Introducción al Antiguo Testamento II
LA HISTORIA DEUTERONOMISTA
José L. Sicre S. J.
II
La historia deuteronomista
1. Ficción y realidad
La lectura del capítulo anterior habrá provocado en el lector una
pregunta inevitable: ¿qué es ficticio y qué es real en todo esto? Es
una reconstrucción basada en los estudios más recientes sobre la
historia deuteronomista.
1.1. En el Acto I
Son reales todos los nombres: Josías, Safán, Acbor, Ajicán, Jelcías,
Asaías. Se trata de personajes famosos de la corte, comenzando por
el rey. A Safán le he concedido un puesto de privilegio porque era el
cronista de la época. Pero atribuirle a ellos esta labor de redactar la
historia es pura ficción. Todos los comentaristas actuales parten del
supuesto de que hubo un solo autor, aunque la mayoría admite que
su obra fue más tarde ampliada por autores sucesivos.
Martin Noth, padre de la investigación posterior, pensaba que la
historia deuteronomista la redactó un solo personaje, durante la
época del destierro de Babilonia (mediados del siglo VI). Pero no
escribió en Babilonia, sino en la provincia de Samaría, entre Mispá y
Betel. Aunque los investigadores posteriores no aceptan que la obra
fuese redactada de una vez y por un solo autor, ninguno habla de un
trabajo en colaboración. Sin embargo, a la hora de presentar los
orígenes de estos libros de forma novelada me resultaba más fácil
introducir a diversos personajes para que discutiesen los problemas
entre ellos. Y me pregunto si la ciencia bíblica no ha descartado
demasiado rápidamente ósin siquiera planteárseloó el hecho de una
posible colaboración. Explicaría muchos detalles curiosos de esta
obra. En cuanto al número de ediciones, es cuestión muy debatida.
Noth admitía una fundamental, en el exilio, completada más tarde.
Cross y su escuela defienden que hubo una primera edición en
tiempos de Josías y una segunda en tiempos del destierro, sin
descartar tampoco añadidos posteriores. Smend y sus discípulos
defienden tres ediciones, todas del exilio o postexílicas. Básicamente
he seguido la teoría de Cross. En cambio, Noth ha impuesto su teoría
de que esta obra se basa en una serie de documentos previos,
escritos a veces con dos o tres siglos de anterioridad: relatos sobre
Josué (Jos 2-11), el Libro de los libertadores (Jue 3-4 y 6-9), historia
de Samuel y los orígenes de la monarquía, en la que quedó incluida la
historia del arca (1 Sam 1-15); historia de la subida de David al trono
(1 Sam 16 hasta 2 Sam 7); historia de la sucesión al trono de David (2
Sam 9-20; 1 Re 1-2); historia de Salomón (1 Re 3-10), historias de
Elías, Eliseo y otros profetas del norte (ahora en los capítulos que van
desde 1 Re 17 hasta 2 Re 13); los Anales de los reyes de Israel y de
Judá (citados con frecuencia), etc. Naturalmente, se discute a veces la
extensión y el mensaje de cada uno de estos documentos, pero la
idea básica de su existencia previa la comparten casi todos los
autores. (En cuanto a las tradiciones y documentos que cito, todos
están documentados. No invento ninguno). Ultimamente, algunos
afirman que esos documentos ya habían sido reunidos antes de
Josías para formar una historia seguida. Es la teoría de Campbell y
Provan. No sería muy raro, ya que también la época de Ezequías
(finales del siglo VIII) fue de gran entusiasmo nacionalista y de reforma
religiosa. También se admite que los autores deuteronomistas no se
limitaron a recopilar y empalmar documentos. Les dieron unidad
literaria y teológica. Para ello recurrieron a poner discursos en boca
de los personajes más famosos de cada época y en momentos clave:
Moisés en el Deuteronomio; Josué antes de morir (Jos 23); Samuel
cuando cede su puesto al nuevo rey, Saúl (1 Sam 12); David en su
lecho de muerte (1 Re 2,2-9); Salomón al consagrar el templo (1 Re
8). Cuando no disponen de un personaje de relieve, sustituyen el
discurso por reflexiones personales. Así ocurre al comienzo de la
época de los jueces (Jue 2,6-19) o en el momento de la desaparición
del Reino Norte (2 Re 17). Quizá algunos de estos discursos ya
estuviesen redactados con anterioridad. Pero ellos los retocaron para
inculcar su lucha contra la idolatría y el servicio exclusivo de Dios. En
cuanto a la finalidad de la obra, existe un amplio debate. Noth
pensaba que su autor sólo pretendía ofrecer un mensaje pesimista:
hemos pecado, hay que aceptar el castigo de Dios. Von Rad, en
cambio, veía en la liberación de Jeconías un mensaje final de
esperanza. Wolff, en línea intermedia entre el pesimismo de Noth y el
optimismo de Von Rad, interpreta la obra como una llamada a la
conversión. Cross, con su teoría de las dos ediciones principales,
habla de finalidades distintas: la primera edición, como dice Wolff, es
una llamada a la conversión, sin que podamos olvidar el aspecto de
propaganda política; la segunda edición, la del destierro, sí tiene ese
matiz pesimista que le atribuía Noth. Habrá advertido que, una vez
más, he seguido la opinión de Cross.
1.2. En el Acto II
Podemos aceptar como auténtico que la obra deuteronomista fue
completada y actualizada en el destierro. La idea de que culpa del
fracaso a Manasés es también de Cross. El dato parece evidente.
Para no cansar al lector con excesivos detalles, he supuesto que esta
segunda edición la llevó a cabo un solo personaje. No sería muy raro.
Pero, como ya he dicho, otros piensan que, durante el exilio, hubo dos
ediciones sucesivas, una hecha con mentalidad profética y otra con
influjo levítico (Jepsen). De este influjo levítico he hablado al final, sin
fecharlo en ningún momento preciso.
1.3. En el Acto III
Aunque lo sitúo en Jerusalén, casi un siglo después de la segunda
edición, podría fecharse mucho antes. Resulta evidente que alguien o
algunos intentaron añadir tradiciones pasadas por alto en las
ediciones anteriores. Tal como lo presento, es algo de mi propia
cosecha. No me parece descabellado y creo que ayuda a comprender
la compleja formación de la obra.
1.4. En el Acto IV
La idea fundamental, que el Deuteronomio fue separado de la
Historia deuteronomista para que formase parte del Pentateuco,
procede de Noth y se admite generalmente. También se acepta que el
Pentateuco surge en su forma definitiva en tiempos de Esdras
(algunos autores incluso le atribuyen su redacción final) y que, gracias
a la autoridad imperial persa, fue admitido por judíos y samaritanos.
Por cierto, Maluc existió, y su genealogía es exacta (véase 1 Cró
6,30). Pero lo más probable es que el buen señor no viviese en
tiempos de Esdras ni se dedicase al trabajo que le asigno. Lo que he
pretendido con ese sencillo relato es poner de relieve la compleja
formación de esta espléndida historia. Si desea conocer más a fondo
todo este mundo de la investigación bíblica, no le va a resultar fácil
encontrarlo en castellano. Por eso lo ofrezco a continuación,
advirtiendo de entrada que es un hueso duro de roer. Si no le
apetece, puede pasar al capítulo siguiente.
2. Martin Noth entra en escena
1943 no estaba siendo un año demasiado bueno para Alemania.
Febrero había comenzado con la capitulación del VI Ejército en
Stalingrado. Meses más tarde se rendía el Afrika Korps. Seguiría el
desembarco aliado en Sicilia, mientras los rusos forzaban por el este,
con un gasto terrible de armamento y vidas humanas. Sin embargo,
casi nadie imaginaba que aquello era el principio del fin. Martin Noth
incluso tenía motivos para sentirse satisfecho. Acababan de publicarle
su última obra. Una vez más, miró el título con cierto orgullo. Había
sido capaz de utilizar treinta y cinco letras en sólo dos palabras:
Überlieferungsgeschichtliche Studien. Sonaba a Panzer adentrándose
en la estepa rusa, a U2 sumergiéndose en las frías aguas de la
ciencia bíblica. Aquellos Estudios sobre historia de la tradición
estaban dedicados en partes iguales a las dos grandes obras
históricas de la Biblia, la Deuteronomista y la Cronista. La primera
parte, la que ahora nos interesa, suponía una auténtica novedad en la
interpretación de los libros de Josué, Jueces, Samuel y Reyes. Desde
el siglo XIX se venían defendiendo dos posturas principales sobre la
formación de estos libros:
- Unos autores se inclinaban a pensar que cada uno de ellos había
surgido independientemente de los otros. Sólo más tarde, hacia el año
622, con motivo de la reforma de Josías, fueron unidos y reelaborados
por el círculo deuteronomista. A esta reelaboración debió seguir una
segunda, en tiempos del exilio, con pequeños cambios y adiciones.
- Otros -como los famosos Eissfeldt y Hölscher- pensaban que los
libros de Josué, Jueces, Samuel y Reyes son continuación de las
fuentes del Pentateuco: Yavista (J), Elohísta (E), a la que Eissfeldt
añade también su fuente Laica (L). Estos documentos, que
comenzaban con la creación del mundo o con Abrahán, no terminaban
con la muerte de Moisés; también contaban lo ocurrido en siglos
posteriores. La verdad es que no se ponían de acuerdo. Según unos,
esas fuentes del Pentateuco terminan en Josué, y hablan en
consecuencia de una historia en seis libros (Hexateuco: Gén Ex Lev
Núm Dt Jos); otros las prolongan hasta Jueces, y hablan de siete
libros (Heptateuco); los que las extienden hasta Samuel, de ocho
(Octoteuco); y quienes admiten unidad desde Génesis hasta Reyes,
hablan de nueve libros (Eneateuco). En cualquier caso, la mayoría de
estos autores piensa que las fuentes J, E (y L), después de haber sido
fundidas en una sola, fueron retocadas por la escuela literaria y
teológica inspirada en el Deuteronomio. En este contexto se advierte
la novedad de la postura de Noth. Para él, antes del exilio no existían
libros independientes, ni tampoco documentos al estilo de J y E que
hablasen sobre el largo período que va desde los jueces a la
monarquía. Sólo existían fragmentos aislados y pequeñas obras (por
eso se la conoce como “hipótesis de los fragmentos”), que un autor
exílico utilizó para componer su historia, la “historia deuteronomista”.
Al estudiar el bloque Josué-Reyes, habría que distinguir:
- tradiciones recogidas por el autor deuteronomista sin
reelaborarlas;
- fragmentos o versos reelaborados por el Dtr;
- fragmentos originales del Dtr;
- fragmentos añadidos después de que el autor terminó su obra.
Una clasificación exacta de estos diversos materiales puede verse
en el artículo de Radjawane, 184-186. Para no acumular datos
demasiado minuciosos, nos limitaremos a los esenciales.
a) Entre las tradiciones recogidas por el Dtr sin reelaborarlas se
encuentran:
- gran parte del Dt (4,40-30,20);
- relatos de la conquista (Jos 2-11);
- narraciones sobre diversos “jueces” (Jue 3,7-12,15, exceptuando
algunos versos procedentes del Dtr);
- infancia de Samuel (1 Sam l,l-4,1a, excluyendo 2,25b.34-35);
- historia del arca (1 Sam 4,1b-7,1);
- tradiciones de Saúl y David (1 Sam 9,1-10,16; 10,27b-11,15);
- continuación de Saúl-David y tradiciones de David (1 Sam 13
hasta 2 Sam 20; 1 Re 1-2);
- historia de Salomón (1 Re 3-11, exceptuando algunos pasajes y
versos);
- tradiciones proféticas y datos sobre los reyes de Israel y Judá.
Entre ellos tienen especial importancia los relatos sobre Elías y Eliseo,
la revolución de Jehú (2 Re 9-10), la intervención de Isaías durante el
asedio de Jerusalén por Senaquerib (2 Re 18,17-20,19), el relato del
hallazgo del libro de la ley (2 Re 22,3-23,3). (Hasta el momento en el
que el Dtr recogió este material las diversas tradiciones habían tenido
vida propia, con un enfoque e intención a veces distinto del que
pretendió nuestro autor).
b) Entre los fragmentos o versos reelaborados por el Dtr me limito a
indicar 1 Sam 12,1-25 (dirigido actualmente contra la monarquía), 1
Re 2,2-4,27b (reelaboración de las consignas de David a Salomón en
su lecho de muerte) y 1 Re 4,1-5,8 (lista de los empleados de
Salomón).
c) Pero el autor Dtr no se limitó a recoger antiguas tradiciones o a
reelaborar algunos fragmentos. Según Noth, completó este material
con datos propios. Por ejemplo, al comienzo del Dt (1,1-3,29 y
diversos pasajes del c. 4), y al final del mismo libro (en los c. 31 y 34).
Diferentes capítulos o episodios en Josué (1,1-6.10-18;12;23), Jueces
(2,6-16.18.19; 3,7-11.12-15a; 6,30-35; 10,6-16, etc.), Samuel (1 Sam
12,1-25, etc.), Reyes (1 Re 8,14-66; 11,1-13.41-43; 2 Re 17,7-33a.41;
21,2-16; 25,1-26, etc.). Sin embargo, lo más importante no es que el
Dtr completase el material anterior con nuevos datos e
interpretaciones. Llevó a cabo una auténtica labor de composición,
engarzando coherentemente los elementos previos y dando al
conjunto un sello muy personal.
d) Con su labor no quedaron terminados definitivamente los libros
de Jos-Re. Más tarde se añadieron otros textos.
- canto y bendiciones de Moisés (Dt 32 y 33);
- reparto de la tierra (Jos 13-22);
- alianza en Siquén (Jos 24);
- primera introducción a Jueces (Jue 1,1-2,5);
- historia de Sansón y apéndices (Jue 13,2-21,25);
- apéndices sobre David (2 Sam 21-24).
En resumen, los puntos más revolucionarios de la teoría de Noth
son los siguientes:
- La historia Dtr es obra de un solo autor, no de una escuela.
- Este autor vivió y trabajó en tiempos del exilio, redactando su obra
en la provincia de Samaría, cerca de Mispá y Betel, no en Babilonia,
como pensaban otros comentaristas.
- La historia Dtr representa el primer intento serio de historiografía
dentro de Israel; antes del exilio no existió una producción de este
carácter, sino simples intentos más o menos logrados. Esto va contra
la opinión tan divulgada de que la historiografía comienza en Israel
durante el apogeo político-cultural de David y, sobre todo, de Salomón
(siglo X).
- Esta obra histórica comenzaba con una gran introducción
teológica, el libro del Deuteronomio, que ofrecía las claves de
interpretación y valoración de la historia: fe en un solo Dios y
aceptación de un solo lugar de culto. Más tarde, el Dt quedó separado
de Josué-Reyes. Pero su función originaria no era la de cerrar los
cuatro primeros libros de la Biblia (Tetrateuco), sino la de abrir
teológicamente los siguientes. ¿Qué pretendió este judío del siglo VI
con su enorme trabajo? La respuesta de Noth es terriblemente
pesimista: “El Dtr no ha escrito su obra para aliviar el tedio o satisfacer
el interés por la historia nacional, sino para adoctrinar sobre el sentido
genuino de la historia de Israel, desde la conquista de la tierra hasta
la desaparición del antiguo Estado; y este sentido se resume para él
en el reconocimiento de que Dios ha actuado palpablemente en esta
historia, al responder con exhortaciones y castigos a las deficiencias
constantes y crecientes; y, finalmente, cuando aquellas se revelaron
inútiles, con la destrucción total” (o. c., 100). Desde la perspectiva del
exilio, cuando Judá lo ha perdido todo (tierra, templo, rey, libertad), la
palabra del Dtr es escueta y tajante: todo esto es consecuencia de
nuestros pecados y sólo cabe aceptar el castigo de Dios. No queda
esperanza para el futuro.
3. Reacciones a la teoría de Noth
Es natural que la teoría de Noth no encontrase aceptación plena, ni
siquiera parcial, entre todos los comentaristas. Algunos, como Jepsen,
Engnell o Boecker, la aprueban y defienden con nuevos argumentos.
Otros, como Hölscher, Eissfeldt y Von Rad, la rechazan. No faltan
quienes aceptan ciertos puntos y rechazan otros. Sería absurdo
introducirse en la maraña de argumentos en favor y en contra. Me
limitaré a indicar por dónde se ha orientado la investigación con
respecto a tres temas: elementos previos, unidad de la obra y
finalidad. El último aspecto es el más importante.
3.1. Con respecto a los elementos previos
La idea de que los deuteronomistas utilizaron “fragmentos” previos
la admiten muchos autores actuales. Gran parte de la investigación de
los últimos años se ha centrado en el estudio de esos fragmentos:
historia del arca, subida de David al trono, historia de la sucesión,
tradiciones de Elías y Eliseo, etc. Pero conviene advertir que algunos
autores abandonan la hipótesis de los fragmentos para inclinarse por
la de documentos. No se refieren a los documentos clásicos, J y E,
sino a una especie de “historias predeuteronomistas” de diversa
extensión y origen. Por citar uno de los casos más recientes, Campbell
descubre en los libros de Samuel y en los diez primeros capítulos de 1
Re un documento del siglo IX, de origen profético, centrado en el
importante período que va desde los orígenes de la monarquía hasta
la división del reino. En el fondo, este hecho no modifica seriamente la
teoría de Noth. El lo habría aceptado tranquilamente. Lo que no
admite es que los documentos clásicos (Yavista y Elohísta) continúen
en Josué.
3.2. Con respecto a la unidad de la obra
La situación actual dista mucho de ser la concebida por Noth. Este
veía la Historia deuteronomista como una obra unitaria, compuesta
por un solo autor (aun reconociendo que más tarde se añadieron
bastantes capítulos). Hoy día, la idea de una sola edición y un solo
autor se encuentra casi descartada. Más bien se elige uno de los tres
modelos siguientes:
a) Dos ediciones, una preexílica y otra exílica
El principal representante de esta teoría es Frank Moore Cross, en
su artículo Los temas del libro de los Reyes y la estructura de la
historia Dtr. Le siguen sus discípulos Nelson y Friedman, y están
también muy de acuerdo con él Cortese y Helga Weippert. Cross
coincide con Noth en la existencia de fragmentos previos, pero no
acepta que la redacción final de la obra la llevase a cabo un solo
autor y durante el destierro. Para Cross, en la historia Dtr se advierten
tres hechos extraños, que requieren explicación:
- Cuando Jerusalén cae en manos de los babilonios, no
encontramos una reflexión teológica a propósito de esta terrible
desgracia. Resulta muy raro, sobre todo si recordamos la extensa
digresión del autor Dtr después de la caída de Samaría (2 Re 17).
- Durante el reinado de Manasés, Dios condena a Judá totalmente
por culpa de los pecados de este rey. Sin embargo, el reinado de su
nieto, Josías, es visto con gran optimismo. Supone un anticlímax en
esa historia que camina hacia su final.
- Si situásemos la historia Dtr en el destierro (como pretende Noth),
contrastaría poderosamente con las otras obras de esta época (el
escrito Sacerdotal, Deuteroisaías, etc.), ya que le falta la profunda
esperanza que se respira en estas últimas. La mejor forma óo la
únicaó de explicar estos hechos es admitir dos ediciones distintas: una
anterior al destierro, durante el reinado de Josías, y otra en el exilio.
La primera edición se caracteriza por un marcado acento de
propaganda religioso-política, invitando a la conversión a Judá, pero
también a las tribus del norte, con vistas a restaurar el antiguo reino
davídico. La segunda edición, de tono pesimista, se limita a justificar la
catástrofe. También Provan es partidario de dos ediciones, una
preexílica y otra exílica. Pero, a diferencia de Cross, y para soslayar
las objeciones que se le hacen, defiende que la edición preexílica, de
finales del siglo VII, era simplemente una historia de la monarquía
desde sus orígenes ósuprimiendo los pasajes antimonárquicosó hasta
Ezequías. En la edición del exilio es cuando se añadieron los libros de
Deuteronomio, Josué y Jueces.
b) Tres ediciones, todas exílicas o postexílicas
Mientras Noth trabajaba en sus Estudios, Alfred Jepsen se dedicaba
también a estudiar las fuentes de los libros de los Reyes. La guerra le
impidió publicar sus resultados, que no aparecieron hasta 1951.
Propiamente, esta obra no puede ser interpretada como reacción al
estudio de Noth, ya que desconocía sus resultados. Jepsen concibe la
formación de la obra del modo siguiente. Existían dos documentos
principales: 1) una crónica que abarcaba hasta el reinado de
Ezequías (finales del siglo VIII), a la que da la sigla S; 2) unos anales
sobre el templo y el culto, quizá de la época de Manasés (primera
mitad del siglo VII), que denomina con la sigla A. Estos dos
documentos independientes fueron unidos hacia el año 580 por un
primer redactor sacerdotal (RI), que les añade un comentario crítico
sobre la historia del culto y exige un culto adecuado. Esta sería la
primera edición, preexílica. Hacia el año 550, un segundo redactor, de
mentalidad profética (RII), añade a la obra numerosos capítulos (la
historia de la sucesión, leyendas de Isaías, tradiciones sobre profetas,
tradición benjaminita sobre la conquista y la época premonárquica).
De este modo, la obra crece enormemente, hasta duplicar las
dimensiones de la anterior. Pero lo más importante es que este
segundo redactor da especial relieve a cuatro ideas teológicas
(elección, ley, apostasía, castigo) y convierte toda su obra en un
llamamiento a la conversión. A finales del siglo VI, un tercer redactor,
levita (RIII), hace pequeños añadidos para justificar las pretensiones
de sus hermanos. La teoría de tres redacciones exílicas también la
defiende Rudolph Smend. Sus ideas, simplemente esbozadas en el
artículo de 1971, las han seguido y profundizado sus discípulos
Dietrich y Veijola. En su artículo de 1971 advierte Smend que ciertos
pasajes de los libros de Josué (1,7-9; 13,1-6; 23) y Jueces
(2,17.20s.23) consideran que la conquista de la tierra todavía no está
terminada. Piensa que dichos pasajes son complementos a la historia
Dtr, y da a este estrato el título de nomista (DtrN), dado el interés de
su autor por la ley. Sugiere que sería interesante seguir estudiando el
tema. Es lo que hace su discípulo Walter Dietrich, que se aplica al
estudio del libro de los Reyes desde esta perspectiva, y encuentra
otro estrato Dtr, al que denomina DtrP por el amor de su autor a las
tradiciones proféticas. Con esto tenemos ya tres estratos, que Dietrich
data entre los años 580 y 560. La idea de conjunto es como sigue:
Poco antes de la caída de Jerusalén se escribe una primera obra
narrativa. Su autor (DtrH) es un historiógrafo, que termina en 2 Re
25,1-21 y pretende explicar la catástrofe de Judá y Jerusalén, ofrecer
una “etiología del punto cero”. Poco después del exilio, DtrP añade las
leyendas proféticas que ha ido elaborando y otros complementos.
Para este autor, lo importante es interpretar los relatos anteriores
como el campo de actuación de la palabra profética. Finalmente, hacia
el 561 actúa DtrN, que comenta los hechos desde un punto de vista
legal. Añade un nuevo final (2 Re 25,22-30), que da a la obra un
toque de esperanza. Veijola, otro discípulo de Smend, persigue los
tres estratos en los libros de Samuel. Naturalmente, los encuentra (las
tesis doctorales son capaces de demostrar cualquier cosa), y advierte
que cada uno de ellos tiene su propia imagen de David. DtrH,
partidario de la monarquía, presenta a David como un buen siervo de
Dios y lo glorifica como padre de una dinastía eterna. DtrP, escéptico
ante los reyes, presenta a David como un hombre pecador y culpable.
DtrN intenta conciliar estas posturas opuestas. Comparte con P una
actitud crítica ante los reyes, pero espera con H que la dinastía
davídica dure siempre. Smend, aprovechando los trabajos de sus
discípulos, vuelve sobre el tema en 1978. Su idea actual es la
siguiente: DtrH, basándose en diversas fuentes, escribió una historia
que empezaba en Dt 1,1 y terminaba en 2 Re 25,30 (en esto corrige a
Dietrich, que ponía el final en 25,21). Esta obra presupone la
liberación de Jeconías, y no pudo surgir antes del 550. DtrP introdujo
en los libros de Samuel y Reyes una serie de narraciones proféticas y
estructuró el curso de la historia de acuerdo con el esquema de
“vaticinioó cumplimiento”. DtrN comentó ambas redacciones aplicando
su criterio, inspirado en las leyes deuteronómicas. Este resultado final
es el que podemos llamar “Obra histórica Dtr”. Pero las huellas de
DtrN se extienden hasta el Tetrateuco. Por eso, es posible que DtrN
sea el que unió el Tetrateuco y la historia Dtr, formando una gran obra
literaria.
3.3. Con respecto a la finalidad de la obra
Noth nos deja con mal sabor de boca. La historia del Dtr sólo
pretende demostrar el justo juicio de Dios, que castiga los continuos
pecados del pueblo. No cabe esperanza para el futuro. Esta visión ha
sido criticada desde distintas perspectivas. Ofrezco tres de las
opiniones más interesantes.
a) Gerhard von Rad: optimismo mesiánico
Pocos años después de publicarse la obra de Noth, expresa su
punto de vista en un breve pero importante artículo sobre La teología
deuteronomística de la historia en los libros de los Reyes. Von Rad
detecta en la historiografía Dtr una correspondencia entre la palabra
del Señor y la historia, en el sentido de que la palabra pronunciada
por Dios alcanza su meta, se cumple. Este esquema de “vaticinio -
cumplimiento” se encuentra al menos once veces en los libros de los
Reyes, generalmente castigando. Es lo que advertimos en el destino
del Reino Norte (Israel), a causa de unas culpas que arrancan desde
el primer rey, Jeroboán. Pero en el Sur parece no ocurrir lo mismo.
Dios se muestra muy indulgente con Judá. ¿A qué se debe esto? La
respuesta es evidente: “en consideración a David” (Cf. 1 Re
11,13.32.36; 15,4; 2 Re 8,19), idea que se basa en la promesa de
Natán (2 Sam 7; ver también 1 Re 2,4; 8,20.25; 9,5) y que impulsa al
Dtr a convertir a este rey en un personaje modelo. De este modo, en
la historia Dtr la palabra de Dios actúa de dos formas: como ley,
juzgando y aniquilando; como evangelio, salvando y perdonando.
¿Cuál de estas dos palabras se impuso al final? La respuesta la
tenemos en la liberación de Jeconías (2 Re 25,27-30). “Este pasaje
debe ser entendido por cualquier lector como una indicación de que
los descendientes de David no habían llegado a un final irrevocable”.
b) Hans Walter Wolff: llamada a la conversión
Años más tarde, en 1961, volvía sobre el tema Hans Walter Wolff,
en su famoso artículo El kerigma de la obra histórica deuteronomista.
En contra de Noth, no cree que el autor de la historia Dtr se haya
tomado tanta molestia sólo para decir a sus contemporáneos que todo
está terminado. Pero tampoco está de acuerdo con Von Rad en la
interpretación tan optimista de los versos finales (2 Re 25,27-30)
como un mensaje incondicional de salvación. Para Wolff, el Dtr no
pretende destruir la esperanza, ni infundirla incondicionalmente, sino
llamar a la conversión. De hecho, el esquema de toda la obra es el
mismo que aparece con frecuencia en el libro de los Jueces, con sus
ciclos de pecado - castigo - conversión - salvación (Cf. Jue 3,7-9).
Aparentemente, este esquema no vuelve a utilizarse en el resto de la
obra. Pero esta impresión es falsa. Toda la época monárquica, desde
Saúl hasta Sedecías, constituye el primer paso (pecado) de un nuevo
ciclo; la destrucción de Jerusalén y el destierro es el segundo
(castigo). El autor pretende que sus contemporáneos den ahora el
tercero (conversión), para que Dios realice el cuarto (salvación). Wolff
demuestra que el verbo “convertirse” aparece en pasajes decisivos
como 1 Sam 7,3; 2 Re 17,13; 23,25 y, sobre todo, en el momento
capital de la oración de Salomón al dedicar el templo (1 Re 8,46-53).
c) Frank Moore Cross: doble finalidad
Quien mantenga la idea de dos ediciones de la historia Dtr, una
preexílica y otra exílica, encontrará un enfoque bastante adecuado del
mensaje en la teoría de Cross. Ciertamente, debían de estar
marcadas por espíritus muy distintos. No es lo mismo escribir la
historia del pueblo en un momento de optimismo y euforia nacional, y
hacerlo cuando todas las esperanzas se han hundido. La primera
edición desarrolla dos temas principales, que podemos sinterizar en
estas dos frases: “Este proceder llevó al pecado a la dinastía de
Jeroboán y motivó su destrucción y exterminio de la tierra” (1 Re 1
3,14). “En consideración a mi siervo David y a Jerusalén, mi ciudad
elegida” (1 Re 11,13). Por consiguiente, el historiador Dtr contrasta
dos temas: el pecado de Jeroboán y la fidelidad de David, que culmina
en Josías. Jeroboán llevó a Israel a la idolatría y a la destrucción,
como habían avisado los profetas. En Josías, que purificó el templo
fundado por David y puso punto final al santuario fundado por
Jeroboán; en Josías, que buscó al Señor de todo corazón, debían
cumplirse las promesas hechas a David. Estos dos temas parecen
reflejar dos principios teológicos, uno procedente de la antigua
teología deuteronómica de la alianza, que considera la destrucción de
la dinastía y del pueblo como consecuencia inevitable de la apostasía,
y otro tomado de la ideología regia de Judá: las eternas promesas
hechas a David. De hecho, la yuxtaposición de los dos temas,
amenaza y promesa, proporcionan la plataforma para la reforma de
Josías. La historia Dtr, en la medida en que estos temas reflejan sus
principales intereses, puede ser considerada una obra de propaganda
de la reforma de Josías y un programa imperialista. El documento
habla en particular al Norte, invitando a Israel a volver a Judá y a
Jerusalén, único santuario legítimo de Yavé, afirmando las
pretensiones de la antigua dinastía davídica sobre todo Israel. Y habla
también, con igual o más énfasis, a Judá. La restauración de la
antigua grandeza depende de que la nación vuelva a la alianza con
Yavé y de que el rey se entregue de todo corazón a imitar a David, el
siervo del Señor”. Durante el exilio, este grupo de libros fue
reelaborado. La situación había cambiado mucho con respecto a la
época de Josías. La esperanza de volver a los tiempos gloriosos de
David se había desvanecido. El ideal de conversión y de observancia
del pacto con Dios se agotó tras la batalla de Meguido (año 609). Y
sobrevino la catástrofe. Un autor del exilio se sintió obligado a justificar
este terrible castigo de Dios y a sacar las últimas lecciones de la
historia. Con este fin reelaboró la obra anterior. Ante todo, añadió los
datos posteriores al reinado de Josías (2 Re 23,31-25,29) y la noticia
de la muerte de este rey (2 Re 23,29-30).
En segundo lugar, reelaboró ciertos pasajes, sobre todo el capítulo
referente a Manasés (2 Re 21). En los versos 10-15 leemos unas
palabras que, indudablemente, han sido escritas desde la perspectiva
del destierro: “Yo voy a traer sobre Jerusalén y Judá tal catástrofe
que, al que la oiga, le retumbarán los oídos…”. También en otros
momentos de la historia se introdujeron claras referencias al desastre
y al exilio; por ejemplo en Dt 4,27-31; 28,36s.63-68; 29,27; 30,1-10;
Jos 23,11-13.15s; 1 Sam 12,25; 1 Re 2,4; 6,11-13; 8,25b.46-53; 9,4-9;
2 Re 17,19; 20,17s. Se trata de retoques ligeros, pero con un
importante cambio de enfoque. La segunda edición, la del exilio,
carece de esperanza. Los textos que hablan de conversión
(presuponiendo con ello el perdón), esos textos en los que se basa
Wolff para su teoría, son prácticamente todos de la primera edición,
preexílica. Con las opiniones de estos tres autores no quedan
agotadas todas las posibilidades. Hay otros muchos puntos de vista.
Pero estas ideas son las más importantes y las que más pueden
ayudarnos a profundizar en la historia deuteronomista.
4. Bibliografía sobre la historia deuteronomista
En castellano, como visión global, lo mejor es el capítulo de N.
Lohfink, Balance después de la catástrofe. La obra histórica
deuteronomista, en J. Schreiner, Palabra y mensaje del Antiguo
Testamento, 269-285.
Para una introducción a cada libro, véase J. Briend en Introducción
crítica al Antiguo Testamento, editada por H. Cazelles, 276-361 (pone
al día el anterior trabajo de J. Delorme, Los libros proféticos
anteriores, en Robert-Feuillet, Introducción a la Biblia, I, 369-429).
También puede consultarse W. J. Harrington, Iniciación a la Biblia, 1,
279-304.