LAS
SANACIONES DE JESÚS
La
actividad de Jesús como sanador ocupa un lugar notable en los
evangelios. Si comenzamos a leer el evangelio de Marcos nos
encontraremos enseguida con diversos relatos de sanación: curación de
un leproso, de un paralítico, de un hombre con la mano seca, de una
mujer con flujo de sangre, de ciegos, mudos, etc. Estos relatos de los
evangelios se parecen bastante a otros que circulaban por entonces en el
imperio romano atribuidos a personajes famosos. Por esta razón con
frecuencia se ha pensado que los relatos de los evangelios podrían
haber sido compuestos a partir de esos otros relatos de la época con el
fin de presentar a Jesús como uno de los sanadores de entonces. Sin
embargo, parece que en la tradición evangélica hay indicios
suficientes para afirmar que de hecho Jesús realizó sanaciones.
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Después
de someter los relatos evangélicos a una severa crítica,
comparándolos con otros de la época, aún nos queda un fondo de
tradición muy vinculada a las condiciones concretas de la vida en
la Palestina del siglo primero que sólo pueden explicarse si
realmente Jesús realizó estas sanaciones. Es cierto que el número
de estos relatos pudo multiplicarse en el tiempo que media entre la
vida de Jesús y la redacción de los evangelios, y que tal vez
fueron razones ìmisionerasî las que provocaron esta ampliación,
pero este mismo hecho exige que en el punto de partida hubiera datos
que posibilitaran dicha ampliación.
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En
las palabras de Jesús se da por supuesto que realizó este tipo de
curaciones, pues las presenta como uno de los signos de su
mesianidad (Mt 11,2-6 = Lc 7,18-23). Sus adversarios y otros
testigos de estos signos realizados por Él no negaron el hecho de
que hiciera tales cosas, sino que le criticaron por realizar sus
curaciones en sábado o por no observar la Ley de Moisés. El
historiador judío Flavio Josefo se hace eco de la fama que tenía
Jesús como ìhacedor de obras portentosasî (Ant 18,63-64).
El mismo Jesús se refirió a sí mismo dos veces utilizando
la imagen del médico (Mc 2,17; Lc 4,23).
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Finalmente,
las sanaciones figuran, junto con los exorcismos, en casi todos los
sumarios de la actividad de Jesús. Esto significa que quienes
redactaron los evangelios tenían la certeza de que Jesús había
realizado ambas cosas.
Nuestra
perplejidad ante la actividad de Jesús como sanador es bastante
explicable si tenemos en cuenta que nuestra forma de entender y vivir la
salud y la enfermedad es muy diferente a la que tenían Jesús y sus
contemporáneos. Los estudiosos de la Biblia se han dedicado durante
mucho tiempo a estudiar la forma literaria de los relatos de sanación y
su mensaje teológico, pero no han explicado lo más importante de estos
relatos, que es precisamente contar las sanaciones que Jesús realizó.
Para ello necesitamos acercarnos a su forma de entender y vivir la salud
y la enfermedad, que es muy parecida a la de algunas culturas
no-occidentales actuales.
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Los
sistemas sanitarios suelen tener tres sectores: a) el popular
(familia y vecinos), que es donde empieza a interpretarse y tratarse
siempre la enfermedad; b) el profesional (médicos, instituciones
sanitarias, etc), que en tiempos de Jesús estaba mucho menos
desarrollado que entre nosotros, y además se basaba en principios
muy diferentes a los de la medicina profesional de hoy; y c) el
étnico, que aglutina una serie de medicinas alternativas y sobre
todo a los sanadores populares. Las sanaciones de Jesús deben
situarse en este tercer sector. Jesús fue un sanador popular al
estilo de Elías, y se entendió a sí mismo como mediador de la
sanación que viene de Dios.
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La
explicación del origen de la enfermedad y sus causas era muy
distinta a la que nosotros solemos dar. Entonces se pensaba que el
pecado o los espíritus malignos eran los causantes de la
enfermedad. Para ellos la enfermedad no era sólo una patología
física, sino que tenía dimensiones sociales y sobrenaturales. La
enfermedad y la sanación eran percibidas entonces de una forma
mucho más global que ahora.
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Otro
aspecto que conviene tener presente es que la enfermedad marcaba
entonces negativamente a las personas mucho más que hoy. El hecho
de estar enfermo, y sobre todo ciertas enfermedades (leprosos,
ciegos, etc) tenían connotaciones muy negativas y hacían del
enfermo una persona estigmatizada, que era marginada por la
sociedad.
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Para
entender las sanaciones de Jesús es conveniente también conocer
estrategia terapéutica que seguían entonces los sanadores
populares. Es muy diferente a la que sigue la medicina científica
occidental. Este tipo de sanadores compartía la visión del mundo,
de la salud y de la enfermedad que tenían sus ìpacientesî;
aceptaban los síntomas que les presentaban; trataban a sus
pacientes en público; y en general estaban más cercanos a la
situación social del enfermo. Todos estos rasgos aparecen en las
sanaciones de Jesús.
Las
sanaciones realizadas por Jesús, sobre todo cuando las situamos en el
contexto de lo que entonces significaba la enfermedad y la salud,
revelan aspectos muy interesantes de su actuación.
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En
primer lugar nos muestran una imagen de Jesús que hoy nos resulta
más difícil de aceptar. Nuestra cultura nos predispone para
imaginar a Jesús como un maestro, que pronunciaba parábolas y
sentencias llenas de sabiduría, o como un profeta que anunciaba la
llegada de un mundo mejor. Y sin embargo, la imagen de Jesús como
un sanador popular que pasó curando a la gente es tan real como la
anterior. Al actuar así, Jesús empalma con la tradición de
Elías. Esta reflexión nos invita a descubrir los aspectos de
Jesús que nuestra cultura tiende a colocar en la penumbra.
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En
segundo lugar, las sanaciones de Jesús muestran su cercanía a los
marginados. Los enfermos, y por causa de ellos sus familias, tenían
que soportar una situación de sospecha y marginación. La idea que
entonces se tenía de la enfermedad acentuaba esta condición social
de marginación (recordemos p.e. la situación de los padres en el
relato de la curación del ciego de nacimiento de Jn 9). El hecho de
que Jesús se acerque a ellos y se deje tocar por ellos, o de que
los cure de formas poco ortodoxas, era un atentado contra las normas
de pureza que gobernaban la sociedad palestina del siglo primero.
Jesús no tuvo inconveniente en transgredir estas normas, pues sólo
así podía acercarse a los que estaban en situaciones más
marginales.
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Finalmente,
sus curaciones son un signo de que el Reinado de Dios está
empezando a llegar. Los profetas habían anunciado que la curación
de los cojos, ciegos, sordos, etc sería el signo de que se
cumplían las promesas de Dios. Jesús se refiere a esta profecía
para explicar sus curaciones (Mt 11,2-5 = Is 35,5-6).
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