SOCIEDAD
SaMun


A) Definición y fundamentación teórica.
B) Cuestión social.
C) Doctrina social cristiana.
D) Filosofía social.
E) Movimiento social cristiano.
F) Sociología.

Cf. además -> ciencias sociales y -> trabajo social.

 

A) DEFINICIÓN Y FUNDAMENTACIÓN TEÓRICA

I. El problema de la definición

Por s. se entiende — a manera de una primera definición verbal — la totalidad de las interacciones entrelazadas de alguna manera que se dan entre los individuos aislados, en cuanto esta totalidad representa una acontecer propio y peculiar. O sea, s. es la mediación — ya sea natural, ya artificial — entre muchos hombres para constituir una unidad de relación. En cuanto unidad de relación de hombres, libres, que disponen de sí mismos y sobre las que sólo se puede disponer de manera que ellos a su vez dispongan — con responsabilidad — de esa disposición, la estructura funcional de la s. no se puede pensar de antemano de acuerdo con la imagen de una integración mecánica u orgánica de muchos en un conjunto funcional, sino que en principio sólo puede pensarse de manera que la mediación objetiva se dé siempre como sabida y así con un comportamiento consciente respecto de ella por parte de los individuos, o sea, de manera que los miembros de la s. se refieren primariamente a su interacción y, sólo a través de ella, se relacionan entre sí. Así la s. en cuanto humana es la mediación originaria entre el individuo y su cuasi-natural estar mediado con el otro en orden a una unidad de relación, y constituye a ambos como sus momentos igualmente originarios.

Esta esencial duplicidad de la mediación implica la imposibilidad de una definición de s. cuyo contenido sea atemporal. Pues en tanto esa definición representa la tentativa de una definición refleja de la relación entre el individuo y su referencia interpersonal, o sea, en tanto representa una mediación teórica entre el mediado y su estar mediado, y con ello la conciencia de todo el proceso social mismo; es ya siempre un momento de lo que ella trata de definir. En cuanto tal repercute en lo definido modificándolo y, por ciento, en cuanto esto, el estar mediado, en la s. personal sólo acontece como momento mediado conscientemente del proceso general. En este sentido entra también en el sustrato objetivo del proceso social mismo y, por eso, requiere constantemente una apropiación nueva, si en su simple forma no ha de contradecir a la «esencia» de la s. como mediación de lo mediado. Si esta definición formal de la s. se toma en serio a sí misma como una magnitud tan esencialmente histórica que integra en su acontecer incluso todas las tentativas de definición enfrentadas con ella, y así las hace históricas, momentáneas; entonces ella misma debe concebirse como momento de un determinado proceso total de la s., el cual ha de entenderse como esencialmente constituido por la historia de su propia interpretación.

II. La fundamentación teórica de la sociedad moderna

En la antigüedad y en la edad media el hombre fue tomado más o menos como dson politikón y la reflexión de la filosofía social se centró esencialmente en el tema de la s. mejor: de la dirección óptima de la polis como ámbito vital del ciudadano que encuentra su libertad en esta situación pública; del firme orden jurídico como garantía de la pax romana extendida por todo el mundo; del recto orden en la articulación jerárquica de la cristiandad. En principio la sociedad como tal, es decir, entendida como concepto contrapuesto al «individuo» en conciencia inmediata de sí mismo como ser autónomo, sólo pudo hacerse problemática cuando la burguesía, en virtud de su origen en el -> renacimiento, se entendió a sí misma como unión de individuos autónomos para un fin, y así, no hallando su patria en la cuasi-ley natural del orden medieval, encontró la inteligencia adecuada de sí misma en la pretensión de la filosofía moderna posterior a Descartes, la cual quiere derivar el mundo en conjunto de las «ideas» constitutivas del ego cogitans, seguro de sí mismo previamente a toda realidad mundana y, por tanto, responsable del inicio del pensar, no concediendo validez a otro mundo que al hecho comprensible de este modo. Por primera vez ese punto de partida planteó tanto teórica como prácticamente la tarea de no aceptar ya sin más el hecho de la s. como algo previamente dado, sino de explicarlo en su sentido original, reconstruyéndolo a partir del sujeto pensante, e introdujo así la exigencia de una consciente mediación de la s. en general consigo misma.

En la filosofía (p. ej., en Leibniz) esta problemática nueva se reflejó en el esfuerzo por pensar conjuntamente la universalidad de la conciencia de sí mismo, por primera vez intuida plenamente, la cual no puede reconocer ningún «fuera» de su propia certeza y del mundo que se abre en ella por un lado, y la pluralidad de «yos sin ventanas», por otra. Inmediatamente eso se hizo tema explícito en las teorías del -> liberalismo primitivo sobre el «contrato social» (en Hobbes y Rousseau de manera muy diferente), las cuales explicaban la constitución de la s. por medio de interacciones personales según el modelo de un acuerdo contractual. En consonancia con ello, a las instituciones sociales, y sobre todo al Estado, se les exigía solamente (así en una exposición detallada Montesquieu) la mediación entre los individuos y su integración en un todo social en el sentido de un contrato. La institución estatal debía regular ese contrato como una unión para un fin racional fundada en la libertad.

Con este punto de partida fundamentalmente nuevo la s. tradicional quedaba superada no sólo en el plano teórico, sino también en el práctico, por cuanto la s. no es un material neutral, sino una correspondencia correlativa a su teoría, que es un momento de la práctica. La revolución del sentido de mediación social condujo consecuentemente en los movimientos liberales de Inglaterra y América, así como en la revolución francesa, a un trastorno profundo de las instituciones sociales, en el que la burguesía se creó intencionadamente su propio orden social. Pero con esto no sólo se habían transformado las relaciones de poder, sino también en gran parte el sentido y con ello — por cuanto la s. está mediada esencialmente por el sentido — la esencia de la s. misma. Desde entonces la s. en su propia realización no se refiere ya fundamentalmente a una idea cualquiera de orden dada de antemano como intocable para ella, sino que esencialmente existe de tal manera que somete metódicamente a reflexión su propio sentido como s., esclarece con ello su propio funcionamiento y así, como esclarecido, lo realiza institucionalmente. La s. sólo se da en cuanto se somete a sí misma a reflexión y se transmite autónomamente su propio «carácter social». Esto significa, por otra parte, que las reflexiones fundamentales sobre el sentido de la s. son ipso facto un momento en la mediación de la sociedad moderna consigo misma.

Tal mediación de la s. consigo misma significa ante todo en el terreno práctico una transformación fundamental en el funcionamiento de todos los portadores de cualquier autoridad. Allí donde llega a entenderse a sí misma, la s. burguesa, y en su seguimiento la s. moderna en general en principio no reconoce una autoridad que esté frente a ella, que se legitime por sí misma, sino que toma todo poder a servicio de su propio funcionamiento. En este sentido reduce sobre todo el poder del Estado a un epifenómeno suyo, por cuanto éste ya de antemano no puede tener otro sentido que el de una administración eficaz, y por cuanto los poderes de ese aparato se deben legitimar siempre a partir del dinamismo social mismo, por medio de la formación democrática de la opinión. Esta función de servicio ha conservado la organización pública y jurídica incluso allí donde trata de apoderarse de todas las esferas de la vida social; y puede decirse que precisamente aquí, por el hecho de que todas las instituciones, entendidas sólo como expresión y con ello como garantía del equilibrio entre el individuo y su carácter previamente dado de momento social se encuentran al servicio de una mediación social total, que se apropia constantemente la acción mediadora de tales instituciones y con ello sólo puede tener esferas de inmediatez no social como aseguradas institucionalmente, es decir, como mediadas socialmente. Una vez que, entre tanto, el sentido de todas las esferas de la vida pública (orden jurídico, derecho penal asistencia social, educación, e incluso la ciencia, etc.) se han transformado — o se transforman — en esa dirección, en la s. todavía burguesa de occidente tan sólo el principio capitalista del beneficio privado como motor de la vida económica se resiste aún a su integración en un proceso moderno de la s. (institucionalizado por completo). Eso se debe a que aquí, por una tradición procedente del deísmo de la primitiva economía nacional, que creía poder confiar en una armonía preestablecida de intereses individuales, queda un elemento de inmediatez personal, a saber: la posesión privada de objetos de mediación social, cuyo contexto como función social deja de verse, con lo cual se ignora también su integración no sólo arbitraria, sino por principio y en forma institucionalmente refleja, en la mediación total de la s. consigo misma. Eso es una inconsecuencia «burguesa» que acarrea irracionalismos tan fatales corno la ingenuidad de la confianza comunista en un Estado que permanece sin mediación con el individuo.

El principio de la s. moderna implica — además de la mediación por sí misma de su propio funcionamiento mediante instituciones sobre base democrática — la consecuencia de que ella ha de hacerse transparente para sí misma en la reflexión científica. Así no es casual que con la s. burguesa naciera la sociología (cf. luego en F), la cual es un momento integral de la s. moderna en general. La sociología actual se entiende a sí misma, por una parte, como investigación empírica y, por otra, en cuanto todo empirismo presupone implícita o explícitamente un objeto formal, como ciencia apriorista de categorías. Como tal la sociología — nombre que insinúa un gran denominador común — define la s. como un sistema interdependiente de interacciones que se conserva a sí mismo, y partiendo de aquí determina como realizaciones fundamentales constitutivas de toda s. empírica: primeramente la conservación biológica de la especie por medio de la división de trabajo; en segundo lugar la «-> cultura», la dimensión personal de la interacción, la cual presupone como condición de su posibilidad una conciencia común (por lo menos formal) de valores como medio de encuentro de intenciones conscientes. La sociología investiga estas formas fundamentales de la acción social, como modos básicos formales de realización de la s., de cara al grado y manera de su diferenciación, a la interdependencia de los procesos particulares así diferenciados y a su expresión en instituciones, así como de cara a la integración «cultural» de la s. en una inteligencia común de sí misma. De este modo la s. aparece como un juego de roles, en el que las necesidades y expectativas sociales presentan un amplio sistema de funciones, cuyos ejecutores, los individuos, sólo socialmente adquieren sentido pleno y se hacen comprensibles.

Las -> ciencias sociales permanecen en un estado de cierta ingenuidad mientras se consideran a sí mismas como mera teoría — con cierta posibilidad de aplicación posterior — y no se entienden desde su punto de partida como un momento de la propia realización de la s. moderna. Si se conciben como tales, según lo hace la tradición marxista de la crítica de la s. entonces todas sus teorías sociales tienen decisivamente el cometido de descubrir críticamente las inmediateces subjetivas o colectivas que se resisten a la total autoapropiación de la s., y que bloquean el proceso social como mediación de la mediación y así enajenan de sí mismo al dinamismo social. Especialmente ha de desenmascararse como recurso ideológico la apelación de tales inmediateces a autoridades extrasociales, preparándolas así para una mediación apropiadora. En este sentido la s., como personal (que con paso históricamente irreversible ha entrado en la reflexión absoluta sobre sí misma), hoy no puede menos de ser una s. que se examina constantemente a sí misma a la luz de la crítica de la ideología. Tal s., además de la eliminación práctica de toda resistencia contra eI acontecer de la mediación y de su control científico, en interés de una mediación absoluta consigo misma exige una fundamentación en aquella ilustración sobre las condiciones primeras de la interacción entre «vos» y sobre la naturaleza de la condición social en general que para la monadología se había presentado sólo como un desideratum filosófico. Esta reflexión absoluta de la s. dio comienzo en la teoría de la interpersonalidad del «- idealismo alemán», sobre todo de Fichte y de Hegel, con la intuición de la mediación interpersonal de la inmediatez misma del propio yo, es decir, con el conocimiento de que la conciencia de sí mismo se constituye. por una parte, esencialmente como -> libertad, es decir, como pregunta responsable por el sentido y la legitimidad de la propia realidad, y así en el horizonte de un criterio absoluto de legitimidad en general, y, por otra parte, bajo el postulado de que el criterio absoluto de -> sentido sólo puede mediarse a través de una exigencia concreta e histórica a la propia capacidad de disponer por parte de otra intención personal. Con lo cual en principio el yo se constituye, formal y materialmente, como momento de un acontecer, como contingentemente concreto e histórico. La tensión dialéctica en la interpersonalidad fáctica entre el carácter absoluto de la exigencia de sentido que ahí se abre formalmente, por un lado, y la contingencia y deficiencia material de la concreta experiencia sensible (juntamente con la apertura del yo y del mundo que aquí se funda), por otro, la tensión que es el significado auténtico de la dialéctica constitutiva de la s. entre el individuo y su carácter mediado, descubre ambos polos como momentos derivados con igual originalidad del acontecer primigenio de la mediación misma.

Así la s., como constituida por la originalidad absoluta de la mediación y como realizadora de ésta, se trasciende esencialmente a sí misma (y aquí podría tener su puesto el problema de -> Iglesia y Estado) hacia la comunidad como mediación por sí mismo de la mediación interpersonal, en la que la exigencia de sentido adquiere forma material en la unidad de correspondencia de todas las libertades que se median consigo mismas y con las otras en su reciprocidad (-> amor). Esta unidad nada deja fuera del desarrollo del ser para otro. Esa societas perfecta como mediación total busca en principio como fin suyo la s. moderna en cuanto s. que por esencia es «crítica de la ideología».

BIBLIOGRAFÍA: Cf. la bibliogr. de doctrina social cristiana, -> Iglesia y Estado, -> filosofía socia], -> sociología. — Th. Hobbes, Leviathan (Lo 1651, 0 1946); Ch. Montesquieu, De l'esprit des lois (P 1748); J.J. Rousseau, Du contrat social (A. 1762); G. W. F. Hegel, Grundlinien der Philosophie des Rechts (B 1821); A. Comte, Cours de philosophie positive (P 1830-42); K. Marx, El capital, ed. de F. Engels (Nacional Méx); F. Tönnies, Gemeinschaft und Gesellschaft (L 1887, Darmstadt 1963); É. Durkheim, Les regles de la méthode sociologique (P. 1895); Th. Litt, Individuum und Gemeinschaft (L 21924); M. Weber, Wirtschaft und Gesellschaft, 2 vols. (T 1925, Kö 1964); M. Scheler, Die Wissensformen und die Gesellschaft (1926, Berna 21960); T. Parsons, The Structure of Social Action (Glencoe 1949); 0. v. Nell-Breuning, Einzelmensch und Gesellschaft (Hei 1950); T. Parsons, The Social System (Glencoe 1951); W. Ziegenfuß, Gesellschaftphilosophie (St 1954); J.-P. Sartre, Crítica de la razón dialéctica, 2 vols. (Losada B Aires); J. Höffner, Christliche Gesellschaft (Kevelaer 1962); M. Horkhei,ner - Th. W. Adorno, Sociologica II (F 1962); M. Theunissen, Der Andere (B 1965); N. Monzel, Doctrina social (Herder Ba I 1969, II 1972); J. Wössner, Sozialnatur und Sozialstruktur (B 1965); A. v. Martin, Mensch und Gesellschaft heute (F 1965); H. Marcuse, Kultur und Gesellschaft 1-IÍ (F 1965); Th. W. Adorno: Evangelisches Staatslexikon (St - B 1966) 636-643; E. Topitsch, Sozialphilosophie zwischen Ideologie und Wissenschaft (Neuwied - B 21966); J. Habermas, Zur Logik der Sozialwissenschaften: PhR 17 (1967) 5; J. Iturrioz, Persona y sociedad, en Pens 3 (1947) 445-458; J. Marías, La estructura social. Teoría y Método (Ma 1965).

Konrad Hecker