LUNES DE LA SEMANA 11ª DEL TIEMPO ORDINARIO
1.- 2Co 6.01-10
1-1.
-Como cooperadores de Dios os exhortamos a que no recibáis en vano la gracia de Dios...
Debió de ser para Pablo un gran gozo, una muy útil certeza el pensar que cooperaba con Dios. Mi experiencia ni coincide a menudo con la de Pablo, y, sin embargo... Pensando en mis trabajos de HOY, trato de considerarlos como una cooperación, como un «trabajo con» alguien, contigo, Señor.
¿Es verdad, Señor, que la gracia que nos otorgas puede resultar vana?
Aplico esta consideración a mi vida... Y concretamente te pido perdón.
-Ahora bien, éste es ahora el momento favorable.
Los profetas del Antiguo Testamento hablaban así. Anunciaban el momento de la prueba «decisiva», la que no se volverá a presentar: una ocasión única que hay que saber aprovechar para convertirse.
¿Cuál es esta llamada para mí?
Lo que nos permite presentarnos como verdaderos ministros de Dios es nuestra vida entera: perseverancia... angustias... dificultades... cárcel... refriegas.. fatigas... noches sin sueño... días sin comer... castidad... conocimiento de Dios... paciencia... bondad... dones del Espíritu... amor sincero... lealtad en la palabra... poder que procede de Dios...
Estos son los signos que nos presenta Pablo de la verdad de su ministerio, de su fidelidad a Dios. Es la imagen que nos da Isaías del Servidor sufriente. Es también la imagen de Jesús. Es la imagen de la vida de Pablo. ¿Es algo la mía? ¿Cuál es mi grado de fidelidad a Dios? ¿Cuál es mi capacidad de superar las pruebas? En gloria y en desprecio... en calumnia y en buena fama...
-Tenidos por impostores, siendo veraces... Como desconocidos aunque bien conocidos.. Tenidos por muertos, estando vivos... Castigados, pero no condenados a muerte... Como tristes, pero siempre alegres... Como pobres, aunque enriquecemos a muchos... Como los que nada tienen, aunque todo lo poseemos.
Es preciso leer de nuevo detenidamente esas antítesis que ponen de manifiesto el contraste entre el aspecto exterior del apóstol y la realidad interior. Aparentemente ¡todo parece perdido! Pero, ¡qué confianza en lo hondo de sí mismo! ¡Qué alegría!
Es una especie de re-edición de las Bienaventuranzas: Jesús había dicho ya: «Felices... Ios que lloran», «Felices... los pobres». Y Pablo lo repite a su manera mediante su propia vida. No, no puede decirse que la vida cristiana sea una vida fácil. Pero no es una vida triste.
La insistencia está claramente puesta en la segunda parte de cada una de esas frases, la parte positiva: «estamos vivos... estamos siempre alegres... lo poseemos todo...». De igual manera que la insistencia de Jesús en las Bienaventuranzas, se ponía sobre la primera palabra: «felices»...
Quizá el sentido profundo de la cruz es ser el triunfo del valor, del amor, sobre todo lo que puede afectar nuestras fuerzas vivas.
NOEL
QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 5
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑO IMPARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 128 s.
1-2. /2Co/06/01-18 /1Co/07/01
Pablo comprende el carácter de su ministerio apostólico como una «colaboración». En realidad es Dios quien lo ha hecho todo en la persona de Jesucristo, el Apóstol se limita a ayudar a los hombres a reconocer la nueva realidad salvadora y a participar en ella. Se han de comprender dos cosas: el Apóstol no puede nunca pretender ser el actor principal del ministerio que ejerce, porque la entidad de este ministerio suyo toca una realidad profunda que le ha sido dada y que le sobrepasa. Es, exactamente, un «tesoro en vasos de barro» (4,7). El Apóstol, como Cristo, es su revelador, su descubridor, pero mientras Cristo es el realizador, él sólo es el administrador. Además, ha de tener presente también que el tono para llevar a cabo este ministerio no puede ser un tono autoritario y coercitivo que, intimidando las conciencias, acaba por conseguir lo que quiere. El evangelio es presentado con frecuencia por el mismo Jesús como una invitación. La exhortación de Pablo tiene bien en cuenta el misterio de la libertad del hombre. La llamada a la conversión puede dejarse pasar, puede caer en el vacío, pero ciertamente su gratuidad no se puede mezclar con motivaciones nacidas del miedo. Quien se decide a optar por el «ámbito de la rehabilitación con Dios» (5,21) ha de hacerlo con la conciencia de conquistar una más plena libertad. Pablo fundamenta su exhortación en un texto de Isaías que habla de un tiempo de salvación y de gracia para el pueblo de Israel (Is 49,8). Y una vez más, el Apóstol lee con plenitud la Escritura y subraya fuertemente su actualidad, identificando el momento de que habla el profeta con el tiempo presente, con el tiempo de su alocución. De hecho, sin embargo, este "ahora" no queda nunca encerrado dentro de unas concretas coordenadas históricas. Se puede decir que, siempre que hay anuncio del evangelio, la gracia y la salvación vuelven a encontrar su «ahora», su momento de presencia. Recordemos que la comunidad cristiana, desde tradiciones litúrgicas muy antiguas y muy distintas, lee este texto al comienzo del tiempo cuaresmal, tiempo en que toda la Iglesia se esfuerza por renovar su conversión y su fe en el evangelio.
A.
R. SASTRE
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las
Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 246 s.
2.- 1R 21, 1-16
2-1.
El rey ansía la viña de su vecino Nabot porque las necesidades de la corte aumentan constantemente, como consecuencia de la centralización y de la evolución de la administración. Por lo demás, no es un acto de injusticia, puesto que piensa recompensar ampliamente la expropiación (v. 2).
Nabot se opone a su proyecto por razones carentes de validez.
Cierto que la ley prescribía que cada uno permanecería en la tierra de sus pasados y condenaba toda cesión de propiedad fuera del clan. Pero se trataba de una ley agraria que no respondía ya a las exigencias de la urbanización y de la centralización. Nabot se opone, pues, en nombre de una ley caída en desuso, al requerimiento "moderno" del rey (v. 3; cf. 1 Sam 8, 9-11). Sin embargo, tras esa motivación insuficiente se oculta el derecho imprescriptible a ser feliz en la tierra de la propia elección.
La viña de Nabot representa para él el lugar de su fidelidad a los antepasados y al mismo Yahvé, de quien, según su conciencia, la ha recibido.
Acab parece resignarse a pesar de la gran contrariedad que experimenta (v. 4). Pero Jezabel no siente tantos escrúpulos: en su país se tomaban medidas más radicales (v. 7a). Por eso trama la muerte de Nabot para dejar el terreno libre al rey. La propiedad de las personas condenadas, ¿no revertía acaso a los bienes de la corona? Basta, pues, con hacer condenar a Nabot apoyándose en el testimonio, previsto por la ley, de dos o tres testigos (v. 10), para que su viña pase a manos de Acab.
La pobreza y la injusticia dimanan principalmente de los trastornos causados por los cambios sociales y son principalmente las personas o los países pertenecientes a economías y a estructuras que necesitan renovarse los más afectados. Es verdad que no siempre se adaptan de inmediato a la evolución y que otros países u otras personas mejor preparadas y que disponen de poderes más considerables logran más eficazmente el desarrollo y el progreso.
Algunas naciones ricas no ven en esa coincidencia más que una fatalidad de la que no se consideran responsables: tanto peor para los débiles si no consiguen sobrevivir.
Otras presumen de proporcionar a los pobres cierto desarrollo, cierto progreso, pero a costa de despojarles de los recursos que podrían proporcionarles por sí mismos el progreso y la técnica.
El rey Acab adopta exactamente este procedimiento respecto a Nabot, el cual no morirá de hambre puesto que recibirá el justo valor de su propiedad en dinero, pero, vendiendo el patrimonio de sus padres, renuncia a vivir libre y a procurarse por sí mismo su subsistencia: será definitivamente un "dependiente", un "vasallo".
La viña de Nabot lo son hoy los recursos mineros o forestales, agrícolas y humanos comprados por los países ricos a las naciones subdesarrolladas que no pueden disponer de ellos para su propio desarrollo. Vender su viña hoy significa vender el derecho a progresar uno mismo, significa vender su dignidad.
MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA VI
MAROVA MADRID 1969.Pág.
57
2-2.
2-3. La lectura de hoy nos da el contexto histórico exacto, dentro del cual Elías había de proclamar la Palabra de Dios.
-Ajab, rey de Samaria, dijo a Nabot: «Cédeme tu viña para hacer de ella una huerta, pues está pegando a mi casa...»
La Palabra de Dios no se presenta desencarnada: La palabra de Elías se dejará oír en una situación humana muy concreta. Se trata de un problema social, político, económico... como decimos hoy.
Se trata de un rey que quiere comprar el terreno de su vecino y que le ofrece un buen precio para ello. El vecino rehúsa «porque es una propiedad familiar heredada de sus antepasados».
Veremos como se las compondrá el rey para imponer su punto de vista, y como Elías le recordará los derechos del pobre.
Ayúdanos, Señor, a estar persuadidos de que ningún sector de nuestras vidas humanas deba ser considerado sin atender a tus miras. Hacer dos partes en nuestra vida, la religiosa propiamente dicha y la profana, la de nuestros «negocios»... es ir contra Dios. Dios se interesa por nuestras compras, por nuestras ventas, por la manera como tratamos nuestros asuntos financieros.
-Se fue Ajab a su casa triste e irritado por las palabras que le dijo Nabot: no te daré mi viña... Jezabel, su mujer, fue y le dijo: «Yo te daré la viña de Nabot.»
Ya conocemos a esa reina sin escrúpulos.
Jezabel, princesa fanática, cuyo padre era el gran sacerdote de la Diosa Asquera, y que hizo todo lo posible para introducir su culto en Samaria.
Jezabel, mujer de Ajab capaz de alinear un ejército de dos mil carros de guerra y de diez mil infantes. ¡Ah! ese pobre Nabot no estorbará sus planes... ¡ella encontrará fácilmente el medio de obtener su viña! ¡Una reina hace lo que quiere!
Señor, ayúdanos a no utilizar jamás nuestra fuerza, nuestras prerrogativas, nuestras relaciones... para facilitar injusticias.
Te rogamos por los que ostentan un «poder» y tienen «responsabilidades»: a fin de que no abusen de ello... ni lo empleen en provecho propio... que piensen en los humildes, en los que no pueden defenderse...
-Disponed acusaciones falsas contra Nabot y que muera.
La cuestión está saldada. Se podrá ampliar nuestro palacio. Se arrancará esa viña de Nabot y ¡se plantará nuestro parque y nuestro huerto y jardín!
Lo que resulta especialmente repugnante en esta sombría historia de expropiación es que, una vez más, gana el rico... que lo logra llegando hasta el crimen... y ¡utilizando, para ello, argumentos religiosos!
¿Hay que acusar a los demás? ¿Sería excesivo, HOY, aplicar este texto a las relaciones entre países ricos y países pobres? Comienza ya a ser notorio que los países más avanzados industrialmente pagan mal las materias primas que compran a los países pobres. Ruego en silencio por la mundial situación aquí evocada.
NOEL
QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 4
PRIMERAS LECTURAS PARA EL TIEMPO ORDINARIO
DE LOS AÑOS PARES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 128 s.
2-3. /1R/21/01-21 /1R/21/27-29
Hasta en el caso de un rey tan paganizado como Ajab, la fe de sus padres continuaba manteniendo en el fondo de su corazón cierto respeto por los derechos de los hermanos.
Las propuestas del rey a Nabot eran razonables, y cuando éste prefiere reservarse la herencia de sus progenitores, el rey, por más malhumorado que quede, no piensa ni siquiera en expropiarlo por la fuerza. Esta había de ser la moral de los poderosos dentro del pueblo del Dios de la alianza.
Pero para Jezabel, la reina devota de Baal, era inconcebible que la autoridad permitiera a un súbdito no complacerla en todo. ¿Quién podía decir algo a un rey que hacía lo que quería? Así y todo, Jezabel, sabiendo que el pueblo conservaba el sentido de la justicia y de su dignidad, no quería que sus arbitrariedades fuesen conocidas públicamente. El secreto ha sido siempre la primera arma del poder absoluto y de la violencia. No le era difícil a Jezabel contar con la complicidad de algunos de sus nobles. Cuando David quiso deshacerse de su oficial Urías no dudó que podía contar con la complicidad de Joab.
Seguramente las órdenes injustas repugnaban a la conciencia de todos éstos, pero la lealtad mal entendida hacia la autoridad sagrada del rey, mezclada con el interés por mantener su posición y con el miedo de perder el favor real, hacían impensable cualquier objeción de conciencia. De este modo Jezabel tiene la puerta bien abierta para continuar pervirtiendo al pueblo de Israel: los ancianos de la ciudad cometen la vileza de engañar al pueblo calumniando y apedreando a un inocente, y Ajab, cuando Jezabel ha llevado a cabo el juego sucio que a él no le habría permitido la conciencia, no tiene ningún escrúpulo en sacarle provecho.
Pero el Señor no renunciaba a ser el auténtico rey de Israel, defensor de los desvalidos. Se levanta la voz del profeta como un eco de la bondad de Dios, que no consiente la perversión del poder. Hasta cuando Ajab trata a Elías como su enemigo, ha de reconocer que en el fondo tiene razón, como lo reconoció David cuando Natán le echó en cara su culpa. La fuerza de la palabra profética puede más que la altanería de Jezabel y lleva al rey al arrepentimiento, obteniendo así que la bondad de Dios atenúe el castigo anunciado. Es un aviso a la autoridad injusta y a todos sus cómplices.
G.
CAMPS
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas de la Liturgia de las
Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981
3.- Mt 5, 38-42a
3-1.
VER DOMINGO 07A
3-2.
1. (Año I) 2 Corintios 6,1-10
a) Pablo se siente «colaborador» y «servidor» de Dios, y no cesa de exhortar a los Corintios a que sepan aprovechar el «día de la gracia», el «día de la salvación», el tiempo favorable. Ser colaborador es no ser protagonista: el que lleva a cabo el proyecto de salvación es Dios. Pablo es nada más (y nada menos) el que da a conocer este plan salvador de Dios, profundamente preocupado de que llegue a cuantos más mejor.
Pablo dice lo que significa para un apóstol este ministerio: hace una lista impresionante de dificultades (luchas, golpes, cárceles, días sin comer, noches sin dormir) y, a la vez, de actitudes generosas por su parte (paciencia, amabilidad, amor). Ciertamente, no se presenta como un perezoso o resignado servidor: «con la derecha y con la izquierda empuñamos las armas de la salvación». Le tachan de impostor o de moribundo o de pobre y le sentencian, pero resulta que está bien vivo y enriquece a los demás.
También aquí podría decir Pablo a los Corintios, como les había dicho en su primera carta: «sed mis imitadores como yo lo soy de Cristo» (I Co l l,l).
b) Este retrato de Pablo debería ser el de todo cristiano.
Los que en la comunidad cristiana tenemos alguna clase de vocación apostólica, dando testimonio de Cristo a los demás -familiares, alumnos, vecinos-, ya sabemos lo que nos espera. Aunque no tanto como Pablo, pero no nos debe extrañar que pasemos apuros y seamos signos de contradicción y tengamos que echar mano de nuestros mejores propósitos y «dones del Espíritu» para seguir fieles a nuestro camino.
¿Se podría decir de nosotros que «con la derecha y con la izquierda empuñamos las armas de la salvación» y trabajamos sin desaliento por el bien de los demás? ¿o nos desanimamos fácilmente ante las dificultades y contradicciones?
Estas listas de Pablo parecen como el eco de las bienaventuranzas de Jesús: pobres, misericordiosos, perseguidos, pero felices y eficaces en nuestro servicio a la comunidad. Eso sí, con la ayuda de Dios. Como el salmo nos ha hecho decir, la victoria es del Señor, «su diestra le ha dado la victoria, su santo brazo».
1. (Año II) 1 Reyes 21,1-16
a) El episodio de un poderoso que se apodera injustamente de lo que pertenece a un pobre es una escena que puede contarse del siglo IX antes de Cristo o de ahora mismo.
Es un hecho lleno de cinismo, sobre todo por parte de Jezabel, la reina adoradora de Baal, que entiende la religión y el poder sólo a su favor, sin tener en cuenta la justicia social. El buen hombre Nabot hace bien en negarse a vender su viña, aunque el rey se la pedía en términos justos. Se trata de la heredad que ha recibido de sus padres y que no se puede enajenar así como así. Y ahí es donde entra el capricho absolutista de la reina, que monta un simulacro de juicio -además, con motivación religiosa- y se deshace de Nabot. Se repite el episodio de David, que le arrebata la esposa a Urías y luego se deshace de él.
Uno se acuerda, ante hechos como éste, de la razón que tenía el anciano Samuel cuando mostraba su reticencia a la instauración de la monarquía: para él, los reyes iban a convertirse fácilmente en tiranos y pasarían por encima de los derechos del pueblo.
Está bien que el salmo nos haya hecho decir de Dios: «tú no eres un dios que ame la maldad, ni el malvado es tu huésped... detestas a los malhechores, al hombre sanguinario y traicionero lo aborrece el Señor».
b) La maldad de los cínicos y el abuso del poder siguen existiendo en nuestro mundo.
Muchos poderosos se aprovechan de su situación en beneficio propio. Lo que hoy llamamos «tráfico de influencias» o las diversas clases de corrupción del poder, es lo mismo que hicieron Ajab y Jezabel con el pobre Nabot. Siempre sale perdiendo el débil, por más razones que le asistan.
Esto puede pasar en los niveles políticos, en la relación entre pueblos poderosos y débiles, o en el mundo de la economía, entre ricos y pobres. También en la Iglesia. Juan Pablo II, en el umbral del tercer milenio, invitó a la comunidad cristiana a examinarse de las veces que ha recurrido a la violencia, creyendo que así hacía un bien a la verdad o a la religión, con los que él llama «métodos de intolerancia e incluso de violencia en el servicio a la verdad» (Tertio Millennio Adveniente 35).
Pero también puede pasar en nuestro pequeño mundo doméstico. Cada uno de nosotros puede ser un tirano y abusar de su poder en relación a otros más débiles. Pensemos si sucede algo parecido -en otras dimensiones, claro está- a lo que aquellos reyes hicieron con Nabot. ¿Echamos mano de artimañas y hasta de injusticias para conseguir lo que queremos, cuando no lo logramos por las buenas?
No nos contentemos con juzgar a Jezabel y Ajab. Puede ser que también nosotros, alguna vez, «aplastemos al débil» cuando nos estorba en nuestros propósitos.
2. Mateo 5,38-42
a) Siguen las antítesis con que Jesús quiere hacer entender a sus seguidores un estilo de vida más perfecto y auténtico. Esta vez se trata de nuestra relación con quienes nos han ofendido.
TALIÓN/LEY: La llamada «ley del talión» -ojo por ojo y diente par diente- era una ley que, en su tiempo, representaba un progreso: quería contener el castigo en sus justos límites, y evitar que se tomara la justicia por su cuenta arbitrariamente. Había que castigar sólo en la medida en que se había faltado: «tal como» (de ahí el nombre de «talión», del latín «talis»).
Pero Jesús va más allá, no quiere que se devuelva mal por mal. Pone ejemplos de la vida concreta, como los golpes, o los pleitos, o la petición de préstamos: «no hagáis frente al que os agravia... preséntale la otra mejilla... dale también la capa».
b) Es uno de los aspectos de la doctrina de Jesús que más nos cuesta a sus seguidores. Cuántas veces nos sentimos movidos a devolver mal por mal. Cuando perdonamos, no acabamos de olvidar, dispuestos a echar en cara su falta al que nos ha ofendido y vengarnos de alguna manera.
No se trata, tal vez, de poner la otra mejilla al pie de la letra. Pero sí, de aprender el espíritu de reconciliación, no albergar sentimientos de represalia personal («el que me la hace me la paga»), no devolver mal por mal, sino cortar las escaladas del rencor en nuestro trato con los demás. Jesús nos ha enseñado a amar a todos, también a los que no nos aman.
Esto no es una invitación a aceptar, sin más, las injusticias sociales y a cerrar los ojos a los atentados contra los derechos de la persona humana. Ni Jesús ni los cristianos permanecen indiferentes ante estas injusticias, sino que las denuncian. El mismo Jesús pidió explicaciones, en presencia del sumo sacerdote, al guardia que le abofeteó, y Pablo apeló al César para escapar de la justicia, demasiado parcial, de los judíos. Pero sí se nos enseña que, cuando personalmente somos objeto de una injusticia, no tenemos que ceder a deseos de venganza. Al contrario, que tenemos que saber vencer el mal con el amor. Es como la actitud de no-violencia de Gandhi, que practican tantas personas a la hora de intentar resolver los problemas de este mundo, siguiendo el ejemplo de Jesús que muere pidiendo a Dios que perdone a los que le han llevado a la cruz.
¿Estoy dispuesto a devolver bien por mal, a acompañar durante dos millas al que me pidió la mitad, a prestar fácilmente mis cosas al que me parece que no lo merece o tal vez no me las pueda devolver? O sea, ¿soy una persona de paz, de reconciliación, no porque no me cueste perdonar, sino por mi decisión de imitar a Cristo?
«Damos pruebas de que somos servidores de Dios con lo mucho que pasamos» (1ª lectura I)
«Cantad al Señor un cántico nuevo, el Señor da a conocer su victoria» (salmo I)
«Tú no eres un Dios que ame la maldad, ni el malvado es tu huésped» (salmo II)
«Pero yo os digo: no hagáis frente al que os agravia» (evangelio)
J.
ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 36-39
3-3.
Primera lectura : 1 de Reyes 21, 1-16 Nabot ha muerto apedreado.
Salmo responsorial : 5, 2-3.5-6.7 Atiende a mis gemidos, Señor.
Evangelio : Mateo 5, 38-42 Yo les digo: No hagan frente al que os agravia.
Jesús, quien siempre irá más allá de lo que las leyes humanas han establecido, considerará que no basta con ser buenos» y hacernos solidarios con el infortunio de los demás... y que con eso ya nuestra compasión nos exonere de toda culpa. Es necesario además, amar a todos, también a los enemigos, e incluso a quien no conozcamos. Lo importante es vivir siempre en una actitud de generosidad con los demás, gratuita, sin esperar nada a cambio. Dar desmedidamente, ser compasivos, servir a quien realmente nos necesite. Así nos convertiremos en transparencia de la divinidad...
Para las generaciones antiguas, la ley del "ojo por ojo y diente por diente" fue un avance significativo. Significaba la superación de la violencia de la venganza desmedida permitida hasta entonces. El mínimo roce o conflicto lo consideraban motivo de una ofensa que debía ser vengada, por lo que la aplicación de la famosa ley del Talión» resultó una forma de atemperar la violencia y de humanizar un poco más la sociedad antigua.
Pero esta ley se quedaba corta para Jesús, que no quería una sociedad simplemente menos violenta» sino una sociedad de hermanos, sin la violencia de la venganza. Cuando alguien, por su generosidad, es capaz de romper la cadena de la venganza y del egoísmo, es que el Reino de Dios está entre ustedes».
Nuestras actuales comunidades cristianas deben estar basadas en la entrega total, por amor. Lo que se espera entonces de cada uno de nosotros es que tengamos el corazón y las manos abiertas dispuestos a dar al que necesite, y no volverle la espalda a nadie.
SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO
3-4.
2 Cor 6, 1-10: Compañeros de la obra de Dios
Sal 97, 1-4
Mt 5, 38-42: Da a quien te pida
La ley del talión imponía al malvado, al que obraba mal, la misma pena que había cometido (Ex. 21, 23-25). La ley de la venganza era una antigua costumbre y servía para proteger a las personas, obligando al pariente más próximo a vengar los daños o la muerte, o a comprar las propiedades del pariente para pagar sus deudas. La invalidación de la ley del talión por Jesús es la esencia de esta quinta antítesis.
El texto de Mateo nos presenta con claridad cuatro ámbitos en los que se pone en juego la venganza. El primer ámbito es la violencia física. Jesús rechaza el principio de la autodefensa sancionado por la costumbre, sin sustituirlo por otro principio de autodefensa. Afirma simplemente que no se debe hacer frente al agresor. De esta manera Jesús invita a no responder a la violencia con más violencia y hace un llamado a soportarla. El segundo ámbito es el de los pleitos jurídicos. Jesús invita a sus discípulos a que no respondan a la acción legal con otra acción legal, sino que se debe entregar lo que está en pleito y aún dar más si es necesario. El tercer ámbito hace referencia al trabajo o servicio forzado, el cual es puesto en la misma línea de los anteriores: ir más allá, asumiendo el trabajo y el servicio con generosidad y disponibilidad. El cuarto ámbito se refiere a los dones o préstamos, a los que no hay que negarse. Es difícil imaginar una forma más clara de expresar el principio de que no hay que resistirse, sino dar con generosidad.
El mandato de Jesús exige una profunda experiencia de amor para los que obran el mal y la violencia. Esta es la paradoja del cristianismo que obliga a dar bien por mal, exigencia de nuestro compromiso cristiano que reclama un amor incondicional a todos los hombres, sea cual fuere su comportamiento con nosotros. Aunque esto no significa que el cristiano debe estar resignado, apático e indiferente frente al mal que se comete en la sociedad cuando se abofetea al hermano, sobre todo a los más pobres. Mucho menos nuestra actitud frente al mal puede ser neutral entre oprimidos y opresores. Jesús nos invita a construir una nueva sociedad en la igualdad, la solidaridad y el respeto entre los hombres, quebrando toda actitud de menosprecio y humillación.
SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO
3-5. DOMINICOS
Aunque seas pobre, tienes algo que dar
Nadie es tan pobre que se iguale a la nada, aunque de palabra digamos otra cosa.
Quien tiene vida ya tiene mucho; pero puede tener, en el tejido de esa vida,
pensamientos, conciencia, afectos, ganas de trabajar, capacidad de sufrir
pacientemente, creatividad, ilusiones... Y en lo que tiene, sea mucho o poco, es
un afortunado. Y de eso que tiene puede hacer partícipes a los demás, dando
afecto, ilusión, cordialidad, alegría, paz...
En la celebración litúrgica de este día, los textos bíblicos nos sugieren muchas
cosas; por ejemplo, éstas: que las horas que estamos viviendo son una
oportunidad única, un momento de gracia que no debemos desaprovechar sino
emplearlo en dar y recibir, en acoger e impulsar, en reír y llorar, en acompañar
a otros y en gozar de soledad, en comprender y perdonar, en recibir maldades y
devolver bondades. Por eso nos dicen:
Ahora es tiempo de gracia, ahora es día de salvación (Pablo) Si se dijo: ‘Ojo
por ojo y diente por diente’, yo os digo: ‘perdonad al que os agravia’ (Jesús)
De esas palabras tomemos dos rasgos relevantes en nuestra celebración de la fe y
de la Eucaristía: la consideración de nuestros años de vida como oportunidad
única para mostrar fidelidad a la gracia, y la formación en la caridad como
principio que regule nuestra conducta en el reinado de la paz, justicia, amor.
La Palabra de Dios
II Carta de san Pablo a los corintios 6, 1-10:
“Hermanos: Como cooperadores que somos de Dios, os exhortamos a no echar en saco
roto la gracia que de Él recibimos...
Mirad: Ahora es tiempo de gracia, ahora es día de la salvación.
Para no poner en ridículo nuestro servicio, nosotros nunca damos a nadie motivo
de escándalo; antes bien, continuamente damos prueba de que somos servidores de
Dios en lo mucho que pasamos: luchas, infortunios, cárceles...
Con la derecha y con la izquierda empuñamos las armas de la salvación, a través
de honra y afrenta, de mala y buena fama...”
El corazón de Pablo está un poco herido por brotes de ingratitud o infidelidad
en la comunidad de Corinto, y arguye con fuerza, con vitalidad. Haya en
nosotros, viene a decir, acogida de la gracia, dinamismo de salvación, conducta
ejemplar y heroica, fortaleza de soldados en las adversidades; pero siempre, un
fondo de paz.
Evangelio según san Mateo 5, 38-42:
“En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Sabéis que está mandado: “Ojo por
ojo, diente por diente”.
Pues yo os digo: No hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si uno te
abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito
para quitarte la túnica, dale también la capa; al que te requiera para caminar
una milla, acompáñalo dos; a quien te pide, dale...”
Esta actitud que Jesús pone como ideal en la vida de los discípulos se podría
caracterizar como ‘vencer al mal con el bien’ y ‘cultivar corazón magnánimo y no
raquítico’. Pero ¡cuánto cuesta ser santo, ser otro Cristo en la tierra!
Momento de reflexión
Fidelidad de Pablo en su vida y misión.
Leyendo o escuchando atentamente las palabras del Apóstol parece claro que cada
uno hemos de mostrar nuestra fidelidad a Dios en las circunstancias concretas de
nuestra existencia, tal como se nos da.
La vida que poseemos no nos la damos nosotros mismos, a nuestro placer. Se nos
otorga como un don excelente a cultivar; como un tesoro a guardar y explotar. Y
en cada uno tiene ribetes propios: en salud o enfermedad, en talentos y en
carácter, en servicio y misión, en adversidades y pruebas, en aceptación o
menosprecio.
La suerte que cupo a Pablo fue, por una parte, excepcionalmente buena y
brillante, pero, al mismo tiempo, cercada por envidias, persecuciones, cárceles,
sufrimientos de todo tipo.
Así como para él su “tiempo de gracia” fue ése y no otro, así también a nosotros
nos corresponde dar pruebas de nuestra fidelidad a la vida, conciencia, Dios, en
y desde el momento histórico, psicológico, cultural, que nos ha correspondido.
Quien no se hace santo en la que es su vida, no debe culpar a otros de su
imperfección o pecado.
La medida de la caridad.
El texto evangélico recogido por san Mateo vuelve a recordarnos una vez más el
progreso habido en la Historia como historia de humanidad y de religión.
De la ley que era “venganza exterminadora” se pasó a la ley de
“equidad-igualdad” o diente por diente; y de esa norma se ha de pasar al imperio
de la “ley de caridad” que sabe de perdones por las ofensas y de búsqueda del
bien del otro incluso con sacrificio personal.
Mirada interior: ¿Cómo aparece nuestra humanidad del siglo XXI después de
Cristo, si la ponemos ante el espejo de esa norma evangélica o de santidad?
3-6. CLARETIANOS
Queridos amigos y amigas:
Las palabras de Jesús cobran una enorme fuerza cuando contemplamos la situación
de conflicto entre israelíes y palestinos, agudizada en los últimos días a pesar
de la famosa “hoja de ruta” (road map). Quizá en ningún sitio del mundo se vive
con tanta virulencia el Ojo por ojo y diente por diente como en Oriente Medio.
¿Cuántos cientos de muertos se necesitan para comprender que por esta vía sólo
se llega a la destrucción?
Pero, más allá de estos conflictos cargados de poder simbólico, están los conflictos nuestros de cada día. La psicología y el derecho han desarrollado caminos para abordarlos y para salir del paso, pero casi nunca para resolverlos, sencillamente porque nuestras estrategias no suelen tener en cuenta las palabras de Jesús: No hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale también la izquierda. Sólo unos pocos hombres y mujeres las han entendido en toda su hondura y eficacia.
Abramos los ojos. La reacción normal de cualquier
persona es que “quien la hace, la paga”. De esta manera, se busca la
satisfacción de un equilibrio roto, sin comprender que la armonía no viene por
reacción sino por la apertura a un elemento nuevo: el poder de la bendición
sobre la maldición.
Vuestro hermano en la fe:
Gonzalo (gonzalo@claret.org)
3-7. CLARETIANOS 2002
Queridos amigos:
Los humanos no nos atrevemos a creer que en verdad Dios siempre tiene razón, y
que los preceptos y mandamientos de Él son lo mejor para el hombre. La antigua
ley consagraba la justicia como la norma reguladora de las relaciones de los
hombres con sus semejantes. Debo tratar a mi prójimo como él me trata a mí.
Puedo contestar a la violencia con violencia, a la maldad con maldad. La
justicia consiste en no hacer más de lo que se me hace, pudiendo defenderme
naturalmente de todo lo que pueda perjudicarme.
Jesús, que ve hondo el corazón del hombre, nos dice: "Mientras estés encadenado por el deseo de devolver golpe por golpe, de contrarrestar ataque contra ataque, injusticia con venganza, te sentirás arrastrado por la injusticia porque la pasión no conoce la justa medida". El hombre que sólo quiere la justicia es incapaz de realizarla plenamente. El hombre no puede evitar la in justicia si se limita a respetar tan sólo la justa medida. Sólo podrá hacerlo bajo el impulso de la caridad o bajo la inspiración del amor, que no mide, que no conoce medida, que crea y da generosamente. Exigirás justicia, no odiarás, no devolverás mal por mal, si en tu vida amas.
Lo más maravilloso y sorprendente de sus gestos,
los de Jesús, es que continúan siendo inolvidables para nosotros. Jesús no
devolvió mal por mal, no pagó diente por diente. Jesús amó. Jesús perdonó. No lo
dudes. Es lo mejor.
Vuestro amigo,
Patricio García, cmf (patgaba@hotline.com)
3-8. 2001
COMENTARIO 1
vv. 38-42: Os han enseñado que se mandó: «Ojo por ojo diente por diente» (Ex
21,4). 39Pues os digo: No hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si uno
te abofetea en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; 40al que quiera
ponerte pleito para quitarte la túnica, déjale también la capa; 41a quien te
fuerza a caminar una milla, acompáñalo dos; 42al que te pide, dale; y al que
quiere que le prestes, no le vuelvas la espalda.
La ley del talión tiene por fundamento el rencor y el deseo de venganza,
excluidos también por la limpieza de corazón (5,7). En lugar de continuar la
violencia, el hombre debe interrumpir su curso por todos los medios, trabajando
por la paz (5,9).
Cediendo del propio derecho para interrumpir el curso de la violencia se ponen
los fundamentos para una nueva relación humana.
Hay que prestar ayuda siempre, como corresponde al que vive en el reino (5,7).
COMENTARIO 2
El texto de Mateo nos presenta con claridad cuatro ámbitos en los que se pone en
juego la venganza. El primer ámbito es la violencia física. Jesús rechaza el
principio de la autodefensa sancionado por la costumbre, sin sustituirlo por
otro principio de autodefensa. Afirma simplemente que no se debe hacer frente al
agresor. De esta manera Jesús invita a no responder a la violencia con más
violencia y hace un llamado a soportarla. El segundo ámbito es el de los pleitos
jurídicos. Jesús invita a sus discípulos a que no respondan a la acción legal
con otra acción legal, sino que se debe entregar lo que está en pleito y aún dar
más si es necesario. El tercer ámbito hace referencia al trabajo o servicio
forzado, el cual es puesto en la misma línea de los anteriores: ir más allá,
asumiendo el trabajo y el servicio con generosidad y disponibilidad. El cuarto
ámbito se refiere a los dones o préstamos, a los que no hay que negarse. Es
difícil imaginar una forma más clara de expresar el principio de que no hay que
resistirse, sino dar con generosidad.
El mandato de Jesús exige una profunda experiencia de amor para los que obran el
mal y la violencia. Esta es la paradoja del cristianismo que obliga a devolver
bien por mal, exigencia de nuestro compromiso cristiano que reclama un amor
incondicional a todos los hombres, sea cual fuere su comportamiento con
nosotros. Aunque esto no significa que el cristiano deba estar resignado,
apático e indiferente frente al mal que se comete en la sociedad cuando se
abofetea al hermano, sobre todo a los más pobres. Mucho menos nuestra actitud
frente al mal puede ser neutral entre oprimidos y opresores. Jesús nos invita a
construir una nueva sociedad en la igualdad, la solidaridad y el respeto entre
los hombres, quebrantando toda actitud de menosprecio y humillación.
1. J. Mateos-F. Camacho, El evangelio de Mateo. Lectura comentada, Ediciones Cristiandad, Madrid
2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)
3-9. 2002
La sed de venganza puede desencadenar en la
sociedad una espiral ilimitada de violencia. Para evitar esa espiral ya desde
muy antiguo las sociedades han buscado mantenerla dentro de ciertos límites. De
allí nació la ley del talión, presente en el Código de Hammurabi del comienzo
del segundo milenio a.C. y en textos de la legislación bíblica como Ex 21,
23-25; Lv 24, 19-20 y Dt 18, 21.
Desde esta perspectiva la ley introduce un avance de racionalidad en el
comportamiento humano evitando una venganza superior al daño recibido. Pero
Jesús presenta una exigencia que coloca a sus seguidores en un camino que
incluye la renuncia a la respuesta del mismo género a la acción violenta.
El precepto consiste en “no resistir al malvado” (v. 38) y de esa forma la
búsqueda de desmontar la espiral de la violencia. Se trata de la adopción de una
metodología semejante a la que Pablo recomienda en Rom 12, 19-21. Esto no
significa una indiferencia o pasividad frente al mal sino el intento de lograr
el restablecimiento del derecho por medios que excluyen el recurso a la fuerza
física en favor de la fuerza moral y con actos que pueden ser denominados como
de resistencia no-violenta.
Dos de los ejemplos elegidos para ilustrar el principio son suficientemente
elocuentes frente a los adversarios de la comunidad cristiana. En el v. 39 se
habla de “una bofetada en la mejilla derecha” y en el v.41 a la obligación de
“acompañar a alguien una milla”.
La primera cláusula debe entenderse en el marco de las dificultades con el
judaísmo sinagogal. La bofetada era el signo y, a la vez, el gesto que
sancionaba la exclusión de un integrante de la comunión religiosa. Mateo
consigna el mandato de Jesús de no resistir a esta decisión arbitraria del
fariseísmo oficial e ir, incluso más allá, de lo que la decisión de dicha
autoridad comportaba.
La cláusula referida al acompañamiento en un recorrido quiere responder al
privilegio de las tropas de ocupación de hacerse acompañar por los nativos para
ayudarse en el traslado de sus pertenencias. Esta humillación debe ser utilizada
para desenmascarar la maldad de la acción, concediendo más de lo que se pide. Se
trata por tanto, de una advertencia a la conciencia del ocupante de su
arbitrariedad e injusticia.
Junto a estas dos cláusulas concretas se colocan otras dos más generales. En un
mundo profundamente endeudado, el acreedor podía tomar en prenda el manto del
deudor. El v. 40 exige no resistir a esa exigencia, que muchas veces sancionaba
legalmente una injusticia y el v.42 amplia este horizonte a un comportamiento en
que todos los seres humanos se encuentran, sean deudores cuanto acreedores.
No se deben entender todas estas exigencias como pasivismo o indiferencia frente
a la injusticia que nos toca de cerca. Por el contrario, las actitudes nacen de
una profunda búsqueda de la justicia y el medio que se emplea tiende a poner de
manifiesto el único camino que se puede emplear para conseguirlo: desmontar el
andamiaje violento y construir un mundo más racional y humano.
Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)
3-10. Lunes 16 de junio de 2003
Aureliano
2 Cor 6, 1-10: : Damos pruebas de que somos ministros de Dios
Salmo: 97, 1-4
Mt 5, 38-42: No hagan frente al que los ofenda
El sermón de la montaña da la vuelta a nuestra
situación cotidiana. Al revés, para que me entiendas, parece decir Jesús. “El
que la hace, la paga”, “te vas a enterar”, “me las pagarás”... son expresiones
que remiten a la experiencia de cada uno y que confirman una práctica de
venganza en la vida cotidiana. Pero quienes pertenecemos al reino no podemos
seguir con prácticas mundanas que llevan poco a poco a la muerte, que quitan
parcelas de vida al otro. “Ojo por ojo, diente por diente”. Dos males no hacen
un bien. Esto era lo antiguo, que ya debía estar superado
El libro del Exodo (21, 22-25) dice así: “Cuando en una pelea entre hombres
alguien golpee a una mujer encinta, haciéndole abortar, pero sin causarle
ninguna lesión, se impondrá al causante la multa que reclame el marido de la
mujer y la pagará ante los jueces. Pero cuando haya lesiones, las pagarás: vida
por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura
por quemadura, herida por herida, cardenal por cardenal”.
La ley del talión (palabra derivada del latín talis, tal) –a tal pena, tal
castigo- quería poner freno a una espiral de venganza que engendraba violencia
sin límite y que regía desde Lamec (Gn 4,23-24), padre de Noé e hijo de
Matusalén. Según la Biblia, Lamec reunió a sus dos mujeres, Ada y Sila, y les
dijo: “Oid mi voz, mujeres de Lamec, prestad oídos a mis palabras: por un
cardenal mataré a un hombre, a un joven por una cicatriz; si Caín se vengó por
siete, Lamec se vengará por setenta y siete”. Este Lamec era una versión
aumentada y corregida de Caín, autor del primer fratricidio; era Lamec un
vengador nato, profesión exclusiva hasta entonces de la divinidad, pues tras el
asesinato de Abel, Dios se reservó el derecho al ejercicio de la venganza: “El
que mate a Caín, lo pagará siete veces”, sentenció, mientras ponía en la frente
de Caín una señal para que quien tropezarse con él no lo matase. Con Lamec, sin
embargo el hombre se abroga el ejercicio de la venganza, ejercicio visceral,
arbitrario, desproporcionado,. abusivo, terrible: pena de muerte por un
cardenal, setenta y siete veces en lugar de siete. Demasiado. De Caín a Lamec,
la venganza instalada en el corazón humano ha llegado hasta nosotros, echando
raíces. ¡Cuántos Lamec del siglo veintiuno la practican incluso desde la
legalidad (?). Mediante la venganza –piensan- se introduce en el corazón humano
el miedo que impedirá las infracciones del orden establecido. Y no saben que la
venganza es violencia que engendra violencia y quiebra humana. Donde nace, se
siembra el terror, se mata la vida, se instaura el caos. La venganza conduce a
la muerte.
Por eso Jesús quiere acabar con la espiral de la venganza. El ser humano no debe
responder al mal con el mal, pues esto engendra violencia. Debe trabajar por la
paz y, para ello, tiene que interrumpir la cadena de venganza. Hay que estar
dispuestos a sorprender con amor y generosidad al prójimo que te ofende,
cediendo del propio derecho para interrumpir el curso de la violencia. Sólo así
podremos crear una sociedad nueva. Pablo lo dice bien en la carta a los romanos
(12,19-21): “Amigos, no os toméis la venganza, dejad lugar al castigo, porque
dice el Señor en la Escritura: “Mía es la venganza, yo daré lo merecido” (Dt
32,35). En vez de eso, “si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed,
dale de beber: así le sacarás los colores a la cara (Prov 25,21). No te dejes
vencer por el mal, vence al mal a fuerza de bien”. El Dios de Jesús ya no es el
del Antiguo Testamento, frecuentemente presentado con rostro vengativo, sino el
del amor que invita a acabar con la venganza practicando un amor generoso hasta
el colmo.
SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO
3-11.
Comentario: Rev. D. Joaquim Meseguer i García (Sant
Quirze del Vallès-Barcelona, España)
«Pero yo os digo: no resistáis al mal»
Hoy, Jesús nos enseña que el odio se supera en el perdón. La ley del talión era
un progreso, pues limitaba el derecho de venganza a una justa proporción: sólo
puedes hacer al prójimo lo que él te ha hecho a ti, de lo contrario cometerías
una injusticia; esto es lo que significa el aforismo de «ojo por ojo, diente por
diente». Aun así, era un progreso limitado, ya que Jesucristo en el Evangelio
afirma la necesidad de superar la venganza con el amor; así lo expresó Él mismo
cuando, en la cruz, intercedió por sus verdugos: «Padre, perdónales, porque no
saben lo que hacen» (Lc 23,34).
No obstante, el perdón debe acompañarse con la verdad. No perdonamos tan sólo
porque nos vemos impotentes o acomplejados. A menudo se ha confundido la
expresión “poner la otra mejilla” con la idea de la renuncia a nuestros derechos
legítimos. No es eso. Poner la otra mejilla quiere decir denunciar e interpelar
a quien lo ha hecho, con un gesto pacífico pero decidido, la injusticia que ha
cometido; es como decirle: «Me has pegado en una mejilla, ¿qué, quieres pegarme
también en la otra?, ¿te parece bien tu proceder?». Jesús respondió con
serenidad al criado insolente del sumo sacerdote: «Si he hablado mal,
demuéstrame en qué, pero si he hablado bien, ¿por qué me pegas?» (Jn 18,23).
Vemos, pues, cuál debe ser la conducta del cristiano: no buscar revancha, pero
sí mantenerse firme; estar abierto al perdón y decir las cosas claramente.
Ciertamente no es un arte fácil, pero es el único modo de frenar la violencia y
manifestar la gracia divina a un mundo a menudo carente de gracia. San Basilio
nos aconseja: «Haced caso y olvidaréis las injurias y agravios que os vengan del
prójimo. Podréis ver los nombres diversos que tendréis uno y otro; a él lo
llamarán colérico y violento, y a vosotros mansos y pacíficos. Él se arrepentirá
un día de su violencia, y vosotros no os arrepentiréis nunca de vuestra
mansedumbre».
3-12. 2004. Comentarios Servicio Bíblico
Latinoamericano
El evangelio de hoy presenta la antítesis quizás más conocida del sermón de la
montaña, conocida a través de la frase: “poner la otra mejilla”: “Han oído que
se dijo: Ojo por ojo, diente por diente; pero yo les digo que no enfrenten al
que les hace mal; al contrario, a quien te abofetea en la mejilla derecha,
preséntale también la otra”.
La llamada “ley del talión” (“ojo por ojo, diente por diente”) es a veces citada
como síntesis de la ética veterotestamentaria, como si ésta obedeciera a la
lógica de la represalia cruel y violenta. En realidad la ley del talión, aun
cuando parezca excesivamente dura, expresa un principio jurídico que fundamenta
gran parte de las legislaciones antiguas y modernas. Se trata del principio de
la proporcionalidad para realizar la justicia como restitución del derecho
lesionado. Sabemos además que la intención originaria de esta norma, basada en
la correspondencia entre daño y reacción, era la de limitar y controlar la
venganza (Ex 21,23-25; Lv 24,20; Dt 19,21).
Ya en la tradición bíblica sapiencial se deja entrever una solución de los
conflictos en un modo alternativo al propuesto por la antigua ley del talión.
Basta recordar algunos textos importantes: “No digas ‘devolveré el mal’, confía
en el Señor que él te salvará” (Prov 20,22); “Si tu enemigo tiene hambre, dale
de comer, si tiene sed, dale de beber; así lo enrojecerás de vergüenza y el
Señor te recompensará” (Prov 25,21-22); “Del vengativo se vengará el Señor...
perdona a tu prójimo la ofensa y cuando reces serán perdonados tus pecados” (Eclo
28,1-2). Y en un texto de Qumrán se lee: “A ninguno devolveré como recompensa el
mal, sino que perseguiré al hombre con el bien...”.
La propuesta ética sapiencial que en cierto modo era como un correctivo a la
antigua ley del talión es radicalizada y llevada a plenitud en el evangelio. El
principio fundamental propuesto por Jesús se resume en la frase: “no oponer
resistencia al que nos hace mal”. Después se presentan algunos ejemplos
concretos: la bofetada en la mejilla, el arrebato de la túnica o la obligación
de caminar una milla. Esta ejemplificación no es exhaustiva, sino puramente
indicativa, ya que presenta sólo algunas situaciones de injusticias y daños,
típicos del ambiente judío.
El primer caso es el del insulto violento representado por la bofetada en la
mejilla derecha, que en el ambiente judío era un acto particularmente injurioso
e infame. La actitud sugerida de “poner la otra mejilla” parece inspirarse al
modelo del “siervo del Señor” que no aparta su cara de los insultos y salivazos
(Is 50,6; Mt 26,67). No se enseña aquí simplemente a no oponer resistencia o a
no enfrentarse con el mal en general. El verbo griego utilizado en el texto,
antitassō, expresa la idea de “no responder con el mal”, “no pagar golpe por
golpe”, ya sea inmediatamente en forma personal o por un contra ataque en un
tribunal de justicia. Este mismo verbo, con el mismo sentido, lo encontramos en
Lc 21,15; Hch 13,8; Rom 13,2; Gal 2,11; 1 Pe 5,9.
El segundo ejemplo se ilumina a partir de la normativa judía acerca de los
bienes que eran empeñados. La “túnica” era el vestido indispensable de la época,
que se le quita solamente a quien es vendido como esclavo (Gen 37,23). La
exigencia de alguien que quiere apropiarse la túnica de otro, a través de un
proceso jurídico por hipoteca en la que está en juego el vestido del deudor como
prenda es, por tanto, exagerada y violenta; sin embargo, según Jesús, hay que
dejársela quitar incluso dando también el manto, que era el vestido más exterior
que servía para cubrirse por la noche y que de acuerdo a la ley no se podía
retener más de una jornada: “Si tomas en prenda el manto de tu prójimo, se lo
devolverás antes de la puesta del sol, porque es lo único que tiene para cubrir
su cuerpo” (Ex 22,25-26). Jesús propone una línea de conducta que va más allá de
los derechos esenciales tutelados por la ley de Moisés.
El tercer ejemplo de obligar a caminar una milla probablemente hace referencia a
una forma de abuso de poder a través de la requisición practicada por algunos
militares o funcionarios romanos (vv. 41). El cuarto caso pertenece al ambiente
jurídico y se refiere a los préstamos, sobre las cuales la ley bíblica
recomendaba la gratuidad sobre todo si era destinado a un indigente. El
evangelio propone la espontánea renuncia al propio derecho en favor de otra
persona que se encuentra pasando necesidad.
De los cuatro ejemplos ofrecidos por Mateo se deduce que la propuesta evangélica
es la de la no-violencia activa, practicada con el fin de crear una relación
nueva con el adversario, liberándolo de la lógica y la praxis de la maldad y de
la violencia injusta. Ciertamente el texto de Mateo es condicionado por el
contexto social y jurídico de la época de la primera comunidad cristina, pero su
valor ético y religioso trasciende aquella situación histórica.
Es claro que el evangelio no establece ninguna norma rígida ni un modelo
operativo personal o social que habría que repetir literalmente. Ofrece una
inspiración, una línea de comportamiento, un “espíritu” con el cual animar
nuestras decisiones y reacciones frente al mal que se sufre injustamente. Pero
también es cierto que no se puede eludir la novedad exigente de esta enseñanza
evangélica apelando al principio de la “legítima defensa” privada o pública para
justificar el uso de la violencia para resolver situaciones conflictivas. En
este caso es más coherente admitir sin hipocresía el uso de la ley del talión,
concebida como defensa de los efectos funestos de la maldad humana.
En todo caso, hay que mantener la neta distinción entre el ideal de Jesús y del
reino, sin paliativos ni componendas, y las opciones históricas de los creyentes
que deben luchar todavía contra las fuerzas destructoras del mal. La exigencia
del reino es absoluta y debe permanecer como ideal y como inspiración
ético-religiosa de cualquier comportamiento humano que por ser histórico es
siempre precario y limitado.
El evangelio ofrece tres ejemplos concretos de este amor ilimitado y fuerte: “la
bofetada”, “el manto”, y el “préstamo”. Son solo tres ejemplos escogidos para
mostrar cómo se debe vivir en lo concreto y lo cotidiano de cada día el amor al
enemigo. De frente a las acciones más agresivas e injustas, el cristiano no
actúa jamás con violencia, ni renuncia a la lógica de la donación gratuita y sin
límites en favor de los demás. De los ejemplos ofrecidos por Mateo se deduce que
la propuesta evangélica es la de la no-violencia activa, practicada con el fin
de crear una relación nueva con el adversario, liberándolo de la lógica y la
praxis de la maldad y de la violencia injusta.
3-13.
Reflexión
Debido a nuestra naturaleza herida por el pecado siempre ha existido en el
hombre lo que se llama “el espiral de la violencia”, es decir, cada acción
violenta genera a su vez otra de mayor magnitud y que es a lo que nosotros
llamamos “venganza”. Jesús en este pequeño pasaje nos da la formula para romper
este espiral y es el del amor y el perdón: Si alguien te golpea en una mejilla,
no hagas nada, no te defiendas; si alguien te quita algo, no vayas a quitárselo
por la fuerza; si alguien te obliga a hacer algo, hazlo con gusto; después deja
que Dios tome en sus manos la situación. Ciertamente no es fácil hacer vida este
pasaje, como no lo son todos aquellos en los que tenemos que dejar en las manos
de Dios nuestra vida para que él y solo él la lleve adelante. Por ello esto será
solo posible para aquellos que se dejan “poseer” totalmente por la acción del
Espíritu Santo. Solo cuando el hombre es impulsado por la acción de la gracia es
posible romper el circulo de la violencia, de ahí la importancia de nuestra
oración diaria y de la vida sacramental. Dios te ha llamado, por tu bautismo, a
ser artífice de la paz, respóndele con generosidad y con amor.
Que pases un día lleno del amor de Dios.
Como María, todo por Jesús y para Jesús
Pbro. Ernesto María Caro
3-14. Ojo por ojo, diente por diente
Fuente: Catholic.net
Autor: Buenaventura Acero
Reflexión
Jesús nos pide algo más que soportar “estoicamente” el mal, y evitar rencores y
venganzas. Esta ya es una actitud de paciente dominio de uno mismo, digna de la
alabanza de Cristo: “bienaventurados los mansos, ...los que lloran...” Pero hoy
Jesús va más allá en su explicación porque nos pide una generosidad que desborda
el ya amplio caudal del precepto del amor al prójimo. Y es que quien “soporta”
no ofrece necesariamente la otra mejilla... y quien evita el mal, no tiene
obligatoriamente que devolver bien. A quien se le solicita, no tiene razón
humana por la que dar “más”... y sin embargo, una y otra vez Jesús nos pide que
demos ese “más”... Se diría que la única manera de acabar con el mal es añadir
más bien. Como quien tuviera que sepultar algo desagradable y la solución es
enterrarlo con una buena capa de “cal”...
Así es el bien, el amor cuando con su “exceso” obliga al mal a no reproducirse,
y a la larga lo extingue. No es una petición sólo para héroes. A todos nos lo
pide, porque todos queremos imitarle y somos seguidores suyos. Sabemos que sólo
su gracia y la fuerza que viene del Espíritu puede lograr en nosotros esta
transformación. No dudemos en pedírselo hoy en nuestra oración.
3-15.
Nuestra condición humana perneada por todas sus
inseguridades, desaires, heridas, etc., conduce nuestra manera de proceder ante
tal o cual situación, sobre todo ante una situación de agravio o irrespeto a
nuestra persona. Las reacciones y no las acciones se apoderan de nosotros. Jesús
nos invita el día de hoy a actuar, en vez de reaccionar. La diferencia entre
ambas está en la intención. ¿Quién nos guía cuando reaccionamos y quién cuando
actuamos? Normalmente cuando reaccionamos es la condición humana que nos guía y
creemos que no nos podemos dejar agraviar o quedarnos con una ofensa o muchos
menos hacer el bien a esa persona que nos ha ofendido. El actuar ha de estar
guiado por medio del Espíritu Santo que habita en nosotros, Él cual nos hará
hacer cosas incompresibles para el mundo pero con sentido para Dios. Son esas
cosas que nos enseñarán a darnos más allá de nuestro propio dolor y harán que
Dios pueda actuar en los demás.
Dios nos bendice,
Miosotis
3-18. 2004. Comentarios Servicio Bíblico
Latinoamericano
La serie de antítesis del sermón de la montaña alcanza su punto más alto en el
amor al enemigo. El amor al prójimo debe abarcar incluso al enemigo y es el
criterio de la nueva comprensión y de la perfecta actuación de la voluntad de
Dios revelada por Jesús.
De nuevo encontramos la misma construcción literaria de las otras antítesis:
“Han oído que se dijo... pero yo les digo...”. En este caso se parte de una
prescripción del libro del Levítico: “Amarás a tu prójimo” (Lv 19,18). Las
palabras que se añaden a continuación, “y odiarás a tu enemigo”, no se
encuentran literalmente en ninguna parte del Antiguo Testamento, pero refleja la
concepción estrecha y limitada que se tenía del prójimo en el antiguo Israel.
Muchas veces el mandato bíblico de amar al prójimo se traducía en hostilidad
hacia los extranjeros y enemigos religiosos de Israel. En el Salmo 139, por
ejemplo, se proclama la adhesión íntegra a Dios con una declaración de
separación frente a sus enemigos, los pecadores: “Señor, ¿no voy a odiar a los
que te odian y a despreciar a los que te atacan? Sí, los odio con un odio
implacable, los considero mis enemigos” (Sal 139,21-22).
A esta mentalidad y a esta praxis se contrapone claramente el imperativo
evangélico que extiende el principio del amor a los enemigos. Debe quedar claro,
sin embargo, que el Antiguo Testamento no mandaba odiar a los enemigos. Incluso
hay textos en los que se vislumbra a lo lejos lo que será el mandamiento
evangélico: “Si encuentras el buey de tu enemigo o su burro perdido, llévaselo.
Si ves caído bajo el peso de su cara el burro del que te odia, no de
desentiendas de él, ayúdalo a levantarlo” (Ex 23,4-5); “Si tu enemigo tiene
hambre, dale de comer, si tiene sed, dale de beber” (Prov 25,2).
La novedad del sermón de la montaña es que el amor al enemigo no es un precepto
más, sino el principio fundamental de la vida del discípulo cristiano y el
criterio último de realización de la voluntad divina e de imitación del mismo
actuar de Dios. El imperativo del amor a los enemigos hace posible en el
discípulo el estatuto de “hijo de Dios”, tal como se promete en las
Bienaventuranzas (Mt 5,9), y lo asimila a Dios mismo en su misterio de amor
perfecto, sin límites ni preferencias: “Así serán dignos hijos de su Padre del
cielo, que hace salir su sol sobre justos e injustos” (v. 45); “Ustedes sean
perfectos, como su Padre celestial es perfecto”. Esta última frase de Mateo es
un claro eco del mandamiento positivo del Levítico: “Sean santos, porque yo, el
Señor, Dios vuestro soy santo” (Lv 19,2).
La primera forma de expresión de esta nueva dimensión del amor es la oración por
“quienes nos persiguen” (v. 44). Probablemente esta prioridad refleja la
situación de la comunidad de Mateo, expuesta a la hostilidad del ambiente judío
y pagano (cf. Mt 5,10-12; 10,17-18.22-23; 24,9-10). La motivación y la fuente de
este modo de actuar se encuentran en el estilo del Padre celestial que ama y
derrama sus beneficios, en modo gratuito y desinteresado, sobre justos e
injustos: “Así serán dignos hijos de su Padre del cielo, que hace salir su sol
sobre justos e injustos” (v. 45).
La otra forma de expresión del amor a los enemigos de la que habla el texto se
realiza en la cotidianidad de la vida, en los gestos de la vida diaria y en las
relaciones personales. Con este estilo de amor universal y gratuito los
cristianos actúan en un modo distinto a los “paganos” y “publicanos”, los cuales
se mueve según la lógica del amor corporativo e interesado: “Porque si aman a
quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen eso los publicanos? Y si
saludan sólo a sus hermanos, ¿qué hacen de más? ¿No hacen eso mismo los paganos?
(vv. 46-47).
El amor activo hacia los enemigos, los extraños y diversos, es el signo
distintivo de los discípulos de Jesús y el criterio para la “recompensa” en el
juicio escatológico. Este nuevo modo de amar, marcado por la universalidad y el
desinterés, lleva a su culminación la “nueva justicia” del reino propuesta por
Jesús. A través del amor a los enemigos los discípulos encarnan los rasgos
característicos del amor benevolente y misericordioso de Dios (v. 45) y alcanzan
la verdadera perfección, que no consiste en el escrupuloso cumplimiento de
normas y leyes, como en el judaísmo, ni en la vivencia heroica de altos valores
éticos, como en el helenismo.
La perfección del discípulo cristiano es don y exigencia para quien ha escuchado
la definitiva expresión de la voluntad de Dios en la palabra de Jesús. Esta
perfección consiste en la adhesión íntegra de la persona a Dios, que se expresa
en la vivencia del amor activo, universal, generoso, gratuito, el cual ha sido
revelado y hecho posible a través del encuentro con Jesús Mesías y Señor.
3-17. DOMINICOS 2004
Dame la viña para hacer de ella mi huerto
Con esas palabras se alude en la liturgia al abuso de poder y a la falta de
honradez o dignidad en el rey Ajab y en su esposa Jezabel. Sintiéndose
absurdamente poderosos, pisotearon al humilde Nabot, le robaron su huerta, y le
condenaron.
Tal es la suerte de no pocos débiles, pobres y marginados en nuestro mundo. Si
no aceptan ser esclavos de los poderosos o de los viciosos, sienten sobre sus
espaldas el flagelo del castigo inmisericorde. Parece mentira que llevemos en el
mundo veinte siglos de cristianismo y que no hayamos logrado todavía el triunfo
del ‘hombre interior y responsable’ sobre el ‘hombre cainita’ que duerme y se
despierta en nosotros mismos con furor.
Oremos, pues, en nuestra celebración eucarística suplicando que la Palabra y la
Vida sean acogidas en el mundo con más amor y dignidad.
La luz de Dios y su mensaje en la Biblia
Primer libro de los reyes 21, 1-16:
“Un hombre llamado Nabot de Yezrael, tenía una viña pegando al palacio de Ajab.
Un día éste le dijo: dame tu viña para hacerme un huerto...; yo te daré otra
mejor, o te la pagaré. Nabot respondió: ¡Dios me libre de cederte la heredad de
mis padres!
Ajab marchó malhumorado...
Al verle de mal humor, su esposa Jezabel le dijo: ¿eres tú el que manda en
Israel?... ¡Yo te daré la viña de Nabot...! Urdió una trama y envió unas cartas
en nombre de Ajab.., diciendo: “Proclamad un ayuno y sentad a Nabot ante el
tribunal... Ha maldecido a Dios y al rey...
La trama logró su efecto. Sacaron fuera a Nabot de la ciudad y lo apedrearon
hasta que murió...
En cuanto comunicaron a Jezabel que había muerto Nabot, ella se lo comunicó a
Ajab, diciendo: toma posesión de la viña. Nabot ya no vive...”
Evangelio según san Mateo 5, 38-42:
“Jesús continuó hablando a sus discípulos: sabéis que está mandado: “ojo por ojo
y diente por diente”. Pues yo os digo: no hagáis frente al que os agravia. Al
contrario, si alguien te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; al
que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también la capa; a quien
te requiera para andar una milla, acompáñalo dos; y a quien te pide, dale; y al
que te pide prestado, no lo rehuyas”.
Reflexión para este día
Indignidad humana, cuando nos hagamos esclavos de nuestras pasiones.
Seamos imitadores de Cristo, no de los corruptores de la humanidad . La actitud
del rey Ajab y de su esposa es indigna de personas, más aún de personas que, por
razón de su cargo, están llamadas a ser magnánimas en su comportamiento. Hoy,
hecha la primera lectura, creo que sobra cualquier comentario, pues lo que
procede es avergonzarse de la inhumanidad de nuestras conductas, tal como se
repiten incluso en nuestros días en el primero, segundo, tercero y cuarto mundo.
Seguimos actuando como si fuéramos más hijos de la tiniebla que de la luz. Toda
injusticia y todo atropello de los sentimientos íntimos de un hombre merecen
condena. Cualquier gobernante o poderoso que obre de ese modo está muy lejos de
la verdad, justicia, amor.
No sigamos sus huellas. Resistamos toda tentación maligna. Miremos las cosas a
la luz del Evangelio y nos irá mucho mejor. Es verdad que el lenguaje hoy
utilizado en el texto evangélico nos resulta tan admirable como sorprendente.
Pero somos personas con discernimiento y sabemos distinguir entre expresiones
ideales, magnánimas, heroicas, y el esfuerzo de cada día por dominar nuestros
impulsos pasionales con imperio de la razón. El sublime es el lenguaje del
espíritu, de la conciencia noble, pues vence y supera la conducta vengativa
(diente por diente) y educa en el amor, en la caridad de Cristo Rey y Señor.
3-18. CLARETIANOS 2004
A lo largo de su vida terrena, Jesús fue
desgranando muchos principios de vida. Algunos de ellos resultaban llamativos,
extraños y... hasta absurdos. Esa puede ser la primera impresión de quien se
acerca a este trozo de evangelio que la Liturgia de hoy nos ofrece. Muestra un
brevísimo vademécum de lecciones prácticas para saber afrontar inteligentemente
nuestras relaciones con los demás, cuando aquéllas se tornan difíciles. Estas
sentencias marcaron la existencia de Jesús y, si conseguimos entenderle bien,
deberían marcar también la nuestra:
Su primera enseñanza sustituye de un plumazo el antiguo mandamiento “ojo por
ojo, diente por diente”. Es verdad que la ley llamada del talión, establecida en
Ex 21,23-25, quería poner freno a la venganza, esa fuerza negra que sigue
haciéndose sentir terriblemente, incluso entre quienes se dicen cristianos. Los
verdaderos discípulos, sin embargo, somos urgidos a elegir la via de la
no-violencia. La fuerza de la argumentación la pone Jesús en evitar enfrentarse
al malvado con sus mismas armas. De esta manera, descubre que hay algo más allá
de la justicia equitativa. Y deja así abierta la ventana a la suave brisa de la
misericordia. ¿Acaso no destruimos a nuestros enemigos cuando los hacemos amigos
nuestros?
La segunda enseñanza, con frecuencia tan desacreditada, se sitúa en la misma línea de la anterior. “Si alguno te golpea en la mejilla derecha, preséntale también la otra”. ¿Pretende Jesús que nos expongamos impunemente a las manos del malvado? Así parece sugerirlo. Sin embargo una lectura más a fondo, desvela su sentido: el único remedio para destrozar el mal es devolver el bien. El mal sólo puede ser vencido con el bien. El mal con el mal se multiplica. El mal es, además de violento, contagioso. Sólo con la bondad, la dulzura y la humildad es absorvido y desactivado. Con esta fórmula genial Jesús nos recomienda hacer el bien. Siempre. Devolver el mal, a la corta y a la larga, no es buen negocio. Para convencernos de ello bastaría repasar la historia... o acaso también nuestra propia autobiografía.
La tercera enseñanza pone de relieve la generosidad del compartir. “A quien te pide, dale”. Jesús nos exhorta a no negar nuestros bienes a quien nos pida ayuda. Nos recuerda que dando no perdemos nada; por el contrario, ganaremos para la eternidad, cuando escuchemos la misma voz de Cristo: “Siempre que lo hicísteis con alguno de estos mis pequeños hermanos, conmigo lo hicísteis” (Mt 25,40). Nuestro mundo debería ser como una gran escuela, donde estuviésemos todos sentados en viejos pupitres y Dios, como paciente maestro, escribiera en la pizarra el verbo “amar” y nos enseñase sin descanso a conjugarlo en todas sus formas y tiempos.
Juan Carlos Martos
(martoscmf@claret.org)
3-19. 2004
LECTURAS: 1RE 21, 1-16; SAL 5; MT 5, 38-42
1Re. 21, 1-16. La persona humana es como un constante peregrino hacia su
perfección en Dios. La bondad de las criaturas se mide en relación con el Dios
Creador, único que da a las cosas su bondad. En cambio la bondad de la persona
humana depende en parte de ella misma, pues el Señor nos ha concedido la
capacidad de elegir. Frente a nosotros está el fuego y el agua; de nosotros
depende hacia dónde queramos extender la mano. El que haga el mal él mismo se
estará condenando. Aquel que escuche la voz de Dios y encarne en sí mismo su
Palabra, tendrá consigo, ya desde ahora, la salvación que Dios nos ofrece. No
podemos actuar bajo nuestros propios caprichos e impulsos desordenados, pues
esto nos llevaría a cometer crímenes y grandes injusticias. Debemos aprender a
respetar a nuestro prójimo y no querer aprovecharnos de él, ni destruirlo
cuando, tal vez ocupando un puesto público o de mayor rango en el trabajo, o en
cualquier otro grupo, en lugar de estar al servicio de los demás, nos
levantáramos en contra de ellos haciendo un mal uso de la autoridad venida de
Dios. Cristo quiere que nos amemos como hermanos; que busquemos el bien unos de
otros. Mediante su Misterio Pascual Él nos concede la gracia para que escojamos
vivir tras sus huellas, cargando nuestra cruz de cada día, siendo solidarios con
Cristo, el Nuevo Adán y no solidarios del viejo Adán, pecador y lejano a Dios.
Sal. 5. ¿Quién será grato a tus ojos, Señor? Todos hemos
estamos bajo el pecado, para poder ser objeto del perdón y del amor
misericordioso de Dios. Cristo murió por los pecadores, para llevarlos con Él a
la eternidad. Y nosotros no podemos decir que no tenemos pecado, pues seríamos
unos mentirosos. Sin embargo, el Señor nos ha amado y ha entregado su vida para
el perdón de nuestros pecados; y ha resucitado para darnos nueva Vida.
Haciéndonos partícipes de su mismo Espíritu, Él nos envía para que vayamos en su
Nombre, sin cobardías, a buscar y salvar todo lo que se había perdido. No
podemos esperar que Dios acabe con los pecadores, ni mucho menos pedirle que lo
haga. El Señor nos envió, no a condenar, sino a salvar. Esa es la misión que
tenemos como Iglesia de Cristo, el Cordero inmaculado que quita el pecado del
mundo.
Mt. 5, 38-42. Hay muchas necesidades de nuestro prójimo que reclaman nuestra
respuesta, caminando y puestos a su servicio, no una distancia pequeña, sino
toda nuestra vida. Al verdadero hombre de fe no se le puede exigir en juicio la
entrega de su propia túnica a favor del que nada tiene, sino que el amor
fraterno le llevará a desprenderse de lo suyo, voluntariamente para cubrir al
desnudo, contemplando en él al mismo Cristo, a quien no sólo adoramos, sino a
quien también servimos con gran amor. Hay muchas manos tendidas hacia nosotros
pidiendo que les demos algo para llevar una vida un poco más digna, ojalá y no
les volvamos la espalda. Siendo misericordiosos con nuestro prójimo como Dios lo
ha sido para con nosotros sepamos perdonar las faltas de nuestro prójimo, no
una, ni siete veces, sino siempre. Sólo entonces seremos perfectos, como el
Padre Dios es perfecto.
Hoy el Señor nos reúne para manifestarnos que nos sigue amando. Él es nuestro
Dios, Señor y Padre. El recibe, con gran amor, a quien se arrepiente y vuelve a
Él dispuesto en todo a hacer su voluntad. Él no nos ha dado la espalda jamás,
aun cuando muchas veces nosotros hemos caminado en contra de su amor, y vagamos
como ovejas sin pastor. Hoy el Señor nos dice cuánto nos ama. Hoy el Señor, en
este Memorial que celebramos, entrega su vida para el perdón de nuestros
pecados, y vive resucitado entre nosotros para darnos nueva vida. Él nos
comunica su Espíritu Santo, para que nos fortalezca en el testimonio que de Él
hemos de dar en las diversas circunstancias en que se desarrolle nuestra vida.
Él se ha hecho Dios-con-nosotros y no sólo se ha desprendido de algo externo a
Él, sino que entregó su vida para que, revestidos de Él, seamos hijos de Dios.
Hay muchos gestos de bondad no sólo entre los cristianos, sino en todas las
personas de buena voluntad. Ante las desgracias que sufren los pueblos, de
inmediato surgen signos de solidaridad, donde muchos se desprenden incluso de lo
necesario para sí mismos con tal de colaborar en la ayuda que otros necesitan
con mayor urgencia. Muchos corazones se entristecen cuando gente malvada no ha
podido superar su egoísmo y se dedica a perjudicar incluso a los inocentes. Hoy
el Señor nos pide que seamos un signo de su amor en medio de nuestros hermanos;
que los amemos como Él nos ha amado a nosotros. Esto nos debe llevar a saber
reconocer nuestras propias miserias, especialmente aquellas que nos han puesto
en contra de nuestro prójimo para lograr sucios intereses. Que sepamos
convertirnos a Dios, para que desde Él amemos en verdad a nuestro prójimo. Que
seamos fortalecidos y guiados por el Espíritu Santo, para que Él nos ayude a
dejar de hacer el mal y nos enseñe a hacer el bien. Si queremos un mundo más
justo, más solidario, más fraterno en el amor, hagamos oración unos por otros,
en lugar de vivir en luchas fratricidas y en contiendas que nos dividan. La
verdadera conversión es un don de Dios y no consecuencia de nuestros trabajos
personales. Si no oramos unos por otros será muy difícil gozar de una sociedad
más sana, más justa, más santa desde la que se transparente, ya desde ahora
entre nosotros, el Reino de Dios.
Que Dios nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra
Madre, la gracia de saber dejar nuestros caminos de maldad, de volver al Señor y
de preocuparnos de hacer el bien de nuestro prójimo. Amén.
www.homiliacatolica.com
3-20. Fray Nelson Lunes 13 de Junio de 2005
Temas de las lecturas: Damos pruebas de que somos servidores de Dios * Yo les
digo que no hagan resistencia al hombre malo.
1. Vida y Drama de un Apóstol
1.1 En el contexto de las tensas relaciones entre Pablo y la comunidad de
Corinto hubo diversas fases, podríamos decir. A su llegada, según cuenta él
mismo, fue sobre todo la acción sensible del Espíritu Santo la que le abrió
puerta en la atención y luego en el corazón de los corintios.
1.2 Acostumbrados a oír toda clase de discursos religiosos y filosóficos, y a
presenciar todo tipo de prácticas que hoy llamaríamos mentales o mágicas, su
mente curiosa y voluble quedó fascinada por el tema de los carismas del Espíritu
Santo, de modo que Pablo tuvo que reconvenirlos e instruirlos ampliamente sobre
el sentido de estos dones, para que pudieran dar a cada uno su valor propio y
sobre todo para que entendieran que lo primero es la edificación de la comunidad
de creyentes y el ejercicio sincero y continuo de la caridad. Tal fue el tema de
los capítulos 12 a 14 de la que nosotros llamamos "Primera Carta a los
Corintios".
2. Primacía de la Cruz
2.1 Decididamente los corintios veían en los carismas especies de "poderes" en
los que primaba los extraordinario, lo vistoso o lo que diera realce en medio de
los demás hermanos. No fue poca tarea para el apóstol enfatizar en su enseñanza
que el gran "poder" que buscamos no es el que halaga la vanidad o el que sirve
para conseguir seguidores.
2.2 El gran poder es el de la Cruz, es el del amor hasta el extremo, pues sólo
en la sorprendente y casi escandalosa humillación de la Cruz hemos recibido la
posibilidad de creer a fondo y sin reservas en el amor de Dios. El Señor Jesús
nos ha manifestado qué significa un amor incondicional, sublime, puro y eficaz,
y esto no es fruto de una obra que hayamos hecho ni es algo que pueda aprenderse
como se aprenden las artes de la magia o los capítulos de las iniciaciones
filosóficas que los corintios conocían.
3. La Cruz en la vida del Apóstol
3.1 Semejante doctrina no podía quedarse en palabras. Los corintios estaban, por
decirlo así, "indigestos" de palabras. Pablo habla, entonces, en esta que
nosotros llamamos "Segunda Carta a los Corintios" un lenguaje de testimonios y
de hechos, mostrando claramente que su vida es una vida signada y sellada por el
misterio de la misma Cruz que él predica.
3.2 Todos los tormentos padecidos, las incomprensiones y cárceles, los
naufragios y azotes, las humillaciones y burlas, todo ello es a los ojos de
Pablo una "prueba" de su propio apostolado, en dos sentidos: primero, porque
muestra la sinceridad y pureza de su intención; segundo, porque le une y abraza
al contenido de su propia predicación.
3.3 Esto nos ayuda a entender el lenguaje dramático y, sin embargo, desprovisto
de ostentación o vanidad, con que Pablo relata sus infortunios. En ellos siente
que le "persigue" el misterio del amor más grande, el misterio del amor
crucificado.