COMENTARIOS AL EVANGELIO
Mt 2, 13-15. 19-23

 

1.

Ya desde el s. VI a. de C. existía en Egipto una comunidad judía en continuo crecimiento. Egipto no era para los judíos únicamente el país de la antigua esclavitud, sino también un lugar de refugio en tiempos de persecución ( cf. Dt 23. 8; Jr 26. 21). Por otra parte, la narración de San Mateo se ajusta muy bien al talante y al comportamiento cruel de Herodes, de quien se dice haber asesinado a tres hijos suyos. Además, conocemos una antigua acusación del siglo primero en la que se dice que Jesús aprendió la magia en Egipto. En fin, no parece históricamente imposible lo que aquí narra San Mateo.

Sin embargo, en la literatura bíblica y universal descubrimos narraciones muy semejantes sobre el peligro en que se vieron de niños los futuros monarcas y caudillos de un pueblo. En este caso resulta sorprendente el parecido con la historia de Moisés, salvado de las aguas y obligado más tarde a huir a Madián, de donde regresaría por expresa indicación divina: "Anda, vuelve a Egipto; pues han muerto todos los que buscaban tu muerte" (Ex 4.9).

Oseas pone en boca de Yahvé estas palabras: "Cuando Israel era un niño, yo le amé, y de Egipto llamé a mi hijo" (Os 11. 1). Se trata de la salida de Egipto, del éxodo de Israel en el comienzo de su historia. Pues bien, S. Mateo lo interpreta refiriéndolo a Jesús, que es el verdadero Hijo de Dios. Y hace notar que así se cumplió lo que dijo el Señor por el profeta. Muerto Herodes el Grande, le sucedió en el trono su hijo Arquelao como soberano de Judea, Samaria e Idumea. Su crueldad pronto fue mayor que la de su propio padre. Se explica que S. José, para escapar de la autoridad de Arquelao, no regresara a Belén de Judá, sino a Nazaret de Galilea. Y de nuevo S. Mateo ve en este hecho la confirmación de otra profecía. Probablemente se refiere ahora al pasaje de Isaías en donde se habla del "vástago" (en hebreo "neser", palabra fonéticamente emparentada con Naserath=Nazaret) del tronco de Jesé (Is 11. 1).

En realidad lo que parece interesarle al autor no es tanto la anécdota histórica o la leyenda cuanto la afirmación fundamental de que en Cristo se han cumplido todas las promesas y a pesar de todas las asechanzas. Jesús es para S. Mateo el libertador del pueblo igual que Moisés y mayor que él. Jesús es el Siervo de Yahvé anunciado por Isaías, el Siervo marcado por la persecución y el sufrimiento desde el comienzo de su vida. Jesús es el "vástago del tronco de Jesé", nacido en Belén de Judá lo mismo que David. Jesús viene a restaurar de un modo inesperado el trono de David su padre. La descendencia de David vive oculta y perseguida por el tirano Herodes, que ha usurpado el trono y que se empeña en retenerlo luchando vanamente contra los designios de Dios. Pero Dios está con Jesús y lo protege, Dios mismo hará que se cumplan todas sus promesas no obstante la resistencia de cuantos se oponen a su plan providencial.

EUCARISTÍA 1986/62


2. OBEDIENCIA/VD:

El inconveniente nuestro al leer el texto de hoy es el esquema bíblico orden-cumplimiento que en él aparece. "¡Qué fácil lo tenía José!", pensamos a veces. El fallo nuestro radica en entender el esquema en sentido mecánico y material; hacemos de él una interpretación basta, gruesa, tosca. No, José no escuchó al oído. José "tuvo oídos" para Dios. José creía en Dios, confiaba en Él, era alguien totalmente disponible. Así era, esto era, según Mateo, la Sagrada Familia. Así tendría que ser, esto tendría que ser una familia cristiana. En la literatura bíblica estas actitudes se expresaban y se verbalizaban con un esquema directo de orden-cumplimiento como el que aparece en el texto de hoy.

DABAR 1986/06


3.FAM/SUFRIMIENTO

Navidad es fiesta de alegría. Es el principio de la Pascua, que es sufrimiento y alegría de resurrección. El evangelio de Mateo que hoy leemos nos señala con toda claridad estos altibajos de la vida.

Recién nacido el niño, la familia de José, María y Jesús, ha de exiliarse por motivos políticos. El exilio a Egipto tiene, en Mateo, una finalidad simbólica: el Hijo de Dios, Hijo de Israel, ha de experimentar el Éxodo. Así el Padre podrá llamar a su Hijo de Egipto. Pero en el exilio la Sagrada Familia experimenta el rechazo, la soledad, el rompimiento de la estabilidad del hogar.

Pero, a pesar de todo, mantiene su fe en Dios, la fidelidad entre los hombres. También las angustias de la familia se han de vivir "en el Señor". Muchas familia pasan por momentos difíciles, las dificultades menudean. Las separaciones y los divorcios aumentan, a menudo, porque no se saben aguantar, soportar con fe y fidelidad, las estrecheces de la vida cotidiana. La santa Familia exiliada es un gran ejemplo para las familias, para tantas familias, que sufren.

Viviéndolo todo "en el Señor", el cristiano mantiene la esperanza en cualquier situación. Este domingo -también día de la resurrección- tendría que animar a nuestras familias a seguir adelante en su tarea humana, iluminada siempre por su fe en el Señor. A pesar de cierto pesimismo que oprime los horizontes de la familia actual, la celebración de esta fiesta tendría que ser un aliento para continuar una tarea difícil y rodeada de sufrimientos pero fecunda y entusiasmadora.

P. LLABRES
MISA DOMINICAL 1989/24


4. J/MOISES  

El tema de Cristo, nuevo Moisés, es uno de los más significativos de este pasaje. Las fuentes rabínicas y la literatura judaica habían descrito hasta la saciedad el anuncio del nacimiento de Moisés al faraón y a sus magos. Ofrece cierta similitud con la forma en que se hace a Herodes, rodeado de magos y de escribas, el anuncio del nacimiento de Jesús (Mt 2. 4). Al saber la noticia, el faraón da la orden de matar a todos los primogénitos de los hebreos (Ex 1. 15/22); Herodes procede de la misma forma ordenando el exterminio de los primogénitos de Belén (v. 16).

Moisés se salva de la matanza de los niños (Ex 2. 1-10), y se salvará una segunda vez de manos del faraón refugiándose en el extranjero (Ex 2. 11-15), y Jesús se salvará de la matanza de los inocentes refugiándose en el extranjero (vv. 13-15). Moisés es llamado a Egipto por el ángel (Ex 4. 19) en términos que serán repetidos casi textualmente por el ángel que invita a José, María y al Niño a volver a Palestina (v. 20), ¡tan literalmente que el ángel continúa empleando el plural ("ellos"), siendo así que el perseguidor es uno! Mateo no ha querido probablemente hacer creer en la historia de la infancia de Jesús: la describe conforme a un género literario propio, destinado a hacer resaltar determinadas características del Mesías. Para Mateo, Jesús es, ante todo, el legislador de la Nueva Alianza: el primer evangelio está dividido en cinco partes que constituyen, evidentemente, una correspondencia con el Pentateuco de Moisés, y Jesús se nos presenta, ante todo, como el que da cumplimiento a la ley mosaica... hasta superarla (Mt 5.-8.).

El paralelismo montado por Mateo no se limita, sin embargo, a Moisés. Hay un detalle que nos hace sospechar en otras asociaciones: mientras que Moisés huye de Egipto para refugiarse en Madián, Jesús, por el contrario, penetra en Egipto huyendo de Palestina. Este detalle no relaciona a Jesús con Moisés, sino más bien con Jacob-Israel. La huida a Egipto recuerda, en efecto, Gn 46. 2: "No tengas reparo en descender a Egipto, porque allá haré de ti un gran pueblo... y Yo mismo te haré volver". Lo mismo que Jacob vuelve de Egipto acrecentado hasta las proporciones de todo un pueblo, así Jesús pasa, a su vez, por Egipto para convertirse en un gran pueblo. Y la cita de Os 11. 1 en el v. 15 es una importante confirmación de esta interpretación: por lo demás, toda la vida del patriarca Jacob aparece finamente dibujada en el relato de la infancia según San Mateo. En la literatura judía, en efecto, Jacob era presentado como víctima de la persecución de Labán, su suegro (cf. Gn 31.).

Jacob, siempre de conformidad con las tradiciones judías, se habría refugiado en Egipto para huir de la persecución de Labán, y allí, convertido ya en todo un pueblo, esperaba la aparición de la estrella de la liberación. La imagen de Raquel -la esposa de Jacob- llorando a sus hijos hasta que vuelvan del extranjero (v. 18) confirma esta interpretación: Raquel, que ha quedado en Palestina en su tumba, mientras que Jacob y sus hijos partían para el exilio (Gn 35. 19), era representada llorando hasta el regreso de los suyos y la restauración del pueblo (Jr 31. 15).

Así, pues, la huida de Cristo, nuevo Jacob, a Egipto, y su regreso a Palestina, convertido en pueblo nuevo e inmenso, lo mismo que Jacob lo había sido en tiempos del Éxodo, constituye un tema pascual: Cristo entrará, efectivamente, solo en la muerte y en los infiernos, pero para volver a salir como Hijo de Dios y como pueblo inmenso: el presentimiento de la Pascua y de la Iglesia anima estas páginas de Mateo.

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El "midrash" es uno de los géneros literarios más difíciles de explicar a las mentalidades modernas. Los primeros cristianos lo emplearon ampliamente porque veían en él un medio de reinterpretar cristianamente las lecturas que seguían oyendo en la sinagoga durante todo el tiempo que continuaron pudiendo entrar en ella. La preocupación de los cristianos de hoy ya no es la misma, porque el hecho que es Jesucristo ha adquirido suficiente consistencia en su fe como para justificarse por sí mismo.

¡Pero sería lamentable que se rechazaran pura y simplemente los relatos de la infancia de Cristo o se redujeran a etapas devocionales de la recitación de los misterios del Rosario! Mateo ha querido leer estos episodios que son signos precursores de la gran misión legislativa (nuevo Moisés), redentora y pascual (nuevo Jacob) del Señor.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA I
MAROVA MADRID 1969
.Pág. 215


5.

La crueldad de Herodes, particularmente al final de su vida, se hizo proverbial hasta en Roma. En sus últimos años mandó matar a tres de sus hijos y dio un decreto para que fuesen eliminados los principales de entre los judíos (decreto que no fue ejecutado por haber muerto el tirano). Las medidas tomadas en relación "con el recién nacido, rey de los Judíos" intentaban no tanto eliminar un pretendiente al trono cuanto evitar posibles disensiones en Judea. Desde este punto de vista la perícopa encaja dentro de la verosimilitud histórica. Pero, junto a los detalles históricos, es necesario acentuar que el relato contiene también rasgos teológicos y apologéticos, que son los primarios en la intención del narrador, y un tenor narrativo bastante legendarizado.

Nuestro texto refleja no sólo lo ocurrido en el momento del nacimiento de Jesús, sino también la situación que vivía la Iglesia cuando fue puesto por escrito el evangelio de Mateo. Una de las acusaciones judías contra los cristianos consistió en afirmar que Jesús había estado en Egipto, pero cuando esto ocurrió era recién nacido. La acusación carecía, por tanto, de valor. Estamos ante un motivo apologético.

De los grandes hombres de la antigüedad se afirmaban historias parecidas de cruel persecución para ser eliminados. Así ocurrió con Rómulo y Remo, Augusto, Sargón, Ciro... Aquí encontraríamos el tenor legendario de nuestra historia. Pero, por encima de él, se levanta nuestro autor recordando el eco no de héroes paganos sino de Moisés, el fundador del antiguo pueblo de Dios. También un faraón impío quiso eliminarlo. Así cumple Mateo su propósito de presentar a Jesús como un nuevo Moisés, cosa que tendrá muy presente en otras ocasiones de su evangelio. Hemos entrado en el fin teológico de nuestra perícopa. Jesús es el nuevo Moisés y corre su misma suerte: es perseguido y tiene que huir (Ex 4, 19). Pero el contenido teológico no se agota aquí. En el regreso a Palestina se cumple la Escritura que dice "de Egipto llamé a mi hijo". La cita está tomada del profeta Oseas (Os 11, 1) y originariamente se refería al éxodo de Israel de Egipto: "Israel es mi hijo, mi primogénito" (Ex 4, 22). Mateo aplica la cita a Jesús porque, según la creencia generalizada en el judaísmo, el tiempo del Mesías reactualizaría el tiempo de Moisés. El evangelista, por tanto, está afirmando que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios por excelencia, que corre la misma suerte que el pueblo al que viene a salvar.

La intervención divina ordena a José que se establezca en Nazaret. A la muerte de Herodes su reino quedó dividido entre sus tres hijos: Arquelao heredó Judea, Samaria e Idumea; a Herodes Antipas le correspondió Galilea y Perea y Felipe quedó al frente de la parte oriental y del norte de Galilea. El más cruel entre ellos fue Arquelao. Esta situación se halla perfectamente reflejada en el relato de Mateo. José, por razones de seguridad, va a vivir a Nazaret.

Al establecerse en Nazaret se cumple, así lo anota el evangelista, otra profecía: "sería llamado nazareno".

Efectivamente, así fue llamado Jesús y así fueron llamados también los cristianos (He 24, 5). Pero el Antiguo Testamento no contiene ninguna profecía en este sentido. Lo más probable es que Mateo identifica la palabra "nossri", nazareno, con "nesser", que significa el brote o vástago de una planta. Según esto, la Escritura cumplida sería la de Isaías (Is 11, 1: un renuevo.. un vástago sale del tronco de la de Isaí). También del siervo de Yahveh se dice "como un retoño creció ante nosotros... " (Is 53, 2). Esta referencia a la Escritura sería un argumento más a favor de la mesianidad de Jesús.

Llama la atención la frase, "para que se cumpliese la EScritura", repetida tantas veces en este capítulo segundo. En otras ocasiones, en lugar de citar expresamente la Escritura, se alude a la mentalidad y esperanzas de la época. Al hacerlo así, Mateo pretende afirmar que, en Jesús, se cumplen todas las esperanzas: él es el nuevo Moisés, el libertador, fundador del nuevo pueblo de Dios, el Mesías oculto y perseguido, y, a través de él, se cumplen las promesas de Dios y las esperanzas de los hombres.

COMENTARIOS A LA BIBLIA LITURGICA NT
EDIC MAROVA/MADRID 1976
.Pág. 934


6. /Mt/02/13-18.

Apenas ha nacido, y ya conoce el exilio. Hoy, en los campos de refugiados, crecen niños sin saber siquiera lo que significa la expresión "mi casa". Otros, en familias de nuestro entorno, han tenido que ser adoptados para poder llamar a alguien "papá" y "mamá". La lista de los pequeños exiliados es larga. Jesús fue uno de ellos.

No podemos olvidar que la historia del pueblo de Dios empezó en una especie de campo de concentración: en ese Egipto en el que la Biblia ve el símbolo de toda esclavitud. La historia del pueblo de Dios adquiere forma cuando un libertador toma conciencia de la miseria de sus hermanos y les conduce a través del desierto, en un largo Éxodo. Sí, la historia de Dios se escribe con una paciencia inmensa y una atención renovada día a día. Tenemos toda la razón del mundo para denunciar a todos los Herodes, la violencia y el terrorismo de nuestro tiempo; pero ¿sabemos de veras la violencia interior que supone una paz que nos permite convivir en nuestra propia casa con el llanto de los oprimidos y el exilio de los extranjeros? La fe es una continua desinstalación. ¿Os habéis fijado cómo actúa el Ángel de Dios con José? No le desvela el futuro, sino que le ordena sobre la marcha: "¡Huye!", "¡Vuelve?", "¡Ve a Nazaret!". A cada día le basta su afán. Es una especie de exilio lejos de las certezas y los planes tranquilizadores. La fe consiste en un perpetuo éxodo. Estar en las manos de Dios como en un desierto... Aprender a vivir en comunión con Jesucristo, solidario de los exiliados y los extranjeros. Conocer el incesante peregrinar de una Iglesia que no tiene en este mundo ciudad permanente. Levantarse cada dos por tres, a mitad de la noche, porque se ha escuchado un grito: el grito de los inocentes, el grito del Inocente que carga con el pecado del mundo en un interminable vía crucis.

DIOS CADA DIA
SIGUIENDO EL LECCIONARIO FERIAL
ADVIENTO-NAVIDAD Y SANTORAL
SAL TERRAE/SANTANDER 1989.Pág. 87


7.

La vida oculta de Jesús se inicia con una huida precipitada de la Sagrada Familia a Egipto. En unas pocas líneas S. Mateo evoca esta primera retirada del Niño lejos de la agitación del mundo. Siguiendo su habitual discreción, el Evangelio no precisa el lugar exacto en el que sus parientes escondieron a Jesús de la cólera de Herodes, el falso rey de los judíos (él, que no era judío, había usurpado el trono de Judea con el apoyo de los Romanos, y ahora temía por su título y su corona); tampoco detalla el Evangelio las peripecias de este éxodo cruel.

La historia y la geografía nos eximen de imaginar una larga travesía por el desierto hasta llegar a la otra parte del Nilo. En aquella época igual que en la actualidad, la frontera entre Israel y Egipto pasaba por el desierto de Neget, al sur de Judea. Esta frontera estaba muy cercana a Belén; ella era el paso incesante de caravanas de comerciantes, y la zona-refugio de numerosos emigrantes de ambos países. Allí, sin duda alguna, el Niño exilado y sus padres esperaron la muerte del tirano para regresar sin peligro a su país (según Flavio Josefo, su biógrafo, Herodes fue un sádico asesino; terminó sus días entre asesinatos renovados y colectivos: Antigüedades judías, XVII, 181). Pero los apócrifos, supliendo las lagunas históricas y el silencio religioso de la Escritura, convirtieron aquel éxodo cruel en una marcha triunfal. El Niño Jesús penetra en Egipto como un Dios conquistador, en lugar de sufrir humanamente la suerte inexorable que supone el destierro. Se le hace participar en la epopeya fantástica que, en sentido inverso, Yahvé realizó en otro tiempo al frente de los hebreos sobre esa tierra pagana. Al paso del Niño, es Dios quien se revela como el señor de Egipto. Es el éxodo victorioso que se repite: testigo es aquel relato del Evangelio árabe, según el cual, en el templo de una cierta ciudad egipcia, los ídolos nacionales se derrumban a los pies de Jesús. No tiene más que dos años, pero el pueblo del Faraón le reconoce: «He aquí un dios, escondido y misterioso... Este es el Dios verdadero... El paso de su Hijo viene a aplastar la tierra egipcia» (Ev. Ar. X, 2; versión siria).

Esta revelación de Dios verdadero parece realizar a pedir de boca la antigua predicción de Isaías: «Ved que Yahvé, montado sobre ligera nube, llega al Egipto. Ante El tiemblan todos los dioses de Egipto y el corazón de los egipcios se hiela de espanto» (Is. XIX, 1). En el relato de la huida a Egipto «tenemos un ejemplo del método propio de San Mateo, que sitúa los detalles biográficos de la vida de Cristo en relación con los acontecimientos del Éxodo, y vemos cómo la relación entre el Nuevo Testamento y el Éxodo se realiza a través de la profecía... La profecía es una interpretación tipológica de la historia» (JEAN DANIELOU, Sacrammentum futuri).

L. HEUSCHEN
LA BIBLIA CADA SEMANA
EDIC. MAROVA/MADRID 1965
.Pág 78 s.


8.

Al mencionar la matanza de los inocentes y la huida a Egipto, Mateo cita dos palabras de los profetas Oseas y Jeremías referentes a las pruebas que soportó el pueblo de Dios en el pasado, Jesús ha de vivir en el destierro y en la angustia, como sus antepasados. Empieza la persecución cuando nace, y lo acompañará hasta la muerte.

¡Cuántos inocentes han sido muertos a lo largo de la historia! No es que los olvide Dios: les envía un salvador crucificado que les abrirá las puertas del paraíso.

Herodes es el modelo de muchos gobiernos más celosos de su poder que deseosos de servir. Pero los enemigos del Evangelio, por más que derramen la sangre inocente, no pueden ahogar la fe de la comunidad de Cristo ni contrarrestar los planes de Dios. Jesús tendría dos años cuando José volvió a Nazaret, su patria. Allí vivirá Jesús muchos años trabajando como artesano, mientras el mundo espera su salvación. Sin embargo, su vida silenciosa ya era un servicio al plan de Dios concebido por el Padre para redimir a los hombres.

(_EUCA/92/60)

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3-A-9.

El mal presagio final augurado en Mt. 2, 12 tiene en este texto su puntual confirmación: Herodes va a buscar al niño para matarlo.

La determinación de Herodes desencadena una sucesión de hechos que van desde la huida a Egipto y el retorno a Israel hasta el asentamiento en Nazaret, dentro ya de Israel. Esta sucesión obedece a un mismo y único esquema de mandato divino y cumplimiento humano. Se trata de un esquema narrativo habitual en la Biblia, el cual no busca reproducir el modo de sucederse los hechos, como el de un dictado de los mismos se tratara, sino que reproduce el modo de estar situado y de entender los hechos. El esquema transparenta un perfecto entendimiento y una total colaboración ante el hombre y Dios.

A su vez, el autor aborda esos mismos hechos desde la perspectiva global de la historia de la salvación. La Sagrada Familia encarna al Israel liberado de la esclavitud y peregrino en busca de la libertad en la tierra prometida.

Comentario. No hay nada más ajeno a nuestra mentalidad que la narrativa bíblica. La lectura de ésta puede fácilmente producirnos la impresión de que todo sucede al dictado divino: a José se le comunica lo que tiene que hacer y José lo hace.

Pero las cosas no eran así de claras y sencillas. La forma bíblica de narrar no está al servicio es un ordenamiento histórico de los hechos, sino de una actitud transcendente de los personajes inmersos en los hechos.

El texto nos presenta a la sagrada familia víctima, como tantas otras, de la histeria de poder y del despotismo de Herodes. Nada del dolor humano ni de la injusticia le fue ajeno a ella, Jesús no nació en el mejor de los mundos, sino en el mundo real de todos los tiempos. Pero ni el dolor humano ni la injusticia del mundo real le son ajenos a Dios, quien desde el origen mismo de la existencia de Israel se ha manifestado como un Dios con los perseguidos. Los personajes bíblico saben de este Dios y se abren confiadamente a El. Esta es la lección de José, cabeza visible de una familia tan indefensa como entonces lo era la compuesta por un hombre del pueblo, una mujer y un niño. Sería probablemente incorrecto decir que a José le salió todo bien; lo correcto es, más bien, decir que José vio el brazo salvador de Dios en los acontecimientos que le tocó padecer. Toda una lección de transcendencia para nosotros, presos más de la cuenta por las cuentas y los cálculos.

ALBERTO BENITO
DABAR 1992/06


10.

En los relatos de la infancia de Mateo, el peso de la acción lo lleva José, movido siempre según la voluntad de Dios, expresada a través del sueño y del ángel.

Es evidente el contrate entre los paganos que han venido a homenajear al niño Jesús como rey y el rey de los judíos, Herodes, que quiere eliminar a Jesús. Seguramente hallamos ya al inicio de la vida de Jesús aquella realidad que expresará la parábola de los viñadores homicidas.

Todo el fragmento remite a las vicisitudes del pueblo de Israel, desde la bajada a Egipto huyendo del hambre hasta el retorno a la tierra prometida. La cita de Oseas "llamé a mi hijo, para que saliera de Egipto" es un ejemplo claro: el profeta se refería a Israel; ahora el "hijo" que es llamado de Egipto es Jesús. También la expresión "ya han muerto los que atentaban contra la vida del niño", es la misma que es comunicada a Moisés para que vuelva a Egipto a liberar a su pueblo.

Con todo, hay que señalar que el intento de Mateo no es sobre todo el de presentar a Jesús como un nuevo Moisés, sino que más bien quiere significar el nacimiento del nuevo pueblo de Dios buscando paralelismos con el antiguo.

Arquelao, uno de los hijos de Herodes, reinó en Judea desde el año 4 aC hasta el 6 dC. No hallamos en ningún profeta del Antiguo Testamento la expresión "se llamará Nazareno". Algunos proponen como solución el hecho de que la palabra hebrea que traducimos por "renuevo" en el texto de Isaías 11, 1: "brotará un renuevo del tronco de Jesé" se asemeja a la palabra "nazareno". Sea como fuere, el calificativo "nazareno" para designar a Jesús debe ser muy antiguo, y hace pensar en la manera sorprendente como actúa Dios. Recordemos las palabras de Natanael en el evangelio de Juan: "¿De Nazaret puede salir nada bueno?"

J. M. GRANE
MISA DOMINICAL 1992/16