SÁBADO DE LA SEMANA 22ª DEL TIEMPO ORDINARIO
PRIMERA LECTURA
Dios os ha reconciliado para haceros santos, sin mancha
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses 1, 21-23
Hermanos:
Antes estabais también vosotros alejados de Dios y erais enemigos suyos por la
mentalidad que engendraban vuestras malas acciones; ahora, en cambio, gracias a
la muerte que Cristo sufrió en su cuerpo de carne, Dios os ha reconciliado para
haceros santos, sin mancha y sin reproche en su presencia.
La condición es que permanezcáis cimentados y estables en la fe, e inamovibles
en la esperanza del Evangelio que escuchasteis.
En el mismo que se proclama en la creación entera bajo el cielo, y yo, Pablo,
fui nombrado su ministro.
Palabra de Dios.
Salmo responsorial Sal 53, 3-4. 6 y 8
R. Dios es mi auxilio.
Oh Dios, sálvame por tu nombre, sal por mí con tu poder. Oh Dios, escucha mi
súplica, atiende a mis palabras. R.
Pero Dios es mi auxilio, el Señor sostiene mi vida. Te ofreceré un sacrificio
voluntario, dando gracias a tu nombre, que es bueno. R.
EVANGELIO
¿Por qué hacéis en sábado lo que no está permitido?
Lectura del santo evangelio según san Lucas 6, 1-5
Un sábado, Jesús atravesaba un sembrado; sus discípulos arrancaban espigas y,
frotándolas con las manos, se comían el grano.
Unos fariseos les preguntaron:
-«¿Por qué hacéis en sábado lo que no está permitido?»
Jesús les replicó:
-«¿No habéis leído lo que hizo David, cuando él y sus hombres sintieron hambre?
Entró en la casa de Dios, tomó los panes presentados, que sólo pueden comer los
sacerdotes, comió él y les dio a sus compañeros. »
Y añadió:
-«El Hijo del hombre es señor del sábado.»
Palabra del Señor.
1.- Col 1, 21-23
1-1. RC/PERDÓN:
"En otro tiempo fuisteis extraños", extranjeros. Extraños a vosotros mismos, en la imposibilidad en que estabais de corresponder realmente a vuestros deseos y a vuestros sueños de hacer coincidir vuestro obrar con vuestra libertad, de comprender cuál era vuestro porvenir y de establecerlo con firmeza. Extraños a los demás, en la imposibilidad de no considerarlos sino como rivales o enemigos, en la imposibilidad de establecer con ellos solidaridades reales. Extraños a Dios en la imposibilidad de no percibirlo sino como un Dueño todopoderoso que vigila implacablemente por el buen orden del mundo.
"Fuisteis extraños, pero Dios os ha reconciliado ahora por medio de Cristo". Reconciliación con vosotros mismos, ya que conocéis ahora que sois más que vuestro pasado, que sois capaces de futuro; más que vuestros fracasos, capaces de conversión; más que vuestras incomprensiones, capaces de una identidad insospechada.
Reconciliación con los demás en la revelación de que sois hermanos los unos de los otros, tributarios de una misma gracia, engendrados por una misma y única ternura, miembros de un solo cuerpo: os habéis hecho capaces los unos de los otros.
Reconciliación con Dios: en la posibilidad ofrecida de corresponder a su voluntad mediante un abandono en su misericordia; en la certeza de ser amados sin reticencias y sin vuelta atrás: os habéis hecho capaces de ser hijos.
En Cristo hemos cruzado una frontera: ¡os habéis hecho capaces del Evangelio!
Entonces, no os dejéis apartar de la esperanza que habéis recibido. No volváis a someteros a la esclavitud del miedo que os hace dudar de vosotros mismos, del fatalismo que os hace decir: "¿De qué sirve todo esto?"; no volváis a someteros a la esclavitud del realismo destructor de sueños y de la fría lucidez que adormece todos los entusiasmos. No os refugiéis en vuestros territorios bien defendidos, en la seguridad tras esas barreras que son vuestras prisiones, haciendo valer vuestros privilegios, dejando a un lado vuestras obligaciones por mantener vuestros derechos. No os dejéis apartar de la esperanza, encerrando a Dios en sus fronteras y levantando a la tierra contra el cielo. Os pondríais de nuevo bajo el yugo de una ley de muerte, después de haber saboreado en Cristo la vida.
NOEL
QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 32 s.
1-2.
Dios os ha hecho capaces de ser vosotros mismos, de ser hijos, de ser hermanos.
1-3.
-Hermanos, erais en otro tiempo extraños a Dios... erais incluso sus enemigos, con esos pensamientos que os inducían al mal.
Los colosenses son cristianos recientes. Recuerdan su vida anterior: que no era hermosa.
La expresión es fuerte, violenta: «enemigos de Dios»... «con pensamientos de hacer el mal»...
Para experimentar todo el beneficio que supone la salvación, es preciso tomar conciencia del peligro mortal del que uno se ha salvado. Esa terrible situación de naufragio se resume en estas dos palabras: «extraños a Dios», «enemigos de Dios»... Para el hombre, creado para vivir en Dios, el hecho de estar «sin-Dios» es la peor desgracia.
Madeleine Delbrel expresó ese drama del ateísmo en términos inolvidables: «Se ha dicho: Dios ha muerto. Esto requiere tener la honestidad de no seguir viviendo como si El viviese. Se saldó la cuestión respecto a él: falta saldarla respecto a nosotros... Todos estamos próximos a la única verdadera desgracia ¿tendremos o no agallas para decírnoslo?... ¿No sería una falta de tacto decirle a un moribundo: «Buenos días» o «Buenas tardes»?... Por lo tanto se le dice: «Hasta la vista», o «Adiós»... mientras no se haya aprendido a decir: «A ninguna parte»... «A la nada absoluta»...
-Y he ahí que ahora Dios os ha reconciliado con El...
Se ha reanudado el contacto.
Espontáneamente las religiones ordinarias piensan: puesto que la divinidad ha sido lesionada por el pecado del hombre, éste debe expiar, acercarse a Dios. El Nuevo Testamento nos dice lo contrario. No es el hombre el que se acerca a Dios con una ofrenda compensadora, es Dios quien ofrece al hombre la reconciliación. Todo el evangelio nos repite que no son los hombres los que se reconcilian con Dios, sino Dios quien les reconcilia con El. Es Dios quien busca al hombre... Es Dios quien hace el gasto de la reconciliación. ¡Gracias Señor!
-Gracias al cuerpo humano de Cristo y por su muerte...
El pagó el precio. Redención «costosa». ¡Y cuán costosa! «Cristo me amó y se entregó por mí...» (Gálatas 8, 31-39)
-Para presentaros santos, inmaculados e irreprensibles delante de El.
El punto de partida era una hostilidad, una separación.
Y la finalidad: es la amistad, la intimidad con Dios, la participación a su santidad, a su felicidad, a su invencibilidad victoriosa.
Haz, Señor, que sueñe con frecuencia en esa perspectiva que se abre ante mí, como se abre ante todo ser humano.
La humanidad va hacia ella.
-Con tal que permanezcáis sólidamente cimentados en la fe.
Porque no se trata solamente de soñar. Hay que participar. Hay que construir ese porvenir con Dios, que El quiere para nosotros pero que no quiere construir sin nosotros.
La Fe es nuestra correspondencia a ese proyecto divino.
-Firmes e inconmovibles en la esperanza del Evangelio que oísteis, que ha sido proclamado a toda criatura bajo el cielo y del que yo, Pablo, he llegado a ser ministro.
Cuando se ha oído una «buena noticia», se la entretiene en la mente como algo precioso.
Pero el Evangelio no hay que guardarlo en exclusiva para sí. No olvidemos que va dirigido a todo criatura bajo el cielo, que es ofrecido a todos sin excepción alguna.
¿Cual es mi participación en esa evangelización?
NOEL
QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 270 s.
2.- 1Co 4, 6-15
2-1.
Ver SANTIAGO
2-2.
-Hermanos, pienso que, a nosotros los apóstoles, Dios nos ha asignado el último lugar entre los hombres, como condenados a muerte, expuestos a modo de espectáculo para el mundo, los ángeles y los hombres.
Al leer por primera vez este pasaje no podemos menos que encontrarlo excesivo.
¿Cómo? Los «Apóstoles», el Papa, los obispos, los sacerdotes... ¿serían los «últimos entre los hombres»? Y Pablo encarecerá todavía al final del pasaje: «hemos venido a ser basura del mundo, desecho de los hombres.» En la ciudad de Corinto, Pablo estaba lejos de ser un notable, una autoridad. Se compara a esos vagabundos lastimosos que las ciudades de la época mantenían para servir de víctima expiatoria en las calamidades públicas... o también a esos condenados destinados a las fieras en las anfiteatros ¡bajo la mirada de los «espectadores»!
¿Cómo entender esas fórmulas tan violentas, sino con referencia a Jesucristo? El verdadero apóstol ¿no tendría por criterio el parecerse a Jesús, que aportó la verdadera salvación muriendo en el Gólgota, como un condenado y a la vista también de los espectadores?, dando así testimonio de un amor absoluto...
Es pues Jesucristo crucificado a quién quiero contemplar, una vez más.
Me detengo en estas reflexiones, incluso si no van a la par con mis tendencias habituales, ni con las tendencias del mundo. ¿En qué puede esto hacerme reconsiderar mi modo de concebir el apostolado y la evangelización? ¿Cómo ilumina todo ello lo que hay de cruz en mi vida concreta? ¿Soy consciente de que tengo que participar en la redención?
-Nosotros somos necios, por seguir a Cristo...
Efectivamente, hay que ser loco o necio para lanzarse a una empresa tan insensata: anunciar a los hombres el escándalo de la cruz.
Y vosotros sois sabios, en Cristo...
Todo el pasaje siguiente es de una ironía chirriante, que, opondrá la suficiencia orgullosa de los corintios a la vida pobre y paciente de Pablo.
-Nosotros "locos"... vosotros sabios.
Nosotros "débiles"... vosotros fuertes.
Nosotros "despreciados"... vosotros alabados.
Bajo estas diatribas, afloran las bienaventuranzas. Si uno quiere ser cristiano, no ha de olvidarlas.
La satisfacción de sí mismo, la suficiencia farisaica, incluso la espiritual, son contrarias al evangelio.
-Hasta el presente, pasamos hambre, sed, desnudez, somos azotados, vagabundos, fatigados trabajando con nuestras propias manos.
Una vez mas: ¡no!, los apóstoles no son los satisfechos, la gente poderosa, revestida de "poder", los triunfadores, los que no tienen preocupaciones, ni están sometidos a la prueba.
-Injuriados... bendecimos. Perseguidos... soportamos. Calumniados... consolamos.
Es la repetición, bajo otra forma, de la paradoja de las bienaventuranzas. Gente "pobre", que es "dichosa"... gente "que ha recibido daño de otros" y que pasan su tiempo "haciendo felices a los demás".
No olvidemos nunca esta cara del cristianismo. Es el rostro auténtico de Jesús. Y es una de las enseñanzas más importantes de la Epístola a los Corintios. No es discípulo de Cristo el que no reproduce alguno de sus rasgos.
-No os escribo estas cosas para avergonzaros, sino para instruiros como hijos muy queridos... En Cristo, no tenéis muchos padres... Por haberos anunciado el Evangelio soy yo quien os ha engendrado.
NOEL
QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 270 s.
3.- Lc 6, 1-5
3-1.
"El Hijo del hombre es Señor del sábado". Como el Esposo está ahí, ha llegado el tiempo de la boda y ha pasado la época de las referencias antiguas. Al atardecer del día sexto, Dios había descansado para consagrar la creación, y los hombres habían consagrado el sábado para alabar a Dios por sus maravillas. Un día para santificar el tiempo... Como Jesús está ahí, toda la vida del hombre se define como "santa": es tiempo del hombre y tiempo de Dios. En adelante, nada de cuanto es humano es ajeno a Dios.
Escándalo de nuestra fe: ya no hay separación entre lo profano y lo sagrado. Los contemporáneos de los primeros cristianos tenían razón al acusarles de ateísmo. El Evangelio no es una religión ordinaria ni administra sentimientos religiosos. La religión que emana del sentimiento religioso acapara a Dios; se le adora, se le teme, se le invoca, se le desea; pero El está lejos, fuera de nuestros asuntos de hombres. Siguiendo a los profetas, Jesús trastoca esta imagen: la religión procede de la fe, de la acogida de una palabra.
Entrar en contacto con Dios no exige ya que salgamos de nuestra condición de hombres, ya que Dios ha entrado en la historia haciéndose palabra de hombre, de un hombre pequeño.
Inversión increíble de la fe, que en vez de levantar una barrera entre el mundo de la tierra y el de Dios, santifica la condición mundana del hombre. ¿Cómo hemos podido, entonces, hacer de Dios un enemigo o un rival del hombre? ¡Qué mal hemos sabido interpretar el significado de todo el trabajo de los hombres y de las mujeres que se esfuerzan por hacer la tierra habitable y humana! Ahí, en esa laboriosa gestación, está el lugar en donde viene la Palabra y en donde surge el Espíritu.
"El Hijo del hombre es Señor del sábado". Con ese gesto, Jesús hacía de la encarnación algo distinto de una teoría de teólogos: la vida de los hombres es el único lugar en donde habla Dios.
DIOS CADA
DIA
SIGUIENDO EL LECCIONARIO FERIAL
SEMANAS XXII-XXXIV T.O. EVANG.DE LUCAS
SAL TERRAE/SANTANDER 1990.Pág.
241
3-2.
Ya hemos meditado este episodio, relatado por los tres evangelios sinópticos. Lucas, que escribía para paganos, poco habituados al legalismo judío, resume la escena sin repetir todos los argumentos sacados de la Ley y que Mateo relataba para sus lectores palestinos (Mateo 12, 5-7)
-Un sábado atravesaba Jesús por unos campos de trigo.
Jesús en plena naturaleza estival, al iniciarse la recolección.
-Sus discípulos arrancaban espigas y, frotándolas con las manos, se comían el grano.
Gesto tan natural, tan anodino, tan sencillo, tan maquinal.
¡Es agradable mascar un grano de trigo tan harinoso!
-Unos fariseos les dijeron: "¿Por qué hacéis lo que no está permitido en sábado?" No es éste el primer caso en el que Jesús parece violar la regla sabática. A menudo Jesús se encontró con gente de mente estrecha que interpretaba, a su manera minuciosa, las prescripciones rituales.
De hecho, sin embargo, no puede decirse que Jesús infringiera la Ley de Moisés, porque en ninguna parte estaban formuladas tales interdicciones. Pero las tradiciones, la Mischná, al correr de los tiempos habían añadido toda clase de detalles a la Ley: ¡se contaba con treinta y nueve gestos prohibidos en sábado! No deja de tener importancia pensar que Jesús nos ha liberado también de todo esto.
El hombre tiene una fastidiosa tendencia a dar una importancia desmesurada a los "medios", olvidando a veces el fin.
Debo atenerme a lo esencial.
En mi Fe, en las costumbres religiosas, en los ritos, he de ver primero su finalidad, su objetivo profundo... y pensar que los modos de expresión pueden cambiar.
-Jesús contestó:
La libertad de Jesús frente a las prescripciones de detalle no es pues un simple reflejo espontáneo: es una actitud reflexiva, que El mismo justificará.
-¿No habéis leído lo que hizo David, cuando él y sus hombres sintieron hambre? Entró en la casa de Dios, tomó los panes dedicados -que sólo a los sacerdotes les está permitido comer-, comió él y les dio a sus hombres.
¡Esa respuesta debió parecer especialmente escandalosa! ¿Por qué? Era la justificación de la violación de los ritos sagrados ¡apoyándose solamente en el "hambre"! Porque tenían hambre hicieron lo que estaba prohibido.
Sí, en la obra de Dios no hay dos momentos opuestos. Lo que Dios quiere es que el hombre "viva". Cuando Dios lo creó con estómago, y cuando le dio los frutos y los animales como alimento, empezaba ya su gran Proyecto... y cuando Dios pide al hombre que se encuentre con El en los ritos sagrados, continúa su mismo Proyecto...
¡Cuánto realismo en esa respuesta de Jesús! ¿Cómo ha podido el cristianismo parecer a veces deshumanizante, menospreciador del cuerpo y de las realidades humanas? Mi cuerpo, ¿es importante para mí? ¿Qué haría sin él? Incluso la oración, la actividad mas espiritual, es imposible sin ese buen compañero.
Y "el Verbo se hizo carne", se hizo cuerpo.
-Y Jesús añadió: "EI Hijo del hombre es señor del Sábado."
¡Dios bien sabía que el sábado era una institución sagrada! Ahora bien, Jesús afirma tener derecho a rechazar los detalles rituales concernientes al sábado para volver a encontrar la intención primitiva del legislador. Hoy también, si la Iglesia introduce algún cambio en sus costumbres, lo hace siempre apelando a una tradición más profunda.
NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 2
EVANG. DE PENTECOSTES A ADVIENTO
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 162 s.
3-3.
1. (Año I) Colosenses 1,21-23
a) Del himno cristológico saca ahora Pablo consecuencias para la comunidad.
Antes de tener fe en Cristo eran "alienados de Dios y enemigos suyos, por la mentalidad que engendraban vuestras malas acciones", pero gracias a ese Cristo que murió en la cruz por todos, "habéis sido reconciliados con Dios" y ahora son "un pueblo santo sin mancha y sin reproche".
Pero queda todavía algo por hacer: "que permanezcáis cimentados y estables en la fe, e inamovibles en la esperanza".
b) No basta empezar. También nosotros creemos en Jesús y nos sentimos reconciliados con Dios. Pero nos falta mucho para llegar a ser ese "pueblo sin mancha y sin reproche", superando "la mentalidad de las malas acciones" que también nos tienta a nosotros.
Día tras día estamos empeñados en el compromiso de permanecer firmes en la fe y en la esperanza, de actuar en la vida en coherencia con nuestra fe, de llevar a la práctica ese evangelio, esa Buena Noticia que nos ha traído Jesús y que la Iglesia -Pablo y otros muchos después de él- predican en todo el mundo.
Con el salmo, ponemos nuestra confianza en Dios, que es quien nos da la fuerza para seguir con este programa de crecimiento: "escucha mi súplica. Dios es mi auxilio, el Señor sostiene mi vida".
1. (Año II) 1 Corintios 4,6-15
a) Pablo sigue hablando de la difícil relación de los Corintios con los ministros y pastores, y tal vez también de estos mismos en su comprensión del papel que tienen en la comunidad.
Se pone a sí mismo -y a Apolo- como modelo, porque no se han buscado a sí mismos, sino que han servido humildemente a la comunidad. Pablo plantea una serie de antítesis, llenas de ironía muchas veces, sobre su lugar en la comunidad:
- los Corintios son ricos, lo tienen todo, mientras que los apóstoles son los últimos, condenados a muerte, dados en espectáculo público,
- ellos son muy sensatos, y él un loco,
- ellos fuertes, y Pablo débil,
- ellos célebres, y él despreciado, que pasa incluso hambre y sed y falta de ropa, sin casa fija.
Pablo trabaja hasta agotarse y encima le insultan y le calumnian y le tratan como la basura del mundo. Lo que nunca podrán decir es que no les quiera, que no se haya portada generosamente: "os quiero como hijos"; tendrán "mil tutores, pero padres no tenéis muchos: soy yo quien os ha engendrado para Cristo Jesús".
b) Buen espejo en el que mirarse los que han recibido en la comunidad alguna clase de responsabilidad.
El principio para todos, y de modo particular para ellos, debe ser la humildad. Ayer nos decía Pablo que somos servidores, no dueños. Hoy apostrofa a los que creen ser algo: "¿quién te hace tan importante? ¿tienes algo que no hayas recibido"? Esta frase se ve que le hizo impresión a san Agustín, porque alguien ha contado que la comenta más de doscientas veces en sus escritos.
¿Se podría decir que nos buscamos a nosotros mismos o el poder, en nuestro servicio a los demás? ¿Reaccionamos con la humildad de Pablo ante las críticas e incluso frente a los desplantes que podamos sufrir en nuestro trabajo? El que está lleno de sí mismo es el que se perturba y se hunde cuando le pasan cosas de esas. El humilde reacciona con más serenidad, como Pablo, que, si de algo se enorgullecía, era de su debilidad, no de sus cualidades.
De nuevo el salmo nos orienta hacia el juicio de Dios y nos invita a poner en él la confianza, no en nuestros méritos ni en el prestigio que podamos tener: "del Señor es la tierra y cuanto la llena... ¿quién puede estar en el recinto sacro? El hombre de manos inocentes y puro corazón, ése recibirá la bendición del Señor".
La lista de bienaventuranzas que nos enseñó Jesús se parece a esta enumeración de actitudes de un apóstol, según Pablo: los que encuentran la verdadera felicidad interior son los humildes, los perseguidos, los que lloran, los que buscan la paz... Algo tendría que cambiar en nuestra actuación para parecernos más a Pablo y sobre todo a Jesús, que sufrió los mismos contratiempos que Pablo y dio incluso su vida por los demás.
2. Lucas 6,1-5
a) Esta vez, la discusión es sobre el sábado.
Jesús apreciaba el sábado y, como buen judío, lo había incorporado a su espiritualidad: por ejemplo, iba cada semana a la sinagoga, a rezar y a escuchar la Palabra de Dios con los demás. Y cumplía seguramente las otras normas relativas a este día.
Bien vivido, el sábado era y sigue siendo un día sacramental de auténtica gracia para los judíos. Pero lo que aquí critica Jesús es una interpretación exagerada del descanso sabático: ¿cómo puede ser contrario a la voluntad de Dios el tomar en la mano unas espigas, restregarlas y comer sus granos, cuando se siente hambre?
El argumento que él aduce es el ejemplo de David y sus hombres, a quienes el sacerdote del santuario les dio a comer "panes sagrados", aunque en principio no eran para ser comidos así (1 Samuel 21).
Jesús habla realmente con autoridad y poder. Se atreve a reinterpretar una de las instituciones más sagradas de su pueblo. Pero sobre todo les debió saber muy mal a los fariseos la última afirmación: "el Hijo del Hombre es señor del sábado".
b) Es una difícil sabiduría distinguir entre lo que es importante y lo que no.
Guardar el sábado como día de culto a Dios, día de descanso en su honor, día de la naturaleza, día de paz y vida de familia, día de liberación interior, sí era importante. Que no se trabajara el sábado en la siega era una cosa, pero que no se pudieran tomar y comer unos granos al pasar por el campo, era una interpretación exagerada. No valía la pena discutir y perder la paz por eso. Es un ejemplo de lo que ayer nos decía Jesús respecto al paño nuevo y a los odres nuevos.
Cuántas ocasiones tenemos, en nuestra vida de comunidad, de aplicar este principio.
Cuántas veces perdemos la serenidad y el humor por tonterías de estas, aferrándonos a nimiedades sin importancia. Lo que está pensado para bien de las personas y para que esponjen sus ánimos -como la celebración del domingo cristiano- lo podemos llegar a convertir, por nuestra casuística e intransigencia, en unas normas que quitan la alegría del espíritu. El domingo es un día que tiene que ser todo él, sus veinticuatro horas, un día de alegría por la victoria de Cristo y por nuestra propia liberación.
Con la Eucaristía comunitaria en medio, pero con el espíritu liberado y gozoso: un espíritu pascual.
El legalismo exagerado también puede matar el espíritu cristiano. Por encima de todo debe quedar la misericordia, el amor.
"Gracias a la muerte de Cristo habéis sido reconciliados con Dios" (1ª lectura I)
"Aprended a jugar limpio y no os engriáis el uno contra el otro" (1ª lectura II)
"El Hijo del Hombre es señor del sábado" (evangelio)
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona 1997. Págs. 31-35
3-4.
1 Cor 4, 6-15: Los locos de Cristo
Lc 6, 1-5: El ser humano es el dueño de la ley
Entre Fariseos y Cristianos fueron interminables los conflictos por cuenta del cumplimiento del sábado. En este día era obligatorio el descanso y no se podía realizar ninguna actividad doméstica ni agrícola.
Los discípulos infringen la ley al recoger algunas espigas para mitigar el hambre. Los fariseos consideran que esta es una acción equivalente a la siega, por lo tanto, los discípulos violan el descanso sagrado del sábado. Jesús no discute la legalidad de la acción, sino que defiende las necesidades de la gente. Si David, el gran rey, fue capaz de tomar panes sagrados para satisfacer su hambre y la de las tropas que lo acompañan, por qué las demás personas no pueden hace lo mismo en casos similares. Las necesidades vitales de las personas están por encima de los preceptos de la ley.
Además, con esta comparación, Jesús les echa en cara a los fariseos su actitud agresiva. Están pendientes de la mas trivial infracción ajena, justificada o no. Pero poco les importa el propio talante opresor y ofensivo que han asumido como modo de vida. La Ley que Dios había dado para constituirlos como pueblo de personas libres (Ex 20, 2), ellos la han convertido en instrumento de opresión y esclavitud. Una ley así, es más una amenaza que una senda de libertad.
En nuestra época existen muchos medios de censura. No sólo se cohibe a las personas por medios físicos. También se apela a mecanismos morales y psicológicos de presión. Éstos suelen ser más efectivos, porque menguan la consciencia que las personas tienen de su dignidad. Jesús, nos invita a hacer de la Palabra de Dios un instrumento de liberación. Su Verbo es la constitución del nuevo pueblo de personas libres.
SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO
3-5. CLARETIANOS 2002
Hablábamos ayer del afán que tenemos de "espiar" a los demás para "valorar" su "fidelidad a la Ley". Hoy continúa el Evangelio de San Lucas abundando en el mismo tema.
Jesús y los suyos tienen algo importantísimo, vital, que hacer: anunciar el Reino, llevar la Buena Noticia a los pobres, consolar a los que sufren, llevar la salvación a todos. En este empeño los sorprende el sábado sin haber podido reservar para sí mismos el tiempo indispensable para proveerse de algo que comer. El hambre puede con ellos y, al atravesar unos sembrados, comienzan a desgranar espigas y a comérselas. ¡Mal asunto! Salidos de la nada aparecen los "fieles" y se les echan encima: ¡"Habéis quebrantado la Ley! ¡Habéis hecho lo que no está permitido en sábado! Habéis preferido vuestros estómagos a la sagrada observancia."
Afortunadamente, no pueden con Jesús. El Amor repara más en el hambre que en la Ley y su frase "el hijo del hombre es Señor también del sábado" viene decirnos que nadie puede arrogarse el monopolio de la interpretación de la voluntad de Dios. Recordemos lo que Pablo nos decía ayer: "¡No juzguéis antes de tiempo, dejad que venga el Señor!"
Cabe, indudablemente, (no tenemos la clarividencia de Jesús) el riesgo de equivocarnos. Pero os confieso que, personalmente, prefiero equivocarme desde el amor y la misericordia que desde la observancia o la rigidez.
No se trata de relativizar, como si todo diera lo mismo. Se trata de cultivar la conciencia de la propia fragilidad, de la propia e incesante necesidad de perdón, de la certeza de sólo Dios puede ver hasta el fondo nuestras intenciones y... las de los demás.
Hagámonos "tontos por Cristo", para utilizar la
expresión de Pablo en la Primera Lectura, y aprendamos a responder siempre con
bondad. No es fácil. Pero podemos intentarlo con la fuerza de la Fe y la
seguridad que hoy nos llega en las palabras del salmo: "El Señor está cerca de
los que lo invocan, de los que lo invocan sinceramente". Clamemos a El: su Amor
nos sostendrá.
Olga Elisa Molina (olgamolicapo@yahoo.es)
3-6. DOMINICOS 2003
En este sábado, bajo la protección de María, Madre de Dios encarnado y Madre nuestra, vamos a acentuar tres momentos de nuestra historia y a urgirnos la solidaridad en el camino de la vida humana.
1º. Nacimos del Amor creador, y llevamos en nuestro frente la huella de lo divino. Llevamnos esa huella cuando pensamos, cuando somos libres, cuando amamos con gratuidad de afecto, cuando descubrimos la dignidad que a todos los hombres nos hace hermanos.
2º. Fuimos infieles al Amor creador, y nos alejamos del hogar paterno en el que podíamos hablar, como Moisés, cara a con Dios. De hijos nos hicimos ‘extraños’
Pero sobrevino el Amor redentor, y fuimos nuevamente convocados al hogar paterno. Cristo, el Hijo de Dios, fue nuestro Mediador y Salvador.
3º. En ese hogar espiritual de los hijos de Dios, redimidos por Cristo, se nos ofreció, como hizo el Padre con el hijo pródigo, el mejor traje con las mejores joyas, para que fuéramos y nos sintiéramos de verdad hijos y no extraños.
Y ya siendo hijos, no extraños a la vida en Dios, se nos encomendó que saliéramos por el mundo a dar la Buena noticia de salvación; que mutuamente nos ayudáramos a caminar, dándonos la mano; que sintiéramos y viviéramos con Cristo la sed de salvación para todos.
Interioricemos hoy esa misión que se nos ha encomendado, y reflexionemos con Charles Peguy:
Tenemos que salvarnos todos juntos.
Todos hemos de llegar juntos a la casa del Padre.
¿Qué nos diría el Padre si nos viera llegar a unos sin los otros?
ORACIÓN:
Concédenos, Señor, la gracia de volver a tu casa y de hacernos hijos; ayúdanos a sobrellevar la desventura de no ser amados por nuestros hermanos; y no permitas que caiga sobre nosotros la terrible desgracia de no saber amar. ¡Amar! ¡Amar!
“Hermanos: Recordad que antes vosotros estabais alejados de Dios y erais enemigos suyos... Ahora, en cambio, gracias a la muerte que Cristo sufrió en su cuerpo de carne, habéis sido reconciliados, y Dios puede admitiros en su presencia como a un pueblo santo...
La condición es que permanezcáis cimentados y estables en la fe, e inamovibles en la esperanza que se os dio a conocer en el Evangelio...”
Estos son los pasos dados: del estado de ‘alejados’, hemos pasado al de ‘reconciliados’; y ese estado hay que mantenerlo sobre columnas de fe y esperanza, como se anuncia en el Evangelio de Cristo.
“Un sábado, Jesús atravesaba un sembrado, y sus discípulos arrancaban espigas y, frotándolas con las manos, se comían el grano. Unos fariseos les preguntaron: ¿Por qué hacéis en sábado lo que no está permitido? Jesús les replicó:... El Hijo del hombre es señor del sábado”.
Este texto se va repitiendo en unos y otros evangelistas con mensaje idéntico: superioridad Cristo sobre la Ley, y superioridad del hombre sobre el sábado. Superioridad que no permite hacer caprichos funestos sino poner la ley del Espíritu como norma de vida, verdad y amor.
Colocándonos espiritualmente a los pies de María, y con el Evangelio abierto ante nuestros ojos, meditemos unos instantes sobre lo que somos y sobre la misión que nos compete cumplir:
Somos hijos de Dios, no extraños; y, por tanto, hemos de actuar como tales. Somos miembros del Cuerpo de Cristo, unidos a Él por la fe , amor, esperanza. Estamos llamados a vivir en comunión de fe, amor, esperanza, vida, solidaridad. Nuestra misión es contribuir con vida, signos y palabras, a que el Reino de Dios sea una realidad envolvente de todos los redimidos, tratando de que todos ganemos la tierra y el cielo unidos.
Siendo ésa la condición y dignidad que se nos otorga, y siendo también ése el compromiso de colaborar mutuamente a la salvación de todos, repitamos ahora, para meditarlas, las palabras de Peguy:
Tenemos que salvarnos juntos.
Todos hemos de llegar juntos a la casa del Padre.
¿Qué nos diría el Padre si nos viera llegar a unos sin los otros?
Juntos hemos sido salvados por Cristo Redentor; sobre todos recayó su sangre; nadie ha sido excluido; todos estamos llamados a la santidad y salvación.
¿Tenemos conciencia del sentido comunitario de nuestra salvación? ¿Valoramos el bellísimo tejido de las obras de amor, esperanza, justicia, por las que todos vamos caminando ayudándonos en el viaje hacia la Verdad, hacia el Padre?
Si el Padre sabe de todos y de cada uno de nosotros; si sabe que unos y otros hemos salido del hogar dispuestos a negociar con los dones recibidos, no comprenderá que en las adversidades, momentos de depresión u horas de confusión no nos miremos, vigilemos y cuidemos mutuamente, para darnos la mano en las pruebas.
3-7. Sábado 6 de septiembre de 2003
Col 1, 21-23: Cristo nos rescató del pecado
Salmo responsorial: 53, 3-4.6.8
Lc 6, 1-5: El ser humano esta por encima del sábado
En la religión judía del tiempo de Jesús, el sábado (en hebreo Shabbat o
“descanso”) era el séptimo día de la semana, el día de reposo. Consagrado por el
mismo Dios, era día de plegaria, de solemne celebración en el templo, en las
sinagogas, y en las casas; tan venerado que, en algunas circunstancias, los
judíos prefirieron morir antes que empuñar las armas para defenderse durante ese
día (1Mc 2, 29-41). El descanso sabático estaba vinculado a la fe en el poder
creador del único Dios (Gn 2, 1-3) y era el tercero de los diez mandamientos
dados a Moisés, motivado precisamente en el acto creador (Ex 20, 8-11); el
sábado evocaba también la alianza entre Dios y su pueblo (Ex 31,12-17); y la
exigencia del descanso y la prohibición del trabajo estaban sancionadas con la
pena de muerte (Ex 35, 1-2; Nm 15,32-36); hasta encender el fuego estaba
prohibido ese día (Ex 35,3). La casuística de los escribas y fariseos había
sistematizado todas las posibles variantes de las severas normas del descanso
sabático, habían elaborado una lista de treinta y nueve clases de trabajos que
eran prohibidos en sábado. Se llegó hasta extremos ridículos como el de
preguntarse si era lícito o no comer el huevo de una gallina puesto (por la
gallina) en sábado …
Entre las prohibiciones del sábado estaba arrancar espigas y desgranarlas. Que
los discípulos de Jesús cortaran espigas significaba que los discípulos habían
“segado” el trigo, lo cual estaba prohibido en sábado, y frotar el grano para
arrancarle la cáscara era “aventar”, otra forma de trabajo que también estaba
prohibida en sábado.
Los discípulos de Jesús no son criticados por los fariseos por el hecho de
arrancar las espigas y comérselas, pues comer las espigas del trigo o la cebada
del campo de otro no era un delito, esto lo permitía la ley a los caminantes
pobres (Dt 23, 26); lo que critican los fariseos es que los discípulos de Jesús
no guarden la ley del descanso sabático.
Jesús defendió a sus discípulos apelando a la historia que cuenta una acción del
rey David que entró al templo y se comió con su tropa los panes de la ofrenda
que sólo estaba permitido que los comieran los sacerdotes (1 Sam 21, 1-6). Con
esta respuesta Jesús confronta a los fariseos. Si lo que hicieron sus discípulos
estaba mal hecho, entonces qué opinión les merecía lo que hizo el rey David. Los
fariseos no podían condenar al rey David y por lo tanto se tuvieron que callar.
Pero Jesús continuó hablando: “El Hijo del hombre es Señor y tiene autoridad
sobre el sábado”. Con estas palabras Jesús se estaba reafirmando a sí mismo como
alguien que estaba por encima del rey David y que estaba dando comienzo a los
tiempos mesiánicos, tiempos de vida y salvación.
Para Jesús, ninguna Ley es clave absoluta de conducta, ni siquiera la sagrada
ley del Sábado; y el fundamento de esa relativización es Dios mismo porque, como
les dijo Jesús, “Dios hizo el sábado para servicio del ser humano, y no al ser
humano para servir al sábado; y por eso el ser humano es señor del Sábado”.
SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO
3-8.
LECTURAS: COL 1, 21-23; SAL 53; LC 6, 1-5
Col. 1, 21-23. A quienes vivíamos lejos del Señor y sin la esperanza que le daba
al Pueblo elegido de disfrutar de la salvación, Dios nos llamó, en Cristo Jesús,
reconciliándonos mediante su muerte, para que también nosotros fuésemos
presentados como una ofrenda santa, inmaculada e irreprensible ante Dios,
participando así de la misma entrega del Cordero de Dios que quita el pecado del
mundo. Puesto que, por pura gracia, hemos sido hechos partícipes de la Vida que
en Cristo Dios ofrece a todo el mundo, procuremos que esa gracia no caiga en
nosotros como en sacos rotos, o vasijas agrietadas que no pueden retener el
agua. Permanezcamos firmes en nuestra profesión de fe, hecha no sólo con los
labios, sino manifestada también con nuestra vida convertida en un testimonio de
que el Señor habita en nosotros y de que nosotros somos, en Cristo, hijos de
Dios. Es cierto que constantemente nos acecharán infinidad de tentaciones
queriendo hacernos tropezar y apartar del camino recto; por eso hemos de
permanecer constantemente vigilantes y, sabedores de nuestras propias miserias,
hemos de estar, también, en una constante conversión que nos conduzca a una
unión más plena con el Señor, para poder convertirnos en ministros puestos al
servicio del Evangelio, mediante lo cual colaboremos para que todos recobren la
esperanza y se esfuercen en vivir, con un compromiso de lealtad, la fe que han o
hayan de depositar en Cristo.
Sal. 53. Gracias sean dadas a Dios nuestro Padre, ya que
por medio de Jesucristo, nuestro Dios y Señor, nos ha liberado de la mano de
nuestros enemigos. Quien acude al Señor y en Él confía, jamás se sentirá
defraudado, pues por los huesos del justo vela Dios y Él salva a quienes le
viven fieles. Por eso acudamos al Señor con una oración sincera, no sólo para
pedirle su protección y ayuda, sino también para escucharle y poner en práctica
su Palabra; entonces, en verdad, seremos amigos de Dios y Él hará su morada en
nosotros.
Lc. 6, 1-5. Las prescripciones legales habían llegado a tal grado que indicaban
que quien cortara espigas en sábado, siendo peregrino, podía comerse los
granitos uno a uno, pero no podía restregar la espiga entre las manos, pues eso
sería tanto como ponerse a trabajar, lo cual no se permitía en Sábado. Para
quien vive en Cristo lo más importante es el hombre, velar por él, por su
bienestar, hacerle el bien y no el mal. Pues de nada aprovecha el sentarse
ritualmente en Sábado para después dedicarse a hacer el mal y a provocar
injusticias en los demás días. Ya el Señor había denunciado este mal por medio
del profeta Amós poniendo en boca de los malvados el siguiente discurrimiento:
¿Cuándo pasará el novilunio para poder vender el grano, y el sábado para dar
salida al trigo, para achicar la medida y aumentar el peso, falsificando
balanzas de fraude, para comprar por dinero a los débiles y al pobre por un par
de sandalias, para vender hasta el salvado del grano? El Señor, dueño del
sábado, nos invita llegar a él como a un día que le consagramos para permanecer
en su presencia procurando el bien de todos y poder llegar a la posesión del
Sabath eterno, al cual entraremos después de haber trabajado haciendo el bien y
no sólo quedándonos en exterioridades que nos dejarían muy lejos del Señor y de
su Descanso.
En esta Eucaristía el Señor nos hace participar de su Pan, Pan de vida eterna,
que no está ya reservado a nadie. Todos podemos entrar en comunión de vida con
el Señor. Celebrar la Eucaristía es vivir por anticipado la Gloria que nos
espera en el gozo eterno junto a Dios donde ya no habrá fatigas, ni luto ni
llanto, sino sólo gozo y paz en el Señor. Por eso aprendamos a esforzarnos
continuamente para que el Reino de Dios llegue a todos. Contemplemos a Cristo
que por nosotros subió a la Cruz para reconciliarnos a todos con Dios y hacernos
hijos suyos. Contemplémoslo lleno de la Gloria que le corresponde como a
Unigénito del Padre, ya que, después de padecer por nosotros, ahora vive,
resucitado y glorificado para siempre. Participar de la Eucaristía nos
compromete a caminar hacia la participación de esa misma glorificación siguiendo
las mismas huellas de Cristo, pues para llegar a donde Él ya nos precedió, es
necesario que tomemos nuestra propia cruz de cada día y vayamos tras de Él.
Encontrándonos con el Señor no podemos llegar a su presencia para pasar sólo un
momento de paz interior ante Él. Venimos a comprometernos a que, mientras Él
vuelva, fortalecidos con el Pan de Vida, y participando del mismo Espíritu
Santo, velaremos por el bien de nuestros hermanos. En este hacer el bien jamás
nos daremos descanso. El Reino de Dios sufre violencia, y sólo los violentos,
los esforzados, van a lograr apoderarse de él. Por eso, día a día, momento a
momento, debemos anunciar el Evangelio a todos los hombres; y esa proclamación
la llevaremos a cabo mediante nuestras palabras, obras, actitudes y mediante
nuestra vida misma. No anunciemos un evangelio que esclavice a quienes lo
acepten queriendo hacerlos cumplir con detalles que nada tienen que ver con la
fe. Enseñémosles a amar a Cristo, a unir su vida a Él mediante la Liturgia que
nos hace partícipes, ya desde ahora, de los bienes eternos; enseñémosles a amar
a todas las personas, sin distinción, de tal forma que haya esa preocupación
constante de unos por otros para que, haciéndose realidad entre nosotros el amor
fraterno, podamos construir un mundo más justo, más fraterno que, ya desde
ahora, se convierta en un reflejo de lo que es la eternidad junto a Dios. El
Señor, sin distinción, nos llama para que participemos de su vida y
permanezcamos en una fe firme, no endeble; en una esperanza que nos haga
convertirnos día a día, en un Evangelio viviente del amor del Padre; y en un
amor verdadero que nos haga, no poner trabas ni límites a ese amor, sino que, no
sólo demos palabras y explicaciones bien elaboradas del Evangelio, sino incluso
nuestra propia vida para que todos tengan vida, y la tengan en abundancia.
Que Dios nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra
Madre, la gracia de hacer el bien en todo momento y en toda circunstancia; pues
en esta labor no podemos darnos descanso alguno, recordando lo que nos advierte
el Señor: Mientras uno duerme el enemigo siembra la cizaña. No permitamos que
por nuestros descuidos en lugar de convertirnos en luz para el mundo, lo dejemos
a la deriva en sus tinieblas y tropiezos. Que Dios nos conceda estar, más bien,
siempre al servicio de su Evangelio. Amén.
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3-9. SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO 2004
1 Cor 4, 9-15 Hemos pasado hambre y sed y falta de
ropa
Salmo responsorial: 144 Cerca está el Señor de los que lo invocan.
Lc 6, 1-5: El Hijo del hombre es Señor del precepto.
¿Por qué nada Jesús contra corriente casi siempre? ¿Por qué permite a sus
discípulos coger espigas y comer sus granos en día de precepto o sábado, estando
prohibido? ¿Por qué es motivo de escándalo su actuación para los fariseos? La
respuesta a estas preguntas es siempre la misma: porque Jesús pone siempre al
ser humano en el centro de atención y no a la Ley, como hacían los fariseos.
La observancia judía del descanso sabático tenía su propia lógica: para impedir que los campesinos trabajasen en día de sábado se les prohibía incluso coger espigas. Los discípulos de Jesús no hacen caso de esta casuística y, por eso, los fariseos, observadores meticulosos de la ley con sus múltiples preceptos, haciendo responsable a su maestro, se dirigen a él para preguntarle por qué hacen sus discípulos lo que no está permitido. Y Jesús los rebate acudiendo a una cita de la Escritura, pues ese era el modo de argüir que había entre las distintas escuelas de pensamiento de su época. Jesús justifica un caso particular (que sus discípulos coman en sábado granos de trigo) aduciendo un caso excepcional del Antiguo Testamento donde se cuenta que David, entrando en el templo, cogió los panes de la ofrenda, que estaba permitido comer solamente a los sacerdotes y no sólo comió él sino que se los dio a comer a sus compañeros.
La actuación de David estaba justificada, porque él y sus compañeros tenían; la de los discípulos, según Jesús, también. Pero detrás de esta justificación nace una nueva concepción del día de sábado que pasa de día consagrado a Dios a día consagrado al bien del hombre, a su liberación y curación. Jesús, por lo demás, se muestra en este pasaje no como esclavo-obediente de la prescripción del descanso sabático, sino como Señor del Sábado, del que es su intérprete auténtico. Para Jesús, la voluntad de Dios coincide con el bien del hombre; no hay otra ley por encima de ésta. Nunca más aparecerá en este evangelio ni en el libro de los Hechos la cuestión del sábado que ha quedado para siempre invalidado.
3-10. DOMINICOS 2004
Juguemos limpio en la vida
¿A qué viene cargar de orgullo nuestra vida, siendo de naturaleza muy débil?
¿Cuándo nos saciaremos de `felicidad’, si alimentamos ambiciones sin control?
¿No vale más una vida moderada, con amor, paz, amistad, solidaridad, fe, que
otra vida desgarrada?
Hoy en la liturgia hay que destacar el tono de la primera lectura, es decir, el
rigor de Pablo en sus manifestaciones frente a los rebeldes de la comunidad de
Corinto. El ejemplo de la comunidad de Corinto , disputadora de las directrices
de san Pablo e internamente dividida, no es modelo a seguir en la Iglesia.
El discernimiento y prudencia reclaman atención en la vida. Toda comunidad en
que los intereses particulares, las diferencias, la raíces de pecado, las
desigualdades, perturban el estado de tranquilidad y paz, deja de ser campo
abonado para el triunfo del Espíritu.
Diferencia e incluso incompatibilidad de caracteres pueden darse en la mejor
familia, pero las pautas de caridad, fidelidad, colaboración, son indispensables
para un buen gobierno, exigiendo a cada uno cierta dosis de cordura.
La luz de Dios y su mensaje en la Biblia
Primera carta de san Pablo a los corintios 4, 6-15:
“Hermanos: aprended de Apolo y de mí a jugar limpio y no os engriáis el uno
contra el otro.
A ver, ¿a ti quién te hace tan importante? ¿Tienes acaso algo que no hayas
recibido? Y si lo
has recibido, ¿a qué viene tanto orgullo, como si nadie te lo hubiera dado?
¡Bien, supongamos que ya estáis saciados!, ¡que ya os habéis enriquecido! ¡que
ya reináis
sin nosotros! Y con eso ¿qué?
Por lo que veo, a nosotros, los apóstoles, Dios nos coloca los últimos;
parecemos condenados a muerte, dados en espectáculo público para ángeles y
hombres.
¡Claro!, nosotros por Cristo, somos unos locos, y vosotros —por Cristo- sois
prudentes; nosotros somos débiles, vosotros fuertes; vosotros estimados,
nosotros despreciados.
No os escribo esto para avergonzaros, sino para amonestaros, porque os quiero
como a hijos...”
Evangelio según san Lucas 6, 1-5:
“Un sábado Jesús atravesaba un sembrado. Sus discípulos arrancaban espigas y,
frotándolas con las manos, se comían el grano.
Unos fariseos les preguntaron: ¿por qué hacéis en sábado lo que no está
permitido? Jesús les replicó : ¿no habéis leído lo que hizo David cuando él y
sus hombres sintieron hambre? Entró en la casa de Dios, tomó los panes
presentados .., y comió él y les dio a sus compañeros.
Y añadió: El hijo del hombre es señor del sábado”
Reflexión para este día
Amonestación del Apóstol y amonestación fraterna
En una colección de cartas, como las de san Pablo, es normal que encontremos
expresiones ocasionales duras. Está hablando, formando y denunciando a miembros
de las comunidades con sus virtudes y defectos.
¿No somos nosotros mismos testigos de múltiples experiencias de tensión e
incluso ruptura en nuestras relaciones humanas? Incluso los creyentes en Cristo
cargamos con el peso de nuestras inclinaciones torcidas y de nuestra soberbia o
imprudencia.
Pablo, aunque no quiere humillar ni avergonzar a nadie, pone a veces los puntos
sobre las íes y convoca a todos a una revisión interior, a un discernimiento que
restañe las heridas. El duro carácter de Pablo se revela a veces en términos
irónicos que, ciertamente, podrían suprimirse, pero el apóstol es hombre, como
los demás, es dialéctico, polemiza.
¿Cuál es su lección viva? Que todos y cada uno de los hombres poseemos “dones” o
“facultades” o “bienes”; pero que ninguno los tiene sin haberlos recibido. Todo
es recibido, comenzando por el don de la vida y siguiendo por el don de la fe.
Si esto es así ¿a qué viene la soberbia en nuestra conducta? Procuremos ser
felices cambiando, arrepintiéndonos de nuestros errores, más bien que
manteniendo actitudes disgregantes de la comunidad.
3-11.
Comentario: Fr. Austin Chukwuemeka Ihekweme (Ikenanzizi,
Nigeria)
«El Hijo del hombre es señor del sábado»
Hoy, ante la acusación de los fariseos, Jesús explica el sentido correcto del
descanso sabático, invocando un ejemplo del Antiguo Testamento (cf. Dt 23,26):
«¿Ni siquiera habéis leído lo que hizo David, (...), y tomando los panes de la
presencia, que no es lícito comer sino sólo a los sacerdotes, comió él y dio a
los que le acompañaban?» (Lc 6,3-4).
La conducta de David anticipó la doctrina que Cristo enseña en este pasaje. Ya
en el Antiguo Testamento, Dios había establecido un orden en los preceptos de la
Ley, de modo que los de menor rango ceden ante los principales.
A la luz de esto, se explica que un precepto ceremonial (como el que comentamos)
cediese ante un precepto de ley natural. Igualmente, el precepto del sábado no
está por encima de las necesidades elementales de subsistencia.
En este pasaje, Cristo enseña cuál era el sentido de la institución divina del
sábado: Dios lo había instituido en bien del hombre, para que pudiera descansar
y dedicarse con paz y alegría al culto divino. La interpretación de los fariseos
había convertido este día en ocasión de angustia y preocupación a causa de la
multitud de prescripciones y prohibiciones.
El sábado había sido hecho no sólo para que el hombre descansara, sino también
para que diera gloria a Dios: éste es el auténtico sentido de la expresión «el
sábado fue hecho para el hombre» (Mc 2,27).
Además, al declararse “señor del sábado” (cf. Lc 6,5), manifiesta abiertamente
que Él es el mismo Dios que dio el precepto al pueblo de Israel, afirmando así
su divinidad y su poder universal. Por esta razón, puede establecer otras leyes,
igual que Yahvé en el Antiguo Testamento. Jesús bien puede llamarse “señor del
sábado”, porque es Dios.
Pidámosle ayuda a la Virgen para creer y entender que el sábado pertenece a Dios
y es un modo —adaptado a la naturaleza humana— de rendir gloria y honor al
Todopoderoso. Como ha escrito Juan Pablo II, «el descanso es una cosa “sagrada”»
y ocasión para «tomar conciencia de que todo es obra de Dios».
3-12. Sábado, 4 de setiembre del 2004
Sufrimos hambre, sed y frío
Lectura de la primera carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 4,
6b-16
Hermanos:
Yo les puse mi ejemplo y el de Apolo, a fin de que aprendan de nosotros el
refrán: "No vayamos más allá de lo que está escrito", y así nadie tome partido
orgullosamente en favor de uno contra otro. En efecto, ¿con qué derecho te
distingues de los demás? ¿Y qué tienes que no hayas recibido? Y si lo has
recibido, ¿por qué te glorías como si no lo hubieras recibido? ¡Será que ustedes
ya están satisfechos! ¡Será que se han enriquecido o que se han convertido en
reyes, sin necesidad de nosotros! ¡Ojalá que así fuera, para que nosotros
pudiéramos reinar con ustedes!
Pienso que a nosotros, los Apóstoles, Dios nos ha puesto en el último lugar,
como condenados a muerte, ya que hemos llegado a ser un espectáculo para el
mundo, para los ángeles y los hombres. Nosotros somos tenidos por necios, a
causa de Cristo, y en cambio, ustedes son sensatos en Cristo. Nosotros somos
débiles, y ustedes, fuertes. Ustedes gozan de prestigio, y nosotros somos
despreciados. Hasta ahora sufrimos hambre, sed y frío. Somos maltratados y
vivimos errantes. Nos agotamos, trabajando con nuestras manos. Nos insultan y
deseamos el bien. Padecemos persecución y la soportamos. Nos calumnian y
consolamos a los demás. Hemos llegado a ser como la basura del mundo, objeto de
desprecio para todos hasta el día de hoy.
No les escribo estas cosas para avergonzarlos, sino para reprenderlos como a
hijos muy queridos. Porque, aunque tengan diez mil preceptores en Cristo, no
tienen muchos padres: soy yo el que los ha engendrado en Cristo Jesús, mediante
la predicación de la Buena Noticia. Les ruego, por lo tanto, que sigan mi
ejemplo.
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL 144, 17-21
R. ¡El Señor está cerca de aquéllos que lo invocan!
El Señor es justo en todos sus caminos
y bondadoso en todas sus acciones;
está cerca de aquéllos que lo invocan,
de aquéllos que lo invocan de verdad. R.
El Señor cumple los deseos de sus fieles,
escucha su clamor y les da la salvación;
el Señor protege a todos sus amigos
y destruye a los malvados. R.
Mi boca proclamará la alabanza del Señor:
que todos los vivientes bendigan su santo Nombre,
desde ahora y para siempre. R.
EVANGELIO
¿Por qué ustedes hacen lo que no está permitido en sábado?
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 6, 1-5
Un sábado, en que Jesús atravesaba unos sembrados, sus discípulos arrancaban
espigas y, frotándolas entre las manos, las comían.
Algunos fariseos les dijeron: «¿Por qué ustedes hacen lo que no está permitido
en sábado?»
Jesús les respondió: «¿Ni siquiera han leído lo que hizo David cuando él y sus
compañeros tuvieron hambre, cómo entró en la Casa de Dios y, tomando los panes
de la ofrenda, que sólo pueden comer los sacerdotes, comió él y dio de comer a
sus compañeros?»
Después les dijo: «El Hijo del hombre es dueño del sábado».
Palabra del Señor.
Reflexión:
LA REFLEXIÓN SABATINA: CARGAR NUESTRA CRUZ Y SEGUIR A CRISTO.
VER.
Hay muchos que constantemente se esfuerzan por darle un nuevo sentido a la vida.
Trabajan sin desfallecer por hacer surgir un mundo renovado y más fraterno.
Cumplir con amor y con fidelidad las propias responsabilidades, es lo que
caracteriza a aquellos que no viven de un modo conformista ante los diversos
retos que la vida nos presenta.
Sin embargo no podemos cerrar los ojos ante aquellos que no ven más allá de sus
narices. Sólo buscan sus propios intereses y no toman en serio ni su trabajo
como un servicio a la sociedad, ni sus diversas responsabilidades ante las que
viven como niños movidos por cualquier viento. No son personas de esperanza,
pues sus ilusiones han muerto a causa de sus egoísmos y de la inercia que les
caracteriza.
JUZGAR.
Desde el principio Dios encomendó la creación al hombre para que se comportara
ante ella como señor. Todo está en nuestras manos. Pero nadie puede sentirse
como único dueño del mundo creado, pues el Creador puso en manos del hombre, de
todo hombre todo lo que hizo, excepto al prójimo.
Juntos somos responsables de todo lo creado; y juntos somos responsables de la
vida.
Por eso jamás podremos decir que no somos guardianes de nuestro hermano.
De todos y cada uno de nosotros depende el que nuestro mundo camine hacia una
mayor perfección, o que se convierta en motivo de dolor y sufrimiento para
todos.
ACTUAR.
Tomar nuestra cruz de cada día nos debe hacer responsables en aquello que nos
corresponda realizar en la vida.
Y ante esta responsabilidad no podemos pretender que otros realicen la parte que
a nosotros corresponde.
Por eso podemos decir que cada uno es insustituible en la vida.
No podemos contemplar los males que aquejan a la humanidad quedándonos al margen
de ellos, tal vez culpando a medio mundo pero no meter nosotros las manos para
darles una solución adecuada.
Los que creemos en Cristo hemos de ser los primeros responsables en tomar
nuestra cruz de cada día, yendo tras las huellas del Señor de la Iglesia que por
hacer surgir una nueva humanidad se anonadó a sí mismo y dio su vida por
nosotros.
CELEBRAR.
Los que nos reunimos para darle culto al Señor debemos contemplar no sólo
aquello que deseamos recibir de Él mediante nuestros ruegos, sino que, además,
hemos de contemplar aquello que traemos en nuestras manos como ofrenda de suave
aroma a nuestro Dios y Padre.
Y no han de ser cosas materiales o pecuniarias. Traemos al Señor el fruto de
nuestros esfuerzos en la construcción de un mundo más justo, más fraterno y más
en paz.
Aún sabiendo que muchas veces no seremos comprendidos, antes bien seremos
criticados, calumniados, perseguidos o silenciados, volveremos a cargar nuestra
cruz para continuar nuestro camino, tras las huellas de Cristo, hacia nuestro
propio calvario, sabiendo que después de él está nuestra glorificación junto con
el Señor, a la diestra de Dios Padre.
Tomemos, pues, nuestra cruz de cada día y vayamos tras de Cristo sabiendo que
vale la pena seguir sus huellas, que nos llevan hasta donde Él se encuentra ya
glorificado.
Homiliacatolica.com
3-13. 22ª Semana. Sábado
Sucedió un sábado que, al atravesar los sembrados, sus discípulos arrancaban
espigas y, desgranándolas con las manos, las comían. Algunos fariseos les
dijeron: ¿Por qué hacéis lo que no está permitido en sábado? Y Jesús
respondiéndoles dijo: ¿No habéis leído lo que hizo David, cuando tuvo hambre él
y los que estaban con él; cómo entró en la casa de Dios, y tomó los panes de la
proposición y comió, y dio a los que estaban con él, siendo así que sólo está
permitido comerlos a los sacerdotes? Y les decía: El Hijo del Hombre es Señor
del sábado.
I. Jesús, ante la pregunta de los fariseos respondes con dos razones: una para
que puedan entender dentro de sus esquemas -porque es un ejemplo del Antiguo
Testamento- y otra que supone un rompimiento, un cambio: El Hijo del Hombre es
Señor del sábado. La razón de tener un día dedicado a Dios es, precisamente, el
poder darle gloria. Lo importante no es el día en sí, sino Dios. Y Tú eres Dios.
Sin embargo, no niegas la importancia de los preceptos judíos, que tenían un
buen fin: ayudar al pueblo de Israel a dirigirse a Dios. No eran los
mandamientos de la ley de Dios dados a Moisés, sino otros preceptos añadidos
posteriormente para concretar el culto divino. Igualmente, la Iglesia ha
concretado el modo de dar culto a Dios mediante cinco preceptos conocidos como
los mandamientos de la Iglesia.
Los mandamientos de la Iglesia se sitúan en la línea de una vida moral referida
a la vida litúrgica y que se alimenta de ella. El carácter obligatorio de estas
leyes positivas promulgadas por la autoridad eclesiástica tiene por fin
garantizar a los fieles el mínimo indispensable en el espíritu de oración y en
el esfuerzo moral, en el crecimiento del amor de Dios y del prójimo [188].
Estos preceptos son: oír Misa entera todos los domingos y fiestas de guardar;
confesar los pecados mortales al menos una vez al año o si se ha de comulgar;
comulgar por Pascua de Resurrección; ayunar y abstenerse de comer carne cuando
lo manda la Santa Madre Iglesia; y ayudar a la Iglesia en sus necesidades.
II. Dos razones hay, entre otras, se decía aquel amigo, para que desagravie a mi
Madre Inmaculada todos los sábados y vísperas de sus fiestas.
-La segunda es que los domingos y las fiestas de la Virgen (que suelen ser
fiestas de pueblos), en vez de dedicarlos las gentes a la oración, los dedican
-basta abrir los ojos y ver- a ofender con pecados públicos y crímenes
escandalosos a Nuestro Jesús.
La primera: que los que queremos ser buenos hijos no vivimos, quizá empujados
por Satanás, con la atención debida esos días dedicados al Señor y a su Madre.
-Ya te das cuenta de que, por desgracia, siguen muy de actualidad esas razones,
para que también nosotros desagraviemos [189].
Jesús, el tercer mandamiento de la Ley de Dios es santificar las fiestas. Hoy me
recuerdas que no se trata de cumplir una serie de prácticas más o menos
estrictas. Es mucho más; se trata de aprovechar esos días para pensar más en
Ti: para adorarte -porque eres Dios-, para darte gracias -porque me has dado
todo lo que tengo, en especial la gracia y la fe-, para pedirte lo que necesito
-porque eres mi Padre- y también para pedirte perdón -por mis pecados y por los
de los demás-, para desagraviarle.
Los domingos son días dedicados a Ti, Jesús. Y la mejor manera de unirme a Ti es
asistiendo a Misa y recibiendo la Comunión. La Misa es el mejor momento para
adorarte, darte gracias, pedirte por lo que necesito, y pedirte perdón.
De hecho, éstos son los cuatro fines de la Misa. ¿Intento no caer en la rutina
cuando voy a Misa, tratando de vivir sus cuatro fines lo mejor posible?
Los sábados son los días dedicados a la Virgen. Madre, quiero ser buen hijo tuyo
y vivirlos con la atención debida. Una buena forma de concretar esta intención
es Rezar el Rosario, o una Salve. También es un buen día para hacer algo
especial en servicio de los demás: una visita a gente necesitada, dedicar más
tiempo a la familia, etc...
[188] Catecismo, 2041.
[189] Forja, 434.
Comentario realizado por Pablo Cardona.
Fuente: Una Cita con Dios, Tomo V, EUNSA
3-14. El Hijo del hombre Señor del sábado
Fuente: Catholic.net
Autor: P. Clemente González
Reflexión:
Cristo no ha venido a abolir la ley sino a que tenga pleno cumplimiento. Sin
embargo podríamos pensar que Cristo aquí, como en otros pasajes evangélicos, se
contradice consigo mismo. ¿Cómo puede permitir que sus apóstoles hagan lo que no
está permitido por la ley? ¿Estaría en contra de ella? ¿Podría ser que estuviese
el mismo Dios en contra de sí mismo?
El sentido de sus palabras, muy por el contrario, es otro. No está aboliendo el
cumplimiento del sábado, día de reposo sagrado entre los judíos. Está dándole el
sentido exacto. Nos quiere conducir al espíritu de la ley, no a la esclavitud de
la ley por la ley.
Sus apóstoles tienen hambre. Seguro que han caminado por duros senderos todos
esos días. Han dormido mal, han comido mal, han predicado con el Maestro hasta
los límites de las fuerzas humanas. Resulta que es sábado, la gente está en su
casa guardando el precepto y ven que hay abundantes espigas. ¡Buen momento para
comer! Nadie los está molestando. Comienzan a arrancar espigas y a comerlas.
Merecen comer por el bien que han hecho los otros días. Está el Maestro allí y
seguro que les miraría con una gran sonrisa. Les miraría con entrañable amor. Y
ellos, felices, que bien conocían las tradiciones de sus mayores, no sentirían
el peso de la conciencia que les hubiese recriminado hacer algo indebido como
arrancar espigas en sábado. Estaban tranquilos porque el Señor del sábado les
acompañaba. No estaban, en realidad, quebrantando el precepto. Lo cumplían mejor
que los demás. Habían comprendido que no estaba el mal en arrancar o no espigas
en el día del Señor, que no era un pecado estar sucios por fuera cuanto por
dentro, que no sucedía nada si hacían el bien que no hacer nada. Habían dado
gloria a Dios y lo estaban haciendo comiendo ante la mirada de su Señor. Mal
harían si desacralizaran el día consagrado a Dios con acciones deshonrosas y
pecaminosas, con insultos al hermano, con malos pensamientos, con egoísmos
ciegos y estériles.
Los fariseos, al ver lo que hacían, replicaron al Señor lo mal que hacían los
discípulos al no guardar el sábado. Cristo les responde citando la acción
aparentemente mala de uno de los personajes más importantes de Israel como era
el rey David. ¿Había obrado mal éste haciendo lo prohibido por la ley?
Obviamente los fariseos se dieron cuenta que no es la rigidez de la ley la que
salva sino su espíritu, que no son ciertos actos sino las intenciones profundas
del corazón, los actos verdaderamente pecaminosos los que ofenden a Dios como
haber pensado mal del otro.
Y como con una suerte de “ley” Cristo enuncia su famosa sentencia: El Hijo del
Hombre es Señor del sábado. Quien obra con los sentimientos de Cristo, que son
también los sentimientos de la Iglesia, jamás se equivocará, jamás desacralizará
el sábado o el día consagrado al Señor, sino que le dará pleno cumplimiento. Y
ante sus ojos estaremos tan bien que sea que comamos, sea que durmamos estaremos
dando gloria a Dios, santificando su día.
3-15. El Hijo del hombre Señor del sábado
Autor: P. Clemente González
Fuente: Catholic.net
Reflexión:
Cristo no ha venido a abolir la ley sino a que tenga pleno
cumplimiento. Sin embargo podríamos pensar que Cristo aquí, como en
otros pasajes evangélicos, se contradice consigo mismo. ¿Cómo puede
permitir que sus apóstoles hagan lo que no está permitido por la ley?
¿Estaría en contra de ella? ¿Podría ser que estuviese el mismo Dios
en contra de sí mismo?
El sentido de sus palabras, muy por el contrario, es otro. No está
aboliendo el cumplimiento del sábado, día de reposo sagrado entre los
judíos. Está dándole el sentido exacto. Nos quiere conducir al
espíritu de la ley, no a la esclavitud de la ley por la ley.
Sus apóstoles tienen hambre. Seguro que han caminado por duros
senderos todos esos días. Han dormido mal, han comido mal, han
predicado con el Maestro hasta los límites de las fuerzas humanas.
Resulta que es sábado, la gente está en su casa guardando el precepto
y ven que hay abundantes espigas. ¡Buen momento para comer! Nadie los está
molestando. Comienzan a arrancar espigas y a comerlas. Merecen comer por el bien
que han hecho los otros días. Está el Maestro allí y seguro que les miraría con
una gran sonrisa. Les miraría con
entrañable amor. Y ellos, felices, que bien conocían las tradiciones
de sus mayores, no sentirían el peso de la conciencia que les hubiese
recriminado hacer algo indebido como arrancar espigas en sábado.
Estaban tranquilos porque el Señor del sábado les acompañaba. No
estaban, en realidad, quebrantando el precepto. Lo cumplían mejor que
los demás. Habían comprendido que no estaba el mal en arrancar o no
espigas en el día del Señor, que no era un pecado estar sucios por
fuera cuanto por dentro, que no sucedía nada si hacían el bien que no
hacer nada. Habían dado gloria a Dios y lo estaban haciendo comiendo
ante la mirada de su Señor. Mal harían si desacralizaran el día
consagrado a Dios con acciones deshonrosas y pecaminosas, con
insultos al hermano, con malos pensamientos, con egoísmos ciegos y
estériles.
Los fariseos, al ver lo que hacían, replicaron al Señor lo mal que
hacían los discípulos al no guardar el sábado. Cristo les responde
citando la acción aparentemente mala de uno de los personajes más
importantes de Israel como era el rey David. ¿Había obrado mal éste
haciendo lo prohibido por la ley? Obviamente los fariseos se dieron
cuenta que no es la rigidez de la ley la que salva sino su espíritu,
que no son ciertos actos sino las intenciones profundas del corazón,
los actos verdaderamente pecaminosos los que ofenden a Dios como
haber pensado mal del otro.
Y como con una suerte de "ley" Cristo enuncia su famosa sentencia: El
Hijo del Hombre es Señor del sábado. Quien obra con los sentimientos
de Cristo, que son también los sentimientos de la Iglesia, jamás se
equivocará, jamás desacralizará el sábado o el día consagrado al
Señor, sino que le dará pleno cumplimiento. Y ante sus ojos estaremos
tan bien que sea que comamos, sea que durmamos estaremos dando gloria a Dios,
santificando su día.
3-16. CLARETIANOS 2004
Queridos hermanos y hermanas,
Como decíamos ayer el ser discípulos de Jesús nos puede llevar a desafiar al
pensamiento común y hasta a las leyes establecidas: el Evangelio de hoy nos lo
enseña claramente. ¿De dónde sacar las fuerzas, el convencimiento profundo, la
determinación para enfrentarnos, muchas veces solos, a tantas dificultades? El
mismo Jesús, contestando a los que le echaban en cara la ley para criticarle y
atacarle, nos lo dice: “…Yo, el Hijo del hombre, soy quien decide lo que puede
hacerse y lo que no puede hacerse en el día de descanso…”. Jesús, no desde la
arrogancia sino más bien desde el conocimiento íntimo de ser Hijo de Dios, nos
da la clave para que no tengamos miedo, para que no nos arruguemos frente a las
acusaciones basadas en una justicia que no da prioridad al ser humano.
Él, Jesús, el Hijo del hombre, tiene que ser nuestro metro, nuestra unidad de
medir lo que es justo y lo que no lo es. Las consecuencias que puedan venir
después no deberían preocuparnos excesivamente, por lo menos eso es lo que nos
dice Pablo: “…Pero me parece que a nosotros, los apóstoles, Dios nos ha dejado
en el último lugar. Parecemos prisioneros condenados a muerte. Somos la
diversión del mundo entero, ¡y hasta de los ángeles! Por obedecer a Cristo, la
gente nos considera tontos… Ahora mismo tenemos hambre y sed, andamos casi
desnudos, la gente nos maltrata, y no tenemos ni dónde vivir. Nos cansamos
trabajando con nuestras manos. Bendecimos a los que nos insultan. Cuando
sufrimos, lo soportamos con paciencia. Cuando hablan mal de nosotros,
contestamos con palabras amables. Hasta ahora, se nos ha tratado como si
fuéramos la basura del mundo…”.
¿Por qué Pablo no se queja de esta situación? ¿Por qué no se preocupa? ¿Por qué
no se queja? Es muy sencillo, por la misma razón capaz de mover el mundo entero
y de revolucionarlo de arriba abajo, por la misma razón que nos estremece cuando
nos abraza la persona que amamos, por Amor (“…No les escribo esto para
avergonzarlos. Al contrario, lo que quiero es darles una enseñanza, pues los amo
como si fueran mis hijos…”).
Carlo Gallucci
(galluccicarlo@hotmail.com)
3-17.
Fray Nelson Los ha reconciliado Dios para hacerlos santos e irreprochables a sus ojos * ¿Por qué hacen lo que está prohibido hacer en sábado?.
1. Reconciliados por la muerte de Cristo
1.1 Hay frases que uno se acostumbra a oír y puede darse el caso de que pasen años sin que uno las esté entendiendo en realidad. Vamos a ver: ¿Qué quiere decir que hemos sido reconciliados con Dios? Evidentemente, que estamos "a paz y salvo" con él; que nuestras deudas y deficiencias han quedado perdonadas, podríamos decir.
1.2 Pues bien, aun suponiendo que esa explicación fuera suficiente, cabe una pregunta que espontáneamente nace de la primera lectura de hoy: ¿Y por qué esa reconciliación brota de la muerte de Cristo? O agudicemos más la cuestión: ¿No sería pensable, más bien, que haber dado muerte al Hijo de Dios nos aleja de ese mismo Dios, a cuyo Hijo hemos causado tan espantosa muerte?
1.3 La muerte de Cristo, como toda muerte, es, en sí misma, algo malo. Dios, que es el Dios de la vida, no nos creó para la muerte, ni llamó a esta tierra para aniquilarlo. Lo que hace grande la muerte es que supone dar la vida. La muerte, en cuanto, entrega de la vida, es una señal eminente de amor y un signo indeleble de obediencia. Lo que admiramos, pues, y lo que agradecemos en la muerte del Hijo de Dios es entonces eso: amor y obediencia. Y más lo admiramos y celebramos cuando llegamos a entender que el pecado, raíz de todos nuestros males, no es otra cosa que desamor y desobediencia. La muerte de Cristo, pues, mató lo que nos mataba.
2. ¿Qué se puede hacer el día de reposo?
2.1 El evangelio de hoy nos invita a plantearnos una pregunta aparentemente obvia: ¿Para qué descansamos? ¿Por qué cesa nuestra actividad?
2.2 Ya en otras ocasiones hemos visto que Cristo no critica las prácticas en cuanto tales. Él mismo se abstuvo de comer carne de cerdo, fue circuncidado, y, en fin, de hecho enseñó a observar los preceptos de la Ley Mosaica, hasta los más pequeños. Guardémonos de ver a Cristo como un aleve trasgresor de la Ley, o como un cínico que ironiza sobre los mandamientos antiguos. No son las prácticas legales lo que él fustiga sino esa obediencia desprovista de sentido, que hace que finalmente el ser humano no sepa ni por qué obedece ni por qué se priva de lo que se priva. Es esta ignorancia del "para qué" lo que reprocha una y otra vez nuestro Señor.
2.3 De otra parte, ¡vaya descanso el de estos criticones de Jesús! ¡De todo descansan, menos de observar y juzgar a los demás! Dan reposo a sus manos pero no a su lengua mordaz; dejan quietos sus pies pero no su pensamiento retorcido; se abstienen de trabajar en sus negocios pero siguen urdiendo la trama de sus envidias y celos, de sus mentiras y orgullos.
2.4 La expresión con que Jesús cierra el pasaje tiene su misterio. ¿Qué quiere decir que él es "Señor del Sábado"? He conocido varias interpretaciones. Hay quien dice que es un modo de indicar que cualquier persona vale más que cualquier precepto legal sobre los días o las horas. Hay quien dice que Cristo no necesariamente se miraba a sí mismo como el "Hijo del Hombre", y que, por tanto, al decir la frase que nos ocupa estaba indicando simplemente que al final de los tiempos poco importarán cosas como este tipo de observancias, puesto que frente al Gran Día, el día del "Hijo del Hombre", según la imagen del profeta Daniel, palidecen los demás días. Hay quien dice que, cuando Cristo dice que él "también" es Señor del sábado, después de citar el ejemplo de David, estaba aludiendo sencillamente a que, así como David fue ahí "señor" de un precepto, bien cabía suponer que el "Hijo de David", esto es, Cristo, pudiera ser señor de otro precepto. Hay, en fin, quien dice que al declararse "Señor" estaba diciendo que sólo a él concierne decidir qué es y qué no es lícito en el día de reposo.
2.5 ¿Con qué nos quedamos sobre esto del "Señor del Sábado"? Tal vez no hay que escoger entre las anteriores interpretaciones, excluyendo unas y aceptando otras. Probablemente, el Señor no tenía una mentalidad tan excluyente en sus motivos, simplemente expandía su corazón y su pensamiento inmenso, y nos dejaba saber con palabras densas que las cosas iban mucho más allá de nuestras pequeñas y a veces mezquinas expectativas.