Introducción al Antiguo Testamento II
LA HISTORIA DEUTERONOMISTA
José L. Sicre S. J.
III
Leyendo la historia
Los capítulos anteriores, al menos el primero, eran necesarios para
hacerse una idea de la compleja formación de la historia que cuenta el
pasado de Israel desde el siglo XIII hasta el año 561. Estábamos
afinando la orquesta. Ya es hora de que comience el concierto.
Incluso algunos pensarán -no sin cierta razón- que empieza con
demasiado retraso. Efectivamente, lo esencial es leer el texto bíblico.
Pero, en este caso, no se trata de una tarea fácil. En la edición
castellana que utilizo (Nueva Biblia Española), los libros de Josué,
Jueces, Samuel y Reyes abarcan nada menos que 215 páginas. Por
eso, en la primera parte de este capítulo voy a ofrecerle unas pistas
para leer los episodios más importantes, de forma que pueda hacerse
una idea de conjunto de la obra. En la segunda parte ofreceré los
datos para una lectura más detallada de un “fragmento”
interesantísimo: la llamada “Historia de la subida de David al trono”. Si
no dispone de tiempo para todo, quédese en la primera parte. Pero no
deje de echarle un vistazo a la segunda; le sugerirá un método
sencillo de leer a fondo estos relatos.
1. Textos selectos de la historia deuteronomista
1.1. Libro de Josué
Lea el capítulo 1. Contiene un discurso de Dios a Josué (v. 1-9),
una orden de Josué a los alguaciles (v. 1O-11) y un diálogo de Josué
con las tribus de Transjordania (v. 12-18). Advierta estos detalles: en
el discurso de Dios, la importancia que tiene la observancia y estudio
del Libro de la ley. En el diálogo de Josué con las tribus transjordanas,
la idea de la unidad de todo Israel; se trata de una operación
conjunta, incluso los que ya han adquirido sus territorios deben
colaborar con sus hermanos.
Eche un vistazo a los capítulos 2-11, donde se cuenta la conquista.
Podemos dividirlos en dos grandes partes: los preparativos (c. 2-5) y
la conquista (6-11). Los preparativos incluyen: envío de espías a
Jericó (c. 2), cruce del Jordán (c. 3-4), otros episodios como la
circuncisión y la pascua (c. 5). El episodio de los espías es muy
interesante porque el Libro de la ley prohibe hacer pactos con los
habitantes del país; pero la meditación de la ley hace que se acepten
excepciones, como en el caso de Rajab. Si lee el paso del Jordán,
advertirá que resulta muy confuso por las diversas tradiciones que se
han ido acumulando, sobre todo de origen sacerdotal (arca, levitas).
La conquista (c. 6-11) sigue un esquema muy sencillo: primero se
conquista el centro, en parte mediante una campana militar (Jericó,
Ay), en parte por un tratado con los gabaonitas (c. 9). Sigue la
conquista del sur (c. 1O), luego del norte (c. 11). El episodio más
famoso -no el más importante- es el de Josué deteniendo el sol (Jos
10,l2-14).
Lea al menos los capítulos 6-8. Salte al capítulo 21, versos 43-45.
Tras la conquista, se reconoce que Dios ha cumplido sus promesas. Y
lea luego el c. 23: discurso de despedida de Josué, animando al
pueblo a servir a Dios y no emparentar con las naciones paganas. Ya
he indicado que los discursos son importantísimos para conocer la
mentalidad del autor (o autores) deuteronomistas. Con esto tiene una
idea clara de lo que pudo ser la sección correspondiente a Josué en
la primera edición de la historia deuteronomista. Un discurso inicial de
Dios, relatos de la conquista, despedida de Josué.
1.2. El libro de los Jueces
Comience leyendo 2,6-17. Estos versos forman parte de la segunda
introducción del libro y empalman con el discurso de despedida de
Josué. Fíjese especialmente en 2,11-17. Subrayan unas ideas que
reaparecerán delante de cada juez: el pueblo peca siguiendo a otros
dioses, Dios lo castiga enviando enemigos de alrededor, Dios salva
suscitando un juez. Lea el episodio de Otoniel (3,7-11). No es muy
ameno, pero sí muy interesante. Ya tenemos el esquema típico de
esta época: pecado (idolatría), castigo (sometimiento al rey de Siria),
conversión (“gritaron al Señor”), y salvación (Otoniel). Con respecto a
los versos 2,11-17, encontramos un elemento nuevo, el de la
conversión, que se repetirá en adelante. Entramos ya en los
personajes más famosos: Ehud, Débora y Barac, Gedeón, Abimelec,
Jefté, Sansón. Le sugiero algo de su contenido, y usted va leyendo lo
que le atraiga.
- El relato de Ehud cuenta de forma divertida -con cruel realismo-
cómo un zurdo mata a un gordo (3,12-30).
- La hazaña de Débora y Barac, completada con el asesinato de
Yael (c.4), es la mejor manera de entender el canto de victoria (c. 5).
Si le gusta la poesía, no deje de leer este capítulo, considerado el
texto más antiguo de la Biblia. Lea al menos 5,24-31, magnífica
descripción del asesinato de Yael, que contrasta con la angustia de la
madre del capitán.
-Los relatos de Gedeón abarcan episodios muy distintos, y todos se
leen con gusto (6,11-8,35). Es interesante 8,22-23, porque supone el
primer intento histórico de instaurar un sistema de jefatura hereditaria,
semejante a la monarquía.
- La historia de Abimelec (c. 9) contiene uno de los más duros
alegatos antimonárquicos de la literatura universal, la fábula de Jotán
(9,8-15). No deje de leerla, aunque no comparta su opinión.
- Jefté es famoso por el voto que le obliga a sacrificar a su propia
hija, pero la tradición contiene otros datos (c. 11-12,6).
- Y llegamos a Sansón (c. 13-16). Advierta que los c. 15 y 16
terminan con la misma frase: “Sansón gobernó a Israel veinte años”.
Esto demuestra que la tradición se fue ampliando, pero el
protagonista no mejora de conducta. Son de las tradiciones más
entretenidas y famosas. Y no pase por alto que Dalila sólo aparece en
el c. 16; en los c. 14-15 se trata de otra mujer. Habrá advertido que
son tradiciones populares, capaces de divertir al público más exigente:
no faltan sexo ni violencia. Pero no olvide los siguientes datos:
- Todos los relatos quedan encuadrados en el marco teológico de
pecado, castigo, conversión, salvación.
- Todos los protagonistas ofrecen alguna característica que, en
principio, parece volverlos incapaces de salvar al pueblo: Ehud es
zurdo: Débora, una mujer; Barac, cobarde; Gedeón, falto de fe y
desconfiado; Jefté, hijo de una prostituta, Sansón, mujeriego. La idea
bíblica de que Dios salva a través de instrumentos débiles está muy
subrayada a través de estos “libertadores”.
- El autor o autores han querido presentar la época como muy
distinta a la de Josué. El pueblo cae continuamente en la idolatría, no
aprende de los castigos divinos. En este sentido son fundamentales
los dos episodios en que no aparecen jueces (6,1-10 y 10,6-16). El
primero contiene la intervención de un profeta anónimo; el segundo,
una liturgia penitencial. La función de estos episodios es subrayar que
la situación se agrava a medida que avanza la época.
- ¿Dónde radica el mal de fondo? Leyendo esos relatos, en la
obstinación del pueblo. Pero al libro de los Jueces se unieron más
tarde unas tradiciones que ofrecen otro punto de vista. La culpa de
todo la tiene el sistema político: al no haber rey en Israel, “cada cual
hacía lo que quería” (ver Jue 11,6; 18,1; 19,1; 21,25). Estos capítulos
finales (la historia del santuario de Dan y la violación y asesinato de la
mujer del levita) rematan la descripción de una época caótica. Hay
que ponerle término instaurando un nuevo sistema político: la
monarquía.
1.3. Los dos libros de Samuel
El título es muy desafortunado, porque Samuel sólo desempeña un
papel importante en la primera parte del primero de ellos. Hablan de
los últimos años de la época de los jueces (1 Sam 1-7), los orígenes
de la monarquía con Saúl (1 Sam 8-15), la historia de la subida de
David al trono (1 Sam 16 - 2 Sam 7) y la historia de la sucesión de
David (2 Sam 9-20; 1 Re 1-2). Le aconsejo que lea los relatos sobre la
infancia de Samuel (1 Sam 1-3) y los referentes a los orígenes de la
monarquía, al menos 1 Sam 8-11. Advierta que se mezclan las
tradiciones antimonárquicas y promonárquicas. Al comienzo de esta
nueva etapa, con todas sus incertidumbres, tenemos el capital
discurso de Samuel (1 Sam 12). Lea los versos 6-16; la garantía de
éxito estará en la obediencia a Dios y la observancia de sus normas.
La historia de la subida de David al trono la analizaremos luego
detenidamente. Por último, la llamada “Historia de la sucesión” (otros
prefieren llamarla “Historia de David y su familia”) fue considerada por
el gran historiador Eduard Meyer como la mayor obra historiográfica
no sólo de Israel, sino del mundo antiguo. Comienza en 2 Sam 9 y
termina en 2 Re 2 (basta omitir los capítulos 2 Sam 21-24, que fueron
añadidos más tarde). En ella se cuentan episodios tan famosos como
el adulterio de David y el asesinato de Urías (2 Sam 11), el incesto de
Amnón con Tamar (2 Sam 13), la rebelión de Absalón y su muerte (2
Sam 15-19), las intrigas finales para la sucesión, hasta que Salomón
se afianza en el trono (1 Re 1-2). Al menos, no deje de leer 2 Sam 11,
advirtiendo el finísimo análisis psicológico del protagonista, y la
historia de la rebelión de Absalón. Son joyas de la literatura universal.
1.4. Los libros de los Reyes
Comienzan con la historia de Salomón (1 Re 3-11). A su muerte, se
divide el reino (2 Re 12). A partir de entonces, tenemos la historia
“sincrónica” de Israel (norte) y Judá (sur). El centro de interés, sin
embargo, no lo ocupan los reyes, sino los profetas. Las tradiciones
más famosas son las de Elías y Eliseo, distribuidas desde 1 Re 17
hasta 2 Re 13. Cuando desaparece el reino de Israel, en el año 722,
la historia se limita, lógicamente, al de Judá. Dentro de la historia de
Salomón, los capítulos más famosos son el 3 y el 10. Pero, puestos a
conocer la mentalidad de la historia deuteronomista, conviene
conceder especial atención a la oración que pronuncia el rey con
motivo de la consagración del templo (1 Re 8,22-53). Adviértase el
tema de la conversión en 8,33-40, y la clarísima referencia al destierro
en 8,46-51. Las consecuencias de no cumplir la ley las expone el c.
11. Es muy importante 1 Re 12, donde se cuenta la división del reino y
las medidas religiosas adoptadas por Jeroboán en el norte. En el c. 13
está la historia del profeta anónimo del sur que se inventaron los
deuteronomista, vaticinando incluso el nacimiento de Josías. Las
tradiciones de Elías son todas importantísimas. En una época de
idolatría e injusticia, el profeta lucha por salvar la religión verdadera. 1
Re 17-19 se centra en la sequía, castigo de Dios al pueblo por dar
culto a Baal, dios cananeo de la fecundidad. En 1 Re 21 tenemos el
famoso episodio del asesinato de Nabot, con intervención posterior
del profeta. En 2 Re 1 vuelve a intervenir contra la idolatría del
monarca.
Eliseo es famoso por sus milagros. Lea al menos 2 Re 4-7. Esos
capítulos no tienen desperdicio. De ellos está tomado nuestro
conocido proverbio: “Lo verás, pero no lo catarás”. Dada la
mentalidad deuteronomista de lucha contra la idolatría, es lógico que
le gustase la sangrienta revolución de Jehú, que infligió un duro golpe
a los partidarios de Baal. Jehú fue como Pinochet. Pero su golpe de
Estado está contado de forma espléndida (2 Re 9-10). No pase por
alto 2 Re 17. Desaparece de la historia el Reino Norte. Los
deuteronomistas no tienen un personaje importante al que atribuirle
un discurso. Pero escriben sus reflexiones sobre la catástrofe. El texto
resulta farragoso ócada cual fue añadiendo lo que consideró
convenienteó, pero es fundamental para conocer la mentalidad de
estos autores. Ezequías llevó a cabo una gran reforma religiosa. Por
eso le dedican bastante espacio (2 Re 18-20). Si no está muy
cansado, lea el capítulo 18. Atención a Manasés, un auténtico
canalla, al que se cargaría con la responsabilidad última de la
desaparición del Reino Sur. Sus “proezas” se cuentan en 2 Re
21,1-18. Josías le resulta conocido por la novelilla que me inventé.
Puede conocerlo más de cerca leyendo 2 Re 22-23. Los
deuteronomistas se lo agradecerán. Los últimos años de Judá, desde
el 609 hasta el 586, podríamos definirlos, con un título de Eugene
OíNeil, Viaje de un largo día hacia la noche. De desgracia en
desgracia. Puede leerlo en 2 Re 23,31-25,26. Por lo menos, lea el c.
25, sobre la caída de Jerusalén.
2. Historia de la subida de David al trono (1 Sam 16 ó 2 Sam 9)
Desde 1 Sam 16 hasta 1 Re 2, el relato está dominado por la figura
de David. Siguen apareciendo personajes importantes, como Samuel,
Saúl, Absalón. Pero es el pastorcillo convertido en rey quien acapara
la atención por completo. En conjunto, estamos ante las mejores
páginas narrativas de la Biblia. La ciencia bíblica contemporánea
acostumbra distinguir en estos capítulos dos grandes obras, que
habrían sido utilizadas más tarde por el historiador o historiadores Dtr:
la Historia de la subida de David al trono (1 Sam 16 - 2 Sam 7) y la
Historia de la sucesión (2 Sam 9-20; Re 1-2). Al margen quedarían las
tradiciones de 2 Sam 8 (sobre una serie de campañas de David) y las
contenidas en 2 Sam 21-24. Conviene reconocer desde el principio
que la división en dos grandes obras no es tan evidente como
sugieren muchos comentarios y artículos; hay capítulos de la Historia
de la sucesión que parecen escritos por el mismo autor de la Historia
de la subida. De todas formas, parece bastante sensato distinguir dos
partes esenciales. Entre otras cosas, porque corresponden a dos
etapas radicalmente distintas en la vida de David: antes y después de
convertirse en rey de Judá e Israel. Estas páginas las dedicaremos a
la primera de ellas, analizándola desde tres puntos de vista: literario,
político y teológico.
- Como siempre, comience leyendo el texto. Es largo, pero en la
medida en que lo conozca comprenderá y valorará el análisis que
ofrezco. Si no dispone de mucho tiempo, lea al menos lo que digo
sobre la lectura política y teológica, sin pararse a buscar las citas.
2.1. Lectura a nivel literario
Este apartado merecería un análisis más detenido del que ofrezco a
continuación, dados los grandes méritos de algunos de estos
capítulos desde el punto de vista narrativo. Sin embargo, me limitaré a
una serie de detalles externos.
a) Delimitación de la obra. División y contenido
Se trata de un problema muy complejo. Para no marearnos con
hipótesis, es preferible tomar como punto de partida 1 Sam 16,1-14,
primera escena en la que aparece David. Más complicado aún resulta
el final. La mayoría de los comentaristas lo pone en 2 Sam 5,12,
cuando David consolida su reino. Pero Weiser indica que estos versos
no contienen en realidad un legitimación de David; ésta se encuentra
en los capítulos 2 Sam 6 (traslado del arca a Jerusalén) y 2 Sam 7
(promesa de Natán). En 2 Sam 7,8-11 tenemos un resumen de toda la
historia, lo cual demuestra que este capítulo 7 constituye el punto
final. Igual que Weiser piensan Nübel y Mildenberger. En cualquier
hipótesis, la delimitación de 1 Sam 16 a 2 Sam 7 es la que mejor
coincide con la primera etapa de la vida de David, desde su juventud
hasta que llega a rey, traslada el arca a Jerusalén y recibe de Dios la
promesa de que su dinastía será eterna. Siguiendo a Holand de Vaux,
podemos dividir la obra en los siguientes apartados:
- David en la corte (1 Sam 16,1-19,7).
- Fuga de David (1 Sam 19,8-21,16).
- David jefe de banda (1 Sam 22-26).
- David con los filisteos (1 Sam 27 ó 2 Sam, 1).
- David rey de Judá (2 Sam 2-4).
- David rey de Judá e Israel (2 Sam 5-7).
b) Diversidad de materiales Quien mejor ha estudiado este tema ha
sido Rendtorff aunque limitándose a las partes narrativas. Ya que su
exposición puede resultar algo difícil de entender, me limito a indicar
algunos de los materiales con que contó el autor de la historia para
que se advierta su diversidad y lo difícil de la tarea que llevó a cabo.
En estos capítulos encontramos:
- leyendas, como la unción de David cuando joven (1 Sam 16,1-14);
- sagas de héroe, como el combate con Goliat (1 Sam 17);
- relatos etiológicos, como el de Saúl entre los profetas;
- noticias históricas, como la de la muerte de Saúl (1 Sam 31);
- historia novelada, como la de Micá;
- comentarios del autor (18,14-16; 18,28-29; 2 Sam 5,10-12);
- elegías por Saúl y Jonatán (2 Sam 1) y por Abner (2 Sam
3,33-34).
c) Duplicados y fallos en el relato
A lo largo de la historia se advierte que bastantes escenas están
duplicadas:
- Saúl tira la lanza contra David (18,1-11 y 19,9-10);
- propuesta de matrimonio (18,17-19 y 18,20-23);
- David y Jonatán (19,2-3 y c. 20);
- David perdona la vida a Saúl (c. 24 y 26);
- llegada de David a Gat (21,11-16 y 27,1-6);
- noticia de la muerte de Samuel (25,1 y 28,3).
Hay dos formas de explicar estos duplicados: 1) existían dos o tres
documentos distintos sobre la historia de David (J, E, quizá otro más),
que el autor final quiso respetar, a pesar de sus diferencias; 2) no
había documentos previos; las diferencias se explican por la tradición
oral. En cualquier hipótesis, adviértase que la mayoría de los
duplicados sirven para subrayar el odio de Saúl a David y la paciencia
y bondad de éste. Esta misma diversidad de tradiciones -provengan
de documentos escritos o de transmisión oral- explica que en el relato
se adviertan algunos fallos, incluso graves:
- En 16,14-23, David entra el servicio de Saúl como músico; sin
embargo, poco después, en el combate contra Goliat, Saúl no lo
conoce (17,55-58).
- En 18,5, David es promovido a jefe de los soldados, y en 18,10
sigue tocando el arpa “como de costumbre”.
- En 18,5 y 18,13 se dice que Saúl promovió a David. Pero en el
primer caso, porque lo estima; en el segundo, porque quiere alejarlo
de su presencia.
- En 20,18s, Jonatán repite a David lo que éste le ha dicho antes
(20,5-7).
- Es normal que Jonatán salga a tirar flechas acompañado de un
niño. Pero el papel que desempeña este niño en 20,35-39 parece
innecesario.
La mayoría de estos fallos son comprensibles y casi inevitables en
una época en la que escribir era tarea infinitamente más difícil y lenta
que ahora. La sensación que debe quedarnos no es la de múltiples
fallos, sino la de una importante obra literaria compuesta a base de
elementos y tradiciones muy diversos. El autor los ha ido enlazando
con dos temas capitales, como ha indicado Weiser: la idea de que
Dios guía a David y el anuncio de que será rey.
El hecho de que Dios guía a David, está con él y legitima su postura
se encuentra en una serie de observaciones (1 Sam 16,13.18;
18,12.14.28) y en boca de los más distintos personajes (17,37;
20,13.23; 22,3; 23,12.14, etc.). Los textos que hablan de consultar el
oráculo de Dios (23,2.4.9-11; 2 Sam 2,1; 5,19-23) ponen de relieve el
mismo tema. Y la aparición totalmente imprevista del profeta Gad (1
Sam 22,5) viene a decirnos que David no va a Judá por propia
iniciativa, sino por orden de Dios.
La segunda línea que recorre toda la historia es la promesa del
reino. Este tema, que va creciendo de forma dramática, se encuentra
en boca de distintos personajes: lo admite a regañadientes Saúl (18,8;
20,31); entusiasma la idea a Jonatán (20,15; 23,15-17); Saúl lo
reconoce positivamente más tarde (24,21; 26,25); lo dan por hecho
los filisteos (21,12), Abigaíl (2530) Abner (2 Sam 3,9-10.18-19), las
tribus de Israel (2 Sam 5,2). Dicho sea de paso, el reino que se
anuncia a David no es el futuro imperio, que abarcará diversos
pueblos extranjeros, ni el reino de Judá, sino el de Israel (las diez
tribus del norte). Pero el autor no se limitó a ir entrelazando las
narraciones con los temas indicados. También llevó a cabo una labor
de selección y de resumen. No recogió y ordenó datos
indiscriminadamente, sino que los valoró y matizó al incorporarlos a su
obra. Un ejemplo bastante claro lo tenemos en 2 Sam 2,4, donde se
cuenta la unción de David como rey de Judá de forma tan breve que
resulta extraña; como indica Alt, esto sólo se explica por la intención
del autor de centrarse en Israel.
2.2. Lectura a nivel político
Si recordamos que David se convirtió en rey de Judá e Israel en
extrañas circunstancias ósin ser descendiente de Saúl y después de
la muerte de éste y de varios de sus hijosó, no tiene nada de raro que
circulasen rumores bastante perjudiciales para él. Las acusaciones
podemos resumirlas en tres puntos:
a) conspiró para ser rey;
b) se pasó a los filisteos;
c) intervino en la desaparición de la casa de Saúl.
A continuación veremos los fundamentos que se encuentran en el
relato para estas acusaciones y la forma en que les da respuesta el
autor.
a) Conspiró para ser rey Textos: 1 Sam 18,3; 20,14; 23,17 (ver
también 2 Sam 16,8). Saúl aparece consciente de este hecho: 1 Sam
20,31; 22,7-8. La respuesta del autor se mueve a tres niveles:
histórico, psicológico y teológico. A nivel histórico: deja claro que:
David nunca se atrevió a atentar contra el Ungido (1 Sam 24 y 26); no
intervino en la batalla de los montes de Gelboé; no se alegró de la
muerte de Saúl y Jonatán, como lo demuestra la elegía que compuso
en su honor (2 Sam 1); mandó matar al presunto asesino de Saúl (2
Sam 1). A nivel psicológico: la culpa de la rivalidad entre David y Saúl
es de éste, que se muestra envidioso (18,8s), intenta matarlo
(18,10-l1; 19,1), le tiende trampas, es su enemigo (18,19), lo persigue
continuamente (c. 24 y 26). La prueba es que en ciertos momentos
reconoce su culpa (24,18-22; 26,21.25). Saúl es desequilibrado,
enfermo, vengativo (22,17- 19), pecador abandonado por Dios
(16,14), practica la nigromancia (c. 28), cobarde (c. l7, no lucha con
Goliat). David, por el contrario, aparece valiente, confiando en Dios,
humilde (18,23), querido por el pueblo, por Jonatán y Micá (los hijos
de Saúl). Sin malicia, perdonando siempre. A nivel teológico: el autor
deja claro que, si David llegó a rey, no fue conspirando contra Saúl,
sino porque Dios lo había elegido para ello y siempre estaba con él
(véanse los textos citados en el apartado de lectura literaria). En
definitiva, la opinión que defiende el autor de la Historia de la subida
es clara: el único que conspiró contra Saúl fue Dios, molesto porque
no había obedecido sus órdenes. David mantiene en todo momento
una postura correcta ante Saúl, limitándose a huir para no ser
asesinado.
b) Se pasó a los filisteos
Es un hecho indiscutible que David, perseguido por Saúl, formó una
tropa de 600 hombres y más tarde se puso al servicio del rey Aquis de
Gat. Es algo tan conocido que el autor no puede negarlo. Y esto
representaba una seria acusación contra David, ya que los filisteos
fueron los peores enemigos de aquel tiempo. Pero el autor sitúa este
dato en su contexto para responder al ataque.
- David fue desde el principio el mayor adversario de los filisteos. Lo
demuestran el que matase a Goliat y sus frecuentes campañas contra
ellos (18,27; 19,8; 23,1-5).
- Llegó a Filistea huyendo de Saúl (21,11-16; 27,1-12), como último
recurso para salvar su vida.
- Estuvo al servicio de los filisteos, pero los engañaba (27,7-10).
- No participó en la batalla de Gelboé, porque los jefes filisteos no
se fiaban de él. En ese momento se encuentra en el sur, persiguiendo
a los amalecitas (c. 30; Cf. 31,1).
c) Conspiró contra los sucesores de Saúl
Antes de entrar en la respuesta del autor, es preciso recordar
algunos datos. A la muerte de Saúl, Judá nombra rey a David,
mientras Israel se mantiene a las órdenes de Isbaal, hijo de Saúl,
dirigido militarmente por su hombre fuerte, Abner. Pero Abner es
asesinado por Joab (general de David), y más tarde asesinan a Isbaal.
Viéndose desamparados, los del norte acuden a David para que reine
también sobre ellos, cuando ya lleva siete años reinando en Judá. En
contra de esta rápida reconstrucción está el dato de 1 Sam 2,10:
“Isbaal reinó dos años”. Si fue nombrado rey inmediatamente después
de la muerte de Saúl, como es lo más probable, esto significa que
desde su muerte hasta que las tribus del norte acuden a David pasan
cinco años. Lo cual no tiene nada de extraño. En un primer momento,
las tribus del norte intentarían solucionar sus problemas por sí solas.
Ante la imposibilidad de conseguirlo, y viendo la mejor situación de los
judíos, deciden que David reine también sobre ellos. De todas formas,
lo que nos interesa tener presente son los siguientes datos:
1) David no habría llegado a rey de Israel si hubiesen vivido Abner e
Isbaal;
2) ambos murieron asesinados en circunstancias que algunos
podrían considerar extrañas;
3) la tradición mantiene como un dato indiscutible que “la guerra
entre las familias de Saúl y de David se prolongó; David fue
afianzándose, mientras la familia de Saúl iba debilitándose” (2 Sam
3,1); 4) una tradición que no se encuentra en estos capítulos de la
Historia de la subida, sino en 2 Sam 21,1-14, y que resulta
indiscutible, atribuye a David la orden de muerte de siete
descendientes de Saúl. La postura del autor es clara. Descarta este
último dato (2 Sam 21,1-14), quizá por pertenecer a una época
posterior de la vida de David, y que tan molesto debía resultarle. Se
limita a hablar de los asesinatos de Abner y de Isbaal. En ningún caso
tuvo parte David. El responsable de la muerte de Abner es Joab, que
terminará pagándolo (1 Re 2,5), y David lamenta profundamente lo
ocurrido, entonando una elegía por el general del norte (2 Sam
3,33-34) y negándose a comer aquel día. “Así supieron todos, y lo
supo todo Israel, que el asesinato de Abner, hijo de Ner, no había sido
cosa del rey” (2 Sam 3,37). En cuanto al asesinato de Isbaal, es fruto
de rencillas internas. Y cuando los asesinos se presentan ante David
creyendo darle una buena noticia, éste ordena matarlos.
La última prueba de que David no conspiró contra la casa de Saúl
es que no pretendió convertirse en rey de Israel. Fueron los israelitas
quienes vinieron a hacerle la propuesta (2 Sam 5,1- 5). Todos estos
datos confirman que la Historia de la subida tiene una gran carga
política. Es imposible comprender estos capítulos si no los leemos
desde este punto de vista. Quedan dos cuestiones por responder:
¿consigue el autor salvar a David de toda sospecha?; ¿cuándo fue
preciso llevar a cabo esta defensa de David? La primera se presta a
distintas interpretaciones, por ser muy subjetiva. La presentación de
David en muchos libros de Historia Sagrada, e incluso en la
mentalidad popular, demuestra que el autor consiguió su propósito:
disculpar por completo a David. La postura del historiador debe ser
más profunda, y siempre le cabe la sospecha de que algunos datos
han sido interpretados en favor del rey. Por ejemplo, en 2 Sam 3,21
queda claro que David y Abner llegan a un pacto para que reine sobre
los israelitas, aunque Isbaal todavía vive. Si el plan falla, es por la
muerte prematura de Abner. También la tradición de 2 Sam 21,1-14
(que el autor de la Historia de la subida no incluye en su obra) deja a
David en mal lugar. En definitiva, parece que David ambicionó el reino,
no sólo del sur (lo cual es claro por su conducta), sino también del
norte. ¿Tomó algunas medidas en este sentido, fomentando el
debilitamiento de la casa de Saúl? Es más difícil demostrarlo, pero
quedan ciertas sospechas. Cada lector, teniendo en cuenta también
las tradiciones posteriores, deberá hacerse un juicio personal. Más
difícil de resolver es la segunda pregunta: ¿cuándo fue preciso
defender a David de estas acusaciones? Quizá durante su mismo
reinado, quizá durante el de Salomón. Algunos autores incluso sitúan
la composición de la obra siglos más tarde. En cualquier caso,
adviértase que a David no había que defenderlo ante los judíos,
paisanos suyos, sino ante los del norte. En cualquier momento de
conflicto entre Israel y Judá tiene sentido esta historia, sobre todo en
el siglo VII, si aceptamos que Josías llevó a cabo una política de
reunificación del norte con el sur. Para conseguirla, era fundamental
eliminar malentendidos. Por eso, aunque la obra fuese escrita en el
siglo X, como piensan muchos, su mensaje seguía en vigor siglos más
tarde. 2.3. Lectura a nivel religioso y teológico Después de lo
anterior, lo primero que debemos preguntarnos es si está justificado
este tercer nivel de lectura. Y la respuesta es, indiscutiblemente, sí. Al
menos para los cristianos. Aunque el autor sólo se propusiera una
defensa política de David, estos capítulos se nos han conservado
como “Sagrada Escritura” por motivos más profundos. No olvidemos
un detalle importante: antes de que se formase el canon judío, habían
surgido ya los libros de las Crónicas. Estos ofrecen una visión muy
distinta de David, libre de debilidades y pecados, completamente
dedicado al culto y a la alabanza de Dios. Los que elaboraron el
canon judío (recogido después por los cristianos) podían haberse
limitado a esta segunda versión de la historia del rey, olvidando la
antigua o no considerándola “canónica”. Sin embargo, recogieron las
dos. Porque también en la primera vieron un valioso mensaje, no sólo
político, sino religioso y teológico. A través de estas páginas bíblicas
se nos quieren inculcar comportamientos y actitudes ejemplares. La
capacidad de perdonar de David, que casi llega a límites extremos. La
preocupación continua por sus padres, en medio de las mayores
adversidades. La indignidad que supone que un futuro rey se manche
las manos de sangre, aunque sea por culpa de un estúpido como
Nabal. El sincero sentimiento de dolor ante la muerte de Saúl, por
mucho que lo haya perseguido. Pero la lección más importante de
esta Historia de la subida es la relación entre política y teología, o
entre Dios y la historia. A través de estos capítulos, que a veces nos
resultan bastante partidistas, va quedando clara (o intuimos) una
imagen de Dios. La del Dios que se compromete con el hombre hasta
las últimas consecuencias, a pesar de todos los fallos y pecados,
aunque este hombre tienda a manipularlo continuamente. Para exaltar
a David y hundir a Saúl, el autor no ha dudado en introducir a Dios
siempre que lo considera conveniente. Tenemos la impresión de que
lo ha puesto al servicio de los vencedores. Y Dios se ha dejado, para
sacar adelante sus planes de forma misteriosa. Dentro de una
concepción atea de la historia, lo que acabamos de decir carece de
sentido. Un historiador vería aquí una simple manipulación política de
la idea de Dios, basada en los intereses del autor y en la ingenuidad
de los lectores. El cristiano no puede interpretar los hechos de esta
forma. Aun admitiendo todas las manipulaciones posibles, debe
descubrir detrás de los acontecimientos la mano de ese Dios que
conduce la historia hasta su manifestación plena en Jesucristo. Así, la
historia de David se convierte en un caso típico para reflexionar sobre
las relaciones entre Dios y nuestro mundo y nuestra historia, para
alentar la fe y la esperanza en medio de unos acontecimientos que
parecen ocultar el rostro del Señor. Junto a este gran mensaje, el
autor ha intentado transmitir otras ideas capitales dentro de la
teología bíblica. Me limito a sugerirlas, para que cada cual las
complete en la lectura personal de estos capítulos: Dios elige lo
pequeño, el menor de los hijos de Jesé (1 Sam 16,1-14); Dios salva
con lo pequeño, como ocurre en el combate con Goliat (1 Sam 17);
Dios guía y protege; la venganza es del Señor. Sin embargo, el
capítulo que terminará siendo el más importante es 2 Sam 7. Estos
oráculos de Natán a David tuvieron la mayor repercusión en la historia
política y religiosa del pueblo de Dios. Políticamente, aseguraron la
continuidad de la dinastía davídica en Judá. Mientras el Reino Norte,
Israel, era víctima de continuas conspiraciones y asesinatos para
instaurar nuevas dinastías, la del sur se mantuvo siempre firme.
Desde el punto de vista religioso, la trascendencia del capítulo fue
aún mayor.
Cuando desapareció la monarquía judía, el año 586, ciertos grupos
mantuvieron la firme esperanza de que la promesa de Dios era eterna.
Podían estar sin rey, pero, algún día, surgiría un descendiente de
David para recoger su herencia y salvar al pueblo. Esta esperanza
contra toda esperanza se mantuvo a lo largo de siglos. Y el rey
esperado adquirió tintes cada vez más grandiosos. No sería ya un
simple descendiente de David. Sería el salvador definitivo, el Ungido
por antonomasia, el Mesías. Los grupos que alentaban una esperanza
mesiánica en Israel, entre ellos los primeros cristianos, siempre
hundían sus raíces en este importante oráculo.
3. Bibliografía
Al leer estos relatos, pueden haberle surgido muchas preguntas, o
deseos de profundizar en ellos. Le aconsejo tres comentarios de C.
Auzou, El don de una conquista. Estudio del libro de Josué (Fax,
Madrid 1967), La fuerza del espíritu. Estudio del libro de los Jueces
(Madrid 1968) y La danza ante el arca. Estudio de los libros de
Samuel. En la serie “Los libros sagrados”, L. Alonso Schõkel ha
publicado unos comentarios breves y asequibles a estos libros,
insistiendo en los aspectos literarios y teológicos.