COMENTARIOS A LA PRIMERA LECTURA

Hch 4, 8-12

 

1.

Después de la milagrosa curación del tullido que pedía limosna en las puertas del templo de Jerusalén (lectura del pasado domingo), Pedro tomó la palabra y anunció el evangelio de la resurrección de Jesús a una multitud asombrada por lo que había visto. Y, como es natural, pronto acudió la policía. El autor nos habla concretamente del "jefe de la guardia del templo". Este era, después del sumo sacerdote, el de mayor autoridad. Estaba encargado de la organización del culto y de mantener el orden dentro del ámbito sagrado, para lo cual contaba con un cuerpo policial integrado por levitas.

Acudió, pues, el mismo jefe en persona, probablemente un hijo de Anás, que se llamaba Jonatán y que era también miembro del Sanedrín. Le acompañaban un grupo de saduceos, los cuales constituían el partido aristócrata sacerdotal y, a diferencia de los fariseos, negaban la resurrección de los muertos. Por esta razón, porque además se trataba del asunto de Jesús de Nazaret, al que ellos habían ajusticiado y por motivos de orden público, el jefe de la guardia detuvo a los apóstoles Pedro y Juan como causantes del tumulto. Al día siguiente se reuniría el sanedrín (tribunal supremo) para interrogar a los detenidos (Hech 4, 1-8).

Y se cumplió de esta manera lo que había dicho Jesús: que serían perseguidos por causa de su nombre (Mt 10, 17-25; 24, 9; Jn 15, 20.; 17,14; etc.).

Pedro da testimonio por vez primera ante los tribunales, que es donde suelen acabar siempre los testigos de Jesús. No olvidemos que "mártir" significa lo mismo que "testigo".

Pedro responde con valor y con suma claridad. Se convierte en acusador, reclama la audiencia del tribunal y presenta las pruebas de su denuncia: Ahí está uno que ha sido curado en nombre de Jesús, a quien vosotros habéis crucificado y el mismo Dios ha resucitado.

Evidentemente, los jefes y senadores de Israel, los constructores de la salud pública (los "tecnócratas", diríamos hoy) se han equivocado. A la hora de edificar el bien común, creyeron que Jesús era un "ripio", que sólo sirve de relleno y que puede sustituirse fácilmente; pero resulta que es la "piedra angular" o de "sillería", la que se necesita para los cimientos y las pilastras, para los arcos y los dinteles, para las esquinas.

Jesús es lo que da solidez y unidad al pueblo de Dios , lo más funcional y lo más hermoso del edificio.

Pedro hace alusión con estas palabras al salmo 118 (v. 22) que el mismo Jesús había interpretado en relación a su propia persona y misión salvadora (Mc 12,10; Mt 21,42; cf. 1 Pe 2, 4 y 7).

Jesús es el único que puede salvar: pero este Jesús, que se hizo solidario con todos los pobres y oprimidos de la tierra, fue considerado como algo despreciable por los que pretendían estar al servicio del bien común y de la salud pública. Y lo mismo que entonces, sucede ahora, y peor que entonces; pues muchos que toman el nombre de Jesús para restaurar o defender una pretendida civilización cristiana, se olvidan de Jesús y de su causa y desechan a los pobres como si fueran un "ripio"; pero Jesús se ha identificado con los pobres, y en éstos está la salvación del mundo. Ellos son hoy la piedra angular.

EUCARISTÍA 1988/31


2.

Como en la primera lectura del domingo anterior, también hoy nos encontramos ante unas palabras de Pedro; pero con una diferencia fundamental: las de hoy no son un discurso sino un alegato de defensa. En efecto, Pedro y Juan son objeto de una investigación judicial por parte del tribunal supremo judío: ¿con poder de quién o en nombre de quién habéis hecho eso vosotros? (Hech. 4, 5-7). No es la curación del paralítico lo que ha motivado esta investigación, sino el trasfondo que esa curación deja entrever y que queda reflejado en el movimiento de masas producido en torno a Pedro y Juan: la gente ve en ellos unos seres divinos (cfr. Hech. 3, 10-12). Más aún, Pedro y Juan se han remontado a Dios como a protagonista último de su actuación (Hech. 3, 13). Este trasfondo roza con los principios jurídicos constitutivos de la nación judía. En base y defensa de un estado de derecho la autoridad interviene.

Lo que Jesús prometió para situaciones del género (cfr. Lc. 12, 11-12) tiene ahora plena vigencia: Pedro habla lleno de Espíritu Santo. En sus palabras podemos distinguir tres pasos:

1. Pedro comienza su alegato desdoblando inteligentemente el contenido de la pregunta: "Dado que nuestro interrogatorio de hoy versa sobre el favor hecho a un enfermo, para averiguar por obra de quién está curado este hombre" (v. 9). Es decir, Pedro distingue entre base empírica o hecho e interpretación de ese hecho. El hecho no es delictivo; todo lo contrario. De esta manera deja en claro Pedro que un proceso contra ellos sería improcedente porque su actuación no es jurídicamente delictiva.

2. Clarificado este punto, Pedro pasa a la interpretación del hecho (v. 10). El tono es seguro y solemne: "quede bien claro, a vosotros y a todo Israel". Dato central: "Jesús Mesías, el Nazareno". Los papeles se cambian: Pedro pasa de acusado a acusador. Prueba fehaciente de su acusación: el paralítico curado; él es la verificación empírica del sí de Dios a Jesús y a su mensaje.

3. J/PIEDRA ANGULAR: Significado de Jesús (vs. 11-12). Pedro empieza desarrollando este significado a partir de la equiparación Jesús-piedra angular. El término "piedra" pertenece a un campo de lenguaje de gran raigambre bíblica: edificar, casa, templo, etc. Los jefes del pueblo han recibido de Dios un encargo concreto: edificar una casa con piedras vivas. Pero los jefes no han sabido qué hacer con una de esas piedras, Jesús de Nazaret. ¡Precisamente la que Dios tenía destinada como piedra angular del edificio" De la equiparación "Jesús-piedra angular" pasa Pedro en el v.12 a esta otra: "Jesús-salvación única". Las dos son sinónimas, aunque se mueven en órdenes distintos. En el orden figurativo la primera; en el interpretativo-conceptual, la segunda. Ahora bien, detrás de la palabra "salvación", y como base material suya, está la realidad experimental, tangible y verificable de un hecho que merece el nombre de salvación: el paralítico curado (obsérvese que el mismo verbo "salvar" se emplea en los vs. 9 y 12).

Unificando todos los órdenes (figurativo, conceptual, empírico), una persona: Jesús de Nazaret. Las discusiones en torno a la relación teoría- praxis, de poco o nada sirven si los que discutimos no entramos en relación con esa persona, que tiene la insospechada facultad de estrecharnos a todos en una comunidad de hermanos (cfr. Hech. 2, 44-47; 4, 32-35).

DABAR 1976/30


3.

El fragmento del libro de los Hechos que leemos hoy corresponde al discurso de Pedro ante el sanedrín, luego de haber sido encarcelado con motivo de la curación de un cojo de nacimiento y de las arengas al pueblo, hechos considerados "subversivos" por las autoridades religiosas de Israel. Consecuente con lo que había dicho al cojo -"Plata y oro no tengo, pero lo que tengo, te lo doy: en nombre de Jesucristo de Nazaret, camina" (Ac 3, 6)-, Pedro reafirma su actitud ante el tribunal: "Por el nombre de Jesucristo Nazareno, se presenta éste sano ante vosotros". Y aprovecha la ocasión para predicar, una vez más, lo que considera esencial en su mensaje: el misterio pascual de Jesucristo, única fuente de la verdadera salvación.

PREDICACION/EVON Una de las formas básicas por las que Cristo resucitado sigue presente en el mundo, es a través de la predicación de la Iglesia. Pero con la condición de que esta predicación recobre los verdaderos rasgos de la predicación apostólica. En primer lugar la iglesia debe predicar lo esencial del mensaje. No debe predicar ideologías, ni mucho menos debe predicarse a sí misma, sino que debe anunciar a Jesucristo, afirmando que "ningún otro puede salvar". En segundo lugar, la predicación no debe ser únicamente verbal, sino que debe ir acompañada de obras que demuestren el poder liberador del evangelio. Siguiendo el ejemplo de los apóstoles, la Iglesia debe luchar eficazmente contra todo lo que esclavice al hombre, aunque esta actuación sea considerada por los poderosos de este mundo como impropia de la misión pretendidamente "espiritual" que le atribuyen, o incluso, como directamente "subversiva" del orden establecido. El verdadero predicador del evangelio está dispuesto a ser perseguido y encarcelado por los opresores del pueblo.

JOAN LLOPIS
MISA DOMINICAL 1973/02


4. J/NOMBRE

La cita de Jl 3, 5, introducida por el último versículo del discurso, es tanto más importante cuanto que figura ya en el discurso de Pentecostés (Act 2, 17-21, 33, 39). Esta cita es comentada también por Pablo en Rm 10, 9-13 y los primeros cristianos le son deudores sin duda de su primera designación: "Los que invocan el nombre del Señor" (Act 9, 14, 21; 22, 16; 1 Cor 1, 2; 1 Tim 2, 22). Esta referencia a Jl 3, 5 introduce ya en el discurso del sanedrín el tema del nombre de Jesús. Aparece en el interrogatorio de los sacerdotes (v. 7), brota de los labios de Pedro cuando declara que opera la curación por su nombre (v. l0) y vuelve a aparecer cuando proclama que la salvación vendrá exclusivamente en virtud de ese nombre (v. 12).

Esta devoción de los primeros cristianos al nombre de Jesús se explica fácilmente. Jesús de Nazaret ha finalizado su obra. Los cristianos tienen que referir, pues su esperanza a su regreso futuro, a la manera judía, como si los últimos tiempos no estuvieran ya inaugurados, ¿o han de considerar que la resurrección de Jesús los ha inaugurado ya efectivamente? Progresivamente, los cristianos fueron tomando conciencia de que el acontecimiento decisivo que arrastraba consigo los últimos tiempos no era el "retorno" próximo de Cristo, sino su vida terrestre coronada por su resurrección. A esa toma de conciencia contribuyó la comprobación de que disponía de las mismas prerrogativas que poseía Cristo durante su vida terrestre: la misma posibilidad de hacer milagros, la misma citación ante los tribunales, la misma participación en la salvación ofrecida por el Padre. La vida presente se beneficia, pues, del carácter mesiánico de la vida de Jesús y el obrar "en nombre de Jesús" es testigo de esa continuidad. Si Jesús no está ya aquí, al menos se puede obrar "en su nombre". Hay que creer, por tanto, en ese nombre, una creencia que prolonga su victoria salvífica sobre el pecado y la muerte (cf. Act 3, 6, l2, l6; 4, 7, 10, 30). Uno ha de ser curado o bautizado en ese nombre, colocarse bajo la influencia salvífica ofrecida continuamente por Jesús (cf. Act 2,38; Lc 48; 22, l6)..

Los últimos tiempos han quedado ya inaugurados, puesto que la salvación no es ya objeto de esperanza: les es ofrecida desde ahora a quienes invocan el nombre de Jesús (cf. Act 4, 23-3l; 10,38).

Jesús de Nazaret ha recibido "un nombre que está por encima de todo nombre" (Fil 2, 9-11; 20-21; Ap 19, 11-12;Heb 1,3-5): el Señor. Pero ese nombre divino podría inclinar a pensar en un Salvador que estaría exclusivamente del lado de Dios: faltaría entonces el verdadero mediador, ese Hombre-Dios que no es un intermediario entre Dios y el hombre, sino que es perfectamente Dios y al mismo tiempo ese hombre concreto que lleva el nombre de Jesús de Nazaret.

Hacerse bautizar en su nombre y predicar su nombre equivale, pues, a asegurar el ejercicio de esa mediación de Hombre-Dios en nuestro mundo mediante el testimonio llevado hasta el centro del dinamismo humano más profundo. Creer en ese nombre e invocarlo es tener la seguridad de que toda la vida de cada uno está dominada por ese mediador especialmente en la Eucaristía, que la renueva y la profundiza.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA IV
MAROVA MADRID 1969.Pág. 17 ss.


5.

¡Todo vuelve a empezar! Habían detenido a Jesús y le habían crucificado: ¡todo en vano! Hoy sus discípulos predican... Habían acusado a Jesús de curar en nombre de Belzebú: hoy hacen comparecer a Pedro y a los demás. "¿Con qué poder o en nombre de quién hacéis esas curaciones?". El proceso de Jesús no ha concluido: ¡el Gólgota sólo fue un momento de la gran acusación! ¡De tal Maestro, tales discípulos! A lo largo de la historia, los discípulos vivirán en su carne la suerte reservada al Maestro. El proceso continúa: ¡por los siglos de los siglos, la cruz será piedra de escándalo! Proceso a Jesús: era necesario que Jesús pasara por la cruz. A causa de su vida, porque lo cambiaba todo: la sociedad, la religión, Dios; porque producía un contagio peligroso a la humanidad: el del amor y la libertad. ¡Era necesario que entregase su vida para que la Vida viviera! Proceso a la Iglesia: ¡el discípulo no es más que su Maestro! Proceso a la Iglesia cuando derriba los ídolos fabricados por las manos del hombre y denuncia todas las servidumbres: la tiranía del dinero, la pasión del poder. Proceso a la Iglesia cuando pone en peligro el orden social desenmascarando a los falsos dioses y revelando la dignidad del hombre querida por Dios. Pasión de los discípulos cuando prenden fuego a los tradicionalismos esterilizantes y a los poderes destructivos. "¿Con qué autoridad hacéis esto?". "La piedra que desechasteis vosotros, los arquitectos, se ha convertido en piedra angular. Fuera de él no hay salvación". El proceso de Jesús no se ha clausurado con una condena, sino con una victoria, pues Dios se ha puesto del lado del condenado. Y para siempre, Dios ha unido su suerte a la de sus discípulos.

"Gracias al nombre de Jesús el Nazareno, este hombre se presenta sano ante vosotros"...

Hermanos, si algún día la vida abre un proceso a vuestra esperanza, si las fraternidades rotas procesan a las manos que vosotros habéis unido, si la injusticia impugna vuestro trabajo por un mundo más auténtico y más hermoso, recordad la ley de la cruz: era necesario que el grano fuera arrojado en tierra para que brotara en todo su esplendor la flor de Pascua. Dios realiza siempre el contra-proceso de la acusación hecha a los suyos. No lo olvidéis: en la mañana de Pascua, el Acusado se hizo vuestro Abogado, y la propia muerte tuvo que retroceder ante la vida.

"Los reconocieron como compañeros de Jesús, vieron de pie junto a ellos al hombre que había sido curado y no encontraron acusación contra ellos"...

DIOS CADA DIA
SIGUIENDO EL LECCIONARIO FERIAL
CUARESMA Y TIEMPO PASCUAL
SAL TERRAE/SANTANDER 1989.Pág. 132


6. /Hch/04/05-31

Pedro y Juan continúan su testimonio en Jerusalén: "os perseguirán... por causa de mi nombre; así tendréis ocasión de dar testimonio" (Lc 21,12.13). La comunidad cristiana persevera en la plegaria y pide fuerza para proseguir con valentía el servicio de la palabra: «Cuando os conduzcan a las sinagogas, ante los magistrados y las autoridades, no os preocupéis de cómo os vais a defender o de qué vais a decir, porque el Espíritu Santo os enseñará en aquel momento lo que hay que decir» (Lc 12, 11.12).

Los apóstoles se encuentran ante el sanedrín, y Pedro habla por primera vez a los dirigentes de Israel. No responden al interrogatorio, sino que anuncian el nombre de Jesús de Nazaret, «a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó» (4,1()). Pedro presenta a Jesús (que quiere decir «Dios salva») como la «piedra que fue rechazada por los constructores y se ha convertido en piedra angular». Estas palabras de Sal 118, 22 se aplican por primera vez a Jesús en este lugar, dentro del libro de los Hechos, posiblemente porque la escena ocurre en el templo, y el lenguaje arquitectónico toma un sentido mesiánico y eclesial: «Sois familiares de Dios, pues fuisteis edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, con Cristo Jesús como piedra angular. Por obra suya, la construcción se va levantando compacta para formar un templo santo en el Señor» (Ef 2,19-21).

En la segunda parte de la lectura (Hch 4,23-30) contemplamos la Iglesia como una comunidad de plegaria, en un momento muy importante de su presencia en eL mundo. Toda la comunidad ora bajo la dirección de los apóstoles o ancianos: es la plegaria de los perseguidos libertados. Al soltarles de la prisión los dos apóstoles buscan a los compañeros para explicarles la experiencia de su liberación, y la comunidad siente la necesidad de alabar a Dios. Y lo hacen buscando el sentido cristiano de la Escritura concretamente de Sal 2, donde se declara que la oposición de los poderosos de este mundo contra el Mesías es inútil, porque Dios domina sobre los reyes y jueces de la tierra. Y al acabar la plegaria, un terremoto y una nueva fuerza del Espíritu Santo son la respuesta de Dios a su plegaria. Esta plegaria contiene la condición básica de la oración eclesial: brota del momento histórico vivido, de la conciencia de la parte que hemos tenido en el proyecto de salvación que se manifiesta en Cristo Jesús.

O. COLOMER
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 179 s.