25 HOMILÍAS MÁS PARA EL DOMINGO VIII DEL TIEMPO ORDINARIO
1-6

1. AYUNO/SENTIDO 

Según el evangelio, Jesús se manifestó ampliamente (textos de los domingos precedentes); fue fervorosamente acogido por gran número de gente, pero también encontró adversarios. La repulsa de estos pesó ya sobre la pretensión de Jesús relativa al poder de perdonar los pecados; después se criticaron sus relaciones amistosas con los pecadores. Ahora Jesús predica, respecto de ciertas tradiciones, una actitud de libertad a la que algunos no están acostumbrados. Se le critica, pues, en este punto.

En concreto, se trata del ayuno. Este rito, tradicional en el mundo bíblico, tiene un significado preciso; es un gesto de humillación que acompaña a la oración (ver las frases controvertidas de /Mc/09/29 y /Mt/17/21), cosa sabida y practicada por los cristianos de Antioquía (Hch 13, 2). El ayuno añade a la oración una nota de insistencia particular, inspirada por un agudo sentido de la dependencia del hombre respecto de Dios. Así como algunas "huelgas de hambre" quieren significar con fuerza que, si la sociedad no cambia en un punto determinado, no es posible que sigan viviendo quienes practican dicha huelga, así también esta otra "huelga religiosa" de alimentos proclama que la suerte de los hombres está por entero y exclusivamente en manos de Dios, y que, fuera de él, es inútil indagar sobre cualquier otro medio de subsistir.

En un momento de intensa expectación mesiánica, la práctica del ayuno va unida a esta gran esperanza. El ayuno practicado por los discípulos de Juan Bautista debe ser expresión de la súplica ferviente de unos creyentes ansiosos de ver llegar "al que ha de venir".

Exactamente; Jesús "viene". Con sus palabras y acciones, se presenta como el médico, como el Hijo del hombre, depositario de la "potestad de perdonar pecados en la tierra"; es el héroe esperado. El ayuno, que tendía a provocar la intervención de Dios, en lo sucesivo carece de razón. A las prácticas de abstinencia de alimentos, que denotaban la ausencia del Enviado de Dios, ha de subsistir el gesto de la comida fraternal, que significa la comunidad nueva que el Mesías viene a formar con todos los hombres, incluidos los pecadores perdonados. Por otra parte, la comunidad mesiánica se pondrá un día a practicar regularmente el rito de una comida jubilosa, signo de la presencia de aquél a quien la muerte hizo ausente pero que, en lo sucesivo, es el Resucitado, vivo y presente: la Eucaristía.

Para explicar la nueva situación que la comida fraternal debe significar, en substitución del ayuno, Jesús se aplica una nueva denominación; la imagen sugiere el significado de su presencia: Jesús es el "novio" esperado por la tradición bíblica.

El tema de los desposorios lo desarrolla el Antiguo Testamento, como lo atestigua la primera lectura. La conducta de Israel, infiel a su Dios, aparecía como una infidelidad conyugal, un verdadero adulterio, un despectivo olvido del amor con que "ama Dios a los hijos de Israel" (/Os/03/01). Así pues, el restablecimiento de la relación ideal entre Yahvéh y su pueblo, había sido definido como un matrimonio, imagen sugerida también aunque cargada de detalles muy materiales y muy fuertes -y hasta groseros- por la mitología de la época. El texto de Oseas que leemos este domingo, describe con delicadeza conmovedora el reencuentro de los amantes desunidos.

Una vez más, se reduce a lo esencial el texto de la lectura; tan atractivo como una ecuación, es demasiado breve para llegar de verdad al corazón de los que lo oigan sin conocerlo. ¿No hubiera resultado más sugerente, leído en su integridad, con los versículos que aquí se han omitido? El texto quiere expresar el amor apasionado de Dios hacia la mujer de su corazón, sus esfuerzos atentos a suscitar en ella un afecto que responda al suyo, su deseo de recobrar el ardor de los primeros tiempos, los del desierto (no todos los autores del Antiguo Testamento eran tan optimistas como Oseas, sobre la calidad espiritual del tiempo del éxodo), y la generosidad con que la colma de regalos, con la mira puesta en hacer feliz la vida en común que va a reanudarse. Porque las cualidades enumeradas por el profeta -"justicia y equidad, amor, compasión, fidelidad"- son presentadas aquí como dones, como "arras de boda" que Dios hace a su esposa para cambiar su vida.

Con el evangelio se produce un desplazamiento. Jesús se atribuye el apelativo de "novio" título que las tradiciones bíblica y judáica reservaban para Dios. Si él es, como dice ser, el novio mesiánico, es señal de que en él se cumple el gesto de Dios que establece la comunidad humana (judíos, publicanos y pecadores) dentro de esa relación nueva de que hablaba Oseas. ¿Será todavía posible el ayuno, manifestación de la expectación y del deseo? La comunidad nupcial está establecida; desde este momento debe dar comienzo el banquete nupcial.

A decir verdad, no es tan sencilla la situación de los compañeros de Jesús. "El novio está con" sus amigos; pero contrariamente al deseo de los que esperan lo definitivo, el que "está con" ellos estará también "ausente de" ellos. El ayuno, proscrito por la presencia, se volverá necesario por la ausencia.

Comportamiento ambiguo, derivado de la compleja situación del cristiano que posee sin disfrutar plenamente, y que aún debe seguir buscando al que, sin embargo, ha encontrado.

El hecho de que Jesús sea el novio en el que se cumple el "anuncio de boda" remitido por los profetas, y el que este novio esté presente... en ausencia, como se verá en los últimos días, en la Pascua, realiza la expectación bíblica pero va más allá de su letra, y sobre todo de su comentario. Los presentes se encuentran ante una inesperada ambigüedad, de difícil solución. Su fe se ve puesta a prueba.

Jesús es el último sorprendido por... la sorpresa de sus oyentes. Y vuelta a explicar, que con él viene a los hombres una novedad que pone al descubierto sus íntimas disposiciones.

Aquellos oyentes están encerrados en sus propias doctrinas y en sus propios modos de ver, comparables, por su tradicionalismo, a un vestido viejo o a unos odres viejos; y en tales condiciones probablemente les resulta imposible aceptar el mensaje nuevo.

La novedad de Jesús, esa disposición para creer quién es él y para reconocerle como el novio presente, y esa capacidad de gozar con la presencia sin que obste la glacial oscuridad dejada por la ausencia, suponen unos corazones dispuestos.

Así sucedía en tiempo de Jesús. Y así sucede siempre que se le predica, se proclama su novedad y se afirma su misterio. Unos dejan que resuene en ellos la Palabra, y aceptan modificarlo todo para que su vida se ajuste a ella. Otros se niegan a toda "renovación" : odres viejos, incapaces de recibir el vino nuevo... Porque "a vino nuevo, odres nuevos".

LOUIS MONLOUBOU
LEER Y PREDICAR EL EVANGELIO DE MARCOS
EDIT. SAL TERRAE SANTANDER 1981.Pág. 52


2. FE/RELIGION

Este texto no es, en absoluto, una lección de ascética de Jesús.

Y esto sigue siendo cierto a pesar de las muchas personas que han invocado este texto -y otros similares- para intentar justificar determinados tipos de ascética. Porque si este texto lo interpretamos así de literalmente, cometemos dos graves errores; uno: limitar la validez de la enseñanza de Jesús al tiempo de su existencia terrena; dos: presuponer que Jesús va a faltar alguna vez de entre nosotros. Y es curioso el contrasentido en que se cae al afirmar que Jesús está siempre entre nosotros, por un lado, y afirmar que, como Jesús ya no está entre nosotros -como el novio ya se ha ido-, hay que ayunar "como él nos dijo", por otro lado. algo falla aquí, y algo serio: no haber entendido el estilo de Jesús.

No equivocarse: no rechazamos el valor de la ascética. Pero estamos por una ascética de otro tipo, una ascética según el estilo de Jesús, no según el estilo de los discípulos de Juan -que aún se mueven en coordenadas del antiguo testamento- y los fariseos -todavía más en el antiguo testamento que los discípulos de Juan.

En el fondo de esta cuestión está latente otra mucho más seria: ¿Qué hemos hecho del cristianismo: un estilo de vida o una religión? Jesús ni vino a fundar ni fundó una religión. Jesús vivió un determinado estilo de vida: un estilo de amor, de perdón, de cariño, de buscar la felicidad verdadera para los demás y para uno mismo, de justicia, de solidaridad con los demás hombres...., un estilo al que llamó el Reinado de Dios, de un Dios que nos dijo era nuestro Papá -traducción más exacta del arameo "Abba" que la de Padre- y al que como tal trató. Y después de haber vivido tal estilo de vida y de haber tratado a Dios como a un Papá fue cuando nos dijo que eso mismo era lo que teníamos que hacer nosotros.

Si comparamos esto con lo que suelen hacer y decir las religiones, veremos que hay una diferencia abismal. Las religiones, a fin de cuentas, son normas, leyes, compendios de cosas -externas y rituales- a hacer de cara a Dios y de cara, en algunas ocasiones, a los hombres. Cumplidas las obligaciones, podemos ya dedicarnos a otras cosas. Esto es "cubrir" el cupo de actividades religiosas como quien cubre el cupo de ocho horas de trabajo diarias. Y ser cristiano no tiene nada que ver con esto.

Evidentemente, el cristianismo tiene su dimensión religiosa, pero ésta ni lo es todo ni es la principal.

Esta es, en el fondo, la dialéctica establecida entre Jesús y los fariseos y discípulos de Juan: lo que hacen éstos son unas prácticas religiosas; lo que hace -y propone- Jesús es algo totalmente distinto. Por eso en los odres de aquellas prácticas, de aquellas costumbres, de aquel estilo propio de la antigua alianza, no hay que intentar verter el vino nuevo; el vino nuevo necesita odres nuevos, y los necesita para siempre. Aquellos odres viejos ya no sirven, han quedado fuera de juego. Aquello era sólo una preparación para esto, pero ahora las cosas van por otras sendas.

Este es el fondo del evangelio de hoy. Ya hemos dicho que no era una cuestión de ascética lo que discutía Jesús: era una cuestión de estilo.

Muchas cosas quedan, todavía, en nosotros, que aún son del antiguo orden; no sólo aspectos ascéticos: legalismos, falta de libertad de espíritu, tristezas, dolores, esclavitud a las normas... Pero todo esto es "de otra parte"; el estilo de Jesús es, en verdad, realmente nuevo. Busquémoslo.

DABAR 1979/17


3. A-D/GRATUIDAD.

Al leer los textos que la liturgia de la Palabra propone para este domingo se cae en la cuenta enseguida de la notable preeminencia de contenido de la lectura del A. T. sobre las otras dos de cara a la homilía. Es algo que ocurre raras veces. De hecho tenemos como primera lectura uno de los poemas más bellos del A.T. Creo que en torno a la primera lectura se puede montar muy bien el esquema de la homilía de hoy. El tema sería: el inmenso amor que Dios nos tiene, nuestra contradictoria respuesta de fidelidad e infidelidad, la llamada a la conversión.

Es un tema no tanto doctrinal cuanto exhortativo, parenético, muy "espiritual' diríamos, muy apto para la oración. Por eso nos atrevemos a hacer una sugerencia metodológica: la homilía de hoy especialmente podría -y hasta quizá debería- hacerse no como una disertación o iluminación de la fe de los que escuchan, sino como una invitación a la oración, como una oración en voz alta que dirija la oración de los demás. En asambleas pequeñas se prestará magníficamente a hacer de ella una auténtica reunión de oración. Sugerimos aquí un tanto esquemáticamente el andamiaje de esta posible homilía-meditativa.

DIOS ES AMOR HACIA NOSOTROS Es el centro total del mensaje cristiano y el contenido central de la revelación cristiana. Dios nos ama en Jesucristo, por su Espíritu. Su amor es universal, dirigido a todos los hombres, a todas las creaturas. Es desinteresado: no busca su provecho sino una absolutamente desinteresada comunión de benevolencia. Es sacrificado, entregado, capaz de darse a sí mismo por el bien del otro. Es misericordioso, perdonante, a pesar de la falta de correspondencia del amado. Es fiel, definitivamente fiel, garantizado en una alianza definitiva a pesar de todo. y por todo eso es gratuito, no podemos merecerlo, no nos pasa factura, no es discriminatorio en favor de los buenos, sino que se inclina a los pobres, a los pecadores igualmente...

Y este amor se nos ha manifestado en la creación, en la universal voluntad salvífica de Dios, en su providencia, en su gracia, en su revelación, en su alianza, etcétera, y de un modo definitivo y totalizante, en Jesús, que es la nueva creación, la nueva alianza, la providencia y la revelación totales y definitivas.

LA VIDA CRISTIANA COMO EXPERIENCIA Y RESPUESTA AL AMOR DE DIOS Siendo este amor de Dios el centro de todo el mensaje cristiano la vida cristiana no puede ser principal o exclusivamente una praxis, ni una moral, o una ley, o una revolución terrena inmanente, sino sobre todo una experiencia del amor que Dios nos tiene en Jesucristo, experiencia de amor que exigirá como respuesta todo lo demás: una praxis, un compromiso, una respuesta moral, una revolución o construcción de un mundo nuevo... Pero no hay que negar el puesto central que debe tener en la vida cristiana la experiencia del amor de Dios. Por eso, este tema recorre la Biblia entera como unos de sus protagonistas. Y ya en el A. T. los hagiógrafos no encuentran palabras para expresar el inefable misterio del amor de Dios. Y recurren a las vivencias de amor humano más fuertes: el amor del padre o el amor del esposo y la esposa. Yavheh es el esposo de Israel, que la cuida, la ama apasionadamente, hasta dar su vida por ella, a pesar de su infidelidad, de sus prostituciones, de su irse en pos de ídolos y baales. Dios es también compañero y esposo del alma (también la 3.a lectura). Y los grandes místicos se han quedado extasiados sin poder expresar las experiencias inefables del amor de Dios: es él quien hace su labor en nuestra alma (la 2.a lectura se refiere también a esto algo).

LA LLAMADA A LA CONVERSIÓN Esta liturgia de la palabra de hoy y este tema nos invita a la conversión sincera. Dios también dice sobre mí: lo llevaré al desierto y allí le hablaré al corazón, para seducirle. Dios nos ama apasionadamente y quiere seducir nuestro corazón en un amor igualmente apasionado. Pero nosotros no somos amigos del "desierto". Inmersos en una sociedad superficial y ajetreada no encontramos tiempo para estar con el amado. La oración, la oración profunda y contemplativa no encuentra hueco en nuestros horarios. Hasta nos parece "pérdida de tiempo". Y sólo el amor, un amor apasionado puede hacernos cambiar la valoración de esa pérdida de tiempo.

No es pesimismo decir que muchos cristianos de la calle, de a pie, no han descubierto para nada las dimensiones profundas y místicas de la existencia cristiana. Parece algo reservado sólo a los contemplativos. Y a pesar de todo surgen movimientos -movimientos juveniles incluso- que buscan la oración y la "experiencia de Dios" con renovado refuerzo. Este domingo nos brinda la posibilidad litúrgica de catequizar nuestras asambleas en la importancia de la oración, de la intimidad con Dios, de dar y "perder" todo el tiempo que sea posible al "esposo del alma" (por obra y gracia de una literatura romántica la expresión tiene unas connotaciones desechables, pero el contenido sigue siendo eminentemente válido). Buenos son el compromiso profesional, el compromiso sociopolítico, la praxis y la ortopraxis; ya insistimos mucho en ellos. Pero todo tiene que brotar de una experiencia profunda del amor de Dios. En el fondo, ya lo dijo el Señor: sólo una cosa es necesaria. A él nos remitimos para que nuestra homilía no sea unilateralmente malentendida.

DABAR 1976/18


4.

La historia de la salvación constituye un continuo forcejeo entre Dios y su pueblo. El pueblo elegido, por una parte, que se olvida de la alianza sellada con Yavhé, cayendo en la infidelidad (el profeta Oseas lo compara a la esposa infiel que traiciona al esposo, Os, 2). Y Yahvé, el Dios de Israel, que permanece fiel a sus promesas liberadores, no obstante las deserciones de su pueblo. La idolatría fue siempre la continua tentación del pueblo escogido. Los israelitas no acababan de superar sus reminiscencias idolátricas ni la tentación del baalismo cananeo, que desorientaba al pueblo elegido de su cometido básico: el culto a Yavhé, como Dios único. Los baales resultaban más cómodos que el exigente Yavhe, excesivamente celoso de la práctica de la justicia en la historia humana.

En nuestros días la iglesia, depositaria de las promesas hechas al antiguo Israel, como nuevo pueblo de Dios, no está menos libre que su antecesor en la elección, de caer en la tentación del falso culto, del anticulto que disuelve la verdadera religión, evadiendo los problemas reales de la humanidad. Podríamos encontrar hoy muchos ídolos, adorados y acariciados por los cristianos (dinero, poder, prestigio, orden), baales que responden a las inclinaciones egoístas del hombre; al mismo tiempo que se pretende dar culto al verdadero Dios con oraciones, ayunos, ofrendas, etc., que tranquilizan de los problemas escandalosos que el pecado y sus consecuencias (ignorancia, miseria, hambre, opresión, injusticia) plantean a la humanidad; alienantes de la misión liberadora del cristiano en la historia concreta de su tiempo.

Contra esta infidelidad de la esposa surge el profeta Oseas, harto de las "prostituciones y adulterios" de la esposa elegida, para anunciar los definitivos desposorios de Yahve en derecho, justicia, compasión y fidelidad (cfr. Os, 2, 19-20). He aquí la razón de la crítica de los profetas al culto. Quien no conoce la justicia y el derecho, no conoce a Dios, porque Dios es justicia. CULTO/JUSTICIA Todo culto que desoye el grito del pobre que pide justicia, del marginado que solicita "pronunciar" su palabra, del oprimido que anhela la libertad, es un culto falso. Dios quiere instaurar un orden cultual nuevo basado en el derecho y la justicia.

Los fariseos, escandalizados por la transgresión de una ley cultual (el ayuno), se esfuerzan por mantener un culto legalista, al margen de la vida. Tipifican a los cristianos muy preocupados por el recto cumplimiento de órdenes y mandatos rituales y bastante despreocupados de las situaciones injustas que padecen hoy muchos hombres de nuestro tiempo.

Cristo nos recuerda, como instaurador del nuevo orden divino, de la nueva alianza, la imposibilidad de mantener una concepción vieja del culto. A tiempos nuevos, un culto nuevo. "Llega la hora (ya estamos en ella) en que los adoradores verdaderos adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque así quiere el Padre que sean los que lo adoren" (Jn 4, 23). No se hace un vestido nuevo con telas viejas, ni se echa el vino nuevo en pellejos viejos (cfr. Mc. 2, 21-22). La nueva alianza deja atrás a la antigua, porque es más perfecta. Las tablas de la ley dejan paso al sermón de la montaña, las bienaventuranzas. La ley del temor ha sido superada por el mandamiento del amor. El templo material de Jerusalén ha dejado paso al templo personal de Cristo y de su Iglesia. El sacrificio de animales, ausente de compromiso, debe convertirse en el sacrificio personal de quien se solidariza con el débil para caminar juntos hacia la plena salvación (liberación).

Los cristianos estamos llamados a ser los constructores, como colaboradores de Cristo, de este nuevo orden y para eso hemos sido capacitados. "Nuestra capacidad nos viene de Dios -nos dice Pablo- que nos ha capacitado para ser servidores de una alianza nueva: no basada en pura letra, porque la letra mata y, en cambio, el Espíritu da vida" (II Cor 3, 6). Un nuevo orden en la justicia, que sustituya al viejo orden de la injusticia; un orden del amor y fraternidad que suplante al orden del odio y del miedo; un orden en el diálogo que ahogue el orden basado en el autoritarismo; un orden humano al servicio de todos y cada uno de los hombres que deje atrás el orden inhumano al servicio de una minoría detentadora del poder y la riqueza. Todo ello para formar el "hombre nuevo, creado según Dios, en la justicia y santidad de la verdad" (Ef/04/24), de que nos habla Pablo; despojándonos "del hombre viejo que se corrompe siguiendo la seducción de las concupiscencias" (Ef/04/22).

Y este "hombre nuevo" es el hombre según el Espíritu que abrirá las puertas al nuevo orden del cosmos, la liberación total, "pues sabemos que la creación entera gime hasta el presente y sufre dolores de parto" (Rm 8, 22), meta y coronación del nuevo culto en Espíritu y en verdad, "pues la ansiosa espera de la creación desea vivamente la revelación de los hijos de Dios" (Rm 8, 19).

CARMELO MARTINEZ
EUCARISTÍA 1973/17


5.

Estamos en vísperas de iniciar el tiempo de CUARESMA-PASCUA. Tiempo importante para nuestra vida cristiana, tanto en lo personal como en lo comunitario. Tiempo de renovación, de recentramiento, de sumergirnos con mayor plenitud en la CORRIENTE DE VIDA NUEVA que el espíritu de Dios nos infunde continuamente, pero que conviene que -dada nuestra tendencia humana a distraernos, a dejarnos invadir por la rutina- en este tiempo privilegiado de Cuaresma y de Pascua llegue más al corazón de nuestra existencia. Y las LECTURAS que hemos escuchado hoy pueden ser una buena PREPARACIÓN para entrar debidamente en estas semanas -trece semanas- del tiempo cuaresmal y pascual. Para evitar el quedarnos en aspectos secundarios, más superficiales, sin llegar a vivir lo que es más importante.

-1. lectura: renovar la Alianza

Hemos escuchado en primer lugar unas palabras del profeta Oseas. Un judío que vivió personalmente una trágica historia de amor y de infidelidad en su vida matrimonial. Y en esta experiencia propia supo hallar el eco de una historia más amplia y universal: la del AMOR DE DIOS POR EL HOMBRE, un amor constante y siempre renovado, que no rompe nunca, que no se cansa de ofrecer una y otra vez -por más que el hombre se desinterese- la posibilidad de renovar la ALIANZA -la realidad del amor compartido- que causa la felicidad verdadera para el hombre.

Este es el OFRECIMIENTO QUE DIOS NOS RENUEVA -también ahora-, y que la iglesia nos llama a revivir en este tiempo de Cuaresma y de Pascua. Porque todos hemos de reconocer que pecamos por infidelidad, que nos despistamos, que lo dejamos olvidar en cualquier rincón de nuestra vida. No, no se trata sólo -durante este tiempo de Cuaresma y Pascua- de poner un cierto orden en la casa de nuestra vida, de someternos a unas prácticas más o menos rutinarias. La posibilidad que nos ofrece este tiempo fuerte de vida cristiana es algo más serio y radical: se trata de RENOVAR TODO NUESTRO SEGUIR A JC, de abrirnos más realmente al amor de Dios.

"Me casaré contigo en fidelidad y te penetrarás del Señor" hemos escuchado en la lectura de Oseas. Es decir, hay un ofrecimiento de comunión de vida, de conocimiento, de amor. Este es el ofrecimiento que Dios renueva y que la iglesia nos propone. Para que así progresemos en nuestro camino hacia el Reino de Dios.

-2. lectura: el Espíritu que da vida

En segundo lugar hemos escuchado unas palabras del apóstol Pablo. Unas palabras muy típicas de su mensaje: "La letra pura mata y, en cambio, el Espíritu da vida." También ahí hallamos un programa para nuestra renovación cristiana durante estas semanas que vamos a iniciar. No, NO SE TRATA DE SUJETARNOS a una pura letra, a unas normas establecidas, a una mortificación que signifique pura represión. Sino de luchar -y toda lucha implica esfuerzo- para que sea MAS EFICAZ EN NOSOTROS LA ACCIÓN DEL ESPÍRITU de Dios que da vida.

Es preciso que saquemos de nuestra casa -de nuestra vida- LOS OBSTÁCULOS que limitan la acción del Espíritu en nosotros. Los obstáculos que son siempre causa de muerte: toda falta de amor, de justicia, de verdad, de bondad... Y ello no se consigue a base de rutinaria obediencia a unas prescripciones -a una pura letra- sino dejándonos transformar por la Palabra de Dios, por el viento y el fuego renovador del Espíritu. Sabiendo siempre que lo que DIOS QUIERE ES QUE TENGAMOS MAS VIDA. Es decir, más amor, más verdad, más justicia... en todo lo que hacemos.

-Evangelio: fiesta y lucha

Finalmente el evangelio nos ha presentado el motivo de nuestra fiesta y de nuestra lucha. El camino cristiano es fundamentalmente un camino de FIESTA ya que Dios -por JC y por su Espíritu- están en nosotros. Por ello la máxima celebración cristiana es la PASCUA, celebración de aquella realidad de salvación, de vida, que define y caracteriza nuestra fe. Ningún "ayuno", ninguna lucha, ningún esfuerzo ascético pueden ahogar esta suprema realidad de fe: creemos en una Alianza nueva y para siempre entre Dios y el hombre. Y por ello vivimos festivamente.

Pero nuestro camino es también, aún, de LUCHA. Porque vivir según el espíritu de Dios, vivir en alianza con el Dios del amor, no es algo que sea para nosotros espontáneo ni fácil. Hay un peso de mal, unas ataduras de egoísmo, de orgullo, de dureza, de mentira... que hemos de romper en nosotros y en la sociedad, para abrirnos a la NOVEDAD que JC nos aporta -para embriagarnos de su vino nuevo- es necesario ser exigente y radical en nuestra lucha. Por ello necesitamos entrar seriamente en la EJERCITACIÓN CUARESMAL. Las lecturas del próximo domingo, primero de Cuaresma, nos hablarán de un COMENZAR DE NUEVO CON LA FUERZA DE DIOS. Es decir, de una renovación verdadera y sincera. Pidámoslo hoy al celebrar la acción de gracias de la Alianza nueva y eterna.

JOAQUIM GOMIS
MISA DOMINICAL 1976/05


6 D/ESPOSO ALIANZA/NUPCIAS

-Jesús es el novio: La historia de Israel, como historia de salvación, se desarrolla igual que una historia de amor. Queremos decir que el término de comparación o la parábola y, por tanto, la clave para interpretar y comprender esa historia es en el A.T., sobre todo en Oseas, y también en los evangelios (como vemos en el pasaje de Marcos de este domingo), aquella compleja y singular relación humana que se establece entre un hombre y una mujer cuando entra en juego el amor. Lo que no significa, por supuesto, que se trate de un idilio, sino todo lo contrario, pues en la historia de la pareja humana hay que contar con momentos críticos y situaciones muy diversas. Ahora bien, el amor de Yavé a su pueblo es de tal categoría que permanece siempre fiel a su promesa, incluso cuando Israel se convierte en una ramera y se entrega a dioses extranjeros. Más aún, vence con amor el desamor de su esposa y, si es preciso, la enamora y la seduce de nuevo como en los días de su juventud, cuando la sacó de Egipto y se la llevó al desierto.

Gracias al amor loco de Yavé por su pueblo, la historia de salvación continúa hasta el extremo y el colmo de su plenitud en Jesucristo, en quien Dios se extraña a sí mismo y se enajena como novio de Israel, se hace hombre y contrae con los hombres la alianza definitiva y eterna.

-La novedad del evangelio: El advenimiento de Dios en Jesucristo, no por anunciado menos sorprendente, introduce en la historia la novedad radical. Porque sólo Dios es verdaderamente nuevo para los hombres, porque sólo Dios es el Otro, y todo lo demás, aun antes de suceder, queda ya superado por su presencia en el mundo. Cualquier futuro es pasado ante el adviento de Dios. De ahí que Jesús sea la noticia, y los que escuchan con fe esa noticia ya no puedan vivir como si todo siguiera como siempre.

El adviento de Dios en Jesucristo es un hecho nuevo e innovador. Vivir a la altura de este hecho, entrar en diálogo con el evangelio, constituye al creyente por la fe en criatura nueva. Los discípulos de Jesús no pueden comportarse igual que los discípulos de Juan o de los fariseos. Por eso Jesús, respondiendo a la crítica farisaica, rechaza de plano toda componenda reformista y reivindica para los suyos, el "vino nuevo", odres nuevos. Y es que la nueva vida no cabe ya en los ritos, en las costumbres y en las leyes de un mundo viejo. La argucia del reformismo, la mezcla de lo nuevo y lo viejo, los apaños... no sirven de nada, pues siempre se hacen para que todo siga igual. Y esto es imposible para el creyente.

-¿Odres nuevos?: Probablemente Jesús no quiere sólo cambiar los odres, sino rebasarlos; no quiere otras leyes y costumbres, sino superar la legalidad y la rutina. pues quiere colmar la ley con el amor y, contra toda rutina, desata la libertad de los hijos de Dios y la esperanza que no cesa ni descansa en la costumbre. De modo que el hombre ya no esté bajo la ley y el "sábado sea para el hombre y no el hombre para el sábado".

Habrá leyes y costumbres, dogmas y ritos todavía, pero ya no como antes. Porque la expansión de la nueva vida en encuentro con Dios por Jesucristo no reconoce límites, aunque sí necesita medios donde expresarse. Y esto significa que los medios de expresión de la nueva vida no deben absolutizarse nunca, para que no prevalezca en adelante la letra sobre el espíritu. Porque "la pura letra mata".

-"Vosotros sois la carta de Cristo": Pero si la ley ha de ser la expresión de la vida, se comprende que esa ley, como forma de la nueva vida, no esté "escrita en tablas de piedra, sino en las tablas de carne del corazón". Que no sea una ley alzada sobre la vida y aun en contra de la vida, que no sea "pura letra que mata". Y en consecuencia, se comprende que Pablo diga a los corintios que ellos mismos son "la carta de Cristo, redactada por mi ministerio y escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo". Nosotros, que leemos con respeto y estudiamos las cartas de Pablo, ¿respetamos y conocemos de la misma manera la "carta de Cristo"? Es decir, ¿respetamos y conocemos la comunidad de los fieles?, ¿estamos atentos a los impulsos y a los rasgos del Espíritu que se perciben en ella? Y también, ¿es la comunidad nuestra carta de recomendación o apelamos a otras cartas? No puede bastarnos con atenernos siempre a la biblia si no estamos atentos a la iglesia o comunidad de los fieles. Porque la biblia sola, como pura letra, puede ser para nosotros letra que mata. En cambio sabemos que el espíritu, que da vida a la iglesia, a toda la iglesia, es también el que da sentido a la letra cuando ésta se proclaman y se escucha en la iglesia. Así que no debemos separa nunca lo que Dios ha unido.

EUCARISTÍA 1979/10