De la Guerra
Civil a los Movimientos Especializados.
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1. UN CORTE BRUSCO EN LA EVOLUCIÓN DE LA
ACCIÓN CATÓLICA.
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"El 18 de julio de 1936 supone un corte fundamental en la evolución
de la Acción Católica Española. Se frustra la via posibilista del
catolicismo español que habian intentado, entre otros, Vidal i Barraquer
y Hererra Oria".
Aunque los dirigentes no parecen estar
implicados en la conspiración, e incluso algunos editoriales de La Flecha
(órgano oficial de la Juventud Católica) rechazan taxativamente el
recurso a la violencia, una vez iniciada la guerra muchos miembros de la
Acción Católica se decantan por uno de los bandos, reforzándose esta
alineación a causa de la persecución religiosa.
La repercusión es especialmente fuerte
sobre la Juventud de Acción Católica, que queda escindida: la de la
llamada zona nacional y la de la zona roja, quedando anulada la organización.
Pasarán varios meses hasta que la rama de Juventud vuelva a tomar cuerpo
como tal organización y se instale su cabeza en Burgos.
Los tres años de la guerra marcarán un
estilo y unas metas que imprimirán carácter en la Juventud de Acción
Católica hasta la peregrinación a Santiago de Compostela. Esta
peregrinación fue un objetivo formulado antes de julio del 36, como
peregrinación de la Hispanidad cristiana, que no se relizará hasta 1948
y significará el final de toda esta etapa de la Acción Católica.
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2. LAS BASES DE 1939.
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La adaptación de la Acción Católica a la nueva situación originada al
finalizar la guerra civil exigía ciertas modificaciones de sus Estatutos,
pues el control de la Jerarquía debía ser estricto.
He aquí algunos aspectos significativos de
las nuevas Bases, por lo que tienen de contraste con las de 1931:
- La mayor dirección jerárquica. La Junta
Suprema y Dirección Central de la Acción Católica está formada por los
Metropolitanos, presididos por el Primado. En ella hay un solo miembro
seglar, que sirve de enlace con los organismos seglares (Junta Técnica
Nacional), que es órgano propulsor de las actividades seglares de carácter
general que la Dirección Central señale e instrumento de coordinación
de las cuatro Ramas. En la Junta Central de las anteriores Bases había un
representante de cada Provincia Eclesiástica y otros tantos seglares.
- Se destaca la "diocesaneidad" y la "parroquialidad"
siempre sin detrimento de la unidad, desapareciendo otros niveles de
organización (provincial, etc.), con lo que se refuerza la
responsabilidad de cada obispo diocesano sobre la Acción Católica.
- Hay un intento de absorber en la Acción
Católica a todas las organizaciones católicas, incluso las piadosas
(contra el parecer del cardenal Roig en 1926). Tal intento no se llevó a
efecto, considerándose a las otras como "asociaciones
auxiliares".
- Hay una predilección por la acción de
masas, en detrimento de la formación, como es propio de la mentalidad
dominante.
En 1940, la Junta Técnica Nacional de Acción
Católica visita al Jefe del Estado, quien pronuncia unas palabras muy
significativas para comprender la imposibilidad que tuvo la Acción Católica
Española durante aquel período para evitar el reduccionismo de la
"misión religiosa" y la tentación de cristianizar "desde
el poder", en una palabra para zafarse del naciente "nacionalcatolicismo".
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3. ESPÍRITU QUE ANIMA A LA ACCIÓN CATÓLICA
DURANTE ESTA ETAPA.
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El espíritu que anima a la Acción Católica durante esta etapa queda
plasmado por Zacarías de Vizcarra en su conocido Curso de Acción Católica.
Muy en resumen, podría decirse que está dominado por una fuerte
subordinación a la Jerarquía, a partir de una interpretación
maximalista de la formula definitoria "participación en el
apostolado jerárquico". Subordinación que viene ejemplificada
por el espíritu de milicia (la Acción Católica forma un gran ejército).
La misión apostólica se polariza en
actividades puramente "religiosas" y "asistenciales":
llevar los subsididos a las familias de los reclusos y necesitados,
aprovechar la oportunidad para ejercer el apostolado con ellas, pero no
inmiscuirse en los asuntos internos de las prisiones, ni en los temas
sociales; ayudar en la catequesis y dar buen ejemplo, pero nada de
discursos ni conferencias. Colaborar con las tareas sacerdotales
enmarcadas en la Parroquia: catequista, instructor de aspirantes, monitor
de liturgia, caridad; pero no hay una acción ambiental estructurada y con
método específico. Ser militante de Acción Católica en esta época
supone también la pública proclamación de la pertenencia a la Iglesia.
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4. LA PEREGRINACIÓN A SANTIAGO DE
COMPOSTELA (1948).
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Por fin, la peregrinación a Santiago tiene lugar en 1948. Se había
preparado con cuidado, mediante una espiritualidad marcada por la "mística
del peregrinante", que Manuel Aparici plasmó en el lema "peregrinar
es caminar hacia el Padre". Pero más que una renovación del
espíritu que había animado a la juventud de la postguerra, fue la
culminación y clausura de una brillante etapa. El mismo Aparici lo
comprende así, cuando propone: "Hay que empezar de nuevo."
En la peregrinación a Santiago se ponen de
manifiesto tres tendencias: Una, mantener las cosas como están,
revitalizando la Acción Católica General tal como estaba planteada. Dos,
profundizar la "línea peregrinante", reeditando el ambiente que
precedió a la peregrinación a Santiago, para lo que se busca una nueva
meta en la "Ruta a Fátima", que no llegó a realizarse. Tres,
propulsar la Acción Católica Especializada. De hecho, de la peregrinación
a Santiago surgirán las normas experimentales para la especialización
obrera y universitaria, que vienen a dar respuesta al reto presentado por
Aparici: "Hay que empezar de nuevo."
En Santiago también se hacen presentes los
Cursillos de Cristiandad, como aportación específica de la J.A.C. de
Mallorca, con su peculiar sistema de formación y perseverancia, que poco
a poco se irán separando de la Acción Católica hasta constituir en el
presente una asociación autónoma.
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