LUNES DE LA QUINTA SEMANA DE PASCUA

 

LECTURAS 

1ª: Hch 14, 5-17 

2ª: Jn 14, 21-26 (Ver PASCUA 06C)


1.

-En Iconio se preparaba un alzamiento para maltratar y lapidar a Pablo y a Bernabé. Estos, al ser informados, buscaron refugio en las ciudades de Licaonia: Listra, Derbé... ¡donde anunciaron la «Buena Nueva»!

¡Señor! Concede a tus discípulos de HOY, a tu Iglesia de HOY la gracia de no retroceder jamás ante la persecución o la dificultad. Que toda prueba se transforme en ocasión de ir más allá, de avanzar más en la predicación de la "buena nueva" a otras personas y en otras ciudades o poblados. Danos, Señor, el ansia de evangelizar, de «anunciar las maravillas que Tú haces por nosotros».

-Había allí sentado un hombre tullido de pies desde su nacimiento -no había andado nunca-. Pablo, viendo que tenía fe para ser curado le dijo: «¡Levántate!...» El hombre dio un salto y echó a andar.

«¡Levántate!» Pablo realiza las mismas maravillas que Pedro y Jesús. Es el mismo tipo de milagro que Pedro había hecho en favor de un mendigo paralítico junto a la Puerta hermosa del Templo. Y con la misma palabra: «¡levántate!»

Pero aquí el beneficio va destinado a un pagano. Señor, prodiga tus beneficios sobre los que no te conocen todavía. Y ensancha nuestros corazones.

-Los habitantes toman a Pablo y a Bernabé por «dioses», les llaman ya Zeus y Hermes, respectivamente, y se disponen a ofrecerles un sacrificio.

"Nosotros somos también hombres, de igual condición que vosotros". Pablo y Bernabé se ven obligados a defenderse.

Los apóstoles, los cristianos, no pertenecen a una humanidad superior, son como todo el mundo. Participando de la condición humana. Viviendo con sus contemporáneos. Sin ningún sentimiento de superioridad. Así empieza el apostolado. Señor, ayúdanos a conservar nuestra vida ordinaria.

-...Que os anuncian que debéis abandonar todos esos ídolos vanos y volver hacia el Dios vivo que hizo el cielo y la tierra y todo lo que hay en ellos.

Unos «hombres», sí... pero «inclinados» hacia Dios...

IDOLO/QUÉ-ES: ¿Me inclino yo hacia Dios? ¿o hacia unos ídolos? Ídolo es todo cuanto ocupa el lugar reservado a Dios. Incluso las cosas mejores pueden llegar a convertirse ídolos: el amor, el oficio o la carrera, el trabajo, las vacaciones, el descanso, la salud, la belleza, el confort, el coche, el objeto al cual se aficiona uno, las ideas o las opciones a las cuales se atribuye un valor «absoluto».

Una característica del ídolo es ser «vano»... ¡vacío! y, a la larga, decepcionante... incapaz de dar realmente lo que se le pide. Cuando se pide lo absoluto, la plenitud, la felicidad perfecta, a cosas relativas, frágiles, mortales... un día llega forzosamente la decepción. Entonces el ídolo se revela vano, como dice san Pablo.

Señor, ayúdanos a relativizar las cosas relativas, ¡a no darles mayor importancia de la que tienen! Ayúdanos, en lo esencial, a saber apoyarnos sólo en Ti... y en «todo lo restante» con relación a Ti, Señor Dios.

-El Dios vivo... Que os envía desde el cielo lluvias y estaciones fructíferas, que llena vuestros corazones de sustento y de alegría.

Cuando de veras se ha relativizado las cosas terrenas en provecho del apoyo único en el Único que no puede decepcionar... entonces se encuentran de nuevo todas las «cosas» como un don de Dios: lluvia, estaciones, saciedad, alegría, felicidad.

¡Danos, Señor, esa concepción optimista de la creación!

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 3
PRIMERAS LECTURAS PARA ADVIENTO - NAVIDAD
CUARESMA Y TIEMPO PASCUAL
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 222 s.


2. /Hch/15/01-04

El gran viaje misionero de Pablo y Bernabé entra en su etapa conclusiva. De la estancia en Derbe (vv 20-21) se nos dice, sin bajar a detalles, que fue un éxito. Por el contrario, tenemos información abundante sobre la misión en Listra (8-20) patria de Timoteo, que en esa ocasión se convertiría a la fe. Destaca la curación de un cojo de nacimiento, que provocó una gran conmoción religiosa entre el pueblo. Los habitantes de Listra toman a Bernabé y a Pablo por Zeus y Hermes, dioses viajeros de una leyenda pagana, y los apóstoles reaccionan a su pretensión idolátrica con una viva protesta y un discurso que es una síntesis de teodicea apropiada al caso. De vuelta a Antioquía de Siria (21-28), visitan de nuevo las comunidades evangelizadas de Asia Menor, las consolidan en la fe y establecen un ministerio local: los ancianos o presbíteros. Hch 15,1-4 es un relato de transición que nos dice cómo la admisión de los gentiles a la Iglesia, sin pasar por la sinagoga, provocó una enorme agitación y determinó la reunión del llamado Concilio de Jerusalén (Hch 15).

Hoy todos conocen el gusto de Lucas por el ritmo binario y por los paralelismos en todos los niveles de su composición literaria. Al leer los Hechos de los Apóstoles, numerosos episodios hacen pensar en un intencionado paralelismo entre las dos figuras centrales, Pedro y Pablo. Para ilustrarlo a partir de nuestra perícopa, el "cojo de nacimiento" curado por Pablo en Listra ( 14,8) nos recuerda al otro «tullido de nacimiento» curado por Pedro a la puerta del templo (3,1) y los dos hechos provocan gran agitación. El intento idolátrico de Listra frente a Bernabé y Pablo que protestan, guarda alguna analogía con lo que pasó entre Pedro y Cornelio (cf. 14,11-18 y 10,25-26). Esto no excluye la historicidad de los hechos narrados, pero invita a tener en cuenta la posibilidad de retoques y de una estilización de alcance mayor o menor según los casos. La investigación crítica también ha observado que los escritos de Lucas resaltan los datos ministeriales y los actualizan de acuerdo con el estado de las comunidades de fin de siglo. Parece que tiende a armonizar tradiciones anteriores pluralistas en lo que respecta al vocabulario y modelos de organización. Así, Pablo nunca habla de «presbíteros» en sus escritos auténticos, mientras que, según Hch 14,23, Pablo y Bernabé «designaron ancianos en cada Iglesia». Y un lector poco crítico tiende a asimilar los modelos ministeriales de las comunidades paulinas (14,23; 20 17) y los de la comunidad jerosolimitana (11,30; 15,18.21). Esto influye en la imagen que nos formamos de la Iglesia. Una mentalidad eclesial estática o muy dinámica está en conexión con la imagen monolítica o pluralista que nos hayamos hecho de sus estructuras.

F. CASAL
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 201 s.


3.

Otra vez aparece el tema de la incomprensión. Judas -no el Iscariote- no entiende el modo de la manifestación de Jesús. No acierta a comprender cómo es posible esta manifestación de Jesús y que el mundo siga sin descubrirlo y sin aceptarlo.

Aunque con dificultad, los discípulos podían entender que Jesús, durante su vida terrena, hubiese tomado una apariencia externa humilde y como consecuencia, que su persona hubiese provocado la indiferencia o el rechazo.

Ahora comienza el período de su glorificación. ¿Por qué en esta etapa en la que Jesús ya está resucitado y constituido señor del mundo no se manifiesta de una manera sensacional a todos los hombres? Esta es la tentación del creyente en esta etapa de la vida de la Iglesia.

Jesús afirma que, aun después de su muerte y durante el período de su glorificación, las cosas no ocurrirán como ellos las pensaban: él no se va a manifestar a los hombres con las fuerzas del poder de Dios para que los hombres tengan que aceptarlo sin remedio.

La fe seguirá siendo invisible a sí misma. No aparecerá rodeada de milagros y sensacionalismos. Aunque Jesús ya esté resucitado y constituido Señor de toda la creación, aunque el Reino de Dios ya está presente en el mundo, las cosas parece que siguen igual que antes y la gloria de Dios solamente pueda vislumbrare a través de la fe.

Dios sigue presente y actuando en la Iglesia y en el mundo. Pero esa idea de Jesús-Rey-glorioso que impone la Ley de Dios por la fuerza, no tiene lugar en este tiempo nuevo de la nueva relación del hombre con Dios.

La manifestación de Jesús únicamente es posible en la obediencia y en el amor. "El que sabe mis mandamientos y los guarda, ese me ama: y al que me ama lo amará mi Padre y lo amaré yo, y me mostrará a él".

No solo se mostrará sino que habitará en ellos, vivirá en ellos. Los creyentes son situados por Jesús en una relación tan estrecha, tan íntima con Dios, que llegan a experimentar dentro de ellos mismos la realidad de Dios.

"El que me ama guardará mi palabra y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él".

Lo que une a Jesús con sus discípulos tras su separación corporal es una comunidad de amor. Y en ese amor experimentan la inhabitación de Dios.

El que me ama... todo es cuestión de amor. ¿Cómo es entonces, que hay tantos cristianos que tratan a Dios a la manera del mundo, como un objeto útil cuando se tiene necesidad de él y que se olvida cuando resulta inservible?

¿Cómo va a ser nuestra religión como la conciben los hombres; como un asunto de deberes y obligaciones?

Si alguien me ama... Ser discípulo es sentir la fascinación producida por el hecho de que Dios hace todo lo posible por compartir su vida con nosotros.

Si alguien me ama... Dios ha elegido para siempre vivir en el corazón que ama. Ahí es donde hay que buscar y encontrar a Dios.


4.

Toda esta semana meditaremos el "discurso después de la Cena". Esas palabras de Jesús, en el relato de san Juan, siguen inmediatamente el anuncio de la negación de Pedro, portavoz del grupo de los discípulos (Jn 13, 38). Un malestar profundo invade a estos hombres. Temen lo peor. Y es verdad que mañana Jesús será torturado. Jesús experimenta también esta turbación: Y he aquí lo que acierta a decir para reconfortarles... para reconfortarse a sí mismo.

-El que recibe mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama.

Amar a Jesús. Jesús quiere que se le ame.

E indica el signo del verdadero amor: la sumisión al amado.

Es una experiencia que comprenden todos los que aman.

Cuando se ama a alguien, se es capaz de abandonar libremente el punto de vista personal para adaptarse al máximo a la voluntad y a los deseos de aquel que ama: se transforma en aquel a quien se ama. Se establece una especie de simbiosis mutua: tu deseo es también el mío, tu voluntad es la mía, tu pensamiento ha llegado a ser el mío... nuestras dos vidas forman una sola vida.

-El que me ama será amado de mi Padre y Yo le amaré.

Todo comentario es inútil. Sencillamente, hay que ir repitiéndose esto a sí mismo. Una verdadera cascada de amistad.

Yo... Jesús... El Padre...

Es todo lo contrario a un Dios lejano y temible, es un Dios próximo y amoroso.

-"Señor, ¿por qué te manifiestas a nosotros, y no al mundo?" Esta es la pregunta de uno de los apóstoles. Llenos del Antiguo Testamento, los apóstoles piden a Jesús que se manifieste "pública y gloriosamente", en una especie de teofanía, en medio de relámpagos y truenos, como en el Sinaí... y como los profetas lo habían anunciado alguna vez. (Ez 43). Hoy, también, algunos cristianos... y quizá, yo... continúan buscando manifestaciones espectaculares. ¿Cuál será la respuesta de Jesús?

-Si alguno me ama guardará mi palabra; mi Padre le amará y vendremos a él y haremos en él nuestra "morada".

¡Esta es la manifestación que Dios nos hace! Hace su morada en el corazón de los que creen en El Dicho de otro modo: No se manifiesta más que en el corazón de los que le aman. Para todos los demás, Dios parece ausente.... No se manifiesta! Jesús habla de amor.

Señor, Tú no te manifiestas más que a los que aceptan tu palabra, a los que libremente aceptan amarte. No fuerzas las puertas estruendosamente. No quieres hacer prodigios espectaculares que forzarían las muchedumbres a la adhesión.

No vienes a habitar sino en aquellos que, por amor, ¡te abren su puerta! Señor, bien quisieras manifestarte a todos, pero respetas la libertad de cada uno: ¡No hay que forzar el amor! A nosotros, cristianos, tú nos encargas servir de intermediarios: es la calidad de nuestro amor por ti lo que debería revelarte, manifestarte a todos los que te ignoran. "La morada de Dios." ¡No es ante todo un Templo de piedras! El templo "soy yo" ¡si soy fiel a la Palabra de Jesús! La oración, la plegaria.... se trata de escuchar a este Dios presente en mí, y responderle.

No hay que ir lejos a buscarle... Está aquí.

-El Espíritu Santo, el defensor que el Padre enviará en mi nombre, Ese os lo enseñará todo. Y os recordará todo lo que Yo os he dicho Jesús sabe que se va. Mañana, Viernes Santo, se marchará.

Pero anuncia otra presencia, otro sí mismo: el Espíritu.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984
.Pág. 226 s.


5.

1. Hechos 14, 5-17

a) Pablo y Bernabé tienen que huir de Iconio, donde les querían apedrear, y siguen su recorrido apostólico. Esta vez consiguen un gran éxito en la ciudad de Listra, donde Pablo cura a un lisiado cojo de nacimiento. Es una escena paralela a la de Pedro curando a un cojo en Jerusalén (Hch 3), sólo que ahora el beneficiado es un pagano.

El éxito es exagerado, hasta el punto de que les toman por dioses que han bajado disfrazados de hombres: a Bernabé, que sería mayor, le identifican con Júpiter o Zeus; a Pablo, que es el que habla, le toman por Hermes, el mensajero de los dioses. Y les quieren ofrecer sacrificios.

Pablo aprovecha para hacerles una predicación. Esta vez está adaptada a los paganos, no a los judíos de la sinagoga. No parte del AT, sino del Dios creador de cielos y tierra, el que nos manda la lluvia y las cosechas. No habla explícitamente de Jesús: parece un discurso incompleto. Es como el esquema de lo que luego será su gran pieza de predicación a los paganos en el Areópago de Atenas.

b) En nuestra vida a veces experimentamos éxitos, y otras fracasos. Momentos de serenidad y momentos de tensión y zozobra. Deberíamos estar dispuestos a todo. Sin perder en ningún momento la paz y el equilibrio interior, y sobre todo sin permitir que nada ni nadie nos desvíe de nuestra fe y de nuestro propósito de dar testimonio de Jesús en el mundo de hoy.

También hay otras direcciones en que nos interpela la escena de hoy. ¿Nos buscamos a nosotros mismos? Como Pablo y Bernabé, tendremos que luchar a veces contra la tentación de «endiosarnos» nosotros, recordando que «somos mortales igual que vosotros». Nuestra catequesis no debe atraer a las personas hacia nosotros, sino claramente hacia Cristo y hacia Dios. Como el Bautista, que orientaba a sus propios seguidores hacia el verdadero Mesías, Jesús: «no soy yo». Como dice el salmo de hoy: «no a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu nombre da la gloria».

Otra lección que nos da Pablo es la de sabernos adaptar a la formación y la cultura de las personas que escuchan nuestro testimonio: el hombre de hoy, o el joven de hoy, frecuentemente desconcertados y en búsqueda, entienden unos valores, que serán incompletos tal vez, pero son valores que aprecian. A partir de ellos es como podemos anunciarles a Dios y su plan de salvación. Partiendo como Pablo del AT si se trataba de judíos, o de la naturaleza si eran paganos, lo importante es que podamos ayudar a nuestros contemporáneos a no adorar a dioses falsos, sino al Dios único y verdadero, el Creador y Padre, porque en él está la respuesta a todas nuestras búsquedas.

2. Juan 14,21-26

a) Toda la semana seguimos escuchando el discurso de Jesús en su Ultima Cena. A veces el evangelio nos invita a creer en Jesús. Hoy nos invita a amarle y a seguir sus caminos. Cuando Jesús se vaya -y en esta cena se está despidiendo de sus discípulos- ¿cómo se podrá decir que permanecemos en él, que creemos en él y le amamos de veras? Jesús nos da la pista: «el que me ama guardará mi palabra», «el que no me ama no guardará mis palabras».

Pero este amor tiene consecuencias inesperadas, una admirable intercomunión con Cristo y con el Padre: «al que me ama lo amará mi Padre y lo amaré yo», «mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos morada en él».

Y aún más: Jesús nos anuncia al Espíritu Santo como protagonista en nuestra vida de fe. Le llama «Paráclito», o sea, Abogado, Defensor. Le llama Maestro («él os enseñará todo»), y también «Memoria» («os irá recordando todo lo que os he dicho»).

b) Pascua es algo más que alegrarnos por la resurrección de Jesús. El Resucitado nos invita a una comunión vital: nuestra fe y nuestro amor a Jesús nos introduce en un admirable intercambio. Dios mismo hace su morada en nosotros, nos convertimos en templos de Dios y de su Espíritu.

Nos invita también a permanecer atentos al Espíritu, nuestro verdadero Maestro interior, nuestra memoria: el que nos va revelando la profundidad de Dios, el que nos conecta con Cristo. El Catecismo de la Iglesia Católica dedica unos números sabrosos (1091-1112) al papel del Espíritu en nuestra vida de fe. Lo llama «pedagogo» de nuestra fe, porque él es quien nos prepara para el encuentro con Cristo y con el Padre, el que suscita nuestra fe y nuestro amor, y el que «recuerda a la asamblea todo lo que Cristo ha hecho por nosotros: él despierta la memoria de la Iglesia».

La Pascua la estamos celebrando y viviendo bien si se nota que vamos entrando en esta comunión de vida con el Señor y nos dejamos animar por su Espíritu.

Cuando celebramos la Eucaristía y recibimos a Cristo Resucitado como alimento de vida, se produce de un modo admirable esa «interpermanencia» de vida y de amor: «quien come mi Carne y bebe mi Sangre, permanece en mí y yo en él... Igual que yo vivo por el Padre, el que me coma vivirá por mi» (Jn 6, 56-57).

En la Eucaristía se cumple, por tanto, el efecto central de la Pascua, con esta comunicación de vida entre Cristo y nosotros, y, a través de Cristo, con el Padre.

«Inspira a tu pueblo el amor a tus preceptos» (oración)

«No a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu nombre da la gloria» (salmo)

«Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de arriba» (aleluya)

«El que sabe mis mandamientos y los guarda ése me ama» (evangelio)

«Que los sacramentos pascuales den en nosotros fruto abundante» (poscomunión)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 3
El Tiempo Pascual día tras día
Barcelona 1997. Págs. 102-104


6.

Primera lectura : Hechos 14, 5-17

Nosotros somos mortales igual que vosotros; os predicamos la Buena Noticia.

Salmo responsorial : 113b, 1-2.3-4.15-16 No a nosotros, Señor, no a nosotros , sino a tu nombre da la gloria.

Evangelio : Juan 14, 21-26 El que me ama guardará mi palabra y mi Padre lo amará.

Cuando Jesús dijo que al que escuchara y cumpliera sus mandamientos "me mostraré a él" (v. 21b), un discípulo le preguntó: "Señor, ¿por qué vas a mostrarte a nosotros y no a la gente del mundo?" La posición de Jesús, mal entendida, nos puede llevar a la creencia de que Jesús consideraba a sus discípulos como un grupo exclusivo y cerrado y que el resto de la población era "el mundo" en el sentido negativo que en muchos textos tiene este concepto. Sin embargo Jesús no responde directamente a la pregunta hecha. Sencillamente describe dos grupos de personas con intereses y actuaciones diferentes: "los que lo aman" y "los que no lo aman"; y para cada uno de ellos anuncia unas consecuencias.

Es decir, Jesús no es exclusivista. Más bien rompe con el exclusivismo. La revelación de Dios no era patrimonio sólo de los judíos y no fue sólo a un grupo preferido de personas a quien se reveló la Buena Nueva, sino a "todo el que recibe mis mandamientos y los obedece". Cuando las personas, los grupos o instituciones se consideran como depositarios absolutos de la verdad, considerando a los que piensan y actúan de modo diferente como inferiores, ignorantes o condenados, se rompe la fraternidad y la armonía, necesarias para la sana convivencia. No puede haber verdadera justicia, si nuestras relaciones son excluyentes y dominantes.

Comprendemos entonces que cuando se margina o se discrimina a alguien, se está en contravía de la construcción de una sociedad de iguales, que fue la utopía de Jesús y de la iglesia primitiva. Los cristianos y cristianas con la ayuda del Espíritu Santo (v. 26) tenemos la gran responsabilidad de revisar muchas de nuestras prácticas cotidianas (pastoral, laboral, vida familiar...) que presupongan en los otros algún tipo de inferioridad que nos haga sentirnos autorizados para rechazarlos o someterlos a nuestra voluntad. La unidad en la diversidad es uno de los sueños del Reino.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


7. CLARETIANOS 2003

 ¿Cuántas veces la religión ha sido causa de odio y de enfrentamiento entre los seres humanos? Las terribles experiencias negativas del pasado (y en algunas partes, del presente) y un progresivo descubrimiento de “lo humano” como criterio de convivencia nos han ido haciendo cada vez más tolerantes. Si hoy hiciéramos una lista de los valores que los padres se esfuerzan por inculcar a los hijos, observaríamos que la tolerancia ocupa un lugar privilegiado. He aquí el resultado de una encuesta sobre este asunto realizada en una comunidad autónoma española hace menos de un par de años:




Como se ve, el valor de la tolerancia ocupa el segundo lugar. ¿Qué significa, propiamente, la palabra “tolerancia”? El diccionario la define así: “Respeto o consideración hacia las opiniones y prácticas de los demás, aunque sean diferentes a las nuestras”. Es probable que a más de uno esta definición se le antoje demasiado pobre, pero, ofrece lo esencial. Tolerancia significa, pues, respeto hacia lo diferente. ¿Es este el grado máximo al que puede aspirar una sociedad? Por desgracia, en muchos casos de violencia crónica o de exclusiones, sí. Sin embargo, la tolerancia no es un fin sino un presupuesto indispensable para llegar más lejos, para abrirnos a un diálogo en el que podamos acoger la verdad desde nuestras diferentes perspectivas y, a partir de esa verdad, seamos más libres, más humanos.

Os preguntaréis a qué viene este rodeo. Es una manera de traer a nuestro presente la experiencia que Pablo y Bernabé viven en Listra. Después de curar a un hombre lisiado, la población, incluyendo los sacerdotes, se vuelca en ellos y los trata como si fueran dioses. Pablo y Bernabé podrían haberse aprovechado de este tratamiento. Y, sin embargo, desde el respeto a las creencias de la gente y desde su experiencia de la verdad de Jesús, no renunciaron a un anuncio vigoroso, a pesar de los problemas que podría acarrearles: Os predicamos la buena noticia para que dejéis los dioses falsos y os convirtáis al Dios vivo. Sólo se atreve a proclamar este mensaje quien ha puesto nombre a sus propios “dioses falsos”, quien ha descubierto en sí mismo sus peajes idolátricos.

A veces, la tolerancia actual de nuestras sociedades, la defensa a ultranza del “todo vale”, no es fruto del respeto al otro (y, por lo tanto, del amor) sino sólo del miedo a entrar en nuestro fondo oscuro y del deseo de que, dejando a los demás en su situación, nos dejen a nosotros en la nuestra.

De las palabras de Jesús que nos transmite el evangelio de hoy me siento atraído por estas: El que me ama guardará mi palabra y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él. El amor a Jesús, la fidelidad a su palabra, nos van transformando hasta convertirnos en “casa de Dios”. La teología espiritual habla de la inhabitación trinitaria. ¿No os parece hermoso descubrir que estamos llamados a ser “casa de acogida” para aquellos que buscan a Dios? Nuestro cuerpo, nuestra persona entera, puede ser un “lugar de encuentro”.

Gonzalo (gonzalo@claret.org)


8. 2002

COMENTARIO 1

v. 22-23: El otro Judas, no el Iscariote, le preguntó: -Señor, y ¿a qué se debe que nos vayas a manifestar tu persona a nosotros y al mundo no? 23Jesús le contestó: -Uno que me ama cumplirá mi mensaje y mi Padre le demostrará su amor: vendremos a él y nos quedaremos a vivir con él.

El discípulo le pregunta decepcionado. Esperaba una vuelta gloriosa y triun­fante de Jesús, no sólo una manifestación a individuos. No comprende, porque no renuncia a su concepción mesiánica.

La venida de Jesús no se hará con alarde de poder ni para vengarse de la injusticia cometida contra él (v. 23). La transformación de la socie­dad humana no se hace por la fuerza. Por eso, en respuesta a Judas, re­pite lo antes dicho (v. 21). Su mensaje es el del amor al hombre y se des­pliega en sus mandamientos. Su manifestación no es como la que ellos esperan. La respuesta a la práctica del amor es la presencia suya y del Padre. El Padre y Jesús, que son uno, establecerán su morada en el dis­cípulo. En el antiguo éxodo, la presencia de Dios en medio del pueblo se localizaba en la tienda del Encuentro. En el nuevo, cada uno será morada de Dios.

v. 24: El que no me ama no cumple mis palabras; y el mensaje que estáis oyendo no es mío, sino del Padre que me envió.

El mensaje de Jesús es el del Padre. Muestra a los oprimidos el medio de salir de la opresión, invita a un éxodo fuera de un sistema in­justo (10,2-4), abre los ojos para que el hombre conozca su dignidad se­gún el designio de Dios (9,1ss) y hace caminar a los paralizados por las ideologías opresoras (5, 3ss); es el amor manifestado en el compartir, que da a los hombres su independencia y los libera de la explotación (6, 5ss). Practicarlo significa tener el Espíritu de Jesús.

vv. 25-26: Os dejo dichas estas cosas mientras estoy con vos­otros. 26Ese valedor, el Espíritu Santo, que enviará el Pa­dre por mi medio, él os lo irá enseñando todo, recordándoos todo lo que yo os he expuesto.

La frase mientras estoy con vosotros hace recordar la marcha de Jesús y anuncia su despedida. Ellos tendrán que ir comprendiendo y profundizando lo que les ha dicho, pero ayudados por el Espíritu. Es el Espíritu profético, que transmite a la comunidad mensajes del Señor. Jesús, hecho presente por su Espíritu, es el maestro de la comunidad.

El Espíritu es el amor y lealtad, la gloria (1,14.32; 1,17 y 7,39). En cuanto el amor se formula para proclamarlo, se le llama "mensaje"; en cuanto es fuerza de vida, "Espíritu"; en cuanto es norma de conducta, "mandamiento"; en cuanto se hace visible y hace presente a Dios, se le llama «gloria«. Jesús está presente con su Espíritu (fuerza y actividad del amor).


COMENTARIO 2

En la lectura evangélica, correspondiente a una pequeña sección de los discursos de despedida de Jesús, antes de su pasión, resalta la idea del amor mutuo: de los discípulos a Jesús, del Padre y del Hijo entre sí, del Padre y de Cristo a los discípulos. No se trata de un amor puramente sentimental, hecho de palabras y de gestos, como el amor del que a veces hacen ostentación los devotos y entusiastas de algunos santos o de algunas advocaciones de la Virgen. Cristo exige un amor comprometido que consiste en saber y guardar sus mandamientos, en guardar su palabra, conscientes de que es la misma palabra de Dios.

Al final del pasaje Jesús promete a sus discípulos el don del Espíritu, enviado por el Padre en su nombre a consolar y defender a los discípulos. Es el sentido de la palabra “Paráclito” con la que se le designa en algunas traducciones. El Espíritu será además, según lo promete Jesús a sus discípulos, como un maestro secreto de la comunidad cristiana, que le manifestará “todo” lo referente a la salvación, al alcance y las consecuencias de la obra de Jesucristo y que, además, le recordará todo lo que Jesús ha dicho.

Como Jesús sabe de nuestra debilidad y de nuestra ignorancia, por eso promete a sus discípulos este don divino del Espíritu, presentándose aquí, en tan pocos y breves versículos, la mención expresa de las que la teología cristiana denominará: tres divinas personas de la Santísima Trinidad, el único Dios verdadero.

1. Juan Mateos, Nuevo Testamento, Ediciones Cristiandad 2ª Ed., Madrid, 1987 (Adaptado por Jesús Peláez)

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


9. DOMINICOS 2003

En el contexto de la evangelización

En la lectura de los Hechos de los apóstoles que hacíamos hasta el pasado sábado, Pablo y Bernabé iban reuniendo en torno a su palabra y a sus personas a muchos antioquenos, llamando poderosamente la atención de los judíos allí residentes.

Éstos, desechando la Palabra del Señor, merecieron una reprimenda de san Pablo que dijo iba a predicar en adelante a los gentiles.

Así lo hizo, y se dirigió a Icono. Pero en Icono fueron mal tratados por judíos y gentiles, hasta el extremo de intentar apedrearlos.

Ellos, dándose cuenta del peligro, huyeron a Listra y Derbe. Allí vamos a encontrarlos hoy, haciendo prodigios y siendo honrados como semidioses.

 

Un día podemos sentir en la vida las caricias del placer y del halago.
¡Qué poco vale esto en la mayoría de los casos!

Otro día podemos sentir la alegría de ser solidarios con el que sufre.
¡Esto vale más y deja un poso grande de paz en el alma!

Un día tercero podemos sentir la mordedura de las pasiones, del odio, de la venganza.
¡Si somos sus víctimas perderemos la gracia, la paz, la serenidad, la amistad!

Un día cuarto nos podrá parecer que Dios no nos mira, aunque obremos bien.
¡No seamos codiciosos de mimos divinos sino servidores gratuitos del amor!

Un día quinto, si hemos tenido fortuna y el éxito nos acompaña, podremos pensar que nos hemos ganado el favor divino y que podremos manejarlo.

¡Qué ilusas esperanzas! ¡El divino favor está siempre revestido de amor, frescura, pureza, y dolor!

ORACIÓN:

Danos, Señor, paz interior, aún en medio de las turbaciones ineludibles, y enséñanos a perseverar en el bien, en la Palabra, en los Signos, en la Gracia, en la Esperanza, al modo de los apóstoles que, agasajados o apedreados, siempre hablaban de ti y para ti. Amén.

 

Palabra limpia de niño y Ángel

Hechos de los apóstoles  14, 1-17:

“También en Iconio entraron Pablo y Bernabé en la sinagoga de los judíos, y hablaron de tal modo que muchos, judíos y paganos, creyeron. Pero los judíos que no aceptaron la palabra soliviantaron a los paganos contra ellos.

A pesar de todo, Pablo y Bernabé permanecieron allí bastante tiempo... Al correr de los días, la gente de la ciudad se dividió: unos a favor de los judíos, y otros a favor de los apóstoles...

Como Pablo y Bernabé se dieron cuenta de lo que tramaban contra ellos, escaparon a Listra y Derbe, ciudades de Licaonia… y allí también anunciaron la Buena Noticia.

Precisamente en Listra había un paralítico que les escuchaba... Y un día, cuando estaba oyendo hablar a Pablo,... éste le dijo en voz alta: amigo, levántate, ponte derecho. Él dio un salto y echó a andar... El gentío, al verlo, exclamó: ‘dioses en figura de hombres han bajado a visitarnos...  y querían ofrecerles un sacrificio...”

La elocuencia de las palabras y de los signos hace innecesario  cualquier comentario. Donde hay fe, amor, palabra, confianza, todo acaba en triunfo de la Verdad y del Señor. Donde hay desconfianza, intereses, mentiras, todo acaba mal.

Evangelio según san Juan 14, 21-26:

“Un día dijo Jesús a sus discípulos: el que conoce mis mandamientos y los guarda, ése me ama; y al que me ama lo amará mi Padre y lo amaré yo, y me mostraré a él.

Entonces Judas, no el Iscariote, le dijo: Señor, ¿qué ha sucedido para que te muestres a nosotros y no al mundo?

Respondió Jesús: el que me ama guardará mi palabra y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él...

Os he hablado esto ahora que estoy a vuestro lado; pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que yo os he dicho”.

Profunda y cálida teología de san Juan presentando el mensaje del Maestro que iba brotando de sus labios continuamente. Dios quiere mostrarse a todos, pero exige corazón abierto, amistad sincera, confianza sin límites. Sólo en ese ámbito hablan el Padre y el Espíritu de Cristo.

 

Momento de reflexión

Doble lección se nos ofrece en la Palabra de hoy: la de un deber sagrado, el de realizar nuestra misión en todo tiempo, sea de bonanza o de adversidad; y la de asumir con gozo el gran misterio de Dios que habita en nuestra mente y corazón.

El gozo y de dolor:

Hemos de saber celebrar con fiesta íntima la entrega a Cristo de cuantos se abren a la Palabra de Dios; y hemos de saber sufrir cuando encontramos corazones de piedra y oídos sordos que se cierran a la Palabra e incluso nos amenazan.

Como testigos, hemos de ser fieles, perseverantes, audaces; pero no temerarios y confiados en nosotros mismos. Sólo Dios es Dios. Pero cuenta con nosotros.

La convocatoria a la vida espiritual:

Es convocatoria de todos los fieles a un triple cultivo: de la vida mística y de la vida en servicio, de la vida contemplativa y operativa, de la confianza plena en Dios y  de la entrega a sus hijos con fe, esperanza, amor.


10. ACI DIGITAL 2003

21. Es decir: el que obedece eficazmente al Padre muestra que tiene amor, pues si no lo amase no tendría fuerza para obedecerlo, como vemos, en el v. 23. No tiene amor porque obra, sino que obra porque tiene amor. Cf. Luc. 7, 47 y nota: "Por lo cual, te digo, se le han perdonado sus pecados, los muchos, puesto que ha amado mucho. A la inversa, aquel a quien se perdone poco, ama poco". Ama poco: Esta conclusión del Señor muestra que si la pecadora amó mucho es porque se le había perdonado mucho, y no a la inversa, como parecería deducirse de la primera parte del v. La iniciativa no parte del hombre, sino de Dios que obra misericordia (Salmo 58, 11; 78, 8; Denz. 187). S. Agustín confirma esto diciendo que al fariseo no se le podía perdonar mucho porque él, creyéndose justo, a la inversa de Magdalena, pensaba deber poco. Y entonces, claro está que nunca podría llegar a amar mucho según lo enseñado por Jesús.

23. El amor es el motor indispensable de la vida sobrenatural: todo aquel que ama, vive según el Evangelio; el que no ama no puede cumplir los preceptos de Cristo, ni siquiera conoce a Dios, puesto que Dios es amor (I Juan 4, 8). "Del amor a Dios brota de por sí la obediencia a su divina voluntad (Mat. 7, 21; 12, 50; Marc. 3, 35; Luc. 8, 21), la confianza en su providencia (Mat. 6, 25 - 34; 10, 29 - 33; Luc. 12, 4 - 12 y 22 - 34; 18, 1 - 8), la oración devota (Mat. 6, 7 - 8; 7, 7 - 12; Marc. 11, 24; Luc. 11, 1 - 13; Juan 16, 23 - 24), y el respeto a la casa de Dios (Mat. 21, 12 - 17; Juan 2, 16)" (Lesetre).

24. Dios nos revela a este respecto su intimidad diciendo: "Como una mujer que desprecia al que la ama, así me ha despreciado Israel" (Jer. 3, 20). Esto nos hace comprender que querer suplir con obras materiales la falta de amor, sería como si una mujer que rechaza el amor de un príncipe pretendiera consolarlo ofreciéndole dinero. O como si un hijo que se apartó del hogar creyese que satisface a su padre con mandarle regalos. Véase la clara doctrina de S. Pablo. en I Cor. 13, 1 ss.

26. Jesús hace aquí quizá la más estupenda de sus revelaciones y de sus promesas. El mismo Espíritu divino, que El nos conquistó con sus méritos infinitos, se hará el inspirador de nuestra alma y el motor de nuestros actos, habitando en nosotros (v. 16 s.). Tal es el sentido de las palabras "os lo enseñará todo", es decir, no todas las cosas que pueden saberse, sino todo lo vuestro, como maestro permanente de vuestra vida en todo instante. San Pablo confirma esto en Rom. 8, 14 llamando hijos de Dios a "los que son movidos por el Espíritu de Dios". Si bien miramos, todo el fruto de la Pasión de Cristo consiste en habernos conseguido esa maravilla de que el Espíritu de Dios, que es todo luz y amor y gozo, entre en nosotros, confortándonos, consolándonos, inspirándonos en todo momento y llevándonos al amor de Jesús (6, 44 y nota) para que Jesús nos lleve al Padre (vv. 6 ss.) y así el Padre sea glorificado en el Hijo (v. 13). Tal es el plan del Padre en favor nuestro (6, 40 y nota), de tal modo que la glorificación de ambos sea también la nuestra, como se ve expresamente en 17, 2. Para entrar en nosotros ese nuevo rector que es el Espíritu Santo, sólo espera que el anterior le ceda el puesto. Eso quiere decir simplemente el "renunciarse a sí mismo". Os recordará, etc.: es decir, traerá a la memoria en cada momento oportuno (Mat. 10, 19; Marc. 13, 11) las enseñanzas de Jesús a los que se hayan preocupado de aprenderlas. Véase 16, 13; Luc. 11, 13 y notas.


11.

Fuente: Fundación GRATIS DATE
Autor: P. Manuel Garrido Bonaño, O.S.B.

Entrada: «Ha resucitado el Buen Pastor, que dio la vida por sus ovejas y que se dignó morir por su grey. Aleluya».

Colecta (del Misal anterior, retocada con textos del Veronense, Gelasiano y Gregoriano): «¡Oh Dios!, que unes los corazones de tus fieles en un mismo deseo; inspira a tu pueblo el amor a tus preceptos y la esperanza en tus promesas, para que, en medio de las vicisitudes del mundo, nuestros corazones estén firmes en la verdadera alegría».

Ofertorio: «Que nuestra oración, Señor, y nuestras ofrendas sean gratas en tu presencia, para que así, purificados por tu gracia, podamos participar más dignamente en los sacramentos de tu amor».

Comunión: «La paz os dejo, mi paz os doy. No os la doy como la da el mundo –dice el Señor–. Aleluya» (Jn 14,27).

Postcomunión: «Dios todopoderoso y eterno, que en la resurrección de Jesucristo nos has hecho renacer a la vida eterna; haz que los sacramentos pascuales den en nosotros fruto abundante y que el alimento de salvación que acabamos de recibir fortalezca nuestras vidas».

Hechos 14,5-17: Os predicamos la Buena Noticia, para que dejéis los dioses falsos y os convirtáis al Dios vivo. Tras unas nuevas sediciones provocadas por los judíos de Iconio, los dos misioneros, Pablo y Bernabé, llegan a Listra, en donde Pablo cura a un enfermo. La multitud los toma por dioses y se aprestan a ofrecerles un sacrificio, de suerte que tienen que protestar con vehemencia y proclamar que no hay más que un solo Dios. La salvación de Cristo se nos anuncia y se nos hace realidad en la Eucaristía. Tenemos que actualizarla en medio del mundo con el testimonio de nuestra palabra y de nuestra vida. San Beda explica que:

«Así como el hombre cojo, curado por Pedro y Juan en la puerta del Templo prefigura la salvación de los judíos, también este tullido licaonio representa a los gentiles, alejados de la religión de la ley y del Templo, pero recogidos ahora por la predicación del Apóstol Pablo» (Comentario a los Hechos).

Los dos misioneros manifiestan su verdadera obra. No buscan honores para sí, sino sólo para Dios y para Jesucristo, el Señor, cuya doctrina, obra y vida ellos predican para la salvación de todos los hombres: predican con su palabra y predican también con su conducta.

–Los cristianos hemos heredado de Israel el oficio de testimoniar y dar gloria a Dios. Y el primer testimonio es que Cristo ha resucitado y ha sido glorificado. Por eso proclamamos con el Salmo 113: «No a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu nombre da la gloria. Por tu bondad, por tu lealtad. ¿Por qué han de decir las naciones: “Dónde está tu Dios”? Nuestro Dios está en el cielo, lo que quiere lo hace. Sus ídolos, en cambio, son plata y oro, hechura de manos humanas. Benditos seáis del Señor que hizo el cielo y la tierra. El cielo pertenece al Señor, la tierra se la ha dado a los hombres».

Juan 14,21-26: El Paráclito, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo. Jesús hace notar los lazos vitales que le unirán con sus discípulos después de su glorificación, por la inhabitación de la Santísima Trinidad en el alma del justo.  Con el Espíritu Santo nos sentimos confortados en nuestro interior de un modo inefable. San Gregorio Magno habla de la necesaria acción del Espíritu Santo en el entendimiento de los cristianos:

«El Espíritu se llama también Paráclito –defensor–, porque a quienes se duelen de sus pecados cometidos, al tiempo que les dispone para la esperanza del perdón, libera sus mentes de la aflicción y de la tristeza. Por eso, con razón se hace esta promesa: “Él os enseñará todas las cosas” (Jn 14,26). En efecto, si el Espíritu no actúa en el corazón de los oyentes, resultan inútiles las palabras del que enseña. Que nadie, pues, atribuya al hombre que instruye a los demás aquello que desde la boca del maestro llega a la mente del que escucha, pues si el Espíritu no actúa internamente, en vano trabaja con su lengua aquél que está enseñando. Todos vosotros, en efecto, oís las palabras del que os habla, pero no todos percibís de igual modo lo que significan» (Homilía 30,3 sobre los Evangelios).


12.

Comentario: Rev. D. Norbert Estarriol i Seseras (Lleida, España)

«El Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo os he dicho»

Hoy, Jesús nos muestra su inmenso deseo de que participemos de su plenitud. Incorporados a Él, estamos en la fuente de vida divina que es la Santísima Trinidad. «Dios está contigo. En tu alma en gracia habita la Trinidad Beatísima. —Por eso, tú, a pesar de tus miserias, puedes y debes estar en continua conversación con el Señor» (San Josemaría).

Jesús asegura que estará presente en nosotros por la inhabitación divina en el alma en gracia. Así, los cristianos ya no somos huérfanos. Ya que nos ama tanto, a pesar de que no nos necesita, no quiere prescindir de nosotros.

«El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ame, será amado de mi Padre; y yo le amaré y me manifestaré a él» (Jn 14,21). Este pensamiento nos ayuda a tener presencia de Dios. Entonces, no tienen lugar otros deseos o pensamientos que, por lo menos, a veces, nos hacen perder el tiempo y nos impiden cumplir la voluntad divina. He aquí una recomendación de san Gregorio Magno: «Que no nos seduzca el halago de la prosperidad, porque es un caminante necio aquel que ve, durante su camino, prados deliciosos y se olvida de allá donde quería ir».

La presencia de Dios en el corazón nos ayudará a descubrir y realizar en este mundo los planes que la Providencia nos haya asignado. El Espíritu del Señor suscitará en nuestro corazón iniciativas para situarlas en la cúspide de todas las actividades humanas y hacer presente, así, a Cristo en lo alto de la tierra. Si tenemos esta intimidad con Jesús llegaremos a ser buenos hijos de Dios y nos sentiremos amigos suyos en todo lugar y momento: en la calle, en medio del trabajo cotidiano, en la vida familiar.

Toda la luz y el fuego de la vida divina se volcarán sobre cada uno de los fieles que estén dispuestos a recibir el don de la inhabitación. La Madre de Dios intercederá —como madre nuestra que es— para que penetremos en este trato con la Santísima Trinidad.


13. DOMINICOS 2004

El que me ama, guardará mi palabra

En la lectura de los Hechos de los apóstoles que hacíamos hasta el pasado sábado, Pablo y Bernabé iban reuniendo en torno a su palabra y a sus personas a muchos antioquenos, llamando poderosamente la atención de los judíos allí residentes. Supimos también que muchos judíos desecharon la Palabra del Señor, y, vista su negativa, Pablo y Bernabé optaron por dedicarse preferentemente a los gentiles, pues también para ellos vino Cristo al mundo.

En esa disposición, ambos se dirigieron a Iconio; y allí fueron sometidos a prueba. Todos, judíos y gentiles, los recibieron mal hasta el extremo de querer apedrearlos. Ellos, dándose cuenta del peligro, huyeron a Listra y Derbe, donde los encontramos hoy, mejor acogidos, haciendo prodigios y siendo honrados como semidioses. ¡Qué frágil y cambiante es la persona humana!

En el santoral, recordemos hoy a san Antonino de Florencia (1389-1459), dominico, hombre enaltecido por su prudencia y dotes de gobierno; y también a san Juan de Ávila (1490-1569), presbítero, patrono del clero en España


La luz de Dios y su mensaje en la Biblia
Hechos de los apóstoles 14, 1-17:
“Estando en Iconio entraron Pablo y Bernabé en la sinagoga de los judíos, y hablaron de tal modo que muchos, judíos y paganos, creyeron. Pero los judíos que no aceptaron la palabra soliviantaron a los paganos contra ellos.

A pesar de todo, Pablo y Bernabé permanecieron allí bastante tiempo... Pero al correr de los días, la gente de la ciudad se dividió: unos a favor de los judíos, y otros a favor de los apóstoles... Como Pablo y Bernabé se dieron cuenta de lo que tramaban contra ellos, escaparon a Listra y Derbe, ciudades de Licaonia.., y allí también anunciaron la Buena Noticia.

Precisamente en Listra había un paralítico que les escuchaba... Y un día, cuando estaba oyendo hablar a Pablo,... éste le dijo en voz alta: amigo, levántate, ponte derecho. Él dio un salto y echó a andar... El gentío, al verlo, exclamó: ‘dioses en figura de hombres han bajado a visitarnos...’ , y querían ofrecerles un sacrificio...”

Evangelio según san Juan 14, 21-26:
“Un día dijo Jesús a sus discípulos: el que conoce mis mandamientos y los guarda, ése me ama; y al que me ama lo amará mi Padre y lo amaré yo, y me mostraré a él.

Entonces Judas, no el Iscariote, le dijo: Señor, ¿qué ha sucedido para que te muestres a nosotros y no al mundo?

Respondió Jesús: el que me ama guardará mi palabra y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él...

Os he hablado esto ahora que estoy a vuestro lado; pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que yo os he dicho”.


Reflexión para este día
Apreciemos hoy la profunda y cálida teología la de san Juan presentando el mensaje que iba brotando de los labios del Maestro continuamente. Dios nos ama, quiere mostrarse a todos, quiere morar dentro de nosotros. Sólo espera que le abramos las puertas del corazón.

Donde hay un corazón abierto, una amistad sincera, una confianza sin límites, allí está Dios Padre, Hijo y Espíritu. Y cuando el Espíritu de Dios está dentro del hombre todo lo que éste hace rezuma espiritualidad, divina y humana, porque todo está impregnado de bondad.

Mora, Señor en nosotros; danos paz interior, aún en medio de las turbaciones ineludibles; enséñanos a perseverar en el bien, en la Palabra, en los Signos, en la Gracia, en la Esperanza, al modo de los apóstoles y santos. Amén.


14. CLARETIANOS 2004

El Espíritu de Señor está sobre mí, porque él me ha ungido,
me ha enviado a dar la Buena Noticia a los pobres,
para vendar los corazones desgarrados. Aleluya
(Antífona de entrada)

Queridos amigos y amigas:

Pablo, Bernabé y el santo que hoy recordamos, San Juan de Ávila (www.corazones.org; www.multimedios.org), testimoniaron de un modo particularmente vivo la experiencia de este pasaje evangélico –Lc 4, 18- que la litrurgia del día nos regala como antífona de entrada. Veamos por qué. Ellos ciertamente sintieron en sus vidas la presencia del Espíritu Santo llenándoles de fuerzas para abrazar con gozo las persecuciones, los peligros, los desvelos… sufridos por Cristo y, sobre todo, se vieron impulsados por este mismo Espíritu, con celo irrefrenable, a dar la Buena Noticia a los pobres y, muy en concreto, a vendar los corazones desgarrados. ¡Cuántos corazones desgarrados –además del propio- a nuestro lado! ¿Los vemos? ¿Nos afectan?

El relato de los Hechos que hoy escuchamos nos presenta a Pablo y a Bernabé en esta actitud. El destinatario de su compasión: un hombre lisiado, cojo de nacimiento, un hombre desgarrado por unas limitaciones de las que jamás había sido capaz de liberarse. Y aquí está para mí lo maravilloso: nuestros apóstoles son capaces de VER el corazón de aquel hombre y encontrar en él una fe capaz de curarlo. ¿Tenemos nosotros esa mirada? ¿Tenemos nosotros esa fe? ¿Somos capaces de atisbar las semillas del Reino en el corazón de las personas que nos rodean por “deformes” que puedan aparecer ante nuestros ojos? ¿Tenemos nosotros la fe y el valor suficiente para gritar, mirando, a nuestros hermanos: levántate, ponte derecho?
Pues, a esto sencillamente estamos llamados, ésta es nuestra misión, para esto se nos ha enviado el Defensor.

Sin este Espíritu no podemos hacer nada. Sólo Él puede enseñarnos y recordarnos, una y mil veces, todo lo que Jesús nos ha dicho. ¿Recordamos las Palabras de Jesús? ¿Las tenemos en el corazón como oro en paño? Ésta es la medida del amor a Jesucristo que hoy nos presenta el Evangelio: “El que me ama guardará mi palabra…” Y no sólo seremos capaces de guardar –sin perderla- aquella Palabra que continuamente nos invita a que “…dejemos los dioses falsos y nos convirtamos al Dios vivo…” sino que además nos encontraremos con el don inmenso del Amor del Padre. Y no sólo eso sino que además, dice el Señor que “… vendremos a él y haremos morada en él.”

Si fuéramos capaces de atisbar la profundidad de lo que esto significa nos volveríamos locos de alegría. Pues bien, hermanas y hermanos, ¡¡esto es cierto!! No es una quimera. Es la Palabra de Jesús que jamás vuelve a Él sin haber cumplido su propósito. Somos, inexplicablemente, morada de Dios para que nosotros seamos a su vez una “vida-casa” en la que quepan todos los hermanos, especialmente los más desgarrados y atribulados.

Vuestra hermana en la fe,

Carolina Sánchez, Filiación Cordimariana
(carolinasasami@yahoo.es)


15. Comentarios “Misal-Meditación”

La prueba del amor

San Juan 14, 21-26
El que acepta mis mandamientos y los pone en práctica, ése me ama de verdad; y el que me ama será amado por mi Padre. También yo lo amaré y me manifestaré a él... El que me ama, se mantendrá fiel a mis palabras. Mi Padre lo amará, y mi Padre y yo viviremos en él. Por el contrario, el que no pone en práctica mis palabras, es que no me ama.

Lectura
En el Evangelio, Jesús nos enseña a descubrir si realmente le amamos. Quien verdaderamente ama a Jesús guarda sus mandamientos, los hace vida, los encarna. La recompensa es desproporcionada: «...lo amará mi Padre y lo amaré yo, y me mostraré a él»; es el fruto de un amor que sólo sabe darse en abundancia.

Meditación
Muchas veces nos complicamos la vida. Nos perdemos entre criterios, normas, modos de obrar, deberes, etc. Queremos amar y nos quedamos atrapados en el cómo perdiendo de vista el quién. Jesucristo, con su profunda sencillez, nos dice que amarle es guardar su palabra. El Evangelio trasciende los siglos y su verdad es válida para todos los hombres de todos los tiempos.

La palabra de Jesús es clara. Amarle es imitarle en su modo de tratar a los hombres y mujeres con los que se encontraba; es pasar por la vida haciendo el bien como Él lo hizo; es no calcular en la entrega; es querer sólo lo que quiere el Padre; es compadecernos ante los que padecen necesidades, ya sean materiales o morales; es orar con una actitud de humildad.

Si le imitamos, guardamos su palabra, le tenemos a Él cómo criterio y centro de nuestra vida, no corremos el riesgo de caer en legalismos. Escuchemos desde el corazón a Jesucristo que nos dice que le amemos y agradezcamos el que haya querido mostrarse a nosotros llenando de luz nuestra vida.

Oración
Señor, muéstrame siempre tu palabra. Dame luz para ver con claridad tu querer, y fuerza para hacerlo vida. Que mi deseo de amarte no se quede en buenas intenciones; ayúdame a concretarlo en las obras . Ven a mi corazón y habita en él.

Actuar
Hoy buscaré imitar a Jesucristo en la vivencia de una virtud suya que yo necesite.

Meditaciones publicadas por cortesía del “Misal-Meditación”


16.San Gregorio Magno (hacia 540-604) papa, doctor de la Iglesia

Homilía 30, 1-10

“El Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, hará que recordéis lo que yo os he enseñado.” (cf Jn 14,26)

El Espíritu os enseñará todo. Porque si el Espíritu no toca el corazón de los que escuchan, la palabra de los que enseñan sería vana. Que nadie atribuya a un maestro humano la inteligencia que proviene de sus enseñanzas. Si no fuera por el Maestro interior, el maestro exterior se cansaría en vano hablando.

Vosotros todos que estáis aquí, oís mi voz de la misma manera; y no obstante, no todos comprendéis de la misma manera lo que oís. La palabra del predicador es inútil si no es capaz de encender el fuego del amor en los corazones. Aquellos que dijeron: “¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?” (Lc 24,32) habían recibido este fuego de boca de la misma verdad. Cuando uno escucha una homilía, el corazón se enardece y el espíritu se enciende en el deseo de los bienes del reino de Dios. El auténtico amor que le colma, le provoca lágrimas y al mismo tiempo le llena de gozo. El que escucha así se siente feliz de oír estas enseñanzas que le vienen de arriba y se convierten dentro de nosotros en una antorcha luminosa, nos inspiran palabras enardecidas. El Espíritu Santo es el gran artífice de estas transformaciones en nosotros


17.Voy a mandar al Espíritu Santo

Fuente: Catholic.net

Autor: H. Cristian González

"El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ame, será amado de mi Padre; y yo le amaré y me manifestaré a él.

Y entonces Judas le dice que por qué no se manifiesta también al mundo y no sólo a ellos. ¡Qué respuesta de Cristo! No me manifestaré sólo a ustedes sino a todo aquel que me ame, es decir que guarde mis mandamientos por amor, y no sólo me manifestaré sino que además vendré a él y haré morada en él...

¿Qué gracia más grande podemos pedir? ¡Tenerle a él dentro de nosotros! Es una experiencia única. No nos la podemos perder. Es la mejor oferta que alguien te puedo hacer. Pues, ¿quién puede ofrecernos algo mejor que Dios mismo habite en nuestra alma? Es tanto como adelantarnos y vivir el cielo por anticipado, y eso sí que es excepcional, una vida terrena llena de cielo y por si fuera poco, una eternidad vivida junto a Él. Lo único que tienes que hacer para vivir así, con sabor a cielo, es guardar sus mandamientos, vivir amando a Dios sobre todas las cosas.

La verdad es que no es fácil, amar a Dios sobre todas las cosas, no es fácil, pero llena el alma de felicidad. Es un camino difícil pero no complicado, Cristo lo ha caminado primero y está dispuesto a caminarlo contigo otra vez. Cuando te cueste, cuando te parezca imposible, mira a Cristo crucificado, y está seguro de que su amor es suficiente para darte fuerzas. Entre los que somos cristianos, el desaliento, la desesperanza, no caben, porque sabemos que si es verdad la primera parte, cruz, sufrimiento, dolor... no es menos verdad la segunda, felicidad, resurrección, esperanza, amor...

Con inmensa emoción deberíamos recibir las palabras de Cristo en este evangelio. ¡Lo tenemos en el corazón! Sí, lo tenemos, cuando estamos en vida de gracia, cuando lo amamos cumpliendo sus mandamientos.

En la vida hay cosas que son esenciales, como por ejemplo: amar, es más, es lo esencial, pues al final de la vida nos van a juzgar de lo que hayamos hecho por Dios y por nuestros hermanos los hombres, dicho en otras palabras, nos van a juzgar de cuánto hayamos amado... Sí, hay que amar, es maravilloso, para eso fuimos creados, para amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos. Y ahí tenemos el camino: Guardar sus mandamientos.


18. Voy a mandar al Espíritu Santo

Fuente: Catholic.net
Autor: H. Cristian González

Reflexión

"El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ame, será amado de mi Padre; y yo le amaré y me manifestaré a él.

Y entonces Judas le dice que por qué no se manifiesta también al mundo y no sólo a ellos. ¡Qué respuesta de Cristo! No me manifestaré sólo a ustedes sino a todo aquel que me ame, es decir que guarde mis mandamientos por amor, y no sólo me manifestaré sino que además vendré a él y haré morada en él...

¿Qué gracia más grande podemos pedir? ¡Tenerle a él dentro de nosotros! Es una experiencia única. No nos la podemos perder. Es la mejor oferta que alguien te puedo hacer. Pues, ¿quién puede ofrecernos algo mejor que Dios mismo habite en nuestra alma? Es tanto como adelantarnos y vivir el cielo por anticipado, y eso sí que es excepcional, una vida terrena llena de cielo y por si fuera poco, una eternidad vivida junto a Él. Lo único que tienes que hacer para vivir así, con sabor a cielo, es guardar sus mandamientos, vivir amando a Dios sobre todas las cosas.

La verdad es que no es fácil, amar a Dios sobre todas las cosas, no es fácil, pero llena el alma de felicidad. Es un camino difícil pero no complicado, Cristo lo ha caminado primero y está dispuesto a caminarlo contigo otra vez. Cuando te cueste, cuando te parezca imposible, mira a Cristo crucificado, y está seguro de que su amor es suficiente para darte fuerzas. Entre los que somos cristianos, el desaliento, la desesperanza, no caben, porque sabemos que si es verdad la primera parte, cruz, sufrimiento, dolor... no es menos verdad la segunda, felicidad, resurrección, esperanza, amor...

Con inmensa emoción deberíamos recibir las palabras de Cristo en este evangelio. ¡Lo tenemos en el corazón! Sí, lo tenemos, cuando estamos en vida de gracia, cuando lo amamos cumpliendo sus mandamientos.

En la vida hay cosas que son esenciales, como por ejemplo: amar, es más, es lo esencial, pues al final de la vida nos van a juzgar de lo que hayamos hecho por Dios y por nuestros hermanos los hombres, dicho en otras palabras, nos van a juzgar de cuánto hayamos amado... Sí, hay que amar, es maravilloso, para eso fuimos creados, para amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos. Y ahí tenemos el camino: Guardar sus mandamientos.


19. 2004

LECTURAS: HECH 14, 5-18; SAL 113 B; JN 14, 21-26

Hech. 14, 5-18. La Palabra de Dios es anunciada a los paganos. La curación de un paralítico desde su nacimiento exalta los ánimos de aquellos paganos, que interpretan el acontecimiento como el signo de la presencia de los ídolos Zeus y Hermes entre ellos, y tratan de ofrecerles un sacrificio para tenerlos propicios y contentos. Pero Pablo, a partir de la cultura de esa gente, les anuncia a Cristo como el que viene a darle plenitud al camino del hombre, pues no hay más dioses, no hay otro nombre en el que podamos salvarnos. Tal vez a algunos lectores de este pasaje de la Escritura, acostumbrados a recibir alabanzas y honores por sus servicios pastorales, o por su forma de anunciar el Evangelio no les guste el ejemplo de Pablo de referirlo todo a Dios. Efectivamente la obra de salvación no es nuestra sino de Dios. Por tanto, sólo a Él sea dado todo honor y toda gloria ahora y por siempre. Nosotros sólo somos siervos inútiles; no hemos hecho sino sólo lo que teníamos que hacer.

Sal. 113 B. Los ídolos de los gentiles, insensibles e inanimados son pura nulidad. Sean lo mismo los que confían en ellos. En cambio nosotros tenemos como nuestro Dios y Señor a Aquel que ha hecho el cielo y la tierra y todo lo que en ellos se contiene. Dios, nuestro Dios, se ha manifestado con todo su poder y con toda su grandeza, pues nos escogió para hacernos su Pueblo Santo. Él nos llena de bendiciones, especialmente por medio de su propio Hijo que, encarnado, ha cargado sobre sí nuestros pecados para redimirnos. ¿Habrá una prueba mayor de la existencia y del amor del Señor Dios nuestro? Dios nos ha entregado la tierra para que, pasando por ella y viviendo en un auténtico amor fraterno, nos encaminemos, unidos a su Hijo, a la posesión del cielo, de la Gloria que a Él le pertenece, pero que será nuestra, pues el Hijo unigénito del Padre, a quienes creemos en Él, nos hace partícipes de la herencia que como a Hijo le pertenece en la Gloria de su Padre celestial.

Jn. 14, 21-26. Sólo el que ama a Jesús es capaz de hacer suyas sus enseñanzas. En el que ama la Palabra de Dios cae como en un terreno fértil, y producirá fruto abundante. La obediencia a la Palabra va haciendo que la misma se encarne en nosotros y que, a partir de esa encarnación, el Padre Dios nos reconozca como a sus hijos amados, en quienes Él se complace. El hacer vida la Palabra de Dios en nosotros equivale a darle cabida en todo nuestro ser al mismo Dios, de tal forma que esa obediencia y ese dejarnos moldear por Dios como si fuésemos un barro tierno en sus manos amorosas, hace que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo habiten en nosotros. Jesús nos ha revelado quién es Dios: Nuestro Padre lleno de amor, de misericordia y de ternura por nosotros. Al paso del tiempo el Espíritu Santo iluminará, hará comprensible en su plenitud esa Palabra para nosotros, y la hará penetrar en nuestra existencia para que cobre vida en cada uno de nosotros. Tratemos, por tanto, de no cerrarnos al Don de Dios.

Hay muchas esclavitudes a las que pudimos estar sometidos en la vida. Tal vez incluso llegamos a desplazar a Dios del centro de nuestra vida, por darle la máxima importancia a cualquier otra persona, cosa o actividad. El Dios misericordioso para con nosotros, que es el Dios vivo y verdadero, y Padre nuestro, nos ha convocado en esta celebración Eucarística para perdonarnos y para que volvamos a entrar en una alianza de amor exclusivo a Él, amor fiel y amor fecundo. El Dios de la vida no puede llegar a nosotros sólo para llenarnos de sus Dones. Él quiere que cada uno de nosotros manifieste con sus obras que en verdad, al habitar Dios en el interior del creyente, lo hagamos patente a Él ante los demás con una vida cada vez más íntegra y más comprometida en hacer el bien a todos. Dios quiere continuar pasando haciendo el bien a todos por medio nuestro. En esta colaboración con Dios de parte nuestra jamás busquemos nuestra gloria, sino la gloria de Aquel que nos escogió y envió para que trabajemos por su Reino hasta que lleguemos a participar de él eternamente.

Por eso, quienes realmente creemos en Cristo y hemos hecho nuestros su Vida y su Espíritu no podemos continuar sujetos a las cosas pasajeras, entregándoles nuestro corazón. Si en verdad tenemos a Dios por Padre debemos dar señales de que su Espíritu nos va guiando por el camino del bien. Quien, a pesar de decir que cree en Dios y que lo tiene por Padre, continúa destruyendo a su prójimo, o siendo injusto con Él, o agravando sus sufrimientos, no con sus palabras, sino con sus hechos está indicando que no es Dios, sino su egoísmo el que guía sus pasos lejos del mismo Dios. Por eso, quienes somos una criatura nueva en Cristo tratemos de no sólo decir, sino demostrar con las obras y con la vida misma, que realmente amamos a Dios con todo nuestro ser, y que amamos a nuestro prójimo como Cristo nos ha amado a nosotros.

Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos conceda la gracia de saber, como ella, escuchar su Palabra y ponerla en práctica.

En este día en que recordamos a todas las madres del mundo, elevemos una súplica especial a nuestro Dios y Padre por ellas. Gracias sean dadas a nuestro Dios y Padre por hacerse cercanía a nosotros desde el amor materno de aquellas que nos engendraron para la vida en este mundo y han velado por nosotros. Ellas son un signo muy cercano del amor creador y providente de Dios para con nosotros. Que Él las bendiga abundantemente para que, con un amor fiel, continúen cumpliendo con la misión que el mismo Dios les ha confiado. Amén.

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20. ARCHIMADRID 2004

NO A NOSOTROS, SEÑOR, NO A NOSOTROS

Hace ya unos años, cuando se beatificó a San Josemaría Escrivá, tuve la oportunidad de asistir a una tertulia con un sacerdote que había elaborado parte de la “positio” que se presentó a la Santa Sede. Durante años se había dedicado a estudiar un breve período de la juventud del Santo, una época menos conocida de sus tiempos de juventud. Había leído mucho sobre la época histórica, el ambiente social y religioso, los testimonios de los testigos, los escritos que se conservaban; era en definitiva, en ese momento, el que más sabía de ese breve periodo de tiempo sobre el futuro beato. Elaboró el capítulo que le correspondía para presentarlo a la congregación para la causa de los santos. El entonces Prelado de la Obra leyó el capítulo y se lo devolvió pidiéndole que lo rehiciese, no estaba bien enfocado. El sacerdote contaba su enfado: ¿Quién podría enmendarle la plana a él, que conocía como nadie cada suceso de esos años?. ¿Cómo podía el Prelado decirle que estaba mal cuando en esa época no conocía aún a San Josemaría?. Él era el experto y nadie estaba autorizado para tirar por tierra su trabajo, tantas horas de estudio e investigación. Enfadadísimo, pero con la humildad que acompaña a los hombres de oración, volvió a leer su trabajo aunque fuese para dar más motivos que apoyasen su validez. Lo releyó y descubrió que, efectivamente, lo había enfocado mal y rehizo su trabajo quedando todos satisfechos. Su conclusión: Hasta que lo palpé no me di cuenta de lo peligrosa y dañina que es la soberbia intelectual que puso en peligro mi vocación.
“Dioses en figura de hombres han venido a visitarnos.” Sin duda tú y yo no esperamos que nos tomen por dioses, nos hagan sacrificios y nos eleven estatuas, pero sí puede existir la tentación sutil de que reconozcan nuestro trabajo, que nos valoren por nuestro esfuerzo, que nos agradezcan nuestra entrega, en el fondo una falta de rectitud de intención, pequeña pero que crece y crece sin que nos demos cuenta. Conozco a más sacerdotes secularizados y matrimonios rotos por esa soberbia intelectual que porque se les hayan encabritado las pasiones. “La palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió.” Hasta Cristo hace lo que tiene que hacer (“aprendió sufriendo a obedecer”), aunque su “premio” fuese la cruz.
“No a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu nombre da la gloria.” A lo mejor, si eres sacerdote, tu párroco no te valora lo suficiente, tu vicario no se fija en ti, el Obispo te da destinos que nadie quiere, las madres de los niños de catequesis (en esta época de primeras comuniones) sólo piensan en el trajecillo de su niña, ese enfermo que visitas es un desagradecido. A lo mejor, si eres padre o madre, tu hijo parece que no te conoce ni te agradece ninguno de los desvelos que has tenido a lo largo de tu vida y la de cosas a las que has renunciado para que pueda vivir cómodamente, a lo mejor... . Ten paz, toda la gloria a Dios, da gracias a Dios que te conoce y al que tú conoces (“Señor, ¿qué ha sucedido para que te muestres a nosotros y no al mundo?), y sigue trabajando, orando, entregándote.
Hoy, día de San Juan de Ávila (que tanto tiempo fue beato), pedimos por todo el clero español y, si queremos premios, recordemos sus palabras que hoy leeremos en el oficio de lecturas. “Mirémonos, padres, de pies a cabeza, ánima y cuerpo, y vernos hemos hecho semejables a la sacratísima Virgen María, que con sus palabras trajo a Dios a su vientre.” María, con que tú mires mis trabajos y desvelos y se los muestres a tu Hijo eso me basta, no quiero más gloria humana.


21. Fray Nelson Lunes 25 de Abril de 2005

Temas de las lecturas: Les saluda mi hijo Marcos * Proclamen el Evangelio a toda la creación.

1. ¡Que Hablen los Hechos!
1.1 Marcos es el evangelista que pareciera tener como consigna esta frase: ¡Que hablen los hechos! Su texto, en efecto, tiene un gran porcentaje de relatos sobre las obras de Cristo, incluso en una mayor proporción que la que otorga a los discursos del Señor.

1.2 Por eso la lectura del Evangelio según san Marcos es dinámica y fluye con naturalidad y con fuerza. Su mensaje presenta los datos fundamentales: una humanidad necesitada de salvación y un enviado, Jesucristo, como lugar para recibir esa salvación.

1.3 La noción de salvación que surge de una lectura del texto de Marcos es sencilla. Cristo ha venido a vencer a todo aquello que nos frena, nos duele, nos retrasa, nos encarcela. No enfatiza él en la diferencia entre lo físico y lo espiritual, o entre lo emocional y lo racional, o entre lo más trascendente y los más próximo o perecedero. Para Cristo, según esta mirada, todo tiene importancia y todo se convierte en ocasión de recibir la salvación.

2. ¿Y quién era este Marcos?
2.1 Juan Marcos, pues ambos nombres tenía, fue compañero de la labor evangelizadora de Pablo y luego de Pedro. La primera lectura de hoy nos recuerda el estrecho vínculo de discipulado y cálida amistad que se forjó entre Marcos y Pedro, con lo cual queda insinuado que es el testimonio y son los recuerdos mismos de Pedro los que seguramente emergen en el evangelio que nosotros llamamos "de Marcos."

2.2 Marcos tuvo algunas tensiones y desavenencias con Pablo, según consta en Hch 13,13 y Hch 15,36-40. Estos hechos no debemos esconderlos ni tienen por qué escandalizarnos. Las diferencias fueron sobre todo en asuntos prácticos: adónde dirigirse, qué recorrido tomar, a quiénes ir primero en la evangelización.

2.3 Lo que sí podemos aprender de esas tensiones es que estos hombres santos eran todos gente de carne y hueso; gente además con una gran capacidad de liderazgo y de resolución. Creer en Dios no los hizo tontos sino que elevó sus dones naturales a unas alturas inmensas, de donde recibieron la luz que luego nos han comunicado.