Introducción al Antiguo Testamento II 

LA HISTORIA DEUTERONOMISTA


José L. Sicre S. J.


III
Leyendo la historia


Los capítulos anteriores, al menos el primero, eran necesarios para 
hacerse una idea de la compleja formación de la historia que cuenta el 
pasado de Israel desde el siglo XIII hasta el año 561. Estábamos 
afinando la orquesta. Ya es hora de que comience el concierto. 
Incluso algunos pensarán -no sin cierta razón- que empieza con 
demasiado retraso. Efectivamente, lo esencial es leer el texto bíblico. 
Pero, en este caso, no se trata de una tarea fácil. En la edición 
castellana que utilizo (Nueva Biblia Española), los libros de Josué, 
Jueces, Samuel y Reyes abarcan nada menos que 215 páginas. Por 
eso, en la primera parte de este capítulo voy a ofrecerle unas pistas 
para leer los episodios más importantes, de forma que pueda hacerse 
una idea de conjunto de la obra. En la segunda parte ofreceré los 
datos para una lectura más detallada de un “fragmento” 
interesantísimo: la llamada “Historia de la subida de David al trono”. Si 
no dispone de tiempo para todo, quédese en la primera parte. Pero no 
deje de echarle un vistazo a la segunda; le sugerirá un método 
sencillo de leer a fondo estos relatos. 

1. Textos selectos de la historia deuteronomista 

1.1. Libro de Josué 
Lea el capítulo 1. Contiene un discurso de Dios a Josué (v. 1-9), 
una orden de Josué a los alguaciles (v. 1O-11) y un diálogo de Josué 
con las tribus de Transjordania (v. 12-18). Advierta estos detalles: en 
el discurso de Dios, la importancia que tiene la observancia y estudio 
del Libro de la ley. En el diálogo de Josué con las tribus transjordanas, 
la idea de la unidad de todo Israel; se trata de una operación 
conjunta, incluso los que ya han adquirido sus territorios deben 
colaborar con sus hermanos. 
Eche un vistazo a los capítulos 2-11, donde se cuenta la conquista. 
Podemos dividirlos en dos grandes partes: los preparativos (c. 2-5) y 
la conquista (6-11). Los preparativos incluyen: envío de espías a 
Jericó (c. 2), cruce del Jordán (c. 3-4), otros episodios como la 
circuncisión y la pascua (c. 5). El episodio de los espías es muy 
interesante porque el Libro de la ley prohibe hacer pactos con los 
habitantes del país; pero la meditación de la ley hace que se acepten 
excepciones, como en el caso de Rajab. Si lee el paso del Jordán, 
advertirá que resulta muy confuso por las diversas tradiciones que se 
han ido acumulando, sobre todo de origen sacerdotal (arca, levitas). 
La conquista (c. 6-11) sigue un esquema muy sencillo: primero se 
conquista el centro, en parte mediante una campana militar (Jericó, 
Ay), en parte por un tratado con los gabaonitas (c. 9). Sigue la 
conquista del sur (c. 1O), luego del norte (c. 11). El episodio más 
famoso -no el más importante- es el de Josué deteniendo el sol (Jos 
10,l2-14). 
Lea al menos los capítulos 6-8. Salte al capítulo 21, versos 43-45. 
Tras la conquista, se reconoce que Dios ha cumplido sus promesas. Y 
lea luego el c. 23: discurso de despedida de Josué, animando al 
pueblo a servir a Dios y no emparentar con las naciones paganas. Ya 
he indicado que los discursos son importantísimos para conocer la 
mentalidad del autor (o autores) deuteronomistas. Con esto tiene una 
idea clara de lo que pudo ser la sección correspondiente a Josué en 
la primera edición de la historia deuteronomista. Un discurso inicial de 
Dios, relatos de la conquista, despedida de Josué. 

1.2. El libro de los Jueces 
Comience leyendo 2,6-17. Estos versos forman parte de la segunda 
introducción del libro y empalman con el discurso de despedida de 
Josué. Fíjese especialmente en 2,11-17. Subrayan unas ideas que 
reaparecerán delante de cada juez: el pueblo peca siguiendo a otros 
dioses, Dios lo castiga enviando enemigos de alrededor, Dios salva 
suscitando un juez. Lea el episodio de Otoniel (3,7-11). No es muy 
ameno, pero sí muy interesante. Ya tenemos el esquema típico de 
esta época: pecado (idolatría), castigo (sometimiento al rey de Siria), 
conversión (“gritaron al Señor”), y salvación (Otoniel). Con respecto a 
los versos 2,11-17, encontramos un elemento nuevo, el de la 
conversión, que se repetirá en adelante. Entramos ya en los 
personajes más famosos: Ehud, Débora y Barac, Gedeón, Abimelec, 
Jefté, Sansón. Le sugiero algo de su contenido, y usted va leyendo lo 
que le atraiga. 
- El relato de Ehud cuenta de forma divertida -con cruel realismo- 
cómo un zurdo mata a un gordo (3,12-30). 
- La hazaña de Débora y Barac, completada con el asesinato de 
Yael (c.4), es la mejor manera de entender el canto de victoria (c. 5). 
Si le gusta la poesía, no deje de leer este capítulo, considerado el 
texto más antiguo de la Biblia. Lea al menos 5,24-31, magnífica 
descripción del asesinato de Yael, que contrasta con la angustia de la 
madre del capitán.
-Los relatos de Gedeón abarcan episodios muy distintos, y todos se 
leen con gusto (6,11-8,35). Es interesante 8,22-23, porque supone el 
primer intento histórico de instaurar un sistema de jefatura hereditaria, 
semejante a la monarquía. 
- La historia de Abimelec (c. 9) contiene uno de los más duros 
alegatos antimonárquicos de la literatura universal, la fábula de Jotán 
(9,8-15). No deje de leerla, aunque no comparta su opinión. 
- Jefté es famoso por el voto que le obliga a sacrificar a su propia 
hija, pero la tradición contiene otros datos (c. 11-12,6). 
- Y llegamos a Sansón (c. 13-16). Advierta que los c. 15 y 16 
terminan con la misma frase: “Sansón gobernó a Israel veinte años”. 
Esto demuestra que la tradición se fue ampliando, pero el 
protagonista no mejora de conducta. Son de las tradiciones más 
entretenidas y famosas. Y no pase por alto que Dalila sólo aparece en 
el c. 16; en los c. 14-15 se trata de otra mujer. Habrá advertido que 
son tradiciones populares, capaces de divertir al público más exigente: 
no faltan sexo ni violencia. Pero no olvide los siguientes datos: 
- Todos los relatos quedan encuadrados en el marco teológico de 
pecado, castigo, conversión, salvación. 
- Todos los protagonistas ofrecen alguna característica que, en 
principio, parece volverlos incapaces de salvar al pueblo: Ehud es 
zurdo: Débora, una mujer; Barac, cobarde; Gedeón, falto de fe y 
desconfiado; Jefté, hijo de una prostituta, Sansón, mujeriego. La idea 
bíblica de que Dios salva a través de instrumentos débiles está muy 
subrayada a través de estos “libertadores”. 
- El autor o autores han querido presentar la época como muy 
distinta a la de Josué. El pueblo cae continuamente en la idolatría, no 
aprende de los castigos divinos. En este sentido son fundamentales 
los dos episodios en que no aparecen jueces (6,1-10 y 10,6-16). El 
primero contiene la intervención de un profeta anónimo; el segundo, 
una liturgia penitencial. La función de estos episodios es subrayar que 
la situación se agrava a medida que avanza la época. 
- ¿Dónde radica el mal de fondo? Leyendo esos relatos, en la 
obstinación del pueblo. Pero al libro de los Jueces se unieron más 
tarde unas tradiciones que ofrecen otro punto de vista. La culpa de 
todo la tiene el sistema político: al no haber rey en Israel, “cada cual 
hacía lo que quería” (ver Jue 11,6; 18,1; 19,1; 21,25). Estos capítulos 
finales (la historia del santuario de Dan y la violación y asesinato de la 
mujer del levita) rematan la descripción de una época caótica. Hay 
que ponerle término instaurando un nuevo sistema político: la 
monarquía. 

1.3. Los dos libros de Samuel 
El título es muy desafortunado, porque Samuel sólo desempeña un 
papel importante en la primera parte del primero de ellos. Hablan de 
los últimos años de la época de los jueces (1 Sam 1-7), los orígenes 
de la monarquía con Saúl (1 Sam 8-15), la historia de la subida de 
David al trono (1 Sam 16 - 2 Sam 7) y la historia de la sucesión de 
David (2 Sam 9-20; 1 Re 1-2). Le aconsejo que lea los relatos sobre la 
infancia de Samuel (1 Sam 1-3) y los referentes a los orígenes de la 
monarquía, al menos 1 Sam 8-11. Advierta que se mezclan las 
tradiciones antimonárquicas y promonárquicas. Al comienzo de esta 
nueva etapa, con todas sus incertidumbres, tenemos el capital 
discurso de Samuel (1 Sam 12). Lea los versos 6-16; la garantía de 
éxito estará en la obediencia a Dios y la observancia de sus normas. 
La historia de la subida de David al trono la analizaremos luego 
detenidamente. Por último, la llamada “Historia de la sucesión” (otros 
prefieren llamarla “Historia de David y su familia”) fue considerada por 
el gran historiador Eduard Meyer como la mayor obra historiográfica 
no sólo de Israel, sino del mundo antiguo. Comienza en 2 Sam 9 y 
termina en 2 Re 2 (basta omitir los capítulos 2 Sam 21-24, que fueron 
añadidos más tarde). En ella se cuentan episodios tan famosos como 
el adulterio de David y el asesinato de Urías (2 Sam 11), el incesto de 
Amnón con Tamar (2 Sam 13), la rebelión de Absalón y su muerte (2 
Sam 15-19), las intrigas finales para la sucesión, hasta que Salomón 
se afianza en el trono (1 Re 1-2). Al menos, no deje de leer 2 Sam 11, 
advirtiendo el finísimo análisis psicológico del protagonista, y la 
historia de la rebelión de Absalón. Son joyas de la literatura universal. 


1.4. Los libros de los Reyes 
Comienzan con la historia de Salomón (1 Re 3-11). A su muerte, se 
divide el reino (2 Re 12). A partir de entonces, tenemos la historia 
“sincrónica” de Israel (norte) y Judá (sur). El centro de interés, sin 
embargo, no lo ocupan los reyes, sino los profetas. Las tradiciones 
más famosas son las de Elías y Eliseo, distribuidas desde 1 Re 17 
hasta 2 Re 13. Cuando desaparece el reino de Israel, en el año 722, 
la historia se limita, lógicamente, al de Judá. Dentro de la historia de 
Salomón, los capítulos más famosos son el 3 y el 10. Pero, puestos a 
conocer la mentalidad de la historia deuteronomista, conviene 
conceder especial atención a la oración que pronuncia el rey con 
motivo de la consagración del templo (1 Re 8,22-53). Adviértase el 
tema de la conversión en 8,33-40, y la clarísima referencia al destierro 
en 8,46-51. Las consecuencias de no cumplir la ley las expone el c. 
11. Es muy importante 1 Re 12, donde se cuenta la división del reino y 
las medidas religiosas adoptadas por Jeroboán en el norte. En el c. 13 
está la historia del profeta anónimo del sur que se inventaron los 
deuteronomista, vaticinando incluso el nacimiento de Josías. Las 
tradiciones de Elías son todas importantísimas. En una época de 
idolatría e injusticia, el profeta lucha por salvar la religión verdadera. 1 
Re 17-19 se centra en la sequía, castigo de Dios al pueblo por dar 
culto a Baal, dios cananeo de la fecundidad. En 1 Re 21 tenemos el 
famoso episodio del asesinato de Nabot, con intervención posterior 
del profeta. En 2 Re 1 vuelve a intervenir contra la idolatría del 
monarca. 
Eliseo es famoso por sus milagros. Lea al menos 2 Re 4-7. Esos 
capítulos no tienen desperdicio. De ellos está tomado nuestro 
conocido proverbio: “Lo verás, pero no lo catarás”. Dada la 
mentalidad deuteronomista de lucha contra la idolatría, es lógico que 
le gustase la sangrienta revolución de Jehú, que infligió un duro golpe 
a los partidarios de Baal. Jehú fue como Pinochet. Pero su golpe de 
Estado está contado de forma espléndida (2 Re 9-10). No pase por 
alto 2 Re 17. Desaparece de la historia el Reino Norte. Los 
deuteronomistas no tienen un personaje importante al que atribuirle 
un discurso. Pero escriben sus reflexiones sobre la catástrofe. El texto 
resulta farragoso ócada cual fue añadiendo lo que consideró 
convenienteó, pero es fundamental para conocer la mentalidad de 
estos autores. Ezequías llevó a cabo una gran reforma religiosa. Por 
eso le dedican bastante espacio (2 Re 18-20). Si no está muy 
cansado, lea el capítulo 18. Atención a Manasés, un auténtico 
canalla, al que se cargaría con la responsabilidad última de la 
desaparición del Reino Sur. Sus “proezas” se cuentan en 2 Re 
21,1-18. Josías le resulta conocido por la novelilla que me inventé. 
Puede conocerlo más de cerca leyendo 2 Re 22-23. Los 
deuteronomistas se lo agradecerán. Los últimos años de Judá, desde 
el 609 hasta el 586, podríamos definirlos, con un título de Eugene 
OíNeil, Viaje de un largo día hacia la noche. De desgracia en 
desgracia. Puede leerlo en 2 Re 23,31-25,26. Por lo menos, lea el c. 
25, sobre la caída de Jerusalén. 

2. Historia de la subida de David al trono (1 Sam 16 ó 2 Sam 9) 
Desde 1 Sam 16 hasta 1 Re 2, el relato está dominado por la figura 
de David. Siguen apareciendo personajes importantes, como Samuel, 
Saúl, Absalón. Pero es el pastorcillo convertido en rey quien acapara 
la atención por completo. En conjunto, estamos ante las mejores 
páginas narrativas de la Biblia. La ciencia bíblica contemporánea 
acostumbra distinguir en estos capítulos dos grandes obras, que 
habrían sido utilizadas más tarde por el historiador o historiadores Dtr: 
la Historia de la subida de David al trono (1 Sam 16 - 2 Sam 7) y la 
Historia de la sucesión (2 Sam 9-20; Re 1-2). Al margen quedarían las 
tradiciones de 2 Sam 8 (sobre una serie de campañas de David) y las 
contenidas en 2 Sam 21-24. Conviene reconocer desde el principio 
que la división en dos grandes obras no es tan evidente como 
sugieren muchos comentarios y artículos; hay capítulos de la Historia 
de la sucesión que parecen escritos por el mismo autor de la Historia 
de la subida. De todas formas, parece bastante sensato distinguir dos 
partes esenciales. Entre otras cosas, porque corresponden a dos 
etapas radicalmente distintas en la vida de David: antes y después de 
convertirse en rey de Judá e Israel. Estas páginas las dedicaremos a 
la primera de ellas, analizándola desde tres puntos de vista: literario, 
político y teológico. 
- Como siempre, comience leyendo el texto. Es largo, pero en la 
medida en que lo conozca comprenderá y valorará el análisis que 
ofrezco. Si no dispone de mucho tiempo, lea al menos lo que digo 
sobre la lectura política y teológica, sin pararse a buscar las citas. 
2.1. Lectura a nivel literario 
Este apartado merecería un análisis más detenido del que ofrezco a 
continuación, dados los grandes méritos de algunos de estos 
capítulos desde el punto de vista narrativo. Sin embargo, me limitaré a 
una serie de detalles externos. 

a) Delimitación de la obra. División y contenido 
Se trata de un problema muy complejo. Para no marearnos con 
hipótesis, es preferible tomar como punto de partida 1 Sam 16,1-14, 
primera escena en la que aparece David. Más complicado aún resulta 
el final. La mayoría de los comentaristas lo pone en 2 Sam 5,12, 
cuando David consolida su reino. Pero Weiser indica que estos versos 
no contienen en realidad un legitimación de David; ésta se encuentra 
en los capítulos 2 Sam 6 (traslado del arca a Jerusalén) y 2 Sam 7 
(promesa de Natán). En 2 Sam 7,8-11 tenemos un resumen de toda la 
historia, lo cual demuestra que este capítulo 7 constituye el punto 
final. Igual que Weiser piensan Nübel y Mildenberger. En cualquier 
hipótesis, la delimitación de 1 Sam 16 a 2 Sam 7 es la que mejor 
coincide con la primera etapa de la vida de David, desde su juventud 
hasta que llega a rey, traslada el arca a Jerusalén y recibe de Dios la 
promesa de que su dinastía será eterna. Siguiendo a Holand de Vaux, 
podemos dividir la obra en los siguientes apartados: 
- David en la corte (1 Sam 16,1-19,7). 
- Fuga de David (1 Sam 19,8-21,16). 
- David jefe de banda (1 Sam 22-26). 
- David con los filisteos (1 Sam 27 ó 2 Sam, 1). 
- David rey de Judá (2 Sam 2-4). 
- David rey de Judá e Israel (2 Sam 5-7). 

b) Diversidad de materiales Quien mejor ha estudiado este tema ha 
sido Rendtorff aunque limitándose a las partes narrativas. Ya que su 
exposición puede resultar algo difícil de entender, me limito a indicar 
algunos de los materiales con que contó el autor de la historia para 
que se advierta su diversidad y lo difícil de la tarea que llevó a cabo. 
En estos capítulos encontramos: 
- leyendas, como la unción de David cuando joven (1 Sam 16,1-14); 

- sagas de héroe, como el combate con Goliat (1 Sam 17); 
- relatos etiológicos, como el de Saúl entre los profetas; 
- noticias históricas, como la de la muerte de Saúl (1 Sam 31); 
- historia novelada, como la de Micá; 
- comentarios del autor (18,14-16; 18,28-29; 2 Sam 5,10-12); 
- elegías por Saúl y Jonatán (2 Sam 1) y por Abner (2 Sam 
3,33-34). 

c) Duplicados y fallos en el relato 
A lo largo de la historia se advierte que bastantes escenas están 
duplicadas: 
- Saúl tira la lanza contra David (18,1-11 y 19,9-10); 
- propuesta de matrimonio (18,17-19 y 18,20-23); 
- David y Jonatán (19,2-3 y c. 20); 
- David perdona la vida a Saúl (c. 24 y 26); 
- llegada de David a Gat (21,11-16 y 27,1-6); 
- noticia de la muerte de Samuel (25,1 y 28,3). 
Hay dos formas de explicar estos duplicados: 1) existían dos o tres 
documentos distintos sobre la historia de David (J, E, quizá otro más), 
que el autor final quiso respetar, a pesar de sus diferencias; 2) no 
había documentos previos; las diferencias se explican por la tradición 
oral. En cualquier hipótesis, adviértase que la mayoría de los 
duplicados sirven para subrayar el odio de Saúl a David y la paciencia 
y bondad de éste. Esta misma diversidad de tradiciones -provengan 
de documentos escritos o de transmisión oral- explica que en el relato 
se adviertan algunos fallos, incluso graves: 
- En 16,14-23, David entra el servicio de Saúl como músico; sin 
embargo, poco después, en el combate contra Goliat, Saúl no lo 
conoce (17,55-58). 
- En 18,5, David es promovido a jefe de los soldados, y en 18,10 
sigue tocando el arpa “como de costumbre”. 
- En 18,5 y 18,13 se dice que Saúl promovió a David. Pero en el 
primer caso, porque lo estima; en el segundo, porque quiere alejarlo 
de su presencia. 
- En 20,18s, Jonatán repite a David lo que éste le ha dicho antes 
(20,5-7). 
- Es normal que Jonatán salga a tirar flechas acompañado de un 
niño. Pero el papel que desempeña este niño en 20,35-39 parece 
innecesario. 
La mayoría de estos fallos son comprensibles y casi inevitables en 
una época en la que escribir era tarea infinitamente más difícil y lenta 
que ahora. La sensación que debe quedarnos no es la de múltiples 
fallos, sino la de una importante obra literaria compuesta a base de 
elementos y tradiciones muy diversos. El autor los ha ido enlazando 
con dos temas capitales, como ha indicado Weiser: la idea de que 
Dios guía a David y el anuncio de que será rey. 
El hecho de que Dios guía a David, está con él y legitima su postura 
se encuentra en una serie de observaciones (1 Sam 16,13.18; 
18,12.14.28) y en boca de los más distintos personajes (17,37; 
20,13.23; 22,3; 23,12.14, etc.). Los textos que hablan de consultar el 
oráculo de Dios (23,2.4.9-11; 2 Sam 2,1; 5,19-23) ponen de relieve el 
mismo tema. Y la aparición totalmente imprevista del profeta Gad (1 
Sam 22,5) viene a decirnos que David no va a Judá por propia 
iniciativa, sino por orden de Dios. 
La segunda línea que recorre toda la historia es la promesa del 
reino. Este tema, que va creciendo de forma dramática, se encuentra 
en boca de distintos personajes: lo admite a regañadientes Saúl (18,8; 
20,31); entusiasma la idea a Jonatán (20,15; 23,15-17); Saúl lo 
reconoce positivamente más tarde (24,21; 26,25); lo dan por hecho 
los filisteos (21,12), Abigaíl (2530) Abner (2 Sam 3,9-10.18-19), las 
tribus de Israel (2 Sam 5,2). Dicho sea de paso, el reino que se 
anuncia a David no es el futuro imperio, que abarcará diversos 
pueblos extranjeros, ni el reino de Judá, sino el de Israel (las diez 
tribus del norte). Pero el autor no se limitó a ir entrelazando las 
narraciones con los temas indicados. También llevó a cabo una labor 
de selección y de resumen. No recogió y ordenó datos 
indiscriminadamente, sino que los valoró y matizó al incorporarlos a su 
obra. Un ejemplo bastante claro lo tenemos en 2 Sam 2,4, donde se 
cuenta la unción de David como rey de Judá de forma tan breve que 
resulta extraña; como indica Alt, esto sólo se explica por la intención 
del autor de centrarse en Israel. 

2.2. Lectura a nivel político 
Si recordamos que David se convirtió en rey de Judá e Israel en 
extrañas circunstancias ósin ser descendiente de Saúl y después de 
la muerte de éste y de varios de sus hijosó, no tiene nada de raro que 
circulasen rumores bastante perjudiciales para él. Las acusaciones 
podemos resumirlas en tres puntos: 

a) conspiró para ser rey; 
b) se pasó a los filisteos; 
c) intervino en la desaparición de la casa de Saúl. 

A continuación veremos los fundamentos que se encuentran en el 
relato para estas acusaciones y la forma en que les da respuesta el 
autor. 

a) Conspiró para ser rey Textos: 1 Sam 18,3; 20,14; 23,17 (ver 
también 2 Sam 16,8). Saúl aparece consciente de este hecho: 1 Sam 
20,31; 22,7-8. La respuesta del autor se mueve a tres niveles: 
histórico, psicológico y teológico. A nivel histórico: deja claro que: 
David nunca se atrevió a atentar contra el Ungido (1 Sam 24 y 26); no 
intervino en la batalla de los montes de Gelboé; no se alegró de la 
muerte de Saúl y Jonatán, como lo demuestra la elegía que compuso 
en su honor (2 Sam 1); mandó matar al presunto asesino de Saúl (2 
Sam 1). A nivel psicológico: la culpa de la rivalidad entre David y Saúl 
es de éste, que se muestra envidioso (18,8s), intenta matarlo 
(18,10-l1; 19,1), le tiende trampas, es su enemigo (18,19), lo persigue 
continuamente (c. 24 y 26). La prueba es que en ciertos momentos 
reconoce su culpa (24,18-22; 26,21.25). Saúl es desequilibrado, 
enfermo, vengativo (22,17- 19), pecador abandonado por Dios 
(16,14), practica la nigromancia (c. 28), cobarde (c. l7, no lucha con 
Goliat). David, por el contrario, aparece valiente, confiando en Dios, 
humilde (18,23), querido por el pueblo, por Jonatán y Micá (los hijos 
de Saúl). Sin malicia, perdonando siempre. A nivel teológico: el autor 
deja claro que, si David llegó a rey, no fue conspirando contra Saúl, 
sino porque Dios lo había elegido para ello y siempre estaba con él 
(véanse los textos citados en el apartado de lectura literaria). En 
definitiva, la opinión que defiende el autor de la Historia de la subida 
es clara: el único que conspiró contra Saúl fue Dios, molesto porque 
no había obedecido sus órdenes. David mantiene en todo momento 
una postura correcta ante Saúl, limitándose a huir para no ser 
asesinado. 

b) Se pasó a los filisteos 
Es un hecho indiscutible que David, perseguido por Saúl, formó una 
tropa de 600 hombres y más tarde se puso al servicio del rey Aquis de 
Gat. Es algo tan conocido que el autor no puede negarlo. Y esto 
representaba una seria acusación contra David, ya que los filisteos 
fueron los peores enemigos de aquel tiempo. Pero el autor sitúa este 
dato en su contexto para responder al ataque. 
- David fue desde el principio el mayor adversario de los filisteos. Lo 
demuestran el que matase a Goliat y sus frecuentes campañas contra 
ellos (18,27; 19,8; 23,1-5). 
- Llegó a Filistea huyendo de Saúl (21,11-16; 27,1-12), como último 
recurso para salvar su vida. 
- Estuvo al servicio de los filisteos, pero los engañaba (27,7-10). 
- No participó en la batalla de Gelboé, porque los jefes filisteos no 
se fiaban de él. En ese momento se encuentra en el sur, persiguiendo 
a los amalecitas (c. 30; Cf. 31,1). 

c) Conspiró contra los sucesores de Saúl 
Antes de entrar en la respuesta del autor, es preciso recordar 
algunos datos. A la muerte de Saúl, Judá nombra rey a David, 
mientras Israel se mantiene a las órdenes de Isbaal, hijo de Saúl, 
dirigido militarmente por su hombre fuerte, Abner. Pero Abner es 
asesinado por Joab (general de David), y más tarde asesinan a Isbaal. 
Viéndose desamparados, los del norte acuden a David para que reine 
también sobre ellos, cuando ya lleva siete años reinando en Judá. En 
contra de esta rápida reconstrucción está el dato de 1 Sam 2,10: 
“Isbaal reinó dos años”. Si fue nombrado rey inmediatamente después 
de la muerte de Saúl, como es lo más probable, esto significa que 
desde su muerte hasta que las tribus del norte acuden a David pasan 
cinco años. Lo cual no tiene nada de extraño. En un primer momento, 
las tribus del norte intentarían solucionar sus problemas por sí solas. 
Ante la imposibilidad de conseguirlo, y viendo la mejor situación de los 
judíos, deciden que David reine también sobre ellos. De todas formas, 
lo que nos interesa tener presente son los siguientes datos: 

1) David no habría llegado a rey de Israel si hubiesen vivido Abner e 
Isbaal; 
2) ambos murieron asesinados en circunstancias que algunos 
podrían considerar extrañas; 
3) la tradición mantiene como un dato indiscutible que “la guerra 
entre las familias de Saúl y de David se prolongó; David fue 
afianzándose, mientras la familia de Saúl iba debilitándose” (2 Sam 
3,1); 4) una tradición que no se encuentra en estos capítulos de la 
Historia de la subida, sino en 2 Sam 21,1-14, y que resulta 
indiscutible, atribuye a David la orden de muerte de siete 
descendientes de Saúl. La postura del autor es clara. Descarta este 
último dato (2 Sam 21,1-14), quizá por pertenecer a una época 
posterior de la vida de David, y que tan molesto debía resultarle. Se 
limita a hablar de los asesinatos de Abner y de Isbaal. En ningún caso 
tuvo parte David. El responsable de la muerte de Abner es Joab, que 
terminará pagándolo (1 Re 2,5), y David lamenta profundamente lo 
ocurrido, entonando una elegía por el general del norte (2 Sam 
3,33-34) y negándose a comer aquel día. “Así supieron todos, y lo 
supo todo Israel, que el asesinato de Abner, hijo de Ner, no había sido 
cosa del rey” (2 Sam 3,37). En cuanto al asesinato de Isbaal, es fruto 
de rencillas internas. Y cuando los asesinos se presentan ante David 
creyendo darle una buena noticia, éste ordena matarlos. 
La última prueba de que David no conspiró contra la casa de Saúl 
es que no pretendió convertirse en rey de Israel. Fueron los israelitas 
quienes vinieron a hacerle la propuesta (2 Sam 5,1- 5). Todos estos 
datos confirman que la Historia de la subida tiene una gran carga 
política. Es imposible comprender estos capítulos si no los leemos 
desde este punto de vista. Quedan dos cuestiones por responder: 
¿consigue el autor salvar a David de toda sospecha?; ¿cuándo fue 
preciso llevar a cabo esta defensa de David? La primera se presta a 
distintas interpretaciones, por ser muy subjetiva. La presentación de 
David en muchos libros de Historia Sagrada, e incluso en la 
mentalidad popular, demuestra que el autor consiguió su propósito: 
disculpar por completo a David. La postura del historiador debe ser 
más profunda, y siempre le cabe la sospecha de que algunos datos 
han sido interpretados en favor del rey. Por ejemplo, en 2 Sam 3,21 
queda claro que David y Abner llegan a un pacto para que reine sobre 
los israelitas, aunque Isbaal todavía vive. Si el plan falla, es por la 
muerte prematura de Abner. También la tradición de 2 Sam 21,1-14 
(que el autor de la Historia de la subida no incluye en su obra) deja a 
David en mal lugar. En definitiva, parece que David ambicionó el reino, 
no sólo del sur (lo cual es claro por su conducta), sino también del 
norte. ¿Tomó algunas medidas en este sentido, fomentando el 
debilitamiento de la casa de Saúl? Es más difícil demostrarlo, pero 
quedan ciertas sospechas. Cada lector, teniendo en cuenta también 
las tradiciones posteriores, deberá hacerse un juicio personal. Más 
difícil de resolver es la segunda pregunta: ¿cuándo fue preciso 
defender a David de estas acusaciones? Quizá durante su mismo 
reinado, quizá durante el de Salomón. Algunos autores incluso sitúan 
la composición de la obra siglos más tarde. En cualquier caso, 
adviértase que a David no había que defenderlo ante los judíos, 
paisanos suyos, sino ante los del norte. En cualquier momento de 
conflicto entre Israel y Judá tiene sentido esta historia, sobre todo en 
el siglo VII, si aceptamos que Josías llevó a cabo una política de 
reunificación del norte con el sur. Para conseguirla, era fundamental 
eliminar malentendidos. Por eso, aunque la obra fuese escrita en el 
siglo X, como piensan muchos, su mensaje seguía en vigor siglos más 
tarde. 2.3. Lectura a nivel religioso y teológico Después de lo 
anterior, lo primero que debemos preguntarnos es si está justificado 
este tercer nivel de lectura. Y la respuesta es, indiscutiblemente, sí. Al 
menos para los cristianos. Aunque el autor sólo se propusiera una 
defensa política de David, estos capítulos se nos han conservado 
como “Sagrada Escritura” por motivos más profundos. No olvidemos 
un detalle importante: antes de que se formase el canon judío, habían 
surgido ya los libros de las Crónicas. Estos ofrecen una visión muy 
distinta de David, libre de debilidades y pecados, completamente 
dedicado al culto y a la alabanza de Dios. Los que elaboraron el 
canon judío (recogido después por los cristianos) podían haberse 
limitado a esta segunda versión de la historia del rey, olvidando la 
antigua o no considerándola “canónica”. Sin embargo, recogieron las 
dos. Porque también en la primera vieron un valioso mensaje, no sólo 
político, sino religioso y teológico. A través de estas páginas bíblicas 
se nos quieren inculcar comportamientos y actitudes ejemplares. La 
capacidad de perdonar de David, que casi llega a límites extremos. La 
preocupación continua por sus padres, en medio de las mayores 
adversidades. La indignidad que supone que un futuro rey se manche 
las manos de sangre, aunque sea por culpa de un estúpido como 
Nabal. El sincero sentimiento de dolor ante la muerte de Saúl, por 
mucho que lo haya perseguido. Pero la lección más importante de 
esta Historia de la subida es la relación entre política y teología, o 
entre Dios y la historia. A través de estos capítulos, que a veces nos 
resultan bastante partidistas, va quedando clara (o intuimos) una 
imagen de Dios. La del Dios que se compromete con el hombre hasta 
las últimas consecuencias, a pesar de todos los fallos y pecados, 
aunque este hombre tienda a manipularlo continuamente. Para exaltar 
a David y hundir a Saúl, el autor no ha dudado en introducir a Dios 
siempre que lo considera conveniente. Tenemos la impresión de que 
lo ha puesto al servicio de los vencedores. Y Dios se ha dejado, para 
sacar adelante sus planes de forma misteriosa. Dentro de una 
concepción atea de la historia, lo que acabamos de decir carece de 
sentido. Un historiador vería aquí una simple manipulación política de 
la idea de Dios, basada en los intereses del autor y en la ingenuidad 
de los lectores. El cristiano no puede interpretar los hechos de esta 
forma. Aun admitiendo todas las manipulaciones posibles, debe 
descubrir detrás de los acontecimientos la mano de ese Dios que 
conduce la historia hasta su manifestación plena en Jesucristo. Así, la 
historia de David se convierte en un caso típico para reflexionar sobre 
las relaciones entre Dios y nuestro mundo y nuestra historia, para 
alentar la fe y la esperanza en medio de unos acontecimientos que 
parecen ocultar el rostro del Señor. Junto a este gran mensaje, el 
autor ha intentado transmitir otras ideas capitales dentro de la 
teología bíblica. Me limito a sugerirlas, para que cada cual las 
complete en la lectura personal de estos capítulos: Dios elige lo 
pequeño, el menor de los hijos de Jesé (1 Sam 16,1-14); Dios salva 
con lo pequeño, como ocurre en el combate con Goliat (1 Sam 17); 
Dios guía y protege; la venganza es del Señor. Sin embargo, el 
capítulo que terminará siendo el más importante es 2 Sam 7. Estos 
oráculos de Natán a David tuvieron la mayor repercusión en la historia 
política y religiosa del pueblo de Dios. Políticamente, aseguraron la 
continuidad de la dinastía davídica en Judá. Mientras el Reino Norte, 
Israel, era víctima de continuas conspiraciones y asesinatos para 
instaurar nuevas dinastías, la del sur se mantuvo siempre firme. 
Desde el punto de vista religioso, la trascendencia del capítulo fue 
aún mayor. 
Cuando desapareció la monarquía judía, el año 586, ciertos grupos 
mantuvieron la firme esperanza de que la promesa de Dios era eterna. 
Podían estar sin rey, pero, algún día, surgiría un descendiente de 
David para recoger su herencia y salvar al pueblo. Esta esperanza 
contra toda esperanza se mantuvo a lo largo de siglos. Y el rey 
esperado adquirió tintes cada vez más grandiosos. No sería ya un 
simple descendiente de David. Sería el salvador definitivo, el Ungido 
por antonomasia, el Mesías. Los grupos que alentaban una esperanza 
mesiánica en Israel, entre ellos los primeros cristianos, siempre 
hundían sus raíces en este importante oráculo. 

3. Bibliografía 
Al leer estos relatos, pueden haberle surgido muchas preguntas, o 
deseos de profundizar en ellos. Le aconsejo tres comentarios de C. 
Auzou, El don de una conquista. Estudio del libro de Josué (Fax, 
Madrid 1967), La fuerza del espíritu. Estudio del libro de los Jueces 
(Madrid 1968) y La danza ante el arca. Estudio de los libros de 
Samuel. En la serie “Los libros sagrados”, L. Alonso Schõkel ha 
publicado unos comentarios breves y asequibles a estos libros, 
insistiendo en los aspectos literarios y teológicos.