MIÉRCOLES DE LA SEMANA 31ª DEL TIEMPO ORDINARIO
1.- Rm 13, 8-10
1-1.
Ver DOMINGO 23A
1-2.
Después de haber dicho a los cristianos que debían formar entre ellos una comunidad fraterna y unida, san Pablo aborda otro caso concreto, otro «deber» esencial ¡el de nuestras relaciones con «las autoridades civiles"!
El cristiano moderno alardea, a veces, de despreciar las leyes civiles o de mantener hacia ellas una actitud calculadamente desenvuelta, sobre todo respecto a las leyes fiscales o penales. ¡Pablo pide a sus fieles que se «sometan a las autoridades» ! Y se atreve a pedir a los cristianos que sean fieles a la "ciudad temporal"... que, en las reglamentaciones de la «sociedad» vean una manera de amar a sus hermanos. No olvidemos que el «Poder» de la época era Roma, ¡un Estado pagano y perseguidor! Es en este contexto que escuchamos lo siguiente:
-A nadie le quedéis debiendo nada, fuera del amor mutuo.
Se trata pues de reconocer siempre los "derechos" de los demás. Se trata de saldar nuestras "deudas", lo que "debemos" a los demás. ¡«Ninguna»... deuda! Hacia... ¡«a nadie»! fuera del amor mutuo, que ¡es una deuda que nunca queda saldada del todo!
Amar, no tiene término. Nunca estamos exentos de amar.
Hay que avanzar siempre en el amor. Aplico este principio pensando en los que conviven conmigo.
-Pues el que «ama" al otro tiene cumplida la Ley.
Es lo que Jesús había dicho ya.
El amor es el compendio de la Ley.
"Aquel que ama a los demás"... una definición del cristiano. ¡Cuán lejos solemos estar de esto, Señor! Ayúdanos a no soñar en este amor, sino a llevarlo a la práctica humildemente, modestamente, cada día.
Guardo un momento de silencio para convencerme nuevamente de esta necesidad: Oigo que Jesús me lo repite... oigo que Pablo me lo repite... oigo que el mundo actual, tan exigente con los cristianos en este sentido, me lo repite.
Descubrir de nuevo mis puntos de inserción concretos, en este amor a los demás. ¿A quién... tengo que amar? ¿Cómo... debo amarlos? ¿Qué gestos, qué actitudes, qué palabras, qué compromisos... esperan los demás de mí?
-La Ley dice: «No cometerás adulterio, no matarás, no robarás... no codiciarás..... Estos mandamientos y todos los demás se resumen en esta fórmula: amarás al prójimo como a ti mismo.
Es más que un resumen, es un cambio completo de perspectiva. Se pasa de lo "negativo", de lo "interdicto", de lo «permitido y de lo prohibido"... no... no... A lo "positivo", al "dinamismo interior", a la exigencia infinita... ¡ama!
Las reglas de la Ley son una especie de "minimum":
Cuando las hemos cumplido, podemos creer que estamos en regla. Pero el amor es una "llamada", dirigida a todos.
El fariseo de la parábola "estaba en regla". Jesús dice que no quedó justificado. El publicano, en cambio, era un pobre pecador, que no estaba en regla con la Ley, pero que estaba "abierto al amor". Jesús dice que éste quedó justificado.
-El amor no hace mal al prójimo.
«Hacer un mal". Dañar a...
La expresión es fuerte y nueva.
Comparar la fórmula: «Hacer el mal»... con "hacer un mal"...
En el primer caso, se está ante una abstracción, ante un principio.
En el segundo, se está ante "alguien", ante una persona.
¡Ayúdanos, Señor, a no hacer daño a nadie! Al menos, voluntariamente. Ayúdanos a sanar, en lo posible, las heridas que hemos podido causar.
NOEL
QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 372 s.
2.- Flp 2, 12-18
2-1.
Pablo nos ha mostrado que Cristo entró en la gloria porque consintió hasta el final en su condición de hombre, por obediencia al Padre. Esta es también la única vía de salvación para nosotros.
-Amados míos, vosotros que habéis «obedecido» siempre, trabajad con temor de Dios y con temblor, por vuestra salvación.
¡Llegar a ser servidor, esclavo de Dios: obedecer, trabajar con temblor! Pablo no anda con rodeos. De hecho, después de haber contemplado la actitud de Jesús, no sería fácil ni cómodo presentar un evangelio de Jesús recortado y edulcorado.
¡Vivir el peso de los días! ¡Servir! ¡Aceptar a Dios a través de los detalles de la monotonía cotidiana!
PRESENTE/ACEPTACION: «Las pequeñas circunstancias son "unos superiores" fieles: no nos dejan un momento, y los "sí" que hemos de decirles se suceden sin interrupción.
Cuando se las acepta, sin resistencia, se encuentra uno maravillosamente liberado de sí mismo...» (Madeleine Delbrêl)
-Pues Dios es quien obra en vosotros el querer y el obrar, porque quiere vuestro bien.
Dios está ahí y no le vemos.
Suena el teléfono. Llaman a la puerta. Un niño llora. He recibido una carta. Se me ha pedido tal cosa.
En el fondo de todo, los ojos de la Fe nos dejan ver otra realidad invisible: la Presencia de Dios, la Acción de Dios. Dios no permanece inactivo. Dios no es un ser lejano. Está aquí, donde estoy, donde actúo.
¿Qué hace?
Suscita y produce en nosotros el "querer" y el "obrar".
La acción de Dios se sitúa al nivel más profundo, el de nuestra libertad: actúa sobre la fuente misma de nuestros actos. Transforma nuestras pobres acciones en «quereres decisivos».
Es verdad, Señor, soy débil. Tengo buenas intenciones, pero soy a menudo incapaz de «realizarlas»: ¡Ven y actúa en mi voluntad!
-Hacedlo todo sin murmuraciones ni discusiones...
Como hijos de Dios, irreprochables y sin tacha, en medio de una generación desviada y perversa... Brillad como "focos de luz" presentando a ese mundo la Palabra de vida...
Sólo Tú Señor, puedes concedernos que obremos como hijos tuyos, honrándote como un hijo honra a su padre.
«No murmurar contra Dios...» «No recriminar...» Sí, esto sería lo ideal, sería una actitud verdaderamente filial y amorosa.
«Brillar como un foco de luz....» ¿Es luz lo que emana, cada día, de mi vida? «Presentar al mundo la Palabra de vida...» «¿Habla de Dios, mi vida?, ¿habla de la Vida?»
-En el día de Cristo... Mi carrera y mi fatiga no habrán sido en vano.
Pablo vive en la espera de «ese día». ¿Y yo?
-Y aun cuando mi sangre fuera derramada como libación sobre el sacrificio y la ofrenda de vuestra fe, me alegro y me congratulo... De igual manera, también vosotros debéis alegraros y congratularos conmigo.
Pablo está en la cárcel. Ve próxima su muerte. Efectivamente, le cortarán la cabeza a las puertas de Roma. Pero está alegre. Su sacrificio es una comunión con Jesús, una imitación de Jesús: esto le llena de gozo.
¿Por qué punto mi vida esta algo unida «al sacrificio de Jesús»? ¿Puedo decir, como san Pablo que me regocijo de mis responsabilidades y de mis cargas más pesadas?
NOEL
QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 372 s.
2-2. /Flp/02/12-30
Al leer las cartas paulinas se tiene a veces la duda de si el afecto y amor de Pablo no nos ofrecen un cuadro transfigurado de aquellas antiguas comunidades de creyentes a quienes escribe. De hecho, la ausencia arropa y suaviza la realidad lejana. Precisamente por eso, sorprende, al contrario, la incomprensión que le rodea: «Todos sin excepción buscan su interés, no el de Cristo Jesús» (v 21). Sea como sea, digamos que los dos primeros versículos de este pasaje aparecen, en griego, unidos por la partícula «porque» al iniciarse el segundo. Si lo tenemos en cuenta, parece que ganamos en claridad para entender el texto. Hace ver cómo la intención de Pablo no sería aquí la de hacer «teología», la de hablar propiamente de Dios -a pesar de las apariencias contrarias-, sino más bien la de estimular una vez más a los filipenses a vivir como han aprendido a hacerlo al recibir el evangelio. El Apóstol insiste para que se den cuenta de que lo que les pide no trae sino provecho a su propia salvación. Y ésta tratándose de un asunto personal, tiene que ser preocupación de cada uno, esté o no con ellos Pablo. En este sentido se comprende lo que les dice de que «es Dios el que obra en vosotros, tanto el querer como la obra misma». Nos encontramos, más que con un enunciado teológico, con la acción de Dios expresada de modo pedagógico por Pablo, para hacerles comprender a los filipenses qué cuidado han de tener para no echar a perder todo aquello de bueno que con el anuncio y la acogida del evangelio, se ha obrado en ellos. Por eso les recuerda que esta obra no es suya, de Pablo, sino de Dios mismo. Si faltasen a la fidelidad del evangelio echarían a perder en realidad, no la tarea del Apóstol, sino la obra de Dios en ellos en su querer y hacer. Es necesario, pues, para que no ocurra esto, que lleven una "conducta irreprochable v sencilla... sin mancha", a pesar de que el ambiente que les rodea les sea hostil (15). Para animarlos, Pablo confiesa la ilusión que tiene puesta en ellos. Por su fe está dispuesto a derramar su sangre. Su perseverancia y fidelidad será para Pablo su gloria y su corona.
M. GALLART
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las
Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 263 s.
3.- Lc 14, 25-33
3-1.
Ver DOMINGO 23C
3-2.
-Un gran gentío acompañaba a Jesús por el camino; El se volvió y les dijo: "Si uno quiere ser de los míos y no me prefiere a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas y hasta a su propia vida, no puede ser discípulo mío".
Ya estamos advertidos.
El amor universal sin condiciones y sin fronteras no es un suave sentimiento muy tranquilo y muy fácil. Es una revolución.
Jesús pide una renuncia total, para que nuestra entrega a El sea también total.
Escuchemos esto, por difícil que pueda parecernos:
Jesús, en la lengua aramea que no tiene "comparativo" ha usado un término mucho más violento y que el texto griego tampoco ha suavizado... pero que nos ha parecido demasiado duro, y que hemos traducido por "preferir": de hecho ¡el término sería "odiar"! "Si uno quiere ser de los míos y no odia a su padre, a su madre, a su mujer..." Ya sabemos que Jesús quiere que amemos a los nuestros. El amor filial, el amor conyugal, el amor fraterno son "sagrados". Pero el amor de Dios, que los sostiene y los anima, debe ser mayor todavía.
-Quien no carga con su cruz y se viene detrás de mí, no puede ser discípulo mío.
¡Seguir a Jesús no es cosa fácil! y ¡cuesta caro! exige inversiones costosas... ¡Hay que echar el resto! ¡Hay que comprometerse por entero! "Cargar con su cruz".
Nosotros, en el siglo XX, no hemos visto este espectáculo en la calle. Pero los oyentes de Jesús y los lectores de Lucas, todos habían visto algún día, al que había de ser crucificado cargado con su cruz hasta el lugar de la ejecución.
En la antigüedad ¡éste era el suplicio de los desertores y de los esclavos! No olvidemos que Jesús se prepara para subir a Jerusalén donde El personalmente dará ese espectáculo lamentable por las calles de la ciudad hasta el lugar de su tortura.
"Caminar siguiendo a Jesús".
De ahora en adelante, que no nos extrañen los obstáculos, ni los sufrimientos, ni las dificultades de la vida cristiana.
Tampoco hemos de soportarlos a regañadientes, refunfuñando... más bien tenemos que considerarlos objeto de una comunión con Jesús, o como una participación a su obra esencial, como un "caminar en seguimiento de Jesús".
Contemplo a Jesús que va caminando... yo le sigo detrás...
-Quién es el que quiere edificar una torre... construir
Quién es el rey que parte a guerrear... combatir
Dos empresas que requieren reflexión y perseverancia.
-Que no empieza por sentarse... Para calcular el gasto.
Que no empieza por sentarse... Para ver si podrá afrontar al adversario...
Seguir a Jesús, eso no se hace sin reflexionar, sin pensarlo de antemano. Como para una empresa que hay que prever y para la que es necesario organizarse.
"Sentarse"
El deber de sentarse para reflexionar, con el bolígrafo en la mano, calculando las ganancias y las pérdidas. Es cosa de considerarla dos veces.
Por el hecho de "seguir a Jesús", ¿qué voy a ganar? ¿qué voy a perder?
-De igual manera, todo aquel de vosotros que no renuncie a todos sus bienes, no puede ser discípulo mío.
¿Qué "he arriesgado" yo por Jesús? En la alegría del don total.
NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 2
EVANG. DE PENTECOSTES A ADVIENTO
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 264 s.
3-2.
1. (Año I) Romanos 13, 8-10
a) Sigue Pablo, en este breve pasaje, apuntando a la vida de la comunidad y las condiciones para su funcionamiento.
La idea que le interesa subrayar es que "el que ama, tiene cumplido el resto de la ley".
Todos los demás mandamientos son comentario y acompañamiento. Todos "se resumen en esta frase: amarás a tu prójimo como a ti mismo".
b) Jesús, el Maestro, nos dijo que el amor es el principal mandamiento. El que ama a Dios y al prójimo, cumple todo lo que hay que cumplir.
Pablo insiste, aquí, en el amor al prójimo, porque está describiendo la vida de una comunidad cristiana, que ayer comparaba a un cuerpo en el que todos tienen que colaborar para el bien común
Ya sabemos lo difícil que es "amar al prójimo como a nosotros mismos". La medida del amor fraterno, a veces, es "como Dios ama a todos". Otras, "como yo, Cristo, os he amado".
Y aquí, "como a ti mismo.". Las tres medidas son difíciles, porque suponen radicalidad, gratuidad en el amor, salir de sí mismos y buscar el bien de los demás.
¡Cuántas ocasiones tenemos, al cabo del día, en la vida de familia o en cualquier otra comunidad o ambiente, para mostrar esta actitud, la fundamental de los cristianos! No se nos piden milagros. Se nos piden detalles de amor y delicadeza con los demás. ¿No sigue siendo verdad, también en nuestros tiempos, que "en las tinieblas brilla como una luz el que es justo, clemente y compasivo"? ¿no comunicamos luz y esperanza a los que viven con nosotros cuando les tratamos bien?
Al fin de cada jornada (y en los retiros mensuales o anuales, o cuando acudimos al sacramento de la Penitencia), la pregunta básica que nos podemos hacer es ésta, tan sencilla y profunda: ¿he amado?
En el fondo, siempre está la promesa: "a mí me lo hicisteis".
1. (Año II) Filipenses 2,12-18
a) "Seguid actuando vuestra salvación". No basta haber creído, haber empezado bien.
Pablo, a sus comunidades, las exhorta siempre a crecer, a seguir trabajando, a madurar todavía más en su fe.
Las recomendaciones son bien sustanciosas: "hacedlo todo sin protestas ni discusiones", siempre "irreprochables y límpidos, hijos de Dios sin tacha", ya que "en medio de una gente torcida y depravada", los cristianos debemos "brillar como lumbreras del mundo, mostrando una razón para vivir".
Termina el pasaje con una clave litúrgica que aproxima el culto a la vida: la vida de fe de los Filipenses es el "sacrificio litúrgico" (en griego "thysia" y "leitourgia", sacrificio y liturgia) y Pablo está dispuesto a derramar su propia sangre como libación sobre ese sacrificio, y además con alegría.
b) "En medio de una gente torcida y depravada", que sigue sus propios criterios, muy distintos de los de Cristo, los cristianos debemos ser "lumbreras del mundo", "irreprochables y límpidos", "hijos de Dios sin tacha".
Buen programa de crecimiento en nuestra fe y de testimonio ante los demás. Cuando un cristiano tiene riqueza interior de fe, es cuando da un testimonio creíble, sin necesidad de discursos. Un cristiano debe tener valentía para ser distinto; para ir contra corriente, si hace falta; para seguir los caminos de Dios y no dejarse contaminar por la mentalidad del mundo.
Necesitará esa valentía de la que habla también el salmo: "espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor".
Una de las cosas que podemos aportar a este mundo es la esperanza, "mostrando una razón para vivir". Pablo transmite a su comunidad la convicción de que vale la pena vivir los valores del evangelio, que todo lo que ha hecho valía la pena: "mis trabajos no fueron inútiles ni mis fatigas tampoco". Más aún, si hay que dar la propia vida, "yo estoy alegre y me asocio a vuestra alegría", y les pide a ellos lo mismo: "por vuestra parte estad alegres y asociaos a la mía". Eso se llama contagiar esperanza, comunicar optimismo. Un optimismo que sólo puede venir de la fe, de la convicción de que "es Dios quien activa en vosotros el querer y la actividad para realizar su designio de amor".
La Plegaria Eucarística Vb pide a Dios, para los que van a comulgar, que se dejen llenar de este espíritu: "que tu Iglesia, Señor, sea un recinto de verdad y de amor, de libertad, de justicia y de paz, para que todos encuentren en ella un motivo para seguir esperando". Es la consigna de Pablo: "mostrando una razón para vivir".
2. Lucas 14,25-33
a) El seguimiento de Jesús no va a ser fácil. Podemos explicarnos en parte lo que él lamentaba ayer, que algunos no aceptan la invitación al banquete de su Reino, porque es exigente y no se trata sólo de sentarse a su mesa.
Hoy nos dice que, para ser discípulos suyos, hay que "posponer al padre y a la madre, a la familia, e incluso a sí mismo", y que hay que estar dispuestos a "llevar la cruz detrás de él".
Pone Jesús dos ejemplos de personas que hacen cálculos, porque son sabias, y buscan los medios para conseguir lo que vale la pena. Uno que ajusta presupuestos para ver si puede construir la torre que quiere. Otro que hace números, para averiguar si tiene suficientes soldados y armas para la batalla que prepara. Así deberían ser de espabilados los que quieren conseguir la salvación.
b) Seguir a Jesús es algo serio. Comporta renuncias y cargar con la cruz y posponer otros valores que también nos son muy queridos.
Si se tratara de hacer una selección en las páginas del evangelio, y construirnos un cristianismo a nuestra medida, "a la carta", entonces sí que podríamos prepararnos un camino fácil y consolador. Pero el estilo de vida de Jesús es exigente y radical, y hay que aceptarlo entero. La fe en Cristo abarca toda nuestra vida.
¿Hemos hecho bien los cálculos sobre lo que nos conviene hacer para conseguir la vida eterna? ¿a qué estamos dispuestos a renunciar para ser discípulos de Jesús y asegurarnos así los valores definitivos? ¿somos inteligentes al hacer bien los números y los presupuestos, o nos exponemos a gastar nuestras energías en la dirección que no nos va a llevar a la felicidad? Para las cosas de este mundo solemos ser muy sabios, y las programamos y revisamos muy bien: negocios, estudios, deportes. ¿También nos sentamos a hacer números en las cosas del espíritu?
Jesús, para llevar a cabo su misión salvadora de la humanidad, renunció a todo, incluso a su vida. Por eso fue constituido Señor y Salvador de todos. Y nos dice que también nosotros debemos saber llevar la cruz de cada día, para hacer el bien como él y con él.
"Todos los demás mandamientos se resumen en esta frase: amarás a tu prójimo como a ti mismo" (1ª lectura I)
"Brilláis como lumbreras del mundo, mostrando una razón para vivir" (1ª lectura II)
"Quien no lleve su cruz detrás de mí, no puede ser discípulo mío" (evangelio)
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona 1997. Págs. 249-252
3-3.
Fil 2, 12-18: Dios les da buenas intenciones y ánimos para realizarlas
Lc 14, 25-33: Exigencias del seguimiento: la piedra en el zapato
El seguimiento de Jesús es como una piedra en el zapato. Nos hace detenernos en el camino y examinar qué es lo que no nos deja seguir. Nos obliga a pensar si el camino vale la pena, es el adecuado, es el ideal. Pues, el seguimiento de Jesús tiene unas exigencias destinadas a liberar a los seres humanos de las cargas inútiles y excesivas: el seguimiento de Jesús prepara y exige absoluta libertad.
Se trata, sin lugar a dudas, de un camino novedoso. Camino que muchos han seguido en la historia y que se muestra como una propuesta radical para realizar el designio divino. Francisco y Clara de Asís, Basilio, Agustín, Oscar Romero... son algunos de los nombres de hombres y mujeres que le apostaron por la Causa de Jesús y descubrieron en ella la fuente y el sentido de la vida.
El evangelio de hoy nos recuerda las exigencias del seguimiento. Requerimientos que en alguna medida pueden "mortificar", causar incomodidades, pero que tienen como fin ayudar al discípulo a estar disponible para seguir el camino de Jesús. La piedra en el zapato, esas singulares exigencias, no lo serán tales si se convierten en parte del estilo de vida del discípulo. Por eso, lo más oportuno es no llevar muchos zapatos para el camino, acumulando bienes innecesarios. Ni cargar con muchas bolsas, pues el bien más grande es Dios mismo. Ni llevar mucha compañía, pues en la comunidad de hermanos se encontrará la amistad y el apoyo. Viendo así las cosas, el camino se debe emprender en la más entera libertad, con los brazos abiertos para ir al encuentro del hermano y con los pies descalzos, para estar en el más cercano contacto con la realidad.
SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO
3-4. CLARETIANOS 2002
¿Por qué tantas veces hacemos lo que no queremos y dejamos de hacer lo que queremos? Da la impresión de que no somos los dueños de nosotros mismos, de que hay un abismo entre nuestros deseos y nuestras obras. Las palabras de Pablo a los filipenses han dado muchos quebraderos de cabeza. ¿Qué significa eso de que "es Dios quien activa en vosotros el querer y la actividad para realizar su designio de amor"? Pablo no habla de que Dios nos maneje como marionetas. Nuestro querer no se activa mecánicamente. El querer se activa cuando uno experimenta el amor. Dios nos pone en acción amándonos. En la medida en que tomamos conciencia de ese amor, nuestra vida se espabila, cobra vigor. Entonces podemos brillar "como lumbreras del mundo, mostrando una razón para vivir". Esta me parece la frase que más conecta con nuestra situación actual. Hay muchas personas que no encuentran razones para vivir. Siguen amontonando jornadas, pero lo hacen de manera cansina, como dejándose arrastrar por la rutina de la vida. Si algo podemos ofrecer hoy desde nuestra experiencia de Jesús es una razón para vivir y, por lo tanto, para sufrir y para morir. Esa razón se expresa muy bien en el salmo 26: "El Señor es mi luz y mi salvación".
Dirijamos ahora nuestra mirada al evangelio. Jesús está hablando de la necesidad de no anteponer nada ni nadie a su persona y, en consecuencia, de la necesidad de renunciar a todo: "El que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío". En medio apela a dos experiencias de la vida cotidiana: la del que se pone a construir una torre y la del rey que entabla batalla con otro rey. Uno se pregunta: ¿a qué vienen estas historias? ¿Qué tienen que ver con el mensaje central de las condiciones que se exigen para seguir a Jesús?
Son historias con una moraleja: en la vida es importante medir las consecuencias de lo que hacemos, es importante calcular. Pero calcular, ¿qué? Muy sencillo: adónde nos lleva la "seguridad" que nos proporcionan nuestros vínculos (familiares o materiales) y a dónde la "inseguridad" de Jesús. Lo que, a primera vista, parece estable se revela inestable. Y lo que, a primera vista, parece una renuncia absurda, casi inhumana, puede esconder el secreto de la felicidad.
Jesús nos invita, por tanto, a no dejarnos llevar
por las simples apariencias, a fiarnos de él, aunque su propuesta parezca poca
cosa en el supermercado de propuestas que hoy nos llegan.
Mi luz y mi salvación eres tú,
Tú la linterna en mis noches de neón,
Tú mi suero en horas deshidratadas,
Tú mi antivirus ,
Tú mi insegura estabilidad,
mi paz armada,
mi frustración vencida,
mi rutina hecha primavera.
Gonzalo (gonzalo@claret.org)
3-5. 2001
COMENTARIO 1
JESUS EXTREMA LAS CONDICIONES PARA SER DISCIPULO
En la primera parte (vv. 25-35), Jesús invita a las multitudes por triplicado a
la renuncia total (vv. 26b.27a.33a) y al seguimiento (vv. 26a.27b), de otro modo
no podrán llegar a ser discípulos suyos (vv. 26c.27c.33b). La primera condición
dice así: «Si uno quiere venirse conmigo y no me prefiere a su padre y a su
madre... y hasta a sí mismo, no puede ser discípulo mío» (14,26). Se trata de
hacer una opción radical por la persona de Jesús y por la nueva escala de
valores que él propone. (La antigua, personificada por las relaciones familiares
a la que es necesario renunciar, es común a toda sociedad humana.) Los valores
del reino deben estar por encima de todo. Quien no hace opción por la Vida que
él personifica, tendrá que contentarse con una vida raquítica y no conseguirá
superar jamás los problemas que plantean las relaciones humanas.
La segunda condición es consecuencia de la anterior: «Quien no carga con su cruz
y se viene detrás de mí, no puede ser discípulo mío» (14,27). A imitación de
Jesús, el discípulo tiene que estar preparado para afrontar el rechazo de la
sociedad que tan segura se muestra de sí misma, si bien tiene los pies de barro
como la estatua de Nabucodonosor. Quien no esté dispuesto a aceptar el fracaso a
los ojos de los hombres, viene a decir, que no se apunte. Uno debe ir por el
mundo sin seguridades de ninguna clase, llevando a cuestas como Jesús la suerte
de los marginados y asociales.
La tercera condición es reasuntiva: «Esto supuesto, todo aquel de vosotros que
no renuncia a todo lo que tiene, no puede ser discípulo mío» (14,33).
Después se formula una pregunta doble, donde se insiste en la absoluta necesidad
de calcular/deliberar antes de tomar una decisión tan importante: «¿Quién de
vosotros, en efecto, si quiere construir una torre, no se sienta primero a
calcular los gastos...? Y ¿qué rey, si quiere presentar batalla a otro rey, no
se sienta primero a deliberar si le bastarán diez mil hombres para hacer
frente...?» (14,28-32). Los dos ejemplos propuestos sirven para demostrar que la
decisión no puede hacerse a la ligera. Los medios humanos con que se puede
contar son del todo insuficientes para acometer la construcción del reino de
Dios y para afrontar las dificultades humanamente insuperables que se derivan de
ello. La única escapatoria inteligente de este callejón sin salida es sopesar la
gravedad de la situación, renunciando a contar exclusivamente con los propios
medios. Solamente así se podrá hacer la experiencia del Espíritu, la fuerza de
que Dios dispone para la construcción del reino.
COMENTARIO 2
La necesidad de concluir lo comenzado constituye el contenido fundamental de
este pasaje que comprende dos partes: en la primera (vv.25-27), una serie de
máximas sobre el seguimiento como supremo valor de la existencia. La segunda
propone dos parábolas, con su correspondiente conclusión, sobre la incapacidad
de perseverar en las obras emprendidas (vv.28-32).
Las máximas de Jesús tienen carácter universal ya que están dirigidas a las
multitudes que lo acompañan en su camino. Todas ellas están centradas en el
carácter global que tiene el seguimiento de Jesús. Este debe ser para el
discípulo superior incluso a los deberes que todo hombre tiene respecto a la
propia familia y a la propia vida. En el primer caso, conforme a la importancia
que tiene el vínculo conyugal para Lucas, se menciona aquí a la esposa, ausente
en el texto paralelo de Mt 10,37.
Respecto a la propia vida se presenta ante el discípulo la necesidad de adecuar
la propia vida a la vida de Jesús cuya cruz es señal de la imposibilidad de
volver atrás en el cumplimiento de la misión que le ha sido encomendada, aun
cuando esté en juego la conservación de la vida.
Las parábolas de la construcción de la torre y del saber calcular las fuerzas
antes de una batalla tienen como principal objetivo poner de relieve la
necesidad del cálculo y del examen sobre la posibilidad de llevar a término
ambas empresas, que se subraya en ambas comparaciones.
En el primer caso, se presenta el momento previo al comienzo de la edificación
como momento en que se deben hacer los cálculos y prever los gastos necesarios
para concluirla. El comienzo de la obra, indicado con la mención de "los
cimientos" exige la conclusión de la obra o, de lo contrario, exponerse al
ridículo ante los que contemplan la frustración de lo proyectado.
El cálculo y valoración de las propias fuerzas está también presente en los
momentos previos a una batalla, esta vez acompañados del cálculo y valoración de
las fuerzas adversarias. Esta actitud permite adoptar una postura razonable ante
los acontecimientos: continuar con la guerra o pedir la paz.
El v.32 conecta las parábolas a las máximas que le preceden y, de esa forma,
confirman el carácter englobante del seguimiento de Jesús y de la renuncia total
que éste comporta.
Por su misma naturaleza, el seguimiento debe ocupar la totalidad del horizonte
presente de la vida del díscípulo ya que quien "no renuncia a todo lo que tiene,
no puede ser discípulo" de Jesús.
1. Josep Rius-Camps, El Éxodo del Hombre libre. Catequesis sobre el Evangelio de Lucas, Ediciones El Almendro, Córdoba 1991
2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)
3-6. 2002
A poco que cualquiera de nosotros hayamos
frecuentado nuestros templos nos habremos dado cuenta de que siempre hay gente
que se queda justo, o casi, en el umbral de la puerta. Desde ahí participan en
la misa dominical o en la misa de diario. No es porque no haya sitio dentro de
la Iglesia. Esto, ciertamente, sucede algunas veces. Pero incluso cuando hay
muchos bancos vacíos, donde se podría estar más cómodo y participar mejor, hay
siempre personas que se quedan en la puerta. Puede ser por muchas razones. Y lo
último que podemos hacer es juzgar sin escuchar a las personas.
Pero la imagen de la persona que se queda a medio camino, dentro del templo pero
sin entrar del todo nos puede servir como una buena metáfora para comprender la
actitud práctica, interior de muchos cristianos frente al Evangelio. Diría que
ese estar dentro y fuera a la vez, justo en el límite, es una actitud vital.
Somos muchos los que nos decimos cristianos pero a la vez no queremos
comprometernos del todo. Queremos "nadar y guardar la ropa".
¡Ya está bien de mediocridad! Jesús nos desafía claramente en el evangelio de
hoy a seguirle con todas las consecuencias. A no andar con componendas ni medias
tintas. A tomar nuestras decisiones sabiendo que solamente vale la pena seguir a
Jesús si vamos "a por todas".
Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)
3-7. ACI DIGITAL 2003
25. Los proselitistas humanos hallarían muy
sorprendente esta política de Jesús: Cuando inmensas multitudes lo siguen (cf.
12, 1) El, en lugar de atraerlas con promesas, como suele hacerse, pone en el
más fuerte aprieto la sinceridad de su adhesión (véase 9, 57 ss.). Con ello nos
da una de las grandes muestras de su divina verdad. Cf. 12, 22 y nota.
26. Quiere decir simplemente que en el orden de los valores Jesús ocupa el
primer lugar, aun frente a los padres. Nótese que, si bien el honrar padre y
madre es un gran mandamiento del mismo Dios, Jesús se declara El mismo
instrumento de discordia en las familias (véase 12, 51 y nota), y nos previene
que los enemigos estarán en la propia casa (Mat. 10, 34 ss.), donde el ambiente
mundano o farisaico se burlará de los discípulos como lo hacían del Maestro sus
propios parientes. Cf. Marc. 3, 21; Juan 7, 3 - 5.
27. Cf. 9, 23; Mat. 10, 38; 16, 24; Marc. 8, 34; Gál. 6, 14.
33. Es notable que la conclusión de Jesús no nos habla de aumentar nuestros
recursos propios, como parecería deducirse de la parábola. Es para enseñarnos
que Satanás será siempre más fuerte que nosotros, si pretendemos combatirlo con
las armas nuestras (cf. 9, 24 y nota) y sin el auxilio que el mismo Dios nos da
por la gracia (I Pedr. 5, 8 s.). Cf. 9, 24; Mat. 10, 39; Juan 15, 5.
34. La sal, símbolo de la sabiduría sobrenatural, representa a los que han de
difundirla en nombre de Jesús. Si ellos pierden la buena doctrina, se hacen
despreciables ante Dios como el estiércol. La corrupción de la grey, dicen S.
Jerónimo y S. Ambrosio, será siempre el síntoma de que los ministros del
Evangelio se han desvirtuado. Cf. 11, 52 y nota: "¡Ay de vosotros! hombres de la
Ley, porque vosotros os habéis apoderado de la llave del conocimiento; vosotros
mismos no entrasteis, y a los que iban a entrar, vosotros se lo habéis
impedido". La llave del conocimiento de Dios es la Sagrada Escritura (S.
Crisóstomo). Los escribas y fariseos que la interpretaban falsamente, o la
reservaban para sí mismos, son condenados como seductores de las almas. El
pueblo tiene derecho a que se le predique la Palabra de Dios. En cuanto al
conocimiento de la Sagrada Biblia por parte del pueblo, dice S. S. Pío XII en la
reciente Encíclica "Divino Afflante": "Favorezcan (los Obispos) y presten su
auxilio a todas aquellas pías asociaciones, que tengan por fin editar, y
difundir entre los fieles ejemplares impresos de las Sagradas Escrituras,
principalmente de los Evangelios, y procuren con todo empeño que en las familias
cristianas se tenga ordenada y santamente cotidiana lectura de ellas".
3-8. SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO
Miércoles 5 de noviembre de 2003
Zacarías, Isabel, Silvia
Rom 13, 8-10: El que ama al prójimo ha cumplido la ley
Salmo responsorial: 111, 1-2.4-5. 9
Lc 14, 25-33: Condiciones para ser discípulo de Jesús
Seguimos con Jesús camino a Jerusalén. El contexto
ya no es ahora la cena en casa de uno de los jefes de los fariseos, sino el
contexto es el 'camino'. Ahora la atención se centra sobre el discipulado. Mucha
gente caminaba con Jesús, por eso Jesús se vuelve y deja bien en claro las
condiciones para ser discípulos de él. El discípulo es el que camina detrás de
Jesús camino a Jerusalén. Muchos caminan con él, pero de hecho pocos llegan a
ser sus discípulos. Por eso Jesús define el discipulado y lo hace en términos
extremadamente radicales.
Nuestra perícopa tiene tres partes: (1) condiciones para ser discípulo (vv.
25-27), (2) medir fuerzas para decidirse a ser discípulo (vv. 28-32) y (3)
conclusión final (v. 33).
Jesús exige a sus discípulos una preferencia radical por su persona, por encima
de todas las relaciones familiares: padre, madre, mujer, hijos, hermanos y
hermanas. Jesús incluso exige poner de lado la preocupación por la vida propia.
Esa preferencia radical se expresa en el semitismo 'odiar', que significa
'preferir por encima de'. El discípulo es el que camina detrás de Jesús hacia
Jerusalén. El discípulo debe llevar su cruz. No se trata de la cruz en general,
sino de la misma cruz que Jesús va a asumir en Jerusalén. El discípulo, como
Jesús, no asume una cruz cualquiera, sino la cruz por causa del Reino de Dios.
El ser discípulo de Jesús camino a Jerusalén, es tan radical, que Jesús pide a
los que quieren ser discípulos, que lo piensen bien antes y midan bien sus
fuerzas. El texto pone dos ejemplos: la edificación de una torre y la guerra de
un rey contra otro. Son dos empresas que exigen mucha reflexión y mucho cálculo.
Es triste que se burlen de nosotros y digan: 'Este comenzó a edificar y no pudo
terminar' (v.30). Muchos deciden ser discípulos de Jesús, pero no llegan con
Jesús hasta Jerusalén. Se quedan a mitad de camino.
La conclusión de la perícopa es general: 'cualquiera de Uds. que no renuncie a
todos sus bienes, no puede ser discípulos mío'. Se pone el acento en lo
económico: renuncia a todos los bienes. Es propio de Lucas acentuar el
fundamento económico de las decisiones espirituales.
En la renuncia del v. 26 aparece como candidato a discípulo un adulto varón
joven, que tiene todavía padre y madre, que ya está casado, que tiene hijos,
como también hermanos y hermanas. Llama la atención aquí la renuncia a la mujer
y a los hijos, para ser discípulo de Jesús. El texto paralelo de Mt 10, 37 no
menciona la mujer. Abandonar la mujer y los hijos por seguir a Jesús es propio
de la tendencia ascética de Lucas. Mejor sería interpretar que el discípulo, con
su mujer, hijas e hijos, se hace discípulo de Jesús por causa del Reino de Dios.
3-9. DOMINICOS 2003
Amar es cumplir la ley entera
Dichoso quien teme al Señor y ama de corazón sus mandatos. En las tinieblas brilla como una luz el que es justo, clemente y compasivo... Reparte limosna a los pobres... (Sal 111)
Hoy la liturgia nos invita a que sepamos y queramos compartir el Pan en la Mesa Eucarística, y la Palabra en la reflexión bíblica. Oigamos su mensaje: El que ama de verdad lo hace todo bien; quien toma decisiones y no discierne los amores mejores, poniendo a Dios a su sitio, naufraga. El que pretende construir edificios sólidos sobre cimientos móviles, se expone a la ruina...
Retengamos, para todo el día, estos pensamientos del salmo 111:
El justo reparte limosna a los pobres.
El justo es constante en caridad, no falla.
El justo se mantiene digno ante Dios y ante los hombres.
El justo vive la felicidad de hacer felices a los demás.
El justo cumple la justicia, sirve en caridad, ayuda en generosidad...
“Hermanos: A nadie debáis nada, si no es el amor, pues quien ama tiene cumplido el resto de la ley. De hecho, el “no cometerás adulterio, no matarás...” y los demás mandamientos se resumen en esta frase: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Uno que ama a su prójimo no le hace daño. Por eso digo: amar es cumplir la ley entera”.
Amar y hacer daño al amado, no se compadecen. Tener criterios de justicia y cometer injusticia con el hermano, no se compadecen. Utilizar palabras prometedoras y engañar al vecino, no se compadecen. La verdad es siempre limpia y coherente.
“En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús. Él, volviéndose a ellos, les dijo: Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos..., e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. Quien no lleve su cruz detrás de mí no puede ser discípulo mío...”
Estas palabras de Jesús son duras. Presentan un radicalismo que no admite medias tintas. Pero siempre hemos de tomarlas como un ideal al que se tiende, y que ha de ser matizado en la vida con discernimiento. Jesús no es opresor sino liberador del espíritu.
Esa frase la repetimos muchas veces, pero no siempre la entendemos en el sentido exigente en que san Agustín, san Juan o san Pablo la utilizan. Venimos diciendo en reflexiones precedentes que la caridad verdadera se va despojando de toda adherencia que la retiene en campos de intereses, egoísmos y utilitarismos, para elevarse a la delicadeza y ternura del amor puro, limpio, desinteresado.
En la escala del amor, como dicen los místicos, hay que ir subiendo de los pies de Cristo a su corazón, y de su corazón a sus labios, para que todo redunde en paz, compasión, verdad, luz.
Acentuemos el radicalismo de las palabras de Jesús.
El Señor nos fija como contexto para todas nuestras actuaciones y decisiones la opción por Él, dejando en segundo plano todas las otras dimensiones de la vida.
En realidad, eso viene a ser lo mismo que Pablo nos ha comentado, pero con expresiones tan contundentes que producen escalofrío.
La viveza del lenguaje y de la catequesis de Jesús reviste con frecuencia un carácter deslumbrante. ¿Para qué? Unas veces, para provocar en nosotros una reflexión profunda; otras, para subrayar cuál ha de ser, y dónde se ha de encontrar, el tesoro por el que nos lo hemos de jugar todo en la vida.
Dios y los hombres no se contraponen en el verdadero amor. Quien ama de verdad a Dios ama a sus padres, hermanos y amigos y pobres. Pero cada elemento debe estar en su lugar, para que resulte armónico el conjunto, trabajándolo con un solo y mismo espíritu.
3-10. CLARETIANOS 2003
Queridos amigos y amigas:
La carta a los Romanos sigue dándonos lecciones de gratuidad desde el prisma del
amor cristiano: “A nadie le debáis nada, más que amor”. Cualquier cumplimiento,
por bueno que sea –y hay muchos excelentes-, tiene que ser completado por el
amor. Sólo así se pueden evitar deudas. Sólo desde el amor, que hemos conocido
de Dios, puede llevarse a plenitud nuestra vida concreta y real. El amor es
gratuito, generoso, inmenso... y libre de impuestos. El amor siempre desgrava.
El resto de la ley, sin amor, hipoteca.
Desde este amor podemos entender el seguimiento renunciante de Jesús, que nos
recuerda el pasaje evangélico de Lucas este día. Renuncias loables, que
configuran muchas vidas cristianas. Pero que si no se completan por, con y en el
amor, se pueden convertir en pagos fraccionados de una entrega. Por tanto en una
anti-entrega.
Siempre tenemos la oportunidad de recrear el amor, de hacerlo intensidad
primera, de girarlo hacia Dios, de renovarlo esponjando el corazón que Él mismo
nos ha dado para amar a su manera. Una manera de plenitud que transforma
cualquier renuncia, por Él y su causa, en donación gratificante.
Hoy es un buen día para no deber nada a nadie, más que amor. ¡Mañana también!
Vuestro hermano en la fe,
Luis Ángel de las Heras, cmf (luisangelcmf@yahoo.es)
3-11. 2003
LECTURAS: ROM 13, 8-10; SAL 111; LC 14, 25-33
Rom. 13, 8-10. La Ley y los profetas se resumen en el amor. Quien no ama a su
prójimo no conoce a Dios, porque Dios es amor. Toda la Escritura nos hace
conocer el amor que Dios nos tiene; y por eso, si queremos escuchar y poner en
práctica la Palabra de Dios, hemos de llegar al amor perfecto; si no caminamos
hacia esa perfección en vano creemos en Dios, y en vano querremos hacer nuestra
su Vida. Sabemos que hemos pecado. Y el pecado ha oscurecido en nosotros el amor
y la capacidad de amar. Cristo ha venido a liberarnos del pecado y de la muerte.
El hombre reconciliado es aquel que ha recuperado, por medio de Cristo, la
capacidad de amar. El hombre perfecto en Cristo es aquel que ama como nosotros
hemos sido amados por Él. Hagamos nuestro el amor de Cristo y lleguemos a la
perfección que Dios quiere de nosotros.
Sal. 111. Temer al Señor y amarlo de corazón no es sentir
cosquillas en el pecho; es tenerlo en nuestro corazón como el único Dios, centro
de nuestra vida, de nuestras obras, de nuestros pensamientos y palabras. Quien
tiene a Dios consigo camina guiado por su Espíritu para vivir siendo justo,
clemente, compasivo y honrado. Quien vive sin Dios se convierte en un injusto,
en un malvado, en un usurero, en un delincuente, en alguien que aplasta al pobre
y lo destruye. Si queremos ser bendecidos por Dios amémoslo de corazón y seamos
fieles a sus mandatos y enseñanzas.
Lc. 14, 25-33. Calcular el costo de nuestro seguimiento a Cristo: Renuncia a
poner nuestra seguridad en los bienes temporales y a aquello que nos da
seguridad en este mundo: nuestros padres, esposa, hijos, hermanos; e, incluso,
uno mismo; saber que hemos de cargar nuestra cruz de cada día haciendo nuestros
los dolores, sufrimientos, limitaciones, enfermedades y pecados de los demás
para darles una solución adecuada en Cristo; aceptar que en lugar de endurecerle
la vida a los demás o hacérsela más pesada, se las aliviaremos y haremos más
llevadera. Eso es lo que aceptamos vivir por seguir amorosamente a Cristo. Y lo
seguimos para llegar, junto con Él, hasta el extremo de morir en el calvario por
amor a los demás. Pero la muerte no tendrá para nosotros la última palabra, sino
la vida; pues siguiendo a Cristo pasaremos por la muerte, resucitando junto con
Él para ser glorificados también junto con Él. Ante ese panorama que se nos
presenta, lancémonos alegres y llenos de valor, cargando nuestra cruz de cada
día, para alcanzar la corona y la gloria que Dios nos ofrece.
En esta Eucaristía el Señor nos manifiesta cuánto nos ama, dando su vida por
nosotros, y haciéndonos partícipes de la Vida que Él recibe de su Padre Dios. En
su amor por nosotros, Él cargó sobre sí nuestros pecados para redimirnos de
ellos clavándolos en la cruz; por eso se convirtió para nosotros en el Cordero
de Dios que quita el pecado del mundo. Entremos en comunión de vida con Él y
estemos dispuestos a ir tras sus huellas, cargando nuestra cruz de cada día.
Entonces no sólo estaremos dando culto a Dios, sino amándolo por serle fieles a
su mandato de amarnos los unos a los otros como Él nos ha amado a nosotros.
Carguemos con nuestra cruz de cada día, siendo fieles a la misión que el Señor
nos confió de anunciar su Evangelio. Seamos un Evangelio encarnado del amor de
Dios para los demás. Pasemos, como Cristo, haciendo el bien a todos. Así
edificaremos la Iglesia sobre el Cimiento sólido y Piedra angular, que es Cristo
al renunciar a nuestros gestos amenazadores, a nuestros egoísmos, a nuestras
injusticias, a nuestras pasiones desordenadas, a nuestras inclinaciones
enfermizas al dinero o al poder. Sabiendo que quien ama a su prójimo no le causa
daño a nadie viviremos como una Iglesia que se edifica, día a día en el amor.
Cristo nos quiere libres de toda carga de maldad, de todo pecado, de toda
injusticia y de todo signo de muerte; pues de lo contrario en lugar de cargar la
cruz de nuestra entrega a favor del Evangelio, sólo aparentaríamos ir hacia el
Señor quedando entrampados en la condenación y la muerte, consecuencia de
nuestras esclavitudes al pecado. Trabajemos por construir el Reino de Dios entre
nosotros esforzándonos para que brille la justicia, la clemencia y la compasión;
que el amor sea algo real y concreto, y no sólo un buen deseo, convertido en
espejismo engañoso.
Que Dios nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra
Madre, la gracia de vivir con lealtad nuestra fe en Cristo, para que, siendo luz
en medio de las tinieblas del mundo, colaboremos para que todos encuentren el
camino que lleva a Cristo, Luz de las naciones y Salvación para todos los
hombres. Amén.
www.homiliacatolica.com
3-12. Cristo es exigente
Autor: P. José Luis Richard
Suele suceder que al escuchar hablar de la santidad, nos sentimos poco aludidos,
poco comprometidos. Más bien solemos dejar este tema para otros, para los
especialistas, para "los que sí pueden". Quizá para los religiosos y
consagrados, pero no para un cristiano de la calle, con sus cotidianos
obstáculos y ocupaciones. Por supuesto que el problema fundamental está en que
nunca nos planteamos seriamente la pregunta sobre la santidad. Nos parece un
edificio demasiado alto, posible sí, pero... para otro.
Al leer el Evangelio, podemos percibir la llamada alentadora de Cristo:
"Siéntate y haz cuentas, ya verás que tienes recursos suficientes para construir
una torre más alta de lo que tú crees".
Jesucristo es exigente, no se conforma con una entrega a medias, quiere nuestro
corazón totalmente para Él; pide todo. Nos dice: Si alguno viene y no aborrece a
su padre, a su madre,... y aun su propia vida, no puede ser mi discípulo. Más
aún, incluso cuando ya lo hemos dejado todo nos pide una cosa más: El que no
toma su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo. Es preciso dar la
vida por Él, como Él mismo la dio por nosotros. En definitiva, vemos que Cristo
nos pide ser santos, quiere que todos los que asuman su doctrina como norma de
vida, sean verdaderos hombres de Dios, desprendidos de todo, dedicados a Él.
Y lógicamente nos parece demasiado arduo. Incluso es posible que hayamos dejado
de considerarlo como una posibilidad. Cristo en este pasaje nos invita a hacer
cuentas para ver si tenemos o no para terminar la obra de la santidad. Pero su
idea no es para que nos retiremos decaídos y desanimados: "No, no soy capaz de
construirla". Jamás ha pretendido Cristo que hagamos las paces con el enemigo de
nuestras almas. Por tanto, si nos invita a deliberar si podemos hacerle frente,
es para que nos convenzamos de que realmente somos capaces de vencer, de que
somos más fuertes de lo que nos imaginamos. Podemos atrevernos a atacar con la
plena seguridad de que saldremos victoriosos.
Tenemos el material suficiente para levantar ese gran edificio de nuestra
santidad. Contamos con las tropas necesarias para vencer al enemigo de Cristo en
nosotros. Basta que hagamos cuentas, conscientes de que nunca seremos tentados
más allá de nuestras fuerzas.
Cuando Dios llama a alguien, lo toma y lo coloca en estado excepcional de
avanzada, de exigencia de perfección y de responsabilidad, ante el cual el
elegido se encuentra ahí, solo, inerme, vulnerable por todas partes, débil y
pecador. Ante ello, sólo queda una alternativa: o la de huir aterrorizado o la
de creer en la fidelidad de Dios.
3-13. SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO 2004
Fil 2, 12-18. Buscar la salvación
Salmo responsorial: 26
Lc 14, 25-33. Condiciones para ser discípulo
Nos encontramos en la segunda sección del evangelio (9,51-19,28). Recordemos que
este gran bloque nos cuenta los pormenores del viaje de Jesús y sus discípulos
desde Cafarnaún hasta Jerusalén.
Durante el viaje, Jesús se preocupa de manera muy particular de instruir a sus discípulos acerca del contenido del Reino de Dios. Si comparamos esta sección con la primera (4, 14-9,50), encontramos una gran diferencia. Durante el tiempo del ministerio de Jesús en Galilea, Jesús realiza muchos milagros y desarrolla diversas acciones; en cambio, la predicación ocupa menos espacio. Durante el viaje a Jerusalén se invierten los términos; la predicación y las enseñanzas ocupan un puesto muy relevante, mientras que la descripción de los milagros ocupan una posición más secundaria, además, tienen como objetivo ilustrar algún aspecto de la predicación o instrucción del maestro.
En la caminada hacia Jerusalén, Jesús se hace Palabra. Una Palabra de vida que prepara a los discípulos para vivir con fidelidad los compromisos del Reino. Una Palabra que se hace vida en la práctica concreta de la comunidad cristiana.
El evangelio de Lucas en los textos anteriores nos ha dicho que el Reino de Dios es una invitación abierta para todos los hombres y mujeres, que todos estamos llamados a participar de esta propuesta. Bajo esta premisa, el texto de hoy plantea necesariamente el problema de las exigencias o condiciones que deben cumplir los que libre y voluntariamente asumen este camino. Seguir a Jesús exige muchas veces renunciar y despojarse de todas las cargas que no dejan caminar, exige adecuar la vida a la propuesta que Jesús nos hace, implica replantear nuestra vida, desinstalarnos y asumir los compromisos del Reino, si queremos ser los verdaderos discípulos de Jesús. La colección de dichos que encontramos en este texto, en su mayoría de la comunidad lucana, están centrados en las condiciones necesarias para ser discípulos de Jesús. En todo caso, Jesús marca las exigencias reales que conlleva el “acompañarlo” en su viaje hasta Jerusalén, es decir, Jesús es muy claro en lo que significa seguirlo hasta el lugar donde él se va a enfrentar con las autoridades políticas y religiosas de la capital. Según Lucas, nada puede imposibilitar el seguimiento de Jesús. Ni los lazos familiares construidos en el afecto a los padres, hermanos o a la mujer y los hijos, ni mucho menos los bienes económicos o tus propios proyectos pueden ser un impedimento o atadura en el compromiso total del seguimiento. Seguir a Jesús implica asumir su proyecto con todas sus condiciones, que no son otra cosa que entregar la propia vida, si es necesario, por los demás, como lo hizo el mismo Jesús. Por eso, quien no asume la cruz no puede ser discípulo de Jesús.
Las dos parábolas finales del evangelio tienen como objetivo hacer hincapié en las exigencias que tiene el seguir a Jesús, exigencias que llevan a entregar la propia vida como Jesús, si es necesario, por el Reino. Nos invitan a sentarnos a calcular, a ver las propias condiciones con que se cuenta para asumir, resistir y enfrentar la cruz. Esta actitud la exige Jesús a sus seguidores para que no se queden a medio camino: solo con el comienzo (con un seguimiento aparente), o con el desengaño de quienes no completaron la obra (los que se quedaron sin cambiar de estructura mental). Mientras que la radicalidad en el seguimiento de Jesús no tenga consecuencias, incluso en lo que se refiere a los bienes materiales, siempre podemos pensar que seguir a Jesús solo se queda en discursos vacíos y sin contenido.
3-14.
Comentario: Rev. D. Joan Guiteras i Vilanova
(Barcelona, España)
«El que no lleve su cruz y venga en pos de mí, no puede ser discípulo mío»
Hoy contemplamos a Jesús en camino hacia Jerusalén. Allí entregará su vida para
la salvación del mundo. «En aquel tiempo, caminaba con Jesús mucha gente» (Lc
14,25): los discípulos, al andar con Jesús que les precede, deben aprender a ser
hombres nuevos. Ésta es la finalidad de las instrucciones que el Señor expone y
propone a quienes le siguen en su ascensión a la “Ciudad de la paz”.
Discípulo significa “seguidor”. Seguir las huellas del Maestro, ser como Él,
pensar como Él, vivir como Él... El discípulo convive con el Maestro y le
acompaña. El Señor enseña con hechos y palabras. Han visto claramente la actitud
de Cristo entre el Absoluto y lo relativo. Han oído de su boca muchas veces que
Dios es el primer valor de la existencia. Han admirado la relación entre Jesús y
el Padre celestial. Han visto la dignidad y la confianza con la que oraba al
Padre. Han admirado su pobreza radical.
Hoy el Señor nos habla en términos claros. El auténtico discípulo ha de amar con
todo su corazón y toda su alma a nuestro Señor Jesucristo, por encima de todo
vínculo, incluso del más íntimo: «Si alguno viene donde mí y no odia (…) hasta
su propia vida, no puede ser discípulo mío» (Lc 14,26-27). Él ocupa el primer
lugar en la vida del seguidor. Dice san Agustín: «Respondamos al padre y a la
madre: ‘Yo os amo en Cristo, no en lugar de Cristo’». El seguimiento precede
incluso al amor por la propia vida. Seguir a Jesús, al fin y al cabo, comporta
abrazar la cruz. Sin cruz no hay discípulo.
La llamada evangélica exhorta a la prudencia, es decir, a la virtud que dirige
la actuación adecuada. Quien quiere construir una torre debe calcular si podrá
afrontar el presupuesto. El rey que ha de combatir decide si va a la guerra o
pide la paz después de considerar el número de soldados de que dispone. Quien
quiere ser discípulo del Señor ha de renunciar a todos sus bienes. ¡La renuncia
será la mejor apuesta!
3-15. Fray Nelson 3. Miércoles 3 de Noviembre de
2004
Temas de las lecturas: Sigan trabajando por su salvación, pues Dios es quien les
da energía interior para que puedan querer y actuar * El que no renuncie a todos
sus bienes, no puede ser mi discípulo.
1. El querer de Dios y el querer humano
1.1 Pablo nos sorprende hoy con una expresión que puede sonarnos extraña: "
esfúercense con santo temor en lograr su salvación" (Flp 2,12). Pablo nos tenía
acostumbrados a un lenguaje distinto. La salvación es un regalo, la salvación es
gracia: este es el estilo del Nuevo Testamento en general, y de Pablo en
particular, por ejemplo allí donde dice: " la gracia de Dios se ha manifestado,
trayendo salvación a todos los hombres" (Tit 2,11). O también: "por gracia
habéis sido salvados por medio de la fe, y esto no de vosotros, sino que es don
de Dios" (Ef 2,8). Ahora en cambio se nos habla de una salvación por la que hay
que "esforzarse", y no de cualquier modo, sino "con santo temor", según dice
esta traducción, o "con temor y con temblor", como dicen otras versiones. ¿Por
qué este cambio?
1.2 Si seguimos el pasaje de hoy encontramos algo bien profundo: " es Dios
quien, más allá de su buena disposición, realiza en ustedes el querer y el
actuar". Lo que hay detrás de este cambio (aparente) es una enseñanza sobre la
relación entre nuestra voluntad y la voluntad de Dios, entre nuestro querer y el
querer de Dios. Con humildad, pero también con deseo de aprender, entremos un
poco más en esta cuestión.
2. Dos situaciones distintas
2.1 Ante todo, conviene distinguir dos situaciones distintas. No cabe duda de
que el primer encuentro con la gracia es un puro regalo, y que en ello no cabe
una obra de nuestra voluntad, en el sentido de esfuerzo que Dios recompense.
Esta gracia primera es un don, simplemente un don. Cuando Pablo contrasta la
justificación por la fe y la justificación por las obras, se refiere a este
primer encuentro. "Ser justificado" es acceder a ese régimen de amistad y paz
con Dios, y por ello no encontramos un solo texto en que la justificación vaya
unida a alguna clase de esfuerzo o contrapartida de parte del ser humano (cf.
Hch 13,39; Rom 2,13; 3,24; 4,25; 5,1.9.16.18; 1Co 1,30; 6,11; Gál 2,16.17; 3,24;
5,4; Tit 3,7).
2.2 Mas no todo queda hecho con esa justificación. El régimen de amistad y paz y
salvo con Dios pide algo de nosotros, y aquí es donde entra la segunda
situación. La primera es la del primer encuentro; la segunda es: ¿qué pasa una
vez que se ha recibido la justificación, es decir, ese don inicial que nos sitúa
en el terreno de la salvación? Es en esta segunda situación donde encuentra su
lugar la acción de nuestra voluntad, no como contrapuesta a la voluntad de Dios,
sino como facultada, robustecida, sostenida y dirigida por la fuerza y la gracia
de Dios.
2.3 San Pablo habla de este segundo momento en nuestro peregrinar en la gracia
por ejemplo allí donde escribe: "habiendo sido ahora justificados por su sangre,
seremos salvos de la ira de Dios por medio de El. Porque si cuando éramos
enemigos fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más,
habiendo sido reconciliados, seremos salvos por su vida" (Rom 5,9-10). ¿Por qué
ese tiempo futuro? ¿Por qué dice "seremos salvos"? Porque hay un lapso entre la
justificación y la plenitud de la salvación.
2.4 Ese lapso, ese espacio que aún debemos recorrer, es el tiempo para las
buenas obras, según la expresión que utiliza el mismo apóstol, que conviene
citar íntegra aquí: " El nos salvó, no por obras de justicia que nosotros
hubiéramos hecho, sino conforme a su misericordia, por medio del lavamiento de
la regeneración y la renovación por el Espíritu Santo, que El derramó sobre
nosotros abundantemente por medio de Jesucristo nuestro Salvador, para que
justificados por su gracia fuésemos hechos herederos según la esperanza de la
vida eterna. Palabra fiel es ésta , y en cuanto a estas cosas quiero que hables
con firmeza, para que los que han creído en Dios procuren ocuparse en buenas
obras. Estas cosas son buenas y útiles para los hombres" (Tit 3,5-8). Durante
ese tiempo, en que nuestra voluntad aprende a ser en todo obediente a la
voluntad divina, cabe la recomendación que hemos escuchado hoy: " esfúercense
con santo temor en lograr su salvación."
2.5 La respuesta, pues, parece una paradoja: el "esfuerzo" mismo es un regalo.
Dios no nos regala su acción suprimiendo que nosotros actuemos sino que, como
bien explica Pablo, " es Dios quien, más allá de su buena disposición, realiza
en ustedes el querer y el actuar." Por eso los teólogos católicos han hablado
luego de las dos dimensiones de la gracia: es "operante" cuando nos justifica
siendo nosotros pecadores e incapaces de toda obra buena; luego es "cooperante"
cuando fortalece a la misma voluntad que ya ha sanado para que obre el bien. Por
esto dijo santo Tomás de Aquino que el mérito es obra de la misma gracia.
3. Exigencias del Seguimiento de Cristo
3.1 Las ternuras y ternezas del amor no deben hacernos creer que sea fácil o
trivial vivir en el amor. El evangelio de hoy nos recuerda de modo agudo, casi
agresivo, las infinitas exigencias del amor, que no sabe darse todo sin pedirlo,
así como es verdad que nada pide sino entregándose.
3.2 El amor nos trae todos los derechos, según aprendimos en la primera lectura,
pero por todo ello pide un precio: nosotros mismos. No hay alternativa. La
alternativa sería no amar, que equivale a amar la muerte. Una vida sin ataduras,
una vida en absoluta independencia, es una vida desatada de la vida, es decir:
un monumento a la muerte.
3.3 Catalina de Siena llegó a decir que el alma estaba "hecha" de amor. No puede
dejar de amar sin morir. Pero al amar necesita desposeerse, arriesgarse, hacerse
vulnerable, entregarse. Entonces todo el tema de esta vida nuestra es ese: ¿por
qué o para quién va a ser la vida que vas a entregar? Y Cristo nos dice que en
él, que es Fuente de todo Amor, y en su Evangelio, que es Palabra Máxima sobre
el Amor, está el único lugar justo para poner esa carga cuasi divina que
llevamos por ser humanos y que se llama amor.
3.4 Así entendemos que su "exigencia" es en realidad una "bendición", pues al
llamarnos y acogernos Cristo está dando una ruta, —en realidad, la única y
verdadera ruta— a nuestro propio ser de hombres o mujeres necesitados de amor y
de amar.
3-16.
Reflexión:
Flp. 2, 12-18. Ser obedientes a la Palabra de Dios manifiesta que realmente
hemos depositado nuestra fe en Él, pues de lo contrario lo alabaríamos con los
labios, mientras nuestro corazón estaría muy lejos de Él. Nuestra fe nos debe
llevar a trabajar constantemente, y sin desfallecer, por nuestra salvación con
humildad, es decir, poniéndonos al servicio de los demás, procurando que también
ellos logren gozar de la salvación que Dios ofrece a todos. Pero también hemos
de vivir en el temor de Dios; no temerosos, no actuando por miedo al castigo,
sino realizando nuestra vida como una manifestación de amor a Él en la fidelidad
a sus enseñanzas. Entonces realmente seremos luz de las naciones, y el mundo
entero encontrará en la Iglesia el camino e instrumento de su unión con Dios.
Roguémosle al Señor que nos conceda ser dóciles a sus enseñanzas y a las
inspiraciones de su Espíritu Santo que ha derramado en nuestros corazones. Que
identificados con Cristo seamos capaces incluso de entregar nuestra vida con tal
de ganar a todos para Él. Esa será nuestra alegría al final de los tiempos: Que
todo lo que Dios hizo, por medio nuestro, en favor de los demás, no fue algo
inútil o estéril, sino que sirvió para que pudieran encontrar al camino de su
salvación: Cristo Jesús.
Sal. 27 (26). No somos nosotros; no son nuestras buenas obras las que nos dan la
salvación. En medio de nuestras tinieblas y sombras el Señor se ha hecho
cercanía a nosotros, para iluminarnos con su amor, para rescatarnos del pecado y
de la muerte, para darnos la esperanza que alegra nuestro corazón por saber que
el Señor está dispuesto a perdonarnos y a recibirnos como hijos suyos. ¿Acaso
podrá el mal en contra nuestra? Teniendo a Dios con nosotros estamos seguros de
llegar a poseer los bienes definitivos, la salvación eterna que Dios nos ofrece.
Por eso lo único que hemos de buscar es vivir eternamente en la casa del Señor.
A Él le hemos de pedir que nos arme de valor y fortaleza para continuar luchando
en contra de todo aquello que ha encadenado nuestra vida al pecado. La Iglesia
de Cristo ha de vivir en una continua conversión, como señal real de que quiere
hacer suya la Vida eterna a la que el Señor nos ha llamado. Vivamos en la
presencia del Señor con un corazón puro; pero vivamos también en la presencia de
nuestro prójimo como signos del amor de Dios que se acerca a todos para
continuar mostrándoles su perdón, su amor, su santidad, su justicia, su paz, su
alegría y el remedio a todos sus males. Que esta sea la tarea de la Iglesia:
Manifestar a Cristo como único camino de salvación para la humanidad entera.
Entonces todos podrán alegrarse por disfrutar de las bondades del Señor por
medio de los suyos.
Lc. 14, 25-33. Nadie puede que estar por encima del amor que le profesemos a
Cristo. Es cierto que Él nos ha llamado a participar en abundancia del Banquete
de los bienes eternos, pero esto no es para que alardeemos de ser
bienaventurados y de haber sido considerados dignos por parte de Dios. El Señor
nos quiere comprometidos tras sus huellas de modo estricto, como el Cirineo
cargó la Cruz hacia el calvario detrás de Jesús. Él va delante nuestro, y nos
encamina hacia su gloria, pasando por la Cruz de modo ineludible. Por eso
nuestra decisión de seguir las huellas de Cristo no puede brotar de un momento
de avivamiento de fe, que más que ayudarnos a tomar una decisión con madurez
pudo haber movido simplemente nuestro sentimentalismo. El seguimiento de Cristo,
con todas sus consecuencias, es algo demasiado serio y estricto que requiere una
sana disciplina sobre nosotros mismos, apoyados con la Gracia Divina; por eso
hemos de ponernos a pensar, a meditar y a decidir en la presencia de Dios para
que, poniendo lo que nos corresponda, Él lleve a cabo su obra salvadora en
nosotros.
El señor nos reúne en torno suyo en este día. Él se acercó a nosotros, no
reteniendo para sí mismo su dignidad de Hijo de Dios. Se anonadó a sí mismo y
tomó la condición de esclavo, poniéndose a nuestro servicio con tal de ganarnos,
mediante la entrega de su Cuerpo y de su Sangre, para su Dios y Padre. Y en este
momento celebramos este Memorial de su Misterio Pascual. Es el amor a su Padre
Dios y a nosotros el que lo pone en camino, cargando el pecado del hombre para
recibirlo y llevarlo de vuelta a casa como hijo. Nosotros no sólo hemos de creer
en el amor que Dios nos tiene, sino que lo hemos de experimentar especialmente
durante esta Celebración en que el Señor se hace presente entre nosotros con
todo su poder salvador.
Tras las huellas de Cristo. Identificados con Él. Hechos luz en Él. Al igual que
Cristo hacemos nuestros el pecado, los dolores, las angustias, las tristezas,
las injusticias y las pobrezas que afectan a muchos sectores de nuestra
sociedad. Tomar nuestra Cruz de cada día significa ser responsables en aquella
parte a la que en este día hemos de hacer llegar la Redención de Cristo. Así,
día a día, vamos colaborando en la construcción del Reino de Dios entre nosotros
haciendo que vaya surgiendo una humanidad renovada en Cristo Jesús. Sin
despreciar ni dejar de velar por los nuestros, el amor a ellos no puede estar
por encima del amor a Cristo y a su Reino, por eso hemos de vivir nuestra plena
unión a Cristo y nuestra apertura al Espíritu Santo, para qué realmente pongamos
nuestra vida al servicio del Evangelio viviente del Padre, Cristo Jesús.
Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra
Madre, que nos conceda la gracia de trabajar incansablemente por el Reino de
Dios entre nosotros. Amén.
Homiliacatolica.com
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