Introducción al Antiguo Testamento I

EL PENTATEUCO

José L. Sicre S. J.

 

II
Introducción al Pentateuco


1. Nombre
Los cinco primeros libros de la Biblia (Génesis, Exodo, Levítico, 
Números y Deuteronomio) son generalmente conocidos bajo el 
nombre global de Pentateuco. Teujos es una palabra griega que 
significa el “estuche” en el que se guardaba un rollo de papiro; más 
tarde pasó a significar “volumen”, “libro”. Por eso, Pentateujos (biblos) 
equivale a “el libro compuesto de cinco volúmenes”. De esta expresión 
griega viene la latina Pentateuchus, y de ella procede la nuestra, 
Pentateuco. Naturalmente, los judíos de lengua hebrea no usan esta 
terminología. Se refieren a los cinco primeros libros como la “ley” 
(Torá), “la ley de Moisés”, “el libro de la ley”, “el libro de la ley de 
Moisés”, subrayando con ello el contenido legal de estos libros, 
especialmente del Deuteronomio.

2. Contenido
A primera vista, el Pentateuco ofrece un conjunto bastante 
armónico, que abarca desde la creación del mundo (Gén 1) hasta la 
muerte de Moisés (Dt 34). A grandes rasgos, cuenta los orígenes de 
Israel, desde sus remotos antecedentes patriarcales hasta que se 
convierte en un pueblo numeroso que recibe de Dios los grandes 
dones de la libertad y la alianza, y está a las puertas de la tierra 
prometida.
Se trata, pues, de una obra básicamente narrativa, “histórica”, 
aunque también contiene amplias secciones legales (parte del Exodo, 
todo el Levítico, gran parte del Deuteronomio). Su contenido podemos 
esbozarlo de la siguiente forma.

1. Historia de los orígenes (Gén 1-11)
2. Los patriarcas (Gén 12-50)
3. Opresión y liberación (Ex 1,1-15,21)
4. Primeras etapas hacia la tierra prometida (Ex 15,22-18,27)
5. En el monte Sinaí (Ex 19- Núm 10,10)
6. Del Sinaí a la estepa de Moab (Núm 10,11-21,35)
7. En la estepa de Moab (Núm 22 - Dt 34)

1. El Génesis comienza hablando de los orígenes del mundo y de la 
humanidad. Aunque la situación inicial es paradisíaca, se rompe 
pronto por el pecado de la primera pareja, al que siguen otra serie de 
injusticias y crímenes que terminan provocando el diluvio. Ni siquiera 
con esto escarmienta la humanidad; comete un nuevo pecado de 
orgullo —torre de Babel— y es dispersada por toda la tierra (Gén 
1-11). Pero Dios responde la cadena continua del mal con la vocación 
de Abrahán, comienzo de la salvación para todos los hombres.

2. Con esto comienza la segunda parte, centrada en las tradiciones 
de Abrahán, Isaac y Jacob (Gén 12-36).
Andanzas y aventuras de pequeños pastores, alentados por una 
doble promesa que Dios les hace: una descendencia numerosa como 
las estrellas del cielo y una tierra en la que poder asentarse.
Ambas promesas se van cumpliendo dramáticamente, con retrasos 
y tensiones que hay que aceptar con fe. Desde el punto de vista de la 
promesa de la tierra, el momento más duro es cuando los 
antepasados de Israel deben ir a Egipto en busca de alimento. La 
tierra prometida no les da de comer. Sin embargo, el libro del Génesis 
termina con estas palabras de José a sus hermanos: “Yo estoy para 
morir, pero Dios cuidará de ustedes y les hará subir a la tierra que 
juró dar a Abrahán, Isaac y Jacob” (50,24). Esta vuelta desde Egipto 
hacia la tierra prometida será el tema central de los cuatro libros 
restantes del Pentateuco (a excepción del Levítico, que se limita a 
cuestiones legales).

3. Los comienzos del libro del Exodo nos sitúan en el momento en el 
que “subió al trono de Egipto un faraón que no había conocido a 
José”. Tiene lugar entonces una dura y creciente experiencia de 
opresión. Pero Dios escucha el clamor de su pueblo, y encomienda a 
Moisés que lo salve de la esclavitud. La confrontación dramática de 
las plagas llevará a la libertad —precedida por la celebración de la 
pascua— que alcanza su punto culminante en el paso del Mar de las 
Cañas (Ex 1-15,21).

4. Siguen tres meses de camino hacia el monte Sinaí. En pocas 
páginas se condensa la nueva experiencia del desierto, con sus 
amenazas de hambre y sed, el acoso de posibles enemigos, la 
tentación de volver a Egipto, la falta de fe en Dios, la necesidad de 
organizar al pueblo (Ex 15,22-18,27).

5. Llegamos al monte de la revelación. Allí tiene lugar la alianza y el 
Señor dicta las normas que deben regir la conducta del pueblo en los 
más diversos aspectos. Se trata de una amplísima sección legal (Ex 
19-40, salvo algunos capítulos; todo el libro del Levítico; Núm 
1,1-10,10) que no es útil detallar ahora más exactamente. Entre los 
pocos pasajes narrativos de este inmenso apartado destacan los 
encuentros de Moisés con Dios en el monte, y el famoso episodio del 
becerro de oro (Ex 34).

6. Se reanuda la marcha, caminando desde el Sinaí hasta la estepa 
de Moab (Núm 10,11-21,35). Es una sección predominantemente 
narrativa, marcada por conflictos dramáticos: hambre, sed, motines 
del pueblo, rebelión de algunos cabecillas, desánimo ante los 
primeros informes sobre la tierra, muerte de Aarón (hermano de 
Moisés). Tampoco faltan páginas de contenido legal (Núm 15,1-31; 
18; 19).

7. Finalmente, llegamos a la estepa de Moab, y allí se desarrollan 
los últimos acontecimientos que cuenta el Pentateuco: oráculos del 
vidente pagano Balaán, primer conflicto con los cultos cananeos de 
fecundidad, primeras ocupaciones de territorio en Transjordania y, 
sobre todo, la gran despedida de Moisés y su muerte. Este amplio 
apartado (desde Núm 22 hasta Dt 34) incluye abundante material 
legislativo. Pero lo más importante desde el punto de vista teológico 
es el libro del Deuteronomio, compuesto como un extenso discurso de 
Moisés antes de morir. Comienza recordando los años pasados, 
desde que Dios ordenó ponerse en marcha en el Sinaí (Dt 1-4). A la 
promulgación del decálogo y una exhortación sobre la ley (Dt 5-11) 
sigue un amplio cuerpo legal con comentarios (Dt 12-26). Cierra el 
discurso una extensa serie de bendiciones y maldiciones (Dt 27-28). 
El estilo oratorio cede el puesto una vez más al narrativo, para 
contarnos la alianza en Moab (Dt 29-30). La obra termina con las 
últimas disposiciones de Moisés, su canto, sus bendiciones y su 
muerte (Dt 31-34).

3. ¿Escribió Moisés el Pentateuco?
La tradición judía, el Nuevo Testamento, y la Iglesia durante muchos 
siglos, han atribuido el Pentateuco a Moisés. Resulta difícil imaginarlo 
buscando papiro y tinta en medio del desierto para poner por escrito 
unos recuerdos tan extensos. Faltan muchos siglos para que Julio 
César escriba durante la campaña su Guerra de las Galias.
¿Cómo llegaron los antiguos a este convencimiento? El punto de 
partida podemos verlo en ciertas afirmaciones sueltas que presentan 
a Moisés escribiendo.
En Ex 17,14, después de la batalla contra los amalecitas, recibe 
esta orden de Dios: “Escríbelo en un libro de memorias”. Poco más 
tarde, cuando nos encontramos en el monte Sinaí, se dice: “Entonces 
Moisés puso por escrito todas las palabras del Señor” (Ex 24,4). Más 
aún, incluso las etapas del desierto se dice que las fue consignando 
por escrito: “Moisés registró las etapas de la marcha, según la orden 
del Señor” (Núm 33,1-2). Por último, al final del Deuteronomio se 
indica tres veces en el mismo capítulo la actividad literaria de Moisés: 
“Moisés escribió esta ley y la consignó a los sacerdotes levitas” (Dt 
31,9). “Aquel día, Moisés escribió este cántico y se lo hizo aprender a 
los israelitas” (Dt 31,22). “Cuando Moisés terminó de escribir los 
artículos de esta ley hasta el final...» (Dt 31,24). Si había llevado a 
cabo una tarea tan variada —memorias de guerra, leyes, diario de 
viaje, cantos—, nadie mejor que él para haber redactado todo el 
Pentateuco. La escasez de tinta y papiro no representa problema. 
“Para Dios nada es imposible”.
Ya en la Edad Media, algunos judíos con espíritu crítico objetaban a 
la teoría tradicional que Moisés debería haber contado su propia 
muerte (Dt 34,5-12). Pero no cundió el pánico. Bastaba atribuir estos 
versos finales a Josué, su fiel amigo y discípulo. Incluso en el siglo 
XVIII, cuando comienza el estudio científico de la Biblia, se sigue 
pensando que Moisés era el autor del Pentateuco. Pero la Ilustración 
ha provocado un cambio demasiado fuerte en la conciencia europea 
para que se acepten las verdades tradicionales acríticamente. Las 
objeciones a la opinión antigua son tan claras y variadas que ésta 
hace agua por todas partes. Todavía a principios de nuestro siglo, el 
27 de junio de 1906, la Pontificia Comisión Bíblica mantiene que 
Moisés es el autor sustancial del Pentateuco, aunque pudo utilizar 
fuentes anteriores y ser ayudado en la redacción definitiva por otros 
autores. Son ganas de salvar lo insalvable. Hoy día, una de las pocas 
cosas que se pueden dar como absolutamente ciertas en la 
investigación bíblica es que Moisés no escribió el Pentateuco. ¿Cómo 
se justifica este cambio tan radical?

4. Argumentos contra la teoría tradicional
Podemos agruparlos en los siguientes apartados, en los que sólo 
cito algunos ejemplos. El catálogo completo sería interminable.

a) Cortes y tropiezos en la narración
— Al relato de la creación (Gén 1,1-2,4a) sigue otro relato que 
vuelve a los orígenes y se expresa en categorías muy distintas (Gén 
2,4b-24).
— Después del nacimiento de Set (Gén 4,26), se vuelve a los 
orígenes de Adán (Gén 5,1).
— En Ex 19,24s, Dios ordena a Moisés que baje del monte y suba 
de nuevo con Aarón. Pero el relato se interrumpe para dar paso al 
decálogo.
— Estos ejemplos, que podrían multiplicarse hasta la saciedad, son 
impensables si la obra ha sido escrita por la misma persona.

b) Tradiciones duplicadas y triplicadas
— Dos relatos de la creación (Gén 1,1-2,4a; 2,4b-24).
— Dos descendencias de Adán (Gén 4 y 5).
— Dos relatos del diluvio, mezclados en Gén 6-9.
— Tres veces la esposa en peligro (Gén 12,10ss; 20; 26).
— Dos pactos de Dios con Abrahán (Gén 15 y 17).
— Dos relatos de la vocación de Moisés (Ex 3 y 6).
— Dos promulgaciones del decálogo (Ex 20 y Dt 5).
— Ley sobre los esclavos (Ex 21 y Dt 15,12-28).
— Leyes sobre homicidio (Ex 21; Dt 19; Núm 35).
— Diversos catálogos de fiestas (Ex 23,14ss; 34,18ss; Dt 16,1ss; 
Lev 23,4ss; Núm 28-29).

c) Tradiciones distintas e incluso opuestas
— En Gén 1, Dios crea al hombre y la mujer al mismo tiempo, como 
culmen de la creación; en Gén 2 crea al hombre antes que a los 
animales, y por último a la mujer.
— En Gén 6,19s se ordena a Noé introducir en el arca una pareja 
de cada viviente; en 7,2 se trata de siete parejas de animales puros y 
una de impuros.
— En Gén 7,6s tiene lugar el diluvio, y Noé entra en el arca; en 7,10 
se dice que el diluvio ocurrió una semana más tarde. En 7,11 vuelve a 
hablarse de los comienzos del diluvio y en 7,13 de la entrada de Noé.
— En Gén 37,28, los madianitas sacan a José del pozo donde lo 
habían metido sus hermanos, lo venden a los ismaelitas, éstos lo 
llevan a Egipto. En 37,36 son los madianitas quienes lo venden en 
Egipto a Putifar. Y en 39,1, Putifar lo compra a los ismaelitas.
— En Ex 33,7 se dice que la tienda de reunión estaba situada fuera 
del campamento; en Núm 2,2, que los israelitas debían acampar en 
torno a ella.
— En Ex 16,14-35 se habla del maná como de un milagro divino. En 
Núm 1 1,6-9, como de un fenómeno natural.
— En Núm 9,17s se dice que la nube guiaba a los israelitas por el 
desierto. En Núm 10,31, Moisés no cuenta con esa ayuda y pide a 
Jobab que los acompañe. En Núm 10,33, quien guía al pueblo es el 
arca. Tres tradiciones distintas en poco más de una página.
— La duración de la fiesta de las Chozas es de siete días según Dt 
16,15, y de ocho según Lev 23,36.
— En caso de homicidio no intencionado, el lugar de asilo es el altar 
según Ex 21,12ss. Pero en Dt 19,1-13 y Núm 35,9-24 no se menciona 
el altar, sino que se especifican unas ciudades de refugio para el 
culpable.

d) Anacronismos
— En Gén 12,6 y 13,7 se dice: “en aquel tiempo habitaban allí los 
cananeos”. El autor supone que quienes habitan ahora la tierra son 
los israelitas. La afirmación carece de sentido en tiempos de Moisés.
— En Gén 21,34; 26,14.15.18; Ex 13,17 se menciona a los filisteos, 
que ocuparon el territorio después de la muerte de Moisés.
— En Gén 36,31 se habla de los reyes edomitas que existieron 
“antes de que los israelitas tuvieran rey”; quien escribe esta frase 
conoce la existencia de monarcas en Israel, cosa que sólo ocurrió dos 
siglos después de la muerte de Moisés.

e) Diferencias de vocabulario— En algunos textos se da a Dios el 
nombre genérico de Elohîm; en otros, su nombre concreto, Yavé. Esta 
distinción, que al profano puede parecer intrascendente, fue la que 
permitió el análisis inicial de las fuentes del Pentateuco.
— Al monte donde Dios se revela se lo llama en unos casos Sinaí y 
en otros Horeb.
— El suegro de Moisés se llama Ragüel en Ex 2,18 y Jetró en Ex 
3,1; 18,1.2.6.12.

f) Diferencias de estilo
El libro del Deuteronomio se caracteriza por un estilo oratorio, 
retórico y ampuloso, típico de ciertas formas de predicación o 
exhortación.
Ciertas partes del Pentateuco poseen un estilo preciso y seco, con 
frases que se repiten machaconamente, como en el primer relato de la 
creación (Gén 1).
Otras secciones presentan un estilo narrativo ágil y vivaz; analizan 
la psicología de los personajes, hablan de Dios como si fuese un 
hombre que se pasea por la tarde, come, etc. (antropomorfismos).
En este punto, podría objetarse que el mismo autor puede usar 
estilos muy distintos, según las circunstancias y la materia que trata. 
Es cierto. Pero la cuestión es más complicada en el Pentateuco. El 
estilo varía notablemente incluso cuando se habla de los mismos 
episodios.
Todos estos argumentos, que podrían multiplicarse, han creado la 
profunda convicción de que el Pentateuco no pudo ser escrito por un 
solo autor, Moisés. Se advierte un proceso de formación muy largo y 
complejo, que hasta el día de hoy no ha sido suficientemente 
clarificado. Lo más probable es que nunca lo conozcamos con 
seguridad. Pero es interesante tener una idea sumaria de las 
hipótesis que se han formulado sobre este problema.

5. ¿Cómo se formó el lago?
La noticia se extendió de repente. Unos excursionistas habían 
descubierto un lago maravilloso, lleno de vida, espléndido para nadar 
y remar. Parecía imposible que no se lo conociese antes. Pero allí 
estaba. Se formaron caravanas de coches para disfrutar de su vista, 
pescar en él, tenderse en su orilla, recorrerlo en bote. El lago se 
convirtió en cita obligada de fines de semana, excursiones de scouts, 
parejas de novios.
Un domingo, en el suplemento ilustrado del diario local el 
catedrático de geografía formuló una pregunta inquietante: ¿cómo se 
formó el lago? En su opinión, una gota fría muy localizada había 
provocado su aparición en pocas horas. La mayoría de la gente no 
dio importancia al artículo. Siguió absorta en la tortilla de patatas, la 
pelota, el transistor, gozando de la paz del lago.
Pero el martes, las calles de la ciudad se vieron inundadas de 
carteles anunciando una conferencia que se tendría el viernes en el 
salón de actos del Municipio. “El lago y la gota fría. A propósito de un 
despropósito”. El conferenciante, meteorólogo del aeropuerto, atacó 
duramente la hipótesis de una gota fría que no había sido detectada 
por ningún observatorio. En su opinión, el lago estaba allí hace 
muchos años, quizá siglos, y se había formado a partir de un gran río, 
hoy desaparecido, pero cuyas huellas se podían rastrear desde 
cientos de kilómetros.
El lago comenzó a cobrar interés científico. La discusión saltó a la 
televisión. Vinieron científicos norteamericanos y alemanes. Los 
representantes de los partidos políticos se fotografiaron en sus orillas. 
El obispo publicó una pastoral en la que dejaba libertad de conciencia 
a los católicos a propósito de las distintas opiniones sobre la 
formación del lago.
Finalmente, en los cursos de verano, la universidad organizó un 
Congreso Internacional sobre el tema. El único punto de acuerdo fue 
descartar la gota fría. A partir de ahí, todo eran disensiones. Las 
hipótesis principales fueron las siguientes:
— El lago se formó a partir de un gran río, hoy desaparecido, que 
en siglos pasados vertió allí sus aguas. Este río vio engrosado su 
caudal por numerosos afluentes.
— El lago se formó a partir de dos o tres ríos, no de uno solo. 
Corrían paralelos, sin encontrarse nunca, hasta que los encauzaron 
para converger en el mismo sitio. Todos ellos habían desaparecido, 
pero era fácil detectar sus huellas en paisajes vecinos.
— El lago no se formó por la corriente de ningún río. Lo que había 
antes eran pequeñas lagunas, que los habitantes de pueblos 
cercanos habían unido hasta convertirlas en el lago actual.
Mientras la discusión continúa en los ambientes científicos, los niños 
juegan, los hombres se echan la siesta y los novios se pelean junto a 
él.
El Pentateuco es como el lago de nuestra historia.
Durante siglos, la gente le ha sacado partido de forma sencilla, 
disfrutando con las andanzas de los patriarcas, sufriendo con la 
opresión del pueblo en Egipto, gozando del relato prodigioso de las 
plagas, imaginando la dura marcha por el desierto, aprendiendo la 
voluntad de Dios revelada en el Sinaí.
Nadie se preocupaba de cómo se formó el lago. Los viejos lo 
explicaban por una especie de gota fría, un torrente impetuoso caído 
del cielo sobre la mente inspirada de Moisés. Pero aumentaron los 
conocimientos científicos, se descubrieron huellas de antiguos ríos 
que terminaban en el lago, incluso investigaciones submarinas 
creyeron demostrar la existencia de lagunas anteriores en aquella 
zona. Y así se formularon las diversas hipótesis que enumero a 
continuación.
No es preciso conocerlas a fondo. Basta recordar las distintas 
imágenes que empleo para explicarlas.

a) Hipótesis de los ríos (teoría documentaria)
Curiosamente, el primer autor en plantearse a fondo el tema fue un 
médico francés del siglo XVIII. Jean Astrue (1684-1766), que a los 
veintiséis años ya era catedrático de anatomía en la facultad de 
Toulouse y a los cuarenta y seis médico y consejero de Luis XV, no 
sólo se interesaba por la medicina, sino también por la historia.
Varias Memorias sobre la peste, una historia natural del Languedoc 
y la historia de la Facultad de Medicina de Montpellier lo demuestran. 
Además —no sabemos de dónde sacaba tanto tiempo—, era teólogo. 
En 1753 publica en Bruselas sus Conjeturas sobre las memorias 
originales de las que parece que se sirvió Moisés para componer el 
libro del Génesis. Dicen las malas lenguas que el libro se imprimió en 
París, pero sin nombre de autor, para no crearse problemas con la 
autoridad eclesiástica. No sería muy raro.
Astruc comienza estudiando los tres primeros capítulos del 
Génesis.
Lo que más le llama la atención es que se nombra a Dios de dos 
formas distintas, Elohîm y Yavé y que estas denominaciones aparecen 
en relatos de estilo literario diverso. Por eso, propone la teoría de que 
Moisés utilizó dos documentos escritos por autores anteriores a él. El 
primero, documento A, usa el nombre de Yavé; el segundo, B, emplea 
Elohîm. Luego intenta aplicar esta hipótesis al resto del Génesis. Pero 
no consigue repartir sus cincuenta capítulos entre estos dos 
documentos y termina admitiendo que Moisés utilizó otros diez 
documentos secundarios.
Recogiendo nuestra metáfora inicial, Astruc no estudia todo el lago, 
sólo una quinta parte del mismo. Y lo ve formado por dos ríos 
principales y diez secundarios. Pero fue Moisés quien los encauzó. La 
teoría tradicional no debe asustarse demasiado. Pero Astruc ha 
percibido la enorme complejidad del problema. Sólo basta seguir 
investigando.

b) Hipótesis de las lagunas (teoría fragmentaria)
Años más tarde, los compatriotas de Astruc están demasiado 
ocupados con su revolución para preocuparse del Pentateuco. 
Inglaterra y los estados alemanes siguen con preocupación el giro de 
los acontecimientos. Pero un inglés y un alemán prefieren dedicarse a 
estudiar nuestro problema. En los últimos años del siglo (1792-1800), 
Alexander Geddes propone una nueva teoría, que será aceptada 
poco después por Vater (1802- 1805).
A diferencia de Astruc, estos autores no se limitan al Génesis, sino 
que amplían su estudio a todo el Pentateuco, concediendo especial 
importancia a las secciones legales. Llegan a la conclusión de que 
este conjunto de libros no se formó a partir de documentos (los ríos 
que recorren un largo camino), sino de fragmentos sueltos (las 
lagunas que los submarinistas descubrieron bajo el lago). De aquí el 
nombre de la teoría. Y este trabajo no lo llevó a cabo Moisés. Para 
Vater, la laguna principal es el Deuteronomio, escrito en tiempos de 
David y Salomón (siglo X a.C.). Más tarde se le unieron otras 
secciones históricas y legales. El lago tardó en formarse cuatro siglos, 
hasta que adquirió su aspecto actual poco antes del destierro de 
Babilonia (siglo VI).

c) Hipótesis de ríos y afluentes (teoría complementaria)
Parece que las revoluciones le sientan bien a la ciencia bíblica. 
Mientras tiene lugar la de 1830, Ewald va elaborando una nueva 
teoría, que expone en 1831. Ante todo, no cree que podamos 
limitarnos a los cinco primeros libros de la Biblia. El lago es más 
grande de lo que parece. Hay que incluir también el libro de Josué, 
que cuenta la conquista de la tierra, anunciada a los patriarcas desde 
el Génesis. Por eso, no habla de Pentateuco (cinco libros), sino de 
Hexateuco (seis libros). Este nuevo lago, de proporciones mayores 
que el anterior, se basa en un gran río, un “documento Elohísta”, al 
que da este nombre porque llama a Dios Elohîm. Y en él 
desembocaron más tarde un documento que usaba el nombre de 
Yavé y otros documentos más. Pero se trata de afluentes, no de ríos, 
que poco a poco van engrosando el cauce principal del Elohísta. 
Posteriormente, Ewald cambió de opinión, admitiendo dos relatos 
Elohístas y uno Yavista. Admite la hipótesis de varios ríos (Astruc), 
completándola con la de los afluentes.

d) Hipótesis de los cuatro ríos (nueva hipótesis documentaria)
Fue formulada por Hupfeld en 1853. Este autor se limitó a estudiar 
el libro del Génesis y descubre en él tres estratos narrativos, cada 
uno completo y homogéneo: el original Elohísta, una obra Elohísta 
posterior, y otra que usa el nombre de Yavé. Finalmente, un redactor 
unificó estos tres documentos.
Sus sucesores extienden el estudio a todo el Pentateuco y 
distinguen cuatro documentos básicos, en el siguiente orden 
cronológico: Sacerdotal (P), Elohísta (E), Yavista (J) y Deuteronómico 
(D).
Pero quien llevó a cabo un estudio más detenido de los ríos del 
Pentateuco fue Julius Wellhausen. Para este autor, que ha marcado 
toda la investigación posterior, el más antiguo es el Yavista (J), nacido 
en el reino de Judá hacia el año 850 a.C. Un siglo más tarde se forma 
en el Reino Norte el Elohísta (E). Ambos corren paralelos durante 
años, sin conocerse. Hasta que el año 722, cuando la capital del 
norte, Samaría, cae en manos de los asirios, muchos israelitas huyen 
a Judá, llevando consigo el río de sus tradiciones elohístas, que 
terminan fusionándose con las yavistas (J + E). Pasa otro siglo, y en 
tiempos del rey Josías nace el río Deuteronómico (D), cuyas aguas se 
unen poco más tarde a las anteriores (J + E + D). A mediados del siglo 
V surge el río sacerdotal (P). Por último, hacia el año 400, todos estos 
ríos unidos dan lugar al Pentateuco. La teoría de Wellhausen 
podemos representarla gráficamente del siguiente modo:
hacia 850 ... J
hacia 750 ... .... E
hacia 722 ... J + E
hacia 622 ... ... ... D
hacia 600 ... J + E + D
hacia 450 ... ... ... ... P =
hacia 400 ... J + E + D + P = PENTATEUCO (Torá)

6. Discusiones posteriores
El sistema de Wellhausen encontró al principio bastante oposición 
en los sectores conservadores protestantes y católicos (donde hay 
que notar como honrosa excepción al dominico Lagrange), y cada vez 
mayor aceptación entre los científicos.
Sin embargo, el paso del tiempo ha provocado un cambio de 
situación. Mientras hoy día se puede decir abiertamente que Moisés 
no escribió el Pentateuco, y que éste se formó a partir de cuatro 
documentos básicos, los científicos muestran cada vez más reservas 
con respecto al sistema global o con respecto a algunos de sus 
puntos. Sería extensísimo y complicado informar sobre todas las 
investigaciones posteriores. Me limito a ciertos datos de mayor 
interés.

a) Los ríos no son tan claros, se buscan afluentes
En primer lugar, algunos autores advierten que los cuatro 
documentos no son tan homogéneos como parece a primera vista. 
Por eso, comienzan a distinguir J1, J2, J3, Pg, Ps..., hasta diseccionar 
el Pentateuco en una lista casi interminable de siglas. Este método 
encontró relativamente poca aceptación.

b) Descubren un nuevo río
Más éxito ha tenido la distinción de una nueva fuente, anterior a las 
cuatro delimitadas por Wellhausen. Smend la llamé J1, Pfeifler S (por 
considerarla originaria del Sur), Morgenstern K (Kenita), Fohrer N 
(Nómada), Eissfeldt L (Laica).
Pero son bastantes los autores que se niegan a admitir este quinto 
río.

c) Desaparecen ríos antiguos
Por el contrario, hay autores que niegan la existencia de alguna de 
las fuentes indicadas por Wellhausen. La batalla mas dura se ha dado 
contra el documento Elohísta (E). Volz y Rudolph le dedicaron un 
estudio especial en 1933, y dicen que no se trata de un documento 
independiente, sino de un complemento o reelaboración de la 
tradición Yavista. A esta opinión se sumarían más tarde Mowinckel, 
Sandmel, Winnet, Vriezen. Aunque la mayoría de los manuales siguen 
hablando del Elohísta como de un dato seguro, hoy día son cada vez 
más quienes niegan la existencia de esta fuente.
Discusión parecida tiene lugar con respecto al documento 
Sacerdotal (P). Ya en 1924 negaba Lohr la existencia de esta fuente 
en el Génesis. Volz, en la obra citada anteriormente, negaba que de 
los escasos fragmentos que poseemos pudiese demostrarse la 
existencia de un narrador sacerdotal. Por su parte, Engnell concibe el 
Sacerdotal como el autor que combinó los diferentes relatos 
independientes en un libro de sagas, que abarcaba los cuatro 
primeros libros de la Biblia (Tetrateuco). La existencia de una historia 
sacerdotal independiente (Pg) la ha negado también Cross.

d) Se discuten las fechas en que nacieron los ríos
También las fechas propuestas por Wellhausen para los distintos 
documentos han sufrido cambios. Por ejemplo, Procksech sitúa P 
antes del exilio, y Kapelrud hacia el 550. Kennet considera D 
postexílico. En cuanto a J, la mayoría de los autores tiende a situarlo 
un siglo antes, en tiempos de Salomón (siglo X). Pero resulta 
significativo que dos de las obras mas recientes sobre el tema sitúen 
al Yavista mucho más tarde.
Por lo que respecta al Elohísta, entre quienes admiten su existencia, 
alguno lo fecha en el siglo X, relacionándolo con el cisma de 
Jeroboán.

e) Se piensa en un laguito del que nacieron los ríos
Al margen de las fuentes, Cross postula la existencia de un “ciclo 
épico” anterior a J y E, y en el que se basaron estos documentos.

f) Discusión sobre la longitud y el caudal de los ríos
Por último, conviene saber que ni siquiera los autores que siguen a 
Wellhausen coinciden plenamente a la hora de delimitar con exactitud 
qué episodios o versos pertenecen a cada una de las fuentes. Una 
teoría bastante aceptada puede verse en J. Schreiner, Palabra y 
mensaje del Antiguo Testamento, 496-501.
Más claro y pedagógico es el folleto Gráfico en color de las fuentes 
del Pentateuco, tomado del libro de P. F. Ellis, Los hombres y el 
mensaje del Antiguo Testamento (Sal Terrae, Santander 1970).

7. Conclusiones de un escéptico
Los datos anteriores, que demuestran la falta de unanimidad entre 
los comentaristas, ha provocado la durísima reacción de Rendtorff. 
Según él, la aceptación de la teoría de Wellhausen es más aparente 
que real. En el fondo, no hay dos autores que coincidan, y las 
contradicciones se dan incluso en temas de suma importancia 
(mensaje teológico del Yavista, delimitación de la obra, finalidad, etc.). 
Lo más sensato es terminar de una vez con la hipótesis de los 
documentos.
Quizá el error de Rendtorff consista en querer sustituir un método 
por otro. Y las investigaciones de los últimos siglos deberían 
animarnos a abandonar esta temática de los orígenes del Pentateuco. 
No sabemos a ciencia cierta cómo se formó. Por eso, es preferible 
dedicarse a un tipo de lectura que tenga en cuenta el resultado final, 
los cinco libros actuales, no el proceso de formación de la obra. No se 
trata de volver a visiones simplistas, faltas de espíritu crítico, que 
soslayan las dificultades cerrando los ojos ante ellas. Se trata de 
aceptar lo irremediable.
Si existió un documento Yavista, pero no sabemos la extensión de 
su obra, por poner un caso concreto, todo lo demás es pura hipótesis. 
Weimar, por ejemplo, pone el final en Núm 14,8a; Wolff en Núm 25,5; 
muchos autores en Jue 1,36; Hölscher en 1 Re 12,19. 
Inevitablemente, la delimitación influye en el contenido, intenciones, 
teología, fecha de composición...
Lo anterior no impide que las Introducciones al Antiguo Testamento 
dediquen buen número de páginas a J, E, D y P. Reconozco que, a 
veces, es preciso hablar de tradiciones yavistas, elohístas, 
sacerdotales y deuteronómicas para dejar claro que el Pentateuco no 
es un bloque compacto y homogéneo. Pero no debemos ser 
demasiado optimistas, para no caer en posturas tan ingenuas como 
las de quienes pensaban que Moisés escribió el Pentateuco.

8. El lago se transforma en palacio
Para explicar mejor mi punto de vista, prefiero cambiar de metáfora. 
Los autores antiguos que dieron forma final al Pentateuco emplearon 
materiales muy diversos. A lo largo de siglos fueron construyendo un 
palacio impresionante a primera vista. Pero, cuanto más se lo visita, 
más nos desconcierta. Encontramos pasadizos sin salida, 
habitaciones adornadas con motivos de otras épocas, escaleras que 
no conducen a ningún sitio, estilos arquitectónicos distintos, ventanas 
cegadas y muros casi derruidos.
La tentación de la ciencia bíblica ha sido desmontar el palacio para 
distribuir sus materiales en tres, cuatro o cinco bloques. Si resistimos 
a esta tentación, conseguiremos dos grandes cosas: que el edificio se 
mantenga en pie, y advertir la unidad y belleza de la estructura a 
pesar de la amalgama de materiales, estilos y épocas.
Leer y releer el Pentateuco buscando sus líneas maestras, 
contemplándolo desde los más diversos puntos de vista, es lo que nos 
permitirá gozar de él y descubrir el mensaje que encierra para nuestra 
fe. Es lo que intentaremos en el capítulo siguiente con algunas 
secciones.

9. Bibliografía
Limitándome a publicaciones en castellano, quien desee completar 
las ideas anteriores puede consultar L. Grollenberg, Visión nueva de 
la Biblia, 13-53; A. Robert / A. Feuillet, Introducción a la Biblia, I, 
273-303; Introducción crítica al Antiguo Testamento, publicada bajo la 
dirección de H. Cazelles, 115-63.

Sobre el Yavista: L. Ruppert, El Yavista, pregonero de la historia de 
la salvación, en J. Schreincr, Palabra y mensaje del Antiguo 
Testamento, 133-57; A. González Lamadrid, Teología de las 
tradiciones yavista y sacerdotal (Madrid 1970); H. Cazelles, El Yavista, 
en Introducción crítica al Antiguo Testamento, 203-33.

Sobre el Elohísta: L. Ruppert, El Elohísta, portavoz del pueblo de 
Dios, en J. Schreiner, Palabra y mensaje del Antiguo Testamento, 
158-71; H. Cazelles, Los textos elohístas, en Introducción crítica al 
Antiguo Testamento, 233-43.

Sobre el Sacerdotal: R. Kilian, El escrito sacerdotal. La esperanza 
del retorno, en J. Schreiner, Palabra y mensaje del Antiguo 
Testamento, 307-28; A. González Lamadrid, Teología de las 
tradiciones yavista y sacerdotal (Madrid 1970); G. von Rad, La 
teología del código sacerdotal, en Estudios sobre el Antiguo 
Testamento, 421-44.