Gentileza de http://jesus.upsa.es/ para la
BIBLIOTECA CATÓLICA DIGITAL

 

EL JESÚS HISTÓRICO                                                                                   Tema 7

La actuación de Jesús > Documento 2

 

 

 

 

LOS EXORCISMOS DE JESÚS

 

 

La tradición sobre la actividad de Jesús como exorcista ha llegado hasta nosotros de tres formas: a través de algunos dichos de Jesús o de sus adversarios; de unos pocos relatos; y de los resúmenes de su actividad elaborados por los evangelistas. Esta diversidad de géneros literarios es ya un argumento a favor de su antigüedad

  • La tradición de los dichos es la que mejor ha conservado el sentido de dichos exorcismos. Hay que resaltar que no se trata sólo de dichos de Jesús, sino también de sus adversarios. Una buena parte de estos dichos se encuentran en la llamada controversia de Belcebú, en la que Jesús se defiende de la acusación de expulsar los demonios con el poder del Príncipe de los demonios (Mt 9,32-34; 12,22-30; Mc 3,22-27; Lc 11,14-15. 17-23).

  • Los relatos de exorcismos conservan también una tradición antigua, que con el tiempo se ha ido recubriendo de elementos legendarios de sabor popular. Estos relatos poseen un mismo esquema literario, que servía para facilitar a los misioneros cristianos la memorización de estos relatos, que ellos utilizaban en la predicación.

  • Tenemos, finalmente, los sumarios de la actividad de Jesús. Estos resúmenes son obra de los evangelistas, que escribieron bastantes años después de la muerte de Jesús, pero es significativo que en ellos se mencionen sólo las curaciones y los exorcismos, que son los milagros que con más probabilidad podemos atribuir a Jesús

  • La antigüedad de estas tradiciones puede corroborarse mostrando que se encuentran en diversas fuentes independientes: el Documento Q (Lc 11,19-20. 23. 24-26 par.; Lc 10,18), el evangelio de Marcos (Mc 1,21-28; 5,1-20; 7,24-30; 9,14-29) y el evangelio de Juan (Jn 7,20; 8,48-52; 10,20-21). Además, la inmensa mayoría de estos dichos y relatos se encuentra en los estratos más antiguos de la tradición evangélica.

Llegamos así a la conclusión de que la tradición de la actividad de Jesús como exorcista posee un sólido fundamento histórico. Podemos añadir que esta actividad es una de las más características y peculiares de cuantas realizó, pues no tenemos noticias de que nadie antes de Él en el mundo antiguo practicara este tipo de exorcismos, ni les diera la importancia que Él les dio. Un indicio de la centralidad que tuvieron los exorcismos en su vida pública es la reacción que desencadenaron entre sus adversarios. La acusación de expulsar los demonios con el poder de Belcebú es la mejor atestiguada de cuantas han conservado los evangelios (Mc 3,22, 30; Jn 7,20; 8,48-52; Jn 10,20-21; Mt 10,25).

 

 

Este es un dato muy llamativo, porque desde nuestra mentalidad no acabamos de explicarnos por qué dichos exorcismos despertaron una oposición tan dura. También nos resulta llamativo que Jesús se defendiera con tanta insistencia de dicha acusación, y sobre todo que no renunciara a esta práctica a pesar de las consecuencias que esto podía acarrearle. Para entender todo esto necesitamos conocer las connotaciones que tenían los exorcismos en tiempos de Jesús.

  • En el mundo en que vivieron Jesús y sus primeros discípulos la gente pensaba que había tres niveles de existencia: en el inferior habitaban los hombres, en el superior la divinidad, y en el intermedio una serie de espíritus, que tenían acceso al mundo de los hombres y podían influir en sus vidas. Para luchar contra el influjo negativo de estos espíritus los hombres tenían que recurrir a la divinidad, que era quien tenía poder sobre ellos.

  • Desde nuestra perspectiva la posesión puede definirse como un fenómeno disociativo de la personalidad, en el que se produce una alteración de las funciones integradoras de la conciencia. Para nosotros, la posesión es una interpretación cultural de algunos estados alterados de conciencia. Parece un hecho probado que en aquellas culturas que admiten la posesión ésta se da, mientras que en aquellas que no la admiten no se da. Para que se dé la posesión es necesario que exista un molde cultural que explique en esta clave ciertas experiencias y situaciones, que en otras culturas son vividas e interpretadas de otra forma.

  • Los antropólogos han observado que en aquellas sociedades que están sometidas a una fuerte presión social son más frecuentes los casos de posesión entre los varones adultos, y también entre las mujeres cuando éstas se encuentran sometidas a fuertes presiones familiares. La posesión es, pues, como una válvula de escape, a través de la cual se liberan las tensiones (en nuestra cultura este válvula no existe, y las tensiones se liberan de otra forma, o bien se acumulan provocando estrés).

  • Por otro lado, la posesión, que asigna un lugar marginal a las víctimas de la opresión política o familiar, funciona también como válvula reguladora que asegura la estabilidad del sistema social establecido, y en última instancia legitima las situaciones que provocan la posesión. Por esta razón, aquellos a quienes más favorece el sistema suelen reaccionar negativamente frente a quienes ponen en peligro esta válvula reguladora. En el mundo antiguo lo hacían acusándolos de magia o de estar poseídos.

 

El escenario de lectura que hemos propuesto ayuda a entender por qué esta actividad fue tan relevante para Jesús y para sus acusadores.

  • En el mundo de Jesús había personas que tenían que soportar una autoridad abusiva tanto en el ámbito público (político), como en el privado (parentesco). En el contexto familiar, todos aquellos que estaban sometidos a la autoridad del paterfamilias, y especialmente las mujeres, eran los más propensos a recurrir a la posesión para aliviar las tensiones de la autoridad patriarcal (Mc 7,24-30; 9,14-27). Por el contrario, en el contexto de la vida pública, la posesión afectaba sobre todo a varones adultos (Mc 1,23-28; 5,1-20).

  • No es casual que sus acusadores sean miembros de la clase gobernante o de sus funcionarios (los escribas de Mc 3,22). Un dicho de Jesús muestra la hostilidad de Herodes Antipas contra él, y pone de manifiesto que la causa por la que trataba de prenderle eran precisamente sus exorcismos (Lc 13,31-33). Al interpretar la expulsión de los demonios como un signo de la llegada del reinado de Dios, y al integrar sus exorcismos en una estrategia destinada a la restauración de Israel, Jesús amenazaba la estabilidad del orden social.

  • Estas connotaciones de la posesión que a primera vista resultan invisibles para el lector occidental de hoy nos ayudan a entender mejor el sentido de los exorcismos de Jesús, y nos descubren por qué Jesús no renunció a ellos a pesar de los peligros que entrañaba esta práctica. Su respuesta a la acusación de expulsar los demonios con el poder de Belcebú revela que él nunca aceptó la interpretación que sus adversarios daban a sus exorcismos (Mt 12,22-30 y par). Jesús explicó que él actuaba movido por el Espíritu de Dios, y que en sus exorcismos se estaba librando un combate cósmico contra Satanás. La victoria sobre él era el signo de la aurora del reinado de Dios. El signo de la llegada de este reinado era la reintegración social de aquellos a quienes la opresión, las desigualdades y otras tensiones sociales habían arrojado a los márgenes de la sociedad.

 

     Volver al tema 7