Synodus Episcoporum 13 - 7.10.1999

DÉCIMA CONGREGACIÓN GENERAL
(JUEVES, 7 DE OCTUBRE DE 1999, POR LA TARDE)

 

INTERVENCIONES EN EL AULA (CONTINUACIÓN)

Esta tarde, jueves 7 de octubre de 1999, en presencia del Santo Padre, en el Aula del Sínodo en el Vaticano, a las 17:00 horas, con la oración del Adsumus, ha iniciado la Décima Congregación General de la Segunda Asamblea Especial para Europa del Sínodo de los Obispos, para la continuación de las intervenciones en el Aula. Presidente Delegado de turno S. Em. el Cardenal Paul POUPARD, Presidente del Pontificio Consejo para la Cultura.

En esta Congregación General, que se ha concluido a las 19:00 horas con la oración del Angelus Domini, estuvieron presentes 162 Padres.

INTERVENCIONES EN EL AULA (CONTINUACIÓN)

Después, intervinieron los siguientes Padres:

S. Em. Card. Pio LAGHI, Prefecto de la Congregación para la Educación Católica Rev. P. Aldo GIORDANO, Secretario General del Consejo de las Conferencias Episcopales Europeas (C.C.E.E.)

S.E.R. Mons. Charles CARUANA, Obispo de Gibraltar (Gibraltar)

S.E.R. Mons. Klemens PICKEL, Obispo titular de Cusira y Auxiliar de la Rusia Europea

S. Em. Card. Carlo Maria MARTINI, Arzobispo de Milán

S.E.R. Mons. Juan María URIARTE GOIRICELAYA, Arzobispo de Zamora

S.E.R. Mons. Paul Josef CORDES, Arzobispo titular de Naisso y Presidente del Pontificio Consejo "Cor Unum"

Revmo. Mons. Anton COSA, Administrador Apostólico "ad nutum Sanctae Sedis" de Moldavia (Moldavia)

S. Em. Card. Jorge Arturo MEDINA ESTÉVEZ, Prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos

S.E.R. Mons. Vincent NICHOLS, Obispo titular de Othona y Auxiliar de Westminster

S.E.R. Mons. Josip BOZANIÃ , Arzobispo de Zagreb

S.E.R. Mons. Alessandro PLOTTI, Arzobispo de Pisa

S. Em. Card. Cristoph SCHÖNBORN, O.P., Arzobispo de Viena

S.E.R. Mons. Egon KAPELLARI, Arzobispo de Gurk

Publicamos a continuación los resúmenes de las intervenciones:

S. Em. Card. Pio LAGHI, Prefecto de la Congregación para la Educación Católica.

Con esta primera intervención quisiera ofrecer una aportación especial al tema del Sínodo -la Nueva Evangelización (el Instrumentum laboris, n. 52 y ss.). Lo hago esto con la competencia que me otorga ser el Prefecto de la Congregación para la Educación Católica. El Papa Juan Pablo II, en Haití en 1984, luego en otras ocasiones y últimamente en su Carta Apostólica Tertio Millennio Adveniente, nos ha animado a llevar a cabo una "nueva evangelización" no en el sentido de predicar un "nuevo Evangelio" sino en el sentido de re-evangelizar a la sociedad actual con nuevos métodos, nuevo ardor y "en profundidad". Para comprender en qué debe consistir, también en nuestro Continente Europeo, el "re-evangelizar en profundidad", tal vez sea necesario hacer un análisis (o un examen de conciencia) sobre el modo de evangelizar utilizado hasta ahora. Tal vez se ha insistido demasiado, y acertadamente, sobre la práctica religiosa y el compromiso moral sin prestar suficiente atención, sin embargo, a los conocimientos doctrinarios. O más exactamente, hemos supuesto que los conocimientos doctrinarios ya habían sido adquiridos, y que la práctica -religiosa y moral- se basaba en sólidas convicciones. Las motivaciones "racionales", las bases intelectuales de la fe y de la moral no han sido enseñadas suficientemente. Es verdad que se ha tenido cuidado en desarrollar la cultura religiosa, pero no se ha hecho "en profundidad". El Instrumentum laboris afronta esta problemática bajo el aspecto de la evangelización, pero me parece que ello da poco espacio a la formación de los evangelizadores. Se trata de un problema esencial: la re-evangelización de Europa depende en gran parte de la formación de evangelizadores cualificados.

Por lo tanto, me permito hacer las siguientes sugerencias: 1. El Sínodo deberá insistir en la formación de los sacerdotes, poniendo de relieve cómo tiene que estar dirigida, en su globalidad, a la evangelización. Para ello, sería necesario ofrecer algunos principios orientadores. 2. En la preparación de los nuevos evangelizadores, habrá que asignar un lugar principal a los Centros Académicos Católicos. Esto se debe realizar desde un doble punto de vista: el de la profundización del mensaje evangélico y el de la comprensión del hombre de hoy; pero con la convicción de que el mensaje de salvación -como ha subrayado el Concilio Vaticano II (GS 58)- por su naturaleza y por su intrínseca potencia, tiene la capacidad de renovar al hombre y a la cultura. En este contexto, se revela de gran importancia una indispensable reflexión filosófica, especialmente metafísica. 3. El Instrumentum laboris reconoce el lugar privilegiado de la escuela católica para enseñar toda la verdad de la fe (pp. 56, 63). A este respecto, sin embargo, se debería reafirmar el compromiso de los docentes católicos de presentar la fe en su integridad y belleza, evitando la tentación de disminuirla según una mentalidad restrictiva. 4. Un tema sobre el cual se debería llamar la atención de especial manera es el relativo a la promoción de las vocaciones. El Instrumentum laboris afronta el tema, relacionando la disminución numérica de las vocaciones a una inadecuada visión de la Iglesia (p. 16). Creo que a esto habría que agregar otro factor: la falta de claridad sobre la identidad sacerdotal y sobre la íntima y específica relación entre sacerdocio ministerial y el Sacerdocio de Cristo, tal como se subrayó en la exhortación post-sinodal Pastores dabo vobis. 5. Un tema especial que habría que tratar es el de la relación intrínseca entre teología y evangelización. 6. Quisiera concluir afirmando que fueron providenciales las dos Encíclicas de Juan Pablo II: Veritatis Splendor y Fides et Ratio, y su llamada -contenido en la Fides et Ratio- dirigida a "quienes tienen la responsabilidad de la formación sacerdotal tanto académica como pastoral, para que cuiden con particular atención la preparación filosófica de los que habrán de anunciar el Evangelio al hombre de hoy" (105)

[00130-04.04] [in096] [Texto original: italiano]


Rev. P. Aldo GIORDANO, Secretario General del Consejo de las Conferencias Episcopales Europeas (C.C.E.E.).

La contribución nos la ofrece el observatorio del Consejo de las Conferencias Episcopales de Europa (CCEE). En estos años, el hilo de oro que ha guiado los trabajos del CCEE fue el de la colegialidad o comunión, retenida la primera contribución de las Iglesias para una evangelización de nueva calidad.

1. Antes que nada, el CCEE es interpelado con dos preguntas de fondo, que hoy es posible escuchar en Europa.

¿Cómo es posible encontrar una relación con el otro, una casa, una comunidad, una polis (ciudad), capaz de poner conjuntamente las diversidades culturales, religiosas, étnicas...?

¿Existe un sentido en el vivir y en la historia? Hay Alguien en el que podamos confiar nuestra existencia, capaz de responder al deseo de vida, amor, conocimiento, fiesta? O, mas bien, ¿todo se desmiente por el dolor y, al final, por la amenaza de la muerte?

Si los hombres estuvieran solos, estas preguntas radicales quedarían en consecuencia sin respuesta y al final cundiría la desesperación, ¿dónde está la clave? ¿desde cuál cátedra volver a partir?

2. Sobre todo escuchando los carismas que Dios ha suscitado en nuestro tiempo, pienso que se trate de volver a partir desde aquella cátedra inesperada y escandalosa que es el Dios Crucificado, cuando se hizo noche en toda la tierra y Dios consiguió gritar el abandono de Dios. Es de lo que quiere decir la Pascua, que podemos volver a partir para encontrar nuestra cultura europea. El Cristianismo tiene en su corazón una muerte de Dios, una noche, que ha ido más allá de toda proclamación cultural en la nada o muerte de Dios. En el porqué del Cristo en la cruz encontramos la presencia de todos los porqués del hombre. Considero que este sea el punto más vertiginoso del encuentro entre el anuncio cristiano y nuestra cultura europea. Jesús asumió la negatividad por amor y, de esta manera, lo negativo ha sido redimido. Estoy muy impresionado por el hecho que el Evangelio del Dios Crucificado y Resucitado escucha y entiende las preguntas del hombre, también las más tenebrosas y, desde el interior, responde. Se terminó la época del miedo delante de la cultura.

3. La Reconciliación acaecida en Jesús es fuente de vida nueva y abre un camino para nuestro hoy europeo. Es el camino del amor, el camino del diá-logos. En el diá-logos las diferencias no se convierten en conflicto: la relación entre ellos se convierte en el espacio del acaecer del Logos. El Logos es el Hijo mismo de Dios que se ha convertido en carne. Mi auguro que el Sínodo profundice, en modo especial, esta presencia del Resucitado entre los suyos, es decir, esta presencia del Resucitado donde acaece un verdadero diálogo, un recíproco donrse las diferencias.

4. Para ser transparencia y testimonio creíble de Jesucristo - espacio donde está presente el Resucitado - la Iglesia está llamada a emprender ánimosamente el camino del diálogo y de la reconciliación, al interior de sí misma, en el proceso ecuménico y en el encuentro con las otras religiones y culturas.

Si el Sínodo sabrá volver a descubrir la vocación de Europa y de sus Iglesias, el CCEE estará seguro para servir esta vocación porque podemos dar un nuevo vuelo.

[00144-04.04] [in112] [Texto original: italiano]


S.E.R. Mons. Charles CARUANA, Obispo de Gibraltar (Gibraltar).

En la sección 60 del Instrumentum laboris se trata el tema del Ecumenismo.

Yo quisiera referirme a un aspecto del Ecumenismo, en base a la experiencia que tengo en mi Diócesis.

Mi Diócesis es la Roca de Gibraltar, en la entrada del Mediterráneo, anteriormente conocida como las Columnas de Hércules, y es el mismo sitio a través del cual el Islam entró en el continente europeo. Es, probablemente, la diócesis más pequeña de la Iglesia, con 5km2 de superficie y sólo 30 mil habitantes.

A lo largo de tres siglos, Gran Bretaña ha permitido el asentamiento de inmigrantes provenientes de Génova, Gran Bretaña, Malta, España, Portugal, Marruecos e India. Con ellos ingresaron también las varias religiones que ahora están presentes allí. Hay católicos, anglicanos, metodistas, Iglesia de Escocia, pentecostales, judíos, hinduistas.

Al comienzo, para garantizar la paz y el orden de la comunidad, las autoridades británicas impusieron la "Rule of Law" y lo hicieron, sobre todo, para complacer a la comunidad católica. El historiador español López Ayala, en 1760 dejó constancia de su asombro frente a la existencia de este fenómeno.

Aquello que perpetuó y consolidó tal tolerancia y respeto recíproco fue el principio acordado por católicos, anglicanos y judíos llamado de la "Cláusula de conciencia". Según dicho principio, las escuelas no podían ser utilizadas para hacer proselitismo o convertir a los demás.

Los católicos eran instruidos por sacerdotes que utilizaban la versión vulgar de la Biblia; los anglicanos, por pastores que utilizaban la versión de la Biblia del Rey Jacobo, mientras los rabinos instruían a los judíos utilizando el Talmud. Los padres mandaban a sus hijos a la escuela sin temor a que éstos fueran influenciados por las otras religiones.

Cuando la Iglesia adoptó el mismo principio para sus escuelas, en donde los niños estudiaban y jugaban juntos creando, sin saberlo, una amistad y una relación humana que duraría hasta la edad adulta, hemos perpetuado esa misma tolerancia y respeto recíproco en nuestra comunidad

Con el Concilio Vaticano II, debido a las excelentes relaciones humanas de las que ya disfrutábamos, el paso hacia el ecumenismo no fue difícil.

Nuestro esfuerzo en relación al ecumenismo ha sido constante y fiel a las orientaciones de la Santa Sede sobre ecumenismo. El próximo paso en el futuro será el de abrirnos a los judíos.

[00145-04.04] [in113] [Texto original: inglés]


S.E.R. Mons. Klemens PICKEL, Obispo titular de Cusira y Auxiliar de la Rusia Europea.

Quisiera hablaros del "lejano oriente" europeo cuya Iglesia fue condenada al silencio durante años. Después de la revolución bolchevique de 1917, las estructuras eclesiásticas en Rusia fueron sistemáticamente destruidas. Obispos y religiosos fueron asesinados o encerrados en horribles campos de concentración. En este siglo que está llegando a su fin, la tierra rusa está impregnada de la sangre de innumerables mártires de todas las confesiones.

Hoy la Conferencia Episcopal rusa está asociada a las europeas, aunque trece millones de kilómetros cuadrados de Rusia forman parte de Asia. Los confines del territorio de los cuales se ocupa nuestro Sínodo están, por lo tanto, marcados por el Atlántico al oeste y por el Pacífico al Este.

Como sacerdote católico de la Diócesis de Dresde-Meißen, en 1990 me trasladé a la Unión Soviética para ayudar a las personas dispersas por el vasto territorio que desde hacía cincuenta o sesenta años esperaban a un sacerdote. Ellas resistieron y transmitieron su fe. No todas, naturalmente. Se había vuelto peligrosísimo rezar junto a los niños. La llama que quedó era pequeña, pero era una llama, o mejor dicho, un fuego si se la compara con la luz artificial de la vida eclesiástica, de la que conocí los diversos matices. Podría parecer una exageración, pero la verdad es que yo, que iba a ayudar , "tuve" que constatar que era yo quien recibía ayuda. En toda mi vida no había sentido jamás tanta alegría por mi llamada al sacerdocio como la que sentí en el momento en que pude administrar los Sacramentos a personas que los esperaban ansiosamente.

El territorio que antes pertenecía a mi parroquia hoy se ha convertido (casi) en mi Diócesis. Se trata del territorio jurisdiccional más pequeño de Rusia, en el sur de la parte Europea del país, cuyo tamaño equivale a cuatro veces Alemania. Me ayudan treinta y cinco sacerdotes provenientes de ocho países diferentes. Entre ellos, lamentablemente, aún no hay rusos. La nueva ley sobre la religión vigente a partir del 1/1/2000 exigirá la ciudadanía rusa o, por lo menos, la "green card" para todos los prepósitos de las comunidades religiosas, pero no prevé la posibilidad de inserción de sacerdotes extranjeros. Siete de los 70 seminaristas de San Petersburgo pertenecen al territorio de mi competencia. Las 50 comunidades católicas en el sur de Rusia se hallan a una distancia de 300 km entre ellas. Los sacerdotes tienen que estar dispuestos a llevar esta cruz en soledad. La falta de lógica y la corrupción de las autoridades locales complican aún más la situación. Hasta en la propia comunidad es difícil hallar a alguien en quien confiar y a quien confiar responsabilidades, porque la palabra altruismo es extraña al "homo sovieticus". Después de una acción caritativa de una comunidad urbana, el diario local escribió: "Ahora vemos qué pedirán a cambio. Nadie jamás ha hecho nada por nada". Aún así estas personas quieren creer. El comunismo ha destruido su dignidad, pero ellas siguieron siendo seres humanos, almas amputadas que sufren porque permitieron que se las alejara de Dios. Frecuentemente esta mutilación tuvo su origen en dos o tres generaciones anteriores.

Entre las cuarenta religiosas que me asisten, hay también diecisiete hermanas de una congregación indígena fundada por el difunto Arzobispo de Letonia Jurgis Matulaitis. Cuando antes hablé del fuego que encontré, me refería, sobre todo, a estas monjas. Muchas de ellas recuerdan aún la clandestinidad, la persecución y los interrogatorios de la KGB. Mientras de día trabajaban como enfermeras, docentes o costureras, de noche preparaban a las personas para recibir los Sacramentos a fin de que estuviesen listas si un día hubiese pasado por allí un sacerdote. A través de su fidelidad cotidiana, estas hermanas me han enseñado mucho sobre la vida espiritual. No son personas cultas, y, sin embargo, han acompañado a una infinidad de personas por el camino de la primera confesión. Nunca habría imaginado que iba a comprobar una conversión interior tan profunda en el Sacramento de la penitencia. Cada año se cuentan nuevas vocaciones. Las muchachas ya no provienen de familias creyentes, sino de las comunidades en las que estas hermanas sirven a Cristo y aman a la Iglesia. El buen ejemplo, el fuego, es contagioso. Hace poco tiempo decidieron rezar durante nueve meses una novena por las vocaciones. La novena significa oración, sacrificio, trabajo intenso sobre sí mismos. ... Resultado: nueve postulantes en poco tiempo.

Quisiera pronunciar algunas palabras sobre la situación ecuménica en el sur de Rusia, donde también se encuentran áreas musulmanas como, por ejemplo, Tataristan, Baschiristan, Chechenia y Dagestan y la República budista de Kalmykia. En los encuentros con mis hermanos ortodoxos, de vez en cuando surge el temor al contacto debido al desconocimiento. Me atrevo a hablar, sin embargo, de desarrollos positivos. Aquello que nos acerca principalmente es la posición defensiva (secularización, Islam); también el Catecismo de la Iglesia Católica frecuentemente ha demostrado ser una buena base de diálogo. En último lugar, pero no por último, puedo afirmar que también "el amor por la Iglesia de vez en cuando nos reúne". Muchos son los motivos para dar gracias a Dios y muchos para rezarle.

[00146-04.08] [in114] [Texto original: alemán]


S. Em. Card. Carlo Maria MARTINI, Arzobispo de Milán.

Recordando una gran figura de estos decenios, el cardenal Basil Hume, arzobispo de Westminster, quien murió en el mes de junio pasado y había intervenido en sínodos precedentes comenzando con la frase "Tuve un sueño", se exponen tres augurios para el porvenir, en relación a la imagen utilizada en el Instrumentum laboris, es decir, el encuentro de Jesús con los dos discípulos en el camino hacia Emaús (Lc. 24).

El primero de ellos es que la familiaridad cada vez mayor de los hombres y las mujeres europeas con la Sagrada Escritura, haga revivir aquella experiencia del fuego ardiendo en el corazón que hicieron los dos discípulos en el camino de Emaús. La Biblia leída y rezada, en particular por los jóvenes, es el libro del futuro continente europeo.

El segundo es que la parroquia siga actualizando, con su servicio profético, sacerdotal y diaconal, aquella presencia del Resucitado en nuestros territorios que los discípulos de Emaús pudieron experimentar en la fracción del pan con Jesús, con la ayuda de la inserción de los movimientos en la comunión de la pastoral parroquial y diocesana.

El tercero, inspirado por el retorno de los discípulos de Emaús a Jerusalén para encontrar a los apóstoles, es la posibilidad de nuevas y más amplias experiencias de colegialidad para afrontar juntos, con todos los obispos, aquellos problemas que la vida moderna nos pone por delante, aproximando y comparando entre ellos los múltiples lenguajes y las varias culturas en las cuales es vivido hoy el mensaje cristiano.

[00147-04.04] [in115] [Texto original: italiano]


S.E.R. Mons. Juan María URIARTE GOIRICELAYA, Arzobispo de Zamora.

El humanismo inmanentista de Europa penetra de tal manera los entresijos del creyente del viejo continente que llega a dificultar gravemente el despliegue y la emergencia misma de su fe. Este mismo humanismo acaba debilitando algunos órganos vitales de la Iglesia, encargados especialmente de la transmisión de la fe. Así, nuestros procesos de iniciación cristiana se resienten de una cierta inconsistencia. Resultan claramente insuficientes en su integridad, en su duración, en su carácter experiencial y en su vigor transmisor de entusiasmo creyente.

Fortalecer estos procesos básicos de iniciación es, pues, vital para la pervivencia activa de núcleos evangelizadores en Europa. Esta tarea corresponde de manera eminente a las parroquias y a la diócesis. No debe declinarse ni total ni principalmente sobre otras instancias eclesiales como la escuela católica o los nuevos movimientos. La parroquia debe dejarse ayudar por estas instancias y recoger su rica experiencia en la gestación de cristianos, incorporando sus hallazgos más sólidos y subsanando sus deficiencias más visibles. Con su ayuda, la diócesis debe elaborar un proyecto propio de iniciación de cuño diocesano o interdiocesano. Debe, asimismo, preparar a sus presbíteros, y a religiosos y laicos determinados para que asimilen las claves axiológicas y pedagógicas de este proyecto. Debe implantarlo paso a paso con carácter quasi-vinculante en toda la diócesis.

Este proceso ha de comenzar en los años juveniles. La neta identidad del grupo juvenil, la iniciación a la experiencia orante, la coordinación entre grupos diferentes, la experiencia familiar de Iglesia y el acompañamiento espiritual deben ser las características principales en estos grupos juveniles de cristianos.

[00148-04.03] [in116] [Texto original: castellano]


S.E.R. Mons. Paul Josef CORDES, Arzobispo titular de Naisso y Presidente del Pontificio Consejo "Cor Unum".

1. Emmanuel Lévinas, después de su terrible experiencia de la Soah, formuló una nueva antropología: el hombre es para los demás; la mirada dolorosa de mis semejantes me hiere como un grito que nace de mi autosuficiencia. De acuerdo con la visión de este filósofo hebreo de nuestros días ha ido creciendo el ejército de voluntarios. En Italia se cuentan más de un millón de voluntarios. Muchos de ellos encuentran en los grupos de Cáritas un nuevo camino hacia una humanidad plena.

2. A menudo el compromiso social representa sólo un primer paso. Nuestra labor en las instituciones humanitarias en la Europa central y del Este ha demostrado que la ayuda experta también sirve de provecho a los benefactores y revela sus movimientos. Ya los antiguos paganos, e incluso el mismo emperador Juliano el Apóstata (+ 363), se dieron cuenta de lo contagiosa que era para los fieles la fuerza que nace del servicio al prójimo.

3. El cuidado solícito hacia el próximo no es, sin embargo, un camino misionero con una dirección única. El servicio desinteresado nos acerca a Dios. De ello se muestra convencido uno de los más expertos acompañantes de voluntarios del amor al prójimo, Jean Vanier, fundador de "Arche".

4. Cáritas, por tanto, no puede limitarse a un humanismo inmanente. No puede confundirse con sumas de dinero, técnicas de socorro y administración. El Evangelio pide algo más que un compromiso para ofrecer el mínimo necesario a la existencia. La palabra de Dios anuncia la victoria sobre el pecado, raíz de todas las miserias. De esta forma Cáritas se convertirá en escuela de fe y camino de la nueva evangelización. Los pastores de la Iglesia tienen que aprovechar esta ocasión.

[00149-04.04] [in117] [Texto original: alemán]


Revmo. Mons. Anton COSA, Administrador Apostólico "ad nutum Sanctae Sedis" de Moldavia (Moldavia).

Basándome en los nos. 14 y 15 del Instrumentum laboris y en las palabras de apertura pronunciadas por el Relator General deseo, en primer lugar, afirmar que, a pesar de que Europa está atravesando un periodo de crisis en estos momentos, no debemos caer en un pesimismo generalizado.

En Moldavia, pequeño país de la ex Unión Soviética que lucha todavía con dificultad por afirmar la propia identidad, la comunidad católica es un pequeña minoría - sólo el 0,5 por ciento -, y, sin embargo, tiene un rostro específico. Mi testimonio quiere ser el testimonio de esta pequeña comunidad que ha creído en Cristo, incluso cuando, durante la época del comunismo, la Iglesia Católica fue sometida a una dura prueba. Nuestros sacerdotes y fieles a menudo fueron llevados a la cárcel. Ser católico significaba entonces ser el mayor enemigo del Estado; en esas circunstancias, nuestro pueblo conservó intactos los valores cristianos fundamentales. La comunidad católica ha creído también después de la liberación y cree aún hoy con más fervor, sin temores, sin complejos, aunque existan muchos condicionamientos. Nuestra fe sincera y sencilla está sostenida por el testimonio auténtico de los Pastores de la Iglesia y sobre todo por el Suyo, Santo Padre, venerado por nosotros de manera muy especial y, al mismo tiempo, por el testimonio de aquellos que, con coraje, viven la fe en situaciones a veces difíciles.

Al ser los católicos en nuestro país una minoría, deseamos orientar cada día más nuestra mirada hacia nuestra gran Familia, hacia vosotros, queridos Hermanos, que representáis la Iglesia en Europa. Estamos convencidos de que, cuantos más rostros animados y sinceros veamos vueltos hacia nosotros, más claramente podremos contemplar el rostro de Cristo, que nos hace fuertes y valientes en la fe, en la esperanza y en el amor. Conocerse y ayudarse mutuamente son las condiciones "sine qua non" para tener presente hoy, de forma más fiel, el rostro de Cristo en la Iglesia de Europa.

Puesto que la Iglesia católica es una minoría en nuestro país, nuestra preocupación es la de ser cada vez más fuertes y estables en la fe. Intentamos tener laicos maduros y bien formados que puedan trabajar para el bien común del país. Somos conscientes, de hecho, de que hay que prestar, como sugiere el Concilio Vaticano II, una atención especial a la promoción de los laicos. Esta es una urgencia para toda la Iglesia, pero más concretamente para los países que han salido de la experiencia de la dominación comunista. Se trata de ayudar a nuestros fieles a que tomen conciencia de su vocación específica, es decir, a que busquen "el reino de Dios, tratando y ordenando, según Dios, los asuntos temporales" (LG 31). Evidentemente, existen amplios espacios de servicio abiertos para ellos en el ámbito de las comunidades cristianas; pero los laicos tendrán siempre el deber insustituible de hacer presente el Evangelio en esos ámbitos de la vida social, económica y política donde el clero no llega normalmente. Para esta importante misión, los laicos gozan del apoyo de toda la comunidad.

Ser católicos en un país de mayoría ortodoxa es para nosotros un desafío que nos empuja a vivir nuestra fe de forma más radical, según el Evangelio, y a estar cada vez más dispuestos a renunciar a las cosas superfluas para salvar lo que es esencial. Es precisamente el actuar en esta dirección lo que nos lleva, lentamente, a resultados positivos en el campo del diálogo ecuménico.

Decía al principio que Europa atraviesa un periodo de crisis, que existe el peligro de dejarse transportar por un pesimismo casi generalizado y que, al mismo tiempo, muchos pierden la esperanza. Pues bien, somos nosotros los que queremos ofreceros nuevos motivos de esperanza, nosotros, la Iglesia de Jesús que renace como una espléndida luz que viene de Oriente.

[00150-04.04] [IN118] [Texto original: italiano]


S. Em. Card. Jorge Arturo MEDINA ESTÉVEZ, Prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos.

Desearía presentarles algunas reflexiones relacionadas con la finalidad de este Sínodo.

1. Antes de nada, sobre el sentido del pecado.
El tema del pecado tiene una gran importancia en las Sagradas Escrituras. De él hablan los profetas, San Juan Bautista, San Pablo y el mismo Jesús. El ángel, al explicar a San José el significado del nombre de Jesús, le dijo que se llamaría así porque Él sería quien salvaría a su pueblo de sus pecados. La realidad del pecado, tan presente que San Juan nos dice que el mundo yace en el maligno, está íntimamente unida a la salvación, a la gracia y a la redención. Ahora bien, la redención se realiza a través de un ritual de sacrificio: uno de los objetivos es la reparación del pecado, ya que es ésta la cosa más contraria a la adoración en espíritu y verdad. Me parece un deber que nos preguntemos qué lugar ocupa en el ministerio de la palabra la enseñanza de lo qué es el pecado. Me pregunto si los cristianos sienten un profundo dolor ante la realidad del pecado. Y cuántos estarían dispuestos a hacer suya la oración del publicano, convertida en Oriente en el incesante suspiro monástico. ¿Los fieles, cuando participan en la celebración de la Eucaristía, son conscientes de ser una comunidad que ofrece a Dios Padre un sacrificio propiciatorio por los pecados? "¡Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros!" ¿Somos conscientes de la necesidad de recibir del Señor el don de la salvación?

2. El sacramento de la penitencia o reconciliación.
La enseñanza constante de la Iglesia afirma que el sacramento de la reconciliación tiene como "partes" el dolor de los pecados cometidos, el propósito de no pecar, la manifestación integral de los pecados al sacerdote y la absolución dada por este último. La doctrina y las normas de la Iglesia admiten que en casos de peligro de muerte inminente y en otros casos muy determinados, el sacerdote puede conceder la absolución sin la previa confesión completa de los pecados, pero los penitentes tienen que tener el propósito de hacerla después, lo antes posible. No es éste el momento de analizar las condiciones que el derecho canónico en vigor señala para la licitud y la validez de las llamadas "absoluciones generales", pero es un deber confirmar que la confesión individual y completa de los pecados constituye el único modo ordinario de la celebración de este sacramento y que las "absoluciones generales" son una forma, completamente extraordinaria ante la imposibilidad de recurrir a la forma ordinaria. Hay que subrayar también que las celebraciones comunitarias, con la absolución general, no pueden ser utilizadas como camino pedagógico para llegar en un segundo tiempo a la confesión individual. Hay que tener presente que el propósito de substraerse a la confesión individual, tras haber recibido la absolución general, causa la invalidación de esta última. Todos los sacerdotes saben lo sacrificado que es el ministerio del confesionario, pero el ejemplo del Beato Padre Pío, cuyo santuario es el segundo en el mundo por número de peregrinos, demuestra lo fecundo que es el ministerio de la misericordia sacramental.

La disponibilidad del sacerdote al ministerio de la penitencia sacramental no es una actitud de condescendencia, sino que forma parte de la totalidad del ministerio pastoral y es símbolo de celo para la salvación de los hermanos, de conciencia de la gravedad del pecado y de alegría por el triunfo de la gracia.

3. Los "escrutinios" durante las diligencias de preparación al sacerdocio.
La dolorosa experiencia de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, a la cual le corresponde el estudio de los procesos administrativos para presentar al Santo Padre las solicitudes de dispensa de las obligaciones diaconales y sacerdotales y la vuelta al estado laical, ha permitido constatar que, a veces, el examen de los candidatos al diaconato y al sacerdocio no ha sido realizado con la debida meticulosidad. Ya sea porque este examen ha sido superficial, o porque no existía la certeza moral sobre la idoneidad del candidato y se ha proseguido con dudas e incertidumbres, o porque han sido subestimadas circunstancias o hechos graves, o porque el candidato ha sido condicionado en su libertad, a veces por presiones externas, a veces por las expectativas sociales creadas por su ordenación y el consiguiente temor a defraudarlas. La Congregación, que ha recogido estas dolorosas experiencias, ha enviado a todos los Obispos y demás Superiores con facultad de imponer las Sagradas Órdenes, una carta circular con indicaciones concretas sobre el modo de llevar a cabo los "escrutinios" para las Ordenaciones, como también sobre el modo de valorar dichos escrutinios en Consejos adecuados para enviar o no las recomendaciones al Superior competente, al cual le espera la última decisión. Está claro que este Superior no debe imponer la Ordenación si no hay certeza moral sobre la idoneidad del candidato. Rechazar un candidato no idóneo no es sólo un deber para el bien de la Iglesia, sino también un acto de necesaria caridad en relación al candidato.

[00174-04.04] [IN120] [Texto original: italiano]


S.E.R. Mons. Vincent NICHOLS, Obispo titular de Othona y Auxiliar de Westminster.

Actualmente en Europa la gente se halla a la búsqueda de sentido y de esperanza aunque día a día viva "como si Dios no estuviese". Predicar acerca de las "cuatro últimas cosas" puede llevar hoy a afrontar algunos de los más profundos problemas y ansiedades: la duda y el miedo a la muerte; interrogantes sobre el juicio, atracción por el paraíso, terror por el infierno.

En Inglaterra acaba de publicarse una novela titulada "Being Dead" que trata de dar un sentido a la muerte sin recurrir a argumentos de creencia religiosa. Si la muerte no tiene sentido, la vida, en última instancia tampoco significa nada. En Inglaterra la muerte de la princesa Diana ha planteado estos interrogantes de manera dramática. También la muerte del cardenal Hume, ocurrida hace tres meses, ha causado un profundo efecto. Gracias a la Providencia divina, él ha dado testimonio del verdadero significado de la muerte: es un encuentro con Dios que se puede afrontar sin temor.

En el momento del encuentro se produce el juicio. Como ha dicho el cardenal Hume, el juicio representa el momento en el cual recibimos la misericordia de Dios. Él deseaba afrontarlo con las manos vacías, para ser colmadas por la misericordia de Dios. El juicio de Dios es un don que nosotros recibiremos. Este modo de entender el juicio debe guiar la vida de cada día: lo más importante es nuestra disponibilidad a dar y a recibir. Día tras día, la clave del verdadero juicio es siempre la misericordia. ¿Puede la Iglesia proclamar y practicar este juicio, sobre todo con respecto a aquellos cuyas vidas están heridas o destrozadas?

Hoy el paraíso fascina a la gente. Siempre busca las ocasiones para permanecer con sus seres queridos en paz y felicidad. Este anhelo es un fértil terreno para el Evangelio. ¿Podemos afirmar que estamos hechos, en última instancia, para la felicidad y que es verdaderamente posible alcanzar esta felicidad final?

Una auténtica visión del paraíso puede guiarnos también en nuestro compromiso por defender la justicia, durante nuestro camino en la tierra. Como ha dicho el Santo Padre en sus más recientes discursos: "Debemos esperar el evento final con serena esperanza mientras construimos en nuestro tiempo aquel reino que, al final, Cristo entregará al Padre".

Por último, tenemos que hablar del infierno. Nosotros los europeos somos expertos en la sistemática construcción del infierno en la tierra, en las guerras y en los campos de concentración. Nuestro miedo al infierno es real y profundo. Debemos escuchar la voz de Edith Stein, que grita, como ha hecho, desde las profundidades del infierno. Podemos recordar también el ya olvidado artículo del Credo: "descendió a los infiernos" e incorporar a nuestra predicación la verdad de que la anulación de sí mismo por parte de Dios, con el descenso de Cristo al infierno, es el centro del Evangelio de esperanza. No existe mal alguno imaginable que sea más fuerte que la victoria del Cordero, el cual también fue sacrificado ferozmente.

Predicar "las últimas cuatro cosas" de manera nueva, sin usarlas simplemente para suscitar miedo o conformismo, representa una parte importante de la nueva evangelización. Estas verdades son los mensajes de la esperanza y del significado acuñados por los hombres de hoy.

[00159-04.04] [in122] [Texto original: inglés]


S.E.R. Mons. Josip BOZANIÃ , Arzobispo de Zagreb.

Ante todo doy las gracias al Santo Padre, en nombre de toda la Iglesia que está en Croacia, por haber convocado esta Segunda Asamblea Especial para Europa del Sínodo de los Obispos en el umbral del tercer milenio. Su Santidad, Juan Pablo II -el Papa de los Sínodos-, nos ha convocado aquí para vivir colegialmente una intensa experiencia de Cristo, viviente y presente entre nosotros, Pastores de la Iglesia que vive en Europa.

Hace un año, precisamente el 3 de octubre de 1998, el Santo Padre proclamó beato al Cardinal Alojzije Stepinac, en el Santuario de María Bistrica.

En la memoria eclesial de los años '50 y '60, el Cardenal Stepinac personificó, junto a los Cardenales Beran, Wyszynsky, Mindszenry, Slipyi y otros venerables Pastores en tierras del sistema comunista , el choque contra el poder ateo, sostenido en nombre de la fe y de la coherencia con la Palabra del Evangelio.

Con esta breve intervención me refiero a los números 22, 23 y 24 del Instrumentum laboris, como así también al número 2 de la primera parte de la "Relatio ante disceptationem".

Deseo en este contexto recordar un mensaje especial del beato Stepinac, es decir, su testimonio sobre la conciencia cristiana.

"¡Nuestra conciencia está limpia y tranquila!", con esta vigorosa afirmación hecha ante los acusadores - que se convierte para los demás en testimonio e invitación a ser fieles a la propia conciencia- Stepinac aparece delante de su pueblo croato y de las futuras generaciones como el Tomás Moro de nuestros tiempos. Stepinac era y permanece en la memoria de su pueblo como gran maestro y educador de la conciencia cristiana. La muerte de los mártires se convierte en conciencia viva y nos ayuda a vivir y a esperar.

La secularización interna de la vida cristiana lleva consigo una profunda crisis de la conciencia y de la práctica moral cristiana. La conciencia es, como enseña el Concilio Vaticano II, " ... un núcleo recóndito, como un sagrario dentro del hombre, donde tiene sus citas a solas con Dios, cuya voz resuena en lo más íntimo de aquélla ... Por la fidelidad de su conciencia, los cristianos se unen a los demás hombres en la búsqueda de la verdad y en la acertada solución de tantos problemas morales que surgen en la vida moral y social. De ahí que, cuanto más se impone la recta conciencia, tanto más los individuos y las comunidades se apartan del arbitrio ciego y se esfuerzan por ajustarse a las normas objetivas de la moralidad" (Gaudium et Spes, 16)

Es a partir de aquí de donde tiene que comenzar toda renovación espiritual y ética. En el origen de toda verdadera y auténtica renovación interior, tiene que haber una renovación progresiva de la conciencia individual.

En primer lugar debemos comprometernos en la formación de las conciencias de los cristianos y rezar a fin de que ellos tengan el coraje de abrirse al Espíritu de la Verdad para dejarse renovar.

Para afrontar la reducción del cristianismo a una ética o a un simple sistema de valores, la persona humana debe fundar su existencia, no en la adhesión a un principio abstracto, sino en el encuentro y la adhesión a la Persona humana y divina de Jesucristo resucitado, que vive en la Iglesia como fuente y garantía de esperanza para cada persona.

Sólo en este sentido es posible comprender a fondo el mensaje del cristianismo, en el cual la libertad de la persona asume una importancia enorme. Una exigencia ineludible de todo cristiano es la de no renunciar a la propia libertad interior; es más, debe salvaguardar este lugar interior como punto de encuentro con Dios; y esto, por encima de todo y frente a cualquier obstáculo, aún a costa de la propia vida.

El Santo Padre se preguntaba en Gniezno el 3 de junio de 1997 "¿Cómo es posible construir una 'casa común' para Europa entera si no es con ladrillos modelados por las conciencias de las personas, cocidos en el fuego del Evangelio y unidos por el vínculo del amor solidario, fruto del amor de Dios, capaz de devoción al sacrificio?" (cf. Discurso del Papa en Gniezno, 3 de junio de 1997).

En la creciente fractura entre conciencia privada y valores públicos, donde se hace "más agudo el problema del ejercicio de la libertad, en la relación entre verdad, conciencia personal y leyes civiles" (cf. Instrumentum laboris 22) tenemos necesidad de un nuevo sistema de valores, construido sobre una antropología personalista, como ya se ha dicho en esta sede.

Con este compromiso, sostenidos por la gracia del Señor, todos debemos asumir la responsabilidad de construir la Comunidad Europea sobre principios éticos y valores espirituales, pero la presencia de la Iglesia en Europa debe apoyarse, de manera especial, en el testimonio de los cristianos que actúan según una conciencia iluminada por el Espíritu Santo.

En el actual clima de la sociedad europea, donde reina el individualismo difuso, hay una fuerte necesidad de reforzar la conciencia cristiana. Para que ello ocurra es necesario ser consciente de la propia identidad, saber quién es uno: "Considera dignitatem tuam" decía san León Magno.

[00160-04050] [in123] [Texto original: italiano]


S.E.R. Mons. Alessandro PLOTTI, Arzobispo de Pisa.

Mi intervención desea ofrecer, simplemente, algún motivo de reflexión en relación a algunas dificultades pastorales que parecen tener alguna relevancia e importancia a la hora de anunciar y servir el Evangelio de la Esperanza, es decir, Jesucristo, vivo en su Iglesia.

Cuatro parecen ser los problemas pastorales surgidos de nuestro "hic et nunc", que piden una respuesta para intentar salir de una situación estancada y peligrosa por su pesimismo y nostalgia: la Praxis Sacramental; la Cuestión Juvenil; la Solidaridad y la Valorización de los Carismas.

La Praxis Sacramental.

En nuestra parroquias de las periferias de nuestras ciudades, casi todas las familias solicitan los Sacramentos de iniciación cristiana. Es una solicitud educativa, aunque confusa y fuera de un auténtico contexto de fe.

Desde luego, todo ello representa una ocasión privilegiada para una catequesis que produzca una experiencia importante y significativa de encuentro con la Persona viva de Cristo Amigo, que nos abre y nos lleva hacia un camino humano y espiritual de realización plena de las más profundas dotes naturales y sobrenaturales de cada joven.

La Cuestión Juvenil.

Se hace cada vez más evidente el conflicto generacional entre adultos y jóvenes, en detrimento de estos últimos.

También en la Iglesia hay poco espacio para las interpelaciones y la creatividad, a menudo descompuesta, de los jóvenes. De aquí nace una situación de incomodidad permanente, que no conduce a una verdadera realización de las aspiraciones legítimas y fundamentales de la juventud.

Es necesario, por lo tanto, solicitar una política para el mundo juvenil, para que Europa vea hacerse realidad en estos jóvenes su esperanza, permitiéndoles ser la primavera de nuestro Viejo Continente.

La Solidaridad.

Actualmente existe un deseo, más desarrollado de lo que se piensa, de participación y de responsabilidad común en la solidaridad y en el compartir.

La comunidad cristiana tiene que ser el lugar donde se vive y se crece compartiendo y participando de manera auténtica. Es el estilo evangélico de vida, que educa a la alegría del estar juntos y del ayudarse de forma desinteresada en la caridad y en la complementariedad.

La Valorización de los Carismas.

Es peligroso distinguir la Iglesia carismática de la Iglesia institucional, confiando a la primera la promoción y la presencia de los movimientos y a la segunda los "cristianos de segunda categoría".

Toda la Iglesia es, siempre, carismática en su institucionalidad. Y es el Obispo quien discierne y confiere autenticidad a los carismas. Cuando los movimientos asumen un carácter nacional o internacional, es más difícil la referencia explícita a las diversas Iglesias locales y a sus planes pastorales.

Es un problema que nosotros, Obispos, debemos tener presente como Pastores que tienen el ministerio de la síntesis de los carismas.

[00161-04.04] [IN124] [Texto original: italiano]


S. Em. Card. Cristoph SCHÖNBORN, O.P., Arzobispo de Viena.

Viena se encuentra a mitad de camino entre Moscú y Madrid. ¿Se encuentra también en el centro de Europa? ¿Dónde inicia Europa? ¿Y dónde acaba? Hasta hace diez años, Viena se encontraba en la extremidad oriental de la Europa (occidental) libre. Tras la caída del telón de acero, una nueva frontera ha nacido: la frontera de Schengen. ¿Estamos satisfechos de esta división "de facto"? La "europeización" de la Unión Europea sólo podrá conseguirse si la integración está sostenida por un saneamiento espiritual, del cual Jesucristo es la clave. Desearía mencionar en especial tres heridas, e invito al Sínodo a rezar y a obrar para que cicatricen:

1) Mientras los crímenes del nacionalsocialismo han sido discutidos y superados, los del comunismo están todavía envueltos a menudo en una "nube de no saber" y en el silencio. También nosotros, cristianos y obispos de Occidente, ¿no participamos quizás en este silencio? ¿No deberíamos pedir perdón por ello en este Sínodo, para que el recuerdo de los mártires pueda celebrarse con corazón puro?

2) El Santo Padre habla siempre de los dos pulmones de Europa y de la Iglesia: la Iglesia de Oriente y la de Occidente. La tradición de la Iglesia Oriental ha sido, tengo que reconocer personalmente, de gran ayuda en la gran crisis de la Iglesia occidental. El occidente cristiano necesita la contribución vital de la teología de los padres de la Iglesia, del monaquismo de la Iglesia oriental, de la solemnidad y de la belleza de la Liturgia divina y de sus imágenes. ¡Cuánta renovación eclesial se debe a la Iglesia de Oriente! Pero también la Iglesia oriental necesita el pulmón occidental para encarnarse mejor en las estructuras visibles de la sociedad y superar el gran peligro representado por la Iglesia nacional, por lo que la referencia a Pedro, centro de la unidad, es indispensable.

3) De forma profética, Wladimir Soloview ha intuido que la división del cristianismo entre este y oeste puede ser superada sólo a través de una nueva referencia al misterio de Israel: es la raíz la que nos sostiene, no somos nosotros los que la sujetamos. Nuestra pertenencia al único pueblo de Dios no nos la da la lengua, la cultura o la nacionalidad, sino la elección y la llamada de Dios que, desde nuestras diversidades, nos invita a su "sagrada asamblea" en la "Israel de Dios".

[00168-04.04] [IN131] [Texto original: alemán]


S.E.R. Mons. Egon KAPELLARI, Arzobispo de Gurk

1) La Iglesia y las mujeres

El 1º de octubre, el Santo Padre ha proclamado Co-Patronas de nuestro continente a tres grandes santas pertenecientes a épocas diversas de la historia eclesial europea. Se trata de un signo profético en el umbral del nuevo milenio. La contribución ofrecida por las mujeres a la prosperidad de la Iglesia y de la sociedad es muy grande y merece un explícito agradecimiento por parte de este Sínodo. Desde el Concilio Vaticano II se han abierto muchas puertas para una más amplia responsabilidad de las mujeres en nuestra Iglesia. Las mujeres presentes en este Sínodo, entre las cuales Chiara Lubich, revisten funciones de gran responsabilidad en ámbitos importantes de la vida eclesial. Ofrecen a este Sínodo su contribución, de gran competencia espiritual y concreción. Ellas apoyan a las Iglesias locales europeas en su deseo de no buscar caminos particulares que se desvíen de la Iglesia universal para resolver la cuestión de las mujeres, procediendo en un camino común dentro de los confines de la identidad católica, en el diálogo común entre hombres y mujeres, sacerdotes y laicos. Pero todos deben entender claramente que la Iglesia y la sociedad en Europa no pueden prosperar si no encuentran un consenso profundo y amplio entre las mujeres. Sin ellas no es posible superar la crisis demográfica, cultural y espiritual que existe en muchos países europeos. Hace falta, sin embargo, que la Iglesia y la sociedad consigan comprender la esencia y la obra de las mujeres, así como las dificultades a las que muchas de ellas tienen que enfrentarse.

2. La Liturgia.

El n. 68 del Instrumentum laboris lleva el título "Para una verificación de la vida litúrgica". Las causas por las cuales muchos, sobre todo los jóvenes, se alejan de la liturgia son múltiples. Algunos críticos atribuyen la responsabilidad a los cambios litúrgicos realizados por el Concilio Vaticano II y después del mismo, y piden la anulación de la reforma de la liturgia. Otros consideran que el Concilio y las modificaciones posteriores de la liturgia no han ido lo suficientemente lejos en lo que relativo a la aceptación de la pluralidad litúrgica y la espontaneidad. Parece oportuna una tercera posición que se sitúe entre estos dos extremos. Sería injusto ignorar que muchas celebraciones eucarísticas corresponden realmente a las intenciones del Concilio porque su dimensión mística no se ha reducido, porque se caracterizan por su dignidad sacra, por su belleza y por una orientación escatológica y porque en ellas se puede experimentar lo que una antífona litúrgica expresa con las palabras: "¡Alegráos, somos pueblo de Dios, elegido por su gracia!". Por otra parte, en muchos lugares no es posible ignorar una uniformidad eclesial. En semejante situación parece oportuno recurrir más a menudo a lo sacro. El restablecimiento del principio de "formación" a la liturgia, una mayor atención a los símbolos sacros y un diálogo más intenso con el arte antiguo y con el arte y la cultura contemporáneos. No implicaría más trabajo para los liturgistas ni más técnica sino una mayor "compenetración", más amor hacia Dios y hacia los hombres. Una liturgia celebrada sin amor y privada de su significado aleja, ya en el umbral de la iglesia, a las personas sensibles y que están a la búsqueda, obstaculizando la evangelización. El antiguo proverbio romano "videant consules" en este contexto debería cambiarse por "videant episcopi".

[00162-04.04] [in125] [Texto original: alemán]