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HOMILÍAS MÁS PARA EL DOMINGO DE RAMOS
CICLO C
1-10
1.
-Entramos en la Semana Santa
Con la celebración de hoy comenzamos el itinerario espiritual de la Semana Santa. Una vez más, pues, se nos convoca en torno a la realidad central de nuestra fe: el MISTERIO PASCUAL, es decir, el "PASO" confiado de Jesús hacia el Padre a través del dolor y la muerte. Nunca profundizaremos lo bastante en este hecho que nos sobrepasa. Por eso debemos volver a él una y otra vez; como Iglesia del Resucitado, debemos dedicar a esta profundización un TIEMPO MAS INTENSO DE CONTEMPLACIÓN plena y reposada. Ese es el objeto y el sentido de la semana que empezamos.
Y hoy, domingo de ramos, la liturgia nos ofrece como una ANTICIPACIÓN concentrada de cuanto vamos a celebrar durante la semana, al proponernos la figura de Jesús Rey doliente, aclamado y escarnecido a un tiempo: la cruz que se recorta sobre el horizonte del triunfo pascual.
-Sintonizar con Jesús Servidor Doliente El relato de la pasión según san Lucas que hemos escuchado subraya la grandeza moral y humana de Jesús y (a través de la actitud de los personajes de la pasión) nos exhorta a la relación personal con Cristo.
Nos es necesario sintonizar con Jesús que sufre. Y no para quedarnos sólo con impresiones sentimentales. Debemos llegar a una "com-pasión" más profunda, a aquella actitud espiritual que nos hace PERCIBIR EL FONDO de la pasión de Jesús, LA RAÍZ de su sufrimiento y LA NOVEDAD exaltante que de él brota.
Contemplemos y admiremos la figura valerosa de Jesús: este SERVIDOR generoso de Dios Padre y de todos los hombres hermanados ya por siempre en la encrucijada de su muerte victoriosa. El ha sentido como nadie el dolor moral que pesa sobre las cansadas espaldas de la historia humana; él ha descendido por peldaños de injuria y hostilidad al fondo del pozo, al fondo absurdo y ciego del mal que los hombres hacen a los hombres. El ha bebido el cáliz hasta la última gota... EL HA ASUMIDO TODO ESE MAL DE LOS HOMBRES, SE LO HA HECHO SUYO Y LO HA CONVERTIDO EN VIDA Y ORACIÓN ANTE EL PADRE.
Y en un acto total de entrega consciente y lúcida, llevando hasta el extremo su "obediencia", su fidelidad al plan de Dios en pro de los hombres, ha dado la vida. Contemplémoslo colgado en la cruz, entre el cielo y la tierra, entre Dios y la humanidad. Abiertos los brazos en crucificada actitud de plegaria, muere mostrándonos de par en par su alma de Hijo: "Padre, me encomiendo en tus manos". Brazos extendidos en la cruz como abrazando a toda la humanidad doliente, muere intercediendo por ella: "Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen".
¡Qué resonancias despierta en nuestro interior el relato de la pasión, al hacernos entrever en el HIjo de Dios Crucificado LA SILUETA DE TODOS LOS CRUCIFICADOS de la historia, de todos los escarnecidos, los rechazados, las víctimas inocentes de las guerras y los conflictos internacionales; y al hacernos intuir que en Jesús doliente todas estas calamidades de la historia humana han sido transidas de un nuevo sentido redentor!
-Jesús por la cruz triunfa, nos obtiene la salvación Porque realmente Jesús en la cruz triunfa; JESÚS POR LA CRUZ "SE SALVA" Y NOS SALVA CON EL. Ha convertido el sufrimiento en un momento de comunión con Dios y con los hermanos. Ha convertido la muerte libremente asumida en un paso creador de vida que transforma el mundo y la historia.
Jesús en la cruz ha destruido el mal profundo de los hombres. con su entrega ha desbloqueado nuestra incapacidad para amar de verdad, con un amor de donación y no de posesión egoísta. Jesús tendido en la cruz ha rehecho los puentes del diálogo entre el Padre y los hijos dispersos. Nos ha reconciliado.
Y el Padre LO HA RESUCITADO VICTORIOSO, LO HA ACOGIDO CON ALEGRÍA COMO EL PRIMERO DE MUCHOS HERMANOS, y en él todos hemos sido ya (en la certeza de la esperanza) acogidos y resucitados.
-Invitación a asimilar las actitudes profundas de Jesús
Hermanos, DURANTE ESTOS DÍAS "tengamos los mismos sentimientos que Cristo Jesús". Que las celebraciones litúrgicas, el clima de nuestras parroquias y comunidades, los momentos que cada uno pueda dedicar a la oración (sólo o con otros), hagan crecer en nosotros la adhesión personal a Jesús. Una adhesión que pase por la cruz para poder participar también en la resurreción.
Y ahora, EN ESTA EUCARISTÍA sintámonos Iglesia reunida en torno a Cristo que "sube a Jerusalén": "subamos también nosotros con él". Aclamémosle como Rey pacífico; acojámosle, a El que nos llega en nombre del Señor; recibámosle como Pan de Vida partido y entregado por nosotros. Y alentados por esta prenda de victoria, mantengámonos en estos días despiertos y atentos en expectación de la madrugada de Pascua.
J.
MORLANS
MISA DOMINICAL 1977, 7
2.
Hermanos:
1.Qué contraste entre el Hosanna que escuchábamos al principio y el relato impresionante de la pasión. Así somos los hombres: volubles, cambiantes. Así son también muchas glorias humanas: la historia nos explica la caída de muchos personajes que parecían invictos.
2.Pero Jesús es otra cosa. Los cantos de triunfo de hoy nos preparan para el aleluya que entonaremos el domingo próximo en honor del Señor, muerto en la cruz y sepultado, que sale radiante del sepulcro. Con las palmas y los ramos que hoy agitamos lo aclamaremos por siempre, como recordamos cada año el día de Todos los Santos: "vi una muchedumbre inmensa, que nadie podía contar, de toda nación, raza, pueblo y lengua, de pie delante del trono y del cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos. Y gritaban con voz potente: ¡La victoria es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero!".
3.Mientras tanto acompañamos a Jesús en su pasión. El relato que hemos escuchado nos la ha hecho vivir con todo su dramatismo, desde la traición de Judas y la institución de la eucaristía hasta la sentencia de muerte en cruz y su ejecución, mientras las autoridades, triunfantes, se burlan: "A otros ha salvado: que se salve a sí mismo, si es el Mesías de Dios, el Elegido". También hemos escuchado que Jesús se dirigía -compasivo y compadecido- a las mujeres del pueblo; que oraba, mientras le crucificaban: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen"; que respondía a su compañero de suplicio: "Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso". Hemos escuchado las últimas palabras que rubrican -a la hora de la muerte- lo que ha sido su vida entera: "Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu". Y dicho esto, expiró.
4.Esta fidelidad absoluta, esta confianza filial, han guiado toda la vida humana de Jesús: el hijo amado en quien el Padre se ha complacido. Ha recorrido su camino. No ha complacido a la gente importante; si lo hubiera hecho, no habría terminado en una cruz. Pero ha complacido al Padre. Y le ha complacido también ahora (sobre todo ahora), enfrentado a la prueba definitiva. Estas últimas palabras, "Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu" son anuncio de vida. ¿Cómo es posible que el Padre abandone a su Hijo y le deje caer en la fosa de la muerte y de la nada? Las manos a las que el Hijo se confía son las manos del Dios que es Padre de amor y de vida. A la confianza del Hijo responde, pues, el amor creador del Padre. Por eso en esa cruz de Jesús tenemos la vida y la victoria definitiva: "Victoria, tú reinarás. Oh, cruz, tú nos salvarás".
JOSÉ
M. TOTOSAUS
MISA DOMINICAL 1992, 5
3.
1.Entrada triunfal de Jesús en Jerusalén
Hoy, Domingo de Ramos, pórtico de la Semana Santa, cuando Jesús entró procesionalmente en Jerusalén, principio de todas nuestras procesiones. Se trataba de una entronización mesiánica, cuando Jesús es aclamado como ungido y como rey. Una entronización anunciada: «Escuchad, hay cantos de victoria en las tiendas de los justos... Abridme las puertas del triunfo y entraré para dar gracias al Señor... Este es el día que hizo el Señor... bendito el que viene en el nombre del Señor» (Sal 118). Una procesión anunciada: «Ordenad una procesión con ramos» (Sal 118).
Pero más que una marcha triunfal, la procesión y entronización mesiánica parecen una florecilla franciscana, llena de encanto. No hay soldados, sino niños; no hay espadas, sino ramos; no hay vencidos, sino mantos tendidos: no hay caballos de guerra, sino un burrito manso. También estaba anunciado, cumpliéndose en todo las Escrituras: «Mira a tu rey que viene a ti justo y victorioso, humilde y cabalgando en un asno, en un pollino de borrica. El suprimirá los carros de Efraín y los caballos de Jerusalén, será suprimido el arco de combate y él proclamará la paz a las naciones» (/Za/09/09-10). No es casualidad o pobreza de medios. Es que el Mesías tiene su estilo: lo sencillo, lo espontáneo, lo pacífico. Es una gozada. Una verdadera florecilla franciscana.
Esta procesión victoriosa de los ramos es como un anticipo pascual. El domingo que viene será la victoria definitiva, la verdadera entronización mesiánica. Pero ya podemos ir aprendiendo y pregustando algunos aspectos del triunfo de Jesucristo:
--Es el triunfo de la paz sobre las violencias humanas. Dios es un no-violento, es respetuoso, es amigo de la vida, es Vida, enemigo de toda muerte y de quienes la provocan. Dios es ecologista.
--Es el triunfo de la sencillez sobre las grandezas humanas. Dios es humilde, Dios enaltece a los humildes y está siempre con los débiles.
-- Es el triunfo de la alegría sobre las tristezas humanas. Dios es fuente de la verdadera alegría; no se necesitan otras diversiones y entretenimientos. Dios no ama la tristeza y el pesimismo.
-- Es el triunfo del amor sobre los odios humanos. Dios es amor y se manifiesta en Jesús, que no hace más que bendecir y curar y pacificar. Donde está Dios hay manos abiertas y corazón abierto. El odio es el anti-Dios.
-- Es el triunfo de Dios sobre las miserias humanas. Ese rey que camina sobre un pollino, es el Dios que ama a los hombres. No ha venido a destruir a los hombres, sino a superar sus miserias, a hacerles más hombres. Ese rey del burrito, además de Dios, es el principio de la nueva humanidad.
En este Domingo de Ramos proclamamos a Jesucristo Mesías, rey. El Reino de Dios ya está entre nosotros. Que esté también dentro de nosotros. Que sepamos aclamar y acoger a Cristo Rey. Y que seamos nosotros defensores y anunciadores de su Reino.
2. Pasión de nuestro Señor Jesucristo, según San Lucas
La Pasión de Jesús es un tema inagotable. Cada creyente y cada comunidad, inspirados por el Espíritu, pueden hacer una lectura propia. Ya las comunidades primitivas hicieron también su lectura y su interpretación, todas válidas. Son diversos enfoques de la misma realidad: Cristo paciente.
Vamos a fijarnos hoy en las peculiaridades del evangelio de Lucas. La pintura que nos hace de Jesús brilla especialmente por su mansedumbre, su ternura, su humanidad, su bondad, su misericordia. En él todo es perdón y promesa de salvación. Se preocupa más del problema de los demás que del propio; por eso, aun en los peores momentos, no deja de escuchar, de curar y perdonar. Las palabras recogidas en la cruz son todo un retrato del corazón de Cristo.
Veamos brevemente diez pinceladas del Cristo paciente de Lucas:
-Lágrimas de Cristo /Lc/19/41-44: J/LAGRIMAS:
«Y cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró sobre ella» Nos impresionan estas lágrimas de Jesús en el día de su triunfo. Nosotros hubiéramos llorado, pero de alegría; Jesús, olvidado de su gloria, llora de pena por la ciudad amada de Jerusalén.
Jesús era humano. Sentía hasta la emoción. Amaba hasta las lágrimas. Amaba a todos, pero amaba especialmente a cada uno. Era el Hombre universal, pero se sentía enraizado en una familia y en un pueblo.
A Jesús le duele hondamente la suerte de esta ciudad, que aún resplandecía con glorias antiguas. Ve el Templo y los palacios convertidos en un montón de ruinas, los hijos devorados por el hambre o por la espada, y no puede contener las lágrimas. Todo podría ser tan distinto. "¡Si conocieras!", si vieras, si aceptaras al que te visita con la paz en sus manos, podrías llegar a ser la verdadera Jerusalén, la "ciudad de la paz".
-Deseos ardientes de Cristo /Lc/22/15
"Con ansia he deseado comer esta Pascua con vosotros, antes de padecer" No es Jesús un hombre apático. No sobrevuela nuestros sentimientos. No escoge el camino de la aniquilación del deseo. El siente ansias y deseos como el más apasionado. Quiere a sus discípulos entrañablemente. Llega el momento de la despedida y se desborda: en palabras, en gestos, en sentimientos. La despedida hay que celebrarla como una Pascua.
-Sangre de Cristo /Lc/22/44 "Su sudor se hizo como gotas espesas de sangre que caían en tierra"
Lucas, médico según la tradición, recoge aquí este hecho sorprendente y que marca uno de los momentos más terribles de la Pasión. Es más para sentir y meditar, que para explicar.
La angustia mortal de Cristo, en estas horas de agonía, no se quedó sólo en el alma, sino que, dilatando los vasos sanguíneos, se exterioriza en grumos de sangre. Todo quedó empapado: el cuerpo, los vestidos y hasta la misma tierra. Por vez primera podíamos ver a la angustia vestida de sangre.
Pero Lucas modera el dramatismo; por eso, evita la flagelación y la coronación de espinas, y por eso ahora nos presenta junto a Jesús al ángel del consuelo «que le confortaba». Es una buena pincelada. Aun en los momentos peores, no nos faltará, seguro, algún ángel que nos conforte.
-Medicina de Cristo /Lc/22/51 Se ve que Pedro sabía utilizar la espada. En un arranque de valor le dio a un siervo del Pontífice en la cabeza; la providencia y el casco le salvaron, pues la espada resbaladiza sólo le cortó la oreja.
Jesús sabe estar. El, divino médico, necesita hacer dos rápidas intervenciones. Primero, tiene que curar a Pedro, que está enfermo de violencia. «Basta ya», le dice, y nos dice. Basta de violencias que sólo engendran violencias. Y enseguida ha de curar al siervo mocho, antes que se enfríe la sangre, que no le duela mucho. Y con su toque divino Ie curó o le devolvió la oreja. Una verdadera operación de microcirugía.
Dios nos quiere completos. Si El nos ha dado dos orejas, será para algo. Que es mucho lo que tenemos que escuchar.
Y me pregunto: ¿Cuántas veces tendrá Jesús que corregir los desaciertos y los estropicios de sus discípulos? ¿Qué sería de nosotros si él no estuviera al quite? Y también me pregunto: ¿Qué sería de este criado? ¿Seguiría sirviendo al viejo Pontífice o se dedicaría a servir exclusivamente al nuevo Sacerdote? ¿Qué pensaría cada vez que se tocara la oreja?
-Mirada de Cristo /Lc/22/61: «Y el Señor se volvió y miró a Pedro»
Ya hemos meditado en otro momento la mirada de Jesús. La que regaló a Pedro nos cautiva. ¿Cómo sería esa mirada que transformó al discípulo cobarde por completo? Lucas nos apunta sólo el hecho, sin calificativos. Debió ser una mirada profunda que le llegara hasta el alma; triste, sintiendo el desengaño de su discípulo más querido; inteligente, haciéndole recordar a Pedro que no se había equivocado en sus anuncios; misericordiosa, sobre todo misericordiosa, envolviéndole a Pedro en su perdón; esperanzadora, convenciéndole que todo podía volver a empezar. Lo que le pasó a Judas fue que no tuvo la suerte de encontrarse con esta mirada.
-El consuelo de Cristo
«Jesús, volviéndose a ellas, dijo: "Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí"» /Lc/23/28 Jesús quiere agradecer las lágrimas de estas mujeres compasivas, «que se daban golpes y lanzaban lamentos por él». Estas mujeres representaban la parte buena del pueblo, pero a las que nadie hacía caso. ¿Quién va a hacer caso a los lamentos de las mujeres? ¿Quién hacía caso entonces a las mujeres?
Lucas nos advierte que Jesús las hacía caso. Y aun encontrándose en situación límite se preocupa por ellas. Jesús estaba roto y agotado, pero aún encuentra fuerzas para consolar a estas mujeres. ¿Quién consuela a quién? Las mujeres compadecen a Jesús, y Jesús compadece a las mujeres. Las mujeres se lamentan por Jesús, y Jesús se lamenta por las mujeres y por lo más querido de ellas: sus propios hijos. Se trata de poner en común las penas de unos y de otros.
Estas palabras compasivas de Jesús a las mujeres son una continuación de las que pronunció cuando lloraba sobre Jerusalén.
-La oración de Cristo J/ORACION/CZ Jesús, en la cruz, podía estar desesperado. En una situación como la suya, ¿qué otra cosa se puede hacer sino gritar y maldecir? Pero Jesús, en medio de los más fuertes tormentos, rezaba.
Y lo característico de Lucas es que en su oración sigue diciendo: «Padre». Los demás recogen el grito dirigido al cielo: «¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?». En Lucas el grito se hace oración suplicante y confiada: «Padre, perdón»; «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu».
La unión de Jesús con su Padre, su Abba, es tal, que nada, ni la cruz y la rechifla general, puede apartarle de El. Jesús no solamente rezaba, sino que es oración viva.
-El perdón de Cristo /Lc/23/34 Las palabras de Cristo en la cruz son ya más comentadas. La primera es de perdón y de excusa. Es un gesto supremo de caridad. Jesús nos había hablado muchas veces de la necesidad de perdonar a los enemigos. Ahora nos ofrece la lección definitiva.
Jesús sigue amando a aquellos que le torturan. No son malos, es que no saben lo que hacen. Gracias, Jesús, por esta enseñanza. También podemos decir que Jesús no sólo perdonaba, sino que era puro perdón y todo reconciliación.
-La recompensa de Cristo /Lc/23/43 "Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso"
Otro gesto misericordioso de Jesús. El ha venido a salvar a los que estaban perdidos, y hasta última hora no deja de cumplir su tarea. Este buen ladrón es la última oveja perdida que cargó sobre sus hombros. Jesús está confesando desde la cruz al buen ladrón, celebrando el sacramento de la penitencia. ¿Tiene esa confesión la forma de un juicio? ¿Le pregunta el número y la cantidad de sus robos? ¿Qué penitencia le impuso? Admirable es la fe de este ladrón, pero más admirable es la generosidad de Cristo: "Hoy estarás conmigo en el Paraíso". Ya nos queda poco en este infierno. Enseguida iremos juntos al Paraíso de mi Padre.
-La confianza de Cristo
"Y Jesús, clamando con voz potente, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu" /Lc/23/46 Esta es la última palabra de Jesús: no el grito de la duda, sino el grito de la confianza. En el momento decisivo de la muerte, él renueva su confianza total al Padre. Sabe que la muerte no es una caída en el vacío, sino un dormir en las manos de su Padre. Si alguna vez pasó por noches oscuras, ahora todo se ilumina y se serena. Padre, Tú nunca me has abandonado. He cumplido la obra que me encomendaste. Ahora quiero descansar en tu regazo.
CARITAS
UN DIOS PARA TU HERMANO
CUARESMA Y PASCUA 1992.Págs. 139-145
4.
«Del más chiquito y del más olvidado»
San Francisco de Asís escribía: «Me sé de memoria a Jesucristo crucificado». Sin duda no aludía a sus conocimientos científicos y teológicos sobre los relatos de la pasión de Jesús, que eran ajenos a todos los avances recientes en el estudio de los evangelios, sino a un conocimiento vivencial de aquel Señor crucificado que le dirigió la palabra en la pequeña y derruida capilla de San Damiano en las afueras de Asís. También es verdad que los hombres de la Edad media, en cuyas manos caían muy pocos libros, los conocían de una forma superior a la nuestra, y los hombres de Iglesia sabían de memoria y conocían mejor que nosotros la Escritura.
Hoy hemos leído el relato de la pasión del evangelio de Lucas. Los evangelios de la pasión, aunque relaten los mismos hechos, tienen sus características propias. Lucas tiene naturalmente sus propios y peculiares rasgos. Únicamente podemos subrayar algunos. Uno profundamente humano es la mirada que Jesús dirige a Pedro, una mirada en la que el maestro debió mostrarle todo su cariño y todo su deseo de volver a acoger al amigo cobarde -una vez más nos sale al paso la imagen del padre bueno de la parábola, imagen que Jesús ya había encarnado en el episodio de la mujer sorprendida en adulterio-.
Un segundo rasgo es que nos presenta un Jesús en el que brilla la ternura, la mansedumbre, la humanidad, la bondad, la misericordia: Jesús dice una palabra de consuelo a las mujeres de Jerusalén que lloran al verle pasar, perdona a los que le han llevado a la muerte, «porque no saben lo que hacen», y ofrece el paraíso al ajusticiado que le pide que se acuerde de él en su Reino.
Finalmente, un tercer rasgo característico de Lucas son las últimas palabras de Jesús: «Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu». El tercer evangelista no recoge el comienzo del salmo 21: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?», ni el grito final de Jesús en el momento de morir, que recogen los otros dos sinópticos. Jesús muere dulcemente en las manos de su Padre, a quien entrega confiadamente su espíritu. Otro aspecto importante del relato de Lucas se refiere a aquellos con los que Jesús se encuentra en su camino hacia el Gólgota. Por una parte está aquel desconocido Simón de Cirene, del que únicamente sabemos que volvía del campo y le cargaron la cruz para que la llevase detrás de Jesús. El texto parece indicar que Simón llevó la cruz no voluntariamente, sino porque le cargaron con ella -Marcos dirá que «le forzaron a llevar la cruz»-. Los otros personajes son aquellas mujeres que «se daban golpes y lanzaban lamentos por él», citadas por los otros evangelistas.
Puede decirse que estos personajes son dos símbolos de las actitudes existentes en el seguimiento de Jesús. El maestro había dicho: «El que no tome su cruz y se venga conmigo, no puede ser mi discípulo». El seguimiento, y no la imitación, es una actitud fundamental en aquel que quiere ser discípulo de Jesús. Y en ese seguimiento, en ese «venir conmigo», la cruz es inseparable, tanto porque el camino de la vida incluye necesariamente la cruz, como porque el camino cristiano es un camino de seguimiento a Jesús que pasa necesariamente por la renuncia. Podemos decir que las mujeres de Jerusalén, por una parte, y Simón de Cirene, por otra, son dos símbolos muy expresivos de nuestras actitudes en el seguimiento del maestro.
Porque tanto en nuestra vida, como en esta próxima Semana Santa, fácilmente reproducimos en nosotros las actitudes de aquellas mujeres, que no eran galileas, sino habitantes de Jerusalén. El Talmud habla de la costumbre que tenían algunas mujeres de la aristocracia, consistente en preparar una bebida que mitigara los dolores del que iba a ser ajusticiado.
«No lloréis por mí»: Jesús aparece en el relato de Lucas consolando, como lo había hecho antes en Getsemaní: «Llorad por vosotras, por vuestros hijos, por lo que se os viene encima... Porque si así tratan al leño verde, ¿qué pasará con el seco?». Jesús no niega el valor de los sentimientos, del buen corazón, capaz de conmoverse ante el dolor ajeno... Pero todos sabemos que esto no es suficiente; hay que producir frutos de buenas obras. Y, por otra parte, está Simón de Cirene, ciudad del norte de África donde había una colonia judía. Marcos citará a sus dos hijos, Alejandro y Rufo, probablemente porque se trataba de cristianos conocidos en la Iglesia para la que Marcos escribió su evangelio. Le obligaron a cargar con la cruz de Jesús -es decir, el travesaño de la cruz, que se solía cargar sobre los hombros del condenado y al que llevaba atadas las manos-.
La tradición cristiana dirá que Simón de Cirene se convertiría con el paso del tiempo en obispo de Bosra (Arabia) y que derramaría su sangre por aquel a quien llevó su cruz en el camino hacia el Gólgota. Es el segundo símbolo: el que no se reduce a llorar, a derramar lágrimas estériles, sino que carga con la cruz para ayudar al que no puede ya sostenerla, aunque lo haga a regañadientes.
En un comentario sobre la Semana Santa de este año del V Centenario, se hacen algunas alusiones a este acontecimiento histórico. Por una parte, se recogen las afirmaciones de monseñor Darío Castrillón: «No celebrar el V Centenario del Descubrimiento de América equivaldría a no celebrar la navidad. El 12 de octubre de 1492 es la navidad americana, porque el mensaje de Cristo llegó a este continente». Pero al mismo tiempo se recogen algunas referencias a las sombras que hubo en aquella evangelización. Así un fragmento de una carta de Bartolomé de las Casas: "Señor, si viésedes maltratar a nuestro Señor Jesucristo, poniendo las manos en él y afligiéndolo y denostándolo con muchos vituperios, ¿no rogaríades con mucha instancia, y con todas vuestras fuerzas, que os lo diesen para lo adorar y servir y regalar y hacer con él todo lo que como verdadero cristiano deberíades hacer?". Y añade: «Del más chiquito y del más olvidado tiene Dios la memoria muy reciente y muy viva". Por eso afirma el religioso franciscano: «Yo dejo en las Indias a Jesucristo, nuestro Dios, azotándolo y afligiéndolo y abofeteándolo y crucificándolo, no una sino millones de veces».
No pretendo de ninguna manera echar tierra sobre el V Centenario de un hecho que tuvo sus luces y sus sombras, como todo acontecimiento histórico, y que ciertamente no puede juzgarse con nuestras categorías actuales. Yo no sé qué mecanismos ocultos existen en cierta progresía española, empeñada unilateralmente en degradar nuestro pasado, quizá porque son sólo ellos los que encarnan los valores genuinos, y hay que hacer tabla rasa de todo nuestro pasado cultural e histórico... Pero los gritos de Bartolomé de las Casas siguen teniendo, por desgracia, una gran actualidad, cuando expresa con dolor: «Hoy seguimos dejando, no sólo en las Indias sino en tantas partes del mundo, a Jesucristo azotado, afligido, abofeteado y crucificado, no una sino millones de veces». Este puede ser el mensaje de esta entrada en la pasión de Jesús: no podemos limitarnos a derramar lágrimas estériles ante el sufrimiento de Cristo; aunque sea a regañadientes, debemos cargar con la cruz de Cristo que es la cruz de los hombres.
La tradición cristiana recoge la leyenda de aquella mujer, la hemos llamado Verónica, que limpió el rostro ensangrentado de Jesús en su camino hacia el Gólgota. Es un personaje que empalma muy bien con el estilo de Lucas y refleja algo genuinamente evangélico.
JAVIER
GAFO
DIOS A LA VISTA
Homilías ciclo C. Madris 1994.Pág. 107 ss.
5.
Para la primera y segunda lectura ver ciclo A o B. De la pasión según san Lucas destacamos tres acentos fundamentales característicos de su versión.
1. El testamento.
La institución de la Eucaristía, que también en los otros sinópticos constituye el preludio de la pasión, aparece aquí acompañada de una amplia declaración de Jesús que parece un testamento. Así a los discípulos se les confía la tarea de asumir la responsabilidad de velar por la venida del reino de Dios: «Yo os transmito el Reino»; pero esta tarea sólo puede ser asumida con el espíritu genuino de la autoridad de Jesús, que se distingue de todo ejercicio de poder mundano: el primero entre vosotros «pórtese como el menor», y el propio Jesús (que, aunque no lo diga, es el primero) está «en medio de vosotros como el que sirve». Pedro será el primero según el ministerio, pero sólo podrá ser el que sirve, el que «da firmeza a sus hermanos», cuando Jesús haya pedido por él, que le negará tres veces. Lo que será en verdad el servicio de Jesús, se expresa con palabras del profeta Isaías: «Fue contado con los malhechores», y ahora sus enemigos tienen sobre él «el poder de las tinieblas». En la fuerza y la confianza su pasión no habría sido un sufrimiento completo, por eso Lucas describe de una manera tan realista la angustia del monte de los olivos.
2. Participación.
Jesús sufre solo; los discípulos, representados por Pedro, no le acompañan. Los judíos, Pilato y Herodes se comportan como en los otros relatos. Pero únicamente en el relato de Lucas aparece un ángel en el monte de los olivos para animar a Jesús. Sólo puede tratarse de una confortación para mantenerse firme en la extrema debilidad, para soportar lo insoportable: tener que beber el cáliz de la ira de Dios contra el pecado. En el viacrucis lo siguen mujeres que lloran por él, pero Jesús las rechaza aludiendo a la suerte próxima e ineluctable de Jerusalén, que «no ha querido» (Lc 13,34) y por eso queda «abandonada» a su destino. Otra cosa es la acción de Simón de Cirene: aquí se trata de llevar la cruz al menos externamente, pero con las fuerzas de un hombre normal, que ciertamente son muy distintas de las del que ha sido flagelado casi hasta la muerte. Y finalmente otro hombre, uno de los malhechores crucificados con él, se vuelve hacia Jesús para dirigirle una auténtica súplica. Este sabe algo de la participación, está «en el mismo suplicio», pero distingue muy bien entre su sufrimiento, totalmente merecido, y el sufrimiento totalmente distinto «del que no ha faltado en nada». Aquí algo de la gracia divina del sufrimiento de la cruz puede fluir ya hacia un recipiente preparado. Y sigue fluyendo tras la muerte de Jesús: el centurión es tocado por la gracia, e incluso se dice que «toda la muchedumbre que había acudido a este espectáculo, habiendo visto lo que ocurría, se volvían dándose golpes de pecho».
3. Palabras de salvación.
Mientras que Mateo y Marcos sólo refieren el grito del abandono («Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»), las palabras que Lucas pone en boca de Jesús en la cruz son de otro tenor. Son como la traducción en palabras pronunciadas de lo que el Verbo de Dios opera y siente esencialmente en su pasión. Primero la súplica al Padre: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen». Los judíos están ciegos, no reconocen a su Mesías; los paganos hacen lo que repiten miles de veces por imperativos profesionales: crucificar a un presunto malhechor por orden de la autoridad militar. Nadie sabe quién es Jesús en realidad. La súplica de Jesús quiere disculpar a los culpables y encuentra razones para ello. Las palabras dirigidas al buen ladrón son una parte de la gracia del perdón merecido mediante la cruz. Las palabras pronunciadas inmediatamente antes de morir: «Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu», sustituyen al grito del abandono (en Mt y Mc): aunque el Hijo ya no siente al Padre y no percibe el calor de sus manos, Jesús no tiene ningún otro sitio donde reclinar su cabeza, donde recostarse en el momento de morir. En las palabras de Jesús en la cruz, Lucas hace irradiar visiblemente algo de la gracia que Jesús adquiere para nosotros con su pasión.
HANS URS von
BALTHASAR
LUZ DE LA PALABRA
Comentarios a las lecturas dominicales
A-B-C
Ediciones ENCUENTRO.MADRID-1994.Pág.
239 s.
6.
Frase evangélica: «Bendito el que viene en el nombre del Señor»
Tema de predicación: LA ENTRADA DE JESÚS
1. La Semana Santa se inicia con el Domingo de Ramos, en que se celebran las dos caras centrales del misterio pascual: la vida o el triunfo, mediante la procesión de los ramos en honor de Cristo Rey, y la muerte o el fracaso, a través de la lectura de la Pasión correspondiente a los evangelios sinópticos (la de Juan se lee el viernes). El Domingo de Ramos -pregón del misterio pascual- comprende dos celebraciones: la procesión de los ramos y la eucaristía. Del aspecto glorioso de los ramos pasamos al doloroso de la Pasión. Esta transición no se deduce sólo del modo en que históricamente acaecieron los hechos, sino porque el triunfo de Jesús en el Domingo de Ramos es signo de su triunfo definitivo. Los ramos nos muestran que Jesús va a sufrir, pero como vencedor; va a morir, mas para resucitar. En resumen, el Domingo de Ramos es inauguración de la Pascua, o paso de las tinieblas a la luz, de la humillación a la gloria, del pecado a la gracia y de la muerte a la vida.
2. Jesús entra en Jerusalén (donde está el pueblo) a lomos de un borrico (con humildad, mansedumbre y paz), rodeado de un cortejo (la comunidad). Se ha negado siempre a ser considerado rey según el sistema de este mundo: no entra sobre un brioso caballo, porque su intención no es dominar, sino servir. El relato lucano de la Pasión muestra la grandeza moral de Jesús en contraste con la nuestra, de ordinario mezquina. Lucas pone de relieve la inocencia y la misericordia de Jesús: muere perdonando y ofreciendo el reino. La primera confesión de fe después de la muerte de Jesús aparece en boca de un centurión: «Realmente, este hombre era justo».
3. A la entrada en Jerusalén, los discípulos de Jesús se mezclan con el pueblo: reciben al Señor «entusiasmados», alabando a Dios «a gritos» . Ayudan a que el pueblo rechace a los fariseos, por manipuladores y falsos guías (Jesús los ha desenmascarado), y acepte como guía a Jesús, libre de intereses bastardos, en contacto con el pueblo y capaz de tomar decisiones que le acarrean la muerte. En cambio, los fariseos del evangelio -enemigos de Jesús- se sienten halagados por todo tipo de honores, se aferran al poder y buscan las riquezas. Tienen miedo a las actitudes de Cristo y a las reacciones del pueblo. Por eso no se detienen hasta conseguir dar muerte al justo.
REFLEXIÓN CRISTIANA:
¿Vivimos en nuestro interior un cierto fariseísmo?
¿Con qué actitudes debemos encarar la Semana Santa?
CASIANO
FLORISTAN
DE DOMINGO A DOMINGO
EL EVANGELIO EN LOS TRES CICLOS LITURGICOS
SAL TERRAE.SANTANDER 1993.Pág. 259 s.
7.
Primera lectura : Isaías 50, 4-7 No oculté el rostro a insultos; y sé que no quedaré avergonzado.
Salmo responsorial : 21, 8-9.17-18a.19-20.23-24 Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Segunda lectura : Filipenses 2, 6-11 Se rebajó a sí mismo; por eso Dios lo levantó sobre todo.
Evangelio : Lucas 22,14 - 23,56 Pasión de nuestro Señor Jesucristo
MESIAS/MESIANISMO: El tema central del Domingo de Ramos no es otro sino el mesianismo. El mesianismo tiene varias etapas en la Biblia. Pero en sí la idea más profunda de Mesías que el pueblo de Israel asumió es la espera de la aparición escatólogica de un líder carismático descendiente de David que habría de instaurar definitivamente en la tierra el derecho y la justicia».
El Antiguo Testamento tiene su propia idea de Mesías. A muchos reyes, en especial a David y a sus sucesores, se les dio el título de Mesías. El término propiamente dicho fue asumido en el anuncio profético después de la muerte de Salomón, cuando el pueblo vio la necesidad de la llegada del restaurador y salvador de Israel de las manos de sus enemigos los imperios invasores.
De las ideas de Mesías que tiene el Antiguo Testamento podemos destacar varias etapas:
*El Mesías ha de brotar de la raíz, del tronco de Isay, el padre de David, por lo tanto no de la dinastía que ejercía el poder y reinaba.
*Muchos en el Antiguo Testamento pensaban en otro David, y de allí nace la idea del Mesías Rey con sus funciones netamente monárquicas y militares.
*Para la comunidad de los esenios el Mesías no será el descendiente de David, sino de Aarón.
*En otros casos la idea de Mesías toma la forma del Siervo de Yahweh.
Es el profeta Isaías el que más profetiza y anuncia la llegada del Mesías de Dios. Mesías entendido por este profeta como el Siervo de Yahweh que llega. El Mesías para el profeta es la gran realidad de Dios viviendo con nosotros, la gran realidad del gran restaurador y liberador de la esclavitud, de la gran violencia, de la gran miseria a la que ha sido condenado el Pueblo de Dios. El Mesías en su calidad de Ungido de Yahweh no es sino su enviado, su representante, el encargado de promulgar sus designios.
La idea del Mesías y de los tiempos mesiánicos estaba fundada en la esperanza de que Dios cumpliera plenamente las promesa hechas al pueblo escogido, a la nación que él se había escogido como su heredad. La llegada del Mesías -enviado, ungido, siervo- de Dios es la instauración del Reinado de Dios en la historia y en el Tiempo, y es allí donde, según la concepción judía, Israel se vengaría de los paganos, de los no judíos.
La idea mesiánica del Antiguo Testamento está basada en la fuerza político-militar de un enviado del Dios de Israel para dominar a todas las naciones de la tierra y hacer que Israel se convierta en una nación fuerte y poderosa capaz de someter a todos los pueblos que no tienen a Yahweh por Dios.
El Mesianismo es una de las herencias que recibe el Nuevo Testamento de la tradición veterotestamentaria. En tiempo del Nuevo Testamento, gobernado el mundo de entonces por Roma con toda su fuerza, riqueza y pretensiones, también hay grupos mayoritarios que esperan la llegada definitiva del Mesías que los liberará del domino explotador romano. Todos entonces esperaban la intervención de Dios en la historia a través de un líder que fuera capaz de derrocar el poder imperial y hacer de Jerusalén la gran capital de Israel.
Cuando Jesús asume la realidad del Mesianismo, sabe que le va tocar enfrentarse a tres fuerzas que son:
-la clase religiosa de su tiempo, que no concebía a un Mesías pobre, sin armas, sin ejércitos, y menos aún a un mesías que criticara el actuar de los líderes de ese momento. Ellos serán los primeros en oponerse y creer que Dios se sirva de un hombre que nació en una familia pobre para anunciar la llegada inminente del Reinado de Dios;
-la gente también será una fuerza de oposición para la propuesta de Mesianismo que Jesús viene enseñando, ya que ellos que han sufrido la explotación, el hambre y la muerte de cerca, no son capaces de aceptar al Mesías salido de esa realidad de miseria y de explotación, ni son capaces de asumir el nuevo planteamiento que Jesús les va a hacer;
-y Roma, que será el más grande afectado si permite que la enseñanza del revolucionario Jesús de Nazaret se propague. Por eso busca por todos los medios aliarse con el poder religioso y manipular a la población aturdida para que se alíe para matar a Jesús.
El mesianismo de Jesús está basado en el servicio a los más vulnerables de la tierra y en la inclusión de todos aquellos que el legalismo judío y el poder Romano habían excluido y condenado. Su mesianismo entonces supera la idea nacionalista, militar y política como se entendía en el Antiguo Testamento.
Sobre el tema del mesianismo, véase también este artículo que puede servir de planteamiento y marco general: Jon SOBRINO, Mesías y Mesianismos. Reflexiones desde el Salvador, "Concilium" 245 (abril 1993) 159-170, accesible también en http://www.uca.ni/koinonia/relat/69.htm
Oración comunitaria
En el pórtico de la semana santa, al disponernos a celebrar los misterios centrales de nuestra fe cristiana, te pedimos, Padre nuestro, que aumentes en nosotros la fe, la esperanza y el amor, para que estas celebraciones nos sean provechosas y nos acerquen cada vez más a la imagen de tu Hijo que estamos llamados a reproducir. Por el mismo Jesucristo tu Hijo...
Para la oración de los fieles
-Para que en esta semana la Iglesia celebre en profundidad el misterio de la muerte y resurrección de Jesús, roguemos al Señor...
-Para que la celebración de la semana santa aumente en nosotros la fe y el deseo de trabajar cada día más para que triunfe el amor sobre el egoísmo...
-Por todos los que en esta semana descansan del trabajo, se reencuentran con la familia, o viajan de vacaciones; para que el Señor les acompañe y ellos acompañen también le acompañen...
-Por todos los pueblos pobres del mundo, que esperan -aun sin saberlo- un mesías que levante su esperanza; para que se alcen de la postración y recuperen sus utopías mesiánicas...
-Por las comunidades cristianas, en esta "semana mayor"; para que su vida eclesial y litúrgica crezca en madurez, profundidad, participación de los laicos y acogida a los alejados...
Para la revisión de vida
-¿Quién es el Mesías para mí? ¿Es Jesús para mí, realmente, el Mesías? ¿Qué hago yo por este mundo sin esperanza, y por los pobres sin Mesías? Es decir, ¿qué relación tienen en mi vida la esperanza y los pobres?
-¿Cómo voy a vivir estos días centrales de la celebración de lo central del misterio de Cristo?
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8.
Procesión: Lucas 19,28-40
Misa:
Isaías 50,4-7 Mi Señor me ayudaba por eso no quedaba confundido.
Salmo 21(22), 8-9.7-18a.19-20.23-24: Señor, no te quedes lejos.
Filipenses 2,6-11: Tomó la condición de esclavo.
Lucas 22,14 - 23,56.
La liturgia de hoy reactualiza la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén no de un modo histórico, sino sacramental; nos hacemos contemporáneos de Jesús, en una dimensión que trasciende el tiempo y el espacio. Nosotros no somos simplemente espectadores sino actores de esta representación sagrada en la cual revivimos los misterios más importantes de nuestra fe.
Hoy se celebra la verdadera fiesta de Cristo Rey. Ese aspecto quizá queda un poco relegado porque ya una atmósfera de dolor y tristeza comienza a apoderarse de la Iglesia, pero muchas circunstancias nos indican que Jesús quiso darle un sentido mesiánico a este gesto. El Monte de los Olivos, las palmas , el asno sobre el que montó Jesús . Este era la cabalgadura de los reyes y por tanto del Mesías. Un texto de Zacarías: he aquí que tu rey viene justo y salvador...montado en un asno, en un pollino hijo de asna (9,9) recibe una interpretación mesiánica. Lucas aclara que sobre el asno nadie se había montado, para recalcar el carácter sagrado de la bestia. En conclusión todos estos detalles le dan una coloración mesiánica a la narración.
En la lectura tomada del segundo Isaías, un personaje anónimo se ve perseguido con violencia porque para algunos su mensaje es inoportuno. Ha sido enviado para consolar, para dar una palabra de aliento. En el desempeño de su misión acepta plenamente el sufrimiento, y, si no se resiste a la palabra de Dios, tampoco le hace frente a las injurias de los hombres. En medio del sufrimiento experimenta la ayuda del Señor que lo hace más fuerte que el dolor.
¿Quien es este personaje? Mucho se ha discutido acerca de su identidad. Pero a nosotros nos interesa más bien cómo interpreta el Nuevo Testamento este texto, cómo lo relee. Jesús al meditarlo lo pone en relación con el destino que él vive como Mesías rechazado. La comunidad cristiana primitiva lo utilizó para penetrar en el misterio de la Pasión de Jesús, e inversamente Jesús es la clave que nos permite comprender en su profundidad el texto de Isaías.
Leído en el contexto de la Pasión el salmo 21 (22) nos impresiona profundamente. Nos habla del inocente perseguido por los hombres y liberado por Dios. En Jesús de Nazaret esta figura se hace realidad y los elementos que nos da el salmo nos permiten interpretar la pasión de Cristo. Por eso las narraciones de la pasión citan implícita o explícitamente el salmo. Es uno de los textos del Antiguo Testamento que más fácil se presta para una trasposición cristiana. La pasión de Cristo va más allá, pues ella por sí misma es eficaz.
En la segunda lectura el apóstol recoge un himno antiguo cristiano que está regido por el esquema humillación/exaltación y que se desarrolla en una parábola de descenso y ascenso. Este himno explica de una manera admirable el doble movimiento del misterio Pascual: Jesucristo se ha abajado hasta la muerte en cruz y por eso Dios lo ha exaltado. Verdadero Dios y verdadero hombre, Cristo no consideró como presa codiciable el ser igual a Dios, sino que descendió hasta el fondo de la condición de servidor. Jesús que obedeció al Padre y se humilló fue por él exaltado. Como el siervo del Señor (Is 53) el se anonadó hasta morir, cargando con el pecado de las muchedumbres. La obediencia al Padre define su existencia humana hasta el extremo de la cruz. Dios le ha dado un título que está por encima de todos los títulos de nobleza: Señor. Delante de él la totalidad del mundo creado dobla la rodilla y todas las lenguas proclaman que Jesús, el Cristo, es Señor. Es la confesión fundamental de la fe cristiana. Pero es también la gloria del Padre, porque el abatimiento y la exaltación de su Hijo para la salvación del mundo revelan finalmente quién es Dios. Dios es amor: amar ¿qué es, si no entregarse, vaciarse de sí mismo por el bien del ser amado?
Para Lucas, Jesús en el relato de la Pasión, es el varón de dolores que, inocente (23, 4.14.22.47) sufre persecución y humillaciones, que ruega por sus enemigos y muere con una expresión de entrega a la voluntad del Padre. Característica en Lucas es la insistencia en que la pasión es el último ataque de Satán, la última tentación de Jesús. En alguna forma la pasión es la continuación de las tentaciones del comienzo, que terminan en el Templo y ahora, en Jerusalén, ha llegado el momento (Lc 4,13). Satán se oculta tras la acción de Judas y de los enemigos de Jesús y se sirve de uno de sus discípulos y de los dirigentes judíos para llevar a cabo el golpe decisivo contra él y hacer fracasar el plan divino. Pero una vez más Jesús vence esta tentación y los poderes infernales que actúan a través de los hombres quedan derrotados. Satán quería impedir el establecimiento del reino de Dios tal como el Padre lo quería; en la cruz se repite por boca de los judíos lo que Satanás había dicho en las tentaciones, si eres el Hijo de Dios sálvate a ti mismo.
Esa última tentación se repite en la Iglesia y en nosotros cuando nos dejamos llevar de la ambición del poder, o del dinero, o de la confianza excesiva en los medios humanos. Cuando nos olvidamos de los pobres y no recordamos que el reino de Dios se construye con medios humildes y sencillos. Los que aclamaron a Jesús no fueron las autoridades religiosas o civiles, ni los ricos y poderosos, sólo los pobres, los sencillos y los humildes. Si no tenemos siempre presente nuestra opción por los pobres, como nos lo repite la segunda asamblea del episcopado latinoamericano en Medellín, estamos traicionando el mensaje de Jesús.
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9.
EL REY DE ISRAEL
1. "¡Bendito el que viene como rey, en nombre del Señor!" Lucas 19,28. Hoy es el domingo de los olivos, de los ramos de olivo, del monte de los olivos. El Olivo es Cristo, el Unico que conoce el horror de la pasión, aplastado como una oliva en el molino de la cruz, y también la gloria de la resurrección. El pueblo y los niños le aclaman: "¡Hossanna!". El domingo de las Palmas. Un triunfo anticipado. Pero el mismo pueblo, algunas horas después, gritará: "¡Crucifícalo!" Lucas 23,21.
También Pedro, que dice que está dispuesto a morir por él Lucas 22,33, después lo niega Lucas 22,57. En medio de todo, Cristo es el Maestro-Siervo-Hijo, que pide a su Padre el consuelo: "Si es posible, pase de mí este cáliz" Lucas 22,42.
2 "A pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango, y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse a la muerte de cruz" Filipenses 2,6. Contra la actitud de Adán que quiso ser "como Dios" desobedeciendo, Jesús no alardea de ser Hijo de Dios, y se somete a la voluntad del Padre, obedeciendo su designio hasta morir en cruz. Cuando esté clavado en la cruz le tentarán que demuestre que es Dios bajando de la cruz, pero no sucumbe y continúa siendo un hombre cualquiera. Era la mejor y la mayor prueba de que era Dios. Que era el AMOR. Sólo el amor se hace debilidad. Sólo el AMOR, en su infinidad de amor, es capaz de amar hasta sumegirse en el vientre de la ballena de la muerte para que todos a los que ama, no sufran la muerte. "Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por los amigos"(Jn 15,13). Y ese es Dios. Porque sólo El es el AMOR TOTAL, y los demás amores son parciales, es decir no son DIOS. Querer verlo todo claro, nos abruma. Confesemos que estamos en el misterio, y que por muchas explicaciones y razones que busquemos, siempre nos tendremos que poner de rodillas en la nube del no saber.
3. A Pedro le había dicho: "Cuando te conviertas, confirma a tus hermanos" Lucas 22,32. Cuando te conviertas de tus errores, dudas, huídas, existencia gris y mediocre, adocenamiento y egoismo, al amor verdadero, confirma a tus hermanos. Ayúdales a ser sólidos, confiados en el amor eterno del Padre, amantes de la vida, acogiendo con humor los roces y fricciones diarios, serenos en los vaivenes del mundo cambiante; dales la mano para vivir juntos la vida eterna que brotará del sepulcro en la mañana de Pascua. Lleva al convencimiento a tus hermanos de que la comunidad que vas a presidir, vivificada por el Espíritu Santo, no va a ser una empresa en la que vosotros vais a ser los representantes en los lugares de distribución, sino una comunidad de amor y de servicio y de entrega, que ha de caminar siempre influenciada por los dones del Espíritu Santo. Comunidad de oración y amor, y no de funcionarios a tiempo limitado y señalado. Enséñales a no ambicionar la escalada de puestos, como en las sociedades humanas.
3. En la procesión de las palmas y los Ramos aclamamos la Resurrección por anticipado. Todo lo que va a ocurrir en la celebración litúrgica de la Semana Santa, está lleno de esperanza, porque la muerte va a ser vencida. Cuenta Antonio Burgos en su delicioso libro SEVILLA EN CIEN CUADROS, que escuchó la mejor explicación de la Resurrección a un evangelista anónimo, cuando respondió a un forastero extrañado: "El sevillano ha visto muchas veces esta película de la Pasión desde que era chico. Y sabe que acaba bien, que acaba con la Redención y con la Resurrección... Nuestra Resurrección son las palmas del Domingo de Ramos, porque nos sabemos el final de la película..."
4. "He deseado enormemente comer esta pascua con vosotros". Iluminada por estas palabras, la pasión ya no es una fatalidad que se abate sobre un Jesús abandonado e indefenso, sino que se convierte en un momento del camino de ascenso al Padre. Crucificado por los hombres, Jesús muere porque quiere y así se nos puede entregar todo El en su cuerpo y su sangre, como alimento de vida eterna.
5. "Padre, si es posible, aparta de mí este cáliz"... Jesús ha penetrado en la soledad de la tentación, donde desaparecen todas las palabras y no queda más que una infinita sensación de ahogo y de fracaso: "Me muero de tristeza" (Mt 26,38). Ahora, cumpliendo él la voluntad del Padre, nos invita a seguir su camino.
6. "Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, sino por vosotras y por vuestros hijos" (Lc 23,28). Jesús, dejando de pensar en sí mismo, consuela a las mujeres que lloran, y las invita a la conversión, a llorar los pecados propios, y los de los hijos, y los del pueblo, y los de los extraños.
7. "Padre, perdónalos, porque no saben lo que se hacen"... Se dirige al Abbá. El que está en la cruz, el que ha fracasado, aprentemente, pide perdón para todos.
8. "Hoy estarás conmigo en el paraíso". El que durante toda su vida ofreció la salvación a todos, acosado ya por la muerte, la ofrece y otorga al ladrón. Jesús no se va solo al paraíso del Padre. Con él van los que le aceptan, los perdidos y los pobres, los bandidos y los pecadores. Los que no han encontrado salvación en la tierra, y le piden: "Acuérdate de mí". "Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha, y lo libra de sus angustias"(Sal 117,5).
6 "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu". Cuando Jesús muere, SE HACE UN GRAN SILENCIO QUE inunda el universo, porque se apaga LA PALABRA que nos decía la grandeza del mundo y del hombre y del AMOR. Pero en ese silencio y en esa muerte, se desvela el sentido de la vida: el mundo se oscurece, el sol se apaga, el velo del templo, que separaba los pueblos, se rasga. Es verdad. Pero sobre la ruína de aquel mundo, se implanta el cimiento de la vida nueva: Jesús que sube al Padre. La muerte que hasta ahora era una derrota, se ha convertido en el verdadero camino de la plenitud definitiva y total. La cara profunda y oculta de lo que hemos visto en el monte Calvario, es la Resurrección y la Ascensión. Que ahora vamos a re-presentar en la celebración del memorial vivo de la Eucaristía.
J. MARTI BALLESTER
10.
Nexo entre las lecturas
¡El dolor! Realidad histórica y designio de Dios. Aquí está el centro del
mensaje del Domingo de Ramos. El Siervo de Yahvéh (primera lectura) sufre
golpes, insultos y salivazos, pero el Señor le ayuda y le enseña el sentido del
dolor. San Pablo, en el himno cristológico de la carta a los filipenses (segunda
lectura), canta a Cristo que "se despojó de su grandeza, tomó la condición de
esclavo". En la narración de la Pasión según san Lucas, Jesús afronta
sufrimientos indecibles e incontables, a la manera de un esclavo, pero sabe que
todo está dispuesto por el Padre y por ello confía al Padre su espíritu.
Mensaje doctrinal
1. Cristo, varón de dolores. El sufrimiento de Cristo puede medirse
cuantitativamente, y ya así es enorme. El valor supremo del dolor de Cristo
radica sobre todo en su cualidad. Cualidad que se basa sobre tres pilares: Jesús
es el hombre perfecto, que experimenta y vive el sufrimiento con perfección;
Jesús es el Hijo de Dios, y por tanto es Dios mismo quien sufre en Él; Jesús es
el Redentor del mundo y del hombre, que asume el dolor inyectando en él la
potencia salvífica de Dios. Por eso, en la vida de Cristo, sobre todo en los
acontecimientos de su pasión y muerte, el dolor es una realidad histórica, pero
también mística, es solidaridad con el hombre, y a la vez juicio y justificación
del hombre pecador, o sea, misterio de salvación. El relato de la pasión según
san Lucas nos lleva como de la mano a la contemplación orante de Cristo en los
diversos episodios de este misterio de dolor: Contemplamos el dolor contenido,
discretamente manifestado, de Jesús en el Cenáculo ante la traición de Judas (Lc
22, 22) o frente a la discusión inoportuna de los discípulos sobre rangos y
primeros puestos (Lc 22, 24ss). Vemos el dolor intenso, extenuante y extremo en
Getsemaní, hasta el punto de derramar gotas de sangre a causa de la soledad, del
abandono de los hombres y de su mismo Padre, el peso del pecado del mundo.
Repasamos interiormente el dolor inefable del amor renegado por Pedro, el dolor
dignísimo del amor burlado por la soldadesca entre blasfemias y bajezas, el
dolor noble del inocente condenado por los jefes del pueblo y por el poder
dominante, el dolor sagrado y puro por la deshonra que le ha sido infligida al
ser pospuesto a un criminal, el dolor físico de los clavos traspasando sus manos
y sus pies, y el último dolor de la agonía. Cristo "varón de dolores y
familiarizado con el sufrimiento". Cristo que recoge en su cuerpo y en su alma,
como en un cuenco, todo dolor y toda pena.
2. Cristo no está solo en su dolor. Ya el Siervo de Yahvéh, figura de
Cristo, tiene la seguridad de que, en medio de sus dolores, "el Señor le ayuda"
(primera lectura). En Getsemaní el Padre le envía un ángel, no para librarle del
dolor, sino para confortarlo (cf. Lc 22,43). Camino del Calvario le acompaña un
grupo de mujeres, "que se golpeaban el pecho y se lamentaban por él" (Lc 23,
27). Crucificado a la derecha de Jesús está el buen ladrón, que reprende a su
compañero de crímenes y proclama la inocencia de Jesús: "Éste no ha hecho nada
malo". A lo largo de la pasión Jesús ha sentido sea el abandono del Padre sea su
íntima e inefable compañía y proximidad, y por eso puede exclamar antes de
expirar: "Padre, a tus manos confío mi espíritu". La glorificación del dolor de
Cristo -y la consiguiente solidaridad con Él- la señala san Lucas después de su
muerte mediante la confesión del centurión: "verdaderamente este hombre era
justo", mediante el arrepentimiento de la multitud que "volvía a la ciudad
golpeándose el pecho" y sobre todo mediante el anuncio a las mujeres que han
acudido al sepulcro: "No está aquí. Ha resucitado". La segunda lectura subraya
la cercanía de Dios a Cristo obediente hasta la muerte con términos de
exaltación: "Le dio el nombre por encima de todo nombre". Ni Dios ni el hombre
dejaron a Cristo solo en el dolor. Esta afirmación es válida para todo hombre.
El hombre, al igual que Jesús, encontrará en los hombres la causa de su dolor, y
en ellos hallará también la presencia amiga y el consuelo solidario.
Sugerencias pastorales
1. El dolor, un tesoro escondido. El hombre actual tiene miedo del dolor.
Quisiera eliminarlo, arrancarlo de la vida humana, e incluso de la vida animal.
Parece como si el dolor fuera solo mal, un mal abominable, un agujero negro en
el gran universo humano que devora todo lo que entra en su campo de acción.
Parece como si la gran batalla de la historia actual fuera contra el dolor en
lugar de por el hombre. Hay que reflexionar sobre esto, porque a veces resulta
que logramos destruir el dolor, pero de tal manera que destruimos también algo
del hombre. Los padres, para que sus hijos no sufran, no les niegan nada, les
dejan hacer todos sus caprichos, pero... ¿no están de esta manera
perjudicándolos a largo plazo? A los ancianos, a los enfermos terminales se les
amortiguan los dolores con medicinas que les hacen perder en gran parte la
conciencia. ¿No se les hace perder así libertad y nobleza de espíritu ante el
dolor? No abogo por el sufrimiento en sí, es necesario aliviarlo lo más posible,
abogo por la asunción humana del sufrimiento. No son infrecuentes los casos de
jóvenes y adultos que ante el fracaso escolar o profesional, ante una decepción
amorosa, ante un escándalo de corrupción, prefieren acabar con la vida, a
enfrentarse con el rostro doloroso de la situación. ¿Por qué? No se conoce, no
se ha descubierto el tesoro escondido en el dolor. Para el hombre es un tesoro
escondido de humanización. Para el cristiano es un tesoro escondido de
asimilación del estilo de Cristo, de valor redentor. Juan Pablo II ha tenido la
osadía de hablar del Evangelio del sufrimiento, ciertamente del sufrimiento de
Cristo, pero, junto con Él, del sufrimiento del cristiano. Estamos llamados a
vivir este Evangelio en las pequeñas penas de la vida, estamos llamados a
predicarlo con sinceridad y con amor.
2. Consuelo en el dolor. La medicina en nuestros días está descubriendo
que la presencia amiga junto al lecho del enfermo puede aliviar el dolor más que
una inyección de morfina. Hay una relación estrecha entre el alma y el cuerpo, y
el consuelo espiritual de una cercanía suaviza los más terribles sufrimientos.
Las obras de misericordia espirituales (instruir, consolar, confortar, sufrir
con paciencia...) y corporales (dar de comer al hambriento, dar techo a quien no
lo tiene, vestir al desnudo, visitar a los enfermos y a los presos, enterrar a
los muertos...), son formas tradicionales de ayudar al hombre en su dolor. Son
formas que continúan siendo válidas e indispensables. Junto a ellas surgen y
surgirán nuevas formas según las necesidades de nuestro tiempo. Lo que importa
es tener conciencia de que como cristianos hemos de acompañar a los hombres en
su dolor, hemos de ser solidarios con sus penas, hemos de aliviar con nuestra
cercanía y nuestro consuelo sus sufrimientos. ¿No es una buena forma de alivio
el enseñar a los que sufren a dar sentido y valor a sus sufrimientos?
P. Antonio Izquierdo