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1.

El tema de este domingo es de alegria y gozo en la perspectiva de una realidad salvífica  esperada, pero ya "misteriosamente" presente. En este clima se mueve la primera lectura y  el salmo responsorial. La segunda lectura es una invitación a la alegría y el evangelio nos  presenta el motivo o fundamento de la misma: la venida del Señor. Presencia real y  operante aunque pocos sabrán apreciarla y tomar conciencia de que "en medio de vosotros  está uno que no conocéis". La misión del Bautista es dar testimonio del Mesías que viene.

P. FRANQUESA
MISA DOMINICAL 1984/24


2. /Jn/15/10-11   ALEGRIA/CZ

La alegría es uno de los principales temas de las Escrituras; se le encuentra por todas  partes en el A. y en el N.T. El mensaje de la Biblia es profundamente optimista: Dios quiere  la felicidad de los hombres; su éxito, su expansión, los quiere colmados de abundancia y de  plenitud. La alegría traduce, en el hombre, la conciencia de una realización ya efectiva o  todavía por venir.

El mundo actual apenas conoce esta alegría integral, que supone una profunda  unificación del ser en la línea de su existencia según Dios. Hay algunas alegrías propias del  hombre moderno, por ejemplo, la que procura la transformación de la naturaleza. Pero estas  alegrías quedan reservadas a unos pocos e incluso, generalmente, son dudosas. La mayor  parte de los hombres buscan la alegría en la evasión, el sueño y el placer, y aceptan una vida cotidiana sin relieve y sin sentido. Las más de las veces el hombre se encuentra  destrozado en todos los sentidos, y muy pocos son los que llegan a unir los múltiples hilos  de existencia concreta.

Los cristianos deben saber que la Buena Nueva de la Salvación es un mensaje de alegría.  En un mundo rico en posibilidades, pero, al mismo tiempo, sometido a contradicciones y  tenido como absurdo por algunos, deben comunicar a los que se encuentran a su alrededor  la alegría que ellos viven: una alegría extraordinariamente realista y que expresa su certeza,  basada en la victoria de Cristo, de que el futuro de la humanidad se irá construyendo a  través de dificultades y contradicciones aparentes. El mundo no es absurdo, ya que Dios lo  ama, y el principio vital de su éxito se nos ha dado una vez por todas en JC. (...) La alegría  adquiere mayor profundidad a medida que deja de estar ligada a la posesión de un bien.  Yahvé reserva la verdadera alegría a los que se hacen pobres ante Él y lo esperan todo de  su Dios y de la fidelidad a su Ley. Nada puede entonces empañar esta alegría: ni la  angustia, ni el sufrimiento que, al contrario, pueden fomentarla. La alegría de Yahvé es la  fuerza de aquellos que le buscan. (...) Además, esta alegría tiene su fuente en el mismo  Mesías: Jesús ofrece una alegría que es la suya y que ha engendrado en Él la entrega total  de Sí y la obediencia perfecta al Padre; pero sólo reciben esta alegría aquellos que, a su  vez, observan el mandamiento nuevo del amor sin límites. "Si observáis mis mandamientos,  permaneceréis en mi amor, como Yo he observado los mandamientos de mi Padre y  permanezco en su amor. Os digo esto para que mi alegría esté en vosotros y para que  vuestra alegría sea perfecta" (Jn 15, 10-11).

La alegría del Evangelio es una alegría que viene de lo Alto, pero que, al mismo tiempo,  debe surgir de un corazón de hombre: es una alegría divino-humana. Jesús es el iniciador  definitivo de esta alegría: esta alegría es pascual, ya que está, necesariamente, ligada al  acto último por el que Jesús expresa su obediencia al Padre dando su vida por todos los  hombres. (...) La alegría que experimentan los cristianos se traduce espontáneamente en  acción de gracias, ya que la salvación por la que se alegran es, en primer lugar y ante todo,  un don. Esta dimensión de su alegría es completamente esencial: los cristianos saben que  el triunfo definitivo de la aventura humana depende radicalmente de la misericordia  obsequiosa de Dios Padre. "En esto consiste su amor: no en que nosotros hayamos amado  a Dios, sino que Él nos ha amado a nosotros..." (/1Jn/04/10). El Magnificat de la Virgen  María expresa maravillosamente la tonalidad fundamental de la alegría cristiana. (...) La  alegría en el sufrimiento -que puede llegar hasta el martirio- es el signo por excelencia de la  autenticidad cristiana. Esta alegría en manera alguna está dictada por ningún fanatismo;  sólo ella hace palpable un secreto cumplimiento; manifiesta que, en la experiencia, el  camino real de la cruz conduce a la única vida que puede colmar al hombre. La alegría en  el sufrimiento no es una alegría espontánea: sólo puede engendrarla una obediencia al  Padre cada vez más perfecta. Esta alegría expresa la absoluta certeza de que este camino  de obediencia perfecta completa verdaderamente al hombre. De esta manera, lo importante  para el cristiano no es estar con frecuencia con alegría, sino el ser siempre alegre. La  alegría cristiana debe ser una alegría constante; en esta constancia es donde radica su  especificidad. (...) 

-La alegría de la participación eucarística.

La celebración eucarística constituye uno de los terrenos privilegiados en que debe  comunicarse y experimentarse, de alguna manera, la verdadera alegría. La ambición que  persigue la Iglesia al reunir a sus fieles en torno a las dos mesas de la Palabra y del Pan es  hacerles vivir por anticipado la salvación propia del Reino y la fraternidad sin límites que  lleva consigo. En este sentido, la participación eucarística es objetivamente fuente de  alegría.

Pero ni qué decir tiene que la celebración eucarística no es automáticamente ese  terreno privilegiado. Para que lo sea, es preciso, en primer lugar, que la misa sea una  verdadera celebración: los cristianos reunidos deben verse en ella como penetrados por lo  más profundo de ellos mismos, lo cual supone especialmente que la Palabra proclamada se  incorpore, efectivamente, en la vida y las responsabilidades de los que la reciben. Es  preciso, además, que la propia reunión simbolice el proyecto de catolicidad de la Iglesia: los  cristianos convocados para la celebración deben poner de manifiesto que, dentro de su  diversidad, están constituidos hermanos mediante la gracia de Cristo que sobrepasa los  muros de separación entre los hombres. Este punto es muy importante: una celebración  eucarística, si no tiene en cuenta el punto anterior, puede que no produzca más que la  alegría simplemente humana de un contacto entre hombres que son ya hermanos por  afinidad de razas, de medio social o de intereses comunes; en este caso la celebración sólo  serviría para consagrar una proximidad previa recargándola después de un peso de  afectividad profunda. Tal celebración puede preparar la experiencia de la hermandad propia  del Reino; pero no puede uno quedarse ahí, y los pastores deben aprovechar todas las  ocasiones para abrir sus comunidades eucarísticas a las riquezas de la diversidad humana.  ¡La alegría fraguada en el sufrimiento será, tal vez, menos espontánea, pero cuánto más  verdadera! 

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA I
MAROVA MADRID 1969.Pág. 117ss.


3. 

Los dos puntos clásicos del tercer domingo de Adviento son la afirmación de la presencia  de los tiempos mesiánicos y la exhortación a la alegría que proviene de esta certeza. Por lo que al primer punto se refiere, debe tenerse en cuenta el sentido profundo de la  misión de Juan Bta, tal como aparece en el evangelio de este domingo. Existe un proverbio  -no sé si árabe o chino- que dice: "Si alguien te señala el cielo, no te quedes mirando el  dedo". Esto es precisamente lo que Juan Bta quiso decir a sus contemporáneos que le  preguntaban quién era él y cuál era su misión. Juan los desengaña de una vez por todas,  afirmando con toda claridad que él no era el Mesías, ni Elías, ni el Profeta que esperaban.  "Yo soy -les dice- la voz que grita en el desierto: Allanad el camino del Señor". Les viene a  decir, por tanto, que no se fijen en él, sino solamente en Aquel otro que él, como dedo  índice, les está señalando.

La actitud de Juan Bta es la única que corresponde a los cristianos, tanto individualmente  como formando la comunidad de la Iglesia. Su misión consiste únicamente en testificar o  indicar la presencia de Xto en el mundo, procurando que su testimonio y su indicación sean  tan transparentes que los hombres no tropiecen en ella sino que descubran el rostro de  Jesús. Más aún: el testimonio de los cristianos no se refiere a un Cristo que tuviese que  imponerse desde fuera, sino al Cristo que ya está misteriosamente presente desde siempre  entre los hombres. Exactamente como decía Juan Bta a los que le escuchaban; "en medio  de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí". La Iglesia ha olvidado  algunas veces esta característica esencial de su misión y, en lugar de querer pasar  desapercibida, ha hecho todo lo posible por constituirse el centro de la atención del mundo,  hablando continuamente de sus propios derechos y exigiendo privilegios y prerrogativas.  Con frecuencia ha dado la impresión de que se predicaba a sí misma, en lugar de predicar  únicamente a Xto.

Es necesario que recupere la actitud de Juan Bta y se convenza definitivamente de que  no es un fin en sí misma, sino solamente un índice que señala hacia Cristo.

J. LLOPIS
MISA DOMINICAL 1981/23


4.

Obligado a precisar su identidad, Juan se define como "voz". El, simplemente, es una  voz. "Yo soy la voz que grita en el desierto: Allanad el camino del Señor".

La cosa, hoy, no nos impresiona demasiado. Existen muchas voces que "gritan" en  nuestros parajes, en las plazas del mercado y en los mítines, por las calles, desde las  columnas de los periódicos, en los micrófonos más concurridos y más ensordecedores.  Voces que entran en las casas a través de la pequeña pantalla de la televisión.  Voces que obligan a comprar aquel producto, a no dejarse escapar aquella ocasión, a  moverse en contra de alguien o de algo, a adoptar aquellos slogans, a indignarse, a  entusiarmarse, a votar, a firmar, a protestar, a aceptar ciertas mentiras "garantizadas", a  diferencia de las del adversario... Retumban las voces de la ganancia, del éxito, del ocio, de la violencia, del confort, del  placer, de la astucia, del cálculo...

La voz de Juan es única, insólita: "Allanad el camino del señor". Como advirtiéndonos que nuestros caminos más pisoteados nos impiden estar presentes  a la hora de la cita decisiva. Para advertirnos que el Señor llega por otra parte. Quizás el "testimonio" típico del cristiano es precisamente éste: ser, en medio del  estrépito, una voz "diversa". Que tiene el coraje, quiero decir, la ingenuidad, de denunciar la  "no transitabilidad" de ciertos caminos, aunque muy frecuentados, en relación a la  salvación.

Decir que nuestras carreras afanosas resultan vanas respecto a la única búsqueda digna  del hombre. Aclarar que, en el camino de la avidez, del egoísmo, de la "teatralidad", del  engaño, es imposible, no sólo improbable, encontrar a Dios.

Y no importa que esta voz resuene en el desierto de la indiferencia, de la hostilidad  preconcebida, del sarcasmo más vulgar. La verdad ha sido dicha, aquellas denuncias se  han hecho, independientemente de la acogida que tengan.

PROFETA/TESTIGO: Profeta no es uno que se plantee el  problema de si su predicación va a tener éxito o no, si vale la pena hablar o es mejor  preocuparse de los hechos (e intereses) propios.

El testigo auténtico sabe que aquella palabra, impopular, inactual, no puede reservársela.  Se le ha confiado para que la "grite", no para que la ahorre en el cálculo de las  conveniencias.

No es cosa suya valorar si su voz solitaria cambia algo. Más allá de los resultados  verificables, se modifica un equilibrio, trastrueca un orden, por el hecho mismo de que se ha  pronunciado la palabra que da testimonio de la luz. Los hombres pueden continuar  tomándose en serio las voces del circo, de la vanidad, de las modas. Pero es importante  que alguien advierta que el camino que hay que preparar es otro.

El testigo tiene que responder, no de los resultados obtenidos, sino de la fidelidad al  mensaje.

ALESSANDRO PRONZATO
EL PAN DEL DOMINGO CICLO B
EDIT. SIGUEME SALAMANCA 1987.Pág. 21