EL PAPA EN TIERRA SANTA

 

SIN PAZ NO PUEDE HABER DESARROLLO EN ORIENTE MEDIO

Juan Pablo II aboga por la concordia y peregrina tras las huellas de Moisés

AMMAN, 20 mar (ZENIT).- Jordania se ha convertido en la primera etapa del viaje internacional número 91 de Juan Pablo II, considerado por muchos como «el» viaje por excelencia de este pontificado por su importante significado espiritual y por las expectativas que ha suscitado para el proceso de paz en Oriente Medio.

Tras un vuelo de unas cuatro horas, el avión del Papa aterrizó en el aeropuerto internacional «Queen Alia», a las dos de la tarde hora local. El pontífice fue recibido por el rey de Jordania, Abdalá II, hijo y sucesor del rey Hussein. Salvas de cañón acompañaron sus lentos pasos al descender.

Como acostumbra a hacer, el primer gesto del Papa fue la bendición de esta tierra que le fue presentada en una artística escudilla. La ceremonia quedó solemnizada por el desfile de la guardia real que lucía su tradicional uniforme.

Las primeras palabras del Papa en Jordania fueron consagradas a la paz en Oriente Medio. Al dirigirse al rey Abadalá II, afirmó: «Su Majestad, sé que está profundamente preocupado por la paz en su tierra y en toda la región. Sé también lo importante que es para usted el que todos los jordanos, musulmanes y cristianos, se consideren un solo pueblo y una sola familia. En esta región del mundo existen graves y urgentes cuestiones relativas a la justicia y a los derechos de los pueblos y de las naciones que tienen que ser resueltas por el bien de todos aquellos que están involucrados y como condición para una paz duradera».

El futuro está, por tanto en el diálogo. «Por más difícil, por más largo que sea, el proceso de búsqueda de la paz tiene que continuar --dijo el Papa--. Sin paz, no puede haber un desarrollo auténtico para esta región, ni una vida mejor para sus pueblos, ni un futuro más luminoso para sus hijos. Por este motivo es tan importante y digno de ser alabado el comprobado compromiso de Jordania orientado a garantizar las condiciones necesarias para la paz».

En este momento del discurso, repicaron todas las campanas de las Iglesias de este país mayoritariamente musulmán.

El Papa también mencionó las motivaciones religiosas de este viaje que realiza con motivo de los dos mil años del nacimiento de Jesús. Recordó que ha venido siguiendo un periplo que comenzó espiritualmente en Ur de los Caldeos (Irak) y que el mes pasado le llevó al Monte Sinaí (Egipto) para llegar ahora a Jordania, «tierra santificada por la presencia de Jesucristo, por la presencia de Moisés, Elías y Juan el Bautista, y de los santos y mártires de la Iglesia primitiva».

Por último, el Papa reconoció que llega a un país amigo. «Vuestra tierra es famosa por la hospitalidad y apertura a todos». Esta apertura, añadió, lleva al país a garantizar la libertad religiosa, «derecho humano fundamental». De este modo, añadió, «todos los ciudadanos se sienten iguales y cada uno, inspirado en las propias convicciones espirituales, puede contribuir con la edificación de la sociedad concebida como una casa compartida por todos».

Por su parte, en su discurso de bienvenida, el rey jordano quiso subrayar la necesidad que siente esta región de una paz duradera. Se dijo convencido de la posibilidad de alcanzar este objetivo, pues «el poder del amor es más fuerte que los conflictos». Tras reconocer que la vista de Juan Pablo II, «hombre santo» y de paz, al Reino Hachemita es «histórica», Abdalá II insistió en pedir paz para todos los pueblos de Oriente Medio y afirmó que los jordanos están determinados a llevar adelante este objetivo.

Visita al Monte Nebo El maratón de Juan Pablo II por Tierra Santa continuó con la visita al Monte Nebo. Desde sus 806 metros de altura Moisés pudo contemplar la Tierra Prometida en la que no podría entrar. Juan Pablo II también pudo disfrutar del panorama único de Tierra Santa que ofrece su mirador, desde el que se puede ver Belén, las cúpulas de Jerusalén, el valle del Jordán, el Mar Muerto y el oasis de Jericó. El Papa pidió que le explicaran el panorama. «Comienzo este viaje en el santuario del Nebo, pensando en Moisés y al pacto que Dios hizo con él y que Cristo bañó con su sangre», dijo el Papa al llegar. Allí rezó por todos los pueblos que viven ahora en la Tierra Prometida, hebreos, musulmanes y cristianos, y por la paz entre ellos, en la justicia y en la fraternidad.

Fue un encuentro sencillo y cordial, en el que los anfitriones eran los franciscanos, encargados de la custodia de este monasterio, cuyos cimientos hunden sus raíces en el siglo IV. El padre Michele Piccirillo, el superior de esta comunidad franciscana y gran experto en arqueología, le ilustró con detalle los secretos y significado del lugar. Para recordar su peregrinación, el Papa bendijo una placa conmemorativa como gesto de buen augurio para la primera etapa de restauración de este memorial de Moisés. La restauración del lugar, venerado por musulmanes, judíos y cristianos, se convertirá en un símbolo del nuevo período de paz que vive la región.

Tras agradecer la hospitalidad de la comunidad franciscana, el pontífice regresó a Ammán, donde poco después le esperaría en su residencia el rey Abdalá II para recibirle en un encuentro privado. Al final del mismo, el Santo Padre se traslado a la nunciatura apostólica donde descansó esta noche.

Mañana por la mañana el Papa presidirá la celebración eucarística más imponente de la historia de este país en la que bautizará a dos mil niños en el Estadio de Ammán.


 

JEFE DE LA SINAGOGA ROMANA: «ES EL PONTIFICE DEL DIALOGO»

El rabino Elio Toaff comenta el viaje papal a Tierra Santa

CIUDAD DEL VATICANO, 20 mar (ZENIT).- «Viva satisfacción y complacencia», estos son los sentimientos que suscita en el corazón el rabino jefe de la Sinagoga de Roma, Elio Toaff, la peregrinación de Juan Pablo II a Tierra Santa. Hace esta confesión en un artículo publicado por el diario «Avvenire». Y añade que se trata de un «ulterior y significativo paso en el acerca miento entre la Iglesia y el pueblo judío».

«La condena de toda forma de antisemistismo --comenta sobre el último gesto penitencial de Juan Pablo II-- el arrepentimiento sincero de las culpas del pasado respecto a los "hermanos mayores", junto a otros pasos de gran valor moral y espiritual, como la visita al templo Mayor de Roma, la primera de un Papa a una sinagoga, el reconocimiento del Estado de Israel y ahora la visita a Tierra Santa en el año del Jubileo, marcan indeleblemente la nueva relación entre Iglesia y judaísmo, que este gran pontífice sobre todo ha querido señalar con el respeto recíproco y la conciencia del gran patrimonio espiritual común, lejos de toda expresión de odio y de aversión».

El rabino señala lo que todavía queda mucho por hacer tanto por parte de los cristianos como de los judíos de buena voluntad y afirma que la comunidad hebrea espera todavía mucho de la Iglesia como, por ejemplo, «una condena, lejana de toda ambigüedad, por los silencios culpables ante el holocausto, el reconocimiento del valor especial, religioso y político, que los judíos dan a Jerusalén, capital de su primer estado nacional, y sede del Santuario, al que los judíos de todo el mundo han quedado siempre unidos espiritualmente, incluso tras su destrucción».

Pero reconoce así mismo todo lo que se ha podido hacer gracias a este Papa, «el pontífice del renovado diálogo entre la Iglesia y el judaísmo». Y, por ello, añade, «acompaño su peregrinación a Tierra Santa con conmoción y esperanza, pronunciando sobre él la bendición bíblica: "Bendito el que viene en el nombre de Dios"».


 

LA PAZ, UNICO FUTURO PARA LOS HIJOS DE ORIENTE MEDIO

Palabras del Papa al llegar a Jordania

AMMAN, 20 mar (ZENIT).- El carácter exclusivamente espiritual de su peregrinación a Tierra Santa y la urgente necesidad de paz en Oriente Medio fueron las primeras palabras que salieron de los labios de Juan Pablo II al aterrizar en Jordania. Ofrecemos a continuación la traducción del discurso que dirigió al rey Abadlá II, a los miembros de su gobierno y a las personas que le recibieron en el aeropuerto internacional de Ammán.

* * *

Majestad, Miembros del Gobierno:

1. En espíritu de profundo respeto y amistad, saludo a todos los que viven en el Reino Hachemita de Jordania: a los miembros de la Iglesia católica y de las demás Iglesias cristianas, a los musulmanes, por quienes tenemos una gran consideración los seguidores de Cristo, y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad.

Mi visita a vuestro país y todo el viaje que hoy comienzo forman parte de la peregrinación jubilar que estoy realizando para conmemorar los dos mil años del nacimiento de Jesucristo. Desde el inicio de mi ministerio como obispo de Roma he sentido un gran deseo de celebrar este acontecimiento rezando en algunos de los lugares ligados a la historia de la salvación --lugares que nos hablan de una larga preparación de aquel momento a través de los tiempos bíblicos, lugares donde nuestro Señor Jesucristo vivió y que están ligados a su obra de redención--. Ya he estado en Egipto, en el Monte Sinaí, donde Dios reveló su nombre y le confió las tablas de la Ley de la Alianza.

2. Hoy me encuentro en Jordania, una tierra que me es familiar por las Sagradas Escrituras: una tierra santificada por la presencia del mismo Jesús, por la presencia de Moisés, Elías y Juan el Bautista, y por los santos y mártires de la Iglesia primitiva. Vuestra tierra es famosa por su hospitalidad y apertura a todos. Son cualidades del pueblo jordano que he experimentado en varias ocasiones en los encuentros que tuve con el difunto rey Hussein, y que me han sido confirmadas en mi encuentro con Su Majestad en el Vaticano, en septiembre del año pasado.

Su Majestad, sé que está profundamente preocupado por la paz en su tierra y en toda la región. Sé también lo importante que es para usted el que todos los jordanos, musulmanes y cristianos, se consideren un solo pueblo y una sola familia. En esta región del mundo existen graves y urgentes cuestiones relativas a la justicia y a los derechos de los pueblos y de las naciones que tienen que ser resueltas por el bien de todos aquellos que están involucrados y como condición para una paz duradera. Por más difícil, por más largo que sea, el proceso de búsqueda de la paz tiene que continuar. Sin paz, no puede haber un desarrollo auténtico para esta región, ni una vida mejor para sus pueblos, ni un futuro más luminoso para sus hijos. Por este motivo es tan importante y digno de ser alabado el compromiso demostrado por Jordania, orientado a garantizar las condiciones necesarias para la paz.

Construir un futuro de paz requiere una comprensión cada vez más madura y una cooperación cada vez más práctica entre los pueblos que reconocen al único, verdadero, indivisible Dios, el Creador de todo lo que existe. Las tres religiones históricas monoteístas incluyen la paz, el bien y el respeto por la persona humana entre los valores más importantes. Deseo vivamente que mi visita refuerce el diálogo ya fecundo entre los cristianos y musulmanes que se está llevando adelante en Jordania, en particular a través del Royal Interfaith Institute.

3. La Iglesia católica, sin olvidar que su misión principal es de orden espiritual, desea siempre cooperar con cada una de las organizaciones y con las personas de buena voluntad en la promoción de la dignidad de la persona humana. Lo hace en particular en las escuelas y programas educativos, y a través de sus instituciones caritativas y sociales. Vuestra noble tradición de respeto por todas las religiones garantiza la libertad religiosa que hace el que todo esto sea posible, y que, de hecho, es un derecho humano fundamental. Cuando esto sucede, todos los ciudadanos se sienten iguales y cada uno, inspirado por las propias convicciones espirituales, puede contribuir en la construcción de la sociedad como una casa compartida por todos.

4. La calurosa invitación que Sus Majestades, el Gobierno y el pueblo de Jordania me han dirigido es expresión de nuestra esperanza común por una nueva era de paz y de desarrollo en esta región. Siento profundo aprecio y sincera gratitud por vuestra cortesía, os aseguro mis oraciones a vosotros y a todo el pueblo jordano, a los refugiados que están entre vosotros, y a los jóvenes que constituyen la mayor parte de la población.

¡Que Dios Omnipotente conceda a Sus Majestades felicidad y larga vida! ¡Que bendiga a Jordania con prosperidad y paz!


 

EL PAPA PIDE A CRISTIANOS Y JUDIOS «REMOVER TODAS LAS FORMAS DE PREJUICIO»

Juan Pablo II llega a Israel como peregrino tras las huellas de Dios

TEL AVIV, 21 mar (ZENIT.org).- Finalmente Juan Pablo II ve su sueño hecho realidad. Procedente de Ammán en un avión de la Royal Jordanian Airlines, el pontífice aterrizó al caer de la noche en el aeropuerto Ben Gurion de Tel Aviv, donde le esperaban los más altos representantes del Estado de Israel, entre quienes se encontraba el presidente Ezer Weizman y el primer ministro Ehud Barak.

«He sentido el intenso deseo de venir aquí para rezar en los lugares más importantes que, desde los tiempos antiguos, han sido testigos de las intervenciones de Dios y de sus milagros», confesó el Papa en el discurso que pronunció en la ceremonia de bienvenida.

El clima era lluvioso y el viento quitó serenidad al encuentro. La ceremonia de bienvenida estuvo animada por los colores de las banderas del Vaticano y de Israel. «Bienvenido a Tierra Santa», le dijo con seguridad Barak al pontífice al saludarle.

El Papa explicó que su visita «Forma parte de una peregrinación más amplia de oración y de acción de gracias que me ha llevado al Sinaí, al Monte de la Alianza, el lugar de la revelación decisiva que ha plasmado la historia sucesiva de la salvación». Despejando toda manipulación política, añadió: «En cada paso de este camino voy empujado por un vivo sentido de Dios que nos ha precedido y nos guía, que quiere que le honremos en espíritu y verdad, que reconozcamos nuestras diferencias y el hecho de que todo ser humano está creado a imagen y semejanza del único Creador del cielo y de la tierra».

Constató que desde la visita de Pablo VI, en 1964, a Israel la situación ha experimentado cambios inesperados. El Vaticano y ese Estado mantienen ahora relaciones diplomáticas y se ha abierto «una era de diálogo en cuestiones de interés común, como la libertad religiosa, las relaciones entre la Iglesia y el Estado y, más en general, entre cristianos y hebreos». En este sentido, pidió «remover todas las formas de prejuicio». «Tenemos que luchar para presentar siempre y en todos los sitios el auténtico rostro de los hebreos y del hebraísmo --insistió--, como también de los cristianos y del cristianismo y esto a todos los niveles de mentalidad, de enseñanza y de comunicación».

«Rezo para que mi visita contribuya a hacer crecer el diálogo interreligioso que llevará a hebreos, cristianos y musulmanes a encontrar, en las respectivas creencias y en la fraternidad universal que une a todos los miembros de la familia humana, la motivación y la perseverancia para trabajar a favor de esa paz y de esa justicia que los pueblos de Tierra Santa todavía no poseen y a las que anhelamos tan profundamente»: «¡Que la paz sea el don de Dios a la tierra que él escogió!»

Por su parte, en el discurso de bienvenida, el presidente Weizman fue también muy franco. Agradeció las palabras de petición de perdón que pronunció el pontífice el 12 de marzo pasado por el antisemitismo que en ocasiones han experimentado algunos hijos de la Iglesia, y definió Jerusalén como «corazón del hebraísmo, ciudad de paz y orgullo de Israel».

Acto seguido, Juan Pablo II tomó un helicóptero que le llevó a la nunciatura apostólica en Jerusalén, donde descansó esa noche. Mañana, miércoles, viajará a Belén, donde celebrará la Eucaristía en la plaza del Pesebre y después visitará la gruta de la Natividad, y se encontrará con Yasser Arafat.


 

«¡QUE LA PAZ SEA EL DON DE DIOS A LA TIERRA QUE EL ESCOGIO!»

Palabras de Juan Pablo II al aterrizar en Tel Aviv

TEL AVIV, 21 mar (ZENIT.org).- El carácter espiritual de su peregrinación a Tierra Santa, el diálogo entre hebreos y cristianos, y la paz en Oriente Medio fueron los tres grandes temas que afrontó Juan Pablo II nada más aterrizar en Tel Aviv. Estas fueron las palabras que pronunció el pontífice.

* * *

Querido presidente Weizman, queridos hermanos israelíes, excelencias, señoras y señores:

1. Ayer, desde las alturas del Monte Nebo, pude ver a través del Valle del Jordán, esta tierra bendita. Hoy piso con profunda emoción el suelo de la Tierra en la que Dios quiso «plantar su tienda» y permitió que el hombre se encontrara con él de manera más directa.

En este año, en el que se celebran los dos mil años del nacimiento de Jesucristo, he sentido el intenso deseo de venir aquí para rezar en los lugares más importantes que, desde los tiempos antiguos, han sido testigos de las intervenciones de Dios y de sus milagros. «Tú eres el Dios que obra maravillas, manifiestas tu fuerza entre los pueblos».

Señor presidente, le agradezco la calurosa acogida y, a través suyo, saludo a todas las personas del Estado de Israel.

2. Mi visita es al mismo tiempo una peregrinación personal y un viaje espiritual del obispo de Roma a los orígenes de nuestra fe en el «Dios de Abraham, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob». Forma parte de una peregrinación más amplia de oración y de acción de gracias que me ha llevado al Sinaí, al Monte de la Alianza, el lugar de la revelación decisiva que ha plasmado la historia sucesiva de la salvación. Ahora tendré el privilegio de visitar algunos lugares íntimamente ligados a la vida, a la muerte y a la resurrección de Jesucristo. En cada paso del camino voy empujado por un vivo sentido de Dios que nos ha precedido y nos guía, que quiere que le honremos en espíritu y verdad, que reconozcamos nuestras diferencias y el hecho de que todo ser humano está creado a imagen y semejanza del único Creador del cielo y de la tierra.

3. Señor presidente, usted es conocido como un hombre de paz y artífice de paz. Todos nosotros sabemos la necesidad urgente de paz y de justicia que siente no sólo Israel, sino toda la región. Han cambiado muchas cosas entre la Santa Sede y el Estado de Israel desde que mi predecesor, el Papa Pablo VI, vino aquí en 1964. La instauración de relaciones diplomáticas entre nosotros, en 1944, ha sellado a los esfuerzos orientados a abrir una nueva era de diálogo en cuestiones de interés común, como la libertad religiosa, las relaciones entre la Iglesia y el Estado y, más en general, entre cristianos y hebreos. A otro nivel, la opinión mundial sigue con mucha atención el proceso de paz que involucra a todos los pueblos de la región, en la difícil búsqueda de una paz duradera, con justicia para todos. Con la nueva apertura recíproca, los cristianos y los hebreos deben cumplir esfuerzos valientes para remover todas las formas de prejuicio. Tenemos que luchar para presentar siempre y en todos los sitios el auténtico rostro de los hebreos y del hebraísmo, como también de los cristianos y del cristianismo y esto a todos los niveles de mentalidad, de enseñanza y de comunicación.

4. Mi viaje es, por tanto, una peregrinación, en espíritu de humilde gratitud y esperanza, a los orígenes de nuestra historia religiosa. Es un tributo a las tradiciones religiosas que coexisten en esta tierra. Desde hace tiempo quería encontrarme con los fieles de las comunidades católicas en su rica variedad y con los miembros de las diferentes Iglesias y comunidades cristianas presentes en Tierra Santa. Rezo para que mi visita contribuya a hacer crecer el diálogo interreligioso que llevará a hebreos, cristianos y musulmanes a encontrar, en las respectivas creencias y en la fraternidad universal que une a todos los miembros de la familia humana, la motivación y la perseverancia para trabajar a favor de esa paz y de esa justicia que los pueblos de Tierra Santa todavía no poseen y a las que anhelamos tan profundamente. El salmista nos recuerda que la paz es un don de Dios: «Escucharé qué es lo que dice Dios, el Señor: él anuncia la paz para su pueblo, para sus fieles, para quien regresa a él con todo el corazón». ¡Que la paz sea el don de Dios a la tierra que él escogió!


 

EL ENCUENTRO MAS IMPONENTE DEL PAPA CON CRISTIANOS EN UN PAIS MUSULMAN

Tras celebrar la Eucaristía en Ammán, visita el lugar del bautismo de Jesús

AMMAN, 21 mar (ZENIT.org).- Los católicos de Oriente Medio se reunieron esta mañana en torno Juan Pablo II en lo que posiblemente ha sido una de las ceremonias más imponentes de todo su pontificado en un país de mayoría islámica. La Eucaristía congregó a sesenta mil personas en el Estadio de Ammán. Venían de todos los rincones de la región: de Siria, del Líbano e incluso de Irak.

Cuando entró el Papa, el estadio estalló en un fragoroso aplauso. Entre las personalidades presentes, se encontraba el príncipe de Jordania y representantes del gobierno. Concelebraban con el sucesor de Pedro unos cincuenta cardenales y obispos, entre los que se encontraba el patriarca latino de Jerusalén, Michel Sabbah, quien introdujo la profesión de fe bautismal.

Por su colorido y significado, la atención de los presentes estaba acaparada por la alfombra de flores que reproducía el eslogan: «Jordania, tierra de diálogo y de paz». Confirmaban este mensaje los representantes de las demás confesiones cristianas que participaron en el rito, así como la presencia de un coro y una orquesta compuestos en su mayoría por musulmanes.

En Jordania, el Santo Padre repitió las mismas palabras que hizo resonar Juan el Bautista en el desierto: En Cristo, «Hijo de Dios, se cumple la promesa hecha a Abraham, y la ley entregada a Moisés. Jesús es la realización de la promesa. Su muerte en la Cruz y su Resurrección llevan a la victoria definitiva de la vida sobre la muerte. Con la Resurrección se abren de par en para las puertas del paraíso».

Los cristianos de Tierra Santa se han preparado para el jubileo del año 2000 con un Sínodo especial que ha durado cinco años. Juan Pablo II recordó que este segundo Sínodo de la Iglesia en estos parajes, después del primero que celebraron los primeros apóstoles, ha dejado muy claro que «vuestro futuro está en la unidad y en la solidaridad». Estos fueron precisamente los dos grandes objetivos que planteó el obispo de Roma a los cristianos de Jordania y de toda Tierra Santa, pequeña minoría en el mundo árabe-musulmán y hebreo: «¡Que los recursos de la Iglesia --las familias, las parroquias, las escuelas, las asociaciones de laicos, los movimientos juveniles-- pongan la unidad y el amor como objetivo supremo! No existe una manera más eficaz para participar social, profesional y políticamente en la obra de justicia, de reconciliación y de paz».

Dos mil Primeras Comuniones
Para ello, el Papa exigió la ayuda de todos: de los obispos y de los sacerdotes, a quienes pidió que sean buenos pastores; de las madres de Jordania, a quienes invitó a construir una civilización del amor; de los niños, a quienes les dijo: "Jesús es vuestro mejor amigo"».

De hecho, en la ceremonia, dos mil niños --que simbolizaban también los años que han pasado desde el nacimiento de Cristo-- recibieron la Primera Comunión. Algunos de ellos directamente de manos del Papa.

Jordania, oasis del diálogo
El padre Pasquale Borgomeo, director de programación de «Radio Vaticano», que ha seguido de cerca al Papa durante sus viajes por el mundo, dice al ver este espectáculo: «Para los católicos que vienen de otros países, esto es una especie de paraíso, de "oasis", pues las relaciones entre musulmanes, católicos y cristianos en esta tierra son óptimas. La Iglesia no sólo realiza su tarea de evangelización, sino que además ofrece una decisiva contribución a nivel educativo. De hecho, el 30 por ciento de sus alumnos de sus escuelas son musulmanes. Encontrarse en este ambiente, entorno al Papa, ha sido una gran fiesta para este pueblo».

En el lugar del bautismo de Jesús
Acabada la Misa, Juan Pablo II se trasladó al vicariato latino de Ammán donde almorzó con los patriarcas y obispos. En la tarde, concluyó su visita a Jordania con la visita de Wadi Al-Kharrar, en donde recientes excavaciones arqueológicas han descubierto, en el río Jordán, un lugar utilizado para el bautizar durante el siglo I. Por ello, algunos expertos consideran que se trata del mismo lugar del bautismo de Jesús. El Papa visitará otro lugar análogo en Israel. Afrontando un viento seco y desértico, pronunció, en presencia de dos mil personas, una oración de bendición a la Santísima Trinidad, en recuerdo del Bautismo de Jesús. «Aquí, en el río Jordán --comenzó diciendo--, en el que ambas orillas son visitadas por numerosos peregrinos que rinden honor al Bautismo del Señor, también yo elevo mi corazón en oración».

El adiós de Jordania
A continuación, el Papa se trasladó en helicóptero al aeropuerto internacional de Ammán, en donde le esperaban el rey Abadalá II, su bella esposa, la reina Rania Yassin, de origen palestino, y miembros del gobierno, así como los líderes de la Iglesia en Tierra Santa para dar el último adiós de Jordania al pontífice, quien partía rumbo hacia Tel Aviv. Fue una despedida sencilla, sin discursos solemnes. Abdalá II acompañó al Santo Padre con mucho afecto, siguiendo lentamente sus pasos hasta que llegó a la escalerilla del avión. Juan Pablo II subió los peldaños con dificultad. Pero al llegar al último, mostró una sonrisa de satisfacción al constatar el cariño de este pueblo, que, si bien es mayoritariamente musulmán, le ha acogido durante 26 horas inolvidables.


 

JUAN PABLO II, AMIGO DE JUDIOS Y MUSULMANES

Declaraciones de Thomas Michel, experto del diálogo con el Islam

ROMA, 21 mar (ZENIT.org).- «El viaje del Papa será todo un éxito». Lo dice en declaraciones a «Zenit» el padre Thomas Michel, gran experto del diálogo con el Islam, quien durante años trabajó en el Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso de la Santa Sede y hoy es responsable de la Oficina de la Curia General de la Compañía de Jesús dedicada a dar seguimiento a este mismo objetivo.

«La visita del Papa no tiene sombras --explica el padre Michel--. No va como un jefe político para tratar o negociar, sino como un peregrino. Esto no significa que su viaje no tendrá valor para el proceso de paz en Oriente Medio, al contrario, refuerza la esperanza de que con esta visita el Santo Padre logre mejorar la relación entre los diferentes credos religiosos profesados por la gente. Las personas que viven allí están hartas de tantos años de guerras. Palestinos y judíos quieren la paz, pero al mismo tiempo tienen miedo los unos de los otros. En este contexto, es muy importante la visita del obispo de Roma: el respeto que muestra por ambas confesiones religiosas, hebraísmo e Islam, puede cambiar las relaciones entre los pueblos».

--Zenit: Algunas voces críticas consideran que el Papa es débil, que se será criticado o manipulado...

--Thomas Michel: Yo creo exactamente lo contrario. Es verdad que el Papa es anciano y que está enfermo, pero todos lo ven con simpatía, incluso aquellos que nunca le quisieron. Juan Pablo II goza de más popularidad que nunca, pues es evidente el respeto con el que trata a todos, en especial a los nos cristianos.

Muchos musulmanes y judíos ven al Papa como a una persona sabia y santa, no como a un hombre de poder. Al inicio de su pontificado, algunos decían que se trataba de un jefe religioso prepotente, con afán de expansión. Después de todos estos años de pontificado dicen que es una persona santa y tienen el placer de estar a su lado.

--Zenit: Paradójicamente parece que hay más protestas por parte de los ultra-ortodoxos judíos que por parte de los musulmanes.

--Thomas Michel: La relación de la Iglesia con el mundo árabe nunca ha sido demasiado mala. Ahora, tras la visita del Papa a Egipto y, tras los dos días que ha pasado en Jordania, todo parece ir mejor. Por lo que se refiere a Israel, según mis informaciones y según los sondeos que se han hecho en el país, la mayor parte de la gente espera con favor la visita del Papa.

--Zenit: Pero la situación de los cristianos en Tierra Santa es cada vez peor; los católicos están desapareciendo. Huyen de esos lugares ante la falta de todo tipo de perspectivas, independientemente de los progresos en el campo del diálogo entre las religiones.

--Thomas Michel: Se trata de un fenómeno antiguo. Los cristianos comenzaron a abandonar Palestina ya en los años treinta, en tiempos de la dominación británica. Los cristianos huían en un porcentaje superior a los musulmanes. El éxodo ha continuado tras la creación del Estado de Israel. Para los cristianos no es nada fácil vivir en Tierra Santa y no se puede obligar a la gente a vivir como si fuera una prisión. Para cambiar esta situación se requiere desarrollo económico y libertad religiosa. En el caso de Israel, es necesario garantizar la libertad de las minorías, y lo mismo sucede en el caso de los Territorios bajo la Autoridad palestina. Si no se les da las garantías para vivir en libertad, en Israel o en Palestina, los cristianos continuarán su éxodo.

--Zenit: ¿En qué estado se encuentra el diálogo entre cristianos y musulmanes?

--Thomas Michel: Las relaciones entre cristianos y musulmanes varían según países y cambian con las generaciones. El apostolado del Papa consiste en crear buenas relaciones, y en todos sus viajes, con pocas excepciones, ha tenido buena respuesta. Por ejemplo, en Indonesia (el país con el mayor número de musulmanes del mundo), existe un gobierno que está comprometido en la promoción de estas relaciones y el presidente quiere dialogar con los cristianos. El jefe de Estado de Bangladesh también es abierto. Las relaciones con Jordania son excelentes. En Omán, el gobierno ha ofrecido con generosidad terrenos y ha pagado la construcción de cinco parroquias. En Marruecos, la situación también es buena. En Libia, los representantes de la Iglesia han afirmado que están contentos con el diálogo con el gobierno.

En 1986, cuando el Papa invitó a Asís a líderes religiosos para rezar, vinieron tres musulmanes. El año pasado, sin embargo, durante el encuentro interreligioso que tuvo lugar en el Vaticano, había más de doscientos líderes musulmanes. Se puede pensar, por tanto, que en el conjunto, el proceso del diálogo está avanzando positivamente.


 

PERO, «¿QUE MÁS QUEREMOS LOS JUDIOS?»

El pensador francés Bernard-Henry Lévy comenta el gesto penitencial del Papa

ROMA, 19 mar (ZENIT).- El pasado viernes, el diario de la burguesía laica italiana, «La Repubblica», el segundo más difundido en el país, ha publicado un artículo (aparecido también en otros diarios europeos, como «El Mundo» en España) del pensador francés Bernard-Henry Levy, de gran espesor y análisis frente a la constante reivindicación judía de petición de excusas por los crímenes cometidos contra ella, que parece no tener límite.

El filósofo se sorprende de la fría reacción de la comunidad hebrea internacional y se pregunta: pero, ¿qué más quieren?, ¿se puede hacer más? El filósofo no sólo indica que es ya penoso seguir escuchando el estribillo del Papa «polaco» y por tanto «reaccionario», y «sordo» a la intensidad del sufrimiento judío. Recuerda Lévy los momentos en los que Juan Pablo II se ha pronunciado sobre el Holocausto, tanto en Auschwitz, en 1979, como en Mauthausen, 1988, Majdanak, 1991, y la visita a la Sinagoga de Roma, el 13 de abril de 1988. En aquella ocasión el Papa habló de «crímenes inauditos contra Dios y contra el Hombre». «¿Qué más se le puede pedir? --se pregunta el intelectual francés-- ¿Hay una manera más profunda, para un Papa, de llorar por una tragedia metafísica?» ».

Lévy, nacido en Argelia en el seno de una rica familia de industriales judíos, afronta el famoso presunto «silencio» de Pío XII, último caballo de batalla del sionismo internacional. Y se interroga: «Pero, ¿qué sabemos de estos silencios? ¿Estamos seguros, a la luz de la historiografía reciente, de que Pío XII fue ese germanófilo o, incluso, ese pronazi, cuyo retrato glosó el escritor protestante Rolf Hochhuth, en 1863, en El vicario? Lo único cierto es que el Papa actual, Juan Pablo II, incluso antes del reciente acto solemne de arrepentimiento, no cesó de pedir perdón por "nuestra pasividad ante las persecuciones y el Holocausto de los judíos" (7 de diciembre de 1991, en la clausura del Sínodo europeo), por la "insuficiencia" de la oposición de la Iglesia a los nazis (junio de 1996) o por la criminal ligereza de esos cristianos culpables de "no haber sido lo suficientemente fuertes como para elevar la voz" contra "el horror de la desaparición de sus vecinos judíos"».

«Juan XXIII no llegó a tanto --subraya el articulista--. Y el Holocausto ni siquiera se abordó en el Vaticano II».

El largo artículo concluye señalando la conveniencia de esperar al viaje de Juan Pablo II a Tierra Santa. «Por ahora --afirma el «enfant terrible» de la intelectualidad francesa--, hay que atenerse a los hechos, es decir, a los textos. Y a la magnífica imagen de este hombre tan anciano, agotado y casi llorando, que, al pie de un Cristo crucificado, en un gesto de humildad sin parangón desde hace cinco siglos (desde la confesión de Adriano VI), se hace, de pronto, el contemporáneo de toda la historia de su institución: pobres, perseguidos de todos los lugares y todos los tiempos, víctimas de la Inquisición, mujeres maltratadas, gitanos y, más que nunca, esos hermanos mayores, a los que la cristiandad se encuentra vinculada por un pacto tan especial como lo fue, desgraciadamente, el suplicio que sufrieron».

Y acaba Bernard-Henry Lévy: «"¿Alguien nos ha pedido perdón alguna vez"?, pregunta Vladimir Jankelevitch en uno de sus textos clásicos. Pues sí, Juan Pablo II»


 

EL PAPA VIVE UNO DE LOS MOMENTOS CULMINANTES DEL JUBILEO EN BELEN

La Misa es interrumpida por la llamada del almuédano a la oración islámica

BELEN, 22 mar (ZENIT.org).- Juan Pablo II no disimuló la emoción. Esta mañana finalmente pudo vivir uno de los momentos decisivos de este Jubileo que recuerda los dos mil años del nacimiento de Cristo. La protagonista fue Belén, la localidad que fue testigo del acontecimiento cristiano que separaría en un antes y un después la historia de la humanidad.

Belén, que está sometida al control de la Autoridad palestina, es también una de las ciudades «símbolo» de la complicada evolución territorial que tiene lugar en Oriente Medio. De este modo, la llegada del Papa a la ciudad en que nació Jesús se convirtió en la ocasión para recordar la necesidad urgente que tiene esta región de paz y para reafirmar ante el mundo el «derecho natural» del pueblo palestino a «tener una patria» y a vivir «en paz y tranquilidad con los demás pueblos de la región». «Nadie puede ignorar todo lo que ha tenido que sufrir el pueblo en las décadas recientes --dijo con firmeza--. Vuestro tormento está ante los ojos del mundo. Y ya ha durado demasiado tiempo».

El beso
Acogido con todos los honores por el líder de la Autoridad palestina, Yasser Arafat, Juan Pablo II se inclinó a besar el recipiente con la tierra de Belén. Un gesto de devoción --típico del pontífice-- que, como después aclararía el portavoz de la Santa Sede, Joaquín Navarro-Valls, no quiere ser un acto de reconocimiento implícito del Estado palestino. «Hubiera sido bastante extraño el que el Papa no besara la tierra en que nació Jesús», aclaró el director de la Oficina de Información vaticana.

«¡No tengáis miedo!»
A continuación tuvo lugar el acontecimiento que tocó las cuerdas más profundas del año santo: la Eucaristía presidida por el Papa en la Plaza del Pesebre, situada cerca de la Gruta de la Natividad. La celebración se convirtió en una auténtica fiesta para todas las comunidades cristianas de Tierra Santa. El Papa quiso renovar la esperanza para los cristianos de esta tierra. Belén («Beth-lehem»), recordó significa en hebreo «la casa del pan», donde «Dios se esconde en un Niño; la divinidad se esconde en el Pan de Vida».

Desde un palco coronado por una gigantesca estrella, como la que guió hasta este lugar a los Magos de Oriente, bajo un sol pálido, Juan Pablo II invitó a los diez mil fieles reunidos y a todos los cristianos de la región a no tener miedo: «Hoy, desde la Plaza del Pesebre, proclamamos con fuerza en todo tiempo y lugar a toda persona: "La paz esté con vosotros". No tengáis miedo». «No tengáis miedo --repitió-- de preservar vuestra presencia y vuestro patrimonio cristiano en el lugar mismo en el que nació el Salvador».

Se trataba de un mensaje muy concreto para la comunidad árabe cristiana de Tierra Santa que tiende a emigrar a causa de las pocas perspectivas de trabajo, de la inestabilidad política de la región, y del integrismo islámico.

El sentido de la cruz
Durante la homilía, el Papa recordó que esta humilde ciudad «ha experimentado el "yugo" y el "bastón" de la opresión. ¿Cuántas veces se ha escuchado en estas calles el grito de los inocentes?», se preguntó. Sin embargo, esta pobreza y debilidad tienen sentido a la luz del Evangelio. «La cuna y la cruz son el mismo misterio de amor que redime; el cuerpo que María colocó en el pesebre es el mismo cuerpo que fue sacrificado en la cruz».

El Reino de Cristo «no es un despliegue de esa fuerza, riqueza o conquista que parece forjar la historia del hombre. Por el contrario, se trata del poder que vence al Maligno, de la victoria definitiva sobre el pecado y la muerte. Es el poder que cura las heridas que ofenden la imagen del Creador en sus criaturas»

El canto del almuédano
Después de la homilía del Papa, el almuédano desde el minarete de la mezquita que se encontraba a las espaldas del palco papal llamó a los fieles musulmanes a través de los altavoces a la oración, mientras la asamblea de la Misa se encontraba un silencio religioso. El gesto desconcertó a los presentes, particularmente a Yasser Arafat. Nadie sabía cómo interpretarlo. Alguno creyó que era una provocación. Otros consideraron que era un gesto de deferencia, pues había esperado a que el Papa terminara de pronunciar sus homilía. El patriarca latino de Jerusalén, Michel Sabbah, casi aplaudió. Improvisando explicó que con la invocación de paz del Papa y la oración del almuédano, cristianos y musulmanes testimoniaban ante Dios su deseo de concordia.

Antes de la Misa, acompañada por estupendas melodías árabes y una riquísima liturgia, en la que participaron numerosos musulmanes, Juan Pablo II había sido recibido en el palacio presidencial de Belén por Yasser Arafat. En su discurso, el líder palestino no olvidó mencionar a Jerusalén como capital eterna del pueblo palestino, en respuesta al presidente israelí, Ezer Weizman, quien al recibir ayer al Papa en el aeropuerto de Tel Aviv definió a la Ciudad Santa como capital del Estado hebreo, un título que nunca ha sido aceptado por la comunidad internacional.

Precisamente para representar gráficamente este debate a distancia entre árabes e israelíes, que tratan de aprovechar la visita del Papa para elevar sus propias reivindicaciones, el diario «Harez» publicaba una viñeta con el Papa con los brazos en cruz de los que tiran, por un lado, la estrella de David y, por otro, la medialuna musulmana. Al hablar de las relaciones interreligiosas en Jerusalén, Arafat sólo mencionó la presencia cristiana y musulmana, sin hacer referencia explícita a la judía. Concluyó con las palabras de Jesús: «¡Bienaventurados los constructores de paz, pues ellos serán llamados hijos de Dios!».

«La promesa de paz, hecha en Belén, se convertirá en realidad para el mundo cuando la dignidad y los derechos de todos los seres humanos creados a imagen de Dios sean reconocidos», le respondió el Papa.


 

ESCENAS DE EXALTACION COLECTIVA EN LA VISITA DEL PAPA A LOS REFUGIADOS

Visita el campo de Deheisheh, un kilómetro cuadrado para 10 mil palestinos

BELEN, 22 mar (ZENIT.org).- Aplausos ensordecedores, silbidos de entusiasmo, la gente que se echa al encuentro del Papa desesperadamente para rozarle la mano. La guardia de cuerpo durante algunos momentos llegó a perder el control de la situación. Al final de la visita de Juan Pablo II al campo de refugiados palestinos de Deheisheh, nadie podía contener la emoción. Lo más increíble es que el número de los católicos allí reunidos, si se quita a los miembros del séquito papal, se podía contar con los dedos de la mano. En su mayoría eran musulmanes.

El Papa llegó acompañado por Yasser Arafat. El encuentro se tuvo en una sala de la escuela que allí dirige la Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos (UNRWA). En un área de un kilómetro cuadrado viven más de diez mil palestinos --9.624 según los datos de 1999, la mitad de ellos con menos de 16 años. En el recinto donde recibieron al Papa no cabía nadie más. En este colegio, que recibe la ayuda de la Misión Pontificia para Palestina, acuden normalmente unos mil muchachos de entre 6 y quince años.

«Esta tierra no será nunca la Tierra Prometida hasta que los derechos de nuestros refugiados, el derecho a nuestra libertad, sean aplicados», le dijo gritando para imponerse al ruido de la sala al Papa el representante de los diez mil refugiados encargado de tomar la palabra.

Deheisheh surgió en 1949 para acoger a los refugiados de los alrededores de Belén y del área occidental de Jerusalén, cuyos pueblos habían sido destruidos el año anterior, durante el primer conflicto entre árabes e israelíes.

Las condiciones higiénicas en Deheisheh son bastante precarias, al igual que los servicios asistenciales. Los refugiados viven en unas 650 casas, de dos o tres pisos, en un estado deplorable. La intimidad es un lujo imposible de alcanzar. En verano, la carencia de agua es crónica. El desempleo afecta al 60 por ciento de los varones en edad de trabajar. El resto, son en su mayoría albañiles que van a trabajar a Israel, pasando por el puesto de control de Tantur. Forman parte de esas decenas de miles de palestinos cuya supervivencia depende de la estabilidad política: un atentado terrorista supone automáticamente el cierre del puesto de control. Ese día, por tanto, ni se trabaja ni se cobra.

Al dirigirse a los refugiados, el Papa comenzó explicando que para él es muy significativa esta etapa en su viaje a Tierra Santa, pues durante todo su pontificado ha tenido presente los sufrimientos del pueblo palestino. A continuación, reconoció que la situación «difícilmente tolerable» en que viven estas personas y exigió de la Comunidad internacional un esfuerzo mayor para encontrar soluciones al problema. Por eso, se dirigió a los responsables políticos para que se alcance la paz duradera en la región, auténtica solución del problema.

«¡Queridos refugiados --dijo el Papa-- no tenéis que pensar que vuestra situación os hace menos importantes a los ojos de Dios! No olvidéis nunca vuestra condición de hijos suyos! Aquí, en Belén, el Hijo de Dios fue puesto en el pesebre de un establo; los pastores de los campos cercanos fueron los primeros en recibir el mensaje celeste de paz y esperanza para el mundo. El designio de Dios se cumplió en medio a la humildad y la pobreza».

Y concluyó: «La Iglesia estará a vuestro lado, a través de sus organizaciones sociales y caritativas, para apoyar vuestra causa ante el mundo. ¡Que Dios os bendiga!».

Antes de llegar al campo de refugiados, al inicio de la tarde, Juan Pablo II hacía un largo momento de oración en la intimidad en la Gruta de la Natividad.

La agenda del Papa prevé que la jornada del jueves discurra en Jerusalén. En la mañana, el pontífice visitará la Capilla del Cenáculo, donde celebrará la Misa junto a obispos de Tierra Santa y de su séquito. A continuación, tras encontrarse con los dos rabinos jefes de Israel y con el presidente Ezer Weizman, visitará el mausoleo de Yad Vashem, memorial del Holocausto. Allí verá también a algunos conocidos de infancia judíos de su pueblo natal en Polonia que ahora viven en Israel. En la tarde, tiene una cita en el Instituto Pontificio «Notre Dame of Jerusalem», en donde se reunirá con jefes religiosos del hebraísmo y del Islam.


 

NOA «CANTA» AL VALOR DEL PAPA

La cantante israelí subraya la importancia de la visita para la paz

TEL AVIV, 22 mar (ZENIT.org).- «Esta visita es una gran oportunidad de paz para todos». Son palabras de Noa, la cantante israelí de música popular más famosa del mundo. «Un Papa que ha pedido perdón por el dolor provocado a los judíos ha hecho un acto de valentía que alimenta la esperanza de quien cree en un mundo mejor», añade.

Las palabras de esta preciosa mujer de 30 años, de origen yemenita, no son retóricas. Ha experimentado de manera brutal el drama de la violencia. En la noche de su asesinato, Isaac Rabin había participado en un concierto suyo. No habían pasado ni cinco minutos. Noa, su auténtico nombre es Achinoam Nini (que significa «Hermana de la Paz» "Sister of Peace") cumplió su servicio militar en Israel cantando y animando en las fiestas del ejército. Fue ahí precisamente donde descubrió su pasión por la música. La guerra siempre había tenido hasta entonces un carácter algo romántico. El asesinato del primer ministro, reconoce, rompió su «inocencia».

El año pasado interpretó para el Papa en el Vaticano una versión del Ave María. Cantó con junto a una chica musulmana y otra cristiana. El Vaticano, afirma, quiso que aquella canción se convirtiera en un gesto para «hablar de paz. Me siento orgullosa de la acogida que recibí en aquella ocasión».

Con toda probabilidad, Noa volverá a cantar en Roma, con motivo del 1 de mayo, Jubileo de los trabajadores. «Me siento honrada por la invitación, aunque todavía no sé si podré aceptarla, pues el 1 de mayo es el día en que se recuerda a las víctimas del Holocausto y mi religión no me permite actuar en público. Estamos viendo la posibilidad de encontrar un horario que coincida con el final de ese día».


 

«KAROL WOJTYLA ME SALVO LA VIDA AL FINAL DE LA GUERRA MUNDIAL»

El testimonio de una mujer judía que estuvo a punto de morir a los 16 años

JERUSALEN, 22 mar (ZENIT.org).- Este jueves será un día único para Edith Zirer, de 69 años, una mujer judía que vive desde hace décadas en Haifa, pero que nació en Polonia. En el Memorial del Holocausto Yad Vashem podrá finalmente dar las gracias personalmente a Karol Wojtyla, el hombre que hace 55 años, según asegura, le salvó la vida.

El diario israelí «Maariv» publica con motivo de la visita esta historia, que ya había sido adelantada por Zenit el 6 febrero de 1998 (ZE98020605).

«Me acuerdo perfectamente --revelaba en aquella ocasión--. Me encontraba allí, era una niña de trece años, sola, enferma, débil. Había pasado tres años en un campo de concentración alemán, a punto de morir. Y Karol Wojtyla me salvó la vida, como un ángel, como un sueño venido del cielo: me dio de beber y de comer y después me llevó en sus espaldas unos cuatro kilómetros, en la nieve, antes de tomar el tren hacia la salvación».

Edith Zirer narra el episodio como si hubiera sucedido ayer. Era una fría mañana de primeros de febrero de 1945. La pequeña judía, que todavía no era consciente de ser el único miembro de su familia que sobrevivió a la masacre nazi, se dejó llevar en los brazos de un seminarista de casi 25 años, que unos meses antes ya había recibido la ceremonia de la tonsura, alto y fuerte, que sin pedirle nada, simplemente le dio un rayo de esperanza.

Edith tiene 66 años y dos hijos y vive en una hermosa casa ubicada en las colinas del Carmelo, en la periferia de Haifa. Reconstruyó su vida en Israel, donde llegó en 1951, cuando todavía padecía las lacras de la tuberculosis y los fantasmas de la guerra alteraban sus sueños.

Durante muchos años se había guardado esta historia. Cuando en 1978, Karol Wojtyla subió a la cátedra de Pedro, comenzó a sentir la necesidad de hablar, de contarlo a alguien, de mostrar su agradecimiento. La pregunta surge inmediatamente: pero, ¿cómo puede estar segura de que aquel seminarista es el Papa? Los periodistas de «Kolbo», el semanario de Haifa que en 1998 descubrieron por primera vez su testimonio, afirman: «El relato es convincente. No trata de hacerse publicidad, todos los detalles que ofrece parecen creíbles», dicen los redactores.

La narración habla por sí misma. «El 28 de enero de 1945 los soldados rusos liberaron el campo de concentración de Hassak, donde había estado encerrada durante casi tres años trabajando en una fábrica de municiones --explica Edith, quien entonces tenía trece años--. Me sentía confundida, estaba postrada por la enfermedad. Dos días después, llegué a una pequeña estación ferroviaria entre Czestochowa y Cracovia». Precisamente en Cracovia, Wojtyla se preparaba para recibir la ordenación sacerdotal.

«Estaba convencida de llegar al final de mi viaje. Me eché por tierra, en un rincón de una gran sala donde se reunían decenas de prófugos que en su mayoría todavía vestían los uniformes con los números de los campos de concentración. Entonces Wojtyla me vio. Vino con una gran taza de té, la primera bebida caliente que había podido probar en las últimas semanas. Después me trajo un bocadillo de queso, hecho con pan negro polaco, divino. Pero yo no quería comer, estaba demasiado cansada. El me obligó. Después me dijo que tenía que caminar para coger el tren. Lo intenté, pero me caí al suelo. Entonces, me tomó en sus brazos, y me llevó durante mucho tiempo. Mientras tanto la nieve seguía cayendo. Recuerdo su chaqueta marrón, la voz tranquila que me reveló la muerte de sus padres, de su hermano, la soledad en que se encontraba, y la necesidad de no dejarse llevar por el dolor y de combatir para vivir. Su nombre se grabó indeleblemente en mi memoria».

Cuando finalmente llegaron hasta el convoy destinado a llevar a los detenidos hacia Occidente, Edith se encontró con una familia judía que le puso en guardia: «Atenta, los curas tratan de convertir a los niños judíos». Ella tuvo miedo y se escondió. «Sólo después comprendí que lo único que quería era ayudarme. Ahora quiero agradecérselo personalmente».

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