CATENA AUREA - SANTO TOMÁS DE AQUINO |
|
|
|
01-11 |
Jesús, pues, seis días
antes de la Pascua, vino a Betania, en donde había muerto Lázaro, al
que Jesús resucitó. Y le dieron allí una cena: y Marta servía, y
Lázaro era uno de los que estaban sentados con El a la mesa. Entonces
María tomó una libra de ungüento de nardo puro, de gran precio, y
ungió los pies de Jesús, y le enjugó los pies con sus cabellos, y se
llenó la casa del olor del ungüento. Y dijo uno de sus discípulos,
Judas Iscariotes, el que le había de entregar: "¿Por qué no se ha
vendido este ungüento por trescientos denarios y se ha dado a pobres?"
Y dijo esto, no porque él cuidase de los pobres, sino porque era
ladrón, y teniendo sus bolsillos, traía lo que se echaba en ellos. Y
dijo Jesús: "Dejadla que lo guarde para el día de mi entierro. Porque
a los pobres siempre los tenéis con vosotros, mas a mí no siempre me
tenéis". Entendió, pues, un crecido número de judíos que Jesús estaba
allí, y vinieron, no solamente por causa de El, sino también por ver a
Lázaro, al que había resucitado de entre los muertos. Y los príncipes
de los sacerdotes pensaron matar también a Lázaro. Porque muchos por
él se separaban de los judíos y creían en Jesús. (vv. 1-11)
Alcuino.
Acercándose el tiempo en que el Señor
había determinado padecer, se acercó también El al lugar en que había
de terminar la obra de su pasión. Jesús, primero vino a Betania,
después a Jerusalén. A Jerusalén, para padecer allí; a Betania para
que la resurrección de Lázaro se grabara más profundamente en la
memoria de todos: "En donde había muerto Lázaro al que Jesús
resucitó".
Teofilacto.
En el décimo día del mes, toman los judíos
un cordero para sacrificarlo en la fiesta de la Pascua. Entonces
comienzan para ellos las solemnidades de esta fiesta. Por eso el día
que hace el noveno del mes y que precede al día sexto antes de la
Pascua, celebran grandes banquetes, y fijan en este día el principio
de la fiesta, lo cual dio ocasión a que Jesús al ir a Betania fuese
convidado a comer: "Y le dieron allí una cena". Presentándonos a Marta
sirviendo a la mesa, nos da a entender el evangelista, que en su casa
se celebra el convite. Pero observa la fidelidad de esta mujer; no
cede ella este oficio a los criados, sino que ella misma lo desempeña.
Por otra parte, el evangelista, queriendo darnos una señal de la
resurrección de Lázaro, añade: "Lázaro era uno de los que estaban
sentados con El a la mesa".
San Agustín In Ioannem tract., 50.
El vivía, hablaba, comía; la verdad
resplandecía, la incredulidad de los judíos estaba confundida.
Crisóstomo In Ioannem hom., 64.
María no atendía al servicio general, y
sólo se ocupaba de la gloria del Señor, y no se acercaba a El como a
hombre, sino como a Dios. "Entonces María tomó una libra de ungüento
de nardo puro, de gran precio, y ungió los pies de Jesús, y le enjugó
los pies con sus cabellos", etc.
San Agustín tract. 55.
Debemos creer que la palabra
pistici indica el lugar de donde era este
precioso perfume.
Alcuino.
O también fiel y
no adulterado con sustancias extrañas
1. Esta
es aquella mujer, pecadora en otro tiempo, que vino al Señor en casa
de Simón con un vaso de rico perfume.
San Agustín De cons.
evang., 2, 79
Este hecho, que se repitió en Betania, no
es el mismo que el que refiere San Lucas; pero San Juan, San Mateo y
San Marcos lo refieren de la misma manera. Que San Mateo y San Marcos
digan que fue la cabeza de Jesús la que ungió con el perfume y San
Juan diga que los pies, debemos entenderlo en el sentido de que ungió
la cabeza y lo pies. San Mateo y San Marcos, recapitulando aquel día,
que era el sexto antes de la Pascua, se refieren nuevamente a Betania,
y narran lo que San Juan sobre la cena y el perfume.
"Y se llenó la casa del olor del
ungüento".
San Agustín In Ioannem tract., 50.
El sentido de este pasaje se ilumina con
aquellas palabras del Apóstol: "A los unos en verdad olor de muerte
para muerte; y a los otros olor de vida para vida" (
2Cor 2,16). Finalmente, verás aquí cómo este bálsamo es para
unos precioso olor que da la vida, y para otros olor corrompido que
produce la muerte. Continúa diciendo: "Y dijo uno de sus discípulos,
Judas Iscariote, el que le había de entregar: Por qué no se ha vendido
este ungüento", etc.
San Agustín De cons.
evang., 2, 79
Al decir los otros evangelistas que los
discípulos murmuraron de que se hubiera derramado este rico perfume,
mientras que San Juan sólo nombra a Judas, pienso que es a Judas a
quien han querido referirse todos ellos, usando un plural por un
singular. Puede también entenderse en el sentido de que los demás
discípulos o sintieron esto o lo dijeron, o Judas hablándoles los
persuadió con sus palabras, San Marcos y San Mateo expresan con
palabras la voluntad de todos, pero Judas habló así porque era ladrón;
los demás por solicitud para con los pobres. San Juan no tendría
intención de hablar más que de Judas, aprovechando esta ocasión a fin
de hacer constar el hábito que tenía Judas de robar, porque añade: "Y
dijo esto no porque él cuidase de los pobres, sino porque era ladrón,
y teniendo sus bolsillos traía lo que echaba en ellos".
Alcuino
Su cargo era llevar la bolsa; su crimen,
robarla.
San Agustín In Ioannem tract., 50.
No pereció Judas en el momento en que
recibió de los judíos el dinero para entregar al Señor; ya era un
ladrón. Perdido este hombre, no seguía al Señor con el corazón sino
con el cuerpo. Con esto nos quiso enseñar el Señor a sufrir a los
malos para que no dividamos el cuerpo de Cristo. Aquel que roba algo a
la Iglesia es semejante a Judas. Si eres bueno, tolera al malo para
que obtengas la recompensa de los buenos y no incurras en el castigo
de los malos. Toma el ejemplo del Señor mientras vivió en la tierra.
¿Por qué tenía depositarios Aquel a quien los ángeles servían la
comida, sino porque su Iglesia había de tener necesidad de
depositarios? ¿Por qué admitió ladrones sino con el fin de que su
Iglesia, en tanto que tuviera ladrones supiera soportarlos? Pero aquel
que acostumbraba a robar el dinero de la bolsa, no vaciló en vender
por dinero al Señor.
Crisóstomo In Ioannem hom., 64.
El confió a este ladrón la bolsa de los
pobres para quitarle toda ocasión, a fin de que no pudiera decir que
por deseo de dinero había cometido aquella traición, toda vez que en
la bolsa tenía bastante dinero con que apagar su codicia.
Teofilacto.
Opinan algunos que Judas tenía la
administración del dinero, como el último de todos que era, porque la
administración de las cosas temporales es inferior a la de la
doctrina, conforme a las palabras que se leen en los Hechos de los
Apóstoles ( Hch 6,2): "No es justo que
dejemos nosotros la palabra de Dios y que sirvamos a las mesas".
Crisóstomo ut supra.
Jesucristo, usando de mucha
condescendencia con Judas, no le echó en cara sus robos, sino que lo
disculpó: "Dejadla que lo guarde para el día de mi entierro".
Alcuino.
Da a entender su muerte, y que debía ser
ungido con aromas. Por eso a María, a quien no le habría de ser lícito
ungir el cuerpo muerto del Salvador, deseándolo tanto, se le concedió,
estando vivo, este privilegio, que no hubiera podido participar
después de muerto por la pronta resurrección.
Crisóstomo ut supra.
Otra vez por causa del traidor hace
mención de su sepultura, como si quisiera decir: te soy grave y
pesado, mas espera un poco y me iré. Y esto mismo manifiesta cuando
añade: "Porque a los pobres siempre los tenéis con vosotros; mas a mí
no siempre me tenéis".
San Agustín In Ioannem tract., 50.
El hablaba de su presencia corporal, pues
en cuanto a su majestad, a su providencia, a su gracia inefable e
invisible, se cumple lo que por El se ha dicho ( Mt
28,20): "He aquí que yo estoy con vosotros hasta la consumación de los
siglos". O de otro modo: en la persona de Judas están representados
los malos en la Iglesia, porque si eres bueno tendrás la presencia de
Cristo por la fe y por el sacramento, y lo tendrás siempre. Porque
cuando salgas de este mundo, irás a Aquel que dijo al ladrón (
Lc 23,43): "Hoy serás conmigo en el Paraíso".
Pero si, por el contrario, vives mal, te parecerá tener presente a
Cristo, porque estás bautizado con el bautismo de Cristo; te acercas
al altar de Cristo, pero viviendo mal, no lo tendrás siempre. El no
dijo tienes, en singular, sino
tenéis, en plural, porque un solo malo
representa todo el cuerpo de los malos. "Entendió, pues, un crecido
número de judíos, que Jesús estaba allí; y vinieron, no solamente por
causa de El, sino también por ver a Lázaro, al que había resucitado de
entre los muertos". La curiosidad los trajo, no la caridad.
Teofilacto.
Ellos deseaban ver al resucitado,
esperando oír de la boca de Lázaro alguna cosa acerca del lugar de las
almas.
San Agustín ut supra.
Como el milagro hecho por el Señor era tan
grande, se había extendido por todas partes con tanta evidencia, y se
había hecho tan público, que no pudiendo ni ocultar el hecho, ni
negarlo, pensaron dar muerte a Lázaro. "Y los príncipes de los
sacerdotes pensaron", etc. ¡Pensamiento insensato y ciega crueldad!
Como si el Señor, que pudo resucitar a un muerto, no pudiera hacer lo
mismo con un asesinado. He aquí que el Señor hizo las dos cosas, pues
resucitó a Lázaro muerto, y se resucitó a sí mismo que había sido
muerto.
Crisóstomo In Ioannem hom., 65.
Ningún milagro de Cristo los había
enfurecido tanto. Este era el más notable de todos y se había obrado
en presencia de mucha gente, y era increíble ver y oír hablar a un
muerto de cuatro días. En otras circunstancias, ellos tramaban
acusarlo de quebrantar el sábado y por este medio levantar las turbas
contra El. Mas ahora, no encontrando motivo alguno para quejarse
contra Jesús, dirigen sus ataques contra Lázaro; y aun con el ciego
hubieran hecho ellos lo mismo, si no hubiesen tenido la acusación de
la violación del sábado. O bien, al ciego que era de baja y humilde
condición, lo echaron del templo, mientras que Lázaro era noble, lo
cual se comprende por la multitud de personas que vinieron a consolar
a sus hermanas. Esto les mortificaba sobremanera: ver que todos, sin
cuidarse de la solemnidad próxima venían a Betania.
Alcuino.
En sentido místico, que viniera a Betania
antes de seis días, significa que el que había hecho todas las cosas
en seis días y en el séptimo había creado al hombre, había venido a
rescatar al mundo en la edad sexta del mismo, en el día sexto y a la
hora sexta. La cena del Señor es la fe de la Iglesia, que obra por la
caridad. Marta sirve, cuando el alma fiel consagra al Señor las obras
de su devoción. Lázaro era uno de los que estaban sentados a la mesa,
cuando aquellos que después de muertos por el pecado son resucitados a
la vida de la gracia, se alegran de la presencia de la verdad con
aquellos que permanecieron en su justicia y se alimentan de los dones
de la gracia celestial. Y con razón esta fiesta se celebra en Betania,
que significa casa de obediencia
2, pues
la Iglesia es la casa de obediencia.
San Agustín ut supra.
El perfume con que María ungió los pies de
Jesús fue la justicia, y por eso llevaba una libra. Este perfume era
de precioso nardo líquido;
pisti( en griego significa fe
3.
¿Quieres obrar la justicia? El justo vive de la fe (
Rom 1,17). Unge los pies de Jesús viviendo bien; sigue sus
huellas; enjúgalas con tus cabellos. Si tienes algo superfluo, dalo a
los pobres y habrás enjugado los pies del Señor, porque los cabellos
parecen lo superfluo del cuerpo.
Alcuino.
Debemos notar que la primera vez sólo
había ungido los pies, pero ahora ungió los pies y la cabeza. Allí se
significan los principios, que son la penitencia; aquí la justicia de
las almas perfectas, pues por la cabeza del Señor se entiende la
sublimidad de la divinidad, y por los pies la humildad de la
encarnación. O bien, por la cabeza se entiende el mismo Cristo y por
los pies los pobres, que son sus miembros.
San Agustín ut supra.
Se llenó la casa de olor; el mundo se
llenó de buen nombre.
Notas
2.
Literalmente, Betania parece significar casa del
pobre, o bien casa de Ananías, que
significa protegido por Dios. Orígenes derivaba el nombre de
bet'bara, casa de la
preparación.
|
12-19 |
Y el día siguiente, una
grande muchedumbre de gente, que había venido a la fiesta, cuando
oyeron que venía Jesús a Jerusalén, tomaron ramos de palmas y salieron
a recibirle, y clamaban: "Hosanna, bendito, el que viene en el nombre
del Señor, el rey de Israel". Y halló Jesús un jumentillo y se sentó
sobre él, como está escrito: No temas, hija de Sión: he aquí tu rey,
que viene sentado sobre un pollino de una asna. Esto no entendieron
sus discípulos al principio; mas cuando fue glorificado, entonces se
acordaron que estaban estas cosas escritas de El y que le hicieron
estas cosas. Y daba testimonio la mucha gente que estaba con Jesús, de
cuando llamó a Lázaro del sepulcro y le resucitó de entre los muertos.
Y por esto vinieron a recibirle las gentes; porque habían oído que El
había hecho este milagro. Mas los fariseos dijeron unos a otros: "¿No
veis que nada adelantamos? Mirad que todo el mundo se va en pos de
El". (vv. 12-19)
Crisóstomo In Ioannem hom., 64.
Mandaba la Ley ( Ex
12), que en el día décimo de la luna del primer mes se encerrara en
casa un cordero o un cabrito hasta el día catorce de la luna del mismo
mes, en que debería sacrificarse por la tarde. Por eso el verdadero
cordero inmaculado, escogido entre todos los rebaños, debía ser
sacrificado por la santificación del mundo; subió a Jerusalén antes de
los cinco días, esto es, el diez de la luna
1.
San Agustín In Ioannem tract., 51.
Cuál había sido el resultado de su
predicación, y cuál el rebaño que había escuchado la voz del pastor
(de entre todos los que habían perecido de la casa de Israel), se
puede deducir de las palabras que siguen: "Y el día siguiente, una
grande muchedumbre de gente había venido a la fiesta, tomaron ramos de
palmas", etc. Los ramos de palmas son alabanzas y significan la
victoria que por su muerte había de conseguir el Salvador,
conquistando del demonio los trofeos de la cruz.
Crisóstomo In Ioannem hom., 65.
Ellos demostraban así que creían de El que
era más que Profeta. "Y salieron a recibirle y clamaban: Hosanna",
etc.
San Agustín ut supra.
La palabra hosanna es una voz de súplica y
expresa un sentimiento de afecto más bien que otra cosa alguna, a la
manera de las interjecciones latinas.
Beda.
Esta palabra se compone de la raíz
osi que significa salva,
y de anna que es la partícula, interjección
de súplica
2. Las
palabras "Bendito el que viene en el nombre del Señor" deben
entenderse en el nombre del Dios Padre, aun cuando podría entenderse
también en su nombre, porque también El es el Señor. La primera
interpretación nos parece más obvia, pues El nos dice por boca de San
Juan ( Jn 5,43): "Yo he venido en nombre de
mi Padre". El no pierde su divinidad cuando nos enseña la humildad.
Crisóstomo ut supra.
Esto es lo que más influyó para que todos
creyeran en Cristo, que no es contrario a Dios. Y esto es lo que
levantaba más el ánimo del pueblo, el decir El que venía del Padre. De
estas palabras se deduce que El es Dios, porque hosanna significa
sálvalos, y la Escritura sólo atribuye a Dios
la salvación. Además, porque es verdaderamente Dios (dicen) aquel que
viene, no aquel que es enviado; porque esto es en cierto modo propio
de siervo; aquello es propio de señor. La misma significación tienen
las palabras que añaden: "En el nombre del Señor", con las que
claramente expresan que viene no en nombre de siervo, sino en el del
Señor.
San Agustín ut supra.
¿Qué extraño había de ser que el Rey de
los siglos se hiciera Rey de los hombres? Porque Cristo no se hizo Rey
de Israel para imponer un tributo, o para armar un poderoso ejército;
se hizo Rey de Israel para ilustrar las almas y conducirlas al reino
de los cielos. El haber querido hacerse Rey de Israel, fue dignación
suya, no exaltación; señal de compasión, no de poder, pues el mismo
que es llamado Rey de los judíos en la tierra, es el Señor de los
ángeles en el cielo.
Teofilacto.
Los judíos lo llamaban Rey de Israel, como
soñando con un rey verdadero, pues esperaban que se levantaría un rey
superior a la naturaleza humana que los librara del yugo de los
romanos.
De qué manera entró el Señor, el
evangelista lo dice: "Y halló Jesús un jumentillo", etc.
San Agustín ut supra.
Aquí se dice esto de una manera muy breve;
en los otros evangelistas se encuentra bien explicado cómo se hizo
esta entrada. En el pollino de una asna, en el que ningún otro se
había sentado (circunstancia que hacen notar los otros evangelistas),
está representado el pueblo gentil, que no había recibido la Ley del
Señor; y en la asna (pues uno y otra fueron llevados al Señor), el que
descendió del pueblo de Israel.
Crisóstomo ut supra.
Esto lo hizo en un sentido profético y
figurativo, dando a entender que los gentiles, pueblo inmundo y
grosero, debían someterse, y cumplir así una profecía.
San Agustín ut supra.
También se da a este hecho un sentido
profético, para manifestar que los perversos príncipes de los judíos
no lo entendían de Aquel en quien se estaba cumpliendo lo que ellos
leían. Así, añade el evangelista: "Como está escrito: no temas, hija
de Sión. He aquí tu Rey que viene sentado sobre un pollino de una
asna". Aquel pueblo representaba la hija de Sión, esto es, Jerusalén,
llamada Sión, que es a quien se dice: "No temas" (a El). Reconoce a
Aquel a quien tú ensalzas y no tiembles cuando lo veas padecer, porque
su sangre será derramada para expiación de tus pecados y para rescatar
tu vida.
Crisóstomo ut supra.
O bien de esta manera: como sus reyes
habían sido injustos con ellos y los habían expuesto a muchas guerras,
confiad, les dice. Este no es así, sino que es dulce y lleno de
mansedumbre; el asno sobre el que viene montado da testimonio de ello,
pues no entraba rodeado de poderoso ejército, sino trayendo solamente
un jumento.
Notad la sabiduría del evangelista, que no
tiene reparo alguno en publicar el primitivo estado de ignorancia de
ellos, puesto que añade: "Esto no entendieron sus discípulos al
principio, sino cuando fue glorificado Jesús".
San Agustín ut supra.
Cuando hizo brillar la virtud de su
resurrección, entonces se acordaron que estas cosas se habían escrito
de El, y que éstas mismas eran las que ellos habían hecho en su honor,
esto es, no más que las que estaban escritas sobre El.
Crisóstomo ut supra.
Ellos ignoraban esto, porque el Señor no
se lo había revelado; porque los habría escandalizado si siendo Rey
hubiera sufrido tales tormentos, y tampoco habrían comprendido en un
principio de qué reino les hablaba, y hubieran creído que era de este
reino temporal.
Teofilacto.
Mira las consecuencias de la pasión: Jesús
resucitó a Lázaro, reservando este prodigio para el último de todos, y
éste fue causa de que muchos vinieran y creyeran en El. "Y daba
testimonio la mucha gente que estaba con Jesús, de cuando llamó a
Lázaro del sepulcro y le resucitó de entre los muertos. Y por esto
vinieron a recibirle las gentes, porque habían oído, que El había
hecho este milagro". De aquí la envidia y las maquinaciones. "Mas los
fariseos dijeron unos a otros: ¿No veis que nada adelantamos? Mirad
que todo el mundo se va en pos de El".
San Agustín ut supra.
La muchedumbre alborota a la muchedumbre.
¿Por qué causa esta turba ciega se llena de envidia al ver que todo el
mundo va en pos de Aquel por quien el mundo ha sido hecho?
Crisóstomo ut supra.
Llama aquí turba al mundo. Me parece a mí
que quiere referirse a la turba de aquellos que pensaban bien de
Cristo, pero que no se atrevían a darlo a conocer. Además les hacía
ver cuán inútiles eran los intentos de ellos, que se proponían cosas
imposibles.
Teofilacto.
Como si dijera: Cuanto más maquinéis,
tanto más se aumenta y extiende su gloria. ¿De qué han servido tantas
asechanzas?
Notas
1. La
pascua se celebra en el mes de Nisán, que es el primero del año en el
calendario lunar hebreo. El primer día del mes corresponde a la luna
nueva. No hay, pues, correspondencia exacta con el calendario solar
gregoriano. El mes de Nisán cae hacia marzo o abril. El día 10 cada
familia debía procurar un cordero, para sacrificarlo el día 14, y
consumirlo en las primeras horas del 15.
2. Del
hebreo, hosi'ana,
¡ayúdanos, pues!, o bien, ¡sálvanos ya!
Era una exclamación de uso litúrgico solemne, y había adquirido
carácter de aclamación.
|
20-26 |
Y había allí algunos
gentiles de aquellos que habían subido a adorar en el día de la
fiesta. Estos, pues, se llegaron a Felipe, que era de Betsaida de
Galilea, y le rogaban diciendo: "Señor, queremos ver a Jesús". Vino
Felipe y lo dijo a Andrés, y Andrés y Felipe lo dijeron a Jesús. Y
Jesús les respondió diciendo: "Viene la hora en que sea glorificado el
Hijo del hombre. En verdad, en verdad os digo, que si el grano de
trigo, que cae en la tierra, no muriese, él solo queda; mas si
muriese, mucho fruto lleva. Quien ama su alma, la perderá; y quien
aborrece su alma en este mundo, para vida eterna la guarda. Si alguno
me sirve, sígame; y en donde yo estoy, allí también estará mi
ministro. Y si alguno me sirviese, le honrará mi Padre". (vv. 20-26)
Beda.
El templo del Señor, construido en
Jerusalén, era tan celebrado, que en los días de fiesta concurrían a
él no solamente los vecinos, sino otras muchas gentes de lejanos
países, como se lee en los Hechos de los Apóstoles del eunuco de
Candace, reina de los etíopes. En fuerza de tal costumbre, habían
venido aquí para adorar los gentiles de que nos ocupamos. "Y había
allí algunos gentiles de aquellos que habían subido a adorar en el día
de la fiesta".
Crisóstomo In Ioannem hom., 65.
De los que estaban dispuestos a hacerse
luego sus prosélitos. Y así, habiendo oído hablar de Cristo, quieren
verlo. "Estos, pues, se llegaron a Felipe, que era de Betsaida de
Galilea, y le rogaban diciendo: Señor, queremos ver a Jesús".
San Agustín In Ioannem tract., 51.
He aquí que los judíos quieren matarlo, y
los gentiles lo quieren ver. Pero, por otra parte, de entre los judíos
eran los que clamaban ( Jn 12,13): "¡Bendito
el que viene en el nombre del Señor!". Los unos se han sujetado a la
ley de la circuncisión, los otros son incircuncisos. Son como dos
murallas de distinto origen y que vienen a reunirse por un ósculo de
paz en la misma fe de Cristo.
"Vino Felipe y le dijo a Andrés".
Crisóstomo ut supra.
Felipe le comunica el asunto a Andrés,
pues éste le precedía. Pero él había escuchado esas palabras: "No
vayáis a camino de gentiles" ( Mt 10,5).
Entonces refiere al Maestro lo que habla con el discípulo, de donde se
sigue: Andrés y Felipe dijeron a Jesús.
San Agustín In Ioannem tract., 52.
Oigamos la voz de la piedra angular, que
es la siguiente: "Y Jesús les respondió diciendo: viene la hora en que
sea glorificado el Hijo del hombre". Quizá creerá alguno que El dijo
glorificado porque los gentiles querían
verlo. Pero no es así, sino que veía que los gentiles en todas las
naciones habían de creer en El, después de su pasión y de su
resurrección. Con ocasión, pues, de estos gentiles que deseaban verlo,
anuncia la futura plenitud de las naciones y promete que ya es llegada
la hora de esta glorificación en los cielos, después de la cual las
naciones habían de creer, conforme a aquellas palabras del profeta (
Sal 56,6; 107,6): "Seas ensalzado, oh Dios,
sobre los cielos, y sobre toda la tierra tu gloria". Pero convino que
se manifestara la exaltación de su gloria de tal manera que estuviera
precedida de la humildad de su pasión. Y por eso añade: "En verdad, en
verdad os digo, que si el grano de trigo que cae en la tierra no
muere, queda él solo; mas si muere, lleva mucho fruto ". El decía de
sí que era el grano que debía triturar la infidelidad de los judíos,
pero que la fe de las naciones debía multiplicar.
Beda.
Porque El ha sido sembrado en este mundo
de la semilla de los profetas, esto es, se encarnó para que, muriendo,
resucitase multiplicando. El murió solo y resucitó acompañado de
muchos.
Crisóstomo ut supra.
Y como con las palabras no podía
convencerlos suficientemente, se vale de un ejemplo, porque el trigo
da mucho más fruto después que muere. Y si esto sucede en las
semillas, con mayor razón en Mí. Por otra parte, como debía enviar a
sus discípulos a las naciones y ve a los gentiles abrazar la fe, les
manifiesta que ya es tiempo de acercarse a la cruz. No los envió a las
naciones sin que antes los judíos se estrellasen contra El y lo
crucificasen. Y como previó que sus discípulos habían de contristarse
por lo que les había dicho acerca de su muerte, para mayor abundancia
les dice: No solamente debéis soportar con paciencia mi muerte, sino
que vosotros mismos debéis morir, si es que queréis conseguir algún
fruto. Y esto es lo que quiere significar por aquellas palabras:
"Quien ama su alma la perderá".
San Agustín ut supra.
De dos maneras puede entenderse este
pasaje: el que ama, perderá; esto es, si amas perecerás; si deseas
vivir en Cristo, no temas morir por Cristo. Y también de este otro
modo: el que ama su alma, la perderá. No la ames en esta vida, para no
perderla en la eterna. Este último me parece que es el sentido del
Evangelio, pues añade: "Y el que aborrece su alma en este mundo", etc.
Luego, lo dicho más arriba, se entiende en este mundo.
Crisóstomo In Ioannem hom., 66.
Ama su alma en este mundo aquel que pone
por obra los deseos desordenados, y la aborrece el que resiste sus
malas pasiones. Y no dijo aquel que no cede a ella, sino aquel que la
aborrece. Y a la manera que nosotros no podemos ni aun soportar la voz
ni la presencia de aquellos que aborrecemos, del mismo modo debemos
apartar nuestra alma cuando nos induce a que hagamos cosas contrarias
a Dios, y que por lo mismo le desagradan.
Teofilacto.
Mas como era demasiado duro oír que "es
necesario aborrecer al alma", da el consuelo con las palabras "en este
mundo", enseñando la circunstancia de tiempo, pues no manda que
aborrezcamos eternamente al alma, y a continuación señala la
recompensa: "Para vida eterna la guarda".
San Agustín In Ioannem tract., 51.
Pero mira, no te asalte la tentación de
querer matarte a ti mismo, entendiendo que de este modo aborreces en
este mundo a tu alma; de aquí toman motivo muchos malignos y perversos
homicidas para entregarse a las llamas, arrojarse al agua o por un
precipicio, y perecen. No es esto lo que enseñó Cristo: antes, por el
contrario, al diablo, que le sugería para que se arrojase desde una
altura, le respondió ( Mt 4,10): "Vete,
Satanás". Pero cuando las circunstancias sean tales que se te ponga en
la alternativa de obrar contra la Ley de Dios, o salir de esta vida
amenazándote con la muerte el perseguidor, entonces es cuando debes
aborrecer tu alma en este mundo para conservarla en la otra vida.
Crisóstomo ut supra.
Cara es esta vida para aquellos que están
apegados a ella; pero si alguno elevase los ojos al cielo,
considerando que allí es donde están todos los bienes, menospreciará
pronto la vida presente. Porque cuanto más claro se viere lo mejor, se
desprecia lo peor. Y esto es lo que Cristo quería infundirnos, cuando
añade: "El que me sirve, sígame", esto es, imíteme. Dice esto de la
muerte y de la imitación por medio de las obras, porque es preciso que
el que sirve siga a aquel a quien sirve.
San Agustín ut supra.
Qué sea servir a Cristo, lo encontramos en
sus mismas palabras: "Si alguno me sirve", etc. Ahora bien, sirven a
Jesús los que no buscan su gloria propia, sino la de Jesucristo. Esto
es lo que quiere decir "sígame"; ande mis caminos, no los suyos,
haciendo por Cristo no solamente aquellas obras de misericordia que
pertenecen al cuerpo, sino hasta aquélla de sublime caridad, que es
dar la vida por sus hermanos. ¿Pero cuál será el fruto de esto? ¿Cuál
la recompensa? Hela aquí: "Y en donde yo estoy, allí también estará mi
ministro". Amese de balde a fin de que el precio de la obra con que se
sirve sea estar con El.
Crisóstomo ut supra.
Manifiesta de esta manera que la
resurrección sucederá a la muerte. "En donde yo estoy" dice, porque
antes de la resurrección Cristo estaba en los cielos; elevemos, pues,
allí, nuestro corazón y nuestra alma.
"Y si alguno me sirviese, le honrará mi
Padre".
San Agustín ut supra.
Estas palabras debemos tomarlas como
explicación de lo que antes había dicho: "Allí también estará mi
ministro". Porque, ¿qué mayor honra puede recibir el hijo adoptado que
la de estar allí en donde está el Unico?
Crisóstomo ut supra.
No dijo, pues, Yo le honraré, sino "le
honrará mi Padre"; porque aún no tenían de El la opinión que convenía,
y creían que era mayor la gloria del Padre.
|
27-33 |
"Ahora mi alma está
turbada. ¿Y qué diré? Padre, sálvame de esta hora. Mas por eso he
venido a esta hora. Padre, glorifica tu nombre". Entonces vino una voz
del cielo que dijo: "Yo lo he glorificado, y otra vez lo glorificaré".
Las gentes que estaban allí, cuando oyeron la voz, decían que había
sido un trueno. Otros decían: "Un ángel le ha hablado". Respondió
Jesús, y dijo: "No ha venido esta voz por mi causa, sino por causa de
vosotros. Ahora es el juicio del mundo; ahora será lanzado fuera el
príncipe de este mundo. Y si yo fuere alzado de la tierra, todo lo
atraeré a mí mismo". (Y decía esto para mostrar de qué muerte había de
morir). (vv. 27-33)
Crisóstomo In Ioannem hom., 66.
Como el Señor había exhortado a sus
discípulos a la muerte, a fin de que no se diga que viendo de lejos
los sufrimientos, como hombre le es fácil filosofar sobre este punto y
darnos consejos, quedándose El seguro de todo peligro, se nos
manifiesta en su agonía, y no temiendo la muerte por los bienes
inmensos que de ella había de reportar. Por eso dice: "Ahora mi alma
está turbada".
San Agustín In Ioannem tract.,.
Yo creo escuchar: el que aborrece su alma
en este mundo, para la vida eterna la guarda, y arde en deseos de
menospreciar al mundo, y ante mi vista nada son los bienes de este
mundo por muy duraderos que sean. Todas las cosas temporales me
parecen viles y despreciables por amor a las eternas. Y otra vez
vuelvo a escuchar al Señor, que dice: "Ahora mi alma está turbada". Me
mandas que acompañe a tu alma y veo que tu alma está turbada; ¿cuál
será mi fundamento si la piedra sucumbe? Reconozco, Señor, vuestra
misericordia, porque turbándoos por un exceso de caridad, consoláis
así a muchos que forman parte de vuestro cuerpo y que no pueden menos
de turbarse a causa de debilidad. Vos les consoláis a fin de que no
perezcan por la desesperación. Sobre sí, pues, quiso nuestra cabeza
tomar todas las enfermedades de sus miembros, y por eso no ha sido
turbado por nadie, sino que, como se indica, "se turbó a sí mismo" (
Jn 11,33).
Crisóstomo ut supra.
Al aproximarse a la cruz, hace ver lo que
en El hay de humano, y a la naturaleza que no quiere morir, porque
está apegada a la vida actual, enseñando que El no está libre de las
pasiones humanas, y que no es un crimen desear la vida presente, como
tampoco lo es el tener hambre. Cristo tenía su cuerpo limpio de
pecado, pero no estaba exento de las necesidades de la naturaleza.
Esto era efecto de la economía de su encarnación y no pertenecía a la
divinidad.
San Agustín ut supra.
Por último, el hombre que quiera seguir,
oiga en qué hora debe hacerlo. La hora terrible se acerca quizá; se
presenta la ocasión, o de cometer la iniquidad, o de soportar el
sufrimiento. El alma débil se turba. Oye, pues, lo que añade: "¿Y qué
diré?".
Beda.
¿Qué otra cosa es esto, sino instruir a
mis seguidores? "Padre, sálvame de esta hora".
San Agustín ut supra.
Te he enseñado a quién debes invocar, y a
cuya voluntad debes someter la tuya; y no te parezca que El se halla
rebajado de su inefable alteza porque te eleva de lo profundo de tu
bajeza, sino que tomó sobre sí las enfermedades humanas, a fin de
poder enseñar al desgraciado a que exclame ( Mc
14,36): "No lo que yo quiero, sino lo que Tú quieres". Y luego añade:
"Por eso vine en esta hora".
Crisóstomo ut supra.
Como si dijera: nada tengo que decir para
sustraerme a vuestras súplicas, dado que para eso vine en esta hora;
palabras que pueden interpretarse: aunque nuestra alma se vea turbada
y tengamos que padecer muchos males, no nos es lícito huir la muerte;
porque yo, turbado también ahora, no la evito, sino que estoy presto a
sufrir lo que venga. No digo, líbrame de esta hora, sino al contrario:
"Glorifica tu nombre". Enseñó también cómo se muere por la verdad,
llamando a esto gloria de Dios, y así fue, en efecto; pues que había
de suceder que después de la cruz todo el orbe se convertiría, y
conocido el nombre del verdadero Dios, le adoraría. Esto redundaba en
gloria, no sólo para su Padre Eterno, sino también para el Hijo, si
bien El lo calla.
Y sigue: "Una voz se oyó que desde el
cielo decía: Le he glorificado y de nuevo le glorificaré".
San Gregorio Moralium
28, 2
En estas palabras, Dios habla por
ministerio de un ángel, de modo que si los ojos nada ven de su
inefable esencia, los oídos escuchan las divinas palabras. Sin
embargo, hablando de cosas celestiales, quiere que sus palabras sean
escuchadas por todos, sirviéndose del intermedio de una creatura
racional.
San Agustín In Ioannem tract., 52.
Glorifiqué, se
refiere a una época anterior a la creación, y de
nuevo le glorificaré, cuando resucite de entre los muertos. O,
según otra interpretación: le glorifiqué,
cuando nació del seno de una Virgen; cuando ejerció estupendos
milagros; cuando el Espíritu Santo descendió sobre El, tomando forma
de paloma. Y de nuevo le glorificaré, cuando
resucite de entre los muertos; cuando suba a los cielos a manera de
Dios que es, y cuando su gloria se esparza por los ámbitos del mundo.
"La turba que rodeaba, escuchando, decía
que era un trueno".
Crisóstomo In Ioannem hom., 66.
La voz era bastante clara y significativa,
pero pasó como un relámpago sobre aquellos hombres groseros, presa de
la molicie y de la pereza. Estos escucharon tan sólo el sonido de la
voz; otros pudieron entender que era voz articulada, a pesar de no
comprender su significación, y a éstos se refiere cuando añade: "Otros
decían: Un ángel le ha hablado".
"Respondió Jesús, y dijo: No por mí se ha
dejado oír esa voz, sino por vosotros".
San Agustín ut supra.
Con estas palabras se manifiesta que esta
voz no se dirigía a indicar a Jesús lo que ya sabía, sino a aquellos
que tenían necesidad de que se les indicase. Y así es como la voz
había hablado, no a causa de El, sino por ellos.
Crisóstomo ut supra.
La voz del Padre se dirigía a destruir la
afirmación de los que decían que Jesús no procedía de Dios. ¿Cómo no
ha de proceder de Dios Aquel que es glorificado por Dios? Considera
que estas cosas humildes fueron hechas a causa de ellos, pero no
porque el Hijo necesitase de tal auxilio. Dice "glorificaré", y
manifiesta en seguida el modo de la glorificación. Y prosigue
diciendo: "Ahora es el juicio del mundo".
San Agustín ut supra.
El juicio que se espera para el fin, será
de premios y de penas eternas, y así hay dos clases de juicios: el de
condenación y el de separación, y a éste se aludía; porque Jesús había
segregado a los redimidos por El del poder del demonio. Tal es el
sentido de lo que sigue: "Ahora el príncipe de este mundo será
arrojado fuera". No vayamos a creer que el diablo sea llamado príncipe
del mundo porque se le haya concedido poder alguno sobre el cielo o la
tierra, sino que aquí se entiende por mundo las almas de los perversos
que llenaban el mundo. Las palabras príncipe de este
mundo, quieren, pues, decir de los hombres malos que habitan en
el mundo. También se llama mundo con relación a los buenos, que
asimismo llenan el mundo, y en este sentido dice el Apóstol (
2Cor 5,19): "Dios estaba en Cristo
reconciliando al mundo consigo". Estos son aquellos de cuyos corazones
ha de desalojarse el príncipe del mundo; porque el Señor preveía que
después de su pasión y glorificación habían de creer en El todos los
pueblos de la tierra, en cuyos corazones el diablo tenía a la sazón
alojamiento, y que sería arrojado de ellos cuando los hombres,
renunciando al diablo, abrazaran la fe. Mas, ¿por ventura, no fue
arrojado fuera de los corazones de los antiguos justos? ¿Cómo, pues,
se dice que ahora se arrojará, sino en el sentido de que lo que antes
se había hecho con pocos, ahora se predice que se hará con muchos y
grandes pueblos? ¿Acaso, dirá alguno, porque el diablo sea arrojado
fuera, ya no tienta a ninguno de los fieles? Antes al contrario, no
cesa de tentarlos; pero una cosa es reinar dentro del alma, y otra
sitiarla exteriormente.
Crisóstomo ut supra.
Cuál sea este juicio por el que el diablo
es arrojado fuera, lo hará manifiesto con un ejemplo: Si un acreedor
apalea y mete en la cárcel a sus deudores, usa de un derecho. Pero si
impulsado por ciego furor hace lo mismo con otras personas que nada le
deben, en ese caso tendrá que responder no sólo de éstos, sino de
aquellos. Del mismo modo, el diablo será castigado de las cosas hechas
contra nosotros, por haberse atrevido contra Cristo. Pero ¿cómo, dirá
alguno, será arrojado fuera, si te ha vencido? Por eso continúa:
"Cuando yo fuere elevado sobre la tierra, atraeré todas las cosas a
mí". ¿Cómo ha de considerarse vencido el que lo atrae todo a sí? El
decir esto es más que decir resucitaré,
porque esto último no supone el atraer a los pueblos a sí; pero
diciendo atraeré supone ambas cosas.
San Agustín ut supra.
¿Mas qué cosas son éstas que debe atraer
sino las personas de quienes ha sido desalojado el diablo? Y
adviértase que no dice todos, sino
todas las cosas, porque no todos estarán en
posesión de la fe, y porque no se refiere a todo el conjunto de los
hombres, sino a la integridad de su naturaleza, esto es, al espíritu,
al alma y al cuerpo; a aquello por cuyo medio entendemos, a aquello
por cuyo medio vivimos, y a la parte física sujeta a los sentidos
externos. Y si por la palabra todos
hubiéremos de entender los mismos hombres, diremos que son los
predestinados a la salvación, o aquella especie de hombres que,
estando exentos de pecado, se distinguen de los demás hombres por
innumerables diferencias específicas
Crisóstomo ut supra.
¿Y cómo dice Jesucristo en otra parte que
el Padre atrae? Porque en realidad, el Padre atrae cuando atrae el
Hijo. Dice atraeré, como si los hombres,
aherrojados por un tirano, no pudiesen por sí mismos librarse del
cautiverio para ir a El.
San Agustín ut supra.
Mas, "si yo fuere, dice, levantado de la
tierra", esto es, cuando sea levantado. Puesto que Jesús no puede
dudar de que se han de cumplir las cosas que ha venido a realizar, y
su exaltación no es otra cosa que su muerte en la cruz. De aquí las
palabras del evangelista, que añade: "Esto lo dijo, porque había de
morir de muerte violenta".
|
34-36 |
La gente le respondió:
"Nosotros hemos oído de la Ley que el Cristo permanece para siempre.
¿Pues cómo dices tú: Conviene que sea alzado el Hijo del hombre?
¿Quién es este Hijo del hombre?" Jesús les dijo: "Aún hay en vosotros
un poco de luz; andad mientras que tenéis luz, para que no os
sorprendan las tinieblas; y el que anda en tinieblas, no sabe a dónde
va; mientras que tenéis luz, creed en la luz para que seáis hijos de
la luz". Esto dijo Jesús, y se fue y se escondió de ellos. (vv. 34-36)
San Agustín In Ioannem tract., 52.
Cuando los judíos oyeron que Jesús hablaba
de su muerte, le arguyeron cómo decía que había de morir. Por eso se
dice: "Respondió la turba: Nosotros sabemos por la Ley, que Cristo
permanece eternamente. ¿Y cómo dices tú: Conviene que el Hijo del
hombre sea exaltado?" Ellos conservaban en la memoria que Cristo había
dicho repetidamente que era el Hijo del hombre, porque en este lugar
no dijo: "Si el Hijo del hombre fuese exaltado", como había dicho
antes ( Jn 12,23): "Llega ya la hora en que
el Hijo del hombre sea glorificado"; mas no recordándolo, dicen: ¿Cómo
puede suceder que el Hijo del hombre sea levantado de la tierra? Esto
es, ¿cómo ha de morir en una cruz?
Crisóstomo In Ioannem hom., 67.
Aquí es de advertir, que los judíos
comprendían muchas de las cosas que se les decían por parábolas,
porque habiendo ya Jesús de antemano hablado de su muerte, ellos
sospecharon que su exaltación se refería a la muerte que había
profetizado.
San Agustín ut supra.
O comprendían que Jesús hablaba
anticipándose a lo que ellos pensaban hacer. No fue, pues, la
sabiduría infusa, sino su propia malicia la que interpretó aquellas
oscuras palabras.
Crisóstomo ut supra.
Observa con cuánta malicia preguntan:
"Nosotros sabemos por la Ley, que Cristo no padece (por pasión se
entiende en muchos lugares de la Escritura una idea relacionada con la
resurrección), sino que permanece eternamente", como si entre estas
dos ideas hubiese contrariedad, y como si la pasión fuese un
impedimento para la inmortalidad. Pero creían demostrar con esto que
El no era el Cristo, porque Cristo permanece eternamente. Después
añaden: "¿Quién es ese Hijo del hombre?". Estas palabras están llenas
de malicia, porque es como si dijeran: no juzgues que por odio te
decimos esto, sino porque no sabemos de quién hablas. Mas Cristo
responde haciendo ver que no hay incompatibilidad entre su pasión y la
eterna inmortalidad, y por esta razón continúa: "Díjoles Jesús: Aun la
luz está entre vosotros por breve tiempo". Esto es: Yo, que soy la
luz, debo permanecer entre vosotros algún tiempo. Manifestando de esta
manera que su muerte no era otra cosa que un tránsito, a semejanza de
la luz solar que no muere, sino que desaparece un poco para volver a
brillar.
San Agustín ut supra.
O de otra manera: Aún existe alguna luz en
vosotros, merced a la cual entendéis que Cristo permanece eternamente.
Así, pues, "caminad (esto es, acercaos más a la luz, entendedlo todo,
que Cristo morirá y vencerá eternamente) en tanto que estáis en
posesión de la luz".
Crisóstomo ut supra.
Aquí habla de todo el tiempo, antes de la
cruz, y después de la cruz, que es cuando muchos creyeron en El.
"Para que las tinieblas no os rodeen".
San Agustín ut supra.
A saber, si creéis la eternidad de Cristo
de suerte que neguéis la humildad de su muerte.
Prosigue: "Y el que camina en tinieblas
ignora a dónde va".
Crisóstomo ut supra.
¡Cuántas iniquidades cometen ahora los
judíos ignorando que las cometen!, porque tal pasa a los que caminan
en tinieblas: creen tomar el camino recto y en realidad toman el
opuesto. Por esto continúa: "Mientras que tenéis luz, creed en la
luz".
San Agustín ut supra.
Esto es, en tanto que sois dueños de
alguna verdad, creed en la verdad, para que renazcáis a ella. Después
sigue: "A fin de que seáis hijos de la luz".
Crisóstomo ut supra.
O lo que es lo mismo, hijos míos. Dijo en
un principio el evangelista que nacieron de Dios (o sea del Padre) (
Jn 1,13), y ahora dice Jesús que son hijos
suyos, por donde puede verse que son una misma la acción del Padre y
la del Hijo.
"Esto habló Jesús, y se retiró, y se
ocultó de ellos".
San Agustín ut supra.
No de aquellos que habían empezado a
creer, sino de los que veían y envidiaban. Y escondiéndose, no cedía
de su infinito poder, sino que contemporizaba con nuestras
debilidades.
Crisóstomo ut supra.
Pero no habiendo ellos tomado piedras, ni
blasfemado, ¿para qué ocultarse? Porque explorados sus corazones había
visto desencadenarse en ellos el furor, y no esperó a que se
manifestase al exterior, sino que quiso mitigarlo ocultándose.
|
37-43 |
Mas aunque había hecho a
presencia de ellos tantos milagros, no creían en El, para que se
cumpliese la palabra del profeta Isaías, que dijo: Señor, ¿quién ha
creído a nuestro oído? ¿Y a quién ha sido revelado el brazo del Señor?
Por esto no podían creer, porque dijo Isaías en otro lugar: Les cegó
los ojos y les endureció el corazón, para que no vean de los ojos ni
entiendan de corazón, y se conviertan y los sane. Esto dijo Isaías,
cuando vio su gloria y habló de El. Con todo eso, aun de los
principales, muchos creyeron en El; mas por causa de los fariseos no
lo manifestaban, por no ser echados de la sinagoga: porque amaron más
la gloria de los hombres que la gloria de Dios. (vv. 37-43)
Crisóstomo In Ioannem hom., 67.
Jesús sabía que el ánimo de los judíos
estaba excitado, y que tramaban su muerte, y por eso se ocultó. Esto
mismo insinúa implícitamente el evangelista, cuando dice: "Habiendo
realizado tantos milagros en presencia de ellos, no creían en El".
Teofilacto.
Y no era poca la maldad que suponía el no
creer en tan grandes milagros. Estos eran los que ya se han dejado
expuestos.
Crisóstomo ut supra.
Y no se diga que ellos ignoraban para qué
fin había venido Cristo, porque para excluir ese error había Jesús
testificado con los profetas que lo sabían, y dice: "Para que se
cumpla la predicción de Isaías, cuando exclamó: Señor: ¿quién ha dado
crédito a nuestras palabras? ¿Y a quién se ha manifestado el brazo de
Dios?".
Alcuino.
El pronombre quién,
expresa aquí la escasez de personas que creyeron, porque fueron
poquísimos los que prestaron fe a lo que los profetas habían oído de
Dios y predicado a los pueblos.
San Agustín In Ioannem tract., 53.
Harto demostró el Hijo de Dios que El era
el brazo del Señor, no porque el Padre para manifestarse al mundo
necesite de la carne, sino porque todas las cosas fueron hechas por
Cristo; de aquí que fue llamado brazo del Señor. Así, si algún hombre
gozase de tal potestad que sin mover ninguno de sus miembros realizase
con su sola palabra cuanto quisiese, podría decirse que su palabra era
su brazo. No vale, con todo, la objeción de los que dicen que si el
Hijo es el brazo del Padre no existe nada más que el Padre, dado que
el hombre y su brazo no son dos personas, sino una; porque demuestran
no comprender la diferencia que hay entre usar las palabras en su
recto significado o sólo para enunciar una semejanza.
Sostienen algunos, en son de murmuración,
que los judíos no cometieron culpa, porque necesariamente habían de
cumplirse las predicciones de Isaías. A éstos responderemos que Dios,
conocedor de lo futuro, había predicho por Isaías la infidelidad de
los judíos, pero no la había causado. Porque Dios, al prever los
pecados que los hombres han de cometer, no los obliga a que los
cometan. Eso sería prever, no los pecados de los hombres, sino los que
Dios mismo había de cometer. Los judíos, pues, cometieron el pecado ya
previsto por los profetas, y que a nadie se ocultaba.
Crisóstomo ut supra.
Cuando dice: "Para que se cumpla la
predicción de Isaías", las partículas para que
no indican la causa, sino el efecto
1;
supuesto que ellos no dejaron de creer porque Isaías lo había
predicho, sino que Isaías lo predijo porque ellos no habrían de creer.
San Agustín ut supra.
Ofrécese en los pasajes siguientes una
cuestión más grave. Prosigue y dice: "Por tanto, no podían creer, pues
así lo había predicho Isaías repetidamente: Cegó sus ojos y endureció
su corazón, para que no vean con sus ojos, ni entiendan", etc. Si,
pues, no podían creer, ¿qué pecado comete nadie no haciendo lo que no
puede hacer? De donde (y esto es más grave) la causa del mal se achaca
a Dios, puesto que El cegó sus ojos y endureció sus corazones. Y esto
no se dice del demonio, sino de Dios. Pero ¿por qué no podían creer?
Responde desde luego, que porque no querían, pues así como la
excelencia superior de Dios consiste en no poder desmentirse jamás,
así la impotencia para creer es culpa de la debilidad humana.
Crisóstomo ut supra.
Es común modo de decir: no podemos amarlo,
atribuyendo a la voluntad un esfuerzo vehemente, que no es otra cosa
que impotencia. El evangelista dice no podían,
para enunciar la imposibilidad de que el profeta se hubiese engañado.
Pero no por esto era imposible que ellos creyeran, y otra cosa hubiese
predicho si ellos hubieran de creer.
San Agustín ut supra.
Sin duda alguien dirá que aquí el profeta
quiso insinuar otro motivo, y no la voluntad de los judíos, porque
"cegó sus ojos", etc. A esto respondo que la tal ceguera era un efecto
merecido de su viciada voluntad, y que Dios ciega y endurece los
corazones retirándoles su auxilio y no ayudándolos, merced a un juicio
arcano y justo, pero nunca inicuo.
Crisóstomo ut supra.
Y nunca nos deja Dios si nosotros no
queremos, según aquello de Oseas ( Os 4,6):
"Has olvidado la ley de tu Dios, y yo me olvidaré de ti". Esto lo dice
para enseñarnos que siempre el abandono empieza por nosotros, y de
aquí nace la causa de nuestra perdición. Al modo que el sol ofende la
vista del enfermo, mas no por la naturaleza de las cosas, así sucede a
aquellos que no atienden a las palabras divinas. Por eso dice la
Escritura, espantando a los que oyen: "Cegó y endureció".
San Agustín ut supra.
Y cuando añade: "Y se conviertan y sanen",
¿no debe entenderse la negativa, esto es, para que no se conviertan?
Porque, en verdad, la conversión es un efecto de la gracia, y acaso
¿no debemos considerar el castigo anterior como un designio
misericordioso del médico supremo, a fin de que, por haber querido
soberbiamente discutir su justicia, se ven privados de la vista y
abandonados a sus propias fuerzas, y su faz se cubra de ignominia, y
se estrellen contra la piedra del escándalo, y busquen en su
humillación, no la justicia que hincha al soberbio, sino la justicia
de Dios que justifica al impío? Esto mismo aprovechó para el bien a
muchos que, arrepentidos de sus crímenes, creyeron después en Cristo.
Sigue: "Esto dijo Isaías cuando vio la gloria de El". La vio, no tal
cual es, sino en virtud de aquellos signos que debían informar la
visión profética. No os dejéis engañar por los que dicen que el Padre
es invisible, pero que el Hijo es visible, que es mera creatura,
puesto que en la forma de Dios, en que es igual al Padre, es también
invisible el Hijo. Mas recibió la forma de siervo para que fuese visto
por los hombres, y se sometió a los ojos humanos (antes de tomar
carne) como le plugo en naturaleza creada, no como es en sí.
Crisóstomo ut supra.
Aquí por gloria se entiende la del que se
sienta en el trono excelso, y otras cosas que en el mismo lugar se
expresan. "Y habló de El". ¿Y qué habló? "Vi al Señor sentado" (
Is 6,1). ¿Y qué oyó que le decía esta voz?
"¿A quién enviaré y quién irá?" ( Is 6,8).
Se sigue: "Sin embargo, muchos de los
príncipes creyeron en El pero no lo confesaban por temor a los
fariseos, o por no ser arrojados de la sinagoga; amaron más la gloria
de los hombres que la gloria de Dios".
Alcuino.
La gloria de Dios es confesar públicamente
a Cristo; la gloria de los hombres consiste en gloriarse con las cosas
humanas.
San Agustín ut supra.
Por eso el evangelista reprende a éstos,
que si caminasen con tal fe sólo por amor, podían desdeñar las cosas
del mundo.
Notas
1. En
griego, ina , conjunción subordinativa que
indica finalidad, propósito: en orden a que, para
que.
|
44-50 |
Y Jesús alzó la voz y
dijo: "Quien cree en mí no cree en mí, sino en Aquél que me envió; y
el que me ve a mí, ve a Aquel que me envió. Yo he venido luz al mundo,
para que todo aquel que en mí cree no permanezca en tinieblas, y si
alguno oyese mis palabras y no las guardase, no le juzgo yo, porque no
he venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo. El que me
desprecia y no recibe mis palabras, tiene quien le juzgue: la palabra
que he hablado, ella le juzgará en el día postrimero. Porque yo no he
hablado de mí mismo; mas el Padre que me envió, El me dio mandamiento
de lo que tengo que decir y de lo que tengo que hablar. Y sé que su
mandamiento es la vida eterna, pues lo que yo hablo, como el Padre me
lo ha dicho, así lo hablo". (vv. 44-50)
Crisóstomo In Ioannem hom., 68.
Como el amor de la gloria humana era lo
que impedía a los príncipes confesar la fe, el Señor les habla contra
esta pasión: "Y Jesús alzó la voz y dijo: Quien cree en mí no cree en
mí, sino en Aquel que me envió". Como si dijera: ¿Por qué teméis creer
en mí? Vuestra fe llega a Dios por mí.
San Agustín In Ioannem tract., 54.
Como el hombre era el que aparecía en el
momento en que Dios se ocultaba, con el fin de que no pensasen ellos
que El era solamente lo que parecía, y queriendo que le creyesen tal
como a su Padre y tan grande como El, dice: "Quien cree en mí, no cree
en mí (esto es, en lo que ve) sino en Aquel que me envía" (esto es, en
el Padre). Y en efecto, el que cree que el Padre no tiene más que
hijos adoptivos según la gracia, y que no tiene un Hijo igual a El y
coeterno, ése no cree en el Padre que lo ha enviado, porque el Padre
que lo ha enviado no es lo que él cree. Pero para que no pensasen que
quería hablar del Padre como de un padre de muchos hijos por la gracia
y no del Verbo único que es igual a El, añade al punto: "El que me ve
a mí", etc. Como diciendo: Tan ninguna diferencia hay entre El y entre
mí, que aquel que me ve a mí, ve al que me ha enviado. Ciertamente el
mismo Señor es el que envió a los apóstoles y, sin embargo, ninguno de
ellos se atrevió jamás a pronunciar estas palabras: "El que cree en
mí". Porque creemos al apóstol, pero no creemos en el apóstol. Con
razón el Hijo unigénito dice: "Quien cree en mí no cree en mí, sino en
Aquel que me envió", con cuyas palabras El no destruye la fe del
creyente; antes por el contrario, eleva esta misma fe más allá de la
forma de siervo.
Crisóstomo ut supra.
O las palabras "quien cree en mí no cree
en mí, sino en Aquel que me envió", equivalen a estas otras: Quien
bebe el agua de la corriente, no bebe la de la corriente, sino la de
la fuente. Empero, para mostrar que el que no cree en El no cree en el
Padre, añade: "El que me ve a mí, ve a Aquel que me envió". ¿Qué
significa esto? ¿Dios tiene figura corporal? No; mas la consideración
de la verdad que se adquiere por el entendimiento, se llama aquí
visión. Después, en las palabras que siguen, manifiesta qué clase de
conocimiento se puede tener del Padre: "Y Yo, la luz, he venido al
mundo". Como el Padre es llamado luz, El se sirve también de ese
nombre. Y aquí en particular se llama luz, porque arranca el error y
disipa las tinieblas al entendimiento. Y por eso añade: "Para que todo
aquel que en mí cree, no permanezca en tinieblas".
San Agustín ut supra.
En lo cual El manifiesta de una manera
clara, que ha encontrado a todo el mundo en las tinieblas; mas a fin
de que no permanezca en las tinieblas, en que lo encontró, debe creer
en la luz que vino al mundo. En otro lugar había dicho a sus
discípulos ( Mt 5,14): "Vosotros sois la luz
del mundo". Pero no les había dicho: vosotros, luz, vinisteis al
mundo, para que todo el que crea en vosotros no permanezca en las
tinieblas. Todos los santos son luces, pero con su fe (creyendo) son
iluminados por Aquel de quien si alguno se apartase caerá en las
tinieblas.
Crisóstomo ut supra.
Pero para que ellos no pensasen que no
tenía poder para castigar a los que lo menospreciaban y que por eso
los dejaba ir impunes, añade: "Y si alguno oyese mis palabras y no las
guardase, no le juzgo yo".
San Agustín ut supra.
Estas palabras deben entenderse de este
modo: "Yo no le juzgo ahora", teniendo presente que en otro lugar dijo
( Jn 5,22): "El Padre ha dado todo juicio al
Hijo". Y en las palabras siguientes demuestra por qué ahora no juzga:
"Porque no he venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo", es
decir, para hacerlo salvar. Ahora es tiempo de misericordia; más tarde
lo será de juicio.
Crisóstomo ut supra.
Después, para que con estas palabras no se
hiciesen perezosos y negligentes, habla en seguida de su terrible
juicio: "El que me desprecia y no recibe mis palabras, tiene quien le
juzgue".
San Agustín In Ioannem tract., 54.
No dijo, yo no lo juzgaré en el último
día, porque esto hubiera sido contrario a aquellas palabras (
Jn 5,22): "El Padre ha dado todo juicio al
Hijo". Porque después de haber pronunciado las palabras "el que me
desprecia tiene quien le juzgue", como ellos esperasen saber
quién fuese, añade: "La palabra que he
hablado, ella le juzgará en el día postrero", donde se manifiesta bien
claramente que El mismo era el que los había de juzgar en el día
postrero. Como quiera que habló de sí mismo y se manifestó a sí mismo,
así de una manera serán juzgados los que oyeron, y de otra los que
oyeron y despreciaron.
San Agustín De Trin.1,
12
He ahí por qué juzga la palabra que habló
el Hijo; porque el Hijo no habló de sí mismo. O así: Yo no juzgaré
conforme a la potestad humana, porque soy Hijo del hombre, sino que
juzgaré según la potestad del Verbo de Dios, porque soy Hijo de Dios.
Crisóstomo In Ioannem hom., 68.
O de otra manera: "Yo no lo juzgo", esto
es, no soy la causa de su perdición, sino él mismo, que desprecia mis
palabras; porque las palabras que acabo de pronunciar, estarán en
frente de él como acusadoras para quitarle toda excusa. Y esto
significa lo que añade: "La palabra que yo he hablado será su juez".
¡Y qué palabra! Porque yo no he hablado por mí mismo, sino el Padre
que me envió me encomendó lo que había de decir y hablar. Todas estas
cosas, pues, se dijeron contra ellos para que no tuviesen ninguna
excusa.
San Agustín In Ioannem tract., 54.
El Padre dio el mandato, pero no porque el
Hijo no lo tuviese, pues en la sabiduría del Padre, es decir en el
Verbo del Padre, están todos los mandatos del Padre. Pero aún así se
dice que el mandato le ha sido dado, pues El, a quien se da este
mandato, no es por sí mismo. Y dar al Hijo aquello sin lo cual nunca
ha estado significa lo mismo que engendrar al Hijo, que nunca no ha
existido.
Teofilacto.
Siendo, pues, el Hijo la palabra del Padre
que en toda su integridad revela, o esclarece y expone, dice que El ha
recibido como mandato lo que ha de decir y hablar. Así también como
nuestra palabra, si queremos expresar la verdad, profiere aquellas
cosas que la mente sugiere.
"Y sé, prosigue, que su mandato es vida
eterna".
San Agustín ut supra.
Si, pues, vida eterna es el Hijo y vida
eterna es el mandato del Padre, ¿qué otra cosa se ha dicho sino yo soy
el mandato del Padre? A esto obedece lo que añade: "Así, lo que yo
hablo, lo hablo tal como dijo mi Padre". Y las palabras
me dijo no deben entenderse en el sentido de
que hubiese hablado a su Hijo único por medio de palabras. Habló el
Padre al Hijo de la misma manera que le dio vida, no porque ignoraba o
no tenía, sino porque era el Hijo mismo. ¿Qué otra cosa significa
"según me dijo, así hablo", sino yo que soy el Verbo hablo? El me
habló de esta manera porque es veraz, y yo así hablo porque soy la
verdad. El Veraz engendró a la Verdad. ¿Qué podría entonces haber
dicho a la verdad? Pues la Verdad no es imperfecta, como para que se
le pueda añadir algo.
|