TIEMPO DE NAVIDAD
DICIEMBRE DIA 28
Los Santos Inocentes, mártires
- Como el día de san Esteban, nuevamente hoy contemplamos la dureza del camino de Jesús. La fuerza de mal que hay en el mundo envuelve a Jesús desde el comienzo de su vida, y acabará clavándolo en la cruz.
- La actuación de Herodes muestra el daño que puede hacer la defensa del propio poder sin pensar en nada más, y las tragedias que eso provoca en los que están a merced de la voluntad incontrolada de los poderosos: "¡Un grito se oye en Ramá, llanto y lamentos grandes!".
- Pero lo que más destaca en la fiesta de hoy es la fuerza del Dios que es más fuerte que todo el mal que los hombres podamos hacer: los Inocentes, sin saberlo, han compartido la muerte de Jesucristo y ahora comparten por siempre su gloria. En Dios, todo es gracia. Y al final del camino humano está su vida.
1.- 1 Jn 1, 5-2, 2
1-1. PECADO/PERDON
Caminar en la luz de Dios, realizar el proyecto de vivir en comunión con El no está al alcance de solos los medios del hombre: el pecado obstaculiza continuamente su caminar en la luz y le extravía constantemente por entre las tinieblas. Un sano realismo debe convencerle de ello. El cristianismo no se confunde con las sectas pneumáticas que niegan la condición pecadora del hombre y a las que Juan alude probablemente (v.8). El único verdadero pecado es el orgullo de considerarse sin pecado: esta actitud se cercena a sí misma de toda iniciativa salvífica de Dios para replegarse sobre sí misma: aparta de toda comunión con Dios: la verdad no habita ya "en el hombre".
La confesión de los pecados, por el contrario, mantiene al hombre en la luz y en la comunión con Dios, puesto que la actitud misma por la que confiesa sus pecados es una llamada al perdón de Dios (v. 9), recurso a nuestro abogado cerca de Dios (v.1), confianza en el poder propiciatorio de la muerta de Cristo (v.2), acciones todas ellas que preparan la comunión con Dios.
Caminar en la luz de Dios y vivir en comunión con El no constituye, por tanto, tan sólo un estado adquirido de una vez para siempre; se trata, por el contrario, de un caminar ("caminar en la luz", v.7) y de un incesante paso de las tinieblas a la luz por la conversión y la confesión de los pecados. El pecado es, pues, una ocasión de comunión con Dios mediante la invitación al perdón que puede provocar. Sólo la pretensión de estar sin pecado priva de esa comunión, puesto que niega la intervención salvífica de Dios y hace incluso de Dios un mentiroso, ¡a El que quiere venir a perdonarnos! (v. 10).
La confesión de los pecados a que se refiere San Juan (v.9) es una confesión pública y no una confesión en el secreto del corazón: la palabra griega exomologesis supone, en efecto, una acción exterior, y nos permite creer en la existencia de una liturgia penitencial desde finales del siglo primero, lo que vendría a confirmar la doctrina de Juan de que toda comunión con Dios supone una comunión con los hermanos (1 Jn 1, 7; 1 Jn 2, 9-11).
MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA I
MAROVA MADRID 1969.Pág.
239
1-2.
El escrito se propone restablecer la comunión plena de la Iglesia, maltrecha por la herejía gnóstica. Para conseguir este objetivo, Juan se propone, según sus propias palabras, "desvelar" el mensaje de Cristo, no porque lo desconozcan los destinatarios de la carta, sino porque deben ahondar cada vez más en sus exigencias. ¿Qué hay que hacer para estar en comunión con Dios? Caminar en la luz (1, 5-2,2) y guardar el mandamiento del amor (2, 3-11).
Así pues, hay en el punto de partida una exigencia fundamental de verdad; de una verdad, por lo demás, siempre por hacer. Hay que empezar por denunciar las ilusiones alimentadas por los gnósticos, los cuales dicen estar sin pecado y en comunión con Dios. El autor apuntaba probablemente a la pretensión de los herejes de vivir una moral superior que, de hecho, no era más que una especie de amoralismo sin pecado. Se sabe, en efecto, que despreciaban la "carne", no la licencia sexual, ante la que cerraban los ojos, sino simplemente lo cotidiano de la vida, empezando por el amor fraterno.
A esta actitud catastrófica, puesto que negaba la verdad, opone Juan el auténtico comportamiento cristiano, que consiste en una conversión constantemente renovada, que se expresa en la confesión de los pecados. Quien actúa de este modo obra la verdad en sí mismo: camina en la luz y realiza la comunión con Dios.
Mejor aún: está sin pecado, pues el creyente es salvado por Cristo.
DIOS CADA DIA
SIGUIENDO EL LECCIONARIO FERIAL
ADVIENTO-NAVIDAD Y SANTORAL
SAL TERRAE/SANTANDER 1989.Pág. 86
1-3. P/ACEPTACION:/1Jn/01/08ss
"Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, fiel es y justo para perdonarnos los pecados y para purificarnos de toda iniquidad" (1 Jn 1,8s). La aceptación y reconocimiento del propio pecado es condición esencial para la recepción de la salud, para el perdón de los pecados. Lo que quiere decir que la incredulidad incluye también el no querer reconocer la propia culpa y la necesidad personal de salvación.
EL NT Y SU MENSAJE
EL EVANG. SEGUN S. JUAN/04-1A
HERDER BARCELONA 1983.Pág. 285
1-4.
-El anuncio que le oímos a Jesús es éste: Dios es luz... No hay tiniebla alguna en El...
La «luz». Una imagen de Dios.
Habitualmente, me aprovecho de la luz sin darme cuenta.
Trato de considerar mejor lo que la luz es: contemplo una fuente de luz: una lámpara, el sol, mi ventana... Dejo que me deslumbre... luego cierro los ojos y me hundo en las tinieblas. Trato de imaginar lo que sería el mundo sin luz.
Miro mi mano, por ejemplo. De noche, en la tiniebla, no la vería por muy cerca que estuviera de mis ojos. Sin luz, los ojos resultan inútiles. No sirven para nada.
«Dios es luz» El pone de manifiesto todo lo restante. Sin El todo sería tiniebla... inexistente.
-Si caminamos en las tinieblas, nuestra conducta no es sincera.
El tema de la luz en san Juan está ligado al de la verdad.
Dios es «verdadero». Dios es transparencia, Dios es sinceridad, Dios es luz. En El no hay ningún desfase entre "lo que dice o muestra"... y «lo que verdaderamente es».
En nosotros, por el contrario, existe a menudo ese desfase mentiroso: llevamos una especie de máscara, no dejamos al descubierto nuestro verdadero rostro... «no actuamos según la verdad»... «somos mentirosos».
Vivir «según la verdad», es «vivir según Dios». Es en primer lugar una exigencia de lucidez, de santidad, de verdad.
-Cuando nos movemos en la luz somos solidarios unos de otros.
No nos esperábamos ese final de la frase, esperábamos más bien «si nos movemos en la luz = vivimos en comunión con Dios». Ahora bien, san Juan inmediatamente apunta al amor fraterno. ¡Vivir «en la luz» es vivir en «comunión con los demás», en el servicio a los demás, en la apertura unos de otros!
Seres que están en común-unión los unos con los otros.
Trato de dar un contenido concreto a esa expresión. Evoco algunas experiencias de «comunión» entre personas, momentos más logrados de comunicación, de participación, de unión; si bien todos esos términos humanos son demasiado pobres para expresar esa realidad.
La «vida» de Dios es una inefable experiencia continua de «comunión».
El proyecto de Dios es una inmensa empresa de «comunicación» entre personas. Es el mandamiento nuevo del amor. Amémonos.
-Y la sangre de Jesús nos limpia de todo pecado... Si decimos no tener pecado, la verdad no está en nosotros...
Si reconocemos abiertamente nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, perdona nuestros pecados y nos purifica de toda injusticia.
Pecar... es caminar en las tinieblas. Hay en nosotros algo tenebroso, una parte de nosotros mismos que deseamos esconder. Esa parte egoísta, esas motivaciones interesadas, inconfesables, esas debilidades de nuestra voluntad... esos rechazos a compartir, a la comunicación, al amor.
¡Hay que hacer luz sobre todo ello!
Si decimos que nada de eso está en nosotros, nos engañamos, somos mentirosos.
Pero basta con «reconocer que somos pecadores» para que todo eso sea salvado.
Si uno de nosotros comete pecado, tenemos un defensor ante el Padre: Jesús, el justo.
El es la víctima que expía nuestros pecados.
¡Gracias!
NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 3
PRIMERAS LECTURAS PARA ADVIENTO - NAVIDAD
CUARESMA Y TIEMPO PASCUAL
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 64 s.
2.- Mt 2, 13-18
2-1.
2-2.
En esta festividad volvemos a tomar contacto con los "evangelios de la infancia". Y encontramos de nuevo los procedimientos de interpretación de San Mateo: el acontecimiento de la huida a Egipto está expuesto en el marco de un pensamiento teológico que encuentra en Cristo la situación de Moisés. Cristo es eI "nuevo Moisés". El faraón había mandado matar a todas los recién nacidos (Éxodo, 1, 15-22) Moisés se había librado de la matanza huyendo al extranjero (Éxodo, 2, 1-10) Moisés había sido llamado para que regresase a su país con las mismas palabras que el ángel utiliza para el retorno de la sagrada familia. (Éxodo, 4, 19) Quizá estos procedimientos literarios nos choquen. Son corrientes a lo largo de la Biblia. Una situación actual, un suceso nuevo evocan situaciones y sucesos antiguos. Se los relaciona para mejor comprenderlos en la Fe. Esto es lo que hoy vamos a hacer.
-El ángel dijo a José: "Levántate, huye a Egipto..." José se levantó de noche y partió...
Una orden breve, que manda, sin embargo, una cosa difícil e inmediata. ¡Sin demora alguna, José parte! En plena noche una mujer y un niño desocupan el hogar.
Quiero contemplar esta admirable disponibilidad. Dios puede actuar con José sin la menor dificultad... Hay personas así, cuyo corazón está completamente lleno de Dios. ¡José tenía ese temple! Un hombre vigilante, atento siempre a la menor indicación que le sugiera cuál es la voluntad de Dios.
-Tomó al niño y a su madre.
En los dos primeros capítulos de su evangelio, Mateo no habla nunca de otro modo. (Mateo, 2, 11, 13, 14, 2O, 21).
El niño siempre es nombrado en primer lugar, antes que su madre. Y no habla nunca de "sus padres", ni de "su familia".
¡Menciona a José como algo externo al grupo privilegiado que forman "Jesús y María", "el niño y su madre"! Hay en esta simplísima fórmula, aparentemente anodina, toda una teología perfectamente correcta: el niño es el centro de todo, El es el primero... solamente después viene su madre... y esto es todo. Al padre, de momento no se le nombra. Será Jesús mismo a los doce años quien le nombrará, cuando lo encuentran en el Templo, en Jerusalén. ¡Sí, hay una majestad extraordinaria que emana de los relatos de esta infancia!
La dignidad misma de María procede de este niño; ¡ella es su madre! Verdaderamente: la debilidad de Dios es mayor que nuestras pobres pretensiones. Al niño recostado en este pesebre no sólo hay que admirarlo, es preciso adorarlo. ¡Es el Señor de la Gloria!, es el Todopoderoso.
-Herodes se irritó sobremanera, y mandó matar a todos los niños menores de dos años que había en Belén y en toda su comarca.
Este crimen tan horrible, como el que anteriormente había decidido el Faraón de Egipto, no impedirá que Dios cumpla con su obra.
-Entonces se cumplió lo que el Señor había dicho por el profeta Jeremías: "En Ramá se oyeron voces, muchos lloros y alaridos... Es Raquel que llora a sus hijos, sin querer consolarse porque ya no existen."
Una vez más el evangelista encuentra la clave del suceso en la Escritura. Ha pasado tiempo desde la muerte del profeta, pero los lamentos y los llantos de las madres continúan.
Y Dios sigue también siendo sensible a este dolor. Así lo creemos.
Hoy rezaré por todas las madres que lloran y sufren.
NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTÉS
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 64 s.
2-3.
De nuevo la Navidad se tiñe de rojo.
El camino del seguimiento de Jesús está lleno de dificultades. Al testimonio de Esteban y de Juan el apóstol, se añade hoy el de los niños inocentes de Belén. En el Oriente a esta fiesta la llaman «de los niños ejecutados».
1. Después del prólogo, que oímos ayer, la carta de Juan entra en el primer gran tema de su mensaje: Dios es luz, Jesucristo está en la luz, y nosotros debemos también caminar en la luz.
Caminar en la luz significa vivir en comunión con Dios, y por tanto, no pecar, no vivir en la oscuridad. Pero por desgracia todos tenemos la experiencia de nuestra debilidad, y nos sentimos -nos debemos sentir, según Juan- pecadores.
Sin angustias, porque «la sangre de su hijo Jesús nos limpia» y «si alguno peca, tenemos auno que abogue ante el Padre: Jesucristo, el Justo». Pero con humildad. Nadie puede decir que no tiene pecado. Sería engañarse a sí mismo e ir contra la luz. El Jesús de quien habla Juan es el que ha venido en Navidad y a la vez el de la Cruz, el que con su sangre nos purifica de todo pecado, no sólo a nosotros, sino a todo el mundo.
La Navidad nos empieza a exigir.
2. Sea cual sea la exacta historicidad de la huida a Egipto y del episodio de los niños de Belén, muy creíble dada la envidia y maldad del rey Herodes, el pasaje de Mateo nos ayuda a entender toda la profundidad del nacimiento del Mesías. Es la oposición de las tinieblas contra la luz, de la maldad contra el bien. Se cumple lo que Juan dirá en su prólogo: «vino a su casa y los suyos no le recibieron».
Seguramente Mateo quiere establecer también un paralelo entre Moisés liberado de la matanza de los niños judíos en Egipto, y Jesús, salvado de la matanza de los niños por parte de Herodes. Los dos van a ser liberadores de los demás: del pueblo de Israel y de toda la humanidad. Pero antes son liberados ellos mismos.
Los niños de Belén, sin saberlo ellos, y sin ninguna culpa, son mártires. Dan testimonio «nodepalabrasinocon sumuerte». Sin saberlo, seunenaldestino trágico de Jesús, que también será mártir, como ahora ya empieza a ser desterrado y fugitivo, representante de tantos emigrantes y desterrados de su patria. El amor de Dios se ha manifestado en la Navidad. Pero el mal existe, y el desamor de los hombres ocasiona a lo largo de la historia escenas como ésta y peores.
De nuevo la Navidad se vincula con la Pascua. En el Nacimiento ya está incluida la entrega de la Cruz. Y en la Pascua sigue estando presente el misterio de la Encarnación: la carne que Jesús tuvo de la Virgen María es la que se entrega por la salvación del mundo.
3. a) La carta de Juan nos interpela: ¿caminamos en la luz? Recién estrenada la Navidad, ¿hemos abandonado la oscuridad en nuestra vida? A lo largo de estos días la carta de Juan nos irá invitando a una actitud decidida: hemos visto el amor de Dios, al enviarnos a su Hijo, pero esto va a pedir de nosotros una conducta coherente, hecha de alegría y a la vez de seriedad exigente con nosotros mismos. Porque el pecado no se puede conjugar con la luz.
La luz, en el lenguaje bíblico, es sinónimo de alegría, de vida, de verdad, de bondad, de pureza. Lo contrario de todo esto es la tiniebla, la oscuridad, 0 la penumbra en la que a veces vivimos. ¿Se puede decir que nuestra vida transcurre en la luz, 0 más bien en una penumbra intermedia que no nos deja servir fielmente a Dios ni vivir con alegría interior?
El día de la Epifanía el sacerdote, en la bendición solemne, pide para nosotros: «El Dios que os llamó de las tinieblas a su luz admirable derrame abundantemente sus bendiciones sobre vosotros», «y así lleguéis aencontraros con Cristo, luz de luz».
b) También nos interpela el evangelio. José y María empiezan a experimentar que los planes de Dios exigen una disponibilidad nada cómoda. La huida y el destierro no son precisamente un adorno poético en la historia de la Navidad.
El sacrificio de estos niños inocentes y las lágrimas de sus madres se convierten en símbolo de tantas personas que han sido injustamente tratadas por la maldad humana y han sufrido y siguen sufriendo sin ninguna culpa.
Desde el acontecimiento de la Pascua de Cristo, todo dolor es participación en el suyo, y también en el destino salvador de su muerte, la muerte del Inocente por excelencia.
¿Aceptamos el esfuerzo y la contradicción en el seguimiento de Cristo? ¿sabemos apreciar la lección de reciedumbre que nos dan tantos cristianos que siguen fieles a Dios en medio de un mundo que no les ayuda nada?
También nosotros, como los niños de Belén, debemos dar testimonio de Dios con las obras y la vida, más que con palabras bonitas.
c) Nuestra celebración eucarística comienza normalmente con un acto penitencial: nos presentamos con humildad ante Dios y nos reconocemos débiles, pecadores, y le pedimos que nos purifique interiormente antes de escuchar su palabra y celebrar su sacramento. Y lo hacemos con confianza, porque vamos a participar de ese Cristo Jesús que es «el que quita el pecado del mundo».
«Concédenos testimoniar con nuestra vida la fe que confesamos de palabra» (oración)
«Si vivimos en la luz, lo mismo que Jesucristo está en la luz, entonces estamos unidos unos con otros» (1ª lectura)
«Si alguien peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo el Justo» (1ª lectura)
«Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra» (salmo)
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 1
Adviento y Navidad día tras día
Barcelona 1995 .Págs. 116 ss.
2-4.
1 Jn 1,5-10; 2,2: Dios es Luz, y en él no hay tinieblas.
Mt 2,13-18: Herodes manda matar a los niños menores de dos años.
Querer celebrar hoy solamente un acontecimiento de pocas probabilidades históricas es algo infantil. Pensar que Dios haya querido que mueran niños víctimas del odio de Herodes es además, quizá, morboso. Sobre todo cuando hoy se registran matanzas de in ocentes con mucha más crueldad que la que nos asombra de Herodes.
Hoy, en nuestra Latinoamérica abandonada de la justicia, mueren miles de niños víctimas de la pobreza, del desamparo, de la miseria. Mueren miles de niños porque sus padres no llegan a los hospitales, porque no tienen recursos para sus medicamentos, o simplemente porque no pueden alimentarlos.
Mueren miles de inocentes abandonados por sus madres a las horas de nacer porque ellas no pueden hacerse cargo de sus vidas, mueren en las favelas, en las villas, en los campos, en los cordones industriales, en las ciudades.
Nuestros gobiernos no atienden a las regiones más alejadas de sus capitales porque no son significativas para sus votos, y así desamparan a miles de familias que quedan a merced de enfermedades, de epidemias y de la incomunicación hacia cualquier puesto sanitario.
Mueren miles de niños víctimas de la violencia familiar, de la prostitución infantil y de la delincuencia juvenil.
Los escuadrones de la muerte los matan en las calles para que no crezcan y no molesten a la "gente buena, de buen nivel".
Mueren en las calles, su único hogar, llenos de drogas caseras y con esperanza de haber sido amados por alguien.
Mueren en las cárceles y hogares de reformatorios.
Mueren con hambre, frío, desnudos, sucios, y analfabetos.
Si nos repugna y nos escandaliza la actitud de Herodes, ¿qué pensar de nuestro tiempo, de los actuales "reyes", que aniquilan a nuestros niños, los inocentes de nuestros Pueblos?
Los niños en América Latina
Al comenzar la década del 90, en América Latina la población infantil menor de 5 años alcanzó los 57 millones, y la situada entre los 5 y 14 años, los 102 millones. Un poco más de la tercera parte de nuestra población está constituida por menores de edad.
12 millones de niños nacen cada año, y mueren 852.000 menores de 5 años. Cada día mueren 2.334 niños, a razón de casi 100 cada hora. De los cuales, 4 millones sobreviven en situación de desnutrición infantil, lo que limitará su desarrollo futuro.
Se estima que en la actualidad cerca de 170 millones de personas de los países de la región, viven en condiciones de pobreza absoluta -el 40% de la población- dentro de los cuales, aproximadamente 75 millones son niños menores de 15 años, lo que permite afirmar que prácticamente la mayoría de los niños de la región son pobres y la mayoría de los pobres son niños.
Aproximadamente un millón de niños menores de 5 años mueren anualmente por causas en gran medida evitables. Se estima que 6 millones de niños del mismo grupo de edad, sufren desnutrición moderada y un millón desnutrición grave. En América Latina 44 millones de menores no terminaron la enseñanza primaria, y 12 millones no están escolarizados.
Cerca de 15 millones de niños, aproximadamente una décima parte de la población entre 6 y 18 años, luchan por la supervivencia en medio de la calle. Carentes de instrucción e integración familiar y social, muchos de ellos son objeto de explotación laboral y se ven abocados a la drogadicción, la prostitución y la delincuencia, en las zonas marginales de las grandes urbes. Se estima que alrededor de 30 millones, se ven obligados a trabajar para contribuir a los escasos ingresos familiares.
NIÑOS-DE-LA-CALLE
¿Niños "de la calle" y/o "en la calle"? Se suele llamar niño "de la calle" aquel que vive de manera permanente o transitoria en la calle y rompe sus lazos con la familia o con las personas que la sustituyen. Se llama niño "en la calle" aquel que se encuentra allí con el fin de ayudar económicamente a la familia, sin que exista ruptura con la misma.
Según cifras de UNICEF, estadísticas de once países de la región muestran entre siete y ocho millones de niños en dicha situación, de los cuales probablemente tan sólo el uno por ciento recibe atención a sus necesidades básicas.
Los países de la región que mayores índices presentan de niños y niñas de la calle son Brasil, México, República Dominicana, Bolivia, Argentina y Perú. En los países con grandes concentraciones urbanas los índices son más elevados. Un ejemplo claro son las ciudades de Sao Pablo, Lima, Bogotá y México. Cabe anotar que la población urbana en América Latina pasó del 49 al 72% en los últimos 30 años.
SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO
2-5.
1Jn 1, 5-2, 2: Dios es luz y nos invita a vivir la verdad
Mt 2, 13-18: La huida a Egipto
Al igual que el pueblo elegido, la familia de Jesús huye a Egipto para escapar de las calamidades que sobrevinieron en Palestina hacia el final del reinado de Herodes el Grande. El evangelista nos quiere mostrar así, la historia de Jesús en un paralelo con la historia de Israel, pero con diferencias sustanciales. Allí donde fracasó Israel, triunfó Jesús.
La presencia de la familia de José en Egipto es símbolo de la peregrinación del nuevo Pueblo de Dios en tierras extrañas.
Peregrinación que les sirvió para madurar sus opciones de fe y estar preparados para los continuos llamados de Dios: "de Egipto llamé a mi hijo".
Las acciones que emprende Herodes son símbolo de todo lo que hizo la dinastía herodiana en el pueblo de Israel. Lo sometió a una servidumbre cruel, inspirada en la mentalidad colonialista romana. Israel vivió entonces una época en extremo violenta. Estaba en manos de un gobernante que no dudaba en matar a sus propios hijos para mantener el poder.
Herodes, en efecto, no reprimió ferozmente los levantamientos populares sino que creó un sistema administrativo que le permitía a él y a su familia conservar el control de Palestina bajo la tutela romana. Para esto, poco le importó someter al campo a un sistema tributario en extremo empobrecedor. Así, erigió su reino «sobre la sangre de los inocentes». La huida del mesías simboliza las tácticas de resistencia de un pueblo que no le hace juego a los gobernantes violentos y absolutos.
De este modo, según la interpretación de las comunidades cristianas, se cumplieron las profecías de Oseas y Jeremías. La de Oseas (11, 1-6), por contraste, muestra a Jesús y su familia como un pueblo fiel y obediente.
No como el pueblo que se rebela contra Dios porque no lo complace en sus caprichos. Jesús en esta profecía es el pueblo que camina hacia la redención, que lucha contra las idolatrías del poder, el prestigio y el dinero; es el pueblo que acepta gozoso la ternura de Dios y le responde generosamente. La profecía de Jeremías (31, 15), muestra cómo el pueblo pasa sin excepción por las calamidades de la historia. El pueblo tiene que encarar su futuro con realismo, sabiendo que habrá de enfrentar la violencia y la muerte causada por los poderosos.
SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO
2-6. 2001
COMENTARIO 1
vv. 13-15. Comienza un tríptico. Sigue en primer
término la figura de José, que se asocia con la del patriarca del AT. Como
aquél, José salva a su familia llevándosela a Egipto (Gn 45-46), para volver
luego a la tierra prometida. En Jesús comienza el nuevo Israel, como lo expresa
el texto de Oseas (11,2) que le aplica Mt: «Llamé a mi Hijo para que saliera de
Egipto (el texto no corresponde a los LXX, sino al hebreo). José y María,
representantes respectivamente del Israel fiel y de la nueva comunidad, aparecen
unidos por Jesús («el niño» ocupa el puesto central en la frase). Uno y otro
personaje quedan asociados al éxodo del Mesías. El resto de Israel (José) había
tenido experiencia del éxodo de Moisés; es él quien recibe el encargo de volver
a Egipto para que desde allí se realice el éxodo mesiánico que ha de llevar a su
estado definitivo la liberación realizada por el primero.
vv. 16-18. Herodes da orden de matar a los niños de Belén y sus alrededores. El
pasaje está en relación con Ex 1, donde el faraón se propone destruir al pueblo
matando a los recién nacidos varones. Por otra parte, el texto citado de
Jeremías, que expresa el dolor por la opresión que sufre Israel, se convierte
inmediatamente en un canto de esperanza, al dirigirse Dios a Raquel que llora:
«Reprime tus sollozos, enjuga tus lágrimas...hay esperanza de un porvenir,
volverán los hijos a la patria» (Jr 31,16s). Con esta perícopa muestra Mt que la
oposición de los poderes enemigos será incapaz de impedir la realización del
designio de Dios; que el éxodo comenzado por Jesús llegará a su término para
Israel.
COMENTARIO 2
El texto del evangelio de san Mateo relata la matanza de los niños inocentes de
Belén por obra del rey Herodes el Grande, despechado porque los magos no le
avisaron del lugar en el que lo encontraron. Tal es el fundamento histórico de
este relato legendario que sólo trae san Mateo entre los evangelistas y que
evoca otra matanza famosa: la de los niños israelitas en Egipto, cuando el
faraón ordenó hacerlos morir ahogados en el Nilo, para controlar así el
crecimiento de un pueblo potencialmente peligroso (cf. Ex 1,15-22). San Mateo
insinúa que Jesús es un nuevo Moisés, definitivo, ya desde su nacimiento, que ha
venido para dar al pueblo de Dios la nueva ley y ser el mediador de una mejor
alianza.
La Iglesia ha venerado desde época remota la memoria de estos testigos inocentes
de la mesianidad de Jesús. Apenas si han aprendido a caminar, apenas si saben
hablar, pero ya son víctimas inocentes e inconscientes del odio y la crueldad
con que será tratado Jesús, hasta ser llevado por sus enemigos a la muerte de
cruz. Hace dos días conmemorábamos al primer mártir cristiano, a San Esteban.
Pero los niños de Belén son sus precursores. Y todos ellos, Esteban y los
inocentes mártires, son modelos para nuestra vida cristiana. A nosotros tal vez
no nos tocará morir para confesar el nombre de Cristo, pero tendremos que
prestarle el testimonio cotidiano de vivir de acuerdo a sus enseñanzas, a su
evangelio, es decir, de vivir en el amor y en servicio desinteresado a los
demás.
Por otra parte, como decíamos a propósito del martirio de san Esteban, no
podemos olvidar a la legión de mártires, de testigos, de toda edad y condición,
que han dado su vida a lo largo de los siglos como homenaje extremo de fidelidad
a Jesucristo. Seguramente no serán este siglo y este milenio que comienzan, la
excepción; seguramente a muchos cristianos y cristianas se les pedirá también en
nuestro tiempo que proclamen con la efusión de su sangre los derechos
inviolables de Dios, que no son otros que los derechos de sus hijos e hijas a
ser libres, a vivir dignamente, a desarrollar su existencia plenamente, a vivir
sin obstáculos su vida cristiana, a confesar y difundir su fe. Todo lo que los
nuevos Herodes no pueden tolerar porque están aferrados a su injusto poder, al
servicio de las potencias de este mundo.
1. J. Mateos-F. Camacho, El evangelio de Mateo. Lectura comentada, Ediciones Cristiandad, Madrid
2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)
2-7. 2002
Frecuentemente las decisiones de los gobernantes de este mundo ponen en acción fuerzas inconmensurables que amenazan la vida de los ciudadanos. Ellas suscitan en nosotros desazón y desesperanza. La narración de la fuga de José y su familia a Egipto y la muerte de los inocentes busca recrear nuestra esperanza y nuestro compromiso con la vida amenazada.
La situación descrita por el texto es análoga a la que está también en el origen de los acontecimientos que llevaron a la constitución del pueblo elegido. Israel está llamado a recordar siempre la inicua orden de un gobernante, el Faraón, que quiso eliminar a los recién nacidos y, en ellos, el futuro de la bendición divina. Este es el ámbito en que tiene lugar la intervención salvífica de Dios que frustra ese intento y que preserva de la muerte al futuro libertador del pueblo. El mismo esquema vuelve a repetirse en los orígenes de la comunidad. cuando otro rey, el idumeo Herodes, quiere tronchar la vida del nuevo Moisés.
La amenaza a la existencia del Mesías Jesús, paradójicamente, da la posibilidad a la intervención divina para rehacer el camino de la liberación. El intento asesino del monarca causa la muerte en torno suyo, pero, en este contexto de homicidio, Dios se hace presente, de nuevo, por medio de su ángel. Una nueva aparición de éste durante el sueño de José dispone lo necesario para el cumplimiento de su palabra liberadora: La fuga a Egipto de José con el niño y su madre son la forma de la realización de lo anunciado en Oseas:"De Egipto llamé a mi hijo" (cf. Os 11,1). En un mundo de muerte causada por los poderosos, Dios se revela como Padre, fuente de la vida para su hijo y, por medio de él, para toda la Humanidad.
Sin embargo, la muerte sigue presente y alcanza a niños inocentes. La orden del rey se dirige a la eliminación de los niños menores de dos años en Belén y en sus alrededores. Otra Escritura sirve para interpretar este acontecimiento inexplicable, las palabras de Jeremías a propósito de las tribus dominadas por el opresor asirio. La tragedia relatada por Mateo, en toda su magnitud, alude así, implícitamente, a la persistencia de una esperanza ya que la palabra profética aludida sirve de introducción al anuncio del retorno de los deportados: "Reprime tus sollozos...volverán del país enemigo"(Jer 31,16).
De esta forma, la presencia de los niños eliminados por el poder real se convierte en figura silenciosa. Ellos anticipan el relato de la Pasión de Jesús, pero anticipan también la continuación de una vida indestructible. Como en el comienzo del Evangelio, también en final los gobernantes y sus enviados quieren silenciar el anuncio de la vida (cf. Mt 28,11-15), pero también allí resuena una palabra dirigida a mujeres que ordena: "no tengan miedo, vayan a avisar a mis hermanos... allí me verán".
Surge de aquí un urgente deber para toda comunidad cristiana. Nacida y crecida en un contexto de amenazas, está llamada a hacer una experiencia de exilio respecto a su entorno, para mostrar su compromiso con la vida amenazada. También hoy el ángel del Señor nos invita a poner distancia de los que amenazan la vida con el fin de preservarla y, de esa forma, convertirnos en signo de esperanza para los inocentes asesinados por la orden de los poderosos.
Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)
2-8. ACI DIGITAL 2003
14. Unas ocho o diez jornadas de camino a través
del desierto separan Egipto de Palestina. San José es modelo de la virtud de la
obediencia. Sin proferir excusas, tan obvias en tal trance, abandona al instante
el país natal y acata en todo la santa voluntad de Dios, que para él había
reservado las tareas más penosas. A su obediencia y humildad corresponde su
gloria y poder en el cielo.
15. Véase Oseas 11, 1.
18. Con el versículo citado, San Mateo quiere expresar la inmensidad del dolor
aludiendo a la tumba de Raquel, esposa de Jacob, sepultada en el camino de
Jerusalén a Belén (Gén. 35, 19; Jer. 31, 15). Rama: localidad situada al Norte
de Jerusalén y campo de concentración de los judíos que por Nabucodonosor fueron
llevados al cautiverio de Babilonia (587 a. C.). "Raquel se alza de su sepulcro
para llorar la partida de sus hijos a Babilonia y para mezclar sus lamentos con
los de las madres de los Inocentes". La Iglesia celebra el 28 de diciembre la
memoria de éstos como flores del martirio por Cristo.
2-9. SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO
1 Jn 1,5 - 2,2: Si decimos que no hemos pecado nos
engañamos a nosotros mismos
Salmo responsorial: 123, 2-5.7-8:
Mt 2, 13-18: La matanza de los inocentes
La liturgia de hoy celebra a los llamados “Santos Inocentes”. Así se hace
memoria de aquellos que sin quererlo ni saberlo, dieron su vida “por” Jesús. Por
significa, en este caso, en lugar de, no por la causa de. En cierto sentido,
podemos hablar de un martirio de sustitución, ya que no se da en ellos ninguna
de las características que se esperan de los mártires: no han asumido la causa
de Jesús, no han vivido para el reino y comprometido su vida por él, no fueron
matados a causa de su fidelidad y por el testimonio de sus vidas, sin embargo,
así se los reconoce (propiamente hablando, ciertamente, todos los mártires son
“santos inocentes” ya que los culpables son los asesinos, pero se entiende
“inocencia” en el sentido “infantil”). El texto del evangelio, la matanza de
niños provocada por Herodes no la encontramos en los testimonios históricos de
la época, aunque este rey era conocido por su crueldad. Veamos, entonces, el
texto del Evangelio para iluminarnos en su sentido.
Puede verse con facilidad que los “evangelios de la infancia” de Mateo presentan una serie de relatos en los que ocupa un importante lugar una cita de la escritura; en este caso, el texto de Jeremías 31,15. El llanto de Raquel en Jer alude a la captura de sus “hijos”, es decir las tribus llevadas cautivas a la Mesopotamia (o a Asiria o a Babilonia), cautiverio que el profeta anuncia que llega a su fin. Sin embargo, esta nota de esperanza no se ve en el texto de Mateo.
El sujeto principal del relato, como es frecuente en Mt es José, que es presentado como obediente inmediato a los planes de Dios que le son manifestados en sueños. Esto permite que el niño Jesús conserve la vida. Como en la pasión, la máxima autoridad política, confabulado con Jerusalén, los sumos sacerdotes y escribas, atentan contra Jesús. Dios es el que se hace cargo de la suerte de su hijo. El texto presenta un claro eco del relato de Moisés, que también es salvado de las manos de un rey violento; así Dios se asegura un enviado para salvar a su pueblo; mientras tanto el rey mata a los niños. Del mismo modo, especialmente en la cita de Os 11,1, Mt muestra a Jesús reviviendo en su propia vida la historia de todo su pueblo; sin embargo, aplica claramente, y con la autoridad del profeta, el título “hijo” a Jesús. Así, la historia del pueblo es leída como una preparación de la vida de Jesús (cosa que ocurrirá también en otros textos del mismo Mt). La referencia al cautiverio egipcio, y la referencia al cautiverio mesopotámico en ambas citas bíblicas permiten ver la intención de Mateo de integrar la historia de Israel en la vida de Jesús. Israel sabe que Dios acompaña su camino histórico y los tiranos no tienen la última palabra: faraón murió, lo mismo los reyes mesopotámicos, y lo mismo ocurre con Herodes. Sería desatinado preguntarnos -como hace alguno- ¿qué clase de Dios es este que salva a uno y permite la muerte de muchos? No está eso en cuestión sino destacar que Dios no se desentiende de su pueblo.
Así podemos concluir que una serie de elementos
muy verosímiles: crueldad de Herodes, Egipto como lugar frecuente de exilio, se
integran a una serie de elementos más “teológicos”: como José, el patriarca, el
padre de Jesús, también José hijo de Jacob, lo conduce a Egipto; como Moisés es
salvado por intervención divina, la historia del pueblo de Israel es historia de
persecuciones y muerte, especialmente de mano de los tiranos, pero Dios no se
desentiende de su pueblo, y eso también ocurre ahora, con Jesús. Mucho más
importante que la historicidad o no del relato, debemos reflexionar en que Jesús
“encarna” la historia de su pueblo haciendo patente la salvación que Dios trae.
Reflexión
El Evangelio no es un recetario de vida; no nos propone "100 maneras fáciles de
vivir", o "sepa qué hacer si..."; ni siquiera es un curso de vivir por
correspondencia. El Evangelio sí nos propone un camino a seguir, nos marca una
ruta; es una "hoja de ruta". El Evangelio nos muestra a Jesús, nos presenta "el
camino". Cuando Jesús entra en la vida de alguien, le "desacomoda toda la
estantería", y José y María no iban a ser menos. Y lo que debe llamarnos la
atención, hoy, de la familia de Jesús, es su total disponibilidad a los planes
de Dios. Dios dijo "levántate" y José se levantó; dijo "vayan a Egipto" y allá
fueron... No nos dice nada de los planes de María, ni de los planes de José. Nos
habla de los planes de Dios. Y de María, y de José frente a esos planes. Y los
vemos participando de lleno en esos planes, los vemos como los instrumentos
fieles y dóciles del Señor.
El Evangelio no propone a las familias un modo para ser exitoso (no parece un éxito de la vida tener que huir por la noche); no propone caminos para llenarse de bienes (no deben tener muchos bienes quienes deben dejar todo para salvar la vida); no propone soluciones estables (no es muy estabilizada la vida del que debe renunciar a sus hermosos proyectos, para hacer carne los de Dios). ¡No! no nos propone eso. El Evangelio nos propone un camino para unirnos más vivamente con Dios, incluso en el martirio si es necesario. Nos propone un camino de felicidad, de alegría, de vida. Nos propone el camino de dejarnos desestabilizar por Dios, de dejarnos despertar por su palabra. Un camino que ya otros caminaron. Eso es lo que Dios tiene para proponernos. ¿Parece poco?
2-10. Fray Nelson Martes 28 de Diciembre de 2004
Temas de las lecturas: La sangre de Cristo nos
purifica de todo pecado * Herodes mandó matar a todos los niños en Belén.
1. Nota sobre las lecturas de la Octava de Navidad
1.1 Los días de la semana posterior a la Navidad conforman una "octava" es
decir, un conjunto de ocho días que prolongan la meditación y la celebración de
la fiesta mayor que les precede. En la actualidad la Iglesia conserva sólo dos
octavas: la de Pascua y la de Navidad.
1.2 En la octava de Navidad no es tan fácil descubrir el hilo conductor en torno
al misterio de Cristo, tal vez por la variedad de fiestas que la tradición de
veinte siglos nos ha entregado para estos días: San Esteban, San Juan
Evangelista, y ahora los Santos Inocentes.
1.3 Sin embargo, sí hay una continuidad detectable en la primera lectura de la
misa de estos días, que va siguiendo, a partir de la fiesta de San Juan
Evangelista, los textos de la Primera Carta de este apóstol, a modo de
meditación sobre el misterio de la Encarnación. Esta es, en efecto, la carta que
habla de "lo que hemos visto y oído acerca de la Palabra de Vida, pues la vida
se ha manifestado" (1 Jn 1,1-2).
2. Dios es Luz
2.1 Juan a menudo utiliza términos que en su contraposición nos enseñan,
precisamente porque hacen más claro el mensaje: amar-odiar, dar vida-dar muerte,
luz-tinieblas.
2.2 Parece trivial decir que Dios es luz, en cuanto que estamos acostumbrados a
pensar a Dios desde la lógica del ser perfectísimo, y en ese esquema es "obvio"
que Dios, por decirlo de algún modo, "debe" ser luz.
2.3 Juan no razona desde una especulación previa sobre Dios. No piensa primero a
Dios para luego deducir cómo debe ser. La experiencia de un Dios que es luz es
ante todo la experiencia de un Dios que revela, que trae claridad, que
desenmascara la mentira, que deja ver su designio y devuelve su sentido a cada
palabra y a cada actitud.
3. El poder endiosado es un poder homicida
3.1 El evangelio, por su parte, alude a la fiesta de hoy. Su mensaje,
dramáticamente serio y actual, se resume en esto: el poder endiosado es un poder
homicida.
3.2 Raquel llora a sus hijos. Fue esta mujer la imagen de la esposa amada de
Jacob. Sus hijos son los frutos del amor y no de la simple pasión, y por ello el
pueblo de Israel miró a Raquel como a su madre y no a Lía o Lea, la otra esposa
que Jacob, que vino a ocupar el lugar, triste es decirlo, de un precio por
trabajos de Jacob. El sentido, pues, de este llanto es: el amor ha sido
tronchado, la crueldad se ha ensañado contra el amor.
3.3 Los planes de Herodes fracasan. Ha mostrado su poder derrotando a madres
inermes y asesinando niños. Con esa ostentación ha dejado al descubierto sobre
qué bases gobierna y a quién sirve su fuerza. Sobre las ruinas de ese fracaso el
plan de Dios sigue su marcha. Nunca fue más cierto que "Dios escribe derecho en
renglones torcidos".
3.4 Jesús en Egipto es el inmigrante, el desplazado por la violencia, el
extranjero, el que nada cuenta. Su humillación del pesebre era la primera a
vista del mundo, pero no sería la única, pues con ella se abre esta serie de
iniquidades padecidas que nos muestran qué "carne" ha tomado Cristo. No es
simplemente nuestra "biología", son los aspectos más terribles de nuestro ser en
el mundo... hasta el extremo mismo de la Cruz. Cristo, ¡gracias!
2-11.
Comentario: Mn. Joan Pere Pulido i Gutiérrez (Molins
de Rei-Barcelona, España)
«Se levantó, tomó de noche al Niño y a su madre, y se retiró a Egipto»
Hoy celebramos la fiesta de los Santos Inocentes, mártires. Metidos en las
celebraciones de Navidad, no podemos ignorar el mensaje que la liturgia nos
quiere transmitir para definir, todavía más, la Buena Nueva del nacimiento de
Jesús, con dos acentos bien claros. En primer lugar, la predisposición de san
José en el designio salvador de Dios, aceptando su voluntad. Y, a la vez, el
mal, la injusticia que frecuentemente encontramos en nuestra vida, concretado en
este caso en la muerte martirial de los niños Inocentes. Todo ello nos pide una
actitud y una respuesta personal y social.
San José nos ofrece un testimonio bien claro de respuesta decidida ante la
llamada de Dios. En él nos sentimos identificados cuando hemos de tomar
decisiones en los momentos difíciles de nuestra vida y desde nuestra fe: «Se
levantó, tomó de noche al Niño y a su madre, y se retiró a Egipto» (Mt 2,14).
Nuestra fe en Dios implica a nuestra vida. Hace que nos levantemos, es decir,
nos hace estar atentos a las cosas que pasan a nuestro alrededor, porque
—frecuentemente— es el lugar donde Dios habla. Nos hace tomar al Niño con su
madre, es decir, Dios se nos hace cercano, compañero de camino, reforzando
nuestra fe, esperanza y caridad. Y nos hace salir de noche hacia Egipto, es
decir, nos invita a no tener miedo ante nuestra propia vida, que con frecuencia
se llena de noches difíciles de iluminar.
Estos niños mártires, hoy, también tienen nombres concretos en niños, jóvenes,
parejas, personas mayores, inmigrantes, enfermos... que piden la respuesta de
nuestra caridad. Así nos los dice Juan Pablo II: «En efecto, son muchas en
nuestro tiempo las necesidades que interpelan a la sensibilidad cristiana. Es la
hora de una nueva imaginación de la caridad, que se despliegue no sólo en la
eficacia de las ayudas prestadas, sino también en la capacidad de hacernos
cercanos y solidarios con el que sufre».
Que la luz nueva, clara y fuerte de Dios hecho Niño llene nuestras vidas y
consolide nuestra fe, nuestra esperanza y nuestra caridad.
2-12.
Reflexión:
1Jn. 1, 5-2, 2. Somos la Iglesia que peregrina hacia la casa del Padre. Frágiles
y pecadores; ¿quién puede decir que no tiene pecado? Sin embargo sabemos que
Dios nos perdonó en la Sangre derramada por su Hijo, en un amor hacia nosotros
hasta el extremo. Los que creemos en Dios no podemos engañarnos a nosotros
mismos, pensando que le pertenecemos cuando permanecemos en las tinieblas del
pecado y del error. Por eso, sabiéndonos amados por Dios; sabiendo que Él nos ha
trasladado de las tinieblas del pecado a la luz de la gracia, no podemos decir
que somos de Dios cuando continuamos pecando. Sin embargo sabemos que, a pesar
de haber sido perdonados y recibidos como hijos de Dios, mientras caminamos por
este mundo continuamos sujetos a nuestra concupiscencia. Por eso hemos de
permanecer en oración y vigilantes para no ser dominados por el mal. Pero si
pecamos, tenemos en Cristo el perdón de nuestros pecados, no para vivir con una
falsa confianza, pensando que podemos pecar cuantas veces queramos, al fin y al
cabo Dios siempre nos perdonará, pues no sabemos ni el día ni la hora en que el
Señor vendrá por nosotros. Si lo amamos, vivamos siéndole fieles, siempre
dispuestos a volver a la comunión de vida con Él cuando, a causa de nuestra
inclinación al mal, pudiésemos habernos alejado de Él. Y esto nos debe llevar a
ser comprensivos para con nuestro prójimo. No podemos querer crear una Iglesia
de puros, separada y olvidada de los pecadores; o, peor aún, rechazando a los
que considera malvados. Dios ha venido a buscar y a salvar todo lo que se había
perdido, dándonos, siempre, la oportunidad de volver a Él. Este es el mismo
camino de amor y de misericordia que ha de vivir y seguir la Iglesia en Cristo
Jesús.
Sal. 124 (123). Dios está siempre de parte de los suyos. Y nosotros somos suyos,
pues Él nos creó porque nos ama. Y Él nos santificó en Cristo Jesús, su Hijo,
porque su amor por nosotros es eterno y nos quiere con Él, sanos y salvos en su
Reino celestial. Es verdad que nos acechan muchas tentaciones; es verdad que
somos calumniados, perseguidos y puestos al borde de la vida. Sin embargo Dios
velará siempre por nosotros y nos librará de la mano de nuestros enemigos y de
la de aquellos que nos aborrecen. Por eso aprendamos siempre a confiar en el
Señor. Pero que esa confianza brote del amor que le tengamos. No busquemos,
imprudentemente, el ser perseguidos por Cristo, pues esto no es grato al Señor.
Dediquémonos a Él; demos testimonio de Él; llevemos una vida conforme al
Evangelio. Que el mundo lea, en la Iglesia, la presencia salvadora de Cristo a
través de la historia. Si a causa de confesar nuestra fe nos maldicen, dicen
cosas falsas de nosotros o nos crucifican, será un honor para nosotros haber
sido considerados por Dios dignos de dar, con nuestra sangre, el testimonio
supremo de nuestra fe en Él.
Mt. 2, 13-18. Moisés había tomado decisiones que sólo le competían al faraón,
pues había asesinado a un egipcio. Por eso, por atribuirse una autoridad que no
le competía, fue perseguido para asesinarlo; y tuvo que huir lejos de Egipto.
Jesús, ahora, es adorado por unos magos, que le buscan viniendo de tierras
lejanas; y preguntan por Él, como el nacido Rey de los Judíos. Y para evitar
posibles disensiones en Judea, Herodes le persigue; y Jesús huye a Egipto para
volver, despús, a Nazaret. Esto lo convierte en el nuevo Moisés que camina,
junto con el Nuevo Pueblo de Dios, hacia la posesión de la Patria eterna,
saliendo de la esclavitud del pecado, pasando por las aguas bautismales y siendo
conducido por el Señor bajo una nueva Ley: la Ley del amor. Efectivamente "De
Egipto llamó, el Padre Dios, a su Hijo." Y Él nos llama desde nuestros Egiptos,
desde nuestras esclavitudes, para que ya no vivamos para nosotros mismos, sino
para Aquel que por nosotros murió y resucitó. Como consecuencia de haberse visto
burlado por los magos, Herodes mandará asesinar, en Belén y sus alrededores, a
todos los niños menores de dos años. Así ellos se convierten en los primeros en
derramar su sangre a causa de Cristo. Ojalá y cada uno de nosotros aprenda a ir
tras las huellas de Cristo, con todas sus consecuencias, de tal forma que jamás
nos dejemos amedrentar por aquellos que nos maldigan o persigan, pues,
finalmente, Dios nos llevará consigo a su Reino celestial.
Jesús corre la misma suerte del Pueblo que viene a salvar. Pueblo perseguido;
pero protegido por Dios. Pueblo expulsado de Egipto; pero conducido por Dios
hacia la tierra que Él había prometido a sus antiguos padres. Jesús,
incomprendido, perseguido, crucificado fuera de la ciudad, se levantará
victorioso sobre sus enemigos y entrará en la Gloria de su Padre Dios. Pero no
va sólo. Lo acompañamos los que creemos en Él y formamos su Iglesia. En la
celebración Eucarística entramos en comunión de vida con el Señor, unidos a Él
de tal forma que Él es Cabeza de la Iglesia, y nosotros somos su Cuerpo. Unidos
a Él nos convertimos en testigos del amor que el Padre continúa manifestando,
por medio nuestro, al mundo entero, llamando a todos a la conversión y a la
plena unión con Él. Unidos a Cristo estamos dispuestos a correr su misma suerte,
no sólo siendo perseguidos, sino, incluso, llrgando hasta derramar nuestra
sangre para que, unida a la de Cristo en la Cruz, sirva para el perdón de los
pecados. Por eso la Eucaristía no sólo la celebramos, sino que la vivimos día a
día, momento a momento, tras las huellas del Señor de la Iglesia.
Peregrinamos hacia la Casa del Padre como una comunidad de hermanos. Vivimos
guiados por Cristo y vivimos únicamente bajo la Ley del Amor; del amor a Dios
como a nuestro Padre, a quien amamos por encima de todo; del amor a nuestro
prójimo, en quien vemos a nuestro hermano, y al que amamos como Cristo nos amó a
nosotros. Somos constructores de un mundo que día a día se renueva, más y más,
en Cristo Jesús. Somos conscientes de que nuestro testimonio puede provocar el
que seamos perseguidos, y que al acabar con nuestra vida en su paso por este
mundo, muchos piensen que han silenciado la voz de Dios, que se dirigía a ellos
por medio de su Iglesia, no para condenarlos, sino para llamarlos a la vida, al
amor, a la justicia, a la santidad, a la bondad, a la misericordia. Pero ese es
el riesgo que hemos de correr, o afrontar los que creemos en Cristo y, junto con
Él, caminamos hacia nuestra plena liberación en la Patria eterna. No importa que
tengamos que huir de una ciudad a otra. Ahí donde lleguemos; ahí, en los
diversos ambientes en que se desarrolle nuestra vida, hemos de ser un signo de
la Iglesia que Dios sigue llamando para sacarla de sus esclavitudes y conducirla
a la posesión de los bienes eternos. Por eso vivamos no bajo el signo de la
cobardía, sino de la valentía en el testimonio de nuestra fe; valentía que no
nace de nuestras decisiones sino de la presencia del Espíritu de Dios que,
habitando en nosotros, lo escuchamos para que nos conduzca hacia nuestra
salvación eterna en Cristo Jesús.
Roguémosle al Señor que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen
María, nuestra Madre, la gracia de saber vivir fieles en el seguimiento de
Cristo, aún a costa de tener que dar el testimonio supremo de nuestra fe no sólo
para alcanzar nuestra salvación, sino para colaborar con el Espíritu de Dios en
la salvación de los demás. Amén.
Homiliacatolica.com
2-13.
Reflexión
Todavía en medio del jubilo de las fiestas del nacimiento de Cristo, nuestro
Salvador, la Iglesia ha colocado al fiesta de los primeros mártires… de los
pequeños, que sin saber por qué, pero cooperaron con su sangre al
establecimiento del Reino. Y es que la Iglesia, siguiendo los pasos de su Señor
no quiere caer en falsos mesianismos, en paraísos artificiales, en los cuales no
está presente el signo inconfundible de la vida cristiana: LA CRUZ. Hoy en medio
de un mundo hedonista, egoístas, que no le gusta pensar en sufrir y prefiere
solamente divertirse y pasársela bien sin ninguna mortificación, que bien nos
cae el reflexionar que la vida cristiana no solo es navidad, que no solo es gozo
y alegría, sino que es también cruz y muerte… que el cristiano, como decía el P.
de Lubac, será siempre un hombre perseguido y contestado. Hoy más que nunca
Jesús necesita que tú y yo estemos dispuestos, incluso a llegar a la misma
muerte si ésta fuera necesaria para testificar ante el mundo nuestra pertenencia
y fidelidad a Cristo.
Pbro. Ernesto María Caro
2-14. EL MARTIRIO DE LOS INOCENTES
I. En el Evangelio de la Misa leemos el relato del sacrificio de los niños de
Belén ordenado por Herodes. No hay explicación fácil para el sufrimiento, y
mucho menos para el de los inocentes. El sufrimiento escandaliza con frecuencia
y se levanta ante muchos como un inmenso muro que les impide ver a Dios y su
amor infinito por los hombres. ¿Porqué no evita Dios todopoderoso tanto dolor
aparentemente inútil? El dolor es un misterio y, sin embargo, el cristiano con
fe sabe descubrir en la oscuridad del sufrimiento, propio o ajeno, la mano
amorosa y providente de su Padre Dios que sabe más y ve más lejos, y entiende de
alguna manera las palabras de San Pablo: para los que aman a Dios, todas las
cosas son para bien (Romanos 8, 28), también aquellas que nos resultan
dolorosamente inexplicables o incomprensibles.
II. La Cruz, el dolor y el sufrimiento, fue el medio que utilizó el Señor para
redimirnos. Desde entonces el dolor tiene un nuevo sentido, sólo comprensible
junto a Él. El Señor no modificó las leyes de la creación: quiso ser un hombre
como nosotros. Pudiendo suprimir el sufrimiento, no se lo evitó a sí mismo. Él
quiso pasar hambre, y compartió nuestras fatigas y penas. Su alma experimentó
todas la amarguras: la indiferencia, la ingratitud, la traición, la calumnia, la
infamante muerte de cruz, y cargó con los pecados de la humanidad. Los Apóstoles
serían enviados al mundo entero para dar a conocer los beneficios de la Cruz. El
Señor quiere que luchemos contra la enfermedad, pero también quiere que demos un
sentido redentor y de purificación personal a nuestros sufrimientos. No les
santifica el dolor a aquellos que sufren a causa de su orgullo herido, de la
envidia y de los celos porque esta cruz no es la de Jesús, sino nuestra, y es
pesada y estéril. El dolor –pequeño o grande-, aceptado y ofrecido al Señor,
produce paz y serenidad; cuando no se acepta, el alma queda desentonada y
rebelde, y se manifiesta en forma de tristeza y mal humor.
III. La esperanza del Cielo es una fuente inagotable de paciencia y energía para
el momento del sufrimiento fuerte. Nuestro Padre Dios está siempre muy cerca de
sus hijos, los hombres, pero especialmente cuando sufren. La fraternidad entre
los hombres nos mueve a ejercer unos con otros este misterio de consolación y
ayuda. Pidamos hoy a la Virgen y a los Santos Inocentes que nos ayuden a amar la
mortificación y el sacrificio voluntario, a ofrecer el dolor y a compadecernos
de quienes sufren.
Fuente: Colección "Hablar con Dios" por Francisco Fernández Carvajal, Ediciones
Palabra. Resumido por Tere Correa de Valdés Chabre
2-15.
Fuente: Catholic.net
Autor: Santiago Garza
Reflexión:
El pasaje de Mateo nos ayuda a entender toda la profundidad del nacimiento del
Mesías. Es la oposición de las tinieblas contra la luz, de la maldad contra el
bien. Se cumple lo que Juan dirá en su prólogo: “vino a su casa y los suyos no
le recibieron”.
Seguramente san Mateo quiere establecer también un paralelo entre Moisés,
liberado de la matanza de los niños judíos, y Jesús, salvado de la matanza de
los niños por parte de Herodes. Los dos van a ser liberadores de los demás: del
pueblo de Israel y de toda la humanidad. Pero antes son liberados ellos mismos.
Los niños de Belén, sin saberlo ellos, y sin ninguna culpa, son mártires porque
dan testimonio no de palabra sino con su muerte. Sin saberlo, se unen al destino
trágico de Jesús que también será mártir por amor a todos los hombres.
El amor de Dios se ha manifestado en esta Navidad y a pesar de todo el mal sigue
existiendo y el desamor de los hombres ocasiona a lo largo de la historia
escenas como ésta y peores. Nosotros por el contrario contribuyamos a construir
una civilización del amor y de la esperanza, como nos invitó el Papa Juan Pablo
II en la carta Novo millenio ineunte.
2-16. Los niños inocentes
Fuente: Catholic.net
Autor: P. Mariano de Blas
La fiesta de los primeros niños que murieron inocentemente por Dios.
Entonces murieron después de haber nacido.
Y eran poquitos.
Hoy mueren antes de nacer.
Y son millones.
Si por cada niño muerto injustamente depositáramos una flor,
llenaríamos muchos estadios de flores.
Los primeros murieron porque estorbaban a Herodes.
Los de nuestro tiempo siguen estorbando.
El aborto es la nueva espada de Herodes que mata sin compasión.
A mi juicio, el 28 de Diciembre se deberían celebrar no sólo a los niños de
Belén muertos a espada, sino los millones de inocentes que mueren por el aborto.
El único que conoce quiénes son y cuántos son es Dios,porque a cada uno le
regaló un alma inmortal desde el seno de su madre.
Santos niños inocentes de ayer y de hoy;
los que mueren de hambre, de frío,
los que no pueden nacer,
todos los niños maltratados...
todos los niños inocentes,
rogad a Dios por los que hemos perdido la inocencia.
2-17. Los Santos Inocentes
Fuente: Archidiócesis de Madrid
La consulta bien intencionada de aquellos Magos que llegaron de Oriente al rey
fue el detonante del espectáculo dantesco que organizó la crueldad aberrante de
Herodes a raíz del nacimiento de Jesús.
Habían perdido el brillo celeste que les guiaba, llegó la desorientación, no
sabían por donde andaban, temieron no llegar a la meta del arduo viaje
emprendido tiempo atrás y decidieron quemar el último cartucho antes de dar la
vuelta a su patria entre el ridículo y el fracaso.
Al rey le produjo extrañeza la visita y terror la ansiosa pregunta sobre el
lugar del nacimiento del Mesías; rápidamente ha hecho sus cálculos y llegado a
la conclusión de que está en peligro su status porque lo que las profecías
antiguas presentaban en futuro parece que ya es presente realidad. Se armó un
buen revuelo en palacio, convocaron a reunión a los más sabios con la esperanza
de que se pronunciaran y dieran dictamen sobre el escondrijo del niño
"libertador". El plan será utilizar a los visitantes extranjeros como señuelo
para encontrarle. Menos mal que volvieron a su tierra por otro camino, después
que adoraron al Salvador. Impaciente contó Herodes los días; se irritó consigo
mismo por su estupidez; los emisarios que repartió por el país no dan noticia de
aquellos personajes que parecen esfumados, y se confirma su ausencia. Vienen los
cálculos del tiempo, y contando con un margen de seguridad, le salen dos años
con el redondeo.
Los niños que no sobrepasen dos años en toda la comarca morirán. Hay que durar
en el poder. El baño de sangre es un simple asunto administrativo, aunque cuando
pase un tiempo falten hombres para la siembra, sean escasos los brazos para
segar y no haya novios para las muchachas casaderas; hoy sólo será un dolor
pasajero para las familias sin nombre, sin fuerza, sin armas y sin voz. Unas
víctimas ya habían iniciado sus correteos, y balbuceaban las primeras palabras;
otras colgaban todavía del pecho de sus madres. Pero para Herodes era el precio
de su tranquilidad.
Son los Santos Inocentes. Están creciendo para Dios en su madurez eterna. Ni
siquiera tuvieron tiempo de ser tentados para exhibir méritos, pero no tocan a
menos. Están agarrados a la mano que abre la gloria. Aplicados los méritos de
Cristo sin que fuera preciso crecer para pedir el bautismo de sangre, como
tantos laudablemente hoy son bautizados en la fe de la Iglesia con agua sin
cubrir expediente personal. El Bautismo es gracia.
Entraron en el ámbito de Cristo inconscientes, sin saberlo ni pretenderlo; como
cada vez que por odio a Dios, a la fe, hay revueltas, matanzas y guerras; en
esas circunstancias surgen mártires involuntarios, que aún sin saberlo, mueren
revestidos y purificados por la sangre de Cristo, haciéndose compañeros suyos en
el martirio; y no se les negará el premio sólo porque ellos mismo, uno a uno, no
pudieran pedirlo. En este caso es el sagrado azar providente de caer por causa
de Cristo, porque la mejor gloria que el hombre puede dar a Dios es muriendo.
Ya el mismo Jeremías dejó dicho y escrito que "de la boca de los que no saben
hablar sacaste alabanza".
Hoy los mayores también hacen bromas en recuerdo del modo de ser juguetón y
alegre de aquellos bebés que no tuvieron tiempo de hacerlas; es buena ocasión de
hacer agradable la vida a los demás, con admiración y sorpresa, en desagravio
del mal que provocó el egoísmo de aquel que tanto se fijó en lo suyo que aplastó
a los demás.