Aplicación pastoral

 

I. Divisiones en la comunidad

 

II. Escándalos en la vida de comunidad

 

III. La castidad cristiana

 

IV. Libertad y caridad

 

V. La celebración de la Eucaristía

 

VI. Los carismas y su uso

 

VII. La primacía del amor


Cuadro de San Pablo por el Greco

 

En otra sección de estos apuntes hemos hecho una exégesis detallada de la primera carta a los corintios. Quisiera ahora contemplar la posibilidad de que esta carta se convierta en tema de estudio para una comunidad cristiana o un grupo parroquial, que decidan reunirse para leer y comentar la carta en grupo.

Quizás no todos tengan el tiempo ni la capacidad para leer y comprender la parte exegética de los apuntes. Bastaría con que un monitor haga el estudio más detallado de la parte exegética de los apuntes y el resto del grupo se sirva de esta parte más pastoral. Ofrecemos aquí un guión mucho más breve. He escogido algunos de los temas de la carta más adecuados para el estudio grupal. En estos temas elegidos me he fijado en los aspectos pastorales más relevantes. Acompaño cada tema con algunas preguntas para el compartir de los grupos. Cada uno de los temas más amplios está presentado de manera que pueda dar ocasión a varias reuniones de grupo.

 

TEMA I: DIVISIONES EN LA COMUNIDAD

San Pablo había fundado la comunidad de Corinto en su segundo viaje misionero hacia el año 52. Permaneció en Corinto año y medio, y luego continuó sus viajes, pero se mantenía en relación con los corintios a través de la correspondencia.

Estando en Éfeso el año 54, le llegó una carta de Cloe, en la que le contaba que dentro de la comunidad se estaban formando unos bandos, y la gente se dividía y el clima se estaba enrareciendo.

Esto da oportunidad a S. Pablo para escribir esta carta en la que también responderá a otros problemas y cuestiones que habían surgido en la comunidad.

Analizaremos tres causas de división que se daban en la comunidad, y veremos sus raíces más profundas,- al mismo tiempo que estudiaremos cómo Pablo sugiere que hay que enfocar estos conflictos.

1.    Primera causa de división: protagonismos de los dirigentes

2.    Segunda causa de división: ideologías

3.  Tercera causa de división: orgullo

 

     Primera causa de división: el protagonismo de los dirigentes

     Pablo fue el fundador de la comunidad. Antes de él no existían cristianos en Corinto. Pablo se sentía orgulloso de que él siempre iba a predicar en terrenos vírgenes, y no iba a meter la cuchara en donde ya otros habían trabajado antes que él (2 Co 10, 15-16).

Los miembros de la primera generación, la vieja guardia, los camisas viejas, se sentirían especialmente ligados a él.

Pero después de marcharse Pablo de Corinto llegó un nuevo dirigente, Apolo, muy distinto a Pablo. Un hombre más refinado, menos vehemente. Más culto y más versado en filosofía. Muchos de la comunidad se sintieron mejor acogidos por o más identificados con él. Por otra parte entraron muchos miembros nuevos en la comunidad que no habían conocido a Pablo personalmente. Quizás les molestaba tanta veneración por Pablo, y que les estuviesen todo el día hablando y elogiando a alguien con quien ellos no tenían una relación personal.

La mesa estaba servida para formar dos partidos, el de Pablo y el de Apolo (1 Co 1, 11-13). Por lo que parece no era culpa ni de Pablo ni de Apolo. Ellos no fomentaban estas banderías. Era la gente la que necesitaba un banderín de enganche y utilizaban a los dirigentes como excusa para sus propios protagonismos enfrentados.

   Pablo intenta hacer ver cuál es el puesto real del dirigente en la comunidad, y va a usar tres ejemplos:

-Agricultura: la comunidad es como un campo del Señor, en el que trabajan varios de sus empleados. Uno siembra, otro riega. Pablo sembró (empezó), Apolo regó lo que Pablo había sembrado. Pero lo importante es Dios, el que hace crecer. Ver 1 Co 3,5-9.

-Albañilería: la comunidad es el edificio del Señor, en el que colaboran varios albañiles. Uno pone el cimiento (Pablo), otro construye encima (Apolo) (3,10). Pero Pablo no es él el cimiento de la comunidad, el cimiento es Cristo (3,11).

-Administración: los dirigentes son sólo los administradores de un tesoro, no son los dueños. Ellos tienen que dar cuenta de la administración. Pablo y Apolo no son los dueños de la comunidad, y tendrán que dar cuenta al verdadero dueño que es el Señor.

Hemos sido bautizados en el nombre del Señor Jesús, y no en el nombre de Pablo o de Apolo (1,13). Ellos no murieron por mí, sino que fue el Señor quien dio la vida por mí. Pablo y Apolo podrán incluso un día abandonar su vocación y cometer un gran escándalo, pero yo no les sigo a ellos, sino a Jesús.

No sólo no fuisteis bautizados en el nombre de Pablo, sino que ni siquiera yo quise bautizaros, para que no se creara un nexo demasiado personal (1,14-16). Yo, dice Pablo, me dediqué a evangelizaros, y dejé la tarea de los sacramentos a otros. Para que no digáis: "este es el cura que me casó, o el que bautizó a mi hijo". Estas cosas no deberían tener ninguna importancia.

Esto no quiere decir que no existan relaciones afectivas profundas con las personas que nos han hecho un bien espiritual. Pablo se sentía orgulloso de haber engendrado hijos en el evangelio. Tenemos muchos maestros en la vida, pero no tenemos muchos padres. Pablo considera que los otros dirigentes han sido maestros, pero que sólo él ha sido el padre de aquellos que por primera vez tuvieron acceso a la vida en el Espíritu a través de él (4,14-15). Pero estas relaciones afectivas no deben servir para dividir a la comunidad, o para formar un partido de Pablo dentro de la comunidad. Lo que esta prohibido es cualquier tipo de culto a la personalidad.

 

PREGUNTAS PARA  EL COMPARTIR

Con o sin culpa de los propios dirigentes (No se trata de juzgarles a ellos), ¿hay en mi comunidad culto a la personalidad de algunos de sus dirigentes históricos o actuales?  

¿La relación afectiva que uno debe siempre tener y guardar para con quien le ha hecho un bien espiritual, se convierte para mí en causa de protagonismo?

¿Utilizo mi especial relación afectiva con los dirigentes para creerme más que los otros o más legitimado que los otros? ¿Utilizamos a nuestros dirigentes espirituales como banderín de enganche para nuestros enfrentamientos personales de unos con otros?

¿La adhesión a algún antiguo dirigente puede de hecho marginar a los nuevos que no le han conocido o tratado? ¿La adhesión a antiguos dirigentes puede dificultar la tarea a los nuevos dirigentes, que no se sienten aceptados y que se ven continuamente comparados con los anteriores?

¿Tenemos claro que nuestra adhesión personal es sólo a Cristo, que es sólo él quien a muerto por mí, que es él quien me ha dado la vida .en el Espíritu? 

 

     Segunda causa de división: Las ideologías

No sólo los cultos a la personalidad, sino también las ideologías dividen mucho. La carta a los Corintios cita tres bandos en la comunidad: el de Pablo, el de Apolo y el de Cefas. Cefas (Pedro) no había estado en Corinto, ni era conocido personalmente por los corintios. Probablemente su partido representa una ideología, la de los judeocristianos, es decir la de los cristianos que querían seguir practicando el judaísmo y la ley de Moisés.

Apolo en cambio representaba la ideología helenista, de las personas que querían dialogar con la cultura de su tiempo, y estar a la moda de las corrientes de pensamiento de la época. Valoraban la literatura, la poesía, la oratoria.

Pablo en cambio representaba una espiritualidad más vehemente, más de ruptura tanto con el mundo pagano como con el judío. La salvación no nos viene por la cultura, sino por la cruz de Jesús.

Una de las causas de división en una comunidad son los distintos niveles de cultura de sus miembros, si se juntan gente con estudios universitarios y gente con muy poquitos estudios. La unión de corazones entre estas personas sólo será posible si en la jerarquía de valores de la comunidad no se valora mucho lo intelectual. En el momento en que en la comunidad se dé mucho valor a la sabiduría de este mundo, unos se sentirán más importantes y otros se sentirán marginados y acomplejados.

La única manera de que no aparezca esta división funesta, es dejar claro en la comunidad que no se valoran estas cosas. Por eso Pablo dedica el capítulo 2 a hablar de la verdadera sabiduría que tenemos que apreciar. No la de los que tienen muchos estudios, o hablan muy bien, o leen muchos libros, o están al día de los problemas políticos y sociales.

    La sabiduría que hay que valorar es la sabiduría de un pobre (recordar a San Francisco de Asís). Esta sabiduría no se aprende en los libros, ni yendo a conferencias, sino abriéndose al Espíritu de Dios (2,12-13), e identificándose con la cruz de Cristo (1,18.23).

Los que buscan sabiduría del mundo se fijan mucho si un predicador habla bonito o no. Los que buscan sabiduría de Dios saben encontrar a Dios aun en las enseñanzas más simples.

La sabiduría de este mundo es muy peligrosa, y de hecho a muchos les lleva a despreciar la sabiduría de Dios. Por eso Dios ha querido que la fuerza del Espíritu no se apoye en la sabiduría humana o en palabras bonitas (1,17), y que sea juzgada como necedad a los ojos de los hombres que se las dan de cultos (1,25). Como dice Pablo, la ciencia hincha, pero el amor construye (8,1).

Uno construye la comunidad no en la medida de su cultura, sino en la medida de su capacidad de amar.

Junto con la división debida a los niveles de estudio, no debemos olvidar la división que introducen también las clases sociales, o los distintos niveles socioeconómicos. En Corinto había en la comunidad gente muy rica, y gente muy pobre. Y es normal que intentasen agruparse según su status. De hecho nos consta que los ricos comían y banqueteaban, y los pobres no podían seguir ese ritmo de gastos y se automarginaban.

Esto sucedía incluso durante la celebración de la Cena del Señor, que en aquellos tiempos se hacía en el contexto de una comida: 1 Co 11, 20-22.

Los signos externos también pueden crear mucha marginación en la comunidad (Leer Santiago 2,1-9). Por eso hay que procurar evitar que nuestra manera de vestir cuando vamos a la comunidad nos haga señalarnos excesivamente, y pueda acomplejar a otras personas que no pueden vestir como nosotros. ¡Qué duda cabe que estas cosas no contribuyen a la unión de corazones! Evitad en la comunidad el llevar abrigos de pieles, joyas, ropas de marca, que hagan que otras personas se sientan un poco apabulladas e incómodas con vosotros.

Este punto ya lo desarrollaremos más el mes de abril, cuando tratemos de la comunión de bienes y la Eucaristía.

 

PREGUNTAS PARA EL COMPARTIR

¿Se valora demasiado en la comunidad a las personas por su nivel de cultura? ¿Se sienten marginados o poco valorados los que tienen pocos estudios?

¿Procuro yo mismo arrimarme a las personas por las cualidades humanas que puedan tener, o más bien por la calidad de su vida espiritual? ¿Busco la compañía de los más espirituales, o la de los más cultos, los de mejor posición social, los más simpáticos, los más influyentes, los más populares?

¿Valoro demasiado en las enseñanzas y homilías el estilo literario, la facilidad de palabra? ¿Soy capaz de sentirme tocado por Dios cuando me dicen esas mismas verdades de a puño pero de una forma menos atractiva humanamente?

¿Hay conflictos ideológicos en la comunidad? ¿Cuales serían esas divisiones: los más carismáticos, o los más ignacianos; los más liberales, o los más exigentes; los más individualistas y los más comunitarios?

¿En que medida estas ideologías sirven para agrupar a las personas en bandos enfrentados unos con otros?

 

Tercera causa de división: el orgullo

Últimamente la raíz de por qué formamos grupos en torno a personas o en torno a ideologías, es nuestra competitividad, que nos lleva a afirmarnos a nosotros mismos confrontándonos con los demás, subrayando lo que nos diferencia, más bien que lo que nos une, buscando nuestra propia identidad en las cualidades que yo tengo y de las que carecen los demás.

Me hago valer porque soy muy amigo de Pablo, o porque tengo mucha cultura, o porque pertenezco a una determinada social. Busco rodearme de otras personas que tienen esa cualidad y la valoran, para juntos convencernos de que distintos, de que somos superiores.

Pero el peor de los orgullos es cuando lo que nos hace valorarnos sobre los demás no son nuestros dones humanos, belleza física, cultura, talento, dinero, clase social, sino nuestros dones espirituales.

Es lo que les pasaba a los corintios. Presumían de ser personas espirituales, místicos. Presumían de sus carismas, de sus dones de oración, de su espiritualidad tan elevada.

Esto les hacía entrar en competencia. A ver quién tiene más carismas, a ver quién tiene más éxtasis, más revelaciones, más profecías. A ver quién tiene más éxito imponiendo las manos a los enfermos. A ver quién canta mejor, quién da mejores enseñanzas.

"Que nadie se engría uno contra otro... ¿Qué tienes que no hayas recibido?" (4,7) Esta misma competencia creaba divisiones entre ellos, envidias, celos, resentimientos, vanidad. El mensaje que da Pablo es que a pesar de que se creen muy "espirituales", en el fondo son "carnales". "Mientras haya entre vosotros envidia y discordia, ¿no es verdad que sois carnales y en el fondo sois iguales que todos los demás hombres?" (3,3).

Para Pablo la distintiva del Espíritu es lograr la unidad, no los dones más o menos psicodélicos o aparatosos. A veces pensamos que una personalidad "carismática" es aquella que es un poco extravagante, que canta fuera del coro. Pero para Pablo el hombre o la mujer carismáticos son aquellos que promueven la unidad, y no provocan confrontaciones. Por eso los corintios, a pesar de todos sus dones místicos, seguían siendo carnales.

Por eso el amor del cap. 13 no es sólo "el mejor de los carismas" (12,31), sino que es el test de todos los carismas. Si los carismas se ejercen desde el amor, sirven para la edificación de la comunidad (12,7). A través de mis carismas busco el bien de los otros, porque les quiero a ellos, y no busco simplemente lucirme o afirmarme a mí mismo.

Si mis carismas personales sirven para la edificación, entonces son auténticos y son del Espíritu. Si mis carismas sólo sirven para mi protagonismo, y resultan en cismas y divisiones, entonces no son verdaderas manifestaciones del Espíritu, y yo no soy espiritual, sino carnal.

El discernimiento de los carismas es siempre el amor, como ya veremos cuando lleguemos este punto en el mes de Mayo. El amor nos lleva a hacernos siervos de todos (9,19), a renunciar a privilegios que quizás serían legítimos. Pero si veo que constituyen un tropiezo para espíritus débiles, para mis hermanos más escandalizables, o más inseguros, estoy dispuesto a renunciar a ellos (9,4.12). El amor me lleva a preferir el juicio de los demás al juicio propio. Si nos amáramos de verdad, qué fácil sería vivir en comunidad, y cuántos de nuestros conflictos se disolverían como se disuelve la nieve cuando sale el sol.

 

PREGUNTAS PARA EL COMPARTIR

Hagamos un examen de conciencia personal. Rebusca en tu vida algún episodio en el que fuiste causa de división, o fomentaste una división en la comunidad. Si no lo encuentras, y crees que nunca has sido tú el culpable, sino los demás, entonces seguro que no te conoces a ti mismo, que no eres capaz de reconocer tus pecados y que no vives en la verdad.

Si afortunadamente puedes recordar alguna ocasión en que fomentaste una división, analiza por qué fue. ¿Cuáles eran tus motivos: envidia, inseguridad, deseo de que te valoren, deseo de protagonismo? ¡Qué fácilmente atribuimos los actos de los demás a deseos de protagonismo, y qué difícilmente lo reconocemos en nosotros mismos!

Recuerda cómo intentaste unirte a otros que también estaban resentidos, para desahogarte con ellos, para hacerte fuerte en ellos, para formar un frente común, para subrayar lo que os unía a vuestro grupito y lo que os separaba del resto de la comunidad. Reconócelo hoy delante de tus hermanos en el grupo, y pide perdón a la comunidad. Retira las palabras que entonces pronunciaste.

     Si el compartir comunitario en el grupo últimamente nos lleva a criticar a los demás en la comunidad, y no a criticarnos a nosotros mismos, entonces esta enseñanza no ha servido de nada, sino que nos ha hecho daño, y nos ha reafirmado en nuestros errores y en nuestro prejuicios.


 

 

TEMA II: ESCÁNDALOS EN LA VIDA DE LA COMUNIDAD

 

Un problema que puede presentarse en la vida de una comunidad es el que se den situaciones escandalosas entre los miembros de la comunidad. No me refiero aquí a pecados concretos, que todos podemos cometer, y nos arrepentimos y nos confesamos. Se trata de situaciones no puntuales, sino permanentes, que además tienen un carácter público. Son situaciones de pecado notorias y manifiestas, y además se ve claro que las personas que están en esa situación no se arrepienten de ellas, ni tratan de disimularlas, sino que se encuentran en "buena" conciencia, porque han encontrado sus excusas para justificar esa situación.

Ejemplos podríamos dar muchos, no sólo las situaciones matrimoniales irregulares, que es el ejemplo que vamos a ver en la carta a los Corintios. Puede haber situaciones profesionales: un empresario que trata injustamente a sus empleados; una persona que debe dinero y pudiendo pagar no lo devuelve; una persona que desatiende notoriamente obligaciones familiares muy sagradas, como puede ser a sus padres ancianos o a sus hijos...

¿Qué deben hacer los responsables de la comunidad en estos casos? Posibles respuestas:

1. Allá cada uno con su conciencia...

2. Si se quieren...

3. No nos busquemos líos, dejemos las cosas estar...

4. Demos lugar a que ellos mismos caigan en la cuenta y cambien.

5. Yo no soy quién para meterme en la vida de los demás

   Vamos a ver cuál es la respuesta que sugiere Pablo. Para eso expondremos el caso y haremos una exégesis de este pasaje.

Se trata de un caso polémico. Y dado el liberalismo y permisividad que se respira en nuestro ambiente, alguno encontrará difícil tragar lo que San Pablo propone aquí. Pero presuponemos, como creyentes, que aceptamos la carta de Pablo como Palabra de Dios vinculante, y no como una opinión más con la que puedo estar de acuerdo o no.

Si mi reacción es no estar de acuerdo con lo que Pablo propone, yo soy el que me tengo que convertir y no él.

 

1. La situación

     Se trata de una comunidad pequeña en la que todos conocen la vida y milagros de los demás. Viven en una ciudad muy corrompida, en un ambiente de extremo liberalismo y permisividad sexual, en la cual hay una tendencia a pensar que "todo está permitido" (1 Co 6,12).

¿Cómo mantener unos valores dentro de la comunidad sin dejarse influir por el ambiente externo? Este es un grave problema entonces y ahora.

En ese contexto, uno de los hermanos de la comunidad se pone a vivir abiertamente con la ex-mujer de su padre. Nadie objeta nada. Probablemente aplican las reacciones que ya hemos estudiado en el párrafo anterior. Algunos murmuran, pero a escondidas. Les dan palmaditas en el hombro, y quizás incluso brindan por su felicidad.

Pero hay algunos hermanos  escandalizados y gravemente heridos. ¿Conciencias débiles? Empiezan a dudar ya de lo que está bien y lo que está mal. Y le escriben a Pablo, que sigue siendo la autoridad moral máxima de la comunidad y le preguntan qué es lo que él opina. Pablo agarra la pluma y se despacha. Es el texto que comentamos. Conviene tener formado el criterio por si alguna vez se diese un caso a sí en nuestras comunidades.

 

2. El juicio de Pablo

Pablo se siente con autoridad de juzgar en ese caso, y decide que hay que separar de la comunidad a aquella pareja, mediante un acto público litúrgico. San Pablo reprocha a la comunidad su permisividad, su excesiva tolerancia admitiendo esa situación sin reaccionar de algún modo contra esa conducta.

Aunque no se usa la palabra excomunión, en realidad lo que Pablo dictamina es una excomunión. El término usado es  “entregar a Satanás”. Fuera de la sombrilla protectora de la comunidad, la persona expulsada es vulnerable al influjo satánico sobre su carne, pero este daño físico redundará en su salvación, le acabará llevando a arrepentirse. El objetivo último de la excomunión es la salvación del pecador, uno vez que su pecado ha sido juzgado y puesto de manifiesto. Su propio ostracismo y la soledad a la que es arrojado, le ayudarán a visibilizar la situación de ruptura espiritual en la que ya se encontraba anteriormente. Todo ello contribuirá a su arrepentimiento, mientras que la tolerancia mostrada por la comunidad hasta entonces sólo servía para fomentar una falsa buena conciencia. De ese modo corre el riesgo de incurrir en la condenación eterna que es peor que todas las tribulaciones de esta vida.

Una Iglesia que no denuncie claramente la situación de pecado de sus miembros se convierte en cómplice de ese pecado. Hasta que Natán no fue valientemente a reprender al rey David por su terrible pecado, este vivía en buena conciencia, justificando su crimen. Juan Bautista no cesó de repetir que Herodes vivía en adulterio y en incesto, aun cuando le costó la propia vida. “No te es lícito vivir con la mujer de tu hermano”.

Puedo aportar mi propia experiencia pastoral.  En varias ocasiones en los distintos  países donde he vivido, me he encontrado con situaciones graves de pecado. Algunas personas que han venido a consultarme me contaban que otros sacerdotes justificaban su situación y les animaban a seguir con esa relación pecaminosa. Pero en realidad, cuando venían a preguntarme a mí, es porque en el fondo no se habían quedado tan en paz en su conciencia como pretendían. Yo cuando estoy en paz con mi conciencia, no pregunto.

En todos esos casos respondí claramente que esas situaciones de adulterio o de quebrantamiento grave del celibato sacerdotal no estaban permitidas, e invité a las personas a convertirse y cambiar de conducta.

En algunos casos al principio se volvieron contra mí, incluso de manera violenta, insultándome, diciéndome que era un estrecho, un intolerante y un anticuado. Pero en varios casos tuve la inmensa alegría de ver cómo algún tiempo después  esas personas se arrepintieron, rompieron con esa situación de pecado y vinieron a darme las gracias por haber sido tan claro y explícito con ellos. Me dijeron que yo era la persona que verdaderamente les había ayudado y no esos otros sacerdotes permisivos que les daban palmaditas en el hombro y les permitían seguir así indefinidamente.

La segunda finalidad buscada por Pablo es el bien de la propia comunidad. Si esas conductas son toleradas, la levadura vieja infecta toda la masa, y se van degradando progresivamente los criterios y las exigencias morales de la comunidad, hasta caer en una especie de anomía, donde quedan muy borrosas las fronteras entre el bien y el mal.

Si no se establecen de una manera clara y distinta las fronteras entre el modo de proceder pagano y el cristiano, pueden subvertirse los valores en el interior de la comunidad, hasta que se acabe por admitir, como ya se estaba empezando a hacer en la Iglesia de Corinto, que todo está permitido.

A la larga esto causaría un enorme daño en el interior de la comunidad, recién salida de las tinieblas del paganismo, y que todavía estaba muy tierna en la vida del Espíritu, y amenazada de volver a caer en los valores paganos que había abandonado.

La actitud de Pablo en modo alguno es contraria a la misericordia. Él está abierto a perdonar con todo el amor del mundo al hermano pecador cuando se convierta y quiera volver a la comunidad. Pero la comunión sólo se puede establecer después de que él haya depuesto esa actitud y no antes.

Más aún, la verdadera misericordia para con el pecador no es darle palmaditas en el hombro y decirle: "No te preocupes, no tiene importancia, todo el mundo lo hace, lo mismo da; si tu conciencia no te reprocha... Yo soy un hombre de amplitud de miras; a mí no me escandalizan ese tipo de cosas; yo tengo una mentalidad liberal..."

En el fondo estamos ayudando al otro a reforzarse en su situación, y no le estamos ayudando a cambiar, y de esa manera le estamos haciendo un profundo daño.

El gran peligro que nos amenaza es la sensiblería. Sensiblería es dejarse llevar de sentimientos superficiales. Sensiblero es aquel a quien le da pena de las crisis por las que otros pasan "¡Pobrecitos!". En consecuencia trata de prestarles una ayuda facilona, o incluso se convierte en su cómplice.

Sensiblero es el que ante un caso de aborto, en lugar de ser firme en los principios, empieza a ablandarse, a tener lástima de la pobre chica que se ve "obligada" a abortar, y decide animarla y ayudarle a conseguir su objetivo, y a tranquilizar su conciencia para que no se deprima demasiado.

Esto no es amor sino sensiblería. Y el día de mañana si esa chica se arrepiente de lo que hecho, pedirá cuentas a los que no le ayudaron a continuar el embarazo o les facilitaron el aborto con justificaciones falsas.

                        

PREGUNTAS PARA EL COMPARTIR

¿Sigues pensando después de meditar atentamente el texto de San Pablo de que es muy rigorista, o has comprendido las razones para su actitud?

¿Piensas que nuestra sociedad es como la de Corinto (el peligro es la subversión total de valores), o como la de Palestina (el peligro es la condenación y el rechazo social a los pecadores)? ¿Cuál de los dos polos hay que subrayar más?

¿Puedes aportar algún testimonio de cómo en un conflicto moral tuyo te ha ayudado más la persona que ha sabido ser exigente contigo y no aquellos que te han seguido la cuerda?

¿Cómo aplicarías esta doctrina a casos que puedan darse en el interior de tu propia familia? ¿Cómo condenar claramente el pecado sin ambigüedades, sin que quede duda ninguna de que no aprobamos determinadas actuaciones?

¿Estarías dispuesto a colaborar con la autoridad de la comunidad en un caso de escándalo, o te pondrías de parte del "agraviado", o te lavarías las manos para estar a buenas con uno y con otro?


 

 

TEMA III: LA CASTIDAD CRISTIANA (1 Co 6,12-19)

 

1. LA SITUACION DE CORINTO

Hemos explicado en otra parte de estos apuntes cómo Corinto era la ciudad más viciosa del Mediterráneo. Las enfermedades venéreas se llamaban entonces en todo el mundo el "morbo corintio", y un sinónimo de "fornicar" era "corintizar".

Quizás nuestra sociedad de hoy con sus "rollos" o "ligues" de fin de semana no sea muy diferente de aquella, aunque hoy día medie menos el dinero en esas relaciones. Hoy día ya no hacen falta solo prostitutas porque hay cantidad de mujeres encantadas de participar sin cobrar nada por ello. Pero no olvidemos de que también hoy se multiplican los clubes de alterne, las barras americanas, la trata de blancas. Cada año leemos en la prensa varios escándalos de este tipo

En Corinto los "rollos" o "ligues" de fin de semana se tenían con prostitutas. Pero todo lo que dice Pablo sobre la prostitución en Corinto puede hoy también aplicarse al libertinaje sexual que hay hoy día entre muchos aunque no medie el dinero en esa relación. No es el dinero el que ensucia esa relación.

Muchos de los cristianos recién convertidos venían de ese mundo. Después de mencionar San Pablo a los "impuros, los idólatras, los adúlteros, los homosexuales, los ladrones, los borrachos. . . ", añade: "y tales fuisteis algunos de vosotros, pero habéis sido lavados, habéis sido santificados, habéis sido justificados" (1 Co 6,9-11). O sea que en la comunidad de Corinto había personas con una hoja de servicios que dejaba mucho que desear.

Eso unido al clima de libertinaje que se respiraba en la ciudad, suponía un gran peligro de recaída para muchos que tenían creados hábitos, y formas de vida muy arraigados, y para quienes no era muy fácil cambiar de la noche a la mañana.

Pero el problema mayor es que dentro de la comunidad había algunos que prestaban cobertura ideológica a este libertinaje. "No sólo lo practican, sino que aprueban a los que cometen esas cosas" (Rm 1,32).

Vamos a estudiar los argumentos que daban estos cristianos corintios para ensanchar la manga en todo lo relacionado con el sexo. Veremos cómo se proponen hoy estos mismos argumentos, y finalmente veremos cómo Pablo razona y propone un nuevo estilo de vida.

 

2. LOS ARGUMENTOS PERMISIVOS DE LOS CORINTIOS

El error de algunos corintios era creer que todo estaba permitido. La libertad cristiana llevaría consigo el libertinaje sexual so pretexto de que el cuerpo es algo puramente funcional, que va a ser destruido, y no entra en la esfera de la moral.

Pensaban que había que destabuizar el sexo, como ya Pablo había quitado el tabú de los alimentos. Efectivamente Pablo repitió que el cristiano podía comer de todo y no estaba ya atado a las restricciones de la ley judía. Según Pablo los alimentos no tienen que ver con el Reino de Dios. El reino de Dios no consiste en lo que uno come o deja de comer, sino en vivir los frutos del Espíritu (Rm 14,17): justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo.

El argumento de algunos corintios era éste: "¿Por qué no aplicar esto mismo al sexo, que es también una dimensión corporal del cuerpo? El reino de Dios no tiene nada que ver con el desfogue de mis tensiones sexuales. Eso es algo puramente corporal. Si este desfogue me ayuda él, relajar tensiones, a dormir mejor..., si me hace vivir más relajado y sonriente, y no tan a presión, ¡bienvenidos sean mis desfogues sexuales...!"

¿Por qué le va a importar a Dios la manera como relajo mis tensiones sexuales? ¿Qué daño causo a nadie por el hecho de hacerlo? El sexo es sólo algo fisiológico, como cuando descargo mis necesidades fisiológicas. ¿Qué tiene que ver esto con la moral o con el Reino?

 

a) ¿Cómo presentan esta objección hoy los casados?

Hoy día también hay situaciones en que algunos razonan de la misma manera. Por ejemplo hay hombres casados que esporádicamente o regularmente tienen relaciones sexuales con otras mujeres, o frecuentan clubes de alterne o sitios parecidos. A veces razonan que ellos no se sienten infieles a sus esposas, porque se trata sólo de relaciones corporales, sin compromiso afectivo. Piensan que esa relación fugaz y superficial no traiciona el amor que tienen por sus esposas, que sigue siendo único y exclusivo, y que no se ve afectado por esas aventuras o por esos desahogos. Su mujer -dicen-, sigue siendo el único amor de su vida.

La única pena de esos hombres es que su mujer no vea las cosas de la misma manera, y no esté dispuesta a consentirle esos "pequeños desahogos". Por eso tienen que hacer sus escapadas de una manera encubierta, con mentiras que van enturbiando cada vez más la relación.

Lo curioso es que estos hombres tan "liberales", que se sienten incomprendidos por el puritanismo de sus mujeres, probablemente no verían con buenos ojos que ellas tuviesen también unas relaciones "sólo corporales" con otros hombres, como un mero desahogo que no compromete el amor único y exclusivo que tienen a sus esposos. Defienden esta inconsecuencia con el argumento de que las mujeres no tienen tantas necesidades fisiológicas como los hombres, y que por eso lo que a ellos les está permitido, no tiene por qué estarlo también a las mujeres. ¡Qué hipocresía! La ley del embudo: lo ancho para mí y lo estrecho para los demás (para las demás en este caso).

Pero en el evangelio no hay un doble rasero moral para hombres y mujeres. En el evangelio lo que es ilícito para la mujer lo es también para el hombre. Creo que en este punto ni las feministas más exageradas pueden ir más lejos de donde va el evangelio.

 

b) ¿Cómo presentan esta objección hoy los solteros?

Los solteros dicen que esta moral sexual está bien para los casados, pero que para ellos que no tienen compromisos creados con ninguna persona, hay un amplio margen de libertad. Dicen que no traicionan a nadie con sus "rollos" o "ligues" de fin de semana. Para ellos sí que "todo está permitido", con tal que no se violente la libertad de la otra persona o no haya engaños, presiones o chantajes.

En el fondo la pregunta básica sigue siendo la misma: ¿Es el sexo una dimensión superficial de la persona, que no nos compromete profundamente? ¿Es sólo una tensión fisiológica que hay que aliviar para tener una vida psicológicamente sana? ¿Es sólo un gustirrinín? ¿Es una de tantas maneras placenteras de relacionarnos con otras personas sin necesidad de que haya más de por medio que el mero hecho de estar a gusto y disfrutarlo juntos? ¿Se trata sólo de pasar un buen rato juntos sin consecuencias, sin implicaciones, sin responsabilidades? En palabras de Joaquín Sabina: "A mí me gusta el güisqui sin soda, y el sexo sin boda".

Piensan estos corintios de hoy que hablar del sexo como una relación de amor único, exclusivo, comprometido y permanente es hacer del sexo un tabú, una comedura de coco, un moralismo estrecho. Se acusa a la Iglesia y al Papa de tener una visión negativa de la sexualidad.

Me resulta curiosa esta acusación. En todo caso de lo que habría que acusar a la Iglesia es de tener una visión demasiado positiva de la sexualidad, como algo maravilloso, sagrado, profundo, personal, comprometedor, responsable, fecundo, realizante.

¿No serán más bien los que tienen una visión negativa de la sexualidad los que la entienden como un simple "apretón de vientre", o como "una manta caliente en la que me envuelvo en un día de invierno"?

 

3. LA RESPUESTA DE PABLO

   Pablo ataca el problema desde una doble dimensión, filosófica y otra teológica. 

a) La profunda unidad del hombre

Los griegos tenían una visión dualista del hombre como cuerpo y alma. El cuerpo es sólo una envoltura de la que me libraré un día. Pero desde su visión del hombre (antropología no dualista), Pablo nos dice que el cuerpo no es algo que yo tengo, sino algo que yo SOY. La corporalidad pertenece a la esencia del hombre. El cuerpo no es una envoltura, ni una etapa pasajera del hombre que vayamos a dejar atrás. El cuerpo resucitará y participará de la vida eterna. El cuerpo está dentro de la esfera de la gracia y debe ser penetrado profundamente por el espíritu. A través del cuerpo se expresa la persona. El lenguaje del cuerpo es un lenguaje personal, no es un lenguaje autónomo. Los pecados de "la carne" no son pecados del cuerpo, son pecados de la persona que utiliza este lenguaje corporal para expresar mensajes falsos, no personales. Cristo nos salvó precisamente en su cuerpo, y por eso también nuestros cuerpos están ordenados a Cristo. 

b) Nuestros cuerpos, miembros de Cristo

"No os pertenecéis" (1 Co 6,19). Con esta frase Pablo contesta a un argumento que hoy se oye mucho. "Derecho de la mujer para usar su propio cuerpo como quiera". Con este argumento defienden las feministas el derecho de la mujer a abortar.

Pero para Pablo, hombre y mujer son iguales. Ninguno de los dos es dueño de su propio cuerpo. No nos pertenece. Es de Cristo, porque él lo ha comprado con su sangre. Por tanto tengo que desarrollar mi sexualidad según la voluntad del verdadero dueño que es el Señor.

El acto sexual es la expresión de la unidad más profunda que puede existir entre dos seres, que se hacen "una sola carne" (Gn 2,24), y por tanto ya no son dos, sino uno. Esta unión sirve de signo para el misterio de la unión de Cristo con la Iglesia.

Cuando los casados hacen uso del matrimonio están realizando un sacramento de amor. Cuando el acto sexual es fuera del matrimonio, no sólo se está uno prostituyendo a sí mismo, sino que está prostituyendo a Cristo. 

c) Nuestros cuerpos, templos del Espíritu Santo

Ya en el capítulo 3 había expresado esta idea: "¿No sabéis que sois santuario de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? El santuario de Dios es sagrado, y vosotros sois ese santuario". No profanes el templo de Dios, no lo destruyas.

Contesta así Pablo a otra objección muy moderna contra la castidad. Dicen muchos:" ¿Con la prostitución a quién hago daño? ¿Contra quién peco? Este es un asunto mío particular, privado".

Responde San Pablo: Efectivamente, con los otros pecados haces daño a otras personas, pero con la fornicación te haces daño a ti mismo (1 Co 6,18). Estás desviando tu cuerpo de su vocación verdadera que se ha de expresar en relaciones profundas de amor y entrega. Te estás dejando dominar por instintos y pasiones que van cobrando en ti una autonomía, que no se dejan integrar en tu proyecto cristiano de vida.

He dejado de ser dueño de mi mismo, y en lugar de poner mis instintos al servicio de mi proyecto de amor, estoy poniendo mi proyecto de amor al servicio de mis instintos. Me estoy dejando dominar, cuando "no me debo dejar dominar por nada" (1 Co 6,12).

El que no sabe controlar su sexualidad, ni sabe integrarla en el amor, tarde o temprano verá como su sexualidad le juega una mala pasada volviéndose en contra del amor, y lo profanará, lo traicionará y lo manipulará.

En las mismas relaciones matrimoniales, sólo los que no son esclavos de sus pasiones pueden hacer de la sexualidad una expresión de mutua donación que busque no sólo un goce egoísta, sino la felicidad de la pareja, acomodándose también a los ritmos, a las necesidades del otro/a.  Si no hay un verdadero control de los instintos propios, el acto sexual puede convertirse en la instrumentalización del otro/a. La mayor parte de los matrimonios que fracasan, fracasan en la cama, porque en lugar de hacer de la sexualidad sacramento de donación mutua, hacen de ella una mera búsqueda egoísta esclavizada al placer.

Por eso es tan importante que la juventud eduque su sexualidad para el amor. No hay nada tan destructivo como la promiscuidad que se da hoy en las relaciones desde la adolescencia. Se van creando hábitos que amenazan la capacidad de las personas para poder el día de mañana crear una relación de amor estable y comprometido.

En cambio ¡cómo han glorificado a Dios en sus cuerpos esas parejas cristianas que han sabido amarse en una donación exclusiva, permanente, gozosa y fecunda! Pero como todas las cosas valiosas cuestan mucho. Y hay quienes se conforman con unas relaciones más baratas, aunque no duren tanto, aunque no traigan la felicidad a largo plazo.

 

PREGUNTAS PARA LA REUNIÓN DEL EQUIPO

¿Cómo percibes en tu ambiente las ideas dominantes de hoy acerca de la sexualidad? ¿De dónde vienen esas modas? ¿Quién las propone? ¿Cómo se difunden? ¿Qué hacemos para contrarrestarlas?

¿Cómo se expresan los argumentos de la calle a favor de la promiscuidad? ¿Qué eslóganes se usan? Comenta alguna frase que hayas oído o leído.

¿Cómo contestar a estos argumentos? ¿En qué medida te parece que las razones que da Pablo pueden ser entendidas hoy por la gente? ¿Habrá que reservar la validez de estas razones sólo para los que tienen una vida espiritual? ¿Son asequibles para quienes no llevan una vida en el Espíritu?

Aporta algún testimonio personal de cómo la castidad y la lucha por dominar los instintos te ha ayudado a ser persona. Para los casados: testimonia cómo el autocontrol te ha ayudado a amar mejor y a tener una relación de pareja más profunda.

    ¿Qué aspectos negativos ves en la antigua educación moral excesivamente puritana, o en la visión antigua tan negativa? Valora los aspectos positivos que hay hoy en una mejor información y una valoración más positiva de la sexualidad. ¿En qué medida la educación excesivamente severa puede dañar las relaciones de pareja e impedir una sexualidad más plena y madura?

 

    TEMA IV: LIBERTAD Y CARIDAD

(EN ELABORACIÓN)