35 HOMILÍAS MÁS PARA EL DOMINGO III DEL TIEMPO ORDINARIO
17-26

17. "Convertíos, porque está cerca el "Reino de los cielos".

El Bautista había usado ya las mismas palabras. En Juan, el acento recaía en la palabra "convertíos" como corresponde a su función de precursor; ahora, se recalca la segunda parte "el reino de Dios está cerca". Es una frase de alegría, de felicidad rebosante: expresa la voluntad inquebrantable de Dios de otorgar la salvación. "El Reino de Dios está cerca", viene y no puede ser detenido, aunque no viene plenamente desarrollado, ni con toda su gloria. "Está cerca" es decir, está delante de la puerta, ante las murallas del mundo, ante el corazón de los hombres. No forzará al hombre ni a los pueblos. Dios llega, pero no viene, si no es esperado ni aceptado por el hombre. A la invitación de Dios, corresponde la respuesta del hombre.

"Convertíos". La conversión nace como respuesta a esa Buena Noticia que debería ensancharnos el corazón: en Jesús ha aparecido, en toda su profundidad, el amor increíble y sorprendente de Dios al hombre, a cada uno de los hombres; el amor de Dios a todos nosotros, a cada uno de nosotros.

Este es el acontecimiento que tengo que aceptar, del que tengo que fiarme, y por el que tengo que conducir toda mi vida. Esto es convertirse. No significa necesariamente que seamos grandes pecadores y debamos hacer penitencia. Significa que debemos tomar en serio a Jesús en nuestra vida, que debemos acoger sinceramente su evangelio y lo vayamos asimilando en las actitudes fundamentales de la vida.

Plantearse la conversión cristiana es preguntarse si uno ha elegido alguna vez definitivamente a JC.

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Pedro y sus compañeros son llamados aquí a ser cristianos, no a ser apóstoles. Lo cual equivale a tener una función social: ser pescadores de hombres. Quiere decir que ser cristiano incluye necesariamente una relación hacia los demás. No somos cristianos para salvarnos. Para esto, basta cumplir los mandamientos. Se es cristiano para que este mundo se vaya transformando con nuestra colaboración en Reino de Dios.

Hay que desguazar el concepto de conversión de todas sus escorias individualistas. La conversión no es un acto espiritual-intimista, sino el acto por el que se pone en práctica la conformidad con el contenido de la fe cristiana. No hay que referirla principalmente al individuo, sino a la praxis de transformación del mundo y de construcción del Reino de Dios. El mandamiento del amor se traduce en el mandamiento de la transformación del mundo y de la provocación del Reino.

Una interpretación exclusivamente individualista del concepto de conversión ha coincidido siempre con el quietismo social.

La finalidad de la conversión es hacer de un hombre un discípulo de Xto. Y convertirse en discípulo no significa realizar un acto individualista, sino pasar a formar parte de aquellos que sirven a Xto. Y el nexo que une a éstos no es una fe individual, sino el servicio a que se sienten llamados.

Convertirse es, pues, participar en el dinamismo de la acción divina y transformadora del mundo, provocadora del Reino.

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"Venid conmigo". Llamada y respuesta personal.

Aquí está el secreto. Es posible que hasta ahora nosotros hayamos recibido una llamada que podríamos calificar de "sociológica". Hemos nacido en una nación, en una familia, en las que fatalmente teníamos que ser cristianos. Lo hemos heredado como hemos heredado los apellidos paternos. Pero nos ha faltado ese enfrentamiento personal con la llamada al cristianismo. Nos ha faltado la respuesta concreta, consciente, madura, reflexiva.

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Venid conmigo. Esta es la invitación que hay que atender. Procurar estar cada día un rato con Jesús. Ver lo que Jesús hace. Escuchar lo que Jesús dice y entablar con él una relación personal de amistad. Dejarse cautivar por Jesús. Poco a poco nos iremos dando cuenta -en la medida en que nos dejemos contagiar por él- de que con Jesús es posible una nueva forma de ser y de vivir.

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18.

LO QUE EN JESÚS FUE REALIDAD EN NOSOTROS ES DESEO

Al enterarse Jesús de que habían arrestado a Juan se retiró a Galilea. Dejando Nazaret se estableció en Cafarnaúm junto al lago, en territorio de Zabulón y Neftalí

Jesús al establecerse en territorio de Zabulón y de Neftalí está traduciendo a hechos históricos sus sentimientos religiosos. Hace de sí mismo un comentario vivo del documento escrito que es la Sagrada Escritura. Lleva a su vida el contenido del Antiguo Testamento. Su historia sin la perspectiva de la fe y sin la lente del A. T. es incomprensible. Lo mismo deberíamos afirmar de nosotros mismos: si alguien puede entender nuestra propia vida sin la perspectiva de la fe y de la Sagrada Escritura es que no estamos siendo cristianos.

Así se cumplió lo que dijo el profeta Isaías: «País de Zabulón y país de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles. El pueblo que habitaba en tinieblas, vio una luz grande; a los que habitaban en tierras y sombras de muerte, una luz les brilló».

El evangelista muestra a Jesús como centro de la Sagrada Escritura, con ello la hace cristocéntrica. Así ha de ser nuestra vida: cristocéntrica. Cristo nuestro único maestro.

Entonces comenzó Jesús a predicar diciendo: «Convertíos, porque está cerca el Reino de los cielos».

Se presenta a Jesús como un predicador de una verdad que no puede limitarse a un área concreta de la geografía o la sociología humana.

El hombre tiende a comunicar/predicar los sentimientos/verdades que dan sentido a su vida. Sentimientos/verdades por los cuáles sería capaz de morir porque sin ellos no merecería la pena vivir. Esta comunicación/predicación no puede ser selectiva, es universal. En la medida en que a él le hace feliz él la hace universal, así es en el caso de Jesús. Lo que en él es una realidad, en nosotros es un deseo, una utopía, un sueño que hay que hacer realidad.

El núcleo de la predicación/proclamación de Jesús es el Reino de Dios, «Que está cerca»: Está en ti, dentro de ti, es más íntimo a ti que tu propio yo. No es una realidad cuantificable. No es un Reino al uso político, es más bien una calidad de vida. Forman y viven el Reino los que tienen a Dios por amo, los que se dejan gobernar por Dios. Los que relativizan cualquier poder o «dios» de este mundo. Los que tienen por tónicas de vida la fraternidad, la solidaridad, la libertad y la liberación como resultado de haber descubierto que Dios es su padre y todo hombre su hermano, éstos son los ciudadanos del Reino.

A este Reino se entra a formar parte cuando uno se convierte, cuando cambia de criterios y formas de vida. Cuando dejando de ser como uno es, pasa a ser como Dios manda.

Paseando junto al lago de Galilea vio a dos hermanos, a Simón, al que llaman Pedro, y a Andrés, que estaban echando el copo en el lago. Les dijo: «Venid y seguidme y os haré pescadores de hombres. Inmediatamente dejaron las redes y le siguieron».

El apóstol no es un predicador de verdades académicas. Se espera de él más que un saber una experiencia. Es alguien que nos cuenta su viaje, no alguien versado en geografía. Es capaz de proclamar a los cuatro vientos lo que le satisface y realiza. Esto sólo es posible por convivencia con el maestro; sin compartir causas, sueños y aspiraciones comunes no es fácil ser evangelizador, ser cristiano comprometido.

Y pasando adelante vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre. Jesús los llamó también. Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y le siguieron.

A nivel cristiano cuando no se da la convivencia se da la conveniencia, el interés y la comodidad. Todo lo que no es una vida convertida al Evangelio, a la Buena Noticia, es un vulgar aburrimiento.

Os imagináis que un matrimonio funcionara bien sólo viéndose y conviviendo de vez en cuando, de fin de semana a fin de semana, pues así se me antojan ciertos cristianos que mantienen su cita con el Señor de domingo a domingo y mientras dura la Misa quedando tranquilos y justificados para sus adentros.

La convivencia hoy la llevamos a cabo por el encuentro con la Escritura, la Eucaristía, la comunidad y los pobres que son formas de la presencia real del Maestro entre nosotros. Uno evangeliza en la medida en que es evangelizado. Para saber si llegamos a la gente, si conectamos, hay que ver si hemos sido tocados por lo que predicamos, si lo vivimos. Se llega a ser apóstol dejándose apostolar.

Jesús al contrario de los «maestros del espíritu» de su época que hacían escuela entre aquellos que les elegían como tales, es él quien elige y escoge o invita a su alumnado. El cristiano no es alguien que elige o conquista a Cristo, sino al revés. Fue Cristo quien nos llamó y eligió.

La fe cristiana es un don, una gracia gratis dada y recibida de forma inmerecida. Se nos ha dado, no es fruto del esfuerzo o de la inteligencia, no nos pertenece por lo que no podemos abusar de ella, ni maltratarla, ni perderla. Nos corresponde cuidarla, cultivarla y transmitirla.

Recorría toda Galilea enseñando en las sinagogas y proclamando el Evangelio del Reino, curando las enfermedades y dolencias del pueblo.

No seríamos capaces de invocar a Dios si él no nos hubiera convocado previamente. Es Cristo quien sale al encuentro del hombre. Recuerdo a Lope de Vega: «¿Qué interés se te sigue, Jesús mío, que a mis puertas cubierto de rocío pasas las noches del invierno oscuras?» Si nos arrodillamos ante Dios, antes lo ha hecho él con nosotros curando nuestras dolencias.

En este fragmento de Mateo 4, 12-23 encontramos una serie de verbos encarnacionistas: «Pasar», «Ver», «Llamar». Jesús se presenta como un maestro dinámico que dinamiza. Ante él has de tomar partido, a favor o en contra, nunca puedes quedarte neutral. O le sigues o le olvidas.

La invitación es suya, la respuesta es nuestra. La invitación no es a dejar tu casa, (en este caso las redes), sino a seguirle. El acento no está en el abandonar las cosas sino en el abandonarte a él. Dejarte hacer por él. Dejarte curar y liberar.

La vida cristiana es respuesta a la manifestación de la gracia, no es decisión autónoma. Si me decido es porque fui previamente solicitado. La prueba del amor, para saber si de verdad estás amando pregúntate con toda honradez si amas más o menos de lo que a ti te están amando. Si te sorprendes viendo que te aman mucho más e inmerecidamente, no lo dudes: estas amando. Al contrario, si crees que te aman menos y viven contigo, es que tu no estás amando sino queriendo, aguantando y procurando una convivencia. Tu proceder si no es egoísta, al menos, es interesado.

(·OLTRA-COLOMER-1. Págs. 30-33)


19.

Aunque el pasaje de la primera lectura se encuentra en la primera parte del libro de Isaías, pertenece con seguridad al Deuteroisaías, o Segundo Isaías, la colección de oráculos añadidos a los del profeta histórico durante el destierro en Babilonia (587-538 AC), obra de una escuela de discípulos que asumieron la tarea de mantener viva la esperanza de los deportados. Por eso se habla de un pueblo que habitaba en tinieblas, en tierra de sombras, para el cual amanece la aurora de la salvación. Para la asamblea cristiana el texto tiene un conocido sabor mesiánico: ya no son sólo los israelitas desterrados los que están en tinieblas; somos todos los seres humanos lejos de Dios, sumidos en violencias, codicias, vanidades, tan oscuras como la muerte. Anhelamos ser liberados, ver despuntar el sol de la justicia, la solidaridad, la paz y la reconciliación. ¿…Que somos pesimistas? Basta contemplar el abismo que separa a las naciones ricas de las pobres, sopesar los elevados porcentajes de hambrientos, analfabetos, enfermos, desocupados y demás afligidos de múltiples carencias en nuestro planeta, todo para que vivan en la opulencia y el derroche unos pocos privilegiados. Más cerca, a nuestro alrededor, nuestros propios compatriotas, nuestros vecinos, nuestros prójimos, como extraños en su propia tierra, extranjeros en su propia patria, carentes hasta de lo más imprescindible para vivir. Eso es suficiente para comprender el oráculo que habla de un pueblo que caminaba en tinieblas, que habitaba en tierra de sombras. Pero la esperanza es más fuerte que la muerte; por eso el profeta puede vislumbrar el amanecer de la liberación que traerá gozo y alegría, como los de las cosechas abundantes o las victorias contundentes. El Evangelio dará razón al profeta.

En la primera carta a los Corintios, Pablo escribe a una comunidad dividida en bandos que enarbolan los nombres de sus líderes admirados: Cefas, Pablo, Apolo, Cristo. Y el argumento para exigir la unidad, deponiendo las banderías, es contundente: Cristo no está dividido, él fue quien murió por todos, y solamente en su nombre hemos sido bautizados. Como hace veinte siglos la iglesia de Corinto, hoy nuestras iglesias y comunidades se dividen en movimientos, grupos, sectas, hermandades, cada una con sus líderes o fundadores, sus pretensiones y objetivos, sus finanzas y su propaganda. Y así la verdadera Iglesia pierde la fuerza de la unidad y no puede dar el testimonio de la caridad. Para anunciar el Evangelio al mundo, que camina en tinieblas y que habita en tierra de sombras, la Iglesia de Jesús debe unirse en torno a su fundador, que le ha dado su Espíritu. ¿Está dividida nuestra comunidad parroquial, la comunidad en medio de la cual vivimos nuestra fe?

En el Evangelio leemos una especie de sumario o resumen del ministerio de Jesús: en el distrito de Galilea, habitado por judíos y paganos, va recorriendo las sinagogas, los campos y las aldeas, proclamando la llegada inminente del Reino de Dios. Comienza a llamar en pos de sí a un grupo de discípulos y va sanando las enfermedades y dolencias del pueblo. Él es la luz que anunciaba Isaías, el portador de la alegría y del gozo para los que sufrían en la cautividad; su Evangelio, buena noticia de que Dios reina, es la victoria sobre los poderes hostiles a la vida y a la fraternidad, a la paz y a la solidaridad. Para Jesús no hay exclusivismo que valga: él no va primero a predicar a Jerusalén, a la capital de los poderosos; se dirige a la Galilea de los paganos. Y no predica solamente en las sinagogas, sino también a campo abierto, a todo el que quiera escucharle. Su mensaje no es, como algunos pudieron esperarlo, el anuncio de un juicio de condenación inapelable; es la proclamación de la visita de Dios misericordioso, paterno, amigable, que viene a sanar y salvar, a alimentar y a perdonar, a consolar, a dar corage y a liberar. Y para que el Evangelio remonte los tiempos y los lugares, lo encomienda a una sucesión de testigos, apóstoles suyos, enviados, que lo han llevado hasta los confines del mundo.

Nos toca asumir el compromiso que hicimos con Jesús el día en que, conscientemente, nos convertimos a Él: compromiso de continuar su obra, iluminando al mundo con la luz del evangelio.

Para la revisión de vida:

Está cerca el Reino de Dios… ¿Lo veo, lo siento, lo percibo, lo intuyo? ¿Avivo mi fe? ¿Qué Reino soy capaz de ver? ¿Vivo en situación de Buena Noticia? ¿Vivo con alegría, o como si el Reino de Dios no existiera, o no se acercara?

Para la reunión de grupo:

-El pueblo que vivía en tinieblas… ¿Cómo vive hoy nuestro pueblo, en la luz o en las tinieblas? ¿En qué fundamentamos nuestra afirmación? ¿Qué hay de la noche?

-Está cerca el Reino de Dios… Eso sería una noticia muy buena para un pueblo que vive en tinieblas… ¿Cómo podemos traducir la Buena Noticia de Jesús hoy para nuestro pueblo?

Para la oración de los fieles:

-Por nuestra comunidad cristiana, para que crezca la unidad entre todos sus miembros y comunidades, roguemos al Señor

-Por las personas que se sienten en tinieblas, sin sentido, sin luz… para que encuentren esa luz en la vida y en las prácticas de los cristianos que les rodean…

-Para que redescubramos con ojos nuevos y corazón nuevo lo que significa hoy la buena noticia del evangelio en este mundo cansado y posmoderno del fin de milenio…

-Para que también nosotros, como Jesús, no despreciemos a nadie, y no tengamos nuestro centro de gravedad siempre en "el centro", sino más bien en la periferia, en la tendencia a acompañar y atender a los marginados y desatendidos…

-Para que nuestra vida entera sea un mensaje positivo, no una condena de los demás, sino un apoyo, un "sí", una dosis de coraje y de esperanza a todos los que de ello tienen necesidad…

Oración comunitaria:

Dios Padre nuestro: aviva nuestra fe, nuestro amor, nuestra esperanza, y danos creatividad, para saber leer hoy tu Evangelio con ojos nuevos y corazón nuevo, y para saber trasmitirlo con alegría y respeto a todos nuestros hermanos. Por Jesucristo nuestro Señor.

SERVICIO BIBLICO _LATINOAMERICANO


20.

- EL EVANGELIO DE SAN MATEO

Aunque sin dedicarle al tema demasiado tiempo, irá bien recordar que el texto evangélico de los domingos de este ciclo será el de Mateo. Es adecuado recordar brevemente esto en este domingo porque es en el que empezamos a escuchar de una forma continuada el evangelio de Mateo. Hasta ahora, en los domingos de Adviento y en algunas fiestas de Navidad, ya habíamos escuchado algunos fragmentos, pero no de la manera continuada como empezamos a hacer hoy.

Nos podemos fijar, también, que empezamos la lectura continuada a partir del inicio del ministerio público de Jesús, que en el evangelio se nos presenta después de los relatos de la infancia y de la estancia en el desierto, que ya escuchamos en otras ocasiones del año.

- UNA SÍNTESIS DE LA MISIÓN DE JESUS

El relato evangélico de este domingo viene a ser una síntesis, un prólogo de la misión de Jesús, que inmediatamente -a partir del capítulo siguiente- irá desarrollando el evangelio de san Mateo.

Encontramos los dos elementos característicos que Mateo quiere poner de manifiesto: la predicación de Jesús y la confirmación de su enseñanza con las obras. La predicación se nos presenta, aquí, de una manera absolutamente sintetizada: Jesús anuncia la proximidad del Reino de los cielos, una proximidad que se pone de manifiesto en su misma presencia en este mundo. Esta proximidad tiene una consecuencia lógica por parte de los que han escuchado la predicación: su necesidad de conversión. Los que reciben y acogen el anuncio del Reino deben orientar su corazón y su vida en relación a esta acción de Dios, que sale al encuentro del hombre ofreciéndole la riqueza de la realidad de su Reino, de la comunión de vida del hombre con Dios. De momento, hoy, debemos tomar nota de este anuncio básico y de la respuesta fundamental que supone. Después el evangelio nos irá desglosando una y otra cosa.

Al lado de este anuncio evangélico, hecho en el contexto de Galilea, un lugar donde había tanto comunidades judías como no judías, para expresar que la predicación de Jesús se dirige a todo el mundo, encontramos lo que Jesús hacía: curaba las enfermedades y dolencias del pueblo. Jesús, médico del cuerpo y del alma, pone de manifiesto con sus curaciones la realidad del Reino que anuncia, un Reino fruto de la redención donde no ha lugar para el mal y el pecado. Desde el punto de vista de los que escuchan este "evangelio", supone que su conversión pasa también por su esfuerzo para luchar contra el mal y el pecado, para que la conversión no sea sólo de nombre.

Pero el relato evangélico de hoy nos presenta otra actividad de Jesús, una actividad que encontramos en el centro -enmarcada- entre sus palabras y sus obras: es la llamada, absolutamente personal, de los primeros discípulos, de los que más adelante serán escogidos como apóstoles, de los que responden al "Venid y seguidme" dejándolo todo y siguiéndole. Por lo tanto, en el evangelio de hoy encontramos la llamada de Jesús a todo el mundo, para que respondiendo todos puedan llegar a vivir en la comunión divina, y la de los que son llamados a seguirle para poder ser enviados por él a continuar su misión. La misión apostólica queda, así incluso en su forma literaria, en el interior de la misión y el ministerio de Jesús, de lo que Jesús enseñaba y hacía.

Es así como encontramos en este relato una síntesis de la misión de Jesús y una síntesis de la proyección de esta misión en los que deben continuar particularmente su obra a través de los tiempos, de los que a través de la histora tienen como misión recibida de Jesús: anunciar de palabra y obra que en Jesús se ha cumplido la profecía de Isaías (1. lectura), porque él es la la luz de todos los pueblos y por él llega a todos los pueblos la obra liberadora de la acción divina. Cristo es la luz y la salvación (salmo).

- LA UNIDAD DE LOS DISCÍPULOS DE CRISTO

En el marco de la semana de oración por la unidad de los cristianos, no se puede dejar de poner de relieve, en este domingo, la súplica de san Pablo a los Corintios (2. lectura): "Os ruego, hermanos: poneos de acuerdo y no andéis divididos". Los cristianos llevamos el nombre de Cristo porque somos de Cristo y de nadie más. El apóstol nos hace dar cuenta de que no somos de quien nos haya podido "bautizar" y nos haga sentir más de él. Por eso debemos evitar cualquier discordia y aún más cualquier división, para que en todo se manifieste que vivimos en la unidad de Cristo, muerto y resucitado por nosotros. Así es como debemos esforzarnos para vivir como cristianos y es así como debemos pedir, en la oración, que se manifieste en la Iglesia entera. El Decreto sobre el ecumenismo, del Vaticano II, nos recuerda cómo vida y oración, en este sentido, deben ir unidas cuando dice (n. 8): "Esta conversión del corazón y santidad de vida, junto con la oraciones públicas y privadas por la unidad de los cristianos, deben considerarse como el alma de todo el movimiento ecuménico y pueden llamarse con razón ecumenismo espiritual".

·URDEIX-JOSEP _MI-DO/99/02-13

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21.

Con el evangelio que acabamos de escuchar empieza en este domingo la narración continua de la vida pública de Jesús. El Maestro comienza su camino evangelizador, y también nosotros iremos siguiendo ese camino, a lo largo de los domingos del tiempo ordinario, de la mano de Mateo, que es el evangelista que nos acompaña durante este ciclo A.

- Inicio programático

La narración del inicio de la tarea apostólica de Jesús incluye, en su comienzo, unos elementos que definen el programa básico de su misión. El evangelista nos cuenta que comenzó Jesús a predicar diciendo: "Convertios, porque está cerca el Reino de los cielos". Éste es, pues, el núcleo de su predicación. Que hay que convertirse, es decir, cambiar la orientación de la propia vida, cambiar de criterios y de corazón, para adecuarlos al plan de Dios. Vivir así es vivir el Reino de Dios, experimentar que Dios reina en nuestras vidas, en nuestros corazones. Si hacemos ese cambio de mentalidad, nos daremos cuenta de que Dios nos ama, que Dios está cerca de nosotros y viviremos más unidos a él. Este es el núcleo de la predicación de Jesús, una predicación dirigida a cuantos lo escuchaban, y dirigida todavía, y también hoy, a todos nosotros.

Junto a la frase que resume la predicación inicial el evangelista nos cuenta también qué hacia Jesús en los comienzos de su ministerio, y concretamente nos dice que recorría toda Galilea enseñando en las sinagogas y proclamando el Evangelio del Reino, curando las enfermedades y dolencias del pueblo. Jesús, por tanto, estaba totalmente entregado a su misión evangelizadora, que incluye el anuncio de la buena noticia (enseñanza y predicación), y también junto a eso la acción concreta de ayuda a la gente necesitada. Teoría y práctica, mensaje y acción. Para que la palabra sea creíble tiene que ir acompañada de obras. Jesús lo hacia y también nosotros debemos hacerlo cada día para ser testigos auténticos de la buena noticia de Jesús.

En definitiva, se trata de ofrecer un mensaje de alegria y esperanza para el pueblo de parte de Dios. El evangelista dice que con la predicación de Jesús se cumplen las palabras de Isaías que hemos escuchado en la primera lectura: El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaban tierras de sombras, y una luz les brilló. Y para acentuar el contraste entre la luz que viene de Cristo y las tinieblas en que vivían, se nos especifica que la predicación de Jesús empieza precisamente en Galilea, la Galilea de los paganos, la región de Palestina que más alejada estaba de la práctica religiosa de Israel. Un mensaje válido también para hoy: el anuncio de la Palabra de Dios es para los más alejados, y para quienes viven sumergidos en la oscuridad, en el dolor, en la opresión. A ellos les dirigía, a ellos les sigue dirigiendo Jesús, a ellos les debemos dirigir también nosotros, la buena noticia del evangelio.

- Pescadores de hombres

Jesús empieza su misión anunciadora de la buena noticia de Dios. Pero es muy significativo que en seguida se busca unos colaboradores. Jesús necesitaba, y sigue necesitando, seguidores que le ayuden en esa tarea. "Venid y seguidme y os haré pescadores de hombres". Inmediatamente dejaron las redes, la barca y a su padre y le siguieron. Ojalá nosotros supiésemos responder a la llamada de Jesús con tanta rapidez y decisión como aquellos pescadores. Pescadores de hombres. Eso es lo que estamos llamados a ser todos los cristianos, para ayudar a que muchos conozcan a Dios y lo amen, para animar a que muchos suban a la barca de Jesús. Pescadores de hombres. Un anhelo evangelizador y misionero que, en nuestra sociedad actual tan secularizada, ningún cristiano puede rehuir.

- La unidad de los cristianos

Finalmente, en esa tarea, todos los cristianos tenemos que andar juntos, bien unidos. Estamos en plena semana de oración por la unidad de los cristianos, y la segunda lectura de hoy, la de san Pablo a los cristianos de Corinto, nos recuerda el escándalo de la división de los cristianos en diferentes confesiones: ¿Está dividido Cristo? Os ruego en nombre de nuestro Señor Jesucristo: poneos de acuerdo y no andéis divididos. Estad bien unidos con un mismo pensar y sentir. De cara al futuro y en un mundo, como decíamos, tan descristianizado, sólo en la unidad los cristianos podremos seguir anunciando el evangeltio.

Ojalá, y pidámoslo hoy al Señor, sepamos ir eliminando las diferencias y acentuando los puntos de unidad, para poder llamar cada vez más discípulos a la única barca del único Señor.

·EQUIPO-MD _MI-DO/99/02-17

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22.

LA LUZ ESTA LLEGANDO.

JESUS COMIENZA BUSCANDO Y CONVOCANDO COLABORADORES. QUIERE QUE LOS MISMOS HOMBRES LLAMEN A TODOS LOS HOMBRES

1. "Yo soy la luz del mundo: el que me sigue no camina en las tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida" (Jn 8,12).

Después del Bautismo y de la presentación hecha por Juan del Cordero de Dios, y de su desierto, ayuno y oración de Cuarenta días, encarcelado Juan, comienza Jesús a predicar. Y es muy significativo que empiece a actuar en un país humillado y descreido, como acto profético que anuncia que ha venido en busca de los pobres, ¿y quiénes más pobres que los pecadores? (Mt 9,13).

2. A todos nos gusta la luz, que nos permite ver la maravilla del mundo y nos aterra la oscuridad, que impide que nuestros ojos contemplen la naturaleza. La luz es sinónimo de claridad, de conceptos, ideas, cultura; por eso, la inteligencia y el conocimiento se expresan por la luz, y así decimos: Tiene muchas luces, o es de cortas luces. La Revelación es luz. Y en todas las religiones, al momento del descubrimiento de la divinidad se le llama: "iluminación". Así podemos comprender a San Mateo cuando nos dice: "El pueblo que caminaba en tinieblas vió una luz grande; a los que habitaban en tierra y sombras de muerte les brilló una luz" Mateo 4,12.

3. Esa tierra en sombras de muerte es Galilea, en el Norte de Palestina, territorio donde se establecieron las tribus de Zabulón y de Neftalí. Y Mateo da la razón de la humillación o postergación en que vivían esas tribus: para que se cumpliera lo que había profetizado Isaías: "En otro tiempo el Señor humilló el país de Zabulón y Neftalí" Isaías 8,23. Eran territorios que habían sido devastados e invadidos por Teglatfalasar, rey de Asiria, que deportó a su país cantidad de ciudadanos de Israel, lo que propició que recibieran inmigraciones de gentiles: arameos, itureos, fenicios y griegos, que inficionaron su paganismo a los nativos..

Todavía en tiempo de Cristo vivían allí con los judíos, muchos gentiles, atraídos por el comercio, sobre todo en las ciudades de la Galilea superior, al otro lado del mar, Galilea de los gentiles. Por esta razón estas tribus eran humilladas y despreciadas por los mismos judíos, porque su fe judía se había adulterado con la mixtificación religiosa. La mezcla de culturas es, por una parte un enriquecimiento, pero comporta el peligro del enfriamiento en la propia fe y la aceptación de los errores extraños. El hecho de las migraciones, causa del riesgo semejante que acarrea la democracia con la libertad de expresión, que si bien es verdad que garantiza el control del poder, al mismo tiempo lanza a la palestra opiniones diversas, que sólo los espíritus maduros pueden asimilar, y sólo los más cultos permanecen inmunes ante la variedad de doctrinas. Los menos firmes y con deficiente formación, cayeron en el irenismo fácil. Es lo que les ocurrió a los habitantes de Zabulón y Neftalí y esa es la razón por la que los judíos de Judea consideraban a los galileos como judíos de inferior categoría y casi herejes. Pero el Señor "ensalzó a los humildes"(Lc 1,52), porque allí comenzó a brillar una gran luz. Donde más extendidas estaban las tinieblas. Donde más falta hacía. Pero, siguiendo con la metáfora de la luz, la luz que Cristo viene a difundir, no sólo es luz para caminar por la tierra, sino luz para conocer al Padre Misericordioso y, animados por su amor, recibir la fortaleza y la alegría y paz para vivir según su voluntad, y conducirnos a su Ciudad, donde la Luz es la lámpara del Cordero (Ap 21,23).

4. Cuando Juan fue encarcelado, Jesús se retiró a Cafarnaum, al Norte de Palestina, junto a la Galilea de los gentiles. Y entonces comenzó a predicar: "Convertios, porque el Reino de Dios está cerca". Jesús ha respetado el ministerio y el carisma de Juan Bautista, que le ha dejado paso inexorablemente por su martirio. Todos debemos estar preparados para dejar paso a nuestros sucesores. Pero éste es un momento muy delicado en que se manifiesta la humildad y la disponibilidad de los hombres. Cuesta dolor. Cuesta sangre. El Cardenal Herrera Oria era un hombre eminente en santidad y en sabiduría, y cuando el Papa aceptó su renuncia de Obispo de Málaga, no pudo ocultar su sufrimiento hasta el punto de comentar ante sus familiares: ¡Cuánto cuesta! Por otra parte el ejemplo de Jesús también nos tiene que hacer reflexionar. Lo que a los hombres les nace es querer romper el sello del antecesor, como hacen en Roma cuando muere un papa. Cada uno lo hace como puede. Se ignora todo lo hecho y se pretende comenzar de cero. Como si la Iglesia comenzara con uno. ¡Qué tontería! Hay que aceptar lo que nos han dejado quienes nos han precedido; poner la mano en el arado en el mismo surco que dejaron nuestros antecesores, claro que a nuestro aire y estilo, pero sin menospreciar los valores que nos han legado, aunque haya que purificar o corregir excesos o desvíos, pero con delicadeza y tacto. Jesús nos enseña a mortificar el deseo de poner de relieve la propia "personilla". Lo que les cuesta hasta a los más piadosos. "Era muy inclinada a todas las cosas de religión, confiesa Santa Teresa, pero nada a soportar cualquier ataque a mi amor propio". Es cosa llamativa que personas muy deseosas de "lanzar la red", se las vea también con un afán de protagonismo notorio. Sus actos, por muy vistosos que sean, llevan gusano dentro, y poco bien harán. Porque éste es otro fallo de la evangelización en la actualidad: se habla y se exhorta a hacer, pero se prepara poco al agente de la acción, cuando es sabido, pero olvidado, que siendo instrumentos de Dios, cuanto más identificados con el autor principal, más eficaces resultan. No está la cosa en hacer, sino en cómo hacer y qué hacer. Y la identificación con Dios sólo la obra el ejercicio de las virtudes, sobre todo el de la humildad.

5. El mensaje de Jesús enlaza con el de Juan, con la diferencia de que Juan lo anuncia cerca, y Jesús lo anuncia presente. Si nos convertimos, si le seguimos, El nos curará de nuestras enfermedades y dolencias morales: materialismo, sensualidad, avaricia, ambición, soberbia. El curará al mundo de todos sus pecados, y el seguimiento de su palabra será la salvación de todos los males de los hombres. Esta es la Buena noticia. Quien acepte a Jesús en su palabra, ya está en él el Reino de Dios.

6. Nuestra conversión tiene esta semana un signo: el de la unidad. A estas alturas del siglo XX, resulta amargo comprobar la separación de los cristianos: Aún resuenan las palabras apelantes a la unidad y a la superación de las discordias, de Pablo: "Yo soy de Pablo, yo soy de Pedro, yo soy de Apolo, yo soy de Cristo. ¿Está dividido Cristo?" 1 Corintios 1,10. Es un escándalo que los cristianos estemos separados. Y por eso estamos rezando toda esta semana. Anglicanos, Luteranos, Ortodoxos, Episcopalianos y Católicos. ¿Y los católicos, cómo andamos de unión?: "Que sean todos uno como tú, Padre, estás conmigo y yo contigo, para que el mundo crea que tu me has enviado" (Jn 17,21).

7. "Venid y seguidme y os haré pescadores de hombres". Dios quiere salvar a todos los hombres; que sean felices en totalidad y plenitud, sin ningún vacío. Por eso el Padre Misericordioso, envía a su Hijo obediente. Se hace hombre y busca hombres. Eran pescadores y les dice que no van a cambiar de oficio, sino de "pescados". Les hará pescadores de hombres. Cuando hablamos de pescadores, casi todos pensamos en el pescador solitario, sentado quieto a la orilla del río, esperando que pique el pez. Ni Simón, ni Andrés, ni Santiago ni Juan, tenían esa idea del pescador idílico, paciente y lento, seguro y sin riesgos. Ellos sabían que pescar era una cosa muy seria. Que no se podían quedar en la orilla; que había que subir a la barca, y remar mar adentro. Que a veces soplaban vientos fuertes y huracanados; que era necesario sujetar a veces las velas; que también en ocasiones se está a punto de hundirse; en fin, sabían por experiencia que el oficio de pescador no es fácil, ni cómodo. Que había que arremangarse. Hay que luchar con los elementos que, no todos son predecibles por los meteorólogos, pues son manejados por los espíritus malignos. Por eso Jesús buscó pescadores, quizá era el oficio de más alto riesgo en su tierra entonces, para comenzar con ellos la conquista del Reino. Si después llamó a un burócrata, fue porque ya tenía asegurados a los hombres valerosos, aguerridos y fuertes, aunque rudos, y con vistas a escribir su evangelio.

8. A pesar de todo, ¡qué poder de persuasión desarrolló Jesús, que, "inmediatamente dejaron las redes y le siguieron". Hoy sigue llamando. Los que ya recibimos su llamada un día lejano, sabemos, como aquellos de las orillas del lago, que sin riesgos no hay pesca, que disimulando nuestra condición de pescadores, no somos más eficaces; que hay que jugarlo todo a la carta del amor; que no podemos quedarnos en un reducto de seguridad, en el sitio conocido donde nos manejamos como por inercia y rutina. Que hay que "mojarse" (nunca mejor dicho hablando de pesca y de lago y de mar). Que los grandes pescadores, se embarcaron hacia Roma y Pablo naufragó y estuvo tres días en el mar, y Xavier se embarcó hacia el Japón, y Calasanz se fue a Roma en busca de niños a quienes evangelizar, y Teresa de Jesús, niña aún, se quiso ir a tierra de moros a que la descabezasen por Cristo...y no los tenía tan lejos... Los encontró con peores entrañas que si no fueran cristianos. Cuando San Ignacio comenzó a predicar sus Ejercicios Espirituales y lo encarcelaron por eso, comentó: "No pensaba yo que fuera tan peligroso predicar a los cristianos a Cristo" ¿Seguimos?... Nuestra vocación de pescadores va dirigida a todos los hombres y mujeres y no podemos contentarnos con "salvar nuestra alma". "Tengo un alma que no muere/ y la tengo que salvar"... Y es verdad. Pero no toda la verdad. Son todas las almas las que Dios quiere salvar. "Ese camino está abierto a todos y, por tanto, no es vano el deseo de establecer una fraternidad universal", dice la Gaudium et Spes, en el número 22. Y la falta de celo por las almas indica escaso amor. "Qui non zelat non amat". Quien no tiene celo es porque no ama, dice San Agustín. Y cuando se ama, brotan tantas iniciativas, y es capaz uno de meterse en tantos peligros, y de embarcarse en tantas empresas. El amor es más fuerte que la muerte (Cant 8,6).

9. Con la alegría de haber encontrado la luz, y con el deseo de difundirla hasta el confín de la tierra, recemos con el salmista nuestra confianza: "El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?" Salmo 26.

10 Que el comer el mismo pan y beber el mismo cáliz de la sangre divina nos haga instrumentos de unidad: donde haya odio, pongamos amor, donde haya guerra, sembremos la paz, donde haya separación, unión. Y de luz: Donde haya tinieblas sembrar luz. Difundir la luz. Que no nos pueda seguir diciendo Paul Claudel: “¿Qué habéis hecho de la luz, los que lleváis la luz?”.

·MARTI-BALLESTER-J

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23.

1. Lecturas en la Misa Isaías 9, 1-4 : "El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz.. Acreciste la alegría..."

San Pablo, I Cor 1,10-13.17 : "Poneos de acuerdo y no andéis divididos. Estad unidos en un mismo pensar y sentir".

Ev. según san Mateo 4, 12-23 : "Convertíos, porque está cerca el Reino de los cielos".

2. Contexto general y visión de Isaías

2.1. Como es tradicional en la liturgia, la primera lectura de este domingo pertenece al Antiguo Testamento, concretamente al libro de Isaías. Las otras dos, al Nuevo. Y entre ambos bloques se da o se teje una comunicación teológica de ideas, pues el Antiguo Testamento anuncia lo que va a venir, y el Nuevo lo pone ante nuestros ojos.

2.2. La visión de Isaías nos habla del cambio que se va a producir en la condición de vida de las tribus de Israel, concretamente en los hijos o tribus de Zabulón y de Neftalí, situadas entre las fuentes del Jordán y el mar mediterráneo. Estas tribus, que habían sido humilladas por el Señor, a causa de sus pecados, serán un día testigos de cómo se abren nuevos caminos al mar y allende el mar, porque la Palabra liberadora de Dios será pronunciada para ellos y para todos los gentiles.

2.3. Naturalmente, el mediador salvífico, el que llevará la luz a esas tierras y gentes, el que las llenará de gozo en su espíritu, será el Mesías, el enviado de Yavé a su pueblo y a los gentiles. Con él la justicia reinará en el mundo y la paz habitará o tendrá su morada en los corazones y en los hogares todos.

Justicia y paz serán un don de Dios a los seguidores del Mesías.

3. Jesús en Cafarnaún llama a la conversión

3.1. El texto tomado del evangelio Mateo, cap. 4, tiene dos partes. La primera conecta perfectamente con el canto de Isaías antes aludido, y convoca a los pueblos a la "conversión", pues el Mesías ya ha llegado y está actuando. La segunda alude más bien a la vocación de los apóstoles.

En la homilía, para no desvirtuar la reflexión, acaso convenga centrarse en la primera parte, versículos 12 al 17.

3.2. Esos versículos son muy ricos en contenido:

Nos declaran que Jesús, tras superar el tiempo de "desierto" y "tentaciones", se halla por Judea. Allí es donde tiene noticias de que han apresado a Juan Bautista.

Recibida la noticia, Jesús se dirige a Galilea, donde están los territorios de Zabulón y Neftalí. Pero en vez de quedarse en Nazaret, su pueblo, prefiere alejarse de los suyos, pues nadie es profeta en su tierra, y se instala en Cafarnaún, convirtiendo a esta ciudad en su punto central de referencia: libre para sus operaciones, situado en lugar céntrico, dispuesto a ser acogido por sí mismo y por su mensaje, no por títulos de familiaridad...

En Cafarnaún es donde comienza a escucharse la voz del nuevo profeta de Israel, la del que se atreve a decir que en él se cumple el vaticinio profético de que el Mesías había de llegar. Ya está en casa y en acción.

3.3. Pero ¿cuál es el grito del nuevo predicador? Uno muy claro y conocido: arrepentíos, porque se acerca el reino de Dios. Es el mismo grito, convocando al cambio de vida, a la transformación interior radical, que lanzó Juan saliendo del desierto, y que habían lanzado los viejos profetas de Israel.

3.4. La diferencia está en dos cosas:

Primera: Juan y otros profetas anunciaron la inminencia de la llegada del Reino y del Mesías, mientras que Jesús proclama su presencia entre los hombres;

Segunda: Juan y otros profetas predicaban como anunciadores de la persona que iba a llegar a fundar el Reino, mientras que Jesús se presenta a sí mismo como el convocante y fundador del Reino nuevo, con mirada mucho más universal que la de todos sus antecesores.

3.5. Y ¿cuál fue la respuesta de los vecinos de Cafarnaún y sus aledaños a la palabra del Maestro?

El cambio radical de mente, de corazón y de vida ha sido y seguirá siendo un gran obstáculo en la historia de las religiones y en la entrega personal del hombre a su Dios y, por derivación, a sus hermanos.

Jesús se encontró, como los profetas, con muchas puertas cerradas que no se le abrieron, y sólo algunos ojos que estaban abiertos acogieron su mirada sincera en palabras sinceras.

La historia de Jesús, narrada a su modo por los Evangelios, es testigo de ello.

4. Los convertidos a Cristo, unidos en ideas y sentimientos

4.1. Será prudente recoger las enseñanzas de san Pablo a los corintios, después de haber reflexionado sobre la primera conversión a Cristo que nos pide el Evangelio, pues el apóstol se dirige a una comunidad de creyentes, no de gentiles ni de judíos veterotestamentarios.

4.2. El problema con que se encuentra Pablo es que, después de haber educado en la fe a cierto número de familias de Corinto, han surgido divisiones entre ellas. Piensan de manera distinta y sienten de forma diversa. Las semillas de discordia germinan en cuanto se baja la guardia del amor a la verdad y de la caridad fraterna.

4.3. El asunto de la división se ha concretado, a causa de influencias varias, en cuatro modos de adherirse a la verdad: uno personalizado en Pablo, otro en Pedro, otro en Apolo y otro en Cristo. Hasta Pablo se escandaliza de ello, y clama por volver a la sinceridad y verdad . Cristo no se divide, y los predicadores no debemos romper su unidad.

Hay que abrirse al Espíritu, compartir la verdad y cultivar la unión de caridad.

5. Lección final

De cuanto antecede pueden extraerse varias verdades y lecciones de vida:

El Mesías está entre nosotros y no hay que esperar a otro.

El seguimiento a Cristo mesías es invitación universal que él mismo nos hace a través de su vida y su Palabra.

El punto de partida de cualquier seguimiento de Cristo es la conversión radical, por la vía de fe, esperanza y amor.

Todo reino dividido tiende a su destrucción: sociedad civil, iglesia, comunidad, familia , intimidad personal.

El Reino de Dios, nuestra Iglesia de fe, se muestra dividido siempre que pecamos de falta de amor, caridad, solidaridad, comprensión...

·DOMINICOS

Comisión de Predicación

Convento de San Gregorio. Valladolid Orden de Predicadores - Familia Dominicana


24. COMENTARIO 1

UNA LIBERACION SOLIDARIA

No es difícil que una persona aislada consiga salir de una situación de pobreza y encaramarse en los puestos más eleva­dos de la sociedad: eso favorece al sistema vigente, entre otras cosas porque así se puede «probar» que el que tiene capacidad progresa y triunfa sin cuestionar la validez del sistema. Más difícil resulta que todo un pueblo se libere y salga de la mise­ria. Y es que, en los sistemas capitalistas -capitalismo liberal o de Estado, no importa cuál-, es necesario que existan per­dedores para que haya triunfadores.


YA LLEGA EL REINO DE DIOS

Jesús recoge el mensaje de Juan Bautista y asume la tarea de continuar su proclamación: «Enmendaos, que está cerca el reinado de Dios». Dios llega para reinar sobre los hombres.

El significado de este reinado de Dios se irá desvelando a lo largo de la actividad de Jesús e irá sorprendiendo a quienes tenían una idea preconcebida del mismo; ya desde el principio se ponen de manifiesto algunas de sus características: el reinado de Dios no será un asunto individual ni reducido a un único pueblo, sino que será comunitario y universal. Y sin privile­gios para nadie.


NO AL EXCLUSIVISMO

El pueblo de Israel había sufrido en repetidas ocasiones, a lo largo de su historia, la opresión de los imperios extranjeros. Y repetidas veces había conseguido liberarse de ellos. En el gozo de la liberación aquel pueblo había sentido la acción del Señor de Israel. Pero esa experiencia de gozo estaba siempre mezclada con un componente de rencor, de deseos de una venganza cuya realización se la adjudicaban también a Dios (véanse, p. ej., Sal 3,8-9: «Levántate, Señor; sálvame, Dios mío; tú abofeteaste a mis enemigos, rompiste los dientes de los malvados. De ti, Señor, viene la salvación y la bendición para tu pueblo»; Sal 137,8-9: «¡Capital de Babilonia, crimi­nal! ¡Quién pudiera pagarte los males que nos has hecho! ¡Quién pudiera agarrar y estrellar a tus niños contra las pie­dras!»).

En el momento en que Jesús empieza su predicación, Is­rael estaba dominado por el Imperio romano. Había en toda Palestina, pero especialmente en Galilea, la región en la que Jesús pasó la mayoría de sus años, movimientos de resistencia a los invasores, y se extendía la esperanza en una nueva inter­vención liberadora de Dios. Como era natural, según la men­talidad israelí, aquella liberación beneficiaría exclusivamente a Israel, quedarían excluidos todos los pueblos paganos y cons­tituiría un severo castigo para los romanos...

El escenario que elige Jesús para iniciar su anuncio -« ¡País de Zabulón y país de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los paganos!»- indica que el reino que Jesús anuncia, el reino de Dios, no se limita a las fronteras del reino de David, sino que constituye una invitación para toda la humanidad, superando así una de las causas de la opre­sión de unos pueblos sobre otros: si Dios es aceptado como único Señor de todos los pueblos, ninguno de ellos podrá pre­tender convertirse en señor de los demás. Esto no quiere decir que Dios sea «neutral» ante la injusticia, ante la dominación de unos pueblos sobre otros; no, él está de parte de los que sufren; pero la propuesta que hace a través de Jesús va dirigi­da no a vengar, sino a superar la injusticia y la opresión.


LOS ACHAQUES DEL PUEBLO

Por otra parte, según la predicación farisea, que tenía mu­cha aceptación en los tiempos de Jesús, todo era cuestión de que cada uno, individualmente, se comportase de acuerdo con la voluntad de Dios tal y como ellos la entendían; eso haría, según ellos, acelerar la intervención y la presencia de Dios en medio de su pueblo. La presentación que hace el evangelio de Mateo de los primeros pasos de la actividad de Jesús contra­dice esta idea: en un primer momento, él se dedica a sanar «todo achaque y enfermedad del pueblo». Sin duda que su acción curativa y vivificadora afecta a los individuos personal­mente; pero sus padecimientos personales están causados por la falta de salud de la colectividad, por el pecado del mundo del que hablábamos el domingo pasado; por eso es al pueblo a quien se dirige primero la atención de Jesús.


LA HISTORIA SE REPITE

De diez o quince años hacia acá se ha podido apreciar en aquellos lugares en los que se iba afianzando el sentimiento de solidaridad colectiva (p. ej.: en Centroamérica, como tam­bién en otros lugares de Europa) un resurgir de las sectas reli­giosas que predican el individualismo religioso: las relaciones del hombre con Dios, su salvación personal -dicen- son una cuestión puramente individual; el compromiso social, la soli­daridad con los demás ciudadanos en la solución de los problemas colectivos son algo ajeno a la religión; lo único real­mente importante para cada hombre es asegurar su salvación eterna...

Pronto se supo que muchas de estas sectas estaban finan­ciadas por importantes grupos económicos de los Estados Uni­dos de Norteamérica. ¿A qué se podía deber este interés reli­gioso del capital norteamericano (del capital, que, a la postre, no tiene patria)? La razón de este interés era ésta: los cristia­nos habían tomado conciencia de que era una exigencia de su fe preocuparse por buscar cura a todo achaque y enfermedad del pueblo. Y eso podía arruinar los negocios y acabar con los privilegios de unos pocos.


25. COMENTARIO 2

vv. 12-16. La actividad de Juan ha encontrado fuerte oposición. Hay quienes lo han denunciado a las autoridades y ha sido dete­nido. Se apaga así una voz, la de Juan, que culmina y cierra el AT (cf. 11,11.13); empieza una voz nueva, la de Jesús, que es la de Dios mismo (cf. 1,23). Jesús se retira a Galilea, de donde había llegado para su bautismo (3,13). Abandona, sin embargo, Nazaret para trasladarse a Cafarnaún, la capital judía de Galilea. (Tiberíades era la residencia del rey, pero por sus costumbres paganas era evita­da por los judíos. Se la consideraba, además, impura, por estar edificada sobre un antiguo cementerio.) Cafarnaún era cruce de caravanas y punto de encuentro de muchos pueblos. Su situación a la orilla del lago o mar de Galilea le abría la puerta a los países paganos de la orilla opuesta. Mt señala la situación de Cafarnaún en relación con el antiguo reparto de la tierra (Zabulón y Neftalí) para preparar la cita de Isaías que sigue. En ella, el profeta prometía la liberación a dos tribus sometidas al yugo extranjero. La perícopa de Isaías anuncia el fin de la opresión y de la guerra por el nacimiento de un niño que ocupará el trono de David (Is 8,23b-9,6). «El camino del mar» era el que unía Egipto con Mesopotamia. Galilea «de los paganos» es el país de población mezclada. «La ti­niebla» es símbolo del caos e imagen de la muerte; «la luz», símbolo de vida. En la tierra y sombra de muerte surge repentinamente una luz, como en una nueva creación. Así interpreta Mt la presen­cia de Jesús en Cafarnaún: es el liberador que se prepara a la acción. No se precisa aún cuál es el poder opresor del que vendrá a librar.

v. 17. La proclamación de Jesús recoge la del Bautista: pone la misma condición, la enmienda; hace la misma afirmación, la cer­canía del reinado de Dios. El que lo proclama en Galilea es «el más fuerte» (3,11); por eso su presencia es ya promesa de libera­ción efectiva. A diferencia de Juan, Jesús no asocia su proclama­ción a un bautismo en agua ni a rito alguno, ni tampoco anuncia en ella un juicio contra los que no la acepten. Este pregón inau­gura la primera fase de la actividad de Jesús, destinada al pueblo; la segunda, centrada en los discípulos, comienza con una frase se­mejante: «Desde entonces empezó Jesús a manifestar a sus discí­pulos» (16,21).

v. 18. Caminando junto al mar de Galilea, vio a dos her­manos: a Simón, el llamado Pedro, y a Andrés, su her­mano, que estaban echando una red de mano en el mar, pues eran pescadores.

La llamada de estas dos parejas de hermanos será el pa­radigma de toda llamada en Mt. Jesús camina junto al lago/mar de Galilea, en la frontera marítima con los pueblos paganos. Esta localización ilumina la escena: los hombres que habrá que pescar serán lo mismo judíos que paganos. Ve a dos hermanos, y Mt in­siste en este vínculo de hermandad. Se tiene aquí una alusión a Ez 47,13s, donde se anuncia el futuro reparto de la tierra a partes iguales; la expresión original para indicar la igualdad está muy próxima de la usada por Mt: «cada uno como su hermano». La insistencia, pues, en el vínculo de hermandad (más acusado aún que en Mc 1,16-21a) indica que la nueva tierra prometida, «el reina­do de Dios» anunciado por Jesús inmediatamente antes (4,17), será herencia o patrimonio común de todos sus seguidores, sin privile­gio alguno. Los hermanos son designados por sus nombres, Simón y Andrés, pero el primero lleva ya una adición: «al que llaman 'Pie­dra' (Pedro)». No se indica que haya sido Jesús quien le ha dado tal sobrenombre (cf. 16,18).

vv. 19-20. Les dijo:

-Veníos conmigo y os haré pescadores de hombres.

20Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.

La invitación de Jesús a los dos hermanos se expresa con la frase «Veníos detrás de mí» (cf. Mc 1,17.20); la expresión se encuentra en boca de Eliseo en 2 Re 6,19; por otra parte, la fórmula «irse» o «seguir tras él» aparece repetidamente en la escena de la llamada de Eliseo por el profeta Elías (1 Re 19,19-21). Jesús se pre­senta, por tanto, como profeta y su llamada promete la comunica­ción a sus seguidores del Espíritu profético. Por otra parte, el oficio de los hermanos (pescadores) y la metáfora de Jesús «pes­cadores de hombres» aluden a Ez 47,10, donde se utiliza también la metáfora de los pescadores que recogerán una pesca abundante. El texto griego de los LXX pone este pasaje en relación con Galilea (Ez 47,8). La mención anterior del mar/lago, la del oficio de pescadores y la metáfora usada por Jesús esclarecen el signifi­cado de la frase: Jesús llama a una misión profética, que preten­derá atraer a los hombres, tanto judíos como paganos (el mar como frontera), y cuyo éxito está asegurado. La respuesta de los dos hermanos es inmediata. Aparece por primera vez el verbo «seguir», que, referido a discípulos, indicará la adhesión a la persona de Jesús y la colaboración en su misión. A los que lo siguen, Jesús no pide «la enmienda» (4,17); la adhesión a su persona y programa supera con mucho las exigencias de aquélla; comporta una ruptura con la vida anterior, un cambio radical, para entregarse a procurar el bien del hombre.

vv. 21-22. Pasando adelante vio a otros dos hermanos: a San­tiago y a Juan, hijos de Zebedeo, que estaban en la barca poniendo a punto las redes, con Zebedeo, su padre. Jesús los llamó. 22Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron.

La segunda escena se describe más escuetamente que la primera, pero tiene el mismo significado. Estos dos hermanos es­tán unidos no sólo por su vínculo de hermandad, sino también por la presencia de un padre común. En el evangelio, «el padre» representa la autoridad que transmite una tradición. Jesús no ha tenido padre humano, no está condicionado por una tradición an­terior; sus discípulos abandonan al padre humano; en lo sucesivo, como Jesús mismo, no deberán reconocer más que al Padre del cielo (23,9).


26. COMENTARIO 3

Para las religiones más expuestas a las duras situa­ciones creadas por el poder de los imperios, Isaías en el siglo VIII a.C., o uno de sus discípulos en el siglo siguiente, anunciaba una promesa de liberación de una soberanía que sólo puede ser expresada adecuadamente como vara, yugo, bastón de mando, “bota que pisa con estrépito, capa empapada en sangre" (Is 9,3-4).

Jesús se presenta como la realización de la libera­ción divina que destruye estos signos del poder impe­rial y que, por consiguiente, puede ser descripta bajo las imágenes de la luz, de la bendición y de la alegría subsiguiente a la cosecha y a una victoria, que se asemeja a la obtenida por Gedeón sobre los madianitas.

La acción liberadora de Dios asume la forma de un fuego que destruye las fuerzas del opresor. En Jesús, el triunfo sobre esos poderes del mal se realiza me­diante una predicación del Evangelio del Reino que va acompañada por la curación de todas las dolencias (males, posesión demoníaca y parálisis) de la gente oprimida de la Galilea.

Pero los efectos de la acción liberadora de Jesús en la Galilea trascienden los límites de ésta, alcanzando otras regiones de dentro y fuera de Israel. El mensaje del Reino moviliza a un "gentío inmenso de Galilea" pero también de... Decápolis, Jerusalén, Judea y Transjordania" (v.25) y su resonancia llega a "toda Siria" (24). La mención de ésta parece surgir del interés de Mateo en hacer llegar los efectos salvíficos del anuncio salvífico de Jesús, ya en los comienzos de su actuación, a esta región, patria de las comunidades cristianas en las que su evan­gelio se ha originado.

La ubicación de la Galilea, región límite entre judíos y paganos, sirve, por consiguiente, para expresar que el mensaje de Jesús se dirige a todos aquellos que ven amenazada su vida por las fuerzas del mal. La Galilea de "los paganos" (v.15), gracias a su pobla­ción racialmente mixta, se convierte en lugar privile­giado para expresar el ámbito en que se desarrolla toda existencia humana que sufre las nocivas conse­cuencias de los poderes malignos.

Junto a estos inicios del ejercicio de la soberanía de Dios, el texto concreta el ámbito de su realización más allá de los lugares geográficos. La mención de éstos en el v. 25 sólo se consigna en vistas a resaltar que de todos ellos surgen los que "seguían" a Jesús. En este marca deben comprenderse los vv.18-22, que son relatos de vocación dirigido a dos pares de hermanos: Simón y Andrés, primeramente; Juan y San­tiago, a continuación. Dichos relatos, y los que conti­nuación se consignarán en los evangelios, no tienen otro paralelo veterotestamentario que el relato de la vocación de Eliseo (1 Re 19,19-21).

Como en éste se consigna el nombre del llamado, el oficio desempeñado hasta el momento, una refe­rencia al seguimiento. Elías "va y encuentra" a Elíseo, como Jesús "caminando a orillas del mar, vio a Simón...y Andrés" y "siguiendo vio a otros dos herma­nos". Eliseo "estaba arando" y las dos parejas de her­manos estaban ocupados en su oficio: "echaban sus redes...estaban en su barca, zurciendo las redes". En el caso de Elías la invitación al seguimiento se realiza mediante el gesto de "echar su manto encima" del llamado, y en el caso de Jesús mediante una palabra: "Síganme".

El recurso a la vocación de Eliseo, que se aparta del formulario normal de las vocaciones del Antiguo Testamento, para expresar la vocación de los seguido­res de Jesús está cargado de significado. La forma en que se relata la vocación de Eliseo quiere significar que nos encontramos aquí con la continuación de la vocación de Elías según se registra en el pasaje pre­cedente: "Unge... profeta sucesor tuyo a Eliseo para ser profeta después de ti» (1 Re 19,16). No se confía al llamado una tarea nueva, sino que ésta consiste en la continuación de la tarea asignada a su predecesor.

La vocación de los discípulos se entiende, por tan­to, como llamado a continuar la tarea iniciada por Jesús. La vida cristiana sólo puede ser asumida como “seguimiento de Jesús", de su vida y su proyecto.

Esta centralidad del seguimiento es lo que señala Pablo a los miembros de la comunidad de Corinto, como forma de superar las divisiones nacidas del olvi­do de esta realidad fundamental. El no desvirtuar la cruz de Cristo se convierte, por tanto, en la única forma de realización de la vida cristiana.

Este seguimiento -esto debe quedarnos indudablemente claro- no es para unos «seguidores» espe­ciales, o especializados, sino para todos los cristia­nos. Porque ser cristiano es eso, y no otra cosa: ser seguidor de Jesús, luchadores por su Causa, ¡el Reino

  1. R. J. García Avilés, Llamados a ser libres, "Seréis dichosos". Ciclo A. Ediciones El Almendro, Córdoba 1991
  2. J. Mateos - F. Camacho, El Evangelio de Mateo. Lectura comentada, Ediciones Cristiandad, Madrid.
  3. Diario Bíblico. Cicla (Confederación internacional Claretiana de Latinoamérica). 

HOMILÍAS 15-20