LUNES DE LA SEMANA 22ª DEL TIEMPO ORDINARIO
PRIMERA LECTURA
A los que han muerto, Dios, por medio
de Jesùs, los llevará con él
Lectura de la primera carta del
apóstol san Pablo a los Tesalonicenses 4,13-18
Hermanos, no queremos que ignoréis la suerte de los difuntos para que no os
aflijáis como los hombres sin esperanza.
Pues si creemos que Jesús ha muerto y resucitado, del mismo modo, a los que
han muerto, Dios, por medio de Jesús, los llevará con él.
Esto es lo que os decimos como palabra del Señor:
Nosotros, los que vivimos y quedamos para cuando venga el Señor, no
aventajaremos a los difuntos.
Pues él mismo, el Señor, cuando se dé la orden, a la voz del arcángel y al son
de la trompeta divina, descenderá del cielo, y los muertos en Cristo
resucitarán en primer lugar.
Después nosotros, los que aún vivimos, seremos arrebatados con ellos en la
nube, al encuentro del Señor, en el aire.
Y así estaremos siempre con el Señor.
Consolaos, pues, mutuamente con estas palabras
Palabra de Dios.
Salmo responsorial Sal 95,1 y 3. 4-5.
11-12a. 12b-13 (R.:13b)
El Señor llega a regir la tierra.
Cantand al Señor un cántico nuevo,
cantad al Señor, toda la tierra.
Contad a los pueblos su gloria,
sus maravillas a todas las naciones. R.
Porque es grande el Señor, y muy digno de alabanza,
más temible que todos los dioses.
Pues los dioses de los gentiles son apariencia,
mientras que el Señor ha hecho el cielo. R.
Alégrese el cielo, goce la tierra,
retumbe el mar y cuanto lo llena;
vitoreen los campos y cuanto hay en ellos. R
Aclamen los árboles el bosue,
delante del Señor, que ya llega,
ya llega a regir la tierra:
regirá el orbe con justicia
y los pueblos con fidelidad. R
EVANGELIO
Me ha enviado para anunciar el
Evangelio a los pobres… Ningún profeta es bien mirado en su tierra.
Lectura del santo evangelio según san
Lucas 4, 16-30
En aquel tiempo, fue Jesús a Nazaret, donde se había criado, entró en la
sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la
lectura. Le entregaron el libro del profeta Isaías y, desenrollándolo,
encontró el pasaje donde estaba escrito:
« El
espíritu del Señor está sobre mí,
porque él me ha ungido.
Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres,
para anunciar a los cautivos la libertad,
y los ciegos la vista;
para dar libertad a los oprimidos,
para anunciar el año de gracia del Señor.»
Y,
enrollando el libro, lo devolvió al que le ayudaba y se sentó.
Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él. Y él se puso a decirles:
–«Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír.»
Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia
que salían de sus labios.
Y decían:
–«¿No es éste el hijo de José?»
Y Jesús les dijo:
–«Sin duda me recitaréis aquel refrán: "Médico, cúrate a ti mismo"; haz
también aquí en tu tierra lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaún.»
Y añadió:
–«Os aseguro que ningún profeta es bien mirado en su tierra. Os garantizo que
en Israel había muchas viudas en tiempos de Elías, cuando estuvo cerrado el
cielo tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en todo el país; sin
embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, más que a una viuda de Sarepta,
en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del
profeta Eliseo; sin embargo ninguno de ellos fue curado, más que Naamán, el
sirio.»
Al oir esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo
empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del monte donde se alzaba su
pueblo, con intención de despeñarlo.
Pero Jesús se abrió paso enre ellos y se alejaba
Palabra del Señor.
1.- 1Ts 4, 13-18
1-1.
Ver DOMINGO 32A
1-2.
-Hermanos no queremos que estéis en la ignorancia respecto de los muertos.
En el mundo entero el «sueño» es la imagen de la muerte.
Esta imagen es dulce y tranquilizadora, porque cuando alguien «duerme» damos por descontado que se «despertará». Y es bueno aplicar esa imagen a nuestros difuntos.
-Para que no os entristezcáis como los demás que no tienen esperanza.
En efecto, esa imagen por tranquilizadora que sea no basta a darnos una prueba fuera de la Fe en Cristo: porque ese sueño también podría ser definitivo. Y fuera de algunos grupitos de «iniciados» en las religiones mistéricas de tipo oriental, el conjunto de los griegos de aquel tiempo no daban mucho crédito a una vida en el más allá. Las encuestas-sonda hechas recientemente en Europa manifiestan que para muchos de nuestros contemporáneos la muerte es también el «fin» de todo, el aniquilamiento.
Con pleno conocimiento de esa opinión corriente, el creyente afirma la resurrección: ¡Es su esperanza! y eso le debería provocar una alegría muy particular que hiciera que los no creyentes replanteasen su postura. Con todo sucede que a algunos cristianos les turba pensar en la muerte. Y el apóstol quiere darles nuevas razones de esperanza. Ayúdame, Señor, ayuda a todos los hombres a aceptar serenamente la muerte, en la plena certeza de que no se cae en la nada sino «en las manos del Padre». Como dijo Jesús: «Padre, en tus manos entrego mi espíritu.» (/Lc/23/46).
-Porque si creemos que Jesús murió y que resucitó, de la misma manera creemos que Dios llevará consigo a quienes murieron en Jesús.
Nuestra seguridad proviene de que si vivimos en unión con Jesús y en comunión con su Cuerpo, el «destino» de Jesús será también el nuestro. Los evangelios no están escritos todavía, pero lo esencial de su mensaje es proclamado: ¡Jesús, muerto, resucitado!
-Como Palabra del Señor os decimos esto...
Pablo tiene conciencia de no ser el inventor de lo que va a decir por vez primera. No se trata de una reflexión humana de tipo filosófico, de una especie de apuesta sobre la ultra-tumba... Es Jesús quien lo dijo. Quizá Pablo alude a las frases que Mateo nos dirá pronto: «El Hijo del hombre vendrá con sus ángeles en la Gloria del Padre, y dará a cada cual según su conducta». (Mt 16, 27). Quizá Pablo piensa en unas palabras de Jesús que no se encuentran en los relatos evangélicos y que la tradición oral propalaba.
-A la señal dada por la voz del arcángel y por la llamada de Dios...
Pablo emplea las imágenes tradicionales de los apocalipsis judíos: -voces de ángeles, -la «trompeta de Dios», que aquí se ha traducido por «la llamada de Dios», porque, efectivamente, esas imágenes son unos revestimientos simbólicos concretos que no hay que tomar materialmente, como se ha hecho tan a menudo en el pasado.
-El Señor mismo bajará del cielo, y los que murieron en Cristo resucitarán en primer lugar.
Después seremos arrebatados en nubes al encuentro del Señor. Así estaremos siempre con el Señor.
Las «voces», las «trompetas", las «nubes» no están aquí más que para comunicarnos el mensaje más esencial: ¡estaremos siempre con el Señor! Esto, evidentemente, debería cambiar por completo para un cristiano el "sentido de la muerte". Y no se trata sólo de vivir junto a Jesús, sino de participar de su vida, de sus privilegios divinos, por así decir. Jesús lo dijo: «El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en Mí y yo en él.» (Jn 6. 53-56).
NOEL
QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 260 s.
2.- 1Co 2, 1-5
2-1.
VER DOMINGO 05A
2-2.
-Cuando fui a vosotros, hermanos, no fui a anunciaros el misterio de Dios con el prestigio de la palabra o de la sabiduría...
Antes de hablar en Corinto, Pablo había tratado de evangelizar Atenas, donde se encontró ante unos griegos ergotistas y frívolos, poco preocupados de buscar la verdad pero deseosos de discusiones a la moda del día.
Allí fracasó (Hechos 17, 16-32). Ante los corintios, cuya comunidad estaba constituida por gente sencilla -Dios escoge lo débil: Corintios 1, 26-, Pablo confirma este principio, proponiendo su propio ejemplo: no soy elocuente, sino débil, no soy más que un pobre testigo de algo que me sobrepasa.
La autoridad de los apóstoles no proviene de su ciencia ni de su valer humano. ¡Anuncian el "misterio" de Dios! Señor, hazme más humilde cuando escuche tu Palabra.
Líbrame de los entusiasmos superficiales.
-No quise saber otra cosa sino a Jesucristo...
Ninguna otra cosa.
A Jesucristo, mesías crucificado.
¡Ah! ¡Cuán lejos nos hallamos de la elocuencia humana y de las mentes cultivadas! El calvario no es el punto de reunión de los razonadores de este mundo: tan sólo se dan cita allí los que humildemente aceptan que Dios les conduzca donde no irían por sí mismos...
¿Qué tiempo dedico a la contemplación de la cruz?
Perdón, Señor, por no detenerme a menudo, a fijar mis miradas en tus ojos de crucificado, para leer en ellos, mejor que en cualquier razonamiento, la locura de tu amor por mí.
-Y me presenté ante vosotros débil, tímido y tembloroso. Mi palabra y mi proclamación del evangelio no tuvieron nada de los persuasivos discursos de la sabiduría...
Pablo, uno de los más grandes santos, era consciente de su debilidad humana. Se confiesa "tímido y tembloroso".
No busca salvaguardar ningún prestigio personal.
¡Qué gran ejemplo! Pablo no trataba de «convencer» a fuerza de argumentos.
Hablaba, como con cierta timidez. Exponía su testimonio. El valor de la evangelización no depende de los medios humanos empleados, sino de «la experiencia vivida del encuentro con Cristo». Pablo estaba impregnado de Cristo.
-Pero el Espíritu y su poder eran los que se impusieron.
Esta inseguridad que experimenta Pablo ante los pobres medios humanos de que dispone, en vez de abatirle le confiere una razón de mayor seguridad: ¡el vacío que siente en sí mismo es el lugar donde puede expansionarse la «potencia del Espíritu»!
La Fe no es una adhesión de orden intelectual, de orden puramente humano. La teología dirá más tarde que es un don de la gracia.
-Para que vuestra fe no repose en sabiduría de hombres, sino en el poder de Dios.
La Fe que deseamos para las personas que amamos, no les llegará a fuerza de discutir o de querer probar... sólo llegará por un «testimonio de vida de fe» que, algún día quizá, los interpelará... y por la oración.
RAZON/IDOLATRIA: El cristianismo no es una demostración, ni una ideología, ni un sistema filosófico, es una «relación de amor» con Dios: y esta relación depende primero de una iniciativa divina. Toda nuestra cooperación, de hecho necesaria, consiste en dejarse modelar por Dios. ¡Esta postura es la contraria a la de «poner condiciones a Dios y querer que pase por nuestras propias exigencias»!
La primera «idolatría» es la del pensamiento seguro de sí mismo: tomar nuestro pensamiento como medida de lo divino; pretender que yo tendría que comprenderlo todo; ¡convertirme en medida de Dios! La Fe es el maravilloso privilegio de los «pobres».
NOEL
QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 260 s.
3.- Lc 4, 16-30
3-1.
VER DOMINGO 03C
3-2. Lc/EVANGELISTA:
Después de la lectura continua de los evangelios de Marcos y de Mateo, abordamos hoy el evangelio según san Lucas, que nos conducirá hasta el fin de noviembre -de la 22ª a la 34ª semana del tiempo ordinario-.
Los evangelios relativos a la infancia de Jesús, habiendo sido leídos durante el Adviento y el tiempo de Navidad, empezamos en el capítulo cuarto de san Lucas: Jesús tiene treinta años y aborda su vida pública.
-Lucas... ¿Quién era?
Con ese tercer evangelista pasamos a otro mundo, que no es ya el de los judíos. Lucas nació en Antioquía de Siria. Pertenecía a la sociedad pagana cultivada, y ejercía la medicina como profesión.
Siendo adulto, convertido quizá por san Pablo, pasó muy pronto a ser compañero de apostolado de san Pablo.
Lucas construye su evangelio, evidentemente, con elementos comunes a Marcos y a Mateo. Pero él mismo indica cómo llevó su propia encuesta personal con los testigos oculares que vivían aún. (Lucas 1, 2). Hay pues pasajes de los que él es el único relator.
El griego empleado es el más literario y el más artísticamente redactado de todo el Nuevo Testamento.
Lucas, como todo autor, tiene características y acentos propios: es el evangelio de la alegría, de la misericordia, de la vida interior y de la oración... es un evangelio eminentemente social, que quiere promover una sociedad más justa y más dichosa... todos los oprimidos de la sociedad antigua son valorizados: el niño, la mujer, los pobres...
Dirigiéndose a ambientes cultivados del mundo pagano, evita las alusiones a las costumbres judías que habrían chocado o habrían exigido demasiadas explicaciones a la gente que no las conocía.
-Como era su costumbre los sábados, Jesús entró en la sinagoga de Nazaret.
Asiste al oficio. Es un "practicante" regular.
Para nosotros es importante contemplar a Jesús: cuando salía de su casa el sábado, el sabat... entraba en el lugar de reunión... se colocaba en su sitio. Y allí, mezclado a la multitud de los fieles, cantaba los salmos, escuchaba el sermón del rabino, rezaba con las fórmulas o preces habituales de sus compatriotas.
-Se puso en pie para hacer la lectura. Le presentaron el volumen y desarrollándolo leyó...
Esa tradición ha sido restablecida por el Concilio Vaticano II.
-"El Espíritu del Señor está sobre mi, porque El me ha ungido para que dé la buena noticia a los pobres. Me ha enviado para anunciar la libertad a los cautivos y la vista a los ciegos, para poner en libertad a los oprimidos, para proclamar el año de gracia del Señor" (Is 61, 1-2).
Todo el tono del evangelio según san Lucas está anunciado aquí. Una lluvia de beneficios para todos los desgraciados, la liberación de todos los que sufren.
¿Es así como concibo yo habitualmente a Jesús? ¿Es así como concibo mi propia vida cristiana? Dos mil años después de la venida de Jesús, hay todavía mucho por hacer en este sentido, en mi lugar de trabajo, en mis relaciones.
Notemos que la persona que anuncia esto, tan "humano", anuncia por ello una "presencia de Dios": No se trata solamente de filantropía, o de acción social... se trata, precisamente, del proyecto de Dios y de la acción del Espíritu... "el Espíritu del Señor está sobre mí, para..."
-Hoy, en vuestra presencia, se ha cumplido esta palabra de la Escritura.
El texto de Isaías era antiguo de varios centenares de años.
Pero no era un documento del pasado. También HOY Dios me interpela.
NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 2
EVANG. DE PENTECOSTES A ADVIENTO
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983. Pág. 152 s.
3-3.
1. (Año I) 1 Tesalonicenses 4,13-17
a) El de hoy es uno de los pasajes más conocidos de la carta a los de Tesalónica, en Grecia, que empezamos a leer la semana pasada: el referente a los difuntos.
Pablo no quiere que los cristianos miren la muerte de sus seres queridos "sin esperanza", como los que no creen. Para nosotros, tanto la vida como la muerte son participación en el destino de Jesús: "si creemos que Jesús ha muerto y resucitado, del mismo modo a los que han muerto en Jesús, Dios los llevará con él". Y esto no es una reflexión que hace él, sino que es Palabra del Señor.
Aunque no sabemos bien a qué se refiere Pablo con el misterioso orden en que resucitaremos (primero los que hayan fallecido ya cuando llegue el final, y luego los que en aquel momento estén todavía vivos), lo que sí aparece claro es que el anuncio de la vuelta de Cristo como Juez, sea cuando sea, no quiere producir una sensación de terror, sino de esperanza: "el Señor llega a regir la tierra, cantad al Señor", "y así estaremos siempre con el Señor".
b) Los cristianos tenemos una experiencia de la muerte que, en cierto modo, no se diferencia de la de los demás: nos da miedo pensar en la nuestra y nos llena de dolor la de los seres queridos.
Pero tenemos un "plus" de luz que da a nuestra visión un color de esperanza: nuestra fe en Cristo Jesús y nuestra convicción de que, ya desde nuestro Bautismo, estamos vinculados a su mismo destino.
No podemos vivir en desesperanza. La muerte no es la última palabra. Dios nos tiene destinados a la vida. Aunque no sepamos tampoco nosotros explicar el misterio de la muerte, ni logremos consolarnos ni consolar a otros por una muerte prematura o injusta, la fe cristiana enciende una luz de esperanza sobre este acontecimiento y nos dice que, si morimos con Cristo, viviremos con él, y "estaremos siempre con el Señor".
Cuando participamos en la Eucaristía deberíamos recordar con frecuencia lo que nos dijo Jesús: "el que come mi Carne y bebe mi Sangre, tiene vida eterna y yo le resucitaré el último día". La Eucaristía es garantía y semilla de la vida sin fin.
1. (Año II) 1 Corintios 2,1-5
a) La Carta primera a los corintios la empezamos a leer el jueves de la semana pasada, y nos acompañará todavía tres semanas. Vimos ya cómo Pablo planteaba el tema de la "sabiduría" humana, la griega, comparada con la cristiana, la espiritual.
Pablo insiste: lo que él ha predicado a los habitantes de Corinto no estaba basado en "sublime elocuencia" ni en "sabiduría humana", sino en "el poder del Espíritu", "el poder de Dios". Se muestra valiente presentando a los griegos, tan satisfechos con su filosofía, la figura de Cristo Jesús, y "éste crucificado", lo que parece la antítesis de la sabiduría y la paradoja mayor para una cultura que aprecia sobre todo la coherencia y la profundidad de un sistema de pensamiento.
b) El mundo de hoy no parece tampoco tener oídos muy prestos a escuchar el mensaje de Cristo crucificado.
Más bien nos regalamos con palabras bonitas y con sabidurías más o menos persuasivas de este mundo. La comunidad cristiana, desde hace dos mil años, se presenta ante el mundo "débil y temerosa", como Pablo en Grecia, porque sabe, por una parte, que el mensaje que predica es difícil (Cristo crucificado) pero, por otra, que la palabra misma que anuncia tiene una fuerza intrínseca capaz de hacerla fructificar en los ambientes menos predispuestos. Pablo fracasó en Atenas, cuando en el Areópago intentó revestir su mensaje de lenguaje helénico más cuidado. Ahora anuncia la cruz de Cristo.
Para Dios, la fuerza verdadera está en lo sencillo y lo débil. En la cruz de Cristo, símbolo del fracaso y de la fragilidad, está la sabiduría y la clave para la salvación. Una invitación a que no nos dejemos engañar por los señuelos de unas palabras brillantes ni de unas ideologías deslumbrantes.
¿En qué nos apoyamos nosotros: en argumentos filosóficos, en recursos pedagógicos, en la eficacia de los métodos pedagógicos? ¿o en la fuerza del Espíritu de Dios? El salmo nos dice dónde está la fuente del verdadero saber: "tu mandato me hace más sabio que mis enemigos, soy más docto que todos mis maestros, porque medito tus preceptos, no me aparto de tus mandamientos, porque tú me has instruido".
2. Lucas 4,16-30
a) Vamos a leer desde hoy hasta el final del Año Cristiano, a las puertas del Adviento, al evangelista Lucas.
Empezamos con su capítulo cuarto, porque en Adviento y Navidad ya lo hicimos con los tres primeros: la anunciación, el nacimiento, la infancia de Jesús y su Bautismo en el Jordán.
Y empezamos con una escena bien significativa, programática, que se puede decir que da sentido a todo el ministerio mesiánico de Jesús: su primera predicación en la sinagoga de su pueblo Nazaret.
Una escena densa, muy bien narrada por Lucas, con una serie de detalles significativos:
- la costumbre de ir a la sinagoga todos los sábados,
- la invitación para que lea (de pie) al profeta; las lecturas de la Ley las hacían los rabinos; las de los profetas las podían hacer los laicos, como Jesús, que hubieran cumplido los treinta años;
- el pasaje de Isaías lo recuerda Lucas, porque es como el programa mesiánico de Jesús: "el Espíritu del Señor está sobre mí... me ha enviado a dar la Buena Noticia a los pobres, para dar la libertad a los oprimidos... para anunciar el año de gracia del Señor";
- el comentario es del mismo Jesús (sentado), con unas primeras palabras que son como la definición de lo que es una homilía: "hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oir";
- las primeras reacciones de admiración y aprobación por parte de sus paisanos,
- que, sin embargo, quedan bloqueados en su camino de fe porque conocen demasiado a Jesús: "¿no es éste el hijo de José?";
- la queja de Jesús sobre esta falta de fe, comparada con la acogida que ha encontrado en otros pueblos; cita dos refranes o dichos de la época: "médico, cúrate a ti mismo", y "ningún profeta es bien mirado en su tierra";
- la segunda reacción, esta vez de ira, ante estas palabras, hasta el punto de querer acabar con él despeñándolo por el barranco;
- pero Jesús "se abrió paso entre ellos y se alejaba".
b) Jesús aparece desde la primera página como el Enviado de Dios, su Ungido, el lleno del Espíritu. Y aparece también como el que anuncia la salvación a los pobres, a los cautivos, a los ciegos, a los oprimidos.
Lucas va a ser para nosotros un buen maestro para que sepamos presentar a Jesús, también a nuestro mundo de hoy, como el salvador de los pobres. "Me ha ungido y me ha enviado para dar la buena noticia a los pobres". En la Plegaria Eucarística IV damos gracias a Dios Padre porque nos ha enviado a su Hijo Jesús, el cual "anunció la salvación a los pobres, la liberación a los oprimidos y a los afligidos el consuelo (la alegría)". Es un buen retrato de Jesús, que se irá desarrollando durante las próximas semanas: el que atiende a los pobres, el que quiere la alegría para todos, el que ofrece la liberación integral a los que padecen alguna clase de esclavitud. ¿Es éste también el programa de su comunidad, o sea, de nosotros? ¿se puede decir que estamos anunciando la buena noticia a los pobres? ¿y somos nosotros mismos esos pobres que se dejan alegrar por el anuncio de Jesús?
La admiración, primero, y el rechazo y la persecución, después, son ya desde el inicio la síntesis de las reacciones que Jesús va a suscitar a lo largo de su ministerio, acabando en la cruz. Y también de lo que pasará a su Iglesia a lo largo de los siglos, como muy bien se encargó de describir el mismo Lucas en su libro de los Hechos. Con la convicción de que después de la cruz viene la resurrección. Pero, mientras tanto, no nos extraña que fracasen muchos de nuestros esfuerzos, como fracasó Jesús en muchas ocasiones.
Jesús es en verdad el "año de gracia" que Dios ha preparado para la humanidad, al enviarlo -hace ahora dos mil años- como salvador y "evangelizador". Ojalá también nosotros le miremos como sus paisanos al principio: "toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él". El Jubileo del año 2000 es una nueva ocasión para que esta mirada nuestra hacia Jesús renueve su intensidad y para que nuestro conocimiento de él sea más profundo.
"Hoy se cumple esta Escritura". Es lo que pasa cada día, en nuestra escucha de las lecturas bíblicas. No se nos proclaman para que nos enteremos de lo que pasó (lo solemos saber ya), sino porque Dios quiere renovar su gracia salvadora, la del AT y la del NT, hoy y aquí para nosotros. Es lo que nuestra meditación personal y la homilía deben buscar: actualizar en nuestras vidas lo que Dios nos ha dicho en su Historia de Salvación.
"No os aflijáis como los hombres sin esperanza" (1ª lectura I)
"Estaremos siempre con el Señor" (1ª lectura I)
"Que vuestra fe no se apoye en la sabiduría humana, sino en el poder de Dios" (1ª lectura II)
"Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír" (evangelio)
J.
ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona 1997. Págs. 12-16
3-4.
1 Cor 2, 1-15: Un anuncio desde la debilidad
Lc 4, 16-30: La buena noticia para los pobres
Jesús viene del desierto. Ha enfrentado exitosamente las tres tentaciones. El bautismo lo ha confirmado en la autenticidad de su misión. Y su experiencia de Dios lo llena de gozo y fe en el Reino.
Pero, las cosas salieron "manga por hombro". Jesús desilusiona a sus paisanos cuando lee la profecía de Isaías. Pues, destaca toda la parte del anuncio de la liberación de los pobres y la sanación de los enfermos, pero omite la venganza del Señor. Su homilía se centra en el "año de gracia" del Señor, en el perdón de las deudas, pero elude olímpicamente la destrucción violenta de los enemigos de la nación.
Los galileos lo miran con extrañeza. No pueden creer que uno de ellos, el hijo de José, venga a anunciar una liberación por un camino que no pasa por la destrucción de los romanos.
La furia de los paisanos se salió del cauce. Entonces, buscan castigarlo como a un infiel, sacándolo del caserío y arrojándolo por un barranco. Jesús en esta oportunidad, se abre paso entre ellos y se va para otro lado.
Jesús es un hombre de conflictos, que no rehuye la verdad y que se planta firme ante las situaciones de injusticia para denunciarlas y remediarlas. Sin embargo, no apaga el pabilo vacilante, el camino de su mesianismo redentor no es el de la violencia. Busca la justicia, pero sin apelar a los mecanismos que los opresores utilizan para imponer la injusticia.
Este pasaje del evangelio es necesario leerlo y releerlo en las comunidades cristianas. Necesitamos anunciar firmemente el año de gracia del Señor, la realización concreta de la justicia, pero también necesitamos renunciar a la violencia y los mesianismos triunfalistas para conseguir este primer paso hacia el Reino.
SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO
3-5. CLARETIANOS 2002
Me asomo por primera vez a esta ventana de la Palabra "no con elocuencia persuasiva de sabiduría" sino con el poder de Dios que, cuando toca el corazón, empuja a compartir la luz recibida y a acoger en el propio interior la que otros nos proporcionan. Me resulta reconfortante saber que, de este modo, nos ayudamos mutuamente a caminar por el Misterio de la vida.
Los textos de hoy hablan de "debilidad", de "miedo", de "sabiduría", de "poder de Dios" y de cumplimiento de las promesas en el anuncio de la Buena Nueva a los pobres.
La Palabra se nos anuncia para que la dejemos encarnarse en la propia existencia. ¿A qué nos convoca hoy? Es sencillo y está al alcance de todos. Para proclamar que Dios está con nosotros, que nos ama, que nos lo ha dado todo en Jesús, su Hijo, no necesitamos grandes discursos: basta con dejar que la bendición se derrame a través de nuestras manos, de nuestros labios, de todos nuestros gestos. Cada uno de nosotros tiene en su propio entorno "pobres", "oprimidos", "encarcelados", "ciegos" a los que anunciar la Buena Nueva, curar, liberar o devolver la vista. Para ello no hay fórmulas, no existen "recetas fijas". Sólo es imprescindible la convicción de que el Reino llega de este modo y no con alegatos, y la certeza inconmovible de que el Señor no dejará que nos falten las fuerzas ni la lucidez a la hora de descubrir y remediar tanta carencia como clama en nuestro mundo.
Cada uno de nosotros seguirá cargando sus propias "taras" y quizá también nos toque escuchar, como Jesús, aquello de "médico, cúrate a ti mismo". Será entonces la hora de reconocer que Dios tiene sus propios caminos y que, en definitiva, el Misterio nos envuelve. "Había muchas viudas en tiempos de Elías..." pero éste fue enviado a una. "Había muchos leprosos en tiempos de Eliseo..." pero sólo Naamán, el sirio, fue curado.
No conocemos la medida del don de Dios y por esos no podemos poner tasa ni vallas a su Misericordia. Al mismo tiempo, pienso que todo gesto de amor, aunque sea mínimo, tiene en sí mismo su sentido. ¿Cómo podremos saber si la mano tendida al pobre, la sonrisa dedicada al inmigrante que no acaba de entender nuestra lengua, la comprensión con quien no comparte en absoluto nuestra fe, la ternura hacia quien nada puede devolvernos, son gotas perdidas en el océano o un signo cargado de esperanza que iluminará el camino de muchos? Nada es demasiado pequeño ni demasiado grande ante Dios.
La Fe se funda en el poder de Dios y ese poder se manifiesta no en discursos de elocuente sabiduría sino en pequeños gestos de amor que implican dar algo de nosotros mismos. Es sencillo, ¿verdad?
Ojalá podamos decir, con Jesús, que "hoy se cumple
esta Escritura".
Olga Elisa Molina (olgamolicapo@yahoo.es)
3-6.
COMENTARIO 1
CUALQUIER LECTURA REDUCTIVA DE LA BIBLIA
PROMUEVE EL FANATISMO RELIGIOSO
La escena tiene lugar en la sinagoga de Nazaret, bastión del nacionalismo más
exaltado, merced a su complicada orografía, que favorecía la resistencia armada
contra las tropas de ocupación. Jesús regresa a su pueblo con la aureola de
predicador y taumaturgo de que viene rodeado por su actividad en Cafarnaún (cf.
4,23). Jesús tiene por costumbre acudir a la sinagoga el sábado, para enseñar y
encontrarse con el pueblo (4,15). En Nazaret, sin embargo, proclama el cambio
total que se ha producido en su vida después de la gran experiencia de Dios que
ha tenido en el Jordán. Jesús tiene ahora plena conciencia de ser el Mesías que
ha de inaugurar el reinado definitivo de Dios en la historia de la humanidad.
Pero sabe muy bien que su mesianismo no comulga con el triunfalismo que lo
rodea. Las tentaciones del desierto han servido para clarificar este concepto.
El ambiente de la sinagoga es de suma expectación. Pretende que Jesús se
pronuncie públicamente a favor de la causa nacionalista y que se ponga del lado
de los fanáticos. Jesús es quien toma la iniciativa de levantarse para tener la
lectura. El responsable de la sinagoga pone en sus manos el rollo del profeta
Isaías, que contenía ciertas profecías mesiánicas que todos se sabían de
memoria. Jesús abre el volumen en el pasaje preciso (4,17: «dio», después de
buscarlo, «con el pasaje donde estaba escrito») donde se habla sin ambages del
cambio histórico que el Mesías debía llevar a cabo a favor de Israel y contra
las naciones paganas que lo oprimen. Lee en voz alta este pasaje, pero
interrumpe la lectura al final del primer hemistiquio de un verso, silenciando
el otro hemistiquio que todos esperaban. El texto de Isaías (61,ls) decía:
«El Espíritu del Señor descansa sobre mí,
/ porque él me ha ungido...
para proclamar el año favorable del Señor
/ y el día del desquite (de Dios).»
Jesús proclama que la profecía se acaba de cumplir en su persona (4,21: «Hoy ha
quedado cumplido este pasaje ante vosotros que lo habéis escuchado») y centra su
homilía en la inauguración del Año Santo por excelencia, «El año favorable del
Señor», pero omite cualquier referencia al desquite y castigo contra el Imperio
romano opresor. De ahí que «todos estaban extrañados de que mencionase tan sólo
las palabras sobre la gracia» (4,22a).
Los traductores y los comentaristas de Lucas andan de cabeza acerca de la
interpretación de la expresión griega lucana, a causa de su ambivalencia. En
efecto, el verbo «dar testimonio», se puede construir, en griego, de dos
maneras, con dativo favorable o desfavorable. Generalmente se interpreta que
«todos daban testimonio a su favor», cuando aquí lo que es más propio es el
sentido opuesto: «Todos se declaraban en contra, extrañados de que mencionase
tan sólo las palabras sobre la gracia.» La frase despectiva con que lo
apostrofan a continuación lo confirma: «Pero ¿no es éste el hijo de José?»
(4,22b), el hijo del Pantera, apodo de la familia de Jesús (según antiguos
documentos rabínicos y cristianos).
Con esta manera de hablar, rehuyendo hacer suyos los ideales político-religiosos
del pueblo, obligado a pagar enormes impuestos de guerra y sometido al vasallaje
de las tropas de ocupación, no se parece en nada – dicen – a su padre ni
continúa la tradición de los Pantera.
El rechazo de que es objeto en su «patria» presagia el rechazo de que será
objeto en Israel. Lucas lo anticipa, como anticipa también la futura extensión
del programa mesiánico de Jesús a todas las naciones paganas: «Os aseguro que a
ningún profeta lo aceptan en su tierra» (4,24). Las dos analogías, la de la
«viuda de Sarepta» y la de «Naamán el sirio», ambos extranjeros, que les echa en
cara, dejan entrever que el alcance de la misión no se circunscribirá sólo a
Israel.
El fanatismo religioso de sus compatriotas no se contenta con recriminarle su
falta de compromiso político: «Mientras oían aquello, todos en la sinagoga se
fueron llenando de cólera y, levantándose, lo expulsaron fuera de la ciudad y lo
empujaron hasta un barranco del monte sobre el que estaba edificado su pueblo,
con la intención de despeñarlo» (4,28-29). De hecho, al final de su vida, lo
sacarán «fuera» de la ciudad de Jerusalén y lo ejecutarán como si fuese un
zelota más, crucificándolo en medio de dos malhechores, y, para más inri, en la
inscripción de la cruz se lo reprocharon de nuevo, echándole en cara, esta vez,
que se haya autoconstituido «rey de los judíos», Mesías de Israel. Sea como sea,
conseguirán hacerlo callar de momento, porque su mensaje estorba a unos y a
otros. Al fin, todos se pondrán de acuerdo contra él. Ya se veía venir... desde
el principio.
Pero Jesús, abriéndose paso entre ellos, emprendió el camino» (4,30). Con todo,
nunca podrán ahogar su clamor universalista: su persona y su mensaje continuarán
influyendo en la historia, encarnándose en hombres y mujeres que, fieles a su
compromiso, se alejarán de todo sistema de poder e irán creando pequeños oasis
de solidaridad y de fraternidad.
COMENTARIO 2
El texto tiene como punto de partida un rito sinagogal. El análisis psicológico
del texto deja entrever cómo Lucas sigue muy de cerca el movimiento de Jesús:
"todos los ojos estaban fijos en él". Igualmente vemos cómo Lucas construye
cuidadosamente el marco ritual siguiendo paso a paso y con ritmo armonioso la
solemne celebración litúrgica de la Palabra. Es en este marco, exquisitamente
elaborado, donde Lucas introduce el primer discurso de Jesús.
Esta homilía de Jesús con el verbo en perfecto, provocó en el auditorio una
doble reacción: para algunos estas palabras estaban llenas de gracia (haciendo
referencia a verdaderas palabras proféticas, carismáticas, inspiradas). Para
otros suscitaban admiración, envidia, dudas. Lucas pone inmediatamente en labios
de Jesús un proverbio irónico: "Médico, cúrate a ti mismo". Con esta afirmación
se deja entrever la dureza del corazón de Israel (tema frecuente en el AT) y su
consecuente reprobación, a la vez que se abre la perspectiva de la llamada y la
elección de los paganos a la salvación (otro de los temas claves en Lucas).
Una perspectiva universal (clave también en Lucas) son las palabras y ejemplos
referidos a Elías y Eliseo (25-27) (1 Re 17,1ss; y 2 Re 5, 14ss). Lucas es el
único evangelista que hace esta referencia. De este modo intenta demostrar que
los antiguos profetas han dado preferencia a los extranjeros...; que por divina
voluntad su patria debe pasar a segundo plano frente a los forasteros, aunque
cuando se trate de milagros...; que la libre elección de Dios no está limitada a
vínculos de parentela o de patria (J. Schmid).
Al final el pasaje se torna más dramático: los nazarenos furiosos empujan a
Jesús fuera del pueblo. Un verbo clave aquí presentado "eporéueto" = se
alejaba... parece tener un significado técnico. Indica el movimiento de Jesús
hacia Jerusalén con el fin de llevar a término su obra (cfr 9,51; 19,28; 22,22;
Hch 1,11).
1. Josep Rius-Camps, El Éxodo del Hombre libre. Catequesis sobre el Evangelio de Lucas, Ediciones El Almendro, Córdoba 1991
2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)
3-7. DOMINICOS 2003
Con tres frases podemos expresar el núcleo fundamental de la celebración litúrgica de hoy y sus exigencias para con nosotros:
-Quien cree en Jesús muere y resucita (Pablo)
-Ningún profeta es bien mirado en su tierra (Jesús)
-El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido (Jesús)
Pablo está de despedida en la comunidad de Tesalónica, y, como es costumbre en esos momentos, dedica a los suyos unas palabras especialmente afectuosas. Son palabras cargadas de nobles sentimientos y de gratitud; pero sobre todo son palabras de consuelo y de esperanza, pues habla a sus discípulos sobre la esperanza final, en gloria, que se consumará tras la muerte: el Señor nos espera y con él triunfaremos. No estamos llamados y abocados a la muerte sino a la vida eterna, mediando la resurrección.
Por su parte, el Evangelio de Lucas nos sorprende con unas palabras de Jesús. En ellas se contiene la proclamación hecha por el Maestro en la sinagoga de Nazaret: el tiempo del mesianismo se ha cumplido, y se ha cumplido precisamente en mi persona. Impresionantes palabras. En los judíos oyentes produjeron escalofrío. ¿Qué es esto? En nosotros irradian luz y más luz; clarifican el camino de nuestro futuro, unidos a Él, y convocan a emprender una vida nueva.
El Hijo de Dios, Mesías y Salvador, está con nosotros. Demos gracias a Dios.
ORACIÓN:
Te pedimos, Señor, que la luz de la fe disipe las tinieblas de nuestra mente ofuscada; que la fuerza de la esperanza nos mantenga sin desmayo en la peregrinación; que no nos sintamos lanzados a una muerte sin sentido, sino proyectados a la vida; que el mensaje salvífico, por el que somos proclamados hijos de Dios Amor sea para nosotros revelación de la voluntad del Padre que nos creó, nos anima y nos espera. Amén.
“Hermanos: no queremos que ignoréis la suerte de los difuntos para que no os aflijáis como hombres sin esperanza. Si creemos que Jesús ha muerto y resucitado, del mismo modo a los que han muerto en Jesús, Dios los llevará con él. Esto es lo que os decimos: Nosotros, los que vivimos y quedamos para su venida, no aventajaremos a los difuntos. Pues él mismo, el Señor, a la voz del arcángel... descenderá del cielo, y nuestros muertos resucitarán...”
A la comunidad de Tesalónica, como a nosotros mismos, le preocupaba el futuro de nuestra existencia: ¿vivimos para morir y volvernos al polvo o tenemos un más allá en manos de Dios? Pablo expresa su fe: viviremos y viviremos con y por Cristo.
“En aquel tiempo fue Jesús a Nazaret, donde se había criado; entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el libro del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para dar la Buena Noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista. Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor”.
Y, enrollando el libro, lo devolvió al que le ayudaba y se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él. Y él se puso a decirles: Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír... Ellos, admirados, decían: pero ¿no es éste el hijo de José? Jesús les dijo: sin duda me recitaréis aquel refrán: “médico, cúrate a ti mismo”; haz también aquí, en tu tierra, lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaúm. Y añadió: os aseguro que ningún profeta es bien mirado en su tierra...”
Cualquier grado de admiración y sorpresa es poca. Un hijo de Israel, un hombre como nosotros, alza la voz para proclamar que la historia de salvación se cumple. El Mesías, movido por el Espíritu, declara su verdad y afronta su futuro entre nosotros. ¡Gran noticia!
Las palabras que san Pablo dedica a la comunidad de Tesalónica, como despedida de su amable carta, son de extraordinario valor. Nos hacen suponer que en dicha comunidad –como en cualquiera otra de aquel tiempo y del nuestro- la mirada al más allá era preocupación de la que no era posible liberarse.
¿Vamos al polvo? ¿Es seguro que Jesús nos prepara morada en el cielo? La clarificación de Pablo está totalmente vinculada a la claridad de la resurrección de Cristo. Si Él triunfó, por divino designio, nosotros hemos de tener la firme persuasión de que seguiremos su suerte.
Aquí no debemos andar con medias tintas: hay una vida eterna en Dios. No sabemos cómo será, ni falta que hace saberlo, pero sin titubeo alguno hemos de poner nuestra segura confianza en el Señor.
Vivamos aquí, en la tierra, con Él, y viviremos con él para siempre.
El texto del Evangelio según san Lucas nos suena a cosa conocida. Lo encontramos casi literalmente en el capítulo 13 de san Mateo. Ello no obstante, conviene recordar tan luminosos pensamientos y actitudes. Jesús se siente el Enviado, el Mesías, el Salvador. Tiene plena conciencia de quién es y a qué viene, y lo expresa públicamente en forma sobrecogedora: en mí se están cumpliendo las profecías.
Los nazaretanos no le comprenden; pero están al tanto de que ya ha obrado milagros por Cafarnaúm, y le arguyen de frente: si quieres que aceptemos esas palabras tuyas, demuestra primero con milagros quién eres de verdad. Si no, cállate. ¡Lenguaje lamentable! De ahí que Jesús añada: ¿para qué milagros? Ningún profeta es bien mirado en su tierra. Me pedís exhibición de milagros, y a mí lo que me interesa es encontrar actitud de fe. Vuestro camino no es bueno.
No repitamos nosotros la escena: Donde percibamos aliento y presencia de Dios, abrámonos a ella. Donde percibamos que hay dolor, sufrimiento, pongamos ayuda. Donde percibamos que hay injusticia, pongamos verdad. Donde percibamos que a la mente le falta corazón, pongamos amor...
3-8. Lunes 1 de septiembre de 2003
1 Tes 4, 13-17: La esperanza en la Resurrección
Salmo responsorial: 95, 1.3-5.11-13.
Lc 4, 16-30. : En la sinagoga de Nazaret
Esta parte del evangelio de Lucas (4,14 - 9,50) está dedicada al ministerio
público de Jesús en Galilea. Durante este período Jesús no sale de este
territorio. Su ministerio está fuertemente marcado a través de su acción
(milagros) y su palabra (discursos – parábolas): evangeliza, cura muchas
enfermedades, expulsa a los demonios, llama a los pecadores a la conversión. Sus
palabras y sus obras no son reconocidas por las autoridades de Israel, pero sí
por una gran parte del pueblo. Poco a poco, Jesús va conformando su grupo de
amigos y seguidores a los que él envía a predicar el Reino y a curar enfermos.
Lucas reconoce en el ministerio de Jesús en Galilea no sólo un momento realmente
revelador de Jesús, sino también una propuesta pedagógica para el tiempo de la
misión.
El texto de hoy narra el comienzo del ministerio de Jesús en Galilea en la
sinagoga de su pueblo: Nazaret. El marco de la narración es el culto sinagogal.
La sinagoga era el lugar más adecuado donde Jesús podía anunciar su mensaje a
una comunidad. La sinagoga no era sólo el lugar de oración sino también el lugar
de encuentro, escuela, hospedería y centro de difusión y propaganda del judaísmo
entre los paganos. En la sinagoga celebraban el culto sabático. Todos los seres
humanos podían participar en la celebración del sábado. El servicio consistía en
oraciones y lecturas de la ley y de los profetas de las cuales se hacía un
comentario o explicación. Los lectores eran miembros instruidos de la comunidad
o, como en el caso de Jesús, visitantes conocidos por su saber en la explicación
de la Palabra de Dios. Muy probablemente cuando Jesús entra en la sinagoga de su
pueblo, allí se encontraban su familia y sus parientes.
El centro del relato está en la proclamación del cumplimiento de un texto del
profeta Isaías (Is 61, 1-2). El cual describe la manera como el Mesías realizará
su tarea salvífica. En el tiempo de Jesús las profecías de Isaías no se habían
cumplido, el pueblo de Israel seguía bajo el dominio del poder extranjero, era
todavía un pueblo conquistado, oprimido y dividido. Vivían bajo la dominación de
los romanos. Las palabras de Jesús sorprendieron a toda la sinagoga cuando leyó
al profeta Isaías y anunció la instauración del día del Señor: “esta Escritura,
que acabáis de oír, se ha cumplido hoy”. De esta manera Jesús se convierte en el
portador y en el inaugurador del Reino de Dios: “el Espíritu del Señor sobre mí,
porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a
proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la
libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor”. Estas palabras
se convierten en el programa de lo que va a ser el ministerio de Jesús y
prefiguran todo lo que va a ocurrir: anuncian la salvación para todos los seres
humanos, se insiste en que el ministerio de Jesús va dirigido preferencialmente
a los marginados y oprimidos.
Algunos de los que estaban en la sinagoga quedaron profundamente impresionados.
Otros no creyeron, no podían aceptar lo que habían oído, especialmente si no
había una prueba milagrosa que lo confirmara. ¿Cómo podía Jesús, el hijo de José
el carpintero de Nazaret, cuya madre, hermanos y hermanas estaban en la
sinagoga, afirmar que era el Mesías? Los paisanos de Jesús no podían comprender,
estaban acostumbrados a verlo como uno más, no percibieron en él al Mesías
anunciado por el profeta Isaías. Ellos esperaban un restaurador nacionalista que
los liberara de la opresión de los romanos y como el mensaje de Jesús no
cuadraba en sus expectativas, se enfurecieron y trataron de eliminarlo.
SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO
3-9.
LECTURAS: 1 TES 4, 13-18; SAL 95; LC 4, 16-30
1Tes. 4, 13-18. Nuestra vida, como hijos de Dios, en medio de fatigas y
persecuciones por el Nombre del Señor, anunciando con las palabras y
testificando con las obras el Evangelio de la gracia, que Dios nos ha concedido
en su Hijo Jesús, tiene una gran esperanza: estar para siempre con el Señor. Él,
que se levantó victorioso sobre el autor del pecado y de la muerte por su
fidelidad amorosa y libre a la voluntad soberana del Padre Dios, vendrá por
nosotros para arrebatarnos de la muerte y hacernos partícipes de la Vida eterna
a quienes ahora le vivamos fieles, tanto sin perder la victoria que conquistó
para nosotros, levantándose sobre el Diablo, como luchando para que el Reino de
Dios llegue a todos. Por eso no perdamos nuestra fe, sino que, fortalecidos con
la presencia del Espíritu Santo en nosotros, esforcémonos constantemente por
conquistar el Reino de Dios, con la mirada puesta en Jesús, Caudillo y
Consumador de nuestra esperanza.
Sal. 95. Dios, el Señor, se ha levantado victorioso sobre
sus enemigos. Él liberó a los suyos de la esclavitud; y despojó a quienes
poseían la tierra prometida para entregársela a su Pueblo Santo. Así Dios se ha
manifestado como el único Dios vivo y verdadero, que vela por quienes en Él
confían; y ha demostrado la falsedad de los dioses en quienes confían las demás
naciones, que no pueden velar por ellas ni librarlas de las manos de sus
enemigos. Por eso, que cielo, mar y tierra y todo lo que contienen, se alegren,
regocijen, exulten y aclamen al Señor, que viene a gobernar con justicia al
mundo, y a las naciones con fidelidad. Por medio de Cristo, Dios se ha levantado
victorioso sobre el pecado y la muerte. Quienes hemos depositado en Él nuestra
confianza, alegrémonos y llenémonos de gozo, pues, hechos partícipes de su
victoria, nos participa también, ya desde ahora, de los bienes eternos, que
reserva para los que le viven fieles.
Lc. 4, 16-30. No basta estar convencidos de que en Jesús se han cumplido las
Escrituras, y que, por tanto, Dios ha cumplido sus promesas. No basta quedarnos
admirados ante las palabras y obras de Jesús. No basta buscar a Jesús para que
haga en nosotros lo que oímos que hizo en otros tiempos y lugares. Mientras no
busquemos a Jesús para comprometernos con Él en la construcción del Reino, no
podemos, en verdad, llamarnos hombres de fe y ser hijos de Dios. Jesús no vino a
exhibirse como el todopoderoso, ni como el que cumple a los hombres todos sus
caprichos, por muy buenos que estos sean. Cuando uno busca al Señor por lo
externo e intranscendente, y, finalmente Dios no lo conceda y le deja a uno con
las manos vacías, puede uno decepcionarse de Él porque no pudimos manipularlo
conforme a nuestros planes y falsas expectativas. Entonces se le abandona, se le
traiciona, se trata de acabar con Él como si fuera una utilería y no el Ser
Divino lleno de amor por nosotros. Pero el Señor pasará entre los decepcionados
de sí mismos y se alejará de quienes le buscaron no por la fe en Él, sino sólo
por curiosidad o admiración, pues Él no se deja atrapar en las redes de las
falsas esperanzas de los hombres. Ojalá y nosotros busquemos al Señor con la
sola intención de encontrarnos con Él, de entrar con Él en Alianza de amor y de
escuchar su Palabra, ponerla en práctica y vivirle fieles desde hoy y para
siempre.
En esta Eucaristía celebramos a nuestro Señor y Rey que, mediante su Misterio
Pascual, se ha levantado victorioso, venciendo al autor del pecado y de la
muerte, a la serpiente antigua o Satanás. Nosotros, que pertenecemos al Reino de
Dios cantamos un cántico nuevo al Señor en esta acción litúrgica. Nuestro
cántico es el que se eleva a Él no sólo con los labios, sino el ofrecimiento
ante Él de todo lo que hasta ahora el Espíritu de Dios, que habita en nuestros
corazones como en un templo, ha hecho por medio nuestro en favor de todos los
pueblos. No a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu Nombre sea dado todo
honor y toda gloria. Venimos para ofrecernos, junto con Cristo, como una ofrenda
agradable al Padre. Por eso su Palabra, que se ha pronunciado sobre nosotros en
esta Eucaristía, a la par que nos santifica, nos envía para que llevemos la
salvación de Dios a todas las naciones, haciendo que la Buena Nueva llegue a los
pobres, la liberación a los cautivos, la curación a los ciegos y la libertad a
los oprimidos, de tal forma que hoy y siempre sea, desde la Iglesia, el día y el
año de Gracia del Señor para todos.
Proclamar el Año de Gracia del Señor. A eso somos enviados. Nadie que ha entrado
en contacto y en comunión de vida con el Señor puede retornar a sus labores
diarias en los diversos ambientes en que se desarrolle nuestra existencia para
continuar pagando salarios de hambre a los pobres, comprando sus servicios por
un par de sandalias; no puede continuar reteniendo cautivos injustamente a
quienes son considerados perseguidos políticos, por haberse opuesto a su egoísta
e injusto modo de pensar y actuar; no puede continuar robando la luz a quienes
quedaron atrapados bajo el consumo de las drogas, o en las redes de los vicios
mientras se arrodilla ante Dios pero sigue provocando que muchas vidas se
consuman sin esperanza; no puede continuar oprimiendo a los débiles para
quitarles el poco pan que llevarían a su boca, y quitarles la paz y la alegría
por perseguirles injustamente tratando de apropiarse de lo poco que poseen y de
la tierra que les pertenece. Quienes entramos en comunión de vida con el Señor,
debemos ser motivo de paz y de alegría para todos, porque, al amarlos,
levantamos su esperanza, fortalecemos su fe, volvemos a hacer que se encienda la
llama de su amor, y que la paz vuelva a ellos por sentir que alguien les ama y
está a su lado. ¿Que son duras estas palabras? ¿Que trataríamos de despeñar y
acabar con Jesús y los suyos para que no nos molesten con esta clase de
lenguaje? Ojalá y el Señor no pase entre nosotros y se aleje, dejándonos en
nuestros rezos y cultos, vacíos de amor e inútiles ante Él por habernos cerrado
a la escucha fiel de su Palabra y a la puesta en práctica de la misma.
Que Dios, nuestro Padre, nos conceda por intercesión de la Virgen María, nuestra
Madre, la gracia de vivir conforme a la fidelidad a su Voluntad que nos enseñó
Jesús, Hijo suyo y Hermano nuestro. Amén.
www.homiliacatolica.com
3-10.
Comienza hoy la lectura continua del evangelio de Lucas. Este evangelio sigue de cerca el esquema del evangelio de Marcos, pero añade mucho material, común también a Mateo, aunque con elementos propios. Llama la atención que sea el único evangelista que indica al principio lo que se propone escribir.
El prólogo de este evangelio se parece al de otros libros contemporáneos y en él expresa el evangelista de modo solemne su propósito de exponer de modo ordenado los hechos sobre la vida de Jesús que le han sido transmitidos por los testigos oculares. El trabajo de redacción del evangelio ha seguido, según él, un proceso que ha supuesto una nueva investigación realizada con rigor (otros lo han hecho ya también con anterioridad) y expuesta de forma conexa, siguiendo la lógica de los acontecimientos. La obra va dedicada a Teófilo, nombre que significa “el querido por Dios” y que representa con toda probabilidad a la comunidad de Lucas.
Lucas se propone confirmar la autenticidad del mensaje que ya le ha llegado a esta comunidad por otros conductos, pero que él retoma de nuevo desde el principio.
Sin embargo, la obra de Lucas no será tanto la de un historiador, cuanto la de un teólogo que profundiza en la persona de Jesús como Salvador, y que trata de adaptar su evangelio o nueva noticia al tiempo de la comunidad griega, bastantes años después de la muerte y resurrección de Jesús (hacia el año 80 de nuestra era).
Y esto lo hace en dos fases de una misma obra que, con el tiempo se considerarían como dos distintas, pero que tienen semejante estructura y un desarrollo dinámico y progresivo: el evangelio y el libro de los Hechos de los apóstoles, de la que éste es continuación de aquél.
Cada parte de la obra tiene su finalidad: la primera, el evangelio, se concentra en describir los acontecimientos desde el comienzo hasta la Ascensión; la segunda, los Hechos de los apóstoles, parte de la Ascensión y presenta el nacimiento de la iglesia cristiana, desde los orígenes en Palestina, pasando por Asia Menor y Grecia, hasta llegar a Roma.
En la primera, el evangelio, se muestra la centralidad de Jerusalén, como ciudad salvífica: en ella tienen lugar los primeros acontecimientos que se narran (anunciación del Bautista en el templo) y los últimos (muerte, resurrección y ascensión de Jesús al cielo; la segunda, libro de los Hechos, que se abre con la ascensión de Jesús- presenta la expansión del cristianismo desde Palestina, Antioquia de Siria (primer lugar donde los discípulos comienzan a llamarse cristianos), hasta Asia Menor, Grecia y Roma, capital del imperio, donde concluye la obra diciéndonos que Pablo “permaneció allí dos años enteros a su propia costa, recibiendo a todos los que acudía a él, predicando el reinado de Dos y enseñando lo concerniente al Señor Jesús con toda valentía, sin impedimentos”.
Encerrado en un principio el evangelio en los estrechos límites del judaísmo y en la región de Palestina, el mensaje universalista de Jesús ha roto las fronteras del territorio judío hasta llegar a la capital del Imperio, desde donde se difundirá a todo el mundo.
En realidad, tanto el Evangelio como el libro de
los Hechos de los Apóstoles muestran el proceso de conversión de los discípulos
al universalismo propugnado por Jesús y la resistencia e incomprensión de los
discípulos procedentes del judaísmo –habituados a hablar del pueblo de Dios en
clave de privilegio y exclusivismo-. Por esta razón Jesús, en el evangelio de
Lucas, elige otro grupo de discípulos –los setenta- (setenta era el número de
las naciones de la tierra) para que su evangelio se anunciado a los cuatro
vientos.
De manera aún más evidente, el libro de los Hechos narra la conversión de cada
uno de sus protagonistas al universalismo de Jesús, de modo que cada uno de
ellos desaparece del relato cuando llega al convencimiento de que Jesús ofrece
la salvación a judíos y paganos, por igual, y anuncia el evangelio con libertad
a los paganos:
-Esteban –de origen griego y primer mártir cristiano- muere acusado, como Jesús,
de atentar contra los dos pilares del judaísmo: el templo y la Ley, corazón de
la institución judía, pronunciando un largo discurso que describe la historia de
Israel como una historia de infidelidad del pueblo para con Dios (Hch
6,8-7,-60). La muerte de Estaba es descrita con trazos que recuerdan y
actualizan la muerte de Jesús (idéntica acusación, testigos falsos, fuera de la
ciudad, palabras semejantes a las de Jesús a la hora de morir: “Señor Jesús,
recibe mi espíritu”; “Señor, no les tomes en cuenta este pecado”).
- Felipe desaparece del libro de los Hechos cuando bautiza al eunuco etíope (Hch
8,25-40), un pagano que se hace cristiano. Aparecerá más tarde en 28,8s a la
cabeza de la comunidad paganocristiana de Cesarea.
- Pedro, cuando entra a casa del centurión Cornelio, declarando más tarde,
cuando es acusado de entrar en casa de incircuncisos y comer con ellos, que el
don de Dios se ha dado por igual a judíos y a paganos, y oyendo cómo la
comunidad de Jerusalén alaba al unísono a Dios diciendo: “Así que también a los
paganos les ha concedido Dios el arrepentimiento que lleva a la vida” (Hch
10-11,18). Pedro aparecerá más tarde en 15,7-11 para defender la causa de los
paganos en el concilio de Jerusalén.
- Pablo, finalmente, se presenta como el seguidor de Jesús que más resistencia
pone con su comportamiento a su mensaje universalista –tal vez por haber sido
con anterioridad un celoso fariseo-. Del capítulo 9 al 28, el libro de los
Hechos refiere la práctica habitual de Pablo de anunciar, en primer lugar, el
evangelio a los judíos y, cuando éstos lo rechazan, de dirigirse a los paganos.
La plena conversión de Pablo tendrá lugar cuando éste llegue a Roma y exprese,
ante el rechazo dfe los judíos, su convencimiento de que “esta salvación de Dios
se ha destinado a los paganos; ellos sí escucharán” (Hch 28,28). Ahora puede
terminar ya el libro, pues Pablo se ha convertido al mensaje universal de Jesús.
Comentario:
Tras su bautismo, Jesús vuelve a su patria chica, Nazaret. Como ya era conocido
era por su predicación y milagros en la provincia de Galilea, el jefe de la
sinagoga, cuya función era dirigir el culto, vigilar el orden y designar al
lector o predicador de turno- le invitó a leer y explicar la lectura de los
profetas. [Por entonces la Biblia, escrita en hebreo, no era entendida por el
pueblo, que hablaba una lengua distinta: el arameo. El lector leía en hebreo en
la sinagoga y el meturgeman o traductor traducía el párrafo al arameo, al tiempo
que comentaba en esta lengua lo leído.] Jesús leyó aquel día un fragmento del
profeta Isaías, pero se tomó la libertad de suprimir la frase final del mismo en
el que se anunciaba no sólo el “año de gracia del Señor” sino “el día del
desquite o de la venganza de nuestro Dios” para con todos los pueblos enemigos
del pueblo de Israel.
El ritual de la sinagoga prohibía que el lector o comentarista añadiese o quitase verso alguno de la lectura de turno. El atrevimiento –nosotros le llamamos autoridad- de Jesús provocó la reacción de sus paisanos e hizo que “toda la sinagoga tuviese los ojos fijos en él”. Pero la cosa no quedó ahí, pues Jesús terminó su lectura diciendo que aquél pasaje se cumplía en él.
Con la supresión de la frase de Isaías “el desquite de nuestro Dios”, Jesús había terminado la lectura del texto programático de su futura actuación. Lo suyo sería proclamar el perdón y el amor de Dios, no sólo para su pueblo, sino para todos los pueblos de la tierra, incluidos los enemigos del pueblo elegido. Jesús venía de parte de Dios a cancelar, de una vez para siempre, la ola de venganza que, a lo largo de la historia, había ido tomando carta de ciudadanía en el corazón humano. Lo de Jesús era proclamar el “año de gracia”, perdonar, olvidar, cancelar del diccionario de las relaciones humanas realidades tan tristes como el desquite, la venganza, la revancha, el odio, la represalia, la ley del talión con su famoso postulado: “ojo por ojo y diente por diente” (Ex 21,23-25).
[Pero la actuación de Jesús desagradó sumamente a
unos oyentes que no querían oír hablar de la buena noticia de su liberación
dirigida a los pobres, a los cautivos, a los ciegos y a los oprimidos, de una
amnistía general de Dios, del perdón otorgado a la humanidad entera, cancelando
para siempre el léxico de la venganza de las relaciones humanas.
Y nosotros ¿qué pensamos de esto? O mejor ¿cómo actuamos?
Aquel día en Nazaret, en su propio pueblo, comenzó la pasión de Jesus. Sus mismos paisanos lo sentenciaron a muerte. Dos o tres años más tarde, el pueblo entero lo empujaría fuera de la ciudad, lo subiría a un momento y lo asesinaría colgándolo de un madero. Desde el día en que habló en Nazaret se veía venir tan trágico final. Nosotros creemos que no acabó todo con la muerte de aquel hombre: Jesús se abrió paso entre la muerte y se fue con Dios: un Dios que no sabe de venganza, que sólo entiende de amor y de perdón, el dios de Jesús, nuestro Dios.]
3-11.
Comentario: Rev. D. David Amado i Fernández
(Barcelona, España)
«Hoy se cumple esta escritura que acabáis de oír»
«Hoy, se cumple esta escritura que acabáis de oír» (Lc 4,21). Con estas
palabras, Jesús comenta en la sinagoga de Nazaret un texto del profeta Isaías:
«El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido» (Lc 4,18). Estas
palabras tienen un sentido que sobrepasa el concreto momento histórico en que
fueron pronunciadas. El Espíritu Santo habita en plenitud en Jesucristo, y es Él
quien lo envía a los creyentes.
Pero, además, todas las palabras del Evangelio tienen una actualidad eterna. Son
eternas porque han sido pronunciadas por el Eterno, y son actuales porque Dios
hace que se cumplan en todos los tiempos. Cuando escuchamos la Palabra de Dios,
hemos de recibirla no como un discurso humano, sino como una Palabra que tiene
un poder transformador en nosotros. Dios no habla a nuestros oídos, sino a
nuestro corazón. Todo lo que dice está profundamente lleno de sentido y de amor.
La Palabra de Dios es una fuente inextinguible de vida: «Es más lo que dejamos
que lo que captamos, tal como ocurre con los sedientos que beben en una fuente»
(San Efrén). Sus palabras salen del corazón de Dios. Y, de ese corazón, del seno
de la Trinidad, vino Jesús —la Palabra del Padre— a los hombres.
Por eso, cada día, cuando escuchamos el Evangelio, hemos de poder decir como
María: «Hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38); a lo que Dios nos responderá:
«Hoy se cumple esta escritura que acabáis de oír». Ahora bien, para que la
Palabra sea eficaz en nosotros hay que desprenderse de todo prejuicio. Los
contemporáneos de Jesús no le comprendieron, porque lo miraban sólo con ojos
humanos: «¿No es este el hijo de José?» (Lc 4,22). Veían la humanidad de Cristo,
pero no advirtieron su divinidad. Siempre que escuchemos la Palabra de Dios, más
allá del estilo literario, de la belleza de las expresiones o de la singularidad
de la situación, hemos de saber que es Dios quien nos habla.
2-12. DOMINICOS 2004
El Espíritu del Señor está sobre mí.
Aparta, Señor, mi pie de toda senda mala.
Haz que guarde tu palabra.
Sea yo, Señor, discípulo de la verdad y servidor del bien en todo momento.
Jesús pone hoy en labios de sus incrédulos paisanos una expresión desagradable,
por cínica: “médico, cúrate a ti mismo”; menos palabras y más signos. Que quiere
decir: si quieres convencernos de que tienes la verdad y eres el Mesías, danos
la prueba que te propongamos, y no habrá más discusión. ¡Insensatos! Quieren
medir lo divino, la Verdad, la Salvación, con el rasero de sus mentes y
caprichos. Tú serás Dios, cuando nosotros decretemos que lo eres. Entonces te
seguiremos.
¿No hacemos nosotros algo parecido cuando, en vez de abrirnos plenamente al
Señor y a los hombres, nos mostramos lentos, torpes y mal dispuestos para
escuchar, aceptar y comprometernos?
¿No sería loable y justo –por pura coherencia humana- que en la vida
estuviéramos siempre deseando escuchar la Verdad, venga de donde viniere, y
prestos a descubrir cualquier signo que nos la hace presente, amable, salvífica?
La luz de Dios y su mensaje en la Biblia
Primera carta de san Pablo a los corintios 2, 1-5:
“Hermanos: cuando vine a vosotros a anunciaros el testimonio de Dios, no lo hice
con sublime elocuencia o sabiduría, pues nunca entre vosotros me precié de saber
cosa alguna, sino a Jesucristo, y éste crucificado.
Me presenté a vosotros débil y temeroso. Mi palabra y mi predicación no fue con
persuasiva sabiduría humana sino en la manifestación y poder del Espíritu, para
que vuestra fe no se apoye en la sabiduría de los hombres sino en el poder de
Dios”.
Evangelio según san Lucas 4, 16-30:
“En aquel tiempo fue Jesús a Nazaret, donde se había criado; entró en la
sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la
lectura.
Le entregaron el libro del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje
donde estaba escrito: “El Espíritu del Señor está sobre mi, porque él me ha
ungido. Me ha enviado para dar la Buena Noticia a los pobres, para anunciar a
los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista. Para dar libertad a los
oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor “. Y, enrollando el libro,
lo devolvió al que le ayudaba y se sentó
Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él. Y él se puso a decirles: hoy se
cumple esta Escritura que acabáis de oír... Ellos decían: ¿no es éste el hijo de
José?
Jesús les dijo: sin duda me recitaréis aquel refrán: ‘médico, cúrate a ti
mismo’, haz también aquí, en tu tierra, lo que hemos oído que has hecho en
Cafarnaúm. Y añadió: os aseguro que ningún profeta es bien mirado en su
tierra...”
Reflexión para este día
Escuchar y creer en Cristo es don de Dios y no fruto de sabiduría humana.
Repetidas veces aparecen en la liturgia los dos parrafitos que hoy tomamos de la
carta a los corintios y del Evangelio. Y no deberíamos cansarnos nunca de
repetirlos y meditarlos.
Saber escuchar y creer en Cristo es don de Dios en corazón limpio, abierto,
agradecido.
La fe no se adquiere con mera sabiduría humana y esfuerzo de investigación. Se
pide, se implora, se recibe, se agradece en traje de humildad y confianza. Si
ese traje es el nuestro, considerémonos dichosos.
No nos vaya a acontecer lo mismo que a los nazaretanos que tenían delante a la
Luz y no la veían, porque no querían mirarla con humildad y amor.
Jesús se sentía el Enviado, el Mesías, y lo expresaba públicamente en forma
sobrecogedora; pero los nazaretanos no estaban en sintonía: por una parte,
pedían ‘milagros’ a la carta, para creerle; y, por otra, reconocían que esos
‘milagros’ ya los había hecho en Cafarnaúm. ¿No eran estos signos luz y mensaje
para todos?
3-14.
Jesús en Nazaret
Fuente: Catholic.net
Autor: P. Clemente González
Lucas 4, 16-30
En aquel tiempo fue Jesús a Nazaret, donde se había criado y, según su
costumbre, entró en la sinagoga el día de sábado, y se levantó para hacer la
lectura. Le entregaron el volumen del profeta Isaías y desenrollando el volumen,
halló el pasaje donde estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí,
porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a
proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la
libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor. Enrollando el
volumen lo devolvió al ministro, y se sentó. En la sinagoga todos los ojos
estaban fijos en Él. Comenzó, pues, a decirles: Esta Escritura, que acabáis de
oír, se ha cumplido hoy. Y todos daban testimonio de Él y estaban admirados de
las palabras llenas de gracia que salían de su boca. Y decían: ¿No es éste el
hijo de José? Él les dijo: Seguramente me vais a decir el refrán: Médico, cúrate
a ti mismo. Todo lo que hemos oído que ha sucedido en Cafarnaúm, hazlo también
aquí en tu patria. Y añadió: En verdad os digo que ningún profeta es bien
recibido en su patria. Os digo de verdad: Muchas viudas había en Israel en los
días de Elías, cuando se cerró el cielo por tres años y seis meses, y hubo gran
hambre en todo el país; y a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer
viuda de Sarepta de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del
profeta Eliseo, y ninguno de ellos fue purificado sino Naamán, el sirio. Oyendo
estas cosas, todos los de la sinagoga se llenaron de ira; y, levantándose, le
arrojaron fuera de la ciudad, y le llevaron a una altura escarpada del monte
sobre el cual estaba edificada su ciudad, para despeñarle. Pero Él, pasando por
medio de ellos, se marchó.
Reflexión:
Es muy común preguntar a los niños pequeños: ¿qué quieres ser cuando seas
grandes? Y para orgullo de los padres los niños responden: “quiero ser como mi
papá”. Si esta misma pregunta se la hiciéramos a Cristo durante su vida oculta
en Nazaret, no cabe duda que respondería que Él sería lo que su Padre ha pensado
para Él desde siempre. Prueba de ello es la respuesta que dio a su madre
angustiada cuando se perdió en el templo: “pero no sabíais que debo ocuparme en
las cosas de mi Padre”, no debería haber motivo de preocupación por mi ausencia.
En nuestra vida como cristianos todos tenemos una misión muy concreta que
realizar. Cristo desenrolló las escrituras (porque estaban en forma de
pergaminos) y encontró justamente aquello que Dios Padre deseaba de Él.
“Anunciar la Buena Nueva, proclamar la liberación a los cautivos y la vista a
los ciegos, dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del
Señor”. Todo esto lo cumplió Jesús a lo largo de su vida terrena y aunque
algunos se empeñaban en no abrir su corazón a las enseñanzas de Cristo, como es
le caso de los escribas y fariseos. A pesar de su obstinada actitud Cristo no
desmayó en su esfuerzo por predicarles la ley del amor.
Por ello de la misma forma que Cristo predicaba las enseñanzas de su Padre
nosotros también atrevámonos a predicar el evangelio sin temor ni vergüenza.
Antes bien pidámosle confianza y valor para que nos haga auténticos defensores
de nuestra fe.
3-15.