VIERNES
DE LA PRIMERA SEMANA DE PASCUA
Libro de los Hechos de los Apóstoles
4,1-12.
Mientras los Apóstoles hablaban al pueblo, se presentaron ante ellos los
sacerdotes, el jefe de los guardias del Templo y los saduceos, irritados de que
predicaran y anunciaran al pueblo la resurrección de los muertos cumplida en la
persona de Jesús. Estos detuvieron a los Apóstoles y los encarcelaron hasta el
día siguiente, porque ya era tarde. Muchos de los que habían escuchado la
Palabra abrazaron la fe, y así el número de creyentes, contando sólo los
hombres, se elevó a unos cinco mil. Al día siguiente, se reunieron en Jerusalén
los jefes de los judíos, los ancianos y los escribas, con Anás, el Sumo
Sacerdote, Caifás, Juan, Alejandro y todos los miembros de las familias de los
sumos sacerdotes. Hicieron comparecer a los Apóstoles y los interrogaron: "¿Con
qué poder o en nombre de quién ustedes hicieron eso?". Pedro, lleno del Espíritu
Santo, dijo: "Jefes del pueblo y ancianos, ya que hoy se nos pide cuenta del
bien que hicimos a un enfermo y de cómo fue curado, sepan ustedes y todo el
pueblo de Israel: este hombre está aquí sano delante de ustedes por el nombre de
nuestro Señor Jesucristo de Nazaret, al que ustedes crucificaron y Dios resucitó
de entre los muertos. El es la piedra que ustedes, los constructores, han
rechazado, y ha llegado a ser la piedra angular. Porque no existe bajo el cielo
otro Nombre dado a los hombres, por el cual podamos alcanzar la salvación".
Salmo
118,1-2.4.22-27.
¡Aleluya! ¡Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor!
Que lo diga el pueblo de Israel: ¡es eterno su amor!
Que lo digan los que temen al Señor: ¡es eterno su amor!
La piedra que desecharon los constructores es ahora la piedra angular.
Esto ha sido hecho por el Señor y es admirable a nuestros ojos.
Este es el día que hizo el Señor: alegrémonos y regocijémonos en él.
Sálvanos, Señor, asegúranos la prosperidad.
¡Bendito el que viene en nombre del Señor! Nosotros los bendecimos desde la Casa
del Señor:
el Señor es Dios, y él nos ilumina. "Ordenen una procesión con ramas frondosas
hasta los ángulos del altar".
Evangelio según San Juan
21,1-14.
Después de esto, Jesús se apareció otra vez a los discípulos a orillas del mar
de Tiberíades. Sucedió así: estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el
Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos
discípulos. Simón Pedro les dijo: "Voy a pescar". Ellos le respondieron: "Vamos
también nosotros". Salieron y subieron a la barca. Pero esa noche no pescaron
nada. Al amanecer, Jesús estaba en la orilla, aunque los discípulos no sabían
que era él. Jesús les dijo: "Muchachos, ¿tienen algo para comer?". Ellos
respondieron: "No". El les dijo: "Tiren la red a la derecha de la barca y
encontrarán". Ellos la tiraron y se llenó tanto de peces que no podían
arrastrarla. El discípulo al que Jesús amaba dijo a Pedro: "¡Es el Señor!".
Cuando Simón Pedro oyó que era el Señor, se ciñó la túnica, que era lo único que
llevaba puesto, y se tiró al agua. Los otros discípulos fueron en la barca,
arrastrando la red con los peces, porque estaban sólo a unos cien metros de la
orilla. Al bajar a tierra vieron que había fuego preparado, un pescado sobre las
brasas y pan. Jesús les dijo: "Traigan algunos de los pescados que acaban de
sacar". Simón Pedro subió a la barca y sacó la red a tierra, llena de peces
grandes: eran ciento cincuenta y tres y, a pesar de ser tantos, la red no se
rompió. Jesús les dijo: "Vengan a comer". Ninguno de los discípulos se atrevía a
preguntarle: "¿Quién eres", porque sabían que era el Señor. Jesús se acercó,
tomó el pan y se lo dio, e hizo lo mismo con el pescado. Esta fue la tercera vez
que Jesús resucitado se apareció a sus discípulos.
Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
LECTURAS:
1ª: Hch 4, 1-12 (Hch 4, 8-12 = PASCUA 04B)
2ª: Jn 21, 1-14 = PASCUA 03C
1. -Pedro y Juan son encarcelados...
Después del milagro del hombre paralítico, Pedro y Juan pasan «hasta la mañana siguiente» su primera noche en la cárcel. No será la única vez. Los Hechos de los Apóstoles abundan en motines, arrestos y encarcelamientos. ¡Pedro acabará su vida en la cárcel, en Roma! ¿Por qué?
-Los sacerdotes, el jefe de la guarda del templo y los saduceos, estaban molestos porque enseñaban al pueblo y anunciaban la resurrección de los muertos.
¡Encarcelados «por haber anunciado la resurrección»!
Pedro y Juan anunciaban la resurrección valiéndose del paralítico al que habían curado. El misterio de Cristo está mucho más presente de lo que todos pensamos habitualmente. Todo hombre que se «levanta», todo aquél que domina el mal, todo el que supera una dificultad o un pecado, pasa «de muerte a vida».
Ayúdanos, Señor, a contemplar tu Misterio, tu Misterio Pascual, en todas las situaciones de la existencia.
¿Cómo lo viviré el DÍA DE HOY, y cómo anunciaré la resurrección?
-Hicieron comparecer a los Apóstoles y les preguntaron...
Entonces Pedro, lleno del Espíritu Santo, les dijo:
Puesto que hoy somos interrogados sobre el bien obrado a un enfermo...
El actor principal de los «hechos de los apóstoles» es el Espíritu. A menudo uno se imagina a los apóstoles como hombres extraordinarios. Ahora bien, nada hay más sencillo que su vida. Son hombres, hombres que se dejaron llenar... llenar, por el Espíritu Santo.
Y sus «hechos» son a veces muy sencillos y banales.
«Obrar el bien, en beneficio de un enfermo» ¿No es esto corriente? Ciertamente, en ese caso, hubo un milagro.
Pero, «atender a un enfermo», toda proporción guardada, está al alcance de todo el mundo.
Para dar testimonio de la resurrección, ayúdanos, Señor, a hacer esos actos sencillos que esperas de nosotros.
-Sabed, todos vosotros que ha sido por el nombre de nuestro Señor Jesucristo de Nazaret, a quien crucificasteis y a quien Dios resucitó de entre los muertos, que se presenta este hombre aquí sano delante de vosotros.
El Credo es aún muy simple en esa época, y lo repite obstinadamente: ¡Creo en Jesucristo, crucificado, resucitado y activo hoy en el mundo! Ciertamente éste es el núcleo de nuestra Fe.
«¡Nuestro Señor Jesucristo de Nazaret!» En una fórmula condensada y concisa se halla toda su fe en Cristo «verdadero Dios -Señor- y verdadero hombre -de Nazaret-». Las controversias y los estudios teológicos no habían llegado todavía. Es la fe en su expresión primera.
-El es la piedra que vosotros, los constructores, despreciasteis y que se ha convertido en piedra angular. Y la Salvación no se encuentra en nadie más.
Impotencia del hombre para resolver sus problemas más esenciales: el hambre, el desarrollo, el cáncer, la guerra, la muerte, o, más simplemente, la concertación y la comprensión recíprocas... La salvación sólo se encuentra en Jesucristo. Si los hombres aceptasen vivir «según Jesucristo», se avanzaría en la solución de muchos de los grandes problemas. ¡Jesús, Salvador, sálvanos!
NOEL
QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 3
PRIMERAS LECTURAS PARA ADVIENTO - NAVIDAD
CUARESMA Y TIEMPO PASCUAL
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 182 s.
2.
-Simón Pedro dijo a Tomás, a Natanael, a los hijos de Zebedeo y a otros dos: "Voy a pescar." Le replicaron: "Vamos también nosotros contigo."
Estamos en Galilea, en la orilla del hermoso lago de Tiberíades.
Pedro parece que ha reemprendido su oficio. Los apóstoles no son unos fanáticos, preocupados de inventar cosas fantásticas. No, ellos no han inventado la resurrección. Se les vuelve a encontrar ahora tal como eran: gentes sencillas, sin segundas intenciones y entregados a humildes trabajos manuales. Me los imagino preparando su barca y sus redes para salir a pescar.
-Salieron y entraron en la barca, y en aquella noche no cogieron nada
Nada. Nada. El fracaso. El trabajo inútil aparentemente.
A cualquier hombre le suele pasar esto alguna vez: se ha estado intentando y probando alguna cosa... y después, nada.
Pienso en mis propias experiencias, en mis decepciones. No para entretenerme en ellas morbosamente, sino para ofrecértelas, Señor. Creo que Tú conoces todas mis decepciones... como Tú les habías visto afanarse penosamente en el lago, durante la noche, y como les habías visto volver sin "nada"...
-Llegada la mañana, se hallaba Jesús en la playa; pero los discípulos no se dieron cuenta de que era El.
Pronto descubrirán su "presencia" en medio de sus ocupaciones profesionales ordinarias. Por de pronto, Tú ya estás allí... pero ellos no lo saben.
-Díjoles Jesús: "Muchachos, ¿no tenéis nada que comer?"
Conmovedora familiaridad. Una vez más, Jesús toma la iniciativa... se interesa por el problema concreto de estos pescadores.
-"¡Echad la red a la derecha de la barca y hallaréis!"
Escucho este grito dirigido, desde la orilla; a los que están en la barca.
Trato de contemplarte, de pie, al borde del agua. Tú les ves venir. En tu corazón, compartes con ellos la pena de no haber cogido nada. Tú eres salvador: No puedes aceptar el mal.
-Echaron pues la red y no podían arrastrarla tan grande era la cantidad de peces.
Como tantas otras veces, has pedido un gesto humano, una participación. Habitualmente no nos reemplazas; quieres nuestro esfuerzo libre; pero terminas el gesto que hemos comenzado para hacerlo más eficaz.
-Dijo entonces a Pedro, aquel discípulo a quien amaba Jesús: "¡Es el Señor!"
Ciertamente es una constante: ¡Tú estás ahí, y no se te reconoce! te han reconocido gracias a un "signo': la pesca milagrosa, un signo que ya les habías dado en otra ocasión, un signo que había que interpretar para darle todo su significado, un signo que ¡"aquel que amaba" ha sido el primero en comprender! Si se ama, las medias palabras bastan.
-Jesús les dijo: "¡Venid y comed!" Se acercó Jesús, tomó el pan y se lo dio, e igualmente el pescado.
Siempre este otro "signo" misterioso de "dar el pan"..., de la comida en común, de la que Jesús toma la iniciativa, la que Jesús sirve ...
La vida cotidiana, en lo sucesivo, va tomando para ellos una nueva dimensión. Tareas profesionales. Comidas. Encuentros con los demás. En todas ellas está Jesús "escondido".
¿Sabré yo reconocer tu presencia?
NOEL
QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág.186
s.
3.
a) Ya han ido a parar a la cárcel. El milagro de la curación del paralítico tiene por una parte buenos efectos, porque se convierten muchos (cinco mil), y por otra, malos, porque Pedro y Juan son detenidos y enviados a la cárcel por haber dirigido al pueblo el discurso que leíamos ayer.
Pero Pedro -portavoz de los demás apóstoles también ahora, como lo había sido en vida de Jesús- no se calla: aprovecha la ocasión para dar testimonio del Mesías delante de las autoridades, como lo había hecho delante del pueblo. Es su tercer discurso, y siempre dice lo mismo: que los judíos mataron a Jesús, pero Dios le resucitó y así le glorificó y reivindicó, y hay que creer en él, porque es el único que salva.
Si antes eran valientes los apóstoles, ahora, delante de las autoridades, y experimentando ya lo que es la persecución y la cárcel, aparecen admirablemente decididos y cambiados. El amor que Pedro había mostrado hacia Cristo en vida, pero con debilidad y malentendidos, ahora se ha convertido en una convicción madura y en un entusiasmo valiente que le llevará a soportar todas las contradicciones y al final la muerte en Roma, para dar testimonio de aquél a quien había negado delante de la criada.
Ya Jesús les había dicho que les llevarían a los tribunales, pero que no se preocuparan, porque su Espíritu les ayudaría (cf. Lc 12, 11-12). Aquí Lucas se encarga de decirnos, como hará en otras ocasiones en el libro de los Hechos, de que Pedro respondió «lleno de Espíritu Santo».
El salmo 117, uno de los salmos más pascuales, que rezamos cada domingo, o en Laudes o en la Hora intermedia, habla de cómo «la piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular». Es el que cita aquí Pedro: de nuevo apela al AT para mostrar a los que lo conocen que todo lo anunciado por los salmos se ha cumplido en Cristo Jesús. No hay otro que pueda ser la piedra angular del edificio.
b) Pedro siempre predica lo mismo: a Cristo Resucitado. Es su convicción y lo está viviendo, y lo comunica a los demás. Nosotros también creemos y celebramos siempre lo mismo. Cada año celebramos Pascua, y cada semana el domingo, y cada día podemos celebrar la Eucaristía. No es rutina. Es convicción, y es como el motor de toda nuestra existencia. Y en nuestro trabajo apostólico también repetimos una y otra vez, con toda la pedagogía de que somos capaces, el anuncio central de Cristo muerto y resucitado.
2. a) Jesús se aparece a siete de sus apóstoles, que, invitados por Pedro -siempre líder- han vuelto a su ocupación anterior, la de pescadores.
Están en Galilea, en el lago de Tiberíades. Y a indicación de un Jesús a quien todavía no reconocen -siempre aparece que su presencia les resulta difícil de experimentar-, tienen una segunda pesca milagrosa, después de una noche en la que no habían cogido nada. El número de 153 peces no sabemos si tiene alguna intención simbólica, aunque no tiene mucha importancia. Unos recuerdan que este número es la suma de los primeros números, del l al l 7. Para otros, como san Jerónimo, este número era el de las especies de peces que se conocían en la antigüedad. En ambos casos podría indicar la plenitud mesiánica en Cristo.
Cuando en vida de Jesús tuvo lugar la primera pesca milagrosa, Pedro fue protagonista, reconociendo a Jesús como el Mesías y arrojándose a sus pies. Allí recibió la llamada a seguirle. Ahora es también él el más decidido en lanzarse al agua y acercarse a Jesús.
Es deliciosa la escena del almuerzo con pescado y pan preparado por Jesús al amanecer de aquel día. Después de que casi todos le abandonaran en su momento crítico de la cruz, y Pedro además le negara tan cobardemente, Jesús tiene con ellos detalles de amistad y perdón que llenaron de alegría a los discípulos.
b) Noche de trabajo infructuoso: pero con Jesús, pesca milagrosa. Nosotros también podemos tener noches malas y fracasos en nuestro trabajo, decepciones en nuestro camino. Podemos aprender la lección: cuando no estaba Jesús, los pescadores no lograron nada. Siguiendo su palabra, llenaron la barca.
Ese es el Cristo en quien creemos y a quien seguimos: el Resucitado que se nos aparece misteriosamente -en la Eucaristía, no nos prepara pan y pescado, sino que nos da su Cuerpo y su Sangre- hace eficaz nuestra jornada de pesca y nos invita a comer con él y a descansar junto a él. Podemos sentirnos contentos: «dichosos los invitados a la Cena del Señor».
Por una parte, esto nos invita a no perder nunca la esperanza ni dejarnos llevar del desaliento. Nuestras fuerzas serán escasas, pero en su nombre, con la fuerza del Señor, podemos mucho.
Pero, por otra parte, nos hace pensar que si fuéramos los unos para con los otros como Jesús: si ante el que trabaja sin gran fruto y tiene la tentación de echarlo todo a rodar, fuéramos tan humanos y amables como él, si supiéramos improvisar un desayuno fraterno en ambiente de serenidad y amistad para el que viene cansado, si le dirigiéramos una palabra de interés y de ayuda, sería mucho más fácil seguir trabajando como cristianos o como apóstoles, a pesar de los fracasos o de las dificultades.
«Concédenos realizar en la vida cuanto celebramos en la fe» (oración)
«La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular» (salmo)
«Dad gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterna su misericordia» (salmo)
«Este es el día en que actuó el Señor, sea nuestra alegría y nuestro gozo» (salmo)
J.
ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 3
El Tiempo Pascual día tras día
Barcelona 1997. Págs. 34-36
4.
Primera lectura : Hechos 4, 1-12 La piedra que desecharon los arquitectos se ha convertido en piedra angular
Salmo responsorial : 117, 1-2.4.22-24.25-27a La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular
Evangelio : Juan 21, 1-14 Echad las redes a la derecha de la barca y encontraréis
El Resucitado aparece a sus discípulos en un día cotidiano, quienes no lo identifican a pesar de que Jesús les habla. Cuando les manda a echar las redes al agua y después de atrapar cantidades de peces, sólo Simón Pedro lo reconoce; los demás, sorprendidos por tal noticia, se apresuran por ir a su encuentro.
Jesús les invitó a comer de la pesca, que había sido muy abundante. Posteriormente, los gestos y las palabras pronunciadas dan la sensación que se estuviera haciendo alusión a la eucaristía, por la forma de compartir unidos.
A los discípulos que ya no se encuentran en Jerusalén porque han huido de la represión, Jesús se les aparece como señal de que todavía su proyecto sigue vigente y es de vital importancia para los seres humanos, y de que su muerte no significó un fracaso. Al comienzo, parece que su recuerdo ha desaparecido; luego, cuando lo descubren, se sorprenden grandemente. Quien descubre a Jesús será precisamente, Juan, el Discípulo Amado. La aparición de Jesús hace que la fe de sus discípulos renazca, recuperen el tiempo perdido y comiencen a pensar cómo se van a organizar nuevamente; entendiendo que en ese momento, su vida la están dedicando únicamente a la subsistencia.
Para renacer, la comunidad cristiana ha de ser animada por Jesús y su Espíritu, que se harán manifiestos en cada acto comunitario. El renacer de la iglesia deja de ser entonces un capricho o un simple esfuerzo humano: es una obra de Dios mismo, que nos saca de la vida ordinaria en donde estamos, nos sacude, para hacernos entender y asumir nuestro papel en el plan de Dios, el proyecto que Jesús nos presentó. La iglesia es fruto del querer de Dios que contradice los intereses humanos para colocar al Resucitado en el alma de quienes lo siguen, haciéndolos sentirse hermanos de verdad.
SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO
5.
Si la curación del lisiado causó revuelo, el discurso de Pedro provoca la inmediata reacción de las autoridades del templo. La guardia, comandada por los "saduceos", interviene para impedir cualquier disturbio. Juan y Pedro van a dar al calabozo. Al otro día, comparecen ante el sumo sacerdote.
Los saduceos conformaban un partido político de poderosos e influyentes. Amigos de la dinastía herodiana y los sumos sacerdotes. Secuaces de la ocupación romana. No creían en la resurrección, y su esperanza estaba por completo atada a la abundancia de riquezas, al prestigio y al poder. En los evangelios son abiertos enemigos de Jesús, y les choca profundamente que los discípulos del Galileo proclamen su resurrección. En el templo hacen parte de las autoridades.
Los jefes del templo cuestionan la autoridad bajo la cual los apóstoles actúan y enseñan. De la misma manera habían amonestado a Jesús. De acuerdo con la ley, todo profeta, para comprobar su autenticidad, debía manifestar en «nombre» de quién actuaba (Dt 13, 1-4). Pedro señala la magnificencia de la acción y el nombre del profeta que ha obrado el prodigio: Jesús. De paso, recrimina la conducta homicida de los Jefes y la imposibilidad de esperar otro Mesías. Dios ha revelado la majestad de su gloria en el hombre Jesús de Nazaret.
La promesa de Jesús se hace efectiva en los discípulos (Lc 12, 11-12). Los seguidores de Jesús obran y hablan con la fuerza del Espíritu de Dios. Pedro intenta mostrar la equivocación que han cometido con Jesús y señalar su valor para la fe de Israel. La contundencia de las palabras y el milagro dejan atónitas a las autoridades. Sin embargo, se resisten a aceptar la veracidad de los argumentos.
En el Evangelio, Juan nos presenta a Jesús como una madre cariñosa: ayuda a conseguir el sustento de sus hijos y les prepara la comida. La pesca es símbolo de la nueva comunidad. Aunque el número aumente, la fidelidad a las palabras de Jesús fortalece al grupo. La fe en el resucitado es como una "red" que mantiene los vínculos de solidaridad y fraternidad.
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6. CLARETIANOS 2002
Queridos amigos:
He tenido la gracia en varias ocasiones de sentarme junto al lago de Genesaret y
de contemplar en silencio sus casi siempre mansas aguas. Lo he hecho en un
recinto que se llama "Dalmanuta" y que custodia la comunidad benedictina de
Tabgha. Allí, sentado sobre los guijarros volcánicos, o con los pies dentro del
agua, he imaginado la escena que describe el evangelio de hoy. He imaginado a
los apóstoles volviendo a la rutina de siempre, aferrados al trabajo de la pesca
para intentar superar la pesadilla vivida en Jerusalén. Los he imaginado como
"idos", huérfanos, ansiosos de una presencia que se les ha prometido pero que no
acaban de percibir.
El grito "¡Es el Señor!" sólo puede partir de una garganta acostumbrada a llamarle así y también de un corazón inopinadamente traicionero. Gritar de ese modo significa reconocer que todo era verdad, que Jesús no los ha engañado, que su poder no conoce límites, que todo tiene sentido, que sigue habiendo futuro, que ya no importa perder la vida una vez que se ha entrevisto el final.
Pedro nos presta sus palabras para decir lo que a
menudo no sabemos expresar. ¿Cuántas veces, en nuestras faenas aparentemente
inútiles, en nuestras relaciones rutinarias, en nuestro suave pesimismo ante la
vida, hemos visto como un destello de luz que nos ha permitido iluminar el
siguiente paso del camino? ¿Y cuántas veces nos hemos atrevido a gritar: ¡Es el
Señor!?
Vuestro amigo.
Gonzalo Fernández (gonzalo@claret.org)
7. CLARETIANOS 2003
¿Qué sintió Pedro cuando en medio de la noche
reconoció a Jesús? Su grito ¡Es el Señor! se parece al estremecimiento que
nosotros podemos sentir cuando, en la dura brega de la vida, intuimos que el
Señor está, aunque no nos habíamos dado cuenta. Está:
En las personas que están pendientes de nosotros y cuyo amor sólo se nos hace
patente cuando han desaparecido.
En la comunidad cristiana que, con todo el peso de sus limitaciones, nos ofrece el pan de la Palabra y de la Eucaristía.
En los que, sin alardes publicitarios, han comprendido que ya es hora de arrimar el hombro para que se abra camino la justicia.
En los que son fieles a su vocación matrimonial o consagrada sin que nadie lo vaya a saber jamás.
En los que, pudiendo ganar más a base de mentir, se mantienen en la verdad.
Este Señor, que parece un fantasma, pero que es
una presencia luminosa en medio de la noche, nos dice hoy:
Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis. Seguid faenando, no
renunciéis a asumir vuestras responsabilidades. Atreveos a ir un poco más lejos
de donde estáis, a responder a algún nuevo desafío. De muy diversas maneras,
durante el tiempo pascual, se nos invita a ir siempre más allá, como si la
resurrección de Jesús nos proporcionara ese plus de audacia que necesitamos para
vivir. La búsqueda constante de lo más fácil, de lo más cómodo, de lo más
razonable, es el camino más directo a la tumba, la senda más antipascual, porque
es como negarse a aceptar lo que ha sucedido el primer día de la semana.
Traed de los peces que acabáis de coger. Otra vez
la llamada a aportar ese poco que ha sido fruto de nuestra búsqueda, de nuestro
trabajo. Nuestras solas fuerzas no nos conducen a la experiencia de la vida,
pero sin esfuerzo, sin el riesgo de lanzarnos mar adentro, tampoco reconocemos
al Señor. Los mensajes de esta primera semana de Pascua combinan siempre el don
y la búsqueda, la gracia del Señor que se hace visible y el esfuerzo de sus
amigos y amigas que escrutan sus huellas por todas partes.
Gonzalo (gonzalo@claret.org)
8. 2001
COMENTARIO 1
v. 1: Algún tiempo después, se manifestó de nuevo Jesús a los discípulos junto
al mar de Tiberíades, y se manifestó de esta manera:
Intervalo temporal indeterminado (Algún tiempo después). La mención del mar /
lago remite al episodio de los panes (6,1), aunque aquí usa Juan solamente la
denominación de resonancia pagana (de Tiberíades), colocando la escena en
contexto de misión.
Los discípulos que van a mencionarse representan a todo el grupo cristiano, y el
episodio contiene una enseñanza válida para todos La manifestación va a tener
características diferentes de las dos anteriores (de esta manera). Va a ser al
aire libre (misión), en medio de la actividad
v. 2: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás (es decir, Mellizo), Natanael el de
Caná de Galilea, los de Zebedeo y otros dos de sus discipulos.
Los discípulos forman comunidad (juntos). Simón Pedro; Tomás, dispuesto a morir
con Jesús, sabe ahora adónde conduce esa muerte (20,24-29). Natanael
representaba al Israel fiel llamado por Jesús (1,45-51); de Caná de Galilea,
nunca dicho antes, lo pone en relación con la madre de Jesús, figura femenina
del mismo Israel (2,1-5), integrado en la nueva comunidad al pie de la cruz
(19,25-27). Los Zebedeos, única vez en este Evangelio, sin nombres propios. Dos
discípulos anónimos. Ya no se habla de «los Doce», los mencionados suman siete
(se pensaba que los pueblos del mundo eran setenta); se trata de una comunidad
abierta a la humanidad entera.
v. 3: Les dijo Simón Pedro: Voy a pescar. Le contestaron: -Vamos también
nosotros contigo. Salieron y se montaron en la barca, pero aquella noche no
cogieron nada.
Se trata de una decisión individual de Pedro; su iniciativa arrastra a los
demás. La pesca es figura de la misión. La noche, en contexto de actividad, se
opone al dicho de Jesús en 9,4s: »Se acerca la noche, cuando nadie puede
trabajar, etc.»; significa la ausencia de Jesús, luz del mundo. La misión, a
iniciativa de Pedro, no produce fruto: "no cogieron nada".
v. 4: Al llegar ya la mañana, se hizo presente Jesús en la playa, aunque los
discípulos no sabían que era Jesús.
La luz de la mañana coincide con la presencia de Jesús, en la playa, límite
entre la tierra y el mar, que representa «el mundo» donde se ejerce la misión.
Jesús se queda en la tierra firme; su acción se ejerce por medio de los
discípulos. Concentrados en su esfuerzo inútil, no lo reconocen.
vv. 5-6: Les preguntó Jesús: Muchachos, ¿tenéis algo para acompañar el pan? Le
contestaron: No. Él les dijo: Echad la red al lado derecho de la barca y
encontraréis. La echaron y no tenían en absoluto fuerzas para tirar de ella por
la muchedumbre de los peces.
Jesús se dirige a ellos con un término de afecto: "Muchachos", chiquillos.
Conscientes de su fracaso, contestan secamente. Al seguir la indicación de
Jesús (6), pesca inmediata y abundante.
v. 7: E1 discípulo aquel, el predilecto de Jesús, dijo entonces a Pedro: Es el
Señor. Simón Pedro entonces, al oír que era el Señor, se ató la prenda de encima
a la cintura, pues estaba desnudo, y se tiró al mar.
Ante el sorprendente resultado, el discípulo predilecto reconoce a Jesús. Pero
Pedro (cf. 13,23; 18,15; 20, 2), que no está aún dispuesto a dar la vida con
Jesús, no lo reconoce. Para indicar el cambio de actitud de Pedro se utiliza un
lenguaje simbólico: la oposición desnudez-vestido y la acción de tirarse al
agua. En el primer simbolismo, la clave está en la frase: se ató ... a la
cintura, usada de Jesús cuando se ciñó el paño que significaba su servicio hasta
la muerte (13,4.5). Pedro estaba desnudo: no había adoptado la actitud de Jesús;
por eso la misión no ha producido fruto. Con la frase "se tiró al mar", Pedro
muestra su disposición a dar la vida. Ahora entiende el lavado de los pies
(13,7: «lo entenderás dentro de algún tiempo»). Es el único que se tira al mar,
por ser el único que ha negado a Jesús. En esta narración Jesús no responde al
gesto de Pedro, se dirige siempre al grupo.
vv. 8-9: Los otros discípulos fueron en la barca (no estaban lejos de tierra,
sino a unos cien metros) arrastrando la red con los peces. A1 saltar a tierra
vieron puestas unas brasas, un pescado encima y pan.
Los demás siguen juntos, como estaban al principio (2), y van al lugar donde
está Jesús. Ven primero el fuego y la comida que él ha preparado, los mismos
alimentos, pescado y pan, que había repartido en la segunda Pascua (6,9.11). Es
el pan de vida (6,51), Jesús mismo.
vv. 10-11: Les dijo Jesús: Traed pescado del que habéis cogido ahora. Subió
entonces Simón Pedro y tiró hasta tierra de la red repleta de peces grandes,
ciento cincuenta y tres; a pesar de ser tantos, no se rompió la red.
Jesús les pide el fruto del trabajo: dos alimentos: el que ofrece Jesús, su
persona, y el que ofrecen los discípulos; el amor ejercido en la misión los
lleva al don de sí que alimenta a la comunidad. En la eucaristía han de estar
presentes el don de Jesús a los suyos y el don de unos a otros (1,16).
Pedro se singulariza de nuevo. Tampoco responde Jesús a este gesto. Subió se
contrapone a «tirarse al mar», y señala la nueva actitud de Pedro. Ciento
cincuenta y tres equivale a tres grupos de cincuenta más un tres, que es el
multiplicador. «Cincuenta» designa a una comunidad del Espíritu (6,10); peces
grandes equivale a «hombres adultos» (6,10; 9,20s), es decir, acabados por el
Espíritu. «Tres», número de la divinidad (Gn 18,2; Is 6,3: el triple santo), que
representa a Jesús (20,28). Con este número ciento cincuenta y tres se
representa a las comunidades del Espíritu (el fruto) que se multiplican en
proporción exacta con su presencia. La red no se rompe (19,24, de la túnica):
unidad en la diversidad (17,21: «que todos sean uno»).
vv.12-14: Les dijo Jesús: Venid, almorzad. A ningún discípulo se le ocurría
cerciorarse preguntándole: «¿Quién eres tú?», conscientes de que era el Señor.
Llegó Jesús, cogió el pan y se lo fue dando, y lo mismo el pescado. Así ya por
tercera vez se manifestó Jesús a los discípulos después de levantarse de la
muerte.
Jesús invita a todos ; él mismo ha preparado el alimento, como un amigo
(15,13-15). Los discípulos no dudan de su presencia (14,21; 16,2). La llegada de
Jesús a la comunidad es perceptible en la eucaristía.
v. 15: Así ya por tercera vez se manifestó Jesús a los discípulos después de
levantarse de la muerte.
La tercera vez es la definitiva, la que va a durar siempre; manifestación
modelo para la vida del grupo cristiano.
COMENTARIO 2
El Resucitado aparece a sus discípulos en un día cotidiano, quienes no lo
identifican a pesar de que Jesús les habla. Cuando les manda a echar las redes
al agua y después de atrapar cantidad de peces, sólo Simón Pedro lo reconoce;
los demás, sorprendidos por tal noticia, se apresuran por ir a su encuentro.
Jesús les invitó a comer de la pesca, que había sido muy abundante.
Posteriormente, los gestos y las palabras pronunciadas dan la sensación que se
estuviera haciendo alusión a la eucaristía, por la forma de compartir unidos.
A los discípulos que ya no se encuentran en Jerusalén porque han huido de la
represión, Jesús se les aparece como señal de que todavía su proyecto sigue
vigente y es de vital importancia para los seres humanos, y de que su muerte no
significó un fracaso. Al comienzo, parece que su recuerdo ha desaparecido;
luego, cuando lo descubren, se sorprenden grandemente. Quien descubre a Jesús
será precisamente Juan, el Discípulo Amado. La aparición de Jesús hace que la fe
de sus discípulos renazca, recuperen el tiempo perdido y comiencen a pensar cómo
se van a organizar nuevamente; entendiendo que en ese momento, su vida la están
dedicando únicamente a la subsistencia.
Para renacer, la comunidad cristiana ha de ser animada por Jesús y su Espíritu,
que se harán manifiestos en cada acto comunitario. El renacer de la iglesia deja
de ser entonces un capricho o un simple esfuerzo humano: es una obra de Dios
mismo, que nos saca de la vida ordinaria en donde estamos, nos sacude, para
hacernos entender y asumir nuestro papel en el plan de Dios, el proyecto que
Jesús nos presentó. La iglesia es fruto del querer de Dios que contradice los
intereses humanos para colocar al Resucitado en el alma de quienes lo siguen,
haciéndolos sentirse hermanos de verdad.
1. Juan Mateos, Nuevo Testamento, Ediciones Cristiandad 2ª Ed., Madrid, 1987 (Adaptado por Jesús Peláez)
2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)
9. 2002
Esta es la pesca milagrosa que Lucas había
relatado como un episodio prepascual, en el contexto de la vocación de los
primeros discípulos (Lc 5,1-11), y que aquí, en el 4º evangelio, aparece como un
milagro postpascual en un contexto también vocacional: los apóstoles en la
barca, las redes, la pesca abundante, son símbolos tradicionales de la tarea
evangelizadora de la Iglesia a lo largo de todos los siglos.
Cuando el desconocido de la playa es identificado por los apóstoles, encuentran
ya la comida preparada:
El fuego, el pan, el pescado asado. Y el resucitado reitera los gestos de la
eucaristía: partir el pan y repartirlo. Es que la Iglesia se reúne en torno al
Señor resucitado, a su eucaristía, para ser enviada a pescar en los mares del
mundo.
Estas fiestas pascuales que estamos celebrando no pueden quedarse en los
aleluyas... Han de despertar en nosotros un intenso deseo de comunicar a otros
nuestra fe, nuestra alegría. El gozo de sabernos salvados en el nombre de Jesús,
de haber sido convocados en torno a la cena fraternal para testimoniar en el
mundo la posibilidad de que todos podamos vivir como hermanos... ¡Que resucite
también nuestro mundo
Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)
10. DOMINICOS 2003
La liturgia de la palabra y de la Eucaristía en el día de hoy nos hace contemplar dos momentos de gran contraste en la vida de los apóstoles y discípulos de Jesús: uno de entusiasmo, otro de frustración.
En el gesto que narran los Hechos hay un momento de exaltación y audacia., porque la fuerza de Pentecostés proporciona a los apóstoles un ímpetu arrollador para que anuncien el Reino.
En cambio, la lectura tomada del capítulo 21 del Evangelio de Juan recoge un estado de crisis en el grupo elegido: momento de desilusión, desesperanza, y hasta de retorno a formas de vida mantenidas en el pasado como ‘pescadores de Galilea’.
El lector atento podrá optar, según su estado de ánimo, por una u otra estampa para hacer su reflexión, pues las alternativas y necesidades psicológicas y espirituales de cada uno pueden ser diferentes. Si caminamos en la debilidad, pedimos fortaleza que nos mantenga en ruta; y si lo hacemos en la euforia o audacia, podemos olvidar la tierra que pisamos y creernos suficientes a nosotros mismos
Oremos:
¡Señor!, el día en que camine en la noche, en el desierto, haz que mi paso no tiemble sino que vaya a tu encuentro.¡Señor!, que en mi debilidad te escuche yo en el silencio con audacia, la Verdad, y me introduzca en tu Reino (M.J.Abad
“En aquellos días, mientras hablaban al pueblo Pedro y Juan, se presentaron los sacerdotes, el comisario del templo y los saduceos, indignados de que enseñaran al pueblo y anunciaran la resurrección de los muertos por el poder de Jesús.
Les echaron mano., y les metieron en la cárcel hasta el día siguiente... Al día siguiente.., se reunieron los jefes del pueblo, los senadores y los letrados... y les preguntaron: ¿con qué poder o en nombre de quién habéis hecho eso?
Respondieron: quede bien claro a todos vosotros y a todo Israel que ha sido en el nombre de Jesucristo Nazareno, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de entre los muertos...”
La fuerza y el poder de Cristo resucitado hace todas las maravillas que florecen en la iglesia, o comunidad cristiana. Esta verdad, que en la conciencia y persuasión de los apóstoles brilló esplendorosa sólo a partir de Pentecostés, es la que les hizo no titubear en su plan de vida, de anuncio de la Buena Noticia y de entrega a la misión.
Pero antes de alcanzar esa altura de miras, los mismos apóstoles pasaron su noche oscura de crisis y turbación, casi con desesperanza, como veremos en el párrafo siguiente del evangelio.
¿Tendrá algo que decirnos a nosotros esa crisis de fidelidad en los apóstoles y discípulos, que fue superada por gracia divina?
“En aquel tiempo.... Simón Pedro, Tomás el Mellizo, Natanael de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos, estaban junto al lago de Galilea. Pedro les dice: voy a pescar. Ellos le responden: vamos contigo. Montaron en la barca y salieron. Pero en aquella noche no pescaron nada.
De mañana, Jesús estaba en la playa, y los discípulos no lo reconocieron. Él les dijo: ¿tenéis algo que comer? Le contestaron: nada. El les dijo: echad la red a la derecha de la barca y encontraréis. La echaron, y luego no podían arrastrarla por la abundancia de los peces...Aquel discípulo al que Jesús tanto quería, le dice a Pedro: es el Señor.
Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan... Jesús les dice: vamos a almorzar. Y ninguno se atrevía a preguntarle quién era, pues sabían bien que era el Señor...”
Tras la lectura de este texto evangélico, se impone la reflexión. Es de altísimo contenido para quien desee revivir el mal momento que pasaron los apóstoles y discípulos a causa de la muerte de Jesús.
El evangelista Juan lo colocó al final de su evangelio, como un apéndice intencionado y sintetizador de ideas, actitudes y gestos, y por él nos cercioramos de que Pedro y los otros apóstoles, perdida la esperanza del reinado de Cristo, llegaron a plantearse el retorno a su antigua profesión de pescadores, pues tenían que ganar el pan por su cuenta. Estaban lejos todavía de recibir, en Pentescostés, la suprema iluminación y fuerza del Espíritu.
En nuestra meditación los interrogantes se pueden multiplicar: ¿Cuándo se fueron los apóstoles desde Jerusalén hacia Galilea? ¿Se fueron por miedo? ¿Se fueron porque día a día perdían la esperanza de un reino que añoraban?
Tal vez se fueron porque, ante el realismo de los acontecimientos, viéndose perdidos sin el Maestro y sin los apoyos de sus adictos, se encontraban amenazados de carecer de lo necesario... Lo cierto es que, según el texto evangélico, Pedro, como pequeño jefe de empresa, se decide a reemprender su trabajo anterior: vivir de la pesca.
¿No estaban los apóstoles persuadidos de que Jesús permanecería tan fiel como siempre y que volvería? Asociemos unas palabras de Jesús: ¡Hombres de poca fe! El paso de la debilidad a la fortaleza lo darán en Pentecostés.
¿Cómo pudieron suponer que Jesús se olvidaría de su elección para que fueran en el mundo sus mensajeros, testigos y enviados? Recordemos que vivir en fe, entre nieblas, perseverando en las dificultades, es don de Dios reservado a los humildes, sencillos, entregados, confiados, tras superar numerosas pruebas.
¿Cuántos serían los ‘signos’ ofrecidos por Jesús resucitado a sus discípulos para que revivieran cuanto Él les había dicho? Lo desconocemos, pero estos gestos evangélicos nos hacen suponer que Jesús siguió utilizando, tras la resurrección, la misma pedagogía de generosidad que utilizó en su predicación del Reino.
11. ACI DIGITAL 2003
1. Por mandato del Señor, los apóstoles habían ido
a Galilea. Véase Mat. 28, 7: "Luego, id pronto y decid a sus discípulos que
resucitó de los muertos, y he aquí que os precederá en Galilea; allí lo veréis.
Ya os lo he dicho"
9. Santo Tomás de Aquino opina que en esta comida, como en la del Cenáculo (Luc.
24, 41 - 43) y en la de Emaús (Luc. 24, 30), ha de verse la comida y bebidas
nuevas que Jesús anunció en Mat. 26, 29 y Luc. 22, 16 - 18 y 29 - 30. Otros
autores no comparten esta opinión, observando que en aquellas ocasiones el Señor
resucitado no comió cordero ni bebió vino, sino que tomó pescado, pan y miel, y
que, lejos de sentarse a la mesa en un banquete triunfante con sus discípulos,
tuvo que seguir combatiéndoles la incredulidad con que dudaban de su Redención (cf.
Luc. 24, 13; Hech., 1, 3).
12.
Fuente: Fundación GRATIS DATE
Autor: P. Manuel Garrido Bonaño, O.S.B.
Entrada: «El Señor condujo a su pueblo seguro, sin alarmas, mientras el mar cubría a sus enemigos. Aleluya» (Sal 77,53).
Colecta (del Misal anterior y antes del Gregoriano): «Dios Todopoderoso y eterno, que por el misterio pascual has restaurado tu alianza con los hombres; concédenos realizar en la vida cuanto celebramos en la fe».
Ofertorio: «Realiza, Señor, en nosotros el intercambio que significa esta ofrenda pascual, para que el amor a las cosas de la tierra se transfigure en amor a los bienes del cielo».
Comunión: «Jesús dijo a sus discípulos: “Vamos, comed”. Y tomó el pan y se lo dio. Aleluya» (cf. Jn 21,12-13).
Postcomunión: «Dios Todopoderoso, no ceses de proteger con amor a los que has salvado, para que así, quienes hemos sido redimidos por la Pasión de tu Hijo, podamos alegrarnos en su Resurrección».
–Hechos 4,1-12: Ningún otro pudo salvar. Los apóstoles, al ser interrogados por los sumos sacerdote luego de su arresto, responden por boca de Pedro: «Dios resucitó de entre los muertos a Jesús a quien vosotros crucificásteis; se han cumplido las Escrituras y nadie, fuera de Él, puede otorgar la salvación». La causa de la persecución es la proclamación del poder salvífico de Jesucristo muerto y resucitado, en el que se cumplen las Escrituras. Los apóstoles no saben ni quieren dar otro mensaje distinto del que ellos han sido testigos, aunque tengan que sufrir persecución y castigos por ello, y más tarde la muerte. Todo por Jesús, muerto y resucitado. Oigamos a San Hipólito:
«Antes que los astros, inmortal e inmenso, Cristo brilla más que el sol sobre todos los seres. Por ello, para nosotros que nacemos en Él, se instaura un día de Luz largo, eterno, que no se acaba: la Pascua maravillosa, prodigio de la virtud divina y obra del poder divino, fiesta verdadera y memorial eterno, impasibilidad que dimana de la Pasión e inmortalidad que fluye de la muerte. Vida que nace de la tumba y curación que brota de la llaga, resurrección que se origina de la caída y ascensión que surge del descanso... Este árbol es para mí una planta de salvación eterna, de él me alimento, de él me sacio. Por sus raíces me enraízo y por sus ramas me extiendo, su rocío me regocija y su espíritu como viento delicioso me fertiliza. A su sombra he alzado mi tienda y huyendo de los grandes calores allí encuentro un abrigo lleno de rocío... Él es en el hambre mi alimento, en la sed mi fuente... Cuando temo a Dios, Él es mi protección; cuando vacilo, mi apoyo; cuando combato, mi premio; y cuando triunfo, mi trofeo...» (Homilía de la Pascua).
–Este es el día en que actuó el Señor. Cristo rechazado por los suyos, ha resucitado y es el centro de todas las cosas. Llenos de gozo proclamamos con el Salmo 117, que ha sido un milagro patente y abrimos nuestro corazón a la plenitud que la resurrección da a nuestra fe: «Dad gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterna su misericordia. Diga la Casa de Israel: “eterna es su misericordia”. Digan los fieles del Señor: “eterna es su misericordia”... La piedra que desecharon los arquitectos es ahora piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente. Éste es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo. Señor, danos la salvación; Señor, danos prosperidad. Bendito el que viene en el nombre del Señor; el Señor es Dios; Él nos ilumina».
–Juan 21,1-14: Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado. Jesús resucitado se muestra junto al lago de Galilea a sus discípulos, que han vuelto a sus ocupaciones habituales: la pesca milagrosa va acompañada de una comida del Resucitado con los suyos. Comenta San Agustín:
«Con esto hizo el Señor una comida para aquellos siete discípulos suyos, a saber, con el pez que habían visto sobre las brasas y con algunos de los que habían cogido y con el pan que ellos habían visto, según la narración. El pez asado es Cristo sacrificado. Él mismo es el pan bajado del cielo. A este pan se incorpora la Iglesia para participar de la eterna bienaventuranza. Y por eso dice: “Traed los peces que ahora habéis cogido”, para que cuantos abrigamos esta esperanza podamos por medio de estos siete discípulos, en los cuales se puede ver figurada la totalidad de todos nosotros, tomar parte en tan excelente sacramento y quedar asociados a la misma bienaventuranza. Esta es la comida del Señor con sus discípulos, con lo cual el Evangelista San Juan, aun teniendo muchas cosas que decir de Cristo, y absorto según mi parecer en alta contemplación de cosas excelsas, concluye su Evangelio» (Tratado 123,2 sobre el Evangelio de San Juan).
13. DOMINICOS 2004
Me voy a pescar. Vamos contigo
Pedro, decepcionado de Jesús, dijo: Voy a pescar. Y los otros le respondieron:
Vamos contigo.
¡Señor, qué pobres somos, si tu Espíritu no nos guía y anima!
Subrayemos hoy la escena del evangelio de Juan que nos ofrece la liturgia. Es de
altísimo contenido para quien desee reflexionar sobre el mal momento que pasaron
los apóstoles y discípulos, decepcionados, confusos, tras la muerte de Jesús.
El evangelista Juan colocó este relato al final de su evangelio, como un
apéndice muy intencionado y sintetizador de ideas, actitudes y gestos.
Apreciémoslo.
Por él nos cercioramos de que Pedro y los otros apóstoles, al meno en algunos
momentos y fechas, perdida la esperanza del reinado de Cristo, con su muerte,
llegaron incluso a plantearse el retorno a su antigua profesión de pescadores,
pues tenían que ganar el pan por su cuenta.
Estaban lejos todavía de recibir, en Pentescostés, la suprema iluminación y
fuerza del Espíritu.
La luz de la Palabra de Dios
1ª Lectura: Hechos de los apóstoles 4, 1-12:
“En aquellos días, mientras hablaban al pueblo Pedro y Juan, se presentaron los
sacerdotes, el comisario del templo y los saduceos, indignados porque enseñaban
al pueblo y anunciaban la resurrección de los muertos por el poder de Jesús.
Les echaron mano, y les metieron en la cárcel hasta el día siguiente...
Al día siguiente.., se reunieron los jefes del pueblo, los senadores y los
letrados... y les preguntaron: ¿con qué poder o en nombre de quién habéis curado
al lisiado?
Respondieron: quede bien claro a todos vosotros y a todo Israel que ha sido en
el nombre de Jesucristo Nazareno, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios
resucitó de entre los muertos...”
Evangelio según san Juan 21, 1-14:
“En aquel tiempo.... Simón Pedro, Tomás el Mellizo, Natanael de Caná de Galilea,
los Zebedeos y otros dos discípulos, estaban junto al lago de Galilea.
Pedro les dice: voy a pescar. Ellos le responden: vamos contigo. Montaron en la
barca y salieron. Pero en aquella noche no pescaron nada.
De mañana, Jesús estaba en la playa, y los discípulos no le reconocieron. Él les
dijo: ¿tenéis algo que comer? Le contestaron: nada. El les dijo: echad la red a
la derecha de la barca y encontraréis. La echaron, y no podían arrastrarla por
la abundancia de los peces...
Aquel discípulo al que Jesús tanto quería, le dice a Pedro: es el Señor
Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan... Jesús
les dice: vamos a almorzar. Y ninguno se atrevía a preguntarle quién era, pues
sabían bien que era el Señor...”
Reflexión para este día
La fuerza y el poder de Cristo resucitado hacen las maravillas que florecen en
la iglesia, o comunidad cristiana. Pero esto solo acontece cuando se ha superado
todo tipo de mediocridades, titubeos, intereses, egoísmos de los humanos, es
decir, cuando se deja trabajar al Espíritu en la vida de uno mismo.
Aprendamos de los Apóstoles. También ellos pasaron por la noche oscura, con
crisis y turbaciones impresionantes, antes de alcanzar la altura de miras que
corresponde a los hijos de Dios.
Hagámonos algunas preguntas al filo de la lectura del Evangelio: Muerto el
Señor, ¿cuándo se fueron los apóstoles desde Jerusalén hacia Galilea? No lo
sabemos. ¿Se fueron por miedo, decepcionados? ¿Se fueron porque día a día
perdían la esperanza de un reino que añoraban? Tal vez se fueron porque, ante el
realismo de los acontecimientos, viéndose perdidos sin el Maestro y sin los
apoyos de sus adictos, se encontraban amenazados de carecer hasta de lo
necesario... Lo cierto es que, según el texto evangélico, Pedro, como pequeño
jefe de empresa, se decide a reemprender su trabajo anterior: vivir de la pesca.
¡Quién lo diría!
De ahí la sorpresa en la nueva presencia de Jesús. Ellos no se imaginaban
siquiera que Jesús, fiel como siempre, volvería a tomarlos como sus mensajeros,
testigos y enviados, para una segunda etapa: la de la implantación de la
Iglesia, a partir de una fe robusta, y contando con el Espíritu Santo.
¡Insensatez humana!
14.
Comentario: Rev. D. Joaquim
Monrós i Guitart (Tarragona, España)
«Ésta fue la tercera vez que Jesús se manifestó a los discípulos después de
resucitar de entre los muertos»
Hoy, Jesús por tercera vez se aparece a los discípulos desde que resucitó. Pedro
ha regresado a su trabajo de pescador y los otros se animan a acompañarle. Es
lógico que, si era pescador antes de seguir a Jesús, continúe siéndolo después;
y todavía hay quien se extraña de que no se tenga que abandonar el propio
trabajo, honrado, para seguir a Cristo.
¡Aquella noche no pescaron nada! Cuando al amanecer aparece Jesús, no le
reconocen hasta que les pide algo para comer. Al decirle que no tienen nada, Él
les indica dónde han de lanzar la red. A pesar de que los pescadores se las
saben todas, y en este caso han estado bregando sin frutos, obedecen. «¡Oh poder
de la obediencia! —El lago de Genesaret negaba sus peces a las redes de Pedro.
Toda una noche en vano. —Ahora, obediente, volvió la red al agua y pescaron
(...) —una gran cantidad de peces. —Créeme: el milagro se repite cada día» (San
Josemaría).
El evangelista hace notar que eran «ciento cincuenta y tres» peces grandes (cf.
Jn 21,11) y, siendo tantos, no ser rompieron las redes. Son detalles a tener en
cuenta, ya que la Redención se ha hecho con obediencia responsable, en medio de
las tareas corrientes.
Todos sabían «que era el Señor. Viene entonces Jesús, toma el pan y se lo da»
(Jn 21,12-13). Igual hizo con el pescado. Tanto el alimento espiritual, como
también el alimento material, no faltarán si obedecemos. Lo enseña a sus
seguidores más próximos y nos lo vuelve a decir a través de Juan Pablo II: «Al
comienzo del nuevo milenio, resuenan en nuestro corazón las palabras con las que
un día Jesús (...) invitó al Apóstol a ‘remar mar adentro’: ‘Duc in altum’ (Lc
5, 4). Pedro y los primeros compañeros confiaron en la palabra de Cristo (...) y
‘recogieron una cantidad enorme de peces’ (Lc 5,6). Esta palabra resuena también
hoy para nosotros».
Por la obediencia, como la de María, pedimos al Señor que siga otorgando frutos
apostólicos a toda la Iglesia.
15. 2004. Comentarios Servicio Bíblico Latinoamericano
1ª Lectura
He 4,1-12
1 Mientras hablaban al pueblo, se les presentaron los sacerdotes, el oficial del
templo y los saduceos, 2 molestos de que enseñasen al pueblo y anunciasen que la
resurrección de entre los muertos se había realizado ya en la persona de Jesús;
3 los detuvieron y los metieron en la cárcel hasta el día siguiente, pues era ya
tarde. 4 Pero muchos de los que oyeron el discurso creyeron; y el número de los
hombres llegó a unos cinco mil. 5 Al día siguiente se reunieron en Jerusalén los
jefes del pueblo, los ancianos y los maestros de la ley. 6 Estaban Anás, el sumo
sacerdote; Caifás, Juan, Alejandro y todos los familiares de los sumos
sacerdotes. 7 Los pusieron en medio y les preguntaron: «¿Con qué poder o en
nombre de quién habéis hecho esto?».
DEFENSA DE PEDRO
8 Entonces Pedro, lleno del Espíritu Santo, les dijo: «Jefes del pueblo y
ancianos de Israel, 9 ya que se nos pide cuentas por el bien que hemos hecho a
un hombre enfermo y se nos pregunta de qué modo ha sido curado, 10 sabed todos
vosotros y todo el pueblo de Israel que éste se encuentra sano ante vosotros en
virtud del nombre de Jesucristo, el Nazareno, a quien vosotros crucificasteis y
Dios resucitó de entre los muertos. 11 Él es la piedra que vosotros, los
constructores, habéis desechado, y que ha venido a ser la piedra angular. 12 Y
no hay salvación en ningún otro, pues no se nos ha dado a los hombres ningún
otro nombre debajo del cielo para salvarnos».
Salmo Responsorial
Sal 118,1-2
1 ¡Aleluya! Dad gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor. 2
Diga la casa de Israel: es eterno su amor.
Sal 118,4
4 Digan los fieles del Señor: es eterno su amor.
Sal 118,22-24
22 La piedra que desecharon los constructores se ha convertido en piedra
angular; 23 esto ha sido obra del Señor, una maravilla a nuestros ojos. 24 Éste
es el día que el Señor ha hecho; sea nuestra alegría y nuestro gozo.
Sal 118,25-27
25 Danos la victoria, dánosla, Señor; danos el triunfo, dánoslo, Señor. 26
Bendito el que viene en nombre del Señor. Os bendecimos desde la casa del Señor.
27 El Señor es Dios, él nos ilumina; ordenad la procesión con ramos en las manos
hasta los ángulos del altar.
Evangelio
Jn 21,1-14
1 Jesús se manifestó de nuevo a los discípulos en el mar de Tiberíades. Fue de
este modo: 2 Estaban juntos Simón Pedro, Tomás «el Mellizo», Natanael el de Caná
de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos. 3 Simón Pedro les dijo:
«Voy a pescar». Le contestaron: «Nosotros también vamos contigo». Salieron y
subieron a la barca. Aquella noche no pescaron nada. 4 Al amanecer, estaba Jesús
en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. 5 Jesús les dijo:
«Muchachos, ¿tenéis algo que comer?». Le contestaron: «No». 6 Él les dijo:
«Echad la red al lado derecho de la barca y encontraréis». La echaron, y no
podían sacarla por la cantidad de peces. 7 Entonces el discípulo preferido de
Jesús dijo a Pedro: «Es el Señor». Simón Pedro, al oír que era el Señor, se
vistió, pues estaba desnudo, y se echó al mar. 8 Los demás discípulos llegaron
con la barca, ya que no estaban lejos de tierra, a unos cien metros, arrastrando
la red con los peces. 9 Al saltar a tierra, vieron unas brasas y un pescado
sobre ellas, y pan. 10 Jesús les dijo: «Traed los peces que acabáis de pescar».
11 Simón Pedro subió a la barca y sacó a tierra la red llena de ciento cincuenta
y tres peces grandes. Y, a pesar de ser tantos, no se rompió la red. 12 Jesús
les dijo: «Venid y comed». Ninguno de los discípulos se atrevió a preguntarle:
«¿Tú quién eres?», pues sabían que era el Señor. 13 Entonces Jesús se acercó,
tomó el pan y se lo dio; y lo mismo el pescado. 14 Ésta fue la tercera vez que
se apareció a los discípulos después de haber resucitado de entre los muertos.
* * *
Represión de las autoridades del Templo y
Testimonio de Pedro: 4, 1-22:
Esta sección tiene la siguiente estructura:
a: reacción de las autoridades y del pueblo al discurso de Pedro: vv.1-4
b: primer testimonio de Pedro: vv. 5-12
a': reacción de las autoridades: vv. 13-17
b': segundo testimonio de Pedro: vv.18-22.
El discurso de Pedro es interrumpido por las autoridades judías: los sacerdotes,
el jefe de la guardia del Templo y los saduceos, es decir, el poder religioso,
militar y político de Jerusalén. Les molesta que Pedro y Juan enseñen al pueblo
y anuncien la resurrección en la persona de Jesús.
Las autoridades se consideran los auténticos jefes de Israel y no toleran que
otros enseñen al pueblo. No pueden tolerar que Pedro se constituya en maestro y
profeta de Israel. Además, rechazan radicalmente que se anuncie la resurrección.
No se trata aquí de un tema puramente teológico (que no agradaría a los saduceos
que no creen en la resurrección), sino de un tema profético y apocalíptico
popular, cuyo eje era la reconstrucción de la esperanza del pueblo.
La resurrección de Jesús se inscribe en esa tradición apocalíptica popular,
tradición amenazante para las autoridades del Templo. Por otro lado, muchos del
pueblo que oyeron la Palabra, creyeron y el número de los discípulos llego a 5
mil hombres. El pueblo de Israel sigue a Pedro, como a su verdadero jefe, en
contra de las autoridades constituidas del Templo.
El primer testimonio de Pedro (vv.5-12) se da en un contexto institucional de
alta jerarquía: en Jerusalén (nombre sacro de la ciudad), en el Sanedrín (cf.
v.15), con las más altas autoridades: jefes, ancianos, escribas y todos los
sumo-sacerdotes (cuatro son presentados por su nombre). Pedro y Juan son
interrogados formalmente sobre el poder que ellos tienen y en nombre de quién
han actuado. La misma pregunta hicieron a Jesús en el Templo (Lc 20, 1-2).
La respuesta de Pedro, un pobre pescador de Galilea, es también muy formal y con
autoridad, pues habla "lleno del Espíritu Santo". Ahora Pedro no se dirige al
pueblo, sino a las autoridades: "jefes del pueblo y ancianos". Su testimonio es
claro y directo: el tullido ha sido sanado por el nombre de Jesús, a quien los
jefes del pueblo crucificaron y Dios resucitó de entre los muertos. Jesús ha
llegado a ser la piedra angular, que los jefes de Israel, como constructores,
habían rechazado.
La salvación sólo puede darse en el nombre de Jesús, el resucitado de Dios,
piedra angular de un nuevo edificio. Este testimonio es un enfrentamiento
directo con las autoridades de Israel y la proclamación explícita de una
conducción apostólica alternativa. Es en realidad un testimonio "increíble", y
surge la duda si es históricamente de Pedro o fue construido por Lucas en el
contexto de su Iglesia en los años 90. Yo pienso que las dos cosas: Lucas usa
tradiciones históricas, surgidas de hechos históricos, pero las recuerda y las
re-construye redaccionalmente en función de su propia situación histórica y
eclesial.
16.Tercera aparición a los
discípulos
Fuente: Catholic.net
Autor: Edgar Pérez
Reflexión:
Como la primera vez. Otra vez Cristo se asoma a la rivera de nuestras vidas para
dejarse ver de quien tiene los ojos sublimados por la fe. Y sin exigir nada. Sin
obligar a nadie. Sólo se deja ver dando.
Pedro había regresado a su antiguo oficio. Quizás así podía asimilar todo lo que
había vivido durante esos intensos días de pascua. Le remordería la amargura
terrible de la traición. ¿Qué lo diferenciaba de Judas hasta ese momento? Fue a
pescar, pues, con otros. Y no obtuvo nada. Como la primera vez en que vio a
Cristo junto al mar de su vida.
Ahora nuevamente el Señor se le presenta y no lo conoce. Están todos fatigados y
malhumorados. Nadie puede sentir paz cuando no tiene a Cristo dentro. En ese
momento el Señor les habla: “¿tenéis peces?” Podrían no haberle hecho caso. Pero
optan por una elemental educación. Responden: “¡No!” Ahora el desconocido les
señala cómo obtenerlas: “Echad...” Pudieron no haberle hecho caso.
¿Quién era ése para decirles lo que ellos bien sabían hacer? El hecho es que le
hacen caso, hacen un acto de fe, como la primera vez en que Pedro en Su Nombre
echó las redes. Ahora lo hacían sabiendo que no era momento de peces. Y, ¡cuál
fue su sorpresa! Porque quien confía en el Señor no puede no recibir más de lo
que espera. Es por eso que Juan lo reconoce: “¡Es el Señor!” Porque han creído
al Desconocido y han sido premiados con la fe en Él.
Pedro, que pudo seguir el mismo derrotero de Judas se deja llevar por su
corazón, un corazón que añoraba al Señor y su misericordia. Se tira al agua y no
espera llegar con la barca. Está ansioso de estar junto al Señor. Ha comprendido
en qué consiste ser pecador y dejarse amar por el Señor que lo busca con su
perdón. Porque primero ha creído en alguien que no sabía quién era en ese
momento. Cuando ve lo que puede su fe, no puede no pedir misericordia del Señor,
como la primera vez. Y como Cristo quería peces, es Pedro quien saca las redes,
símbolo de las almas del apóstol. Ha sido Cristo el que ha dado los frutos
ciertamente, pero ellos han secundado su acción. Pedro le ofrece los peces. Pero
antes ya le ha ofrecido su corazón. Por eso tuvo los peces, porque se dejó
pescar del Señor.
17.
Una vez más, Jesús hace el acto de tomar el pan en
sus manos y darlo a los discípulos. Es como si quisiera recalcar en el hecho de
la instauración de la Eucaristía. Es como si les dijera que no dejaran de hacer
esto siempre, en todo momento. Es una de las cosas que Él quería que se hiciera
en su memoria. Así lo dejó explícito la noche de la última cena con ellos. Jesús
nos ha dejado su cuerpo, su sangre. Quiere que este sea el momento de sentarnos
a la mesa y de compartirlo a Él, de compartir su sacrificio y de gozar de su
resurrección.
Dios nos bendice,
Miosotis
18. CLARETIANOS 2004
Queridas amigos y amigas:
Uno de los rasgos que definen a las sociedades del Norte es el de la prisa, el
vivir acelerados. Parece que todo tiene que ser para ayer. Compramos el coche
más veloz, comemos "comida rápida", nos comunicamos rápidamente a través de
internet, viajamos en el AVE, ... Pero lo peor de todo es que a pesar de vivir
muy rápido, parece que nunca terminamos de hacer las cosas, ya que sin terminar
una actividad ya estamos empezando la siguiente. Si miramos nuestras agendas
vemos que están plagadas de actos programados; nos cuesta encontrar un hueco
libre, incluso para nosotros mismos. Y así, poco a poco, nuestra vida se va
convirtiendo en una especie de alud que se precipita al vacío, envolviendo en él
todo lo que encuentra en el camino. Viviendo a esas velocidades lo pequeño pasa
desapercibido.
Cuando uno va caminando por la ciudad se encuentra con personas con las que se
para a conversar, sonríe al ver a los niños felices jugando en el parque, se
fija en las primeras flores que salen en los jardines,...; cuando uno va en
coche, los semáforos no permiten detenerse el tiempo que uno quiera y los
pequeños detalles son más difíciles de apreciar. ¿Cómo buscar la armonía entre
la prisa y la eficacia? La verdad es que los tiempos actuales no nos lo ponen
nada fácil. A lo que creo que no tenemos que renunicar es a ser dueños de
nuestra vida, aunque eso suponga ir contracorriente.
En tiempos de Jesús parece que la gente también vivía afanada y entretenida en
sus tareas. Jesús se aparece a los discípulos en el lago, y éstos no le
reconocen; están de nuevo tan metidos de lleno en su antiguo trabajo de
pescadores, que no se dan cuenta de que Jesús ha vuelto al lago, a llamarles
como lo hizo la primera vez. Tan sólo al ver la “pesca milagrosa” Juan intuye la
cercanía del Resucitado y se lo comunica a sus compañeros. De nuevo la necesidad
de grandes señales para percibir la presencia del Señor.
¡Que en medio de las prisas, las velocidades y los entretenimientos de la vida
diaria, sepamos percibir y mostrar a otros los signos de la Vida!
Vuestra hermana en la fe,
Miren Elejalde (mirenelej@hotmail.com)
19. 2004
LECTURAS: HECH 4, 1-12; SAL 117; JN 21, 1-14
Hech. 4, 1-12. Pedro es demasiado claro para indicarnos que la salvación ya no
nos llegará por medio de la Ley. Ésta cumplió su misión de llevarnos hasta
Cristo. La salvación no vendrá por las buenas obras, sino por creer en Cristo
Jesús. No hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros
debamos salvarnos. Ante Cristo podemos tomar la actitud de aceptación o de
rechazo. De eso depende nuestra salvación o nuestra perdición. A la Iglesia se
le ha confiado el anuncio del mensaje de salvación. Nosotros somos los
responsables de hacer que el Señor sea conocido para que todos podamos ir hacia
el Padre. Quien no cumpla con esa misión estará siendo responsable de que sus
hermanos caminen en tinieblas y en sombras de muerte. Proclamemos con las
palabras, con las obras y con la vida misma que el Señor Jesús es la piedra
angular, rechazada por los hombres pero preciosa a los ojos de Dios.
Sal. 117. Dios ha constituido a Jesús en Señor y Mesías.
Lo vimos sin aspecto atrayente; como alguien de quien se aparta la mirada.
Despreciado y herido por nuestras culpas. Por su filial obediencia a la voluntad
de su Padre Dios, aquel que fue rechazado y humillado, ahora Reina por siempre.
Así se ha realizado para nosotros el plan de salvación que Dios tenía oculto en
sus designios de amor por nosotros. Contemplando a Cristo contemplamos que la
misericordia que Dios nos tiene es eterna, pues jamás ha dado marcha atrás a
pesar de nuestras infidelidades. Por eso tratemos que toda nuestra vida se
convierta en una continua bendición del Nombre de Dios, ya que Él habita en
nosotros como en un templo. Teniendo a Dios con nosotros permitamos que Él
convierta nuestra vida en luz que ilumine el camino de nuestros hermanos,
dejando, así, de ser ocasión de tinieblas, de tropiezo y de pecado para ellos.
Jn. 21, 1-14. Sólo escuchando al Señor podremos llevar adelante la obra de
salvación que Él nos ha confiado. Aun cuando pongamos nuestra vida a su servicio
no podemos sentirnos unos iluminados y querer realizar la Obra de Dios al margen
de Él. Él se acerca a nosotros cuando planeamos nuestra acción pastoral para
invitarnos a escuchar su Palabra y a trabajar, no al margen de Él, sino conforme
a su voluntad. Sólo entonces podrá lograrse una pesca abundante y totalmente
firme en su fe en Jesucristo, pues no habremos trabajado para brillar nosotros,
sino para colaborar en la labor a favor del Reino de Dios. Dios quiere que
pongamos todo lo nuestro a su servicio; Él, por su parte, nos hará participar en
plenitud de su vida y de su Espíritu, no para que vivamos una santidad
personalista, sino para que vayamos y, también nosotros, hagamos partícipes a
los demás de los dones que Dios nos ha comunicado.
Nos presentamos ante el Señor trayendo nuestros dones; no sólo el pan y el vino,
sino también todo aquello que, en el Nombre del Señor, hemos logrado como
consecuencia de haber trabajado bajo la escucha fiel de la Palabra del Señor. El
Señor nos sienta a su mesa y nos invita a presentarle también lo nuestro, para
que se una a la ofrenda de su Cuerpo y de su Sangre. Sólo en esa Comunión
nuestra vida y nuestras obras serán una ofrenda agradable al Padre Dios. Por eso
nuestra Eucaristía no es sólo darle culto a Dios ofreciéndole algo externo a
nosotros; es ofrendar nuestra propia vida, llena de frutos de salvación a favor
de todos, y que hemos realizado no bajo nuestras imaginaciones, sino bajo el
impulso del Espíritu Santo, que nos hace comprender la Palabra de Dios para
hacerla carne en nuestra propia vida.
El Señor nos ha enviado a construir su Reino entre nosotros, hasta que llegue a
su plenitud en la eternidad junto a Él. Quienes realmente creemos en Cristo no
podemos encerrarnos cobardemente, llenos de miedos ante las críticas de quienes
no quieren vivir comprometidos con el Señor. Pedro hoy nos sigue llamando para
que junto con Él nos lancemos mar adentro para lograr una pesca abundante para
el Reino de Dios. Con los oídos del corazón abiertos a la Palabra de Dios
podremos lograr que eso sea realidad en nuestros tiempos. El Señor Jesús nos
sigue hablando por medio del Sucesor de Pedro, el Papa, y de los sucesores de
los apóstoles, los Obispos. Nosotros sólo iremos tras las huellas de Cristo en
la fidelidad al magisterio de la Iglesia. Cuando en verdad veamos que fieles a
la Verdad logremos que quienes nos hemos dejado amar por Cristo iniciamos una
vida nueva y le demos un nuevo rumbo a nuestra historia, podremos decir: es el
Señor, es Él quien está con nosotros y quien no deja de asistirnos, todos los
días, hasta el fin del mundo, para que lleguemos a vivir en un auténtico amor
fraterno, y nos encaminemos juntos hasta lograr la perfección en el mismo Dios,
gozando de Él eternamente.
Que Dios nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra
Madre, la gracia de saber ser fieles al Señor para que, guiados por su Palabra y
fortalecidos con su Espíritu Santo, seamos testigos y constructores incansables
del Reino de Dios entre nosotros. Amén.
www.homiliacatolica.com
20. 01 de Abril 349.
Constancia en el apostolado
OCTAVA DE PASCUA. VIERNES
I. Los Apóstoles han marchado de Jerusalén a Galilea, como les había indicado el
Señor (Mateo 28, 7). Han vuelto a su antigua profesión, la que tenían cuando el
Señor los llamó, junto al lago. Jesús resucitado va en busca de los suyos para
fortalecerlos en la fe y en su amistad, y para seguir explicándoles la gran
misión que les espera. Los discípulos no acaban de reconocerle cuando les indica
de lejos: Echad la red a la derecha de la barca, y encontraréis. Juan confirma
la certeza interior de Pedro. Inclinándose hacia él, le dijo: ¡Es el Señor!
Pedro salta como un resorte. No espera que las barcas llenas con una pesca
abundante, lleguen a la orilla. El amor de Juan distinguió inmediatamente al
Señor en la orilla: ¡Es el Señor! “El amor, el amor lo ve de lejos” (J. ESCRIVÁ
DE BALAGUER, Amigos de Dios). El drama de un cristiano comienza cuando no ve a
Cristo en su vida; cuando por la tibieza, el pecado o la soberbia se nubla el
horizonte; cuando se hacen las cosas como si no estuviera Jesús junto a
nosotros, como si no hubiera resucitado.
II. “¿Porqué contó el Señor tantos pescadores entre sus Apóstoles? ¿Qué cualidad
vio en ellos Nuestro Señor? Una paciencia inquebrantable. Han trabajado toda la
noche y no han pescado nada; muchas horas de espera, en las que la luz gris de
la aurora les traería un premio, y no lo ha habido” (R.A. KNOX, Sermón predicado
en la festividad de San Pedro y San Pablo) No sabemos cómo ni cuándo, pero todo
esfuerzo apostólico da su fruto, aunque en muchas ocasiones nosotros no le
veamos. El Señor nos pide la paciente espera de los pescadores. Ser constantes
en el apostolado personal, no abandonarlo jamás, no dejar a nadie por imposible.
La paciencia es parte principal de la fortaleza y nos lleva a saber esperar
cuando así lo requiera la situación, a poner los medios humanos y
sobrenaturales, a recomenzar muchas veces, a contar con nuestros defectos y con
los de las personas que queremos llevar a Dios.
III. Jesús llamó a los Apóstoles conociendo sus defectos. Confía en ellos y los
forma con paciencia; cuenta con el tiempo para hacerlos idóneos para la misión
que han de desempeñar. Encontraremos resistencias, consecuencia del pecado
original o de los pecados personales. A nosotros nos toca ser buenos canales por
los que llega la gracia del Señor, facilitar la acción del Espíritu Santo en
nuestros amigos, parientes y conocidos. Si el Señor no se cansa de dar su ayuda
a todos, ¿cómo nos vamos a desalentar nosotros que somos simples instrumentos?
El Señor era Amigo de sus discípulos. Nosotros pidamos a Santa María que nos
ayude a imitar a Jesús para llevar a Él a nuestros amigos.
Fuente: Colección "Hablar con Dios" por Francisco Fernández Carvajal, Ediciones
Palabra. Resumido por Tere Correa de Valdés Chabre
21. Fray Nelson Viernes 1 de Abril de 2005
Temas de las lecturas: Fuera
de Jesús no hay salvación * Se acercó Jesús, tomó el pan y se lo dio a sus
discípulos, y también el pescado.
1. La unicidad de Jesús
1.1 Como no faltan los que piensan que estar convencido es sinónimo de ser
intransigente, y que por lo mismo el único modo de ser abierto de mente es ser
medio demente, relativizando todo y a todos, conviene que hoy meditemos en las
palabras de Pedro sobre la mediación necesaria de Cristo para la salvación del
hombre. A este respecto nos ayudan las reflexiones de "Dominus Iesus", documento
con que la Congregación para la Doctrina de la Fe se expresa al respecto.
Tomamos textos de los números 13 a 15.
1.2 Es frecuente la tesis que niega la unicidad y la universalidad salvífica del
misterio de Jesucristo. Esta posición no tiene ningún fundamento bíblico. En
efecto, debe ser firmemente creída, como dato perenne de la fe de la Iglesia, la
proclamación de Jesucristo, Hijo de Dios, Señor y único salvador, que en su
evento de encarnación, muerte y resurrección ha llevado a cumplimiento la
historia de la salvación, que tiene en él su plenitud y su centro.
1.3 Los testimonios neotestamentarios lo certifican con claridad: "El Padre
envió a su Hijo, como salvador del mundo" (1 Jn 4,14); "He aquí el cordero de
Dios, que quita el pecado del mundo" (Jn 1,29). En su discurso ante el sanedrín,
Pedro, para justificar la curación del tullido de nacimiento realizada en el
nombre de Jesús (cf. Hch 3,1-8), proclama: "Porque no hay bajo el cielo otro
nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos salvarnos" (Hch 4,12). El
mismo apóstol añade además que "Jesucristo es el Señor de todos"; "está
constituido por Dios juez de vivos y muertos"; por lo cual "todo el que cree en
él alcanza, por su nombre, el perdón de los pecados" (Hch 10,36.42.43).
1.4 Pablo, dirigiéndose a la comunidad de Corinto, escribe: "Pues aun cuando se
les dé el nombre de dioses, bien en el cielo bien en la tierra, de forma que hay
multitud de dioses y de señores, para nosotros no hay más que un solo Dios, el
Padre, del cual proceden todas las cosas y para el cual somos; y un solo Señor,
Jesucristo, por quien son todas las cosas y por el cual somos nosotros" (1 Co
8,5-6). También el apóstol Juan afirma: "Porque tanto amó Dios al mundo que dio
a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida
eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino
para que el mundo se salve por él" (Jn 3,16-17). En el Nuevo Testamento, la
voluntad salvífica universal de Dios está estrechamente conectada con la única
mediación de Cristo: "[Dios] quiere que todos los hombres se salven y lleguen al
conocimiento pleno de la verdad. Porque hay un solo Dios, y también un solo
mediador entre Dios y los hombres, Cristo Je sús, hombre también, que se entregó
a sí mismo como rescate por todos" (1 Tm 2,4-6).
1.5 Basados en esta conciencia del don de la salvación, único y universal,
ofrecido por el Padre por medio de Jesucristo en el Espíritu Santo (cf. Ef
1,3-14), los primeros cristianos se dirigieron a Israel mostrando que el
cumplimiento de la salvación iba más allá de la Ley, y afrontaron después al
mundo pagano de entonces, que aspiraba a la salvación a través de una pluralidad
de dioses salvadores. Este patrimonio de la fe ha sido propuesto una vez más por
el Magisterio de la Iglesia: "Cree la Iglesia que Cristo, muerto y resucitado
por todos (cf. 2 Co 5,15), da al hombre su luz y su fuerza por el Espíritu Santo
a fin de que pueda responder a su máxima vocación y que no ha sido dado bajo el
cielo a la humanidad otro nombre en el que sea posible salvarse (cf. Hch 4,12).
Igualmente cree que la clave, el centro y el fin de toda la historia humana se
halla en su Señor y Maestro".
2. Fe firme
2.1 Debe ser, por lo tanto, firmemente creída como verdad de fe católica que la
voluntad salvífica universal de Dios Uno y Trino es ofrecida y cumplida una vez
para siempre en el misterio de la encarnación, muerte y resurrección del Hijo de
Dios.
2.2 Teniendo en cuenta este dato de fe, y meditando sobre la presencia de otras
experiencias religiosas no cristianas y sobre su significado en el plan
salvífico de Dios, la teología está hoy invitada a explorar si es posible, y en
qué medida, que también figuras y elementos positivos de otras religiones puedan
entrar en el plan divino de la salvación. En esta tarea de reflexión la
investigación teológica tiene ante sí un extenso campo de trabajo bajo la guía
del Magisterio de la Iglesia. El Concilio Vaticano II, en efecto, afirmó que "la
única mediación del Redentor no excluye, sino suscita en sus criaturas una
múltiple cooperación que participa de la fuente única". Se debe profundizar el
contenido de esta mediación participada, siempre bajo la norma del principio de
la única mediación de Cristo: "Aun cuando no se excluyan mediaciones parciales,
de cualquier tipo y orden, éstas sin embargo cobran significado y valor
únicamente por la mediación de Cristo y no pueden ser entendidas como paralelas
y complementarias". No obstante, serían contrarias a la fe cristiana y católica
aquellas propuestas de solución que contemplen una acción salvífica de Dios
fuera de la única mediación de Cristo.
2.3 No pocas veces algunos proponen que en teología se eviten términos como
"unicidad", "universalidad", "absolutez", cuyo uso daría la impresión de un
énfasis excesivo acerca del valor del evento salvífico de Jesucristo con
relación a las otras religiones. En realidad, con este lenguaje se expresa
simplemente la fidelidad al dato revelado, pues constituye un desarrollo de las
fuentes mismas de la fe. Desde el inicio, en efecto, la comunidad de los
creyentes ha reconocido que Jesucristo posee una tal valencia salvífica, que Él
sólo, como Hijo de Dios hecho hombre, crucificado y resucitado, en virtud de la
misión recibida del Padre y en la potencia del Espíritu Santo, tiene el objetivo
de donar la revelación (cf. Mt 11,27) y la vida divina (cf. Jn 1,12; 5,25-26;
17,2) a toda la humanidad y a cada hombre.
2.4 En este sentido se puede y se debe decir que Jesucristo tiene, para el
género humano y su historia, un significado y un valor singular y único, sólo de
él propio, exclusivo, universal y absoluto. Jesús es, en efecto, el Verbo de
Dios hecho hombre para la salvación de todos. Recogiendo esta conciencia de fe,
el Concilio Vaticano II enseña: "El Verbo de Dios, por quien todo fue hecho, se
encarnó para que, Hombre perfecto, salvará a todos y recapitulara todas las
cosas. El Señor es el fin de la historia humana, "punto de convergencia hacia el
cual tienden los deseos de la historia y de la civilización", centro de la
humanidad, gozo del corazón humano y plenitud total de sus aspiraciones. Él es
aquel a quien el Padre resucitó, exaltó y colocó a su derecha, constituyéndolo
juez de vivos y de muertos". "Es precisamente esta singularidad única de Cristo
la que le confiere un significado absoluto y universal, por lo cual, mientras
está en la historia, es el centro y el fin de la misma : "Yo soy el Alfa y la
Omega, el Primero y el Último, el Principio y el Fin" (Ap 22,13)".