Synodus Episcoporum 14 - 8.10.1999

DÈCIMO PRIMERA CONGREGACIÓN GENERAL
(VIERNES, 8 DE OCTUBRE DE 1999 -POR LA MAÑANA)

 

INTERVENCIONES EN EL AULA (CONTINUACIÓN)

A las 9.00 horas de hoy, viernes 8 de octubre de 1999, ante la presencia del Santo Padre, con el canto de la Hora Tertia, ha comenzado la Décimo Primera Congregación de la Segunda Asamblea Especial para Europa del Sínodo de los Obispos, para la continuación de las intervenciones de los Padres Sinodales en el Aula, sobre el tema sinodal Jesucristo, viviente en su Iglesia, fuente de esperanza para Europa. Presidente Delegado de turno S. Em.. Card. Franciszek MACHARSKI, Arzobispo de Cracovia

En esta Congregación General, que ha concluido a las 12.35 horas con la oración del Angelus Domini estaban presentes 166 Padres.

INTERVENCIONES EN EL AULA (CONTINUACIÓN)

En la apertura de la Décimo Primera Congregación General de esta mañana ha intervenido S. Em. Card. Angelo SODANO, Secretario de Estado.

Publicamos a continuación el texto integral de Su intervención:

S. Em. Card. Angelo SODANO, Secretario de Estado

En el n 83 del Instrumentum laboris se nos invita a reflexionar sobre nuestro compromiso en la edificación de una nueva Europa, a las puertas del Tercer Milenio cristiano.

Es éste un deber que empeña tanto a los Obispos de las diferentes naciones del Continente como a los Obispos de Roma, en el surco de lo que ya ha sido hecho en estos dos mil años de historia para construir en Europa una familia de Naciones.

En efecto, el amor preferente de la Iglesia hacia los pequeños, los pobres, quienes sufren, nos lleva a privilegiar determinadas formas de apostolado. Sin embargo, dicha opción preferente no es exclusiva para todas las personas de nuestra sociedad.

Por esto, si queremos incidir en la edificación de una nueva Europa, creo que debemos mantener un diálogo constante también con los laicos que trabajan en la vida pública y con todos aquellos que tienen en sus manos los destinos de los pueblos.

Lo evidenciaron repetidamente también los Obispos de América Latina, en ocasión de los diversos encuentros para conmemorar los quinientos años de evangelización de ese continente y para estudiar los nuevos caminos para anunciar el evangelio de Jesucristo. Ellos insistieron, muchas veces, sobre la necesidad de una colaboración "con los constructores de la sociedad" (textualmente "con los constructores de la sociedad").

En este sentido, ya los Pontífices Romanos, con la aparición de los Estados modernos en los siglos XV y XVI, habían recurrido incluso a instituir Legaciones Pontificias en los nuevos Estados que surgían en Europa, precisamente para anunciar también en los palacios de los Césares el mensaje cristiano.

De la misma manera ha hecho el Sumo Pontífice actual, después de la caída del muro de Berlín y con la constitución de Gobiernos liberales en Europa Central y Oriental. Se han creado nuevas formas de presencia de la Sede Apostólica ante estas autoridades civiles.

Hasta 1989 habían en Europa solo 16 Representaciones Pontificias. En estos últimos diez años Juan Pablo II ha instituido 16 más. Entre éstas, 6 han surgido en el territorio de la ex-Unión Soviética.

Con estos medios la Santa Sede trata de cooperar en la promoción de aquellos valores éticos que son fundamentales para la vida de cada pueblo, como son: el sentido sagrado de la vida, la dignidad de todas las personas humanas, la importancia de la familia, el deber de la solidaridad y el empeño por la paz.

A vosotros, Hermanos en el Episcopado, quisiera pedir vuestro apoyo en la obra de las Nunciaturas Apostólicas, a través de vuestro consejo y vuestra cooperación práctica.

Recientemente el Sumo Pontífice, ha instituido además una Nunciatura Apostólica ante la Comunidad Europea en Bruselas, para complementar lo ya se está haciendo en Estrasburgo, por parte de la Misión Pontificia ante el Consejo de Europa y en Viena, por parte de la Misión existente ante la O.S.C.E. (Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa). Son formas modernas de presencia cristiana entre los constructores de la sociedad, para llevar también en estos ambientes el fermento de la verdad.

Dicho esto, permitídme agregar una última palabra acerca del método a llevar a delante en el diálogo con las autoridades civiles, que no comparten nuestra fe cristiana.

En este caso, será difícil recordar, incluso a quien no es cristiano, la imperiosa exigencia de seguir la ley natural, definida da Juan Pablo II en su discurso a las Naciones Unidas en 1995, como una gramática común para todos los pueblos.

Decía textualmente el Papa: Si queremos que un siglo de constricción deje paso a un siglo de persuasión, debemos encontrar el camino para discutir, con un lenguaje comprensible y común, acerca del futuro del hombre. La ley moral universal, escrita en el corazón del hombre, es una especie de "gramática" que sirve al mundo para afrontar esta discusión sobre su mismo futuro» (Discurso de su Santidad el Papa Juan Pablo II a la Quincuagésima Asamblea General de las Naciones Unidas 1995, nº3.

Es verdad que la ley natural no es una "receta" para resolver todos los tipos de problemas morales. Pero es errado abandonar la medicina porque no ofrece soluciones definitivas en todos los casos de enfermedad.

Sin embargo, como bien sabemos, sin la ley natural, la vida social no tiene un fundamento último y cualquier aberración puede ser posible. Esto ha sucedido con el marxismo, que negaba la misma posibilidad de la ley natural, considerándola como un derivado de la ideología burguesa. Esto ha sucedido con el liberalismo absoluto, que reivindicaba para el hombre el derecho a definir el sentido mismo de la propia existencia.

Creo que no debemos cansarnos de repetir que la persona, la familia y la sociedad, son anteriores a la política de los Gobiernos. Creo que en tales terrenos podremos encontrar muchas personas de buena voluntad, dispuestas a colaborar con nosotros para volver a encender la luz de las leyes naturales en el pensamiento y en la acción de los Gobiernos Europeos.

Dicho trabajo con quienes tienen en sus manos los destinos de los pueblos, debe empeñarnos a todos nosotros, dando a César lo que es del César, pero pidiendo, luego, a los Césares de hoy, que den a Dios lo que es de Dios:

[00179-04.03] [in121] [Texto original: latino]


Intervinieron luego los siguientes Padres:

S. Em. Card. Joseph RATZINGER, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe

S. Em. Card. Jozef TOMKO, Prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos

S. Em. Card. Achille SILVESTRINI, Prefecto de la Congregación para las Iglesias Orientales

S.E.R. Franc PERKO, Arzobispo de Belgrado

S.E.R. Mons. António BALTASAR MARCELINO, Obispo de Aveiro

S.E.R. Mons. Louis PELÂTRE, Obispo titular de Sasima y Vicario Apostólico de Istanbul

S.E.R. Mons. Karl LEHMANN, Obispo de Mainz

S.E.R. Mons. Joseph DORÉ, Arzobispo de Estrasburgo

S.E.R. Mons. Audrys Juozas BACKIS, Arzobispo de Vilna

S.E.R. Mons. Sergio SEBASTIANI, Arzobispo titular de Cesarea de Mauritania y Presidente de la Prefectura para los Asuntos Económicos de la Santa Sede

S.E.R. Mons. Frantisek RÁBEK, Obispo titular de Catro y Auxiliar de Nitra

S.E.R. Mons. Marian JAWORSKI, Arzobispo de Lviv de los Latinos y Presidente de la Conferencia Episcopal

S.E.R. Mons. Erwin Josef ENDER, Arzobispo titular de Germania de Numidia, Administrador Apostólico "ad nutum Sanctae Sedis" de la Administración Apostólica de Estonia (Estonia)

S.E.R. Mons. Gyula MÁRFI, Arzobispo de Veszprém

S.E.R. Mons. Kurt KOCH, Obispo de Basilea

S.E.R. Mons. George PELL, Arzobispo de Melbourne (Australia) y Miembro de la "Federation of Catholic Bishops' Conferences of Oceania" (F.C.B.C.O.)

S.E.R. Mons. Attilio NICORA, Obispo emérito de Verona

Kardinal Vinko PULJIC, Erzbischof von Vrhbosna

Publicamos a continuación los resúmenes de las intervenciones:

S. Em. Card. Joseph RATZINGER, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

Para la obra de evangelización es fundamental la fe, con la cual se abre el camino al misterio de Cristo y a la esperanza del Evangelio. Cómo se forma la fe, qué es la fe, nos los da el diálogo de Jesús con los doce en Cesarea de Felipe, durante el cual nació el Credo de la Iglesia: "Tu eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo". Jesús distingue entre las opiniones de la "gente" sobre su persona y el conocimiento dado a "Vosotros", es decir, a los doce. Estos doce comparten la vida y el camino de Jesús, comparten su soledad y ven su permanente ser-en-el-Padre. En esta comunión de vida nace el verdadero conocimiento - la fe. La fe supone, por tanto, la comunión de vida con Jesús, el diálogo con Jesús en el Nosotros de los discípulos. Este Nosotros existe también después del tiempo apostólico: la Iglesia. La Iglesia nos hace contemporáneos de Jesús. La fe es comunión con Jesús en la Iglesia, no es la invención de un grupo, es don del Espíritu Santo, que une a la Iglesia. Los discípulos, que vieron a Jesús en oración, en el diálogo con el Padre, lo reconocen como Hijo: La verdadera Cristología es teo-logía, responde a la pregunta: ¿Quién es Dios? ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos? El hecho de que Pedro hiciera en nombre de los doce la confesión de fe, demuestra que es en la comunión con Pedro donde se forma el Nosotros de los discípulos, la Iglesia de Cristo. La diferencia entre la "gente" y el "Nosotros" de los discípulos durará probablemente hasta el fin de los tiempos. Pero la Iglesia no es un ente cerrado en sí mismo: Su frontera está siempre abierta: con toda su esencia tiene que ser una invitación a entrar, y aunque no coincida con todos, es para todos, pues es sal de la tierra y luz del mundo.

[00151-04.04] [in119] [Texto original: italiano]


S. Em. Card. Jozef TOMKO, Prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos.

1. En estos días, según la prensa, la población terrestre llega a 6 mil millones de personas. Esta mundo cuenta hoy con alrededor de mil millones de católicos y un igual número de cristianos de otras denominaciones, pero dos tercios de la humanidad aún no conocen a Jesucristo en términos de fe.

Dentro de pocos días celebraremos el aniversario de dos mil años del nacimiento de Él que "por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó del cielo y se encarnó en el seno de la Virgen", tal como lo profesamos en el Credo. El Jubileo, es, por lo tanto, el aniversario de la misión.

Europa ha sido privilegiada por Dios porque fue evangelizada prácticamente en su totalidad y ha recibido desde hace tiempo el mensaje de salvación. ¿Puede esta Europa olvidar hoy el don de la fe? ¿Y puede ella dejar de llevarlo a otras naciones que aún no conocen a Jesucristo, Hijo de Dios, cuando Dios mismo "quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad? (1 Tim. 2, 4)

Europa ha dado en el pasado una contribución consistente y decisiva para la evangelización de los otros Continentes. Gracias a sus misioneros y misioneras América Latina es católica en un 90%, África ha registrado en el breve período de nuestro siglo el incremento de 2 a 110 millones de fieles; Oceanía ha alcanzado cerca del 30% de la población y Asia está bañada por el sudor y sangre de tantos misioneros que en el futuro seguramente dará frutos.

La misión ad gentes debe continuar también en Europa. Si en ciertos países y en ciertos grupos de Europa existe la crisis de la fe, ella no se resuelve con el repliegue de las Iglesias de Europa sobre sí mismas, sino con la apertura a la misión universal. Por lo tanto "ningún creyente en Cristo, ninguna institución de la Iglesia puede eludir este deber supremo: anunciar a Cristo a todos los pueblos" (RM, 3)

2. Como consecuencia, a los Pastores de Europa se les hacen las siguientes propuestas concretas:

1º Promuevan las vocaciones misioneras ad vitam.

2º Tengan el coraje de ofrecer algún sacerdote fidei donum para el servicio misionero durante algunos años; estos sacerdotes podrían ser un buen remedio para la actual disminución de los misioneros por la vida, que se espera que sea temporaria.

3º Es preciso dedicar particular atención en los nuevos areópagos y a la misión hacia los inmigrantes de otras religiones que se encuentran en medio de las comunidades cristianas; sean las Iglesias de Europa comunidades dinámicas que evangelizan más que iglesias para la manutención y conservación.

4º Las Iglesias que sufren la falta de vocaciones traten de proveer a las propias necesidades espirituales con una oportuna pastoral vocacional y de las familias. El recurso a la ayuda de los sacerdotes y las religiosas de países de misión se está convirtiendo, al menos en muchos lugares, masivo y exige un atento examen para no provocar un daño a la evangelización en sus países de origen. En todo caso, su servicio en Europa se debe limitar no sólo en el número sino también en el tiempo, y siempre debe ser concordado con sus Obispos.

Sí, Europa todavía tiene una gran responsabilidad misionera. Es necesario proseguir "con tranquila audacia" la misión ad gentes. Se trata de una obra de Dios, de la Iglesia, del hombre. "Como el Padre me envió, también yo os envío"(Jn. 20, 21). Nuestra esperanza está en Él que nos envía.

[00182-04.03] [in139] [Texto original: italiano]


S. Em. Card. Achille SILVESTRINI, Prefecto de la Congregación para las Iglesias Orientales.

Hablo como Prefecto de la Congregación para las Iglesias Orientales.

Hace ocho años, el primer Sínodo especial para Europa señaló un alegre reencuentro después de la prueba que supuso la persecución. Hoy las desilusiones y temores que la situación suscita, no deben hacernos olvidar los signos de consolación y esperanza, en la certeza de que el Resucitado no nos abandona.

Las Iglesias orientales son parte integrante de la identidad Europea.

Una Europa sin el aporte del Oriente cristiano es una Europa lisiada. La primera necesidad es la de reconocer la importancia de esta presencia, como patrimonio histórico y realidad actual. Sin el aporte de las tradiciones espirituales y culturales del Oriente, Europa ya no sería Europa. Es justo que se promuevan la extensión de la unidad política y los intercambios comerciales siempre que se respeten las culturas y las tradiciones de los pueblos.

También la Iglesia se debe abrir cada vez más al aporte del cristianismo de Oriente.

En su interior, la Iglesia siente el deber de valorizar en Europa el aporte del cristianismo oriental, que es el recurso espiritual de un elevado número de Europeos. En la investigación teológica esto significa fecundar el problema del encuentro entre Iglesia y sociedad, descubriendo nuevamente la humildad frente al misterio de Dios y la contemplación como médula de toda teología; descubrir nuevamente un alma en oración que conduzca de nuevo el hombre y la mujer de Europa a las raíces del propio corazón donde habita Dios. "Las Palabras de Occidente necesitan las palabras de Oriente" (OL, 28), como ha escrito el Santo Padre.

Papel del monaquismo.

Una función especial ejercita, en este sentido, el compromiso de la vida religiosa y, de manera particular, el monaquismo, que está renaciendo justamente allí donde el poder ateo había intentado desarraigarlo. Transversal a todas las Iglesias cristianas, el monaquismo es un modelo vivido de contemplación y de vida fraterna, de comunión libre y fiel de las personas. Un signo que no le habla sólo a la Iglesia, un núcleo profético sobre cómo gestionar la vida de cada comunidad y, más radicalmente, del ser persona. La colaboración entre monjes de todas las Iglesias es uno de los signos de esperanza para Europa. El fruto de este "diálogo de la santidad" será altísimo.

Colaboración entre los laicos.

También los laicos de las diferentes Iglesias están llamados a trabajar juntos en las iniciativas de solidaridad y de caridad. La colaboración entre los laicos ayudará a derrotar a los nacionalismos que surgen nuevamente, que son la negación explícita del modelo "comunional", que le es dado al cristiano por el vínculo de amor que está en la Trinidad. Un deber apremiante incumbe en especial en los creyentes, hombres de cultura y educadores, de cuya obra formativa depende buena parte del futuro de Europa.

Ocho años: un tiempo de reorganización

Estos años han sido testigos de un gran empeño de reorganización pastoral de las Iglesias Orientales católicas, diezmadas por la persecución y privadas de toda estructura comunitaria. Vaya la gratitud de la Iglesia universal a la Iglesia latina que ha ayudado a este renacimiento con gran generosidad.

"Signo de contradicción"

En las relaciones de la Ortodoxia con la Iglesia católica, las Iglesias Orientales católicas, a veces, siguen siendo vistas como un "signo de contradicción". Ellas sufren mucho, conscientes de cuánto ha costado su fidelidad al catolicismo y de la contribución que han dado y se proponen seguir dando a la cultura de sus propios pueblos. Piden participar plenamente del diálogo entre Católicos y Ortodoxos. El trabajo de sus "comisiones mixtas" locales, ayudando a superar los desacuerdos posibilitará el crecimiento de la justicia, la caridad y el respecto a la libertad religiosa.

La diáspora oriental en Europa.

Prosiguen los flujos de emigración de los Orientales de una parte a otra de Europa. A la Iglesia latina solicitamos que continúe con la hospitalidad acogedora para evitar que los cristianos orientales inmigrados pierdan las propias raíces y se abandonen al "indiferentismo". Por su parte, las iglesias Madres de Oriente deben empeñarse en proveer un servicio pastoral eficaz, transparente y predispuesto ante el contexto cultural europeo.

El trabajo de la Congregación para las Iglesias Orientales.

En estos años la Congregación ha tenido como objetivo el de ayudar a los Orientales católicos, salidos de las catacumbas a insertarse plenamente en el camino pastoral de la Iglesia, valorizando la propia especificidad. Lo ha hecho de la siguientes manera:

1. Inspirándose en la Carta Apostólica "Orientale Lumen (2 de mayo de 1995), ha formulado una Istruzione liturgica para dar nuevamente íntima coherencia y apertura pastoral a la oración de los Orientales católicos.

2. Favoreciendo encuentros directos de los Obispos entre sí y con el Dicasterio, como el que se organizó en Hungría en 1997 entre los Obispos orientales católicos de Europa que produjeron un significativo documento.

3. Privilegiando la formación del clero, con la calificación de los estudios y seminarios, en Roma y la propia patria, introduciendo, para los seminaristas que se formen en Roma, un Año de Integración en el cual profundizan la propia específica identidad, formando a los formadores con la organización de dos seminarios (en Hungría en 1998 y Ucrania en 1999) para rectores, superiores y padres espirituales de los seminarios y las casas de formación religiosa.

4. Es un proyecto la creación de una Asamblea de los Jerarcas orientales católicos de Europa, como sede de encuentro y colaboración entre los Obispos orientales, para el diálogo entre los Obispos latinos y la Santa Sede.

[00186-04.04] [in143] [Texto original: italiano]


S.E.R. Franc PERKO, Arzobispo de Belgrado.

Los acontecimientos en los Balcanes durante la última década constituyen un desafío para la Iglesia. Entre las razones está la devastación del comunismo y también muchas otras. Quisiera detenerme sobre tres fenómenos

1. El nacionalismo exagerado con sus raíces en el paganismo, con la idea de una nación elegida en la Europa unida, será un peligro oculto que no reconoce la igualdad entre las naciones y aspira a la hegemonía. Es necesario evangelizar la mentalidad de las naciones europeas.

2. El terrorismo es un peligro y una amenaza para el futuro, especialmente el terrorismo que proviene del fundamentalismo islámico. Las raíces están en los problemas irresueltos, nacionales y sociales. Es necesario, por lo tanto, un esfuerzo para conseguir la verdadera justicia en la sociedad.

3. Hoy en el mundo actúan las grandes fuerzas del mal, de Satanás. No sólo en los Balcanes, sino que en la vida actual de Europa existen los fenómenos de la actividad satánica, a veces bien oculta, por ejemplo en la sexualidad disoluta, en los abortos, en la apostasía de la fe, en los enfrentamientos internacionales, etc. De esta actividad no se habla abiertamente pero es inútil observar muchos fenómenos solamente desde el punto de vista sociológico y psicológico cuando está presente la actividad diabólica. Cristo no sólo ha hablado, también ha exorcizado a los demonios. La Iglesia tiene hoy este poder, debe asumir seriamente el mandato de Cristo para la expulsión de la actividad satánica contemporánea. La promesa de Cristo dada a Pedro "portae inferi non praevalebunt adversus Ecclesiam", es fuente de esperanza en el mundo de hoy, que está lleno de mal.

[00163-04.04] [in126] [Texto original: italiano]


S.E.R. Mons. António BALTASAR MARCELINO, Obispo de Aveiro.

El rostro de la Iglesia y el compromiso de los laicos (cf. IL 41 y49)

1. El rostro de la Iglesia debe ser siempre y sólo el rostro de Cristo y su misión no puede ser otra que la que Cristo le encomendó. En mil maneras ella ha mostrado este rostro a lo largo de la historia y en ésta son muchas las páginas que relatan su devota y generosa fidelidad. Hoy, sin embargo, el Papa nos da también testimonio para reconocer los errores del pasado y del presente y para pedir perdón, con el humilde propósito de conversión.

El rostro de la Iglesia aparece muchas veces ante los hombres de nuestro tiempo como un rostro clerical que lleva consigo el peso del poder institucional y personal, la adhesión a privilegios conquistados y ahora defendidos. El rostro de una Iglesia que habla mucho de sí misma, habla partiendo de su interior, escucha poco, interroga poco y no se muestra dispuesta a aprender de los otros y con los otros. El rostro de una Iglesia poco innovadora y creativa, muy apegada a tradiciones culturales e históricas. El rostro de una Iglesia que parece haber olvidado ya la gracia del Concilio Vaticano II, sobre todo en su realidad de Pueblo de Dios, en la decisión de diálogo permanente con el mundo contemporáneo. El rostro de una Iglesia con dificultad para discernir, para promover y para integrar los carismas que el Espíritu suscita, no siempre en consonancia con las tradiciones.

No le faltan a la Iglesia de Cristo motivos de conversión y razones para poner el práctica el discipulado.

Un Iglesia discípula y generadora de discípulos que aprende de Cristo a dejarse interrogar e interpelar, con el corazón desarmado y siempre atenta a los más humildes, a los más pobres, a los más cansados y perseguido, a los que buscan la verdad.

2. El fiel laico es un miembro de pleno derecho del Pueblo de Dios, goza de la dignidad y de la libertad radical de los hijos de este Pueblo, tiene la misma ley del mandamiento nuevo y está comprometido, como todos, en la construcción del Reino (LG 9). Su vocación específica es la de ser cristiano en el mundo, ocupándose de las realidades temporales y ordenándolas según Dios (LG 31). Su obligación primaria e inmediata, como recuerda la EN, no es la institución y el desarrollo de la comunidad eclesial, sino la puesta en práctica de todas las posibilidades cristianas y evangélicas ocultas pero ya presentes y operantes en la realidad del mundo.

Asegurar la formación espiritual y doctrinaria de los fieles laicos frente a los compromisos actuales, convertirlos en el rostro visible de una Iglesia sierva de los hombres, vencer la tentación de convertirlos en clérigos, reconocer sus derechos contemplados en el CIC, respetar sus legítimas opciones, estimular los movimientos de frontera, como el AC y otros, orientarlos hacia los campos de la investigación, de los medios de comunicación, del diálogo con las culturas emergentes, constituye un deber de la jerarquía y una necesidad de la presencia evangelizadora de la Iglesia.

3. Hablando, sin embargo de los Fieles laicos, no podemos olvidar que hay un asunto contencioso que se agrava y que concierne al lugar de la mujer en la Iglesia. Los pasos dados hasta ahora son muy discretos y mucha gente ni siquiera se ha dado cuenta de ellos.

En cualquier parte de Europa, la Iglesia cuenta de manera especial con las mujeres, ricas en generosidad, sensibles a los valores espirituales, siempre atentas a las necesidades pastorales más candentes, siempre disponibles para el servicio. La Iglesia tiene la obligación de interrogarse y de actuar en consecuencia con respecto a esta problemática. Debe interrogarse también sobre el hecho que crece el número de mujeres jóvenes que abandonan o comienzan a abandonar a la Iglesia, darse cuenta de que hoy, en muchos países, se ha agravado la crisis de las vocaciones femeninas respecto de las masculinas. El abandono de las mujeres, además, muchas veces tiene consecuencias más negativas para la transmisión de la fe en la familia. La mujer está más abierta a la fe, pero, en caso de abandono, su retorno es más difícil.

El Sínodo no puede ignorar este problema ni puede considerarlo poco importante.

El gesto di nominación de las tres co-patronas de Europa debe ser profético y auguramos que sea el comienzo de otros gestos, más que nunca, significativos para el mundo secularizado que, no obstante todo, aún tiene consideración por la Iglesia.

[00164-04.04] [in127] [Texto original: italiano]


S.E.R. Mons. Louis PELÂTRE, Obispo titular de Sasima y Vicario Apostólico de Istanbul.

En Turquía, los cristianos representan menos del 1% de la población. En todo caso, Turquía quiere engancharse a Europa. Toda oposición a este deseo es entendida como un rechazo del mundo musulmán por parte del cristiano.

De aquí la necesidad del diálogo entre islámicos y cristianos. Es una realidad inevitable que Europa no pueda negar si se debe considerar la creciente presencia de grupos musulmanes en diferentes países europeos. Se necesita pedirles a los interlocutores musulmanes la reciprocidad. En Turquía, la propiedad de los bienes de la Iglesia está amenazada por algunos procedimientos reglamentaciones?.

La Iglesia católica en Turquía tiene necesidad de agentes pastorales calificados para llevar adelante el diálogo entre islámicos y cristianos. La exigencia es amplia y no es posible encontrar en el lugar personas formadas. La ayuda puede solamente venir del exterior, cuestión que es sumamente complicada por la crisis de las vocaciones en Europa.

Turquía y Europa deben ayudarse recíprocamente para vivir en un mundo caracterizado por la pluralidad cultural y religiosa.

El reciente terremoto ofreció la ocasión para expresar un gran solidaridad frente a la necesidad. Gracias a todos aquellos que han venido a ayudar a las personas accidentadas.

[00165-04.03] [in128] [Texto original: francés]


S.E.R. Mons. Karl LEHMANN, Obispo de Mainz.

En los nºs 8 - 9 del Instrumentum laboris se habla de los cambios más recientes del último decenio. Esto nos conduce al interrogativo sobre qué cosa hace parte de este cambio, a pesar de ser una novedad. En el nº 8 se encuentra una descripción bella de muchos fenómenos, considerados en su conjunto como consecuencia al pasaje, todavía no definitivo de la falta de libertad de una forma democrática. Mirando hacia atrás se necesita decir que hemos subestimado sobre todo las heridas y laceraciones en la intimidad de las personas, y que la renovación de las mismas, por ejemplo asumiéndose los riesgos y las responsabilidades, se presenta mucho más difícil.

En este decenio la imagen del hombre tanto al este como al oeste ha sufrido graves daños. El legado cristiano yace profundamente sepultado. La rotura con la tradición es evidente tanto al este como al oeste. Muchos que no conocen más la fe y la Iglesia desde el interior, están en la incertidumbre, sobre todo, gracias a una constante desinformación. Por lo tanto, en primer lugar, se necesita empeñarse a fondo en la formación cristiana que haga visible nuevamente los valores de la fe y que los cultive incesantemente.

En los últimos años, aparecen "incentivos" de un proceso de individualismo extremo, tanto al este como al oeste, y las personas se refugian en visiones y nichos religiosos más bien subjetivos, que parecen ayudarles a alcanzar la autosuficiencia y un carácter individual ante las presiones externas en diferentes tentativos de nivelación. En realidad, esto no confiere al hombre un sentido de la vida estable, una identidad personal duradera, una sólida orientación. Si el hombre cede a este proceso de individualismo bastante extendido, no se encuentra a sí mismo, sino sólo una copia de las tendencias sociales comunes. Estos substitutos generan una desilusión todavía mayor.

La imagen cristiana del hombre sabe bien que la personalidad hace surgir, al mismo tiempo, la unicidad de la persona y su compromiso en la comunidad. La fe posee un gran potencial de ejemplos y de propuestas de significado. En dicho sentido, es posible afrontar positivamente y vivir determinadas tendencias al individualismo. Pero todo esto, no debe realizarse en el sentido de una autónoma autorealización. La persona no se realiza en sí misma. Encuentra a sí misma sólo con la superación de sí y se autorealiza fuera de sí mismo, es decir, yendo al encuentro con Dios y con los hombres. Puede alcanzar la felicidad sólo indirectamente, a través de esta doble trascendencia. En este sentido, no se necesita condenar totalmente el proceso del individualismo; se necesita, mas bien, hacerlo cambiar de rumbo hacia el sentido de la fe cristiana y de la personalidad humana, justamente entendida. Se trata de una tarea importante todavía incompleta, que se arrastrará el próximo siglo.

Diez años atrás, con la caída del comunismo, estabamos mas seguros y, quizás, esperábamos un rápido ordenamiento. Aunque el proceso dure más tiempo será necesario mayor paciencia, sin embargo, es justo continuar.

[00166-04.03] [in129] [Texto original: alemán]


S.E.R. Mons. Joseph DORÉ, Arzobispo de Estrasburgo.

Los números 83-87 del Instrumentum laboris subrayan la necesidad de un compromiso pastoral para la construcción de una nueva Europa.

Este tipo de compromiso presupone una atenta toma de conciencia acerca de la efectiva importancia de las instituciones europeas. Por lo demás, todo cuando se discute y decide en su seno está definiendo, no sólo la organización política y la gestión económica de Europa, sino también el conjunto de su régimen socio-administrativo, de su derecho y su ética.

La Iglesia católica ha prestado mayor atención a estas instituciones desde su fundación y participa de diversas maneras. Es evidente, sin embargo, que las Iglesias nacionales - y no sólo la Santa Sede y las diócesis donde tienen sede las instituciones europeas: Bruselas, Luxemburgo, Estrasburgo - también están llamadas a desarrollar la asunción de su responsabilidad en esta esfera. Pueden ser adelantadas algunas hipótesis al respecto.

[00169-04.04] [in132] [Texto original: francés]


S.E.R. Mons. Audrys Juozas BACKIS, Arzobispo de Vilna.

En Lituania cincuenta años de persecución y de opresión bajo el régimen soviético no han desarraigado la fe en Jesucristo en tantos hombre y mujeres que han sufrido cárcel, deportaciones y discriminaciones de todo tipo a causa de su fe. La eucaristía, la cruz, la devoción a María han nutrido y sostenido su fe. La Colina de las Cruces, que el Santo Padre ha visitado y hecho conocer a toda Europa, es el símbolo de la fe de aquellos que en Cristo crucificado y resucitado han encontrado las razones para vivir y para esperar. Con la cruz y el rosario en la mano, muchas familias han vivido auténticamente la fe. Junto a la valiosa herencia dejada por los mártires, quisiera recordar el importante papel de las madres de familia que, en un ambiente hostil, han sabido transmitir a sus hijos el amor a Dios y al prójimo junto a las tradiciones religiosas del pueblo.

La lucha contra la religión, fomentada con todos los medios posibles en la escuela y en la sociedad, ha dejado, sin embargo, profundas heridas. Esta negación y exclusión de Dios ha herido al hombre en su ser, obligándolo con frecuencia a colocarse una máscara para poder sobrevivir. La falta de respeto por la persona humana ha ofuscado en las conciencias la sinceridad, la honestidad, la confianza recíproca, el sentido de responsabilidad, falseando las relaciones interpersonales.

Con la caída del comunismo, las nuevas generaciones se encontraron sin preparación para hacer un buen uso de la libertad, dejándose deslumbrar por los bienes ofrecidos por la sociedad de consumo que parecía prometer una vida de bienestar sin ningún esfuerzo.

¿Cómo anunciar a Cristo a quien considera a la Iglesia como una institución de poder que -una vez desaparecida la ideología marxista- trata de imponer su "ideología, sus normas morales en la vida privada y pública?"

La Relatio ante disceptationem insiste, justamente, en el papel de la catequesis y en la formación de los catequistas y de los docentes de religión. La Iglesia en Lituania está comprometida en su totalidad en un esfuerzo catequístico, estimulado por las palabras del Santo Padre durante nuestra reciente visita ad limina con las que nos hace saber que "es importante que el Evangelio sea anunciado como una 'noticia', 'la buena nueva', centrada completamente en la persona de Jesús, Hijo de Dios y Redentor del hombre. La catequesis debe ayudar a las personas a 'encontrar' a Jesucristo, a dialogar con Él, a sumergirse en Él. Sin la vibración de este encuentro, el cristianismo se convierte en tradicionalismo religioso, carente de alma, que fácilmente cede a los ataques del secularismo y a las seducciones de propuestas religiosas alternativas" (Cfr. 17 de septiembre de 1999). Sólo el testimonio de vida del catequista, ya sea sacerdote, persona consagrada o laico, podrá "contagiar" a sus oyentes.

En mi opinión, la familia es la primera comunidad donde se testimonia la fe y se anuncia el Evangelio de la esperanza. Es la primera e insustituible escuela de vida que abre a la fe, a la oración, al amor al prójimo. En la familia se experimenta la alegría de amar y de ser amados, la alegría de vivir. Comparto plenamente cuanto se ha afirmado en el n. 76 del Instrumentum laboris acerca de la importancia para las Iglesias en Europa de proclamar la "verdad sobre el matrimonio y la familia", de dirigir un solícito cuidado pastoral a la familia. Las Iglesias europeas no pueden dejar nunca de fomentar, a nivel nacional y comunitario, una política familiar respetuosa del designio del Creador, prestando, de este modo, un auténtico servicio a toda la sociedad.

Hemos comprobado que en nuestros países hay muchas familias divididas que no pueden ofrecer a los hijos un testimonio de amor, de fe, de esperanza. Es necesario dar prioridad a la pastoral juvenil. Los jóvenes buscan comunidades fraternas y acogedoras que den un auténtico testimonio de caridad vivida. Con frecuencia nuestras parroquias no están en condiciones de responder a estas expectativas.

Como pastor deseo agradecer a los nuevos movimientos eclesiales su testimonio de vida en comunión fraterna que es evangelización.

La nueva evangelización ya está en marcha y debemos reconocer el soplo del Espíritu. Frente a las grandes dificultades de un mundo que ignora a Dios, debemos caminar sin miedo y sin concesiones, ya que la Iglesia permanecerá siempre "signum contradictionis".

[00170-04.06] [in133] [Texto original: italiano]


S.E.R. Mons. Sergio SEBASTIANI, Arzobispo titular de Cesarea de Mauritania y Presidente de la Prefectura para los Asuntos Económicos de la Santa Sede.

1) En el Instrumentum laboris se distingue entre las "res novae" el proceso de globalización económica que presenta la triple connotación de fenómeno irreversible, ambivalente y, hasta ahora, ingobernable, debido a la rapidez de su evolución y a la dificultad para frenar el automatismo y gobernarlo a través de instrumentos jurídicos internacionalmente reconocidos.

2) La voz del Papa se ha elevado varias veces para recordar, con lenguaje evangélico, que "no es el hombre para la economía sino la economía para el hombre" (cf. Centesimus Annus), para indicar que "cuanto más global es el mercado más debe estar compensado por la globalidad de la solidaridad" (Cfr. 26 de abril de 1997) y que dicho fenómeno está guiado por "el carácter absoluto y la dignidad de todas las personas y por el principio de la destinación universal de los bienes de la tierra" (Cfr. 11 de septiembre de 1999). Así como hace cien años la "Rerum Novarum" fue la respuesta de la Iglesia a la "cuestión social" creada por la industrialización, también hoy la Iglesia se prepara a afrontar la "nueva cuestión social" producida por la mundialización de la economía.

3) La Iglesia -"Mater et Magistra" - no puede limitarse a iluminar las conciencias por medio de la actualización de la Doctrina Social, sino que tiene que intervenir desde ahora a nivel pastoral en las Iglesias locales, respondiendo a la llamada del Papa a los miembros de la Fundación "Centesimus Annus" para que promocionen "Proyectos de finanza-ética de micro-crédito y de comercio equitativo y solidario que sean asequibles para todos".

Guiadas por los Obispos, las fuerzas vivas de las iglesias locales europeas están llamadas a dar un impulso a iniciativas de micro-crédito con el fin de atajar los efectos secundarios nefastos de la globalización financiera para que los más pobres puedan salir de la indigencia con sus propias fuerzas.

Existen ya un poco por todas partes iniciativas de este tipo que están siendo apreciadas cada vez más por economistas y estadistas, como, por ejemplo, la experiencia ofrecida por el economista bengalí Muhamad Yunus con su "Grammen Bank" (el Banco de la Aldea), la iniciativa conocida con el nombre de "Banco Popular Ético" y la de "Economía de Comunión" del Movimiento de los Focolarinos.

[00171-04.06] [in134] [Texto original: italiano]


S.E.R. Mons. Frantisek RÁBEK, Obispo titular de Catro y Auxiliar de Nitra.

Hablo a título personal y quisiera exponer algunas consideraciones sobre el interrogante con el que se concluye el n. 18 del Instrumentum laboris, que plantea "cómo la Iglesia puede seguir llevando adelante su misión evangelizadora sin ser precursora de intolerancia y, más precisamente, cómo se puede y debe anunciar el Evangelio, reconociendo y aceptando a cuantos profesan una fe diferente y evitando, al mismo tiempo, que la 'tolerancia' se transforme en 'indiferencia' o en 'relativismo' " (cfr. I. L. n. 18).

Como punto de partida se podría tomar la parábola de la levadura (Mt 13, 33): la Iglesia es la levadura, que la mano omnipotente de Dios ha "amasado" en la vida actual de Europa. La levadura no es intolerante hacia aquello que la circunda ni indiferente con respecto a su función y por supuesto jamás es relativa.

Conserva en sí misma el sabor vivo de la fuerza de la vida y actúa en la masa que la envuelve, invadiéndola y haciéndola fermentar.

Si la masa contuviese ingredientes que no estuvieran en condición de admitir la acción de la levadura, o su sabor, la levadura los "respetaría" y lo haría sin ningún relativismo. Pero permanecería fiel a su función de dar sabor y gusto a la vida; es más, de transmitirla, sin ser agresivo en relación con aquello que la circunda en el caso de que fuese rechazada.

La principal preocupación de la Iglesia tiene que ser la de que en cada uno de sus miembros obre la vida de Dios, Espíritu de Cristo.

Esto significa, en concreto, que cada miembro de la Iglesia tiene que hacer suya la condición necesaria para amar a Cristo que afirma al respecto : "Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él" (Jn 14, 23)

[00172-04071] [in135] [Texto original: alemán]


S.E.R. Mons. Marian JAWORSKI, Arzobispo de Lviv de los Latinos y Presidente de la Conferencia Episcopal.

Para analizar la situación de la persona humana en los países de la ex Unión Soviética necesitamos, sobre todo, reflexionar sobre lo que le ha ocurrido a la comunidad de ciudadanos y cristianos. A lo largo de los años de la ocupación comunista, se ha intentando formar un hombre nuevo, un ateo combatiente, no creyente, coyuntural, indiferente, para el que no parecía existir la dimensión trascendental, con la consiguiente falta de una justa jerarquía de valores. Las iglesias cristianas están divididas. Es importante tener en cuenta que entre los cristianos existe una evidente falta de conocimiento de las verdades de la fe. En lo que se refiere a los fieles católicos, la situación parece ser mejor porque éstos aprenden a comprender la fe y la liturgia en el espíritu del Concilio Vaticano II.

Para que Cristo se convierta en la esperanza para esta parte del Continente Europeo es necesario, antes que nada, iniciar con la pre-evangelización. En este contexto es urgente que el hombre tome conciencia de las dimensiones fundamentales de su existencia y de los problemas relacionados con ella. El anuncio de que Cristo es la única esperanza, la fuente de la salvación, da un sentido y un significado pleno a la existencia: estos son los valores que Europa tiene que descubrir de nuevo.

La construcción de la casa común europea no puede llevarse a cabo sin un intercambio recíproco de dones y valores entre la Europa del Este y la Europa Occidental. Nos referimos al pluralismo europeo bien entendido, a la unidad en la multiplicidad para liberar al hombre de la actitud totalitaria y a la educación a la verdadera democracia. Hay que superar los nacionalismos extremos. Queda todavía mucho camino por hacer al respecto. Se necesita, además, una exacta comprensión del ecumenismo. Si no se busca la unión en Cristo habrá una falta de testimonios y servirá de escándalo para el mundo. Es también necesaria la educación a la tolerancia, a la cual se llega cuando entre las Iglesias hay confianza mutua.

La evangelización y la introducción a la vida sacramental de la Iglesia tienen que realizarse en el espíritu del Concilio Vaticano II. Para conseguirlo hay que usar no sólo los nuevos métodos y medios: es necesario, sobre todo, anunciar la fe con la vida, vivir con la presencia de Dios en Cristo, ser gente de oración. Cuando se anuncian las verdades de la fe es muy importante tener en cuenta el lenguaje, que debe ser religioso para que se convierta en el camino que lleve a la realidad de la que se habla. Tiene que hablar del misterio de Dios. Si no es así, será siempre puramente conceptual sin la experiencia religiosa, cristiana.

[00173-04.04] [IN136] [Texto original: italiano]


S.E.R. Mons. Erwin Josef ENDER, Arzobispo titular de Germania de Numidia, Administrador Apostólico "ad nutum Sanctae Sedis" de la Administración Apostólica de Estonia (Estonia).

Según el apartado n. 3 del Instrumentum laboris, el actual Sínodo quiere proclamar a Jesucristo fuente de esperanza para Europa. Se propone hacerlo " a través de una atenta y sabia lectura del tiempo presente para descubrir en éste los 'signos' y las 'semillas' de esperanza que, de todas formas, no faltan" (cfr. p. 3). La supervivencia de la Iglesia en Estonia y su renovado florecimiento de nuestros días son una confirmación concreta, un signo y un fruto de esta "esperanza contra toda esperanza".

La vida y la cultura católica, que después de la primera evangelización del siglo XIII se habían desarrollado con considerable éxito en Estonia, dos veces fueron abatidas bruscamente, primero por la reforma protestante, en el siglo XVI, y luego por la opresión y persecución comunista a partir de 1940. En este último caso el Administrador Apostólico Mons. Eduard Profittlich se convirtió en la víctima más ilustre y murió como "Episcopus -Martyr". Después de la independencia, en 1991, la Iglesia Católica en Estonia ha intentado y sigue intentando todavía renacer a una nueva vida y a un nuevo vigor. Ella se ha convertido en un punto de referencia espiritual en una sociedad en donde aproximadamente el 80% de la población se declara indiferente y no pertenece a ninguna religión. Aproximadamente sesenta personas adultas se convierten cada año a la Iglesia católica, y entre ellas se cuentan numerosos hombres y mujeres del arte y de la cultura. Las monjas brigidinas y los padres dominicos van a ocuparse de nuevo de la misión que sus órdenes ya habían desarrollado en el pasado en Estonia con un considerable éxito.

Numerosos son los signos de esperanza y de aliento que acompañan el presente florecimiento de la Iglesia en Estonia, sobre todo la solidaridad y el valioso apoyo de otras Iglesias hermanas que hacen posible la actual reconstrucción de esta Iglesia local.

La solidaridad efectiva de otras Iglesias hermanas es un gran signo y semilla de esperanza para esta comunidad católica del Báltico. Por otra parte, la supervivencia y el nuevo y prometedor florecimiento de la Iglesia católica en Estonia después de siglos de marginación y persecución deben ser, a pesar de sus modestas dimensiones, también para toda la Iglesia de Cristo en Europa y en el mundo, motivo de alegría y de esperanza. Cristo vivo en su Iglesia se puede convertir, como lo demuestra la Iglesia de Estonia, incluso en condiciones difíciles, en fuente de nueva vida y de una nueva primavera de la Iglesia.

[00180-04.04] [in137] [Texto original: italiano]


S.E.R. Mons. Gyula MÁRFI, Arzobispo de Veszprém.

Me baso en los puntos 25-26 del Instrumentum laboris. Hablo de los tres carismas fundamentales del Verbo: el kerygma, la profecía y el didaché.

1. El kerygma es el simple testimonio de nuestra fe en Jesucristo, crucificado y resucitado. Leyendo los primeros kerygmas, dos cosas nos sorprenden: su simplicidad y su fuerza. La fuerza está asegurada por el encuentro de los apóstoles con el Resucitado y por el carisma del Espíritu del Señor. Hay que rezar para que esta fe pascual apostólica esté siempre en la base de nuestras funciones.

2. La profecía significa, hoy en día, la capacidad carismática de poder animar, corregir y reconfortar a nuestros hermanos con la fuerza del Espíritu que hace posible que nuestras palabras "proféticas" sean más que palabras de hombres.

3. Mientras la profecía responde a las cuestiones esenciales de los hombres, la didaché responde a las cuestiones esenciales de nuestros hermanos. Es necesario que la didaché, es decir, la enseñanza cristiana, apoyada por la sabiduría y por la ciencia (carismas del Espíritu), permanezca siempre unida al testimonio fundamental de la fe en el Resucitado, sirviendo al kerygma.

[00181-04.04] [IN138] [Texto original: francés]


S.E.R. Mons. Kurt KOCH, Obispo de Basilea.

En el n. 34 del Instrumentum laboris se habla de la "preocupante pérdida de la visión de la Iglesia como realidad sacramental" en la actual situación europea. En efecto, esta pérdida puede observarse y deplorarse en diversas Iglesias locales, como ocurre precisamente en Suiza. Ante las diversas corrientes sociales que favorecen dicha pérdida, la Iglesia tiene que preguntarse si también ella contribuye a ello: en Europa occidental ¿no nos paramos quizá demasiado en nuestros propios problemas estructurales, de forma que no conseguimos oir con la debida seriedad que la pregunta sobre Dios sigue llamando a la puerta de nuestra Iglesia?

No basta darse cuenta de ello. En Europa occidental, de hecho, las personas (ya) no son ateas; son, en su mayoría, deistas. Ya no consiguen imaginar que Dios actúa en el mundo, que se preocupa de cada individuo y que vive en la Iglesia. Naturalmente, esta imagen de Dios influye también en la visión sobre Jesucristo. Muchos están fascinados por el aspecto humano de Jesús; pero encuentran difícil creer que este Jesús es Cristo, Hijo de Dios y Redentor nuestro.

Tenemos, así pues, necesidad de nuevas vías mistagógicas-catecumenales que lleven a la fe cristiana. No podemos seguir partiendo de la idea de que las personas sabemos vivir la vida como cristianos y como Iglesia. Debemos más bien empezar de nuevo a aprender. El criterio fundamental de esta pastoral de aprendizaje deberá ser el de verificar si ésta favorece o profundiza la relación personal con Cristo. Dicha pastoral podrá ser creíble sólo si hacemos nuestra la imagen del sol y de la luna, tan querida a los padres de la Iglesia; del mismo modo que la luna no tiene otra luz que la del sol, también la Iglesia debe renunciar con humildad a considerarse sol. Por el contrario, tiene que conformarse con ser luna para indicar el sol que es Cristo. "Lumen gentium", de hecho, no es la Iglesia, sino Cristo que está en ella. La Iglesia es, más bien, la morada sacramental de Jesucristo.

Vivir de modo creíble la realidad sacramental de la Iglesia representa, también y sobre todo en Europa, una premisa fundamental para la tan necesaria nueva evangelización y ello en un aspecto específico: la falta de sacerdotes, muy sentida en toda Europa, por un lado depende de la pérdida de la visión sacramental de la Iglesia. Por otro, sin embargo, esta misma falta contribuye a una peligrosa disminución de la sacramentalidad de la Iglesia. Sin un número suficiente de sacerdotes, la vida sacramental no puede ser vivida de modo creíble. De este problema apremiante deberemos ocuparnos de modo adecuado. Nuestra principal preocupación debe ser cómo las Diócesis y las parroquias europeas pueden disponer, de nuevo, de un buen número de sacerdotes para poder vivir la dimensión sacramental de la Iglesia y, sobre todo, celebrar la Eucaristía.

[00187-04.04] [IN141] [Texto original: alemán]


S.E.R. Mons. George PELL, Arzobispo de Melbourne (Australia) y Miembro de la "Federation of Catholic Bishops' Conferences of Oceania" (F.C.B.C.O.).

Las comunidades católicas de Oceanía reconocen con gratitud la gran deuda religiosa y social que tenemos con Europa.

G.K. Chesterton afirmó que la esperanza es únicamente una virtud cristiana cuando la situación no tiene esperanza. Incluso en un continente tan amplio y variado como Europa, éste no es su caso.

Con todo, nuestra esperanza depende de la fuerza de nuestra fe en Jesucristo, nuestro Redentor y Maestro; el desafío central al que nos enfrentamos es el de la fe. Ésta es la raíz de la crisis. A la larga, la esperanza cristiana no depende de la sabiduría colectiva, la influencia política y las instituciones culturales, aunque todos estos medios pueden animar con gran fuerza la fe. Nuestra tentación es la situar estos medios en el centro de nuestra lucha. La gran lección de la victoria de la Iglesia sobre el comunismo, para la cual la oración y la confianza de Polonia fueron básicos para su caída, es que la fe, la conversión personal y el compromiso individual son centrales para los objetivos de Dios; la Iglesia en ese país tenía poco o ningún acceso a sistemas de poder político o cultural.

Tenemos esperanzas porque sabemos por Cristo que Dios perdona los pecados; por la crucifixión sabemos que el sufrimiento puede producir frutos y dar sentido a la vida; que al final de los tiempos, Cristo premiará la fe y la bondad y castigará la maldad. Nuestra fe en Cristo es la base de nuestra esperanza. No tenemos que dudar en explicar que nuestra esperanza y fe necesitan al Redentor; que reconocemos las consecuencias en el mundo del pecado original; que la comunión necesita apoyo institucional; que los discípulos necesitan disciplina y que el amor puede ser protegido sólo con prohibiciones.

La lucha por el alma de Europa sigue en una fase crítica. Hace diez años las fuerzas de la fe y la bondad tuvieron una sorprendente e inesperada victoria. Rezo para que vosotros tengáis muchas más victorias y para que la fe en Europa siga ardiendo como ejemplo y ánimo a la gran cantidad de comunidades católicas que habéis fundado a través de los mares.

[00188-04.04] [IN142] [Texto original: inglés]

S.E.R. Mons. Attilio NICORA, Obispo emérito de Verona.

El proceso de unificación europea que se está llevando a cabo merece una valoración positiva aunque, por ahora, los aspectos económico-financieros sean los prevalentes. Se trata de un hecho histórico de gran envergadura porque la Unión Europea se ha construido por la libre adhesión de los Estados, bajo el signo de la democracia y la paz, en el respeto de las diversidades constitucionales de cada País miembro, no en contra de ninguno sino con una declarada voluntad de colaboración internacional

El proceso de unificación avanza, y también los obispos deben tenerlo en cuenta: ya es un hecho concreto la perspectiva de la ampliación. Se deberán pensar nuevamente las reglas para hacer que las instituciones sean más eficaces, superando ulteriormente el rígido concepto de soberanía; los derechos de las personas tenderán a prevalecer sobre los de los Estados; se extenderán los sectores de cooperación a favor de la estabilidad del continente; crecerá el horizonte y el entramado de las relaciones, las comunicaciones y los intercambios entre los ciudadanos europeos. Para los jóvenes, Europa será su horizonte natural.

La Iglesia tiene que fomentar este desarrollo con aportaciones críticas y positivas. Es necesario hacer que la idea de la Unión esté más cerca y sea más comprensible para los ciudadanos, exigir la plena aplicación del principio de subsidiariedad, hacer que crezca una visión y un proyecto de Europa cada vez más compartido y mejor inspirado en los grandes valores humanistas de la tradición cristiana, insistir para que se reconozca también a nivel institucional la aportación constructiva de las confesiones religiosas, que no se pueden reducir a un mero fenómeno privado.

Hay que valorizar, por último, el instrumento de la "Commission des Episcopats de la Comunauté européenne" cuya sede se halla en Bruselas, que desde 1980 trata de acompañar el proceso unitario tratando en profundidad los aspectos sobresalientes, sobre todo desde los puntos de vista éticos, culturales y jurídicos, y de dialogar con las instituciones comunitarias para que no falte la aportación de una valoración cristiana.

[00189-04.04] [in144] [Texto original: italiano]


Kardinal Vinko PULJIC, Erzbischof von Vrhbosna

La fe profesada por el Apóstol Pedro en Cesarea de Filipo: "Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo" (Mt 16, 16), debe ser también la confesión de fe de la Iglesia en Europa y de cada cristiano de nuestro tiempo. Europa en este siglo XX ha tenido que afrontar el nazismo, el fascismo y el comunismo, que han tratado de destruir y de alienar su alma. Provengo de un país en el cual la Iglesia Católica en esta década ha padecido duras pruebas y persecuciones. Los católicos han sido diezmados durante los años pasados y ahora luchan por la supervivencia, curando las heridas que sufrieron no hace mucho tiempo a causa de la violencia.

La Iglesia está llamada a ser portadora de esperanza para nuestros contemporáneos en cada ocasión, sea o no oportuna. Es preciso que los cristianos de nuestro Continente estén siempre dispuestos a responder a quienes les interrogue sobre los motivos para la esperanza que hay en ellos.

La Iglesia está llamada a dar testimonio de que el nombre de Jesucristo es la esperanza de los pueblos, que Él es "nuestra esperanza" (1 Tim. 1,1). Este testimonio tiene que estar acompañado por la caridad. Nuestro tiempo necesita más testimonios que maestros, como dijo Pablo VI.

La Iglesia que está en las regiones de Bosnia y Herzegovina ha tenido que caminar a lo largo del "via crucis" desde la mitad del siglo XV, cuando llegaron los turcos que permanecieron hasta 1878. Gracias a la "escuela de la Cruz", esta Iglesia ha aprendido a vivir en la esperanza que ofrece el Resucitado, descubriendo el papel que le asignó la Providencia: el de tener que completar en su propia carne lo que le falta a los sufrimientos de Cristo, a favor de su cuerpo que es la Iglesia en cada parte del mundo. Esta Iglesia ha aprendido a convivir con los que son diferentes a ella. De hecho, los católicos de Bosnia y Herzegovina se encuentran en medio de los cristianos ortodoxos serbios y de los que pertenecen al islam. Tratando de conservar la propia identidad, han intentado promover el respeto hacia los otros y el diálogo leal capaz de eliminar malos entendidos e incomprensiones. No siempre hemos encontrado la respuesta esperada.

En el curso del conflicto armado de los últimos años, hemos podido experimentar que algunos cristianos de Occidente, movidos por un gran deseo de ecumenismo y de diálogo inter-religioso, llegaban a Bosnia y Herzegovina buscando a los que pertenecían a otras religiones, olvidando en parte o completamente, la existencia de los propios hermanos en la fe. ¡Gracias a esta actitud, los católicos locales a veces fueron acusados de proselitismo!

Para evitar en el futuro experiencias similares en cualquier parte de nuestro Continente y del mundo, es necesario unir las fuerzas espirituales y materiales para poder dar, de esta manera, un testimonio verdaderamente evangélico y para evitar al mismo tiempo, cualquier forma de anti-testimonio. Es necesario un diálogo y una colaboración fáctica de las Iglesias particulares para permitir que también aquellas desfavorecidas sean colocadas en condiciones de desarrollar la misión de salvación en beneficio de todos.

Este Sínodo está llamado a proponer otra vez con coraje la invitación hecha hace casi dos mil años por el Autor de la Carta a los Hebreos: ""Mantengamos firme la confesión de la esperanza, pues fiel es el autor de la Promesa" (Hb 10, 23)

Es necesario que los cristianos de hoy vuelvan a descubrir los ideales de la primera comunidad cristiana y se transformen de nuevo en "constantes en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones" (Hch 2, 42). Es necesario que los cristianos tengan de nuevo "un solo corazón y una sola alma" (Hch 4, 32).

Europa, como también el resto del mundo, no pueden permitirse el lujo de una nueva división que podría ser causada por egoísmos varios y por ventajas efímeras de individuos y de grupos en perjuicio de los más débiles y de los pobres. Europa debe tomar conciencia de la responsabilidad de los pueblos grandes y desarrollados hacia los pueblos y los grupos sociales más pequeños y más débiles, en el pleno respeto de la identidad de cada uno de ellos. Para evitar nuevas divisiones, los cristianos deben superar las que existen entre ellos, "para que el mundo crea" (Jn 17, 21).

Nuestra acción debería ser triple: predicación de la Palabra de Dios, celebración de los Sacramentos de la fe, cuidado de los pobres, los débiles, los marginados, de manera de que podamos decir "hagamos el bien a todos, pero especialmente a nuestros hermanos en la fe" (Gal 6, 10). Esta acción debe involucrar a todo el Pueblo de Dios: a los Pastores, los consagrados, las consagradas y los fieles laicos; según lo que le es proprio a cada uno. Con este objeto, los futuros pastores deben estar preparados con el mayor cuidado. En lo relativo a los fieles laicos, se les debe proporcionar una preparación mejor y adecuada para la obra de Cristo, tanto en el ámbito eclesiástico como en la sociedad civil: desde el mundo de la cultura y de los medios de comunicación social hasta el mundo de la economía y la política. Es una empresa que requiere muchas energías y de mucha paciencia, pero puede ser ayudada por la experiencia de los dos mil años de la Iglesia. Nuestro tiempo necesita pastores dóciles al Espíritu Santo y de fieles consagrados y laicos, conscientes de su elevada vocación cristiana.