Synodus Episcoporum 16 - 9.10.1999

DÉCIMO TERCERA CONGREGACIÓN GENERAL
(SÁBADO, 9 DE OCTUBRE DE 1999 -POR LA MAÑANA)

 

COMUNICADO DEL PRESIDENTE DE LA COMISIÓN EUROPEA

INTERVENCIONES DE LOS DELEGADOS FRATERNOS

INTERVENCIONES EN EL AULA (CONCLUSIÓN)

A las 09:00 horas de hoy, sábado 9 de octubre de 1999, ante la presencia del Santo Padre, con el canto de la Hora Tertia, se ha comenzado la Décimo Tercera Congregación General de la Segunda Asamblea Especial para Europa del Sínodo de los Obispos, para la Intervención de los Delegados Fraternos y la conclusión de las intervenciones de los Padres Sinodales en el Aula sobre el Tema Jesucristo, viviente en su Iglesia, fuente de esperanza para Europa. Presidente Delegado de turno: S. Em. Card. Joachim MEISNER, Arzobispo de Colonia

En la apertura de esta Congregación General, el Secretario General del Sínodo de los Obispos, S. Em. R. Card. Jan Pieter SCHOTTE, C.I.C.M. ha procedido a la lectura de un Mensaje de S.E. Romano Prodi, Presidente de la Comisión Europea.

En esta Congregación General, que concluyó a las 12:00 horas con la oración del Angelus Domini estuvieron presentes 139 Padres.

COMUNICADO DEL PRESIDENTE DE LA COMISIÓN EUROPEA

Exponemos a continuación el texto del Mensaje dirigido por S.E. Romano Prodi, Presidente de la Comisión Europea, a la Segunda Asamblea Especial para Europa del Sínodo de los Obispos.

Eminencias, Excelencias

Reverendísimos padres sinodales

Os presento a vosotros - que estaís reunidos en la Segunda Asamblea Especial para Europa del Sínodo de los Obispos- mi saludo agradecido y reconocimiento.

Han transcurrido diez años desde cuando los pueblos de Europa central y oriental han alcanzado, después de la larga noche de los totalitarismos, la libertad para poder determinar sus sociedades, según los propios principios y convicciones.

En esta elección de libertad, las iglesias cristianas y las confesiones religiosas han ofrecido una contribución insustituible.

Gracias a aquella elección y a sus sufrimientos, todo el rostro del continente ha cambiado.

A aquellos acontecimientos dedicastéis vuestra Primera Asamblea Especial. Esta Segunda Asamblea tiene lugar en un momento igualmente decisivo. Actualmente ya no se identifica a la Unión Europea exclusivamente a través del componente occidental del continente. Ella, su proyecto tienden a identificarse con toda Europa.

Europa ha cambiado mucho en esta década. Esto, ciertamente, ha ocurrido no sin contradicciones, no sin algunas expectativas incumplidas, no sin sufrimientos, sin embargo, se ha cambiado.

La Europa actual no es sólo una gran realidad económica, una "koiné" de bienes y servicios de los recursos humanos que circulan libremente; ella es también la realización de un gran proyecto político.

Para nuestros padres, el continente en el cual - contra de su proprio espíritu - se habían consumado algunas de las más graves catástrofes de la historia y, donde aún en una de sus partes, permanecía la segregación "estatista" del comunismo, debería haberse constituido con justicia y en razón de su espíritu iluminado y cristiano, un baluarte para la paz y para el desarrollo de los pueblos. Esa esperanza ha conseguido su fruto.

La Europa de hoy surge sobre algunas discontinuidades con respecto a los últimos siglos de su historia, el fin del nacionalismo económico, durante largo tiempo causa de conflictos y de guerras entre las naciones europeas; la promoción y el crecimiento de la autonomía de las sociedades civiles, reconociendo al mercado y a la supremacía de cada ciudadano la función central del desarrollo social y civil, calificando las intervenciones del estado en función de la garantía de sus derechos.

En fin, persiguiendo con determinación y coraje el objetivo de realizar la unión política de Europa por la vía democrática. Considerando, por lo tanto, a Europa como una libre opción electiva y no el resultado de la fuerza, como un proyecto y no como la suma de los egoísmos y de los particularismos étnicos.

Volver a comprender los valores y los significados históricos de aquella esperanza es especialmente necesario hoy, ya que Europa es una gran realidad económica y representa un polo de referencia en la dimensión global de las relaciones humanas.

Nuestra actual esperanza para Europa surge, en efecto, de la conciencia de que no se puede pensar en un desarrollo de la economía, separado o indiferente del desarrollo cultural y político, si no es al precio de desplazar la tradición europea, a un lugar aparte de su significado para la humanidad.

Nuestras próximas etapas pueden ser indicadas, esquemáticamente, como europeización de Europa, fin de los nacionalismos políticos, profundización de la integración comunitaria.

La ampliación de Europa es una tarea urgente. Recuerdo el pedido que el Santo Padre Juan Pablo II le hizo a Europa en su segundo llamado de Gniezno, el 3 de junio de 1997. Rezando sobre la tumba de San Adalberto, pidió a los europeos "que se empeñen decididamente en una colaboración constructiva, para consolidar la paz entre ellos y alrededor de ellos", sin excluir a nadie, "¡sin dejar a ninguna nación, ni siquiera a aquella menos poderosa, fuera del conjunto que se está construyendo!". Comparto estas palabras.

La ampliación de Europa representa una ocasión extraordinaria para responder positivamente a una fase histórica caracterizada por una progresiva integración. En Europa, tal fenómeno no se limita a la búsqueda para complementar los mercados o a la creación de áreas de libre intercambio.

La futura adhesión de nuevos estados miembros, asume un importante significado político e ideal, para su historia y su cultura.

La ampliación de Europa no es aún posible, sin un concomitante proceso de integración y refuerzo de las instituciones y de las políticas comunitarias. Mi compromiso y acción diaria están orientados en esta dirección.

A través de esta ampliación podemos cumplir con más determinación la tarea de extender el área de paz y progreso a los nuevos miembros y pedir a aquellos países que aún hoy no son candidatos a que combatan el error del nacionalismo y persigan con confianza el desarrollo de los procesos democráticos. A estas naciones quisiera decirles que no tengan miedo de Europa, que en la casa-Europa hay paz y posibilidad de desarrollo también para ellos. Sólo fuera de la Unión Europea hemos tenido guerras y conflictos.

La europeización, sin embargo, es posible si, junto a la razón iluminada -raíz de su progreso tecnológico y de su desarrollo- Europa sabrá recuperar también su memoria profunda. No sólo si no se separa su historia y espíritu, sino si se reconocen sus aspiraciones ideales en su nexo vital.

No hay esperanza sin memoria. En la memoria cultural de Europa hay valores que la han modelado a lo largo de toda su historia: la dignidad de la persona, la calidad de la figura de la vida humana; la libertad de pensamiento, de palabra, de profesión de las propias ideas y de la propia fe; la tutela legal y social de los individuos y de los grupos, en especial de los más débiles; el trabajo como bien personal y social; la colaboración de todos y de las instituciones intermedias; la autoridad del estado sometida a la ley y a la razón, delimitada por los derechos de la persona y de los pueblos.

Europa no es concebible en el olvido de su memoria. En su memoria está la huella permanente del cristianismo. En las diversas culturas de las naciones europeas, en las artes, en la literatura, en la hermenéutica del pensamiento se desliza la linfa del cristianismo que alimenta, ya sea a los que creen como a los que no creen.

Por esto, en el gran proyecto de Europa unida, debe revivir la armonía entre el gran designio político y los principios generales del hombre y la sociedad. A estos principios, vosotros padres y vuestras iglesias, continuad dando una contribución insustituible. Es a vosotros que Europa pide, en este tiempo señales de esperanza.

Con gratitud

Romano Prodi Presidente de la Comisión Europea

Bruselas, 4 de octubre de 1999

[00207-04.04] [nnnnn] [Texto original: italiano]


INTERVENCIONES DE LOS DELEGADOS FRATERNOS

Intervinieron los siguientes Delegados fraternos:

Rev. P. Veikko PURMONEN, Iglesia Ortodoxa Finlandesa (Finlandia)

Sr. Reihard FRIELING, Moderador de la "Commission on Churches in Dialogue", Federación Luterana Mundial (República Federal de Alemania)

S.E.R. Mons. John HIND, Obispo de Gibraltar, Diócesis de Europa (Gibraltar) Conferencia de las Iglesias Europeas (K.E.K.)

S.E.R. Mons. JEREMIAS, Metropolitano de Francia (Francia)

S.E.R. Mons. IOSIF, Arzobispo para Europa Occidental y Meridional del Patriarcado de Rumania (Rumania)

A continuación presentamos el resumen de las intervenciones de los Delegados fraternos:

Rev. P. Veikko PURMONEN, Iglesia Ortodoxa Finlandesa (Finlandia).

En las últimas décadas, todas las Iglesias Ortodoxas en Europa fueron miembros de la Conferencia de las Iglesias Europeas (CEC), que ha celebrado recientemente su 40º aniversario. Desde el comienzo, uno de los objetivos principales de la Conferencia ha sido el de servir de puente entre Europa occidental y oriental, sobre todo entre las Iglesias ortodoxas y el cristianismo occidental. Para las Iglesias formadas por una pequeña minoría, como la Iglesia ortodoxa de Finlandia que yo represento, la CEC ha ofrecido un foro para un fructífero encuentro con otras Iglesias y tradiciones cristianas, incluida la Iglesia católica. Ejemplos positivos de este tipo de hermandad cristiana son las Asambleas Ecuménicas de Europa en Basilea en 1989 y en Graz en 1997, organizadas conjuntamente por la CEC y por la CCEE.

Tradicionalmente se acepta que Finlandia y la Iglesia ortodoxa finlandesa, que es una pequeña minoría en un país protestante, representan un puente entre oriente y occidente. Es en este espíritu que nuestra Iglesia ha adherido al movimiento ecuménico. En este espíritu hemos tenido una hermandad ecuménica también con la Iglesia católica. Es una práctica tradicional en Finlandia que en las zonas en las que no existen iglesias católicas, las celebraciones católicas se efectúan en las iglesias ortodoxas. El año pasado -en 1998- la Iglesia ortodoxa finlandesa ha tenido la alegría de ofrecer a la Conferencia Episcopal Europea un lugar de encuentro en el monasterio New Valamo.

Cuando leí el documento preparatorio de esta asamblea, el Instrumentum laboris, me impactó la evaluación realista de la situación de las Iglesias en Europa, como así también el profundo contenido teológico del documento. En efecto, todos nosotros compartimos la convicción cristiana de que nuestra fe debe expresarse en el culto, en la vida litúrgica, sobre todo, en la Santa Eucaristía. Como dice el documento, sin embargo, nuestra fe debe expresarse también en la vida de cada día, en el servicio diaconal, en nuestro amor hacia Dios y los hermanos en la liturgia después de la Liturgia. La fe justa debe conducir a una práctica justa, al estilo de vida verdaderamente cristiano.

[00155-04.04] [df003] [Texto original: inglés]


Sr. Reihard FRIELING, Moderador de la "Commission on Churches in Dialogue", Federación Luterana Mundial (República Federal de Alemania).

También las Iglesias ortodoxas y protestantes que forman parte de la Conferencia de las Iglesias Europeas viven con la certeza que Cristo vive en ellas y es fuente de esperanza para Europa. Por este motivo, la estrecha comunión entre todas las Iglesias es necesaria y urgente. Si las Iglesias no se reconcilian, nuestro servicio para la reconciliación de la sociedad europea queda débil e incompleto.

A partir del siglo XVI, tiempo de las guerras de religión, las Iglesias se han confrontado casi exclusivamente sobre lo que las dividía, acusándose las unas a las otras de herejía. Hoy, el movimiento ecuménico sigue otro camino: sentimos la llamada de Jesucristo a la unidad de todos los bautizados y miramos a cuanto tenemos en común en la fe en la acción salvadora de Cristo. Examinamos bajo esta luz las diferencias religiosas aún existentes, y verificamos qué es expresión de una legítima multiplicidad y qué, todavía, divide a las Iglesias, y exige un diálogo ulterior. La declaración común católico-luterana sobre la doctrina de la justificación es un ejemplo de esta nueva hermenéutica ecuménica.

El consenso sobre las verdades fundamentales da esperanza para un mayor ecumenismo. Las Iglesias evangélicas y muchos católicos, pertenecientes a familias mixtas, esperan que, de este consenso fundamental sobre la reconciliación en Cristo pueda, muy pronto, conseguirse también que las Iglesias, en cada caso, se intercambien invitaciones recíprocas a participar como huéspedes en celebraciones eucarísticas.

[00156-04.04] [DF004] [Texto original: alemán]


S.E.R. Mons. John HIND, Obispo de Gibraltar, Diócesis de Europa (Gibraltar).

La importancia de la unidad total y visible de la Iglesia para Europa de hoy.

El sueño inspirador de los padres fundadores de la Comunidad Europea que "la guerra debe ser impensable para Europa" parece a muchos, cincuenta años después, un sueño bastante fantástico.

Los cristianos no están sorprendidos del fracaso de los sueños humanos. Sólo Dios es nuestra seguridad y Jesucristo nos atrae hacia su paz. Sólo el Evangelio contiene el mensaje de salvación, que los seres humanos están hechos a imagen de Dios y que están hechos para la comunión. Es finalidad de la Iglesia testimoniar "la palabra más allá de ella misma".

Comprender la Iglesia como comunión. La visión de la Iglesia surge de su identidad histórica como Cuerpo de Cristo y de su destino escatológico como anticipación del reino de Dios. El pasado y el futuro se encuentran en el presente, donde estamos llamados a revelar lo que Dios ha hecho y lo que ha prometido.

La importancia de la autenticidad. La Iglesia no debe decir, sino vivir el mensaje de santidad, paz, justicia y comunión. Incluso las características de unidad, santidad, catolicidad y apostolicidad no pertenecen sólo a la Iglesia. Son rasgos esenciales del reino de Dios.

Debemos evitar una visión puramente utilitaria del ecumenismo. Jesús rezó "ut unum sint", no sólo "para que de esta manera el mundo creyera", sino también "como tu, Padre, y Yo somos uno".

¿Cómo identificar los que son uno con Cristo y su Padre, y cuál es la relación entre esto y la comunión eclesial?

Aspectos para una ulterior reflexión: el significado de los mártires cuando las iglesias están divididas, las implicaciones eclesiales del reconocimiento mutuo del bautismo y nuestra comunión "real pero imperfecta".

[00157-04.04] [DF005] [Texto original: inglés]


S.E.R. Mons. JEREMIAS, Metropolitano de Francia (Francia).

1. Su Santidad el Patriarca ecuménico Bartholoméos I me ha delegado para representar a la Iglesia de Constantinopla en vuestras reuniones, respondiendo a la invitación oficial que se inscribe en la tradición de colaboración y de contactos múltiples entre nuestras Iglesias.

2. Transmito a Su Santidad y a los miembros de esta Asamblea un saludo fraterno y los más cordiales augurios para el desarrollo de sus trabajos. Fui encargado además para transmitirles el interés especial del Patriarca ecuménico por la preparación que vuestra Iglesia realiza para la celebración del Gran Jubileo del Año 2000, su intención compartir con vosotros la inquietud y preocupación en la búsqueda de respuestas a las numerosas preguntas que el mundo de hoy plantea a la Iglesia. Todos estamos llamados a defender con fuerza y convicción la única propuesta de todos los cristianos, acompañándola con fe verdadera en Jesucristo que se ha encarnado por la salvación del hombre.

3. El análisis realizado durante los trabajos, que puede ser considerado como una radiografía, una radioscopía, una descripción detallada de Europa, puede ser propuesta y resultar válida en cualquier parte.

4. Es significativo que las intervenciones de los Padres sinodales se refieran constantemente al diálogo ecuménico cristiano, prueba evidente de la toma de conciencia de la necesidad del diálogo al más alto nivel eclesial, a pesar de las numerosas dificultades que las Iglesias encuentran al responder a la exigencia y al llamado de Cristo a la unidad.

5. El interés demostrado por la colaboración de las dos instituciones europeas, la CCEE y la KEK por parte de Su Santidad y de los Padres sinodales, abre ulteriormente el horizonte a una colaboración más intensa de las Iglesias de Europa.

El camino de los discípulos de Cristo, Lucas y Cleofás, hacia Emaús, el encuentro con el Resucitado, su reconocimiento como Maestro y Señor en el momento de la fracción del pan, nos exhortan a realizarla y continuarla sin rendirnos ante los obstáculos.

[00201-04.03] [df006] [Texto original: francés]


S.E.R. Mons. IOSIF, Arzobispo para Europa Occidental y Meridional del Patriarcado de Rumania (Rumania).

Les transmito el saludo fraterno de la Iglesia Ortodoxa de Rumania, de su Patriarca, Su Beatitud Teoctiste, y de su Sínodo, como también mi personal y humilde saludo.

Su Santidad, Usted ha visitado Rumania, las Iglesias de nuestro país y, en particular, la Iglesia Ortodoxa. Hemos apreciado la belleza del amor que une, que reúne a los hermanos.

El encuentro de los Patriarcas de Roma y de Constantinopla; la abolición de los anatemas; la creación de comisiones mixtas de diálogo teológico; los intercambios de estudiantes y, a veces de profesores; y, sobre todo, la necesidad de encuentro que sentimos los unos hacia los otros - todo ello prepara (nuestro) conocimiento recíproco.

La unidad de la Iglesia (en Europa o en otras partes) puede convertir al hombre hacia una verdadera y auténtica unión que supere toda diferencia cultural, lingüística o de otro tipo, cuyo fundamento esté en la divinidad-humanidad de Cristo, nuestra razón de buscar dicha unidad.

Por nuestra parte, como Iglesia, el signo más grande de amor para el hombre de hoy, para Europa, para el mundo, sería encontrar - con la ascesis necesaria por una y otra parte - la unidad en dicha Iglesia. Para ello, todos necesitamos perdonarnos mútuamente, subir a la Cruz del perdón para entrever nuestra propia experiencia, cuál es la esperanza de la cual el Señor es la fuente - nosotros hallaremos la resurrección!

[00208-04.04] [DF007] [Texto original: francés]


INTERVENCIONES EN EL AULA (CONCLUSIÓN)

Intervinieron los siguientes Padres sinodales:

Revmo. P. Giuseppe PASOTTO, C.S.S., Administrador Apostólico "ad nutum Sanctae Sedis" del Cáucaso (Georgia)

Revmo. Mons. Noël TREANOR, Secretario General de la Comisión Episcopal de la Comunidad Europea (COM.E.C.E.)

S.E.R. Mons. Wolfgang HAAS, Arzobispo de Vaduz (Liechtenstein)

S.E.R. Mons. Stefan VRABLEC, Obispo titular de Tasbalta y Auxiliar de Bratislava-Trnava

S.E.R. Mons. Agostino SUPERBO, Obispo emérito de Altamura-Gravina-Acquaviva delle Fonti y Asistente Eclesiástico General para la Acción Católica Italiana

S. Em. Card. Adam Joseph MAIDA, Arzobispo de Detroit, Presidente del Comité "ad hoc" de la Conferencia Episcopal de los Estados Unidos de América en favor de las Iglesias de Europa Central y Oriental. (Estados Unidos de América)

S.E.R. Mons. Samir MAZLOUM, Obispo titular de Callinico de los Maronitas, Visitador Apostólico para los fieles maronitas en Europa Septentrional y Occidental (Líbano)

Rev. P. Jakab Sándor VÁRNAI, O.F.M., Superior Provincial en Hungría del Orden de los Frailes Menores

Exponemos a continuación los resúmenes de las intervenciones de los Padres Sinodales:

Revmo. P. Giuseppe PASOTTO, C.S.S., Administrador Apostólico "ad nutum Sanctae Sedis" del Cáucaso (Georgia).

Manifiesto mi alegría y gratitud por la posibilidad de estar presente. Presento cuatro breves puntos como señal de participación:

1. El tema es la esperanza: yo vivo en Georgia y aquí la Iglesia está viviendo todavía el entusiasmo del empezar de nuevo. La próxima visita del Santo Padre le está dando un mayor significado a este momento. Es una iglesia pobre, en un país pobre, pero está llena de esperanza.

2. Celebraremos el Jubileo sumergiéndonos en el gran misterio de la Trinidad. Ésta es la culminación y la fuente de la comprensión que nosotros tenemos de Dios. El amor, la comunión, la unidad es el dinamismo que es vida, en la Trinidad y que produce vida allí donde está o se busca. El camino de la unidad con la Iglesia ortodoxa de Georgia no es fácil. Pero quien vaya por el camino de la unidad, al final tendrá la razón. Dios nos dará la razón.

Pido que se insista en un mayor acercamiento a la Curia Roma, no sólo en los grandes acontecimientos, sino también en los cotidianos.

Si en la historia se nos recordase como los Pastores de la unidad ... sería un bonito título.

3. Me crea un poco de confusión afrontar los problemas, ya que todos son importantes. Yo propondría que se trajese a la Asamblea la vida de la propia Iglesia, ya que es la historia de la salvación que Dios dona a su pueblo.

Podríamos dejar a algún experto la presentación teológica y después, en grupos, valorarla, discutirla y representarla.

4. El documento final. Me gustaría que fuese sencillo, comprensible para todos (consejos pastorales, muchachos, jóvenes, obreros, familias). Esta es nuestra Iglesia: está formada por estas personas.

Deseamos que las direcciones sean pocas: factibles, visibles, y que sirvan para la comunión.

[00183-04.05] [in140] [Texto original: italiano]


Revmo. Mons. Noël TREANOR, Secretario General de la Comisión Episcopal de la Comunidad Europea (COM.E.C.E.).

La CEE, ahora Unión Europea, ha demostrado ser el motor de la integración europea. Sus padre fundadores imaginaban un proyecto europeo que daría vida a una comunidad de naciones y encarnaría ciertos valores: paz, seguridad, uso recíproco de recursos para mejorar la calidad de la vida en toda la comunidad, creación de instituciones democráticas, estado de derecho, respeto a las minorías en las relaciones internas y externas. La Comunidad Europea del carbón y del acero, la Comunidad Económica Europea, han sido los medios elegidos para crear un sistema de valores y, en gran medida, el proyecto ha tenido éxito. La visión de tales valores se ha ofuscado con el cambio en el contexto geopolítico europeo, la sublevación de la sociedad civil, la reciente crisis institucional de la UE, la guerra en Kosovo y los terremotos en Turquía y Grecia han hecho que los ciudadanos de la UE y sus gobernantes se hayan visto obligados a volver a definir la visión de la clase de sociedad europea que deseaban.

Actualmente la Comisión de las Conferencias Episcopales de la Comunidad Europea (COMECE) está trabajando para contribuir a la articulación de tal declaración de intenciones. Instituida en 1980, la COMECE ha recibido el encargo por parte de las Conferencias miembros de: (I) analizar la elaboración de las políticas europeas; (II) mantener a las Conferencias Episcopales actualizadas en las áreas de desarrollo de la política de la UE, contribuyendo de esta manera a crear una opinión pública europea cristiana crítica y (III) encontrar un punto de encuentro entre la vida de la Iglesia y los responsables políticos de la UE. Tarea central de su misión, desarrollada con la colaboración de la Nunciatura ante la UE y con las numerosas organizaciones católicas relacionadas a la UE, es la de leer el programa de la UE con los ojos de la fe y ofrecer elementos pertinentes para el discernimiento en materia de antropología cristiana a quienes modelan las políticas que surgen de tal programa.

Cumpliendo con su misión en nombre de las Iglesias locales en Europa, la COMECE subraya la exigencia de una más estrecha colaboración entre su secretaría y las Conferencias Episcopales. Recomienda a las Conferencias que instituyan un comité o un grupo de trabajo para las cuestiones europeas con la cual dialogar. Existen ya varios ejemplos de algunas Conferencias Episcopales. Se sugiere también que los Obispos traten de encontrarse regularmente con los Miembros del Parlamento Europeo, el que ha adquirido mayor poder de decisión con respecto al contenido de la política de la UE.

Los participantes del reciente curso universitario de verano de la COMECE, titulado "La Iglesia y la cultura contemporánea en Europa", han sugerido que el Sínodo podría focalizar la atención de todos los Europeos en el misterio de la Santísima Trinidad como símbolo de la unión en la diversidad y en la esperanza escatológica que podemos ofrecer a nuestros conciudadanos europeos.

[00194-04.05] [in149] [Texto original: inglés]


S.E.R. Mons. Wolfgang HAAS, Arzobispo de Vaduz (Liechtenstein).

La esperanza en la edificación de un mundo más justo y digno del hombre debe estar sostenida por la concienciación que los esfuerzos y tentativos humanos no servirían de nada si no estuviesen reforzados y acompañados por la gracia de Dios. En cierto sentido, este es le punto "central" para realizar aquello en los que el Sínodo tiene que comprometerse, o sea que Jesucristo, realmente vivo en su Iglesia, sea fuente de esperanza. La salvación se realiza en, para y con Cristo, el cual dona a toda la Iglesia la esperanza de alcanzar, unido a su Cabeza, la perfección eterna en la visión de Dios. De este modo, se nos revela la esencia de la virtud teologal de la esperanza, cuyo contenido esencial y motivo inmediato es Dios mismo. La esperanza en el Señor nos hace conscientes del hecho que nada es imposible a Dios; podemos confiar totalmente en Él, y sobre Él podemos construir.

Pudiendo contar sobre Dios y su gracia en todos nuestros esfuerzos, se nos evita la fatal ideología de la factibilidad. Los Santos son para nosotros un ejemplo y una ayuda. Sin la fe en Dios Uno y Trino y en su gracia, la persona, en el sentido más profundo, no es capaz de vivir de sufrir, de amar, de esperar. A menudo, la falta de fe y de esperanza lleva a la persona a autorizarse a sí misma, conduciéndola a la anulación de su dignidad. La esperanza cristiana vive bajo la "Estrella de la Esperanza", María, a la que no se puede no adorar e invocar en la obra de evangelización.

[00195-04.04] [IN150] [Texto original: alemán]


S.E.R. Mons. Stefan VRABLEC, Obispo titular de Tasbalta y Auxiliar de Bratislava-Trnava.

Quisiera, sintéticamente, hacer dos breves observaciones de carácter general.

Primera observación:

- en todo el Instrumentum laboris no he encontrado ni siquiera una vez citado, el Prólogo de San Juan 1, 12, donde se lee: "Pero a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre"

Muchas veces se dice "Todos somos hijos de Dios". Lo dicen - y lo escuchado varias veces - incluso quienes no están tan cerca de Jesucristo. Se dice y se entiende casi como una sustitución religiosa del dicho sociológico. "Todos somos iguales" o, sino "Todos somos hermanos y hermanas".

Decimos también que todos somos iguales - Dios nos ha creado según su imagen; decimos igualmente que todos somos hermanos y hermanas - Dios nos quiere a todos como en una familia. Pero decimos con insistencia, claridad y en voz alta, que Jesucristo nos viene al encuentro y nos da poder - si creemos en Él - de hacernos los hijos adoptivos de Dios. Nos convertimos en hijos EN EL HIJO. A esta altura, ya son 2000 años que Cristo así quiso encontrar al hombre. Si no se lo dice, se vacía la obra de Jesucristo.

Hagamos que sean conscientes de este privilegio todos los bautizados de Europa.

Segunda observación:

- María es MADRE de la Iglesia. Don Giacomo Alberione decía que la Virgen no es una señora insigne, a la que se invita, cada tanto, a casa en nuestra casa. María es la madre que está siempre en la familia.

Quisiera proponeros una práctica para nuestra pastoral:

La Virgen ha llenado de gloria y santidad la casa de Zacarías. Ha llegado con el verbo Encarnado en su seno, ha servido a Isabel y Jesús viviente en María ha santificado el Bautista. En este hecho vemos realizado el ideal más alto de las relaciones interpersonales.

Queremos como María ser portadores de Jesús.

Queremos con el corazón de María servir al prójimo.

Queremos con el corazón de María cooperar a la santificación del prójimo.

Por esto queremos rezar, también de día, el Rosario y además - meditando en el segundo misterio gozoso. Y queremos invitar a hacerlo también a nuestros fieles.

Si conseguiremos vivir nuestras relaciones interpersonales, según el ejemplo de María, daremos una bonita contribución a la reconstrucción espiritual de nuestro Continente.

[00204-04.03] [in151] [Texto original: italiano]


S.E.R. Mons. Agostino SUPERBO, Obispo emérito de Altamura-Gravina-Acquaviva delle Fonti y Asistente Eclesiástico General para la Acción Católica Italiana.

"Factus sum quasi prodigium multis" (Salmo 70, 7).

El Señor Jesús, fuente de esperanza para Europa, es, en el umbral del tercer milenio, la esperanza de su Iglesia. Junto a la caída del muro de Berlín debemos recordar, también, la caída de aquel muro de indiferencia que hacia finales de los años sesenta, parecía separar a las jóvenes generaciones de la Iglesia. En lo relativo a la fe, la cuestión juvenil se preguntaba, en aquellos años, casi con la misma urgencia y dramatismo con la que, al final del siglo pasado y después de la Segunda Guerra Mundial, se hacia la pregunta sobre la cuestión obrera: a muchos les parecía que los jóvenes de occidente no habrían escuchado nunca más el anuncio de Cristo, acogiendo la esperanza que viene sólo de Él. Pero el misterio de Pedro, la paciencia pastoral de los Obispos y de los sacerdotes, la tenacidad apostólica de las asociaciones, el entusiasmo de los nuevos movimientos y, sobre todo, la obra pastoral inaugurada por Juan Pablo II con las Jornadas Mundiales de la Juventud, han suscitado en nuestras comunidades un nuevo fervor de pastoral juvenil. Ciertamente, hay todavía dificultades y problemas, no pequeños, pero ese muro de indiferencia ha caído de tal modo que podemos mirar con confianza al futuro.

"Semitas tuas doce me" (Sal 24, 4).

Sabemos que los pequeños frutos que empiezan a brotar en la planta necesitan un cuidado especial para que lleguen a madurar. El Espíritu Santo no dejará de hacer Su obra, para la cual llama al trabajo a los Pastores de la Iglesia. En nuestras comunidades este cuidado es la formación cristiana.

El sujeto activo de la formación cristiana sigue siendo la comunidad eclesial con sus pastores, a los cuales está confiada la tarea de "hacer discípulos" (Mt 28, 19). En nuestras iglesias, la formación cristiana de los jóvenes es realizada, sobre todo, en los grupos de asociaciones o movimientos, en los cuales se realiza esta relación interpersonal necesaria para la educación a la fe. Ellos tendrán que tener como primer celo pastoral la vitalidad de las parroquias y de las familias, para que éstas sean capaces de llevar a cabo recorridos válidos de formación cristiana.

Los grupos deberán ser, a mi parecer, como laboratorios de vida espiritual y eclesial en los cuales, en una relación cordial entre presbíteros y laicos, se realice una experiencia de fe y de misionariedad tan ejemplar que dé vigor educativo y apostólico, a toda la comunidad en la realización de los proyectos pastorales de la Iglesia.

Por este motivo es necesario que en las diócesis y en las parroquias, junto a los movimientos, haya un laicado adulto en la fe, activo y eficaz, que extraiga de la Iglesia su misma razón de ser y la fuerza carismática, para obrar en estrecha unión con los pastores, al servicio de la comunión y de la misión de la Iglesia local (AA 20).

El Santo Padre también nos ha ofrecido, en las Jornadas Mundiales de la Juventud, una indicación de las dimensiones esenciales de la formación cristiana, sin las cuales ésta traicionaría a los jóvenes y la finalidad que hay que alcanzar: formar cristianos adultos en la fe.

Sin ninguna pretensión de llegar a la totalidad o cientificidad, intentaré describirla de modo telegráfico.

- Mirar a los cristianos de forma positiva pero con realismo.

- Cristo-centrismo - Centralización de la conciencia - Amor valiente a la verdad para superar el miedo del compromiso y el sueño del subjetivismo - Radicalismo evangélico - Educación a lo eclesiástico - Invitación a la contemporaneidad - Testimonio y misión - Servicio al pobre, para encontrar el rostro de Jesucristo y hacer presente su Amor en medio de las casas de los hombres.

"Dominus pars heretidatis meae et calicis mei" (Sal 15,5).

La "Presbiterorum Ordinis" dice (nos. 6-9) que es deber de los presbíteros educar laicos adultos en la fe y reconocer con alegría, promoviéndolos con diligencia, los carismas grandes y pequeños, con los que su vida en la Iglesia es más rica. Por este motivo, la formación cristiana de los Laicos reclama de inmediato las exigencias fundamentales de la formación de los presbíteros.

Hoy, de forma específica, nos preguntamos: "¿Qué presbítero puede formar a los laicos a lo largo del camino de las Bienaventuranzas?".

Me permito poner de relieve, aquí, algunas urgencias, antiguas y nuevas.

- Discernimiento de la recta intención.

- Formación humana: educación a aquellas virtudes que son tenidas muy en cuenta por los hombres y que hacen del presbítero el puente, y no el obstáculo, en el encuentro entre el hombre y Dios (PDV 43).

- Formación a los consejos evangélicos: castidad alegre, pobreza llena de alegría, obediencia serena. A partir de la pobreza, que es abandono filial en las manos del Padre, reconocimiento de todo lo que viene del Señor, que Él es nuestra herencia y renuncia generosa a los bienes terrenales.

De hecho "como Cristo efectuó la redención en la pobreza y en la persecución, así la Iglesia está destinada a seguir ese mismo camino para comunicar a los hombres los frutos de la salvación" (LG 8).

[00205-04.05] [IN152] [Texto original: italiano]


S. Em. Card. Adam Joseph MAIDA, Arzobispo de Detroit, Presidente del Comité "ad hoc" de la Conferencia Episcopal de los Estados Unidos de América en favor de las Iglesias de Europa Central y Oriental. (Estados Unidos de América)

La fe católica que los americanos han recibido de los misioneros europeos en el curso de los últimos quinientos años, está dando frutos con su encarnación en las diversas lenguas, culturas y tradiciones étnicas del continente americano. Compartimos la misma herencia de fe y el mismo desafío de vivir esta fe, en medio de una sociedad pluralista desde el punto de vista religioso.

Nuestra situación puede ser comparada con la de los últimos días de San Agustín. En medio del decaimiento cultural de entonces, aún estando a punto de morir, encontró motivos de esperanza; confiaba en que el Espíritu transformador estuviese obrando misteriosamente en los acontecimientos de su tiempo. Meditando sobre la dialéctica del Evangelio y la cultura, en "La Ciudad de Dios" opuso "el amor privado" al "amor social", una preocupación equilibrada por el bien común de todos. Mientras tratamos de encontrar el equilibrio, a causa de nuestras diversidades históricas, Europa y América parten de situaciones políticas diferentes. En los Estados Unidos la pertenencia religiosa nunca ha representado un aspecto que define nuestra identidad de ciudadanos. En Europa, en cambio, las raíces religiosas y la tradición son considerados, frecuentemente, aspectos esenciales de la identidad nacional.

Reflexionando sobre la vida de la Iglesia en los Estados Unidos desde una perspectiva religiosa o sociológica, cada vez con mayor frecuencia descubrimos que la respuesta al interrogante acerca del lugar que ocupa nuestra fe católica en una sociedad pluralista se encuentra en las pequeñas comunidades de fe de distinto tipo: carismáticos, grupos de renovación, Cursillos, grupos que comparten la Escritura, neo catecumenales, etc. La presencia de tales grupos, que traducen sus propias convicciones en acción, representa verdaderamente una gran fuerza para la renovación social y la construcción del Reino de Cristo. A través de estos grupos, las personas de todas las confesiones pueden escuchar la Buena Nueva con renovada vitalidad. En esta situación, el Evangelio y la cultura se encontrarán en un proceso de conversión con corazón y la esperanza renacerá.

[00209-04.04] [in153] [Texto original: inglés]


S.E.R. Mons. Samir MAZLOUM, Obispo titular de Callinico de los Maronitas, Visitador Apostólico para los fieles maronitas en Europa Septentrional y Occidental (Líbano).

Durante más de un siglo, persecuciones, masacres, guerras y presiones económicas y sociales diversas, han obligado a millones de cristianos del Medio Oriente a huir de sus países, refugiándose en otros. La presencia cristiana ha pasado, de este modo, del 35% al 2% de la población en Irak; del 30% al 10% en Egipto; del 40% al 12% en Siria; del 56% al 45% en Líbano; del 30% al 0,2% en Turquía. Y la tierra donde Cristo se ha encarnado no cuenta con más de algunos millares de cristianos.

Esta situación debe preocupar a Europa, como preocupa a la Iglesia y, en particular, a Su Santidad Juan Pablo II, que ha hecho todo lo posible para parar esta hemorragia.

Doy las gracias a los países europeos que han acogido un gran número de estos cristianos durante los últimos decenios, asegurándoles muchas ayudas. Pero estos cristianos esperan ser reconocidos no como individuos o como pequeñas comunidades aisladas, sino como miembros de Iglesias históricas con prestigio, que tienen sus tradiciones, su patrimonio espiritual, teológico, cultural, numerosos santos y millares de mártires. Para poder transmitir este patrimonio a sus hijos, ayudándoles a vivirlo; para evitar que éstos sean desarraigados y estén totalmente disueltos en las sociedades secularizadas de Europa, estas comunidades tienen necesidad de dotarse de estructuras pastorales y eclesiales apropiadas.

La comunidad Maronita en particular, con más de 75 mil fieles en Europa, espera poderse organizar en este continente como Iglesia "sui iuris", con estructuras propias, su jerarquía, a semejanza de otras comunidades católicas o no, que ya tienen este estatuto y se desarrollan con libertad y prosperidad. Es una cuestión de supervivencia para dicha comunidad. Es una cuestión de derecho reconocido a las Iglesias Orientales por el Concilio Vaticano II, ya aplicado en muchos países de América y en Australia.

Los Maronitas de Europa se dirigen a Su Santidad Juan Pablo II, renovándole su fidelidad y rogándole de darles los medios para que puedan llevar adelante su testimonio, tal como él les pidió en su visita histórica al Líbano: "Queridos hijos e hijas del Líbano, os renuevo mi confianza y, como Jesucristo, os envío al mundo para que seáis testimonios de fe, de esperanza y de salvación".

[00206-04.04] [IN154] [Texto original: francés]


Rev. P. Jakab Sándor VÁRNAI, O.F.M., Superior Provincial en Hungría del Orden de los Frailes Menores.

Hablo a título personal, como uno de los 8993 franciscanos que viven en hoy en Europa.

Estoy muy agradecido por esta oportunidad única para hablar aquí. Contra todas las expectativas, nosotros, franciscanos, no tenemos las respuestas a todos los problemas surgidos durante las diferentes intervenciones. Ha sido para mi una experiencia de profunda solidaridad con vosotros, en la medida en que estas intervenciones corresponden bastante cercanas a la gama de opiniones que pueden encontrarse al interno de nuestra Orden. Por este motivo, no me voy a referir a un tipo de problema en particular sino que quisiera comentar dos temas del Instrumentum laboris.

El último párrafo de la sección nº 22 nos conmueve por su apertura:

"En síntesis, también se puede notar que al final de este siglo, se verifican profundas y radicales transformaciones que marcan el agotarse del entusiamo derivado de la modernidad. Sin embargo, no está claro la salida de los procesos en acto; emergen tendencias que contrastan y son ambivalentes, que requieren un análisis atento y profundo.

Quisiera subraya lo importante que es reconocer los temas inciertos. No deberíamos obrar como si la situación actual de la civilización europea fuese solamente otro problema por resolver. En 1996, el entonces Ministro General Herman Schalück escribió un largo documento sobre la evangelización:

"Cuando nos ocupamos de cambios profundos y rápidos, la exaltación del individuo, el pluralismo, la secularización, la globalización y nuestro ambiente social inestable, nos encontramos frente a una realidad nueva. Hemos identificado la crisis. Indudablemente han sido hechos varios esfuerzos para conseguir una respuesta, pero las preguntas que quedan indican que todavía tenemos que recorrer".

Aunque si nos encontramos comprometidos para dar una respuesta, nuestra actitud de base es la de sostener este tema incierto, perseverar en la inseguridad, donde los verdaderos puntos de apoyo son las verdades fundamentales del cristianismo. Para nuestra Orden Franciscana, la certeza fundamental es que si no tenemos un futuro, lo tenemos como comunidad de hermanos evangelizadores que viven de su experiencia de oración. Sin embargo, junto a esta certidumbre, somos pobres. Y no tenemos que hacer ver más de lo que verdaderamente tenemos.

Otro tema que quisiera subrayar se encuentra al final del nº 6:

"Se trata de mirar a Europa con amor y simpatía".

Me he sentido bastante entusiasmado de tantas intervenciones en los que brillaba este amor y simpatía. Hago votos que en las intervenciones de nuestro Sínodo prevalezca este tono. Que pueda esta actitud de compasión llevarnos a todos a salir adelante en la comprensión antes que en etiquetar este continente agonizante con un tantos "ismos" y a entretenernos en expresar demasiado juicios precoces. Pueda el dulce acercamiento de Jesucristo Resucitado a los discípulos en el camino de Emaús quedar siempre como regla suprema.

[00210-04.04] [in155] [Texto original: inglés]


Synodus Episcoporum 18 - 13.10.1999

INTERVENCIONES IN SCRIPTIS

Los siguientes Padres Sinodales sólo han entregado por escrito una intervención, que no ha sido pronunciada en el Aula:

S.E.R. Mons. Georg EDER, Arzobispo de Salzburgo.

S. Em. Card. William Wakefield BAUM, Penitenciario Mayor.

S.E.R. Mons. Józef TEMPFLI, Obispo de Oradea Mare de los Latinos y Vicepresidente (de Rito Latino) de la Conferencia Episcopal de Rumania.

S.E.R. Mons. Giuseppe Germano BERNARDINI, O.F.M. Cap., Arzobispo de Izmir.

A continuación publicamos el resumen de las intervenciones no pronunciadas sino directamente entregadas por escrito por los Padres Sinodales.

S.E.R. Mons. Georg EDER, Arzobispo de Salzburgo.

Se invierte mucho tiempo en la Liturgia. La cantidad de personas que asisten a la celebración eucarística, sin embargo, sigue disminuyendo. La Liturgia se encuentra envuelta en un cambio continuo y dañoso. A la pérdida del misterio, de lo sagrado y del respeto, hay que contraponer la "interiorización" de la Liturgia: religiosidad, silencio santo, devoción eucarística y recuperación de la confesión.

[00167-04.03] [in130] [Texto original: alemán]


S. Em. Card. William Wakefield BAUM, Penitenciario Mayor.

I. Instrumentum laboris, parte I a, art. 13 y ss - parte II a, art. 26 y ss Como obispo proveniente de América continental que ha residido durante veinte años en Europa, estoy profundamente agradecido a las Asambleas sinodales continentales. Estas son momentos ricos de contenido e inestimable valor para fomentar los relaciones fraternales y la colegialidad afectiva.

A riesgo de hacer una excesiva simplificación, deseo destacar que muchos de los desafíos y problemas que afronta Europa se encuentran también en mi proprio país.

Nosotros los americanos también nos enfrentamos al problema de cómo hacer frente a la cultura en la que vivimos. Nosotros nos hemos adaptado, frecuentemente con demasiado éxito a la cultura pluralista y actualmente corrupta.

Actualmente estamos hablando no tanto de inculturación como de construcción de una cultura católica cristiana que sea más efectiva en la evangelización mayor de la cultura en la que vivimos.

Advertimos más que nunca la necesidad de reafirmar nuestra identidad como católicos. Nosotros no debemos ser vistos como un accesorio útil en una sociedad multicultural.

La conocida expresión de San Agustín puede iluminarnos: "Dos amores construyen dos ciudades: la terrenal con el amor hacia sí mismos que llega hasta el desdén hacia Dios, la celestial con el amor a Dios y el desdén hacia sí mismo" (de Civitate Dei, libro XIV, cap. XXVIII)

Las dos ciudades existen y seguirán existiendo hasta la parusía. La pregunta más importante es siempre: "¿qué dicen ustedes de Cristo?". Nuestra respuesta a esta pregunta crucial debe ser clara y sin ambigüedades, no tímida sino enérgica. El misterio de iniquidad debe ser combatido a través de nuestra profesión de Fe en la Encarnación: Pasión, Muerte y Resurrección del Hijo Eterno de Dios, junto con el testimonio consistente de Él ante Dios y los hombres.

II. La necesidad del Sacramento de la Penitencia en nuestra vida de Obispos.

El Sínodo ofrece una gran oportunidad para un profundo examen de nuestras conciencias especialmente en lo que concierne a nuestro ejercicio del ministerio. Hace pocos días escuchamos estas palabras de San Gregorio Magno dirigidas a nuestros hermanos los Obispos: "Los pastores deben ser cautelosos para decidir cuándo guardar silencio y estar seguros de decir algo útil cuando deciden hablar. Los Pastores negligentes frecuentemente tienen miedo de hablar libremente y decir lo que deben decir - por miedo a perder el favor de la gente. Como dice la misma Verdad, ciertamente no están cuidando su proprio rebaño con la premura que se espera de un pastor sino que actúan como mercenarios, porque esconderse detrás de una pared de silencio es como huir cuando se acerca el lobo... Por lo tanto, el modo de desenmascarar ...el pecado es denunciarlo, para que una palabra de reproche ponga en evidencia el pecado que hasta el pecador no ha logrado reconocer. (cf. Liturgia de las Horas, Oficio de las lecturas, 27º domingo del tiempo ordinario Año A)

Actualmente la ignorancia y la confusión son graves problemas bastante diseminados. Una teología errónea que implica no sólo la Iglesia, los Sacramentos y la doctrina Moral sino también los misterios fundamentales de la Fe: la Trinidad, la Encarnación, el papel de Jesucristo como mediador, son cuestionados de varias maneras o relativizados.

Estos errores no sólo se encuentran en las Facultades de teología, sino en todos los niveles en la actualidad: exégesis de las Sagradas Escrituras, formación de los sacerdotes, predicación catequesis, publicaciones de religión populares. La vitalidad de la Iglesia está minimizada y el impulso misionero es anulado.

Se exige acción por nuestra parte. Somos, junto al "Sucesor de Pedro", Magistri Fidei estamos llamados a proclamar valientemente la verdad acerca de Cristo y, cuando es necesario a corregir errores, aún al costo de sufrir nosotros mismos y de hacer sufrir a aquellos a quienes nosotros servimos.

Se afirma frecuentemente que se constata una pérdida del sentido del pecado y la consecuente declinación de la recepción del Sacramento de la Penitencia. Este problema fue tratado en una Asamblea Sinodal anterior y algunas propuestas fueron sometidas al Santo Padre. La Exhortación Apostólica post-sinodal Reconciliatio et Paenitencia ha ofrecido una respuesta al llamado y a las propuestas de los Padres sinodales. Este espléndido documento no ha tenido la recepción que debería haber merecido. Esta Asamblea debería considerar la Exhortación del Santo Padre como guía.

Para concluir, el Santo Padre recientemente ha observado que para ser un buen confesor se debe ser un buen penitente, una recomendación que los Obispos deberíamos tomar en serio. Santa María Madre de Dios ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte.

[00214-04.05] [is001] [Texto original: inglés]


S.E.R. Mons. Józef TEMPFLI, Obispo de Oradea Mare de los Latinos y Vicepresidente (de Rito Latino) de la Conferencia Episcopal de Rumania.

Recomiendo al Sínodo de los Obispos para Europa la aprobación de las siguientes propuestas:

1) La opinión siempre discutible de cada uno no puede llevar nunca a la muerte segura de un ser humano. Incluso el aborto recomendado por los médicos es un homicidio y, por lo tanto, no puede ser justificado.

2) También el final de la vida está en las manos de Dios. Por esto, al mismo modo, la eutanasia debe considerarse un homicidio y como tal debe repudiarse.

3) La emigración debería ser desanimada, porque lleva al desmembramiento de muchas familias y al abandono de niños y ancianos.

4) Las propiedades de la Iglesia confiscadas por los regímenes comunistas deben restituirse en todos los países incluso en Rumania. Donde no fuese posible esto, el Estado debería ofrecer a la Iglesia otras formas de resarcimiento.

5) La enseñanza de la religión y la educación eclesial deben ser garantizadas por la ley desde el asilo hasta la universidad, y considerados al mismo nivel de la instrucción de estado.

6) La Iglesia colaborará con el estado de manera constructiva, pero rehusará toda forma de imposición injusta por parte del estado. La relación entre el estado y la Iglesia debe caracterizarse por la asistencia mutua, por la paridad de derechos y deberes.

[00215-04.02] [is002] [Texto original: alemán]


S.E.R. Mons. Giuseppe Germano BERNARDINI, O.F.M. Cap., Arzobispo de Izmir.

Desde hace cuarenta y dos años vivo en Turquía, país musulmán en un 99.9%. Soy Arzobispo de Izmir, Asia Menor desde hace dieciséis años. El argumento de mi intervención es, por lo tanto, descontado. Agradezco a Monseñor Pelâtre y a quien ya habló sobre el tema en esta prestigiosa reunión, dispensándome así de largos exámenes y de las relativas interpretaciones.

Mi intervención tiene por objetivo, principalmente, dirigir al Santo Padre un humilde pedido. Para ser breve y claro, antes relataré tres casos que considero que realmente han ocurrido, dada su procedencia.

1. Durante un encuentro oficial sobre el diálogo islámico-cristiano, un reconocido personaje musulmán, dirigiéndose a los participantes cristianos, dijo en un cierto momento con calma y seguridad: Gracias a vuestras leyes democráticas os invadiremos; gracias a vuestras leyes religiosas os dominaremos"

Este relato debe creerse ya que el "dominio" ya ha comenzado con los petrodólares utilizados, no para crear trabajo en los países pobres del Norte de África o del Medio Oriente, sino para construir mezquitas y centros culturales en los países cristianos de inmigración islámica, incluida Roma, centro de la cristiandad. ¿Cómo no ver en todo esto un claro programa de expansión y reconquista?

2. Durante otro encuentro islámico-cristiano, organizado como siempre por los cristianos, un participante cristiano preguntó públicamente a los musulmanes presentes, porqué no organizaban también ellos encuentros similares a éste. El infaltable personaje musulmán autorizado que estaba presente respondió de manera textual: "¿porqué deberíamos hacerlo? Vosotros no tenéis nada que enseñarnos y nosotros no tenemos nada que aprender".

¿Un diálogo entre sordos? Es un hecho que términos como "diálogo", "justicia", "reciprocidad" o conceptos tales como "derechos del hombre" y "democracia", tienen para los musulmanes un significado completamente diferente del que tienen para nosotros. Creo que esto ya ha sido reconocido y admitido por todos.

3. En un monasterio católico de Jerusalén había, tal vez aún esté, un empleado doméstico árabe musulmán. Era una persona gentil y honesta, muy estimada por los religiosos que, a su vez, él también estimaba. Un día, con aire triste, les dijo: "Nuestros jefes se han reunido, han decidido que todos los "infieles" deben ser asesinados, pero ustedes no tengan miedo porque los mataré yo sin hacerlos sufrir".

Todos sabemos que debe distinguirse entre la minoría fanática y violenta y la mayoría tranquila y honesta, pero ésta tiene una orden dada en nombre de Alá o del Corán, marchará siempre compacta y sin vacilaciones. Por lo demás, la historia nos enseña que las minorías decididas, siempre logran imponerse a las mayorías renunciantes y silenciosas.

Sería ingenuo subestimar, o peor aún, sonreír ante estos tres ejemplos que he dado. Yo considero que se debería reflexionar seriamente sobre la enseñanza dramática que nos dejan.

No es pesimismo el mío, no obstante la apariencia. El cristiano no puede ser pesimista porque Jesucristo ha resucitado y vive. Él es Dios, a diferencia de todos los otros profetas o de quien pretende serlo. La victoria final será de Cristo, pero los tiempos de Dios pueden ser muy largos, por lo general lo son. Él es paciente y espera la conversión de los pecadores: mientras tanto la Iglesia, sin embargo, invita a organizarse y a trabajar para la venida de su Reino.

Ahora quisiera presentar una propuesta seria al Santo Padre: organizar cuanto antes, si no un Sínodo, por lo menos un Simposio de obispos y operadores de la Pastoral entre los inmigrantes, en especial referencia a lo islámico, incluyendo también a los representantes de la iglesia reformada y a los ortodoxos. Su organización podría ser encomendada a la CCEE que tiene una larga y demostrada experiencia con la colaboración de la KEK.

El simposio debería servir para profundizar colegialmente el problema de los islámicos en los países cristianos y encontrar, de esta manera, una estrategia común para afrontarlo y resolverlo de manera cristiana y objetiva. Es indispensable estar de acuerdo en lo relativo a los principios aunque luego su aplicación varíe en función de los lugares y personas. !Nada es más perjudicial que el desacuerdo sobre los principios!.

Termino con una exhortación que me ha sugerido la experiencia: no se debe conceder jamás a los musulmanes una iglesia católica para su culto porque ante sus ojos ésta es la prueba más certera de nuestra propia apostasía.

[00218-04.04] [is004] [Texto original: italiano]