LUNES DE LA SEMANA 24ª DEL TIEMPO ORDINARIO

 

 1.- 1 Tm 2, 1-8

1-1.

Ver DOMINGO 25C


1-2.

-Ante todo recomiendo que se hagan plegarias... por todos los hombres. Las epístolas pastorales insisten sobre la organización de las comunidades. La consigna esencial, dice san Pablo, es una «plegaria universal»: ¡rogar por todos los hombres! El concilio Vaticano Il restableció esa antigua tradición.

Las asambleas de los primeros cristianos debían de ser poco numerosas, pues no habiendo todavía iglesias ni capillas, se reunían sólo en casas particulares. Ahora bien, san Pablo les pide que amplíen su plegaria a las dimensiones del mundo entero. Aunque poco numerosos, todavía hoy, los cristianos reunidos representan la humanidad ante Dios y son solidarios de «todos». No se va a misa con el fin de rogar primero por sí mismo o por el círculo restringido de los suyos... se va por la «multitud» a la cual Jesús ha dado su vida.

Esta invitación de Pablo podría ser para mí una incitación a reservar un rato a esa misma «oración universal».

-Sobre las plegarias de petición, de intercesión de acción de gracias...

Este es el contenido ordinario de toda plegaria verdadera.

Tres grandes orientaciones:

1. La petición: «Señor, ayuda a los hombres a que hagan esto...

2. La intercesión: «Señor, perdón para los hombres que hacen esto...

3. La acción de gracias: «Señor, gracias por lo que ha alcanzado la humanidad...

Muy particularmente el mundo de HOY está atravesado por grandes corrientes colectivas que afectan a categorías enteras de personas, todo un grupo, toda una nación, toda una zona. ¿Por qué no adoptar de nuevo esas grandes intenciones colectivas para «pedir», «interceder», «dar gracias» ?

-Por los jefes de Estado y todos los constituidos en autoridad, para que podamos vivir con tranquilidad y seguridad, como hombres religiosos y cabales.

Ya entonces sentía san Pablo la importancia de esas articulaciones colectivas y en particular de «aquellos que tienen responsabilidades» sobre todo un conjunto de hombres.

Nuestras preces universales actuales han reemprendido esa intención. No olvidemos que los jefes de Estado por los que Pablo pedía oraciones eran en aquella época todos paganos.

Esta nota nos permite subrayar el papel de la política, de los gobiernos, según san Pablo: en su terreno profano deben permitir y facilitar la paz civil, en la tranquilidad y seguridad... para que sea posible una vida humana religiosa y seria.

-Porque Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al pleno conocimiento de la verdad.

Frase célebre que hay que dejar que resuene en nuestro interior. Nuestra oración tiene que ser universal porque la voluntad de salvación es universal: ¡qué «todos» los hombres se salven!

-No hay más que un solo Dios, un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, hombre también, que se entregó a sí mismo como rescate por todos los hombres.

Dos razones profundas motivan que nuestra oración sea universal .

--Dios es el único Dios, el de todos...

--Jesús es el único camino para ir a Dios...

Si nuestro corazón ha de estar ampliamente abierto al mundo entero, es porque el corazón de Dios ama y quiere salvar a todos los hombres. ¡Cada hombre, cada mujer, uno a uno, es amado de Dios !

-Quisiera pues que los hombres oren en todo lugar elevando sus manos al cielo.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 284 s.


2.- 1Co 11, 17-26.33

2-1. CULTO/INDIVIDUALISMO 

-Hermanos, no os felicito por vuestras asambleas porque son más para mal que para bien:

--Cuando os reunís, hay entre vosotros divisiones...

--Cada uno se apresura a comer su propia cena...

Los corintios celebraban la eucaristía durante una comida, llamada "ágape". Pablo les reprocha hacer de ella precisamente todo lo contrario de lo que ha de ser un encuentro familiar. Les reprueba dos cosas:

1ª Hay divisiones entre ellos. Se forman grupos separados unos de los otros. Este era uno de los fallos de la iglesia de Corinto. (1 Co 1-12)

2ª Esto conduce a desigualdades chocantes pues las personas ricas se agrupaban en las mismas mesas y comían mejor mientras que los pobres tenían que contentarse con lo poco que podían meter en su cesta.

Con otras formas concretas, ¿no incurren, HOY, nuestras misas en el mismo defecto?

Una asamblea "dispersa" porque cada uno va a lo suyo, una asamblea que se encierra en su individualismo, da un contratestimonio de Jesucristo. Celebrar el "cuerpo de Cristo" no es sólo respetar las especies sacramentales, es también prestar atención a los hermanos, y cuidar muy particularmente ese signo del «Cuerpo de Cristo» que da o no da nuestra «asamblea». ¿Somos «un solo Cuerpo» en Cristo? ¿Y también en la vida corriente, fuera de la misa?

-La «cena del Señor».

¡Es una lástima que se hayan abandonado expresiones tan hermosas como éstas! Los primeros cristianos no hablaban nunca de «misa» -término muy poco significativo»-, hablaban de «cena del Señor», de "fracción del pan", de «eucaristía», de «ágape»... «¡Voy a misa!» «¡Voy a la cena del Señor!»

Lo que quiere decir, de paso, que sin duda no se concebía una misa sin que los asistentes comulgasen.. No se dice: ¡voy a una «cena» si me quedo en un rincón, viendo comer a los demás!

-Os he transmitido lo que recibí de la tradición que viene del Señor.

Admirable y modesta fórmula.

No se inventa la eucaristía, esto «viene del Señor». Y el signo de estar en la verdad, es estar «en comunión con el conjunto de la Iglesia», recibir la enseñanza común de los demás apóstoles.

-La noche misma en que fue entregado, el Señor Jesús tomó pan... Esto es mi cuerpo entregado por vosotros... Esta copa es la Nueva Alianza en mi sangre... Cada vez que comáis de este pan y bebáis de esta copa proclamáis la muerte del Señor, hasta que venga.

¡Pablo está mucho más atento a los gestos y a los comportamientos de la comunidad que a las prescripciones estrictamente litúrgicas del celebrante!

Lo esencial es la «Fe»: «Proclamaréis la muerte del Señor». Esto nos permite comprender mejor, cuán escandalosa era la conducta anticomunitaria de los corintios.

Jesús se ha «entregado», «ha amado hasta el fin», ha llegado a «morir por nosotros»... y ¿podríamos vivir nosotros como unos «individualistas», y unos «egoístas»?

-Haced esto en memoria mía.

La eucaristía es una acción: «¡haced!». Es una acción simbólica, cargada de un «recuerdo», de un «memorial».

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 284 s.


2-2. /1Co/11/17-34

Este es el texto más antiguo sobre la institución de la eucaristía. El interés, en este caso, es doble: por una parte, Pablo lo transmite como una de las tradiciones que legó a la comunidad de Corinto (cf. 11,2); por otra, al recordarla, nos explicita su pensamiento teológico.

La tradición que el Apóstol transmite no la ha recibido directamente del Señor, sino que, como tantas otras cosas, la ha aprendido de la Iglesia. Eso no quita que él haya tenido personalmente revelaciones y haya sido constituido apóstol de Jesucristo. Una cosa es haber recibido la fe y la misión y otra haber sido instruido directamente sobre el contenido de la fe y las prácticas cristianas. Pablo, que había cuidado de contrastar con los demás apóstoles la doctrina que predicaba, da aquí fe de una tradición que no arranca de él y que, para ser fiel, él no puede modificar.

Las palabras de la tradición paulina sobre el pan y el vino se apartan bastante de las que reproducen los evangelistas Mateo (26,28) y Marcos (14,24), los cuales recortan bastante las palabras sobre la copa, con el fin de conseguir un paralelismo con las pronunciadas sobre el pan. Ese paralelismo será perfecto en Justino (Apol., 66,3). Pero entre todas estas versiones, el texto de Pablo es el que recoge una tradición litúrgica más antigua.

Con respecto al pensamiento teológico de Pablo, hay que resaltar dos puntos. En primer lugar, es evidente que la acción eucarística que realiza la comunidad cristiana está íntimamente relacionada con la muerte del Señor (v 26). La Iglesia, repitiendo la última cena del Señor, vive en comunión con él y proclama incesantemente su Pascua, hasta que ella misma la celebre con plenitud en la parusía. En segundo lugar, es claro que la eucaristía, al mismo tiempo que edifica la comunidad, supone una probada comunión fraterna. El que no valora el pan eucarístico deberá responder del cuerpo del Señor (27); el que participa indignamente, sin comunión de amor con los otros, come su propia condenación (29).

A. R. SASTRE
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 520 s.


3.- Lc 7, 1-10

3-1. PD/EFICAZ.

Para respetar la prohibición hecha a los judíos de entrar en la casa de un pagano, Jesús es llevado a hacer un milagro a distancia, realizado por la Palabra sola. En el curso de su vida de taumaturgo sólo realizará dos milagros de este tipo (Lc 7.1-10 y Mt 15. 22-28).

Normalmente Jesús cura mediante un contacto físico y silencioso, como si su cuerpo poseyera cierta fuerza vital especial que Él no siempre podía controlar (Mc 5. 30; 6.5).

Generalmente Jesús controla su poder de taumaturgo "tocando" a los enfermos o "imponiendo las manos". Pero este gesto es aún insuficiente para expresar que se asume realmente la responsabilidad del acto realizado; otros relatos de milagros se preocupan por mostrar cómo Jesús acompaña a su gesto curador con una palabra (Mt 8. 3; Mc 5. 41). Esta expresa claramente la intención de Cristo, mientras que el gesto la lleva a su expresión más completa.

En la curación del siervo del centurión Jesús se contenta con la palabra y responde así al elogio de la eficacia de la palabra pronunciada por el centurión (vv. 7-9).

No será ocioso recordar que el rito de comunión se lleva a cabo mientras los fieles expresan su fe en los mismos términos que el centurión: "pero di solamente una palabra...".

La liturgia cristiana se ha liberado al máximo del rito y de la magia, para basarse únicamente en la "sola Palabra": la palabra que resonó en el corazón de Jesús en su Pascua, la palabra que nos acompaña implícitamente durante nuestra vida cristiana, la palabra, finalmente, que el rito expresa haciendo una llamada a la fe y poniendo al cristiano en relación explícita con Cristo.

El mundo de hoy se pregunta si existe todavía una palabra del Señor. Si se recurre a ella después del fracaso de las palabras humanas, se corre el riesgo, evidentemente, de no comprender nada. La Palabra del Señor no se distingue de nuestras propias decisiones, pero da a los acontecimientos su dimensión última.

Después de muchas dudas, el hombre la adopta como la que da mayor significación a sus acciones. Esta voz cura del egoísmo, da valentía, pero no dispensa jamás de la inquietud ni de la decisión. Solamente los hombres que no han percibido jamás un más allá de su vida, como, por ejemplo, el fariseo bloqueado en el legalismo, o el pagano apegado a la carne, son incapaces de oírla. ¡Dichosos los centuriones modernos cuyo corazón y cuyo oído están a la escucha!

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA VIII
MAROVA MADRID 1969.Pág. 56


3-2. PALABRA DE DIOS. FE.

El centurión era uno de aquellos paganos a los que ya no satisfacían los mitos politeístas, cuya hambre religiosa no se saciaba con la sabiduría de los filósofos y que, por consiguiente, simpatizaba con el monoteísmo judaico y con la moral que de él derivaba. Era temeroso de Dios, profesaba la fe en el Dios único, tomaba parte en el culto judío, pero todavía no había pasado definitivamente al judaísmo. Buscaba la salvación de Dios. Su fe en el Dios único, su amor y su temor de Dios lo manifestaba en el amor al pueblo de Dios y en la solicitud por la sinagoga que él mismo había edificado. Sus sentimientos se expresaban en obras.

Los ancianos de los judíos, miembros dirigentes de la comunidad, ven en Jesús a un hombre por el que Dios hace favores a su pueblo. Están convencidos de que Dios sólo otorga tales favores a su pueblo, pero esperan que haga una excepción con el centurión por los méritos que se ha granjeado con el pueblo de Dios, y que se muestre también clemente con el pagano. Sin embargo, estiman que la pertenencia a Israel es condición necesaria para la salvación (Hch 15. 5). (...).

Los ancianos de los judíos consideraban necesaria la presencia de Jesús para la curación del enfermo. En cambio, el centurión atribuye eficacia a la sola palabra de Jesús.

Por su experiencia del mundo militar la considera como orden de mando y acto de autoridad. Tal palabra causa lo que expresa. Independientemente de la presencia del que la profiere hace llegar a todas partes el poder salvador. Con esta palabra basta para que se expulsen los poderes malignos y se reciba la salvación.

EL NT Y SU MENSAJE
EL EVANGELIO SEGUN SAN LUCAS/03-1
HERDER BARCELONA 1970.Pág.200 s.


3-3. RESPETO. DELICADEZA.

-Jesús entró en Cafarnaúm. Un centurión del ejército romano tenía un siervo a quien estimaba mucho; éste estaba enfermo a punto de morir.

Este oficial era un pagano... pues al hacer el milagro que le pedía, Jesús hizo notar "que no había encontrado una fe tal ni en Israel".

Hoy, en nuestro mundo en el que están mezcladas tantas razas y religiones nos resulta muy conveniente constatar que Jesús tenía ideas muy amplias y abiertas... en contradicción con la actitud corriente de su tiempo, que era muy particularista.

-El centurión había oído hablar de Jesús, y le envió unos notables judíos para rogarle que fuera a curar a su siervo...

"Merece que se lo concedas porque quiere a nuestra nación y es él quien nos ha construido la sinagoga".

Ese pagano, también como Jesús, tenía ideas amplias y abiertas: de su propio bolsillo había pagado la construcción de una sinagoga. Quizá era de esos paganos a los que no les satisfacían los mitos groseros del politeísmo. Entre los paganos y los incrédulos que me rodean ¿no los hay que se interrogan y que buscan la verdad?

-Jesús se fue con ellos. No estaba ya lejos de la casa, cuando el centurión le envió unos amigos a decirle: "Señor, no te molestes, que yo no soy quién para que entres bajo mi techo. Por eso tampoco me atreví a ir en persona a encontrarte." Lucas recuerda pues aquí la rigurosa Ley de la época que prohibía formalmente, so pena de mancha ritual, entrar en casa de un pagano. Ese será el reproche que se hará a Pedro, unos años más tarde (Hch 11, 3). El pagano conoce bien esa barrera que separaba a Judíos y Goim, despreciados. Y Lucas subraya que es ésta precisamente la razón por la que no ha querido hacer él mismo la gestión, para no manchar a Jesús: fina delicadeza.

¿Somos nosotros, como lo fue el centurión, respetuosos con las mentalidades de los demás?

-No merezco que entres bajo mi techo.

Hay sin duda en esa fórmula algo más que el tabú racial o religioso: es probable que, aun confusamente, ese hombre haya captado que Jesús estaba en relación con Dios... y se ha encontrado verdaderamente indigno de encontrarse en presencia de Dios. En todo caso ¡es maravilloso pensar que la Iglesia no ha hallado fórmula mejor para poner en nuestros labios en el momento que nos acercamos a la eucaristía! Repito esa fórmula de humildad, de verdad. Rezo...

-Pero con una palabra tuya se curará mi criado.

Habitualmente Jesús hacía un gesto corporal para curar: tocaba, imponía la mano. Ante la Fe de ese pagano, Jesús es llevado a hacer un milagro a distancia por su sola Palabra.

Y el oficial subraya, por su propia experiencia del mando -"digo a mis subalternos: "ve" y "va"- que la palabra de Jesús es una palabra potente, que realiza siempre lo que decide.

"Di solamente una palabra" a distancia, ¡lejos de mis ojos! Para nosotros, también HOY,

Jesús está lejos de nuestros ojos, y su sola Palabra está presente para salvarnos.

¿Creemos en esta Palabra, que opera nuestra salvación?

-Al oír esto Jesús se quedó admirado: No he encontrado tanta fe...

La Fe... ese sexto sentido que nos permite percibir unas realidades nuevas, invisibles a los sentidos corporales.

Dichosos ellos, paganos modernos o cristianos, que mantienen su corazón a la escucha de esas realidades misteriosas y que no aceptan estar solamente clavados a la materia... al tiempo... Lo eterno está aquí.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 2
EVANG. DE PENTECOSTES A ADVIENTO
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 176 s.


3-4.

1. (Año I) 1 Timoteo 2,1-8

a) Después de un primer capítulo de introducción y alabanza a Dios, entra Pablo en materia, recomendando a Timoteo que en su comunidad se haga lo que ahora llamamos oración universal.

Quiere que recen "por todos los hombres, por los reyes y por todos lo que están en el mundo". Y que recen por la paz: "que podamos llevar una vida tranquila y apacible".

El motivo es teológico y doble: "Dios quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad". Y, además, al igual que Dios es único y Dios de todos, también tenemos un único "mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús, que se entregó en rescate por todos". La lógica es perfecta: Dios es Padre de todos y Cristo ha muerto para salvar a todos. Por tanto los cristianos tenemos que desear y pedir la salvación de todos.

Eso si, "alzando las manos limpias de ira y divisiones", porque si estamos llenos de orgullo, o de odio, o de divisiones, mal podemos rezar por todos.

El salmo recoge este tono de súplica: "escucha mi voz suplicante cuando te pido auxilio, cuando alzo las manos hacia tu santuario. Salva a tu pueblo y bendice tu heredad".

b) Tenemos la tendencia a rezar por nosotros. Es lo que nos sale más espontáneo, y además es legítimo. Por ejemplo, en las preces de Laudes invocamos a Dios ofreciéndole nuestra jornada y pidiéndole nos ayude en lo que vamos a hacer.

Pero hay momentos en que rezamos por los demás, por el mundo, por la Iglesia. Es una actitud fundamental de la fe cristiana. Somos "católicos = universales" también en nuestra oración.

Convencidos de que Dios quiere la salvación de todos y de que Cristo se ha entregado por todos, los cristianos, en la "oración universal" de la misa (y también en las preces de Vísperas), nos ponemos ante Dios a modo de mediadores e intercedemos por los demás.

Nos sentimos "sacerdotes": por el Bautismo todos somos pueblo sacerdotal, y una de las cosas que hace el mediador es rezar ante Dios por los demás. Ésta es la motivación que ofrece la introducción al Misal:

"En la oración universal u oración de los fieles, el pueblo, ejercitando su oficio sacerdotal, ruega por todos los hombres.. . por la santa Iglesia, por los gobernantes, por los que sufren alguna necesidad y por todos los hombres y la salvación de todo el mundo" (IGMR 45).

Nos hace bien pensar y rezar a Dios por los demás. Luego trabajaremos por el bien público, pero el haber rezado por esas mismas intenciones por las que luego luchamos -la paz, el bienestar, la salud, la esperanza, la justicia- hace que nuestro trabajo quede iluminado desde la fe y el amor de Dios, y no sólo desde nuestro buen corazón o nuestro sentido de solidaridad humana, aunque ya sean buenas motivaciones.

De alguna manera convertimos en oración la historia que estamos viviendo, con sus momentos gloriosos y sus deficiencias. "Decimos" ante Dios las urgencias de la humanidad y, al rezarlas, nos comprometemos en lo mismo que pedimos.

Esta oración nos pide que elevemos nuestras manos a Dios libres de ira, con corazón reconciliado: nos educa a vivir la historia con una cierta serenidad, con una visión desde Dios, deseando que se cumpla en nuestra generación su plan salvador.

1. (Año II) 1 Corintios 11,17-26

a) Las reuniones eucarísticas no van bien en Corinto. Pablo les acusa duramente: "os resulta imposible comer la Cena del Señor", eso que celebráis no es la Eucaristía que Cristo pensó. Más aún, "vuestras reuniones causan más daño que provecho".

El pecado de los Corintios era la falta de fraternidad. Cuando se reunían para la Eucaristía, en casa de una familia particular, antes cenaban lo que cada uno había traído: unos, abundante comida y bebida (los vinos de Corinto eran y son muy buenos); otros, apenas lo necesario. Los primeros -los ricos, más libres en su horario y más fuertes económicamente- no esperaban a los que venían después y tampoco les hacían partícipes de su comida. ¡Vaya preparación inmediata para celebrar la Eucaristía!: "os dividís en bandos", "cada uno se adelanta a comer su propia cena y, mientras uno pasa hambre, el otro está borracho", "despreciáis a la comunidad de Dios, humilláis a los pobres".

El razonamiento de Pablo es éste: ¿cuál fue la idea de Jesús al instituir la Eucaristía?

Precisamente lo contrario de lo que pasa en Corinto. Él se entregó por todos, en la cruz y en el sacramento: "mi Cuerpo por vosotros". Y les encargó que celebraran este sacramento en memoria suya. El relato de la Eucaristía que nos trae aquí Pablo es el más antiguo, porque todavía no se habían escrito los evangelios. Y lo trae para mostrar que no la celebran bien: ¡vaya memoria hacen los Corintios de un Jesús que se entregó por todos, cuando no son capaces de esperar a los que llegan tarde y de compartir con ellos lo que tienen!

b) La Eucaristía nos une con Cristo: "el que me come permanece en mí y yo en él". Pero también nos debe unir con la comunidad. Y esta segunda dirección es la que fallaba en Corinto.

¿Sólo en Corinto? ¿No podría dirigirnos una carta parecida Pablo a nosotros, echándonos en cara que somos capaces de compaginar tranquilamente nuestra misa con la falta de fraternidad, con la indiferencia hacia el hermano, incluso con el odio? ¿no puede pasar que, después de celebrar juntos la misa, luego dejamos de hablarnos con una persona, en familia o en comunidad, durante días y días, o tratamos mal a los ancianos, o hacemos el vacío al que nos resulta antipático, o creamos divisiones?

Comemos el Pan partido: Cristo mismo, entregado por todos. ¿Y no se nos comunica su actitud de entrega por los demás? ¿o sólo entendemos la Eucaristía como consuelo y alimento nuestro, cada uno en relación con Cristo?

Nuestro Misal nos ayuda a mejorar esta dirección horizontal de la celebración: en el Padrenuestro nos hace decir lo de "perdónanos como nosotros perdonamos", a continuación nos invita a "darnos fraternalmente la paz", luego vemos cómo se parte el Pan en el que vamos a participar todos (un símbolo de unidad), y así vamos a comulgar en procesión, cantando, unos junto a otros, y participando posiblemente del mismo cáliz.

Cada Eucaristía nos debe hacer crecer también en fraternidad. Como dice el Catecismo, "para recibir en verdad el Cuerpo y la Sangre de Cristo entregados por nosotros, debemos reconocer a Cristo en los más pobres, sus hermanos" (CEC 1397).

2. Lucas 7,1-10

a) Jesús hace un milagro en favor de un extranjero, que, además, es un oficial, jefe de centuria del ejército romano de ocupación. Según los informes que le dan a Jesús, es buena persona, simpatiza con los judíos y les ha construido la sinagoga.

La actitud de este centurión es de humilde respeto: no se atreve a ir él personalmente a ver a Jesús, ni le invita a venir a su casa, porque ya sabe que los judios no pueden entrar en casa de un pagano. Pero tiene confianza en la fuerza curativa de Jesús, que él relaciona con las claves de mando y obediencia de la vida militar.

Jesús alaba la fe de este extranjero. Después de tantos rechazos entre los suyos, es reconfortante encontrar una fe así: "os digo que ni en Israel he encontrado tanta fe".

Cuando Lucas escribe el evangelio, la comunidad eclesial ya hacia tiempo que iba admitiendo a los paganos a la fe, por ejemplo en la persona de otro centurión romano, Cornelio, que se convirtió con toda su familia. Entonces (cf.Hch 10,34ss) sacaron la conclusión de que "realmente Dios no hace distinción de personas".

b) ¿Sabemos reconocer los valores que tienen "los otros", los que no son de nuestra cultura, raza, lengua, religión? ¿sabemos dialogar con ellos, ayudarles en lo que podemos? ¿nos alegramos de que el bien no sea exclusiva nuestra?

La actitud de aquel centurión y la alabanza de Jesús son una lección para que revisemos nuestros archivos mentales, en los que a veces a una persona, por no ser de "los nuestros", ya la hemos catalogado poco menos que de inútil o indeseable. Si fuéramos sinceros, a veces tendríamos que reconocer, viendo los valores de personas como ésas, que "ni en Israel he encontrado tanta fe".

La Iglesia, en el Concilio Vaticano, se abrió más claramente al diálogo con todos: los otros cristianos, los creyentes no cristianos y también los no creyentes. ¿Hemos asimilado nosotros esta actitud universalista, sabiendo dar un voto de confianza a todos? ¿o estamos encerrados en alguna clase de racismo o nacionalismo, por razón de lengua, edad, sexo o religión? ¿somos como los fariseos, que se creían ellos justos y a los demás los miraban como pecadores?

Tenemos que empezar por ser humildes nosotros mismos. Cuando nos preparamos a acudir a la comunión eucarística, repetimos cada vez -ojalá con la misma fe y confianza que él- las palabras del centurión: "Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme".

"Dios quiere que todos los hombres se salven" (1º lectura I)

"Esto es mi Cuerpo que se entrega por vosotros, haced esto en memoria mia" (1ª lectura II)

"Señor, no soy digno de que entres en mi casa" (comunión)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona 1997. Págs. 66-70


3-5. CLARETIANOS  2002

El texto que nos propone la carta a los Corintios no se puede leer sin sentir un estremecimiento de la cabeza a los pies. Es un "test" eucarístico que se puede aplicar en todo tiempo y lugar. Si la eucaristía es fuente de unidad, entonces responde al deseo del Señor. Si es un lugar discriminatorio, que prolonga y remarca las discriminaciones sociales, entonces es una farsa. No hay término medio.

Para justificar esto, Pablo echa mano, no de su criterio, sino de la tradición original que "procede del Señor". Conecta con el origen mismo. Jesús repartió su cuerpo y su sangre como signo de su "entrega". Por tanto, participar de este cuerpo y de esta sangre sin entregarse es una mentira. Cada vez que mantenemos las distancias por no entregarnos estamos haciendo de la eucaristía la gran mentira eclesial, la "madre de todas las mentiras".

¿Deberíamos, por eso, dejar de celebrar la eucaristía como proponen algunas en una especie de ayuno eucarístico purificador? ¡No! ¡Eso es lo que le gustaría a nuestro yo perfeccionista y autosuficiente! ¡Deberíamos dejar de manipularla y abrirnos cada día un poco más a su verdadero significado! ¡Deberíamos dejarnos curar!

Quizá en esta terapia podemos encontrar luz en el centurión que nos presenta el evangelio. Él no se sentía digno de que Jesús fuera a su casa. No se trata de un sentimiento enfermizo de baja autoestima. Se trata sencillamente de una actitud de autenticidad, que es siempre la puerta que abre al don de la fe.

Gonzalo (gonzalo@claret.org)


3-6.  COMENTARIO 1

EL PAGANISMO QUE CONVIVE CON EL JUDAISMO
ESTÁ EN LAS ÚLTIMAS

Al término del discurso programático, dirigido a Israel, Jesús entra en Cafarnaún (7,1). Hay, por tanto, un cambio de escenario: hemos dejado el «llano», lugar adecuado para la enseñanza, y entramos en la ciudad de «Cafarnaún», situada a la orilla del lago de Galilea, encrucijada de comerciantes y de culturas, sobre todo de la romana, pagana, y de la judía.

A continuación, Lucas, con los trazos típicos de los personajes representativos -«El esclavo de cierto centurión ("centurión" connota ya de por si representatividad, poder sobre una centuria romana) que se encontraba mal, a punto de morir» (7,2a)- describe la triste situación del paganismo y, en concreto, de las clases oprimidas bajo el peso del poder constituido y jerárquicamente organizado: «Porque yo, que estoy bajo la autoridad de otros, tengo soldados a mis órdenes, y si le digo a uno que se vaya, se va; o a otro que venga, viene; y si le digo a mi siervo que haga algo, lo hace» (7,8). Las categorías de poder que presiden desde el vértice de la pirámide tanto las relaciones sociales («subordinado») como las familiares («esclavo») llevaban inexorablemente a la muerte de la sociedad, aunque las relaciones entre el superior y el subordinado fuesen óptimas (7,3b: «al que apreciaba mucho»).

La proclama de Jesús dirigida al pueblo de Israel ha llegado a oídos de los paganos que conviven con los judíos (7,3a: «Oyendo hablar de Jesús») y suscita en el paganismo la esperanza de que Jesús puede reparar su situación desesperada; la manera de contactar con él solamente la cree posible sirviéndose de la mediación del judaísmo: «le envió unos notables judíos para rogarle que fuera a salvar a su esclavo» (7,3b). No se trata aún del paganismo como tal, sino de paganos que están en inmejorables relaciones con el judaísmo: «Se presentaron a Jesús y le suplicaron encarecidamente: "Merece que se lo concedas, porque quiere a nuestra nación y es él quien nos ha construido la sinagoga" » (7,4-5).

Lucas evita que Jesús entre en contacto directo con el paganismo (v. 6b: «No estaba ya lejos de la casa»; v. 6d: «Que yo no soy quién para que entres bajo mi techo»; v. 7a: «Por eso tampoco me atreví a ir en persona»), reservándolo para la futura misión de la comunidad cristiana (Hch 13). Pero deja bien claro que el mensaje liberador de Jesús no se circunscribe a Israel: «Al volver a casa, los enviados (los amigos del centurión, v. 6c) encontraron al esclavo sano» (7,10).


EL MENSAJE DE JESUS CONTINUA LIBERANDO
A DISTANCIA... DE SIGLOS

En el Evangelio, ni el centurión romano ni el siervo tienen nombre propio: se trata de una descripción ideal, de una escena proléptica que anticipa la constitución de las primeras comunidades cristianas que surgirán gracias a la predicación del mensaje en el seno de la cultura pagana (7,7b: «Pero con una palabra tuya se curará mi criado»). En los Hechos de los Apóstoles, en cambio, el personaje que representa el paganismo adicto al judaísmo viene designado por su nombre, Cornelio (Hch 10, 1-2.22), y Pedro entrará en su casa (10,25.28-29; 11,3).

La descripción es programática: el mensaje liberador de Jesús, que por razones históricas tenía que predicarse primero a Israel, no tiene fronteras. No son los lazos de sangre los que determinan la pertenencia al reino, sino la adhesión a Jesús: «Al oír esto, Jesús se quedó admirado y, volviéndose hacia la multitud que lo seguía, dijo: "Os digo que ni siquiera en Israel he encontrado tanta fe"» (7,9).

«La multitud que lo seguía» representa a los discípulos / seguidores israelitas. Jesús constata un hecho que da que pensar: «Israel» no tiene fe, no cree en la acción liberadora de Dios en la historia, a pesar de que se considere el Pueblo de Dios. Aunque se refiere al Israel histórico, la lección va dirigida a los discípulos, la multitud de seguidores israelitas que le han dado la adhesión, a los que pone entre la espada y la pared: la fe propiamente sólo la ha encontrado en el paganismo, tan menospreciado por ellos.

En una sociedad como la nuestra, más paganizada que nunca, en la que los contravalores del reino -idolatría del dinero, ansia de poder, engreimiento de la ciencia- se nos presentan como el ideal del hombre feliz y eficiente, se hace difícil pensar que Jesús encontraría más fe en el ateísmo o en el agnosticismo que en los creyentes practicantes. Y, no obstante, la historia se repite. Dentro de esta sociedad que el hombre religioso tilda de corrompida y atea, es muy posible que el mensaje de Jesús continúe encontrando más eco y que en ella se produzca más liberación que no en personas que se consideran profundamente religiosas. De hecho, la tierra buena en la que enraizó la semilla del mensaje y en la que fructificó al ciento por uno fueron hombres y mujeres procedentes del paganismo, ajenos completamente a las categorías y cultura judías.


COMENTARIO 2

En este pasaje Lucas nos muestra cómo Jesús es acogido por un pagano que cree. La característica lucana que emerge con más fuerza es la humildad del personaje (v.6: "Señor, no te molestes más, porque soy bien poca cosa para recibirte en mi casa"). De este modo se hace hincapié en una actitud típicamente cristiana, frecuente en el evangelio de Lucas: (1,48.51-53) María: "porque se fijó en la condición humilde de su esclava"; 14,11, "porque el que se eleva será humillado y el que se humilla será elevado"; 18,9-14, "El publicano, quedaba atrás y no se atrevía levantar los ojos al cielo"; 20,46, Desconfíen de los maestros de la ley que les gusta pasearse con largas vestiduras y ser saludados en las plazas, ocupar los primeros asientos..).

La fe del centurión pagano (que aprecia y respeta las tradiciones judía), es puesta en evidencia en contraposición a la poca fe de Israel. Esto despierta la admiración de Jesús. De este modo, introduce Lucas un tema que es a su vez una constante en su evangelio: la universalidad de la salvación. La fe no se limita a un pueblo, a una cultura, a una raza. La humanidad (todas la buenas obras) y humildad del centurión, constituyen un auténtico comienzo en el caminar de la salvación. Lo más significativo de todo el relato, es la insistencia, la itinerancia del centurión que revela la profundidad de su fe. No se queda en buenas obras, como los judíos. Este pagano avanza hasta introducirse en la intimidad de la fe y acepta a Jesús como aquel que viene de Dios y tiene poder para lograr que el mundo encuentre la salvación (simbolizada en la curación del enfermo).

1. Josep Rius-Camps, El Éxodo del Hombre libre. Catequesis sobre el Evangelio de Lucas, Ediciones El Almendro, Córdoba 1991

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


3-7. ACI DIGITAL 2003

6. Se fue con ellos: como el servidor (22, 27) siempre dispuesto. Cf. Fil. 2, 7. No soy digno: Las palabras del centurión sirven para recordar antes de la Comunión, que no somos ni seremos nunca, dignos de la unión con Jesús. Pero antes se dice, en el Agnus Dei, que El es el Cordero divino que lleva sobre Sí los pecados del mundo, como dijo Juan precisamente cuando "lo vio venir hacia él" (Juan 1, 29). El mismo Jesús se encargó de enseñarnos que no vino a encontrar justos sino pecadores, y que, como figura del Padre celestial, el padre del hijo pródigo corrió al encuentro de éste para abrazarlo, vestirlo y darle un banquete; y que, si tenemos mucha deuda para ser perdonada, amaremos más, pues "aquel a quien menos se le perdona, menos ama" (Luc. 7, 47).

8. Cf. Mat. 8, 5 ss. Además de la fe de este pagano (cf. Hech. cap. 10) es de admirar su caridad que le hace sentir la enfermedad de su criado como suya. Bella enseñanza para que amen los patrones a sus servidores, y las dueñas de casa a sus sirvientes. Véase Ef. 6, 5 ss.


3-8. SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO

1 Cor 11, 17-26.33
Salmo responsorial: 39
Lc 7, 1-10: Les digo que ni siquiera en Israel he encontrado tanta fe.

La escena tuvo lugar en Cafarnaún. El centurión es modelo de lo que hoy llamaríamos “ecumenismo”. A pesar de no ser judío, quiere al pueblo judío y le ha construido una sinagoga. De talante abierto, favorece a otros que no son de su círculo de creencias. Por lo demás, mantiene unas relaciones ejemplares con su empleado, a quien estimaba mucho. El centurión no excluye en su vida la doble situación de siervo-señor, pero la estima que tiene hacia su empleado la hace más humana. A pesar de no ser discípulo de Jesús, lo conoce bien. La relación de subordinación que hay entre él y sus soldados es la que el centurión reconoce como existente entre Jesús y la enfermedad. Para el centurión no es necesario que Jesús llegue a su casa a curar a su siervo; basta con que aquél lo ordene de palabra. Pero en este caso no será ni siquiera necesaria la orden de Jesús; bastará con la fe del centurión.

Este relato de milagro es un tanto especial. No sucede como en otros en los que es Jesús mismo quien cura tocando o hablando al enfermo. Es la fe del centurión la que hace el milagro, sin necesidad de intermediarios judíos (los notables) o paganos (los amigos del centurión). Lo allí sucedido es un buen ejemplo de lo que Jesús mismo dice en el evangelio: “Les aseguro que si tuvieran fe como un grano de mostaza le dirían a aquella montaña que viniera aquí, y vendría. Nada os sería imposible” (Mt 17,20).

Aquel centurión mostró la fe idónea para hacer milagros; una fe tan grande no encontró Jesús entre los que era de esperar que la tuvieran, los judíos, que confiaban en un sistema incapaz de curar y salvar.


3-9.

Comentario: Fr. John A. Sistare (Cumberland-Rhode Island, USA)

«Os digo que ni en Israel he encontrado una fe tan grande»

Hoy, nos enfrentamos a una pregunta interesante. ¿Por qué razón el centurión del Evangelio no fue personalmente a encontrar a Jesús y, en cambio, envió por delante algunos notables de los judíos con la petición de que fuese a salvar a su criado? El mismo centurión responde por nosotros en el pasaje evangélico: Señor, «ni siquiera me consideré digno de salir a tu encuentro. Mándalo de palabra, y quede sano mi criado» (Lc 7,7). Aquel centurión poseía la virtud de la fe al creer que Jesús podría hacer el milagro —si así lo quería— con sólo su divina voluntad. La fe le hacía creer que, prescindiendo de allá donde Jesús pudiera hallarse, Él podría sanar al criado enfermo. Aquel centurión estaba muy convencido de que ninguna distancia podría impedir o detener a Jesucristo, si quería llevar a buen término su trabajo de salvación.

Nosotros también estamos llamados a tener la misma fe en nuestras vidas. Hay ocasiones en que podemos ser tentados a creer que Jesús está lejos y que no escucha nuestros ruegos. Sin embargo, la fe ilumina nuestras mentes y nuestros corazones haciéndonos creer que Jesús está siempre cerca para ayudarnos. De hecho, la presencia sanadora de Jesús en la Eucaristía ha de ser nuestro recordatorio permanente de que Jesús está siempre cerca de nosotros. San Agustín, con ojos de fe, creía en esa realidad: «Lo que vemos es el pan y el cáliz; eso es lo que tus ojos te señalan. Pero lo que tu fe te obliga a aceptar es que el pan es el Cuerpo de Jesucristo y que en el cáliz se encuentra la sangre de Jesucristo». La fe ilumina nuestras mentes para hacernos ver la presencia de Jesús en medio de nosotros. Y, como aquel centurión, diremos: «Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres bajo mi techo» (Lc 7,6). Por tanto, si nos humillamos ante nuestro Señor y Salvador, Él viene y se acerca a curarnos. Así, dejemos a Jesús penetrar nuestro espíritu, en nuestra casa, para curar y fortalecer nuestra fe y para llevarnos hacia la vida eterna.


3-10. Lunes, 13 de setiembre del 2004

Si hay divisiones entre ustedes,
lo que menos hacen es comer la Cena del Señor

Lectura de la primera carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 11, 17-26. 33

Hermanos:

No puedo felicitarlos por sus reuniones, que en lugar de beneficiarlos los perjudican. Ante todo, porque he oído decir que cuando celebran sus asambleas, hay divisiones entre ustedes, y en parte lo creo. Sin embargo, es preciso que se formen partidos entre ustedes, para que se pongan de manifiesto los que tienen verdadera virtud.

Cuando se reúnen, lo que menos hacen es comer la Cena del Señor, porque apenas se sientan a la mesa, cada uno se apresura a comer su propia comida, y mientras uno pasa hambre, el otro se embriaga. ¿Acaso no tienen sus casas para comer y beber? ¿O tan poco aprecio tienen a la Iglesia de Dios, que quieren hacer pasar vergüenza a los que no tienen nada? ¿Qué les diré? ¿Los voy a alabar? En esto, no puedo alabarlos.

Lo que yo recibí del Señor, y a mi vez les he transmitido, es lo siguiente: El Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó el pan, dio gracias, lo partió y dijo: «Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía». De la misma manera, después de cenar, tomó la copa, diciendo: «Esta copa es la Nueva Alianza que se sella con mi Sangre. Siempre que la beban, háganlo en memoria mía». Y así, siempre que coman este pan y beban esta copa, proclamarán la muerte del Señor hasta que Él vuelva.

Así, hermanos, cuando se reúnan para participar de la Cena, espérense unos a otros.

Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL 39, 7-10. 17

R. ¡Proclamen la muerte del Señor, hasta que vuelva!

Tú no quisiste víctima ni oblación;
pero me diste un oído atento;
no pediste holocaustos ni sacrificios,
entonces dije: «Aquí estoy». R.

«En el libro de la Ley está escrito
lo que tengo que hacer:
yo amo, Dios mío, tu voluntad,
y tu ley está en mi corazón». R.

Proclamé gozosamente tu justicia
en la gran asamblea;
no, no mantuve cerrados mis labios,
Tú lo sabes, Señor. R.

Que se alegren y se regocijen en ti
todos los que te buscan,
y digan siempre los que desean tu victoria:
«¡Qué grande es el Señor!» R.

EVANGELIO

Ni siquiera en Israel encontré una fe semejante

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 7,1-10

Jesús entró en Cafarnaúm. Había allí un centurión que tenía un sirviente enfermo, a punto de morir, al que estimaba mucho. Como había oído hablar de Jesús, envió a unos ancianos judíos para rogarle que viniera a sanar a su servidor.

Cuando estuvieron cerca de Jesús, le suplicaron con insistencia, diciéndole: «Él merece que le hagas este favor, porque ama a nuestra nación y nos ha construido la sinagoga».

Jesús fue con ellos, y cuando ya estaba cerca de la casa, el centurión le mandó decir por unos amigos: «Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres en mi casa; por eso no me consideré digno de ir a verte personalmente. Basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará. Porque yo -que no soy más que un oficial subalterno, pero tengo soldados a mis órdenes- cuando digo a uno: "Ve", él va; y a otro: "Ven", él viene; y cuando digo a mi sirviente: "¡Tienes que hacer esto!", él lo hace».

Al oír estas palabras, Jesús se admiró de él y, volviéndose a la multitud que lo seguía, dijo: «Yo les aseguro que ni siquiera en Israel he encontrado tanta fe».

Cuando los enviados regresaron a la casa, encontraron al sirviente completamente sano.

Palabra del Señor.

Reflexión:

1Cor. 11, 17-26. El esquema de la celebración de la Eucaristía, llamada al principio "la Cena del Señor" ya no se tiene en la forma como hoy nos lo narra esta lectura. Sin embargo hay algo demasiado importante en lo que debemos reflexionar: nuestra Eucaristía no puede ser una celebración cerrada, de tal forma que queramos disfrutar del pan de vida olvidando la comunión fraterna, no sólo con los nuestros sino con toda la comunidad de fe. Otra cosa que hemos de meditar es el contemplar cómo a nuestra eucaristía acudimos gentes de todas las condiciones sociales. Algunos hartos de todo, gracias a una condición económica desahogada; otros, faltos de todo a causa de su pobreza. Algunos sufriendo graves injusticias, y otros que son los autores de las mismas. El Señor nos invita a celebrar la Eucaristía no sólo como un rito, sino como una vida que se recibe para que tengamos Vida y podamos darla también a los demás. Lo que nosotros hemos recibido del Señor es lo mismo que hemos de transmitir y entregar a los demás: Nuestro cuerpo que se entrega por ellos, incluyendo en ello todas nuestras obras de caridad y de justicia social, para que todos lleguen a disfrutar de una vida cada vez más digna. Y nuestra sangre que se derrama para el perdón de los pecados, por unirse al sacrificio de Cristo en la cruz. En esa entrega se incluyen nuestras tareas misioneras para que a todos llegue el Evangelio, el perdón, la gracia y la vida que nosotros hemos recibido, no para reservarnos esos dones, sino para entregarlos a los demás, para que también ellos lleguen a ser hijos de Dios. ¿Será esta la forma en que estamos celebrando nuestra Eucaristía?

Sal. 40 (39). Una Eucaristía convertida sólo en un acto de culto, desencarnada de la realidad, no puede llamarse, con lealtad un auténtico signo de fe. Junto con la ofrenda debe ir toda nuestra vida con todo nuestro ser, envuelto en la fe que nos hacen ser uno con Cristo. Unidos a Él hemos de caminar en la fidelidad a la voluntad salvadora de Dios. Y esa Voluntad divina no se limita sólo a liberarnos de nuestras esclavitudes al pecado, y a llevarnos sanos y salvos a su Reino celestial. Esa Voluntad divina nos involucra en el trabajo ardiente y constante para hacer llegar el Evangelio de la gracia a la humanidad entera, hasta lograr lo que Dios quiere: que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la Verdad. ¿Hasta dónde llega nuestra Eucaristía? ¿Cuál es nuestra entrega a favor del bien y de la salvación de los demás?

Lc. 7, 1-10. Podríamos preguntarnos ¿quién, o quienes se encargarían de meter en la cabeza del oficial Romano todas esas ideas de la santidad reservada sólo a los judíos, que le impidió acercarse personalmente a Jesús y de recibirlo en su casa? Sus amigos, los ancianos de los judíos, hablarán por él ha Jesús. ¿No serían los mismos que construyeron las barreras entre Jesús y el oficial romano? ¿No serían los mismos que urgieron a ese oficial a impedir que un judío enterara en la casa de un gentil? A pesar de lo universal de la Iglesia, nosotros mismos, además de la vivencia personal de la fe, pues ésta es una respuesta que cada uno da al Señor, sabiendo que la fe se vive en comunidad, podríamos propiciar el vivirla en grupos totalmente cerrados alegando una y mil razones, que más que manifestar la universalidad de nuestra fe, nos manifestarían ante los demás como una Iglesia convertida en un grupo cerrado de iniciados al que, cuando algún "despistado" se adhiriera, causaría incomodidad entre los presentes y se le invitarían a retirarse, en lugar de ganarlo también para Cristo, recibiéndolo como hermano. Ojalá y todos aprendamos a dar una respuesta comprometida en la fe al Señor que nos dice: "Ven" para qué estemos con El, y nos dejemos instruir con sus palabras y con su ejemplo, de tal forma que después le obedezcamos cuando nos dice "Ve" y vayamos a anunciar a los demás el Evangelio de la gracia que se nos ha confiado; anuncio que debe ir más allá de la proclamación hecha con los labios, pues el Señor mismo nos dice: "Haz esto", y ojalá realmente lo hagamos para que no sólo seamos predicadores, sino testigos del Evangelio.

El Señor nos reúne en esta celebración Eucarística. A nadie cierra Él las puertas. Tampoco nosotros podemos hacerlo. Venimos como fieles discípulos suyos a aprender a caminar por el camino en nos conduce al encuentro y posesión definitiva de la Vida de nuestro Dios y Padre. Queremos aprender a vivir en el amor fiel; amor fiel que nos impide cerrar los ojos ante la problemática que aqueja a muchos sectores de nuestra sociedad; amor fiel que nos hace sensibles al dolor y al sufrimiento de muchos hermanos nuestros; amor fiel que no nos hace espectadores del Misterio Pascual de Cristo, sino que, junto con El, nos convierte en una ofrenda agradable a Dios, y que nos lleva a hacer nuestra la entrega del Señor de la Iglesia, estando totalmente dispuestos a entregarlo todo por el bien del nuestros hermanos, llegando, incluso si es necesario, a derramar nuestra sangre para que sus pecados sean perdonados, y lleguen a disfrutar de la Vida eterna.

Roguémosle a Dios, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos conceda la gracia de saberlo amar como a nuestro Padre, y de saber amar a nuestro prójimo como a hermano nuestro, preocupándonos de hacerle el bien en todo aquello que nos sea posible. Amén.

Homiliacatolica.com


3-11. 24ª Semana. Lunes

Cuando terminó de decir todas estas palabras al pueblo que le escuchaba, entró en Cafarnaún. Había allí un centurión que tenía un criado enfermo y moribundo a quien estimaba mucho. Habiendo oído hablar de Jesús, le envió unos ancianos de los judíos para rogarle que viniera a curar a su criado. Ellos, cuando llegaron junto a Jesús, le rogaban encarecidamente diciendo: «Merece que hagas esto, pues aprecia a nuestro pueblo y él mismo nos ha construido una sinagoga». Jesús, pues, se puso en camino con ellos. Y no estaba ya lejos de la casa cuando el centurión le envió unos amigos para decirle: «Señor, no te tomes esa molestia, porque no soy digno de que entres en mi casa, por eso ni siquiera yo mismo me he considerado digno de venir a ti; pero di una palabra y mi criado quedará sano. Pues también yo soy un hombre sometido a disciplina y tengo soldados bajo mis órdenes: digo a éste: ve, y va; y al otro: ven, y viene; y a mi siervo: haz esto, y lo hace». Al oírlo, Jesús quedó admirado de él, y volviéndose a la multitud que le seguía, dijo: «Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe». Y cuando volvieron a casa, los enviados encontraron sano al siervo. (Lc 7, 1 -10)


I. Jesús, te diriges a la casa del centurión por la insistencia de unos ancianos judíos que te piden ese favor. El centurión es una buena persona, respetuoso con el pueblo judío, a pesar de ser oficial de un ejército extranjero. Además, no pide para sí, sino para su criado a quien estimaba mucho.

Jesús, de la misma manera que el centurión buscó la intercesión de personas que estaban más cerca de Ti, quieres que yo también busque la intercesión de los santos. Los santos -especialmente la Virgen María, tu madre- al estar muy cerca de Ti, me pueden ayudar a presentarte mis necesidades o las de los que conviven conmigo.

Por el hecho de que los del cielo están más íntimamente unidos a Cristo, consolidan más firmemente a toda la Iglesia en la santidad... no dejan de interceder por nosotros ante el Padre. Presentan por medio del único Mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, los méritos que adquirieron en la tierra... Su solicitud fraterna ayuda, pues, mucho a nuestra debilidad [3].

Sin embargo, Jesús, lo que realmente te remueve y provoca el milagro es la gran fe del centurión: os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe. Fe que, por ser auténtica, está basada en la humildad: no soy digno de que entres en mi casa. Sin la virtud humana de la humildad, es difícil que me concedas la virtud sobrenatural de la fe.

II. Pásmate ante la bondad de Dios, porque Cristo quiere vivir en ti.... también cuando percibes todo el peso de la pobre miseria, de esta pobre carne, de esta vileza, de este pobre barro.

-Sí, también entonces, ten presente esa llamada de Dios.- Jesucristo, que es Dios, que es Hombre, me entiende y me atiende porque es mi Hermano y mi Amigo [4].

Jesús, te quiero poco: no sé corresponder a tu Amor. Soy de carne y «de orgullo»: a la que me descuido, sólo me importan mis planes, mis gustos, mis apetencias. Me olvido de Ti, de lo que me pides, y voy a la mía. Y, luego, me arrepiento y siento el peso de la pobre miseria, de esta pobre carne, de esta vileza, de este pobre barro.

En esos momentos de íntima conversión, me dirijo a Ti como el centurión: no soy digno de que entres en mi casa. No merezco recibirte en la Comunión; me veo
manchado: mi alma no está en condiciones de recibir al Autor de la gracia. Pero sé que si me arrepiento con humildad y recibo el sacramento de la confesión, Tú me entiendes y me atiendes -me perdonas- porque, además de Dios, eres mi Hermano y mi Amigo.

Jesús, una vez limpio te puedo recibir en la Comunión, y entonces Tú me llenas con tu gracia y con tu fortaleza y con tu amor. Pásmate ante la bondad de Dios, porque Cristo quiere vivir en ti... Jesús, quieres vivir en mí. Que no te cierre las puertas, que busque la intercesión de la Virgen y de los santos, que trate de hacer buenas obras y que imite al centurión en su fe y humildad.

[3] Catecismo, 956.
[4] Forja, 182.

Comentario realizado por Pablo Cardona.
Fuente: Una Cita con Dios, Tomo VI, EUNSA


3-12.

Reflexión

En este pasaje de Jesús, podemos ver la conjugación de dos elementos que son fundamentales en la vida espiritual: la fe y la intercesión. Quisiera destacar hoy la importancia de los AMIGOS en la vida espiritual. Ya en el pasaje del paralítico que fue llevado en camilla por unos amigos, podemos ver lo importante que es tener buenos amigos en nuestra vida de fe, pues muchas veces, como en estos dos casos, ellos son el medio para que Dios se manifieste con poder en nuestra vida o en la vida de nuestros seres queridos. Un buen amigo siempre estará dispuesto a orar por ti, a interceder por tus necesidades, es más, a orar contigo. Un buen amigo sabrá presentar, tus necesidades al Señor como si fueras tú mismo, pues te ama y tus problemas son SUS PROBLEMAS. Por ello dice el libro de la sabiduría que “quien encuentra un amigo encuentra un tesoro”. Valora a tus amigos y busca acrecentar su número… ellos pueden ser el instrumento para que la bendicen de Dios llegue a tu vida y a la de tu familia.

Que pases un día lleno del amor de Dios.

Como María, todo por Jesús y para Jesús

Pbro. Ernesto María Caro


3-13. El centurión de Cafarnaúm

Autor: Carmelitas Descalzas de Toro

Reflexión:

Por comparación de las cosas visibles nos acercamos a la realidad de las cosas invisibles, así sucede con el centurión que tenemos en la escena. Él contaba con soldados que estaban bajo sus órdenes y era obedecido con prontitud. Desde la experiencia de su poder terreno, que manda y las cosas se hacen, cree que una orden de Jesús es suficiente para que su soldado sea curado.

La confianza en sí mismo es el trampolín que le lanza a la confianza en Jesús, y es que sólo desde la realidad de nuestro ser, personas pobladas por la fuerza del Espíritu, somos capaces de confiar en los otros siendo esta confianza la fuente de toda bendición.

Señor de poder y misericordia que haces con tu poder cuanto quieres, te pedimos quieras sanar nuestras enfermedades, limpiar nuestros corazones y darnos la paz del alma. Te lo pedimos por tu infinita bondad para con los hombres.


3-14. DOMINICOS 2004

La luz de Dios y su mensaje en la Biblia
Primera carta de san Pablo a los corintios 11, 17-26:
"Hermanos: os recomiendo no disputar en la iglesia, vestir con modestia femenina... , y lo hago porque no puedo aprobar que vuestras reuniones causen más daño que provecho. He oído que cuando se reúne vuestra asamblea os dividís en bandos Así os resulta imposible comer la cena del Señor, pues cada uno se adelanta a comer su propia cena, y mientras uno pasa hambre, el otro está borracho. ¿No tenéis casa donde comer y beber?... ¿Qué queréis que os diga? ¿Qué os apruebe? En esto no os apruebo. Yo he recibido una tradición, que procede el Señor y que a mi vez os he transmitido: que el Señor Jesús, en la noche en que iba a ser entregado, tomo pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y dio: Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis de este cáliz, proclamáis la muerte del Señor hasta que vuelva".



Evangelio según san Lucas 7, 1-10:
“En aquel tiempo, cuando terminó Jesús de hablar a ¡agente, entró en Cafarnaúm; y, estando allí un centurión que tenía enfermo... a un criado al que estimaba mucho..., envió unos ancianos de los judíos a rogarle a Jesús que fuera a curarlo...

Jesús se fue con ellos. El centurión, al saberlo, le envió unos amigos a decirle: Señor, no te molestes..., da la orden de palabra y mi criado quedará sano...

Al oír esto, Jesús se admiró de él, y, volviéndose a ¡agente que le seguía, dijo: Os digo que ni en Israel he encontrado tanta fe. Y al volver a su casa, los enviados encontraron al siervo sano"

Reflexión para este día
Mesa de fraternidad, asamblea de caridad, pan y acción de gracias.
Para nosotros, creyentes, todas esas son palabras de gran alcance. Pero sí se nos quedan en meras palabras, porque el espíritu de la verdad y del amor no las acompaña, de poco nos sirven.

Pablo está muy preocupado con la comunidad de Corinto. La ama tanto que no puede permitir que se divida y se deteriore en ideas, sentimientos, clasismo social con reflejo en las asambleas... Es normal que los hechos le duelan. Pero la mesa del encuentro con Cristo, Pan de vida, ¿puede convertirse en mesa de discordia?

Dura lección: ¡Qué pronto se mezclaron en las comunidades cristianas apetencias e intereses humanos con los valores del Reino! Apartemos la mirada del “clasismo” que emerge en Corinto. Miremos al Centurión que se inclina ante Jesús, y escuchemos al Maestro en silencio. Él sabe hablar al corazón.


3-15.

Los ancianos que son enviados a Jesús para interceder por el criado del oficial romano apelan a que el oficial se merece que se le conceda lo que pide en tanto quiere al pueblo y ha construido la sinagoga. Es una actitud muy humana esta de pedir recompensas/recibir castigos por nuestras acciones. Así catalogamos las acciones humanas y así creemos que es nuestra relación con Dios, quién nos premiará cuando hacemos el bien y nos castiga cuando hacemos el mal. Sin embargo esa no es la forma de actuar de Dios. Recibir sanación no dependerá de si lo merecemos o no. Es cuestión de fe. Es así como Jesús se admira de la fe que ha encontrado en el oficial y hoy por hoy su acto es recordado en la Eucarística en tanto en el acto de consagración repetimos sus palabras: “Señor, no soy digna de que entres en mi casa pero una palabra tuya bastará para sanarme”. Ojalá el Señor encuentre la misma fe en cada uno de nosotros.

Dios nos bendice,

Miosotis


3-16. CLARETIANOS 2004

Queridos hermanos y hermanas,

La historia del encuentro “virtual” de Jesús con el centurión romano tiene varios vértices escandalosos: a) el centurión ha construido una sinagoga; b) los judíos de renombre son amigos suyos (o sea, colaboracionistas con el régimen de ocupación); c) no está muy clara la relación entre el centurión y su criado; d) en ningún momento el centurión se presenta a Jesús, se sirve de intermediarios: los dirigentes judíos y unos amigos.

La reacción de Jesús se desarrolla según un guión imprevisto y desconcertante, que rompe con el esquema habitual de los milagros: a) no entra en relación directa con el enfermo; b) accede a la petición de los dirigentes judíos y posteriormente a la de los amigos; c) alaba la fe del centurión, un no judío al que se le podía acusar de varias cosas.

Si la conducta de Jesús nunca nos sorprendiera, si Jesús no nos escandalizara alguna vez, ¿podríamos tener la certeza de estar ante el Jesús real?

Hoy, el “guión” de la Iglesia es demasiado previsible. Casi siempre se sabe de antemano lo que va a decir o a hacer en relación con los asuntos más debatidos en la sociedad. Hay poco espacio para la sorpresa. Sabemos bien cuál es la doctrina sobre la sexualidad, la economía, las relaciones humanas. Esta previsibilidad solemos interpretarla en clave de coherencia, pero ¿no será también resultado de la falta de verdadera fe?

Vuestro hermano en la fe:
Gonzalo Fernández, cmf. (gonzalo@claret.org)