Fundamentos Antropológicos de la Sexualidad Humana

Lic. Carlos Eduardo Beltramo Alvarez


A.- Campo de la sexualidad

El concepto de la sexualidad no está reducido a la relación sexual. Tenemos que empezar por ubicarnos en el todo y no quedarnos con la parte: es cierto, la sexualidad tiene que ver con el acercamiento del hombre y la mujer y las relaciones físicas (a las que en primera instancia se suele reducir la sexualidad) pero no se agota allí. Debemos decir que la sexualidad está con nosotros desde el momento de la concepción, es decir desde que se une óvulo y espermatozoide. Por eso en el acta de nacimiento figura: sexo masculino o sexo femenino. Pero aquí de nuevo se tiene que repetir la advertencia anterior: no podemos reducir esta identidad sólo al plano físico. Cuando hablamos de identidad nos referimos a ese núcleo íntimo que nos hace ser varones o mujeres y del que brota todo lo demás.

B.- Concepto de sexualidad

Para acercarnos a un buen concepto de sexualidad utilizaremos dos definiciones complementarias entre sí.

Como muchas otras realidades miraremos a la sexualidad como dato (datum = lo dado) y como tarea. Dato y tarea son, como la vida misma, dos caras de la misma moneda: lo que recibimos y lo que debemos hacer con eso que recibimos.

Dato

La sexualidad es el conjunto de aspectos que abarcan a toda la persona humana, en la unidad de su cuerpo y de su alma espiritual, y que la configuran como hombre o como mujer.

De aquí se deriva una fuerza interior que está referida a la afectividad, a la capacidad de amar y a la aptitud para relacionarse con los demás.

Es la expresión de la totalidad de la persona. Maneras determinadas de sentir, amar y reaccionar que, tanto en el hombre como en la mujer son distintas.

Tarea

Es el dinamismo creador e integrador de la persona humana, en sí misma, con el otro y con la sociedad, cuya energía nace y se alimenta del AMOR, y su guía es la virtud de la castidad en pleno ejercicio de su libertad responsable (D'Agostino).

D.- La educación sexual

Por último es importante establecer algunos criterios acerca de lo que es la educación sexual. Su justificación es sencilla: la sexualidad en cuanto dato necesita un acompañamiento correcto para lograr el más grande despliegue posible. Por ello es necesaria una educación sexual y es de máxima importancia que esta educación sea acertada. Para tener mayores elementos de juicio comencemos con una definición:

"Todo aquello que una persona necesita aprender (conocimiento y actitud) desde que nace y que le capacita para llevar una vida feliz con una pareja estable y permanente". (Vollmer y col.)

Esta educación no se agota en la transmisión de información sino que debe estar orientada a la formación de actitudes positivas. Obviamente la información debe reflejar necesariamente la verdad pero también la conducta de los educadores (padres, maestros, profesores, etc.) debe ser lo suficientemente coherente como para generar virtudes.

Estos dos conceptos se pueden sintetizar en la frase del Prof. Lagares: "Debemos enseñar a niños y jóvenes a conocer, ejercer y dominar su propia sexualidad, porque de lo contrario sería aceptar que la sexualidad es un determinismo biológico que inhiere sólo al plano genital, lo que de hecho, la ciencia y la experiencia ya se han encargado de desmentir".

En última instancia debemos decir que con esta visión estamos superando un paradigma de educación sexual que ha estado centrado (y en algunos casos sigue centrado) en el genitalismo (descripción muchas veces irresponsable de los órganos sexuales y su funcionamiento ) y la «reproducción» (que queda reducida a la anticoncepción).

En su lugar responde más a la naturaleza humana centrar la educación sexual en tres pilares:

  • Educación para la identidad (para la «tarea» de ser hombre o mujer de acuerdo al mandato genético).
  • Educación para la procreación (anotando que el ser humano, en cuanto persona, no se «reproduce» sino que procrea, palabra que en sí encierra la consideración de la verdadera dignidad del acto de dar vida a un nuevo ser humano).
  • Educación para el amor (otra vez el amor, que posibilita ubicar la sexualidad en su verdadera dimensión: la de salida de sí y encuentro con el otro).

En última instancia todo nos remite a considerar a la educación sexual como una formación para la vida familiar y social.

La persona humana

Para entender la sexualidad hay que empezar comprendiendo a la persona humana. Por eso hemos querido poner el eje en dos puntos fundamentales:

a) La unidad cuerpo-alma espiritual de la persona humana.
b) El triple dinamismo operativo o tres niveles de acción de la persona.

A.- El hombre una unidad muy particular
(Unidad substancial de cuerpo y alma espiritual)

Si alguien conoce a otro físicamente pero no ha tenido trato con esa persona (o sea con su interioridad, aunque más no sea en un grado muy elemental) se dice habitualmente "conozco a fulano pero sólo de vista". A la inversa, si se conoce su pensamiento a través de cartas o escritos de cualquier índole, esto no autoriza a decir que realmente se conoce a esa persona en el sentido más profundo y auténtico de la palabra. Este sencillo ejemplo nos habla a las claras de la doble realidad presente en el ser humano.

Por eso decimos que la persona humana es una unidad con partes: esto quiere decir que cada hombre está compuesto por un principio material, su cuerpo y uno inmaterial, su alma espiritual.

Dicho de otro modo: todos tenemos exterioridad e interioridad.

Ambas partes siempre juntas, alma espiritual y cuerpo, son la persona humana. Somos unidad, totalmente inseparables: yo y mi cuerpo, mi cuerpo y yo. Así como yo soy importante así es importante también mi cuerpo. Nuestro cuerpo es tan bueno y valioso como nosotros mismos.

Por tanto no somos prisioneros de un cuerpo ni "tenemos" cuerpo, como si este fuera una cosa que se poseyera como se posee un reloj o un auto: somos corpóreos y somos espirituales, ninguno de las dos partes es un agregado posterior a la otra. Cierto que el alma tiene un grado mayor de importancia, pero esto no porque el cuerpo sea una parte indeseable de toda persona. Por tanto tampoco se debe tomar al cuerpo como la causa de todos los males.

Por tanto el cuerpo no es malo ni fuente de pecado. No se puede entonces desvirtuar la unidad natural dividiendo alma y cuerpo, como si el alma fuera buena y el cuerpo malo. Si se separan ya no hay persona, ya no hay una realidad viva y existente. De ahí que es igualmente falso tratar al alma como si fuera "toda la persona" o al cuerpo como si fuera "toda la persona".

De esta unidad que por ser tan profunda llamamos substancial, podemos extraer conceptos fundamentales para entender la sexualidad, especialmente en la línea de la identidad, la comunicación y la responsabilidad:

a) Identidad: A partir de la unidad cuerpo-alma espiritual descubrimos que ser persona humana equivale a ser persona sexuada, varón o mujer. Es un dato que se ve en lo exterior pero que es expresión de la integridad. Al ser corpóreos somos sexuados, persona mujer o persona varón desde el momento en que se unieron el espermatozoide y el óvulo de nuestros padres. A partir de entonces tenemos cromosomas XX (mujer) o XY (varón) en todas nuestras células. En este caso la misma configuración del ADN, así como todos los demás rasgos sexuales primarios y secundarios son un "afuera" que expresa en forma inequívoca una caracterización interior, esto es, del alma. Además se es mujer o varón en todo momento: ninguno deja (ni puede dejar) de "ser varón" o "ser mujer" para impartir su clase, por ejemplo, como si fuera un "saco" que se usa sólo en ocasiones o como si fuese una característica manipulable por la libertad. En realidad es una realidad metafísica constitutiva de nuestro ser persona y por lo tanto no es modificable.

b) Comunicación: La unidad habla del aspecto fundamental que da sentido a la comunicación: una caricia con afecto es infinitamente más que simplemente «pasar una piel sobre otra» o una palabra agradable más que «un conjunto de sonidos».

Otra vez un ejemplo nos ayuda a entenderlo: imaginemos a una novia enamorada. Ella está en una cita con su enamorado. Está encantada y disfruta de la ternura de un beso, un abrazo, una caricia: siente que esa es la mano más suave del mundo.

Pero un día descubre que «su» enamorado sale con otra. En la siguiente cita la caricia y el abrazo ya no serán los mismos: la mano ya no será suave y no sólo en un sentido figurado: probablemente todo su cuerpo rechace ese contacto que poco antes era agradable.

La pregunta que cabe hacerse es ¿en qué cambió? ¿Acaso en la configuración física de la superficie de la piel de uno de los dos? Evidentemente no. Algo en el «todo-humano» que es la chica cambió, ya la comunicación no es la misma hasta el punto que incluso la sensación corpórea no es igual.

c) Responsabilidad: todo lo que «se haga» a un «cuerpo» se lo está haciendo a la persona entera (y quien lo hace es una persona entera). Sería ridículo que cualquiera de nosotros luego de darle una bofetada a otro tratara de argumentar en su favor: "No fui yo, fue «mi mano»; además que te quejas si le pegué solamente a tu cuerpo". La respuesta más lógica sería: "Nada de cosas, tú me pegaste a mí".

El ejemplo, un poco extremo y gracioso, nos muestra a las claras que este es un concepto que habitualmente se sabe sin ningún tipo de estudio pero que a veces se solapa en pos de consentir actos que contradicen la naturaleza humana y sus exigencias.

Todo lo que le hacemos «a otro cuerpo» se lo hacemos «a una persona». Así como debemos respetar a la persona, debemos respetar su cuerpo ya que nadie puede ser ajeno a la acción buena o mala que se haga en su cuerpo.

De este modo comunicación y respeto aparecen como el don y la responsabilidad naturales que surgen de la comprensión integral de la persona. Por lo tanto son dos ejes fundamentales para entender qué es la sexualidad, de dónde le viene su profundidad y por qué ella misma tiene unas exigencias muy precisas. Se trata de descubrir las dos dimensiones de la sexualidad: amor y responsabilidad. El amor cariñoso expresado en la integridad de la persona (también en su cuerpo) garantiza la posibilidad de la responsabilidad. Y la responsabilidad por el otro, «responder por» el otro también en su cuerpo, es la clave para descubrir un amor auténtico y desinteresado.

B.- El hombre un ser integral (Triple dinamismo operativo: bio-psico-espiritual)

Ya hemos visto cómo el hombre es una unidad de partes. Ahora vayamos a otra constatación. A primera vista podemos comprobar que el hombre, siendo uno, realiza diferentes tipos de actividades. No es lo mismo el acto reflejo luego de un golpe en la rodilla, el sentir ganas de llorar o el pensar en alguien que amamos.

Tomando en cuenta características comunes de la diversidad de operaciones que puede realizar el ser humano en todo momento, estas se pueden agrupar en tres niveles:

1. Actividades físicas (corpóreas, somáticas o biológicas)
2. Actividades psíquicas (o psicológicas)
3. Actividades espirituales (las que tienen que ver con el entender y el querer)

1. Las «actividades» físicas suceden en nosotros (como el arco reflejo, el latido del corazón, etc.): en ellas no interviene para nada la libertad.

2. En las actividades de tipo espiritual se nota exactamente lo contrario ya que todo lo que hacemos con nuestra inteligencia y nuestra voluntad es enteramente nuestro (lo cierto es que nadie ama a algo o a alguien "si no quiere"): es el ámbito por excelencia de la libertad.

3. El grupo de las actividades psicológicas es especial ya que comparte características de los otros dos niveles. El psicológico es el nivel que abarca los sentimientos, las pasiones, los estados de ánimo, etc.. El origen de este nivel nos remite a su relación con los otros dos. Vayamos a lo ejemplificado en el libro «Construyendo mi personalidad»:

"Va un ejemplo: el miedo. Decimos "Tal cosa me da miedo". Y es que el miedo, en parte, no depende de nosotros sino que es como que "nos viene de afuera". Al mismo tiempo no es totalmente inevitable o fuera de nuestro control, podemos contenerlo y si es necesario actuamos a pesar del miedo, como cuando el bombero sube en medio de las llamas a rescatar a alguien: no deja de sentir miedo pero lo supera porque otra persona depende de él.

Si nos detenemos un instante notaremos que todos los sentimientos son así: nos vienen, nos llegan, pero al mismo tiempo no son como el dolor físico, los tenemos más o menos en nuestras manos.

En hechos como los descriptos se da una tensión entre la libertad y las «ganas». Esta es la variabilidad y la nota característica de toda actividad de nivel psicológico; por una parte soy libre y por otra no: se comparten elementos de lo espiritual y de lo físico.

Por eso en toda acción humana los tres niveles, físico, psicológico y espiritual, están plenamente presentes y son inseparables, aunque evidentemente en cada tipo de actividad prevalece alguno.

Esta unidad indiscutible de toda la persona y su capacidad de llevar a cabo actos tan diversos brota de la misma unidad de cuerpo y alma, como se veía en el inciso anterior.
Por eso podemos explicar la procedencia causal de los actos humanos:

· Con su alma espiritual todo el hombre realiza las actividades espirituales.
· Con su cuerpo todo el hombre padece las de orden físico.

· Y como esta unidad es tan rica, todo el hombre vive las de tipo psicológico, que por eso decimos que son una suerte de bisagra o gozne entre las otras dos. (Esto nos ayuda a comprender por qué este es un nivel «intermedio de acción»).

En el caso del hombre la unidad (la persona integral) nos permite entender entonces que ya no actúa solamente física o espiritualmente, sino que además posee un nivel distinto (que no es ni totalmente físico ni totalmente espiritual) que llamamos psicológico. No es que la persona se reduzca a psicología, sino más bien que a partir de que comprendemos que la persona es unidad vemos un «nuevo nivel».

Podemos graficar la constitución de la persona como una pirámide en la que lo espiritual se encuentra arriba pues es desde allí desde donde se construye toda la trama de la persona: el hombre es una integridad de partes ordenadas y sus actos deben brotar desde este orden.

El hombre actúa en el mundo de tres formas distintas ordenadas jerárquicamente desde la más perfecta que es la inteligencia y la libertad.

Por ello la palabra clave es equilibrio (porque una pirámide sin equilibrio se cae). Pero ¿qué significa este equilibrio? Significa que cada acción del hombre debe brotar de entender bien las cosas y querer lo mejor; debe ir acompañada por ese «motor» que son nuestros afectos y sentimientos (nivel psicológico) y se debe reflejar en conductas y acciones concretas (en última instancia que el cuerpo acompañe). O sea, en un ejemplo sinfónico, cada uno aporta lo suyo bajo la batuta del espíritu. Esto es lo que llamamos una acción integrada.

Basar la educación en este concepto es estimular así el dominio sobre uno mismo, fundamento de la verdadera libertad.

El proceso que debemos constantemente llevar adelante hacia el equilibrio, es lo que llamamos integración: entre lo que sabemos que nos conviene, lo que sentimos como bueno y lo que en definitiva hacemos. El lograr el equilibrio que supone la integración es lo que desemboca en la adquisición de la virtud. La armonía de las partes lograda gracias a una acción buena o conforme a los valores posibilita que en lo sucesivo acciones buenas de ese tipo sean más fáciles de realizar. Esto es una virtud: repetir actos buenos hasta que tenemos una cierta costumbre a hacerlos y entonces son más sencillos. Los actos buenos son reconocibles porque son los que coinciden con la naturaleza humana en sentido positivo.

Sin embargo muchas veces tenemos la experiencia de que "reaccionamos mal sin pensarlo o sin quererlo" o "estamos seguros que una cosa es muy buena para hacer pero no la hacemos por pereza", es decir, no siempre experimentamos el equilibrio que nos reclama nuestra naturaleza.

Esto es lo que hemos dado en llamar estado de no integración. La no integración es separación de partes. No es la negación absoluta de alguno de los dinamismos, como si por ejemplo la psicología se «enojara» y se «retirara» de la persona, sino que no integración es falta de armonización entre sí de las partes.

En el momento de sentir la no integración percibimos que partes interiores se rebelan y no acompañan nuestra original decisión, llegando incluso a «querer imponer» condiciones arbitrarias. Claro que esta es una forma de hablar poco clara ya que es la persona quien actúa bajo criterios no libres. Pero precisamente la persona actúa así por falta de orden interno.

Llevemos este concepto a la graficación del modelo. El «plano maestro» de toda persona es una pirámide armada y equilibrada. Pero todos experimentamos la no integración (como si la pirámide estuviese destruida). Es decir un proceso de disgregación en el cual, como venimos diciendo, cada parte inferior «pierde el rumbo» y adopta una tendencia a imponer el control de las acciones. Obviamente son acciones que no tienen en cuenta el todo. Muchas veces «impone condiciones» la psicología o hasta el mismo cuerpo, y no se hace caso al espíritu, que ve lo que es mejor para la persona pero no logra alcanzarlo. La inteligencia tiene poco espacio para encontrar la verdad y guiar a todo el hombre a la felicidad.

Ahora podemos abordar someramente la forma cómo nacen las conductas y los hábitos. Cada vez que realizamos un acto bueno las partes se acomodan un poco mejor. Si no lo haces las partes no se acomodan y es como cuando una puerta queda bajo la lluvia y sin aceite por mucho tiempo: cuando se quiere volver a usar cuesta más.

El camino para encontrar la libertad es el amor: cuanto más amas más integrado estás, y cuanto más integrado estas más libre eres y cuanta mayor libertad tengas mejor será tu amor, más verdadero, más auténtico. Y en este círculo positivo no está excluida la sexualidad que es una fuerza que está en nosotros para ayudarnos a cumplir esta misión de armar la pirámide. Por lo tanto la auténtica sexualidad tiene que ver con el amor, siempre.

El objetivo de la educación sexual en la etapa juvenil se ve redimensionado a la luz de esta realidad. Se trata de propiciar que el adolescente encuentre ("por sí mismo") razones de peso para actuar siempre conforme a la verdadera libertad, esto es, de acuerdo a lo que realmente es beneficioso para él según su naturaleza de persona y a los demás en cuanto prójimos, también personas.

En infinidad de ocasiones los jóvenes (como todos) se encuentran frente a decisiones en las cuales optar por lo bueno represente dejar, en alguna medida, el dictado de los impulsos. Esta lucha interior es intensa y es necesario encontrar naturalmente elementos para que, al decidirse cada vez más firmemente por lo bueno, no sienta que pierde algo sino todo lo contrario.

La condición del adolescente es inestable y se va afianzando progresivamente. El equilibrio de sus dinamismos, su armonía como persona son cosas que se van logrando poco a poco, a partir de actos concretos. Es claro que la integración proporciona libertad pero no se debe presionar nunca para que se logre desde el primer momento so pena de estar haciendo peligrar su mismo origen. Hay que propiciar y permitir que el joven conquiste por sí mismo su libertad. Este es un proceso madurativo, por lo tanto es poco prudente exigir al educando que posea de inmediato lo que buscamos que obtenga al final.

Por otro lado la búsqueda del equilibrio es incesante a lo largo de toda la vida. En el momento que pensemos que ya la poseemos totalmente y que somos perfectos, nos ha alcanzado la soberbia y tal vez dejemos truncado un camino iniciado rumbo a la verdadera felicidad.

La integración no consiste en destruir la energía que surge del sentimiento o los impulsos sino más bien en aprovechar esa fuerza para lograr fines conscientemente elegidos, esto es, lo que es bueno para la propia consolidación como persona.

Buena persona no es «el que no hace mal a nadie» sino el que justamente se mueve, tiene fuerza para salir de sí y hacer «cosas buenas por los demás». Ese es el que puede empezar a experimentar plenamente su felicidad, el amor, el que construye su integración, en definitiva, es una persona libre: "sabe lo que quiere y ordena todas sus fuerzas para alcanzarlo". Para hacer el bien hay que tener impulso. Un pusilánime (apocado, timorato, flojo) es posible que sea malo «por omisión».

Por tanto hay que identificar las reacciones y sentimientos y manejar los impulsos no porque estos sean malos sino porque justamente en el proceso de conquista de la libertad esa energía psicológica es fundamental.

Crecimiento en el amor

A partir de la comprensión que tenemos de la persona (quien es sexuada y actúa desde esta sexuación), podemos ver todo un desarrollo que nos va a ayudar a entender el fenómeno del amor.

Por ello partamos de la base del ejemplo de la pirámide y los niveles de acción. A cada nivel de acción corresponderán valores, emociones y productos de esas emociones que nos ayudarán a completar un cuadro ordenado de lo que por lo general sucede en nuestro interior.

A.- Valores

Los valores son características que tienen o poseen las cosas y las personas. Estas "características" impactan en nosotros que descubrimos su importancia.

Los valores presentes en la persona (aquellos que tienen relación con el proceso del amor)
Comencemos por los valores que están presentes en la persona. La persona humana tiene un único valor (su dignidad es la más alta de la creación) pero así como la persona siendo una tiene diversas formas de actuar, este único valor, supone varios valores intermedios que nos descubren su grandeza.

Cuando una persona se pone en relación con otra de sexo complementario entran en juego sus dinamismos, su ser bio-psico-espiritual. Correspondientemente con sus dinamismos, la persona encarna unos valores con características muy definidas. Conociendo qué valor es el que está en juego podremos reconocer de qué tipo de relación se trata y qué podemos esperar de ella.

Al dinamismo físico corresponde el valor corporal.
Al dinamismo psicológico corresponde el valor sexual.
Al dinamismo espiritual corresponde el valor personal.

A 3. Valor Corporal

El cuerpo es una parte fundamental de la persona, parte de su comunicación. Cuando hablamos de valor corporal tenemos que tener en cuenta algunas cosas:

  • El cuerpo es "no libre". De hecho no piensa, es "ciego" en todo sentido. Depende de estados hormonales y de procesos necesario (crecimiento, respiración, etc.)
  • Busca comunicarse con el otro complementario.
  • Es bueno para la persona en la medida que está en relación con el resto de los valores de la persona toda.
  • Este valor significa solamente la puerta de entrada a la persona, lo más exterior, lo primero con lo que nos encontramos.

Evidentemente la persona no se agota en su cuerpo y si la tratamos sólo en clave de este valor la estamos desvalorizando.

Esta es la paradoja de los valores: si los sacamos de su lugar y no reconocemos su justa medida los convertimos en antivalores.

Por ejemplo: una chica se arregla cuando va a una fiesta. Ella está cuidando su cuerpo pensando en agradar a los chicos. Esto está muy bien porque cuida su apariencia y se embellece en función de evidenciar más un valor que posee. Hasta aquí no hay ningún problema.

Pero si nuestra amiga piensa que lo único que la hace importante (y por lo tanto atractiva) es su cuerpo está sacando de lugar ese valor. Al sobredimensionar uno de los valores que posee, se está desvalorizando como persona. Incluso su mismo cuerpo se desvaloriza.

Porque si el cuerpo no conduce a valores más profundos pierde sentido.

Lo mismo ocurre con el muchacho que se la pasa en un gimnasio porque cree que si no tiene músculos de levantador de pesas vale menos como persona. O cuando en las relaciones entre hombres y mujeres lo único que se busca es un cuerpo lindo o atlético.

Quien se dirija a otra persona con esa intención la estará desvalorizando y se estará desvalorizando a sí mismo.

¿Cuál es verdadero valor del cuerpo? El cuerpo tiene que «transmitir» a la persona: ni se debe ocultar totalmente ni se debe usar como «herramienta» para llamar la atención. En el último caso solamente estaría mostrando un cuerpo como puede haber muchos. Lo que hace único y especial a un cuerpo es la persona, la totalidad, la suma de lo exterior y lo interior. En esta suma está el valor del cuerpo. Por eso el cuerpo debe conducir a los demás hacia la profundidad de uno mismo, de «mi persona». Es (en la mayoría de los casos) el primer paso para conocer la persona total.

A 4. Valor de identidad/complementariedad (sexual)

Como hemos visto en nuestro proceso de crecimiento, desde el momento de nuestra concepción tenemos una identidad: somos hombres o mujeres. Somos únicos e irrepetibles pero al mismo tiempo «incompletos». Nuestros cuerpos pueden estar completos pero dentro hay algo que dice que para estar plenos nos hace falta una compañía. Pero esa compañía no puede ser de cualquier tipo: tiene que aportar lo que, en líneas generales, a cada uno le hace falta.

Justamente lo que le hace falta a la mujer está en la masculinidad del hombre y lo que le hace falta al hombre lo tiene la femineidad de la mujer. Es a lo que se llama «complementariedad». Es esa inexplicable magia (muy notoria desde inicios de la adolescencia) que hace que los chicos se acerquen a las chicas y ellas a ellos.

Ahí reside la fuerza de este valor: así como el cuerpo expresa a la persona toda, la psicología muestra un temperamento, una forma de ser que requiere ser complementada y que al mismo tiempo quiere complementar a otro. Por ello este valor no atrae a la persona, en primera instancia, por la persona misma, sino más que nada por lo que tiene para dar.

El primer impacto de este valor siempre es fuerte, ya que todos necesitamos la complementación y es un profundo anhelo de toda la vida. Pero además es poco o nada racional y está totalmente a merced de los estados de ánimo, por lo que su duración dependerá de la no aparición de un impacto mayor.

Por ello las experiencias surgidas de este valor no pueden ser lo que fundamente una relación seria. En su ímpetu este valor nos puede confundir (y a los adolescentes suele hacerlo con bastante frecuencia).

5. Valor personal

Se relaciona directamente con el nivel espiritual: este es el valor más importante que tiene toda persona.

Todos somos conscientes de que quienes nos rodean son personas. Esto implica que cualquier reacción física o psicológica se tiene que elevar al nivel personal para cobrar verdadero sentido humano.

Básicamente este valor nos dice: "Más allá de que me guste su cuerpo o me sienta bien con él o ella, lo más importante es que es una persona, y eso es lo que la hace verdaderamente valiosa".

El valor personal es el que le da sentido a los demás.

El valor personal se refiere también a lo físico y a lo psicológico, pero asumidos y elevados a un nivel superior: el nivel personal humano.

A partir de la captación de este valor adquiere verdadero significado la complementariedad.

En el valor personal nos damos cuenta que existe un núcleo íntimo, donde se juega en última instancia la dignidad, en el que hombres y mujeres somos iguales: somos personas humanas. Por eso nos podemos comunicar y entregar. En última instancia por eso podemos formar comunidad. Sin este valor la entrega no tendría ningún sentido: nadie puede entregarse a algo menos valioso, pues se estaría rebajando. Y justamente la entrega a otro en el amor es lo que más eleva y realiza al hombre.

Comprender el valor personal es la condición para que los dos valores anteriormente referidos se vean correctamente dimensionados, con un intensidad nueva y más real. De la consideración del valor total y abarcante de la persona surgirá el verdadero amor, el amor de virtud, que por lo tanto referirá a la cercanía afectiva y a la atracción física en una dimensión de justicia.

La sexualidad se entiende sólo en la medida que se comprende y vive el valor personal. Por lo tanto ella no es un bajo instinto o un mal necesario. Es una importante y valiosa dimensión de la persona y está en ella para colaborar en su búsqueda de la felicidad.
Descubrir este sentido de la sexualidad (su verdadero sentido) es el único camino para lograr que el adolescente la vea como ella es y asuma el hermoso desafío de responder a sus exigencias: si se entiende a la sexualidad como grande y sublime, íntimamente relacionada con el amor que los padres se tienen y del cual el chico es fruto, la virtud brota por sí misma. Pero si se la ve como una especie de "mal necesario" o simple objeto de "pasatiempo", es poco lo que se podrá hacer en este terreno.

B.- Emociones

Una emoción es un movimiento interno de la persona frente a algo, interno o externo. Habitualmente se lo asocia con los sentimientos (según eso, una persona emocionada es, por ejemplo, aquella que llora), pero en rigor de verdad no todas las emociones se comportan de la misma forma.

Así la atracción y el amor son emociones, esto es, movimientos internos producto del contacto de la persona con los valores presentes en el otro, pero no se relacionan únicamente con la sensación o estado psicológico. Por tanto una emoción es un cambio de estado interno producto de la relación de una persona con otra. Determinando qué valor es el que se capta se podrá saber de qué tipo de emoción se trata: si física, si psicológica o si personal. Lógicamente se apunta de entrada que la emoción más propia de la persona o al menos la única que puede sustentar vínculos humanos personales serios y profundos, es la que brota de la captación del estrato personal del otro.

Así podemos continuar completando el cuadro de comprensión sobre este tema:
La relación con el: Da lugar a la emoción:
Dinamismo físico (valor corporal) Atracción
Dinamismo psicológico (valor sexual) Enamoramiento
Dinamismo espiritual (valor personal) Amor

Continuar