Edith Stein

ejemplo de libertad espiritual - 3

Licinia Faresin
[Traducción de Eloy José Santos]

6 - La vocación de la Mujer | 7 - Doctrina y experiencia mística
8 - Un mensaje de libertad y resurrección

Edith Stein (a la derecha) a los 36 años, en 1927, con un grupo
de alumnas, en Spira

6 - La vocación de la Mujer

En el conjunto de la obra de Edith Stein, el tema de la mujer está relacionado con el del Ser eterno, porque el Ser finito tiene en sí mismo una huella luminosa e indestructible de Dios mismo. Éste es el fundamento de la vocación divina del hombre y de la mujer.

Edith Stein afronta el tema de la diferencia de los sexos, problema del ser en sí, y al mismo tiempo problema psicológico y cultural. El hombre y la mujer están llamados a conservar la propia semejanza con Dios, a dominar juntos la tierra y a propagar el género humano. ¡Pero cada uno ha de hacerlo a su manera! Es decir, ha de respetar y desarrollarlas características propias del ser hombre y del ser mujer, en el ámbito de una fundamental vocación común.

La relación hombre-mujer, propuesta por Pablo para indicar la unión de Cristo con la Iglesia, recibe luz de la misma realidad de la que es signo. Así, para la pareja humana, la perfección de la relación de Cristo con la Iglesia representa un ejemplo. Cuando el equilibrio entre el hombre y la mujer vacila, terminan por degenerar tanto la función masculina como la femenina.

En el contexto de la relación hombre-mujer Edith sitúa la cuestión del sacerdocio ministerial en la Iglesia: ¿merece consideración la propuesta del sacerdocio femenino o se trata de un ministerio reservado al hombre?

La Iglesia de los orígenes había admitido a las vírgenes consagradas y a las viudas a participar de alguna forma en el ámbito del servicio litúrgico, y había reconocido el diaconato femenino con una especial "consagración". Pero el posterior desarrollo histórico, por influencia del Antiguo Testamento y del Derecho Romano, llevó a una limitación de los ministerios reservados a la mujer.

En cambio, los tiempos actuales se caracterizan por un ascenso de la mujer, debido a su deseo lícito de ocupar en la Iglesia un lugar que corresponda a las propias aptitudes. También porque - dice Edith Stein - la mujer advierte la necesidad de edificar la realidad eclesiástica con una contribución activa, específicamente femenina.

Un día, con el reconocimiento oficial de determinados ministerios, se podrán asumir y realizar estas aspiraciones. En cuanto al sacerdocio, Edith no se opondría a reconocerlo como más adecuado para el hombre, en consideración del hecho de que Dios se encarnó en la Tierra en la persona de Jesús de Nazaret, hombre y Dios. Pero la distinta función eclesiástica no presupone una diferenciación ontológica de los dos seres, el masculino y el femenino.

Ser hombre o mujer comporta una idéntica llamada para seguir a Cristo, quien "personifica el ideal de la perfección humana, libre de defectos, rica de rasgos tanto masculinos como femeninos". La vocación divina de la mujer se asienta sobre el núcleo unitario de la especie humana, sobre su ser persona en modo singular, y en ello igual al hombre.

Esta vocación de la mujer es natural y religiosa al mismo tiempo, en el mismo sentido que la vida, vivida conforme a la articulación de lo humano propia de la feminidad, y pasando a través de un entendimiento profundo con el hombre e interactuando con su vocación, conduce a la comunión con Dios y puede contribuir a la realización de su plan en la historia.

Existe en la mujer una vocación natural, claramente expresada en su propio cuerpo. De hecho, no se puede negar "la realidad evidentísima que el cuerpo y el alma de la mujer están estructurados para un fin particular." Y la palabra clara de las Escrituras expresa lo que, desde el origen del mundo, nos enseña la experiencia cotidiana: la mujer está confirmada para ser compañera del hombre y madre. Para este fin su cuerpo está especialmente dotado y para este fin se conforman también las características particulares de su alma.

El principio tomístico del alma forma corporis encuentra confirmación en la cualidad particular de las facultades psíquicas y espirituales de la mujer y en sus actitudes: "El modo de pensar de la mujer, sus intereses, están orientados hacia lo que es vivo, personal, hacia el objeto considerado como un todo. Proteger, guardar, tutelar, alimentar, criar: éstas son las íntimas necesidades de una mujer que sea realmente adulta. ¡Son necesidades maternas! Lo que no tiene vida, la cosa, le interesa sólo en la medida en que sirve a la persona, no en sí misma."

Esta actitud práctica de la mujer le lleva a constatar algo similar en el plano teorético: "El modo natural de conocer de la mujer no es conceptual, sino más bien contemplativo y experimental, orientado hacia lo concreto."

Si existe una vocación natural de la mujer, la cual es humana y al mismo tiempo religiosa, existen también, según Edith Stein, múltiples vías abiertas - más allá de la familia - para la realización de las dotes naturales de la mujer.

"¡Que la mujer tiene capacidad para ejercer otras profesiones aparte de la de esposa y madre, sólo lo ha podido negar quien está ‘ciego’ frente a la realidad! Ninguna mujer es sólo mujer: cada una tiene sus propias inclinaciones y los propios talentos naturales, como los hombres. Y estos talentos la capacitan para las distintas profesiones de carácter artístico, científico, técnico.

La disposición individual puede orientar preferentemente hacia cualquier campo, incluso hacia los que parecen de por sí más lejanos de las características femeninas. [...] Pero si se quiere hablar de estas cosas en el sentido pleno del término, tienen que ser profesiones cuyos deberes objetivos sean compatibles con las características particulares de la feminidad."

7 - Doctrina y experiencia mística

El Carmelo de Colonia, donde Edith Stein entró
el 14 de octubre de 1933

Con el aumento de la violencia de la persecución nazi, como hemos visto, Edith dejó el Carmelo de Colonia en Alemania y se refugió en Holanda, en el Carmelo de Echt. Ya unificada en sí misma y abandonada a Dios, lo hizo con sufrimiento sereno, profundamente tranquila. Era consciente de que ello no era sino un paso más de su camino hacia el Ser eterno.

Del mismo modo en que, en la época de Spira, se había acercado a la escuela de Santo Tomás, recurriendo a la luz solar de la Escolástica, ahora la filósofa Edith, por obediencia a su priora, se dedicaba al estudio de la doctrina mística de San Juan de la Cruz, el doctor de la "noche oscura" y de la "nada".

Así nació primero el estudio Vías hacia el conocimiento de Dios, y después la obra Scientia Crucis. El estudio de metafísica llevaba el subtítulo de Ascenso hacia el sentido del ser. Ahora llegaba, con Scientia Crucis, a la cumbre del Carmelo, para gustar la experiencia de Dios en la oscuridad de la fe.

Era precisamente la cruz la experiencia que estaba viviendo bajo la amenaza nazi. Por ello escribió su última obra deprisa, presagiando ya su fin. Y no pudo llegar al final del volumen, porque las SS se la llevaron del Carmelo antes de terminarlo. Pero lo que importa es que Edith siguió su camino hacia Dios.

El comentario a la doctrina de San Juan de la Cruz, trazado en Scientia Crucis, deja entrever que Edith vivió en su propia carne lo que estaba escribiendo. "En las angustias mortales de la noche del espíritu, las imperfecciones del alma han pasado a la prueba del fuego, como la leña que pierde los últimos restos de humedad ante la llama, para después encenderse con el esplendor del fuego. La llama que ha envuelto primero el alma, y que después la ha incendiado, es el amor."

Siendo la "muerte mística" en la propia cruz el paso necesario hacia la resurrección, este acontecimiento del espíritu se cumplirá participando en la crucifixión de Jesús, con una vida de renuncia y de abandono al dolor: "Cuanto más perfecta sea dicha crucifixión, activa o pasiva, más intensa resultará la participación en la vida divina."

De este modo se pueden resumir los motivos conductores de la Ciencia de la Cruz. Son motivos que Edith vivió con toda la fuerza de su personalidad, en una apertura a Dios que en el Carmelo, con el ofrecimiento de la vida, creció de día en día.

"Cuando pude volver a estar solo con ella - dejó escrito como testimonio el padre Dom Raphael Walzer, abad de Beuron, que había sido su director espiritual - afirmó que se sentía a gusto en el corazón y en el espíritu, como en su casa. Me dio esta respuesta con todo el ímpetu de su naturaleza fogosa. Tengo que decir que ante ella no tuve ninguna tentación de invocar un prodigio de la gracia. No, todo parecía perfectamente simple y natural, como el florecimiento visible de su madurez espiritual. Por eso pienso también en su amor por la Cruz y en su deseo de martirio: no como una actitud consciente de su espíritu, concretada en ciertas oraciones o en aspiraciones bien definidas, sino más bien como una disposición profundamente arraigada en su corazón de seguir al Señor donde quiera que fuese. [...] Su testimonio dispensa fuerza y luz."

La misma impresión recibió su amigo Dom Feuling, quien declaró que "Edith se había desarrollado en el ámbito religioso. Ella, que un día había luchado por la defensa de los valores espirituales en el centro del brillante círculo de sus contemporáneos, se encontraba como escondida, arraigada profundamente en una vida que era conocimiento espiritual de la Verdad. Había superado el plano de las disputas. Había ido más allá de las cosas. Sólo miraba a partir de la fe divina. Por encima del mundo humano de la ciencia filosófica y del saber de la teología, ella había llegado a ese grado de conocimiento experimental que se siente confusamente, unida a través de Santo Tomás a los dones del Espíritu Santo."

8 - Un mensaje de libertad y resurrección

Edith Stein en Auschwitz
[cuadro de M.Celeste, Nueva York]

Si la experiencia de vida, como ‘saber de la realidad’ es "el modo más completo, adecuado, totalizador a través del cual el sujeto llega al saber y por tanto alcanza en lo real la Verdad", nos encontramos frente a una perspectiva religiosa y a un estilo de vida cristiana que, en Edith Stein, estuvieron profundamente marcados por una concepción personalística e histórica de alta tensión espiritual.

En este cuadro fundamental, germinó y creció la experiencia cristiana, religiosa y mística de Edith Stein, ciertamente una de las mujeres más significativas de nuestro siglo. Experiencia cercana a la de otras dos mujeres de origen judío: Simone Weil, por el itinerario cultural y espiritual, y Anna Frank, por el destino final en el Holocausto.

Las tres, con su sacrificio, con sus escritos, con el testimonio de su vida, iluminan uno de los períodos más lúgubres de la historia europea. Edith Stein, judía de nacimiento y por ello hermana de la estirpe de Jesús de Nazaret, quien también fue negado, expulsado de la ciudad santa y muerto de muerte humillane, escuchó la llamada y se ofreció con él por su pueblo.

Por eso tuvo el raro privilegio de sellar con sangre los principios sobre los cuales había fundado su experiencia cristiana. Gracias a ello su mensaje permanece como grito de libertad y de resurrección entregado a la historia, a las mujeres y a los hombres de todas las épocas. Un mensaje entregado de manera especial a todas las mujeres que reconocen en Cristo la propia razón de vida.


Nota: Este texto sobre Edith Stein, escrito por Sor Licina Faresin, Ursulina, fue publicado en el volumen Cammini di resistenza al femminile, en 1998, editado por el Centro de Documentación y Estudios "Presenza Donna", de Vicenza.
En la presentación, redactada por Sor Maria Grazia Piazza, profesora de Sociología en la Universidad Gregoriana de Roma, se dice. "Desde hace unos años el Centro "Presenza Donna" [...] se ha aventurado por el difícil, pero rico y estimulante, camino del diálogo y de la colaboración con asociaciones, grupos, personas (especialmente mujeres), unidas por el deseo de levantar la mirada a su alrededor y dentro de sí: el mundo, la historia, las Iglesias, desde un punto de vista diferente, que comprenda también la mirada femenina".

En el mismo volumen se ilustran las figuras de Elisa Salerno (estudiada por Sor Maria Luisa Bertuzzo), Chiara Zamboni y Stella Morra (estudio de Sor Federica Cacciavillani), Etty Hillesum (estudio de Sor Maria Grazia Piazza).


1 - Quién es Edith Stein * 2 - Itinerario filosófico y religioso
3 - Escritos del período fenomenológico * 4 - De la centralidad del yo-consciencia a la centralidad de Dios * 5 - "Ser finito y Ser eterno"
6 - La vocación de la Mujer * 7 - Doctrina y experiencia mística * 8 - Un mensaje de libertad y resurrección