COMENTARIOS A
LA SEGUNDA LECTURA
Rm
13, 8-10
Ver MIÉRCOLES DE LA 31ª SEMANA
1. A/MANDAMIENTOS.
En este cap. 13, Pablo nos acaba de hablar de nuestros deberes de justicia, para con los poderes públicos, de la obediencia y de la obligación de pagar los impuestos. Ahora nos dice que no debamos nada a nadie... Pero, al escribir estas palabras, se detiene y cae en la cuenta de que hay una deuda que siempre tendremos abierta. Por eso dice: "a no ser en el amor". Y lo dice no para que nos desanimemos ante las exigencias del amor, sino para que siempre amemos más y más y no digamos nunca que ya hemos amado todo lo que debemos.
Todos los preceptos y todas las leyes que definen nuestras obligaciones para con el prójimo se "recapitulan" (ésta sería la verdadera traducción de la palabra original, no "resumen" del texto litúrgico) en un mandamiento supremo: "Amarás al prójimo como a ti mismo". Es decir, si la cabeza es el miembro que sobresale en el cuerpo y que da unidad a los otros miembros a los que dirige, el mandamiento supremo del amor es también el que encabeza todos los otros mandamientos y sobresale por encima de ellos.
Pablo utiliza esta palabra "recapitular" (encabezar) únicamente otra vez hablando de Cristo, que "recapitula todas las cosas" (Ef 1. 10). Cristo es en el orden del ser, lo que el amor en el orden del deber: la cabeza, una realidad excelente que sobresale entre todas, las reúne y les da sentido. Pero en Xto el ser y el deber se encuentran: Cristo es ya el deber cumplido, el amor consumado. Él es el único que no debe nada a nadie ni siquiera en el amor.
Todos los demás estamos en deuda respecto a los otros hombres y en camino hacia la plenitud de Cristo que nos encabeza.
Si todos los mandamientos de la ley han sido dados para no dañar al prójimo, el que ama a su prójimo cumple todos los mandamientos. De ahí que el amor sea la plenitud de la ley. Pero no olvidemos que se trata de una plenitud desbordante, del colmo de la ley. Esto quiere decir dos cosas: que no se puede amar sin haber cumplido antes todos los mandamientos, todos los deberes de justicia, y que las exigencias del amor nos hacen avanzar más allá de la simple justicia. El que ama no se limita a no dañar a nadie.
EUCARISTÍA 1975/50
2.
PRÓJIMO/USO IDEALISTA.
YO-NOSOTROS: SE HA PREDICADO UNA MÍSTICA SUICIDA EN
VIRTUD DE LA CUAL EL "YO" NO TENIA SIGNIFICACIÓN ALGUNA FRENTE AL
"NOSOTROS" SOCIAL O COMUNITARIO.
La moral cristiana, que parte, en línea recta, del AT, es una moral sencilla, que tiene su gran punto de referencia en el amor al prójimo. Todos los preceptos de la ética cristiana quedan profundamente condicionados por éste del amor al prójimo.
Ahora bien, no olvidemos que siempre se dice: "amar al prójimo como a sí mismo". Esto implica que el hombre tiene que amarse a sí mismo; o sea, que una inmolación irracional del "yo" en aras de un hipotético "bien común" es profundamente contraria a este módulo ético. A veces se ha pregonado como cristiana una mística suicida, en virtud de la cual el "yo" no tenía significación alguna frente al "nosotros" social o comunitario. Y lo peor es que este "nosotros" no era más que el disfraz del "egoísmo común" de un grupo dominante y avasallador.
Ahora bien, si el amor al prójimo debe montarse según el modelo del amor a sí mismo, también este amor al prójimo tiene que tener una fuerte impronta personalista. El prójimo no es una abstracción filosófica o literaria, sino una realidad concreta que está frente a nosotros y que no siempre tiene las características que hemos soñado para él. El prójimo no se escoge, sino que se acepta. En este sentido, la moral cristiana debería denunciar el uso idealista de la palabra "pueblo", con el que cada grupo socio-político pretende designar ese tipo de "prójimo a la medida". El prójimo es, de alguna manera, como Dios: insospechado, sorprendente y completamente "otro".
COMENTARIOS A LA BIBLIA LITURGICA
NT
EDIC MAROVA/MADRID 1976.Pág.1743 s.
3.MORAL-CRA/A
/Mt/22/34-40
MORAL/FARISEÍSMO LA MORAL FUNDADA SOBRE LOS
PRECEPTOS CONDUCE AL FARISEÍSMO. LA FUNDADA SOBRE EL AMOR SIEMPRE DEJA
INSATISFECHO.
Esta parte de Rm concibe la moral cristiana no como la predicación descarnada de una moral (qué hay que hacer o evitar), sino como una praxis de vida cristiana según los imperativos de la ley del amor que nunca dice basta, que sobrepasa las exigencias de la justicia y que es resumen perfecto de toda ley.
Amar es cumplir la ley entera. Porque quien ama a Dios no hará nada que desagrade a Dios y quien ama al prójimo no hará nada que perjudique al prójimo. Por eso, una falta contra cualquiera de los preceptos se descubre ser una falta contra la ley del amor. Y si la moral fundada sobre los preceptos puede considerarse perfecta cuando los ha observado -lo cual conduce al fariseísmo-, la moral fundada en el amor siempre exige más porque nunca puede considerar haber cumplido todas sus exigencias.
GUILLERMO
GUTIERREZ
PALABRAS PARA EL CAMINO
NUEVAS HOMILIAS/A
EDIT. VERBO DIVINO ESTELLA 1986.Pág.
157
4. AUTORIDAD-CIVIL/OBEDIENCIA. IMPUESTOS/LEYES FISCALES
Pablo acaba de recordar a los cristianos que deben obedecer a las leyes civiles, incluso las de un estado pagano y perseguidor. La voluntad de Dios no se refleja tan sólo en la ley sagrada del Sinaí, sino también en las leyes profanas de los estados.
-Por lo demás, no hay contradicción entre la ley de Moisés y la ley civil, como tampoco la hay en "dar al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios" (Mt 22. 21). ¿La ley del Sinaí no es acaso una ley civil interpretada a la luz de la comunión con Dios? Cuando prescribe amarse los unos a los otros coincide con las exigencia de la ley civil a propósito de materias como el adulterio, el robo, el asesinato y la codicia (v. 9). La superioridad sobre la ley profana radica en el hecho de que en el amor al prójimo nos da la clave para la interpretación de la manera de comportarse los hombres.
Viendo en la segunda tabla del decálogo (Ex 20. 13-17; Dt 5. 17-21) la explicación del deber de la caridad hacia el prójimo, Pablo se suma a un movimiento intelectual del judaísmo que había reducido toda la ley de Moisés a los dos únicos mandamientos del amor de Dios y del prójimo (Mt 19. 18-19; 22. 24-40; Sal 14/15 y 111/112; Za 8. 14-17). Pero el interés de su posición radica en dar a la ley civil la misma interpretación que el judaísmo daba a la ley mosaica al reducir todas las prescripciones a una simple obligación de amor hacia los hermanos.
-El cristiano moderno siente a veces un soberano desprecio hacia la ley civil, y de manera especial hacia las leyes fiscales y penales. Algunos casuistas le han convencido incluso de que no hay falta moral en defraudar al fisco o en violar un reglamento simplemente penal. Pablo ha reaccionado de antemano contra semejante deformación del sentido moral invitando al cristiano a ver en todas esas reglamentaciones una forma de amar a sus hermanos.
No cabe duda de que, de modo particular en la era socializante que conocen los Estados del siglo XX, el impuesto es, en gran parte, el canal adecuado en el ejercicio del amor al prójimo, puesto que una gran parte del presupuesto está dedicado a la educación, al cuidado de los enfermos, de los ancianos y de los accidentados, de los que no encuentran trabajo, a la ayuda a los países en vías de desarrollo, a la investigación científica, etc.
Las leyes civiles las concibe el cristiano como un medio por el cual Cristo extiende su soberanía amorosa a toda la Humanidad en la medida de la obediencia amorosa que se deposita en ellas. No se tiene derecho a desobedecerlas sino cuando el acto que imponen vaya en contra del amor. Poco importa que el origen de las autoridades políticas sea o no del agrado de los cristianos: no es en sus orígenes donde son representativas de Dios y del Señor (Rm 13. 4), sino en su misma misión que, al imponerles el respeto a la segunda tabla del decálogo, les impulsa a colaborar con la soberanía de Cristo. Esa es la razón por la que la asamblea eucarística ora sin cesar por los gobiernos.
MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA VII
MAROVA MADRID 1969.Pág.37
s.
5. /Rm/13/01-14
La doctrina escatológica de los dos reinos (el mundo presente y el reino de Dios) podría llevar a confundir el reino de Dios con la Iglesia y el reino del mal con el Imperio Romano. Pablo que, como hemos visto, es muy realista con respecto a la Iglesia, rechaza también la execración de unas instituciones que, a fin de cuentas, facilitaban la propagación del evangelio.
Como Jesús cuando le muestran la moneda del César, Pablo se sitúa en la línea de una lealtad en conciencia, en la presencia de Dios. La ley y el orden son bienes que el hombre no suele agradecer -pese a que los necesita más que el pan-, y el cristiano es por esencia un ser agradecido. Pablo no habla (podemos hablar nosotros) de la contribución que se puede prestar al Estado mediante la crítica y la acción política o sindical; tampoco habla del derecho que tienen los ciudadanos a hacer que el poder pase de unas manos a otras. Pero su insistencia en los beneficios que recibimos del Estado y en la obligación de contribuir a su mantenimiento no son temas carentes de actualidad.
Con ello nos muestra con un ejemplo cuál es el amor que recapitula toda la ley: el amor que sabe ver las propias responsabilidades y ponerse en el puesto de los demás, incluso en el de aquellos contra los que tenemos (o podemos tener) montañas de prejuicios. De una apocalíptica de mundo o de grandes imperios, Pablo pasa a su propia apocalíptica: la de la renovación de la realidad circundante por la renovación de lo más profundo. Tenemos que despertarnos y vivir como en pleno día para ir al encuentro del gran Día; tenemos que revestirnos de Cristo para ir al encuentro de Cristo.
J.
SANCHEZ BOSCH
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 500 s.