MARTES DE LA SEMANA 11ª DEL TIEMPO ORDINARIO
1.- 2Co 8, 1-9
1-1.
Posible conclusión de la carta remitida a los corintios al término de sus dificultades. En efecto, el cap. 9 constituye una comunicación aparte, y los caps. 10-13 reproducen sin duda lo esencial de una carta anterior enviada en plena crisis.
Como de costumbre, el apóstol termina su carta con una serie de recomendaciones prácticas, entre las que figura la colecta organizada a través de las iglesias de la gentilidad en favor de los cristianos en Jerusalén.
Al parecer, esta colecta la organizaron los mismos corintios (v. 10; cf. sin embargo, Act 11, 29) y fue aceptada por la comunidad de Jerusalén (Gál 2, 10) como la expresión de la unidad entre cristianos griegos y cristianos judíos. El interés de este pasaje radica en los argumentos esgrimidos por san Pablo para convencer a sus corresponsales a que cooperen en ella.
Primer argumento: la imitación de Jesucristo (v. 9). Para San Pablo, en efecto, la moral cristiana no consiste más que en reproducir los hechos y los gestos de Cristo; nos aceptamos mutuamente porque Cristo nos ha aceptado a nosotros (Rom 15, 5-7); maridos y mujeres, amos y esclavos se aman como Cristo ama a la Iglesia (Ef 5, etc). Pero no se trata tan sólo de imitar un modelo ideal; convertido a su vez en signo de salvación, el cristiano prolonga la encarnación del Señor mediante sus actos y hace extensivos sus beneficios a toda la humanidad. El valor de la colecta radica, pues, en la perspectiva teológica y salvífica desde la cual es enfocada.
El segundo argumento está sacado del interés por establecer la igualdad entre griegos y judíos (vv. 5-7). Pablo no está pensando ahora en una igualdad económica conseguida a base de una nivelación de las diferencias sociales, sino en virtud de una igualdad en el plano de la fe. Los cristianos de Jerusalén no han acaparado para sí los privilegios de que gozaban, han admitido, no sin abnegación, a los paganos a que los compartieran con ellos, satisfaciendo las necesidades de las naciones en el campo de la fe con su abundancia "superflua". Como contrapartida, los paganos deben proveer con su superfluo económico a los cristianos necesitados de Jerusalén y realizar así entre judíos y griegos una unidad y una igualdad ignorada hasta entonces.
La participación del cristiano en los movimientos contemporáneos de solidaridad humana reviste, pues, un significado nuevo. El discípulo de Cristo se siente solidario de sus hermanos por las mismas razones que los demás hombres, pero su actuación prolonga la de Cristo Salvador, y la riqueza de la que participa junto con sus hermanos se convierte en el signo auténtico de la salvación de Dios puesta de manifiesto a través de la salvación de los hombres. El predicador encargado de hacer colecta en las comunidades cristianas formula a veces argumentos tan rastreros o se limita a recursos tan comerciales (rifas, etc), que se pierde la motivación teologal y quienes dan terminada por hacerlo en la esperanza de obtener todavía un beneficio cualquiera. Situada a un nivel tan bajo, la colecta tiene pocas probabilidades de ser un signo de salvación. No basta que los cristianos den dinero, se necesita también que hagan de su gesto un signo de las posibilidades inagotables ofrecidas a la humanidad para superarse continuamente y de ese modo salvarse.
MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA VI
MAROVA MADRID 1969.Pág.
61
1-2.
En este pasaje san Pablo hace alusión a una colecta de dinero, una cuestación que había organizado en las comunidades fundadas por él, en provecho de la comunidad de Jerusalén. El amor fraterno no queda en las nubes, se concretiza.
-Os damos a conocer, hermanos, la gracia que Dios ha otorgado a las iglesias de Macedonia.
Esta «gracia» es haber dado de sus bienes, haber ejercido la caridad para con los hermanos más pobres. Todo es gracia. Dios ayuda.
-Aunque probados por muchas tribulaciones, su gran alegría y su suprema pobreza han desbordado en tesoros de generosidad...
Son pobres los que han dado a otros más pobres. Encontramos aquí de nuevo las paradojas aparentemente contradictorias de la vida, según las bienaventuranzas: tribulación-alegría... pobreza-generosidad... (muerte-vida= Pascua).
Ayúdanos, Señor, a transformarlo todo así, en mudar la prueba en alegría, según el misterio de tu Pascua.
-Han contribuido espontáneamente con todos sus medios y aun más pues soy testigo de ello, y nos pedían con mucha insistencia la gracia de ayudar a los fieles de Jerusalén.
Así pues no hubo necesidad de pedirles ni de insistir... los cristianos mismos se lo proponen. Concédenos, Señor, esa espontaneidad en tu servicio.
-Os invito a dar la prueba de vuestra caridad sincera: conocéis la generosidad de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, por vosotros se hizo pobre a fin de que os enriquecierais con su generosidad.
Para convencer a los corintios de que participasen en la colecta, el argumento expuesto por san Pablo es directamente teológico, doctrinal. No es una cuestión de filantropía, de solidaridad simplemente humana.
La razón es imitar a Jesucristo. La moral cristiana, para san Pablo, es una reproducción de los hechos y gestos de Cristo. Compartiendo, empobreciéndose voluntariamente -espontáneamente- se continúa lo que hizo Jesús. «El cual, siendo rico, se hizo pobre.» Es el sentido de uno de los tres votos que hacen los religiosos en la Iglesia. Pero es también el sentido de todo gesto de verdadera caridad.
Con un gesto tan banal, tan a ras del suelo, como «dar dinero», prolongo la encarnación de Jesús. Antes de hacer alguna aplicación práctica empiezo primero, como Pablo, por detenerme a contemplar a «Jesús pobre», habiendo sido rico. Trato de imaginar esa pobreza de Cristo... las humillaciones, los desprecios, las incomprensiones y esta inverosímil obediencia a su condición de hombre, en que ¡seguía siendo Dios! «El, que era de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios, sino que se anonadó»... (Flp 2, 5).
Este empobrecimiento no es, de otra parte, una actitud morbosa -¡la pobreza por la pobreza, como el placer de infligirse daño!-: La pobreza de Jesús tiene una finalidad positiva. Se hizo pobre «por nosotros», «para enriquecernos». No es la privación en sí lo que es bueno, es bueno el compartir que ella hace posible.
¿Qué participación esperas Tú de mí, Señor? Dame el valor y la espontánea alegría de hacerlo.
NOEL
QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 130 s.
1-3. /2Co/08/01-24
Este capítulo y el siguiente tratan de una misma cuestión: la colecta organizada en Macedonia a favor de la Iglesia de Palestina y en la cual exhorta a los corintios a participar.
La estructura del texto es clara. Pablo comienza haciendo una apología de la generosa aportación de las Iglesias de Macedonia, más meritoria aún si se tiene en cuenta su situación económica. Es un estímulo ejemplar para la Iglesia de Corinto. A continuación hace una cadena de consideraciones directamente dirigidas a los corintios, para que también ellos se muestren generosos en su colaboración. Finalmente, recomienda a los que se van a ocupar personalmente de la colecta: a Tito, que está deseando volver a visitar la comunidad, y a un «hermano muy querido» de quien no se nos dice el nombre y que parece acompañar a Pablo expresamente para llevar a cabo esta misión.
Dos reflexiones. En primer lugar debemos advertir que el ejercicio del ministerio apostólico integra la preocupación por una situación social concreta. El hecho de que Pablo no se ocupe de ella directamente no ha de interpretarse como si fuese una tarea poco adecuada a su misión, sino como una estrategia para evitar críticas maliciosas (20) que podrían reavivar una crisis ya superada. Pablo no deja de ser el animador de este servicio, que él entiende como un signo material y concreto de comunión espiritual y de fe entre todas las Iglesias.
En segundo lugar resurge una vez más una idea capital en la estructuración teológica del pensamiento de san Pablo: la referencia al misterio personal de Cristo para iluminar las situaciones humanas y motivar la conciencia de los cristianos. Concretamente, la encarnación de Cristo vista como un empobrecimiento personal, pero que comporta el enriquecimiento de los que creen en él, es un punto que repetirá en la carta a los Romanos (15,3) y que está presente también en la carta a los de Filipos (2,5-11). Pablo llama "gracia" (9) a este misterioso contraste, y en este texto de ahora usa el mismo término para indicar la colecta que está realizando (vv 1.4.6.7 y 19). No se trata de una mixtificación de conceptos, sino de una importante concreción: gracia es todo lo que nos permite compartir la vida con Dios y con los hermanos.
A.
R. SASTRE
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las
Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 248 s.
2.- 1R 21, 17-29
2-1.
Entonces la palabra del Señor fue dirigida al profeta Elías: «Levántate... ¡baja al encuentro de Ajab!»
Es la misma Palabra de Dios que pide a Elías que se retire al desierto en la soledad, y que vaya al encuentro de los hombres... oración y acción. Elías obedece sin discutir esta Palabra. Un hombre cabal, totalmente entregado a Dios, y totalmente entregado a sus hermanos los hombres. Un hombre capaz de vivir en relación con lo invisible, en la oración y capaz de arriesgarse, en servicio de la justicia.
Su "misión" proviene de una fuente profunda: su contemplación.
El Dios contemplado es el que empuja a actuar.
En su oración solitaria, particular, oye el encargo: "¡levántate, ve donde un tal y haz tal gestión!"
Señor, danos el espíritu y la valentía de Elías tu profeta.
Ayúdanos a estar a tu escucha de tal modo, que oigamos la llamada de nuestros hermanos que piden justicia.
-"Has asesinado y además usurpas... Luego le dirás: en el mismo lugar que los perros han lamido la sangre de Nabot, los perros lamerán también tu sangre!" Terrible es la transmisión de ese mensaje.
Da, Señor, a tu Iglesia de hoy, la valentía de defender a la justicia y a los pobres.
Concede a todos los cristianos esa pasión por la justicia.
-«Tú has hecho lo que desagrada al Señor...»
El motivo es religioso. La razón de esta intervencion es Dios.
Sucede a veces, HOY, que se reprocha a la Iglesia el hecho de interesarse por las cuestiones sociales. Pues bien es "Dios de quien" se habla, cuando se habla de la justicia.
Abre nuestros corazones, Señor, a "lo que te agrada" y llévanos a combatir contigo «lo que te desagrada».
Considero mi vida concreta desde ese ángulo.
-Cuando Ajab oyó las palabras de Elías, se arrepintió.
No esperábamos esto.
He ahí que Ajab reconoce su pecado y lo deplora.
Habiendo sido testigo de la justicia, Elías será ahora testigo de la misericordia.
Humanamente no hay ningún odio en su corazón.
Ya sabemos que Dios no amenaza nunca por amenazar: «el Señor no quiere la muerte del pecador sino que se convierta y viva.»
Concédenos, Señor, en medio de nuestros combates, ese sentido de la justicia y de la bondad.
-Por haberse humillado ante mí, no traeré el mal en vida suya... En vida de su hijo traeré la desgracia sobre su casa.
He ahí algo sorprendente también y que no corresponde en absoluto a nuestras mentalidades actuales. Sin embargo, ya lo sabemos, hay faltas que se pagan mucho más tarde. Es grave responsabilidad de cada generación el sentirse responsable de las generaciones venideras.
¿Quién sabe si nuestros hijos no pagarán mañana nuestras indiferencias de países bien provistos, incapaces hoy de practicar una verdadera justicia con los países subdesarrollados? ¡Ten piedad de nosotros, Señor!
NOEL
QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 130 s.
3.- Mt 5, 43-48
3-1.
Ver SÁBADO 1ª SEMANA CUARESMA y DOMINGO 07A T. ORDINARIO
3-2. VENGANZA:
-Habéis oído lo mandado: "Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pues Yo os digo:
Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen".
Ninguna frase del Antiguo Testamento pide "odiar a los enemigos". Aquí Jesús sólo hace alusión a la actitud corriente del conjunto de los hombres.
Aquí también se tiene la impresión de que Jesús "deroga"... y no es así, ¡se trata de otra cosa! Viene a "acabar", en profundidad, lo que ya estaba en germen en el corazón del judaísmo, como en el corazón de todo hombre: el amor, la ternura, que siguen siendo el gran deseo del hombre .
Pero hay un caso en que este amor es difícil, y hay que reconocerlo. Cuando uno mismo ha sido víctima de otro, cuando alguien nos ha hecho mal. Con todo Jesús no anda con rodeos, ¡habla de "enemigo"! y nosotros que siempre suavizamos, inmediatamente somos tentados de decir: "pero, ¡yo no tengo enemigos!". Pues bien, hay que aceptar la luz viva y violenta que Jesús proyecta sobre la realidad.
Toda persona que no se me parece, me acomete, perturba mi tranquilidad.
"Aquello-en-lo-que-el-otro-difiere-de-mí"... me acusa, tiende a suprimirme.
"Este-carácter-tan-diferente-del-mío"... me enerva, me consume, me mata.
Esta manera de ver, de hablar o de comportarse... me pone fuera de mí, me saca de quicio.
Pues bien, yo os digo: "amad a vuestros enemigos", "¡rezad por aquellos... que os acometen agresivamente sin cesar!" Con ellos también hay que atreverse a hacer lo que nos dice Jesús, aquí... No lo dejéis para mañana. En este instante, parad vuestra meditación... y rezad, nominalmente, por los que os enervan, por los que están en contra de vosotros, por los que no amáis, por los que os dañan... y esto hacedlo todos los días de vuestra vida, para dar cumplimiento a la Palabra de Jesús: es imposible que, a la larga, algo no se transforme.
-A fin de ser hijos de vuestro Padre del cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos y manda la lluvia sobre justos e injustos.
El modelo es Dios.
Amar a los que no nos aman... es imitar a Dios. Hacer el bien a los que nos hacen mal, es "divino": esto requiere una madurez extraordinaria... en la venganza hay algo de infantil y de adolescente, una falta de dominio de sí. Es necesario que el hombre se alce al nivel de Dios, que hace el bien a todos, sin depender de ningún límite, de ninguna decepción, de ningún interés. Amar. Amar. Amar... sin límite.
-Pues si queréis sólo a los que os quieren, ¿qué premio merecéis? ¿No hacen eso mismo también los publicanos o recaudadores? Y si mostráis afecto sólo a vuestra gente, ¿qué hacéis de extraordinario? Tú nos pides, Señor, de ir más allá de nuestros sentimientos naturales. Hay a nuestro alrededor un círculo de gentes "fáciles de amar~: los que se asemejan a nosotros, los que corresponden al amor que les damos, los que piensan como nosotros, las gentes de nuestro medio y ambiente, de nuestro país, de nuestra raza, de nuestra religión, de nuestra tendencia política... ¡No hay que detenerse aquí! Es insuficiente, dice Jesús.
Ensancha mi corazón, Señor, para que sea capaz de un amor universal, sin fronteras, sin ninguna limitación.
-Por consiguiente, sed perfectos como es perfecto vuestro Padre del cielo.
Si excluyo de mi amor a un solo hombre, no tengo un amor perfecto. Este hombre a quien no amo, ¡Dios le ama! Dios ama de un modo absoluto. Dios ama a sus enemigos. Dios ama a los que no le aman.
Amad también vosotros a vuestros enemigos, como lo hace Dios perfectamente.
NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 2
EVANG. DE PENTECOSTES A ADVIENTO
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 22 s.
3-3.
1. (Año I) 2 Corintios 8,1-9
a) Pablo pide a los cristianos de Corinto que participen con generosidad en la colecta que se esta organizando a favor de la comunidad de Jerusalén.
Les pone como ejemplo a los cristianos de Macedonia, en Grecia. Estos eran más pobres que los de Corinto, pero se esforzaron «por encima de sus fuerzas» en ayudar a los de la iglesia madre de Jerusalén, y Pablo los pone como ejemplo de generosidad. Más aun: esos cristianos tienen a gloria el poder ayudar a otros más pobres y consideran, no un favor que ellos hacen, sino un favor que se les hace a ellos el permitirles organizar esta colecta.
No dieron lo que tenían, «se dieron a sí mismos».
Pero hay otro ejemplo todavía más expresivo: el mismo Jesús, que «siendo rico, se hizo pobre, para que vosotros, con su pobreza, os hagáis ricos». Lo mismo deberían hacer los de Corinto, que ya se distinguen por otras cosas: su fe, su sabiduría y la gratitud que deben sentir por Pablo.
b) Es una llamada a la generosidad para con los que son más pobres que nosotros en algo.
¿Somos solidarios con los demás o nos encerramos en nosotros mismos? Seguro que poseemos, en cierta abundancia, alguna clase de bienes: materiales, culturales, espirituales. ¿Somos generosos en compartirlos con los demás?
Eso puede pedírsenos en la sociedad, desde el 0'7 por los países del Tercer Mundo hasta las ayudas que se organizan dentro de nuestro ambiente más cercano. O en la Iglesia, cuando se nos pide que colaboremos, con nuestra aportación de dinero o de trabajo, en los proyectos de la comunidad. O en nuestra propia familia o comunidad, porque siempre hay alguien que necesita alguna clase de ayuda. Deberíamos practicar mucho más decididamente la comunicación cristiana de bienes.
No en plan de limosna. Como Cristo, que no dio limosna, sino que se entregó totalmente.
Como los de Macedonia que, según Pablo, «se dieron a sí mismos», haciendo lo que podían y más de lo que podían. La actitud de apertura y solidaridad con los demás debe caracterizar a los seguidores de Jesús.
1. (Año II) 1 Reyes 21,17-29
a) Después de la fechoría de Ajab y su mujer, llega la denuncia por parte del profeta.
Perseguido por Jezabel, Elías había tenido que huir, pero ahora vuelve a la ciudad, por orden de Dios, y se dispone a seguir ejerciendo de profeta, pasada su crisis de desánimo.
Esta vez echa en cara valientemente a Ajab la grave falta que ha cometido: ha asesinado y robado y ha hecho «pecar a Israel» con la idolatría. «Y es que no hubo otro que se vendiera como Ajab para hacer lo que el Señor reprueba, empujado por su mujer Jezabel».
Le anuncia un duro castigo de Dios, aunque luego, ante el arrepentimiento mostrado por el débil y voluble rey, le dice que sucederá más tarde, en tiempo de su hijo. Un hecho paralelo al de David, que también se arrepintió de su pecado y obtuvo una prórroga del castigo.
El salmo el -«miserere»- es el eco de esta actitud humilde de Ajab, como lo fue también de la de David: «misericordia, Dios mío, por tu bondad... yo reconozco mi culpa... contra ti, contra ti solo pequé».
b) En todos los tiempos ha habido profetas valientes, verdaderos profetas, de los que hablan de parte de Dios, no para adular a los poderosos. Estos profetas defienden los derechos de los débiles y de los pobres, porque el que falta al pobre falta al mismo Dios.
La justicia social entra también, y de modo muy importante, en el campo de la actividad de los cristianos. Basta leer las encíclicas sociales de los últimos papas. El Catecismo de la Iglesia católica presenta un aspecto importante de nuestra misa: «la Eucaristía entraña un compromiso en favor de los pobres», y cita una dura homilía de san Juan Crisóstomo, en la que se queja de unos cristianos que muestran un culto muy cuidadoso al Cristo eucarístico, pero no tienen en cuenta al Cristo que está en la persona del hermano: «Has gustado la sangre del Señor y luego no reconoces a tu hermano... Dios te ha invitado a esta mesa, y tú, aun así, no te has hecho más misericordioso» (CEC 1 397).
Hay muchos como Nabot en el mundo de hoy: pobres y débiles maltratados por la vida y aplastados por los demás. Tendría que haber, también, muchos como Elías que denuncian la injusticia y trabajan en concreto por mejorar la justicia social. Que no sólo salen en defensa de los «derechos de Dios» -como hizo el profeta contra los cultos idolátricos-, sino también de los «derechos de los pobres» Como hizo en este caso de la injusticia contra Nabot.
2. Mateo 5,43-48
a) En el sermón de la montaña sigue Jesús contraponiendo la ley antigua con su nuevo estilo de vida: esta vez, en cuanto al amor a los enemigos.
La primera consigna, «amarás a tu prójimo», sí que estaba en el AT. La segunda, «aborrecerás a tu enemigo», no la encontramos en ningún libro, pero se ve que era la interpretación popular complementaria de la anterior. Jesús corrige esta interpretación: sus seguidores deberán amar también a los enemigos, o sea, a los que no sean de su familia o de su pueblo o de su gusto.
Saludar a los que nos saludan lo hacen todos. Amar a los que nos aman, es algo espontáneo, no tiene ningún mérito. Lo que ha de caracterizar a los cristianos es algo «extraordinario»: saludar a los que no nos saludan, amar a los enemigos, hacer el bien a los que nos aborrecen.
Jesús pone por delante como modelo nada menos que a Dios: «así seréis hijos de vuestro Padre, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos... sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto».
b) El que mejor ha imitado a Dios Padre es Jesús mismo. Si por alguien mostró preferencias fue por los pobres, los débiles, los marginados por la sociedad, los pecadores.
Y, al final, entregó su vida por todos y murió perdonando a los mismos que le crucificaban.
En nuestra pequeña historia de cada día caben, por desgracia, la distinción de personas por simpatía o interés, las rencillas e indiferencias sostenidas, o el rencor hacia quienes nos parece que no nos miran bien. Tenemos un campo de examen y de propósito al leer estas recomendaciones de Jesús.
Debemos superar lo que nos resulta espontáneo -poner buena cara a los amigos, mala a los que no nos resultan simpáticos- y actuar como Dios, que es Padre de todos y manda su sol y su lluvia sobre todos. Nosotros no le daremos lluvia a nadie, pero sí le podemos ofrecer buena cara, acogida, ayuda y palabras amables y, cuando haga falta, perdón.
Tal vez lo primero que tenemos que «perdonar» a los otros es eso, el que sean «otros», con su carácter, sus manías, sus opiniones. Nos encontramos con personas de otra cultura, edad y formación y, a veces, de raza y de situación social diferentes. Entonces es cuando tenemos que recordar la consigna de amar a todos, como el Padre, como Cristo. Porque cuando nos resultan simpáticos, no hace falta recordar ninguna consigna.
El gesto de paz que hacemos antes de ir a comulgar ¿lo restringimos mentalmente sólo para los amigos y los que congenien con nosotros, o lo entendemos como gesto simbólico de que, a lo largo de la jornada, pondremos buena cara a todos?
«Dieron más de lo que yo esperaba, se dieron a sí mismos» (1ª lectura I)
«Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa» (salmo II)
«Si saludáis sólo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿no hacen lo mismo los paganos?» (evangelio)
«Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto» (evangelio)
J.
ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 40-43
3-4.
Primera lectura : 1 de Reyes 21, 17-29 Has hecho pecar a Israel.
Salmo responsorial : 50, 3-4.5-6a.11.16 Misericordia, Señor, hemos pecado.
Evangelio : Mateo 5, 43-48 Amen a sus enemigos.
Desde el comienzo de este capítulo Jesús explica los elementos básicos del Reino de Dios. Establece unos nuevos mandamientos que se convertirán en una alternativa humanizadora para nuestro mundo.
Lo que Jesús trajo fue una propuesta de un hombre y mujer nuevos superadores de las cadenas del egoísmo y de la venganza. Jesús predicó que no basta amar a los que nos aman -lo cual es fácil, sale de dentro, y lo hacen hasta los paganos-, sino también a los que no nos son agradables, y a los que nos perjudican, incluso a los que nos quieren mal o nos causan mal.
Una comunidad cristiana, según enseñó Jesús, debe ser más que un grupo de hermanos bondadosos entre sí. Deben ser hermanos capaces de perdonar y de perdonarse, de rogar por aquel que les daña y de devolver bien por mal. Aquí los argumentos racionales no son los principales: por encima está el ejemplo del Padre Celestial, que actúa con nosotros siempre devolviéndonos bien por mal, ya que a pesar de nuestros pecados igual gozamos de los bienes naturales como si fuésemos buenos.
Ante la sociedad que se mueve bajo los criterios de la ley de la compensación, del amor interesado o incluso de la venganza, el Reino de Dios se yergue como una verdadera alternativa.
SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO
3-5.
2 Cor 8, 1-9: Se hizo pobre por nosotros
Sal 145, 2.5-9
Mt 5, 43-48: Ama a tu enemigo
El amor al prójimo se expresa citando el texto de Lv. 19, 18, el cual representa la fórmula popular de entender el amor al prójimo; fórmula que implica no enseñar a nadie a odiar a sus enemigos. Mateo opone el pensamiento de Jesús en un doble paralelismo: amar al enemigo / orar por el perseguidor; el enemigo es el que persigue, situación muy característica de la primitiva comunidad.
Los discípulos han de demostrar una imparcialidad para con los amigos y los enemigos, idéntica a la que demuestra Dios a la hora de repartir la luz del sol sobre buenos y malos y la lluvia sobre justos e injustos; al comportarse de esta forma providencial, a semejanza de Dios, los discípulos justifican con sus actitudes el título de ser verdaderos hijos de Dios. El amor, dentro del propio grupo o familia, es un rasgo humano natural y universal. Mateo usa unos términos que hacen relación a dos grupos despreciados entre los judíos: los publicanos y los paganos. Al utilizar estos términos, Mateo contradice en cierto modo, el principio que está afirmando; el evangelio muestra siempre simpatía hacia estas clases despreciadas. Con un amor como éste, los discípulos serán perfectos al igual que el Padre celestial es perfecto.
El amor hacia los enemigos es el elemento que asegura la integridad de la doctrina cristiana, es el vértice donde Jesús ha puesto todo el contenido de su proyecto, cambiando la ley antigua por una norma más exigente, la del amor sin límites n restricciones. De esta manera, los discípulos han de construir su vida desde la paradoja del amor, la oración y el perdón, incluso a los enemigos, como la norma central de la vida y la misión.
Hemos visto la postura de Jesús para combatir el legalismo llevando la ley a sus últimas consecuencias, anulando la ley en vigor y cambiando las normas por otras nuevas. En definitiva hemos podido ver cómo, para Jesús, se trata de atenerse al espíritu de la ley y no a la letra de la misma. Ahora nos toca a nosotros actuar de la misma manera como actuó Jesús frente a la ley, dejando todo legalismo alienante que nos lleva a observar ciegamente tantos preceptos religiosos y sociales que no nos dejan vivir en verdadera libertad, que nos encadenan y manipulan, generando en muchas ocasiones hasta la propia muerte.
SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO
3-6. DOMINICOS
Un alma caritativa es un tesoro
Elegimos estas palabras orientativas de los textos litúrgicos de hoy:
En las pruebas y desgracias, los fieles de Macedonia dieron lo que tenían y se
dieron a sí mismos.
Yo, Jesús, os digo: amad a vuestros enemigos; haced siempre el bien.
Cuando la alegría de la fe triunfa en la adversidad, es que Dios está con
nosotros. Cuando el amor, la solidaridad, la justicia imperan en las personas y
pueblos, es que el Evangelio ha tomado posesión de nuestros corazones. Pero muy
pocas veces brilla en el rostro humano y se agita en las manos de los hombres el
resplandor, el fuego, la gracia de un amor profundo. Con frecuencia nos sucede
más bien que hemos de llorar nuestra miseria, pues, si bien acogemos el mensaje
del amor, lo hacemos superficialmente, y no lo aplicamos en nuestra vida. Menos
mal que siempre hay entre nosotros algunos notables paladines de la causa de
Dios y del Reino que nos dan lecciones de fidelidad, entrega, santidad.
Tomemos hoy con calor el mensaje de la celebración litúrgica y su proyección en
la vida personal, comunitaria y social:
En el mundo hay mucha riqueza en pocas manos, y muchas manos llevan a la boca
poco pan.
En nuestro mundo tecnificado hay mucha urgencia en ‘tener y cambiar cosas’, pero
esa urgencia no nos permite disfrutarlas con sosiego, paz, y así encarecen
enormemente la vida.
En el mundo de nuestras relaciones sociales, culturales, comerciales, se ofrecen
muchas apariencias de ‘amistad, colaboración’, pero con frecuencia se ocultan
bajo las apariencias ‘intereses’ que no saben nada de ‘amistad’.
Jesús levantó la bandera del máximo amor, del puro amor, a Dios y a sus
criaturas, los hombres y las cosas; pero el mundo, nosotros, arriamos con
frecuencia esa bandera y volvemos al ‘diente por diente’ o al ‘exterminio del
ofensor o competidor’.
¡Oh Dios! , da fuerza a los buenos, santos y profetas, para que no desmayen en
su lucha por el triunfo del amor, de la caridad, de la verdad. Amén.
Palabra de Dios
II Carta de san Pablo a los corintios 8, 1-9:
“Hermanos: {refiriéndome a la colecta a favor de los fieles de Jerusalén} quiero
informaros del favor que Dios ha dispensado a las iglesias de Macedonia, pues en
las pruebas y desgracias creció su alegría, y su pobreza extrema se desbordó en
generosidad... En verdad os digo que dieron en caridad más de lo que yo
esperaba: se dieron a sí mismos; primero, al Señor, y luego también a mí...
Pues también a vosotros, que abundáis en fe, en palabra, en ciencia, en toda
clase de celo y en amor hacia nosotros, os pido que abundéis en la misma
caridad. Bien sabéis lo generoso que ha sido nuestro Señor Jesucristo que siendo
rico por nosotros se hizo pobres...”
La caridad es el tema, el signo, la palabra inagotable. Donde hay caridad
ardiente, hay limosna material, ayuda espiritual, generosidad de servicio, y
hasta donación de sí mismo a favor de los demás. Pablo se muestra feliz por el
modo como ha actuado la comunidad de Macedonia, y sugiere a la de Corinto que
obre de la misma manera. ¿Y nosotros...?
Evangelio según san Mateo 5, 43-48:
“Jesús siguió hablando a sus discípulos: habéis oído que se dijo: amarás a tu
prójimo y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos,
haced el bien a quienes os aborrecen, y rezad por los que os persiguen y
calumnian.
Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, que hace salir su sol
sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos. Porque si amáis
sólo a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen eso también los
publicanos...”
En estas palabras de Jesús la caridad es amor a todos: a amigos y enemigos,
familiares y extraños, ricos y pobres, sanos y enfermos. El amor-caridad no
tiene límites o fronteras.
Pero su expresión máxima es amar al que no nos ama y nos odia, es decir, dar
amor donde se siembra odio.
Momento de Reflexión
Cristianismo integral.
Reflexionemos primeramente sobre las palabras y actitud de san Pablo. En el
fragmento de su carta dice Pablo que él se ha visto sorprendido por la respuesta
positiva que dieron en Macedonia y en Corinto a su mensaje salvífico en Cristo,
según se comprueba en sus rasgos de generosidad.
Por eso, muy agradecido a ambas comunidades, les encarece que abunden en esa
línea de generosidad, de forma que no cultiven sólo un valor del vivir
cristianismo (como puede ser la fe o la piedad o la justicia o la limosna) sino
que cultiven el conjunto íntegro del vivir en Cristo, con Cristo, para Cristo,
irradiando esa vida hacia los demás.
¿Cómo pueden mostrar ese espíritu de inmediato?
Atendiendo en su necesidad y angustia a la comunidad de Jerusalén que pasa por
muy mala situación económica, que suplica ayuda y pide a todos una mano
misericordiosa. Amar de verdad es amar con obras.
Amar a nuestros enemigos.
El mandamiento del amor es la cumbre; está por encima de cualquier otra actitud;
es la norma del vivir cristiano. Esto queda muy claro.
Pero resulta evidente también, porque así nos lo muestra la experiencia de cada
día, que entre nosotros no todos los hombres nos entendemos y compenetramos de
la misma forma, y que con frecuencia levantamos barreras de separación.
Esto acontece no sólo por motivos de justicia ofendida o de dignidad perdida,
sino también (y muy frecuentemente) por motivaciones superficiales: por
sobreestima de nuestros valores, por prejuicios de color o raza, por categorías
sociales... unir a los hombres, no crear o mantener odios y distancias, educar
en la fraternidad y amistad; hemos de buscar el cambio de actitud en los
corazones para que éstos nos lleven a la amistad y confianza, a la igualdad,
justicia y paz; ganar al corazón que odia y no alimentarlo con su propio
veneno...
Esto supone mucha capacidad de amor y de perdón, de sufrimiento asumido y de
grandeza de corazón. ¿Lo tenemos?
3-7. CLARETIANOS
Queridos amigos y amigas:
Darnos completamente. Este es el reto. Esta es nuestra más profunda vocación. De
ella hablan Pablo (Se dieron más de lo que yo esperaba: se dieron a sí mismos) y
Jesús (Haced el bien a los que os aborrecen y rezad por los que os persiguen y
calumnian).
Pero, ¿por qué hemos de darnos de este modo?
-Porque así se ha dado Cristo, dice Pablo: Bien sabéis lo generoso que ha sido
nuestro Señor Jesucristo: siendo rico, por vosotros se hizo pobre.
-Porque así se da Dios, dice Jesús: Que hace salir su sol sobre malos y buenos y manda la lluvia a justos e injustos.
En una cultura que nos habla de la defensa a ultranza del propio “yo” (mis derechos, mis ideas, mi cuerpo, mi tiempo, mis aficiones, mi dinero), ¿queda algún espacio para que el Dios generoso plante su tienda? No es que seamos increyentes. Somos algo más modesto: idólatras de nuestro yo.
Vuestro hermano en la fe:
Gonzalo (gonzalo@claret.org)
3-8. CLARETIANOS 2002
Queridos amigos:
En el evangelio de San Mateo vamos a ir leyendo estos días fragmentos de aquel
primer discurso que llamamos Sermón del Monte o Sermón de las Bienaventuranzas.
En ellos se nos desgranan las líneas fundamentales de la ética de Jesús. Es una
ética de la interioridad que no se queda en el cumplimiento externo de unas
normas sino que mira al corazón del hombre. Es una ética que no busca el aplauso
y el ser visto y alabado por los hombres sino que vive ante la propia conciencia
y ante Dios que ve en lo escondido. Es una ética de la radicalidad que no se
contenta con los mínimos -no robar, no mentir, no fornicar- sino que brota de
una actitud de generosidad y grandeza de corazón. Como culminación de toda esa
ética, Jesús nos presenta la fuente de donde debe procede esa forma de vivir: el
amor. Un amor que tiene como raíz el amor sin límites de Dios Padre que hace
salir el sol y caer la lluvia sobre los malos y sobre los buenos.
¿Qué quiere decir esto? ¿Qué no debemos recluir a los asesinos y a los delincuentes? No. En manera alguna. Para los delincuentes debe haber un confinamiento, para que no sigan haciendo daño a la sociedad. Debe haber un resarcimiento: que paguen, en lo posible, el mal que han causado. Pero sería antihumano un ensañamiento: no se puede exceder nadie en el castigo. Tendría que darse en los delincuentes un arrepentimiento, para que de esa manera su vida sea restaurada. Por parte nuestra, al final, siempre tendría que existir un acogimiento. ¿Es que no recibe el padre a su hijo descarriado en casa?
Es sumamente importante que las personas y las
sociedades tengan como horizonte esta ética de Jesús. Nos ayuda Él a realizarla.
Vuestro amigo,
Patricio García, cmf (patgaba@hotline.com)
3-9. 2001
COMENTARIO 1
v. 43: 0s han enseñado que se mandó: «Amarás a tu prójimo...» (Lv 19,18) y
odiarás a tu enemigo.
Ultimo y supremo ejemplo de la limpieza de corazón: el amor a los enemigos. En
la frase citada por Jesús al principio, el primer miembro: «amarás a tu prójimo»
es cita de Lv 19,18; el segundo: «odiarás a tu enemigo» pertenece a los
principios esenios (cf. Sal 139,19-22).
vv. 44-47: Pues yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os
persiguen, 45para ser hijos de vuestro Padre del cielo, que hace salir su sol
sobre malos y buenos y manda la lluvia sobre justos e injustos. 46Si queréis
sólo a los que os quieren, ¿qué recompensa merecéis? ¿No hacen eso mismo también
los recaudadores? 47Y si mostráis afecto sólo a vuestra gente, ¿qué hacéis de
extraordinario? ¿No hacen eso mismo también los paganos?
Para los discípulos no hay lugar a distinciones. Ellos, que sufren la
persecución (5,10-12), no pueden dejarse llevar del odio.
Jesús propone unas nuevas relaciones humanas, que excluyen en absoluto la
violencia. En lugar del odio, el deseo del bien (amor, oración).
«Ser hijo de Dios» significa parecerse a él en el modo de obrar (cf. 5,9). Los
discípulos tienen por distintivo el amor universal, no pueden conformarse al uso
de la sociedad (recaudadores, paganos), que discrimina entre amigos y enemigos.
v. 48: Por consiguiente, sed buenos del todo, como es bueno vuestro Padre del
cielo.
Con esta frase Jesús descalifica la «perfección» propuesta por los letrados, que
consistía en la observancia de la Ley. Lo que hace al hombre perfecto (bueno del
todo) y semejante al Padre es el amor que no conoce excepciones.
COMENTARIO 2
Los discípulos han de demostrar una imparcialidad para con los amigos y los
enemigos, idéntica a la que demuestra Dios a la hora de repartir la luz del sol
sobre buenos y malos, y la lluvia sobre justos e injustos; al comportarse de
esta forma providencial a semejanza de Dios, los discípulos justifican con sus
actitudes el título de ser verdaderos hijos de Dios. El amor, dentro del propio
grupo o familia, es un rasgo humano natural y universal. Mateo usa unos términos
que hacen relación a dos grupos despreciados entre los judíos: los publicanos y
los paganos. Al utilizar estos términos, Mateo contradice en cierto modo el
principio que está afirmando; el Evangelio muestra siempre simpatía hacia estas
clases despreciadas. Con un amor hacia dichas clases, los discípulos serán
perfectos al igual que el Padre celestial es perfecto.
El amor hacia los enemigos es el elemento que asegura la integridad de la
doctrina cristiana, es el vértice donde Jesús ha puesto todo el contenido de su
proyecto, cambiando la ley antigua por una norma más exigente, la del amor sin
límites ni restricciones. De esta manera, los discípulos han de construir su
vida desde la paradoja del amor, la oración y el perdón, incluso a los enemigos,
como la norma central de la vida y la misión.
Hemos visto la postura de Jesús para combatir el legalismo llevando la ley a sus
últimas consecuencias, anulando la ley en vigor y cambiando las normas por otras
nuevas. En definitiva, hemos podido ver cómo, para Jesús, se trata de atenerse
al espíritu de la ley y no a la letra de la misma. Ahora nos toca a nosotros
actuar de la misma manera como actuó Jesús frente a la ley, dejando todo
legalismo alienante que nos lleva a observar ciegamente tantos preceptos
religiosos y sociales que no nos dejan vivir en verdadera libertad, que nos
encadenan y manipulan, generando en muchas ocasiones hasta la propia muerte.
1. J. Mateos-F. Camacho, El evangelio de Mateo. Lectura comentada, Ediciones Cristiandad, Madrid
2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)
3-10. 2002
La última de las antítesis, que sirve de
coronación a la enseñanza de Jesús sobre la nueva legislación, se dirige a la
determinación de las personas a las que debe alcanzar el amor de los integrantes
de la comunidad. Como en las anteriores se comienza con una formulación del
precepto antiguo: “Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo”.
Esta doble formulación no se encuentra expresada de este modo en la antigua
legislación. Su primera parte referida al prójimo puede leerse en Lv 19,18. En
la comprensión de Israel, el prójimo es todo integrante del pueblo, el
compatriota perteneciente al mismo pueblo de Dios y con quien es necesario crear
lazos de comunión para la construcción de la historia salvífica.
Un mandato de odio, tal como aparece en la segunda parte de la formulación, no
se encuentra en la legislación israelita. La forma verbal empleada puede
perfectamente traducirse como “podrás odiar a tu enemigo”. Pero de la obligación
de amar al prójimo frecuentemente se sacaba la consecuencia más extrema frente a
quienes no eran integrantes del pueblo: los miembros de los pueblos vecinos y
los enemigos declarados de Dios y de su alianza eran objeto del odio del fiel
israelita.
La nueva propuesta amplía el círculo de los destinatarios del amor. La realidad
no puede desconocer que la existencia de la comunidad cristiana suscita por su
mismo estilo de vida oposición y agresividad. En su horizonte siempre es posible
descubrir la presencia de enemigos y perseguidores. Y sin embargo, se exige que
ellos sean incluidos en el amor de los integrantes de la comunidad. Y esto hasta
tal punto que también ellos estén presentes en la oración de los creyentes.
El negar de esta forma toda limitación al amor cristiano, la exigencia de su
universalización se fundamenta en la universalidad del acción benéfica de Dios,
que debe ser considerado por los miembros de la comunidad primeramente y sobre
todo como Padre.
Esta característica de Dios había sido revelada ya respecto a los que “obran la
paz”(5, 9), y su reconocimiento aparecía ligado a las buenas obras de los
integrantes de la comunidad (5, 16). A partir de aquí dominará el discurso de
Jesús hasta el final del capítulo sexto (5, 45.48; 6, 1.4.6.8.9.14.15.18.26.32).
El descubrimiento de la filiación implica una exigencia de comportamiento, una
fidelidad que lleva al creyente a expresar adecuadamente la herencia recibida.
Dios, en quien su vida se ha originado, es aquel que es capaz de hacer salir el
sol y dar la lluvia para todos, buenos y malos, justos e injustos.
La no-exclusión de ningún ser humano de la acción benéfica divina fundamenta la
realización de acciones completas , perfectas, derivada de la perfección del
Padre (v. 48). Y también fundamenta el llamado a realizar acciones “perfectas”
por parte de los miembros de la comunidad cristiana.
Este se convierte el carácter distintivo de reconocimiento frente al
comportamiento de publicanos y paganos. Los primeros aman a quienes los aman,
los segundos saludan a los de su misma condición. La justicia cristiana exige
algo más para su realización perfecta: la semejanza al Padre que lleva a
realizar las propias acciones benéficas en favor de todo hombre y mujer.
Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)
3-11. Martes 17 de junio de 2003
2 Cor 8, 1-9: Cristo se hizo pobre por nosotros
Salmo: 145, 2.5-9
Mt 5, 43-48: Amen a sus enemigos y recen por los que los persiguen
Estamos tan acostumbrados a la imagen de un Dios que premia a los buenos y castiga a los malos, que textos como éste del sermón de la montaña llaman profundamente la atención. Lo que estaba mandado es lo normal: amar al prójimo y odiar al enemigo. Así se comporta la gente por lo común. Se ama a aquél de quien se puede recibir algo a cambio; se odia a quien busca nuestro mal, al enemigo. El mandato del amor, citado por Jesús, está tomado al pie de la letra del libro del Levítico (19,18): “No serás vengativo ni guardarás rencor a tus conciudadanos. Amarás al prójimo como a ti mismo. Yo soy el Señor”; según este texto, la frontera del amor termina en los conciudadanos. Sin embargo, el mandato de odiar al enemigo, citado por Jesús, no se encuentra en la Biblia formulado así, sino que proviene de los esenios, grupo judío purista y disconforme con las prácticas judías de la época, especialmente con las de los sacerdotes y el templo, por considerarlas corruptas. En la Biblia hay, no obstante, textos cuyo espíritu apunta a este mandamiento. Así en el salmo 139, 19-22 el salmista ora así: “Dios mío, si matases al malvado, si se apartasen de mí los asesinos que hablan de ti pérfidamente y se rebelan en vano contra ti... ¿No aborreceré, Señor, a los que te aborrecen, no me repugnarán los que se te rebelan? Los odio con odio implacable, los tengo por enemigos”. Para el salmista hay que odiar hasta la muerte a los enemigos de Dios que, por ello, lo son también del salmista. Jesús no está de acuerdo con el mandamiento del odio. Y como una formulación extrema proclama un amor sorprendente, sin barreras, que no excluye, llegado el caso, ni siquiera al propio enemigo. De este modo se imita a un Dios Padre de todos que da sol (vida) y lluvia (fecundidad) a todos por igual. Incomprensible Dios de Jesús que nos enseña el único camino posible para acabar con la ola de venganza y de odio que inunda el mundo: el amor y la oración. Porque, por supuesto, hay que pedir a Dios que cambie también el corazón del enemigo y que convierta su odio en amor para que contribuya de este modo a crear una sociedad nueva, a implantar en el suelo el reino de los cielos. Sólo así podremos llegar a ser hijos de Dios, esto es, semejantes a él, o lo que es igual, buenos del todo como él.
SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO
3-12. ACI DIGITAL 2003
43. Odiarás a tu enemigo: Importa mucho aclarar
que esto jamás fue precepto de Moisés, sino deducción teológica de los rabinos
que "a causa de sus tradiciones habían quebrantado los mandamientos de Dios"
(15, 9 ss.; Marc. 7, 7 ss.) y a quienes Jesús recuerda la misericordia con
palabras del A. T. (9, 3; 12, 7). El mismo Jesús nos enseña que Yahvé - el gran
"Yo soy" - cuya voluntad se expresa en el Antiguo Testamento, es su Padre (Juan
8, 54) y no ciertamente menos santo que El, puesto que todo lo que El tiene lo
recibe del Padre (11, 27), al cual nos da precisamente por Modelo de la caridad
evangélica, revelándonos que en la misericordia está la suma perfección del
Padre (5, 48 y Luc. 6, 35). Esta misericordia abunda en cada página del A. T. y
se le prescribe a Israel, no sólo para con el prójimo (Ex. 20, 16; 22, 26; Lev.
19, 18; Deut. 15, 12; 27, 17; Prov. 3, 28, etc.), sino también con el extranjero
(Ex. 22, 21; 23, 9; Lev. 19, 33; Deut. 1, 16; 10, 18; 23, 7; 24, 14; Mal. 3, 5,
etc.). Véase la doctrina de David en S. 57, 5 y nota. Lo que hay es que Israel
era un pueblo privilegiado, cosa que hoy nos cuesta imaginar, y los extranjeros
estaban naturalmente excluidos de su comunidad mientras no se circuncidaban (Ex.
12, 43; Lev. 22, 10; Núm. 1, 51; Ez. 44, 9), y no podían llegar a ser sacerdote,
ni rey (Núm. 18, 7; Deut. 17, 15), ni casarse con los hijos de Israel (Ex. 34,
16; Deut. 7, 3; 25, 5; Esdr. 10, 2; Neh. 13, 27). Todo esto era ordenado por el
mismo Dios para preservar de la idolatría y mantener los privilegios del pueblo
escogido y teocrático (cf. Deut. 23, 1 ss.), lo cual desaparecería desde que
Jesús aboliese la teocracia, separando lo del César y lo de Dios. Los
extranjeros residentes eran asimilados a los israelitas en cuanto a su sujeción
a las leyes (Lev. 17, 10; 24, 16; Núm. 19, 10; 35, 15; Deut. 31, 12; Jos. 8,
33); pero a los pueblos perversos como los amalecitas (Ex. 17, 14; Deut. 25,
19), Dios mandaba destruirlos por ser enemigos del pueblo Suyo (cf. S. 104, 14
ss. y nota). ¡Ay de nosotros si pensamos mal de Dios (Sab. 1, 1) y nos atrevemos
a juzgarlo en su libertad soberana! (cf. S. 147, 9 y nota). Aspiremos a la
bienaventuranza de no escandalizarnos del Hijo (11, 6 y nota) ni del Padre (Juec.
1, 28; 3, 22; I Rey. 15, 2 ss). "Cuidado con querer ser más bueno que Dios y
tener tanta caridad con los hombres, que condenemos a Aquel que entregó su Hijo
por nosotros".
44. Como se ve, el perdón y el amor a los enemigos es la nota característica del
cristianismo. Da a la caridad fraterna su verdadera fisonomía, que es la
misericordia, la cual, como lo confirmó Jesús en su Mandamiento Nuevo (Juan 13,
34 y 15, 12), consiste en la imitación de su amor misericordioso. El cristiano,
nacido de Dios por la fe, se hace coheredero de Cristo por la caridad (Lev. 19,
18; Luc. 6, 27; 23, 34; Hech. 7, 59; Rom. 12, 20).
48. Debe notarse que este pasaje se complementa con el de Luc. 6, 36. Aquí Jesús
nos ofrece como modelo de perfección al Padre Celestial, que es bueno también
con los que obran como enemigos suyos, y allí se aclara y confirma que, en el
concepto de Jesús, esa perfección que hemos de imitar en el divino Padre,
consiste en la misericordia (Ef. 2, 4; 4, 32; Col. 3, 13). Y ¿por qué no dice
aquí imitar al Hijo? Porque el Hijo como hombre es constante imitador del Padre,
como nos repite tantas veces Jesús (Juan, 5, 19 s. y 30; 12, 44 s. y 49; etc.),
y adora al Padre, a quien todo lo debe. Sólo el Padre no debe a nadie, porque
todo y todos proceden de Él (Juan 14, 28 y nota: Acabáis de oírme decir: "Me voy
y volveré a vosotros". Si me amaseis, os alegraríais de que voy al Padre, porque
el Padre es más grande que Yo.
El Padre es más grande que Yo significa que el Padre es el origen y el Hijo la derivación. Como dice S. Hilario, el Padre no es mayor que el Hijo en poder, eternidad o grandeza, sino en razón de que es principio del Hijo, a quien da la vida. Porque el Padre nada recibe de otro alguno, mas el Hijo recibe su naturaleza del Padre por eterna generación, sin que ello implique imperfección en el Hijo. De ahí la inmensa gratitud de Jesús y su constante obediencia y adoración del Padre. Un buen hijo, aunque sea adulto y tan poderoso como su padre, siempre lo mirará como a superior. Tal fue la constante característica de Jesús (4, 34; 6, 38; 12, 49 s.; 17, 25, etc.), también cuando, como Verbo eterno, era la Palabra creadora y Sabiduría del Padre (1, 2; Prov. 8, 22 ss.; Sab. 7, 26; 8, 3; Ecli. 24, 12 ss., etc.). Véase 5, 48; Mat. 24, 36; Marc. 13, 32; Hech. 1, 7; I Cor. 15, 28. El Hijo como hombre es menor que el Padre).
3-13.
Comentario: Rev. D. Iñaki Ballbé i Turu
(Rubí-Barcelona, España)
«Sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial»
Hoy, Cristo nos invita a amar. Amar sin medida, que es la medida del Amor
verdadero. Dios es Amor, «que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover
sobre justos e injustos» (Mt 5,45). Y el hombre, chispa de Dios, ha de luchar
para asemejarse a Él cada día, «para que seáis hijos de vuestro Padre
celestial». ¿Dónde encontramos el rostro de Cristo? En los otros, en el prójimo
más cercano. Es muy fácil compadecerse de los niños hambrientos de Etiopía
cuando los vemos por la TV, o de los inmigrantes que llegan cada día a nuestras
playas. Pero, ¿y los de casa? ¿Y nuestros compañeros de trabajo? ¿Y aquella
parienta lejana que está sola y que podríamos ir a hacerle un rato de compañía?
Los otros, ¿cómo los tratamos? ¿Cómo los amamos? ¿Qué actos de servicio
concretos tenemos con ellos cada día?
Es muy fácil amar a quien nos ama. Pero el Señor nos invita a ir más allá,
porque «si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa vais a tener?» (Mt 5,46).
¡Amar a nuestros enemigos! Amar aquellas personas que sabemos —con certeza— que
nunca nos devolverán ni el afecto, ni la sonrisa, ni aquel favor. Sencillamente
porque nos ignoran. El cristiano, todo cristiano, no puede amar de manera
“interesada”; no ha de dar un trozo de pan, una limosna al del semáforo. Se ha
de dar él mismo. El Señor, muriéndose en la Cruz, perdona a quienes le
crucifican. Ni un reproche, ni una queja, ni un mal gesto...
Amar sin esperar nada a cambio. A la hora de amar tenemos que enterrar las
calculadoras. La perfección es amar sin medida. La perfección la tenemos en
nuestras manos en medio del mundo, en medio de nuestras ocupaciones diarias.
Haciendo lo que toca en cada momento, no lo que nos viene de gusto. La Madre de
Dios, en las bodas de Caná de Galilea, se da cuenta de que los invitados no
tienen vino. Y se avanza. Y le pide al Señor que haga el milagro. Pidámosle hoy
el milagro de saberlo descubrir en las necesidades de los otros.
3-14.
Autor: Elí Marín
Reflexión
Amar a todos. Amar a ejemplo del Señor. Este es el resumen del mensaje que
Cristo ha traído al mundo. Cristo nos pone primero el ejemplo de su Padre que
hace el bien sobre buenos y malos.
Cristo mismo desde la cruz me enseña el valor redentor del amor. Más aún, todos
los días en cualquier sagrario el amor de Cristo, hecho pan, está presente para
ser consuelo de justos y pecadores.
Ciertamente no podemos quedar indiferentes ante la magnitud del amor de Cristo.
Tomemos su invitación, hagámosla nuestra: “sed perfectos como vuestro Padre
celestial es perfecto”. ¡Qué gran invitación! Encierra, en pocas palabras, el
camino de la santidad, de nuestra salvación, la forma para acercarse a Dios.
Pero, ¿cómo ser santo hoy, en mi sociedad? ¿cómo llegar a Dios en el ambiente en
que vivo? La forma más fácil es imitando al mismo Dios que es amor (1Jn 4, 8).
Amando como auténtico cristiano a mi prójimo que es el vecino, el compañero de
estudios o trabajo, el empleado de limpieza con el que me encuentro, etc.
Todos los días me encuentro con una multitud de prójimos y con la oportunidad de
amar a ejemplo del Señor y empezar o continuar el camino de la santidad.
3-15.
Reflexión
Con estas palabras termina Mateo este capítulo para indicar con claridad que ser
cristiano es algo totalmente distinto a todo lo demás. No se trata pues de una
filosofía, ni de una religión en sí misma, sino de un estilo diferente de ser,
de vivir y de pensar. El ser bueno con los que nos tratan bien, el orar por los
que son parte de nuestra familia, el llevar buenas relaciones con los que nos
corresponden en le trato, no tiene ningún mérito... esto es la manera normal de
comportarse. El cristiano es diferente y esto es lo que llama la atención de los
demás. Cuando en nuestra oficina o en nuestro medio nos encontramos con personas
difíciles de tratar, cuando nuestro propio jefe o alguien del Staff nos hace la
vida pesada, es precisamente el momento de mostrar nuestra realidad “en Cristo”.
Nadie, por ciego que sea, pasará desapercibido cuando un cristiano es insultado
o perseguido por ser bueno, compasivo y justo, y ante la agresión devuelve
siempre una sonrisa o un gesto de amor; nadie pasará desapercibido el semblante
sereno y pacífico de aquellos que viven en el amor de Dios y no dan cabida al
odio o al rencor. Jesús, no nos dio opciones pues dijo: “Sean perfectos”. La
respuesta es tuya.
Que pases un día lleno del amor de Dios.
Como María, todo por Jesús y para Jesús
Pbro. Ernesto María Caro
3-16. DOMINICOS 2004
Yo os digo, amad a vuestros enemigos
Como era de suponer, en el relato del libro de los Reyes hoy se nos dice que
Ajab tomó en posesión la viña de Nabot, y que quedó agradecido al perverso
corazón de su esposa Jezabel. Mal gobernante. Mala conciencia.
Enterado de esa fechoría, el profeta Elías denunció su iniquidad en nombre de
Yhavé, y cumplió muy dignamente la misión profética, anunciando a Ajab que los
delitos arrastran graves consecuencias, y que al país y reino le sobrevendrían
duros castigos. Ajab, odiándolo, pero atemorizado por sus amenazas y fustigado
por el grito de su conciencia, acabó arrepintiéndose de su conducta, y fue
perdonado por Dios.
¡Qué fácil es decirlo con un corazón frío! ¿No hubiéramos preferido que Ajab
sufriera el castigo en la tierra? Esa actitud no sería cristiana. Nos lo dice
Jesús en la Evangelio del día. Hay que amar incluso a los enemigos y hay que
alegrarse de su conversión, aunque algunas fechorías cometidas ya no tengan
arreglo, como la sangre derramada de Nabot.
La luz de Dios y su mensaje en la Biblia
Primer libro de los Reyes 21, 17-29:
“Muerto Nabot, el Señor se dirigió a Elías: Vete al encuentro de Ajab, en
Samaría. Está en la viña de Nabot. Dile: así dice el Señor...: “en el mismo
sitio en que los perros han lamido la sangre de Nabot, también los perros
lamerán tu sangre”.
Ajab dijo a Elías: ¡con que me has sorprendido, enemigo mío! Elías repuso: ¡te
he sorprendido!... Aquí estoy para castigarte; te dejaré sin descendencia, y
exterminaré todo israelita varón, sea esclavo o libre...
Cuando Ajab oyó esas palabras, se rasgó las vestiduras, se vistió un sayal y
ayunó; se acostaba con el sayal puesto y andaba taciturno. Entonces el Señor
dirigió la palabra a Elías: ¿has visto cómo se ha humillado Ajab ante mí? Pues,
por haberse humillado, no le castigaré mientras viva...”
Evangelio según san Mateo 5, 43-48:
“Jesús siguió hablando a sus discípulos: habéis oído que se dijo: amarás a tu
prójimo y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos,
haced el bien a quienes os aborrecen, y rezad por los que os persiguen y
calumnian.
Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, que hace salir su sol
sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos. Porque si amáis
sólo a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen eso también los
publicanos...?”
Reflexión para este día
Dios bendiga a los profetas de cualquier pueblo y religión.
Al escuchar la severa amonestación y denuncia que hace Elías a su rey
reconozcamos y alabemos el papel que en la historia de Israel, y en toda la
historia de la humanidad, ha correspondido a una élite de hombres de espíritu
que llamamos “profetas”. Pensémoslo bien. Ante la fragilidad y miseria humana,
que nos arrastra hacia nuestros propios intereses, aunque lastimen la dignidad
de los demás, ¿no es necesario que haya despertadores de la conciencia con voz y
gestos que nos devuelvan al buen camino de la honestidad?
Natán frente a David, Elías frente Ajab, Lutero King frente a la injusticia de
la sociedad americana para con los emigrantes y negros, Monseñor Romero frente a
los atropellos de El Salvador... ¿No son voceros de la conciencia universal y de
las exigencias del Reino de Dios?
Tratemos de estar tú y yo al lado de los profetas que defienden a pobres
honrados, a buscadores de trabajo, a mensajeros de la verdad... Si lo hacemos,
estaremos cumpliendo el mandamiento del amor, por encima de cualquier otra
consideración mezquina. No pongamos barreras entre nosotros, los hombres. La
vocación del cristianismo es no separarlos sino unirlos, no es crear odios ni
mantenerlos sino buscar caminos de comunión Esto supone mucha capacidad de amor
y de perdón, de sufrimiento asumido y de grandeza de corazón.
3-17. CLARETIANOS 2004
“Amad a vuestros enemigos
y orad por los que os persiguen”
Jesús parece partir del supuesto de que todos tenemos “enemigos”. Por desgracia
este supuesto lo confirma nuestra propia historia. ¿Quién no tiene archivado en
el disco duro de la memoria su lista personal, más o menos larga, de enemigos?
Se ha llegado a decir que “enemigo” es una palabra sin la cual no se puede
escribir la historia, ni siquiera la historia bíblica. Es verdad. Desde que
existieron dos hermanos sobre la haz de la tierra –Caín y Abel-, llevamos
inscrita en algún lugar de nuestras entrañas la incurable costumbre de
enemistarnos. Podemos hacer un recuento de anécdotas personales y desempolvar
así todo ese inútil sufrimiento causado por la violencia, los sentimientos
heridos y, sobre todo, el miedo, el horror ante la amenaza que el otro
representa.
Frente a esa generalizada y asfixiante realidad, Jesús se atreve a proponernos
lo inédito: “Atrévete a amar a quien ni te ama, ni se lo merece”. Pero, ¿es
posible amar así? Si no se intenta, no se sabrá jamás. La historia nos habla de
personas que lo intentaron y... ¡resultó! ¿Cómo consiguieron auparse sobre el
resentimiento y la venganza? Lo lograron dejándose empujar por aquella misma
fuerza secreta que movía desde dentro a Jesús. Intentaron lo imposible y
llegaron a lo imprevisible. Su arma secreta la tenían dentro. Con razón dice
aquel proverbio africano: “Si no tienes un enemigo dentro, poco podrán los de
fuera”. ¿A qué nos lleva esta enseñanza evangélica?
A pedir al Espíritu Santo que nos conduzca al interior del enemigo para
descubrir que en su corazón no es un perverso repugnante, sino alguien que se
equivoca. No sabe lo que hace. Actúa mal por ignorancia. Si alguien le dijera la
verdad... Lo que nos hace hermanos -o enemigos- no es el hecho de tener dos
ojos, sino nuestra forma de mirar.
A amar en serio, sin sentimentalismos bobalicones, con iniciativas, con obras, dando el primer paso. Amar es adelantarse. Y debo empezar yo, sin esperar a que sea el otro quien comience. La esencia del amor cristiano es el amor a los enemigos; o sea a aquellos que no quieren comenzar.
A descubrir que, en no pocos casos, no es que sean los demás nuestros enemigos,
sino que somos nosotros quienes nos situamos enfrente de ellos. A veces ellos ni
se enteran de la peligrosa temperatura de nuestro odio contenido. Orar por los
enemigos es buen aliviadero del resentimiento. Una cura de oración limpia
nuestros ojos interiores.
Sería un buen ejercicio para el día de hoy que pudiésemos repasar esa lista escondida de personas a las que consideramos como enemigos, sentados a los pies de un Crucificado. Y, con este recuerdo doloroso de rostros y episodios, releer este evangelio hasta dejarnos convencer y convertir por el Dios de las heridas. Sería nuestra modesta pero eficaz colaboración para sofocar la cruel e interminable amenaza de los odios y las guerras. Y así haremos del enemigo el mejor de los maestros que encontramos en nuestra vida.
Juan Carlos Martos
(martoscmf@claret.org)
3-18. 2004
LECTURAS: 1RE 21, 17-29; SAL 50; MT 5, 43-48
1Re. 21, 17-29. El Pecado es un mal intolerable en razón de que destruye en
nosotros la vida, pues nos hace cortar nuestras relaciones con el Dios de la
Vida y nos aleja de la Casa Paterna; porque nos hace perder nuestra relación
fraterna con el prójimo y verlo como enemigo, a quien tratamos de eliminar para
lograr nuestros intereses turbios o egoístas. Puesto que este mal no puede
superarse sólo con nuestra voluntad, dañada por el pecado e inclinada al mal,
Dios nos envió a su propio Hijo no sólo para el perdón de nuestros pecados, sino
para que, quienes creamos en Él, en Él tengamos Vida eterna. Sin embargo,
sabiendo que muchas veces el mal y nuestra propia concupiscencia están a la
puerta, acechando como fieras que nos codician, el Señor, sabiendo que somos
frágiles y que no podemos dominarlos por nosotros mismos, nos comunicó su
Espíritu Santo, para que nos fortalezca y podamos dar testimonio firme, seguro y
valiente, de una vida renovada en Cristo. A pesar de nuestras grandes miserias y
pecados, volvamos a Dios con un corazón humillado y contrito. Y Él se llenará de
celo por nosotros, nos perdonará y nos protegerá para conducirnos sanos y salvos
a su Reino celestial.
Sal. 50. El Rey David era un ungido del Señor. El Espíritu
de Dios reposaba sobre él, como consagrado a Dios. Sin embargo, a causa de su
crimen y pecado se hizo reo en la presencia de Dios; y, llamado a la conversión
no se dejó dominar por la obstinación al pecado, sino que se humilló en la
presencia del Señor y pidió perdón con humildad. El Señor se inclina, con gran
amor y misericordia, ante el corazón arrepentido y humillado para lavarlo bien
de todos sus delitos y purificarlo de sus pecados. Él no nos creó para
condenarnos, sino para salvarnos. Sabiendo que, a pesar de estar consagrados a
Dios por medio del Bautismo, muchas veces nos hemos alejado de Él haciendo el
mal, Él quiere que estemos eternamente en su presencia, santos como Él es Santo.
Dios, por medio de su Hijo, ha salido al encuentro del pecador para liberarlo
del mal y llevarlo de retorno a la Casa Paterna. Aprovechemos la oportunidad que
nos da nuestro Dios y Padre por medio de su Hijo Jesús.
Mt. 5, 43-48. El criterio para amar a nuestro prójimo, como hermano nuestro, es
el amor con que el Padre Dios nos ha amado. Los que hemos sido hechos hijos
suyos; los que hemos sido hechos de su linaje, debemos transparentar, desde
nuestra propia vida, la Vida de Dios. El Padre Dios no sólo nos ofrece el perdón
por medio del Misterio Pascual de su Hijo Jesús, sino que, a quienes retornamos
a Él contritos y humillados, nos vuelve a amar como un Padre que no recuerda ya
aquella maldad que, con lealtad, ha perdonado, pues quien al perdonar sigue
recordando las faltas del perdonado, finalmente no ama en verdad a su prójimo.
Orar por quienes nos persiguen es tanto como manifestar, desde nosotros, el amor
que Dios tiene a todos y que no desea la muerte ni la condenación de alguna
persona, sino que quiere que todos se conviertan y se salven. Proceder de esta
manera será manifestar, desde nosotros, la perfección del amor de Dios. Esa es
la Misión que se le ha encomendado a la Iglesia cuando se le envió a proclamar
el Evangelio a todas las naciones para el perdón de los pecados y a bautizarlas
para consagrarlas al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Acudimos a la Eucaristía porque reconocemos el gran amor que el Padre Dios nos
tiene; porque siempre nos ha perdonado nuestros pecados; porque continúa
llamándonos para que estemos con Él eternamente. Por eso le damos gracias
mediante la celebración de la Eucaristía. Pero no sólo le damos gracias por este
magnífico Don, sino que queremos hacerlo nuestro. Sabemos que, mientras
continuamos nuestro camino por este mundo, seguimos siendo acosados por la
maldad y por nuestra propia concupiscencia. Venimos ante el Señor para pedirle,
con toda sinceridad, que no nos deje caer en la tentación y que nos libre del
malo. Esta obra de salvación, y el llevarla a su perfección en nosotros, no es
obra nuestra, sino la Obra de Dios en nosotros. Por eso venimos ante el Señor
para que nos llene de su Gracia y de su Espíritu, y vayamos, así, a dar
testimonio del amor que el Señor nos ha manifestado en esta Celebración
Eucarística.
El amor hacia nuestros hermanos lo hemos de vivir tras las huellas de Cristo y
bajo la inspiración del Espíritu Santo, que Dios ha infundido en nuestros
corazones. Muchas veces somos víctimas de conciencias llenas de injusticias, de
egoísmos, de desequilibrios causados por la riqueza o por el poder mal
utilizados, o mal centrados en la vida de quienes los poseen. Muchas veces
podrían querernos dominar sentimientos de odio, de venganza, de persecución y de
muerte, queriendo dar cabida en nosotros a la antigua Ley del Talión: Ojo por
ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, moretón por moretón. Tal vez
actuando bajo ese criterio lo único que lograríamos sería enrolarnos en una
continua espiral de violencia, que terminaría dañándonos a todos. No olvidando
que el llamado a la santidad es un llamado universal, no podemos excluir a
alguien para que deje de verse beneficiado de la oferta de salvación que Dios
hace a todos. Por eso a todos hemos de anunciar, con lealtad y con un amor
sincero, el Evangelio de salvación. Y a quienes nos persigan debemos
responderles con nuestro perdón, con nuestra capacidad de un diálogo fraterno,
con nuestra oración sincera por ellos, para que también ellos se encuentren con
el Señor, retornen al camino del bien, dejen de hacer el mal y, juntos,
construyamos ya desde ahora, el Reino de Dios entre nosotros, hasta que, juntos
como hermanos, disfrutemos de él eternamente.
Que Dios nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra
Madre, la gracia no sólo de hacer el bien a todos, sino de amar a nuestro
prójimo en la misma forma como Dios nos ha amado a nosotros. Amén.
www.homiliacatolica.com
3-19. Fray Nelson Martes 14 de Junio de 2005
Temas de las lecturas: Cristo se hizo pobre por ustedes * Amen a sus enemigos.
1. Razones para una colecta
1.1 Uno de los varios objetivos que Pablo tenía en la que nosotros llamamos
"Segunda Carta a los Corintios" es motivar a estos fieles cristianos a mostrar
su solidaridad económica a través de un proyecto grande: una colecta para apoyar
a los cristianos de Palestina.
1.2 Pablo amó mucho ese proyecto, según podemos entender de sus escritos, y ello
seguramente se debía a que veía en él algo más que una recolección y
distribución de limosnas. La manera como hace propaganda a la idea y el espacio
que le dedica en sus epístolas indica que, aunque sus destinatarios no lo
tuviesen quizá tan claro, él sí sabía que no era asunto sólo de dineros.
1.3 Esta gran colecta era entre otras cosas un signo visible de unidad. Y esto,
ya hermoso en sí mismo, se hacía más significativo por una circunstancia: se
trataba de la unidad entre los convertidos del judaísmo y los convertidos del
paganismo. Cuando uno ha conocido un poco los niveles descomunales de prejuicio
y mutuo desprecio que durante siglos se habían levantado entre judíos y paganos,
no puede sino admirar el proyecto del apóstol. Se trataba ni más ni menos que de
aprender a dar signos claros de presencia solidaria y de apoyo generoso, allí
donde antes sólo habían germinado el odio, la ironía y el resentimiento.
1.4 Y es interesante también ver cómo argumenta Pablo su petición. Ante todo,
quiere que los fieles sean conscientes para descubrir el bien recibido. Sin
humillarlos les recuerda los tesoros que han llegado a sus vidas por el
ministerio del Evangelio, porque sabe que sólo puede dar el que ha recibido.
1.5 Toda esta escena de vida cristiana del siglo I es un manantial de enseñanzas
aplicables a nuestra vida, dos mil años después. En todo esto aprendemos que el
amor debe dar señales, que las comunidades de creyentes deben apoyarse y que
toda contribución verdadera y generosa nace de descubrir cuánto nos ha
enriquecido el amor de Dios en Cristo Jesús.
2. Amar a los que no nos aman
2.1 Si uno medita en el misterio de la gracia pronto descubre dos cosas: que es
deleitable recibirla pero parece imposible comunicarla. Quiero decir: es hermoso
sentirse uno amado sin merecerlo pero es difícil amar a alguien si creemos que
no se lo merece.
2.2 El evangelio de hoy en cierto modo nos enfrenta con esa paradoja de nuestro
comportamiento: queremos gracia pero nos cuesta "ser" gracia.
2.3 Éramos enemigos de Dios por nuestras rebeldías y pecados, pero no por ello
Dios dejó de amarnos ni de buscar nuestro bien. Ahora, que hemos sido amados y
redimidos, viene la pregunta: ¿estamos dispuestos a amar y buscar el bien de los
que se portan como enemigos nuestros? ¿Vamos, sí o no, a manifestar de qué amor
hemos nacido?
3-20