JUEVES DE LA SEGUNDA SEMANA DE PASCUA

 

LECTURAS 

1ª: Hch 5, 27-33 = PASCUA 03C

2ª: Jn 3, 31-36 


1.

-Los guardias se llevaron a los Apóstoles y los presentaron ante el Gran Consejo. Imagino la escena.

Once hombres. El grupo de los apóstoles, conducidos por la policía al tribunal. En Jerusalén, están de actualidad estos días: arrestos sucesivos... cárcel... interrogatorios.

Se piensa en ese Gran Consejo, el Sanedrín, ante el cual compareció, hace poco otro «personaje» llamado Jesús, y que ese mismo Gran Consejo tuvo a bien hacerlo desaparecer.

-Os prohibimos severamente enseñar en ese nombre... Queréis, pues, hacer recaer sobre nosotros la sangre de ese hombre...

En el fondo, los jefes de Jerusalén tienen miedo. Les remuerde la conciencia el recuerdo del homicidio cometido hace poco: ¡la sangre derramada les atormenta! No se atreven siquiera a pronunciar su nombre: El caso Jesús continúa embarazándolos. De hecho Jesús está siempre allí, se prolonga en sus apóstoles. En realidad, ¡la cosa no les ha salido bien! Se creyó haberlo suprimido. En vez de uno, ¡son ahora once! Y no es por azar que reproduzcan casi físicamente la vida de su maestro: Vedlos también, a pocos días de distancia, ante el mismo tribunal.

La Iglesia es la continuación de Cristo.

Hoy, la Iglesia sigue también estando expuesta al «juicio» del mundo.

-Pedro y los apóstoles contestaron...

Toda la realidad del «colegio apostólico» existe ya y se está manifestando. El papel de Pedro no compite con el de los demás. El Papa es el continuador de esa misión de unificación, de fiador, de porta-voz en nombre de todos.

-Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres.

En su situación de acusados, los apóstoles continúan siendo testigos. Ninguna situación incluso la más desfavorable nos dispensa de ser apóstoles.

¿Me encuentro yo también, alguna vez, ante opciones o decisiones de ese género: obedecer a Dios, o bien, obedecer a los hombres? Decidirme por lo que Dios quiere y no por lo que el mundo quiere. Ser capaz de resistir a las mentalidades corrientes, a las incitaciones recíprocas, a los hábitos. ¡Ayúdanos, Señor!

-Dios resucitó a ese Jesús a quien vosotros disteis muerte.

Tiempo pascual.

Tiempo de testimonio y de resurrección.

Tiempo de audacia y de valentía.

Tiempo de esperanza y de certeza: Dios conducirá bien su obra. La obra de Dios no puede fracasar. La muerte no puede quedar victoriosa. El pecado no puede vencernos siempre. «¡Dios resucitó a Jesús!».

-Nosotros somos testigos de estas cosas, nosotros y el Espíritu Santo.

«Nosotros... y el Espíritu...» ¡Qué audacia y que conciencia de ser los portavoces de Dios! Se han entregado totalmente a la empresa de Dios. Señor, envía tu Espíritu.

-El Espíritu Santo que ha dado Dios a los que le obedecen.

«Los que le obedecen...» Una de las definiciones del Cristiano. ¡Si fuese así, en realidad!

¡Qué imagen más dinámica del apóstol nos dan esas páginas!: un hombre apasionado de Dios, investido por Dios... para ser testigo de Dios entre los hombres; apasionado por sus hermanos, vuelto hacia sus hermanos para dirigirlos hacia Dios.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 3
PRIMERAS LECTURAS PARA ADVIENTO - NAVIDAD
CUARESMA Y TIEMPO PASCUAL
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983. Pág. 192 s.


2.

Juan acaba de relatar el episodio en el que Juan Bautista se ha presentado como el amigo del Esposo y se ha felicitado de ver aumentar la popularidad del joven rabino Jesús (Jn 3, 20-30).

Juan interrumpe un momento el relato para hacer algunas reflexiones personales.

a) El testimonio de Juan Bautista (Jn 3, 20-30) se contrapone al de Nicodemo (Jn 3, 1-15). Este último, en efecto, encuadra a Jesús dentro de sus ideas personales, de su ciencia humana; Juan Bautista, por el contrario, deja a Jesús en su trascendencia y en su misterio. El doctor aborda a Jesús desde "abajo"; Juan Bautista lo hace desde "arriba". La reflexión del evangelista parte de la comparación de estas dos actitudes cuando distingue entre terrestre y celeste (v. 31), es decir, una manera de ver las cosas que agota su realidad y otra que respeta su misterio divino.

b) Pero esta distinción no es puramente especulativa: implica un juicio y una separación entre quienes se suman a lo celestial y a lo que anuncia y quienes se limitan a los conceptos terrestres, sin apertura a una trascendencia (vv. 34-36). El juicio lo aplica el mismo creyente (v. 33), el cual verifica que Dios es veraz, es decir, que es la coherencia de todo y que cumple en Jesús la promesa contenida en la realidad (v. 35).

Nicodemo consideraba a Jesús como un colega; el Bautista, por el contrario, hace de El un enviado de Dios. Con el primero, el pueblo judío incrédulo sella su rechazo de la fe; con el segundo, un pequeño Resto penetra en el misterio de la verdad.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA IV
MAROVA MADRID 1969.Pág. 59


3. 

"El que viene de lo alto está por encima de todos", es decir, ocupa una posición eminente de poder y dominio. Jesús ha obtenido esa posición como Señor sobre todos con su resurrección y glorificación.

Jesús es distinto y superior a todos los enviados de Dios anteriores a Jesús que, de hecho, no venían de arriba.

"El que es de la tierra, es de la tierra y habla de la tierra".

Ser de la tierra no significa no haber tenido encargo divino, pues tanto Moisés como Juan Bautista, lo tuvieron, y de modo parecido los demás profetas, sino la provisionalidad de ese encargo, lo incompleto de su mensaje, limitado por un horizonte terreno.

Ser de la tierra es no tener el conocimiento inmediato de Dios, que caracteriza la época anterior a Jesús.

Sólo el Hijo puede conocer a Dios, que es Padre y Jesús es el Hijo único, el primero de los hijos de Dios.

Todo intermediario entre Dios y el pueblo, que había venido antes de él, había transmitido mensajes apoyados más en su experiencia del mundo que en la experiencia de Dios. Por eso eran de la tierra y hablaban de la tierra.

"El que viene del cielo está por encima de todo". Es superior a Moisés. Las palabras de Moisés, su Ley, no respondían a una experiencia personal e inmediata de Dios. Moisés era solamente mediador de la Alianza, que hablaba de oídas, porque no pudo ver la gloria de Dios, su rostro. Jesús, por el contrario, está junto al Padre, mirándole cara a cara. Por eso, no habla como Moisés, por ser "el Hijo" da testimonio de su propia experiencia.

"De lo que ha visto y ha oído da testimonio. Y nadie acepta su testimonio". A pesar de la superioridad de Jesús sobre Moisés, la mayoría de los judíos se niegan a aceptar la superación de la Ley y rechazan a Jesús.

Jesús reclutaba muchos adeptos entre el pueblo, pero entre los aferrados a la Ley mosaica eran raros, prácticamente ninguno, los que aceptaban la nueva manifestación de Dios en él. "Vino a su casa y los suyos no lo recibieron".Jn/01/11: FE/ICD "El que acepta su testimonio, certifica la veracidad de Dios".

El gran enigma con que la fe se enfrenta una y otra vez desde los días mismos de Jesús es y será siempre el que "el mundo" no acepte el testimonio divino de Jesús, el que exista una incredulidad que se cierra a la revelación.

No obstante, también existe la otra reacción positiva, por la cual el hombre acepta el testimonio divino de Jesús y llega a la fe. De este hombre que se fía de Jesús más que de sí mismo, se dice que "certifica la veracidad de Dios".

Esto es maravilloso, hermanos. Parece que la realidad de Dios, la verdad de Dios, la fidelidad y el amor de Dios, están en juego, como indefensos y a la intemperie en medio del mundo. Dios no es una realidad que se impone por la fuerza. Tiene necesidad de mí para probar su existencia y su amor. No de mis palabras sino de mi vida. La vida de Jesús es el sello a la fidelidad y al amor de Dios. La vida del cristiano:

-Jn 15. 8: "La gloria del Padre está en que deis mucho fruto y seáis mis discípulos"

-Jn 17. 21: "Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado".

-Jn 17. 5: "Ahora Padre, glorifícame tú, junto a ti, con la gloria que tenía a tu lado antes que el mundo fuese".


4.

-El que viene...

Era uno de los títulos que se daba a Dios en el Antiguo Testamento. Dios es el que está continuamente viniendo.

-El que viene de arriba...

Transcendencia divina.

-El que procede de la tierra es terreno y habla de la tierra. El que viene del cielo da testimonio de lo que ha visto y oído...

Estas fórmulas nos ponen de entrada en la diferencia existente entre el evangelio de San Juan, y el de los otros tres.

Marcos, por ejemplo, nos muestra un Jesús "poderoso en palabras y en actos", -que corresponde a las afirmaciones que encontramos aquí, en San Juan-, pero es un Jesús que impone el silencio sobre su dignidad divina...

Juan, por el contrario, no cesa de poner en la boca de Jesús afirmaciones de "origen celeste".

¿Cómo explicar esta diferencia de lenguaje? Se ha dicho alguna vez que el "cuarto evangelio" se habría hecho eco de una enseñanza más elevada, reservada a auditorios más intelectuales... Hay algo de verosímil en esta observación.

Pero esto no lo explica todo.

Los exégetas ordinariamente piensan más bien que san Juan ha prestado a Jesús, hasta un cierto punto, su propia manera de expresarse, mientras que los otros tres evangelistas han conservado más literalmente las palabras de Jesús en su forma primitiva.

Esto no quiere decir que Juan haya inventado estas fórmulas; pero que, reflexionando sobre las palabras de Jesús a la luz de la resurrección, las ha interpretado desde el interior cargándolas de toda su contemplación del misterio pascual.

-Aquel a quien Dios ha enviado habla palabras de Dios, pues Dios no le dio el espíritu con medida

Estamos en pleno misterio divino.

El Padre ama al Hijo. Ha puesto en su mano todas las cosas.

Es exactamente lo que los tres evangelios sinópticos no cesan de afirmar. No es pues un evangelio nuevo, Mateo, Lucas, Marcos exponen también ante nuestros ojos un Jesús que no cesa de hablar de "su Padre"; pero Juan vuela rápido hasta las cumbres de la Trinidad... y llega muy pronto a las relaciones íntimas que existen entre "el Hijo y el Padre y el Espíritu".

-El que cree en el Hijo tiene la vida eterna.

El que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que está sobre él la cólera de Dios.

El pensamiento de san Juan es un pensamiento cíclico que vuelve a hablar sin cesar de un cierto número de temas, es a la manera de las olas del mar...

"Creer"... o "rehusar creer"... tal es el dilema radical.

"Vivir"... o "no vivir"... tal es el resultado.

Para Juan, para Jesús el no-creyente voluntario no "vive" está muerto. Es verdad que hoy puede uno preguntarse, si un cierto número de los que se afirman no-creyentes han hecho, realmente, tal opción. El mismo Jesús, en la cruz excusaba a sus verdugos diciendo: "no saben lo que hacen".

No es cosa nuestra. Nadie en la tierra tiene derecho de juzgar que un tal es creyente o no-creyente. Pero queda en pie la palabra de Jesús: "el que rehúsa creer no vera la vida"

Severa invitación a verificar la cualidad de mi propia Fe. La Fe no es una cosa ya hecha.

¿Va creciendo mi Fe?

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 196 s.


5.

1. a) Valiente el testimonio de Pedro y los apóstoles delante del Sanedrín. Las autoridades les habían mandado callar, no hablar de Jesús. Pero la Palabra no conoce obstáculos: los apóstoles tienen que obedecer a Dios y no a los hombres. No pueden dejar de predicar la Buena Noticia.

Ya les había anunciado Jesús que les llevarían ante los tribunales, y que el Espíritu les inspiraría qué decir y cómo defenderse. En efecto, de un modo muy vivo, y movido por el Espíritu, Pedro aprovecha de nuevo la ocasión para proclamar con nuevos matices su convicción sobre Cristo Resucitado:

- el «Dios de nuestros padres», el del AT, el que conocen bien las autoridades de Israel, es el mismo que ha actuado ahora,

- al Jesús a quien «vosotros matasteis colgándolo de un madero», la muerte más infamante de la época,

- Dios le ha resucitado,

- le ha constituido jefe y salvador,

- y por él concede el perdón de los pecados.

Por tanto, Jesús ha pasado de la ignominia de la cruz a la gloria de la resurrección.

La afirmación final es concreta y atrevida: «de esto somos testigos nosotros y el Espíritu Santo». Realmente están llenos de Espíritu estos discípulos de Jesús. No sólo dicen lo que han visto: lo interpretan desde la luz y la fuerza del Espíritu.

Es un magnífico resumen de la fe pascual y de la predicación sobre Jesús en la primera comunidad.

b) De nuevo los apóstoles nos han dado ejemplo de valentía y coherencia. A lo largo de los siglos, cuántos cristianos los han imitado dando testimonio incluso con sus vidas, de su fe en el Resucitado.

Si también nosotros estuviéramos llenos de fe, se volvería a repetir el hecho. Seríamos pregoneros valientes en medio del mundo -en nuestras familias, en medio de los jóvenes, en los diversos campos de nuestra actuación social- de cuál es nuestra fe, de quién es el Salvador que el mundo espera y necesita.

Por grandes que fueran las dificultades o las persecuciones, si nosotros fuéramos en verdad personas «pascuales», llenas de fe pascual, y nos dejáramos guiar por el Espíritu, se nos notaría en todo momento, en las palabras y en las obras. Seríamos independientes en relación a las modas o a las corrientes ideológicas o a los intereses humanos, económicos y sociales. Nadie podría poner trabas a la Palabra, a la evangelización.

Nunca se nos ha prometido que esto sería fácil. Como no lo fue para Pedro y los suyos. «Su respuesta exasperó a las autoridades y decidieron acabar con ellos». No nos extrañen las reacciones de muchos contemporáneos nuestros ante el testimonio evangélico del Papa, o de los episcopados, o sencillamente de familias y personas cristianas que viven coherentes su fe en un barrio o en su ambiente concreto.

2. a) Las palabras con las que concluye el diálogo de Jesús con Nicodemo son el resumen de todo el evangelio de Juan:

- Jesús ha venido del cielo, es el enviado de Dios, nos trae sus palabras, que son la verdadera sabiduría y las que dan sentido a la vida: son la mejor prueba del amor que Dios tiene a su Hijo y a nosotros;

- el que acoge a Jesús y su palabra es el que acierta: tendrá la vida eterna que Dios le está ofreciendo a través de su Hijo; el que no le quiera aceptar, él mismo se excluye de la vida.

b) Nosotros seguramente hemos hecho hace tiempo la opción, en nuestra vida, de acoger a Jesús como el enviado de Dios. Hemos considerado que es él quien da sentido pleno a nuestra existencia, y nos esforzamos por seguir su estilo de vida. Estamos guiándonos, no con los criterios «de la tierra», sino los «del cielo», como decía Jesús a Nicodemo.

Esto supone que nos esforzamos, día tras día, en ir asimilando vitalmente las categorías evangélicas, para no dejarnos llevar de las categorías humanas que se respiran en este mundo, que son «de la tierra» y a veces opuestas a las «de arriba».

Pedro nos ha dicho que Jesús es el Jefe y Salvador, que en él encontramos el perdón de los pecados. El evangelio nos ha repetido que el que cree y sigue a este Jesús posee la vida eterna. Esto nos llena de alegría y a la vez de compromiso.

Si tenemos la posibilidad y la opción de una Eucaristía diaria, ella nos da la mejor ocasión de acudir a la escuela de Jesús, de escuchar su Palabra, de dejarnos iluminar continuamente por los criterios de Dios. Para que nuestra categoría de valores y nuestra manera de pensar y de interpretar a las personas y los hechos de la historia vayan coincidiendo plenamente con la de Dios. Y además, la Eucaristía nos da la fuerza diaria para que podamos realizar esto en la vida.

«Que los dones recibidos en esta Pascua den fruto abundante en toda nuestra vida» (oración)

«Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha» (salmo)

«Sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo» (aleluya)

«En la resurrección de Jesucristo nos has hecho renacer a la vida eterna» (comunión)

«Que el alimento que acabamos de recibir fortalezca nuestras vidas» (comunión)

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 3
El Tiempo Pascual día tras día
Barcelona 1997. Págs. 51-54


6.

Primera lectura : Hechos 5, 27-33. Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres.

Salmo responsorial : 33, 2.9.17-18.19-20. Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha.

Evangelio : Juan 3, 31-36. El que Dios envió habla las palabras de Dios.

Desde un comienzo Juan Bautista quiere explicar lo que es la conciencia de quien vive amparado en la fe que Dios y lo que ésta le da si se somete a su voluntad. Sus acciones, por humanizadas, son tan cercanas a la divinidad que nadie le podrá creer por más que dé testimonio de ellas. Entonces para tener una experiencia con el Dios de la vida eterna es preciso acudir a la fuente que la prodiga: Jesús. Con elementos exclusivamente terrenales no es posible acceder al Reino de los cielos porque la lógica terrenal ha incorporado una manera de ser que se ampara en esquemas legales que no le permiten a las personas humanizarse y tener algún contacto con la divinidad.

El Bautista, que es siempre directo en sus palabras con la gente de su tiempo, puntualiza que quien actúa bajo la voluntad de Dios está en el cielo, y no puede congeniar con quien tiene su conciencia identificada con otro tipo de intereses contrarios a la voluntad de Dios. Son estos intereses, los intereses de nuestra conciencia, los que pondrán de manifiesto si la unión con el Padre es auténtica y generadora de vida eterna.

Nuestra comunidad debe saber identificar las dos clases de conciencias por las cuales el ser humano puede optar: la terrenal (infierno, egoísta, soledad) o la del cielo (cielo, comunitaria, comunidad). Estos dos polos de conciencia expresan realmente los elementos con que cada una se identifica: la una con búsqueda de intereses individuales y la otra identificada con la creación de una sociedad igualitaria y humanizada. En conclusión, el cielo y el infierno lo fraguará cada persona, quien haciendo uso de la libertad que el mismo Dios le ha dado, podrá decidir si quiere que la voluntad del Padre obre sobre ella.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


7.

Pedro insiste en el arrepentimiento de las autoridades judías. Les recuerda cómo Dios transforma la muerte del justo en camino de redención. Por esto, Jesús es propuesto como Guía y Salvador.

La furia de los saduceos no se hizo esperar. Por fortuna, un hombre prudente evitó un castigo mayor y aconsejó una salida diplomática. La comunidad, a pesar del castigo, sale fortalecida de este enfrentamiento y continúa dando testimonio y transformando la situación de los marginados.

El Evangelio nos presenta una reflexión sobre el testimonio de Juan Bautista. El último de los profetas de la antigua generación reconoce en Jesús al enviado definitivo. Solamente en Jesús se tiene una experiencia de la presencia inmediata de Dios. Jesús realiza las promesas que vienen contenidas en la escritura: "el que viene del cielo da testimonio de lo que ha visto personalmente".

El testimonio de Jesús no es aceptado por su pueblo. Provoca una reacción contraria a la fidelidad que se le debe a Dios. Por esta razón, la fe en Jesús se convertirá para la primitiva comunidad en el sello de lealtad a la obra de Dios.

Negarse a recibir a Jesús es una opción entre la vida que Dios da y los propios intereses. Quien opta por la vida, opta por Jesús. Quien opta por la antigua mentalidad, opta por las tinieblas y se opone a la acción de la vida divina en la realidad humana.

El estilo del evangelio de Juan resulta revelador. En sus vueltas y revueltas no deja lugar para que las personas se autoengañen con sus propias ideologías. Nos pone de frente a la opción definitiva y hace consistir en ello la fe en Jesús.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


8. CLARETIANOS 2002

Dios libera a los apóstoles de la cárcel, no para que se queden sentados, sino para que den testimonio. Y hoy les toca darlo en el templo. No será fácil, pero el Espíritu se manifiesta a través de estos testigos de la resurrección: él los llena de su impulso y su valor; él pone en su boca las palabras oportunas; él preserva sus vidas en medio de la persecución; y él las resucita, como la de Cristo, cuando el testimonio se rubrique con la muerte.

La segunda etapa de la vida de la primera comunidad cristiana en Jerusalén está marcada por la persecución. También la vida de Jesús estuvo marcada desde el comienzo de su misión por la persecución. Rahner hablaba de la situación de diáspora perseguida inherente al cristianismo. Tal vez se trate de un sello perenne de la misión cristiana. Si nuestro testimonio resulta demasiado acomodaticio habremos de preguntarnos a quién estamos obedeciendo de verdad. Quien se ha encontrado con el resucitado pondrá siempre a Dios antes que a los hombres. El evangelio de Juan lo dice de ese modo tan característico lleno de contrastes y metáforas, de dualismos de vida y muerte, de luz y tinieblas: "Quien cree en el Hijo posee la vida eterna; quien no cree en el Hijo no verá la vida". ¿Por qué tantas actitudes en contra de la vida eterna si es el máximo anhelo de toda persona? ¿Por qué no trabajar como personas, comunidades y países para destruir tanta "civilización" de muerte"? Gracias a Mons. Duarte y a tantos otros que han hecho de su fe una entrega total, incluso hasta el martirio, la Iglesia continúa evidenciando la primacía de la obediencia Dios que hace hombres libres, frente a la sumisión a los criterios humanos que convierte a los hombres en esclavos.

Vuestro amigo.

Carlos M. Oliveras, cmf (carlosoliveras@hotmail.com)


9. CLARETIANOS 2003

Del evangelio de hoy quiero destacar una sentencia: El que cree en el Hijo tiene la vida eterna. La “vida eterna”, para el Jesús del evangelio de Juan, es que te conozcan a ti, Padre. A Dios llegamos a través de Jesús. Sé que en el diálogo interreligioso actual esta afirmación es muy discutida. Para muchos, Jesús es sólo uno de tantos accesos al Padre. Es, si se me permite hablar así, el acceso típico de la cultura cristiana, como Mahoma es el acceso típico de la cultura musulmana. Detrás de estas afirmaciones hay una honrada voluntad de acercamiento, pero me parece que el “diálogo de vida” naufraga en el mar de la indeterminación. Si así fuera, tendría que rebelarme contra los que trajeron el evangelio a mi país y me impidieron llegar al Padre a través de las primitivas religiones celtibéricas, tan respetables como el hinduísmo o el islam.

No, Jesús no es un acceso más. Jesús es el Hijo enviado en la plenitud de los tiempos. Naturalmente, yo no soy nadie para imponer a Jesús, entre otras razones porque sólo es posible decir Jesús es Señor por el Espíritu Santo, pero él, con su resurrección, ha desbordado el espacio palestino, ha traspasado el siglo I, y se ha convertido en “patrimonio de la humanidad”.

Jesús no es un icono de la cultural judeo-cristiana. Jesús es tan árabe como Mahoma, tan chino como Confucio ... Ningún ser humano le es extraño y para ningún ser humano puede ser extraño Jesús.

Siento que la misión tiene muchas cosas que profundizar.

Gonzalo (gonzalo@claret.org)


10. 2001

COMENTARIO 1

En los versículos precedentes, Juan Bautista ha reconocido la primacía de Jesús. Los judíos habían dado valor permanente a los enviados de Dios en el AT, en particular a Moisés, hasta el punto de que ellos y su mensaje no se consideraban anuncio y preparación del Mesías, sino término en sí mismos.

Sin nombrarla, se considera ahora la figura de Moisés, el primero de los enviados (v. 31), cuya Ley, tenida por definitiva, se convierte en obstáculo para aceptar al Mesías-Hijo, que propone las verdaderas exigencias / mandamientos de Dios (vv. 33-34).

Jesús no es un profeta más, sino el Hijo. Por eso, este Hombre-Dios no puede ser alineado con los que lo han precedido en la historia de Israel (v. 35).

Quien no lo acepta se niega a entrar en la zona de la vida / amor, queda en la zona de la muerte, contraria al Dios de la vida (vv. 35-36).

La presencia inmediata de Dios en Jesús hace, a partir de ahora, innecesaria cualquier clase de mediación o de intermediario. A lo largo de la historia del pueblo de Israel se habían creado instituciones que tenían por objetivo servir de cauce a la comunicación con Dios. Éstas se dan ya por caducadas, aunque se niegan a desaparecer, revelando así su perversión: se han constituido fin en sí mismas y no anuncio de la realidad definitiva del Mesías-Hijo.


COMENTARIO 2

Desde un comienzo Juan Bautista quiere explicar lo que es la conciencia de quien vive amparado en la fe en Dios y lo que ésta le da si se somete a su voluntad. Sus acciones, por humanizadas, son tan cercanas a la divinidad que nadie le podrá creer por más que dé testimonio de ellas. Entonces para tener una experiencia con el Dios de la vida eterna es preciso acudir a la fuente que la prodiga: Jesús. Con elementos exclusivamente terrenales no es posible acceder al Reino de los cielos porque la lógica terrenal ha incorporado una manera de ser que se ampara en esquemas legales que no le permiten a las personas humanizarse y tener algún contacto con la divinidad.

El Bautista, que es siempre directo en sus palabras con la gente de su tiempo, puntualiza que quien actúa bajo la voluntad de Dios está en el cielo, y no puede congeniar con quien tiene su conciencia identificada con otro tipo de intereses contrarios a la voluntad de Dios. Son estos intereses, los intereses de nuestra conciencia, los que pondrán de manifiesto si la unión con el Padre es auténtica y generadora de vida eterna.

Nuestra comunidad debe saber identificar las dos clases de conciencias por las cuales el ser humano puede optar: la terrenal (infierno, egoísta, soledad) o la del cielo (cielo, comunitaria, comunidad). Estos dos polos de conciencia expresan realmente los elementos con que cada una se identifica: la una con búsqueda de intereses individuales y la otra identificada con la creación de una sociedad igualitaria y humanizada. En conclusión, el cielo y el infierno lo fraguará cada persona, quien haciendo uso de la libertad que el mismo Dios le ha dado, podrá decidir si quiere que la voluntad del Padre obre sobre ella.

1. Juan Mateos, Nuevo Testamento, Ediciones Cristiandad 2ª Ed., Madrid, 1987 (Adaptado por Jesús Peláez)

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


11. 2002

Ayer leíamos que los apóstoles habían sido milagrosamente liberados de la cárcel a la que los hicieron arrojar las autoridades judías, y que predicaban abiertamente en el Templo a quienes quisieran escucharles. También leímos que fueron detenidos de nuevo, pero con miramientos para evitar las protestas del pueblo. Hoy asistimos a su comparecencia ante el sanedrín, el supremo consejo religioso de los judíos, presidido por el sumo sacerdote. Causa admiración oírlos hablar con entera autoridad y gran valentía, después de haber leído en los evangelios hasta donde llegó su cobardía. Ha sido la experiencia de la resurrección de Jesús y el don de su Espíritu el que los ha transformado tan radicalmente.

Las autoridades religiosas judías les interrogan sobre su desobediencia, pues se les había prohibido predicar en el nombre de Jesús. Los apóstoles responden lo que debiéramos responder siempre que se nos quiera obligar a hacer algo en contra de nuestra conciencia y nuestras convicciones de cristianos: es necesario obedecer a Dios, antes que a los hombres. Las leyes injustas e inhumanas que atentan contra la libertad de la conciencia y las demás libertades básicas de todo ser humano, entre otras la libertad religiosa, no deben ser obedecidas. Ninguna autoridad terrena puede erigirse en contra de dichas libertades. Los apóstoles aprovechan la oportunidad para evangelizar hasta a sus perseguidores, anunciándoles solemnemente la resurrección de Jesucristo y su exaltación como Señor y salvador. Se presentan como testigos autorizados, junto con el Espíritu Santo que actúa en ellos, de la intervención definitiva de Dios en nuestra historia a través de Jesús.

Es lo que han hecho miles de cristianos a lo largo de los siglos: testimoniar el amor de Dios en nuestro mundo. Hasta el martirio, porque el testigo es un mártir según el mismo significado de la palabra en griego. Mártires de los primeros siglos, también de nuestro tiempo, contemporáneos nuestros, hasta conocidos nuestros. Como monseñor Oscar Romero en Nicaragua, o monseñor Girardi en Guatemala, como los monjes trapenses asesinados en Argelia por la intolerancia de unos cuantos, como tantos cristianos en China, Corea del Norte y Vietnam, y tantos otros en diversos países africanos. Testigos de Jesucristo. Del amor de Dios Padre a todos los seres humanos, sobre todo a los pequeños, a los débiles, a los pobres. Mártires de la estirpe de los apóstoles, fortalecidos por el fuego del Espíritu.

El diálogo de Jesús con Nicodemo en el capítulo 3º del evangelio de san Juan, se convierte poco a poco en un discurso y luego en un verdadero monólogo, en el que Jesús se manifiesta, no solo a su interlocutor que va quedando en la sombra, sino a todo aquel que lea o escuche leer el texto. Los cristianos de las comunidades joánicas, esparcidas por el norte de Palestina, Siria y el Asia Menor, pusieron en boca de Jesús sus propias conclusiones acerca de la identidad de su Señor, elaboraron la que podríamos llamar “primera cristología”, es decir, primera doctrina sistemática acerca de quién es Jesucristo, sus relaciones con Dios, con nosotros, su procedencia, atributos, poderes, las consecuencias de su actividad histórica, etc. Y esto lo hacían los primeros cristianos, no con las solas luces de su inteligencia, sino movidos y alumbrados nada menos que por el mismo Espíritu Santo, que habían recibido superabundantemente desde Pentecostés.

Circulaba en el siglo I de nuestra era, por toda la cuenca del Mediterráneo, pero especialmente en la parte oriental del imperio, una doctrina filosófica que se iba haciendo cada vez más popular: era una forma de religiosidad y pensamiento que manejaba una concepción dualista del mundo, la historia y la existencia humana. Se hablaba en un lenguaje bipolar del cielo y la tierra, el bien y el mal, los dioses y los demonios, la vida y la muerte, el pecado y la virtud. Los primeros cristianos adoptaron este lenguaje para expresar con él su fe en Jesús, manteniéndose por otra parte fieles a los principios intangibles del Evangelio. Era una de los primeras “inculturaciones” del Evangelio en el pensamiento y el lenguaje de cierta forma de la cultura helenista de esa época. Lo mismo que, por su parte, había hecho san Pablo en sus cartas, al poner al alcance de muchos paganos de cultura greco-romana, el mensaje fundamental de la fe cristiana.

Es por eso que en el pasaje de san Juan que hoy leemos Jesús dice que “viene de lo alto”, que “viene del cielo” y que por eso habla de las cosas del cielo, donde está Dios. A diferencia de nosotros, judíos o paganos, que somos de la tierra y hablamos de las cosas de la tierra. Se trata de aceptar su testimonio, pues El trae las Palabras de Dios. Pero no es una simple ideología, un “conocimiento” secreto que debamos captar y entender. Se trata de la obra salvadora de Jesús, por su muerte y resurrección, en cumplimiento de la voluntad del Padre y para darnos “vida eterna” a quienes creamos en El.

Esta “vida eterna” que trae Jesús equivale al mensaje del Reino de Dios que encontramos en los evangelios sinópticos. No es solamente una vida más allá de la muerte que suponga la previa resurrección de los muertos. Es una vida ya desde aquí y ahora, en plenitud, fundada en el amor paternal de Dios por todos nosotros y en la fraternidad cristiana vivida en comunidad y transformadora del mundo.

¿Cómo encarnamos nosotros hoy el Evangelio? Tenemos que hacerlo llegar a nuestros contemporáneos en el lenguaje de su cultura y de sus tradiciones, respondiendo a sus problemas y necesidades, encarnándolo en la realidad que hoy vivimos, como lo hicieron los primeros cristianos en la suya. Esto sin ir a traicionar de ningún modo su verdad esencial: que Dios nos ama a todos, preferentemente a los pobres y a los humildes, y que por este amor nos ha dado a su Hijo Jesucristo: muerto y resucitado para nuestra salvación.

1. Juan Mateos, Nuevo Testamento, Ediciones Cristiandad 2ª Ed., Madrid, 1987 (Adaptado por Jesús Peláez)

2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)


12. DOMINICOS 2003

Oigamos su voz

La historia de cada alma tiene su misterio. Lo comparte con otras, pero es muy suyo. Nadie puede sustituir a otro en lo recóndito de su conciencia. En el fondo del alma están solos Dios y ella: Dios regalando sus dones e invitando a trabajarlos con amor; ella sintiéndose llamada a cultivar su bello jardín y dar flores y frutos.

Esa llamada es como una vocación, un ideal, un proyecto a realizar. No es voz o eco que en un instante se oye y rápidamente se diluye, se extingue. Es voz que un día comienza a escucharse, se inaugura, palpita,  y luego reclama atenciones constantes, como el amor, como la vida misma.

La vocación es como una niña, que se hace joven, que entra en sazón, que florece y fructifica copiosamente en signos: signos en flores blancas, amarillas, rojas; ilusiones, heroísmos, gratuidades, ofrendas... ¡Sábelo bien quien la sigue y mima!

Ser de Cristo y vivir en Cristo, ser de Cristo y vivir con los hombres y para los hombres. Ésa es la gran vocación que brota del Amor y es acogida con amor; que se expresa en gratitud e irrumpe a veces con gestos de singular grandeza; que crece con firmeza en la superficie de la vida social, hundiendo sus raíces en tierra de humildad; que vive en el misterio pero tiene con frecuencia destellos de luz muy visible.

En la liturgia de hoy, san Pedro, uno de los llamados a ser apóstoles, se despoja de todo temor, se arriesga por el Señor, pospone voluntades y normas humanas a la voluntad y Espíritu, y lanza su palabra de fe: “Nosotros y el Espíritu somos testigos” de la verdad de Cristo resucitado. Y después, Juan nos muestra en su evangelio cómo Jesús fue desvelando a Nicodemo que Él vive en Dios Padre y que “habla las Palabras de Dios”.

ORACIÓN:

Señor, te damos gracias porque con el don de la fe nos has convocado a vivir con vocación de hijos de Dios, de servidores de los hermanos, de discípulos de tu palabra, de educadores en la justicia, paz y amor, y de auténticos adoradores del Padre. Deseamos responderte con generosidad. Ayúdanos. Amén.

 

Palabra escuchada y cumplida

Hechos de los apóstoles 5, 2 7-35:

“Los guardias condujeron a los apóstoles a presencia del Consejo. El sumo sacerdote les interrogó: ¿No os habíamos prohibido formalmente enseñar en nombre de ése (Jesús]? ¿Cómo es que vosotros, en respuesta, habéis llenado Jerusalén con vuestras enseñanzas y queréis hacernos responsables de la sangre de ese hombre?

Pedro y los apóstoles replicaron: hay que obedecer a Dios antes que a los hombres.... testigos de esto (resurrección de Cristo] somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que le obedecen. Esta respuesta los exasperó, y los del Consejo decidieron acabar con ellos”

La vocación de apóstol de Cristo implica asunción de su  verdad, mensaje y vida; audacia para enfrentarse con grandes dificultades; sinceridad en el reconocimiento de la propia pequeñez y súplica constante de fortaleza y gracia. Vivir esa vocación es identificarse con Cristo místicamente.

Evangelio según san Juan 3, 31-36:

“Jesús dijo a Nicodemo: El que viene de lo alto está por encima de todos. El que viene de la tierra, es tierra y habla de la tierra. El que viene del cielo está por encima de todos. De lo que él ha visto y oído da testimonio, aunque nadie acepte su testimonio. Pero el que acepta su testimonio, ése certifica la veracidad de Dios. Aquél al que Dios envió habla las Palabras de Dios, y no da el Espíritu con medida. El Padre ama al Hijo y todo lo ha puesto en su mano. El que cree en el Hijo posee la vida eterna; el que no crea en el Hijo no verá la vida...”.

Impresionante discurso en el que Juan recoge la conversación de Jesús con Nicodemo. Puede resumirse diciendo: el Hijo de Dios, enviado por el Padre, ha venido a revelar la verdad de Dios y la verdad del hombre; quien la cree vive en la verdad y se salva; quien la rechaza no tendrá vida. He ahí el drama de nuestra historia de salvación.

 

Momento de reflexión

Seremos fuertes con la fuerza del Espíritu

En los hechos de los apóstoles admiremos sinceramente la valentía, la seguridad y firmeza en hechos y palabras. Sus respuestas, y la opción hecha por el Señor dando de mano a cualquier planteamiento de interés meramente humano, son digna de la mayor alabanza; como lo son también en nuestros días las acciones arriesgadas de muchos misioneros, de voluntarios al servicio del Reino de Dios, de padres de familia volcados en la educación de sus hijos...

¿Cuál es la raíz de todo ese comportamiento heroico que se da en los llamados a ser apóstoles? Esa raíz la descubrimos en la condición de ser “testigos vivientes” de la vida, muerte y resurrección de Jesús. Quienes vivieron la experiencia de un primero y segundo encuentro con el Señor, viven ahora una nueva experiencia: la de ‘testificar en forma irrefutable’ que el Señor vive y su mensaje es salvación.

Retengamos esta frase: Testigos de la resurrección y vida de Cristo somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios nos ha dado. El Espíritu y nuestra conciencia de testigos dicen lo mismo: Jesús es el Señor. Pero esa fe y seguridad, además de ser obra humana,  es un don, no una conquista de la fuerza o ciencia.

Hablar palabras de Dios.    

Hemos leído la parte final del discurso de Jesús a Nicodemo. Difícil de asimilar, por su profundidad. Pero tiene algunas afirmaciones muy asequibles: quien es de la tierra habla y piensa desde el polvo, desde los intereses; y quien es de arriba, del cielo, de lo alto, piensa y habla como hijo de Dios, con pensamientos de Dios.  Entendamos bien que Jesús es el enviado de Dios, su enviado por excelencia; y que su Palabra y corazón proyectan hacia nosotros la intimidad del Padre que le ama a él y nos ama a nosotros.

Creer a Jesús, creer lo que él nos revela, es adquirir, por don divino, la tranquilidad que da a la conciencia el sentirse en manos de quien es su Padre, Amigo, Misericordia, Perdón.


13.

Fuente: Fundación GRATIS DATE
Autor: P. Manuel Garrido Bonaño, O.S.B.

Entrada: «Oh Dios, cuando salías al frente de tu pueblo y acampabas con ellos y llevabas sus cargas, la tierra tembló, el cielo destiló. Aleluya» (cf. Sal 67,8-9.20).

Colecta (compuesta con textos de los Sacramentarios Gelasiano y de Bérgamo): «Te pedimos, Señor, que los dones recibidos en esta Pascua den fruto abundante en toda nuestra vida».

Ofertorio: «Que nuestra oración, Señor, y nuestras ofrendas sean gratas en tu presencia, para que así, purificados por tu gracia, podamos participar más dignamente en los sacramentos de tu amor»

Comunión: «Sabed que estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Aleluya» (Mt 28,20).

Postcomunión: «Dios Todopoderoso y eterno, que en la resurrección de Jesucristo nos has hecho renacer a la vida eterna; haz que los sacramentos pascuales den en nosotros fruto abundante y que el alimento de  salvación que acabamos de recibir fortalezca nuestra vida».

Hechos 5,27-33: Testigo de esto somos nosotros y el Espíritu Santo. El Consejo y los sacerdotes se inquietan ante la obstinación de los Apóstoles en hablar de Jesús de Nazaret. Y le mismo interrogatorio ofrece a los Apóstoles ocasión para proclamar una vez más el mensaje fundamental del cristianismo: «Cristo muerto y resucitado. De Él viene toda la salvación». Los Apóstoles eran consecuentes con su fe y la vocación a la que habían sido llamados, sin importarles que esto fuese mal visto de los demás. Esto mismo decía San Juan Crisóstomo en el siglo V:

 «Lo que hay que temer no es el mal que digan contra nosotros, sino la simulación de nuestra parte; entonces sí que perderíais vuestro sabor y seríais pisoteados. Pero, si no cejáis en presentar el mensaje con toda su austeridad, si después oís hablar mal de vosotros, alegraos. Porque lo propio de la sal es morder y escocer a los que llevan una vida de molicie. Por tanto, estas maledicencias son inevitables y en nada os perjudicarán, antes serán pruebas de vuestra firmeza. Mas, si por el temor de ellas, cedéis en la vehemencia conveniente, peor será vuestro sufrimiento, ya que entonces todos hablarán mal de vosotros y os despreciarán; en esto consiste en ser pisoteados por la gente» (Homilía sobre San Mateo 15).

Por eso dice San Gregorio Magno:

«Así como el hablar indiscreto lleva al error, así el silencio imprudente deja en su error a quienes pudieran haber sido adoctrinados» (Regla Pastoral 2).

Jesús pasó por la Cruz para llegar a la Resurrección. Es necesario que el grano de trigo muera para que pueda dar fruto. Los sufrimientos de todo apóstol, de todo creyente, pues todos hemos de ser apóstoles en nuestro ambiente, están marcados con vida. El Señor está cerca de los que sufren. Así nos lo dice el Salmo 33: «Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca. Gustad y ved qué bueno es el Señor, dichoso el que se acoge a Él. El Señor se enfrenta con los malhechores para borrar de la tierra su memoria. Cuando uno grita el Señor lo escucha y lo libra de sus angustias. El Señor está cerca de los atribulados, salva a los abatidos. Aunque el justo sufra muchos males, de todos  lo libra el Señor».

Juan 3,31-36: El Padre ama al Hijo y todo lo ha puesto en sus manos. El que es de la tierra se opone a Cristo, que procede del cielo y da testimonio de cuanto ha visto. El que cree en el Hijo posee la vida eterna. Hay que defender la fe no obstante los contradictores y las dificultades de propios y extraños. San Agustín advierte:

«En otros tiempos se incitaba a los cristianos a renegar de Cristo; en nuestra época se enseña a los mismos a negar a Cristo. Entonces se impelía, ahora se enseña; entonces se oía rugir al enemigo, ahora, presentándose con mansedumbre insinuante y rondando, difícilmente se le advierte. Es cosa sabida de qué modo se violentaba entonces a los cristianos a negar a Cristo; procuraban atraerlos así para que renegasen; pero ellos, confesando a Cristo, eran coronados. Ahora se enseña a negar a Cristo y, engañándoles, no quieren que parezca que se les aparta de Cristo» (Comentario al Salmo 39).

«Como ciego que oye las pisadas de Cristo que pasa, le llamo... pero cuando haya comenzado a seguir a Cristo, mis parientes, vecinos y amigos comienzan a bullir. Los que aman el siglo se me ponen enfrente: “¿Te has vuelto loco? ¡Qué extremoso eres! ¿Por ventura los demás no son cristianos? Esto es una tontería. Esto es una locura”. Y cosas tales clama la turba para que no sigamos llamando al Señor los ciegos» (Sermón 88).


14. SOMINICOS 2004

Sed testigos de la Resurrección

Los dones de esta Pascua den frutos abundantes de fidelidad.

No nos cansemos nunca los cristianos de amar y de servir..

Quien vive del Espíritu está por encima de todo.

En la liturgia de hoy escuchamos un valiente discurso de san Pedro ante el Consejo del Sanedrín que le ha llamado al orden.

Él, pobre pescador en otro tiempo, asume grandes riesgos. Despojado de todo temor, por el Señor al que ama sincera y ardientemente, habla con autoridad y pospone las voluntades y normas humanas a la voluntad y Espíritu de Dios. “Nosotros y el Espíritu Santo” –dice-- somos testigos de la verdad de Cristo resucitado, y ningún poder humano nos hará callar.

Según la expresión de san Juan en su evangelio, Pedro y sus compañeros ya han ‘renacido de nuevo de lo alto, del Espíritu’.


La luz de Dios y su mensaje en la Biblia
Hechos de los apóstoles 5, 2 7-35:
“Los guardias condujeron a los apóstoles a presencia del Consejo, y el sumo sacerdote les interrogó: ¿No os habíamos prohibido formalmente enseñar en nombre de ése [Jesús]? Vosotros, en respuesta, habéis llenado Jerusalén con vuestras enseñanzas y queréis hacernos responsables de la sangre de ese hombre.

Pedro y los apóstoles replicaron: hay que obedecer a Dios antes que a los hombres... Testigos de esto [resurrección de Cristo] somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que le obedecen. Esta respuesta los exasperó y decidieron acabar con ellos”

Evangelio según san Juan 3, 31-36:
“Jesús dijo a Nicodemo: El que viene de lo alto está por encima de todos. En cambio, el que es de la tierra, es de la tierra y habla de la tierra.

El que viene del cielo [Hijo de Dios] está por encima de todos. De lo que ha visto y oído da testimonio, y nadie acepta su testimonio. El que acepta su testimonio, certifica la veracidad de Dios. El que Dios envió habla las Palabras de Dios, porque no da el Espíritu con medida.

El Padre ama al Hijo y todo lo ha puesto en su mano. El que cree en el Hijo posee la vida eterna; el que no crea en el Hijo no verá la vida...”


Reflexión para este día
Los cristianos, amigos de Dios y de los hombres, no podemos ser cobardes.
Aprendamos en los hechos de los apóstoles, en las acciones arriesgadas de misioneros, en voluntarios al servicio del Reino de Dios.

Admiremos su valentía, la seguridad de sus respuestas, la opción hecha por el Señor, y demos de mano cualquier planteamiento de intereses que contraríen la acción del Reino de Dios.

En los apóstoles, la raíz de todo ello se encuentra en la condición viva de ser “testigos” de cuanto sus ojos contemplaron: vida, muerte y resurrección de Jesús.

Retengamos esta frase: testigos somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios nos ha dado. El Espíritu y nuestra conciencia de testigos dicen lo mismo: Jesús es el Señor.

Pero esa fe y seguridad es un don de lo alto, no una conquista de fuerza o ciencia.

Quien es de arriba, del cielo, de lo alto, como Jesús, piensa y habla como hijo de Dios, con pensamientos de Dios. Si creemos que Jesús es el enviado de Dios, su enviado por excelencia, y creemos que su Palabra y corazón proyectan hacia nosotros la intimidad del Padre que le ama a él y nos ama a nosotros, adhirámonos fervientemente a él. Creer a Jesús, creer lo que él nos revela, es adquirir, por don divino, la tranquilidad que da a la conciencia el sentirse en manos de quien es su Padre, Amigo, Misericordia, Perdón.


15. CLARETIANOS 2004

DIOS ES VERAZ

La Palabra nos habla hoy sobre el acceso a la verdad. Buscar la verdad será siempre un ejercicio de modestia, pues -no lo olvidemos- se trata de “indagar”, no de “poseer” la verdad. Deberíamos preguntarnos hoy a quién creemos, de quién nos fiamos, cuáles son las fuentes donde buscamos la verdad .

Lamentablemente, tenemos experiencia de lo que es la mentira. La que sufrimos y la que fabricamos. Mentira es aquella distorsión de lo real que genera raudales de desconfianza, miedo, distancia y confusión. Condensa cualquier tipo de ofuscación de la verdad. El “padre de la mentira”emplea astutamente métodos retorcidos para confundir, complicar, distorsionar, engañar, ocultar, reprimir, silenciar... Pretende, en última instancia, que no se acepte el testimonio veraz de Dios. ¡...y cuántas veces lo consigue!

Frente a la mentira se sitúa la Verdad, mencionada en la página evangélica de hoy. Sale de la boca de Dios y genera Vida. Esa Verdad, que hace libre al hombre, no es un catálogo de conocimientos arcanos para iniciados, ni una acumulación enciclopédica de datos inservibles, ni la perfecta información -siempre imposible- de hechos, ni una destreza práctica capaz de resolver los problemas de la vida.

La Verdad es el conocimiento del sentido de la vida. Aquello que Pablo llamaba “proyecto de Dios”. Se ha dicho que el sentido de la vida es más importante que la vida misma. El hombre, por ser libre, ha de buscar un sentido a la realidad y, desde él, proyectar su vida. En todo hombre es permanente la pregunta por su propia verdad, por el sentido de su vida. Decía Victor Frankl que “no es el hombre el que tiene que hacer preguntas acerca del sentido de la vida. Es más bien lo contrario: el hombre es el interrogado; él debe responder, debe dar respuesta a los interrogantes que la vida le propone”.

Con todo, la Verdad no es conquista adquirida con el esfuerzo de la propia capacidad mental. ¡Cuántas veces la deliberación no nos hace avanzar en nuestras búsquedas! Lo había descubierto el sabio: “La mente del tonto es como la rueda de un carro: sus pensamientos dan vueltas y vueltas” (Eclo 33,5). La Verdad excede la razón. Usar y desarrollar la razón es cosa de sabios, pero creer que solo existe lo que comprendemos con la razón es de estúpidos.

La Verdad nos ha sido dada. Es camino que, como luz de aurora, nos llega de la mano de un testigo veraz. Su único argumento es su propia credibilidad. Invita a confiar en él, a creerle, a darle crédito. No cultiva la estupidez, la alienación ni el entreguismo. Tampoco pide vaciar la cabeza, sino abrir mente y corazón a lo que se nos escapa.¡Dios es digno de ser creído! Su Palabra nos invita hoy a rendirnos ante la credibilidad de Jesucristo, el testigo de la Verdad plena. Cuando es acogida esa invitación, el creyente hace de su vida un amén permanente al Dios descubierto como su «roca y baluarte» (Sal 18,3).
Vuestro hermano en la fe,

Juan Carlos Martos (martoscmf@claret.org)


16.

Comentario: Rev. D. Melcior Querol i Solà (Ribes de Freser-Girona, España)

«El que cree en el Hijo tiene vida eterna»

Hoy, el Evangelio nos invita a dejar de ser “terrenales”, a dejar de ser hombres que sólo hablan de cosas mundanas, para hablar y movernos como «el que viene de arriba» (Jn 3,31), que es Jesús. En este texto vemos —una vez más— que en la radicalidad evangélica no hay término medio. Es necesario que en todo momento y circunstancia nos esforcemos por tener el pensamiento de Dios, ambicionemos tener los mismos sentimientos de Cristo y aspiremos a mirar a los hombres y las circunstancias con la misma mirada del Verbo hecho hombre. Si actuamos como “el que viene de arriba” descubriremos el montón de cosas positivas que pasan continuamente a nuestro alrededor, porque el amor de Dios es acción continua a favor del hombre. Si venimos de lo alto amaremos a todo el mundo sin excepción, siendo nuestra vida una tarjeta de invitación para hacer lo mismo.

«El que viene de arriba está por encima de todos» (Jn 3,31), por esto puede servir a cada hombre y a cada mujer justo en aquello que necesita; además «da testimonio de lo que ha visto y oído» (Jn 3,32). Y su servicio tiene el sello de la gratuidad. Esta actitud de servir sin esperar nada a cambio, sin necesitar la respuesta del otro, crea un ambiente profundamente humano y de respeto al libre albedrío de la persona; esta actitud se contagia y los otros se sienten libremente movidos a responder y actuar de la misma manera.

Servicio y testimonio siempre van juntos, el uno y el otro se identifican. Nuestro mundo tiene necesidad de aquello que es auténtico: ¿qué más auténtico que las palabras de Dios?, ¿qué más auténtico que quien «da el Espíritu sin medida» (Jn 3,34)? Es por esto que «el que acepta su testimonio certifica que Dios es veraz» (Jn 3,33).

“Creer en el Hijo” quiere decir tener vida eterna, significa que el día del Juicio no pesa encima del creyente porque ya ha sido juzgado y con un juicio favorable; en cambio, «el que rehusa creer en el Hijo, no verá la vida, sino que la cólera de Dios permanece sobre él» (Jn 3,36)..., mientras no crea.


17. Comentarios "Misal-Meditación"

1ª Lectura
He 5,27-33
27 Los trajeron y los presentaron al tribunal supremo. El sumo sacerdote les preguntó: 28 «¿No os ordenamos solemnemente que no enseñaseis en nombre de ése? Y, sin embargo, habéis llenado Jerusalén de vuestra doctrina y queréis hacernos responsables de la sangre de este hombre». 29 Pedro y los apóstoles respondieron: «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. 30 El Dios de nuestros padres ha resucitado a Jesús, a quien vosotros matasteis colgándolo de un madero. 31 Dios lo ha ensalzado con su diestra como jefe y salvador para dar a Israel el arrepentimiento y el perdón de los pecados. 32 Nosotros somos testigos de estas cosas, como lo es también el Espíritu Santo que Dios ha dado a los que lo obedecen».

INTERVENCIÓN DE GAMALIEL
33 Ellos, enfurecidos con estas palabras, querían matarlos.

Salmo Responsorial
Sal 34,2
2 Bendeciré al Señor a todas horas, su alabanza estará siempre en mi boca;

Sal 34,9
9 Gustad y ved qué bueno es el Señor, dichoso el hombre que se refugia en él.

Sal 34,17-18
17 el Señor se enfrenta con los criminales para borrar su memoria de la tierra. 18 Ellos gritan, el Señor los atiende y los libra de todas sus angustias;

Sal 34,19-20
19 el Señor está cerca de los atribulados, él salva a los que están hundidos. 20 El hombre justo tendrá muchas contrariedades, pero de todas el Señor lo hará salir airoso;

Evangelio
Jn 3,31-36
31 El que es de la tierra es terreno y habla como terreno; el que viene del cielo está sobre todos. 32 Da testimonio de lo que ha visto y oído, pero nadie acepta su testimonio. 33 El que lo acepta certifica que Dios dice la verdad. 34 Porque el que Dios ha enviado dice las palabras de Dios, pues Dios le ha dado su espíritu sin medida. 35 El Padre ama al hijo y ha puesto en sus manos todas las cosas. 36 El que cree en el hijo tiene vida eterna; el que no quiere creer en el hijo no verá la vida; la ira de Dios pesa sobre él».

* * *

El que cree posee

San Juan 3, 31-36
El que viene de lo alto está por encima de todos. El que es de la tierra es de la tierra y habla de la tierra. El que viene del cielo está por encima de todos. De lo que ha visto y ha oído da testimonio, y nadie acepta su testimonio. El que acepta su testimonio certifica la veracidad de Dios. El que Dios envió habla las palabras de Dios, porque no da el Espíritu con medida. El Padre ama al Hijo y todo lo ha puesto en su mano. El que cree en el Hijo posee la vida eterna; el que no crea al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios pesa sobre él.

Lectura
Estos versículos son una continuación o un paralelo del monólogo de Jn 3,16-21, pero están en relación con el episodio anterior del evangelio según san Juan, en que se recoge un nuevo testimonio del Bautista, en el que resume su cometido en la historia de la salvación. Jesús no es simplemente el Mesías, sino el portador de la vida celeste. Todo el que recibe el testimonio de Cristo certifica la veracidad de Dios.

Meditación
Jesús está situado en la esfera celestial, viene de arriba, del cielo. Y da testimonio de lo que ha visto y oído. Él conoce lo que está hablando, ya que es el testigo inmediato del Padre. Ante Jesús caben dos posturas: rechazar su testimonio o aceptarlo, certificando la veracidad de Dios. El que cree, pone un sello sobre la verdad, sobre la fidelidad de Dios; el designio de Dios desemboca de este modo en su realización plena.

El creyente que se adhiere a la palabra del Hijo, oye las palabras mismas de Dios: es a Dios al que escucha. La persona de Jesús ocupa el lugar de la Ley por la que Dios revelaba a Israel su proyecto de vida. La voluntad de Dios es que se escuche a su Hijo único. Se trata de creer en Él. Creer en el Hijo significa la vida eterna. Si Jesús es de arriba, el creyente ha renacido de arriba; si el Enviado da el Espíritu sin medida es para que el creyente nazca del Espíritu y tenga parte en lo que Jesús conoce; si el Padre ama al Hijo, el amor de Dios tiene por objeto el mundo; y si el Hijo es enviado por el Padre al mundo, es para que el creyente pueda acoger la palabra divina.

Oración
Escribió San Bernardo de Claraval: El leer me fastidia si no leo allí el nombre de Jesús. El hablar me disgusta si no se habla allí de Jesús. Jesús es miel en la boca, melodía en el oído, júbilo en el corazón.

Actuar
Adoptaré una actitud obediente y evitaré las quejas y las críticas.

Meditaciones publicadas por cortesía del "Misal-Meditación", publicación mensual española que contiene la liturgia de la misa de cada día y una meditación sobre la misma.


18.

Reflexión

Es interesante el binomio que utiliza san Juan en este pasaje. Fijémonos que dice: “El que cree, tiene vida eterna; pero el que desobedece al Hijo no la tendrá”. De manera que no basta creer, sino que es necesario obedecer. Esto lo refiero pues hay algunos hermanos que dicen: “Yo creo que Dios, incluso yo creo en Jesucristo, pero “No voy a misa”; o algunos otros: “Yo soy un buen cristiano, pero en lo que se refiere a mis negocios, sigo la “ley del más fuerte”. Este abismo que se va creando entre fe y vida, entre creer y obedecer es el que hace que la resurrección de Cristo no se manifieste con fuerza en muchas comunidades. Es esencial creer, pero esto es fundamentalmente un don de Dios (pues quien puede creer que un hombre resucitó hace dos mil años y aun está vivo, sino es por que Dios se lo atestigua en el corazón); sin embargo obedecer es una respuesta libre de nuestra voluntad a la fe en el Resucitado. Jesús nos probó que es Dios resucitando, probémosle que realmente creemos en su resurrección y en él mismo, llevando una vida conforme al Evangelio… Creo que es justo ¿no?

Que la resurrección de Cristo, llene de amor tu corazón.

Como María, todo por Jesús y para Jesús

Pbro. Ernesto María Caro


19.

El que cree en el Hijo tiene vida eterna

Fuente: Catholic.net+
Autor: Omar López

Juan 3, 31-36

En aquel tiempo dijo Jesús a Nicodemo: El que viene de arriba está por encima de todos: el que es de la tierra, es de la tierra y habla de la tierra. El que viene del cielo, da testimonio de lo que ha visto y oído, y su testimonio nadie lo acepta. El que acepta su testimonio certifica que Dios es veraz. Porque aquel a quien Dios ha enviado habla las palabras de Dios, porque da el Espíritu sin medida. El Padre ama al Hijo y ha puesto todo en su mano. El que cree en el Hijo tiene vida eterna; el que rehúsa creer en el Hijo, no verá la vida, sino que la cólera de Dios permanece sobre él».


Reflexión

Jesús no deja dudas sobre el hecho de que Él ha bajado del cielo y por ello conoce perfectamente todo lo que hay allí. Él conoce bien el deseo que tiene Dios de vivir en el corazón de los hombres y por esto no hace otra cosa que hablar de las cosas de Dios. Los hombres normalmente hablan sólo de las cosas terrenas, porque no saben apreciar las grandezas de las cosas celestes. Pero anuncia la belleza de la promesa: Dios da el espíritu sin medida.

Cuando un cristiano abre su corazón a Dios, no recibe solamente la felicidad que espera, sino mucho más: Él concede la felicidad en esta vida y el premio de la vida futura. ¡Cuánto es generoso el amor de Dios que devuelve a ciento por uno! No guarda para sí sus dones.

Jesús concluye con una cierta tristeza, pensando en aquellos que han cerrado su propio corazón: aquel que no cree en el Hijo no verá la vida. Por esto debemos apreciar la vida de gracia, la presencia de Dios en nuestras almas, dado que no imaginamos cuánto seremos felices cuando abramos completamente las puertas de nuestro corazón a Cristo. La vida eterna, dice Jesús, comienza creyendo en Él, en lo concreto de cada día, no sustituyendo la fe con los trabajos humanos, sino mostrando la fe a través el trabajo.


20. 2004

LECTURAS: HECH 5, 27-33; SAL 33; JN 3, 31-36

Hech. 5, 27-33. Hay Alguien que da testimonio de Jesús: de su salvación, de su muerte y resurrección, de su señorío y de su mesianidad: El Espíritu Santo, que Dios da a los que le obedecen. Los Apóstoles también dan testimonio de lo mismo por la presencia del Espíritu Santo en ellos (Así en los sucesores de los apóstoles) y por su experiencia personal con el Señor. Nosotros también hemos recibido el Don del Espíritu Santo, que habita en nuestro interior. ¿Aceptamos su testimonio acerca de Jesús, o seguimos rechazando y crucificando al Señor? ¿Obedecemos a Dios u obedecemos a los hombres? Quien dice que ama a Dios pero no ama a su prójimo es un mentiroso. El amor a Dios se debe manifestar en el amor al prójimo. No podemos continuar condenando y crucificando a Jesús en aquellos que ante sus pobrezas, enfermedades o pecados, reciben la indiferencia de quienes se sienten seguros de sí mismos, o se sienten justos ante Dios y no quieren mancharse el alma por tratarlos o por acercarse a ellos para remediar sus males. Peor sería el que les hiciésemos más pesada aún su vida por nuestras injusticias y egoísmos, o los indujéramos a cometer pecados mayores. Demos testimonio del Señor no sólo con las palabras, sino con una vida recta que indique que somos guiados por el Espíritu de Dios, que habita en nuestros corazones.

Sal. 33. Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva. A pesar de que nos veamos perseguidos por los malvados debemos saber que el Señor Jesús vino a buscar y a salvar todo lo que se había perdido. No podemos pasarnos la vida en guerras santas, queriendo purificar al mundo de los malvados asesinándolos. El Señor nos ha enviado a buscar a la oveja perdida y a llamarla a la conversión, pues Dios, rico en misericordia, está siempre dispuesto a perdonar a todo aquel que le busca con un corazón humilde y sincero. Si Dios vela de nosotros y nos libra de la mano de nuestros enemigos, velemos por los demás, muchas veces atrapados en las redes de la maldad y, con el Poder que hemos recibido de lo Alto, busquemos por todos los medios librarlos de sus cadenas. Sólo entonces nos estaremos identificando con Cristo, pues su Espíritu estará guiando nuestras obras y actitudes y todos podrán hacer la prueba y experimentar el amor que Dios nos tiene sin reservas ni medida.

Jn. 3, 31-36. El Hijo eterno del Padre, Aquel que es Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, se ha hecho uno de nosotros para que quien crea en Él tenga vida eterna. El Hijo da testimonio de lo que ha visto, y su testimonio acerca de Dios, su Padre, es verdadero. Él es el Enviado del Padre, y tanto sus palabras, como sus obras y su vida misma, son el lenguaje a través del cual nos ha revelado que Dios es Amor y que es Misericordia. Quien se ha entrado en comunión de vida con Cristo no puede continuar teniendo un lenguaje de maldad, de destrucción ni de muerte. Quien vive de espaldas a Dios, quien no acepta unirse a Dios por medio del Hijo es un rebelde que no verá la vida, porque la cólera divina perdura en contra de él, no porque Dios lo rechace, sino porque esa persona ha rechazado a Dios y a Aquel que es el único camino, que Dios nos ha dado para llegar a Él y para gozar de su vida y de su salvación.

En la Eucaristía, que celebramos, el Señor nos comunica ya desde ahora su Vida eterna. No sólo nos llamamos hijos de Dios, sino que lo somos en verdad, pues entrando en comunión de Vida con su propio Hijo, el Padre Dios nos contempla como a su Hijo amado, en quien Él se complace. Por eso a la Eucaristía hemos de venir con un corazón dispuesto a que el Señor nos llene más y más de su vida hasta que, por obra de Él, lleguemos a ser perfectos como es perfecto nuestro Dios y Padre. Quienes participamos de la Eucaristía no sólo recibimos la vida que procede de Dios y que Él nos ha comunicado por medio de su Hijo, sino que al mismo tiempo recibimos la misión de hacer llegar esa vida hasta el último rincón de la tierra. Por eso no nos conformemos con adorar al Señor sino que asumamos nuestro compromiso de anunciar su Evangelio de salvación a todos los hombres.

De nada nos aprovechará el abrir nuestro corazón y nuestros oídos, por medio de la fe, al Espíritu Santo para que habite en nosotros. Él no es un adorno en la vida del Cristiano, no es sólo objeto de adoración y de gozo interior. Él es fuego que impulsa al cristiano para que dé un testimonio valiente de su fe en el mundo, y se convierta en un signo de salvación para todos. Si al paso del tiempo la Iglesia de Cristo no logra una verdadera conversión de los pecadores, debe reflexionar con sinceridad acerca de la lealtad con que se ha unido a su Señor. Abramos los ojos ante todos los signos de pecado y de muerte que existen hoy en nuestro mundo; no pasemos de largo ante ellos; el Señor nos envió a continuar su obra de salvación en el mundo. No vivamos cómodamente nuestra fe, tal vez anunciándola con valentía, pero sólo con los labios. Debemos ser concretos en la liberación del hombre esclavizado por la maldad, por el egoísmo, por la injusticia, y por muchas otras cosas que necesitan de una Iglesia comprometida hasta la muerte, en un amor hasta el extremo como lo hizo su Señor.

Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos conceda la gracia de saber dar un testimonio fiel, valiente y comprometido acerca de la fe que hemos depositado en Cristo, único camino de salvación para toda la humanidad. Amén.

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21. ARCHIMADRID 2004

BARRIO SESAMO

“Por ser vos, mi dios. Yo te doy gracias por dejarme amarte. Y que tu nombre llevaré en mi corazón hasta el último segundo de mi vida.” No, no es una errata que dios esté con minúsculas, esta “oración” la he copiado de Internet y la palabra dios venía con mayúsculas pero he decidido ponerla con minúsculas. ¿Por qué? Pues porque sería una bella “oración” si se dirigiese al Señor de cielos y tierra pero se refiere en realidad a... ¡Maradona!. ¡Cómo debe sufrir esta chica de quince años que coloca en la web su confesión pública de fe en un futbolista al verle ahora – mientras escribo este comentario al menos- debatiéndose entre la vida y la muerte, porque ahora o cuando Dios quiera (este sí con mayúsculas), pasará de este mundo, morirá, le meterán en un ataúd, le pondrán encima un mausoleo con forma de balón de fútbol que pesará unos cuantos quintales -¿por qué cuanto más importante es uno le ponen más difícil levantarse el día de la resurrección?)-, y en unos pocos años pasará a ser una anécdota de los programas deportivos.
“El que es de la tierra es de la tierra y habla de la tierra.” A esta chica que adora a un futbolista como su dios, a ti y a mí que tantas veces ponemos las “cosas de la tierra” por encima del que “viene de lo alto”, que “obedecemos a los hombres antes que a Dios”, deberían obligarnos a ver varias veces al día el capítulo de Barrio Sésamo en el que se distinguía entre “arriba” y “abajo”. Deberíamos soñar con Epi, Blas y el monstruo de las galletas enseñándonos: “ahora estoy arriba”, “ahora estoy abajo”, “arriba”, “abajo”..., así hasta que nos quedase bien claro.
¿Cómo distinguir si tengo mi fe en Dios o en Maradona? No es una pregunta tan burda. A veces si cambiásemos en nuestra confesión de fe a Dios por el coche, el sueldo, la estabilidad, el descanso, nuestro tiempo, o cualquier otra cosa, aunque nos parezca pequeña o tonta, nos daría casi exactamente igual, muchos incluso le darán más importancia que a la Misa de los domingos o a buscar cuanto antes la Gracia de Dios cuando cometemos un pecado. ¿Cómo distinguir bien una cosa de la otra? Dios, “no da el Espíritu con medida”, rebosa, nos colma, nos llena completamente, sacia hasta embriagar el alma, nos hace –sin “efectos especiales”-, dar la vida con alegría, mirar la vida con esperanza, superar hasta el límite de la muerte por el Amor y por amar. Sin embargo, cuando nos perdemos el capítulo de “Barrio Sésamo”, cuando se ofusca en nuestro corazón la distinción entre los bienes de “arriba” y los de la “tierra” entonces la “ira de Dios pesa sobre él” y llega la melancolía, la tristeza, la falta de horizontes el miedo a la entrega y al compromiso, la pasividad, el tacañear en obras y palabras, el “hacer lo justo” (y no en sentido de justicia sino de medida), la pesadumbre de corazón.
“Aunque el justo sufra muchos males, de todos los libra el Señor.” Haz un rato de oración con Barrio Sésamo y cuando distingas bien entre “arriba” y “abajo” pídele a la Virgen que te ayude ha decir hoy, ahora, ese sí al Señor.


22. Fray Nelson Jueves 7 de Abril de 2005

Temas de las lecturas: Nosotros somos testigos de todo esto, y también lo es el Espíritu Santo * El Padre ama a su Hijo y todo lo ha puesto en sus manos.

1. Obedecer a Dios antes que a los hombres
1.1 ¿Te imaginas un mundo en el que esta consigna de los apóstoles se hiciera realidad? Si el senador de un gran país obedece a Dios antes que a los hombres, así se trate de sus electores, buscará la verdad por encima de la simpatía y lo correcto por encima de lo conveniente. Un legislador así no aprobará la despenalización del horrendo crimen del aborto sino que buscará modos de respetar la libertad de todos... ¡incluyendo al que no tiene voz porque no ha nacido!

1.2 Si el sacerdote obedece a Dios antes que a los hombres, así se trate de sus amigos, enseñará la verdad de los preceptos divinos, con caridad y con claridad a la vez. No veremos entonces ese escándalo de los sacerdotes que permiten comulgar a parejas en adulterio porque tienen estrecha relación de simpatía con él.

1.3 Si el profesor o el gran científico obedecen a Dios antes que a los hombres, así se trate de quienes les pagan sus investigaciones o leen sus artículos, en todo se presentarán como creyentes, y entonces darán un paso más: al recibir burlas, indiferencia o persecución, sentirán con gozo que están participando del misterio de Cristo y darán testimonio con mayor fuerza aún, como hacían los apóstoles, que más parecían crecer cuando más se les aplastaba.

1.4 Si las mujeres obedecen a Dios antes que a la gente, así se trate de sus más cercanas amigas, no tolerarán que el chisme avance impunemente ni darán alas a las vanidades, envidias y codicias de la moda y el consumismo desbocado.

1.5 Detente. Imagina un mundo en el que obedecemos a Dios antes que a los hombres. Imagínalo quince segundos. Empieza luego a hacerlo realidad en tu entorno.

2. El que cree en el Hijo, tiene la Vida
2.1 Palabras bellas, profundas y comprometedoras nos da el Señor en el evangelio de hoy. Hoy se nos invita a creer y a la vez se nos muestran las consecuencias de no creer. No podemos excusar ignorancia: ya sabemos qué implica aceptar y qué trae no aceptar a Jesucristo.

2.2 Cristo nos habla hoy como testigo. Él es el que habla "de lo que ha visto y oído". Su mensaje abre la verdad del cielo para nosotros y para todos los que escuchen la palabra. Y el mensaje es sencillo y a la vez inagotable: es la noticia del amor infinito, incondicional, insondable de Dios. Lo que hagamos después de saber que Dios nos ama así determina nuestro destino en esta tierra y en la eternidad.