Synodus Episcoporum 9 - 5.10.1999

SEXTA CONGREGACIÓN GENERAL
(MARTES, 5 DE OCTUBRE DE 1999 - POR LA MAÑANA)

 

INTERVENCIONES EN EL AULA (CONTINUACIÓN)

A las 09:00 horas de hoy, martes 5 de octubre de 1999, en presencia del Santo Padre, con el canto de la Hora Tercera, ha dado comienzo la Sexta Congregación General para la continuación de las intervenciones de los Padres Sinodales en el Aula sobre el tema sinodal Jesucristo, Viviente en su Iglesia, fuente de Esperanza para Europa. Presidente Delegado de turno S. Em. Cardenal Franciszek MACHARSKI, Arzobispo de Cracovia.

En la apertura de esta Congregación General el Secretario General del Sínodo de los Obispos S. Em. R. Card. Jan Pieter SCHOTTE, C.I.C.M., ha dado a conocer la composición de la Comisión para la Información, que, compuesta por un Presidente y un Vicepresidente nombrados por el Santo Padre, según la Lista de Participantes, ha sido completada con el nombramiento por parte de los Presidentes delegados de otros 7 Padres Sinodales y la composición de la Comisión para el Mensaje. Facilitamos en este Boletín la composición de ambas Comisiones.

En esta Congregación General que ha finalizado a las 12:30 horas con la oración del Angelus Domini estaban presentes 168 Padres.

INTERVENCIONES EN EL AULA (CONTINUACIÓN)

Después intervinieron los siguientes Padres:

S. Em. Card. Alfonso LÓPEZ TRUJILLO, Presidente del Pontificio Consejo para la Familia

S.E.R. Mons. Franc RODÉ, C.M., Arzobispo de Ljubljana

S. Em. Card. Darío CASTRILLÓN HOYOS, Prefecto de la Congregación para el Clero

S. Em. Card. Joachim MEISNER, Arzobispo de Colonia

S.E.R. Mons. Julián HERRANZ, Arzobispo titular de Vertara y Presidente del Pontificio Consejo para la Interpretación de los Textos Legislativos

S. Em. Card. Jean-Marie LUSTIGER, Arzobispo de Paris

S.E.R. Mons. Petru GHERGHEL, Obispo de Iai.Del Consejo de la Iglesia Rumana

S.E.R. Mons. Êelimir PULJIÃ, Obispo de Dubrovnik, Ragusa

Rev. P. Gianfranco Agostino GARDIN, O.F.M. Conv., Ministro General de la Orden de los Frailes Menores Conventuales

S. Em. Card. Godfried DANNEELS, Arzobispo de Mechelen-Bruselas

S.E.R. Mons. Joakim HERBUT, Obispo de Skopje-Prizren (Ex-República Yugoslava de Macedonia)

S.E.R. Mons. Seán B. BRADY, Arzobispo de Armagh

Rev. P. Peter Hans KOLVENBACH, S.I., Prepósito General de la Compañía de Jesús

S.E.R. Mons. Virgil BERCEA, Obispo de Oradea Mare de los Rumanos

S.E.R. Mons. Wilhelm Emil EGGER, O.F.M. Cap., Obispo de Bolzano-Bressanone

S.E.R. Mons. Adrianus Herman VAN LUYN, S.D.B., Obispo de Rotterdam

Rev. P. Czeslaw PARZYSZEK, S.A.C., Superior Provincial en Polonia de la Sociedad de Apostolado Católico

S.E.R. Mons. Ivo FÜRER, Obispo de Sankt Gallen

Damos a continuación los resúmenes de las intervenciones:

S. Em. Card. Alfonso LÓPEZ TRUJILLO, Presidente del Pontificio Consejo para la Familia.

Frente a una sistemática demolición de las familias en Europa, con efectos alarmantes, fruto de la apática antropología que se está extendiendo, es necesario tener clara la centralidad de la familia. A veces se busca la así llamada "deconstrucción" de la familia, reduciéndola a trozos que a su vez están vaciados de significado.

El desafío es inmenso para la Familia y para la Vida, que debe construir la sociedad y la Iglesia, a partir de la célula primordial de la iglesia doméstica y santuario de la vida.

Es preciso encontrar a Cristo en el corazón de la familia, en el misterio de la alianza, donde el Señor está presente dinámicamente y en quien tiene lugar la transmisión de la fe, la radicación de los valores morales y la "promoción integral", que implica la formación completa de los hijos. Santo Tomás hablaba del útero espiritual que es la familia.

Los desafíos pérfidos de las "uniones de hecho", del invierno demográfico, de la cultura de la muerte, de lo cual debemos ser conscientes, son vencidas por las energías que el Espíritu suscita en la Iglesia por la pastoral de la Familia y la Vida.

Es necesario un diálogo claro en el seno de la sociedad con los políticos y los legisladores y una opción, en el interior de la Iglesia, para una pastoral más incisiva y valiente destinada a construir el futuro.

Todos tienen derecho a la verdad integral sobre la familia y la vida y los Pastores debemos hacer resplandecer la verdad de Cristo. En la comunión eclesial la unidad en la verdad es a la vez testimonio y también conditio sine qua non de su misma credibilidad. No es un presión indebida sino un servicio a la eminente dignidad de la persona humana. No podemos dejar de ofrecer este servicio.

[00083-04.04] [in066] [Texto original: italiano]


S.E.R. Mons. Franc RODÉ, C.M., Arzobispo de Ljubljana.

Cuando el cristianismo aparece en Europa, es como el agua fresca de un arroyo que quita la sed a una sociedad cruel y sin esperanza, donde el pobre y el esclavo sucumben bajo el yugo de la injusticia y de la fatalidad y donde el potente y el hombre de cultura, encerrados en su egoísmo, buscan en vano la respuesta a los interrogantes últimos del sentido de la vida.

En este contexto, el cristianismo aparece como una novedad inaudita, al afirmar que Dios mismo ha venido a compartir el destino del hombre y a hacerse cargo de su sufrimiento y que ante este Dios todos los hombres tienen la misma dignidad ya que todos son amados con un amor personal y llamados a compartir su vida, desde ahora y para la eternidad. El cuerpo mismo, lugar por excelencia de lo caduco y lo efímero, está destinado a la gloria de la resurrección.

Esta inmensa novedad posee tal riqueza de contenidos, es portadora de un sentido tan grande de liberación para los corazones y de una luz tal para las mentes que el pequeño arroyo de agua viva, emanado del corazón de Jesús, se convierte en un río que alcanza nuevas orillas hasta los confines del imperio.

El encuentro del cristianismo con los pueblos celtas, germánicos, ugrofineses y bálticos se produce bajo los mejores auspicios. Depositaria del mensaje evangélico y heredera de la cultura grecorromana, la Iglesia tiene todas las condiciones para hacerse aceptar por estos pueblos. De manera imperceptible, se verifica un proceso de inculturación en el curso del cual el Evangelio penetra, purifica y eleva los valores de las jóvenes naciones que reconocen en la Iglesia su nueva patria espiritual.

Todo esto no dura mucho. Con el renacimiento aparece la nostalgia por el antiguo paganismo y el espíritu europeo se vuelve hacia los lienzos púrpura donde reposan los dioses muertos. Si el pueblo permanece fiel a Cristo, el intelectual y el artista ven la posibilidad de una vida más intensa fuera del cristianismo.

Esta es nuestra situación. ¿Sorprende que en estas condiciones sigamos perdiendo, que la práctica religiosa continúe disminuyendo, que los valores cristianos se desmoronen también en lo que queda del pueblo cristiano? Esto se constata a pesar del Concilio Vaticano II y la actualización, a pesar del magnífico testimonio de los mártires de nuestro siglo, a pesar de los nuevos movimientos carismáticos y del enorme esfuerzo de renovación espiritual que se llevó a cabo en la Iglesia.

Un cambio, tal vez, se está preparando. Veo la prueba de ello en el fracaso del ateísmo de este siglo cruel que deja inmensos sufrimientos y millones de víctimas. Puesto que ya ha demostrado su radical negatividad, también podemos esperar que se muestre a los ojos del hombre europeo como una prisión para el corazón y para la inteligencia, incapaz de dar un sentido a la vida y un futuro a la humanidad. Sin futuro, el hombre cae preso de la desesperación y bajo la amenaza de la locura. En tales condiciones se verá más claramente que sólo la fe en Dios nos abre un futuro y que Dios es nuestra única eternidad posible, el único que nos protege contra la potencia universal de la muerte. "Vivir para Dios o vivir para la muerte", afirmaba el poeta francés Pierre Emmanuel. Éste es el dilema. Hay que esperar que el hombre europeo elija a Dios y con Él, la vida antes que la muerte.

Otra prueba de esta cambio de tendencia en la historia espiritual de Europa es la caída del comunismo. El hecho de que la utopía marxista, con su rigor intelectual aparentemente impecable, con su enorme aparato administrativo, militar y de policía haya caído como un castillo de papel, debería llevarnos a la reflexión. Estamos frente a un hecho que marca una época, de consecuencias incalculables, históricamente comparable a la caída del Imperio Romano de Occidente en el año 476 o la toma de Constantinopla en 1453. La caída del comunismo en 1989 tiene un enorme significado espiritual: nos ofrece la prueba, empírica por decirlo de algún modo, de que una sociedad sin trascendencia no es factible.

Estos y otros muchos hechos son signos de esperanza que Dios nos ofrece. Nos corresponde a nosotros comprenderlos y unir nuestra acción a la del Señor para dar un nuevo futuro a Europa.

[00078-04.05] [in060] [Texto original: francés]


S. Em. Card. Darío CASTRILLÓN HOYOS, Prefecto de la Congregación para el Clero.

Jesucristo es el punto de referencia para juzgar la vida de la Iglesia en la historia. Este fin del milenio presenta una pérdida de identidad. Hay que mantener la identidad sacerdotal en este continente, al cual está ligada toda la cristiandad. El presbítero debe ser HOMBRE DE DIOS, HOMBRE DE LA IGLESIA Y HOMBRE DE SU TIEMPO.

El hombre europeo de hoy necesita ver a Cristo y lo verá en los sacerdotes auténticos que den respuesta a los desafíos que la razón plantea a la Buena Nueva, cuyas dimensiones profundas requieren espacios contemplativos de la oración. En la identificación sacerdotal con Cristo desaparece el miedo. No olvidemos que el diálogo de la Iglesia siempre fue pluricultural y el miedo fue superado por el martirio. ¿Acaso fue fácil afrontar el libertinaje sexual de Atenas, de Corinto o de Roma? ¿Fue fácil introducir la santidad del matrimonio en el mundo pagano de Oriente o de Occidente? ¿Fue fácil convertir a aquellos que detentaban el poder y la riqueza, hasta dar lugar a muchos de ellos en la hagiografía? ¿Fue fácil pacificar a los violentos? ¿Esos sacerdotes y misioneros contaron con los medios de comunicación que tenemos hoy? ¿Los esquemas culturales les eran favorables?

El presbítero tiene que ser un hombre de Iglesia. No tiene miedo de la estructura cuando tiene el sello del designio divino. Con el carisma de Pedro se fortalecen nuestras debilidades y se orienta la proa hacia el puerto deseado. La Iglesia nos da las certezas que no da la enseñanza académica.

El sacerdote no obtiene la plenitud de su identidad si no se identifica con el sentir de la Iglesia. De esta manera vence los complejos anti-jerárquicos, desde sus pintorescas notas infantiles, hasta las manifestaciones que rompen o dañan su unidad.

La identidad del sacerdote, hombre de su tiempo, exige nuevos esfuerzos de comprensión a los hombre y las mujeres de hoy. Debe llegar a los hombres que viven una moral de consenso, subproducto del individualismo democraticista. Debe ahondar en las incertidumbres de la cultura de la desilusión para motivar una razón limitada por la negación de lo trascendente, hasta hacerle descubrir los espacios escatológicos de la revelación.

[00059-04.07] [in061] [Texto original: italiano]


S. Em. Card. Joachim MEISNER, Arzobispo de Colonia.

"Esto es en lo que creo y así es como vivo" dice un himno alemán relativo a la profesión de fe (Gotteslob 489). Estas palabras expresan un nexo que caracteriza todas las Sagradas Escrituras del Antiguo y del Nuevo Testamento: el creyente afirma su fe con las palabras y con las acciones. Los profetas exigen ya al pueblo de Israel un comportamiento ético conforme a su culto; de forma pragmática, al inicio de su obra, Jesús exige a los hombres que se conviertan y se entreguen a Dios; ya los textos más antiguos del Nuevo Testamento, las Cartas, están llenas de amonestaciones y de consejos prácticos para una vida cristiana más coherente. El Evangelio no es sólo fuente de intuiciones dogmáticas, sino también enseñanza concreta de vida: "Así que por sus frutos los reconoceréis. No todo el que me diga: 'Señor, Señor', entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre que está en los cielos" (Mt 7, 20-21).

Si el ecumenismo tiene que llevarse a cabo de forma realista, este modo de entender la práctica completa de la fe tiene que reflejarse también en la relación recíproca entre Iglesia y comunidades eclesiales. Desde el punto de vista doctrinal hay que recibir, por supuesto, positivamente cualquier acercamiento; sin embargo el ecumenismo resulta vivo y, sobre todo, creíble, allí sólo donde los cristianos crecen juntos, también, y no por último, en su ética y en su conducta de vida.

Observamos, así pues, cada vez con mayor preocupación, como las Iglesias y las comunidades eclesiales de Europa se enfrentan a grandes divergencias en sus opiniones en lo que se refiere a asuntos como la tutela de la vida y la ética sexual, matrimonial y familiar. Tenemos, por tanto, que considerar este grave dato de hecho como una señal poco prometedora para el crecimiento del ecumenismo. No es por casualidad que en su Encíclica Ut unum sint también el Santo Padre hable de "una problemática que, en el campo ético-moral, se hace cada vez más urgente en nuestro tiempo: 'Muchos cristianos no siempre entienden el Evangelio [...] de la misma manera que los católicos' " (n. 68; cfr. Concilio Vaticano II, Unitatis redintegratio, n. 23).

Estas divergencias internas de los cristianos en las cuestiones éticas fundamentales no pueden satisfacer a ninguna Iglesia o comunidad eclesial. El movimiento ecuménico se ha puesto en marcha reconociendo que la división de los cristianos es un escándalo para el mundo y perjudica a la santísima causa de la predicación del Evangelio a todas las criaturas (Concilio vaticano II, Unitatis redintegratio, n.1). Esto vale aún más para las cuestiones prácticas de la conducta de vida cristiana que para la dogmática controverso-teológica. Si las distintas confesiones encontrasen una única voz en los asuntos relacionados con la moral, ello produciría unos efectos externos más amplios de los que no pueden producir los documentos dogmáticos consensuales, por muy fundamentales que sean.

A pesar de las dificultades intrínsecas, en principio este objetivo no parece inalcanzable. A este respecto existen también señales positivas. Por esto pido expresamente que llevemos adelante con mayor intensidad el diálogo ecuménico sobre los principios morales del Evangelio y sobre su aplicación (cfr Ut unum sint, n. 68).

[00079-04.04] [in062] [Texto original: alemán]


S.E.R. Mons. Julián HERRANZ, Arzobispo titular de Vertara y Presidente del Pontificio Consejo para la Interpretación de los Textos Legislativos.

El sacramento de la Penitencia, instituido por Cristo para la remisión de los pecados y la reconciliación del pecador con Dios y con la Iglesia, atraviesa un notable periodo de crisis. El Papa pidió que el Gran Jubileo del 2000 fuese, sobre todo, "un camino de auténtica conversión" y, por lo tanto "el contexto adecuado para el redescubrimiento y la intensa celebración del sacramento de la Penitencia" (Tertio Millenio Adveniente, n. 50).

Esta crisis es debida, en el plano filosófico-teológico, al extendido relativismo ético y a la pérdida del sentido del pecado personal. Ello requiere un largo compromiso pastoral en el campo de la formación doctrinal, tras la estela de las grandes Encíclicas Veritatis Splendor y Fides et Ratio. Pero, a breve plazo, se sugieren también dos medidas pastorales concretas:

1) en el plano catequístico, hacer más responsables desde el punto de vista moral a los muchos fieles que reciben con frecuencia la Comunión eucarística pero que no se acercan nunca, o casi nunca, al sacramento de la Penitencia. Hay que insistir en la catequesis sobre la presencia no simbólica, mas real y substancial de Cristo - Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad - en la Eucaristía. Hay que recordar que la moral y la ley canónica exigen que quien ha violado de modo grave alguno de los mandamientos de Dios debe purificarse con la confesión antes de acercarse a la Comunión (cfr. Código de Derecho Canónico, can. 916). La Eucaristía y la Penitencia son, de hecho, dos sacramentos íntimamente unidos, como lo son en la parábola del Hijo Pródigo: el abrazo del Padre al hijo arrepentido y el banquete que celebra la alegría del perdón y de la recobrada comunión.

2) En el plano disciplinario, seria oportuno llamar la atención de los Pastores sobre la siguiente ley universal de la Iglesia: "Todos los que, por su oficio, tiene encomendada la cura de almas, están obligados a proveer que se oiga en confesión a los fieles que les están confiados y que lo pidan razonablemente; y a que se les dé la oportunidad de acercarse a la confesión individual, en días y horas determinadas que les resulten asequibles" (Código de Derecho Canónico, n. 986). Por desgracia, es verdad que hay pocos sacerdotes. Pero también en los lugares donde no faltan, están abrumados por múltiples compromisos y - a pesar de la buena voluntad - a menudo desatienden su primer deber pastoral. Y los fieles se lamentan.

A pesar de ésta y otras dificultades, hay que mirar al futuro con esperanza. La Iglesia, guiada por el Espíritu Santo, no sólo ha conseguido superar otras crisis culturales y morales reeducando el gusto por la Verdad, el Bien y la Belleza en las inteligencias, sino que ha sabido sembrar en el corazón del hombre la necesidad de recuperar el sentido del pecado para descubrir de nuevo el sentido de la misericordia de Dios.

[00080-04.05] [IN063] [Texto original: italiano]


S. Em. Card. Jean-Marie LUSTIGER, Arzobispo de Paris.

¿Es que acaso la teología cristiana no es más que un sector de las ciencias humanas? Èste es el lugar que actualmente se tiende a asignarle.

Pero sólo puede ocupar este lugar si oculta la fuente de la cual toma sus fuerzas: la vida de la fe se nutre de la Biblia, Palabra de Dios. Y de esta forma corre el riesgo de atrofiar su fuerza renovadora.

Claro que no sería la única que sufriría. De ella, en efecto, la cultura europea ha recibido sus más nobles ideales y su fuerza para transformar las condiciones de la existencia humana.

El Concilio Vaticano II ha destacado la responsabilidad de los Obispos en el ámbito teológico. Ellos deben velar para que la vitalidad y la originalidad de la visión cristiana del destino humano no falten cruelmente en la Europa que se va construyendo.

[00084-04.05] [in067] [Texto original: francés]


S.E.R. Mons. Petru GHERGHEL, Obispo de Iai. Del Consejo de la Iglesia Rumana

Hablo como representante de la Conferencia Episcopal Rumana y me voy a referir a los puntos 9, 28 y 37 del Instrumentum laboris.

La Iglesia Católica de Rumania vive una primavera de libertad que comporta a la vez tanto horizontes luminosos abiertos hacia una mayor realización de su triple dimensión, es decir, mistérica, de comunión y misionera, como también horizontes oscuros, cerrados, donde el mensaje de la Iglesia es ignorado.

En lo que concierne al primer aspecto, es decir el positivo, la vida en la libertad es para la Iglesia Católica en Rumania un motivo de alegría en el Señor, porque después de tantos años de privación de la libertad religiosa, ahora podemos construir iglesias y otras estructuras que sirven para la vida pastoral y cada uno puede realizar su elección vocacional y concretarla. Lo que está ocurriendo hoy en la vida de la Iglesia hasta hace poco tiempo era impensable: seminarios, casas religiosas abiertas a todos, escuelas, institutos y facultades de teología para laicos, medios de comunicación de inspiración religiosa y hasta el mismo Papa vino a visitar el país. No podemos olvidar el miedo, la frustración, las persecuciones de antes, como tampoco podemos interrumpir la oración de alabanza y de agradecimiento a Dios por este clima de libertad. Claro que el tiempo en que muchos rumanos sufrían a causa de su fe no está muy lejano; la fe vivida por muchos mártires contemporáneos, algunos de ellos aún vivos, ha dado muchos frutos: como, por ejemplo, el gran número de vocaciones a la vida sacerdotal y religiosa. Esta estación de cosecha es a la vez una invitación a no separar nunca al hombre de Cristo: Cristo total se dirige hacia el hombre integral; Cristo muerto y resucitado se dirige hacia la existencia humana entera.

En cuanto al segundo aspecto, es decir el negativo, recuerdo aquí que en el momento actual, estamos frente a fenómenos que oscurecen la fuerza del mensaje evangélico de la Iglesia. Sin detenerme en las causas de estos fenómenos, quisiera indicar solamente aquellos que parecen ser los más evidentes: el escándalo de las divisiones entre cristianos, las sombras dejadas por las manifestaciones nacionalistas tanto a nivel político como social, la demora de la reforma económica que ha llevado a tantas familias a la pobreza y por esta misma causa a separaciones temporales por motivos de trabajo, al aumento de los fenómenos de violencia, la disminución de los nacimientos y el correspondiente número de abortos, la emigración incontrolable de la gente por motivos laborales, etc. Considero todos estos fenómenos como una pro-vocación, es decir, como una "vocación por" ante los que la Iglesia deberá intensificar su respuesta de salvación tanto en Occidente como en Oriente.

Sin duda, para la comunidad católica de Rumania, que respecto de la Iglesia ortodoxa es una minoría, el proceso de la integración europea constituye una provocación. En este sentido, la Iglesia Católica recorre el mismo camino que la Iglesia ortodoxa. Para subrayar estos aspectos, os hago saber como, recientemente, el metropolitano ortodoxo de Timisoara, S.E.R. Nicolae Corneanu, tomando como punto de referencia el mensaje lanzado por el Santo Padre antes y durante su histórica visita a Rumania en el mes de mayo de 1999, ha ratificado públicamente que, sin la unidad entre las Iglesias, la unidad económica o política de Europa será muy frágil, es decir, que faltará ese "suplemento de alma" a la unidad.

Para concluir, debemos reconocer que el hombre de hoy aún tiene necesidad de Cristo. Para explicarme mejor quisiera describir la imagen de Cristo muerto y resucitado que domina el altar de la capilla de nuestro Seminario mayor de Iasi. Esta imagen es muy peculiar. Se trata, de hecho, de un ventanal iluminado en forma de cruz, cuyos colores dominantes son el azul y el amarillo, símbolos del sufrimiento y de la esperanza. En el punto donde se encuentran las dos partes de la cruz está el rostro de Jesús resucitado con los ojos más abiertos de lo normal. Son los ojos del Resucitado, ojos llenos de la luz nueva del Reino. Algo muy interesante es que dondequiera que te encuentres, estos ojos te miran, te siguen de manera que cada uno se siente mirado por Jesús contemporáneamente Muerto y Resucitado. Creo que la Iglesia puede cumplir mejor su mandato de mostrarle Cristo al hombre contemporáneo siempre que se deje mirar por estos ojos divinos. Sólo en Cristo y con Cristo, de hecho, pueden ser sanadas las divisiones que aún subsisten en Europa (cf. Ef. 4, 15-16). Cristo Jesús es el único Salvador y la Esperanza del hombre (1 Tim. 1, 1), de manera especial para el hombre europeo.

[00081-04.04] [in064] [Texto original: italiano]


S.E.R. Mons. Êelimir PULJIÃ, Obispo de Dubrovnik, Ragusa.

Hablo en nombre proprio y quisiera dar un testimonio acerca de la paz, afirmando que "la paz es posible". Recibí la gracia de participar en el primer sínodo especial para Europa hace ocho años, en diciembre de 1991. En plena guerra logré salir de la ciudad asediada. Entonces lancé un grito de dolor porque mi diócesis, mi ciudad de Dubrovnik, como también la mayor parte de Croacia, eran atrozmente agredidas por las fuerzas militares y paramilitares serbias y montenegrinas. Había expresado mi sorpresa y estupor porque junto al gran número de víctimas humanas (cuyas cifras precisas no se conocen aún), hubo grandes daños materiales al patrimonio artístico, a los lugares públicos, de culto, viviendas, etc. Lo que sin embargo no podía ser encerrado en ninguna cifra o cálculo cuantitativo fue el inmenso cúmulo de sufrimiento físico y moral, de malestar de todo tipo que la locura de la guerra ha causado.

Mis palabras en la intervención de aquel entonces eran las palabras desconsoladas y desanimadas de los dos discípulos de Emaús: "marcadas por la tristeza y la desesperación". Hoy, en cambio, quiero comunicaros, queridísimos hermanos en el servicio episcopal, queridos participantes de este sínodo sobre Europa, una noticia alegre: en Dubrovnik, en Croacia fueron defendidas la democracia, la libertad, los valores culturales, humanos y religiosos frente a la barbarie del fin de nuestro siglo. El grito de las víctimas inocentes de esa enorme tragedia, unido al grito de Cristo crucificado, creo que asegurará al sufrimiento humano una misteriosa y perenne fecundidad. Después de que algunos muros cayeron y algunas fronteras fueron abiertas, nació una gran esperanza en esta hora privilegiada por "una nueva civilización cristiana y humana".

El problema guerra-paz es uno de los más difíciles de la moral social porque nos coloca frente a una incoherencia total ya que los conflictos renacen continuamente mientras todos desean la paz. Baste recordar las ilusiones que siguieron al Primer Conflicto mundial: la opinión pública pensaba que esto no debería repetirse jamás. Al final de la II guerra mundial, la ONU utilizó el mismo lenguaje: "Nosotros, pueblos de las Naciones Unidas resueltos a preservar las naciones futuras del flagelo de la guerra ... " . Desde 1946 se han registrado ciento ochenta conflictos locales aproximadamente; casi cada tres meses estallaba un conflicto. ¡¿Qué puede y debe hacer la comunidad cristiana en una situación de conflicto?! ¡¿Ayer en Rwanda y Croacia, hoy en Timor y Chechenia!? Para la Iglesia, que no dispone por cierto de "divisiones acorazadas", la oración, el ayuno y las obras de caridad son las únicas y más poderosas "armas" de que se puede y desea disponer. La potencia de la oración y las obras de caridad han traído el fin de la guerra en mi país.

El promotor principal de esta acción de oración fue el Santo Padre. Siento el debido placer de decir un sentido GRACIAS por las numerosas intervenciones que Su Santidad y la Santa Sede hicieron en favor de la paz en Dubrovnik y en Croacia. Mientras la tremenda guerra continuaba en Croacia y luego en Bosnia y Herzegovina, y mientras fallaban uno tras otros los intentos de la ONU, el Santo Padre no se rendía sino que movilizaba a la Iglesia católica y a toda la comunidad cristiana para rezar y ayunar para implorar a Dios por la paz. La publicación oficial de la Santa Sede "L'Osservatore Romano" era uno de los pocos órganos de prensa que diariamente presentaba, en primera página, las esperanzas y las angustias de la situación en nuestro país.

Convencido de que la paz es posible y de que ella puede realizarse con la oración, el Santo Padre, ya a principios de la guerra promovía la jornada de oración por la paz el 8 de septiembre de 1991. Dos años más tarde hizo el peregrinaje a Asís (enero de 1993) invocando a Dios por medio de Cristo: "Derriba las barreras del odio ... abre el camino a la concordia y a la paz".

Cómo olvidar la homilía del domingo 23 de enero de 1994, cuando las palabras del Papa fueron una afligida invocación. Él gritaba en favor de la paz, como un grito jeremíaco, escribía el comentarista V. Branca (en "Il Messaggero" del 24 de enero de 1994, pág. 1): "La voz del Papa -un grito de dolor y a la vez un gemido de ternura- ha embestido nuestro corazón".

Cómo no recordar Sus dos visitas pastorales: una a Zagabria (1994) en plena guerra y la otra hace un año (justo a principios de octubre) para la canonización de un héroe de nuestro siglo, el mártir Alojzije card. Stepinac en el santuario mariano de Bístrica. Las dos visitas han sido criticadas por la prensa "anticatólica y antieuropea". Ambas visitas nos han mostrado Su calor paternal y humano hacia los perseguidos y los que sufren, y Su firme posición a favor de la paz y contra la guerra.

Cómo no recordar, finalmente, su peregrinaje en espíritu, cuando los poderosos no le permitieron ir a Sarajevo y él replicó con una improvisación ex abundantia cordis et amoris diciendo en voz alta: "No os sintáis solos y abandonados: no estáis abandonados, estamos con vosotros y estaremos con vosotros, cada vez más estaremos con vosotros ...". El abogado de los pobres no cesaba de echar en cara a los perseguidores modernos y a los "poderosos silenciosos" los sacrosantos derechos naturales y divinos de todos los oprimidos en nombre de la solidaridad y del Amor.

El constructor de la paz utilizaba cualquier ocasión propicia para rezar con los que sufren, los que son humillados, perseguidos y afligidos y sentía el deber imperioso de recordar a todos los responsables que la guerra de agresión es indigna para el hombre y clama la venganza de Dios. "La destrucción física o moral del adversario es un crimen, y la conquista territorial aplicada con la fuerza es inaceptable. En nombre de Dios invito a todos a deponer las armas".

La esperanza de que la paz sea realmente posible a pesar de los horrores de la guerra, se funda, ante todo, en la certeza de que deriva de la fe :"Nada es imposible para Dios" (Jer. 32, 27; Lc. 1,37). Gracias Santo Padre por la esperanza que desde el comienzo del conflicto jamás se ha cansado de alimentar.

Inspirados en esta actitud de coraje y de oración, aún en la oscuridad de las consecuencias de la posguerra, espero y rezo para que los fieles cristianos de mi diócesis de Dubrovnik tengan la audacia de saber confiar en la omnipotencia de Dios, Señor del tiempo y de la historia.

Ya que el Jubileo "quiere ser una gran oración de alabanza y de agradecimiento sobre todo por el don de la Encarnación del Hijo de Dios y de la redención por Él obrada, como también por la presencia viva y salvadora de Cristo en la Iglesia y en el mundo, se tratará de hacer que la esperanza vuelva a florecer junto a la pasión por la construcción de una Europa nueva y diferente".

La capacidad de mi gente de "perdonar y de pedir perdón" es un signo profundo de esta esperanza.

La memoria se coloca del lado de los mártires de este siglo que con el ofrecimiento de sus vidas han manifestado el grado sumo del amor hacia Dios y hacia el prójimo, éste es otro signo de esta esperanza.

La veneración de María, "regina Croatiae" en los santuarios dedicados a ella, repartidos por todo el país, es un signo elocuente de esta esperanza. María, virgen Santísima, "mundi melioris origo" (como dice en un santuario croato de Trki Vrh), se ha mostrado como madre y protectora durante los trece siglos de la cristiandad del pueblo croato. En el umbral del Gran Jubileo, Ella se presenta como madre de la esperanza para los próximos siglos.

Agradecido por esta triple esperanza concluyo mi intervención con la frase habitual en lengua latina: Hodie data est mihi occasio loquendi coram hoc egregio coetu. Deo gratias et gratias vobis. Dixi.

[00082-04.04] [in065] [Texto original: italiano]


Rev. P. Gianfranco Agostino GARDIN, O.F.M. Conv., Ministro General de la Orden de los Frailes Menores Conventuales.

El Instrumentum laboris del Sínodo indica la "nueva evangelización" como un compromiso primordial de la Europa de hoy (cfr. N. 52). En este sentido habría que recordar un texto de la Exhortación apostólica Vita consecrata, en la que se afirma que la Iglesia necesita urgentemente de comunidades religiosas que sean de verdad fraternas: "Su misma existencia representa una contribución a la nueva evangelización, puesto que muestran de manera fehaciente y concreta los frutos del 'mandamiento nuevo' " (n. 45)

Muchos consagrados y consagradas están descubriendo el valor de la vida fraterna como una dimensión decisiva de su elección de vida y como una de las formas de aplicar su misión. Es necesario que la vida fraterna de los consagrados, como radical opción de vida evangélica, sea principalmente cultivada e incluso reconocida como un valioso don para toda la Iglesia y su válido instrumento para anunciar el Evangelio.

A veces parece que se percibe la comunidad religiosa masculina sólo como un "depósito" de presbíteros utilizable en caso de necesidad (algunas veces suscitando problemas de identidad para los religiosos hermanos), perdiendo de vista el hecho imprescindible de su pertenencia a una comunidad de vida y no sólo de trabajo. Hay que señalar también el hecho problemático de algunos movimientos eclesiales que tienden, por decirlo de alguna forma, a "arrancar" espiritual y afectivamente religiosos de sus respectivos Institutos.

El Sínodo no debería ignorar la aportación que el testimonio de una auténtica vida fraterna inspirada en el Evangelio puede dar a la evangelización de Europa por parte de los consagrados y consagradas.

[00085-04.04] [in068] [Texto original: italiano]


S. Em. Card. Godfried DANNEELS, Arzobispo de Mechelen-Bruselas.

En Europa occidental vivimos en una cultura-ambiente como en un jardín en donde crecen diversas plantas venenosas: el deseo desenfrenado de consumo, el hedonismo, el orgullo del Non serviam,; pero cada planta venenosa contiene su antídoto. No todo es negativo.

1. El hombre europeo contemporáneo tiene sed de felicidad: de una felicidad material, cuantitativa e inmediata. Esta sed, sin embargo, representa sólo una llamada urgente dirigido a la Iglesia para "cantar el evangelio con la felicidad como premio". Las sectas lo han comprendido bien. Si la respuesta del hombre contemporáneo es frecuentemente falsa, la pregunta es acertada: el mensaje de Cristo es terapéutico y tiene que hacernos felices.

2. Nuestro continente han rechazado el tabú del sufrimiento y la muerte. Los hombres, sin embargo han sofocado con gran obstinación este grito silencioso de querer vivir y vivir enternamente. La Iglesia encontrará un punto de apoyo para una fuerte predicación escatológica sobre la vida eterna y la resurrección. La planta de la angustia por la muerte posee su antídoto. No todo es negativo.

3. La más eficaz predicación actual sobre la resurrección es la virginidad consagrada. Es la meditación incesante de aquellos que, hombres y mujeres, aún viviendo en un cuerpo corruptible, piensan en su incorruptibilidad (S. Agustín).

4. Para nuestros contemporáneos todas las religiones son equivalentes y Cristo es sólo uno entre los grandes profetas. Obviamente esto no es suficiente para expresar Su verdadera naturaleza. Jamás en el curso de la historia de la teología la cuestión de la unicidad de Cristo fue expresada con tanta agudeza. Nos obligará a pensar y afirmar más profundamente nuestra fe en el Hombre-Dios.

5. La religiosidad salvaje que distingue nuestros tiempos por su sed de interioridad y de meditación es sólo positiva. Frecuentemente transforma la oración y el culto en auto-cultura. Representa además el trampolín para subir más alto: hacia la verdad mística que no se cierra en sí misma sino que se descentra para abrirse a Dios.

6. El Islam tiene cada vez mayor presencia en Europa. Un cierto Islam con su fe, lengua, cultura, fuerzas económicas y políticas monolíticas es un interlocutor difícil, casi inaccesible. Otro Islam nos vuelve a enseñar el sentido de la trascendencia de Dios, de la oración y del ayuno, del impacto de la religión en la vida social.

7. En muchos países la Iglesia se vuelve minoritaria y carente de personal, de medios financieros, poder y prestigio. Tal vez Dios nos conduce hacia una suerte de nuevo "exilio babilónico" para que aprendamos a ser más humildes y a vivir de la doctrina de la omnipotencia de la gracia. No todo es negativo en la situación de aquellos "que están sentados a las orillas de los ríos de Babilonia". Si es verdad que tal vez en Europa está cayendo una noche espiritual, imitemos a las vírgenes sabias y permanezcamos despiertos: el Esposo está a punto de llegar. Pero vigilar no significa tener miedo y huir. Tomemos nuestras lámparas y el aceite. Cristo nos proporcionará el aceite. (el Evangelio). Bendigámoslo. Las lámparas, sin embargo, (la inculturación) son los hombres de todas las épocas que nos las presentan día tras día. Demos también las gracias a nuestra época: no todo está perdido.

[00102-04.04] [in069] [Texto original: francés]


S.E.R. Mons. Joakim HERBUT, Obispo de Skopje-Prizren (Ex-República Yugoslava de Macedonia).

Mi Diócesis de Skopje-Prizren, se encuentra en el centro de los Balcanes, es decir en la República de Macedonia y en la Región del Kosovo.

A causa de los evidentes hechos políticos, una parte de mi Diócesis que se encuentra en el Kosovo, ahora viene administrada por S. E. E. Mons. Marko Sopi. Son conocidos por vosotros los últimos conflictos sanguinosos en el Kosovo, con sus repercusiones en los demás países limítrofes. Os agradezco a todos por vuestra generosa ayuda moral y material.

Sin embargo, hoy os debo hablar de la parte de mi Diócesis que se encuentra directamente bajo mi jurisdicción, es decir, en la República de Macedonia.

Toda la República de Macedonia tiene cerca de 2 millones de habitantes, que son en gran parte ortodoxos, viniendo después los musulmanes. Los católicos de rito latín y de rito bizantino-eslavo son pocos, cerca de 12 mil fieles.

Después de la triste división de la Iglesia en 1054 y, luego, durante una larga ocupación turca, y ulteriormente bajo el régimen comunista, la situación de los cristianos y especialmente de los católicos es muy difícil. Desgraciadamente también las relaciones mutuas entre los cristianos no están bien.

Pero en estos últimos años, el clima político y religiosos ha cambiado gradualmente para mejor, gracias a las relaciones diplomáticas establecidas entre la Santa Sede y el Gobierno de Macedonia, y también gracias al recíproco acercamiento entre la Iglesia Católica y la Iglesia Ortodoxa de Macedonia, que se ha comenzado a un peregrinaje nacional macedonio, que se realiza cada año a la tumba de San Cirilo en la Basílica de San Clemente en Roma, el que incluye, también, encuentros con los altos Representantes de la Iglesia Católica. Estos encuentros y coloquios, así como los que se hacen entre católicos y ortodoxos en Macedonia, no son oficiales, ni tiene pretensión alguna, aparte de nuestra conciencia que con nosotros se encuentra Jesucristo. No va todo como nosotros quisieramos, pero esperamos que, guiados por el Espíritu Santo, una vez nos encontraremos unidos plenamente en Cristo, de acuerdo a Su voluntad.

Uno de los resultados visibles de nuestras relaciones con nuestros hermanos ortodoxos también es la construcción de una iglesia católica en la ciudad de Ohrid, que se dedicará a los tres Santos Patronos de Europa, es decir, San Benito, San Cirilo y San Metodio, con nuestra gran deseo que esta iglesia sea un pequeño puente entre Oriente y Occidente, entre la espiritualidad occidental y la oriental.

[00086-04.04] [ino70] [Texto original: italiano]


S.E.R. Mons. Seán B. BRADY, Arzobispo de Armagh.

La promoción de la Unidad Cristiana es una parte esencial de la vida y del trabajo de la Iglesia. Es importante recordar esto al final de este milenio marcado por las divisiones, y al final de un siglo que ha visto el surgimiento de una esperanza que cure estas divisiones.

Es apropiado que este Sínodo, que dedica tanto tiempo a la predicación efectiva de la Buena Nueva de Jesucristo, considere también como uno de los mayores obstáculos a esa predicación, la escandalosa división entre sus seguidores.

Para que el ecumenismo impregne todo lo que la Iglesia es y hace, se debe dar una atención adecuada a los programas de formación.

La principal preocupación para el Tercer Milenio debe ser llegar a toda la humanidad. Trabajar para conseguir la unidad visible de la Iglesia debería ser parte de este objetivo. El encuentro de Asís y la asamblea de Graz han sido gestos y piedras proféticas importantes, llenas de esperanza en el camino hacia una humanidad compartida con devoción.

La firma del Acuerdo de Belfast, el Viernes Santo de 1998, dio la esperanza a la gente de buena voluntad en todas partes. Ahora, la esperanza futura es que, pese a las dificultades que obstruyen la puesta en funcionamiento de ese acuerdo, se establezca una sociedad construida sobre la ayuda mutua, la igualdad y el respeto.

Una mayor cooperación con las otras Iglesias es un requisito urgente de todos los que deseamos ser fieles a la voluntad de Jesucristo. Durante los años del conflicto, las Iglesias de Irlanda han trabajado juntas pese a los muchos obstáculos. Han hecho tanto desde su propia convicción, que si no pueden construir una comunidad entre ellas, no podrán construir una comunidad con el Dios Trino y Uno.

[00087-04.o6] [IN071] [Texto original: inglés]


Rev. P. Peter Hans KOLVENBACH, S.I., Prepósito General de la Compañía de Jesús.

Esta intervención se refiere al n° 60 del Instrumentum laboris.

Además del buen diálogo de los teólogos, el ecumenismo debe tomar en consideración el clima religioso en Europa, impregnado de ateísmo y de inspiración filo-religiosa, cuyos efectos se advierten tanto al interior como al exterior de las iglesias.

Los cristianos deben interesarse en la unificación europea, ya que podrá ayudarles a dejar de lado sus divisiones que, en parte derivan de razones políticas. Sin embargo, el modo en el que Europa se unifica, requiere, mas bien, de una coexistencia pacífica por parte de las iglesias, indispensable para su credibilidad, para no reducir el ecumenismo a la mera realización humana de una buena armonía. Por lo tanto, ¿cómo invocar una unión que las mismas Iglesias no realizan entre ellas?

El ecumenismo debe considerar los siguientes factores:

- la confrontación no más entre las iglesias, sino entre los cristianos y los no - cristianos, los creyentes y los no - creyentes;

- no se comprenden más, en la base, las razones dogmáticas de la desunión,

- el ecumenismo no aparece como prioritario: a pesar de la unificación, los particularismos locales persisten y refuerzan los de las iglesias,

- mientras que Europa va hacia la unidad que planifica, no se ve adónde va el ecumenismo, ni cuales serán sus límites en el futuro,

- "Para que todos seamos uno" es esta oración del Señor la que debe fundar el ecumenismo y hacer ver la desunión como un escándalo.

- Al diálogo indispensable de los especialistas, se necesita agregar los esfuerzos concretos en este sentido: reencuentros, hermanamiento de parroquias, hospitalidad eclesial, intercambios universitarios, movilización de los constructores de la Europa política y social, reencuentros de la vida consagrada con la tradición de los monasterios y las nuevas comunidades, compartir las oraciones y la Palabra del Señor entre las Iglesias.

El progreso del ecumenismo todavía requiere paciencia y sufrimiento, pero es una gracia que el Señor nos donará cuando Él quiera y decida.

[00088-04.03] [ino72] [Texto original: francés]


S.E.R. Mons. Virgil BERCEA, Obispo de Oradea Mare de los Rumanos.

-El "sueño" del Santo Padre durante la visita a Rumania; desafío para los jóvenes.

-El Señor Jesús y los jóvenes rumanos y de Europa, buenas esperanzas para el tercer milenio.

-Laicos jóvenes y no tan jóvenes en la Iglesia.

-Los jóvenes que ofrecen su vida al Señor - vocaciones.

-Obispos y sacerdotes; religiosos y religiosas; monjes y monjas. Modelos para los jóvenes.

[00089-04.04] [in073] [Texto original: italiano]


S.E.R. Mons. Wilhelm Emil EGGER, O.F.M. Cap., Obispo de Bolzano-Bressanone.

Me detengo, a nombre personal, sobre el Instrumentum laboris, nos. 85-86-87. Como obispo de una diócesis trilingüe en el corazón de Europa (Bolzano-Bressanone, Italia del Norte, donde se hablan los idiomas alemán, italiano y ladino), y como obispo comprometido en el apostolado bíblico, es casi natural que quiera referirme a los dos grandes temas: "El diálogo con las minorías nacionales católicas en la diócesis" y "La Palabra de Dios, como fuente de inspiración para la construcción de la Nueva Europa".

1. El diálogo con las minorías nacionales católicas en las diócesis.

En el instrumento de trabajo, nos. 85 y 86, se presta atención al problema de las minorías nacionales, étnicas y lingüísticas.

Las diócesis que tienen en su interior minorías católicas tienen una específica vocación respecto a éstas. Son llamadas a aceptar una diferencias justificadas y a construir la unidad, acentuando lo que une.

Esta atención a las particularidades y a la universalidad, este con respeto a la identidad y la particularidad de las minorías nacionales y esta voluntad de diálogo, deben expresarse también en las estructuras eclesiales de una diócesis que es bilingüe o plurilingüe. Por este motivo, se necesitan estructuras para salvaguardar la identidad de los grupos y las estructuras de diálogo.

a. Entre las estructuras que favorecen la identidad de los grupos lingüísticos hay que considerar: el uso de la lengua nativa (la "lengua del corazón") en las celebraciones litúrgicas; el derecho de la persona a usar, también en ámbito eclesiástico, su lengua madre; la elaboración de libros de oración y de formación en las respectivas lenguas.

b. Entre las estructuras que favorecen el diálogo y la colaboración entre los grupos se pueden indicar los siguientes: una cierta representación de los diversos grupos étnico-lingüísticos en los organismos de participación y en las curias diocesanas; reencontrarse unidos en las grandes celebraciones de la diócesis en las que se usan diversos idiomas; la colaboración en los diversos organismos de la diócesis (como Caritas, etc.); formación en los seminarios al conocimiento de los idiomas y las culturas de las minorías.

Muchas iglesias locales tienen una larguísima tradición en saber acercar las personas en el respeto de los propios idiomas y culturas. En la era de la globalización es lo que también se espera la gente de la iglesia: dar casa y seguridad, respeto y diálogo.

2. La palabra de Dios como fuente de inspiración para la construcción de la nueva Europa.

Como segundo argumento, querría presentar la Palabra de Dios, fuente de inspiración para la nueva Europa. Hace falta, tal como dice el Instumentum laboris, "releer las páginas de las Escrituras y hallar en ellas signos, hechos y palabras que son «figura» de Cristo y de su presencia .... para renovar la esperanza" (cfr. n. 27).

La Biblia puede dar un suplemento de alma a Europa, ayudando a descubrir aquellos valores particularmente necesarios en este momento para Europa. Frente a las divisiones, al nacionalismo, a los graves conflictos, la Palabra de Dios invita a la reconciliación. En un mundo cada vez más destrozado, la Palabra de Dios crea comunidad y ayuda a superar los límites religiosos, sociales y de cualquier otro tipo. En una época de cambio cultural y de gran inseguridad, la Palabra de Dios da respuestas a las preguntas de significado más profundo.

De esta convicción nace el compromiso pastoral para la Palabra de Dios, fuente de inspiración para la construcción de la Nueva Europa.

A nivel europeo, me parecen importantes dos aspectos:

- a nivel formativo y cultural, hay que favorecer el conocimiento de la Biblia como Palabra de Dios a la humanidad, pero también como "gran código" específico para la cultura europea;

- a nivel ecuménico, la Biblia, cuya interpretación ha sido motivo de muchas divisiones, puede convertirse (como ya decía a inicios de siglo el famoso exegeta protestante Juelicher) en la mejor ayuda para la reconciliación entre las Iglesias. Tras la caída del muro hay varios signos de trabajo común a partir de la Biblia de su difusión. Para esto, la colaboración en los diversos niveles, desde la investigación a los grupos bíblicos, es un camino para cimentar siempre una mayor unidad.

[00090-04.04] [IN074] [Texto original: italiano]


S.E.R. Mons. Adrianus Herman VAN LUYN, S.D.B., Obispo de Rotterdam.

El IL (n° 74) subraya la responsabilidad de Europa y de las Iglesias hacia los pueblos necesitados y la urgencia de un examen de conciencia "por parte de las Iglesias más ricas".

He podido realizar dos viajes durante este año: a Timor Este y a la ex Unión Soviética. Me ha impresionado fuertemente el abismo existente entre el bienestar material de Europa occidental y la miseria de tanta gente en el Este y en el Sur del mundo. La fractura entre países ricos y pobres se está extendiendo y profundizando cada vez más porque en Occidente tenemos infinitamente mayores posibilidades no sólo para la satisfacción de las necesidades primarias, sino también para aplacar los deseos, cada vez mercantilizados y sofisticados. En este sínodo propongo hacer un llamado incisivo en el documento final a realizar una reducción sustancial en el primer mundo del consumo, del uso egoísta de los bienes de la tierra. Es preciso subrayar urgentemente la virtud cardinal de la templanza.

La lógica del consumo, cuando invade toda la vida del individuo, lo sofoca en su desarrollo plenamente humano, porque lo bloquea en lo concerniente a sus relaciones esenciales para su crecimiento: con Dios, Creador y Redentor y con los otros, hijos e hijas del mismo Padre. La virtud de la templanza es una condición indispensable para poder realizar lo único necesario: el amor a Dios con todo el corazón y al prójimo como a sí mismo. Sin sobriedad no podemos desarrollar una vida espiritual y solidaria auténtica.

Concretizaría este llamado a la templanza con dos compromisos:

1º es preciso por parte de nuestras iglesias locales, de las conferencias episcopales, del CCEE y de la COMECE, dar una contribución crítica y calificada al debate público, denunciando las estructuras económicas que producen desigualdades, e invitando tanto a los responsables como a las poblaciones a hacer algunos sacrificios significativos, en base a la solidaridad con los excluidos en el proprio país, con las otras naciones de nuestro continente, con los otros continentes del mundo y con las generaciones futuras.

Argumentos concretos a tratarse son, entre otros, los siguientes: la participación de todos en la vida social, política y cultural; el reconocimiento de los derechos de los inmigrantes, prófugos, minorías; las normas ecológicas que garantizan la duración de los bienes de la tierra, la protesta contra una economía que ocupa veinticuatro horas al día y siete días a la semana, en desmedro de la vida social; la defensa del derecho a la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural; en el uso de los medios de comunicación social no privilegiar los resultados del "índice de audiencia" por sobre el testimonio de la verdad y de la justicia; evitar el dualismo en Europa, no imponer el diktat de Occidente frente al resto de Europa; excluir el eurocentrismo, es decir la "fortaleza Europa" del bienestar; la condonación de la deuda internacional, particularmente para los países más débiles; el debate con los entes multinacionales acerca de códigos de conducta ética.

2º Reglamentar un "scrutinium sobrietatis" en todos los niveles de la iglesia. No podemos ser creíbles si nosotros mismos no nos empeñamos continuamente en un examen de conciencia sincero respecto de la vivienda, los medios de transporte, las necesidades de la mesa, el tiempo libre, las vacaciones, etc. El gran diácono de Occidente, San Lorenzo, nos recuerda que los pobres son los verdaderos tesoros de la Iglesia. Espero que su ejemplo de mártir nos inspire para darnos un testimonio auténticamente evangélico, para reconocer al Señor, como los discípulos de Emaús, en la persona del extranjero en nuestro camino e invitarlo a nuestra casa y compartir con él o ella el pan. La templanza no es sólo una condición para la solidaridad, sino que puede y debe convertirse en el aporte creíble y convincente para la nueva evangelización.

[00091-04.04] [in075] [Texto original: italiano]


Rev. P. Czeslaw PARZYSZEK, S.A.C., Superior Provincial en Polonia de la Sociedad de Apostolado Católico.

En relación a los números 33, 34, 45-50 y 73-74 del Instrumentum laboris, se debe subrayar con más fuerza la necesidad de una cultura de comunión eclesial y, también, la participación de la comunidad de vida consagrada en la edificación y restablecimiento de los fundamentos de la comunidad eclesial. Respecto a esto desearía evidenciar tres puntos:

1. Edificar la cultura de comunión eclesial. La Iglesia como "communio" es, sobre todo, el sacramento de unión con Dios y un lugar de unidad de todos los creyentes en Cristo. La cuestión urgente y el verdadero desafío para vivir la comunión eclesial consiste en recobrar los valores espirituales que podrían dar, verdaderamente, vida cristiana a todas las expresiones de comunión eclesial.

Para responder a este desafío, se debe edificar, construir y promover la cultura de la comunión eclesial. Ésta se expresa, sobre todo, en la dimensión espiritual de la vida social de la Iglesia.

La cultura de la comunión así vivida, puede convertirse en un modo de vida tangible e influir sobre las estructuras de la vida común en la sociedad civil. Esto es evidente, de modo particular, en la perspectiva de la construcción de una Europa única y unida.

2. Función de las comunidades de vida consagrada. Reflexionando hoy sobre los problemas de la vida eclesial y sobre las perspectivas de la Iglesia en el futuro, no debemos olvidarnos la gran contribución de las comunidades de vida consagrada en la edificación de Europa.

Se pueden indicar nuevos aerópagos en el compromiso de los institutos de vida consagrada hacia la edificación de la cultura de la comunión eclesial: la formación de los fieles laicos en las casas de retiro, los santuarios, el apostolado de los peregrinos, el trabajo con los fieles que viven en uniones no sacramentales, las escuelas, los hospicios o el trabajo con categorías especiales (tóxico-dependientes, vagabundos, enfermos, etc.).

3. La edificación de la cultura de la comunión eclesial, según el ejemplo de la pastoral para los peregrinos. En nuestro tiempo, aumenta el número de horas para el tiempo libre puesto a disposición del individuo y se nota el desarrollo del turismo. Esto conlleva posibilidades y peligros.

3.1. Los peligros morales del tiempo libre. Se nota la tendencia al cambio de significado de la vida humana. El hombre se concentra más sobre el tiempo libre que sobre los deberes inherentes a su trabajo (el acento se traslada del homo laborens al homo ludens). Se desarrolla el llamado "ethos del placer". El hombre se expone a la "civilización del placer".

3.2. Los valores morales del tiempo libre. Son muchos los valores morales del tiempo libre. Se pueden enumerar los siguientes: a) renovación de la persona humana; b) apertura hacia el mundo; c) edificación de las relaciones interpersonales; d) reavivar la relación con Dios.

3.3. La necesidad del peregrinaje de carácter religioso. Para edificar la cultura de la comunión eclesial son necesarios los peregrinajes de carácter religioso. El peregrinaje en su totalidad está compuesto por tres etapas: a) tiempo de preparación en el lugar de salida; b) tiempo del peregrinaje: el tiempo visto como un retiro en camino; c) pastoral a los peregrinos: se forman grupos para el periodo sucesivo al peregrinaje, con la finalidad de conservar la unidad de los peregrinos y el ardor de sus corazones.

3.4. Los peregrinos ofrecen grandes posibilidades para la edificación de la cultura de comunión eclesial en cada etapa de su desarrollo. Se deben subrayar los encuentros después del peregrinaje. Los peregrinos sienten la necesidad de compartir las propias experiencias, quieren estar juntos en el mismo grupo y hacerse portadores de las experiencias vividas.

El desarrollo del turismo y, junto a él, el desarrollo de la pastoral de los peregrinos constituyen una gran posibilidad para la promoción y para la edificación de la cultura eclesial en la Europa unida. Esta es una de las formas más concretas para edificar la comunión eclesial con la participación de los Institutos de Vida Consagrada y de las Sociedades de Vida Apostólica.

[00093-04.04] [IN077] [Texto original: italiano]


S.E.R. Mons. Ivo FÜRER, Obispo de Sankt Gallen.

El desarrollo industrial y social de Europa determina también el desarrollo de los otros continentes. Por esta razón, hoy la evangelización en Europa es importante también para los otros continentes.

La fe creció a lo largo de los siglos como en un invernadero. El Obispo Fürer lo ha comparado con el ambiente cristiano del pasado. Este "invernadero" ya no existe. Hoy Dios nos llama a buscar los nuevos caminos de la fe. Encontrar nuevos caminos significa también correr riesgos y asumir las propias responsabilidades en los diversos niveles de la vida eclesial.

[00094-04.04] [in078] [Texto original: alemán]