EL RINCÓN DE LA MEDITACIÓN
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"DAME TODO ESE AMOR
QUE DE MI PIDES"
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Orar es buscar incansablemente ese TU que
es
Dios, con mi YO que tiene sed de Él. La oración es un encuentro que tiene tres ejes fundamentales: |
1.1.- UN TIEMPO PARA
DIOS |
Abre tu corazón a la esperanza. Ora con frecuencia, pero no caigas en la
trampa de pensar que "todo es oración". Deja atrás lo que te dispersa, sube a la montaña para orar y no temas perder tu tiempo estando a solas con Dios. No tengas prisa, permanece hasta sentir la presencia de Dios en tu vida, y no bajarás de la montaña tú sólo/a, sino en compañía de Jesús. ¿Cómo orar? ¿Cómo saber que lo que hago es
oración? Al principio, no
te preocupes tanto de lo que haces sino de ir a encontrarle y de estar con Dios. El Señor te irá enseñando a orar. No tengas prisa. Da tiempo al tiempo, da tiempo a Dios para que realice en ti su obra. No te ates a los métodos de oración, el que enseña
a orar es el Espíritu.
No pretendas cambiar tu corazón, pero vete, poco a poco, centrándolo en lo esencial: amar a Dios y dejarte amar por él. La amistad y el amor no miran el tiempo gastado; miran los ojos del amado. Prepárate a orar de muchas maneras:
- Habrá días, sobretodo cuando te cueste
concentrarte o te sientas cansado,
en los que tu oración será tan sencilla que te limites a orar con los labios. Acepta decirle a Dios las oraciones que te han acompañado tantas veces en la vida. No olvides que Dios no mira tus labios, sino que pone sus ojos en lo profundo de tu corazón. - Otras veces coge el evangelio o un salmo y haz
una lectura tranquila,
serena, calmada, de la Palabra de Dios. Lee despacio, interiorizándola, y que vaya calando en tu corazón; cierra los ojos, déjate caer en ese silencio que te hará presente lo esencial del texto. Esta oración te familiarizará con la Palabra, te enseñará a escuchar al Señor y descubrir su voluntad. - Hay momentos en los que necesitas meditar, reflexionar;
pero, utilizada
con mucha frecuencia, este tipo de oración llega a cansar, a aburrir, a no satisfacer. Es más bien un encuentro contigo mismo aunque estés en presencia de Dios. - Hay tiempos para una oración de "encuentro con
Dios". La oración es
un diálogo entre Dios y tú, desde vuestros respectivos silencios; un diálogo que consiste en mirar al Señor y dejarte mirar por Él; un diálogo con la presencia de un Yo y un Tú en un clima de amor; un diálogo que se realiza en espíritu y en verdad, apoyado en la Palabra de Dios. - Descubre que no eres tú el que dirige el
encuentro con Dios, sino el
Espíritu y habrás llegado a la "contemplación": es un don de Dios, una experiencia profunda que llena el corazón de paz y alegría. Dios se vuelve como "la música callada" y "la soledad sonora". Contemplativo es el hombre o la mujer que irradia a Dios desde el fondo de su corazón. Si eres fiel a la oración
diaria, te asombrará cómo cambia tu vida, cómo tu
corazón va creciendo en amor, en fe y esperanza; encontrarás en tu interior la fuerza para vivir, la razón de tu existencia; descubrirás el tesoro que llevas escondido en lo profundo de tu ser. |
1.2.- LA ORACIÓN DE
RECOGIMIENTO |
La oración de recogimiento es un estar a lo que se
está. Entrégate a
ella con todos los sentidos. Busca con todo tu corazón la forma de empaparte, llenarte, impregnarte de Dios; busca con todo tu ser cómo sumergirte, fusionarte y unirte a Dios. Preocúpate de CONOCER y AMAR a Dios. Conocerle es tener
experiencia de él, hacerle tuyo. Amarle es entregarle tu vida, optar por él, hacer de él el valor más importante de tu existencia, ponerle en el Centro de tu ser. Si conocieras de verdad a Dios no podrías dejar de amarle, serías un apasionado de Dios. ¿Por qué cuesta tanto concentrarse, estar atento
durante la oración?
¿Qué hacer para superar distracciones? ¿Qué método
hay para orar
con profundidad? Los problemas de la oración no son tanto problemas que hay al orar, sino problemas por la forma como uno vive. Es imposible querer recogerse al orar si durante el día se vive disperso, superficial, fuera de sí. Estar dentro de sí al orar, supone estar dentro de sí a lo largo del día. Cambia tu manera de vivir, y cambiará tu manera de orar. Si en tu vida domina el hombre viejo, no pretendas
en un rato vivir
según el hombre nuevo. Libérate de las ataduras que hay en tu vida; deshazte de lo que te tiene prisionero de un pasado del que no estás satisfecho; despréndete del mundo instintivo, tendente a lo fácil y placentero... y comienza a vivir según el Evangelio. Sé coherente con lo que piensas, dices, sientes y
quieres. Se
sincera/o
contigo misma/o y acepta lo bueno y lo malo que hay en ti; deja de lado la vida superficial, centrada en el tener, el poder, el parecer. No te dejes arrastrar por la sociedad de consumo. Descubre la Soledad y el silencio. El Señor nos dice a través de Oséas:
"Le llevaré al desierto y le hablaré al corazón". No tengas miedo de quedarte a solas; de buscar un lugar recogido, sin ruidos, libre de cosas; de leer un libro que te ayude a interiorizar tu vida; de quedarte con la Biblia en la mano, y orar. La experiencia de la soledad es el camino para encontrarte contigo mismo y conocerte. Aprende a escuchar, a estar como un centinela, a
estar como alguien y
no como algo, a integrar y armonizar tu vida y verás cómo todo se vuelve más cercano. Para vivir, vive en Dios; para ser, céntrate en Dios. Con Dios tu vida tendrá otro sentido. |
1.3.- PON TU MENTE Y TU CORAZÓN EN
DIOS |
Oramos con todo de nuestro ser, y no sólo con los labios o con
nuestro
pensamiento. La persona es alguien que piensa, siente, ama, decide y busca. Pero, ¿qué hacer con la oración? ¿Cómo saber que la oración es verdadera? "Pon tu mente y tu corazón en Dios". La oración está
basada en la fe, y
tener fe es abandonarte a su amor, confiar en su bondad, esperar en su misericordia; la fe es comunión y comunicación de vida con Dios. Acércate a Dios y quédate con él porque crees en
él, porque le amas. El
hombre y la mujer que tienen fe ponen su mirada más en Dios que en sí mismos; ponen sus ojos más en el amor de Dios que en su pecado; ponen su corazón más en Dios que en las cosas de esta vida. Cuenta siempre con Dios; acude a él, tómale en serio; apuesta por el Dios de Jesús como el sentido de tu vida. Al orar pon la MENTE en Dios: mírale y ten la
certeza de que él está en tu
vida, te ama, se preocupa por ti, y te toma en serio. A veces querrás ver a Dios y no lo conseguirás. Tal vez tu estilo
de vida
no te deja ver a Dios; o tu vida dispersa no te deje centrarte en Dios. Tal vez tus recuerdos te hagan vivir más en el pasado que en el presente; o las heridas del pasado no estén curadas. Trata de orar y confíalas a la misericordia de Dios. Al orar pon en Dios tu CORAZÓN, dile que le amas,
que estás a gusto
con él, y no olvides que Dios te ama hasta el extremo de haber dado su vida por ti. No te acobardes si deseas estar atento a Dios pero
no puedes. No te
desanimes por tus distracciones ni luches contra ellas: es imposible vencerlas. Y Dios no nos pide imposibles. En esos momentos agárrate a una frase corta de la Palabra de Dios y repítela despacio, verás cómo ella es camino de luz hacia Dios. |
1.4.- MANERAS DE DIALOGAR CON
DIOS |
En la oración debe haber DIÁLOGO, y ello exige dos
presencias: la de un
Tú y la de un Yo. Jesús dice que no seamos charlatanes, porque el Padre sabe lo que hay en el fondo de nuestro corazón y lo que necesitamos. Pero tenemos miedo de hacer silencio y escuchar, aunque a la oración no vamos tanto a hablarle a Dios, como a escucharle. Dialogar con Dios por medio de "largas
reflexiones". Al principio
sentirás ganas de hablar mucho, de decirlo tú todo. Habla hasta que hablar o pensar mucho ya no te digan gran cosa y te des cuenta de que lo importante es "amar mucho". Las reflexiones te ayudarán a aclararte, acercarte a Dios, motivarte, buscar razones, convencerte de algo, asentar ideas; pero hazlas "hablándole" y no sólo "pensando". No se trata de "pensar ante el Señor" las cosas, sino de "decírselas al Señor". Dialogar con Dios por medio de "frases cortas" del Evangelio o de un
Salmo; una frase que sea clara, que la puedas decir de memoria, con los ojos cerrados. Ve pensando con amor en lo que dice, pero sin esforzarte mucho en entenderla. Se trata de ir dejando caer en el corazón esa Palabra de Vida para que lo vaya empapando y despertando a Dios: "El Señor es mi luz y mi salvación". "El Señor es la defensa de mi vida". "El Señor es mi pastor, nada me falta". "Yo soy la resurrección y la vida". Dialogar con Dios por "simple atención". Es la forma más
entrañable y
honda de orar. Sobran las palabras y lo que cuenta es el silencio. Es un encuentro de unión, donde ya no importa lo que se diga, sino lo que sois Dios y tú. Se trata de poner los ojos de la fe, en silencio, en Dios; de poner el corazón con amor en Dios. Se trata de olvidarse de uno mismo y experimentar que lo que cuenta es DIOS. Lo importante en la oración es "encontrarte" con
Dios. Pase lo
que
pase, tengas ganas de orar o no las tengas, NUNCA DEJES la oración. Nunca dejes "plantado" al Señor que te ama. Lo importante es estar con él y experimentar que él ha estado contigo. Es el amor el que mide el tiempo. Es la gratuidad lo que marca ese espacio. Se trata de saber que "quien está unido a mí ése da mucho fruto"; se trata de saber que "sin mí no podéis hacer nada". |
1.5.- DETALLES PARA CREAR UN CLIMA DE
ENCUENTRO |
Busca UN
TIEMPO, una hora que te vaya bien. ¿Será
de madrugada? ¿Será
al mediodía? ¿Será al anochecer? Tú sabrás cuál es el mejor tiempo para dedicárselo al Señor. Sé fiel a este tiempo, y no falles a la cita. Dile a tu corazón: ¡Es la hora! Busca UN LUGAR,
un rincón donde te encuentres bien, un
sitio escondido,
tranquilo, acogedor; un espacio para la cita. ¿Será tu habitación? ¿Será la capilla? ¿Será una iglesia? ¿Será la naturaleza? Busca un sitio y sé fiel a ese lugar. Cuida la tonalidad de la LUZ: mucha luz no te deja interiorizar ni profundizar; la penumbra te ayuda a hacer camino hacia el interior. Pero la luz puede ayudar a alegrarte y alabar al Señor, y una música suave te puede ayudar a concentrarte y relajarte. Cuida LA POSTURA.
Tal vez sentado sea la mejor. Si eres
capaz de
soportar con paz el estar sentado en el suelo, hazlo. Ayúdate de un cojín. O sírvete de un banquito y arrodillado, apóyate en él; es la postura carmelitana. Cierra los OJOS si eso te ayuda a concentrarte. Si no, déjalos abiertos mirando hacia algún sitio que te centre. |
1.6.- ORAR EN ESPÍRITU Y EN
VERDAD |
Al principio de la oración dedica unos minutos a
"ponerte en presencia
de Dios": abre "tus ojos" al Dios que habita en lo hondo, al Dios presente en la Creación, en el Templo, en medio de la comunidad, o al Dios de la Historia. Toma conciencia de esta realidad que te envuelve y alégrate de tener a Dios tan cerca de ti, y cuando seas consciente de que "tú" estás con el "Otro TU", entonces comienza tu oración. Ora desde la verdad, desde la sencillez
y la transparencia del corazón; ora
con tu historia, con tu realidad; ora desde la vida, con la vida y para la vida; ora desde tu corazón de barro, desde tu debilidad y pide al Espíritu que venga en tu ayuda. Orando en espíritu y verdad descubrirás que Dios lo
es TODO, te
rendirás ante su presencia, te inclinarás ante su grandeza, te postrarás ante su santidad y le ADORARÁS. Adorar es saber que estás en presencia de Dios, del Único, del Santo. Adora porque amas. Adora porque crees. Adora porque esperas. Dile a Dios: "Dios mío, yo te amo con todo mi corazón y con todas mis fuerzas y con toda mi alma y sobre todas las cosas". |
1.7.- UNA MIRADA SENCILLA Y
ATENTA |
Mira a Dios con una mirada SENCILLA que exprese la transparencia, la
verdad y entereza de tu corazón. No compliques el rostro de Dios; no te empeñes en ver con la cabeza cuando lo invisible, lo oculto, lo misterioso sólo se puede ver con el corazón. Descomplica tu oración. Dios es sencillo. ¡Dios es!
Mira a Dios con una mirada ATENTA que exprese todo tu interés,
dedicación y amor. La mirada atenta expresa contemplación, fascinación, admiración. Una mirada atenta a Dios en tu oración quiere decir que él es lo que te interesa, que él es el Centro. Pero se hace difícil si Dios no es tu Tesoro, pues "donde está tu Tesoro allí está tu corazón". Has nacido para orar, para estar en presencia de
Dios. San Pablo
dirá
que "en él vivimos, nos movemos y existimos". Abre tu corazón al Dios que habita dentro de ti, al Dios que está presente en la Creación, en la comunidad, en el Sagrario, o en los hombres que sufren. Pon tus ojos en Dios, y
mírale sin prisa, hasta que descubras que es un
PADRE que perdona y una MADRE que acoge; pon tus ojos en tu corazón hasta que descubras que eres hija/o de Dios; pon tus ojos en Jesús y no dejes de mirarlo hasta que descubras que él es tu Señor y Salvador. Mira al que amas y ama al que miras. Mira quién te
mira y déjate
amar en su mirada, porque para Dios, mirar es amar. "DAME TODO ESE AMOR QUE DE MÍ PIDES.
DAME TODO ESE AMOR, DAME MÁS AMOR"
(San Alfonso María de Ligorio)
Mikel Pereira
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