellos, sino para expresar su exquisito conocimiento y su mucha providencia sobre todas las cosas.
 
San Jerónimo
Los que niegan la resurrección se burlan de la interpretación que da la Iglesia a este pasaje, como si nosotros dijéramos que todos los cabellos están contados y que todos los que hubieren sido cortados por la tijera tenían que resucitar, siendo así que no dijo el Salvador: "Todos vuestros cabellos serán salvados", sino "están contados". El número da a entender solamente que Dios conoce el número de nuestros cabellos, mas no que El los conservará todos.
 
San Agustín, ult., de civitate Dei, 22,19
Aunque se pueda preguntar si efectivamente los cabellos que se cortan vuelven otra vez al mismo sujeto; si esto fuera así, ¿quién no se espantaría de semejante monstruosidad? Entiendo que nada del cuerpo ha de perderse hasta el punto de quedar en él algo deforme. Se comprende también que lo que había de añadirse a su volumen, ocasionando enorme deformidad, no se añadirá en aquellos lugares en que con ellos se afeara la belleza de los miembros. Como si se hiciera un vaso de barro y reducido de nuevo al mismo barro, se hiciera de nuevo otro igual; no sería necesario que la parte del polvo que había estado en el asa tornara al asa y la que había formado el fodo tornara a formar el fondo, con tal de que todo volviera al todo, es decir, que todo aquel barro, sin pérdida de parte alguna, tornara a todo el vaso. Por eso los cabellos, tantas veces cortados, no volverán a sus lugares respectivos si hubieran de volver produciendo alguna deformidad; aunque no se perderán para nadie en la resurrección, porque serán cambiados con la mutabilidad de la materia en la misma carne. Tendrán en ella el lugar del cuerpo, conservando siempre la conveniencia de las partes. Y esto contando con lo que dice el Señor: "No perecerá un cabello de vuestra cabeza" ( Lc 21,18), puede entenderse con más propiedad de la longitud que del número de los cabellos. Así también se dice: "Hasta los pelos de vuestra cabeza están contados".
 
San Hilario, in Matthaeum, 10
No parece digno de Dios el contar lo que ha de perecer; pero para que supiéramos que nada en nosotros ha de perecer, nos dice que nuestros mismos cabellos cortados están contados. No debemos tener miedo a las desgracias de nuestros cuerpos, según aquellas palabras: "No temáis, pues sois vosotros mejores que muchos pájaros".
 
San Jerónimo
El sentido de lo que precede está más manifiesto en estas palabras: "No debéis temer a los que matan al cuerpo", porque ¿si hasta los animales más pequeños no mueren sin la previsión de Dios, cuánto más el hombre que haya sido revestido de la dignidad apostólica?
 
San Hilario
Cuando dice que El los prefiere a muchos pájaros, da a entender que prefiere a los elegidos a la multitud de infieles, porque éstos han caído sobre la tierra y aquellos volarán al cielo.
 
Remigio
En sentido místico Cristo es la cabeza y los Apóstoles los cabellos y por eso se dice con razón que están contados, porque están escritos sus nombres en el cielo.

32-33

"A todo el que me confesare, pues, delante de los hombres, también le confesaré Yo delante de mi Padre, que está en los cielos; y al que me negare delante de los hombres, también le negaré Yo delante de mi Padre, que está en los cielos". (vv. 32-33)
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 34,3
Después de disipar el Señor el temor que tanto angustiaba el alma de sus discípulos, vuelve de nuevo a darles fuerzas con las cosas que han de conseguir; no solamente les desvanece todo temor, sino que los eleva, con la seguridad de mayores recompensas, en la libertad de predicar la verdad, diciendo: "A todo el que me confesare delante de los hombres, confesaré Yo también delante de mi Padre, que está en los cielos".
 
San Hilario, in Matthaeum, 10
Esta es la conclusión de lo que precede: el que estuviere firme en esta doctrina debe tener la constancia de confesar libremente a Dios.
 
Remigio
Esta confesión es aquella de que habla el Apóstol: "Se cree con el corazón para la justicia y se confiesa con la boca para la salvación" ( Rom 10,10). A fin, pues, de que nadie tenga la idea de que sin la confesión de boca puede uno salvarse, no solamente dice: "El que me confesare", sino que añade: "Delante de los hombres" y vuelve a insistir: "Y al que me negare delante de los hombres, también negaré Yo delante de mi Padre, que está en los cielos".
 
San Hilario, in Matthaeum, 10
En estas palabras nos declara que de la manera que nosotros fuéremos testigos de su nombre delante de los hombres, de esa misma manera nos servirá su testimonio delante de Dios Padre.
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 34,3
Debe considerarse aquí que la pena sobreabunda en el castigo y el bien en la recompensa, que es como si dijera: "¿Sobreabundasteis primero confesándome o negándome aquí?" También Yo sobreabundo infaliblemente dándoos mayores bienes, porque Yo os confesaré o negaré allí. Por esta razón no os debéis preocupar si hiciéreis algún bien y no recibiéreis la recompensa, porque esta recompensa os espera con creces en el tiempo venidero y no despreciéis el castigo si hiciéreis alguna cosa mala y no fuéreis castigados aquí, porque os espera allí el castigo, a no ser que mudéis de conducta y os hagáis mejores.
 
Rábano
Es preciso saber que hasta los mismos paganos no pueden negar la existencia de Dios; pero pueden los infieles negar que Dios sea Padre e Hijo. Luego el Hijo confesará a alguno delante del Padre, porque por el mismo Hijo tendrá entrada al Padre y porque el Hijo dice: "Venid los bendecidos de mi Padre" ( Mt 25,34).
 
Remigio
Y negará al que le niegue a El, porque no tendrá por El mismo entrada para con el Padre y será rechazado de la presencia de su divinidad y de la del Padre.
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 34,3
Y no solamente exige la confesión mental, sino también la oral, a fin de que nos anime a una intrépida predicación y a un amor más grande, haciéndonos superiores a nosotros mismos. Y no solamente se dirigen estas palabras a los Apóstoles, sino a todos los hombres en general, porque, no sólo a los Apóstoles, sino también a sus discípulos les da la fortaleza. Y el que observa esto ahora, no sólo tendrá la gracia de hablar en público, sino que tendrá también la de convencer con facilidad a un gran número, porque por la obediencia a su palabra ha hecho de muchos hombres apóstoles.
 
Rábano
O bien: confiesa a Jesús con aquella fe que viene del amor, todo el que observa sus mandamientos y la niega el que no obedece sus preceptos.

34-36

"No creáis que he venido a traer la paz a la tierra; no he venido a traer la paz, sino la espada, porque yo he venido a separar al hombre de su padre, y a la hija de su madre, y la nuera de su suegra, y serán enemigos del hombre sus mismos domésticos". (vv. 34-36)
 
San Jerónimo
Había dicho antes: "Lo que os digo en las tinieblas decidlo en la luz": ahora nos manifiesta lo que debe seguir a la predicación, diciendo: "No creáis que he venido a traer la paz".
 
Glosa
O bien continúa en otros términos: "Así como no os debe retraer el miedo de la muerte, así tampoco os debe atraer el amor carnal".
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 35,1
¿Pues cómo les mandó que diesen la paz a las casas donde entrasen? ( Mt 10,12; Lc 10,5) ¿Pues cómo los ángeles dijeron: "Gloria a Dios en las alturas y paz a los hombres en la tierra" ( Lc 2,14)? Aquí se manda la paz como el supremo remedio para evitar todo lo malo y alejarse de todo lo que produce la división, pues con sólo la paz se une la tierra con el cielo. Por eso el médico, a fin de conservar el cuerpo, corta lo que tiene por incurable. Y una horrorosa división fue causa de que terminara en la torre de Babel la paz infernal que allí había ( Gén 11). Y San Pablo dividió a todos los que se habían unido contra él ( Hch 23), porque no siempre la concordia es buena y los ladrones también se unen. No es del propósito de Cristo este combate, sino de sus enemigos.
 
San Jerónimo
Porque todo el mundo, al advenimiento de la fe cristiana, se hallaba dividido: cada casa tenía sus infieles y sus creyentes y por consiguiente, un combate beneficioso debía poner fin a una paz mala.
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 35,1
Dijo esto como consolando a los discípulos, lo cual es como si les hubiera dicho: "No os turbéis", como si estas cosas sucedieran fuera de lo que esperábais, porque yo he venido a dar principio al combate. Y no dijo el combate, sino lo que es más difícil, "la espada". Porque quiso El, por la aspereza de las palabras, excitar más su atención, a fin de que no desmayasen después en las dificultades que se les presentarían y para que nadie pudiera decir que había ocultado con expresiones suaves las cosas difíciles. Porque vale más la dulzura en las cosas que en las palabras. No se detuvo El en estas amenazas, sino que les expuso desde luego la clase de combate que habían de sostener y les manifestó que el combate era más terrible que toda una guerra civil, diciendo: "Porque he venido a separar al hombre de su padre y a la hija de su madre"; en cuyas palabras hace ver que, no solamente será el combate en el hogar de la familia, sino hasta entre aquellos que estén más estrechamente unidos por los lazos del corazón o la naturaleza de las cosas: la prueba más evidente del poder de Cristo consiste en que los Apóstoles que escuchaban estas palabras las tomaran para sí y las inculcaran a otros.
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 35,1
Aunque no hizo Cristo esta separación, sino la malicia de los hombres, se la atribuye sin embargo a El, siguiendo la manera ordinaria de expresarse la Escritura; así, por ejemplo, cuando dice: "Dios les dio ojos para que no vieran" ( Rom 11; Is 6,10), da a entender el parentesco que el Antiguo Testamento tiene con el Nuevo. Porque cualquiera entre los judíos, cuando hicieron el becerro ( Ex 32) y después cuando ofrecieron sacrificios a Beelphegor ( Núm 25), podía asesinar a su prójimo. De aquí es que para demostrar que le parecían iguales los del Antiguo y los del Nuevo Testamento, les hace mención de la profecía de Miqueas ( Miq 7), diciendo: "Serán enemigos del hombre sus mismos domésticos". Y así sucedió entre los judíos: porque había bandos en el pueblo y las casas estaban divididas, había profetas verdaderos y profetas falsos. Los unos creían a unos y otros a otros.
 
San Jerónimo
Casi en los mismos términos está descrito este pasaje en el profeta Miqueas ( Miq 7,5) Y es de notar que siempre que el Salvador recurre al testimonio del Antiguo Testamento, no interesa, si concuerdan las palabras o tan sólo el sentido.
 
San Hilario, in Matthaeum, 10
En sentido místico, la espada es el arma más acerada de todas las armas y es figura del poder y del juicio, de la severidad y del castigo de los pecadores. También es emblema de la palabra de Dios, enviada a la tierra para penetrar en los corazones de los hombres. Esta espada divide entre sí los cinco habitantes de una misma casa: tres contra dos y dos contra tres. Estos tres los hallamos en el hombre y son su cuerpo, su alma y su voluntad; porque así como el alma fue dada al cuerpo, así el poder de usar de uno y otro ha sido dado al hombre. Y por esta razón la Ley fue propuesta a la voluntad, como se ve desde luego en los primeros que salieron de las manos de Dios. Mas por el pecado y la infidelidad del primer padre, el pecado llegó a ser para las siguientes generaciones el padre de nuestro cuerpo y la infidelidad la madre de nuestra alma y la voluntad se adhiere a uno y a otra. Luego ya tenemos cinco habitantes en una misma casa. Cuando somos renovados por las aguas bautismales, la virtud de la Palabra nos separa de los pecados de nuestro origen y por las aberturas que hace en nosotros la espada de Dios, nos separamos de las afecciones de nuestro padre y de nuestra madre y resulta una gran lucha en la casa permanecer en esta novedad del espíritu, mientras que si desea continuar en su antiguo origen, se detiene en los placeres de la concupiscencia.
 
San Agustín, quaestiones evangeliorum, 3
O de otra manera: "He venido a separar al hombre de su padre", significa aquel que renuncia al diablo, de quien él era hijo: "Y el hijo de su madre", es decir, al pueblo de Dios de la ciudad mundana, esto es, de la perniciosa sociedad humana, significada en la Escritura, ya por Babilonia, ya por el Egipto, ya por Sodoma y ya por una multitud de otras denominaciones. "A la nuera de su suegra", es decir, a la Iglesia de la Sinagoga, que produjo, según la carne, a Cristo, Esposo de la Iglesia. Y son ellos divididos por la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios: "Y los enemigos del hombre son sus domésticos", con quienes, por costumbre, antes había estado unido.
 
Rábano
No puede observarse derecho alguno entre quienes existe la lucha de creencias.
 
Glosa
O de otro modo: dice esto dando a entender que no ha venido a los hombres para afirmarlos en sus deseos carnales, sino para cortarlos con la espada espiritual y por eso dice muy bien: "Los enemigos del hombre son sus domésticos".
 
San Gregorio Magno, Moralia, 3
Porque el astuto enemigo, cuando se ve rechazado del corazón de los buenos, busca a aquellos a quienes él ama mucho, a fin de que, penetrado el corazón por la fuerza del amor, deje fácil paso a la espada de la persuasión y llegue hasta los últimos atrincheramientos de la rectitud.

37-39

"El que ama al padre o a la madre más que a mí, no es digno de mí: y el que ama al hijo o a la hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí; el que halla a su alma, la perderá; y el que perdiere su alma por mí, la hallará". (vv. 37-39)
 
San Jerónimo
Aquel que había dicho antes: "No he venido a traer la paz sino la espada y a separar al hombre de su padre, de su madre y de su suegra", añade a fin de que nadie anteponga el sentimiento a la fe, lo siguiente: "El que ama al padre o a la madre más que a Mí, no es digno de Mí". También en el "Cantar de los cantares" se dice: "El ordenó en mí el amor" ( Cant 2,4). En todo amor es indispensable este orden: Ama, después de Dios, al padre, a la madre y a los hijos. Y si fuere necesario elegir entre el amor de los padres y de los hijos y el de Dios y no se pudiese amar al mismo tiempo a todos, el abandono de los primeros no es más que una piedad para con Dios. No prohibió, pues, amar al padre, a la madre y a los hijos, pero añade de una manera significativa "más que a Mí".
 
San Hilario, in Matthaeum, 10
Porque aquellos que hayan preferido sus afectos familiares a su amor, serán indignos de la herencia de los bienes futuros.
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 35,1
No nos debe admirar el que mande San Pablo ( Col 3) obedecer a los padres sobre todas las cosas, porque este mandato no se extiende a las cosas contrarias a la piedad. Es, en efecto, cosa santa el que les honremos sobremanera. Pero no debemos seguir su consejo cuando exigen de nosotros más de lo debido. Esta doctrina está conforme con el Antiguo Testamento: porque no solamente manda Dios ( Lev 20) abandonar, sino apedrear a los que adoraban a los ídolos y. En el Deuteronomio se lee: "El que dijere a su padre y a su madre: No os conozco y a sus hermanos: os ignoro, todos éstos guardarán tu palabra" ( Dt 33,9).
 
Glosa
Acontece con mucha frecuencia que los padres amen más a sus hijos, que éstos a sus padres. Por eso nos enseñó el orden gradual del amor: primero a El, después a los padres y y y después a los hijos. Así lo dice expresamente: "El que ama al hijo o a la hija más que a Mí, no es digno de Mí".
 
Rábano
Con estas palabras nos da a entender que no es digno de unirse con Dios el que prefiere el amor carnal al amor espiritual de Dios.
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 35,2
En seguida, con el objeto de que no tuvieran pena alguna aquellos a quienes debe ser preferido el amor de Dios, los eleva El a pensamientos más sublimes. Nada verdaderamente hay más querido en el hombre que su vida y sin embargo, si no la abandonáis, tendréis adversidades. Y no sólo mandó simplemente el abandonarla, sino hasta entregarla a la muerte y a los tormentos sangrientos, enseñándonos que no sólo debemos estar preparados a morir, esto es, a sufrir cualquier clase de muerte, sino hasta la muerte más violenta y deshonrosa, es decir, hasta la muerte de cruz. Por eso dice: "Y el que no toma su cruz, etc". Aun no les había hablado acerca de su pasión, pero los va preparando entretanto, a fin de que acepten mejor sus palabras cuando trate de ella.
 
San Hilario, in Matthaeum, 10
O bien aquellos que han crucificado su cuerpo y con él sus vicios y sus concupiscencias, son de Cristo ( Gál 5) y es indigno de Cristo el que no sigue al Señor después de haber tomado su cruz, por la que nosotros sufrimos con El, morimos, somos enterrados y resucitados, para vivir con espíritu nuevo en este misterio de la fe.
 
San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 57
La palabra cruz viene de cruciatu (tormento o mortificación). Nosotros podemos cargar con la cruz de dos maneras: o bien dominando nuestra carne por medio de la abstinencia o bien haciendo nuestras por compasión las neecesidades del prójimo. Pero es preciso tener presente, que hay algunos que hacen alarde de la mortificación, no por Dios, sino por una gloria vana y hay también algunos que se entregan por compasión al servicio del prójimo de una manera carnal y no espiritual, de suerte que le conducen como con cierta compasión, no a la virtud sino al pecado. Y así parece que ellos llevan la cruz, pero no siguen al Señor y. Por esto dice: "Y me sigue".
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 35,2
Y puesto que a algunos podrían parecer demasiado duros estos preceptos, El expone su enorme utilidad mediante las siguientes palabras: "El que haya hallado su alma la perderá y el que la haya perdido por Mí la hallará", que equivale a decir: No sólo no es perjudicial lo que os he mandado, sino sumamente útil; lo contrario es lo perjudicial. Siempre el Señor toma sus argumentos de aquellas cosas que más desean los hombres: como si El dijera: ¿Por qué no quieres postergar tu alma? ¿Por qué la amas? Pues por lo mismo debes humillarla y entonces te será muy útil.
 
Remigio
Aquí se entiende por alma aquí, no la sustancia alma, sino la vida presente. Tiene el siguiente sentido: Aquel que ha hallado su alma, o sea esta vida presente, es decir, el que desea esta luz y su amor y sus placeres, con el objeto de poder tener siempre la vida que siempre deseó conservar, la perderá, esto es, se prepara para su condenación eterna.
Rábano
O de otro modo. No duda perder su vida, esto es, entregarla a la muerte, aquel que busca su salvación eterna. Ambas interpretaciones están conformes con lo que sigue: "Y el que perdiere su alma por causa mía, la encontrará".
 
Remigio
Esto es, y quien en el tiempo de la persecución, por confesar mi nombre, desprecie esta luz temporal, su amor y sus placeres, encontrará su salvación eterna.
 
San Hilario, in Matthaeum, 10
De esta manera la ganancia del alma conduce a la muerte y el perjuicio del alma a la salud; porque con el detrimento de esta vida rápida, se gana la inmortalidad.

40-42

"El que os recibe a vosotros, a mí me recibe; y el que me recibe a mí, recibe a aquél que me envió. El que recibe al profeta en nombre de profeta, recibirá la recompensa de profeta; y el que recibe al justo en el nombre de justo, recibirá la recompensa de justo. Y cualquiera que diere a beber un vaso de agua fría a uno de estos pequeñitos, tan sólo en nombre de discípulo, os digo en verdad, no perderá su recompensa". (vv. 40-42)
 
San Jerónimo
Al mandar el Señor a sus discípulos a predicar, les enseña a no temer los peligros y a sujetar sus afectos a la fe. Y les había mandado no tener oro, ni llevar dinero en sus cintos, dura posición para los evangelistas. Porque ¿de dónde habían de sacar para sus gastos? ¿De dónde para su sustento? ¿De dónde para cubrir todas las demás necesidades? Por eso El suaviza la dureza de estos mandatos con la esperanza de las promesas, diciéndoles: "El que os recibe a vosotros, a Mí me recibe", a fin de que todo fiel crea que al recibiros a vosotros ha recibido al mismo Cristo.
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 35,2
Verdaderamente son suficientes estas promesas para persuadir a todos los que recibieran a los apóstoles. Porque ¿quién no recibiría con el mejor deseo a unos hombres que de esta manera estaban fortalecidos, que despreciaban todas las cosas y no tenían más objeto que la salvación de otros? Ya más arriba amenazó castigar a todos los que no los quisieran recibir y ahora promete recompensar a los que los reciben y. Primero les promete tener la gran honra de recibir a Cristo y aun al Padre. Por eso dice: "Y el que me recibe, recibe a Aquel que me envió". ¿Y qué cosa puede igualarse a este grande honor de recibir al Padre y al Hijo?
 
San Hilario, in Matthaeum, 10
En estas palabras nos enseña que El tiene el oficio de mediador: porque viniendo El de Dios y recibiéndolo nosotros a El mismo, El mismo nos transmite a Dios y. Y según este orden de gracias, lo mismo es recibir a los apóstoles que recibir a Dios, puesto que Cristo está en los apóstoles y Dios en Cristo.
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 35,2
Después de esta promesa les promete otra en los siguientes términos: "El que recibe al profeta en nombre del profeta, recibirá la recompensa del profeta y el que recibe al justo, etc". No dijo simplemente el que recibe al profeta o el que recibe al justo, sino que añadió en nombre del profeta y en nombre del justo: es decir, no por su dignidad o por otro motivo temporal, sino porque es profeta o porque es justo.
 
San Jerónimo
O de otro modo. Puesto que el Señor había alentado a los discípulos a recibir a los maestros, podían los fieles responderle desde el fondo de su corazón: Luego debemos recibir a los falsos profetas y y a Judas, el traidor. Para evitar esta interpretación, les dice el Señor que no miren a las personas sino al nombre y que no pierde la recompensa aquel que recibe, aun cuando el recibido haya sido indigno.
 
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 35,2
Recibirá recompensa de profeta y recompensa de justo, esto es, la que corresponde a aquel que acoge al profeta o al justo, o la que ha de recibir el profeta o el justo.

San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 20,12
Porque no dice: es del profeta o del justo la recompensa que ellos recibieron, sino la recompensa de profeta o de justo: puede ser justo este último y cuanto más despojado esté de este mundo, con tanta más confianza hablará en favor de la justicia. Aquel que posee alguna cosa en este mundo y con ella sostiene el justo, participará del mérito de la libertad de ese justo y dividirá el premio de la justicia con aquel a cuyas necesidades atendió. Ese hombre está lleno de espíritu de profecía, pero, sin embargo, necesita del alimento corporal y es cierto, que si no está alimentado su cuerpo, le faltará hasta la voz. Por consiguiente, el que alimenta al profeta, le da fuerzas para hablar; recibirá, pues, la recompensa del profeta aquel, que puso delante de los ojos de Dios los socorros con que ayudó al profeta.
 
San Jerónimo
En sentido místico, dividirá con el profeta la recompensa del profeta todo aquel que reciba al profeta como profeta y que esté convencido de que ese hombre habla de cosas futuras: por eso los judíos, que no comprendían a los Profetas más que en sentido carnal, no recibirán la recompensa de los Profetas.
 
Remigio
Entienden algunos por profeta al mismo Nuestro Señor Jesucristo, del cual dice Moisés: "Os suscitará Dios un profeta" ( Dt 18,15) y también por el Justo, porque El es el justo por excelencia. El que recibe, pues, al Profeta y al Justo en nombre del Profeta y del Justo, esto es, de Cristo, recibirá la recompensa de parte de Aquél por cuyo amor recibe.
 
San Jerónimo
Podría alguno excusarse diciendo: yo soy pobre y mi pobreza me impide dar hospitalidad, excusa que desvanece el Señor con el ejemplo de una cosa tan insignificante como es el de dar de todo corazón un vaso de agua fría a uno de estos pequeñuelos. Dice de agua fría y no caliente, a fin de que la pobreza no careciese de mérito en la imposibilidad de calentar el agua por no tener combustible para ello.
 
Remigio
Dice a uno de estos pequeñuelos, esto es, no solamente a los justos y a los Profetas, sino a cualquiera por insignificante que sea.
 
Glosa
Notad cómo Dios atiende más al piadoso afecto del que da, que a la cantidad de la cosa que se da. O también: son pequeñitos aquellos que nada poseen en este mundo y serán jueces con Cristo.
 
San Hilario, in Matthaeum, 10
O también: previendo El que había de haber muchos que no teniendo más gloria que la que da el nombre de apóstol y que por las acciones de su vida harían dudosa toda verdad, no deja sin recompensa el obsequio que por un motivo religioso se haga a éstos mismos. Porque aunque éstos sean los más pequeños de todos, esto es, los últimos de los pecadores, los servicios que se les haga, aun los más insignificantes expresados por el vaso de agua fría, tendrán valor, porque no se dio el honor a los pecados del hombre, sino al nombre de discípulo.