TIEMPO DE ADVIENTO

 

JUEVES DE LA TERCERA SEMANA

 

1.- Is 54, 1-10

1-1.

VER 4ª LECTURA DE LA VIGILIA PASCUAL


1-2.

El pasaje pertenece al Segundo Isaías. El contexto histórico es el exilio. Jerusalén ha sido destruida, el Templo derribado, los habitantes deportados.

Un profeta, discípulo de Isaías, anuncia la «restauración».

-Palabra de Dios dirigida a Jerusalén... Dice el Señor tu Dios...

En la breve página que leemos hoy, cinco veces encontramos fórmulas de ese tipo. A través de las palabras del profeta tenemos las palabras de Dios. Dios habla.

¿Qué quieres decirnos, Señor?

-Grita de júbilo, mujer estéril, que no das a luz.

Rompe en gritos de júbilo y alegría tú que no has tenido los dolores; que más son los hijos de la abandonada que los de la esposa.

Dice el Señor...

Ese primer poema divino, esa primera promesa, canta la fecundidad de la nueva Jerusalén. Estéril durante el exilio, puesto que la ciudad había quedado desierta, Jerusalén tendrá hijos, de nuevo.

¡Hay que «gritar»... «gritar de júbilo», "romper en gritos de alegría", dice el Señor! Una vez más notemos esa invitación a una religión alegre; de ningún modo a una religión «fácil» o beata-ingenua, porque esas palabras van dirigidas a gente anonadada, humillada, a hombres que todo podría llevarles a la tristeza y la desesperación.

La alegría, que Dios nos pide, ¿de dónde procede?

-Tu esposo es tu Creador.

La razón de la alegría, incluso en situaciones humanamente sin salida, es el "amor de Dios" por nosotros. Dios afirma que nos ha desposado.

Ese tema de los esponsales será desarrollado en tres estrofas.

-Como mujer abandonada y contristada de espíritu te llamó el Señor. ¿Es repudiada la mujer de la juventud? Dice el Señor...

Los pecados de Jerusalén han sido considerados por Dios como un adulterio; y Dios fue obligado a dar una carta de repudio -el exilio-. Pero Dios no olvida a la que El ha seguido amando. Ni siguiera el pecado puede parar ese amor. Entonces... Dios anula la carta de repudio.

-Por un momento te abandoné, pero con gran ternura te recogeré. En un arranque de furor te oculté mi rostro por un momento; pero en mi amor eterno, tengo piedad de ti. Dice el Señor...

Hay que volver a leer despacio esas palabras de amor ardiente.

!Solamente los más apasionados amores humanos pueden darnos una idea de los sentimientos de Dios por su pueblo, por nosotros, por todos los hombres!

«Mi amor eterno...»

«Mi amor eterno...»

Cuando san Pablo repetirá a los esposos que «su amor es grande, porque es el signo -el sacramento- del amor de Cristo y de la Iglesia (Ef 5-32), no hará sino repetir esas palabras mismas de Dios.

-¡Juro que no me irritaré más contra ti! ¡Que no te amenazaré!

Aun cuando los montes se movieran y las colinas tambalearan, mi amor por ti no cambiará, mi alianza de paz no será alterada, ha declarado el Señor en su compasión por ti...

Ciertamente, así me ama Dios.

Es preciso callarse y escuchar esas declaraciones. Es preciso ser muy humilde, pequeño, porque no merecemos en absoluto ser amados hasta tal punto.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 3
PRIMERAS LECTURAS PARA ADVIENTO - NAVIDAD
CUARESMA Y TIEMPO PASCUAL
EDIT. CLARET/BARCELONA 1983.Pág. 38 s.


1-3.  /Is/54/01-17

El profeta anónimo, convencionalmente llamado Isaías II (capítulos 40-55), conoce el "¿hasta cuándo, Señor?" de sus hermanos exiliados. Jerusalén abandonada y vejada parecía el trágico símbolo de un futuro sin esperanza. El profeta, pues, interviene enviando un mensaje de consolación a los desterrados, cuya más alta concreción se halla en el futuro glorioso de Jerusalén, la ciudad símbolo de la presencia de Dios en medio de su pueblo.

Jerusalén comparada a una viuda o a una divorciada abandonada del esposo, pacta nuevamente con el Señor. Se reanuda el tema glosado ya por Oseas y Jeremías, del amor de Yahvé a Jerusalén descrito en forma de imágenes matrimoniales sin que por ello el autor pierda originalidad con el empleo de bellísimas expresiones: «Aunque se retiren los montes y vacilen las colinas, no se apartará de ti mi misericordia ni mi alianza de paz vacilará, dice el que se apiada de ti, Yahvé» (v 10). La estabilidad del nuevo pacto de amor, iniciativa del esposo, se afirma recurriendo a la hipótesis de lo imposible.

De acuerdo con la teología deuteronomista, el profeta explica el exilio como una consecuencia natural de la mala conducta del pueblo escogido. Y ahora nos describe la presencia de un nuevo estado de salvación bajo la forma de una alianza de paz, concebida a título de un juramento por el que Dios se obliga para con su pueblo.

Subraya vigorosamente la estabilidad de este nuevo pacto porque en el seno del pueblo de Israel ha tenido lugar un cambio cualitativo. Los habitantes de la nueva Jerusalén son dóciles a la enseñanza de Dios, que ejerce un magisterio directo: «Y todos tus hijos (constructores) serán adoctrinados por Yahvé» (54,13). Este texto, según la versión de los Setenta, en la cual se habla de "hijos" en lugar de «constructores», parece ser que inspira a Jn 6,44-45: «Nadie puede acercarse a mí si el Padre, que me ha enviado, no le atrae, y lo resucitaré yo el último día. En los Profetas está escrito: Y serán todos discípulos de Dios. Todo el que escucha al Padre y recibe su enseñanza, se acerca a mí». Es el tema de los llamados salmos sapienciales: "Encamíname fielmente y enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador, y en ti espero siempre" (Sal 25,5). El cuarto Evangelio verá la prosecución de esta docencia en Cristo. El es luz e ilumina. En él se ha llenado de resplandor el mundo. En esta revelación, el hombre se comprende a Sí mismo: «Yo he venido al mundo como luz, para que todo el que cree en mí no permanezca a oscuras» (Jn 12,46). Por este motivo los creyentes son luz en el mundo y para el mundo: «fiaos de la luz para quedar iluminados» (Jn 12,36).

F. RAURELL
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 59 s.


2.- Lc 7, 24-30

2-1.

-Así que hubieron partido los enviados de Juan, Jesús se dirigió a la muchedumbre y les habló de Juan.

El punto de partida de los sermones de Jesús solía ser algo actual.

Vamos a tener aquí un ejemplo típico de su estilo.

-"¿Qué salisteis a ver en el desierto?" ¿Siempre esta manera interrogativa, provocadora?

Jesús va directamente a las motivaciones profundas, como decimos hoy. Quiere que las gentes tomen conciencia del sentido de sus gestiones.

¿Por qué haces esto? ¿Cuál es el sentido que tú das a tal actitud? Trato de oír a Jesús, que, hoy y a mí, me hace esta clase de preguntas.

-¿Una caña sacudida por el viento?

Lenguaje a base de imágenes, enigmático, que corresponde al modo de pensar de los pueblos de oriente.

Lenguaje que, más que afirmar, sugiere. Juan Bautista ¿una caña que se dobla según el viento? ¡Vaya por Dios! ¿Un hombre que cambia de parecer y se pliega a todas las modas del día? Si está en la cárcel precisamente por su firmeza inflexible y por su valentía.

Jesús no aparenta estimar mucho la debilidad de carácter.

Señor, ayúdanos a ser flexibles y firmes, acogedores y exigentes a la vez.

-O ¿algún hombre vestido con ropas delicadas?

Esto tampoco parece ser muy del gusto de Jesús.

A través de ese tono, algo polémico y mordaz oigo y entiendo el juicio de Jesús sobre la riqueza y el lujo.

-Pero, ya sabéis que los que visten ropas preciosas y viven entre delicias, están en los palacios de los reyes.

¡Esto es duro! Y a la vez refleja bien el juicio habitual de las gentes sencillas, sobre ciertos modos de malgastar el dinero.

Juan Bautista, por lo contrario, vestía una simple piel de camello y no comía sino langostas y miel silvestre, alimentos pobres del desierto.

Manifiestamente Jesús admira a ese tipo de hombre, capaz de vivir muy sobriamente como un asceta. ¿Me lleva esto a reconsiderar tal o cual aspecto de mi vida?

-En fin, ¿qué salisteis a ver? ¿Un profeta? Sí, ciertamente yo os lo aseguro, y aún más que un profeta: pues él es de quien está escrito: "Mira que yo envío delante de ti a mi mensajero, para que vaya preparándote el camino."

Ser "el que prepara un camino" para otro. (Malaquías 3, 1) Tarea eminente de los padres y de las madres, respecto a sus hijos.

Tarea de los apóstoles.

Tarea de todos aquellos que quieren que algo o alguien progrese.

-Entre los hombres, ningún profeta es mayor que Juan Bautista, sin embargo el más pequeño en el Reino de Dios, es mayor que él.

Jesús es verdaderamente consciente de la novedad absoluta que El aporta. Una nueva era comienza. El tiempo del Antiguo Testamento ha terminado.

Jesús, a la vez que rinde testimonio al valer de Juan Bautista pone de relieve que se ha quedado en el umbral del Nuevo Testamento: ¿comprendió Juan que Jesús sobrepasaba todas las esperas y todas las profecías? No nos vanagloriemos de ser más lúcidos que Juan: ya que muy a menudo reducimos a Jesús a nuestras cortas esperanzas.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTÉS
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 38 s.


2-2.

1. El poema que leemos hoy en Isaías está lleno de imágenes sorprendentes.

Dios es el esposo siempre fiel. Israel, la esposa casquivana que ha sido infiel y ha tenido que vivir, en castigo, como esposa abandonada, estéril, llena de vergüenza. Ahora Dios la invita a volver a su amor.

Si vuelve, el suyo ya no será un futuro sin esperanza: ya no será estéril, tendrá muchos hijos, y se verá obligada a ensanchar la tienda para que quepan todos en ella. Ya no pasará vergüenza como si siguiera siendo soltera o estéril o viuda. «El que te hizo te tomará por esposa». «Como a mujer abandonada y abatida te vuelve a llamar el Señor». «Por un instante te abandoné, pero con gran cariño te reuniré, con misericordia eterna te quiero, dice el Señor». Es un lenguaje entrañable, que muestra los planes de salvación que Dios tiene para con su pueblo. Dios ofrece el perdón a Israel, le muestra su afecto, le invita a retornar a su vera.

Jesús en el evangelio se comparará a sí mismo con el novio. Su Reino será como el banquete de bodas del Novio, del Cordero, que es él mismo. El que estuvo en las bodas de Caná y convirtió el agua en el vino bueno de la alegría y del amor. El Esposo que se entregó en la cruz por su Esposa la Iglesia.

Es una imagen valiente y hermosa, que se aplica en el A.T. a la relación de Dios con su Pueblo, y en el N.T. a la de Cristo con su Iglesia.

Dios nos asegura su amor eterno: «aunque se retiren los montes y vacilen las colinas, no se retirará de ti mi misericordia ni mi alianza de paz vacilará, dice el Señor que te quiere». La iniciativa es de él. Él es el que ama primero.

2. De nuevo una alabanza del Bautista en labios de Jesús.

Juan no es una caña agitada por el viento. No se doblega ni ante las presiones ni ante los halagos. Ha mostrado su reciedumbre hasta el testimonio de la muerte.

No usa vestidos delicados ni lleva una vida de lujo. Da un ejemplo admirable de austeridad.

Éste sí que puede ser un auténtico profeta, un mensajero de Dios que prepara los caminos de Cristo, como había anunciado el profeta Malaquías, a quien cita Jesús. Pero una vez más, Jesús tiene que quejarse de que a un profeta así le han escuchado la gente sencilla, los más pecadores, pero «los fariseos y los letrados, que no han aceptado su bautismo, frustraron el designio de Dios para con ellos».

3. a) En este Adviento se repite la invitación de Dios, ahora a su Iglesia, o sea, a cada uno de nosotros. La invitación a volver más decididamente a su amor, como esposa fiel, dispuesta a abandonar sus distracciones extramatrimoniales.

¿Quién puede decir que no necesita esta llamada? ¿a quién no le crece más, a lo largo del año, «el hombre viejo» que el nuevo? ¿quién puede asegurar que no ha habido desvíos y olvidos en su vida de fe y en su fidelidad a Dios?

b) La figura del Bautista también nos interpela: ahí tenemos, según Cristo, el modelo de un seguidor recio y fiel de los planes de Dios. Comparados con él, ¿podemos asegurar que somos personas de carácter, que no obran siguiendo la moda, lo fácil, lo que halaga, lo que hacen todos? ¿que somos sinceros para con Dios, fieles a su amor? Esta pregunta nos la podemos hacer los sacerdotes y los religiosos, y cada uno de los fieles cristianos. Porque nuestra relación de amor y fidelidad con Dios puede conocer en cada caso episodios de ida y de vuelta, de pasos adelante y pasos atrás. Y el Adviento, y la próxima Navidad, es una ocasión para revisar nuestra vida y volver al amor primero.

Para que no se pueda decir de nosotros lo que Jesús, con pena, tuvo que decir de los fariseos: que frustraron los planes que Dios tenía sobre ellos. Si no aceptamos la venida de Cristo a nuestras vidas, es un «fracaso de Dios»: su programa de salvación para este año no se cumplirá, por culpa nuestra.

c) Además, de Juan debemos aprender la lección de su honradez de profeta y precursor: no se buscó a si mismo («él tiene que crecer, yo tengo que menguar»), no sintió ninguna clase de envidia ni celos por el éxito de Jesús entre sus discípulos. Nosotros ¿nos buscamos a nosotros, en nuestro trabajo apostólico? ¿nos alegramos del bien, sea quien sea quien lo hace? ¿o la paga que buscamos es el premio de las alabanzas humanas?

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 1
Adviento y Navidad día tras día
Barcelona 1995 . Págs. 60-62


2-3. SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO

Is 54,1-10: Van a ser más los hijos de la abandonada que los de la casada
Sal 29
Lc 7,24-30: Hasta los publicanos reconocieron el llamado de Dios y se hicieron bautizar

Desarrolla Isaías en este pasaje la imagen matrimonial: por la alianza entre Dios y su Pueblo, Israel es esposa del Señor, llamado a ser madre fecunda, íntimo anhelo de toda mujer casada en Israel. Antes de la alianza, Israel era como una soltera que no encuentra marido, está sola y sin hijos, nadie se fija en ella. Pero no sólo antes de la alianza. Después de todo, Israel ha roto muchas veces sus compromisos, y es entonces cuando se asemeja a una mujer repudiada por su marido o a una viuda; es decir, queda reducida a la nada, al escarnio y a la vergüenza.

Pero Dios no olvida su amor. El profeta toca las fibras de la esperanza, anunciando que el repudio del Señor ha sido momentáneo, volverá a tomarla por esposa y a estar con ella, la hará de nuevo fecunda, y esta reconciliación, además de fecunda, será perpetua y tendrá incluso resonancias cósmicas. De nuevo aquí se hace sentir el universalismo de Dios: muchos pueblos y naciones llegarán a Jerusalén. La imagen matrimonial fue también utilizada por Oseas (Cf. Os 2) y por Ezequiel (Cf. Ez 16).

Se subraya en el pasaje por lo menos tres títulos que el profeta aplica a Dios: “Hacedor” cuyo nombre es YHWH Sebaot: Nadie más que Dios es creador. El ha creado todo, él es el Hacedor del pueblo, y por lo tanto no lo abandonará definitivamente. En el exilio existen muchos peligros de desviaciones religiosas ante el politeísmo practicado en Babilonia. El pueblo debe saber que uno solo es el creador de todo cuanto existe y se mueve en la tierra y en el firmamento. De esta convicción se pasa a la siguiente: Dios que todo lo ha creado será capaz de re-crear, de rehacer otra vez a su pueblo. El otro apelativo aplicado a Dios aquí es el de Go’el: YHWH es “el que te rescata”, y con este apelativo refuerza el primero, pues, por una parte es El Santo (de Israel), y por otra, es “Dios de toda la tierra”. De este modo, Isaías siembra esperanza, llama a mantener la fidelidad en un Dios que ciertamente no tiene igual en los cielos ni en la tierra.

Posee una gran actualidad este pasaje si lo aplicamos a nuestra historia contemporánea, cuántos dioses de papel existen hoy en el mundo, pero lo peor de todo es cuántos adeptos poseen!. Cuántos discriminados porque finalmente van descubriendo la vacuidad del dios al que seguían. Ahí tenemos nosotros como cristianos una gran responsabilidad si se quiere en sentido doble: Confrontar el tipo de Dios a quien sigo y luego el tipo de imagen de Dios que anuncio y predico.

En línea con esta consideración encontramos en el evangelio el elogio que hace Jesús de la persona de Juan, de quien dice que no es ninguna caña mecida por el viento en el desierto. Es un hombre que desde un estilo de vida radical tocó el corazón de sus contemporáneos, pero lo más importante de todo fue que con su vida y sus palabras preparó el sendero, abrió camino para la venida de Jesús.

El evangelio de hoy es continuación del que escuchamos ayer. Después de la respuesta a los mensajeros de Juan, Jesús hace un elogio muy especial del precursor. Para Jesús, Juan es un hombre íntegro que ha puesto su vida al servicio de la causa de Dios. No lo han movido intereses mezquinos ni le ha atraído la vanagloria, más bien ha despertado en muchos corazones la necesidad de volverse a Dios. Juan no es ninguna caña mecida por el viento en el desierto, pues conciente como es de su misión, ha puesto en ello todo su empeño.

En nuestra sociedad, los moldes que nos hacen sentir grandes tienen que ver con la posición social, con el nivel económico, preparación intelectual, la filiación política, el grado de poder que manejamos en nuestras estructuras. Para el seguidor de Jesús, ninguno de esos criterios cuenta, el único criterio es la disponibilidad para el servicio del más pequeño, del débil. Ese es el mismo recorrido de Jesús, o, mejor, su praxis; ya lo dice el himno de Fil 2,6-11 “El, siendo de condición divina no retuvo ávidamente el ser igual a Dios, sino que se despojó de sí mismo tomando la forma de esclavo”. Ese precisamente es el contenido de fondo que debemos retomar en este tiempo de adviento. Cada día nos acercamos más a la conmemoración del misterio del nacimiento de Jesús, pero ¿qué tanto nos acercamos también al ideal de Jesús de hacernos servidores del otro, y del otro que es alguien concreto: el marginado, el necesitado? Estos días de Navidad son la oportunidad que nos brinda el mismo Dios para examinar nuestras actitudes, nuestra manera de servir al reino en sus principales destinatarios: los pobres. No tengamos miedo a la autocrítica ni sintamos escrúpulos si también tenemos que desenmascarar actitudes antievangélicas en nuestras comunidades y en nuestra misma Iglesia; claro, siempre y cuando las críticas estén avaladas por unas actitudes personales lo más en consonancia posible con el evangelio.


2-4. Fray Nelson Jueves 16 de Diciembre de 2004
Temas de las lecturas: Como a mujer abandonada y abatida, vuelve a llamarte tu Señor * Juan es el mensajero que prepara el camino del Señor.

1. Un Amor Renovado
1.1 Jerusalén, abandonada y vejada, parecía el símbolo trágico de un futuro sin esperanza. Por eso el profeta interviene enviando un mensaje de consolación a los desterrados, cuya más alta concreción se halla en el futuro glorioso de Jerusalén, la ciudad símbolo de la presencia de Dios en medio de su pueblo.

1.2 Jerusalén, comparada a una viuda o a una divorciada abandonada por el esposo, pacta nuevamente con el Señor. Se reanuda el tema, glosado ya por Oseas y Jeremías, del amor de Yahvé a Jerusalén, descrito en forma de imágenes matrimoniales, sin que por ello el autor pierda originalidad con el empleo de bellísimas expresiones: "Aunque se retiren los montes y tiemblen los collados, no se retirará de ti mi misericordia, ni mi alianza de paz vacilará, dice Yahvé, que te quiere" (v 10). La estabilidad del nuevo pacto de amor iniciativa del esposo, se afirma recurriendo a la hipótesis de lo imposible.

1.3 Así comenta loos versículos de la primera lectura de hoy F. Raurell en "La Biblia Día a Día."

2. La grandeza del Bautista
2.1 Llama nuestra atención que Jesús haga un elogio de alguien. No es algo frecuente en los Evangelios. Y no es poco lo que dice: "nadie mayor...".

2.2 Ahora bien, la traducción incluida en esta página dice: "no ha surgido entre los hombres nadie mayor que Juan el Bautista", pero está más cercano al texto original este otro modo: "entre los nacidos de mujer no se ha levantado nadie mayor que Juan el Bautista". En efecto, la expresión "nacidos de mujer" equivale materialmente hablando a "los hombres, los seres humanos", pero tiene también una connotación que no debemos perder: "lo que puede dar una mujer a este mundo; lo que la carne y la sangre pueden dar a esta tierra; lo que puede lograr el ser humano desde sus propias fuerzas".

2.3 Y el sentido del texto sería: "lo más grande que puede esperarse del ser humano, por sus propias fuerzas, es la inmensa honestidad y la carga de verdad que brilla en Juan, el Bautista". Eso explica lo que sigue: "sin embargo, el más pequeño en el Reino de los cielos es mayor que él". Juan es el gran "nacido de mujer, nacido de la carne y la sangre"; en cambio, lo que nace para el Reino, no nace de la carne y la sangre (cf. Jn 1,13). Se anuncia aquí el misterio del nuevo nacimiento, que sólo se hace posible por la gracia de Cristo, y que es imposible por el sólo arrepentimiento y la conciencia de la indigencia humana.


2-5. Comentario: Rev. D. Carles Elías i Cao (Esplugues de Llobregat-Barcelona, España)

«¿Qué salisteis a ver en el desierto?»

Hoy, por tres veces, Jesucristo nos pregunta: «¿Qué salisteis a ver en el desierto?»; «¿Qué salisteis a ver, si no?»; «Entonces, ¿qué salisteis a ver?» (Lc 7,24.25.26).

Hoy parece como si Jesús quisiera deshacer de nosotros el afán por la curiosidad estéril, la suficiencia de los fariseos y maestros de la Ley que menospreciaban el plan de Dios sobre ellos, rechazando la llamada de Juan (cf. Lc 7,30). “Saber de Dios” solamente no salva; hay que conocerlo, amarlo y seguirlo; es necesaria una respuesta desde dentro, sincera, humilde, agradecida.

«Reconocieron la justicia de Dios, haciéndose bautizar con el bautismo de Juan» (Lc 7,29): viene ahora la salvación. Como predicaba san Juan Crisóstomo, ahora viene no el tiempo de ser examinados, sino el tiempo del perdón. Hoy y ahora es el momento, Dios está cerca, cada vez más cerca de nosotros, porque es bueno, porque es justo y nos conoce a fondo, y por eso lleno de amor que perdona; porque espera cada tarde nuestro retorno de hijos hacia al hogar, para abrazarnos.

Y nos regala su perdón y su presencia; rompe toda distancia con nosotros; llama a nuestra puerta. Humilde, paciente, ahora llama a tu corazón: en tu desierto, en tu soledad, en tu fracaso, en tu incapacidad, quiere que veas su amor.

Hemos de salir de nuestras comodidades y lujos para enfrentarnos con la realidad tal como es: distraídos por el consumo y el egoísmo, hemos olvidado qué espera Dios de nosotros. Desea nuestro amor, nos quiere para Él. Nos quiere verdaderamente pobres y sencillos, para podernos dar noticia de lo que, a pesar de todo, todavía esperamos: —Estoy contigo, no tengas miedo, confía en mí.

Entrando en nuestro interior, digamos ahora con voz reposada: —Señor, tú que conoces cómo soy y me aceptas, ábreme el corazón en tu presencia; quiero aceptar tu amor, quiero acogerte ahora que vienes, en el silencio y en la paz.


2-6. Testimonio de Jesús sobre el Bautista

Fuente: Catholic.net
Autor: P. Clemente González

Lucas 7, 24-30

Cuando los mensajeros de Juan se alejaron, se puso a hablar de Juan a la gente: "¿Qué salisteis a ver en el desierto? ¿Una caña agitada por el viento? ¿Qué salisteis a ver, si no? ¿Un hombre elegantemente vestido? ¡No! Los que visten magníficamente y viven con molicie están en los palacios. Entonces, ¿qué salisteis a ver? ¿Un profeta? Sí, os digo, y más que un profeta. Este es de quien está escrito: "He aquí que envío mi mensajero delante de ti, que preparará por delante tu camino. Os digo: Entre los nacidos de mujer no hay ninguno mayor que Juan; sin embargo el más pequeño en el Reino de Dios es mayor que él." Todo el pueblo que le escuchó, incluso los publicanos, reconocieron la justicia de Dios, haciéndose bautizar con el bautismo de Juan. Pero los fariseos y los legistas, al no aceptar el bautismo de él, frustraron el plan de Dios sobre ellos.


Reflexión

Jesús en este evangelio nos dirige un reproche. Cristo intenta defender su nombre, no porque le interesara en sí, sino para que mayor número de personas creyeran en Él. Hace un esfuerzo por presentarse ante los judíos, siguiendo su mentalidad de confiar en el testimonio de otros.

Hace y dice todo cuanto puede. Sin embargo, parece que sus palabras chocan y resbalan, ante la incredulidad de los corazones soberbios.

Juan, proclamó la llegada del Mesías y propuso un bautismo de penitencia. Jesús, en otro pasaje afirma, que era Elías, señalado como su predecesor, que allanaría montes y rellenaría valles para el paso del Señor.

¿No es Jesús la voz que sigue gritando en el desierto de las conciencias de tantos hombres, llamándoles a la conversión, atrayéndolos a su amor? Pero los judíos no le entendieron. ¿Le entenderemos hoy nosotros?

Es triste, pero es verdad. En este evangelio Jesús nos reprocha no haber comprendido su mensaje. Vamos en busca de la gloria que da el mundo a quienes obran según el slogan del momento. Corremos tras la vanidad del tener más y más; sin compartir lo que Él mismo nos ha dado: amor, cariño y comprensión. Esto es leer las escrituras y no entender el mensaje de Cristo: ir a misa y después no vivir el evangelio; llamarse cristiano y apenas conocer a Jesús. Pero Jesús es paciente. Nos espera. Y si nos reprocha algo en nuestra conciencia, es porque nos ama y nos quiere cerca de su amantísimo Corazón. Podemos corresponderle, acercándonos a la parroquia, viviendo y compartiendo nuestra fe.

Regalando al mundo sonrisa que da la alegría de la esperanza y la confianza en Jesús.


2-7.

Reflexión:

Is. 54, 1-10. Jerusalén: tu estirpe heredará las naciones y poblará las ciudades desiertas. Y Dios ha cumplido esa promesa en Cristo Jesús, pues los que, siendo de todas las naciones del mundo, hemos unido nuestra vida al Señor, como las ramas se unen al tronco, participamos de su Vida divina; pero, además, en Él nos hacemos descendientes de los patriarcas. Dios no ha dejado de amar a su Pueblo. Nosotros, que éramos como un olivo silvestre, ahora, en Cristo, hemos sido unidos al olivo verdadero para ser en Él, no sólo Pueblo de Dios, sino hijos de Dios. El amor de Dios, a pesar de nuestras grandes miserias y pecados, jamás se alejará de nosotros, pues Él bien sabe que desde nuestra más tierna adolescencia estamos inclinados al mal. Pero esto no nos permite hacer el mal sabiendo que de todos modos Dios nos ama, sino que nos compromete a vivir conforme a su Voluntad, pidiéndole que su Gracia y su Espíritu estén siempre con nosotros, para permanecer fieles en el amor a Él y a nuestro prójimo. El Padre Dios nos envió a su propio Hijo como Salvador nuestro; dejemos que realmente su vida esté en nosotros para que Él nos conduzca a la plena unión con nuestro Dios y Padre.

Sal. 30 (29). Cuando estábamos condenados a la muerte, a causa de nuestros pecados, el Señor nos amó infinitamente y no dejó que se burlaran de nosotros nuestros enemigos. Estando a punto de morir, Él nos revivió gracias a la Encarnación de su Hijo, que vuelve a su Padre llevando consigo a todos aquellos que, siendo personas de buena voluntad, crean en Aquel que el Padre nos envió para salvarnos. Dios no dejará que la muerte nos domine, pues a pesar de que tengamos que pasar por ese momento, la muerte jamás tendrá sobre nosotros la última palabra, sino la Vida que, en Cristo Jesús, será Vida eterna. Acudamos al Señor en nuestras enfermedades, en nuestras necesidades; pero jamás nos angustiemos, pues el amor del Señor hacia nosotros permanecerá para siempre y, a pesar de que a veces seamos sometidos a diversas pruebas, el Señor siempre estará a nuestro lado como Padre y como poderoso protector. Pero no busquemos en el Señor sólo el remedio a nuestros diversos males, sino la salvación y la Vida eterna.

Lc. 7, 24-30. No podemos encontrarnos con Dios sino en el desierto; en la soledad y en el silencio sonoro, donde nos encontraremos a solas con Dios. Sólo así podremos conocerlo, conocer su voluntad y decidirnos a vivir conforme a su Palabra, fortalecidos con la presencia en nosotros, de su Espíritu Santo, que viene en nuestra ayuda, no sólo para que invoquemos a Dios como Padre, sino para que lo tengamos por Padre en verdad. A veces podría impresionarnos más aquel que vive entre lujos y atrapado en el poder no como el que sirve, sino como el que oprime a los demás. La Iglesia de Cristo no puede aspirar a impresionar a los demás con el fasto externo. El Señor nos ha enviado a proclamarle al mundo entero la Buena Nueva de salvación; y hemos de cumplir con nuestra misión de testigos con la debilidad de la cruz, con el seguimiento fiel y totalmente comprometido de las huellas de Cristo. Solamente así estaremos colaborando en la salvación de nuestros hermanos; pues cuando, por el contrario, llegamos a ellos aplastándolos con nuestra autoridad, o impresionándolos con nuestros lujos, lo único que estaremos propiciando será la admiración o el miedo hacia nosotros, pero no el amor hacia Cristo; y entonces estaríamos, desgraciadamente, frustrando el Plan de Dios en nosotros y en los demás.

El Señor nos reúne en torno a Él en este Celebración Eucarística. El quiere seguir sembrando en nosotros su Vida para que brote en nosotros y produzca abundantes frutos de salvación. Él sabe que muchas veces hemos sido como una caña sacudida por cualquier viento de doctrina, de moda, de maldad o de vicio. A pesar de nuestras grandes miserias, Él sigue amándonos. Y hoy nos quiere hacer partícipes de su Pan de vida, para que en Él tengamos vida en abundancia. A nosotros sólo corresponde decirle como el profeta: Habla, Señor, tu siervo escucha. Pero escuchamos porque queremos poner en práctica esa Palabra de Dios, no sólo porque queramos anunciarla a los demás para que reconozcan a Dios como Señor en su Vida; nosotros hemos de ser los primeros beneficiados del amor y de la salvación que Dios ofrece a todos. Entremos, pues, en comunión de Vida con Él, para que en adelante toda nuestra vida se convierta en una continua glorificación de su Santo Nombre.

Y Dios envía a su Iglesia, que somos nosotros, para que seamos un signo profético de su amor en el mundo entero. No podemos reducir esa acción al sólo anuncio hecho con palabras, tal vez muy precisas y eruditas. Si a nuestras palabras no les acompañan nuestras buenas obras no tendremos la suficiente autoridad moral para colaborar en la salvación de quienes no sólo nos escuchen, sino que han de contemplar nuestra propia vida. Revestir a los demás de Cristo es una labor que debemos ir realizando día a día, como una buena siembra de la que se esperan grandes frutos de salvación. Aquel que anuncie a Cristo no puede sentirse satisfecho porque vea que se le llenan grandes espacios sagrados, y que cada vez sean más insuficientes para escucharlo hablar de Cristo; su satisfacción será verdadera únicamente cuando vea que esas multitudes van iniciando una nueva forma de vivir, de colaborar en el bien de los demás, de ser más justas, más fraternas y más constructoras de paz. Entonces el éxito será el de la Victoria de Cristo, que con su poder salvador nos habrá liberado de la esclavitud a nuestros diversos males y nos verá como aquellos que, habiendo sido unos malvados, arrepentidos y vueltos a Él, nos hayamos adelantado en la consecución de los bienes definitivos. Trabajemos, pues, por el Evangelio y no nos engañemos pensando que tenemos por Padre a Dios sólo porque lo invocamos como Señor, pero sin hacer su voluntad.

Roguémosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos conceda la gracia de vivir realmente unidos a Él, de tal forma que, de acuerdo a esa nuestra experiencia personal de fe en Cristo, podamos anunciarlo como verdaderos profetas y como auténticos testigos suyos. Amén.

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