DOMINGO XXII DEL TIEMPO ORDINARIO


PRIMERA LECTURA

Del segundo libro de los Reyes 14, 1-27

Reinados de Amasías de Judá y de Jeroboán II de Israel

Amasías, hijo de Joás, subió al trono de Judá el año segundo del reinado de Joás de Israel, hijo de Joacaz. Cuando subió al trono tenía veinticinco años, y reinó en Jerusalén veintinueve años. Su madre se llamaba Yehoadayán, natural de Jerusalén. Hizo lo que Dios aprueba, aunque no como su antepasado David; se portó como su padre Joás; pero no desaparecieron las ermitas de los altozanos: allí seguía la gente sacrificando y quemando incienso. Cuando se afianzó en el poder, mató a los ministros que habían asesinado a su padre. Pero, siguiendo lo que dice el libro de la ley de Moisés, promulgada por el Señor: «No serán ejecutados los padres por las culpas de los hijos ni los hijos por las culpas de los padres; cada uno morirá por su propio pecado», no mató a los hijos de los asesinos.

Amasías derrotó en Vallelasal a los idumeos, en número de diez mil, y tomó al asalto la ciudad de Petra, llamándola Yoctael, nombre que se conserva hasta hoy. Entonces mandó una embajada a Joás, hijo de Joacaz, de Jehú, rey de Israel, con este mensaje:

—¡Sal, que nos veamos las caras!

Pero Joás de Israel le envió esta respuesta:

—El cardo del Líbano mandó a decir al cedro del Líbano: Dame a tu hija por esposa de mi hijo. Pero pasaron las fieras del Líbano y pisotearon el cardo. Tú has derrotado a Edom y te has engreído. ¡Disfruta de tu gloria quedándote en tu casa! ¿Por qué quieres meterte en una guerra catastrófica, provocando tu caída y la de Judá?

Pero Amasías no hizo caso.

Entonces Joás de Israel subió a vérselas con Amasías de Judá en Casalsol de Judá. Israel derrotó a los judíos, que huyeron a la desbandada. En Casalsol apresó Joás de Israel a Amasías de Judá, hijo de Joacaz, de Ocozías, y se lo llevó a Jerusalén. En la muralla de Jerusalén abrió una brecha de doscientos metros, desde la Puerta de Efraín hasta la Puerta del Angulo; se apoderó del oro, la plata, los utensilios que había en el templo y en el tesoro del palacio, tomó rehenes y se volvió a Samaria.

Para más datos sobre Joás y sus hazañas militares en la guerra contra Amasías de Judá, véanse los Anales del Reino de Israel.

Joás murió, y lo enterraron en Samaria, con los reyes de Israel. Su hijo Jeroboán le sucedió en el trono.

Amasías de Judá, hijo de Joás, sobrevivió quince años a Joás de Israel, hijo de Joacaz.

Para más datos sobre Amasías, véanse los Anales del Reino de Judá.

En Jerusalén le tramaron una conspiración; huyó a Laquis, pero lo persiguieron hasta Laquis y allí lo mataron. Lo cargaron sobre unos caballos y lo enterraron en Jerusalén, con sus antepasados, en la Ciudad de David. Entonces Judá en pleno tomó a Azarías, de dieciséis años, y lo nombraron rey, sucesor de su padre, Amasías. Después que murió el rey, reconstruyó Eilat, devolviéndola a Judá.

Jeroboán, hijo de Joás, subió al trono de Samaria el año quince del reinado de Amasías de Judá, hijo de Joás. Reinó cuarenta y un años. Hizo lo que el Señor reprueba, repitiendo los pecados que Jeroboán, hijo de Nabat, hizo cometer a Israel. Restableció la frontera de Israel desde el paso de Jamat hasta el mar Muerto, como el Señor, Dios de Israel, había dicho por su siervo el profeta Jonás, hijo de Amitay, natural de Gatjéfer; porque el Señor se fijó en la terrible desgracia de Israel: no había esclavo, ni libre, ni quien ayudase a Israel. El Señor no había decidido borrar el nombre de Israel bajo el cielo, y lo salvó por medio de Jeroboán, hijo de Joás.


SEGUNDA LECTURA

San Paciano de Barcelona, Sermón sobre el bautismo (6-7: PL 13, 1093-1094)

¿Qué Dios como tú, que perdonas el pecado?

Nosotros, que somos imagen del hombre terreno, seremos también imagen del hombre celestial; porque el primer hombre, hecho de tierra, era terreno; el segundo hombre es del cielo. Si obramos así, hermanos, ya no moriremos. Aunque nuestro cuerpo se deshaga, viviremos en Cristo, como él mismo dice: El que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá.

Por lo demás, tenemos certeza, por el mismo testimonio del Señor, que Abrahán, Isaac y Jacob y todos los santos de Dios viven. De ellos dice el Señor: Para él todos están vivos. No es Dios de muertos, sino de vivos. Y el Apóstol dice de sí mismo: Para mí la vida es Cristo, y una ganancia el morir; deseo partir para estar con Cristo. Y añade en otro lugar: Mientras sea el cuerpo nuestro domicilio, estamos desterrados lejos del Señor. Caminamos sin verlo, guiados por la fe. Esta es nuestra fe, queridos hermanos. Además: Si nuestra esperanza en Cristo acaba con esta vida, somos los hombres más desgraciados. La vida meramente natural nos es común, aunque no igual en duración, como lo veis vosotros mismos, con los animales, las fieras y las aves. Lo que es propio del hombre es lo que Cristo nos ha dado por su Espíritu, es decir, la vida eterna, siempre que ya no cometamos más pecados. Pues de la misma forma que la muerte se adquiere con el pecado, se evita con la virtud. Porque el pecado paga con muerte, mientras que Dios regala vida eterna por medio de Cristo Jesús, Señor nuestro.

Como afirma el Apóstol, él es quien redime, perdonándonos todos los pecados. Borró el protocolo que nos condenaba con sus cláusulas y era contrario a nosotros; lo quitó de en medio, clavándolo en la cruz, y, destituyendo por medio de Cristo a los principados y autoridades, los ofreció en espectáculo público y los llevó cautivos en su cortejo. Ha liberado a los cautivos y ha roto nuestras cadenas, como lo dijo David: El Señor liberta a los cautivos, el Señor abre los ojos al ciego, el Señor endereza a los que ya se doblan. Y en otro lugar: Rompiste mis cadenas. Te ofreceré un sacrificio de alabanza. Así, pues, somos liberados de las cadenas cuando, por el sacramento del bautismo, nos reunimos bajo el estandarte del Señor, liberados por la sangre y el nombre de Cristo.

Por lo tanto, queridos hermanos, de una vez para siempre hemos sido lavados, de una vez para siempre hemos sido liberados, y de una vez para siempre hemos sido trasladados al reino inmortal; de una vez para siempre, dichosos los que están absueltos de sus culpas, a quienes les han sepultado sus pecados. Mantened con fidelidad lo que habéis recibido, conservadlo con alegría, no pequéis más. Guardaos puros e inmaculados para el día del Señor.

EVANGELIOS PARA LOS TRES CICLOS



LUNES


PRIMERA LECTURA

Comienza el libro del profeta Amós 1, 1-2, 3

Sentencias del Señor sobre las naciones paganas

Palabras de Amós, uno de los mayorales de Tecua. Visión acerca de Israel, durante los reinados de Ozías en Judá, y de Jeroboán, hijo de Joás, en Israel; dos años antes del terremoto, dijo:

«El Señor ruge desde Sión, alza la voz desde Jerusalén, y aridecen las majadas de los pastores, se seca la cumbre del Carmelo.

Así dice el Señor: "A Damasco, por tres delitos y por el cuarto, no le perdonaré: porque trilló a Galaad con trillos de hierro, enviaré fuego a la casa de Hazael, que devorará los palacios de Benadad. Romperé los cerrojos de Damasco y aniquilaré a los jefes de Valdelito y al que lleva el cetro en Casa Delicias, y el pueblo sirio irá desterrado a Quir". Oráculo del Señor.

Así dice el Señor: "A Gaza, por tres delitos y por el cuarto, no le perdonaré: porque hicieron prisioneros en masa y los vendieron a Edom, enviaré fuego a las murallas de Gaza, que devorará sus palacios; aniquilaré a los vecinos de Asdod, al que lleva el cetro en Ascalón; tenderé la mano contra Ecrón y perecerá el resto de los filisteos". Oráculo del Señor.

Así dice el Señor: "A Tiro, por tres delitos y por el cuarto, no le perdonaré: porque vendió innumerables prisioneros a Edom y no respetó la alianza fraterna, enviaré fuego a las murallas de Tiro, que devorará sus palacios".

Así dice el Señor: "A Edom, por tres delitos y por el cuarto, no le perdonaré: porque persiguió con la espada a su hermano, ahogando la compasión, siempre se ensañaba su ira, conservó siempre la cólera, enviaré fuego a Temán, que devorará los palacios de Bosra".

Así dice el Señor: "A Amón, por tres delitos y por el cuarto, no le perdonaré: porque abrieron en canal a las preñadas de Galaad, para ensanchar su territorio, encenderé fuego en la muralla de Rabá, que devorará sus palacios, entre los alaridos de la batalla y el torbellino de la tormenta; su rey marchará al destierro junto con sus príncipes". Oráculo del Señor.

Así dice el Señor: "A Moab, por tres delitos y por el cuarto, no le perdonaré: porque consumió con cal los huesos del rey de Edom, enviaré fuego a Moab, que devorará los palacios de Queriot; Moab morirá en el tumulto bélico, entre alaridos y toques de trompeta; aniquilaré en medio de ella al gobernante y mataré con él a los príncipes". Oráculo del Señor».
 

SEGUNDA LECTURA

Comienza la carta llamada de Bernabé (Caps 1, 1-8; 2, 1-5: Funk 1, 3-7)

La esperanza de la vida, principio y término de nuestra fe

Salud en la paz, hijos e hijas, en el nombre del Señor que nos ha amado.

Ya que las gracias de justificación que habéis recibido de Dios son tan grandes y espléndidas, me alegro sobremanera, y, más que toda otra cosa, de la dicha y excelencia de vuestras almas. Pues habéis recibido la gracia del don espiritual, plantada en vosotros. Me felicito aún más, con la esperanza de ser salvado, cuando veo de verdad el Espíritu que se ha derramado sobre vosotros del abundante manantial que es el Señor. Hasta tal punto me conmovió el veros, cosa tan deseada para mí, cuando estaba entre vosotros.

Aunque os haya hablado ya muchas veces, estoy profundamente convencido de que me quedan todavía muchas cosas por deciros, pues el Señor me ha acompañado por el camino de la justicia. Me siento obligado a amaros más que a mi propia vida, pues una gran fe y una gran caridad habitan en vosotros por la esperanza de alcanzar la vida divina. Considerando que obtendré una gran recompensa si me preocupo de hacer partícipes a unos espíritus como los vuestros, al menos en alguna medida, de los conocimientos que he recibido, he decidido escribiros con brevedad, a fin de que, con la fe, poseáis un conocimiento perfecto.

Tres son las enseñanzas del Señor: la esperanza de la vida, principio y término de nuestra fe; la justicia, comienzo y fin del juicio; el amor en la alegría y el regocijo, testimonio de las obras de la justicia.

El Señor, en efecto, nos ha manifestado por medio de sus profetas el pasado y el presente, y nos ha hecho gustar por anticipado las primicias de lo porvenir. Viendo, pues, que estas cosas se van cumpliendo en el orden en que él las había predicho, debemos adelantar en una vida más generosa y más excelsa en el temor del Señor. Por lo que respecta a mí, no como maestro, sino como uno de vosotros, os manifestaré algunas enseñanzas que os puedan Alegrar en las presentes circunstancias.

Ya que los días son malos y que el Altivo mismo posee poder, debemos, estando vigilantes sobre nosotros mismos, buscar las justificaciones del Señor. Nuestra fe tiene como ayuda el temor y la paciencia, y como aliados la longanimidad y el dominio de nosotros mismos. Si estas virtudes permanecen santamente en nosotros, en todo lo que atañe al Señor, tendrán la gozosa compañía de la sabiduría, la inteligencia, la ciencia y el conocimiento.

El Señor nos ha dicho claramente, por medio de los profetas, que no tiene necesidad ni de sacrificios, ni de holocaustos, ni de ofrendas, cuando dice: ¿ Qué me importa el número de vuestros sacrificios? —dice el Señor—. Estoy harto de holocaustos de carneros, de grasa de cebones; la sangre de toros, corderos y machos cabríos no me agrada. ¿Por qué entráis a visitarme? ¿Quién pide algo de vuestras manos cuando pisáis mis atrios? No me traigáis más dones vacíos, más incienso execrable. Novilunios, sábados, asambleas, no los aguanto.



MARTES


PRIMERA LECTURA

Del libro del profeta Amós 2, 4-16

Sentencias del Señor sobre Judá y sobre Israel

Así dice el Señor: «A Judá, por tres delitos y por el cuarto, no le perdonaré: porque rechazaron la ley del Señor y no observaron sus mandamientos; sus mentiras los extraviaron, las que veneraban sus padres; enviaré fuego a Judá, que devorará los palacios de Jerusalén».

Así dice el Señor: «A Israel, por tres delitos y por el cuarto, no le perdonaré: porque venden al inocente por dinero y al pobre por un par de sandalias; revuelcan en el polvo al desvalido y tuercen el proceso del indigente. Padre e hijo van juntos a una mujer, profanando mi santo nombre; se acuestan sobre ropas dejadas en fianza, junto a cualquier altar, beben vino de multas en el templo de su Dios.

Yo destruí a los amorreos al llegar ellos; eran altos como cedros, fuertes como encinas; destruí arriba el fruto, abajo la raíz.

Yo os saqué de Egipto, os conduje por el desierto cuarenta años, para que conquistarais el país amorreo.

Nombré profetas a hijos vuestros, nazireos a jóvenes vuestros: ¿no es cierto, israelitas? —oráculo del Señor—.

Pero vosotros emborrachabais a los nazireos, y a los profetas les prohibíais profetizar. Pues mirad, yo os aplastaré en el suelo, como un carro cargado de gavillas; el más veloz no logrará huir, el más fuerte no sacará fuerzas, el soldado no salvará la vida; el arquero no resistirá, el más ágil no se salvará, el jinete no salvará la vida; el más valiente entre los soldados huirá desnudo aquel día». Oráculo del Señor.


SEGUNDA LECTURA

De la carta llamada de Bernabé (Caps 2, 6-10; 3, 1.3, 4, 10-14: Funk 1, 7-9.13)

La nueva ley de nuestro Señor

Dios invalidó los sacrificios antiguos, para que la nueva ley de nuestro Señor Jesucristo, que no está sometida al yugo de la necesidad, tenga una ofrenda no hecha por mano de hombre. Por esto les dice también: Cuando saqué a vuestros padres de Egipto, no les ordené ni les hablé de holocaustos y sacrificios; ésta fue la orden que les di: «Que nadie maquine maldades contra su prójimo, y no améis los juramentos falsos».

Y, ya que no somos insensatos, debemos comprender el designio de bondad de nuestro Padre. El nos habla para que no caigamos en el mismo error que ellos, cuando buscamos el camino para acercarnos a él. Por esta razón, nos dice: Sacrificio para el Señor es un espíritu quebrantado; olor de suavidad para el Señor es un corazón que glorifica al que lo ha plasmado. Por tanto, hermanos, debemos preocuparnos con todo cuidado de nuestra salvación, para que el Maligno seductor no se introduzca furtivamente entre nosotros y, por el error, nos arroje, como una honda a la piedra, lejos de lo que es nuestra vida.

Acerca de esto afirma en otro lugar: ¿Para qué ayunáis —dice el Señor—, haciendo oír hoy en el cielo vuestras voces? No es ése el ayuno que yo deseo —dice el Señor—, sino al hombre que humilla su alma. A nosotros, en cambio, nos dice: el ayuno que yo quiero es éste —oráculo del Señor—: abrir las prisiones injustas, hacer saltar los cerrojos de los cepos, dejar libres a los oprimidos, romper todos los cepos; partir tu pan con el hambriento, vestir al que ves desnudo, hospedar a los pobres sin techo.

Huyamos de toda vanidad, odiemos profundamente las obras del mal camino; no viváis aislados, replegados en vosotros mismos, como si ya estuvierais justificados, sino reuníos para encontrar todos juntos lo que a todos conviene. Pues la Escritura afirma: ¡Ay de los que se tienen por sabios y se creen perspicaces! Hagámonos hombres espirituales, seamos un templo perfecto para Dios. En cuanto esté de nuestra parte, meditemos el temor de Dios y esforcémonos por guardar sus mandamientos, a fin de alegrarnos en sus justificaciones. El Señor juzgará al mundo sin parcialidad. Cada uno recibirá según sus obras; el bueno será precedido de su justicia, el malo tendrá ante sí el salario de su iniquidad. No nos abandonemos al descanso, bajo el pretexto de que hemos sido llamados, no vaya a suceder que nos durmamos en nuestros pecados y el Príncipe de la maldad consiga poder sobre nosotros y nos arroje lejos del reino del Señor.

Además, hermanos, debemos considerar también este hecho: si, después de tantos signos y prodigios como fueron realizados en Israel, los veis ahora abandonados, estemos vigilantes para que no nos suceda a nosotros también lo que afirma la Escritura: Muchos son los llamados y pocos los elegidos.



MIÉRCOLES


PRIMERA LECTURA

Del libro del profeta Amós 3, 1-15

La visita del Señor en Samaria y Betel

Escuchad esta palabra que dice el Señor, hijos de Israel, a todas las familias que saqué de Egipto:

"A vosotros solos os escogí
entre todas las familias de la tierra,
por eso os tomaré cuentas
por vuestros pecados.

¿Caminan juntos dos que no se conocen?
¿Ruge el león en la espesura sin tener presa?,
¿alza su voz el cachorro en la guarida sin haber cazado?,
¿cae el pájaro por tierra si no hay una trampa?,
¿se alza del suelo el lazo sin haber hecho presa?,
¿suena la trompeta en la ciudad sin que el pueblo se alarme?,
¿sucede en la ciudad una desgracia que no la mande el Señor?

No hará cosa el Señor sin revelar su plan
a sus siervos los profetas.

Ruge el león, ¿quién no teme?
Habla el Señor, ¿quién no profetiza?

Pregonad en los palacios de Asdod,
decid en los palacios de Egipto:
Reuníos junto a los montes de Samaria
contemplad el tráfago en medio de ella
las opresiones en su recinto.

No sabían obrar rectamente —oráculo del Señor—,
atesoraban violencias y crímenes en sus palacios.

Por eso así dice el Señor: El enemigo asedia el país,
derriba tu fortaleza, saquea tus palacios".

Así dice el Señor:

"Como salva el pastor de las fauces del león
un par de patas o un lóbulo de oreja,
así se salvarán los israelitas, vecinos de Samaria,
con el borde de un petate y un cobertor de damasco.
Escuchad y dad testimonio contra la casa de Jacob
—oráculo del Señor, Dios de los ejércitos—.
Cuando tome cuentas a Israel de sus delitos,
le tomaré cuentas de los altares de Betel;
los salientes del altar serán arrancados y caerán al suelo;
derribaré la casa de invierno y la casa de verano,
se perderán las arcas de marfil, se desharán los ricos arcones
—oráculo del Señor—.


SEGUNDA LECTURA

De la carta llamada de Bernabé (Caps 5, 1-8; 6, 11-16: Funk 1, 13-15.19-21)

La segunda creación

El Señor soportó que su carne fuera entregada a la destrucción, para que fuéramos santificados por la remisión de los pecados, que se realiza por la aspersión de su sangre. Acerca de él afirma la Escritura, refiriéndose en parte a Israel y en parte a nosotros: Fue traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes. Nuestro castigo saludable cayó sobre él, sus cicatrices nos curaron. Como cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca. Por tanto, debemos dar rendidas gracias al Señor, porque nos ha dado a conocer el pasado, nos instruye sobre el presente y nos ha concedido un cierto conocimiento respecto del futuro. Pero la Escritura afirma: No en vano se tiende la red a lo que tiene alas, es decir, que perecerá justamente aquel hombre que, conociendo el camino de la justicia, se vuelve al camino de las tinieblas.

Todavía, hermanos, considerad esto: si el Señor soportó sufrir por nosotros, siendo él el Señor de todo el universo, a quien Dios dijo en la creación del mundo: Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza, ¿cómo ha aceptado el sufrir por mano de los hombres? Aprendedlo: los profetas, que de él recibieron el don de profecía, profetizaron acerca de él. Como era necesario que se manifestara en la carne para destruir la muerte y manifestar la resurrección de entre los muertos, ha soportado sufrir de esta forma para cumplir la promesa hecha a los padres, constituirse un pueblo nuevo y mostrar, durante su estancia en la tierra, que, una vez que suceda la resurrección de los muertos, será él mismo quien juzgará. Además, instruía a Israel y realizaba tan grandes signos y prodigios, con los que le testimoniaba su gran amor.

Al renovarnos por la remisión de los pecados, nos ha dado un nuevo ser, hasta el punto de tener un alma como de niños, según corresponde a quienes han sido creados de nuevo. Pues lo que afirma la Escritura, cuando el Padre habla al Hijo, se refiere a nosotros: Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza; que domine los peces del mar, las aves del cielo, los animales domésticos. Y, viendo la hermosura de nuestra naturaleza, dijo el Señor: Creced, multiplicaos, llenad la tierra.

Estas palabras fueron dirigidas a su Hijo. Pero te mostraré también cómo nos ha hablado a nosotros, realizando una segunda creación en los últimos tiempos. En efecto, dice el Señor: He aquí que hago lo último como lo primero. Refiriéndose a esto, dijo el profeta: Entrad en la tierra que mana leche y miel, y enseñoreaos de ella. En consecuencia, hemos sido creados de nuevo, como también afirma por boca de otro profeta: Arrancaré de ellos —es decir, de aquellos que el Espíritu del Señor preveía— el corazón de piedra y les daré un corazón de carne. Por esto él quiso manifestarse en la carne y habitar entre nosotros. En efecto, hermanos, la morada de nuestros corazones es un templo santo para el Señor. Pues también dice el Señor: Contaré tu fama a mis hermanos, en medio de la asamblea de los santos te alabaré. Por tanto, somos nosotros a quienes introdujo en la tierra buena.



JUEVES


PRIMERA LECTURA

Del libro del profeta Amós 4, 1-13

Contra las mujeres de Samaria y el culto de Israel

Escuchad esta palabra, vacas de Basán.
en el monte de Samaria:

Oprimís a los indigentes, maltratáis a los pobres
y pedís a vuestros maridos: «Trae de beber».

El Señor lo jura por su santidad:
Os llegará la hora en que os cojan
a vosotras con garfios, a vuestros hijos con ganchos;
saldrá cada una por la brecha que tenga delante,
y os arrojarán al estiércol —oráculo del Señor—.

Marchad a Betel a pecar, en Guilgal pecad de firme:
ofreced por la mañana vuestros sacrificios
y en tres días vuestros diezmos;
«ofreced ázimos, pronunciad la acción de gracias,
anunciad dones voluntarios,
que eso es lo que os gusta, israelitas
—oráculo del Señor—.

Aunque os di en vuestros poblados dientes sin estrenar,
en todos vuestros lugares carestía de pan,
no os convertisteis a mí —oráculo del Señor—.
Aunque yo os retuve la lluvia tres meses antes de la siega,
hice llover en un pueblo sí y en otro no,
en una parcela llovió, otra sin lluvia se secó;
de dos o tres pueblos iban a otro
para beber agua, y no se hartaban,
no os convertisteis a mí —oráculo del Señor—.

Os herí con tizón y neguilla,
sequé vuestros huertos y viñedos,
vuestras higueras y olivares los devoró la langosta,
pero no os convertisteis a mí —oráculo del Señor—.

Os envié la peste egipcia,
maté a espada a vuestros mozos
con lo mejor de vuestra caballería,
hice subir a vuestras narices
el hedor de vuestro campamento;
pero no os convertisteis a mí —oráculo del Señor—.

Os envié una catástrofe tremenda
como la de Sodoma y Gomorra,
y fuisteis como tizón sacado del incendio;
pero no os convertisteis a mí —oráculo del Señor—.

 Por eso así te voy a tratar, Israel,
y porque así te voy a tratar,
prepárate a encararte con tu Dios;
él formó las montañas, creó el viento,
descubre al hombre sus pensamientos,
hizo la aurora y el crepúsculo
y camina sobre el dorso de la tierra:
se llama Señor, Dios de los ejércitos.


SEGUNDA LECTURA

De la carta llamada de Bernabé (Cap 19, 1-3.5-7.8-12: Funk 1, 53-57)

El camino de la luz

He aquí el camino de la luz: el que quiera llegar al lugar designado, que se esfuerce en conseguirlo con sus obras. Este es el conocimiento que se nos ha dado sobre la forma de caminar por el camino de la luz. Ama a quien te ha creado, teme a quien te formó, glorifica a quien te redimió de la muerte; sé sencillo de corazón y rico de espíritu; no sigas a los que caminan por el camino de la muerte; odia todo lo que desagrada a Dios y toda hipocresía; no abandones los preceptos del Señor. No te enorgullezcas; sé, por el contrario, humilde en todas las cosas; no te glorifiques a ti mismo. No concibas malos propósitos contra tu prójimo y no permitas que la insolencia domine tu alma.

Ama a tu prójimo más que a tu vida. No mates al hijo en el seno de la madre y tampoco lo mates una vez que ha nacido. No abandones el cuidado de tu hijo o de tu hija, sino que desde su infancia les enseñarás el temor de Dios. No envidies los bienes de tu prójimo; no seas avaricioso; no frecuentes a los orgullosos, sino a los humildes y a los justos.

Todo lo que te suceda, lo aceptarás como un bien, sabiendo que nada sucede sin el permiso de Dios. Ni en tus palabras ni en tus intenciones ha de haber doblez, pues la doblez de palabra es un lazo de muerte.

Comunica todos tus bienes con tu prójimo y no digas que algo te es propio: pues, si sois partícipes en los bienes incorruptibles, ¿cuánto más lo debéis ser en los corruptibles? No seas precipitado en el hablar, pues la lengua es una trampa mortal. Por el bien de tu alma, sé casto en el grado que te sea posible. No tengas las manos abiertas para recibir y cerradas para dar. Ama como a la niña de tus ojos a todo el que te comunica la palabra del Señor.

Piensa, día y noche, en el día del juicio y busca siempre la compañía de los santos, tanto si ejerces el ministerio de la palabra, portando la exhortación o meditando de qué manera puedes salvar un alma con tu palabra, como si trabajas con tus manos para redimir tus pecados.

No seas remiso en dar ni murmures cuando das, y un día sabrás quién sabe recompensar dignamente. Guarda lo que recibiste, sin quitar ni añadir nada. El malo ha de serte siempre odioso. Juzga con justicia. No seas causa de división, sino procura la paz, reconciliando a los adversarios. Confiesa tus pecados. No te acerques a la oración con una mala conciencia. Este es el camino de la luz.



VIERNES


PRIMERA LECTURA

Del libro del profeta Amós 5, 1-17

Lamentaciones y avisos

Escuchad estas palabras que entono por vosotros:
Cayó para no levantarse la doncella de Israel,
está arrojada al suelo y nadie la levanta.

Pues así dice el Señor a la casa de Israel:

La ciudad de donde partieron mil se quedará con cien;
de donde partieron cien, se quedará con diez.

Así dice el Señor a la casa de Israel:

Buscadme y viviréis:
no busquéis a Betel, no vayáis a Guilgal,
no os dirijáis a Berseba;
que Guilgal irá cautiva y Betel se volverá Betavén.

Buscad al Señor y viviréis.

Y si no, la casa de José penetrará como fuego
y devorará inextinguible a Betel.

¡Ay de los que convierten la justicia en acíbar
y arrastran por el suelo el derecho,
odian a los fiscales del tribunal
y detestan al que depone exactamente!

Pues por haber conculcado al indigente
exigiéndole un tributo de grano,
si construís casas de sillares, no las habitaréis;
si plantáis viñas selectas, no beberéis de su vino.

Sé bien vuestros muchos crímenes
e innumerables pecados:
estrujáis al inocente, aceptáis sobornos,
atropelláis a los pobres en el tribunal
(por eso se calla entonces el prudente,
porque es un momento peligroso).

Buscad el bien, no el mal, y viviréis
y así estará con vosotros
el Señor Dios de los ejércitos, como deseáis.

Odiad el mal, amad el bien
defended la justicia en el tribunal.

Quizá se apiade el Señor, Dios de los ejércitos,
de los supervivientes de José.

Así dice el Señor, Dios de los ejércitos:

En todas las calles hay duelo,
en todas las callejuelas gritan: ¡Ay, ay!;
los campesinos llaman para el duelo y el luto
a expertos en lamentaciones;
en todas las viñas habrá duelo,
cuando pase entre vosotros, dice el Señor:
que creó las Pléyades y Orión,
convierte las sombras en aurora,
el día en noche oscura;
lanza la destrucción contra la fortaleza,
y la destrucción alcanza a la plaza fuerte.


SEGUNDA LECTURA

Beato Ogerio de Lucedio, Sermón 10 (13-14: PL 184, 927-928)

Dios Padre flagela a la Iglesia para que crezca
más vigorosa y fecunda

La viña del Señor es la Iglesia universal, consorte y esposa de Cristo, de la que Dios Padre dice al Hijo: Tu mujer, como parra fecunda, en medio de tu casa. El viñador que ama a la viña que produce el fruto esperado a su debido tiempo, cuando llega el tiempo de la poda, no deja en ella nada mustio ni seco. Después, cava en derredor hasta sus más profundas raíces, remueve profundamente la tierra con un buen azadón, y si ve que alguna raíz echa brotes, los corta con la podadera. Y cuanto más a conciencia arranca los brotes superfluos o inútiles, tanto más crece y produce frutos lozanos y abundantes.

Del mismo modo, Dios castiga y azota a los que ama: castiga a sus hijos preferidos. Aceptar la corrección aquí sobre la tierra es propio de aquellos a quienes es dado gozar de la eternidad; en cambio, el que murmura de la corrección no se acerca al que está sobre él. Más aún: pierde la herencia de la felicidad eterna, si no acepta con paciencia y amor la corrección de Dios Padre. Y si, además, murmurase de la corrección del Señor, tenga por cierto que incurrirá en la pena de los murmuradores.

Así que, amadísimos hermanos, vosotros no murmuréis si en alguna ocasión cayereis bajo la corrección del Señor; ni perdáis el ánimo al ser reprendidos por él. Ningún castigo nos gusta cuando lo recibimos, sino que nos duele; pero después de pasar por él, nos da como fruto una vida honrada y en paz. Con los castigos del Señor se debilita elardor de los placeres carnales, a la vez que se robustecen las virtudes del alma. La carne pierde lo que tenía de superfluo; y el espíritu adquiere las virtudes de que carecía. De esta suerte, mediante los castigos del Señor aumentan las virtudes y son extirpados los vicios; se desprecian las cosas terrenas y se aman las celestiales.

Nosotros que esperamos, impacientes, los premios eternos, si nos sobreviniere alguna grave enfermedad o una fuerte tentación o incluso un notable detrimento en bienes materiales, debemos crecernos en tales dificultades, pues al arreciar la lucha, no cabe duda de que nos espera una victoria más gloriosa. La medida del ardor con que anhelamos a Dios se demuestra en esto: si caminamos hacia él no sólo en la tranquilidad y en la prosperidad, sino también en circunstancias adversas y difíciles. A los eternos gozos ya no nos es posible volver, si no es perdiendo los bienes temporales: y por eso en la esperanza de la alegría que no pasa, debemos considerar todas las cosas adversas como una no despreciable prosperidad.

Ln divina severidad no permite que nuestros pecados permanezcan impunes, sino que la ira de su juicio comienza al presente con nuestra corrección, para apaciguarse con la condenación de los réprobos. Porque el médico está en nuestro interior, y amputa el contagio del pecado, que no puede consentir se adhiera a la médula de los huesos: saja el virus de la corrupción con el bisturí de la tribulación. Es lo que dice la Verdad: A todo sarmiento mío que da fruto, Dios Padre lo poda, para que dé más fruto: pues el alma que se halla en la tentación, cuando considera lo que le aleja de su prístina solidez en la virtud, se echa a temblar preocupada ante la simple posibilidad de perder definitivamente lo que hace algún tiempo había comenzado a ser. Entonces empuña la espada de la oración, el llanto de la compunción, debilitando así la tentación y reportando sobre ella una gloriosa victoria. Aunque no el alma, sino la gracia de Dios por su medio.

Y así sucede que, el alma que en la prosperidad yacía perezosa y como infecunda, se alza más fuerte y vigorosa dispuesta a dar fruto.



SÁBADO


PRIMER LECTURA

Del libro del profeta Amós 5, 18-6, 15

El día del Señor. Contra el culto y la falsa seguridad

¡Ay de los que ansían el día del Señor!
¿De qué os servirá el día del Señor si es tenebroso y sin luz?

Como cuando huye uno del león y topa con el oso,
o se mete en casa, apoya la mano en la pared,
y le pica la culebra.

¿No es el día del Señor tenebroso y sin luz,
oscuridad sin resplandor?

Detesto y rehúso vuestras fiestas —oráculo del Señor—,
no quiero oler vuestra ofrendas.

Aunque me ofrezcáis holocaustos y dones,
no me agradarán;
no aceptaré los terneros cebados que sacrificáis en acción de gracias.

Retirad de mi presencia el estruendo del canto,
no quiero escuchar el son de la cítara;
fluya como el agua el juicio,
la justicia como arroyo perenne.

¿Es que en el desierto, durante cuarenta años,
me traíais ofrendas y sacrificios, casa de Israel?

Tendréis que transportar a Sacut y Queván
imágenes de vuestros dioses astrales,
que vosotros os fabricasteis,
cuando os destierre más allá de Damasco.
Dice el Señor, Dios de los ejércitos.
¡Ay de los que se fían de Sión, confían en el monte de Samaria!
Se consideran la flor y nata de los pueblos
y la casa de Israel acude a ellos.
Id a Calno y observad,
de allí seguid a Jamat la Grande
y bajad a Gat de Filistea:
¿valéis más que esos reinos,
es más extenso vuestro territorio?

Queréis espantar el día funesto
aplicando un cetro de violencia.

Os acostáis en lechos de marfil,
tumbados sobre las camas,
coméis los carneros del rebaño
y las terneras del establo;
canturreáis al son del arpa,
inventáis, como David, instrumentos musicales;
bebéis vinos generosos,
os ungís con los mejores perfumes
y no os doléis del desastre de José.

Por eso irán al destierro, a la cabeza de los cautivos,
se acabó la orgía de los disolutos.

Oráculo del Señor, Dios de los ejércitos:

El Señor lo ha jurado por su vida:

Porque detesto el fasto de Jacob y odio sus palacios,
entregaré la ciudad y sus habitantes.

El Señor ha dado órdenes de reducir
a escombros las mansiones, a cascotes los tugurios.
Y si quedan diez hombres en una casa, morirán.

(El tío y el incinerador vendrán a sacar los huesos de la casa.

Uno dirá al que está en el rincón de la casa:
¿Te queda alguno?
Responderá: Ninguno.
Y él dirá: Chsss...
Pues no es hora de pronunciar el nombre del Señor).
¿Corren los caballos por peñascos?,
¿se puede arar con toros?
Pues vosotros convertís en veneno el derecho,
la justicia en acíbar.

Quedáis satisfechos con una nadería,
os gloriáis de haber conquistado
con vuestro esfuerzo Doscuernos.

Pues yo, casa de Israel,
—oráculo del Señor, Dios de los ejércitos—,
suscitaré contra vosotros un pueblo que os oprimirá
desde el Paso de Jamat hasta el torrente de los Sauces.


SEGUNDA LECTURA

San Ireneo de Lyon, Tratado contra las herejías (Lib 4,17, 4-6: SC 100, 590-594)

Quiero misericordia y no sacrificios

Dios quería de los israelitas, por su propio bien, no sacrificios y holocaustos, sino fe, obediencia y justicia. Y así, por boca del profeta Oseas, les manifestaba su voluntad, diciendo: Quiero misericordia y no sacrificios; conocimiento de Dios, más que holocaustos. Y el mismo Señor en persona les advertía: Si comprendierais lo que significa: «Quiero misericordia y no sacrificios», no condenaríais a los que no tienen culpa, con lo cual daba testimonio a favor de los profetas, de que predicaban la verdad, y a ellos les echaba en cara su culpable ignorancia.

Y, al enseñar a sus discípulos a ofrecer a Dios las primicias de su creación, no porque él lo necesite, sino para el propio provecho de ellos, y para que se mostrasen agradecidos, tomó pan, que es un elemento de la creación, pronunció la acción de gracias, y dijo: Esto es mi cuerpo. Del mismo modo, afirmó que el cáliz, que es también parte de esta naturaleza creada a la que pertenecemos, es su propia sangre, con lo cual nos enseñó cuál es la oblación del nuevo Testamento; y la Iglesia, habiendo recibido de los apóstoles esta oblación, ofrece en todo el mundo a Dios, que nos da el alimento, las primicias de sus dones en el nuevo Testamento, acerca de lo cual Malaquías, uno de los doce profetas menores, anunció por adelantado: Vosotros no me agradáis —dice el Señor de los ejércitos—, no me complazco en la ofrenda de vuestras manos. Del Oriente al Poniente es grande entre las naciones mi nombre; en todo lugar ofrecerán incienso y sacrificio a mi nombre, una ofrenda pura, porque es grande mi nombre entre las naciones —dice el Señor de los ejércitos—, con las cuales palabras manifiesta con toda claridadque cesarán los sacrificios del pueblo antiguo y que en todo lugar se le ofrecerá un sacrificio, y éste ciertamente puro, y que su nombre será glorificado entre las naciones.

Este nombre que ha de ser glorificado entre las naciones no es otro que el de nuestro Señor, por el cual es glorificado el Padre, y también el hombre. Y si el Padre se refiere a su nombre es porque en realidad es el mismo nombre de su propio Hijo, y porque el hombre ha sido hecho por él. Del mismo modo que un rey, si pinta una imagen de su hijo, con toda propiedad podrá llamar suya aquella imagen, por la doble razón de que es la imagen de su hijo y de que es él quien la ha pintado, así también el Padre afirma que el nombre de Jesucristo, que es glorificado por todo el mundo en la Iglesia, es suyo porque es el de su Hijo y porque él mismo, que escribe estas cosas, lo ha entregado por la salvación de los hombres.

Por lo tanto, puesto que el nombre del Hijo es propio del Padre, y la Iglesia ofrece al Dios todopoderoso por Jesucristo, con razón dice, por este doble motivo: En todo lugar ofrecerán incienso y sacrificio a mi nombre, una ofrenda pura. Y Juan, en el Apocalipsis, nos enseña que el incienso es las oraciones de los santos.