COMENTARIOS A LA SEGUNDA LECTURA
Rm 04, 18-25

Ver LUNES DE LA 29ª SEMANA

1.

Dios no es manipulable. Abrahán comprendió que el hombre no dispone de Dios, ni por su buena conducta, ni por sus prácticas religiosas. Abrahán trata a Dios a la altura de Dios: se sitúa en la medida de Dios en lugar de traer a Dios a la medida humana. Esta fe sin condiciones es el mérito de Abrahán; incluso la muerte retrocede ante ella. Si nosotros, cristianos, acogiéramos sin condiciones la palabra viva de Dios, llenaríamos el mundo de un poderio sobrehumano.

DABAR 1978/35


2. FE/ABRAHAN:

Pablo llama a Abrahán "padre de los creyentes", pues su fe tiene un valor ejemplar para todos los que creen. Ahora quiere mostrarnos cómo fue la fe de Abrahán para que nosotros podamos imitarle en la nuestra. El creyente se sitúa ante la nada lo mismo que el Creador con su palabra. Cuando Dios llama "padre" a Abrahán, su palabra es una paradoja, pero es la promesa del que puede llamar a los muertos para que vivan. Esta promesa, improbable desde cualquier perspectiva humana, sólo puede aceptarla el que tiene la audacia de la fe. Así creyó Abrahán, contra toda esperanza razonable, y aceptó lo que parecía una burla (/Gn/17/17).

Abrahán no se engañó a sí mismo y no se hizo ilusiones confiando en sus propias fuerzas. Sabía muy bien que tanto él como su esposa eran incapaces de engendrar un hijo. El creyente mira serenamente la realidad y no la desconoce, la acepta. Pero confía en Dios y no pone límites a su omnipotencia.

La fe de Abrahán no se dejó vencer por la tremenda presión de la realidad, antes al contrario se creció todavía más para dar gloria a Dios. Abrahán aceptó la promesa de Dios y reconoció a Dios como Dios; supo dar el honor a Dios.

Se persuadió de que el Señor de la realidad, el Creador, es poderoso para cumplir lo que promete. En cierto sentido, la palabra de Dios es siempre promesa y la fe un camino hacia el futuro que está en las manos de Dios. La fe es un éxodo que nos libera de nuestras limitaciones y aún de la misma nada. La promesa de Dios va delante de nosotros. El que sacó de la nada todas las cosas, el que hizo padre a Abrahán, el que es poderoso para cumplir lo que promete no nos fallará.

Porque Abrahán supo esperar de Dios lo humanamente imposible y, confiando en Dios, reconoció la divinidad de Dios, porque supo dar el honor a Dios, por eso Dios reconoce la justicia de Abrahán. Este honra con su fe a Dios; Dios honra a Abrahán porque ha creído. De la misma manera que Abrahán creyó en Dios, que da vida a los muertos (4, 17), así creemos nosotros en Dios, que ha resucitado de entre los muertos a Jesús. También la fe cristiana se sitúa, como la de Abrahán, ante la muerte para afirmar la vida. Y lo que se dice de Abrahán vale también para cuantos creen en la resurrección de Jesucristo.

Una vez ha descrito Pablo la forma de la fe de Abrahán, que debe ser la forma de nuestra fe, señala de paso el contenido de la fe cristiana: Jesucristo, a quien el Padre entregó a la muerte para librarnos de nuestros pecados, y resucitó para nuestra justificación. Muerte y resurrección de Cristo constituyen dos momentos inseparables de un mismo acontecimiento, de la pascua.

También son inseparables el perdón de los pecados y la justificación de los creyentes.

EUCARISTÍA 1975/35


3.

La tesis que Pablo presentaba el domingo anterior ("el hombre es justificado por la fe, sin las obras de la Ley") se ilustra a lo largo del cap. IV con un ejemplo del A.T.: Abrahán, que fue justificado por la fe, y no por la Ley. En efecto, dice Pablo, Abrahán fue declarado justo por la fe (4,1-8) antes de la circuncisión (4,9-12); la herencia que recibió la recibió en virtud de una promesa, independientemente de la Ley (4, 13-17): así, fue hecho padre nuestro, y su fe se convirtió en "tipo" de nuestra fe (4,18-25: nuestro texto).

En el texto que hoy leemos se presenta a Abrahan como figura de la fe de los cristianos. Abrahán tenía suficientes motivos humanos para desesperar de tener nunca descendencia, pero fue capaz de aceptar la palabra de Dios, que con su fuerza creadora puede hacer incluso aquello que parece imposible. Pablo, partiendo sobre todo del relato de Gn 17,1-27, hace hincapié, mediante distintas expresiones, en el hecho de que la "cosa imposible" que creyó que Dios podía hacer era hacer surgir vida allí donde había muerte. La fe, por tanto, se caracteriza aquí como el estar convencido de que Dios promete, y realizará algo tan inconcebible como hacer pasar de muerte a vida.

Y esta imagen de Abrahán Pablo la traslada, siguiendo el estilo del midrash rabínico, a la situación de los cristianos. Como Abrahán, los cristianos somos justificados si somos capaces de creer que, aunque parezca imposible, Dios ha hecho pasar a Jesucristo de la muerte a la vida, y que esto es para nosotros el paso del pecado a la justificación. Nótese que Pablo emplea aquí las expresiones del IV cántico del Siervo de Yahvé (Is 53), al hablar de la muerte de JC entregado por nuestros pecados. Pero habría que evitar interpretar la muerte como satisfacción vicaria y la resurrección como justificación, como si se tratase de dos cosas distintas: se trata más bien de dos versículos en paralelo (¿un himno, tal vez?) que presentan las dos caras de un mismo acontecimiento salvador, destrucción del pecado y paso a la nueva vida, a imagen de la muerte-resurrección (cf. 6,1-14). Ahí se concentra, pues, la razón de la tesis que Pablo ha desarrollado a lo largo de los cuatro primeros capítulos: es por la muerte-resurrección de JC como Dios trasmite la justicia a los que creen.

J. LLIGADAS
MISA DOMINICAL 1978/11


4.FE/ESPERANZA:

Pablo acaba aquí el análisis de los lazos de unión entre la fe y la justificación, a partir del ejemplo de Abraham (cf. Rom 4, 1-8, 13-17). Ha demostrado ya que Abraham era "pecador" en el momento de su justificación y llamado a ser padre de una multitud antes de ser circuncidado y de haber observado las obras de la ley. Por tanto, la fe sola le ha "justificado". Pero entonces, ¿qué es esta fe?

a) Es, en primer lugar, una esperanza más allá de toda esperanza (v. 18). La fe del patriarca se mantiene en la seguridad de que Dios es capaz de suspender los determinismos de la Naturaleza que engendran automáticamente el futuro a partir del pasado, para crear un futuro verdaderamente nuevo e inesperado. De esta manera, Abraham no se ha confiado en sí mismo encerrándose en su pasado, sino que se ha fiado de Dios como aquel que puede renovar todo. Como creyente, Abraham no ha dirigido los ojos sobre su estado físico que contradecía su esperanza; sino que ha superado esta contradicción confiando a Dios el cuidado de sobrepasarla.

Hay que advertir que Pablo se sitúa en un plano teológico mucho más que en un plano histórico: no se puede olvidar que Abraham será aún capaz de dar un hijo a Agar y seis a Quetura (Gén 25).

b) La fe de Abraham remite en primer lugar a la persona del mismo Dios y no al contenido de la promesa (léase cambiar las leyes de la Naturaleza). Esta fe es eminentemente personal. Supone la consciencia de la incapacidad del hombre para definir por sí mismo su futuro (v. 19), tomando así la actitud contraria a la de los ateos o los idólatras (Rom 1, 21). Todo esto manifiesta bien claramente que Abraham está ligado a Aquel que había prometido más que a lo que había prometido...; el patriarca podrá, más tarde, liberarse del objeto de la promesa -su propio hijo-, sin poner en tela de juicio su ligadura a Aquel que había prometido.

c) Pablo, que elabora una teología de la fe más que la historia de la fe de Abraham, ve en esta un tercer componente: la fe en la resurrección (vv. 19 y 24) o, más exactamente, la fe en Aquel que ha resucitado a Jesús. Imposible creer en el milagro o en la resurrección sin el acto previo de confianza en el que opera estos milagros.

Dando vida al cuerpo apagado de Abraham, Dios anticipa algo sobre la resurrección de Cristo, y el Isaac que nace siendo estéril Abraham puede ser comparado a Jesús resucitando de la muerte. En su materialidad, los dos hechos no son comparables más que al precio de una alegorización; pero se relacionan, efectivamente, por la fe idéntica que suponen.

Cristo resucitado es verdaderamente el "si" de la promesa de Dios, porque en El Dios mismo se da al hombre, porque un don así no se merece y porque en El, además, el hombre se une a Dios en una apertura y una confianza perfectas. El orden de la promesa y de la fe es entonces el de la reciprocidad en Jesucristo de dos fidelidades personales.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA V
MAROVA MADRID 1969.Pág.38


5. FE/JUSTIFICACION:

-La fe, fuerza de Abrahan (Rm 4, 18-25)

S. Pablo escribe su tesis sobre la "justificación". Dios "justifica" por la fe en Cristo, o dicho de otra manera: Dios salva por la fe en Cristo. Más sencillamente todavía: lo que salva es la fe en Cristo.

La fe de Abrahan le justifica. Creyó contra toda esperanza; creyó en la promesa de Dios. Por su fe Dios le declaró justo. Anteriormente, S. Pablo había explicado que Abrahan fue justificado no por el mérito de sus obras, sino por don gratuito de Dios, por su fe en la promesa de Dios y ello independientemente de la Ley. No fue la Ley la que le justificó, ni tampoco sus obras, sino su fe como don gratuito.

Eso fue lo que le convirtió en padre de pueblos numerosos. S. Pablo nos describe el comportamiento de Abrahan: en ningún momento dudó en su fe. Creyó sencillamente en la promesa que Dios le había hecho y a pesar de todas las evidencias humanas que estaban en contra. Más todavía: encontró su fuerza en la fe. Da gloria a Dios y sigue en el convencimiento de que Dios mantendrá lo que le ha prometido.

Esta fe le justifica. Su fe es, de hecho, una certeza; Dios es el Señor de todo y su fe está vinculada a este poder de Dios que puede llevar a término cuanto quiera. Esta actitud agrada a Dios y este abandono a la voluntad y al poder de Dios justifica a Abrahan. Abrahan no ha merecido la justificación como una recompensa, sino que es un don recibido de Dios. Dios le da la justificación vinculándola a la actitud del hombre que acepta todo de El llevado de su amor por El.

Pero S. Pablo, que se apoya en la Escritura, hace caer en la cuenta que la Palabra no habla solamente de Abrahan, sino también de todos los cristianos, de todos nosotros. Si tenemos fe, somos herederos de Abrahan y por tanto herederos de la justificación cuando somos capaces de creer como él; recibimos la justificación no por nuestros méritos, sino por don gratuito de Dios en el mismo momento en que nos abandonamos en sus manos. Pero nosotros creemos en el Dios que ha resucitado a Jesús de entre los muertos, entregado por nuestros pecados y resucitado para nuestra justificación. Lo que faltaba a la fe de Abrahan era poder creer en este poder de Dios y en la misericordia que nos ha manifestado enviándonos a su Hijo, al que resucitó de entre los muertos.

ADRIEN NOCENT
EL AÑO LITURGICO: CELEBRAR A JC 6
TIEMPO ORDINARIO: DOMINGOS 9-21
SAL TERRAE SANTANDER 1979.Pág. 134 s.


6. /Rm/04/01-25: FE/OBRAS

La tradición judía, que no oculta los defectos de personajes como Noé y David, ve en Abrahán el hombre sin mancha. Por eso, Abrahán plantea con más radicalidad que nadie el problema de si el hombre puede ser considerado justo por las obras de la ley.

Si entendemos por "obras" un trabajo del hombre que obliga a Dios a retribuirlo con un salario, Pablo nos dirá que Abrahán no tenía «obras», sino fe. Abrahán no ofrecía nada a Dios, sino que aceptaba su palabra y se dejaba guiar por él. Por eso se dice que encontró gracia ante él y que su fe fue considerada como justicia.

Los verdaderos hijos de Abrahán no serán, pues, los que se circunciden como él ni los que cumplan la ley de Moisés, sino los que tengan la misma fe. Porque la circuncisión fue como un simple signo de la amistad surgida, por medio de la fe, entre Dios y Abrahán. Y la ley vino, muchos años después de la muerte de Abrahán, como una especie de armazón externo de la situación de pacto que había surgido hacía siglos entre Dios y Abrahán.

La fe de Abrahán no es "obra" en el sentido de que no da derecho a exigir nada. Pero en cuanto acto que expresa todo el ser del hombre y lo pone en manos de Dios, puede tener la categoría del acto heroico. Es la traducción humana del acto con que Dios creó el mundo de la nada y del acto con que resucitó a Cristo de entre los muertos. La fe es certeza de lo que no se ve, es esperar contra toda esperanza cuando las realidades humanas, con una lógica aparentemente implacable, nos hacen prever todo lo contrario de aquello que nos ha prometido la palabra de Dios.

Pero, precisamente porque Dios ha creado el mundo y ha resucitado a Cristo de entre los muertos podemos contar con que la fe de Abrahán no quedará como una historia aislada del pasado: de las piedras surgirá la descendencia innumerable de los verdaderos hijos de Abrahán.

J. SANCHEZ BOSCH
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 488 s.