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HOMILÍAS PARA EL DOMINGO XXXIII
DEL TIEMPO ORDINARIO
14-22
14.
1. Los talentos.
En el evangelio se habla de las cuentas que el hombre ha de rendir ante Dios. El Creador ha confiado «sus bienes» a las criaturas -y el Redentor a los redimidos-: «a cada cual según su capacidad», de una forma, por lo tanto, estrictamente personal. Los talentos son importantes cantidades de dinero, pero nosotros hablamos de talentos espirituales, que se dan también a cada cual personalmente: se nos han entregado en calidad de administradores y por eso mismo debemos trabajar con ellos no para nosotros mismos (en «beneficio propio»), sino para Dios. Pues nosotros mismos, con todo lo que tenemos, nos debemos a Dios. En la parábola el amo se va de viaje al extranjero y nosotros, sus empleados, nos quedamos con toda su hacienda; pero naturalmente los talentos deben producir algo de ganancia. El empleado negligente y holgazán no quiere ver en esto la bondad, sino la severidad del amo, y se embrolla en las contradicciones: «Siegas donde no siembras y recoges donde no esparces; tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra». Si realmente veía en el talento que se le había confiado una prueba de la severidad del amo, debería haber trabajado con mayor motivo; pero su supuesto miedo le hizo olvidar que en la misma naturaleza de los dones confiados está el que éstos produzcan su fruto. Dios nos ofrece, a nosotros los vivientes, algo que está vivo y que debe crecer. No tiene sentido enterrarlo bajo tierra como si fuera algo muerto, porque entonces ya no podremos devolvérselo a Dios como el don viviente que nos ha sido confiado. A los empleados fieles, por el contrario, a los que le devuelven el don que se les ha confiado junto con sus frutos, Dios les da como recompensa una fecundidad incalculable, eterna.
2. Trabajo durante el día.
Pablo nos advierte en la segunda lectura que no debemos demorar nuestras buenas obras, porque no sabemos cuándo llegará el día en que infaliblemente hemos de dar cuentas a Dios de nuestros actos. Nosotros no vivimos en las tinieblas, sino que somos «hijos del día», del tiempo en que se debe trabajar. Los «demás», los que prefieren dormir, pretenden fabricarse un mundo en el que haya «paz y seguridad», en el que se pueda tranquilamente holgar y dormir; pero nuestra vida temporal, privada o pública, no está configurada de ese modo. Precisamente cuando los hombres se han instalado cómodamente en la seguridad, sobreviene de improviso la ruina, «como los dolores de parto a la que está encinta». La paz no viene por sí misma: ésta sólo se puede conseguir, en caso de que pueda lograrse en la tierra, mediante un esfuerzo «sobrio» y claro como la luz del día. Pero el que realiza este esfuerzo con un espíritu auténticamente cristiano está siempre preparado para dar cuentas a Dios y el día del Señor no puede sorprenderle «como un ladrón».
3. El modelo de la mujer.
El Antiguo Testamento pone ante nuestros ojos en la primera lectura el modelo de este compromiso genuinamente cristiano en la mujer hacendosa. El cristiano, ante esta trabajadora ejemplar, piensa enseguida en María: «Su marido se fía de ella»; Cristo puede confiarle todos sus bienes, pues «le trae ganancias y no pérdidas». Gracias a su sí, a su perfecta disponibilidad para todo, para la encarnación, para el abandono, para la cruz, para su incorporación a la Iglesia: gracias a todo lo que ella es y hace, puede él construir lo mejor de lo que Dios ha proyectado con esta creación y redención. En medio de los múltiples pecadores que dicen no y fracasan, ella es la inmaculada, la Iglesia sin mancha ni arruga. «Cantadle por el éxito de su trabajo». E incluso desde el cielo se ve que a ella se le encomienda la «gran tarea» de la parábola: «Abre sus manos al necesitado y extiende el brazo al pobre».
HANS URS von
BALTHASAR
LUZ DE LA PALABRA
Comentarios a las lecturas dominicales
A-B-C
Ediciones ENCUENTRO.MADRID-1994.Pág.
118 s.
15. «LA MEJOR DEFENSA...».
Siempre han existido dos posturas ante la vida. La de quienes «se parapetan» ante las dificultades, y la de los que «se arriesgan». La de quienes «meten su dinero en un calcetín» o lo esconden bajo siete llaves, y la de quienes prefieren «invertirlo», tratando de sacar de él la máxima rentabilidad. La táctica del «cerrojo», y la del «ataque».
Como en el fútbol. Hay equipos que alinean jugadores ante la portería, limitándose a tapar huecos: ¡el cerrojazo! Pero todos recordamos también aquellos nombres míticos --Iriondo, Venancio, Zarra, Panizo y Gainza-- pura «delantera», hechos para «atacar y abrir brecha». Pues bien. Jesús quiso advertirnos que en lo espiritual pasa lo mismo. Hay quienes ponen en juego todos los dones que Dios les ha concedido, y, con ellos, siguiendo la táctica del «ataque», producen «frutos de vida eterna». Y hay quienes, partidarios de la táctica del «cerrojo», se limitan a defender narcisistamente sus talentos, sus cualidades, guardándolos celosamente como bienes personales e intransferibles.
No parece gustarle mucho esta postura al Señor. Un día se acercó a una higuera. Y, al ver que no tenía fruto, la maldijo. Lo mismo le pasó a este hombre del «único talento», del que nos habla el evangelio de hoy. Escuchó la condena del Señor: «Eres un empleado negligente y holgazán».
En efecto, no le gustan al Señor las tácticas del «cerrojo», las posturas del «no hacer», aunque sea por «miedo». Todos los pecados de «omisión» serán el argumento único del Jesús definitivo y Rey del Universo: «Tuve hambre y no me disteis de comer. Tuve sed y no me disteis de beber. Estuve enfermo y no...». El Señor se compadecerá siempre del pecador que reconozca sus equivocadas aventuras, sus desmanes, sus alocadas decisiones. Pero permanecerá inflexible ante el «árbol que no dé frutos».
Lo primero, por razones de desilusión. No hay cosa más triste, amigos, que los proyectos abandonados, las «sinfonías incompletas». ¿No os habéis encontrado nunca un «esbozo» de casa, el esquema de una construcción frustrada? Allá están las vigas y las columnas, como promesa imposible de unas paredes que nunca existieron, de un hogar que nunca albergó a nadie. Puro esqueleto. Puro sueño.
Pues bien, eso es el hombre. Cuando, habiendo recibido dones, gracias y cualidades, por una política de miedos e indecisiones, por su no-correspondencia a la gracia, se queda con su «talento enterrado», con su no-participación, con su eterno: «Yo podría; pero no me decido». ¡Qué gran desilusión para un Dios-soñador!
Y lo segundo, por razones de justicia y responsabilidad: «Yo os elegí para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure». No hay que olvidarlo. San Pablo nos ayuda a tener las ideas muy claras en este punto. El, al hablarles a los de Corinto, nos recuerda que los carismas recibidos no son para el propio provecho, sino que, «en cada uno, se manifiesta el Espíritu para el bien común». Y así, uno ha recibido del Espíritu el hablar con sabiduría, otro el hablar con inteligencia; hay quien recibe el don de la fe, otro el don de curar; éste hace milagros, éste profetiza. Nadie puede enterrar, pues, sus talentos. Por eso luego, siguiendo el símil del «cuerpo humano», dirá: «El ojo no puede decir a la mano: no te necesito; ni la cabeza puede decir a los pies: no os necesito». En una palabra, todos los dones son necesarios, valiosísimos, complementarios.
ELVIRA-1.Págs. 93 s.
16.
Frase evangélica: «Pasa al banquete de tu Señor»
Tema de predicación: LA LLAMADA A LA RESPONSABILIDAD
1. Para Mateo, la vigilancia no es una mera actitud moral o espiritual; es una fe, una fidelidad. Jesús inculca a sus discípulos que sean fieles. Por eso les previene de una infidelidad por mala conducta (parábola del empleado), por imprevisión (parábola de las vírgenes) o por pereza (parábola de los talentos).
2. La parábola de los talentos -que forma parte del quinto discurso de Mateo- va dirigida a los discípulos sobre la conducta y pensamiento de los fariseos, obsesionados por el legalismo de la norma, y de los escribas, caracterizados por su palabrería. Todos ellos temen a Dios y cumplen sus deberes con la justicia legal, pero esto es insuficiente. Se quejan del proceder del Señor. Los discípulos, en cambio, han de entender a Dios por el modo de actuar de Jesús. Se les invita a ser responsables.
3. El punto culminante de la parábola es el momento de rendir cuentas de los talentos recibidos, es decir, del amor efectivo hacia los hermanos necesitados. Aunque son tres los «empleados», sus actitudes se reducen a dos, como en el caso de los criados y de las vírgenes: 1) Los que arriesgan, ponen en circulación sus talentos y están al servicio del pueblo, son fieles y previsores. 2) Los que entierran sus talentos, no se exponen ni se comprometen y lo guardan todo para sí mismos, son insensatos y necios.
REFLEXIÓN CRISTIANA:
¿Nos damos cuenta de la responsabilidad que tenemos?
¿En qué empleamos nuestros talentos?
CASIANO
FLORISTAN
DE DOMINGO A DOMINGO
EL EVANGELIO EN LOS TRES CICLOS LITURGICOS
SAL TERRAE.SANTANDER 1993.Pág. 163
17. PARA LA FE PEOR ES EL MIEDO QUE LA HEREJÍA
Se nos da la vida por hacer, como un quehacer, y estamos invitados a realizarla, a llevarla a plenitud. La meta es llegar a ser como Dios manda: imagen y semejanza suya. Vivir de tal forma que seamos un referente suyo en este mundo.
Al nacer nadie parte de cero. Venimos a la existencia con un bagaje de talentos, dones o valores que «gratis et amore» recibimos y desde los cuales hemos de crecer. La vida del hombre sobre la tierra no pasa de ser la historia de su colaboración con Dios en la tarea de cocrearse a sí mismo.
El «self made in man», el «yo me hice a mí mismo y solo», no existe; construimos desde materiales recibidos gratis. Nadie los mereció o conquistó previamente. Al nacer todo es gracia, pura gratuidad, luego viene el esfuerzo por crecer.
La vida es un regalo que recibimos y el modo cómo la vivamos es el regalo que devolvemos.
Todo empieza desde la gracia, desde el don de la vida. Luego viene la tarea de construirla haciendo de ella una historia de realización personal, de felicidad y santidad, ésa es justamente la respuesta que se espera de nosotros como agradecimiento al don y a la gracia recibidas.
La vida no procede de nosotros; se nos dio para que trabajándola la hiciéramos nuestra. El hombre está llamado a ser amo y señor de su propia vida y lo consigue al hacerla crecer y profundizar. Éste es el deber fundamental del creyente: asumir la tarea de trabajarse y crecer, haciendo fructificar los talentos que recibió aceptando el riesgo de tomar decisiones de futuro y opciones de presente.
La vida del creyente nunca será un puro deslizarse por la existencia ni la suma de días tontos sobre la faz de la tierra. No puede reducirse a un seguir tirando, un sobrevivir. Sobrevivir no es vivir.
Lo que importa es vivir, estar vivo, participar -tomar parte- del misterio que es la vida. Participar del riesgo, de los altibajos, de los vaivenes. Si Dios apostó a mi favor y me creó yo no puedo dejar de hacerlo, tengo que apostar, arriesgar y creer en mí mismo.
Esta parábola me estimula a la vez que me pone a prueba. Me espolea a seguir creyendo en la generosidad, en la confianza y en el amor que el «Amo» me tiene. Y me cuestiona el cómo me estoy trabajando y el para qué y el para quién. Al final tendré que rendir cuentas pues lo que yo no haga nadie lo va a hacer en mi lugar; se quedará por hacer para toda la eternidad.
Si algo hay en potencia en mí y no lo pongo en acto, le sustraigo a la humanidad parte de su perfección que, por supuesto, le pertenece, al tiempo que pierdo la oportunidad de llegar a mi plenitud, a mi realización, felicidad o santidad y eso sí que es un verdadero pecado mortal, es la muerte en vida.
Este fragmento del evangelio invita a la audacia, al valor, al espíritu de aventura; pues quien vive así acierta al considerar el regalo de la vida como tarea propia, personal e intransferible. Mientras que quien, por miedo, no actúa, quien teme perder, sólo se sabe depositario y espera no tener que esperar, que es, justamente, lo que hacen los viejos frente a la muerte: verla venir. El handicap que hay que vencer es el miedo.
Quien quiera vivir en el estilo y en la intensidad de Jesús de Nazaret tiene que asumir la inseguridad, el riesgo e incluso la amenaza como consubstancial al plan trazado. Para el creyente la vida es riesgosa.
El cristianismo es algo más que una religión, es un estilo de vida. Y hay gente que por no pecar deja de hacer el bien, mientras que otros por hacer el bien son expulsados de la sinagoga.
En Don Quijote de la Mancha, Sancho dice: «Bien predica quien bien vive, yo no sé de otras teologías. En el mismo infierno debe haber buena gente».
El evangelio avisa de que el peor enemigo del hombre es el miedo. No tenemos derecho a dejarnos llevar por el miedo; en ello está empeñada nuestra fidelidad a Dios, ya que la vida, la construcción de la vida, es el compromiso incondicional del creyente con su Dios. El miedo es incompatible con el evangelio, pues incapacita para la fe, impide hacer de la historia de cada cual una historia de salvación.
El problema no es tener o dejar de tener miedo, el problema es dejarse llevar por él permitiendo que trace la líneas de nuestra propia historia. Una vida gobernada por el miedo es peor que una vida herética; pues toda herejía no pasa de ser una equivocación, mientras que no vivir por miedo es un suicidio. En esto, como en todo, quien no arriesga no gana y los cobardes siempre pierden.
BENJAMIN OLTRA
COLOMER
SER COMO DIOS MANDA
Una lectura pragmática de San Mateo
EDICEP. VALENCIA-1995. Págs. 132-135
18.
La
liturgia nos invita a considerar que la vida es un talento, un don, que el Señor
nos dio y que debemos hacer fructificar. Este domingo 33 del tiempo
ordinario prepara de un modo inmediato la solemnidad de Cristo Rey del Universo.
El día del Señor, nos dice Pablo en la carta a los Tesalonicenses, llegará
como un ladrón, de modo inesperado y, por ello, debemos vigilar y vivir
sabiamente para no ser sorprendidos (2L). El evangelio compara la vida humana a
un don que Dios nos hace para que lo hagamos rendir. Al crearnos, Dios ha
querido compartir con nosotros algo de sí mismo. Él desea que también su
creatura se convierta en una "dispensadora de bien". Por eso, lo
sensato en nuestras vidas es usarlas apropiadamente para producir frutos
abundantes; lo sensato es negociar con los talentos recibidos; poner en juego
todas las capacidades de la inteligencia y de la voluntad para producir aquellos
frutos que Dios espera de nosotros. Así pues, cada uno con los dones recibidos
debe ponerse al servicio de los demás, con la clara conciencia de que el Señor
volverá y que deberemos rendir cuentas, no de nuestras intenciones, sino de las
obras realizadas (Ev). El libro de los Proverbios nos muestra el ejemplo de una
mujer que hace rendir su vida y cualidades. Es una mujer hacendosa, activa,
laboriosa en la caridad, diligente en el obrar. No es remisa, vanidosa o egoísta.
Su especial sensibilidad no la vuelve hacia sí misma, sino que trabaja con sus
manos y extiende sus brazos a los necesitados. Quien encuentra una mujer así,
encuentra un tesoro (1L).
Mensaje doctrinal
1. El Señor volverá. Es una verdad que proclamamos en el credo: el
Señor volverá para juzgar a los vivos y a los muertos. Su venida, como lo
afirma san Pablo, es cierta, más aún es inminente, pero nos sabemos el día,
ni la hora. El catecismo de la Iglesia católica expresa muy bien esta verdad:
"Desde la Ascensión, el advenimiento de Cristo en la gloria es inminente,
aun cuando a nosotros no nos toca conocer el tiempo y el momento que ha
fijado el Padre con su autoridad’ [Hch 1,7 .]. Este advenimiento escatológico
se puede cumplir en cualquier momento, aunque tal acontecimiento y la prueba
final que le ha de preceder estén ’retenidos’ en las manos de Dios." Catecismo
de la Iglesia Católica No. 673
El día del Señor llegará de modo improviso, cuando todos se sientan seguros.
Por eso, la actitud que corresponde al cristiano es la de la vigilancia. Así
como el padre de familia vigila para que el ladrón no robe en la noche (Cf. Lc
12, 39), así el cristiano no se abandona al sueño negligente en esta vida. Es
decir, no se abandona al descanso y a la pereza cuando tiene ante sus ojos
muchas oportunidades de bien. A este hombre atento y vigilante se le pueden
aplicar las palabras de la Escritura: yo dormía, pero mi corazón vigilaba.
(Cantar de los cantares 5,2). En realidad la gran tentación de esta vida es
pensar que todo se concluye aquí; pensar que las esperanzas son para aquí
abajo y que, por lo tanto, lo más rentable es disfrutar cuanto sea posible de
las posibilidades presentes dado que nada sabemos de la eternidad. La tentación
de transformar las esperanza de los bienes celestiales en esperanzas terrenas es
muy insidiosa en nuestro mundo secularizado. Dicha tentación consiste en
considerar la estación presente como la única, como la definitiva y, en
consecuencia, buscar de ella el máximo disfrute y placer, pues el futuro es
incierto. Hemos de reaccionar firmemente ante tan grande error. El cristiano
sabe que ha pasado de las tinieblas del pecado a la luz admirable de la gracia.
Él ha sido iluminado y posee una viva conciencia de su quehacer en este mundo.
Se sabe peregrino hacia la posesión eterna de Dios. Sabe que su paso por esta
vida es breve, un punto en la eternidad; pero es un paso en el que debe dejar
una huella de bien y de bondad. El tiempo se le hace corto para hacer todo el
bien que quisiera hacer. Lejos de él el pasar sin ofrecer frutos de vida
eterna. Como un centinela, no duerme, vela, observa, llama a rebato, convoca, es
un obrero diligente, hace rendir las dotes recibidas. Es un centinela guiado por
el amor y el amor desconoce la dilación, el retraso, la omisión. El amor es
diligente y se muestra en las obras. El amor vigila y pone todos los medios para
producir buenos frutos. El amor desea lo mejor para el amado y para los que
vienen detrás.
El Señor volverá. Habrá que grabar en el alma esta verdad porque ella
es suficiente para dar un sentido trascendente a la vida. Ella nos ayudará a
considerar todo el acontecer humano con la relatividad de quien mira y espera la
eternidad de Dios. El Señor volverá: sacudamos la pereza de nuestras manos,
limpiemos las salpicaduras de una mentalidad de mundo, sin esperanza
sobrenatural, sin mirada de eternidad.
2. Hemos de negociar con los talentos recibidos de Dios. No importa si se
han recibido muchos o pocos talentos, lo importante es que ninguno de ellos
permanezca ocioso, sino que se ponga enteramente al servicio de Dios, de la
Iglesia y de mis hermanos los hombres. Nadie es tan pobre que no tenga algo que
dar a los demás, algo que ofrecer, algo con qué negociar. En este sentido
rico, no es el que más tiene, sino el que más da, el que más ofrece lo que
tiene como don para los demás. El enemigo que hay que vencer, por tanto, es la
indolencia, la somnolencia, la omisión; esa especie de sueño que anestesia las
mejores cualidades del corazón y nos derrumba en una vida estéril y temerosa.
El enemigo que hay que vencer es el miedo que nos hace esconder el talento para
no arriesgar un fracaso. El cristiano no puede acobardarse ante el mundo y ante
la vida, porque su ejercicio es el amor; porque su vida ha pasado de las
tinieblas a la luz; él es hijo de la luz y vive en el amor y el amor es donación,
el amor es valentía, el amor es entrega sincera de sí sin límites.
Negociar en esta vida puede significar:
Superar el egoísmo y el subjetivismo individualista que nos retrae a
nuestro propio mundo y nos hace ver sólo por nuestros intereses. La persona se
hace insensible ante el sufrimiento de los inocentes y del prójimo. La persona
egoísta no es capaz de descubrir los avatares y las desgracias del mundo y los
sufrimientos de la Iglesia. Su horizonte de interés y de generosidad se
restringe. Nada más triste que vivir para sí. Nada más triste que tomar el
talento que está destinado para dar frutos y enterrarlo en el propio egoísmo.
El egoísta es infeliz en esta vida y pone en riesgo su salvación eterna:
siervo malvado y perezoso, lo llama el Señor.
- Practicar la abnegación de nuestras tendencias desordenadas. El hombre
tiende al bien, pero al examinar su corazón descubre tendencias desordenadas
que no pueden tener su origen en su creador. Si quiere poner sus dones y su vida
al servicio de los demás, deberá poner orden en esas tendencias que lo
obstaculizan, lo retrasan y desvían del camino. Debe aprender a renunciarse a sí
mismo en sus gustos y placeres desordenados, debe aprender a negarse a sí mismo
de acuerdo con la ascética cristiana. Palabras duras de entender para el hombre
moderno y post-moderno, pero palabras ciertas que responden a la verdad sobre la
vocación y la dignidad del ser humano.
- Participar en la misión apostólica de la Iglesia. Por definición un
cristiano es un apóstol. Es un hombre enviado a dar frutos de vida eterna. Es
una persona llamada por Cristo para tomar parte en los trabajos de la redención.
Por tanto, es una persona que tiene una misión en la vida y que cuenta con un
tiempo determinado para ponerla por obra. Decir que no se tiene tiempo para
hacer apostolado y participar en la misión de la Iglesia, es lo mismo que decir
que no se tiene tiempo para ser cristiano, puesto que el apostolado es esencial
en la vida cristiana. Habrá, pues, que preguntarse si se posee esta conciencia
apostólica; si se siente la corresponsabilidad en la tarea de la salvación de
las almas. Habrá que preguntarse si se siente la urgencia de hacer poco o
mucho, lo que está en la propia mano, para ayudar a esta humanidad dolorida que
sufre tanto por la falta de Dios. Las posibilidades de bien son enormes, los
talentos son múltiples.
Sugerencias pastorales
1. El cristiano vive sobriamente. El cristiano sabe que todos los bienes
materiales de los que dispone en esta vida son sólo medios para alcanzar a Dios
y para darle gloria. Sería insensato acumular bienes sabiendo que la polilla de
este mundo y el paso del tiempo los corroe y que no valen para la eternidad.
Quien acumula bienes terrenos, se apega a ellos y los convierte en un fin, se
parece a aquel alpinista que junta enseres, vituallas y equipo de montaña, pero
nunca se decide a emprender la ascensión. ¿Para qué sirve tanto equipo y
material? ¡Qué grave error! Como si esos bienes fueran eternos, como si esos
bienes pudiesen colmar las aspiraciones del corazón, como si al final de la
vida no estuviese el encuentro definitivo con el Señor de nuestras vidas.
Por eso, el cristiano usa de los bienes tanto cuanto le ayudan a dar
gloria a Dios e ir al cielo. Aquí aparece el tema del desprendimiento de la
cosas creadas, el tema de la caridad y de la generosidad para repartir los
bienes con los necesitados; el tema de vivir sobriamente usando los bienes
necesarios y practicando la benevolencia con los pobres.
2. El cristiano vive diligentemente. Uno de los más grandes talentos que
hemos recibido y al cual, lamentablemente, damos poca importancia es el tiempo.
El tiempo es un don hermoso de Dios. Con él vamos construyendo nuestra porción
en la obra de la salvación. Con él colaboramos con Cristo en la redención de
la humanidad. Sin embargo, con frecuencia usamos con descuido el tiempo. Parece
que, en ocasiones, más que usar el tiempo, lo perdemos; dejamos que se nos
escape entre las manos sin hacer nada constructivo, nada que sirva para las
futuras generaciones, nada que lleve paz, consuelo y alegría a los demás. Pasa
un día y otro, y vivimos sin dar trascendencia a nuestras vidas y sin hacer
nada duradero, sin emplearnos a fondo en las cosas importantes. Corremos de aquí
para allá para ajustar negocios, adquirir bienes, disfrutar de los placeres de
esta vida, y nos olvidamos de atesorar bienes para el cielo. Descuido
importante. El cristiano, por ello, se esfuerza por vivir diligentemente,
haciendo todo el bien que esté en su mano hacer. La consigna, pues, para
nuestro tiempo es la de trabajar con diligencia, aprovechar cada minuto
para dar fruto de eternidad. Vivir con una sana militancia que, como san Pablo,
me lleve a gastarme y desgastarme por el bien de mis hermanos.
P. Octavio Ortíz
19.
Es una de las paginas más conocidas del Evangelio. Y una de las enseñanzas, que más nos hacen pensar. Nos habla de nuestra responsabilidad con los dones que Dios nos da.
Esta parábola la hemos entendido siempre como una llamada a la vigilancia, a la generosidad, a vencer la pereza.
Y si nuestra vida no ha estado a punto, cuando llegue la evaluación de Dios, no podremos quejarnos, como lo hace el "empleado negligente y holgazán"
Siempre tenemos que reconocer que Dios es bueno y que nos llena de posibilidades, para que seamos más y mejores. Y de paso, para que hagamos un poco mejor el pequeño mundo que depende de nosotros. Esta pagina nos recuerda los "pecados de omisión" No nos basta con no hacer el mal. Dios nos llama a multiplicar el bien.
"UN HOMBRE QUE SE IBA AL EXTRANJERO LLAMO A SUS EMPLEADOS Y LOS DEJO A CARGO DE SUS BIENES"
Para nosotros este personaje es Dios mismo. Nos ha dejado un doble encargo:
- Cuidar la naturaleza. "creced y multiplicaos, llenad la tierra y sometedla..
(génesis 1. 28) fue la primera consigna cuando creó al hombre.
- Hacer que florezca la gracia. "Id, haced discípulos... bautizando, enseñando a guardar todo lo que yo os he mandado" (Mt 28. 19 )
Tenemos muchas posibilidades para hace más habitable este mundo. La preocupación por la justicia social. la causa de los pobres, el desafío de la violencia, etc.. son realidades ante las que no podemos pasar indiferentes.
"El hombre es el camino de la Iglesia" Juan Pablo II
Ante estas empresas no estamos solos, tenemos a Jesucristo, la riqueza de la fe... y somos enviados al mundo como testigos y mensajeros de la paz.
"A UNO LE DEJO CINCO TALENTOS, A OTRO DOS, A OTRO UNO.."
La maravilla de este mundo es que todos somos distintos. Somos diferentes y complementarios, gracias a Dios. Y cada uno sabe todo lo bueno que tienes para hacer felices a los otros y para hacer mejor el entorno que habita.
Un mundo sin médicos, profesores, sin payasos, sin futbolistas, sin barrenderos ... sin madres, sin niños, sin políticos, sin sacerdotes... sin un largo etc. Interminable no lo entenderíamos. Cabemos todos y cada uno tiene un papel importante que armoniza el conjunto de la creación.
Y los creyentes ademas, tenemos el tesoro de la Gracia, la Palabra de la fe, los ministerios de la Iglesia, la cercanía de Dios, el cariño de la Virgen ... talentos que debemos hacer fructificar.
En la parábola hay un gran entre los que trabajaron sus talentos y el perezoso, que enterro el suyo y encima se quejaba de su amo. Esta claro que Dios no está de acuerdo con nuestra pereza.
"AL CABO DE UN TIEMPO VOLVIÓ EL SEÑOR .. Y SE PUSO A AJUSTAR LAS CUENTAS.."
No sabemos el momento de su llegada, por lo que nuestro corazón y nuestros talentos multiplicados tienen que estar preparados para la hora de rendir cuentas. El encuentro con el Amo será un gozo, si nos encuentra con las manos llenas. O vacías porque todo lo hemos puesto al servicio de los otros.
"El que avisa no es traidor" dice el viejo refrán castellano y el Señor nos avisa, para que estemos siempre preparados. No somos propietarios de las cosas buenas que tenemos sino administradores, que tienen que responde. Queremos oír el "pasa al banquete de tu Señor" y eso lo vamos preparando día a día.
Queridos hermanos, que Santa María nos abra los ojos y nos ayude, como Ella, a decir sí a esa cercanía de Dios, que son las muchas cosas buenas que tenemos.
Pbro. José Rodrigo López Cepeda
20. COMENTARIO 1
TALENTOS PARA LA PAZ
Pandora fue la primera mujer. Cuenta la mitología griega que Zeus, tras haber
sido engañado por Prometeo, decidió vengarse de la raza humana. Para ello trazó
un maquiavélico plan: "Encargó a su hijo Hefesto que modelara con barro una
bella figura de mujer. Atenea la vistió, las tres Gracias la engalanaron de
joyas, las Horas la cubrieron de flores, Afrodita le dio su belleza. Por último,
Hermes le confirió la maldad y la falta de inteligencia. Realizada la obra, Zeus
animó la figura y la envió como regalo a Prometeo". Negativa imagen de la mujer
transmitida por la mitología griega.
Se asemeja nuestro mundo -es mi impresión- a esta mujer. Los humanos lo tenemos
todo, pero parece que, al igual que Pandora, andamos sobrados de maldad y faltos
de talento y sensatez.
El mundo que, por etimología, significa limpio, se ha vuelto turbio. La fraterna
humanidad, salida de manos de Dios, está dividida en bloques antagónicos;
pacificadora de vocación, se ha armado hasta los dientes: su arsenal de guerra
es ya suficiente para autodestruirse por dos o tres veces; los presupuestos
militares, con planes de defensa y ataque a posibles enemigos reales, desbordan
con creces las inversiones en paz y desarrollo; los magnates del poder político
hablan de guerra nuclear limitada; la refinada y sádica bomba de neutrones
amenaza con acabar con la vida, respetando -¡qué horror!- lo inanimado e inerme.
En un instante, la historia de siglos, la virtud de la humanidad nacida de
sudores, sus esfuerzos y conquistas pueden llegar a su término. Parece como si,
de pronto, todos nos hubiéramos vuelto locos, llegando al extremo de elogiar la
locura como ideal humano de vida.
Al escribir esto, me acuerdo de la parábola de los talentos. "Un hombre, que se
iba de viaje, llamó a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes: a uno
le dejó cinco talentos, a otro dos, a otro uno, según sus capacidades; luego se
marchó". En cualquier caso, una inmensa fortuna. (El talento era la más alta
moneda griega de cuenta, correspondiente a un peso de plata que variaba, según
las apreciaciones, de 26 a 41 Kgs. y valía 6.000 denarios, el sueldo de
dieciséis años de trabajo de un jornalero agrícola). "Al cabo de mucho tiempo
volvió el señor de aquellos empleados y se puso a saldar cuentas con ellos". Los
dos primeros, negociando, habían duplicado el capital: el tercero, receloso de
su señor, enterró el talento y se lo devolvió íntegro. El señor, indignado por
su actitud negligente y cobarde, ordenó: "Quitadle el talento y dádselo al que
tiene diez".
Entre nosotros -me atrevo a diagnosticar no sólo sucede esto último, sino algo
más y peor de lo que cuenta la parábola. Hay, sin duda, quien ante la situación
belicista de las grandes potencias se cruza de brazos, enterrando el talento que
Dios le da: ¿Qué puede hacer un ciudadano de a pie para detener la horrible
carrera de armamentos? -dicen. Pero hay -y esto es mucho más grave- quienes
negocian con sus talentos de mala manera: invirtiéndolos para la guerra y la
destrucción y no para la paz y la distensión; esto es aún más terrible que
enterrarlos. Si es deplorable la inactividad de quien, ante este estado de
cosas, se cruza de brazos, mucho peor es la mala inversión de quienes fomentan,
alientan, admiran o aplauden la beligerancia; con su actitud pueden hacernos
perder incluso todo lo que la humanidad -a base de sudor de siglos- ha
conseguido.
Para quienes actúan así vale también la sentencia evangélica: "Y a ese empleado,
inútil, echadlo fuera a las tinieblas, allí será el llanto y el apretar de
dientes".
.....................
21.
COMENTARIO 2
FOMENTAR LA PRODUCCION
La parábola de este domingo parece ir en la misma dirección que las empresas
capitalistas: hay que producir; y el que no produzca se queda en el paro. O aún
peor. ¿Será posible que en el evangelio se haya colado una cosa así?
AUMENTAR LA PRODUCTIVIDAD
En el evangelio de hoy se lee la parábola "de los talentos", o "de los
millones". Se trata de aquel "hombre que, al irse de viaje, llamó a sus
empleados y les dejó encargados de sus bienes: a uno le dejó cinco millones, a
otro dos, a otro uno, según sus capacidades; luego se marchó". A su vuelta les
pidió cuentas. Y a los que habían hecho producir su dinero, les dijo: "Muy bien,
empleado fiel y cumplidor. Has sido fiel en lo poco, te pondré al frente de
mucho; pasa a la fiesta de tu señor". Pero a uno que conservó, sí, la cantidad
que había recibido, pero improductiva...: " Empleado negligente y cobarde! ¿
Sabías que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo? Pues entonces
debías haber puesto mi dinero en el banco, para que al volver yo pudiera
recobrar lo mío con los intereses. Quitadle el millón y dádselo al que tiene
diez". La parábola del evangelio termina con esta frase: .... porque al que
produce se le dará hasta que le sobre, mientras que al que no produce se le
quitará hasta lo que había recibido". (En la mayoría de las traducciones,
incluida la oficial, se lee: "porque al que tiene se le dará hasta que le sobre,
mientras que al que no tiene se le quitará hasta lo que había recibido". Pero
está claro, por lo que se cuenta en el conjunto del relato, que el que tiene es
el que ha producido) y el que no tiene es el que no ha producido. El último, el
que sólo recibió un millón, tenía ese millón, pero improductivo.)
Eso de aumentar la productividad es una consigna vigente en todas las empresas
capitalistas: lo importante es producir mucho y muy rápido, aunque al final se
produzca más de lo que se vende y... sea necesario reconvertir la empresa
convirtiendo en parados un buen puñado de trabajadores. Pero para el capital la
ganancia habrá sido abundante, rápida y con pocos riesgos.
Leída con esta mentalidad resulta difícil encuadrar esta parábola en el conjunto
del evangelio: ¿Cómo compaginar esta parábola con otros pasajes del mismo
evangelio de Mateo ("Dichosos los que eligen ser pobres...", "No podéis servir a
Dios y al dinero", etc.: Mt 5,3; 6,24)?
PRODUCIR... ¿QUE?
Dos cuestiones es necesario resolver: en qué consisten, qué son esos millones y
qué es lo que hay que producir.
Y no nos debe resultar demasiado difícil. Porque si Dios es incompatible con la
riqueza, es imposible que sea dinero lo que entrega a los suyos. Por tanto, esos
millones -esos talentos- que aquel señor entrega a sus empleados tienen que
representar un valor más cercano al ideal evangélico: los millones deben de
estar en relación con aquel tesoro escondido del que habla otra parábola (Mt
13,44), han de ser riquezas no de
las que se amontonan en la tierra, sino de las que se amontonan en el cielo. Los
millones, en general, son las cualidades de cada persona y, más en concreto, la
capacidad de cada cual de contribuir a la realización del proyecto que Dios
tiene para la humanidad. Concretando aún más: el capital que hemos recibido de
Dios es la fe, el haber encontrado a Jesús y conocido su mensaje, el saber que
Dios es Padre y quiere que todos seamos hermanos, habernos enterado de que este
mundo no tiene por qué ser un valle de lágrimas, sino que Dios quiere que
convirtamos la existencia humana en una fiesta y que alcancemos la felicidad de
todos por medio del amor. El capital es Dios mismo, que se nos ha mostrado en
Jesús como amor basta la exageración y que se nos da en su Espíritu como fuerza
para amar de esta manera; y es un capital más o menos grande en la medida en que
nosotros tengamos capacidad para recibirlo y aceptarlo.
Ese es el capital. Y el producto que se espera es doble: hacer eficaz el amor
que Dios nos manifiesta contribuyendo, junto con todos los que han asumido ese
mismo compromiso, a que el proyecto de Dios se realice, colaborar para que la
comunidad cristiana, la Iglesia, viva y realice de verdad el evangelio; y, en
segundo lugar, compartir esa riqueza con todos aquellos que la quieran aceptar,
dar a conocer la Buena Noticia de Jesús a quienes no la conozcan e invitarlos a
sumarse a la tarea de convertir este mundo en un mundo de hermanos, siendo así
un canal a través del cual corre y se comunica el amor de Dios a los hombres.
PRODUCIR... ¿ CUANTO?
El cuánto es relativo: cada uno debe producir según su capacidad. Y todos los
que lo hagan así recibirán el mismo premio: "Muy bien, empleado fiel y
cumplidor. Has sido fiel en lo poco, te pondré al frente de mucho; pasa a la
fiesta de tu señor".
De esto se deducen dos conclusiones: la primera es que Dios no da su amor para
que se guarde escondido, ni para que se disfrute en exclusiva, sino para que se
comparta, para que se comunique, para que, actuando en nosotros, produzca más
amor.
Y la segunda es que no estamos participando en una competición, a ver quién
produce más. No se trata de producir más que los demás, sino de producir el
máximo que cada uno pueda.
Por tanto, al evaluar nuestro compromiso cristiano no nos desanimemos si vemos
que nuestro esfuerzo no consigue los resultados que a nosotros nos gustaría;
pero tampoco nos descuidemos pensando que otros hacen menos. Dios no nos va a
comparar con lo que han producido los demás (Dios no es un patrón capitalista);
nos preguntará si hemos dado todo el fruto que correspondía a nuestras
capacidades.
..........................
22.
COMENTARIO 3
La primera lectura lleva un camino propio e independiente. Se trata de un famoso
pasaje bíblico dedicado, según una primera impresión, a la mujer. Es llamado
también el pasaje de la "mujer fuerte", la mujer perfecta, por lo que podría ser
tomado -y así ha sido interpretado en mucho momentos de la historia- como el
"ideal de mujer". Pero es problemático afirmar todos esto, por dos tipos de
razones.
En primer lugar por la misma naturaleza del libro de los Proverbios, que no
quiere ser un libro dogmático ni teórico, sino un libro de sabiduría popular.
Sin autor concreto, sin fecha de redacción, el libro de los Proverbios es más
bien una colección de dichos, unos cortos -verdaderamente "proverbios"- y otros
más elaborados -como el que comentamos- que recogen la sabiduría popular. Su
atribución a Salomón no pasa de ser un recurso literario o retórico, explicable
por la fama de sabio que este rey tuvo (1 Re 3-5). Los proverbios recogidos
provienen de un largo tiempo, desde el tiempo del citado Salomón (950 a.C.)
hasta dos siglos después del exilio (400 a.C).
Y en segundo lugar, porque el libro, así originado, es un convite a valorar
tanto la cultura como la sabiduría popular, tomada de la experiencia diaria en
las distintas situaciones y acontecimientos. De esta manera, el libro es un
reflejo de la cultura propia de aquellos siglos, que no es precisamente una
cultura feminista, sino machista.
Superada la lectura fundamentalista de la Biblia, hoy somos conscientes de la
buena dosis de cultura, ideología, y elementos antropológicos de que va cargada
cada página bíblica, elementos todos que han de ser cuidadosamente distinguidos
del "mensaje de salvación" propiamente dicho que nuestra fe afirma encontrar en
la Biblia. Sería anacrónico y fundamentalista erigir en modelo o ideal de mujer
o incluso en "propuesta divina" la presentación de la mujer que el texto que
comentamos nos presenta. Los tiempos han corrido mucho, y la imagen de mujer que
ahí se presenta puede ser vista a muchas luces como deficiente, como francamente
mejorable, y como muy distante de lo que la sociedad actual nos permite pensar
desde la reflexión que sobre la problemática de "genero" se está llevando a cabo
desde hace unos años.
No vamos a hacer aquí nosotros la crítica antropológico-cultural concreta a los
contenidos de este capítulo 31 del libro de los Proverbios; no es el lugar. Pero
hemos querido abordar este aspecto para levantar varios temas que pueden ser
objeto adecuado de una reflexión homilética en aquellos lugares en los que el
contexto sugiera una oportunidad o conveniencia pastoral. Estos podrían ser esos
posibles "temas oportunos":
-el discernimiento en los contenidos de la Biblia de cara a la diferenciación
entre lo que en ella es "verdad salvífica revelada" y lo que es simplemente
género literario, o elementos culturales de la sociedad en que se escribe un
determinado texto. Una catequesis clara sobre este punto siempre es provechosa
en unos tiempos proclives al fundamentalismo;
-el patriarcalismo o machismo, tanto en la historia como en la sociedad. Siendo
este elemento una realidad socio-cultural que oprime a la mitad del género
humano en primera instancia, y siendo el cristianismo -por naturaleza- liberador
de toda opresión, siempre será coherente con esta naturaleza el abordaje y
afrontamiento de esta problemática, desde la perspectiva moral, claro está. La
idea de la mujer-esposa-madre, que se debe realizar en la vida privada,
familiar, hogareña, que deja el ámbito de lo público o social para el varón, es,
lamentablemente, un modelo cultural caduco que muchos todavía identifican con el
cristianismo, y que muchos cristianos llevan dentro de sí como si de una verdad
revelada se tratara. Importa mucho combatir paciente pero eficazmente esa
confusión;
-el patriarcalismo dentro de las iglesias. No hace falta para ello entrar en el
"prohibido" tema del sacerdocio de la mujer. Metodológicamente, incluso es
conveniente dejar este tema particular de lado para revisar en todo el resto de
las estructuras, usos, costumbres... de las Iglesias cristianas, y ver cuán
verdadera y real es la marginación de la mujer.
Incluimos aquí una noticia al respecto, recogida un día cualquiera en nuestros
periódicos:
NACIONES UNIDAS.- La mayoría de los parlamentos y gobiernos siguen excluyendo a
las mujeres del proceso de toma de decisiones, según un informe de la ONU que
reveló un empeoramiento de la participación femenina en 1996 con relación a los
años precedentes.
''Sólo un 6,8% de los ministros de gobierno en el mundo fueron mujeres en 1996 y
se concentraron en áreas como asuntos sociales, educación, salud y familia'',
señala el estudio. Agrega que todavía existe un ''techo de cristal para las
mujeres en la administración del gobierno'', porque la mayoría no puede acceder
a las carteras clave como finanzas, defensa, relaciones exteriores y justicia.
El estudio agrega que las mujeres todavía no utilizaron su voto como medio para
exigir una participación igualitaria en el poder y en la toma de decisiones
políticas.
Una encuesta realizada por la Unión Interparlamentaria, con sede en Ginebra,
revela que los hombres ocupan 33.981 bancas en los parlamentos del mundo en 1997
mientras que a las mujeres corresponden sólo 4.512. La representación más
importante de mujeres se dio en Dinamarca, Suecia y Noruega países en los cuales
la participación política de la mujer llegó como promedio al 39 por ciento en
1996. Hasta aquí la noticia.
Hagamos primero un abordaje exegético sobre la tercera lectura.
Como en las dos parábolas anteriores (la del empleado y su actuación de 24,44-51
y la de los dos tipos de vírgenes de 23,1-12), esta parábola consta de tres
momentos que sucesivamente pueden denominarse: el de la encomienda de
responsabilidades, el de la espera y el del tiempo final del retorno del Señor.
También aquí aparece alguien delegando responsabilidades antes de ausentarse. Y
las responsabilidades son confiadas a tres empleados, cada uno de los cuales
recibe grandes cantidades de dinero, según la capacidad de cada uno.
En el segundo momento, se acentúa la duración de la ausencia. Del hombre se dice
que se va "de viaje"(v. 14), que "se marchó al extranjero" (v. 15) y que vuelve
solamente después "de mucho tiempo" (v. 18). Esa larga ausencia sirve para que
se pongan de manifiesto dos actitudes contrapuestas, aunque se trate de tres
personajes. Los dos primeros marchan a "negociar" (vv. 16 y 17) haciendo crecer
la cantidad que han recibido. El tercero, por el contrario, deja inmovilizado el
dinero recibido.
La diversidad de ambas actitudes se pondrá de manifiesto en el momento
determinante del retorno del señor de aquellos empleados. En la escena final del
rendimiento de cuentas, cada empleado se expresa casi con los mismos términos
que ha utilizado el evangelista cuando describía sus acciones. Cada uno de los
dos primeros retoma en los vv. 20 y 22 el verbo "ganar" de los vv. 16 y 17; el
último, por su parte, habla de "esconder" en un hoyo o bajo "la tierra" (vv. 18
y 25). De esta forma, en la boca de cada uno se pone de manifiesto lo propio de
cada una de esas dos formas distintas de comportarse frente al señor en el
período previo.
El diálogo del señor con los primeros empleados revela su generosidad. Para cada
uno de ellos tiene la misma palabra de encomio: "Muy bien, empleado fiel y
cumplidor" (vv. 21 y 23). Esta fidelidad y cumplimiento que se ha tenido sobre
los millones recibidos (que sin embargo son definidos como "poco": vv. 21 y 23)
les hace acreedores de un don mayor y de la participación en la fiesta.
Por el contrario, el tercer empleado, fundamentando su actitud, considera
erróneamente el carácter de su señor. Quizás interiormente resentido por haber
recibido una cantidad menor que los dos anteriores, define la generosidad de su
jefe como tacañería: "eres hombre duro, que cosechas donde no siembras y recoges
donde no plantas" (v. 24) , y se considera ofendido porque se esperaba de él más
que lo que se le había confiado. Su sentido de justicia es demasiado estrecho y
por ello el señor aparece a sus ojos como un hombre rígido. Proyecta de este
modo sobre su patrón el sentimiento propio que le ha llevado como el avaro a no
considerar la finalidad del dinero. En lugar de arriesgarlo haciéndolo trabajar,
lo ha guardado y escondido. Esta mezquindad ha dirigido sus acciones: "fui a
esconder tu millón bajo tierra" (v. 25). En toda su actuación ha querido poner
en claro su no participación en los intereses de su señor, como aparece en el
texto: "tu millón".
La necedad de las medidas dispuestas por el servidor son reveladas en las
palabras del señor. Retoma lo dicho por aquél repitiendo su opinión: "¿Sabías
que cosecho donde no siembro y recojo donde no planto?" (v. 26), y muestra la
incongruencia de esa opinión con las medidas tomadas sobre "mi dinero" (v. 27).
El bien confiado exigía una respuesta conforme a la naturaleza del bien. Era
necesario hacer que fructificara, al menos en los "intereses" del banco. La
"cobardía" del empleado se ha puesto en evidencia porque no ha sabido arriesgar
nada debido a que ha considerado a su patrón como a un extraño, rompiendo toda
comunicación de intereses.
Esta ruptura impide el acceso "a la fiesta de tu señor" (vv. 21 y 23). El lugar
que le corresponde es "afuera", en "las tinieblas" (v. 30).
De esta forma se muestra el sentido que tiene para el discípulo el mandato de
Jesús de estar "en vela" (Mt 24, 42), que hace de introducción a las parábolas
sucesivas. Ese estar en vela es mostrarse capaz de cumplir las tareas
encomendadas por el señor para el tiempo de su ausencia. A cada uno se le
confiado una misión, y las exigencias que de ella brotan requieren un compromiso
total. Dicha misión es necesario asumirla como propia, de lo contrario no se
tendrá parte en la fiesta prometida para los empleados fieles y cumplidores.
Hagamos un comentario al contenido de la parábola.
La parábola de los talentos es sin duda el texto capital entre los tres de hoy.
Un primer comentario pastoral a esta lectura podrá ir por la senda usual con
este texto: Mateo acaba de hablar de la venida futura del Hijo del Hombre para
el juicio, y a continuación nos dice cuáles son las actitudes adecuadas ante esa
venida, a saber, la vigilancia (parábola de las diez vírgenes) y el compromiso
de la caridad (parábolas de los talentos y del juicio de las naciones).
La parábola de los talentos es, en este contexto interpretativo, un elogio del
compromiso, de la efectividad, del trabajo, del rendimiento. Podrá ser aplicada
fructuosamente al trabajo, la profesión, las realidades terrestres, el
compromiso secular...
Sin embargo, el contexto de la hora histórica que vivimos es tal que este
mensaje, en sí mismo bueno y hasta ingenuo, se puede hacer funcional respecto a
la ideología actualmente dominante, el neoliberalismo. Este, en efecto, predica,
como grandes valores suyos, la eficacia, la creación de riqueza, el rendimiento,
el aumento de la productividad, crecimiento económico, altos tipos de interés
bancario, inversión en valores... Son nombres modernos bien adecuados para lo
que se presenta en la parábola, aunque si se los utiliza en la homilía, no pocos
oyentes pensarán que el orador sagrado se salió de su competencia. Por una
casualidad del destino, en este final del siglo XX esta parábola se hizo bien
actual, y los teólogos neoconservadores la valoran altamente. Algunas de sus
frases, sin necesidad siquiera de interpretaciones sofisticadas, avalan
directamente principios neoliberales. Pensemos, por ejemplo en el enigmático
versículo de Mt 25, 29: Al que produce se le dará y tendrá en abundancia, pero
al que no produce se le quitará hasta lo que tiene. No será fácil hacer una
predicación aplicada que no haga el juego a un sistema que, para muchos
cristianos de hoy, está en en los antípodas de los principios cristianos.
Para ello sugerimos:
-recordar que "todo ejemplo se venga", es decir, que es ejemplo sólo en un
determinado aspecto, pero no en todos los aspectos, por lo que extrapolar otros
elementos diversos del considerado "ejemplar", se acaba yendo contra la misma
intención del ejemplo propuesto; así, la parábola de los talentos no puede
extrapolarse a una glorificación de la eficiacia, sobre todo en un sistema en
que ésta descansa sobre unas coordenadas estrictamente individuales o
individualistas;
-recordar (sobre todo de cara a ese enigmático Mt 25,29) que no son pocas en los
evangelios las "sentencias enigmáticas", frases que en sentido directo y sin
elaborar, van en contra de lo esencial cristiano, y que hay que mantenerlas en
su estatuto enigmático aunque sea con explicaciones provisionales (recordemos
sólo: Quien no odia a su padre y a su madre..., les hablo en parábolas para que
oyendo no entiendan...); en no pocos casos se ha tratado, durante siglos,
simplemente, de una "mala traducción"…
La matización principal puede radicar en el contexto. La eficacia, la
productividad, la eficiencia... no son malas en los aspectos, principio.
Diríamos que no son valores en sí mismas, sino "cuantificaciones" que pueden ser
aplicadas a otros valores. Se puede ser eficiente en muchas cosas muy distintas
(unas buenas y otras malas) y con unas intenciones muy diversas (malas y buenas
también según los casos). La eficacia en sí misma, abstraída de su aplicación y
de su intención... no existe, o no nos interesa. El juicio que hagamos de ella
dependerá pues de la materia a la que apliquemos esa eficiencia así como del
objetivo final al que se oriente.
Cabe entonces una "eficiencia" (agrupando en este símbolo varios otros valores
semejantes) cristiana. El mismo evangelio la presenta en otros lugares, en su
célebre inclinación hacia la praxis: No todo el que me diga 'Señor, Señor', sino
el que haga..., la parábola de los dos hermanos, Bieneventurados más bien los
que escuchan la palabra y la ponen en práctica... y más paradigmáticamente, el
mismo texto que continúa al de hoy, que meditaremos el domingo próximo, Mt 25,
31ss, donde el criterio del juicio escatológico será precisamente lo que hayamos
"hecho" a los pobres...
La eficiencia aceptada -y hasta encomiada- por el evangelio es la eficiencia
"por-el-Reino", la que está puesta al servicio de la causa de la solidaridad y
del amor. No es la eficiencia del que logra aumentar la rentabilidad (reduciendo
trabajadores por la adopción de tecnologías nuevas), o la del que logra acaparar
mercados (reduciendo la capacidad de autosubsistencia de los países pequeños), o
la del que logra ingresos fantásticos por inversiones especulativas del capital
"golondrina"... La eficiencia por la eficiencia no es un valor cristiano, ni
siquiera humano. Quizá sea cierto que el capitalismo, sobre todo en su expresión
salvaje actual, sea "el sistema económico que más riqueza crea"; pero no es
menos cierto que lo hace aumentando simultáneamente el abismo entre pobres y
ricos, la concentración de la riqueza a costa de la expulsión del mercado de
masas crecientes de excluidos. El criterio supremo, para nosotros, no es una
eficiencia económica que produce riqueza y distorsiona la sociedad y la hace más
desequilibrada e injusta. No sólo de pan vive el ser humano. Cristianamente no
podemos aceptar un sistema que en favor del (o en culto al) el crecimiento de la
riqueza sacrifica (idolátricamente) la justicia, la fraternidad y la
participación de masas humanas. Poner la eficiencia por encima de todo esto, es
una idolatría, la idolatría del culto del dinero, verdadero dios neoliberal.
Sobre la "idolatría del mercado" y el carácter sacrificial de la ideología
neoliberal, ya se ha escrito mucho.
No, no es pues que nosotros no queramos ser eficientes, competentes (más que
competitivos), o que no seamos partidarios de la "calidad total", ni mucho
menos... Somos partidarios de la mayor eficacia en el servicio al Reino, así
como de la competencia y la calidad total en el servicio al Evangelio. (In
ordinariis non ordinarius, decía un viejo adagio de la ascética clásica,
queriendo llevar la calidad total a los detalles más pequeños de la vida
ordinaria u oculta).
Y no es que no haya que reconocer que con frecuencia los más "religiosos" hayan
estado ajenos a las implicaciones económicas de la vida real, predicando
fácilmente una distribución donde no se establecido una suficiente producción,
esperándolo todo de la limosna o los piadosos mecenas. También en el campo de la
economía teórica -sobre todo en esta hora- se necesita el compromiso de los
cristianos.
Si Jesús se lamentó de que los hijos de las tinieblas son más astutos que los
hijos de la luz, ello significa que la astucia (otro tipo de eficacia) no es
mala; lo malo es ponerla al servicio de las tinieblas y no de la luz.
Para la revisión de vida:
En distintas ocasiones nos llama el Evangelio a que estemos atentos, alertas. No
se trata de una invitación a prepararnos a bien morir, sino de un llamado a
"bien vivir"… ¿Vivo "alerta", viviendo siempre bien? ¿Soy de los que vivien
obsesionados por la muerte, o más bien de los que viven ocupados en transformar
esta vida?
Para la reunión de grupo:
- La llamada del Señor a estar alertas, ¿la entiendo como una llamada a vivir
con miedo a la muerte, o como una llamada a vivir en libertad, lleno de
esperanza, trabajando por la construcción de ese Reino que sé que Él nos dará un
día en toda su plenitud? ¿Me da miedo soñar en la utopía del Reino, o estoy
convencido que el Reino será aún mayor y mejor que mis mejores y mayores sueños?
- Eficiencia, responsabilidad, trabajo, calidad, "calidad total"… ¿son virtudes
"neoliberales", "conservadoras", o "de derecha"…? Acaso no están incluidas en
aquel "sean peerfectos como mi Padre celestial es perfecto"?
- El mercado premia al más competitivo, o sea, al que, en igualdad de otras
condiciones, paga menos al factor trabajo y vende por tanto más barato. Si el
mercado es absolutamente libre, la sociedad acabaría en una explotación
inmisericorde de los trabajadores, o por prescindir de ellos. ¿Es humana una
sociedad de mercado libre? ¿Es viable humanamente el neoliberalismo a ultranza?
- A pesar de las apariencias, que "la mujer debe tener una participación plena
en la Iglesia, igual a la del varón" es ya una conciencia que ha ganado la
mayoría de las Iglesias cristianas. Las estadísticas así lo confirman.
Teológicamente se diría que hoy esa percepción forma parte del sensus fidelium.
Lo demás son, simplemente, retrasos institucionales de la acogida de lo que Dios
nos pide por los "signos de los tiempos". ¿Qué pasos concretos debemos dar en
nuestra comunidad?
Para la oración de los fieles:
- Para que la Iglesia sea siempre el siervo fiel y cumplidor del mandato del
amor a todas las personas. Roguemos al Señor.
- Para que sepamos valorar y agradecer los servicios que otros nos prestan a
nosotros. Roguemos...
- Para que las personas que viven encerradas en sí mismas descubran la alegría y
la grandeza del compartir. Roguemos...
- Para que sepamos vivir con temor de Dios, es decir: contando con Él y con su
Reino en nuestra vida. Roguemos...
- Para que no vivamos anclados en conservadurismos estériles y nos lancemos a
nuevas formas de vivir nuestra fe, más actuales y evangélicas. Roguemos...
- Para que el prójimo, y especialmente el más necesitado, tenga siempre un lugar
preferente en nuestros planes y en nuestra vida. Roguemos...
Oración comunitaria:
Señor, haznos artesanos del Reino que tu quieres que construyamos entre todos,
con nuestro trabajo y con los talentos que tu nos has dado; y que así estemos
siempre alegres en tu servicio, porque en servirte a Ti y a los hermanos
consiste el gozo pleno y verdadero. Por Jesucristo.
1. R. J. García Avilés, Llamados a ser libres, "Seréis dichosos". Ciclo A. Ediciones El Almendro, Córdoba 1991
2. J. Mateos - F. Camacho, El Evangelio de Mateo. Lectura comentada, Ediciones Cristiandad, Madrid.
3. Diario Bíblico. Cicla (Confederación internacional Claretiana de Latinoamérica).