COMENTARIOS A LA CUARTA LECTURA
Is 54, 5-14
1.
Canta la fecundidad de la nueva Jerusalén. Esta lectura de Isaías nos muestra al pueblo de Israel que, en el exilio, se encuentra en una situación como la de una esposa abandonada. El abandono en que Dios tiene a su pueblo no es más que aparente y "por un instante", porque Él mismo va a recobrar a su pueblo "con gran cariño", ya que le ama "con misericordia eterna" de la que jamás se echará atrás.
2.
El último canto del Siervo de Yahveh debió causar hondo pesar humano a cuantos se sentían identificados con él. Procurando el contraste y para evitar una situación predominante triste y melodramática, el Segundo Isaías profiere este nuevo oráculo de consolación con un estilo magistral y unas imágenes tan sensibles y conocidas a los judíos que sin duda debieron producir el efecto deseado.
A la presentación de Yahveh como esposo une la tradicional situación de esterilidad de las esposas de los patriarcas. Sara, Raquel, Ana... eran todo un símbolo de fecundidad gracias al poder de Dios. Así ahora los hijos de la abandonada Jerusalén serán más numerosos que los de la casada. Sólo debe compartir la fe de aquellos sus santos predecesores. ¿No podríamos ver aquí la auténtica interpretación de la profecía del Emmanuel de Isaías, cumplida plenamente en Cristo? Tal será la multitud de hijos en la fe que la Jerusalén ideal deberá extender las lonas de su tienda para cobijar bajo sí a todas las naciones. Es evidente que el profeta está trascendiendo los límites de la histórica ciudad palestina de Jerusalén.
Esta Jerusalén de los tiempos mesiánicos ya no tiene nada que temer. Ni las vergüenzas de su juventud en Egipto ni las de su viudez en Babilonia. Tiene por marido -hermosa conglomeración de títulos- a su hacedor, al Señor de los ejércitos, a su Redentor, al Santo, al Dios del mundo entero. Grandiosa simbiosis de imágenes y realidades que hicieron la dicha de sus hijos de entonces y de los hijos de todos los tiempos.
Cierto que Sión fue mujer abandonada y desolada, pero nunca repudiada. Traspasando a Dios los sentimientos humanos de un fiel y celoso esposo herido por las infidelidades de su amada, reconoce que ha caído en un momento de cólera, de depresión y olvido. Pero vuelve los ojos a la tradición bíblica. Recuerda los días de Noé y constata que el castigo es siempre momentáneo en tanto el amor es eterno. Así ahora el destierro babilónico ha pasado mientras la Alianza de paz perdura por siempre. Podrán vacilar los montes y temblar los collados; la palabra de Yahveh, su amor, permanecerá como roca inconmovible. Jamás hombre alguno podría haber imaginado un amor semejante. Cristo lo demostrará experimentalmente dando la vida por su amada, la Iglesia. Y el matrimonio, para que de verdad sea cristiano, deberá ser tan inconmovible como aquello que significa. Este es el ideal, la clara y explícita voluntad de Dios. Podremos no cumplirlo, pero nunca podremos negarlo.
Finalmente, movido el Esposo por la triste situación histórica en que se encuentra la Esposa, prorrumpe en una visión de la Jerusalén celestial cuyas ideas y coloridos se asemejan a las de Ezequiel. EFecto de la presencia luminosa de Yahveh -en esto difiere de todas las mitologías-, cada una de sus piedras preciosas inidentificables para nosotros hoy son de un colorido que reflejan el azul del cielo dorado por un sol de atardecer.
Lo importante no son las imágenes sino su contenido. El estar asentada sobre la justicia, sin temor a nada ni a nadie. Los repatriados necesitaban de estas inyecciones de optimismo. Sabían distinguir la veracidad de las promesas de la ampulosidad del lenguaje. Vislumbraban a lo lejos la realidad de la Jerusalén mesiánica y vivían pensando en ella, en auténtica tensión escatológica, la querida por Dios mediante su profeta, la querida por Cristo y la Iglesia en cada uno de nosotros.
COMENTARIOS A LA BIBLIA LITURGICA
AT
EDIC MAROVA/MADRID 1976.Pág. 665 s.
3.
- "El que te hizo te tomará por esposa": El Deutero-Isaías recurre a la imagen sacerdotal, iniciada por Oseas, para expresar la historia de la relación entre Dios e Israel. Por la Alianza, Israel llegó a ser como una esposa para Yahvé; pero la infidelidad la ha convertido en una mujer repudiada, sola y estéril. Ahora, Dios recuerda de nuevo su amor, y aquella situación de repudio que ha significado el destierro, se termina.
Ha sido un abandono momentáneo.
- "Con misericordia eterna te quiero": La nueva etapa de amor no tendrá fin. La condición de fidelidad por parte de Israel que exigía el Dt, aquí ni se habla. Es un amor unilateral y que tiene una proyección universal, porque halla su punto de comparación en la alianza con Noé.
- "Mira, yo mismo coloco tus piedras...": Imagen de la ciudad.
Dios es su reconstructor y quien garantiza su seguridad. No se parece en nada a la de antes, ahora se reconstruye con piedras preciosas, sin peligro de enemigos y totalmente segura. Se completa así el mensaje esperanzador de un amor eterno, con el de una reconstrucción definitiva de Israel.
JOAN
NASPLEDA
MISA DOMINICAL 1989, 7
4.
Iniciamos las lecturas de los profetas. En el centro de ellas encontramos el tema de la Alianza y de la relación de Dios con el pueblo. La primera lectura de Is nos muestra al pueblo de Israel que, en el exilio, se encuentra en una situación como la de una esposa abandonada ("te abandonaré"). El abandono en que Dios tiene a su pueblo no es más que aparente y "por un instante", porque El mismo va a recobrar a su pueblo "con gran cariño" ya que le ama "con misericordia eterna", de la que jamás se echará atrás aunque no se vea correspondido por Israel. La lectura termina con la descripción de la espléndida reconstrucción que verá la ciudad de Jerusalén.
JOSÉ
ROCA
MISA DOMINICAL 1981, 8
5. D/ESPOSO.
Con misericordia eterna te quiere el Señor, tu redentor. El Segundo Isaías utiliza la imagen del matrimonio para hablar de las relaciones entre Dios y el pueblo de Israel. El amor de Dios por su pueblo se expresa con una intensidad extraordinaria: "gran cariño", "con misericordia eterna te quiero", "no se retirará de ti mi misericordia", "dice el Señor, que te quiere". La prueba del exilio no ha sido nada ("por un instante te abandoné", "te escondí un instante mi rostro") comparada con la restauración ("tendrás firme asiento en la justicia... y no tendrás que temer"). El profeta ya no habla de las insuficiencias de la esposa (Israel), sino del amor sin límites y sin mesura del marido (El-Señor-del-universo, el Dios-de-toda-la-tierra). Un lenguaje a recuperar, ciertamente...
J.
M. GRANÉ
MISA DOMINICAL 1992, 6
6.
-La Iglesia, la Ciudad-esposa
La cuarta lectura presenta a los cristianos -pero también a los futuros bautizados- la edificación de la Iglesia, salida del costado de Cristo y a la que Cristo constituyó Esposa suya. Esta "teología" de la Iglesia, proclamada en esta Noche de Pascua, unida a este Misterio de muerte y resurrección, "sacramento" del encuentro con Dios, "sacramento" que por voluntad de Cristo posee todos los signos de la salvación, es particularmente rica. Esta 4ª lectura es un poema del amor misericordioso de Dios y de su fidelidad y, al mismo tiempo, la descripción entusiasta de la Ciudad que el Amor divino construyó y no cesa de construir (Is 54, 5-14).
El profeta Isaías expresa así la ternura de Dios:
Por
un instante te abandoné,
pero con gran cariño te reuniré,
con misericordia eterna te quiero.
El Señor recuerda el Diluvio, del que se arrepiente; no quiere volver a irritarse contra su pueblo, en lo sucesivo, y nada podrá hacer cambiar a su amor. Viene después la promesa de construir la Ciudad:
Te
pondré almenas de rubí,
y puertas de esmeralda,
y muralla de piedras preciosas.
Tus
hijos serán discípulos del Señor.
Tendrás firme asiento en la justicia...
Isaías anticipa la visión del Apocalipsis describiendo la Jerusalén terrena bajo una forma celestial. Encontramos al mismo tiempo el tema de las bodas, de Efesios 5. 25-28, repetido por la Constitución Lumen Gentium del Vaticano II.
El responsorio, tomado del salmo 29, subraya la acción misericordiosa de Dios que nos ha levantado y ha hecho que vivamos cuando íbamos a la muerte. Nuestro luto se ha trocado en una danza.
La oración cierra, actualizándola, esta visión de construcción de la Iglesia: Dios todopoderoso y eterno..., aumenta con tu adopción los hijos de tu promesa, para que la Iglesia vea en qué medida se ha cumplido ya cuanto los patriarcas creyeron y esperaron.
ADRIEN
NOCENT
EL AÑO LITURGICO: CELEBRAR A JC 4
SEMANA SANTA Y TIEMPO PASCUAL
SAL TERRAE SANTANDER 1981.Pág.
129 s.
7.
El profeta anónimo designado convencionalmente con el término Deuteroisaías (cc. 40-55) conoce el «¿hasta cuándo, Señor?» de sus hermanos exiliados. Jerusalén, abandonada y vejada, parecía el símbolo trágico de un futuro sin esperanza. Por eso el profeta interviene enviando un mensaje de consolación a los desterrados, cuya más alta concreción se halla en el futuro glorioso de Jerusalén, la ciudad símbolo de la presencia de Dios en medio de su pueblo.
Jerusalén, comparada a una viuda o a una divorciada abandonada por el esposo, pacta nuevamente con el Señor. Se reanuda el tema, glosado ya por Oseas y Jeremías, del amor de Yahvé a Jerusalén, descrito en forma de imágenes matrimoniales, sin que por ello el autor pierda originalidad con el empleo de bellísimas expresiones: «Aunque se retiren los montes y tiemblen los collados, no se retirará de ti mi misericordia, ni mi alianza de paz vacilará, dice Yahvé, que te quiere» (v 10). La estabilidad del nuevo pacto de amor iniciativa del esposo, se afirma recurriendo a la hipótesis de lo imposible.
De acuerdo con la teología deuteronomista, el profeta explica el exilio como una consecuencia natural de la mala conducta del pueblo escogido. Y ahora nos describe la presencia de un nuevo estado de salvación bajo la forma de una alianza de paz, concebida como un juramento por el que Dios se obliga para con su pueblo.
Subraya vigorosamente la estabilidad de este nuevo pacto porque en el seno del pueblo de Israel ha tenido lugar un cambio cualitativo. Los habitantes de la nueva Jerusalén son dóciles a la enseñanza de Dios, que ejerce un magisterio directo: "Y todos tus hijos (constructores) serán adoctrinados por Yahvé" (54,13). Este texto, según la versión de los Setenta, en la cual se habla de «hijos» en lugar de "constructores", parece inspirar a Jn 6,44-45: «Nadie puede venir a mí si el Padre que me ha enviado no lo atrae, y a ése lo resucitaré yo en el último día. En los profetas está escrito: que todos serán discípulos: todo el que escucha al Padre y recibe su enseñanza se acerca a mí». Es el tema de los llamados salmos sapienciales: «Enséñame tus sendas, encamíname fielmente, enséñame porque tú eres mi Dios, mi Salvador, en ti espero siempre» (Sal 25,5). El cuarto Evangelio verá la prosecución de esta enseñanza en Cristo. El es luz e ilumina. En él se ha llenado de luz el mundo. En esta revelación, el hombre se comprende a sí mismo: «Yo he venido al mundo como luz, para que ninguno que cree en mí quede a oscuras» (Jn 12,46). Por esta revelación, el hombre sabe que ha recibido simiente de vida eterna: «... y yo lo resucitaré en el último día». Una simiente asentada en la certeza del crecimiento, porque Cristo ha resucitado ya como primicia de todos los creyentes.
F.
RAURELL
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 172 s.)
8. Ver HOMILÍAS PARA LOS TRES CICLOS, Nº 18
9.
Casi como respuesta al cántico de Moisés que el pueblo elevó a su Dios como quien en la hora de la prueba ha experimentado su omnipotencia, esta lectura nos ofrece lo que se ha definido como el "cántico de amor de YHWH" por su pueblo, por su Esposa.
Entre líneas se puede leer la infidelidad de Israel al pacto de la alianza sellada solemnemente en el Sinaí y renovada muchas veces. También se puede entrever como telón de fondo el sufrido período del destierro, interpretado teológicamente como corrección y castigo divinos. Pero todo esto se queda como en un segundo plano: es un pasado cancelado -perdonado- por el inmenso amor del Señor (v 7), el Dios fiel, que se une a su pueblo -a la humanidad- con una alianza que no puede fallar porque está cimentada en su misericordia.
Es el anuncio de la eucaristía, de la "nueva y eterna alianza", gracias a la cual todo creyente se convierte en cuerpo de Cristo y en ciudadano de aquella Jerusalén celestial, prefigurada en los últimos versículos, que se va construyendo desde ahora y será nuestra morada eterna.