21 HOMILÍAS MÁS PARA EL DOMINGO DE RAMOS
CICLO C
11-21

 

11. COMENTARIO 1

EL CANTO DEL GALLO
Tan trágico final se veía venir. Aquel nazareno pedía a voces la muerte. Con su provocativo comportamiento no había dejado títere con cabeza en aquella sociedad. En sus actua­ciones no solía utilizar la sabia diplomacia que lleva a triun­far en cada momento, contentando a unos y a otros. Todos sus seguidores, uno a uno, se desengañaron. Al final se quedó solo.

Al principio de su vida de maestro ambulante se había presentado ante sus paisanos en la aldea de Nazaret, anuncian­do una amnistía internacional, un año de gracia de parte de Dios para todos los cautivos del sistema, los oprimidos de la tierra, los ciegos-cegados por una sociedad que no deja ver la libertad y pone trabas al amor. ¡Ya era hora de que alguien pensara en ellos! Pero, sorprendentemente, al oír el discurso programático del Maestro nazareno, sus mismos paisanos «se pusieron furiosos, y, levantándose, lo empujaron fuera hasta un barranco del cerro donde se alzaba su pueblo, con la in­tención de despeñarlo» (Lc 4,16-30). Mal comienzo.

Aquel Maestro era demasiado libre; libertino, que dirían los doctores y teólogos de la época. Se saltaba las leyes vi­gentes, el 'desorden' legalmente establecido: tocaba a los le­prosos (Lc 5,12-16), comía con gente de mala fama, recaudadores y descreídos, ladrones de profesión y gente sin escrúpu­los religiosos (Lc 5,27-32). Pensaba -en contra de lo que decía la gente de templo- que el cielo no se ganaba con ayu­nos, ni a Dios con sacrificios de animales (Lc 5,33-39), e in­cluso opinaba que el bien del hombre estaba por encima del sagrado día del sábado: ante los ojos impávidos de sus enemi­gos, se atrevía a curar en sábado a los enfermos, violando el descanso practicado por Dios mismo en este día (Lc 6,5-11).

Con semejante comportamiento, las cosas no tardarían en ponérsele feas. Estaba levantando demasiada polvareda en una sociedad inmóvil e inamovible.

Su osadía llegó hasta meterse abiertamente con el capital, con los ricos, a los que dedicó parábolas e improperios (Lc 6, 24; 16,l9ss; 12,l3ss). Y por si fuera poco, atacó a la jerar­quía sacerdotal del templo de Jerusalén, «cueva de bandidos»; de aquel templo no quedaría piedra sobre piedra (Lc 19,46; Mc 13,lss). Le dolía ver cómo la gente acudía al templo para tranquilizar su conciencia con sacrificios de animales y rezos, olvidando la justicia y el amor de cada día. Por esa misma razón no podía tolerar a los oficialmente piadosos y rezadores: «-¿Por qué me invocáis: Señor, Señor, y no hacéis lo que os mando» (Lc 6,46). También los políticos llevaron su repaso: «-Decidle a esa zorra...», con esta palabra, sinónimo de ani­mal insignificante, se refirió a Herodes una vez (Lc 13,32).

Y lo que es aún peor: se atrevió a cambiar la Ley de Dios, anulando de una vez para siempre la ley del talión, e invi­tando a los suyos a amar a sus enemigos, haciendo el bien indiscriminadamente y en toda ocasión (Lc 6,27-31).

No es de extrañar que se quedara solo. Se lo había bus­cado. Cuando cantó el gallo, el ultimo de los discípulos, Pedro, lo había negado tres veces (Lc 22,54-62). Por cantar en la noche, se consideraba al gallo animal diabólico. Se pensaba que aunque los espíritus malignos y demonios eran normal­mente invisibles, existían medios para descubrir su presencia e incluso verlos: 'Quien desea ver sus huellas, coja ceniza cer­nida y espárzala alrededor de la cama. Por la mañana verá allí algo como las huellas de un gallo', decía el Talmud babilonio (Ber 6a).

El canto del gallo en la noche de la pasión simboliza el grito de victoria de la tiniebla-mundo contra Jesús de Naza­ret. Menos mal que con la muerte de Jesús -creemos- no acabó todo.



12. COMENTARIO 2

DIOS NO QUISO SU MUERTE

No. No fue por voluntad de Dios, ni mucho menos porque fuera necesario su sufrimiento para nuestra salvación. La pasión y muerte de Jesús, en cuanto sufrimiento y muerte, no formaban parte del designio de Dios. Fueron exigencia del pecado instalado en la esencia del poder de este mundo.



NO FUE DIOS

Se ha dicho, y quizá se siga diciendo, que la muerte de Jesús fue una exigencia de Dios como condición para conce­der a los hombres el perdón de los pecados: como nosotros, humanos, no teníamos capacidad para merecer el perdón de Dios, éste envió a su Hijo para que, sufriendo y muriendo, consiguiera para nosotros los méritos necesarios para alcanzar tal perdón.

Mirando las cosas desde el corazón del hombre no es posible pensar que un padre exija el sufrimiento y la muerte de su hijo para perdonar a otros hijos suyos, y si hay algo claro en los evangelios es que Dios es Padre. ¿Cómo se puede compaginar la imagen de un Dios justiciero implacable con el padre de la parábola del hijo pródigo, que está esperando a su hijo para perdonarlo, que, cuando llega, no lo deja terminar de pedir perdón y que, además, organiza una fiesta porque lo ha recuperado vivo?

Sin embargo, en los evangelios hay frases que, si se sacan fuera de su contexto, podrían servir para justificar esta forma de pensar: «Padre, si quieres, aparta de mí este trago; sin embargo, que no se realice mi designio, sino el tuyo»; éste, que pertenece al evangelio de hoy, podría ser uno de ellos.



FUERON ELLOS

Los evangelios, y de forma especial el de Lucas, dejan muy claro quiénes fueron los verdaderos culpables de la muer­te de Jesús: fueron ellos, los poderosos, los que manipulaban la fe del pueblo para manejar a su antojo a la gente, los que habían convertido la religión en un negocio, los que estaban interesados en que los pobres tuvieran miedo de Dios para que así les temieran también a ellos: los sumos sacerdotes, los letrados, los jefes, los reyes, los que se hacen llamar bien­hechores de la humanidad... ¡en beneficio propio! Y también aquella parte del pueblo que, por miedo, por ceguera o porque se han dejado dominar por la ambición de poder, no se atreven a ser libres, no se deciden a ser hijos, no se arriesgan a ser solidarios, no se atreven a ser hermanos. Esos fueron los responsables de la muerte de Jesús. Fueron ellos los verdade­ros culpables. No fue Dios ni el pueblo judío. Fue el sistema de poder establecido que contaminaba, como aún hoy la con­tamina, la sociedad de los hombres: los jerarcas judíos (22,66s; 23,1-2.13-23), denunciados directamente por Jesús (véase Lc 20,14); Herodes, cuya autoridad Jesús se niega a reconocer (22,8-12), y Pilato, que prefiere ceder a la arbitrariedad de los grandes en lugar de hacer justicia a los derechos de un pobre (22,24-25), y una parte del pueblo, totalmente dominada por sus opresores (22,13-23). Lucas, sin embargo, tiene buen cuidado de salvar a «una gran muchedumbre del pueblo, incluidas mujeres» (22,27), que siguen a Jesús por su camino hacia la cruz.



LO QUE DIOS SI QUERIA

¿Qué es entonces los que Dios quería? ¿Cuál es ese desig­nio que Jesús dice que debe cumplirse antes que el suyo propio?

Lo que Dios pide a Jesús es que mantenga su compromiso de amor hasta el final, aunque los enemigos del amor lo hagan víctima de su odio asesino; que sea solidario con sus herma­nos, aunque los enemigos de la solidaridad lo intenten elimi­nar. Es el amor, la lealtad en el amor, lo que Dios quiere. Un amor sin límites, que será la manifestación del amor del mismo Dios.

Jesús sabe que ese amor será rechazado por los que disfru­tan o ambicionan el poder, por los que gozan de privilegios gracias a la injusticia establecida en la sociedad, y sabe que no van a ser blandos con él, porque su propuesta, convertir este mundo en un mundo de hermanos, acabaría con sus injusticias y sus privilegios. Y ante el dolor y la muerte, siente miedo «como un hombre cualquiera» (segunda lectura). Pero él está decidido hasta el final, y en el momento final seguirá dejándolo todo en las manos del que él sigue llamando Padre: «Padre, en tus manos pongo mi espíritu».

¿Y lo de que la muerte de Jesús nos obtiene el perdón de los pecados? Pues precisamente porque es la mayor muestra de amor que un hombre puede dar por sus amigos: dar la vida. Es el amor lo que salva, lo que libera, lo que obtiene el perdón, no la muerte en cuanto muerte ni el sufrimiento en cuanto sufrimiento. El amor de Dios que se manifiesta en el amor de su Hijo-hombre; el amor de aquel hombre que se mostró así como el Dios-hermano.



13. COMENTARIO 3

LA HORA CERO DE LA CUENTA ATRAS

«Cuando llegó la hora, Jesús se recostó a la mesa y los apóstoles con él» (22,14). Jesús no se pone a la mesa con los Doce -¡si Judas ya ha resuelto entregarlo!-, sino con los «após­toles»: la denominación positiva «apóstoles/enviados» pone a la eucaristía bajo el signo de la misión; el compromiso que ésta presupone será lo que les capacitará para llevarla a término. La frase semitizante: «con gran deseo he deseado», expresa el deseo vivísimo de Jesús de completar su obra (cf. 12,50) y lo relaciona con el hambre que experimentó en el desierto (cf. 4,2: al término de los «cuarenta días», toda su vida pública). Es la última «pas­cua» que Jesús comerá con ellos antes de su pasión (22,15). Con su muerte inaugurará un nuevo éxodo, una nueva pascua, ya no patrimonio de Israel, sino de toda la humanidad: ésta no tendrá plena realidad hasta que los paganos reciban el mensaje (22,16: «hasta que tenga su cumplimiento en el reino de Dios», cf. 9,27; 13,28s; 21,31).

A continuación expresa el mismo compromiso de entrega, el suyo personal y el de los discípulos: «Tomando una copa, pronunció la acción de gracias y dijo: “Tomad, repartidla entre vosotros; porque os digo que desde ahora no beberé más del producto de la vid hasta que no llegue el reinado de Dios" »(22,17-18). Jesús acepta la «copa», anticipando el momento en que el Padre le pedirá que acepte su pasión y muerte como expresión de su entrega total por amor a la humanidad (cf. 22,42). Con ella Jesús renueva el compromiso sellado en el bau­tismo (cf. 3,21-23; 12,50) y a la vez invita a los discípulos a comprometerse con una entrega semejante a la suya (cf. 9,24).

El producto de la vid contiene una alusión a la parabola de los viñadores (cf. 20,9-19). El reinado de Dios se inaugurará con la entrada de los paganos (cf. 20,16: «entregará la viña a otros»).



«PARTIR EL PAN», SIGNO DE IDENTIFICACION

DE LA COMUNIDAD CRISTIANA

«Y cogiendo un pan, pronunció la acción de gracias, lo partió y se lo dio diciendo: "Esto es mi cuerpo [...]. Pero mirad, la mano del que me entrega está a la mesa conmigo, porque el Hombre se va, según lo establecido, pero ¡ay del hombre que lo entrega!"» (22,19a.21-22). Con toda probabilidad éste es el texto primitivo de Lucas. La mayoría de códices griegos, en cambio, conservan un texto más largo (el que se suele editar en las traducciones), emparentado con 1Cor 11,24b-25, que lo asimila a Mc y Mt. De hecho, el lenguaje de la lección larga presenta rasgos no lucanos, su origen es muy difícil de explicar y el significado de la segunda copa no podría ser distinto del de la primera (la aceptación por parte del discípulo de la entrega de Jesús y de la suya propia); finalmente, el texto breve da cuenta de la expresión «la fracción del pan» empleada exclusivamente por Lucas para la eucaristía (Hch 2,42.46; 20,7.11) o como forma de reconocer a Jesús (Lc 24,30.35; cf. 9,16).

Lucas evita cualquier atisbo de terminología sacrificial, ci­frando en la acción de «compartir» la señal distintiva de la iglesia «cristiana» (cf. Hch 11,26). Esta se manifiesta precisamente, no a base de grandes proyectos comunitarios (como se propuso la iglesia «judeocreyente» de Jerusalén, a imitación de comunidades judías análogas, como la de Qumrán), sino en el preciso instante en que se dispone a prestar un servicio a los demás (cf Hch 11,28-29). Poner los bienes en común puede ser un acto heroico, pero es puntual y, bien mirado, egoísta, ya que revierten en el mismo grupo o comunidad que se beneficia de ellos; en cambio, compartir los bienes propios, «según los recursos de cada uno» (Hch 11,29), nos obliga a salir de nosotros mismos y nos entrena para una comunión de bienes cada vez más universal.

La traición de que ha sido objeto Jesús por parte de Judas no es un sacrilegio (lenguaje religioso) ni una deserción (lenguaje secular), sino fruto de la especulación más horrenda: «y se com­prometieron a darle dinero» (22,5). Judas, lejos de compartir, ha vendido al Maestro a cambio del valor supremo de la sociedad, al que nunca había renunciado (por mucho que lo hubiese dejado todo). La invitación que Jesús hará al grupo a continuación conviene que nos la grabemos en la cabecera de la cama. «Vamos a ver, ¿quién es más grande: el que está a la mesa o el que sirve? El que está a la mesa, ¿verdad? Pues yo estoy entre vosotros como el que sirve» (22,27). No tiene vuelta de hoja. Lucas lo desacraliza todo y lo sitúa a nivel del hombre, a nivel del plan de la creación, donde no existe puro e impuro, sagrado o profano (léase tres veces [!] Hch 10,9-16; 11,5-10), sino «pan», «compar­tir» y «servir». Eso está al alcance de todo el mundo.



14.COMENTARIO 4

El tema central del Domingo de Ramos no es otro sino el Mesianismo. El Mesianismo tiene varias etapas en la Biblia. Pero en sí la idea más profunda de Mesías que el pueblo de Israel asumió es la espera de la aparición escatólogica de un líder carismático descendiente de David que habría de instaurar definitivamente en la tierra «el derecho y la justicia».

El Antiguo Testamento tiene su propia idea de Mesías. A muchos reyes, en especial a David y a sus sucesores, se les dio el título de Mesías. El término propiamente dicho fue asumido en el anuncio profético después de la muerte de Salomón, cuando el pueblo vio la necesidad de la llegada del restaurador y salvador de Israel de las manos de sus enemigos, los imperios invasores.

De las ideas de Mesías que tiene el Antiguo Testamento podemos destacar varias etapas:

* El Mesías ha de brotar de la raíz, del tronco de Isay, el padre de David, por lo tanto no de la dinastía que ejercía el poder y reinaba.

* Muchos en el Antiguo Testamento pensaban en otro David, y de allí nace la idea del Mesías Rey con sus funciones netamente monárquicas y militares.

* Para la comunidad de los esenios el Mesías no será el descendiente de David, sino de Aarón.

* En otros casos la idea de Mesías toma la forma del Siervo de Yahweh.

Es el profeta Isaías el que más profetiza y anuncia la llegada del Mesías de Dios. Mesías entendido por este profeta como el Siervo de Yahweh que llega. El Mesías para el profeta es la gran realidad de Dios viviendo con nosotros, la gran realidad del gran restaurador y liberador de la esclavitud, de la gran violencia, de la gran miseria a la que ha sido condenado el Pueblo de Dios. El Mesías en su calidad de Ungido de Yahweh no es sino su enviado, su representante, el encargado de promulgar sus designios.

La idea del Mesías y de los tiempos mesiánicos estaba fundada en la esperanza de que Dios cumpliera plenamente las promesa hechas al pueblo escogido, a la nación que él se había escogido como su heredad. La llegada del Mesías -enviado, ungido, siervo- de Dios es la instauración del Reinado de Dios en la historia y en el tiempo, y es allí donde, según la concepción judía, Israel se vengaría de los paganos, de los no judíos.

La idea mesiánica del Antiguo Testamento está basada en la fuerza político-militar de un enviado del Dios de Israel para dominar a todas las naciones de la tierra y hacer que Israel se convierta en una nación fuerte y poderosa capaz de someter a todos los pueblos que no tienen a Yahweh por Dios.

El Mesianismo es una de las herencias que recibe el Nuevo Testamento de la tradición veterotestamentaria. En tiempo del Nuevo Testamento, gobernado el mundo de entonces por Roma con toda su fuerza, riqueza y pretensiones, también hay grupos mayoritarios que esperan la llegada definitiva del Mesías que los liberará del domino explotador romano. Todos entonces esperaban la intervención de Dios en la historia a través de un líder que fuera capaz de derrocar el poder imperial y hacer de Jerusalén la gran capital de Israel.

Cuando Jesús asume la realidad del Mesianismo, sabe que le va tocar enfrentarse a tres fuerzas que son:

- la clase religiosa de su tiempo, que no concebía a un Mesías pobre, sin armas, sin ejércitos, y menos aún a un Mesías que criticara el actuar de los líderes de ese momento. Ellos serán los primeros en oponerse y creer que Dios se sirva de un hombre que nació en una familia pobre para anunciar la llegada inminente del Reinado de Dios;

- la gente también será una fuerza de oposición para la propuesta de Mesianismo que Jesús viene enseñando, ya que ellos que han sufrido la explotación, el hambre y la muerte de cerca, no son capaces de aceptar al Mesías salido de esa realidad de miseria y de explotación, ni son capaces de asumir el nuevo planteamiento que Jesús les va a hacer;

- y Roma, que será el poder más grande afectado si permite que la enseñanza del revolucionario Jesús de Nazaret se propague. Por eso busca por todos los medios aliarse con el poder religioso y manipular a la población aturdida para que se alíe para matar a Jesús.

El mesianismo de Jesús está basado en el servicio a los más vulnerables de la tierra y en la inclusión de todos aquellos que el legalismo judío y el poder romano habían excluido y condenado. Su mesianismo entonces supera la idea nacionalista, militar y política como se entendía en el Antiguo Testamento.

COMENTARIOS

1. Jesús Peláez, La otra lectura de los evangelios II, Ciclo C, Ediciones El Almendro, Córdoba

2. R. J. García Avilés, Llamados a ser libres, "Para que seáis hijos". Ciclo C. Ediciones El Almendro, Córdoba 1991

3. J. Mateos, Nuevo Testamento (Notas al evangelio de Juan). Ediciones Cristiandad Madrid.

4. Diario Bíblico. Cicla (Confederación internacional Claretiana de Latinoamérica).


15. DOMINICOS 2004

Domingo de Ramos

Fiesta con sabor agridulce. Con celebración ritual en recuerdo de una multitud que,  enardecida, enarbola palmas, entona cantos, recuerda el pasado y sueña un futuro encabezado por el que “viene como rey, en nombre del Señor”. Y en contraste, se nos recuerda el necesario vía crucis de los últimos momentos de la vida de Jesús narrado con el cariño de un amigo o con la precisión de un proceso. Fiesta como preludio de una semana diferente, atípica, plural según tradiciones, costumbres, necesidades, economías y posibilidades.

Llama la atención el comportamiento tan dispar que se observa en la gente que - en el momento de la entrada en Jerusalén - aclama entusiasmada e ilusionada y a los pocos días  - convencida “por los  sumos sacerdotes y senadores” – grita “! crucifícale !”  o simplemente  ‘pasan’, entretenidos en otras causas, o callan. Reflejo no sólo de las masas de ayer u hoy sino del propio corazón de cada uno, capaz de entregas y olvidos, de gestos comprometidos y de situaciones miedosas y traicioneras.

Y en el centro de todo Jesús. ¡ He ahí el hombre !. Viviendo su propia fidelidad en fidelidad al Padre y para gloria del Padre (“te he glorificado sobre la tierra llevando a cabo la obra que me encomendaste realizar”. Pero como la “gloria de Dios es que el hombre viva”, Dios “le concedió el Nombre sobre todo nombre; de modo que, al nombre de Jesús, toda lengua proclame ¡ Jesucristo es Señor !, para gloria de Dios Padre”.

Comentario Bíblico

La Pasión de Lucas

            Todos los años, durante la Semana Santa, la liturgia de la Iglesia nos invita a introducirnos en el misterio de la pasión y la muerte de Jesús. En este Domingo de Ramos leemos el relato de la Pasión de Lucas, como corresponde al año litúrgico. Es una narración que ha venido precedida por la importancia que Jesús comunicó a los suyos de ir a Jerusalén, porque un profeta no puede morir fuera de Jerusalén (Lc 13,33), la ciudad santa donde se decidían todas las cosas importantes de la religión judía.

            Es necesario que el pueblo cristiano escuche la “proclamación” de la Pasión como lo hacían los primeros cristianos. El texto es lo primero. Si fueran necesarias algunas palabras, aquí ofrecemos ciertas claves de la teología de Lucas sobre la Pasión del “profeta” de Galilea. Pues como profeta fue a la muerte, por su vida y por sus palabras.

UN PROFETA NO PUEDE MORIR FUERA DE JERUSALÉN

Algunos rasgos de la teología de la Pasión de Lucas

            El relato de la pasión de San Lucas tiene como fuente el texto más primitivo de Marcos, o quizás también un “primer relato” que ya circulaba desde los primeros años del cristianismo para ser leído y meditado en las celebraciones cristianas. A eso se añaden otras escenas y palabras de Jesús que completan una “pasión” profunda y coherente, en la que si bien los datos históricos están más cuidados que en Marcos y en Mateo, no faltan los puntos teológicos claves.

            Se pretende explicar, no solamente por qué mataron a Jesús, sino el sentido que el mismo Jesús dio a su propia muerte, como sucede en el relato de la última cena con sus discípulos. Lucas nos ofrece la tradición litúrgica de las palabras eucarísticas en esa cena, que son muy semejantes a las de Pablo en 1 Corintios 11, pero además presenta las palabras de Jesús sobre el servicio en las que considera que su muerte “es necesaria” para que el Reino de Dios sea una realidad más real y efectiva.

            El evangelista se ha cuidado de poner en relación muy estrecha al Señor con sus discípulos y con el pueblo, mientras que deja bien claro que son los dirigentes, los jefes, los que han decidido su muerte. Ni siquiera nos relata la huida de los discípulos, quizás porque quiere preparar el momento de las apariciones del resucitado que tienen lugar en Jerusalén.

            Por lo mismo, en este relato de Lucas sobre la pasión del Señor, debemos leer algunas escenas especiales con interés, como corresponde al cuidado que ha puesto el evangelista y al sentido catequético que tienen ciertos episodios de la narración. La cena de Jesús es más personal, más testimonial: se pide el servicio, la entrega, como Jesús va a hacer con los suyos.

Una pequeña estructura de Lc 22-23, podía ser esta:

I.- Introducción y preparación (22, 1-13)

II.- La última cena y despedida de Jesús (22, 14 -38)

III.-  Getsemaní: oración y prendimiento (22, 39-53)

IV.- Las negaciones de Pedro (22,54-62)

V.- El juicio religioso (22,63-71)

VI.- El juicio político ( 23,1-25)

VII.- Crucifixión, muerte y sepultura de Jesús (23,33-48)

            En la cena de Jesús con sus discípulos, Lucas sigue una línea bastante libre con respecto a los otros dos evangelios sinópticos: vemos las diferencias en unos versículos que introducen la bendición del pan y de la copa (22,14-18); además pospone el texto de la traición de Judas hasta después de las palabras de bendición (22,21-23)  y lo ensambla con el testimonio del servicio (22,24-27), la promesa del banquete en el Reino (22,28-30), el anuncio de la traición de Pedro (22,31-34), y el anuncio de su fin (22,35-38). En esto podemos notar que Lucas narra la traición de Pedro durante la cena, mientras que Mateo y Marcos después de la cena (Mt 26, 30-35; Mc 14,26-31). Pero lo más específico: Lucas menciona una copa más que los otros dos sinópticos antes de las palabras de bendición (22,17), además agrega las palabras “por vosotros” (22,19b.20c) que Marcos no apunta, mientras Mateo dice “por muchos” (Mt 26,28), y cambia por “Nueva Alianza”(22,20) en lugar de simplemente “alianza” (Mc 14,24; Mt 26,28). Por otra parte, tenemos las semejanzas con el texto de Juan: la actitud de los apóstoles ante el anuncio de la traición de Judas (Lc 22,23; Jn 13,22), un discurso de despedida muy breve (Lc 22,24-38; Jn 14-17), y la costumbre que tenía Jesús de orar en un huerto (Lc  22,39; Jn 18,2).

            El episodio de Jesús en el huerto de Getsemaní nos ofrece el consuelo que supone para Jesús la presencia misma de Dios, simbolizada por el ángel, con objeto de poner de manifiesto que Dios no lo entrega a la pasión ignominiosa, que son los hombres los que quieren deshacerse de él, a causa de la provocación de su mensaje sobre la misericordia y la gracia de Dios. Jesús lucha en su agonía como un atleta que debe cruzar la meta y saldrá victorioso. Debemos resaltar, como sucede en la Transfiguración, la oración de Jesús. Había pedido a los suyos que oraran también, pero… Así, desde la oración entra en “agonía”; todo es bien distinto de la escena de la Transfiguración. Es como si desde la oración viviera todo su sufrimiento. Pero en realidad, este momento en Lucas  no es “gore” (sangre coagulada) como ahora está de moda  decir, después de esa película reciente que ha leído la Pasión sin elementos críticos y sin llegar al “alma” y a la teología. En realidad es una escena fuerte, pero armoniosa. Cuando Jesús acaba este momento, siempre en oración, sale fortalecido y dueño de todas las situaciones que han de venir. El “trance” de la pasión lo ha vivido en esta escena extraordinaria.

            El juicio de Jesús se nos presenta en dos momentos, ante Pilato y ante su señor galileo, Herodes Antipas. En realidad, el Prefecto romano no debería haber enviado a Herodes a Jesús; jurídicamente no tiene sentido. ¿Qué busca Lucas con esta escena? Él nos ha descrito la presencia de Jesús ante Herodes Antipas, el Tetrarca de Galilea, con el simbolismo del vestido blanco para burlarse del nazareno. El silencio de Jesús se hace palabra, quizás evocando el texto de Is 53,7 del Siervo de Yahvé y del Sal 39,10: es un silencio de radicalidad ante la maldad de los poderosos. Jesús dueño de su silencio ante los que está acostumbrados a arrancar las palabras y las entrañas de la gente. Por eso se hacen amigos los que se odian (23,12). Los injustos se “juntan” en la injusticia; el justo vive su injusticia en la dignidad de su silencio.

            Los poderosos se burlan de él, pero los sencillos, como las mujeres, le acompañan hasta el lugar donde se revelará el misterio de nuestra salvación y redención. El camino de la cruz está contemplado no desde la soledad de Jesús, sino que acuden las mujeres de Jerusalén, las madres, para compadecerse de aquél  que, como en el caso de sus hijos, es injustamente tratado por los poderes religiosos y políticos. Así se cumplen aquellas palabras suyas en las que da gracias a Dios porque ha revelado su proyecto salvador a las gentes sencillas. No podía pasar por alto Lucas esta actitud de las mujeres que han tenido tan gran relevancia en su obra. Y, por otra parte, porque así hubo de suceder en Jerusalén aquél día de la condena a muerte: las mujeres, las madres, tuvieron que llorar por la dureza y la vesania de los poderosos.

            La escena de la crucifixión y muerte, en Lucas, es, con respecto a Marcos y Mateo, mucho más humana. De ahí que las palabras de Jesús sean: “Padre en tus manos encomiendo mi espíritu” (23,46), tomadas del Salmo 31; quizás para que no se interprete que Dios pueda abandonar a nadie que sufre, ya que Marcos había usado las palabras del Sal 22: “Dios mío ¿por qué me has abandonado?”, que, no obstante, son de plena confianza. Pero Lucas considera que otras palabras de más confianza cuadraban mejor con su oración primera en la cruz: “Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen” (23,34), que es un texto que faltan en buenos manuscritos, pero que encaja perfectamente con la teología de Lucas, como una síntesis de su verdadera teología: ¡no debe desaparecer de nuestras traducciones!

            En la escena de la crucifixión sobresale muy especialmente el diálogo de Jesús con el buen ladrón. Esta narración de los dos malhechores con Jesús es un desarrollo del versículo de Marcos y Mateo: “también le injuriaban los que con él estaban crucificados” (Mt 27,44; Mc 15,32). Es uno de los momentos culminantes de la pasión en nuestro evangelista que refleja muy bien su teología: Jesús está siempre abierto a comunicar la misericordia divina. Por eso ha sido considerado como el evangelista de la misericordia. Y además, con la propuesta del “hoy” de la salvación que es también muy determinante en Lucas: “hoy estarás conmigo en el paraíso”. Tiene ese sentido escatológico inmediato para mostrar que la salvación de Dios no está a la espera del fin del mundo. Desde la misma muerte estaremos en las manos salvadoras de Dios.

            Pero no habría que olvidar las palabras de perdón a los ejecutores, la confianza que Jesús muestra en Dios en ese momento de la muerte. El evangelista va buscando poner de manifiesto que aquello fue un “espectáculo” (23,48) para el pueblo, porque es allí donde han visto, con sus ojos, que el Dios salvador se revela no desde el poder, sino en la debilidad. El malhechor que supo percatarse de ello le pidió la vida, la vida para siempre, y Jesús, desde su patíbulo de condenación se la ofreció para aquél mismo momento. Es por ello que el pueblo bajo del Calvario arrepentido.

            Como decíamos, pues, se ha logrado con este relato explicar, en una catequesis muy apropiada a su comunidad, que la Pasión del Señor no es una tragedia, sino el acontecimiento que imprime a la historia la fuerza necesaria del proyecto salvador para todos los hombres. A la vez, nos explica que Jesús dio a su muerte un sentido de entrega y de fidelidad a Dios, pero para que Dios fuera siempre el Dios de los hombres.

Fray Miguel de Burgos, O.P.
mdburgos.an@dominicos.org

Pautas para la homilía

 

La fiesta está cercana y los caminos se van llenando de peregrinos hacia la ciudad santa para celebrarla. Mucha gente creyente, que vive “en ansiosa expectación” de que el Mesías se manifieste, parece encontrar ciertos visos de esa posibilidad en las actuaciones que en los últimos tiempos se atribuyen a Jesús y de las que muchos de ellos son testigos. Por otra parte, poco hace falta para que el anhelo, deseo y grito escondido pueda hacerse público y sea colectivamente expresado. Y aunque no son propias de esta Fiesta rituales como agitar ramas de árboles ni ciertas oraciones, lo cierto es que, sin saber cómo ni movidos de parte de quién, los peregrinos se encuentran inmersos en una manifestación mesiánica recorriendo los últimos pasos antes de llegar a Jerusalén.

¿ Qué hacer ante exaltación popular y espontánea en momentos que podían calificarse de tensos y conflictivos con las autoridades judías ?. Jesús opta, más que por reprimir y acallar la manifestación, por tratar de hacer el correctivo adecuado : que los signos de sencillez y debilidad  ayuden a no suscitar sospechas en los sentimientos  romanos y que al mismo tiempo ese signo (evocador de profecía antigua) pueda reforzar la idea, tantas veces por él expresada,  de que el proyecto por él anunciado - el Reino - no se realizará  precisamente desde el poder y la fuerza, como lo hacen los hombres, sino por el cambio interior y primero del corazón.

 

Sentirse rodeado y sentirse sólo; sentirse oído y no sentirse escuchado; sentirse respetado con palabras y deseos y sentirse cordialmente distanciado; sentirse amigo y sentirse no correspondido. Todo eso y un futuro inmediato incierto y desconocido, hace que Jesús sienta eso que los clásicos denominaban “mentis trepidatio”  =  miedo. Y como consecuencia de ese miedo, la angustia, la tristeza. Hasta el punto de expresar su estado anímico diciendo que “me muero de tristeza”. Situación humana. Demasiado humana. Pero situación que requerirá, para poderla reconducir a buen puerto, de elementos de crecimiento personal para el control y reordenamiento de esos sentimientos (“... crecía en edad, sabiduría y gracia ante ...”).

Pero además de ese recurso, Jesús cuenta con un camino, tantas veces por él recorrido, que es el diálogo con el Padre. No es éste un resorte más, ni el último recurso especial. El Padre es explicación de su vida y de su quehacer. La razón de su vida.  De ahí que el proyecto que él trata de impulsar no es sólo suyo. Lo es también del Padre. Por eso en todo momento ha tratado de buscar y hacer su voluntad. Su fidelidad al Padre explica su situación actual. Y en aquel momento de abandono de las enardecidas masas que gritaban “¡Bendito el que viene como rey en nombre del Señor ¡”  y de la indelicadeza de sus más íntimos amigos, Jesús sabe  - es experiencia vivida - que el Padre está con él : le acoge, le escucha, le anima, le conforta para proseguir el camino. No puede sentirse sólo. El Padre es garantía de su persona, de lo que dice y hace. Y si el Padre cuida de los lirios y los pájaros... cuánto más lo hará con su propio hijo.

El diálogo con el Padre no ha aclarado la hoja de ruta que los acontecimientos pueden tomar, pero ha servido para que aquel hombre herido de muerte por la soledad, angustia y miedo afronte con entereza de ánimo las circunstancias que le van a ser impuestas. Llegarán a quitarle la vida (a su pesar) pero será él quien la entregue.

 

Se nos dice del primer Adán que no contento con su condición trató y ejercitó determinadas acciones para “ser igual a Dios”, para ser dueño absoluto de la verdad. Contrasta esa experiencia de la naturaleza humana con la asumida por Cristo que, “a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios”. No renuncia a lo que era (Dios), pero valora  - con la dignidad que tiene - la nueva naturaleza que ha asumido. No pretende en ningún momento de su vida suplantar y ensombrecer la humanidad con su divinidad (cfr. tentaciones). Es consciente que en la vivencia plena de esa humanidad, creada a imagen y semejanza de la divinidad, irá explicitando características de la divinidad. Para cumplir su misión no necesitó  “alardear de Dios”, pero tampoco aparcar su condición humana.

Pero la naturaleza humana se vive, necesariamente, circunstanciada a un tiempo, lugar, espacio, cultura, pueblo, familia, etc., etc. Dentro de las múltiples posibilidades de concreción de esa naturaleza humana está : Jesús de Nazaret. Asumida esa naturaleza circunstanciada, en ella sucedieron lo que en otros hombres de su condición y rango. Y es que aquella sociedad teocrática, cimentada también sobre estructuras de pecado, realizaría lo que antes y después han hecho y hacen con los hombres de “cualquier” condición y  “sin rango”.

Fray Luis Oregui, OP
loregui@dominicos.org


16.La necesidad de alabar a Dios

Hoy da comienzo la Semana Santa de la Pasión del Señor y nos encomendamos con especial confianza al Espíritu Santo, porque deseamos tratarle con más intensidad y recibir profundamente su fortaleza, para saber identificarnos un poco más con Cristo que padece, muere y resucita glorioso por nuestras salvación. La meditación pausada de esos misterios de la vida del Señor puede enriquecernos mucho en los próximos días, con la gracia de Dios. Deseemos, pues, contemplar por nuestra cuenta en las próximas jornadas, las escenas evangélicas que narran la oración de Jesús en Getsemaní, el prendimiento y los interrogatorios inicuos que le condujeron a la flagelación y al doloso Via Crucis hasta la muerte en la Cruz. Y finalmente la Pascua, la resurrección gloriosa y definitiva de Cristo.

Contemplamos en este día a Jesús que se dirige decidido a Jerusalén, lugar de su Pasión y Muerte. Lugar también de proclamación del Evangelio, la Buena Nueva de que Dios se ha hecho hombre en Él para dar la vida por los hombres. Es algo que somos incapaces de comprender, que ni podemos agradecer como se debe, ni manifestar adecuadamente el entusiasmo que sería razonable ante tal don. Si éstos callan gritarán las piedras, responde a los que ven con malos ojos que la gente lo aclame. Y aún se quedaban cortos los que dicen: ¡Bendito el Rey que viene en nombre del Señor! ¡Paz en el Cielo y gloria en las alturas! Era imprescindible que al menos lo alabaran así, si no eran capaces de afirmar su divinidad.

¿Cómo exultamos nosotros por Dios, que se nos hace presente, mejor que a aquellos de Jerusalén con los sacramentos, y está de continuo presente en nuestros sagrarios? Los que extendían sus mantos y agitaban cantando ramas de los árboles, apenas le vieron pasar durante unos instantes. Y no se imaginaban su grandeza ni su poder salvador. Nosotros, en cambio, le hemos conocido a través de una revelación más completa y hemos recibido el ejemplo y el estímulo de tantos santos que nos precedieron. Tenemos además la continua enseñanza del Magisterio garantizando lo que creemos. No es preciso que nadie más asegure nuestra fe, habiendo investido el propio Cristo de infalibilidad a su Iglesia.

Nos conviene fijarnos y aprender de los que, confiados en Jesús, fueron en busca del animal que luego montaría; de los dueños, que lo entregaron enseguida, nada más saber que era para Jesús; de los que ponían los mantos y lo aclamaban en medio de la admiración y el desconcierto de los poderosos. Cada uno, a su modo, contribuyó a que el Hijo de Dios se manifestase ante la gente y fuera aclamado, aunque aquellos vítores no llegaran a hacerle justicia. Tampoco nosotros –que hemos recibido todo de Dios– le hacemos justicia cuando libremente intentamos amarle con obras, pero como ellos debemos al menos intentarlo.

Por otra parte, tenemos bien presente lo sucedido muy pocos días después en la misma Jerusalén. Pronto iban a olvidar su adhesión los que exultaban en alabanzas por todos los prodigios que habían visto; y, hábilmente manejados por los poderosos cambiarían el, ¡Bendito el Rey que viene en nombre del Señor! ¡Paz en el Cielo y gloria en las alturas!, por, ¡crucifícale, crucifícale! Para que nosotros no olvidemos que somos capaces de lo mejor y de lo peor. Pensemos asimismo en este día en lo que podemos hacer por que se manifieste el Reino de Dios en el mundo, a pesar de las propias limitaciones, que bien las conocemos, como las conocerían los que colaboraron con el Señor la mañana del Domingo de Ramos. Que aprendamos a ser coherentes, a no dejarnos luego influir por circunstancias del ambiente, del momento, del estado de ánimo, del qué dirán...

Pero hoy, Domingo de Ramos, deseamos fijarnos en Jesucristo que es aclamado por la gente. De continuo debería haber en el mundo un incesante clamor de alabanza y acción de gracias a Dios por Jesucristo –casi siempre sin palabras, basta la oración del corazón–, que sea expresión y como continuación actual del desahogo de san Pablo a los de Efeso: Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo con toda bendición espiritual en los cielos, pues en Él nos eligió antes de la creación del mundo para que fuéramos santos y sin mancha en su presencia, por el amor; nos predestinó a ser sus hijos adoptivos por Jesucristo conforme al beneplácito de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo gratos en el Amado, por quien, mediante su sangre, nos es dada la redención, el perdón de los pecados, según las riquezas de su gracia, que derramó sobre nosotros de modo sobreabundante con toda sabiduría y prudencia.

Envíanos de continuo tu luz, Señor, para que intentemos, aunque sea entre nuestros defectos, corresponder al amor que nos tienes. Le pedimos a tu Madre –Madre nuestra– la gracia de contemplarte siempre esperándonos, y a nuestro lado.


17.

Pasión y Resurrección son los dos tiempos, los dos momentos de un único misterio de muerte y de vida, que nos dan la respuesta al gran problema y al gran misterio de la vida humana.

¿Sabéis cuál es el misterio de la vida humana? Y si lo conocéis, ¿comprendéis ese su misterio?

        Acabamos de ser los testigos y al mismo tiempo los actores y protagonistas de este gran problema de la vida humana, casi sin darnos cuenta. Porque frecuentemente en nuestra vida nos solemos quedar en la superficie de las cosas y al exterior o fuera de los acontecimientos. No podemos o no queremos complicar nuestra vida yendo hasta el fondo, hasta el final.

         Veámoslo: como pueblo cristiano hemos proclamado hace un momento: “Hosanna, hosanna al Hijo de David. Bendito el que viene, nuestro rey, en nombre del Señor. Paz en el cielo y gloria en lo más alto de los cielos”. Lo cantamos, a veces, como los judíos de la época de Jesús. Y cuando nos hemos sentado, al escuchar el relato de la pasión del Señor, nos hemos identificado con el pueblo judío y con ellos hemos gritado: “Muerte a este hombre. Suéltanos a Barrabás, el homicida”. Y hemos insistido: ¡“Crucifícale, crucifícale!”. Y el viernes próximo, gritaremos de nuevo con los judíos: “¡Crucifícale, crucifícale!.

        Esta es la gran contradicción manifiesta en el corazón de todo hombre. En ti también. Esta es la tensión y la incertidumbre de nuestra vida. Y muchas veces no sabemos de qué lado estamos... o si no somos más  que una mezcla incomprensible de bien y de mal.

        Escuchamos aún el eco de las palabras firmes y sinceras de amistad de Pedro: “Señor, contigo y por ti estoy dispuesto a ir a la cárcel y a la muerte”. Fantásticas palabras, pero no son nada más que eso: palabras... Recuerdas, con una cierta pena, lo que pasó e hizo Pedro, ¿verdad? ¡FUE TRAIDOR! No nos gustan los traidores.¿Y tus palabras, mi buen hermano, mi buena hermana, ¿qué son? ¿no son también sólo palabras? ¿Mantienes y cumples tus resoluciones y propósitos de esta Cuaresma, o ya los has roto y olvidado? O lo que es todavía peor, ¿es que no has llegado ni hacer un simple propósito o resolución? ¿No has traicionado entonces, aquellas promesas solemnes de tu bautismo, que tantas veces has renovado en la Pascua?

        Unas horas más tarde, la amistad firme y sincera de Pedro quedaba completamente rota y borrada. El niega no solamente su amistad, sino que llega a decir no conocerle en absoluto: “Una sirvienta vio a Pedro, sentado alrededor del fuego, por el frío de la noche. Y acercándose a la hoguera, dijo: “Este estaba también con Jesús”. Pero él lo negó en absoluto, diciendo: “Mujer, yo ni si quiera lo conozco, no lo conozco de nada”. Y ESTO LO REPITIÓ EN LA NOCHE LARGA Y OSCURA POR TRES VECES”.

        Esta escena nos manifiesta, mis hermanos, nuestro desastre, la tragedia de nuestra vida. Aquí está todo el misterio de la Pasión y Resurrección y el gran problema de muerta y vida, de odio y amor, del Hosanna y de Crucifícale, del que nosotros acabamos de ser actores y protagonistas en esta liturgia de la Palabra en la que estamos participando.

        San Pablo se lamentaba también de esta situación del ser humano, porque él experimentaba este problema, esta tragedia en él mismo y buscaba como tú y como yo, la solución; porque en realidad de verdad ni a él, ni a nosotros no nos gusta, ni queremos ser malvados, injustos, egoístas y orgullosos, sucios, impuros, TRAIDORES, ¿no es verdad?. San Pablo decía por ello a la comunidad cristiana de Roma; escuchadlo bien, mis hermanos, escuchadlo bien, que os ayudará a salir de vuestras dudas, de vuestras angustias y temores: “No comprendo lo que hago, porque no hago lo que quisiera hacer, y en cambio realizo lo que detesto. Pues aunque el deseo de hacer el bien existe en mi, soy incapaz de realizarlo. No comprendo lo que hago, pues yo no hago el bien que deseo y en cambio realizo el mal que no quiero. Desgraciado de mí. ¿Quién me librará de este cuerpo que me arrastra a la muerte?

        Aquí tenéis, hermanos, patente y manifiesto el grave problema para todo ser humano, creyente o no creyente, cristiano o no cristiano. Pero para nosotros, cristianos, que hemos abierto la vida al don de la fe, a la confianza puesta en Jesús, él nos ha reunido de nuevo en un solo cuerpo para renovar el sacrificio de la reconciliación con Dios y de la redención: “ aquí está mi cuerpo entregado por vosotros. Aquí está mi sangre, derramada para la remisión de los pecados.”

        He aquí la victoria de la vida sobre la muerte: la Resurrección sobre la aniquilación. Dispongámonos a celebrar con fe y alegría la Eucaristía, donde nosotros encontraremos poco apoco la respuesta y la solución a la tragedia, al problema fundamental  de todo hombre: “No comprendo lo que hago, porque no hago lo que quisiera hacer, y en cambio realizo lo que detesto. Pues aunque el deseo de hacer el bien existe en mi, soy incapaz de realizarlo. No entiendo lo que hago, pues yo no hago el bien que yo quiero, y en cambio realizo el mal que no quiero. Desgraciado de mí. ¿Quién me librará de este cuerpo que me arrastra a la muerte? Jesús, el Señor.

Ven con nosotros, Señor Jesús. Maranatha.      

AMEN.

Eduardo Martínez Abad, escolapio

edumartabad@escolapios.es


18.

1. "¡Bendito el que viene como rey, en nombre del Señor!"Lucas 19,28. Hoy es el domingo de los olivos, de los ramos de olivo, del monte de los olivos. El Olivo es Cristo, el Unico que conoce el horror de la pasión, aplastado como una oliva en el molino de la cruz, y también la gloria de la resurrección. El pueblo y los niños le aclaman: "¡Hossanna!". El mismo pueblo, algunas horas después, gritará: "¡Crucifícalo!" Lucas 23,21

2. Vamos a vivir las últimas horas de Jesús sobre la tierra, desde la institución de la Eucaristía hasta la Pascua. Hoy leemos al profeta Isaías: El Siervo sufriente de Yahvé presta obediencia a la Palabra de Dios, que le despierta cada mañana para ponerse a la escucha. El escucha y la obedece con todos los sufrimientos que comporte su fiel cumplimiento: “Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, la mejilla a los que mesaban mi barba. No oculté el rostro a insultos y salivazos” Isaías 50,4.

3. El Apóstol subraya el premio de los sufrimientos del fiel Siervo de Yahvé. Presenta en dos estrofas rítmicas la doble trayectoria de Cristo humillado y exaltado. Línea descendente: "A pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango, y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse a la muerte de cruz"Filipenses 2,6. Contra la actitud de Adán que quiso ser "como Dios" desobedeciendo, Jesús no alardea de ser Hijo de Dios, y se somete a la voluntad del Padre, obedeciendo su designio hasta morir en cruz. Cuando esté clavado en la cruz le tentarán que demuestre que es Dios bajando de la cruz, pero no sucumbe y continúa siendo un hombre cualquiera. Era la mejor y la mayor prueba de que era Dios. Que era el AMOR. Sólo el amor se hace debilidad. Sólo el AMOR, en su infinidad de amor, es capaz de amar hasta sumegirse en el vientre de la ballena de la muerte para que todos a los que ama, no sufran la muerte. "Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por los amigos" (Jn 15,13). Y ese es Dios. Porque sólo El es el AMOR TOTAL, y los demás amores son parciales, es decir no son DIOS.

4. Línea ascendente: "Por eso el Padre le exaltó concediéndole el Nombre-sobre-todo-nombre de Kyrios o Señor, cuyo señorío se extiende sobre la humanidad y sobre la creación, para gloria de Dios Padre".

5. El amor le urge a entregarse por nosotros:"He deseado enormemente comer esta pascua con vosotros". Iluminada por estas palabras, la pasión ya no es una fatalidad que se abate sobre un Jesús abandonado e indefenso, sino que se convierte en un momento del camino de ascenso al Padre. Crucificado por los hombres, Jesús muere porque quiere y así se nos puede entregar todo El en su cuerpo y su sangre, como alimento de vida eterna.

6. Los cuatro evangelistas relatan la misma historia de la pasión, pero con distintos matices según los lectores a quienes se dirigen. Lucas muestra la responsabilidad del Sanedrín y de Pilato en el drama de la pasión, pero recalca que el principal agente invisible es Satanás. Cuando nos relató las tentaciones del desierto, terminó diciendo: “El diablo se marchó hasta otra ocasión” (Lc 4,13). El momento, la otra ocasión, ha llegado: "Satán se apodera del corazón de Judas para que traicione a Jesús y lo entregue a los sacerdotes" (Lc 22,3), y "zarandea a Pedro y a sus compañeros como se criba el trigo" (22,31). Y de la misma manera que se deslizó entre los árboles del Edén, se desliza ahora entre los olivos de Getsemaní para tentar el segundo Adán. Lucas emplea la palabra “agonía” para describir la intensidad de la lucha en Getsetnaní. 

7. Jesús vence a Satanás con la oración. Al entrar Jesús en el huerto de Getsemaní exhorta a sus apóstoles y a todos nosotros: “Orad, para no caer en la tentación” (Lc 22,40). Después se alejó como a un tiro de piedra. “Y arrodillado oraba. Sumido en agonía, oraba con más insistencia. Y le bajaba el sudor a goterones, como de sangre, hasta el suelo” (Ib 22,41) El médido Lucas, diagnostica la hemathidrosis, ya conocida por Aristóteles. En medio de todo, Cristo es el Maestro-Siervo-Hijo, que pide a su Padre el consuelo: "Abba, Padre, si es posible, pase de mí este cáliz" Lucas 22,42. 5. Jesús ha penetrado en la soledad de la tentación, donde desaparecen todas las palabras y no queda más que una infinita sensación de ahogo y de fracaso: "Me muero de tristeza" (Mt 26,38). Ahora, cumpliendo él la voluntad del Padre, nos invita a seguir su camino.

8. Jesús vence a Satanás con su bondad. En el relato de Lucas, Jesús no aparece tan dramáticamente aislado como en el de Marcos, sino entregado a los que le rodean como durante toda su vida. Dice al traidor: “Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre!” (Lc 22,48). Cura al criado del sumo sacerdote que Pedro había herido con la espada (Ib 22,51). Pedro, que dice que está dispuesto a morir por él Lucas 22,33, lo niega Lucas 22,57. Y Jesús mira con amor a Pedro que le acaba de negar, y Pedro, “saliendo afuera, lloró amargamente” (Lc 22.62). ¡Ah, si nosotros miráramos así a nuestros hermanos pecadores, que somos todos!

9. Le había dicho a Pedro: "Cuando te conviertas, confirma a tus hermanos" Lucas 22,32. Cuando te conviertas de tus errores, dudas, huídas, existencia gris y mediocre, adocenamiento y egoismo, al amor verdadero, confirma a tus hermanos. Ayúdales a ser sólidos, confiados en el amor eterno del Padre, amantes de la vida, acogiendo con humor los roces y fricciones diarios, serenos en los vaivenes del mundo cambiante; dales la mano para vivir juntos la vida eterna que brotará del sepulcro en la mañana de Pascua. Lleva a tus hermanos al convencimiento de que la comunidad que vas a presidir, vivificada por el Espíritu Santo, no va a ser una empresa en la que vosotros vais a ser los representantes en los lugares de distribución, o un pase de modelos vistosos y espectaculares, sino una comunidad de amor y de servicio y de entrega, que ha de caminar siempre influenciada por los dones del Espíritu Santo. Comunidad de oración y de amor, y no de funcionarios a tiempo reducido. 

10. Camino del Calvario se vuelve hacia las mujeres que le compadecen y lloran, y les dice: "Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, sino por vosotras y por vuestros hijos" (Lc 23,28). Jesús, dejando de pensar en sí mismo, consuela a las mujeres que lloran, y las invita a la conversión, a llorar los pecados propios, y los de los hijos, y los del pueblo, y los de los extraños. Y en la cruz, se dirige al Abbá Amado. El que está en la cruz, el que ha fracasado, aparentemente, pide perdón para todos y diisculpa a los responsables de su muerte: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que se hacen"(Lc 23,34). Vuelve la cabeza ensangrentada y sus ojos llenos de lágrimas y obnubilados mira al ladrón arrepentido y le regala el Reino: “Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lc 23,43). 8. El que durante toda su vida ofreció la salvación a todos, acosado ya por la muerte, la ofrece y la otorga al ladrón. Jesús no se va solo al paraíso del Padre. Con él van los que le aceptan, los perdidos y los pobres, los bandidos y los pecadores. Los que no han encontrado salvación en la tierra, y le piden: "Acuérdate de mí". "Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha, y lo libra de sus angustias" (Sal 117,5). 

11. Clavado en la cruz, mira silenciosamente a su pueblo que lo presenciaba (Lc 23,35), y aquellos fieles bajan del Calvario golpeándose el pecho (Lc 23,48). Con todo esto, Lucas nos sigue diciendo: Acerquémonos al trono de misericordia, miremos al Crucificado, y golpeémonos el pecho también nosotros, pues todos le hemos crucificado, y todos podemos recibir de él el perdón y la salvación.

12. "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu". Cuando Jesús muere, SE HACE UN GRAN SILENCIO que inunda el universo, porque se apaga LA PALABRA que nos decía la grandeza del mundo y del hombre y del AMOR. Pero en ese silencio y en esa muerte, se desvela el sentido de la vida: el mundo se oscurece, el sol se apaga, el velo del templo, que separaba los pueblos, se rasga. Es verdad. Pero sobre la ruína de aquel mundo, se implanta el cimiento de la vida nueva: Jesús que sube al Padre. La muerte que hasta ahora era una derrota, se ha convertido en el verdadero camino de la plenitud definitiva y total. La cara profunda y oculta de lo que hemos visto en el monte Calvario, es la Resurrección y la Ascensión. Es el nacimiento de un mundo nuevo. El misterio lo vamos a representar ahora en la celebración del memorial vivo de la Eucaristía.

13. En la procesión de las palmas y los Ramos aclamamos la Resurrección por anticipado. Todo lo que va a ocurrir en la celebración litúrgica de la Semana Santa, está lleno de esperanza, porque la muerte va a ser vencida. Cuenta Antonio Burgos en su delicioso libro SEVILLA EN CIEN CUADROS, que escuchó la mejor explicación de la Resurrección a un evangelista anónimo, cuando respondió a un forastero extrañado: "El sevillano ha visto muchas veces esta película de la Pasión desde que era chico. Y sabe que acaba bien, que acaba con la Redención y con la Resurrección... Nuestra Resurrección son las palmas del Domingo de Ramos, porque nos sabemos el final de la película..."

14. San Pablo nos dice cuáles han de ser los sentimientos con los que hemos de entrar en la Semana Santa: “Tened los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús” (Filp 2,5), sentimientos de filial obediencia a los designios salvíficos que Dios tiene sobre cada uno de nosotros, aunque impliquen abrazarnos con la humillación y con el sacrificio. Si Jesús se entregó por los demás hasta morir por ellos, lo mismo debemos hacer sus seguidores: “El dio su vida por nosotros, y nosotros hemos de darla por nuestros hermanos” (l Jn 3,16). Al celebrar la Eucaristía en torno al altar hagamos nuestros los sentimientos del Señor, dándonos generosamente a los demás en forma de servicio por amor.

JESÚS MARTÍ BALLESTER


19. 2004 SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO

1ª Lectura
Is 50,4-7
4 El Señor Dios me ha dado una lengua de experto para que yo sepa responder al cansado. Cada mañana me despierta el oído para escuchar como un discípulo. 5 El Señor Dios me ha abierto el oído y yo no he resistido, no me he echado atrás. 6 He ofrecido mi espalda a los que me golpeaban, mis mejillas a quienes me mesaban la barba; no he hurtado mi rostro a la afrenta y a los salivazos. 7 El Señor Dios viene en mi ayuda; por eso soporto la ignominia, por eso he hecho mi rostro como pedernal y sé que no quedaré defraudado.
 
Salmo Responsorial
Sal 22,8-9

8 todos los que me ven hacen burla de mí, retuercen la boca, menean la cabeza: 9 «Confió en el Señor, pues que él lo libre; que lo salve, si de verdad lo quiere».


Sal 22,17-18
17 Me rodea un montón de perros, una banda de criminales me acomete, taladran mis manos y mis pies, 18 puedo contar todos mis huesos. No me pierden de vista, me vigilan;


Sal 22,19-20
19 se reparten mi ropa y se sortean mi túnica. 20 Mas tú, Señor, no te quedes lejos; fuerza mía, ven corriendo en mi auxilio,


Sal 22,23-24
23 Anunciaré tu nombre a mis hermanos, en plena asamblea te alabaré. 24 Que lo alaben los fieles del Señor, que lo glorifique la raza de Jacob, que lo adore la raza de Israel;
 
2ª Lectura
Flp 2,6-11

6 el cual, teniendo la naturaleza gloriosa de Dios, no consideró como codiciable tesoro el mantenerse igual a Dios, 7 sino que se anonadó a sí mismo tomando la naturaleza de siervo, haciéndose semejante a los hombres; 8 y, en su condición de hombre, se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. 9 Por ello Dios le exaltó sobremanera y le otorgó un nombre que está sobre cualquier otro nombre, 10 para que al nombre de Jesús doblen su rodilla los seres del cielo, de la tierra y del abismo, 11 y toda lengua confiese que Jesucristo es Señor para gloria de Dios Padre.
 
Evangelio
Lc 22,14-71
14 A la hora determinada se puso a la mesa con sus discípulos. 15 Y les dijo: «He deseado vivamente comer esta pascua con vosotros antes de mi pasión. 16 Os digo que ya no la comeré hasta que se cumpla en el reino de Dios». 17 Tomó una copa, dio gracias y dijo: «Tomad y repartidla entre vosotros, 18 pues os digo que ya no beberé del fruto de la vid hasta que llegue el reino de Dios». 19 Luego tomó pan, dio gracias, lo partió y se lo dio, diciendo: «Esto es mi cuerpo, que es entregado por vosotros; haced esto en recuerdo mío». 20 Y de la misma manera el cáliz, después de la cena, diciendo: «Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre, que es derramada por vosotros. 21 Pero ved que la mano del que me entrega está conmigo en la mesa. 22 Porque el hijo del hombre se va, según lo decretado; pero ¡ay del hombre que lo entrega!». 23 Ellos comenzaron a preguntarse unos a otros quién sería el que iba a cometer tal acción.


JESÚS CORRIGE LA AMBICIÓN DE LOS APÓSTOLES
24 Surgió también una discusión entre ellos sobre quién debía ser considerado como el más grande. 25 Él les dijo: «Los reyes de las naciones las tiranizan y sus príncipes reciben el nombre de bienhechores. 26 Entre vosotros no ha de ser así, sino que el mayor entre vosotros será como el más joven, y el que mande como el que sirve. 27 En efecto, ¿quién es más grande, el que se sienta a la mesa o el que sirve? ¿No es el que se sienta a la mesa? Pues bien, yo estoy en medio de vosotros como el que sirve. 28 Vostros habéis perseverado conmigo en mis pruebas, 29 y yo os voy a dar el reino como mi Padre me lo dio a mí, 30 para que comáis y bebáis a mi mesa en mi reino y os sentéis sobre tronos para juzgar a las doce tribus de Israel».


PREDICE EL ABANDONO DE SUS DISCÍPULOS
31 «Simón, Simón, mira que Satanás ha pedido poder cribaros como el trigo, 32 pero yo he rogado por ti para que no desfallezca tu fe. Y tú, cuando te arrepientas, confirma a tus hermanos». 33 Pero él le dijo: «Señor, estoy dispuesto a ir contigo a la cárcel y hasta a la muerte».  34 Jesús le contestó: «Pedro, te digo que no cantará hoy el gallo antes que hayas negado tres veces que me conoces».

 

PREPARACIÓN PARA LA LUCHA
35 Después les dijo: «Cuando os envié sin bolsa, sin alforjas y sin sandalias, ¿os faltó algo?». Ellos contestaron: «Nada». 36 Y añadió: «Ahora, el que tenga bolsa que la tome, y lo mismo la alforja; y el que no tenga, venda su manto y compre una espada. 37 Pues os digo que debe cumplirse en mí lo que está escrito: Y fue contado entre los delincuentes. Porque se acerca el cumplimiento de todo lo que se refiere a mí». 38 Ellos le dijeron: «Señor, aquí hay dos espadas». Les respondió: «Es bastante».


AGONÍA EN GETSEMANÍ
   39 Salió y fue, según su costumbre, al monte de los Olivos. Sus discípulos lo acompañaban. 40 Cuando llegó al lugar, les dijo: «Orad para no caer en la tentación». 41 Él se apartó de ellos como un tiro de piedra, se arrodilló y se puso a orar, 42 diciendo: «Padre, si quieres, aleja de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya». 43 Y se le apareció un ángel del cielo reconfortándolo. 44 Entró en agonía, y oraba más intensamente; sudaba como gotas de sangre, que corrían por el suelo. 45 Se levantó de la oración, fue a sus discípulos y los encontró dormidos por la tristeza.  46 Y les dijo: «¿Por qué dormís? Levantaos y orad para que no caigáis en la tentación».


PRENDIMIENTO DE JESÚS
47 Aún estaba hablando, cuando apareció un gran tropel de gente encabezado por el llamado Judas, uno de los doce, el cual se acercó a Jesús para besarlo. 48 Jesús le dijo: «Judas, ¿con un beso entregas al hijo del hombre?». 49 Los que estaban con él, viendo lo que iba a ocurrir, le dijeron: «Señor, ¿les damos con la espada?». 50 Uno de ellos dio un golpe al criado del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha. 51 Jesús dijo: «¡Basta ya! ¡Dejad!». Y tocando la oreja lo curó. 52 Y dijo a los sumos sacerdotes, a los oficiales del templo y a los ancianos que habían venido a prenderlo: «Habéis venido a prenderme como a un ladrón, con espadas y palos. 53 Todos los días estaba con vosotros en el templo, y no me echasteis mano; pero ésta es vuestra hora y el poder de las tinieblas».


TRIPLE NEGACIÓN DE PEDRO
54 Lo apresaron y lo condujeron a la casa del sumo sacerdote. Pedro lo seguía de lejos. 55 Ellos encendieron fuego en medio del patio y se sentaron alrededor; Pedro se sentó entre ellos. 56 Una criada lo vio sentado junto al fuego, lo miró fijamente y dijo: «También éste andaba con él». 57 Pedro lo negó, diciendo: «No lo conozco, mujer». 58 Poco después otro, al verlo, dijo: «Tú también eres de ellos». Y Pedro dijo: «Hombre, no lo soy». 59 Transcurrió como una hora, y otro afirmó rotundamente: «Seguro que también éste andaba con él, porque es galileo».  60 Pedro dijo: «Hombre, no sé lo que dices». E inmediatamente, mientras aún estaba hablando, cantó un gallo. 61 El Señor se volvió, miró a Pedro, y Pedro se acordó de la palabra del Señor cuando le había dicho: «Antes que cante el gallo hoy, me negarás tres veces». 62 Y saliendo fuera, lloró amargamente.

 

JESÚS, ULTRAJADO
63 Los que custodiaban a Jesús se burlaban de él y lo golpeaban; 64 lo cubrieron con un velo y le preguntaban: «Adivina quién te ha pegado». 65 Y le decían muchas otras injurias.

 

JESÚS ANTE EL TRIBUNAL SUPREMO
66 Al amanecer, celebraron consejo los ancianos del pueblo, los sumos sacerdotes y los maestros de la ley; lo llevaron al tribunal  67 y le dijeron: «Si tú eres el mesías, dínoslo». Jesús les contestó: «Si os lo digo, no me vais a creer; 68 y si yo os pregunto, no me vais a responder. 69 Pero desde ahora el hijo del hombre estará sentado a la derecha de Dios todopoderoso». 70 Todos dijeron: «Luego ¿eres tú el hijo de Dios?». Y él les respondió: «Vosotros lo decís: Yo lo soy». 71 Ellos replicaron: «¿Qué necesidad tenemos ya de testigos, si nosotros mismos lo hemos oído de su boca?».

 

Lc 23,1-56
1 Se levantó la asamblea, lo condujeron a Pilato  2 y comenzaron a acusarle, diciendo: «Nosotros lo hemos encontrado alborotando a nuestra nación, prohibiendo pagar tributo al césar y diciendo que él es el cristo rey». 3 Pilato le preguntó: «¿Tú eres el rey de los judíos?». Y él respondió: «Tú lo dices».  4 Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la gente: «No encuentro ninguna culpa en este hombre».   5 Pero ellos insistían con más energía: «Alborota al pueblo enseñando por toda Judea, desde Galilea, donde empezó, hasta aquí».  6 Pilato al oír esto, preguntó si era galileo; 7 al asegurarse de que era de la jurisdicción de Herodes, se lo envió, porque Herodes estaba también en Jerusalén por aquellos días.

 

JESÚS ANTE HERODES
8 Herodes se alegró mucho de ver a Jesús, porque hacía bastante tiempo que quería verlo, pues había oído hablar de él y esperaba verle hacer algún milagro. 9 Le hizo muchas preguntas, pero él no respondía nada. 10 Por su parte, los sumos sacerdotes y los maestros de la ley estaban allí y lo acusaban duramente. 11 Herodes, con sus soldados, trató con desprecio a Jesús, se burló de él, le puso un vestido blanco y lo envió a Pilato. 12 Aquel día Herodes y Pilato se hicieron amigos, pues antes eran enemigos.


OTRA VEZ ANTE PILATO
13 Pilato convocó a los sumos sacerdotes, a las autoridades y al pueblo, y les dijo: 14 «Me habéis traído a este hombre como alborotador del pueblo; yo lo he interrogado delante de vosotros y no lo he encontrado culpable de las cosas de que lo acusáis. 15 Herodes tampoco, puesto que nos lo ha devuelto. Nada ha hecho, pues, que merezca la muerte. 16 Por tanto, lo pondré en libertad después de haberlo castigado». 17  Por la fiesta tenía por costumbre sortarles a un preso. 18 Ellos gritaban todos a una: «Quita de en medio a ése y deja en libertad a Barrabás». 19 Éste había sido encarcelado por una revuelta ocurrida en la ciudad y por un homicidio.  20 De nuevo Pilato les habló, pues quería dejar en libertad a Jesús. 21 Pero ellos gritaron: «¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!».  22 Y Pilato, por tercera vez, les dijo: «¿Pero qué mal ha hecho? No he encontrado en él causa alguna de muerte; por tanto, lo dejaré en libertad después de haberlo castigado». 23 Pero ellos insistían a grandes voces pidiendo que fuera crucificado, y sus gritos cada vez eran más fuertes. 24 Pilato decidió que se hiciera como pedían. 25 Dejó en libertad al que pedían (el que había sido encarcelado por una revuelta y un homicidio), y les entregó a Jesús para que hicieran con él lo que quisieran.


CAMINO DEL CALVARIO
26 Cuando lo conducían, echaron mano de un tal Simón de Cirene, que venía del campo, y le cargaron la cruz para que la llevara detrás de Jesús. 27 Lo seguía mucha gente del pueblo y mujeres, que se daban golpes de pecho y se lamentaban por él.  28 Jesús se volvió a ellas y les dijo: «Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí; llorad por vosotras y por vuestros hijos, 29 porque vienen días en los que se dirá: Dichosas las estériles, los vientres que no han dado a luz y los pechos que no han amamantado. 30 Entonces comenzarán a decir a las montañas: Caed sobre nosotros, y a los collados: Sepultadnos;  31 porque si esto hacen al leño verde, ¿qué no harán al seco?».32 Llevaban también a dos criminales para ejecutarlos con él.


CRUCIFIXIÓN
33 Cuando llegaron al lugar llamado Calvario, crucificaron allí a Jesús y a los criminales, uno a la derecha y otro a la izquierda.  34 Jesús decía: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen». Y se repartieron sus vestidos a suertes. 35 El pueblo estaba mirando. Las mismas autoridades se burlaban, diciendo: «Ha salvado a otros; que se salve a sí mismo si es el mesías de Dios, el elegido». 36 También los soldados se burlaban de él, se acercaban y le daban vinagre, 37 diciendo: «Si tú eres el rey de los judíos, sálvate a ti mismo».38 Encima de él había un letrero que decía: «Éste es el rey de los judíos».


MUERTE DE JESÚS
39 Uno de los criminales crucificados le insultaba diciendo: «¿No eres tú el mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros». 40 Pero el otro le reprendió diciendo: «¿Ni siquiera temes a Dios tú que estás en el mismo suplicio? 41 Nosotros estamos aquí en justicia, porque recibimos lo que merecen nuestras fechorías; pero éste no ha hecho nada malo». 42 Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas como rey». 43 Y le contestó: «Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso».  44 Hacia el mediodía las tinieblas cubrieron toda la tierra hasta las tres de la tarde.  45 El sol se eclipsó y la cortina del templo se rasgó por medio. 46 Y Jesús, con fuerte voz, dijo: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu». Dijo esto y expiró. 47 El oficial, al ver lo que había ocurrido, daba gloria a Dios, diciendo: «Verdaderamente este hombre era justo». 48 Y toda la gente que había asistido al espectáculo, al ver lo sucedido, regresaba dándose golpes de pecho. 49 Todos los conocidos de Jesús estaban a distancia, igual que las mujeres que lo habían seguido desde Galilea, presenciando todo esto.


SEPULTURA DE JESÚS

50 Un hombre llamado José, miembro del tribunal supremo, hombre bueno y justo, 51 de Arimatea, ciudad de Judea, el cual no estaba de acuerdo con las actuaciones del tribunal y que esperaba el reino de Dios, 52 se presentó a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. 53 Lo bajó de la cruz, lo envolvió en una sábana y lo puso en un sepulcro excavado en la roca, en el que todavía no había sido puesto nadie.54 Era el día de la preparación de la pascua, y rayaba ya el sábado. 55 Las mujeres que habían acompañado a Jesús desde Galilea lo siguieron de cerca y vieron el sepulcro y cómo fue colocado su cuerpo. 56 Regresaron y prepararon aromas y ungüentos. El sábado descansaron, como estaba prescrito.
 
 * * *

Comentarios 

La vida de Jesús tuvo su culminación en Jerusalén. ¿Cuántas veces había venido Jesús a la ciudad santa? El testimonio de los evangelios no es uniforme. En lo referente a su último viaje, los motivos histórico-teológicos son muy importantes.

Según Lc 19,29 todo el evangelio es una subida a Jerusalén. Cuando se aproxima la fiesta de la Pascua, decide entrar a la ciudad montado en un burro.

El número de peregrinos que venían para la fiesta de la Pascua era ciertamente grande. No se trataba solamente de los peregrinos que venían de Judea y de Galilea, sino también de peregrinos venidos de la diáspora. Se habla de unos 125.000 con los que la población de la ciudad, normalmente de unos 55.000 habitantes, se elevaba a 180.000 aproximadamente. Muchos peregrinos venían con algunos días de anticipación. El ambiente de la ciudad estaba profundamente influenciado por los sentimientos de la fiesta.

Qué sucedió cuando Jesús se dirigió a la ciudad, desde el monte de los olivos? El relato evangélico, nos hace pensar que las personas que lo aclamaron eran sus discípulos y tal vez algún grupo de peregrinos, aunque, según el cuarto evangelista (Jn 12,12s), también acudieron gentes de la ciudad para aclamarlo.

Jesús, caminante y peregrino que se dirige a celebrar la fiesta, es aclamado ante la puerta de la ciudad por sus discípulos y por otros peregrinos. Más que la simple alegría por el hecho de que, después del largo caminar, se ha llegado finalmente a la ciudad santa, lo que crea este ambiente de alegría es la esperanza de que está por cumplirse el anuncio del advenimiento del Reino de Dios, que Jesús ha hecho. La aclamación esconde ciertamente un tono mesiánico.

No quedan dudas acerca de la intención del relato evangélico: detalles como el de la leyenda del borrico (inspirada en Zac 9,9, pero también en Gn 49,11); detalles como el de la aclamación mesiánica de la multitud (por medio del Salmo 118,26 que en realidad tenía que ver con la aclamación dirigida a todo peregrino que se acercaba a la ciudad para la fiesta); detalles, en fin, como el del Hosanna (aclamación reservada para Dios en el Sal 118,26a), tienen que ser interpretados en el sentido del reconocimiento del mesianismo real, convertido en una historia de fe cristiana.

Por qué no intervinieron los romanos? Seguramente porque se trataba de una manifestación pacífica. Pero en realidad ni siquiera sabemos si esta ovación jugó posteriormente algún papel y, en qué sentido, en el juicio de Jesús.

Lo que impresiona más es que no alcanzamos a constatar claramente en el relato la reacción de Jesús ante esta manifestación mesiánica. Jesús aparece más bien silencioso. Pero no debemos olvidar algo: Jesús se reveló aquí como el Mesías de los pobres.

Los evangelistas sitúan la entrada de Jesús en Jerusalén en los días que preceden a la Pascua. Sin embargo, ellos han recogido las tradiciones relativas a este acontecimiento, presentándolas dentro del marco de una entronización mesiánica, comparable con la de la fiesta judía de los Tabernáculos: el Mesías esperado en esta fiesta ha llegado realmente.

La fiesta judía de los Tabernáculos tenía lugar en otra época del año, distinta a la de la Pascua: era la época de la recolección de las cosechas. Venía a ser como la clausura del año, para celebrar la fecundidad, al mismo tiempo que se imploraba la bendición divina para el año nuevo. Este interés por el año futuro había servido a los profetas para convertir la fiesta en una fiesta con carácter escatológico. El ritual tradicional de la fiesta de los Tabernáculos incluía la costumbre de agitar ramas de árboles (Lev 23,33-34); Neh 8,13-18). Ciertos ritos particulares, al ritmo del Salmo 117/118, hacían referencia a la fecundidad de los últimos tiempos (Jn 7,38-39), y constituían una verdadera entronización del futuro Mesías.

En el Domingo de Ramos se conjugan pues, en los recuerdos evangélicos, la inspiración pascual con la inspiración mesiánica de la fiesta de los Tabernáculos.

 
Isaías 50, 4-7

Esta lectura del deutero Isaías hace parte de los poemas del Siervo de Yahveh. Un personaje anónimo que se ve perseguido con violencia porque para algunos su mensaje es inoportuno ha sido enviado para consolar, para dar una palabra de aliento. En el desempeño de su misión acepta plenamente el sufrimiento y no se resiste a la palabra de Dios, ni le hace frente a las injurias de los hombres, porque en medio del sufrimiento experimenta la ayuda del Señor que lo hace más fuerte que el dolor. El confía en el Señor y en él se siente seguro.

El Siervo es a la vez un creyente que escucha la Palabra y un profeta que reconforta a los oprimidos. Si él recibe esta palabra cada mañana es, probablemente porque la ha leído y releído todos los días para conseguir de ella el valor y el coraje. Su misión de profeta le ha suscitado adversarios entre sus compatriotas, en el exilio como él, que rechazan violentamente su misión y su mensaje. Pero él permanece inquebrantable porque recibe de Dios la confianza y en él se siente seguro.

¿Quién es este personaje? Mucho se ha discutido acerca de su identidad, pero a nosotros nos interesa más bien cómo interpreta el Nuevo Testamento este texto y cómo lo relee. Jesús lo ha puesto también en relación con el destino que él vive ahora como Mesías rechazado.

La comunidad cristiana primitiva utilizó este texto para penetrar en el misterio de la Pasión de Jesús, e inversamente Jesús es la clave que nos permite comprender en su profundidad el texto de Isaías.
 

Salmo 21 (22)

El Salmo 21 (22) pertenece al género literario de los salmos de súplica individual con las dos características de este género: la petición de auxilio en una tribulación, la promesa de alabanza y acción de gracias por la liberación. El orante describe la situación que lo agobia y acude al auxilio del Señor, porque él no ha desamparado a su pueblo ni a quien se apoya en él.

Todo el Salmo es una súplica que parece un ultimátum, de un inocente perseguido que no invoca castigo para sus enemigos. Hay una serie de descripciones que son mezcla de realismo y fantasía. Leído en el contexto de la Pasión nos impresiona profundamente, porque ese inocente perseguido esta figura se hace realidad y los elementos que nos da el salmo ayudan a interpretar la pasión de Cristo. Por esta razón ha tomado gran importancia entre los cristianos.

Los relatos de la pasión de los evangelios aparecen citas explícitas o implícitas del Salmo 22, porque los evangelistas se sirvieron de él para componer sus relatos. En el Salmo el orante no muere y puede contar las maravillas que el Señor realiza en su liberación lo que suscita la alabanza y la conversión; por el contrario Jesús muere, pero el Padre lo libra más allá de la muerte y lo resucita, una liberación que debe ser anunciada pero que es eficaz por sí misma.
 

Flp 2, 6-11

Los Filipenses son los primeros europeos evangelizados por Pablo. Lidia, una mujer de la región lo acoge en su casa (cfr. Hch 16,11-40). Pablo, judío de nacimiento y ahora ciudadanos romano, está en la prisión. Desde allí, Pablo escribe a sus amigos y los invita a superar sus celos y divisiones, mediante la humildad (v 3-4). Cristo lo ha reducido a la condición de esclavo, y allí en la cárcel vive los sentimientos de Cristo y por eso hace suyo un himno litúrgico paleocristiano (6-11) que se ha clasificado como un credo cristiano primitivo.

La primera estrofa de este himno (v. 6-8) yuxtapone dos afirmaciones que son como el eje del cántico: Cristo es la imagen de Dios y se despoja de esa condición divina para convertirse en la imagen del que sirve. El aceptó la condición de siervo no en el sentido social del término sino en la del hombre que en el mundo lleva una vida servil y esclavizada. Cristo es verdaderamente Dios y verdaderamente hombre; no se trata de que se haya revestido de una apariencia de hombre sino que es realmente un hombre como nosotros, porque se ha rebajado por su propia voluntad, hasta la muerte más humillante como es la de la cruz.

En la segunda estrofa (v. 9-11) comienza con la razón de su exaltación: la exaltación de Cristo reposa totalmente en su abajamiento, en la misma línea del siervo de Isaías 53,12. Jesús realizó el destino del siervo fiel que sufre y acepta su sufrimiento; por eso Dios lo glorifica.

El himno parece no hablar de Resurrección. En realidad, utiliza otro lenguaje, el de la exaltación. Jesús no tiene ya la condición de mortal: el porta la vida misma de Dios. La verdadera gloria del Padre es que los creyentes proclamen como Señor a ese Jesús crucificado, que vive para siempre, porque rendir homenaje a Jesucristo es glorificar a Dios Padre, ya que El fue quien lo exaltó haciéndolo el Señor.

Pablo nos invita a entrar en la dinámica de la humillación y exaltación, de muerte y resurrección. La acción simbólica del lavatorio de los pies de Jn 12,20-13,17, ilustra este himno. El autor de la epístola a los hebreos comprendió perfectamente la voluntad de Cristo de anonadarse, de asumir la condición humana.

La espiritualidad de una Iglesia que sirve, que es pobre, encuentro aquí su origen. Los que sirven no son más grandes que su maestro. Este himno nos recuerda también el Magníficat: Dios exalta al pobre, el que escoge el último lugar será elevado al primero.
 

Evangelio: Lc 22,14-23.56

En el ciclo C de la liturgia leemos el relato de la Pasión del Señor según Lucas. Es muy importante que consideremos las características teológicas que nos presenta este relato.

Lucas, como es sabido, es considerado como el evangelista de la misericordia, o lo que es lo mismo, como el evangelista que ha marcado toda la tradición que nos entrega, con el pensamiento del amor infinito de Dios que se ha manifestado en Jesucristo. Ninguno de los evangelistas ha percibido como él la sensibilidad del amor del Padre, que se deja sentir de manera especial entre los pobres, entre los que sufren, entre los marginados. No es difícil constatar en el evangelio de Lucas la preocupación de Jesús por los débiles, por las viudas, por los huérfanos, por los pecadores, por las mujeres. No es accidental en este evangelio el hecho de que aparezcan en él textos que no nos encontramos en los otros evangelios, como el de la parábola del padre misericordioso (que generalmente designamos, con menos propiedad, como la parábola del hijo pródigo), o la del buen samaritano.

Este mismo interés se manifiesta en la narración de los acontecimientos de la Pasión del Señor.

En primer lugar, porque todo este relato está sustentado por un conocimiento del alma de Jesús, cuya intimidad nos es desvelada por el evangelista cuando nos deja ver su estrecha relación con el Abba misericordioso, en los momentos de oración (Lc 22,42); o cuando su Padre le da valor en medio del sufrimiento (Lc 22,43).

En segundo lugar, la cruz aparece en este relato de la Pasión como un verdadero sacramento del amor divino: la revelación de la misericordia en medio del sufrimiento. Lucas no pone la atención en los aspectos negativos y crueles de esta situación. En su narración se omiten recuerdos o referencias que aparecen en los otros evangelistas como la flagelación o la coronación de espinas que sirven para inculpar a los que llevaron a Jesús a la muerte. Lucas nos quiere hacer descubrir el amor del Padre hacia su Hijo y hacia todos los hombres, aún en esta situación de dolor. Jesús no aparece abandonado en el Calvario (no se cita a Zac 13,6 sobre la dispersión del rebaño): está acompañado de amigos y conocidos (Lc 23,49 en contraposición con Mt 27,55-56 y Mc 15,40-41). Y reemplaza el grito del Salmo 21 (22) que cita Mateo por la manifestación ilimitada de confianza del Salmo 30,6 (31,6): “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”.

A la luz de todo esto es comprensible el papel que desempeña en este relato de la Pasión la actitud del perdón, sólo explicable desde el misterio de la misericordia. En definitiva todo el mundo queda limpio y se insiste en hechos positivos, sólo explicables desde la virtud reconciliadora del sufrimiento de Jesús o desde su actitud de perdón: el caso de Pilato (Lc 23,4.13-15.20-22); el del agresor a quien Pedro cercenó una oreja y que es sanado por Jesús (Lc 22,51); el de Pedro (Lc 22,61); el de todos los judíos(Lc 23,34); el del malhechor bueno (Lc 23,39-43); el del centurión (Lc 23,47); el de la reconciliación entre Herodes y Pilato (Lc 23,6-12).

Jesús aparece claramente como el inocente, el justo perseguido. Aún en el proceso de los romanos, Pilato proclama la inocencia de Jesús. El centurión también reconoce su inocencia.

Sólo en Lucas Jesús se dirige con palabras consoladoras a las mujeres que de lejos los siguen. Realmente, Lucas ha sido llamado el evangelio de las mujeres y de la misericordia con los más pobres e ignorados, y las mujeres hacían parte de la clase marginada en Israel. Pero, para Jesús, en todo el evangelio de Lucas, las mujeres hacen parte del discipulado y merecen un trato respetuoso. Ahora, camino del Calvario, la fidelidad de las mujeres a su maestro es reconocida por el Señor.

La Pasión y la muerte de Jesús son una verdadera revelación: la manifestación de la misericordia del Padre. Sólo quien ha comprendido una actitud tan conmovedora, como la que nos trae este evangelio en la parábola del padre misericordioso, podrá entender por qué el evangelista ha mirado así el misterio del sufrimiento y de la muerte de Jesús.

Lucas concibió el relato de la Pasión como una contemplación de Jesús. Por eso este relato es una invitación al lector-oyente a aproximarse al Señor, a seguirlo, a llevar con él la cruz de cada día (9,23). En la palabra que dirige en la cruz al malhechor arrepentido, ese ‘hoy’ nos remonta a Lc 4,21 cuando en la sinagoga de Nazaret, Jesús declara que “hoy se ha cumplido” el pasaje de Is 61,1-2 que acababa de leer. El tiempo se ha cumplido y él, que ha venido para anunciar la libertad a los cautivos y la vista a los ciegos, para poner en libertad a los oprimidos y para proclamar el año de gracia del Señor” ha cumplido su misión, porque va a morir colgado de la cruz pero seguirá viviendo en medio de nosotros.
 

Para la revisión de vida

Jesús fue, ante todo, históricamente hablando, un Mesías, el Mesías. Y a ese Mesías histórico es al que confesamos Hijo y revelador de Dios. El Jesús de mi fe, ¿es mesías? Mi seguimiento de Jesús, es “mesiánico”? ¿Prolongo el mesianismo de Jesús aquí y ahora?
 

Para la reunión de grupo

Tomar el artículo de Jon Sobrino y articular una reunión de estudio teórico y aplicado:

Nuestro Cristo, al que nosotros rezamos y seguimos, ¿es en verdad Mesías, o lo hemos desmesianizado? ¿Es acaso un Cristo sin Reino?

La devoción personal a Jesús, la concentración en la persona de Jesús, lleva a veces a muchos cristianos al olvido de la Causa de Jesús, el Reino. Poner ejemplos de esta situación. ¿Es nuestro caso?

¿Influye en todo esto el lugar geográfico del mundo en el que vivamos, o/y el “lugar social” en el que estamos?
 

Para la oración de los fieles

Hoy responderemos: -Te amamos, Señor, creemos en Ti.
 

Contemplando una vez más tu pasión y tu muerte, Jesús, nos sentimos llamados a hacer nuestra tu Causa, tu esperanza, tu labor de Mesías venido para todos los que tienen esperanza. Por eso te decimos:

Observando también tu pasión y tu muerte realizadas hoy día, en los hombres y mujeres que sufren cualquier situación de injusticia, opresión o exclusión, nos sentimos interpelados a intervenir en esas situaciones, y a consagrar nuestra vida a la tarea de ser y dar esperanza para los demás. Por eso te decimos:

Al entrar en la “semana mayor” del año, nos sentimos unidos a todos los hombres y mujeres que creen en Cristo, esperando y deseando que llegue el día en que, más allá de cualquier frontera de separación religiosa, podamos decir todos juntos:

Al saber por Jesús que el amor es el criterio supremo por el que serán juzgadas todas las naciones, soñamos con que llegue el día en que los hombres y mujeres de todos los Pueblos y Religiones invoquemos al “Dios-amor, de todos los nombres” y le digamos a una sola voz:

Al comenzar una semana que también es para muchos de descanso, de interrupción del ritmo semanal ordinario, de vacaciones o incluso de turismo, queremos sentirnos unidos a todos los que en medio de esas actividades “profanas” no van a dejar de saber encontrarse consigo mismos y con lo divino que llevan dentro, por otras formas que las habituales; y con ellos queremos decirte:
 

Oración comunitaria

Oh Dios que, de muchas maneras y de una forma constante a lo largo de la Historia, has hecho surgir muchos Mesías para salir al encuentro de las esperanzas de la Humanidad de todos los tiempos y de todas las religiones. Haz que los que creemos en el Mesías Jesús admiremos consecuentemente su espíritu mesiánico de humildad y servicio, para que huyendo de toda imposición o arrogancia, pongamos siempre en el centro, por encima de todo, como él, la esperanza de un “cielo nuevo y tierra nueva donde more la Justicia”. Te lo queremos expresar con la esperanza misma de todas las personas y pueblos que hoy todavía siguen esperando un salvador. Te lo pedimos a ti, que vives y haces vivir, por los siglos de los siglos.  
 


20. CLARETIANOS 2004

La Pasión según san Lucas

Cuando evocamos los relatos de la Pasión de Jesús, solemos incluir en esa evocación mucha subjetividad. Esos sentimientos subjetivos dependen mucho de nuestra formación religiosa, de nuestras experiencias en la vida, de nuestra forma de recurrir a Jesús en momentos difíciles.

San Lucas no quiso cargar mucho las tintas en su relato de la Pasión. No pretendió conmovernos con la descripción de los sufrimientos de Jesús y su heroismo al afrontarlos; no se detuvo en la descripción de las torturas que recibió. Su relato está lleno de serenidad. Y me parece importante intuir su intencionalidad evangelizadora. Lucas, como evangelista, quiere transmitirnos una buena noticia. Por eso, voy a fijar mi atención en diversos aspectos de esa buena noticia, que se desprenden del relato de la Pasión, comenzando ya por la entrada en Jerusalén y concluyendo con la sepultura de Jesús.

Un asno sobre el que nadie había montado, un sepulcro en el que nadie había sido sepultado: El animal que utiliza el Señor para su entrada en Jerusalén como Mesías Hijo del Hombre, es un animal que estaba destinado para ello y no para otra cosa. El sepulcro que acoge el cuerpo de Jesús, es un sepulcro sin estrenar. ¡También María la Madre de Jesús era una mujer sin estrenar, virgen! Con Jesús llega la novedad, y lo que toca se reviste de novedad: el nacimiento, la sepultura y la investidura como rey.

El pan entregado, el cáliz de la Alianza en la sangre y el Cuerpo crucificado que se entrega: El Cenáculo y el Calvario son lugares sacrificales, donde el Amor mayor se expresa sin ningún tipo de limitaciones. Jesús muere en la cruz perdonando a quienes no saben lo que hacen, Jesús ofrece el cáliz de la Alianza a quienes, como Judas, lo traicionan, o como los demás apóstoles -comenzando por Pedro- le fallarán en el momento de la fidelidad. En el contexto del pecado del mundo y de la Iglesia, emerge la bondad y el amor de Jesús, que supera toda frontera. La Alianza que ofrece es definitiva, sin vuelta atrás... alianza de Amor.

El Jesús que ora en el Cenáculo, en Getsemaní, en el Calvario: El Jesús de la Pasión es un Jesús en constante actitud de oración, Vive su drama ante el Abbá, ante su Papá Dios a quien confía su vida, su espíritu, sus penas, su ser. En el Cenáculo crea Jesús un ambiente de oración y de alabanza. En Getsemaní invita a sus discípulos a orar, para que resistan en el momento de la prueba. En el Calvario atraviesa la zona oscura de la muerte en actitud imperturbable de oración. Y es que su corazón estaba atado al Abbá y de Él y de su buena voluntad esperaba todo. Por eso, su oración final en la cruz, es la oración de un pequeño que duerme en brazos de su madre: "En tus manos encomiendo mi espíritu".

La hora de las tinieblas: Jesús sabe que Satanás no va a dejar en paz a los suyos. Al no poder vencer a Jesús, querrá hacer presa en sus seguidores. Por eso, ataca a Judas y cae, ataca a Pedro y cae, ataca a los Doce y se dispersan. Pero hay discípulas que se enfrentan con el mal y siguen a Jesús hasta la cruz... aunque lo contemplen desde lejos. Y ahí está José de Arimatea que es capaz de oponerse al sanedrín y pedirle a Pilato el cuerpo de Jesús. Satán actúa en los enemigos de Jesús, en las autoridades de Israel, en Herodes, en quienes se burlan de Jesús. Por eso, Jesús les pide a los discípulos vigilancia, oración.

El Jesús tan humano que es divino: El relato de la pasión destaca los rasgos más humanos de Jesús. Comprende la debilidad de Pedro y le anuncia una restauración. Cura al siervo del sumo sacerdote, tocándole con la mano. Fija su mirada en Pedro, cuando lo niega. Consuela a las mujeres de Jerusalén que lloran y se lamentan tras de él. Acoge en el Paraíso al ladrón arrepentido... Así manifiesta la Bondad que lo habita. La misma sepultura de Jesús parece que oculta una sorpresa. Las mujeres, que siguieron a Jesús y quedaron afectadas por él, sienten que algo va a ocurrir detrás de la piedra que cubre el sepulcro. El evangelista que ésto relata, sabe que la Gracia estallará de un momento a otro. Por de pronto, es bueno descansar el sábado.

El evangelista Lucas no se detiene en la tortura, en la violencia... no es obsceno. Presenta la dignidad del sufrimiento, que desvela la hondura de la encarnación de Dios. Lucas nos enseña a asumir las tragedias de la existencia sin perder el equilibrio, sabiéndonos soportados por el Dios Abbá de la Vida y con la certeza de que siempre encontraremos energía interior para superarlo todo y esperar.

JOSÉ CRISTO REY GARCÍA PAREDES

21. Homilía de Benedicto XVI basada en el evangelio de la bendición de palmas