28 HOMILÍAS MÁS PARA EL DOMINGO XVI DEL TIEMPO ORDINARIO
15-23

15.

Frase evangélica: «Dejadlos crecer juntos hasta la siega»

Tema de predicación: LA CIZAÑA Y EL TRIGO

1. La cizaña es una hierba venenosa y embriagadora que, cuando está germinando, se parece al trigo, pero que, una vez crecida, es de menor altura. El trigo se distingue de la cizaña por sus frutos. Al ser la cizaña una planta nociva, su quema designa en el Antiguo Testamento a los pecadores. Como las zarzas, la cizaña representa a los que se oponen al crecimiento del reino de Dios. Evidentemente, en cualquier campo hay hierbas dañinas que es difícil eliminar. Sólo es posible separar la cizaña del trigo después de la siega con un tamiz calibrado, ya que los granos de cizaña son más pequeños que los del trigo. La cizaña se quema, y el trigo se lleva al granero.

2. El acento de la parábola está puesto en la cizaña que sembró el «enemigo» o el «maligno»; mejor dicho, en la perspectiva de lo que debemos hacer o dejar de hacer para que crezca el reino. No hay que apresurarse precipitadamente a efectuar la recolección. Jesús dirige su mensaje a los pecadores, no a los puros. Es necesario dar un tiempo adecuado a la conversión.

3. En el reino de Dios -tanto por lo que respecta a nuestro propio interior como a la sociedad en general- se mezclan lo bueno y lo malo. Y, así como Dios tolera a todos en la creación -buenos y malos-, así también debe respetarse la libertad del ser humano, que es un bien esencial del reino. No precipitemos los juicios, no nos erijamos en jueces definitivos. El «enemigo» o el «maligno» representa a quienes pretenden hacer fracasar la obra de la salvación. Se dan, pues, dos siembras opuestas. Se nos invita a que seamos pacientes y humildes en nuestros juicios. El fácil recurso a dividir a las personas en buenas y malas es simple e inexacto: todos tenemos de todo. Incluso sembramos de las dos clases de semillas, y a veces más de la una que de la otra. Al final, Dios juzgará por las conductas.

REFLEXIÓN CRISTIANA:

¿Somos tolerantes o intolerantes con los demás?

¿En virtud de qué hacemos nuestros juicios?

CASIANO FLORISTAN
DE DOMINGO A DOMINGO
EL EVANGELIO EN LOS TRES CICLOS LITURGICOS
SAL TERRAE.SANTANDER 1993.Pág. 145 s.


16.

NI HAY GUERRAS SANTAS NI MUERTES JUSTAS

En aquel tiempo, Jesús propuso esta parábola la gente: «El Reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero, mientras dormía, un enemigo fue y sembró cizaña en medio del trigo y se marchó. Cuando empezaba a verdear y se formaba la espiga apareció también la cizaña. Entonces fueron los criados a decirle al amo: "Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde sale la cizaña?" Él les dijo: "Un enemigo lo ha hecho "».

En el mundo siempre habrá trigo y cizaña, bondad y maldad, justicia e injusticia; es una realidad incuestionable. Así es el ámbito, el medio, de lo humano.

La presencia de la cizaña no impide crecer al trigo como es debido, es más: puede crecer y fructificar rodeado de cizaña. La presencia del mal no imposibilita la vivencia del bien, ni es excusa para dejar de vivirlo.

Es posible vivir en este mundo como ciudadano del Reino de los cielos, por mucho mal que haya. El bien y el mal son la cara y la cruz del hombre. El hombre es un ser ambiguo capaz de bondad y de maldad en sí mismo. Su corazón y su mente no siempre funcionan al unísono y le hacen caer en contradicción e incluso en paradoja. (Sabiendo lo que le conviene, hace todo lo contrario). Y además, el hombre es un ser cambiante: el que hoy es trigo mañana puede ser cizaña y al revés; nadie es ángel o demonio del todo y para siempre. El hombre es un ser en evolución, mientras vive es capaz de conversión y de perversión; por eso no hay que subir a los altares ni bajar a los infiernos a nadie mientras viva.

Los criados le preguntaron: «¿Quieres que vayamos a arrancarla?» Pero él respondió: No, que podríais arrancar también el trigo. Dejadlos crecer juntos hasta la siega, y cuando llegue la siega diré a los segadores: Arrancad primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo almacenadlo en mi granero».

Ciudadano del Reino de los cielos es aquel que está dispuesto a comprometerse a vivir de una forma profundamente personal en el mundo y en el momento que le ha tocado en suerte, respetando a todos sin hacer daño a nadie, y lo que es más importante: sin excluir a nadie por malo o perverso que sea.

El que trabaja por hacer florecer la justicia, el bien, el amor, (el trigo), debe aprender paciencia yendo más allá de lo inmediato, creando tiempos para la esperanza; es más: lo urgente, en ocasiones, será para él saber esperar.

Nadie debe adelantar un juicio definitivo y definitorio sobre nadie. Ni somos Dios, ni hoy es el día del juicio final. Las etiquetas matan la esperanza a la que tiene derecho cualquier persona.

El que trabaja por hacer fructificar el trigo tendrá que recuperar el sentido de la oportunidad, saber ver el momento oportuno, (el Kairos) .

Cuando se vive pendiente del momento oportuno, del tiempo adecuado, (del Kairos), se vive vigilantemente y se evita así que venga el enemigo cuando se está durmiendo. La responsabilidad está en vigilar y obedecer las órdenes del amo, nunca en suplantarle. El que acepta trabajar por el Reino debe prevenir el mal antes de que ocurra y si ocurre ha de tener paciencia y aplicar todo su esfuerzo para no hacer daño.

Normalmente cuando un hombre práctico piensa en lugar de Dios siempre se equivoca, tiene ideas materialistas muy lejanas a la estrategia divina. Se le ocurrirá arrancar la cizaña, es decir: para salvar al bien se carga el mal y si puede al malvado. No se da cuenta que lo que nos salva del mal no es la guerra contra el mal o el malvado, sino fomentar en nosotros el bien. Toda guerra o lucha, aunque se haga en nombre de Dios, deshumaniza. No hay guerras santas ni muertes justas.

No es lo mismo amar y desear la justicia que llevar a cabo una «dulce venganza» ajusticiando a los que no piensan o actúan como nosotros o incluso contra nosotros. Nunca dio buen resultado mantener un dogma a base de sacrificar a los que no lo comparten; es como erradicar la pobreza matando a los pobres.

El creyente debe gozar y sufrir la presencia del prójimo sea trigo o cizaña. La intolerancia pone de manifiesto la incapacidad de sufrirle. Quien no es capaz de sufrir al prójimo porque es cizaña como le goza porque es trigo no puede ser imagen y semejanza de Dios que como padre nos sufre y nos goza seamos como seamos.

Los cimientos del Reino de Dios son el perdón, la misericordia y la esperanza que son los rasgos típicos de la personalidad de un padre.

A Dios, que es Padre, le resulta fácil perdonarnos, amar con misericordia y no desesperar nunca de ninguno de sus hijos hasta el final. A nosotros, por contra, nos resulta más difícil, nos falta capacidad de perdón, nos falla el amor de misericordia y nos sobra impaciencia.

El Reino de Dios no es un club de escogidos que viven al margen de la realidad, del mundo. Ser ciudadano de ese Reino se lleva acabo estando insertados en el medio social en que la providencia nos ha colocado dando testimonio de fraternidad por haber cobrado conciencia de la filiación divina de todo hombre.

Las dificultades, los inconvenientes de vivir en medio de la cizaña, son la forma de probar la fuerza interior y la madurez que hemos adquirido con nuestro esfuerzo. La presencia del mal, de la cizaña, es normal; no es una excepción y menos una excusa para vivir el bien, para crecer como trigo.

Debemos crecer y trabajar allí donde la providencia nos ha colocado, sin desear ni soñar en vano que fuese distinto, sino cuidarlo esforzada y pacientemente para no causar daño a nadie.

BENJAMIN OLTRA COLOMER
SER COMO DIOS MANDA
Una lectura pragmática de San Mateo
EDICEP. VALENCIA-1995. Págs. 76-78


17.

El Evangelio de hoy nos presenta a Jesús hablando de uno de sus temas preferidos: el Reino de Dios, que es el centro de su anuncio y mensaje. Quiere explicar lo que significa el Reino a los discípulos y a la gente que le está escuchando. Lo hace a través de parábolas, de cuentos sencillos, de modo que la gente lo pudiese entender con facilidad. "El Reino de Dios se parece a...".

Hay un común denominador en las parábolas que hoy nos ofrece la liturgia para nuestra reflexión. El Reino se parece siempre a algo que está en proceso. El trigo que crece en el campo tarda meses en llegar a dar su fruto. El grano de mostaza necesita más tiempo todavía, años probablemente, hasta llegar a convertirse en el árbol que escogen los pajarillos del campo para anidar en sus ramas. La levadura, mezclada con la masa de harina, debe ser dejada en la oscuridad de la alacena durante toda una noche para que haga su efecto y transforme la masa en el pan que, una vez cocido, servirá de alimento para la familia. Todas las comparaciones que usa Jesús en el Evangelio de hoy son, pues, procesos que necesitan tiempo. El observador debe ser, por tanto, paciente si quiere ver los resultados.

Esos procesos que nos pone Jesús como ejemplo para hablar del Reino actúan, además, de forma escondida. Durante meses no observamos ningún crecimiento prácticamente en la planta de trigo. Es difícil observar el crecimiento del pequeño arbusto de la mostaza. Es imposible ver cómo la levadura va transformando la masa. Pero el hecho es que durante ese tiempo el trigo hace más fuertes sus raíces, el arbusto va creciendo de forma casi imperceptible y la levadura transforma realmente la masa.

El Reino, de acuerdo con estas parábolas, es una realidad que se desarrolla en el tiempo pero de una forma escondida. La presencia de Dios que viene, que no otra cosa es el Reino, no es algo espectacular. Dios no es la tormenta, ni el ciclón, ni el terremoto, que ponen todo patas arriba en un momento. Para Jesús, el Reino está ya presente en medio de los hombres y mujeres de nuestro mundo, pero de una forma tan sutil que si no ponemos una especial atención corremos el peligro de no darnos cuenta de ello.

Los impacientes, los que desean una acción espectacular por parte de Dios y que otean cada día el horizonte esperando esa venida triunfal y poderosa de Dios terminan desesperándose. Pierden la tensión, porque piensan que nada sucede. La presencia del Reino se les escapa, como el agua se nos escapa cuando pretendemos aprisionarla en nuestras manos. Sólo los que ponen totalmente su confianza en Dios y, una vez cumplido con su deber, dejan que el Reino crezca en la oscuridad de los corazones, descubrirán con gozo un tiempo espués que la masa está ya preparada para el horno, que el pequeño arbusto ha crecido y se ha hecho un árbol, y que el campo que parecía muerto está lleno de vida y promete una cosecha llena de fruto.

Quizá es que la responsabilidad del cristiano esté en el sembrar, en el facilitar la puesta en marcha del proceso. Pero nada más. No somos los dueños del proceso. El Reino es de Dios y él lo hará florecer donde, cuando y como quiera. A nosotros nos queda acompañar con nuestra alabanza y desvelar con nuestra presencia y apoyo, el crecimiento misterioso del Reino de Dios en nuestro mundo, manteniendo abiertos nuestros corazones a esa presencia misteriosa. Y ser pacientes, hasta tener la misma paciencia del dueño del campo que no quiere que se pierda ni una de las plantas del trigo.

Para la revisión de vida

El Reino de Dios se nos presenta en el evangelio como una comunidad de trigo y de cizaña, de justos y pecadores; o mejor aún: como una comunidad de personas a la vez justas y pecadoras. ¿Admito que yo pertenezco a la humanidad, y a la Iglesia, con mis obras buenas y malas, con mis pecados y virtudes? ¿Sé tener paciencia conmigo mismo y con los demás, como el amo del campo de la parábola?

Para la reunión de grupo

- Dios tiene el poder supremo, pero no lo usa sino para el bien del ser humano; la parcela de poder que yo pueda tener en mi vida, grande o pequeña, ¿para que la utilizo? ¿Cuántas víctimas inocentes del poder injusto conozco? ¿Qué puedo hacer por ellas?

- La humanidad va tras la vida, la felicidad, la libertad; pero el egoísmo del ser humano frustra muchos de los esfuerzos para conseguirlas. ¿Confío yo en el Espíritu que me ayuda a salir del egoísmo para poder alcanzar realmente esa plenitud de vida a la que todos aspiramos?

- El fundamentalismo religioso, que también se da dentro de la Iglesia, es un continuo contratiempo para la cosecha, es la cizaña que crece en medio del trigo. ¿De dónde sale la cizaña? ¿Tengo paciencia para dejarla crecer y esperanza para confiar en la conversión de la cizaña en trigo?

Para la oración de los fieles

- Por todo el Pueblo de Dios, para que sea testigo vivo y eficaz de la presencia de Dios en medio del mundo. Roguemos al Señor.

- Por todas las personas de buena voluntad que, desde cualquier credo o ideología, trabajan por el progreso del mundo, para que el Padre aliente y sostenga sus esfuerzos. Roguemos...

- Por los evangelizadores, que quieren ser levadura en medio del mundo, para que aumenten en cantidad y en calidad. Roguemos...

- Por todos los que tienen poder y autoridad de cualquier tipo, para que los utilicen en bien de sus subordinados y no en provecho propio. Roguemos...

- Por las Iglesias perseguidas por su fidelidad al Evangelio, para que encuentren pronto situaciones de libertad y respeto. Roguemos...

- Por todos y cada uno de nosotros, para que seamos se embajadores de buena semilla y tolerantes con todos. Roguemos...

Oración comunitaria

Dios, Padre nuestro, que vienes hasta nosotros en Jesús de Nazaret, en su palabra y en sus obras; queremos darte las gracias por esa presencia tuya en medio de nosotros, y que ella nos ayude a profundizar en nuestra vida cristiana para que así tengamos una fe cabal que nos haga vivir conforme a lo que creemos. Por Jesucristo.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


18.

- Más el sí que el no

Estas parábolas de Jesús me han recordado un hecho, unas palabras del buen papa Juan XXIII. También él fue incomprendido, criticado: se decia que era demasiado optimista, ingenuo, poco firme en la defensa de la Iglesia ante sus supuestos adversarios. Porque habla dado carpetazo al espíritu de "cruzada", porque recibía afectuosamente incluso a representantes de quien entonces parecía el gran enemigo, el comunismo soviético; o porque llamaba "hermanos" a los cristianos de otras Iglesias que hasta poco antes habíamos calificado de "herejes" o "cismáticos"; o porque en el interior de nuestra Iglesia, había dado libertad de palabra y debate en el Concilio Vaticano II.

Ante todas estas críticas, en los últimos meses de su vida, un domingo en que visitaba una parroquia romana, dio esta sencilla y convencida respuesta: "Dicen que el papa es demasiado optimista, ingenuo. No, es simplemente que he aprendido del Evangelio que Jesús siempre insistió más en el sí que en el no". Y repitió con aquella sabia sonrisa campesina tan suya: "Más el sí que el no".

- La experiencia y la convicción personal de Jesús

Y podríamos subir más el nivel del ejemplo y de la experiencia para hallar el fondo vital, personal de las parábolas del evangelio de hoy. Porque no son sólo "enseñanzas" de Jesús. Son más: son la expresión poética, firme, honda, de su experiencia personal. De su experiencia de ser incomprendido, mal juzgado, acusado (y precisamente por quienes se creían los "buenos", los más "religiosos"). Y, al mismo tiempo, de su convicción y apuesta por el valor y la importancia y la repercusión honda de que lo bueno, lo positivo -el "sí", como decía Juan XXIII-, sembrado en el corazón del hombre, en la masa de la vida real, fructifica y transforma.

Porque fue el mismo Jesús, el Hijo y la Palabra de Dios, quien fue acusado de ser cizaña, hierba mala. Pocas enseñanzas nos dejó Jesús con mayor contundencia que la prohibición de juzgar a los demás, de condenar a nadie. ¿No podemos ver en esta contundencia un reflejo de su experiencia personal de ser juzgado y condenado por quienes creían poseer la verdad y la autoridad de discernir? Por eso brotó de su corazón esta enseñanza en forma de parábola: absteneos de juzgar y condenar, de definir y clasificar, porque quizá lo que llaméis cizaña sea trigo. Sólo Dios Padre lo sabe, y aprended de él que es paciente, que siempre tiene una infinita confianza.

- El método de acción de Jesús

Y, por otra parte, este Jesús mal entendido, acusado, fue quien escogió el camino que es el de Dios, el camino de confiar absolutamente, radicalmente, en la fuerza transformadora de la pequeña semilla sembrada, del poco de levadura metida en la masa de la harina de la vida humana. Las dos breves parábolas del grano de mostaza y de la levadura en la masa de harina, resumen y ejemplifican su vida, su predicación, su método de acción.

No cree en las grandes y aparatosas acciones. Sino en la eficacia del bien obrar, del bien hablar, en la sencillez y cotidianidad de la relación humana, del convivir comprendiéndose y ayudándose. Una y otra vez, los evangelios nos hablan de este comportamiento de Jesús, camino a seguir para todos nosotros. El comportamiento de mirar con amor, de acercarse y dar la mano a quienes menos se creen dignos: sea a la mujer acusada de adulterio, o al leproso marginado, o al funcionario despreciado.

- Parecernos al Padre

Así, Jesús, nos reflejó y comunicó la manera de ser de Dios Padre. Aquel que es "bueno y clemente, rico en misericordia", como decía el salmo de hoy. La omnipotencia de Dios es ser todopoderoso en el amor, es la paciencia sin limite para con todos nosotros, es la confianza infinita en la potencia de bien que hay en todos. Dios Padre confía sin fin, espera sin imponer hipotecas ni plazos.

Y, por eso, como leíamos en la primera lectura, su anhelo es que nos asemejemos algo más a su modo de ser. Escuchábamos: "Obrando así enseñaste a tu pueblo que el justo debe ser humano". Humano, o -en una traducción literal- "filántropo" (es decir, el que ama a todos).

Esta podría ser hoy nuestra oración. Sin miedo. Con la total confianza de la que nos hablaba san Pablo en la segunda lectura: si nosotros no sabemos qué pedir, o no nos atrevemos por la conciencia de nuestro pecado, es "el Espíritu de Dios quien viene en ayuda de nuestra debilidad".

EQUIPO MD
MISA DOMINICAL 1999/10 11-12


19.

Nexo entre las lecturas

La omnipotencia y la paciencia de Dios. Este tema aparece con claridad en la liturgia de este domingo. El evangelio nos ofrece nuevamente la imagen de un sembrador para hablarnos del Reino de los cielos. El sembrador lanza buena simiente a su campo. Sin embargo, en la noche viene el enemigoy siembra cizaña, una planta cuya harina es venenosa. Los siervos, indignados por la astucia del enemigo, quieren arrancar lo más rápidamente la cizaña que amenaza el crecimiento del trigo, pero el dueño del terreno, mucho más sensato y con experiencia, se los impide porque existe el riesgo de que, junto con la cizaña, arranquen también el trigo. Este sembrador generoso con la buena semilla y paciente ante la adversidad no deseada, es el Hijo del hombre que siembra la buena semilla, los ciudadanos del Reino. Su poder es infinito y también su paciencia. No permite que los segadores arranquen la cizaña, en cambio, los invita a tener paciencia hasta el tiempo de la siega. El trigo deberá crecer junto a la cizaña y todos deberán seguir el ejemplo de paciencia del sembrador. Precisamente porque es todopoderoso y tiene en su mano los destinos del mundo, se manifiesta como paciencia y misericordia.(EV). El libro de la sabiduría llega a la misma conclusión después de preguntarse por qué Yahveh se muestra tan misericordioso en relación a Egipto (Sab 11, 15-20) y Canaan (Sab 12, 1-11). No existe Dios fuera de Ti... Tu poder es el principio de la justicia, y tu soberanía universal te hace perdonar a todos... Tú, poderoso soberano, juzgas con moderación (1L). En la carta a las romanos san Pablo nos muestra cómo el Espíritu Santo viene en ayuda de nuestra debilidad y nos enseña a orar como debemos. A través de la acción del Espíritu Santo el cristiano llega a comprender, en cuanto esto es posible, el actuar misericordioso de Dios. Sólo el Espíritu Santo que escudriña los corazones, sabe suscitar el sentimiento y la plegaria apropiada ante la santidad de Dios (2L) .


Mensaje doctrinal

1. En el sembrado aparece, por obra del maligno, la cizaña, hierba mala que atenta contra la buena cosecha. La parábola muestra algo evidente en el mundo que vivimos. Junto al bien y a los ciudadanos del Reino, la buena semilla, existe el mal y existen también los operadores de iniquidad, aquellos que se han dejado arrastrar por el mal. Surge espontáneamente en nuestros corazones, como en los siervos de la parábola, el deseo de poner rápida solución a este estado de cosas. Los segadores no parecen dispuestos a tolerar una situación que exigirá de ellos paciencia, discernimiento, prudencia y moderación. Es preferible extirpar sin más. ¿Cuál es, se pregunta uno, la razón por la que el sembrador aconseja la paciencia y la moderación?. Ciertamente la actitud del sembrador nace de su misma experiencia: hay gérmenes de cizaña que morirán por sí mismos, o no alcanzarán el debido crecimiento. Otras plantas de buena semilla son muy frágiles y podrían sufrir la extirpación de la cizaña. En fin, hay otras plantas que hay que darles tiempo para que lleguen a su plena maduración. El bien de la cosecha total, así como la virtualidad propia de la semilla nueva, imponen la paciencia y la confianza que acompaña el crecimiento del sembrado. Queda claro, por lo demás, que el sembrador es lo suficientemente sabio y prudente para elegir lo más adecuado para el campo y para una cosecha rica y sustanciosa. Precisamente porque este sembrador es todopoderoso y puede intervenir con el poder necesario para invertir la situación, sabemos que la elección de la paciencia y la misericordia es la que mejor. Quien es débil, por el contrario, reacciona con violencia y prepotencia ante el peligro que le asecha. La omnipotencia de Dios se manifiesta en su misericordia.

Por otra parte, ¿cómo podrían los segadores de la Iglesia distinguir de modo definitivo la semilla buena de la mala? El juicio sobre el corazón humano, por su carácter absoluto y definitivo, corresponde sólo a Dios que mira dentro del corazón. Juicio que Dios mismo se reserva para el final de los tiempos. El apóstol Pablo amonesta en este sentido a los corintios: Así que, no juzguéis nada antes de tiempo hasta que venga el Señor. El iluminará los secretos de las tinieblas y pondrá de manifiesto los designios de los corazones. Entonces recibirá cada cual del Señor la alabanza que le corresponda. 1 Cor 4,5

Así pues, ahora nos encontramos en el tiempo del crecimiento y de la esperanza, aunque también en el tiempo de la paciencia y del sufrimiento. Es el tiempo de la noche, es decir, el tiempo del crecimiento en espera de que la luz ponga al descubierto el pensamiento de muchos corazones. Sembrador y segadores deben pues armarse de paciencia y seguir de cerca el crecimiento de sus plantas, sabiendo en todo caso, que la cosecha está asegurada por la omnipotencia divina. La paciencia de los segadores nace de la paciencia de Dios y de su misericordia que no desespera jamás y siempre re-propone las vías de la salvación. El libro de la sabiduría lo expresa de modo claro y sintético: Obrando así enseñaste a tu pueblo que el justo debe ser humano, y diste a tus hijos la dulce esperanza de que, en el pecado, das lugar al arrepentimiento.

2. El grano de mostaza y la levadura. El evangelio nos propone otras dos parábolas del Reino de los cielos que, unidas íntimamente a la parábola del trigo y la cizaña, poseen un elemento característico. Estas parábolas ponen de relieve el contraste entre la pequeñez de la semilla de mostaza y la grandeza del árbol que alberga a las aves; así como el contraste entre la cantidad de la masa y lo exiguo de la levadura: una pequeña cantidad basta para fermentar toda la masa.

Estas parábolas son una llamada entusiasta a la fe y a la esperanza. El Reino de los cielos tiene orígenes minúsculos. Jesús ha sembrado la palabra durante tres años, a un grupo de gentes humildes, en un lugar oscuro del imperio. Sin embargo, de aquellos humildes orígenes ha venido a la luz una realidad espléndida. Esta ley evangélica sigue teniendo vigencia. Todo aquello que se hace por Dios nace en lo pequeño, en lo sencillo para que se manifieste que es Dios, no el hombre, quien da fecundidad y buen éxito a la tarea evangelizadora. El sembrador hará bien en abarcar con una sola mirada: la semilla y el resultado final sin entretenerse en los avatares del crecimiento. En cierto sentido, los hombres de Dios son aquellos que ven la semilla y con la misma nitidez ven el cumplimiento del plan de Dios. En sus pupilas está siempre la promesa de Dios llevada a su plena realización: manteneos firme la esperanza que fiel es el autor de la promesa. (Hb 10,23) Esto lo observamos en la vida de los santos: su mirada va más allá de las dificultades que implica la voluntad de Dios. Cuando hablan de sus proyectos (los proyectos divinos) hablan como de algo presente, como si sus ojos los estuvieran viendo. Es tal la esperanza en la promesa, que viven ya en la ansiedad de que encuentre cabal cumplimiento. Se asombran de que tarde tanto en llegar a pleno crecimiento la obra. Para ellos no hay duda de que la promesa es veraz y la Palabra de Dios eficaz. Por eso, no pierden ocasión alguna para sembrar, ni siquiera la más pequeña de sus semillas. Saben que la más pequeña de ellas esconde la virtualidad de un árbol robusto y crecido. No se dejan engañar por lo pequeño de la semilla. Ver la semilla y ver el árbol crecido es para ellos uno y lo mismo. Así debemos ser nosotros, así debemos entender nuestra vida cristiana y apostólica. La enseñanza del domingo pasado de sembrar con esperanza y de preparar el terreno, se refuerza en este domingo teniendo en cuenta, ciertamente, que habrá cizaña que tolerar y sufrir. La cizaña no pondrá en duda de ningún modo el fruto total de la cosecha. ¡Hay que seguir sembrando! ¡Hay que mirar al futuro sin entretenerse perdiendo el tiempo para complacerse en el pasado! ¡La noche está pasando y el día está por llegar!


Sugerencias pastorales

1. La fortaleza del cristiano. El inicio del cristianismo nació como una semilla pequeña rodeada por numerosos peligros. Después de la Ascensión a los cielos, los apóstoles debían enfrentar una situación bastante compleja. Más tarde las primeras comunidades cristianas se vieron asechadas por los judíos y por la persecución romana. La pequeña semilla se abría paso en medio de ingentes dificultades. A primera vista la semilla estaba destinada a perecer. Sin embargo, en esta circunstancia se manifestó la grande fortaleza del alma cristiana. Ellos supieron sufrir las adversidades, supieron distinguir el mal de aquellos que lo cometían. Informaron su corazón con la misericordia que nacía del corazón de Jesucristo y no sólo perdonaban a sus verdugos, sino hacían todo por convertirlos a la misma fe. Las palabras de san Agustín son un espléndido testimonio de lo que obra el Espíritu Santo en el alma de los fieles: Si pedimos que el criminal no sea castigado, no es porque nos agrade el crimen, sino porque detestamos el cimen o el vicio en el hombre; cuanto más el vicio nos desagrada, tanto más deseamos que el culpable no muera antes de enmendarse. Es muy fácil, y es una inclinación de nuestra naturaleza, odiar a los malvados porque son malvados; pero es mejor amarlos porque son hombres, de modo que reprendamos la culpa y, simultáneamente, reconozcamos la bondad de la naturaleza en la misma persona. Sin duda muchos abusan de la indulgencia y de la bondad divina,,, Pero por el hecho que los malvados perseveren en su iniquidad, no deberá Dios perseverar en su paciencia? San Agustín, Cartas, Lett, 153; 1,3-2,4. PL 33, 654-655

2. Vencer el mal con el bien. Ciertamente nos toca vivir una época en la que, por los medios de comunicación, tenemos inmediato conocimiento del mal en el mundo. No pocas veces este conocimiento oprime el corazón. En ocasiones ya no deseamos ver las noticias en la televisión o leer el periódico pues cada día nos aguarda una nueva serie de muertes e injusticias. ¿Qué hacer ante esta situación? La tentación es la de hacer caso omiso al mal o dejarse aprisionar por él cayendo en el cinismo o en la depresión y desesperación. El mensaje cristiano es diverso: cuanto mayor sean las sombras que cubren el mundo, tanto mayor debe ser la presencia de los ciudadanos del Reino, de la buena semilla que embellece los campos. El mundo entero está en espera de la plena manifestación de los hijos de Dios. Así pues, no nos dejemos aherrojar por las cadenas del mal, sino que venzamos al mal con el bien. Sepamos oponer al mal una acción concreta en favor del bien. Si cada cristiano toma en serio su misión de sembrador, si advierte que la semilla de la Palabra de Dios tiene virtualidad propia para convertirse en árbol frondoso, si entiende que la gracia de Dios es una levadura capaz de fermentar toda la masa, no se quedará ausente en la construcción de este mundo sino hará cuanto esté en su mano para abrir surcos de esperanza a las nuevas generaciones.

P. Octavio Ortiz


20. 2002 - COMENTARIO 1

DE LO PEQUEÑO Y DE LO GRANDE

La vida está llena de pequeñeces. Lo de cada día es insignificante, intrascendente, difícilmente fotografiable y publicable. Se confunde con la monotonía, lo gris, lo improductivo, lo despreciable. No es noticia.

La noticia se reserva a los hechos extraordinarios, a todo lo que está fuera de lo ordinario y, en cierto modo, desordena desencajando la vida. La atención de los medios de comunicación en sus primeras páginas está centrada fundamentalmente en los grandes acontecimientos, los logros o quiebras de la vida e historia de individuos o grupos. Cuando prestan atención a lo cotidiano, lo hacen dándole carácter de extraordinariedad ineludible.

A pesar de todo eso, habría que llegar a descubrir la grandeza de lo cotidiano; debería haber cada semana un telediario para amas de casa o padres de familia, para estudiantes o trabajadores, para ciudadanos sin relevancia, a los que se les propusiera en la pantalla la utopía de descubrir y aceptar la grandeza de su vida oculta, la transcendencia de su intrascendencia, la riqueza de su pobreza o de su austeridad. Tal vez habría menos frustraciones y decrecería el numero de neuróticos.

Porque si examinamos en profundidad nuestro ser de humanos, debemos reconocer, paradójicamente, que casi todas las cosas grandes, que nos hacen vivir y soñar, son pequeñas. Un apretón de manos, una sonrisa, la amistad, el amor o el encuentro con los otros son la plataforma del más grande de los sueños: la felicidad, aspiración común que se consigue a base de cosas pequeñas, aparentemente intrascendentes. Sólo quien está atento a esas insignificancias, puede comenzar una andadura de dioses. El camino de la grandeza humana pasa inexorablemente por la experiencia profunda de lo cotidiano.

Lo verdaderamente grande no es lo espectacular confundimos grandeza con espectáculo- como si la vida fuera ejercicio circense. Lo mas grande es la vida misma, con su mosaico de minucias, vivida minuto a minuto, con intensidad y en profundidad. Con esta dimensión y desde esta óptica, las cosas pequeñas se llenan de valor, se autotrascienden, se magnifican...

Jesús amaba lo cotidiano y lo pequeño: las flores, los pájaros, la amistad, la comida, los niños, los pequeños e insignificantes de este mundo. El creía en la fecundidad de lo pequeño. Y cuando quiso hablarnos de Dios y de su Reino decía: "El reino de los cielos -lo más grande- se parece a un grano de mostaza -semilla pequeña e insignificante- que un hombre sembró en su campo". Esa ínfima semilla, con el tiempo, llega a ser un arbusto que alcanza hasta cuatro metros de altura, ofreciendo cobijo a las aves del cielo. "El reino de los cielos -añadía- se parece a un puñado de levadura" que se pierde en la masa y hace que el pan resulte esponjoso y comestible.

El reino de los cielos es algo insignificante en sus inicios, pero fecundo. Con nuestra manía de grandeza, la palabra "reino" nos sugiere coronas, espadas, dominio, poderío, riqueza y honores; "los cielos" son lo inalcanzable, lo inasible, la terminal, pero nunca el comienzo o trayecto de la vida. Hemos hecho del Reino de los cielos algo dificilmente descubrible o encontrable. O está más allá y no lo alcanzamos, o si está más acá, no lo vemos. Y Jesús diría: ni más acá ni más allá; el Reino de los cielos está dentro de vosotros y comienza cuando se vive la vida en profundidad, hacia adentro, desde abajo y con los de abajo, vuelto a los demás. Empieza aquí abajo con lo intrascendente, con una sonrisa, un apretón de manos, un encuentro, la amistad, la solidaridad o el amor, con la vida misma y su monotonía cotidiana. Dejémosnos de grandezas...


21. COMENTARIO 2

NI INTOLERANCIA, NI TRIUNFALISMO, NI INDIFERENCIA

Ni intolerancia ni triunfalismo; indiferencia ante los pro­blemas del mundo, tampoco. El trabajo oculto de la levadura que va haciendo fermentar a toda la masa: el compromiso fir­me y sereno de colaborar en el nacimiento de una nueva hu­manidad.


LA PARABOLA DE LA CIZAÑA
La comunidad cristiana no va a estar fuera del mundo; los problemas, las contradicciones, las servidumbres de la sociedad humana le afectarán, porque será parte de ella. Por eso no se podrá evitar que las malas hierbas, sembradas por quienes si­guen oponiéndose a un mundo de hermanos, aparezcan en la parcela en la que se intenta dar el fruto propio de quienes han optado por el reino de Dios.

La mala hierba acompañará durante mucho tiempo al buen trigo; y si se intenta arrancar por las bravas a aquélla, se pon­drá en peligro también éste. Primero porque, durante todo el período de su crecimiento, el trigo y la cizaña pueden confun­dirse: sólo se puede decir que la hierba es definitivamente mala si, cuando llega la hora de la madurez, se agosta sin dar fruto. Y en segundo lugar, porque no nos corresponde a nos­otros decidir qué se debe hacer con la hierba mala.

Con esta parábola Jesús previene a sus discípulos para que eviten un excesivo celo, para que no tengan demasiada prisa en condenar a «los malos», para que no pretendan convertirse en jueces de sus semejantes. Lamentablemente, no todos los que se llamen cristianos serán seremos- coherentes y fieles a nuestros compromisos. Será necesaria una labor de discerni­miento; a veces no habrá más remedio que denunciar o poner fin a determinados comportamientos claramente contrarios al evangelio. Pero sin mandar a nadie a la hoguera, sin negar a nadie su oportunidad. Porque, además, la hierba de la que aquí se trata, el ser humano, puede cambiar, dejar de ser hier­ba mala y convertirse en buena.


EL GRANO DE MOSTAZA

Tampoco está justificado el triunfalismo. El ideal de la comunidad cristiana es ser una gran familia, cuanto más grande mejor; pero nunca un imperio.

Jesús contradice con esta parábola las esperanzas triunfa­listas de sus paisanos, de sus propios discípulos; ellos espera­ban que se cumpliera tal cual la profecía de Ezequiel (17, 22-24), que anuncia que Israel, a quien compara con un cedro frondoso plantado en un monte encumbrado y señero, volverá a ser una nación fuerte y poderosa, que dominará sobre todas las demás.

No. El reino de Dios, tal y como Jesús lo presenta, ni será una prolongación de Israel (nace de una semilla nueva, no de un esqueje del viejo árbol) ni sufre delirios de grandeza; le bastará con ser un árbol grande, más ancho que alto (sólo más alto que las hortalizas), para poder acoger a cuantos, proce­dentes de cualquier lugar, busquen la hospitalidad de su som­bra. Esa es la grandeza que quiere Jesús para el grupo de sus seguidores: una inagotable capacidad de acogida para poder ser el lugar de encuentro de todos los hombres que busquen compañía, comprensión, amor, solidaridad...


LA LEVADURA

Todo lo anterior no significa que la comunidad cristiana, la Iglesia, renuncie a intervenir en la marcha de la historia humana. Esa es la misión de la Iglesia: intervenir en la marcha de la historia, empujando para que esa historia marche en la dirección que señala el proyecto de Dios. Pero no de cualquier forma.

Lo que Jesús crea no es un movimiento político (quede esto claro: ni una democracia cristiana, ni un socialismo cris­tiano, ni mucho menos un fascismo cristiano). Pero, repitá­moslo, eso no significa que los problemas, las necesidades, los sufrimientos, las angustias y las justas esperanzas de los hom­bres y de los pueblos deban quedar fuera del interés y de la actividad de los cristianos.

El problema es el método. Por un lado, el evangelio no se puede imponer por la fuerza; y, por otro lado, el mensaje de Jesús no se puede reducir a una opción política más. La comu­nidad cristiana debe influir en la transformación de la sociedad humana con su vida: viviendo en medio de la sociedad humana y mostrando que es posible una manera alternativa de vivir, de tal modo que quienes, en contacto con la comunidad o con alguno de sus miembros, vayan conociendo este estilo de vida se convenzan de que esa manera de vivir es lo que realmente interesa a los hombres; y, poco a poco, pero constantemente, vaya aumentando el número de quienes adoptan el modelo de vida y de convivencia que propone Jesús.

Cuestión aparte es el compromiso político de cada uno de los cristianos, o las mediaciones sociopolíticas que puede nece­sitar el creyente para hacer eficaz su compromiso cristiano con la justicia. En esta cuestión no entramos -no la prejuzgamos, por tanto- en este comentario.


22. COMENTARIO 3

vv. 24-30. Terminado el aparte con sus discípulos, vuelve Jesús a dirigirse a las multitudes (cf. 13,34). El término con que Mt introduce esta parábola y la siguiente («propuso», gr. paretheken) se encuentra en Ex 19,7 y Dt 4,44, donde Moisés propone al pueblo la Ley que lo obliga. Se trata, pues, de principios fundamentales para el rei­nado de Dios.

Mt omite la parábola de la «tierra automática» de Mc 4,26-29 y la sustituye por la del trigo y la cizaña. Al decir «otra parábola» la pone en conexión con la del sembrador. Pero así como ésta no trataba directamente del reino, sino de las actitudes del hombre ante el mensaje del reino, en la de la cizaña, en cambio, trata di­rectamente del reinado de Dios.

La presencia de malas hierbas en un campo es cosa normal. El rasgo peculiar de la parábola es que se atribuya a un enemigo, también sembrador, que actúa clandestinamente («mientras dor­mían»). La cizaña tiene fuertes raíces, entrelazadas con las del tri­go, y, al arrancarla, podría arrancarse él trigo al mismo tiempo; Es imposible eliminar lo malo sin daño de lo bueno. En el reino hay que tolerar la presencia de lo bueno y lo malo, como Dios la tolera én su creación (5,45), respetando la libertad de los hombres. Hasta la cosecha hay que tener paciencia y dejar que crezcan juntas. La cizaña se manifiesta cuando el trigo da fruto (cf. 3,8.10; 7,17-19; 12,33; 21,43). correspondencias entre 3,12 y 13,30: uso del verbo «quemar» (katakaiô) y de «granero» (apothêkê). Jesús co­rrige, pues, la visión del judaísmo, formulada por Juan Bautista, de un juicio inmediato y definitivo. Este no se verificará en la época histórica del reinó. Los obreros, en cambio, pretenden que el juicio se realice inmediatamente.


vv. 31-32: Les propuso otra parábola: -Se parece el reino de Dios al grano de mostaza que un hombre sembró en su campo; 32siendo la más pequeña de las semillas, cuando crece sale por encima de las horta­lizas y se hace un árbol, hasta el punto que vienen los pájaros a anidar en sus ramas.

Segunda parábola preceptiva que corresponde a Mc 4,30-32. Comparada con la profecía de Ez 17,23, a la que se enlaza por la mención de los pájaros, muestra su sentido polémico: El rei­nado de Dios no será un gran cedro que domina a todos los ár­boles del bosque, sino un modesto arbolito que sube por encima de las legumbres de un huerto. No procederá de lo ya existente (cogollo del cedro, Ez 17,22); es una planta nueva. Para ponderar la pequeñez de algo se comparaba con el grano de mostaza. Con­traste entre la pequeñez de la semilla y el árbol que resulta. A este modesto árbol confluirán los pueblos paganos (los pájaros).

Jesús se opone así frontalmente a la esperanza de grandeza y de dominio universal propia del mesianismo nacionalista. Israel no dominará a las demás naciones ni el reinado de Dios tendrá en la historia la figura de un gran imperio. Por eso habla en parábolas, porque la multitud, imbuida de nacionalismo, no podría aceptar la exposición abierta de esta realidad.


vv.33: Les dijo otra parábola: -Se parece el reino de Dios a la levadura que metió una mujer en medio quintal de harina todo acabo por fermentar.

«Medio quintal»: lit. «tres sata». El saton era una medida de unos 14 kilos; en total, unos 42 kilos de harina, cantidad enorme para un pellizco de levadura. En la traducción se ha buscado un equivalente aproximado que dé la sensación de gran cantidad. «Tres medidas», sin indicar de algún modo su gran capacidad, no expre­saría la oposición que establece el texto, paralela a la del grano de mostaza con el árbol que resulta.

Eficacia de la levadura en la masa. Todo acabará por realizarse. La pequeñez del grano de mostaza y la levadura y su efecto des­proporcionado coinciden con lo expresado en 5,17s. Todo se reali­zará a partir de los mandamientos mínimos. La levadura no se confunde con la masa, pero actúa sobre ella. Esta parábola com­pleta la del grano de mostaza. No solamente hay hombres que acuden al reino, sino que la presencia de éste influye en toda la humanidad, hasta llevarla a su madurez. La mujer «mete» (lit. «ocultó») la levadura en la masa; el reinado de Dios actúa desde dentro de la humanidad misma, desde lo más profundo de ella. Así como la parábola anterior se fijaba sobre todo en su aspecto externo y visible, ésta considera su acción invisible, a la que no se puede poner límite y que no puede constatarse hasta el final. Re­fleja un poco la situación y el optimismo de la parábola de la semilla y la tierra de Mc 4,26-29, pero a nivel global.


vv. 34-35: Todo eso se lo expuso Jesús a las multitudes en para bolas; sin parábolas no les exponía nada, 35para que se cumpliese el oráculo del profeta:

Abriré mis labios para decir parábolas,
proclamaré cosas escondidas
desde que empezó el mundo (Sal 78,2)..

En el hecho de que Jesús hable en parábolas a las mul­titudes ve Mt el cumplimiento de Sal 78,2; para él, todo el AT tiene valor profético (cf. 5,17; 11,13). La mención de las parábolas y de las multitudes cierra ]a inclusión abierta en 13,3. La razón de este hecho es la aducida antes por Jesús mismo: las multitudes están incapacitadas para recibir el mensaje claramente, debido a la ideología mesiánica nacionalista que espera la restauración gloriosa del reino de Israel.

"Las cosas escondidas" corresponden al secreto del reino (13,10). Nunca se había dado una revelación semejante del reinado de Dios.

Estas parábolas revelan un concepto de Dios muy diferente del que aparece en el AT. No es el Dios triunfador, sino el Dios hu­milde; dentro de la historia su obra no es esplendorosa, sino mo­desta (mostaza); no se hace sin obstáculos, sino entre ellos (cizaña). El amor es al mismo tiempo fuerte y débil. Termina aquí la instrucción a las multitudes.


v. 36: Luego dejó a la multitud y se fue a la casa. Los discípulos se le acercaron a pedirle: -Acláranos la parábola de la cizaña en el campo.

. Vuelta a la casa de donde había salido (13,1), es decir, a la so­ledad con el grupo de discípulos. Éstos no han comprendido la parábola de la cizaña. La explicación muestra el interés catequé­tico que esta parábola tiene para Mt.

v. 37: Él les contestó: -El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre...

«El Hijo del hombre» es el que siembra, y el campo es el mundo: el mensaje evangélico accesible a la humanidad entera no es el del Mesías judío, sino el del Hijo del hom­bre. El mensaje contiene así lo que es el Hijo Hombre según el proyecto creador, tanto en su dimensión individual (hijo de Dios) como so­cial (el reinado de Dios).

Jesús no explica la parábola paso por paso, se limita a dar las claves de lectura.

«El Hijo del hombre»: sembrar no era función de la figura huma­na de Dn 7,13 ni de «el Hijo del hombre» del Libro de Henoc, ni siquiera del Mesías según la idea transmitida. Al emplear Jesús esta expre­sión la vacía de toda posible alusión a un personaje determinado, mostrando que no la utiliza como título.

vv. 38-40: el campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del Reino; la cizaña son los secuaces del Malo; 39el enemigo que la siembra es el diablo, la cosecha es el fin de esta edad; los segadores, los ángeles. 40Lo mismo que la cizaña se entresaca y se quema, sucederá al fin de esta edad...

Es curioso que la buena semilla no sea el mensaje, sino «los ciudadanos del reino». Esta expresión había aparecido en 8,12, pero aquí no se refiere a los israelitas, sino a los que han hecho suyo el mensaje de Jesús. Son los que cumplen el programa anunciado en las bienaventuranzas (5,3-10), código del reino. Frente a éstos, que trabajan por la paz (5,9) y colaboran en la obra de salvación, aparecen otros, sus antagonistas, «los secuaces del Malo», es de­cir, los que siguen el programa opuesto, sintetizado en las tenta­ciones de Jesús: los partidarios del poder, el prestigio y la riqueza. De hecho, el que hace surgir en el mundo la oposición al programa de Jesús es «el diablo», encarnación del poder en todas sus ma­nifestaciones. La victoria del reinado de Dios no es, pues, inme­diata; encuentra un constante antagonismo (cf. 5,10). Éste no es un mal que existía ya antes, sino nuevo, subsiguiente a la siembra hecha por el Hijo del hombre. No puede identificarse, por tanto, con los sistemas existentes, sino con las desviaciones que aparecen bajo el nombre cristiano. El pasaje está en relación con el de los «falsos profetas» (7,15-20); son los árboles que dan frutos malos (7,17s). La contradicción dentro de la comunidad cristiana existirá siempre mientras dure su etapa histórica, y no hay que empeñarse en so­lucionarla antes de tiempo. La separación se hace en la etapa post-­histórica inaugurada por «el fin de esta edad», que es al mismo tiempo su culminación (cf. 24,3; 28,20).

“El fin de esta edad” no ha de confundirse simplemente con «el fin del mundo». Tie­ne un aspecto individual, que coincide con la muerte física, y otro social, el fin de la historia (cf. 28,20). Con imágenes tradicionales (envío de los ángeles, destrucción de los inicuos) se describe la suerte de «los secuaces del Malo». Mt precisa quiénes son éstos: «los escándalos», producidos por la ambición de poder (el uso del abstracto alude con más claridad a 18,6-9), que hacen fallar a otros en la fe, y «los que cometen la iniquidad». Este último apelativo está aplicado por Mt a discípulos no comprometidos (7,21-23). La cizaña representa, pues, 1) a los que se arrogan un rango, despre­ciando a los demás (ambición de poder, tercera tentación), y 2) a los que usan de los dones para utilidad o prestigio propio y no para el bien de los otros (primera y segunda tentación).

v. 41: el Hijo del hombre enviará a sus ángeles, escardarán de su reino todos los escándalos y a los que cometen la iniquidad...

En este pasaje se menciona por primera vez «el reino del Hijo del hombre». Según 9,6, la autoridad compete al Hijo del hombre en la tierra. El reinado del Hijo del hombre es una manera de designar la fase histórica del reinado de Dios (cf. 16,28; 25,34: «el rey»).

v. 42: y los arrojarán al horno encendido; allí será el llanto y el rechinar de dientes.

«El horno de fuego» es imagen de la escatología judaica, equi­valente a la de la gehenna (5,22: «el quemadero»). «El llanto y el rechinar de dientes» es la suerte destinada al Israel infiel (cf. 8,12; además, 13,50; 22,13; 24,51; 25,30). La fase post-histórica del reino se llama «el reinado del Padre» (cf. 26,29).

v. 43: Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su padre. «Los justos brillarán» es una frase que alude a Dn 12,3; Eclo 50,7. «Los justos» equivalen a «los ciudadanos del reino» (= la buena semi­lla). No son ya «los justos» del AT (cf. 1,19; 13,17; 23,29), sino los que han practicado una fidelidad bien superior a la de los letrados y fariseos (5,20), por atenerse a las bienaventuranzas promulgadas por Jesús.

«El reino del Padre de los justos»: éstos son, por tanto, los lla­mados «hijos de Dios», los que han trabajado por la paz (5,9). Se delimita se modo el significado de «los secuaces del Malo»; son los que se han opuesto al desarrollo y felicidad del hombre por pretender poder o por desentenderse del prójimo.

v. 43b: Quien tenga oídos, que escuche...

Jesús añade este aviso, mostrando la importancia de la explicación dada. Esta es una advertencia a los suyos. En realidad, cualquier discípulo puede convertirse en cizaña: basta que ceda a la instigación del «diablo», al ansia de poder y prestigio en la comunidad. La suerte que le espera es la destrucción.


23. COMENTARIO 4

Los textos de esta liturgia dominical esclarecen el modo en que se ejerce la soberanía o Reinado de Dios y la manera en que El conduce la historia de los hombres. El libro de la Sabiduría pone de relieve la incomparable manera con que Dios conduce los destinos del universo y del pueblo elegido, combinando en su forma de actuar la justicia de sus decretos con su misericordia. El orante del salmo, consciente de ello, apela a esta última cualidad divina poder realizar su vida en el marco de la amistad divina; y la carta a los Romanos describe el auxilio que opera el Espíritu en la vida de los creyentes y que posibilita la imposibilidad humana de cumplir la Ley.

El mismo horizonte temático se nos presenta en el largo pasaje evangélico que incluye al menos cuatro relatos: la parábola de la cizaña (Mt 13, 24-30), de lectura obligada, y los textos que la continúan: las parábolas crecimiento del grano de mostaza (vv. 31-32) y de la levadura (v. 33), el cumplimiento de la revelación (vv. 34-35) y la explicación de la parábola de la cizaña (vv. 36-43).

Las tres primeras parábolas exhortan a dejar crecer el Reino de Dios en la propia vida. El “hasta la siega”, “hasta el punto que vienen los pájaros a anidar” y “todo acabó por fermentar” con que cada una de ellas termina dirige nuestra atención a contemplar el punto terminal de la acción de Dios en el mundo y en la historia humana. Dicho acabamiento se ha realizado en Jesús en quien se cumplen las palabras del Salmo entendidas como revelación profética y del que depende la suerte final de los hombres (vv. 41-43).

Al inicio de este largo pasaje se amplía de nuevo el círculo de oyentes. Se trata de una enseñanza para toda la gente aunque este dato sólo se consigna al final de las tres parábolas (v.34). Frente a ese auditorio, Jesús, lo mismo que Moisés en Ex 19, 7 y Dt 4, 4, “propone” una Ley para toda la gente que lo escucha. Se trata, por tanto, de algo que obliga a todos, es decir, de los principios esenciales que afectan constitutivamente al Reino de Dios. Para ello, omitiendo la parábola de la semilla que crece “automáticamente” relatada en este lugar por Marcos, retoma la imagen de la siembra para poner de relieve que siempre se debe tener en cuenta la actuación de fuerzas que se oponen al designio salvador de Dios.

Frente a frente se presentan el propietario del campo y su enemigo. A éste debe asignarse la presencia de las malas hierbas en el terreno que había sido reservado para la buena semilla. En todo campo se dan normalmente la presencia de estos dos tipos de vegetales pero lo característico en la parábola reside en que las malas hierbas son fruto de un enemigo, también sembrador, que actúa clandestinamente durante el sueño del propietario y de sus servidores: “Mientras todos dormían...”.

Ante este hecho del que el dueño del campo tiene conciencia y sobre el cual hace partícipe de esa conciencia a sus servidores surgen dos actitudes contrapuestas. Los obreros pretenden arrancar la mala semilla. El propietario revela la irracionalidad de tal actitud y exige de ellos la espera del momento final de la cosecha.

Para ello hace ver la naturaleza de la cizaña que está dotada de potentes raíces que se entrelazan con las raíces del trigo. La acción contra la primera puede convertirse en daño para el segundo. En la historia humana, maldad y bondad se encuentran entremezcladas y no es posible eliminar aquella sin causar daño a ésta. Es necesario una tolerancia a toda prueba tal como aparece en la actitud divina que deja crecer simultáneamente la justicia e injusticia respetando la libertad humana.

Antes de la cosecha es necesario que los servidores asuman la misma actitud de paciencia del dueño del campo. Sólo en el momento de la cosecha se pondrá claramente de manifiesto la naturaleza de cada uno. Retomando las imágenes del Bautista en 3,12 que indicaban el Juicio definitivo y la doble suerte de los hombres en él por medio del recurso al verbo “quemar” y la mención del “granero”, la somete a una profunda revisión, postergando su realización.

Los obreros, como el Bautista, son movidos por la impaciencia y esperan que el Juicio de Dios se realice de modo inmediato en su propio devenir histórico. Jesús retrasa ese acontecimiento para más adelante.

Con ello se muestra en Jesús la continuación de la forma de actuar de Dios que había presentado el libro de la Sabiduría. Su actitud se deriva de una confianza a toda prueba de la obra divina en el corazón de aquellos que han sido capaces de abrirse a la buena siembra. La petición de la ayuda de Dios del Sal 85, 16-17 encuentra en ellos una respuesta adecuada gracias a la presencia del Espíritu en sus vidas.


Para la revisión de vida

El Reino de Dios se nos presenta en el evangelio como una comunidad de trigo y de cizaña, de justos y pecadores; o mejor aún: como una comunidad de personas a la vez justas y pecadoras. ¿Admito que yo pertenezco a la humanidad, y a la Iglesia, con mis obras buenas y malas, con mis pecados y virtudes? ¿Sé tener paciencia conmigo mismo y con los demás, como el amo del campo de la parábola?


Para la reunión de grupo

Dios tiene el poder supremo, pero no lo usa sino para el bien del ser humano; la parcela de poder que yo pueda tener en mi vida, grande o pequeña, ¿para que la utilizo? ¿Cuántas víctimas inocentes del poder injusto conozco? ¿Qué puedo hacer por ellas?

La humanidad va tras la vida, la felicidad, la libertad; pero el egoísmo del ser humano frustra muchos de los esfuerzos para conseguirlas. ¿Confío yo en el Espíritu que me ayuda a salir del egoísmo para poder alcanzar realmente esa plenitud de vida a la que todos aspiramos?

El fundamentalismo religioso, que también se da dentro de la Iglesia, es un continuo contratiempo para la cosecha, es la cizaña que crece en medio del trigo. ¿De dónde sale la cizaña? ¿Tengo paciencia para dejarla crecer y esperanza para confiar en la conversión de la cizaña en trigo?


Para la oración de los fieles

Por todo el Pueblo de Dios, para que sea testigo vivo y eficaz de la presencia de Dios en medio del mundo. Roguemos al Señor.

Por todas las personas de buena voluntad que, desde cualquier credo o ideología, trabajan por el progreso del mundo, para que el Padre aliente y sostenga sus esfuerzos. Roguemos...

Por los evangelizadores, que quieren ser levadura en medio del mundo, para que aumenten en cantidad y en calidad. Roguemos...

Por todos los que tienen poder y autoridad de cualquier tipo, para que los utilicen en bien de sus subordinados y no en provecho propio. Roguemos...

Por las Iglesias perseguidas por su fidelidad al Evangelio, para que encuentren pronto situaciones de libertad y respeto. Roguemos...

Por todos y cada uno de nosotros, para que seamos se embajadores de buena semilla y tolerantes con todos. Roguemos...


Oración comunitaria

Dios, Padre nuestro, que vienes hasta nosotros en Jesús de Nazaret, en su palabra y en sus obras; queremos darte las gracias por esa presencia tuya en medio de nosotros, y que ella nos ayude a profundizar en nuestra vida cristiana para que así tengamos una fe cabal que nos haga vivir conforme a lo que creemos. Por Jesucristo.

1. J. Peláez, La otra lectura de los Evangelios I, Ediciones El Almendro, Córdoba

2. R. J. García Avilés, Llamados a ser libres, "Seréis dichosos". Ciclo A. Ediciones El Almendro, Córdoba 1991

3. J. Mateos - F. Camacho, El Evangelio de Mateo. Lectura comentada, Ediciones Cristiandad, Madrid.

4. Diario Bíblico. Cicla (Confederación internacional Claretiana de Latinoamérica).