JUEVES DE LA SEMANA 19ª DEL TIEMPO ORDINARIO

 

1.- Jos 3, 7-17

1-1. JORDAN/PASO

El capítulo 3 de Josué presenta el pasaje del Jordán como la prueba maravillosa de la conducción efectiva del pueblo por Yahvé. Su género literario es épico: sus fuentes son múltiples pero sus distintos datos permiten al redactor formular adecuadamente el mensaje religioso esencial de la travesía del río.

a) Su primera preocupación es hacer de este pasaje la réplica del paso del mar Rojo. Las aguas del Jordán son "cortadas" (v. 13) como las del mar rojo (Ex 14, 21); "se amontonan" (v. 16) como en Ex 15, 8 y dan lugar a lo "seco" (v. 17) como en Ex 14, 21-22.

Los cronistas de Israel han concebido, pues, el paso del Jordán como una prueba de que la primera liberación pascual se renovaría cada vez que el pueblo tuviera necesidad de ella (cf. Jos 5, 10-12). En el momento en que Israel termina su peregrinación hacia la Tierra Santa se le recuerda con toda claridad que su marcha ha sido una larga prueba liberadora de todas las esclavitudes y de todas las alienaciones; no sólo de las que les habían impuesto sus enemigos los egipcios, sino también de las que su pecado provocó a lo largo de su permanencia en el desierto.

b) La travesía del Jordán se presenta como una procesión litúrgica. Se diría que el paso del río se reduce a llevar solemnemente el arca de Dios de una orilla a la otra. No se presta atención más que a ella (mencionada 17 veces en el capítulo 30; son los sacerdotes quienes la llevan (vv. 14, 15 y 17) y el pueblo recibe órdenes precisas (v. 17) para pasar delante de ella como señal de veneración. Esta relevancia reservada al arca prueba que el redactor considera el paso del Jordán como la entrada solemne de Yavhé en el país que él mismo ha elegido como morada.

La detención de las aguas del Jordán (v. 16) se debió, sin duda, a un fenómeno natural; las colinas margosas que dominan el río se corren frecuentemente hacia las aguas -la última vez en 1927- y bloquean la corriente a veces durante todo un día. Pero el cronista no se detiene en esas puras causas naturales. Para él, el acontecimiento no es más que un signo de la presencia de Dios al lado de su pueblo; esa es precisamente la misión del profeta; descubrir el significado del acontecimiento y la forma en que es palabra de Dios.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA VI
MAROVA MADRID 1969.Pág. 253


1-2. NU/000040-AÑOS

¿Por qué cuarenta años? El significado de este número es conocido por los cristianos más familiarizados con la Biblia. Cuarenta significa una plenitud; el tiempo necesario para... Aquí, el tiempo necesario para forjar un pueblo, hacer de una reunión heteróclita el pueblo de Dios. Hay que tener en cuenta la resistencia natural a la renovación, la nostalgia de lo que se ha dejado atrás. Las famosas cebollas de Egipto. Toda una generación contaminada por las prácticas paganas de los egipcios y de los pueblos vecinos, la que siguió a Moisés, va a morir en el desierto. Para hacer desaparecer los defectos se necesita tiempo. No podemos olvidar esta lección. Hace falta tiempo para la evolución de nuestro grupo, de nuestro equipo; hace falta tiempo para la evolución de nuestro ambiente; tiempo para la evolución de nuestra pareja, de nuestro amor, para nuestra propia evolución. En toda empresa humana, aunque esté inspirada por los mejores motivos, en la reunión de un grupo de peregrinos o en la construcción de un equipo de matrimonios, de un grupo de oración, de una comunidad cristiana, es necesario tiempo para crear la unidad y la verdadera solidaridad.

GRUPO/C/UNIDAD  En nuestras relaciones hay una primera etapa que resulta a menudo fácil, porque la buena educación, la cortesía sociológica, las buenas disposiciones religiosas vierten aceite en los engranajes. Pero después hay necesariamente un segundo estadio: los jóvenes se afirman como jóvenes; las personas de edad se comportan como personas de edad; los solteros como solteros y las parejas como parejas; los religiosos o las religiosas se afirman como tales; nuestros gustos espirituales se revelan diferentes, como diferentes nuestros tipos de evolución, nuestras intuiciones, nuestra historia y nuestra educación. Sin embargo estamos llamados, por las circunstancias a través de las cuales se ha manifestado el Espíritu Santo, a crear una comunidad verdadera. Es pues normal y sano, expresar críticas y reclamaciones. Sano, cuando la verdad lo exige pues las comunidades están compuestas de hombres y mujeres corrientes, que se manifiestan como son. Sano, a condición de que ascienda hasta ti, Espíritu de Dios, una súplica: "Espíritu Santo unificador, manifiéstate en nosotros; da a cada uno la paciencia necesaria, con los demás y consigo mismo, el respeto a los demás en su trayectoria personal; da a cada uno la posibilidad de ponerse al servicio de los demás en el amor que tú suscitas; da a cada uno la posibilidad de someterse ante el bien común y ante quienes han recibido la misión de reunir el rebaño en torno al único pastor; porque tú eres, oh Espíritu Santo, la fuente singular de la unidad con el Padre y el Hijo. Gloria a vosotros por los siglos de los siglos". Lo que constituye la comunidad no es la uniformidad sino Dios. Dios que permite superar las divergencias y las diferencias. Es bueno que cada uno se manifieste en su diferencia y que los demás acojan esta diferencia para someterlo a Dios, que actúa en el tiempo.

Llegamos al paso del Jordán. Este relato del paso del Jordán está construido siguiendo el modelo del relato del paso del mar Rojo. De la misma manera que Dios protegió a su pueblo para que franqueara el mar de las Cañas (/Ex/14/22), igual es protegido para franquear el Jordán; las aguas se separan y el pueblo pasa a pie enjuto. Porque a tu pueblo no le falta jamás tu protección, Dios todopoderoso; aunque no siempre es consciente de ello. A los que entienden un poco se les dirige la recomendación de Josué: "Purificaos, porque mañana... " (/Jos/03/06). Igual que los hebreos se santificaron con la sangre del cordero antes de huir de Egipto, los que se preparan para cumplir una misión, los que tienen una responsabilidad -y por tanto todo discípulo de Jesús- deben prepararse mediante una santificación, una purificación previa. 

Escuchemos la lección de Orígenes (Homilía sobre Josué): BAU/LIBERACIÓN CONFESION/LIBERACIÓN  "A ti, cristiano, que has franqueado las aguas del Jordán por el misterio del bautismo, la palabra de Dios te promete bienes mucho más grandes y más elevados: te promete que caminarás y pasarás incluso a través de los aires... No vayas a imaginarte, tú que oyes contar ahora lo que sucedió entre los antiguos, que todo eso no te concierne; todas esas cosas se realizan en ti de una manera espiritual. Porque, cuando abandonas las tinieblas de la idolatría y deseas llegar al conocimiento de la ley divina, es cuando comienza tu salida de Egipto".

El sacramento de la reconciliación en particular, que renueva la gracia del bautismo, desempeña ese oficio de santificación. No tanto para liquidar el ayer como para preparar el mañana, para recibir la fuerza necesaria del Espíritu Santo; entregar a la Iglesia mis insuficiencias para que la Iglesia me dé el Espíritu Santo que me ha obtenido la sangre de Cristo en la que he sido bautizado. "El Señor sea con vosotros", me dice la Iglesia. Entonces "caminaremos y pasaremos a través de los aires".

Para unos novios recibir el sacramento de la penitencia no es trazar una cruz sobre el ayer con objeto de que sean dos ángeles los que se casen, sino prepararse para la misión de la pareja mediante la santificación que nos proporciona este sacramento. Del mismo modo, recibir el sacramento del matrimonio es santificarse diciendo sí de antemano a la vida conyugal para disponerse a realizarla mejor. Lo mismo se puede decir del sacramento de los enfermos. Señor Dios, santifícame: si me ocupo de la preparación para el matrimonio o para el bautismo o de la catequesis, santifícame. Si tengo la responsabilidad de un grupo de oración, de una comunidad parroquial, de un grupo de familias, santifícame. Si milito en un sindicato, una asociación, un partido, santifícame. ¿Tengo yo la impresión de no haber pecado? Josué me responde: "Santifícate, renuévate, prepárate". Así que estoy dispuesto a pasar el Jordán o el mar Rojo. Es decir, a realizar lo que resulta imposible al hombre y que sólo tú, Señor Dios, puedes hacerme realizar: ver separarse las aguas, pasar a pie enjuto; ver derribado el ejército del Faraón, desplomadas las murallas de Jericó. Todos podemos así pasar el mar Rojo y el Jordán numerosas veces en nuestra vida. Realizar lo que es imposible al hombre. Pasa el mar Rojo la mujer que perdona al marido cuya infidelidad ha sorprendido. Pasa el Jordán el hombre que se aparta de una amante a la que quiere. Pasa el mar Rojo la mujer que acepta una responsabilidad que la supera. Pasan el mar Rojo y el Jordán todos esos hombres que triunfan "con mano firme y tendido el brazo de Dios" sobre los pecados que les invaden, sobre sus debilidades, sobre su mezquindad congénita, sobre sus demonios familiares, todos esos ejércitos del Faraón que tú dispersas.

Por tu gracia y la potencia del Espíritu Santo entramos sin saber cómo en la Tierra Prometida. Y llenamos nuestros ojos de la realidad con la que cumples tus promesas; sí, esas palmeras, esa verdura, esas corrientes de agua, verdaderamente valía la pena atravesar el desierto por todo eso. Aunque la conquista completa de la Tierra Prometida se haga más lentamente de lo que han querido contarla los historiadores sagrados. Tú cumples tus promesas y a través de la realidad visible de este espléndido oasis contemplamos la realidad invisible del Dios que cumple sus promesas. Bendito seas, Dios fiel.

ALAIN GRZYBOWSKI
BAJO EL SIGNO DE LA ALIANZA
NARCEA/MADRID 1988.Pág. 74ss


1-3. /Jos/LIBRO BI/HISTORIA  J/SALVADOR/JOSUE

Sabemos por la historia que la entrada en Canaán fue una larga y difícil conquista por las armas. ¿Por qué, pues, ese libro de la Biblia nos lo presenta como una tranquila y milagrosa procesión litúrgica que, sin quebranto alguno, atraviesa el Jordán precedida por el Arca de la Alianza? La respuesta no debe extrañarnos.

Cuando hoy cogemos un libro de una biblioteca, habitualmente conocemos su género literario y sabemos distinguir un libro histórico de una novela, o de un relato épico. Ahora bien, los autores del libro de Josué escribieron más de cinco siglos después de ocurridos los hechos. Seguramente utilizaron documentos y tradiciones orales; pero buscaron ante todo «edificar» a la gente que recorría en peregrinación los santuarios célebres de la época de la conquista. Se comprende pues que esos relatos épicos narren hechos «maravillosos»: es un modo de decir que «Dios estaba con ellos».

Aceptemos pues esos libros por lo que son y, más que insistir en los detalles pintorescos y fabulosos, que se han prodigado en ciertas «historias sagradas» para niños, leamos esas páginas como unas lecciones religiosas revestidas, eso sí, de hechos concretos. De otra parte las Biblias hebraicas no clasifican esos libros como históricos, sino como «los primeros profetas»; manifestando con ello que la enseñanza doctrinal tiene la primacía respecto a la precisa exactitud histórica.

-El Señor dijo a Josué: "Hoy mismo voy a empezar a engrandecerte a los ojos de todo Israel, para que sepan que lo mismo que estuve con Moisés, estoy contigo."

Efectivamente el don de la Tierra prometida es una "acción de Dios".

Tendemos demasiado a prescindir de Dios en nuestras perspectivas. Es evidentemente cierto que, habitualmente, Dios no actúa directamente en los acontecimientos: Dios es la Causa Primera que actúa a través de las causas segundas... es Aquel que, desde el interior anima a los hombres que mantienen sus responsabilidades... Pero ¡Dios está allá! La Biblia, libro religioso, interpelando nuestra Fe, nos afirma que Dios estaba con Josué como estuvo con Moisés. ¡Si por lo menos esta revelación nos ayudara a vivir de esta misma Presencia!

-Acercaos y escuchad las palabras del Señor: He aquí que el Arca de la Alianza del Señor de toda la tierra va a pasar el Jordán ante vosotros. En cuanto los sacerdotes hayan puesto la planta de sus pies en las aguas del Jordán, las aguas que vienen de arriba serán cortadas y se detendrán...

Manifiestamente el autor quiere probar que se trata de una especie de re-edición del paso del Mar Rojo. Que es como la garantía que la «liberación pascual» es siempre actual y puede renovarse.

Jesús querrá también sumergirse en este mismo Jordán. Y nuestros bautismos son una re-edición de ese mismo misterio: el agua es el signo de nuestro paso al Reino de Dios. El paso del mar Rojo no fue un fenómeno extraordinario «maravilloso»... pero no deja de ser una maravilla, una intervención gratuita de Dios.

Este aspecto debe constituir nuestra meditación HOY.

El hombre no se salva a sí mismo, nos repetirá san Pablo en la epístola a los Romanos (3, 21-24). Es Dios el que salva. Gracias, Señor, por estar con nosotros.

-Entonces todo Israel atravesó a pie enjuto hasta que todo el pueblo hubo acabado de pasar el río.

El nombre de Josué significa "Dios salva". Es la misma asonancia que el nombre de Jesús.

Así vamos hacia la verdadera Tierra Prometida, la vida eterna, siguiendo a nuestro Salvador. Y la escena casi litúrgica de esa travesía subraya que los ritos son, para nosotros, un medio de revivir esos misterios o de vivirlos por adelantado.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 230 s.


2.- Ez 12, 1-12

2-1.

No nos sorprendan las aparentes incoherencias de este libro complejo que estamos meditando. Algunos capítulos están desplazados, pues se pasa de textos que se refieren al exilio a otros cuyos hechos sucedieron anteriormente.

En la página de hoy, el profeta trata de hacer comprender a los habitantes de Jerusalén que, algún día, serán fugitivos que abandonarán a escondidas su casa.

-La palabra de Dios me fue dirigida: «Hijo de hombre, tú vives en medio de una raza de rebeldes, tienen ojos para ver y no ven; oídos para oír y no oyen.»

Son casi las mismas palabras, con las que Jesús condenará la ceguera de sus contemporáneos. (Mateo 4, 12) Y con las que, después de haber curado al ciego de nacimiento, subrayará que los fariseos creen ver claro, pero, de hecho son ciegos espiritualmente (Juan 9, 4O) "Algunos fariseos que estaban allí le dijeron: ¿Somos también ciegos nosotros? Jesús les contestó: Si fueseis ciegos, no tendríais pecado, pero decís: nosotros vemos... luego, vuestro pecado perdura".

Señor, líbranos de esta ceguera, la peor de todas porque se ignora. Si no veo claro, Señor, concédeme la gracia de hacérmelo saber.

No hay peor sordo que el que no quiere oír, dice el refrán popular.

Y esto nos sucede a todos algún día.

«Cuando tu ojo está sano, también todo tu cuerpo está en la luz.» (Lucas 11, 34) Danos, Señor, la gracia de la lucidez.

-En cuanto a ti, hijo de hombre, prepárate un equipo de deportado y como tal sal, a pleno día, ante sus ojos... Acaso vean que son una raza de rebeldes.

Acaso comprenderán...

Es lo que Dios desea.

Dios no desea nunca castigarnos, desea que "veamos y comprendamos" lo suficientemente pronto para evitar las consecuencias nefastas de nuestros actos.

Es así como el rey de Jerusalén, Sedecías, tratará de escapar del enemigo, huyendo de noche por la brecha de una muralla de la ciudad.

-A vista de ellos, haz un agujero en la pared, por donde saldrás. Dirán: «¿Qué estás haciendo?» Les contestarás: "Así habla el Señor Dios: esta predicción se refiere a Jerusalén y a todos sus habitantes... Soy un signo que os representa... Lo que yo hago, se hará con vosotros. Seréis deportados, iréis al destierro..."

El tema del exilio.

Estar lejos del hogar, en la inseguridad, obligado a adaptarse a costumbres nuevas.

De momento puedo rogar por todos aquellos que todavía HOY, son emigrados, extranjeros, desplazados. y, si me es posible, ayudar a una de esas familias que necesitan ayuda para adaptarse paulatinamente a una vida distinta de la de su país de origen.

El exilio.

Paradójicamente, sabemos por la historia que fue éste el inicio del más hermoso período para Israel: este pueblo se ve obligado a abandonar sus ensueños demasiado humanos... se construye una nueva comunidad cuya escala de valores no será ya de orden político, sino religioso.

Ocasión para mí de reflexionar sobre la utilidad misteriosa de mis pruebas, de mis exilios, de mis soledades...

¿Qué tengo que purificar en mi? ¿Qué es lo que Dios quiere hacer progresar a través de esas situaciones dolorosas?

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 230 s.


2-2. /Ez/12/01-16

Hemos visto ya en otra lectura (Ez 5, 1-17) cómo Ezequiel realiza acciones simbólicas para hacer penetrar más en sus oyentes su profecía (entendida no tanto en el sentido de predicción de cosas futuras, sino en la transmisión de la palabra o el designio de Dios en un momento determinado). La acción simbólica de hoy es sencilla: Ezequiel ha de preparar las cosas para marchar como un emigrante. Es decir, llevar lo más imprescindible. Lo ha de preparar de día y salir de noche. El sentido que le da el profeta es también claro: anuncia la segunda deportación a Babilonia tanto del rey como de los habitantes de la ciudad. El pueblo es todavía duro y rebelde: cebados por la política, creen que es posible oponerse a Babilonia y no quieren reconocer que Jerusalén pueda ser arrasada. Por eso no pueden ni quieren hacer caso de Ezequiel. Hasta ahora no han cambiado su vida: no han bastado ni las profecías ni las acciones simbólicas. Más aún: piensan en un retorno triunfal e inmediato a Jerusalén, a Judá. Llegan incluso a pensar que éste es el triunfo del Señor. La conversión queda marginada.

Pero Ezequiel espera todavía que el pueblo pueda ver y entender; por eso, tanto la acción simbólica como la explicación que le sigue, si bien anuncian realidades funestas para el pueblo tienden como fin directo hacia una acción positiva, hacia la conversión: «a ver si lo ven» (v 3), que aceptando la inminencia de la segunda deportación quieran convertirse. Por eso ha de hacerlo todo a la vista de todos, para llamar la atención de todos, sin excluir a ninguno. Ezequiel no se deja llevar ni por el cansancio ni por el desaliento. En realidad es Dios mismo el que está detrás de esta actividad de Ezequiel: es él el que le ha mandado hacerlo. No solamente no debe abandonar la tarea comenzada, sino que, al contrario, debe insistir en ella.

Es admirable, sin duda, este afán y obstinación de Dios (y de su profeta) por el pueblo. Un pueblo que, aparentemente ha perdido toda posibilidad de percibir aquello que Dios ha dicho y hecho. Y es que Dios (y debe tenerlo presente siempre un profeta, un apóstol, un cristiano) espera siempre en la posibilidad de revivir. No podemos decir nunca que la obstinación, o el endurecimiento, son inconmovibles. Siempre tiene que existir la esperanza de un cambio, de una conversión, de un conocimiento de Dios (15-16) que lleven a un reconocimiento, a una aceptación.

J. PEDROS
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 806 s.


3.- Mt 18, 21-19, 1

3-1.

Ver DOMINGO 24A y MARTES DE LA 3ª SEMANA DE CUARESMA

3-2.

-Pedro se acercó a Jesús para decirle...

Al comienzo de ese discurso "comunitario" fueron todos los apóstoles juntos los que hicieron una pregunta a Jesús. (ver martes último). Ahora es Pedro el que pregunta. Es el "juego" de la colegialidad: el conjunto de los obispos, de una parte, el Papa como porta-voz único del conjunto, de otra parte. El evangelio, discretamente, sugiere esa doble estructura esencial de la Iglesia.

-Señor, si mi hermano me sigue ofendiendo, ¿cuántas veces lo tendré que perdonar?

¿No había entendido todavía? ¿Es pues tan difícil entender que Dios es bueno, misericordioso, capaz de perdonar infinitamente? ¿Por qué continuamos con nuestras imágenes de un Dios riguroso y duro?

-No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. NU/000007

Simbolismo de las cifras: "siete" es la cifra perfecta, multiplicada por sí misma, indica el infinito.

Pedro creía ir ya muy lejos ¡proponiendo hasta siete veces! Pero, para Jesús no hay tasas: ¡siempre hay que perdonar! Se dice muy aprisa que no se tiene nada que perdonar a nadie, que se es amigo de todo el mundo, que esta exigencia no nos concierne... o, lo que es peor, se encuentran muchas razones egoístas y sutiles, o colectivas e ideológicas para justificar nuestro rechazo a perdonar. Pero, una vez más, el evangelio nos interpela a cada uno ¿Tendré suficiente valor para reconsiderar mi vida y poner nombres y rostros concretos... en esta parábola que estoy escuchando y que Tú, Señor, pronunciaste?

-Un amo que quiso saldar cuentas con sus empleados...

Una deuda de diez mil talentos -es decir, muchos millones-... Un pobre hombre que pide compasión... El amo "compadecido, ¡le perdona toda su deuda!" Tal es Dios, dice Jesús; infinito en su bondad; capaz de perdonar todo.

En primer lugar, contemplo detenidamente esa magnanimidad, esa generosidad inverosímil, esa renuncia del amo a sus derechos, ese perdón infinitamente propalado.

HOY, en nuestro mundo, los hombres van acumulando pecados. La deuda miserable seguirá creciendo. Y Dios, movido a compasión, una vez más "perdonará toda la deuda".

Gracias, Señor.

Y en esta marea de la humanidad pecadora, pienso en mi propia parte. Constantemente, yo mismo, soy perdonado... obtengo la remisión de mi deuda personal. Y nada es capaz de hastiar a Dios. La fabulosa suma citada por Jesús no se debe al azar... es la verdad. Dios hace lo que ningún acreedor es capaz de hacer.

-Ese mismo empleado, el mismo que fue tan generosamente tratado por su amo... exige a uno de sus compañeros una ínfima deuda de cien denarios (es decir, unas cien pesetas).

Entonces el amo le dijo: "¡Miserable! Yo perdoné toda tu deuda... ¿No podías tú tener también compasión de tu compañero?" Para Jesús, el deber del perdón mutuo se funda en el hecho que todos, nosotros mismos, somos beneficiarios del perdón de Dios. Se perdona realmente a los demás, a todos aquellos que nos ofenden, cuando se es consciente de ser uno mismo un "perdonado".

Una vez más es pues a Dios que hay que mirar, si queremos llegar a ser capaces de reconciliación sincera.

-Pues lo mismo os tratará mi Padre... si cada uno no perdona de corazón a su hermano.

"Perdónanos nuestras deudas, como nosotros perdonamos a nuestros deudores."

"Perdónanos nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos ofenden."

"Dichosos los misericordiosos, ellos alcanzarán misericordia" El aparente rigor de Dios es el reflejo y el castigo de nuestra dureza de corazón.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 2
EVANG. DE PENTECOSTES A ADVIENTO
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 122 s.


3-2.

1. (Año I) Josué 3,7-17

a) Concluida la lectura de los libros del Pentateuco, seguimos con otros relatos históricos, el libro de Josué y luego el de los Jueces. La aventura del pueblo de Israel continúa.

Ha cambiado el líder. A Moisés le ha sucedido su fiel discípulo Josué. Pero lo importante es que Dios sigue al frente de su pueblo: «para que vean que estoy contigo como estuve con Moisés... un Dios vivo está en medio de vosotros».

Termina el éxodo por el desierto, pero queda una parte muy importante del camino, la entrada del pueblo judío a la tierra de Canaán, que no fue tan pacífica ni poética como aquí se describe. Fue una lucha larga, encarnizada, con muchas víctimas, pueblo por pueblo y región por región. Pero cuando se escribe el libro, siglos después, se tiende a mitificar. No se hace tanto historia, sino catequesis, incluso con un lenguaje que parece litúrgico: el paso por el Jordán con trompetas, cantos, procesión de sacerdotes y, sobre todo, el Arca de la Alianza, símbolo de la presencia de Dios entre los suyos.

Se cuenta el episodio del río Jordán, calcado del otro, de hacía cuarenta años, el paso del Mar Rojo. También aquí, probablemente, se trataba de un fenómeno natural -el río, en un momento determinado, se vuelve transitable-, fenómeno que se interpreta como regalo de la providencia de Dios.

b) La actuación salvadora de Dios sigue ahora, todavía más intensa que entonces. La Pascua de Jesús fue el verdadero «éxodo», el paso a través de la muerte a la nueva existencia de Resucitado, la Pascua que nos salva a todos los que nos incorporamos a él por el sacramento del Bautismo.

Ahora ya no son el Mar Rojo ni el río Jordán: es el torrente de la muerte y del pecado el que Cristo ha atravesado con su Pascua y que nos ayuda a atravesar también a nosotros. Los domingos, en el día de la victoria pascual de Cristo, en vísperas, cantamos muchas veces el salmo 113, el responsorial de hoy, que nos describe poéticamente con júbilo lleno de ironía- lo que le pasó entonces a Israel: «el mar, al verlos, huyó, el Jordán se echó atrás... ¿Qué te pasa a ti, Jordán, que te echas atrás?»...

Ahora ya no se trata de ocupar tierras y, ciertamente, tampoco de usar métodos de fuerza y de hechos consumados. Jesús nos ha enseñado la fuerza de la no violencia. Pero sí tenemos que estar convencidos de que Dios está presente en nuestra vida y quiere salvarnos de nuestras esclavitudes personales o comunitarias.

Nosotros podemos alegrarnos, con mayor razón que nuestros hermanos del AT, de que «un Dios vivo está en medio de nosotros». Ahora no nos acompaña el Arca de la Alianza primera, sino el mismo Cristo, quien, para que entendiéramos mejor su presencia, se ha querido hacer también Eucaristía, alimento para el camino, que eso significa «viático».

1. (Año II) Ezequiel 12,1-12

a) Dios invita a su profeta a que, delante de todos, haga un gesto profético: salir de la ciudad como emigrante. En efecto, Ezequiel prepara el ajuar, se lo pone al hombro en un hatillo, con lo mínimo imprescindible para el viaje, abre un boquete en el muro y sale de la ciudad.

La intención es que todos entiendan que es inevitable el destierro, la segunda deportación por parte de los babilonios. Son un pueblo rebelde. Confían en que Dios, como contra Senaquerib, un siglo antes, les sacará de apuros, pero no se convierten de sus malos caminos. Esta vez Dios les deja a las consecuencias de su pecado y permite que sean desterrados. El rey Sedecías, al que los babilonios han dejado en Jerusalén después de la primera deportación, intentó huir de la ciudad por un boquete, pero fue descubierto y detenido.

El salmo reconoce humildemente los motivos de este desastre nacional: «tentaron a Dios y se rebelaron, negándose a guardar sus preceptos... con sus ídolos provocaban sus celos... Dios rechazó a Israel, abandonó sus valientes al cautiverio...».

b) Un profeta es una persona que debe ir indicando a los demás cuáles son los caminos de Dios. Qué es lo que va bien y qué hay que corregir, para no ir a la ruina.

Unas veces, lo dice de palabra; otras, con su propia vida. Como en el caso de Ezequiel: «hago de ti una señal para la Casa de Israel».

Los cristianos debemos asimilar de tal manera la Palabra de Dios, que la encarnemos en nuestra propia existencia, y de este modo, quienes nos vean puedan reconocer «la señal» que Dios les está haciendo. Cada uno en su ámbito, somos profetas: estamos proclamando con nuestro género de vida los valores básicos de la existencia humana, los caminos que nos llevarán al desastre personal y comunitario, y los que conducen a la felicidad. Los cristianos que hacen profesión de vida consagrada, por ejemplo, son «señales vivientes» en medio de la comunidad, significando y fomentando, con sus votos de pobreza, castidad y obediencia, nuestra lucha contra las tentaciones más características de nuestro mundo.

Faltan profetas que abran boquetes en los muros de esta sociedad de consumo y salgan con decisión fuera de la trama de la moda o de la superficialidad, siguiendo el estilo de vida de Jesús, por muy en contra que vaya de lo que se aplaude en el mundo de hoy. Más duros y sordos que el pueblo de Israel no serán nuestros contemporáneos. No tenemos que perder la esperanza: como Dios, y su profeta, que van acumulando gestos proféticos, a ver si alguna vez el pueblo reacciona y se convierte.

2. Mateo 18,21-19,1

a) Si ayer era la corrección fraterna, hoy Jesús, en su «sermón comunitario», sigue dando consignas sobre el perdón de las ofensas.

La propuesta de Pedro ya parecía generosa. Pero Jesús va mucho más allá: setenta veces siete significa siempre.

La parábola exagera a propósito: la deuda perdonada al primer empleado es ingente. La que él no perdona a su compañero, pequeñísima. El contraste sirve para destacar el perdón que Dios concede y la mezquindad de nuestro corazón, porque nos cuesta perdonar una insignificancia.

Lo propio de Dios es perdonar. Lo mismo han de hacer los seguidores de Jesús. El aviso es claro: «lo mismo hará con vosotros mi Padre del cielo, si cada cual no perdona de corazón a su hermano».

b) Es el nuevo estilo de vida de Jesús, ciertamente más exigente que el de los diez mandamientos del AT.

¿No es demasiado ya perdonar siete veces? ¿y no será una exageración lo de setenta veces siete? ¿no estaremos favoreciendo que reincida el ofensor? ¿y dónde queda la justicia? Pero Jesús nos dice que sus seguidores deben perdonar. Como él, que murió perdonando a sus verdugos. Pedro, el de la pregunta de hoy, experimentó en su propia persona cómo Jesús le perdonó su pecado.

En torno al año Jubilar del 2000, deberíamos conceder amnistía a nuestros hermanos.

En la Biblia, el Jubileo comportaba el perdón de las deudas y la vuelta de las propiedades a su primer dueño. Nosotros tal vez no tengamos tierras que devolver ni deudas económicas que remitir. Pero sí podemos perdonar esas pequeñas rencillas con los que conviven con nosotros. Esposos que se perdonan algún fallo. Padres que saben olvidar un mal paso de su hijo o de su hija. Amigos que pasan por alto, elegantemente, una mala pasada de algún amigo. Religiosos que hacen ver que no han oído una palabra ofensiva que se le escapó a otro de la comunidad.

En el Padrenuestro, Jesús nos enseñó a decir: «perdónanos como nosotros perdonamos». En el sermón de la montaña nos dijo lo de ir a reconciliarnos con el hermano antes de llevar la ofrenda al altar y lo de saludar también al que no nos saluda... Ser seguidores de Jesús nos obliga a cosas difíciles. Recordemos que una de las bienaventuranzas era: «bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia».

El gesto de paz antes de ir a comulgar tiene esa intención: ya que unos y otros vamos a recibir al mismo Señor, que se entrega por nosotros, debemos estar, después, mucho más dispuestos a tolerar y perdonar a nuestros hermanos.

«Un Dios vivo está en medio de vosotros» (1ª lectura I)

«Tentaron a Dios Altísimo y se rebelaron, negándose a guardar sus preceptos» (salmo II)

«Hago de ti una señal para la Casa de Israel» (1ª lectura II)

«¿Cuántas veces tengo que perdonar? ¿hasta siete veces?» (evangelio)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 263-267


3-3.

Ez 12, 1-12: Anuncio del destierro

Mt 18,21 - 19,1: Perdonar de corazón al hermano

Los seguidores de Jesús ubican el perdón de las ofensas en el campo legal o en la casuística. Están preocupados por los límites de la actitud fraterna. Pedro propone un número elevado de oportunidades de perdón, considerando que ésta es una actitud noble. Jesús le corrige su perspectiva legalista. En lugar de un siete, es mejor setenta veces siete.

En el antiguo testamento el número setenta y siete representaba la venganza de los hijos de Caín. Jesús cambia los términos y convierte el número de la venganza en símbolo de la reconciliación. Luego propone una parábola que muestra la deficiente actitud de los que están pendientes de contabilizar la misericordia, el perdón y la fraternidad.

En la parábola, el rey se compadece del siervo importante, pero éste es incapaz de tener la misma actitud con el siervo más humilde. Su corazón estaba endurecido por la ambición y por esto no correspondió al gesto generoso del rey. La conclusión es importante: si se perdona de corazón, como hace Dios, no se contabiliza la misericordia, pues el ofendido es quien busca al agresor para mostrarle el error con una actitud fraterna. De este modo se rompe la cadena de la violencia interminable simbolizada en la venganza de los hijos de Caín ( Gn 4, 24).

Hoy el mundo enfrenta un ambiente de intolerancia, violencia e irrespeto a los derechos humanos. Esta cadena se hace interminable porque los agredidos buscan venganza por su propia mano y hacen crecer la espiral de violencia. Ocurre igual que con los hijos de Caín, si uno es agredido la venganza es siete veces peor que la ofensa. Nosotros, como cristianos, necesitamos enfrentar este gesto irracional e inhumano con una actitud que llame a la reconciliación y el respeto.

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3-4. COMENTARIO 1

vv. 21-22: Entonces se adelantó Pedro y le preguntó: Señor, y si mi hermano me sigue ofendiendo, ¿cuántas veces lo tendré que perdonar?, ¿siete veces? 22Jesús le contestó: Siete veces, no; setenta veces siete.

Se discutía sobre el número de veces que había que per­donar, y solía proponerse el número cuatro como cifra máxima. Pedro va más allá, pero se mueve aún en el plano de la casuística. La pregunta de Pedro se refiere directamente al v. 15. La respues­ta de Jesús juega con el término «siete» propuesto por Pedro, alu­diendo a Gn 4,24 (cántico de Lamec): «si la venganza de Caín valía por siete, la de Lamec valdrá por setenta y siete». El perdón debe extenderse hasta donde llegó el deseo de venganza.



vv. 23-27: Por esto el reinado de Dios se parece a un rey que quiso saldar cuentas con sus empleados. 24Para empezar, le presentaron a uno que le debía muchos millones. Como no tenía con que pagar, el señor mandó que lo vendieran a él, con su mujer, sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara con eso. 26El empleado se echó a sus pies suplicándole:

-Ten paciencia conmigo, que te lo pagaré todo. 27El señor, conmovido, dejó marcharse a aquel em­pleado, perdonándole la deuda.

El sentido de la parábola es claro. «Empleados»: lit. «siervos/esclavos». En la concepción de la corte oriental, donde el rey era señor absoluto, todos los miembros de la corte, por alta que fuera su categoría, se consideraban siervos del rey (1 Sm 8,14; 2 Re 5,6; Mt 25,14-30). En este pasaje, un siervo que debía millones al rey era ciertamente un personaje importante.

vv. 28-31: Pero, al salir, el empleado encontró a un compañero suyo que le debía algún dinero, lo agarró por el cuello y le decía apretando: Págame lo que me debes. 29El compañero se echó a sus pies suplicándole: Ten paciencia conmigo, que te lo pagaré. 30Pero él no quiso, sino que fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía. 31Al ver aquello sus compañeros, quedaron conster­nados y fueron a contarle a su señor lo sucedido.

«Algún dinero»: lit. «cien denarios». El denario era el jor­nal de un obrero.

vv. 32-35: 32Entonces el señor llamó al empleado y le dijo:

-¡Miserable! Cuando me suplicaste te perdoné toda aquella deuda. 33¿No era tu deber tener también compa­sión de tu compañero como yo la tuve de ti? 34y su señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda su deuda.

35Pues lo mismo os tratará mi Padre del cielo si no perdonáis de corazón, cada uno a su hermano.

«¡Miserable!»: lit. «siervo malvado». En las invectivas, el castellano suele omitir el nombre, dejando sólo el adjetivo. Es lí­cito hacerlo aquí porque el concepto «siervo» no tiene relación con lo que sigue, donde no se habla más de actividad. «Miserable» con­cuerda mejor con el contexto (idea de mezquindad) que «malvado».

Nótese la oposición entre v. 27: «tuvo lástima», y v. 34: «indig­nado». El v. 35 aplica a la comunidad el principio general enuncia­do en 6,14s. «Perdonar de corazón» está en relación con la sexta bienaventuranza (5,8). La moraleja de la parábola es la siguiente: si Dios perdona graciosamente las mayores deudas, nadie puede aducir razón válida para negar a otro el perdón (cf. 5,9.48).



19,1: Cuando terminó estas palabras, pasó Jesús de Galilea al territorio de Judea del otro lado del Jordán..

Continúa el viaje a Jerusalén, mencionado en 16,21. Des­pués del discurso de las parábolas (13,1-35), Jesús no vuelve a en­señar a las multitudes, pero las cura (cf. 14,14).




COMENTARIO 2

El tema del texto de hoy está centrado en la manera como la comunidad debe reaccionar con el hermano que "peca" contra una persona concreta. Podemos deducir que en la comunidad existen dificultades que generan ofensas personales que amenazan con romper la armonía y la unidad de sus miembros. Todos están convencidos de que la solución no está en responder con la misma moneda y que lo adecuado es el perdón, pero ¿cuántas veces lo perdonaré? ¿Hasta siete? Esta es la cuestión que Pedro plantea a Jesús: ¿El perdón tiene un límite?

La parábola del siervo despedido, con la que Jesús responde a la pregunta de Pedro, no responde a la cuestión de cuántas veces hay que perdonar, sino que muestra más bien cuál es el fundamento del perdón cristiano. La parábola la podemos dividir en tres momentos. El aspecto más llamativo de la primera escena es la suma adeudada y después cómo el rey le ha perdonado una deuda inimaginable.

Sin embargo, en la segunda escena, se subraya el contraste con la anterior, repitiendo el mismo esquema narrativo con la misma súplica, pero sobre todo subrayando la desproporción que hay entre la primera deuda y la segunda y en la actitud que toma el siervo a quien se le ha perdonado la deuda. La tercera escena esta construida sobre la intervención de los otros compañeros que advierten la injusticia de su compañero y se lo comunican al rey. En los oídos de todos los que escuchan la parábola queda resonando la pregunta del rey, que resume toda la enseñanza de la parábola: ¿No debías haber perdonado a tu compañero como yo te perdoné a ti? Por eso el perdón dentro de la comunidad ha de ser ilimitado. Quien haya experimentado la misericordia del Padre, no puede andar calculando las fronteras del perdón y de la acogida al hermano.

1. J. Mateos-F. Camacho, El evangelio de Mateo. Lectura comentada, Ediciones Cristiandad, Madrid

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-5. DOMINICOS 2003

Palabras y gestos
Libro de Josué 3, 7-10.11.13-17:
“En aquellos días, el Señor dijo a Josué, [sucesor de Moisés]: Hoy empezaré a engrandecerte ante todo Israel, para que vean que estoy contigo, como estuve con Moisés. Tú ordena a los sacerdotes portadores del arca de la alianza que cuando lleguen a la orilla se detengan en el Jordán... Al llegar al Jordán, en cuanto mojaron los pies en el agua..., el agua que venía de arriba se detuvo... La gente pasó el río frente a Jericó...”

Esta escena tiene el sentido de recordar y reproducir el modo como actuó la divina providencia a la salida de Egipto, pasando por el Mar Rojo. Es secundario que el hecho se diera físicamente. Lo importante es que el buen israelita, bajo la dirección de Josué, iba a contar con la protección del Señor.

Evangelio según san Mateo 18, 21-19,1:
“Un día Pedro preguntó a Jesús: Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarle? ¿Hasta siete veces? Jesús le contestó: No te digo que has de perdonar hasta siete veces sino hasta setenta veces siete. Y les propuso esta parábola de un rey que quiso ajustar cuentas con sus empleados:

Al empezar a ajustarlas, le presentaron al rey uno que le debía diez mil talentos. Éste le dijo que no podía pagarlos, y el rey mandó vender a él, a su esposa e hijos. Entonces el empleado le pidió misericordia, y el rey le condonó la deuda. Pero ese mismo empleado, al salir, se encontró con un compañero al que había prestado cien denarios, y se los reclamó. Como el compañero no pudo devolvérselos de inmediato, le metió en la cárcel... El hecho llego a oídos del rey, y éste mandó que al empleado infiel lo entregaran a los verdugos...”

Una incoherencia más de hombres infieles: para nosotros mismos queremos que haya señores y reyes y benefactores generosos, y que nos perdonen y ayuden; en cambio, nosotros tratamos a los demás como a viles y esclavos. ¡Clamor de injusticia!



Momento de reflexión
Pasaron el Jordán a pie enjuto.
En el libro de Josué, y en el acto de entrar en la tierra de promisión atravesando el Jordán, se repite la misma escena que se produjo en el paso del Mar Rojo.

Evidentemente se trata de una reiteración; se trata de mostrar que la divina providencia sigue cuidando del pueblo elegido.

Dios siempre es el mismo y actúa con idéntica misericordia. Y a cada época o circunstancia de la historia humana le ofrece algún signo de su existencia y cercanía.

Aplicado el detalle a nuestra particular vida y misión, significa que siempre debemos contar con el apoyo de lo alto, y que, confiados en Él, debemos emprender con generosidad acciones altruistas, solidarias, teniendo siempre en la mente y corazón el favorecer a los demás, moderando nuestros impulsos egoístas.

Intentemos hacer con buen pie, a pie enjuto, los caminos de la vida y del amor solidario.

No saber perdonar es una terrible desgracia.
No perdamos hoy la ocasión para reflexionar sobre nuestra deslealtad para con Dios y los hombres.

¿Cuántas veces hemos utilizado y seguimos utilizando una medida ventajosa para obtener nuestro perdón y luego no la aplicamos para otorgarlo a nuestros deudores? Y lo que puede ser aún peor: ¿cuántas veces, obrando así, “nos quedamos tan anchos y contentos”, como si fuéramos justos?

Ese comportamiento es cínico e hipócrita; es fruto de una actitud interior en la cual el egoísmo o propio interés ocupa de tal forma el puesto reservado al amor limpio, al gozo por la felicidad de los demás, a la alegría de sentirse instrumento de paz y concordia, que no deja siquiera rendijas abiertas para que nos penetre la luz del Espíritu o la luz de la humana sensatez.

¡Quien vive en el amor sabe y quiere perdonar! ¡Quien no perdona es que no ama!


3-6.

Jueves 14 de agosto de 2003
Maximiliano Kolbe, Virginia

Jos 3, 7-10.11,13-17:El arca de la Alianza del Señor
Salmo responsorial: 113A, 1-6: Aleluya, aleluya: el Dios vivo esta con nosotros
Mt 18, 21 -19, 1: Perdonar hasta setenta veces siete

La presente sección se abre enunciando un principio básico de la vida cristiana: la reconciliación y el perdón. El lector del evangelio ya lo conoce por otras palabras de Jesús (5,23ss) y la oración específicamente cristiana, el Padrenuestro, lo recuerda constantemente. La oferta de Pedro de perdonar “siete veces” responde a la enseñanza de Jesús y contrasta con la séxtuple venganza por Caín (Gn 4,15; cf. Lv 26,21). La respuesta de Jesús de perdonar “setenta y siete veces” contrasta con la venganza por Lamec (Gn 4,24). Siete y sus múltiplos son símbolo de plenitud. En el reino, el perdón ilimitado ha de ocupar el puesto de la venganza. La contrapartida del principio pagano de la venganza sin límite es el principio cristiano del perdón ilimitado.

La parábola que viene a continuación es una aclaración práctica y concreta del principio enunciado. La venganza era una ley sagrada en todo Oriente; el perdón era humillante. La parábola es un drama en cuatro actos: deuda, misericordia, crueldad y justicia. Un hombre debía diez mil talentos. Una suma exorbitante. El auditorio de Cristo no podía imaginar deuda semejante. La conclusión: se trata de una deuda impagable. El acreedor ordena vender todo cuanto se tiene incluyendo la familia. Ser vendido como esclavo por deudas no era infrecuente en el antiguo Oriente Próximo, pero ese procedimiento era utilizado con mayor frecuencia como castigo, más que para el pago de deudas. Sin embargo, el rey atiende la súplica y perdona. El deudor perdonado se convierte en deudor despiadado que ante su compañero deudor de algo insignificante en comparación con lo que se le había perdonado lo mete en la cárcel después de casi ahogarlo. El hecho de no mostrar misericordia donde él la había recibido lleva a que la misericordia del rey sea revocada, y el siervo inmisericorde es entonces entregado a los verdugos (v. 34) hasta que pague esa deuda imposible de saldar. En síntesis, la idea es que la soberanía de Dios exige que la misericordia divina sea la medida del perdón en nuestras relaciones con los demás.


En este pasaje se nos aclara y recalca algo muy importante: la pertenencia al reino es el perdón y éste es sin límites y a todos tomando como ejemplo a Dios mismo cuya oferta de gracia desborda todo cálculo humano. No hay lugar para la venganza personal, porque uno siempre vive en el amor misericordioso del Padre (Is 40,2; 43,25), y por tanto debemos reflejar ese amor misericordioso a los demás.

Pedro introduce el tema de cuántas veces hay que perdonar, Jesús responde que setenta veces siete; es decir, siempre; porque siempre tenemos necesidad del perdón divino. En este contexto Jesús pronuncia esa parábola paradójica, en la que todo parece desproporcionado: la disparatada deuda del primer servidor y donde no tiene ninguna posibilidad de que la devolviera, pese a su promesa de hacerlo junto con su crueldad para con el compañero que tiene con él una deuda insignificante y que se podía pagar fácilmente. Lo que queda claro es que la condición esencial para el perdón divino es que nosotros perdonemos a nuestros prójimos, y con un perdón “de corazón”, como el perdón de Dios. Actuar con perdón es el estilo del reino. Negarse a perdonar nos sitúa fuera del reino y, por consecuencia, fuera de la esfera del amor misericordioso de Dios. Esta parábola es un drama que se actúa continuamente pues el que queda impune de grandes actos de enriquecimiento ilícito quiere luego ahorcar a sus trabajadores que le deben cualquier cosa en comparación con lo robado o ganado ilícitamente. Esto lo vemos en la cuestión económica pero se da en todos los campos de las relaciones humanas. Un cónyuge, normalmente el varón por el machismo mundial que vivimos, engañando gravemente al otro, resulta que llega a lastimar y hasta matar al otro por una tontería que agiganta por los celos. Afortunadamente con Dios no es así, no podemos jugar. El es capaz de tomar todos nuestros pecados, nuestras deudas para obtener el perdón; pero no puede tolerar el abuso de que, siendo pecadores, nos neguemos a perdonar las mínimas ofensas que se nos hacen. Con esto podremos rezar con fuerza , conciencia y compromiso aquella parte del Padrenuestro “perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden...”

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3-7. ACI DIGITAL 2003

22. Es decir: siempre. Dedúcese de aquí la misericordia sin límites, con que Dios perdona, puesto que Jesús nos presenta a su Padre como modelo de la misericordia que nosotros hemos de ejercitar (Luc. 6, 35 s.).

24. Diez mil talentos: más de 50 millones de pesos.

28. Cien denarios: menos de cien pesos, esto es, una suma enormemente inferior a la que debía él a su amo.

35. Aplicación de la quinta petición del Padre Nuestro. Véase 6, 14 s.


3-8. CLARETIANOS 2003

Si la historia de los Mártires de Barbastro es impresionante, como pudimos comprobar ayer, no lo es menos la historia de San Maximiliano Kolbe, cuya memoria celebramos hoy. Pero hay algo que a mí me estremece más que el coraje de morir. ¡Es la fuerza del perdón! Todos mueren perdonando, como si en la frontera de la muerte tuvieran una experiencia extrema del perdón de Dios para con ellos. ¿Cómo no perdonar cuando uno es infinitamente perdonado?

La parábola que Jesús cuenta a sus discípulos para explicar en qué consiste el perdón es tan exagerada, tan fuera de proporción, que no cabe perderse en matices. El perdón, o es completo, total, sin archivos, o no es perdón.

Los seres humanos no somos capaces de imitar a Dios en esto. Lo comprobamos cuando damos un repaso a los archivos de resentimiento que quedan en nuestra bodega y cuando examinamos las conductas sociales ante las ofensas recibidas. De vez en cuando, surgen testimonios que nos ponen la carne de gallina (como el de la madre que perdonaba al soldado guineano que el mes pasado mataba a su hija, que había viajado a África como cooperante), pero, por lo general, son más frecuentes las reacciones del tipo: “Que se pudra en la cárcel”, “Yo no perdono”, etc. El dolor humano puede explicar estos desahogos. Pero, ¿qué sucedería si nosotros fuéramos tratados como merecen nuestros pecados? ¿Podría alguien salir impune? ¡Pues eso!


3-9. DOMINICOS 2004

Ama, perdona, enseña

¡Qué dulce, Señor, es al paladar tu promesa, tu amor, tu verdad!
Que mi alegría esté en el camino de tus preceptos, no en las riquezas.
Tus preceptos, Señor, sean mi delicia...

Cuando queremos expresar sinceramente nuestros sentimientos y el calor con que tomamos las cosas que nos afectan, decimos cosas parecidas a las que un día pronunció el profeta Ezequiel refiriéndose al libro de la palabra de Dios: ¡esto me lo como, lo devoro, lo hago carne de mi carne, alma de mi alma...!

Para quienes hemos reconocido a Cristo como Mesías salvador, plenitud de la revelación, Camino, Verdad y Vida, el participar del banquete de la Palabra o Escritura, al mismo tiempo que del banquete de la Eucaristía, es algo tan delicioso que no debemos compararlo con otros bienes efímeros.

Familiaricémonos, pues, con la Palabra de Dios que nos puede acompañar siempre con sus mensajes: en casa, en la ciudad, o en el camino del desierto, como sucede hoy al profeta.


La luz de Dios y su mensaje en la Biblia
Profeta Ezequiel 12, 1-12:
“Palabra del Señor a Ezequiel: Hijo de Adán, vives en casa rebelde, pues sus habitantes tienen ojos para ver, y no ven; tienen oídos para oír, y no oyen...

Prepara tu ajuar de destierro y emigra a la luz del día; a la vista de todos, emigra a otro lugar, a ver si lo ven... Cárgate al hombro el hatillo, a la vista de todos...; tápate la cara, para no ver la tierra, porque hago de ti una señal para la casa de Israel ...

A la mañana siguiente, volvió a oír la palabra del Señor: Hijo de Adán,... ¿no te ha preguntado la casa de Israel, la casa rebelde, qué es lo que hacías?... Si te preguntan, diles: soy una señal para vosotros: lo que yo he hecho lo tendrán que hacer los hijos de la casa de Israel. Irán cautivos al destierro”


Evangelio según san Mateo 18, 21-19,1:
“Un día Pedro preguntó a Jesús:: Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces? Jesús le contestó: No te digo que has de perdonar hasta siete veces sino hasta setenta veces siete. Y les propuso esta parábola: Un rey que quiso ajustar cuentas con sus empleados, y al empezar su trabajo le presentaron a uno que le debía diez mil talentos. Como el empleado no podía pagárselos, mandó vender a él, a su esposa e hijos. Entonces el empleado le pidió que tuviera misericordia de él, y el rey le condonó la deuda.

Pero ese mismo empleado, al salir de la sala se encontró con un compañero al que había prestado cien denarios, y se los pidió. Y como el compañero no podía devolvérselos de inmediato, le metió en la cárcel... La noticia cundió, y al enterarse de lo ocurrido, el señor mandó que al empleado infiel lo entregaran a los verdugos...”


Reflexión para este día
No seamos ciegos a lo signos de la verdad.
Los gestos que acompañan hoy a las palabras y denuncias de Ezequiel son impresionantes..., y nos hablan a todos los mortales. Nosotros mismos ¿no somos con frecuencia ciegos y sordos a las maravillas y mensajes del Señor y de los hombres?

Por eso sufrimos las consecuencias. Si nos empeñamos en obrar con desprecio de la verdad, de la justicia, de la obediencia, de la solidaridad, de la oración..., acabaremos encontrándonos con el anuncio profético: yo tomo el ajuar de destierro porque amo; vosotros lo tomaréis por castigo a vuestras infidelidades.

Una forma muy valiosa de ir y volver simbólicamente del desierto es aprender a amar y perdonar, para no caer en la miseria del empleado egoísta.

La lección de Jesús es muy clara: para obrar con Dios, hemos de vivir en actitud constante de perdón de las ofensas recibidas; el amor ha de estar por encima de las ofensas, y hemos de buscar al hermano porque es hermano.


3-10.

Reflexión:

Adeudamos tanto a Dios que nos es imposible pagarle, somos unos deudores insolventes. La lista de beneficios que nos otorga es incontable: nos creó con preferencia a muchos otros, nos dio una alma inmortal, irrepetible, destinada, junto con nuestro cuerpo, a ser eternamente feliz en el Cielo. Le debemos la conservación en la existencia, pues sin Él volveríamos a la nada, las cualidades del cuerpo y del espíritu, la vida y todos los bienes que tenemos. Por encima de este orden natural, estamos en deuda con Él por el beneficio de la Encarnación de su Hijo, por la Redención, por la filiación divina. Le debemos el don inmenso de ser hijos de la Iglesia, por los sacramentos, especialmente por la Sagrada Eucaristía, por la Comunión de los Santos, por los beneficios de los Santos que ya están en el Cielo, de las almas del Purgatorio y de los Ángeles. Y agradecerle porque nos dio a Nuestra Madre, La Santísima Virgen.

Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo... le dice el siervo a su Rey cuando quiso arreglar cuentas con él (MATEO, 18, 23-25) Con Cristo, unidos a Él, podemos decir: todo te lo pagaré. La Misa es la más perfecta acción de gracias que puede ofrecerse a Dios, y a pesar de nuestra poquedad, ofrecemos al Padre el sacrificio del Hijo y uniremos nuestra personal oblación. Acudimos diariamente al Santo Sacrificio con ánimo agradecido, y le decimos a Dios Padre en unión con Jesucristo: ¡qué bueno eres, Padre!, ¡Gracias por todo!: por aquellos bienes que contemplo a mi alrededor y por esos otros, aun mayores, que Tú me das y que ahora están ocultos a mis ojos.

Gracias siempre y en todo lugar...: Debemos ser agradecidos con Dios en todo momento y circunstancia aun cuando nos cuente entender algún acontecimiento, porque un golpe, cuando viene de un Padre, es también prueba de Amor, “porque quita nuestras aristas para acercarnos a la perfección” (J. ESCRIVÁ DE BALAGUER, Forja) Esta actitud agradecida con Dios, debemos trasladarla a nuestra vida corriente para mostrarnos agradecidos por tantos servicios que recibimos en nuestra vida familiar y social. Como también hemos contraído deudas con Dios por nuestros pecados y faltas de correspondencia, quiere que perdonemos las ofensas que los demás puedan hacernos, que en realidad son pequeñeces en relación con nuestras ofensas a Dios. Cuando perdonamos y olvidamos, imitamos al Señor, pues nada “no asemeja tanto a Dios como estar siempre dispuestos al perdón (SAN JUAN CRISÓSTOMO, Homilías sobre San Mateo)

"Hablar con Dios" por Francisco Fernández Carvajal

Resumido por Tere Correa de Valdés Chabre


3-11.

Reflexión

Muchas veces se piensa que perdonar es un sentimiento, sin embargo la realidad es que es un acto de la voluntad. Las ofensas recibidas, crean un sentimiento el cual, generalmente, queda fuera de nuestro control. Este sentimiento generara actitudes como respuesta a la herida. Por ejemplo, no sentiremos deseos de saludar o de convivir, incluso pueden nacer el deseo de venganza. En este ejemplo que nos pone Jesús vemos que lo importante fue la actitud, que es una acto de la voluntad. El Rey quiso perdonar y perdonó, es decir lo dejó libre. El otro por el contrario dio rienda suelta a sus sentimientos y actuó equivocadamente encerrando en la cárcel a su compañero. El perdón es una decisión que nos lleva, aun en contra del sentimiento (deuda) que permanece en nosotros, a cambiar nuestra actitud hacia la persona que nos ha ofendido. La reacción humana es la de actuar negativamente hacia la persona que nos ofendió, la gracia, que apoya nuestra decisión, nos lleva a actuar de una manera sobre-humana y a mostrar una actitud positiva (que puede empezar con una sonrisa). Si no dejas que el sentimiento crezca (reforzándolo con tus actitudes) la gracias de Dios y tu esfuerzo cotidiano hará que pronto desaparezca incluso el sentimiento causado por la ofensa.

Que pases un día lleno del amor de Dios.

Como María, todo por Jesús y para Jesús

Pbro. Ernesto María Caro