XII JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD
CON S.S. JUAN PABLO II EN PARÍS

(19 al 24 de Agosto 1997)

 

CATEQUESIS DEL ENCUENTRO

1. Buscando el rostro del Señor

"Muy queridos jóvenes, como los primeros discípulos, ¡seguid a Jesús! No tengáis miedo de acercaros a Él, de cruzar el umbral de su casa, de hablar con Él cara a cara, como se está con un amigo (cfr. Ex 33,11). No tengáis miedo de la "vida nueva" que Él os ofrece: Él mismo, con la ayuda de su gracia y el don de su Espíritu, os da la posibilidad de acogerla y ponerla en práctica" (Mensaje del Papa para la XII JMJ, 3). Texto bíblico de referencia: Mc 10, 17-22 "Maestro bueno, ¿qué he de hacer para tener la vida eterna?"

2. Jesús vive en su Palabra (lectio divina)

"En vuestros grupos, queridos jóvenes, multiplicad las ocasiones de escucha y de estudio de la Palabra del Señor, sobre todo mediante la lectio divina: descubriréis en ella los secretos del Corazón de Dios y sacaréis fruto para el discernimiento de las situaciones y la transformación de la realidad. Guiados por la Sagrada Escritura, podréis reconocer en vuestras jornadas la presencia del Señor, y entonces el "desierto" podrá convertirse en "jardín", donde la criatura podrá hablar familiarmente con su Creador: "Cuando leo la Sagrada Escritura, Dios vuelve a pasear en el Paraíso terrenal" (S. Ambrosio, Epístola, 49,3)" (Mensaje del Papa para la XII JMJ, 6). Texto bíblico de referencia: Jn 1, 35-45 "Maestro, ¿dónde vives? Venid y veréis."

3. Jesús vive en la Eucaristía

"Jesús vive entre nosotros en la Eucaristía, en la cual se realiza de modo total su presencia real y su contemporaneidad con la historia de la humanidad. Entre las incertidumbres y distracciones de la vida cotidiana, imitad a los discípulos en camino hacia Emaús y, como ellos, decidle al Resucitado que se revela en el gesto de partir el pan: "Quédate con nosotros, porque atardece y el día ya ha declinado" (Lc 24,29). Invocad a Jesús, para que en los caminos de los tantos Emaús de nuestro tiempo, siempre permanezca con vosotros. Que Él sea vuestra fuerza, vuestro punto de referencia, vuestra perenne esperanza. Que nunca os falte, queridos jóvenes, el Pan Eucarístico en las mesas de vuestra existencia. ¡De este pan podréis sacar fuerza para dar testimonio de vuestra fe!" (Mensaje del Papa para la XII JMJ, 7).

Texto bíblico de referencia: Jn 6, 48-58 "Si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros."

DISCURSOS

- Los jóvenes del mundo entero vienen a reafirmar su voluntad de construir un mundo más acogedor. Con el señor Jacques Chirac, presidente de la república francesa, el 21 de Agosto de 1997.

- Cristo es nuestra alegría. Durante el encuentro con los jóvenes en el campo de Marte el 21 de Agosto de 1997

HOMILÍAS

- Un hombre que creyó en el amor. Durante la misa de beatificación del siervo de Dios Federico Ozanam el 22 de Agosto de 1997.

- Un nuevo Pentecostés. Pronunciada a los delegados del Foro Internacional el 23 de Agosto.

- El bautismo convierte nuestra existencia en una historia de amor con Dios. Durante la vigilia celebrada en el hipódromo de Longchamp el 23 de Agosto de 1997.

- Sed testigos de Cristo. Durante la misa celebrada en el hipódromo de Longchamp el 24 de Agosto de 1997.

OTROS DISCURSOS Y MENSAJES

- La ley evangélica del amor lleva a los cristianos a transformar el mundo, como la levadura. Reflexión propuesta por el Santo Padre a los jóvenes participantes en la Jornada.

- El día mundial de las misiones proclamaré a santa Teresa de Lisieux doctora de la Iglesia . Meditación mariana a la hora del Ángelus en el hipódromo de Longchamp de París el 24 de Agosto de 1997.

- Saludos del Santo Padre a los jóvenes de los diversos países

- La celebración de la XII Jornada mundial de la juventud en París. Catequesis del Santo Padre durante la audiencia general del miércoles 27 de Agosto de 1997.


 

1. Los jóvenes del mundo entero vienen a reafirmar su voluntad de construir un mundo más acogedor
(Discurso durante el encuentro con el señor Jacques Chirac, presidente de la República francesa, 21 de agosto)

Señor presidente de la República:

1. Su acogida y sus palabras me conmueven profundamente en este momento en que tengo la alegría de visitar otra vez Francia, con ocasión de la XII Jornada mundial de la juventud. Le agradezco particularmente las delicadas atenciones que me dispensa; y aprecio la presencia de numerosas personalidades, que han querido tomar parte en esta ceremonia.

Era natural que un día los jóvenes católicos, representando a sus coetáneos de más de ciento treinta países del mundo, desearan reunirse en París. Junto con ellos, le doy las gracias a usted, señor presidente, así como a las autoridades y a los servicios del Estado, por la comprensión que les habéis manifestado. Ya sea que pertenezcan a naciones europeas cercanas, o a naciones de otros continentes, todos se alegran de ser recibidos por los franceses de todas las edades y de descubrir el valor de vuestras tradiciones espirituales y culturales, cuya importancia para la historia y para la Iglesia podrán apreciar mejor, percibiendo su influencia hasta el día de hoy.

Al servicio de los hermanos

2. Al dirigirme a usted, señor presidente, en las primeras horas de mi estancia, quiero saludar cordialmente a todos los franceses, a quienes expreso mi deseo de que logren la prosperidad y sigan poniendo al servicio de sus hermanos, en su país y en todos los continentes, sus cualidades y sus ideales.

Numerosos jóvenes de todo el mundo han sido acogidos durante estos últimos días en las diferentes regiones de Francia, y ahora están reunidos en París. Quiero expresar aquí toda la gratitud de la Iglesia por la generosa hospitalidad brindada a estos visitantes en los departamentos, y ahora en Ile-de-France. Doy las gracias en particular a los parisienses y a los habitantes de Ile-de-France, quienes, sin duda a costa de algunos inconvenientes, permiten a sus huéspedes vivir estos días en las mejores condiciones posibles.

3. Me alegra reencontrarme con los fieles de Francia en una circunstancia tan excepcional. Recuerdo con gusto la calurosa acogida que me han reservado en numerosas ocasiones y, de modo particular, en septiembre del año pasado. Junto con la Jornada mundial, dos acontecimientos caracterizan particularmente este año para los católicos franceses: pienso, ante todo, en el centenario de la muerte de santa Teresa de Lisieux, gran figura espiritual, conocida y amada en el mundo entero, que con razón ha sido celebrada por los jóvenes de todos los pueblos; por otra parte, mañana tendré la alegría de proclamar beato a Federico Ozanam, apóstol de una caridad respetuosa del hombre, que analizó con gran clarividencia los problemas sociales. Estas dos personalidades diferentes son, entre muchas otras, testigos de la aportación fecunda de los católicos de Francia a la Iglesia universal.

Un mundo más acogedor

4. Pero mi viaje a París marca una nueva etapa en una especie de vasto itinerario recorrido junto con los jóvenes a través del mundo, desde hace ya doce años, para un intercambio siempre nuevo con ellos. Vienen para reafirmar juntos su voluntad de construir un mundo más acogedor y un futuro más pacífico. Muchos de ellos, en su región y en sus naciones, experimentan los sufrimientos que causan los conflictos fratricidas y el desprecio del ser humano; con demasiada frecuencia afrontan la precariedad del empleo y una pobreza extrema; su generación busca con dificultad no sólo los medios materiales indispensables, sino también razones de vida y objetivos que motiven su generosidad. Se dan cuenta de que sólo serán felices si se integran bien en una sociedad donde se respete la dignidad humana y la fraternidad sea real. Tienen aquí una ocasión privilegiada para poner en común sus aspiraciones e intercambiar recíprocamente las riquezas de sus culturas y experiencias.

Su búsqueda tiene como impulso íntimo un interrogante de orden espiritual, que los ha llevado a tomar su bastón de peregrino, siguiendo el ejemplo de sus antepasados, que atravesaban los continentes como constructores de paz, hermanos de los hombres y buscadores de Dios.

5. Señor presidente, señoras y señores, gracias por haber comprendido la importancia de esta gran asamblea de la esperanza en vuestra insigne capital. Estoy convencido de que los esfuerzos realizados para recibir a estos huéspedes tan diferentes producirán frutos duraderos tanto para vuestros huéspedes como para vuestros compatriotas. Al expresarle de nuevo mi gratitud personal, invoco de todo corazón sobre usted y sobre todo el pueblo francés los beneficios de las bendiciones divinas.


2. Discurso durante el encuentro con los jóvenes en el campo de Marte, Jueves 21 de agosto

Jóvenes del mundo entero:

El obispo de Roma os saluda y os expresa su confianza y alegría de encontrarse con vosotros. Habéis venido de diferentes países y de todos los continentes. Representáis no solo a la juventud francesa y europea, sino también a la de América del Norte, de América del Centro y del Sur, así como de los archipiélagos y las islas del océano Índico; a la juventud de Asia, de Australia, del extremo Oriente y de todos los mares que rodean el continente asiático; a la juventud del Pacifico. ¡Se trata de una jornada de la juventud realmente mundial! Vosotros sois la esperanza del mundo. Aspiráis a una vida cada vez más hermosa, fundada en los valores morales y espirituales que hacen libres y que dirigen nuestros pasos hacia la eternidad.

ContinuaIs la historia de la Jornada mundial de la juventud. Vale la pensa recordarla. Por primera vez, se celebró en Roma en 1984. La siguiente tuvo lugar en Buenos Aires (1987). Después nos encontramos en Santiago de Compostela, en España (1989), y en 1991, en Polonia, en Czestochowa. Una jornada ésa verdaderamente particular, pues por vez primera participaron jóvenes de la ex Unión Soviética: rusos, ucranios, bielorrusos, lituanos, letones, estones, representantes de Kazajstán y de otras repúblicas de Asia central y cristianos del Cáucaso. La dimensión mundial de la Jornada de la juventud adquirió entonces una nueva amplitud. En 1993 nos volvimos a encontrar en Denver (Estados Unidos) y, después en Manila (Filipina) en 1995, con la más grande participación, favorecida por la cercanía de las grandes metrópolis. El encuentro actual tiene lugar en París; conviene conservar el nivel de acogida de este encuentro. Dirijo mi más cordial agradecimiento al cardenal Jean-Marie Lustiges, a monseñor Michel Dubost y a los organizadores de este encuentro; en especial a los jóvenes de las diferentes diócesis francesas que han preparado la venida de sus compañeros. Agradezco asimismo mons. Louis-Marie Billé, presidente de la Conferencia episcopal de Francia, su acogida, y a los obispos franceses la hospitalidad que sus diócesis han dispensado a sus huéspedes del mundo entero.

Dirijo un deferente salido a las personalidades que representan a las otras Iglesias cristianas y comunidades eclesiales, así como a las que representan a las comunidades judías y musulmanas; les agradezco cordialmente que hayan querido unirse a esta reunión festiva de la juventud católica.

Gracias, también a los jóvenes presentantes filipino y francés que os invitan a formar la gran cadena de la fe, de la solidaridad, de la amistad y de la paz entre los países del mundo entero.

Sois los continuadores de aquellos jóvenes que, llevando ramos de olivo, iban delante de Cristo, que nos une en una gozoso intercambio y en una fuerte solidaridad, caminando juntos hacia la felicidad que nos ofrece. Habéis elegido el arco iris como signo de vuestra diversidad de origen y cultura; con él expresáis vuestra acción de gracias por las alianza de Dios con la creación hasta la alianza definitiva, sellada con la sangre del Salvador.

Saludos a los jóvenes en diversas lenguas

Después de acoger a los representantes de los diferentes países, dirijo un cordial saludo a la delegaciones de los movimientos, asociaciones y comunidades internacionales.

Inglés

Un saludo especial a los jóvenes de lengua inglesa de todo el mundo. El Papa se alegra de encontrarse con vosotros, que habéis venido en tan gran número a París, para la Jornada mundial de la juventud.

Cristo nos ha reunido. Este es el tema de nuestras reflexiones durante estos días; él está en el centro de nuestra oración; es la fuente del vínculo espiritual que nos une en su Iglesia, un vínculo que, quizá, percibimos más intensamente cuando miramos a nuestro alrededor y vemos a tantos jóvenes cuyos corazones vibran con el mensaje del evangelio de esperanza, el evangelio de la vida.

«Maestro, ¿dónde vives? Les respondió: "Venid y lo veréis" (...) Y se quedaron con él aquel día» ( Jn 1, 38-39). Este es el reto que la Jornada mundial de la juventud lanza a los jóvenes de Europa, de África, de Asia, de Oceanía y de América. Que este gran acontecimiento os ayude a conocer mejor a Jesús y amarlo más. Así seréis sus apóstoles en el mundo, en la aurora del próximo milenio. ¡Dios os bendiga a todos!

Español

Os saludo, queridos jóvenes de España y América Latina. Gracias por vuestra generosa respuesta a la invitación a venir a París. Lleváis mucho tiempo preparando esta Jornada y habéis llegado hasta aquí después de una peregrinación a veces dura y exigente, pero vivida con la alegría que os caracteriza. Abrid vuestros corazones a Cristo y compartid con los demás jóvenes del mundo el tesoro de vuestra fe y los mejores valores de vuestras culturas.

Italiano

Queridos amigos italianos, os doy una cordial bienvenidad. Habéis venido a este encuentro mundial de la juventud guiados por la pregunta: «Maestro, ¿dónde vives?». Jesús responde: «Venid y lo veréis». Acepta su invitación: él os muestra el rostro de Dios, el rostro que todo hombre busca apasionadamente a lo largo de su existencia, a veces incluso sin darse cuenta. Experimentadlo personalmente y sed sus testigos con cuantos os encontréis en vuestro camino.

Alemán

Os saludo cordialmente, queridos jóvenes de lengua alemana. Vuestra presencia muestra que queréis dar testimonio de vuestra fe en Jesucristo. Que estos días de oración y de encuentro con los jóvenes de todo el mundo sean para vosotros fuente de energía, a fin de seguir orientando vuestro camino de vida hacia Cristo.

Portugués

Queridos jóvenes de los diversos países de la lengua portuguesa, con gran alegría os doy la bienvenida. ¡Muchas gracias por estar aquí! Pido a María santísima que os obtenga el don de acoger con prontitud la invitación de Cristo a conocer su morada y permanecer siempre con él, para anunciar su evangelio-esperanza a todo el mundo.

Polaco

Saludo a mis jóvenes compatriotas, que han venido de Polonia y de otros países, con algunos sacerdotes. Os acojo cordialmente a cada uno de vosotros. Me acuerdo de los recientes encuentro que hemos tenido en nuestra tierra natal, y me alegra que podamos esta nuevamente juntos, aquí en París. En Polonia profesamos nuestra fe común en Cristo Jesús, que es «el mismo ayer, hoy y siempre» (Hb 13, 8). Hoy, como los jóvenes de todo el mundo, vamos al encuentro de Cristo para preguntarle, como Juan y Andrés: Maestro, ¿dónde vives?» (Jn 1, 38), y para escuchar, como ellos , su respuesta: «Venid y lo veréis»( Jn 1, 39). Entre estos acontecimientos existe un nexo extraordinario, pues encierran el programa esencial de la vida cristiana: encuentro, pregunta, respuesta, llamada. Durante estos días, de manera especial, pediré a Dios que, con el poder de su Espíritu, reavive constantemente en vosotros el deseo de encontraron con Cristo y que os dé la valentía de preguntarle «¿dónde vives?»; le pediré, que cuando oigáis su respuesta, no dudéis en seguirlo a donde os guíe.

Que la bendición de Dios os acompañe a vosotros y a los jóvenes de vuestra edad que no han podido venir aquí. ¡Que Dios os bendiga!

Ruso

Queridos jóvenes de lengua rusa, tenéis grandes riquezas espirituales para compartir con vuestros compañeros. Que esta Jornada mundial sea también para vosotros una invitación a acoger a Cristo y convertiros cada vez más en sus discípulos.

Rumano

Queridos amigos de Rumanía, vuestras tradiciones culturales y espirituales son muy valiosas para toda la Iglesia. El Señor os invita a reavivar la gracia de vuestro bautismo, para ser testigos de su amor en medio de vuestros hermanos.

Húngaro

Os saludo cordialmente, queridos jóvenes de Hungría. En el momento de vuestro bautismo, os habéis revestido de Cristo. Sois los testigos de la buena nueva en vuestro país.

Árabe

Queridos jóvenes, Cristo os llama a seguirlo para encontrar la felicidad y construir con vuestros hermanos una sociedad de justicia y de paz.

Tagalo

Saludo a todos los jóvenes de Filipinas, que han tenido la gracia de albergar la anterior Jornada mundial. Proseguid vuestro camino en el seguimiento del Señor, felices de ser sus discípulos y sus testigos todos los días de vuestra vida.

Suahili

Jóvenes del continente africano, os saludo cordialmente. Poned al servicio de todos vuestros hermanos vuestro dinamismo y vuestra alegría de vivir, para continuar construyendo la Iglesia-familia y hacer progresar toda la sociedad.

Chino

Queridos jóvenes de China, ¡bienvenidos! Que la oración de todos os dé la fuerza par ser discípulos de Cristo y constructores de paz.

Queridos jóvenes, Cristo es nuestra esperanza, es nuestra alegría. Durante los días siguiente, abrid vuestro corazón y vuestra mente a Cristo. Formáis para de la Iglesia que os quiere revelar el camino de la salvación y la vía de la felicidad. Os invita a dejaros guiar por el Señor y a camina con él. A lo largo de esta semana os deseo unos días de gracia y de paz.

Al final del encuentro , el Papa se despidió de los jóvenes con las siguientes palabras: Ahora sabemos por qué el ingeniero Eiffel construyó esta torre: para tener aquí, alrededor de esta torre, un gran encuentro de la juventud, la Jornada mundial, que acabamos de inaugurar y que proseguiremos mañana, pasado mañana y hasta el domingo. Una sugerencia para esta noche: dormid bien.


3. La ley evangélica del amor lleva a los cristianos a transformar el mundo, como la levadura
(Reflexión propuesta por el Santo Padre a los jóvenes participantes en la Jornada)

Queridos jóvenes:

1. Acabamos de escuchar el evangelio del lavatorio de los pies. Con este gesto de amor, la noche del Jueves santo, el Señor nos ayuda a comprender el sentido de la pasión y la resurrección. El tiempo que vamos a vivir juntos hace referencia a la Semana santa y, en particular, a los tres días que nos recuerdan el misterio de la pasión, muerte y resurrección de Cristo. Lo cual nos remite también al proceso de iniciación cristiana y del catecumenado, es decir, a la preparación de los adultos para el bautismo, que en la Iglesia primitiva tenía una importancia capital. La liturgia de la Cuaresma señala las etapas de la preparación de los catecúmenos para el bautismo, celebrado durante la Vigilia pascual. En los próximos días acompañaremos a Cristo en las últimas etapas de su vida terrena y contemplaremos los grandes aspectos del misterio pascual, para dar firmeza a la fe de nuestro bautismo; manifestemos todo nuestro amor al Señor, diciéndole, como hizo Pedro tres veces al borde del lago, después de la Resurrección: "Tú sabes que te amo" (cf. Jn 21, 4-23)

El Jueves santo, mediante la institución de la Eucaristía y del sacerdocio, así como mediante el lavatorio de los pies, Jesús mostró claramente a los Apóstoles reunidos el sentido de su pasión y de su muerte. Él les introdujo también en el misterio de la nueva Pascua y de la Resurrección. El día de su condena y de su crucifixión por amor a los hombres, entregó su vida al Padre por la salvación del mundo. La mañana de Pascua, las santas mujeres, y después Pedro y Juan, encontraron el sepulcro vacío. El Señor resucitado se apareció a María Magdalena, a los discípulos de Emaús y a los Apóstoles. La muerte no tiene la última palabra. Jesús ha salido victorioso del sepulcro. Después de haberse retirado al cenáculo, los Apóstoles recibieron el Espíritu Santo, que les dio la fuerza para ser misioneros de la buena nueva.

2. El lavatorio de los pies, manifestación del amor perfecto, es el signo de identidad de los discípulos. "Os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis"(/Jn/13/15) . Jesús, Maestro y Señor, deja su lugar en la mesa para tomar el puesto de servidor. Invierte los papeles, manifestando la novedad radical de la vida cristiana. Enseña humildemente que amar con palabras y obras consiste ante todo en servir a los hermanos. El que no acepta esto no puede ser su discípulo. Por el contrario, quien sirve recibe la promesa de la salvación eterna.

Con el bautismo renacemos a la vida nueva. La existencia cristiana nos exige avanzar por el camino del amor. La ley de Cristo es la ley del amor. Esta ley, transformando el mundo, como la levadura, desarma a los violentos y devuelve su lugar a los débiles y más pequeños, llamados a anunciar el Evangelio. En virtud del Espíritu recibido, el discípulo de Cristo se ve impulsado a ponerse al servicio de sus hermanos, en la Iglesia, en su familia, en su vida profesional, en las numerosas asociaciones y en la vida pública, en el orden nacional e internacional. Este estilo de vida es, en cierto modo, la continuación del bautismo y de la confirmación. Servir es el camino de la felicidad y de la santidad: nuestra vida se transforma, pues, en una forma de amor a Dios y a nuestros hermanos.

Lavando los pies de sus discípulos, Jesús anticipa la humillación de la muerte en la cruz, en la cual él servirá al mundo de manera absoluta. Enseña que su triunfo y su gloria pasan por el sacrificio y por el servicio: éste es también el camino de cada cristiano. No hay amor más grande que dar libremente la vida por los amigos (cf. Jn 15, 13), pues el amor salva el mundo, construye la sociedad y prepara la eternidad. De esta manera vosotros seréis los profetas de un mundo nuevo. ¡Que el amor y el servicio sean las primeras reglas de vuestra vida! En la entrega de vosotros mismos descubriréis lo mucho que ya habéis recibido y que recibiréis aún como don de Dios.

3. Queridos jóvenes, como miembros de la Iglesia os corresponde continuar el gesto del Señor: el lavatorio de los pies prefigura todas las obras de amor y de misericordia que los discípulos de Cristo realizarían a lo largo de la historia para hacer crecer la comunión entre los hombres. Hoy, también vosotros estáis llamados a comprometeros en este sentido, aceptando seguir a Cristo; anunciáis que el camino del amor perfecto pasa por la entrega total y constante de sí mismo. Cuando los hombres sufren, cuando son humillados por la miseria o la injusticia, y cuando son denigrados en sus derechos, poneos a su servicio; la Iglesia invita a todos sus hijos a esforzarse para que toda persona pueda vivir de una manera digna y ser reconocida en su dignidad primordial de hijo de Dios. Cada vez que servimos a nuestros hermanos no nos alejamos de Dios; al contrario, le encontramos en nuestro camino y le servimos. "Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis" (Mt 25,40).

Así damos gloria al Señor, nuestro Creador y nuestro Salvador, contribuimos al crecimiento del reino de Dios en el mundo y al progreso de la humanidad.

Para recordar esta misión esencial de los cristianos hacia cada hombre, particularmente los más pobres, he querido, ya al comienzo de la Jornada mundial de la juventud, rezar en el lugar de los derechos del hombre en el Trocadero. Juntos pedimos hoy especialmente por los jóvenes que no tienen la posibilidad ni los medios para vivir dignamente y recibir la educación necesaria para su crecimiento humano y espiritual a causa de la miseria, la guerra o la enfermedad. ¡Que todos ellos estén seguros del afecto y del apoyo de la Iglesia!

4. El que ama no hace cálculos, no busca ventajas. Actúa en secreto y gratuitamente en favor de sus hermanos, sabiendo que cada hombre, sea quien sea, tiene un valor infinito. En Cristo no hay personas inferiores o superiores. No hay más que miembros de un mismo cuerpo, que quieren la felicidad unos de otros y que desean construir un mundo acogedor para todos. Por los gestos de atención y por nuestra participación activa en la vida social, testimoniamos a nuestro prójimo que queremos ayudarle para que llegue a ser él mismo y a dar lo mejor de sí para su promoción personal y para el bien de toda la comunidad humana. La fraternidad se impone sobre la voluntad de dominio, y el servicio sobre la tentación de poder.

Queridos jóvenes, lleváis en vosotros capacidades extraordinarias de entrega, de amor y de solidaridad. El Señor quiere reavivar esta generosidad inmensa que anima vuestro corazón. Os invito a venir a beber a la fuente de la vida, que es Cristo, a fin de inventar cada día los medios para servir a vuestros hermanos en el seno de la sociedad en la cual os corresponde asumir vuestras responsabilidades de hombres y de creyentes. En los sectores sociales, científicos y técnicos, la humanidad tiene necesidad de vosotros. Cuidad el perfeccionamiento continuo de vuestra cualificación profesional, con el fin de ejercer vuestra profesión con competencia y, al mismo tiempo, no dejéis de profundizar vuestra fe, que iluminará todas las decisiones que en vuestra vida profesional y en vuestro trabajo habréis de tomar para el bien de vuestros hermanos. Si deseáis ser reconocidos por vuestras cualidades profesionales, ¿cómo no sentir también el deseo de acrecentar vuestra vida interior, fuente de todo dinamismo humano?

5. El amor y el servicio dan sentido a nuestra vida y la hacen hermosa, pues sabemos por qué y por quién nos comprometemos. Es en el nombre de Cristo, el primero que nos ha amado y servido. ¿Hay algo más grande que el saberse amado? ¿Cómo no responder alegremente a la llamada del Señor? El amor es el testimonio por excelencia que abre a la esperanza. El servicio a los hermanos transfigura la existencia, pues manifiesta que la esperanza y la vida fraterna son más fuertes que toda tentación de desesperación. El amor puede triunfar en cualquier circunstancia.

Desconcertado por el humilde gesto de Jesús, Pedro le dice: "Señor, ¿lavarme los pies tú a mí? Jamás" (/Jn/13/06/08). Como él, tardamos tiempo en comprender el misterio de salvación, y a veces nos resistimos a emprender el sencillo camino del amor. Sólo el que se deja amar puede a su vez amar. Pedro permitió que el Señor le lavara los pies. Se dejó amar y después lo comprendió. Queridos jóvenes, haced la experiencia del amor de Cristo: seréis conscientes de lo que él ha hecho por vosotros y entonces lo comprenderéis. Sólo el que vive en intimidad con su Maestro lo puede imitar. El que se alimenta del Cuerpo de Cristo encuentra la fuerza del gesto fraterno. Entre Cristo y su discípulo se entabla de ese modo una relación de cercanía y de unión, que transforma el ser en profundidad para hacer de él un servidor. Queridos jóvenes, es el momento de preguntaros cómo servir a Cristo. En el lavatorio de los pies hallaréis el camino real para encontrar a Cristo, imitándole y descubriéndole en vuestros hermanos.

6. En vuestro apostolado, proponéis a vuestros hermanos el evangelio de la caridad. Donde el testimonio de la palabra es difícil o imposible en un mundo que no lo acepta, por vuestra actitud hacéis presente a Cristo siervo, pues vuestra acción está en armonía con la enseñanza de Aquel que anunciáis. Esta es una forma excelente de confesión de la fe, que han practicado con humildad y perseverancia los santos. Es una manera de manifestar que, como Cristo, se puede sacrificar todo por la verdad del Evangelio y por el amor a los hermanos. Conformando nuestra vida a la suya, viviendo como él en el amor, alcanzaremos la verdadera libertad para responder a nuestra vocación. A veces, esto puede exigir el heroísmo moral, que consiste en comprometernos con valentía en el seguimiento de Cristo, con la certeza de que el Maestro nos muestra el camino de la felicidad. Únicamente en nombre de Cristo se puede ir hasta el extremo del amor, en la entrega y el desprendimiento.

Queridos jóvenes, la Iglesia confía en vosotros. Cuenta con vosotros para que seáis los testigos del Resucitado a lo largo de toda vuestra vida. Vais ahora hacia los lugares de las diferentes vigilias. De manera festiva o en meditación, volved vuestra mirada a Cristo, para comprender el sentido del mensaje divino y encontrar la fuerza para la misión que el Señor os confía en el mundo, ya sea en un compromiso como laicos, ya en la vida consagrada. Realizando de ese modo vuestra existencia cotidiana con lucidez y esperanza, sin pesadumbre o desánimo, compartiendo vuestras experiencias, percibiréis la presencia de Dios, que os acompaña con delicadeza. A la luz de la vida de los santos y de otros testigos del Evangelio, ayudaos unos a otros a fortalecer vuestra fe y a ser los apóstoles del año 2000, recordando al mundo que el Señor nos invita a su alegría y que la verdadera felicidad consiste en darse por amor a los hermanos. Dad vuestra aportación a la vida de la Iglesia, que tiene necesidad de vuestra juventud y de vuestro dinamismo.

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