27 HOMILÍAS PARA EL V DOMINGO DE PASCUA
14-24

14.

1.Los diáconos, animadores de la caridad Los cristianos se dieron cuenta enseguida de que el servicio era una dimensión necesaria y esencial de la Iglesia. «Una Iglesia que no sirve, no sirve». La Iglesia se define como comunidad de los que aman: de los que se aman (koinonía) y de los que sirven (diakonía:diaconía). Esta actitud servidora la aprendieron de Jesús, que «no vino a ser servido, sino a servir», que estaba entre nosotros «como el que sirve», que no dudó en lavar los pies a sus discípulos, que se pintaba a sí mismo como el buen samaritano, cargado siempre de buenas medicinas.

Todo cristiano es un servidor, pero convenía que hubiera personas cualificadas que animaran y encauzaran el servicio. Surgen así los diáconos, los animadores de Cáritas. Estos diáconos empezaron por organizar adecuadamente la comunicación cristiana de bienes, haciendo opción preferencial por los pobres y las viudas. En realidad, no inventaban nada nuevo, porque todo eso lo habían visto ya en Jesús. En él Dios se hizo pobre, evangelizó a los pobres, liberó a los pobres, escogió a los pobres. Es el misterio de la pobreza y la pequeñez.

Pobres: los pequeños, los débiles, los humildes, los indefensos, los desvalidos, los vencidos, los que carecen de bienes, de influencias y de oportunidades. Dios está con ellos y en ellos. Y si Dios está con ellos «es preciso aumentar los esfuerzos para estar con ellos y compartir sus condiciones de vida, sentirnos llamados por Dios desde las necesidades de nuestros hermanos, hacer que la sociedad entera cambie...» (TDV 59). Si estas hermosas palabras de nuestros obispos hay que tomarlas en serio, habría que dar un giro revolucionario en muchas de nuestras iglesias, y no digamos en la sociedad.

-Estar con ellos

Es presencia física y espiritual; es acompañar, compartir, solidarizarse. Estar con ellos es defenderles, enseñarles, promocionarles. Estar con ellos es sentir y pensar como ellos, inculturizarse, ser como ellos.

-Compartir con ellos

Compartiendo sus condiciones de vida. No se puede estar en plan curioso, crítico, paternalista, sino en actitud solidaria, afectiva y efectivamente. Lo que significa hablar y escuchar, dar y recibir, encarnarse en sus circunstancias, problemas, sufrimientos, luchas y esperanzas.

Y si hay que estar con ellos no se puede estar con los otros; al menos, no se puede estar de la misma manera, solidariamente. Con los ricos y con los opresores se puede estar, pero proféticamente, para que dejen de ser ricos y dejen de ser opresores. Esto es un principio revolucionario, porque estamos en una sociedad rica y opresora, en la que vivimos cómoda y pacíficamente. Se nos pegan los criterios y los gustos de los privilegiados. Nos atan los lazos del bienestar y del confort.

-Se nos apaga la profecía 

«Hacer que la sociedad entera cambie». A eso estamos llamados. Somos los promotores del cambio, del más radical y más audaz de los cambios, de la más ambiciosa y más completa de las revoluciones. ¿Quién ha dicho que los cristianos son conservadores? Ellos están empeñados en hacer «una sociedad justa y acogedora» (id), en la que los más pobres sean los más favorecidos, empeñados en cambiar la ciudad del tener por la ciudad del ser, la civilización del egoísmo por la civilización del amor, la cultura de la violencia-muerte por la cultura de la paz-vida, el reino de los hombres por el Reino de Dios. Para conseguir este cambio, ¡lo que hay que cambiar, Dios mío! Cambiar corazones y cambiar estructuras; cambiar pensamientos y cambiar sentimientos; cambiar costumbres, gustos y valores; cambiar leyes, modas y organizaciones. Una verdadera conversión. Todo esto estaba ya latente en la institución y ordenación de los diáconos. Allí se hizo ya una opción preferencial por los pobres, que la Iglesia conservaría a lo largo de toda su historia.

2. «Yo soy el camino, la verdad y la vida»

El discurso de despedida de Jesús a sus discípulos está lleno de ternura y de hondura. Cada una de las palabras que recoge hoy el evangelio se presta a la meditación detenida y al comentario enriquecedor.

Empieza por transmitir a sus discípulos la paz característica. «No perdáis la calma». Estaban tristes y nerviosos por la partida, y Jesús les hace la promesa más consoladora: «Volveré y os llevaré conmigo». Ni quiere ni puede desentenderse de sus amigos, de sus hijitos. No perdáis la calma.

Piensa que Jesús dice también a ti esta palabra cada vez que te encuentres temeroso o desasosegado. Dios no te abandona. Jesús viene a ti. Tú nunca estás solo. Jesús está en tu barca. Con una sola palabra puede calmar todas las tempestades. Confía, porque todo terminará bien. El tiene la última palabra. «Os llevaré conmigo». Los discípulos no tenían mucha idea de a dónde y por dónde tenían que ir. Esta ignorancia manifestada va a proporcionar una de las respuestas más expresivas de Jesús: «Yo soy el camino, la verdad y la vida».

-Camino 

Tenía mucha razón Tomás al decir que no sabemos el camino. Andamos bastante desorientados. Corremos muy deprisa, eso sí, por caminos que no conducen a ninguna parte. O quizá estamos en un callejón sin salida. No nos valen los caminos de la violencia, del consumo, del placer. Después de correr por ellos -¡y con qué ansiedad!-, venimos a parar siempre al principio, es decir, a la insatisfacción. Y vuelta a empezar y vuelta a correr. Hay otros caminos que ofrecen los políticos, los pensadores, los teólogos y profetas de todos los tiempos, culturas y religiones. Algunos, ciertamente, son caminos muy lúcidos y hermosos y muy bien orientados. Pero Jesús da una respuesta única y definitiva: «Yo soy el camino».

-Cristo-Camino

El camino que nos ofrece Jesús no es una doctrina o un comportamiento ético, sino una persona. Para llegar a la meta, la propia salvación, no se necesita aprender nuevos conceptos o practicar nuevos ritos o cumplir mayores exigencia ascéticas, sino que solamente se necesita creer en Jesús. Creer en Jesús es confiar en él, aceptar su palabra, seguir sus pasos. En la persona de Cristo se concentran todas las orientaciones y las exigencias que el hombre necesita para llegar a buen puerto.

Si esta palabra te parece un poco lejana, piensa que Cristo está aquí, entre nosotros. El camino de Cristo, el Camino-Cristo, llega hasta nosotros a través de incontables ramificaciones. No es difícil encontrar este camino, porque el mismo Camino viene a ti y sale a tu encuentro cada día.

Cristo-Camino, autopista real que conduce al Padre. No hay otro camino. Acepta a Cristo si no quieres errar tu vida.

-Verdad 

Cuando Pilato preguntó a Jesús sobre la verdad, no sabía que la respuesta ya se había dado la tarde anterior. "Yo soy la verdad...". Griegos y romanos buscaban ansiosamente la verdad, pero se enredaban en la tela de araña de sus propios razonamientos y sus propios condicionamientos. La verdad era como una diosa esquiva que se les escapaba cuando creían asirla con sus manos, con su razón. La verdad siempre era relativa. Por eso se ofrecían tantas verdades como filósofos o religiones.

Jesús no enseña una nueva filosofía. Cuando Pablo fue a Atenas a «anunciar a Jesús y la resurrección... le llevaron al Areópago; y le dijeron: ¿Podemos saber cuál es esa nueva doctrina que tú expones?» (Hch 17, 18-19). Pero Pablo no era un «charlatán» ni un filósofo, sino un testigo de Jesucristo. Su doctrina era Jesucristo. Su sabiduría era Jesucristo. Su verdad era Jesucristo.

-Cristo-Verdad

Jesucristo es la verdad de Dios, la Sabiduría eterna y personificada, fundamento y razón de ser de toda la creación. Es la explicación primera y el sentido último de todas las cosas. Da verdad y consistencia a todo. Es la Verdad que autentiza todas las verdades. Sin él todo sería vaciedad y absurdo.

Jesucristo es la verdad del hombre, que está hecho a su imagen. Jesucristo es el hombre ideal hacia el que todo hombre se dirige y con el que todo hombre debe conformarse. Cuanto el hombre más se acerca a Cristo, más se humaniza; cuanto más se aleje de Cristo, más se desfigura. Cristo, el hombre perfecto, el hombre verdadero.

No es extraño que los propios enemigos llegaran a decir: «Maestro, sabemos que hablas y enseñas con rectitud, y que no tienes en cuenta la condición de las personas, sino que enseñas con franqueza el camino de Dios» (Lc 20, 21). Todas sus palabras son sinceras y verdaderas. Pero no sólo sus palabras, sino todos sus comportamientos, toda su vida. Y la verdad de su vida era ésta: «El que quiera salvar su vida, la perderá, pero quien pierda su vida por mí, la encontrará» (Mt 16, 25). La verdad de su vida era ésta: «Los primeros serán los últimos y los últimos, primeros» (cf. Mt 19, 30). La verdad de su vida era ésta: no hay grandeza mayor que entregar la vida por los demás; el amor lo es todo.

-Vida

Jesucristo vino a nosotros para rescatarnos de la muerte, para que tuviéramos vida y en abundancia. Pero no es como el médico que se limita a extender una receta y curar una enfermedad. El es a la vez médico y medicina. El se ofrece en alimento para que vivamos. El exhala su aliento para que vivamos en plenitud. Nos da vida, su propia vida, que es la verdadera.

Cristo debe llegar a ser «vida nuestra» (/Col/03/04). Como lo fue para San Pablo: «Vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí» (Gál 2, 20). Como lo ha sido para cuantos creyeron y trataron de seguir sus pasos, de respirar con su aliento.

Cristo, vida nuestra. Quien no se une a Cristo, languidece, se seca y muere. Quien se une a Cristo, se llena de savia y produce mucho fruto. Frutos de verdad y de vida.

-Cristo-Vida

La vida de Cristo se alimenta del Espíritu, que es Amor. Por eso, «nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida, porque amamos a los hermanos. Quien no ama permanece en la muerte. Todo el que aborrece al hermano es un asesino» (1 Jn 3,14-15). Cristo es la vida del mundo. Si hoy tenemos que lamentar tanta muerte es porque se prescinde de Cristo. Cuando sembremos en el mundo más y más semillas de Cristo, la vida florecerá. La Iglesia hace «una invitación apremiante y amistosa a la humanidad de hoy para que encuentre de nuevo, por el camino del amor fraterno, a aquel Dios del que se ha dicho: "Alejarse de él es caer; dirigirse a él es levantarse; permanecer en él es estar firmes; volverse a él es renacer; habitar en él es vivir" (·Agustín-SAN)» (Pablo VI).

CARITAS
RIOS DEL CORAZON
CUARESMA Y PASCUA 1993.Págs. 242-247


15.

EN LA ULTIMA CENA

Para prepararnos a la plenitud del misterio en las próximas fiestas de la Ascensión y Pentecostés, los evangelios de estos domingos nos continúan presentando rasgos esenciales de la persona de Jesús. Hoy y el próximo domingo, los fragmentos evangélicos se han extraído del Sermón de la Ultima Cena de Jesús con los suyos, tal como explica el evangelio de Juan. Seguimos así una tradición de la Iglesia antigua que leía durante el tiempo pascual estos cinco capítulos joánicos, del 13 al 17. En ellos, Jesús mismo es quien da el sentido de su muerte, de su "paso" de Pascua. De ahí la importancia de estos fragmentos y su significación pascual. A nosotros nos debe llevar a mantener el rescoldo de alegría y celebración del núcleo de nuestra fe.

ME VOY, VOLVERÉ Y OS LLEVARÉ CONMIGO

Así podríamos resumir el largo mensaje de despedida de Jesús, del que leemos un fragmento muy significativo. Me voy. Es la conciencia de Jesús ante el Viernes Santo, primera parte del paso necesario para reencontrarse con el Padre en su casa. El camino de la cruz salvadora. Un camino que debe recorrer, como cualquier otra persona, pero un camino que por primera vez dejará de ser sin retorno. Volveré. Promesa de Jesús hecha realidad en las apariciones a los discípulos incrédulos.

Tomás asume el papel de portavoz de esta incredulidad. ¿Será posible completar el paso de Pascua, el retorno de la Vida? ¿Será posible que también nosotros, contra toda esperanza, podamos recorrer el mismo camino de vida? ¿No nos quedaremos irremisiblemente atrapados en la muerte? ¿Cómo lo hará para llevarnos consigo, y que estemos donde él está? Este Tomás que domingos atrás habíamos encontrado incrédulo ante el testimonio de las apariciones, ya antes, en la despedida de Jesús, había expresado en voz alta la duda fundamental. Así nos estaba representando a los que queremos transitar por el camino de la fe, concientes de nuestra realidad mortal.

YO SOY EL CAMINO, Y LA VERDAD, Y LA VIDA

Nadie va al Padre, sino por mí, es la respuesta de Jesús a Tomás y a nuestras dudas. No se trata de ninguna respuesta intelectual; es muy personal. La misma persona de Jesús es el Camino, el único camino de acceso al Padre, el único camino de salvación. En su Misterio Pascual ha estrenado el camino que lleva hacia la Verdad de Dios y el Hombre. El hombre sólo puede encontrar la Vida verdadera en él. La centralidad de Jesús es total. Él es el verdadero punto de referencia.

Es el camino de la fe que empieza por la aceptación de la propia realidad hecha de pecado y de muerte, y culmina por la aceptación de este Jesús que ha vuelto resucitado y que nos ha dejado su Espíritu para que ya desde ahora podamos vivir en la casa del Padre, en la Vida de Verdad. El Misterio Pascual reclama nuestro paso pascual hecho real por la fe.

LA PIEDRA VIVA

Felipe es quien finalmente reclama un signo que se le imponga y le demuestre la necesidad del proceso de fe que se le pide. Y la respuesta vuelve a ser personal, pero ahora de manera doble. Primero porque el gran signo es el mismo Jesús, ya lo hemos visto antes: quien me ha visto a mí ha visto al Padre. Pero en segundo lugar porque Jesús le pide algo insospechado: que él mismo, el discípulo, se torne signo, por la fe, de la presencia salvadora de Dios en su vida: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago. Cristo es la piedra viva -dicho a la manera de la segunda lectura-, para que cada cristiano, reunido por el Espíritu en la comunidad de la Iglesia, sea por la fe piedra viva, y así, también vosotros, como piedras vivas, entráis en la construcción del templo del Espíritu, raza elegida, sacerdocio real, una nación consagrada, un pueblo adquirido por Dios.

EL SERVICIO MINISTERIAL

En la primera crisis que pasa la Iglesia apostólica y que hemos escuchado en la primera lectura, los apóstoles deben empezar a gobernar con coraje la comunidad, aprendiendo a responder a las necesidades que se presentan, sin dejar de ser fieles a lo esencial que les ha confiado el Señor. Y no les parece bien dejar de ocuparse a la oración y al ministerio de la Palabra que el Señor les ha confiado específicamente. Pero la ayuda a los pobres también es esencial. Por eso son los apóstoles quienes la confían ministerialmente como expresión de la caridad de la comunidad.

Nuestras Eucaristías deben continuar haciendo visible esta triple diaconía: la oración con el sacramento, la predicación de la Palabra, y el servicio de la caridad.

JOAN TORRA
MISA DOMINICAL 1999/07/05-06


16.

- Una comunidad viva

En aquella primera comunidad, que había conocido a Jesús y se había dejado llenar de la alegría del Resucitado, también había problemas. Lo cual da a la primera Pascua -y a la nuestra de hoy también- un toque de realismo.

Nos hemos enterado en la primera lectura de que, además de las dificultades y persecuciones que les venían de fuera, también tenían problemas internos: por ejemplo, se creó una tensión entre los de lengua griega y los de lengua hebrea. Pero también hemos visto cómo resolvieron rápidamente el conflicto dialogando entre ellos, apóstoles y fieles, y tomando las medidas oportunas: eligieron y ordenaron a siete dfáconos que se cuidaran de las personas que parecían estar más abandonadas. Y se acabó la tensión.

No nos extraña que de aquella comunidad se puedan decir las cosas que hemos leído hoy: que estaba en un proceso continuo de crecimiento y construcción, como un templo viviente del Espiritu, con una eficaz tarea misionera en medio de la sociedad en que vivían: "La Palabra de Dios iba cundiendo y en Jerusalén crecía el número de discípulos". Más aún: Pedro llama a la comunidad "raza elegida, sacerdocio real", o sea, un pueblo que sabe ofrecer oraciones y alabanzas a Dios en nombre de toda la humanidad, y, a la vez, proclama ante el mundo el amor y la salvación de Dios.

- Animada por los ministros

Gran parte de este carácter dinámico de la comunidad consistía en que estaba animada desde dentro por los ministros que Cristo quiso que existieran en ella. Algunos son ministros "ordenados": son los fieles que, además de estar bautizados y confirmados por el Espíritu, como todos, han recibido otro sacramento, el del Orden, que les confiere la gracia de configurarse más explícitamente a Cristo Buen Pastor, para bien de la comunidad. Son los diáconos, los presbiteros y los obispos que, haciendo las veces de Cristo en medio de la Iglesia, realizan con toda su buena voluntad el ministerio de la palabra, de la oración y del servicio fraterno. Hoy hemos escuchado, por ejemplo, cómo fueron ordenados aquellos siete diáconos de origen griego para un servicio concreto.

En nuestras comunidades hay también otros ministerios o servicios que no requieren necesariamente el sacramento del orden, sino que los realizan los laicos: los catequistas, los educadores, los padres de familia, los encargados de la pastoral de los enfermos, de los ancianos o de los niños, los que animan las iniciativas de caridad y las celebraciones litúrgicas de la comunidad...

- Todos arraigados en Cristo Jesús

Pero lo principal de aquella comunidad primera -y debería serlo también de la nuestra- es que estaban firmemente enraizados en Cristo Jesús, el Señor Resucitado, al que sentían presente y activo en sus vidas. Pedro nos ha expresado esta convicción diciendo que, para ellos, Cristo es la piedra angular sobre la que se edifica la Iglesia. En él creen, a él siguen, de él reciben la fuerza para vivir en cristiano.

El mismo Jesús, en el evangelio de Juan, se nos ha presentado como el que da sentido a nuestra vida: el que está en perfecta comunión con el Padre ("el que me ve a ml. ve al Padre", "yo estoy en el Padre y el Padre en mi") y, a la vez, el que sigue estando cerca de nosotros: "Os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros". Podemos quedarnos con esta afirmación básica: "Yo soy el camino, la verdad y la vida". En este mundo escuchamos muchas palabras, promesas de felicidad, presuntos caminos de verdad y de vida. Los cristianos sabemos que sólo en Cristo Jesús, el Enviado de Dios, está el camino, la verdad y la vida.

- Aplicación a nuestras comunidades

Todo esto nos interpela. ¿Se podrían decir de nosotros las alabanzas que las lecturas de hoy hacen de aquellos primeros cristianos? ¿se puede decir que somos, en medio de la sociedad actual, un signo profético eficaz y creíble del amor de Dios y de su salvación? Los que nos ven, ¿se sienten animados a juntarse a nuestro grupo, a participar en nuestras celebraciones? ¿somos comunidad dinámica, viva, convencida?

En segundo lugar, los ministros ordenados, y todos los que en la comunidad ejercen algún servicio, quedamos interrogados por las lecturas de hoy, para examinarnos si de veras sabemos animar a la comunidad. Pero también a todos les llega la pregunta: ¿apreciamos la existencia y la labor de los ministros ordenados entre nosotros? ¿Y estamos dispuestos a colaborar, también como laicos, en los diversos servicios que podemos prestar a la comunidad cristiana?

Y, sobre todo, unos y otros, ¿basamos nuestra existencia en Cristo Jesús? ¿participamos activamente en la Eucaristía de cada domingo, sintiéndonos convocados a su escuela y a su mesa, ¿no es ahí, en nuestro encuentro dominical con el Señor y su comunidad, donde debemos encontrar fuerzas para vivir en cristiano durante toda la semana?

EQUIPO MD
MISA DOMINICAL 1999/07/09-10


17.

Los Hechos de los Apóstoles nos muestran el proceso que llevó a la Iglesia a organizar el servicio social. En el mundo antiguo, las viudas, los huérfanos, los enfermos, los desplazados por el hambre y la violencia eran las personas más pobres. La Iglesia, que en un principio se dedicó a la predicación y a la incorporación de nuevos miembros, se dio cuenta de la urgencia y necesidad de atender debidamente a todas las personas. La situación se hizo más aguda con la presencia de mujeres viudas extranjeras. A pesar de la buena voluntad de los apóstoles, tendían a ser marginadas en las comidas y en las demás actividades de la Iglesia. Fue necesario buscar soluciones eficaces y alternativas.

Los siete servidores surgieron como un grupo de hombres comprometidos con el servicio social. Este comprendía la atención de las comidas comunitarias de la asamblea y el cuidado de las personas que pasaban mayores dificultades: viudas y huérfanos. Pero, no sólo eran personas diligentes en la atención de los necesitados sino también destacados predicadores, testigos del Resucitado.

Lucas nos muestra cómo dos de estos servidores, Esteban y Felipe, tuvieron un destacado ministerio de la Palabra. Felipe, siguiendo las orientaciones del Espíritu, anunciando el Evangelio en tierras extranjeras. Esteban, dando testimonio de Jesús en la propia capital Jerusalén y ayudando a la Iglesia a salir a la misión hacia los gentiles.

La carta de Pedro anima a la comunidad a asumir una actitud coherente con el Evangelio. Nada de repetir los viejos vicios de las sociedades paganas o judías. El ser humano nuevo nace alimentado por una nueva mentalidad.

Luego compara a Cristo con una piedra viva según varios matices. Primero como piedra del cimiento (Is 8, 16). Porque la Iglesia no fue fundada por Jesús, sino que está fundada en Jesús. La Iglesia no es una realidad exterior a la presencia del resucitado como pueden serlo las instituciones que el ser humano crea para alguna empresa particular. La Iglesia es la presencia de Jesús en la historia. Nace por la fuerza de su Espíritu y representa en las diversas culturas, razas y nacionalidades un modo particular y real de la presencia del resucitado en medio de la humanidad.

La segunda comparación de Cristo es como piedra angular. Esta es la roca más bella y sólida que se coloca en la mitad del arco para que soporte el peso de la estructura e impida que las columnas se derrumben (Sal 118, 22). Por esto, Jesús no es una realidad accesoria a la Iglesia. Su historia concreta, su presencia como resucitado y su Espíritu que anima a las iglesias son el centro de toda la comunidad. Muchas veces se le ha dejado de lado, hilvanando abstracciones alejadas de las Escrituras, o con teologías ininteligibles. Por fortuna, las iglesias mantienen la fidelidad al hombre de Nazaret y son capaces de escuchar su voz en la actualidad.

De este modo, la comunidad adquiere una nueva existencia en Cristo: raza escogida, sacerdocio real, nación santa y pueblo adquirido. Estos títulos que estaban reservados para el Israel ideal, se les dedican a las iglesias en la medida que asuman una conducta cristiana acorde con el Evangelio. Sin embargo, respecto a estos títulos, hay que guardar la distancia necesaria. No se trata de repetir los antiguos ideales de las instituciones nacidas en la monarquía davídica. Se trata de alcanzar una nueva realidad fundados en la práctica de Jesús.

En el Evangelio, Jesús es presentado como camino hacia el Padre y presencia del El en medio de la comunidad.

Esta atraviesa momentos difíciles. El escándalo respecto al significado de Jesús produce confusión en medio del grupo de creyentes. Jesús, por la ausencia de linaje davídico, estudios y lugar de procedencia, no representa la expectativa mesiánica del momento. Incluso la práctica de Jesús, la muerte en la cruz y la presencia de extranjeros en las comunidades de creyentes dan origen a la desconfianza entre los creyentes judíos. La oposición que ejerce el «mundo» de las autoridades judías es causa de deserción. Jesús insiste repetidamente en palabras de aliento y explica mediante símbolos conocidos el significado que él tiene para la fe del creyente. "No se angustien ustedes. Crean en Dios y crean también en mí" (Jn 14, 1.27c).

En el Evangelio, Jesús prepara las "moradas" o estancias para sus discípulos. En la mentalidad de la época, la estancia, como lugar de vida, era lo opuesto a la tumba, como lugar de muerte. Los discípulos permanecen en Jesús en la medida que son fieles a sus opciones. De este modo, el Dios de la vida manifiesto en Jesús permanece con los discípulos.

El camino para alcanzar la "estancia" o permanencia a la que Jesús invita pasa por el camino histórico que él recorrió. Jesús es camino en la medida que ayuda al discípulo a encaminar hacia el Padre. Pero no por la vía de la levitación o el alejamiento de la historia. Por el contrario, el camino de Jesús pasa por las cruces de la historia para redimir las situaciones de muerte, para convertirlas en ocasiones de vida.

Para la revisión de vida

En nuestra existencia seguimos muchos caminos, tenemos muchas verdades, y buscamos la vida en muchas partes; sin embargo Jesús se proclama como el único camino, la única verdad y la única vida. ¿Qué camino sigo yo para encontrar la vida de verdad?

Para la reunión de grupo

- La iglesia naciente sabe hacer frente a las dificultades con que se encuentra con auténtica creatividad; ¿colaboro yo para que la iglesia encuentre soluciones nuevas a los nuevos problemas con los que se encuentra en el mundo con actual?; ¿acepto que la iglesia es capaz de innovar o pienso que siempre ha de estar mirando al pasado para encontrar soluciones a sus problemas?

- Jesús es presentado, por su muerte y su resurrección, como la piedra angular en la que tropezar y caerse, o sobre la que construir con solidez la propia existencia; ¿sobre qué piedra angular está construida mi vida?; ¿soy consciente de que el verdadero templo que he de construir con los hermanos es el de la comunidad?; ¿colaboro yo en esa construcción poniendo al servicio de los hermanos los dones y carismas que Dios me ha concedido?

- Jesús vuelve al Padre después de gastar su vida en la tarea de devolverle a Dios su verdadero rostro, el rostro de Padre misericordioso; la ha dado la vuelta a la manera tradicional de concebir a Dios por las religiones; por eso, ahora, ver a Jesús es ver al Padre; ¿cómo veo yo a Dios, como me lo presentan las religiones &endash;infinitamente sabio, todopoderoso, omnipresente, etc., etc.- o como me lo presenta Jesús: amor, vida, Padre, perdón...?; ¿procuro, a mi vez, ser testigo ante las personas del Dios que nos revela Jesús o me limito a presentar al dios de las religiones?

Para la oración de los fieles

- Para que toda la Iglesia siga siendo en medio del mundo el Camino, la Verdad y la Vida que fue y es Jesús para todos nosotros. Oremos.

- Para que sepamos orientar a las personas, especialmente a los jóvenes, que buscan su camino en la vida. Oremos.

- Para que seamos, con nuestro ejemplo de solidaridad con los pobres y necesitados, luz orientadora de los que buscan la verdad. Oremos.

- Para que seamos fomentadores y transmisores de vida entre quienes andan en sombras de muerte. Oremos.

- Para que con creatividad y solidaridad, construyamos el templo de piedras vivas que es la comunidad. Oremos.

- Para que corroboremos siempre nuestras palabras con el testimonio vivo de nuestra propia vida. Oremos.

Oración comunitaria

Señor, míranos con amor de Padre y acude en ayuda de tu Pueblo para que, cuantos creemos en Cristo, tu Hijo, vivamos como él, sigamos tu Camino, proclamemos tu Verdad, vivamos tu misma Vida y así alcancemos la plenitud de la Vida junto a Ti. Por Jesucristo.

SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO


18.

JESÚS, CAMINO, VERDAD Y VIDA

La luz de la Pascua de Cristo resucitado fue alumbrando poco a poco, bajo la acción espiritual del Espíritu Santo, los pasos de las primeras comunidades cristianas.

Como iglesia de caridad, los seguidores de Cristo comprendieron que ese menester requería manos disponibles en todas partes, tomadas del pueblo de Dios.

Como iglesia de la Palabra, entiéndase de la predicación evangélica, vio la necesidad de liberar a los mensajeros-apóstoles-enviados, para la misión en todo el mundo.

Como iglesia del Sacramento, fomentó la multiplicación de sacerdotes dedicados a la oración, celebración de la fe, perdón de los pecados y dirección de las almas.

La liturgia de hoy nos lo recuerda puntualmente en sus lecturas.

1ª Lectura (Hch 6,1-7): Compartir todo: el pan y la palabra; la lengua y la cultura ".. al crecer el número de los discípulos, los de lengua griega se quejaron... diciendo que en el suministro diario no atendían a sus viudas. Los apóstoles convocaron al grupo... y propusieron elegir a siete hombre de buena fama, llenos de espíritu... Y les encargaron de esa tarea...{diaconado}"

1.1. La lectura del texto nos da a conocer hoy un momento importante de la historia del cristianismo primitivo: la elección de siete responsables que atendieran a los cristianos que se habían convertido, provenientes de la diáspora del mundo helenista, que hablaban griego, y que tenían otra mentalidad, otra cultura y otros planteamientos sobre las tradiciones religiosas del Israel.

1.2. No se trata simplemente de diáconos que sirven a las mesas de los pobres, aunque esta era una de sus responsabilidades. Se trata de representantes de los Apóstoles, de responsables directos de esta comunidad que había tenido, sin duda, enfrentamientos internos entre estos cristianos y los cristianos que eran palestinos o hebreos. En el seno de la comunidad había dos mentalidades enfrentadas, aunque Lucas se ha ocupado de suavizar mucho las cosas en pos de la comunión, que es lo que puede salvar a la Iglesia.

1.3. Comienza así a perfilarse una decisión que posteriormente llevarán adelante Bernabé y Pablo, tras la muerte de Esteban, en la comunidad de Antioquía de Siria, donde los discípulos de Jesús recibieron, por primera vez, el nombre de «cristianos». Era necesaria esta respuesta, porque los discípulos de Jesús no podían mantenerse amparados en las tradiciones del judaísmo, de la ley y el templo, si no querían perder la identidad que Jesús les había ganado en la Pascua.

2ª Lectura (1Pe 2,4-9): El bautismo nos dignifica. "Vosotros ,como piedras vivas, entráis en la construcción del templo del Espíritu.... Vosotros sois una raza elegida, un pueblo de reyes, una nación consagrada, un pueblo adquirido por Dios.."

2.1. La segunda lectura, tomada de la Iª carta de Pedro (2,4-9) insiste en esa identidad de los cristianos, recurriendo a la teología de que todos los cristianos somos un pueblo de reyes, un pueblo sacerdotal, una nación consagrada. Unirse a Jesús, el Señor que ha muerto por nosotros y ha resucitado para darnos la vida, significa que la religión cultual del judaísmo deja ya de ser elitista; todos podamos gozar de las prerrogativas de lo más santo y sagrado.

2.2. Cada uno de los bautizados recibe una herencia personal y comunitaria, y ya no se necesita nacer de estirpe sagrada, ni ser consagrado específicamente, para comunicarse con Dios, para sentir su salvación. Esta es una de las propuestas más importantes de la teología del pueblo de Dios que tenemos en el Nuevo Testamento. Ello nos lo ha ganado Jesús, que es la piedra viva y el fundamento de esa religión del pueblo de Dios verdadero.

3ª Evangelio (Jn 14,1-12): El camino de la vida es la verdad. "Jesús dijo a los discípulos: .. creed en Dios y creed también en mí... Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre sino por mí..."

3.1. Este texto del evangelio de Juan (14,1-12) es uno de los discursos más densos de su obra, y es un relato muy particular de este evangelista. Se pronunció en los momentos del testamento de Jesús a los discípulos, en la última cena.

Aquella noche, entiende Juan, Jesús comunicó a los suyos las verdades más profundas de su vida, de su existencia y de su proexistencia por nosotros. Jesús no duda en proponerse como el camino que lleva a Dios, y se presenta como igual a Dios, igual a Dios como Padre. El centro de su pensamiento es la afirmación de Jesús «camino, verdad y vida».

3.2. Ya sabemos que

el camino es para andar, para llevar a una meta;

la vida es para vivirla, gustarla y disfrutarla;

la verdad es para experimentarla como bondad frente a la mentira, que engendra desazón e infelicidad.

Estas son cosas que todos buscamos en nuestra historia: queremos caminos que nos lleven a la felicidad; amamos la verdad, porque la mentira es la negación del ser y de lo bueno; y queremos vivir, no morir, vivir siempre, eternamente.

3.3. San Juan presenta a Jesús bajo esos conceptos existenciales tan consistentes, porque es el que puede liberarnos en nuestra existencia agobiada, esquizofrénica. Podemos decir que esta alta teología joánica sobre quién es Jesús para la comunidad cristiana, es una propuesta de fe; pero no una propuesta de experiencias abstractas, sino de realidades que buscamos siempre y en todas partes.

El es el camino que nos lleva a Dios como Padre, porque de otra forma hubiera seguido siendo un dios desconocido para nosotros.

Jesús se atrevió más que nadie, y precisamente por ello El es la verdad de nuestra existencia cristiana y la vida de nuestra experiencia de fe.

Miguel de Burgos, op
Convento de Santo Tomás
Sevilla


19.

ME VOY AL PADRE A PREPARAROS VUESTRO SITIO

1. "Crecía el número de los discípulos" (Hechos 6,1). La acción del Espíritu se hace patente en el crecimiento de la comunidad. Y comienzan, como en toda comunidad siempre, las diferencias, las disensiones. Los de lengua griega y los de lengua hebrea. Dicen que hay preferencias. La multiplicidad de lenguas y de razas es una riqueza, pero engendra peligro de división. Testigos de esto hoy son: Serbios, bosnios, ortodoxos, musulmanes. Y tantos otros. Distintas razas, diferentes lenguas, peligro de guerra, de odio, de crueldad. Y como a veces ocurre con los hermanos siameses, la separación exige la muerte de uno de los dos. Limpieza étnica.¿Por qué no poder vivir juntos?

2. Los Apóstoles, inspirados, están en su sitio. Si ellos se dedican a administrar las limosnas, eso les robará el tiempo de la oración, de la penetración de la Palabra por el estudio y la contemplación. La palabra no se debe distribuir en frío, sino caldeada en el estudio amoroso y en la oración. "Al pueblo se le pueden distribuir piedras en vez de panes. Los cristianos se dan cuenta enseguida de si las palabras del predicador provienen de su profunda oración personal o si, por el contrario, son ligeras y superficiales como artículo de periódico" (Von Balthasar). Los Apóstoles pues se dedicarán a la oración y al ministerio, al servicio de la palabra. ¿No vemos los efectos de esa decisión en el espíritu y hasta en la redacción de las cartas de San Pedro? ¿Quién no se asombra de que, habiendo sido escritas por un pescador casi iletrado, rebosen tanta sabiduría expresada con tanta corrección y galanura de estilo con imágenes tan expresivas? Ese es su servicio primordial a la comunidad. Insustituible. ¡Pero, cómo cuesta! Mas, como en la Iglesia serán necesarios otros ministerios: "escoged a siete de vosotros...y los encargaremos de esta tarea. Y les impusieron las manos". Fueron los primeros diáconos encargados de la tarea administrativa de la Iglesia. Tenemos aquí la dimensión del edificio construido sobre Cristo, "la piedra angular".

3. Israel celebra la Pascua con religiosidad festiva. Es el día que caracteriza la identidad del pueblo, que podríamos comparar a las fiestas patronales de los nuestros, cuyo ingrediente más visible es la explosión de la alegría. La cena pascual, exterioriza el gozo de ser el pueblo elegido y la predilección de Dios al liberarlo de Egipto. Por esta razón, la familia de Jesús, que cada día come informalmente y, alguna vez, hasta espigas en el campo, por disposición del mismo Jesús, ha elegido para comer la Cena, un sitio distinguido: "una sala grande y bien dispuesta y preparada" (Mc 14,15). En contraste con el aire festivo correspondiente, en el Cenáculo el clima es denso, misterioso y a la vez tierno. Jesús, conturbado, le ha anunciado a Judas su traición: "En verdad, en verdad os digo, que uno de vosotros me va a entregar"; y a Pedro, que "le va a negar tres veces". Jesús está emocionado, los apóstoles, tristes, el ambiente es deprimente. A veces, hemos experimentado en reuniones, o en comunidades, una atmósfera tensa, un clima enervante, que cortaba la respiración, fruto de imponderables que flotaban en el ambiente. Nadie se atreve a hablar, porque todo es inseguro. En medio de esa tensión, cuando Judas ya ha salido, Jesús serena el espíritu de sus discípulos, afianzando su fe: "No se turbe vuestro corazón". Si él está turbado, ¿cómo les dice que no se turben ellos?. La turbación de El es diferente. Jesús está demostrando que no es un estoico. Tiene sensibilidad delicadísima; es un hombre perfecto y modelado exquisitamente por el Espíritu Santo para sufrir, y le está royendo el corazón la traición de uno de sus amigos, la negación de Pedro, y el cáliz que está próximo. Falta poco para que en el Huerto pida al Padre que pase de El. Santa Teresa, que escribió: "Ven muerte, tan escondida /que no te sienta venir / porque el placer de morir / no me vuelva a dar la vida", cuando le llegó la hora, sufrió las angustias de la muerte, como todo ser humano. La turbación de Jesús es no sólo física, sino, sobre todo, moral, por lo inminente de la agonía. "Comenzó a sentir pavor y angustia. Mi alma está triste hasta el punto de morir" (Mc 14,33). Pero, el que tiene conocimiento profético de la traición de Judas y de la negación de Pedro, sabe también que ha de resucitar. Los discípulos, en cambio, no gozan ni de ese espíritu de profecía, ni tienen la seguridad de la resurrección, aunque él se la ha anunciado. Y es lógico que los pobres se vean como pajarillos en medio de la tormenta.

4. Para que no se dejen vencer por la tentación de la turbación y de la desconfianza, les dice: "Creed en Dios y creed también en mí". En Dios, que todo lo tiene preparado y todo le saldrá bien; en Mí.que vivo en El, le soy filialmente fiel y cumplo siempre su voluntad. Voy a la Casa de mi Padre a prepararos vuestro sitio. Salí del Padre, y vuelvo al Padre, lo cual es motivo de gozo infinito. Hemos esperado las vacaciones para abrazar a nuestros padres y reanudar con ellos, a su lado, al calor de sus cuidados, nuestra vida familiar, interrumpida por nuestro servicio. Pero para pasar al Padre tiene que morir muerte,dolorosa y terrible. "Pero volveré y os tomaré conmigo". ¡Cuánta ternura! Los tomará en brazos, como una madre. Está turbado por su muerte, y está pensando en nosotros. Habla de su Resurrección. Tanto más gloriosa cuanto más cruel y humillante va a ser su muerte.

5. Cuando todo comenzó, preguntó a los dos discípulos del Bautista que le seguían: -"¿qué buscáis?". "Le respondieron: -¿dónde vives?": Y les invitó a seguirle:- "Venid y lo veréis" (Jn 1,38). Ahora dice que se va a la Casa de su Padre y que volverá a por ellos "para que donde estoy yo, estéis también vosotros. Y a dónde voy yo ya sabéis el camino". Manifestación del amor que quiere la presencia de los que ama.

6. Tomás, que ya era así antes de su incredulidad, hombre práctico, no entiende y quiere que les concrete: "No sabemos ni a dónde vas, ni conocemos el camino, ¿cómo podemos ir?". En metáfora "Jesús le responde: «Yo soy el Camino»". Es una comparación. No es un camino geográfico. El camino siempre es un medio para llegar a la meta, a un destino, a una ciudad. Pues yo soy el Camino, dice Jesús. Siguiendo mi camino, haciendo lo que yo he hecho y estoy haciendo y voy a hacer, viviendo como yo, y amando como yo, y sufriendo como yo, llegáis a la Casa del Padre. Si no es así, de ninguna manera podéis llegar. ¿No ha dicho el domingo pasado que "era la Puerta"?. La Casa del Padre es la meta del hombre. Cristo es el Camino. Un Camino que es su misma Persona, que se puede seguir viviendo en esa misma Persona. "Lo mismo que yo vivo por el Padre, también el que me coma, vivirá por mí" (Jn 6,57). Ya nos ha dicho San Pedro que Jesús nos dejó un ejemplo para que sigamos sus huellas (1 Pe 2,21). Siguiéndole recorremos su camino, y nos asimilamos vital y personalmente su vida y muerte mediante la participación en los sacramentos y la caridad.

7. Jesús, con su ascensión al Padre y el envío del Espíritu Santo, construye en medio de la humanidad, la morada, el templo vivo de Dios. Como el templo de Jerusalén con sus sacrificios materiales era el centro del culto antiguo, este nuevo templo con sus sacrificios espirituales, se convierte en el centro de la humanidad redimida. Cristo vuelve al Padre "siempre vivo para interceder en nuestro favor" (Hb 7,25). sin dejar de estar con los suyos, dirigiendo y animando la misión de su comunidad, "que sin él no puede hacer nada" (Jn 15,5).

8. "Le dice Felipe: "«Señor, muéstranos al Padre y nos basta»". En el cuarto evangelio, los verbos ver, conocer y creer son sinónimos. La visión que pide Felipe se logra mediante el conocimiento. Y el conocimiento más perfecto de Dios se obtiene a través de Jesús, quien, obediente al Padre, cumple el plan de amor al hombre para salvarlo. "¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre en mí?". ¿Cómo puede una persona estar en otra? Es el misterio de la circuminsesión, término empleado por los teólogos para designar la unidad en la Trinidad. Y en cuanto a la Humanidad, el Padre está en el Hijo por su comunicación y el Hijo está en el Padre por su dependencia y entrega de su Voluntad. Que el Hijo esté en el Padre, comporta el mismo amor, su misma identidad, su mismo pensar, y su mismo obrar: "El Padre que permanece en mí es el que realiza las obras". Así es cómo Jesús está en el Padre. Y así debe estar el cristiano con Jesús y con el Padre, dependiendo vitalmente de ellos, como el sarmiento de la Vid (Jn 15,1).

9. Señor, pero el camino es largo y duro y monótono, y humillante y doloroso, cuando estemos sin fuerzas vitales, ¿qué haremos? -"Yo soy la Vida". Yo os daré vida, os la daré en mis sacramentos, que son mi presencia viva; en mi palabra, que es palabra de vida. Y cuando os asalte la duda y os invada la angustia: "Yo soy la Verdad". No temáis. "El que cree en Mi, también él hará las obras que Yo hago, y aún mayores" (Juan 14, 1). "Mayores", porque El se vio limitado en su obra salvífica por el tiempo y por el espacio. Sus discípulos extenderán su mensaje desde donde sale el sol hasta el ocaso. El multiplicó los panes, y la Iglesia multiplica su palabra y el pan eucarístico para la vida del mundo hasta el fin de los siglos. El curó a los enfermos y leprosos, la Iglesia cura y resucita en el sacramento de la penitencia y reconciliación a los caídos en el pecado, y a los enfermos a causa del pecado. El resucitó a los muertos, y la Iglesia resucita constantemente año tras año, y siglo tras siglo, a los hombres sin la gracia, que son los verdaderos muertos. El dio su vida para que el mundo tenga vida, y los Apóstoles y sus sucesores, con sus sacramentos están inyectando constantemente su vida que conduce a la eterna con él. El caminó sobre las aguas, y sus discípulos han caminado y caminan sobre las olas de las persecuciones y de las tribulaciones para anunciar el Evangelio. El no salió de Palestina. Y la Iglesia está ya obrando sus maravillas en todo el orbe de la tierra. La tarea de los cristianos es llevar a los hombres a Dios, sobre todo, a través de la oración: "Venga a nosotros tu reino".

10. El "tiene puestos los ojos en sus fieles, que esperan en su misericordia, para librar sus vidas de la muerte y reanimarlos en tiempos de hambre" (Salmo 32), y la Iglesia peregrina está atenta a los signos de los tiempos para actualizar su mensaje de paz y de salvación y para hacer presente a Dios, que está actuando en la historia, y actualizar la redención, promocionando a la humanidad a la cota suprema de su Reino. Y se esfuerza por conseguir que los hombres entiendan y quieran aceptar ser elevados por ella y por él, a "ser un linaje elegido, un sacerdocio real, una nación consagrada, un pueblo adquirido por Dios para proclamar las proezas del que os llamó de las tinieblas a su maravillosa luz" (1 Pedro 2,4).

11. Jesús, Camino, Verdad y Vida. Enséñanos a caminar contigo y con la energía de tu vida a la luz de tu verdad para ser luz del mundo que ilumina a los ciegos y a los que están sentados ateridos en sombras de muerte (Mc 4,16). Que la Virgen María, Madre del Camino y de la Verdad y de la Vida, nos muestre a Jesús, fruto bendito de su vientre y, clementísima, piadosa y dulce, interceda por nosotros. Amen.

J. MARTI BALLESTER


20.

Nexo entre las lecturas

Cristo es la piedra angular. En esta frase encontramos el elemento unificador para nuestra homilía del quinto domingo de Pascua. La primera carta de san Pedro que nos ha acompañado a lo largo de estos cuatro domingos pascuales (2L), nos ofrece al igual que los sinópticos una interpretación cristológica del salmo 118, 22: La piedra que los constructores desecharon se ha convertido en piedra angular; ha sido la obra de Yahveh, una maravilla a nuestros ojos. Para los creyentes se trata de una piedra preciosa, para los incrédulos es piedra de tropiezo y caída. En el evangelio, Cristo, piedra angular, se nos muestra como el camino, la verdad y la vida. Es Él quien nos prepara un lugar en la moradas eternas, es Él el camino que nos conduce al Padre. Cristo desea que cada uno de nosotros llegue a la casa del Padre, desea que donde Él esté, nos encontremos también nosotros. ¡Qué maravilla del amor de Dios que quiso hacernos hijos suyos y que le llamáramos Padre y que tuviéramos un lugar en la familia de Dios!


Mensaje doctrinal

1. No perdáis la calma, creed en Dios y creed también en mí. La exhortación de san Juan es muy oportuna en este tiempo pascual en el que miramos a Cristo resucitado. Los cristianos, nuevas creaturas en Cristo desde su bautismo, atraviesan situaciones difíciles. El Señor se dirige a sus discípulos y los invita: "creed en mí, tened confianza en mí pensando que aquello que yo hago en tu vida es lo mejor para ti". El cristiano debe pasar por momentos en los que la cruz se hace presente. Precisamente en esos momentos es cuando pueden descubrir misteriosamente que están tomando parte en el misterio pascual de Cristo. En Cristo, ellos también son piedras vivas que entran en la construcción del templo del Espíritu. Cada cristiano, por el bautismo, incorporado e injertado en Cristo, toma parte en ese camino pascual de muerte y resurrección; pasa a formar parte de un sacerdocio sagrado (sacerdocio de los fieles) para ofrecer sacrificios espirituales que Dios acepta. Es importante que en su caminar, no deje de mirar a Cristo, que no deje de creer en Cristo con fe viva y operante, que Cristo sea para él la piedra angular en donde se asienta todo su edificio, toda su existencia.

2. Jesús es el camino al Padre. Tomás pide a Cristo: muéstranos al Padre. Cristo responde sorprendido de que no hayan descubierto en Él en esos años de convivencia el rostro del Padre: Tomás quien me ha visto a mí, ha visto al Padre. Cristo es pues la revelación del amor del Padre. Nadie va al Padre sino por Cristo. Hemos de creer firmemente que Cristo está en el Padre y el Padre en Cristo. Uno se pregunta espontáneamente ¿cómo puede una persona estar en otra? Por medio del amor, de la identificación de voluntades, con la identidad en los pensamientos, teniendo los mismos sentimientos y emociones que la persona amada. Él ha venido a cumplir la voluntad del Padre. Las palabras que él nos dice, no las dice por cuenta propia, las pronuncia en nombre del Padre. Con acierto dice Hans Urs von Balthasar: "En Cristo, que es la palabra de Dios, Dios Padre habla al mundo". Cristo nos muestra en último análisis que él está en el Padre mediante una obediencia absoluta a la misión que le ha sido confiada, mediante el amor y el cumplimiento de su voluntad por la salvación de los hombres.

Este Cristo que nos muestra el rostro amoroso del Padre, va a prepararnos un lugar en las moradas eternas. Él con su muerte y resurrección nos abre la vida eterna y nos reconduce a la casa del Padre.


Sugerencias pastorales

Ser piedra viva del templo de la Iglesia. Muchos cristianos se han alejado de su prática religiosa porque no se sienten "piedras vivas" de la Iglesia. No perciben su pertenencia a Cristo y a la Iglesia como algo existencial que toca las fibras más íntimas de su alma. Su fe es un apartado de su vida y no aquello que la informa y le da sentido. Sin embargo, el hombre está siempre necesitado de Dios y de la salvación que se nos ofrece en Cristo a través de su cuerpo que es la Iglesia. El hombre y mujer de hoy tienen necesidad, como en otros tiempos, de sentirse "parte viva de esta Iglesia". De un modo analógico él y ella son también piedras angulares, preciosas y necesarias para la edificación de la Iglesia. Ayudémosles a re-descubrir su amor a la Iglesia. Llevémosles a un compromiso apostólico que los responsabilice y los mantenga abiertos a los demás. Ellos deben construir la Iglesia con su amor, con su oración, con su sacrificio, con su entrega generosa. ¡Todos somos piedras vivas de este edificio y todos tenemos una misión que cumplir en esta edificación! La aspiración de cada cristiano debería ser la de llegar a ser "un hombre eclesiástico", un hombre que ama entrañablemente a la Iglesia. El texto de Henri de Lubac ilustra apropiadamente esta idea:

«Eclesiástico», hombre de Iglesia, en nuestro lenguaje actual este bello nombre está desgastado, por no decir que está degradado. Se ha convertido en el título con que se designa cierta profesión determinada en los registros de la administración civil. Y en la misma Iglesia apenas lo usamos sino en un sentido puramente exterior. ¿Quién le devolverá su amplitud y nobleza? ¿Quién nos enseñará a conocer los valores que evocaba antiguamente?

En cuanto a mí, proclamaba Orígenes, mi deseo es el de ser verdaderamente eclesiástico. No hay otro medio, pensaba él con sobrada razón, para ser plenamente cristiano. El que formula semejante voto no se contenta con ser leal y sumiso en todo, exacto cumplidor de cuanto reclama su profesión de católico. Él ama la belleza de la casa de Dios. La Iglesia ha arrebatado su corazón. Ella es su patria espiritual. Ella es su madre y sus hermanos. Nada de cuanto la afecta le deja indiferente o desinteresado. Echa raíces en su suelo, se forma a su imagen, se solidariza con su experiencia. Se siente rico con todas sus riquezas. Tiene conciencia de que por medio de ella, y sólo por medio de ella, participa de la estabilidad de Dios. Aprende de ella a vivir y a morir. No la juzga, sino que se deja juzgar por ella. Acepta con alegría todos los sacrificios que exige su unidad.

La Iglesia es mi Madre, porque me ha dado la vida. Yo la he visto, la he tocado de una manera indudable, y puedo dar certeza de ello a todo el mundo. Yo he escuchado todos los reproches que se han lanzado contra mi Madre. Algunos días, mis oídos han quedado sordos ante el clamor de las quejas, no me atrevo a decir que carecen todas ellas de fundamento. Pero, contra toda evidencia, lo cierto es también que esos reproches y otros muchos que se podrían añadir no tienen ninguna fuerza.

¡Dichosos aquellos que han aprendido de su madre, desde la infancia, a mirar la Iglesia como una Madre! . Ser piedra viva del templo que es la Iglesia.

P. Octavio Ortíz


21.

Quinto domingo de Pascua: "obstáculos en el ajedrez de la vida"

"Tomás le dice: Señor, no sabemos a dónde vas. ¿Cómo podremos saber el camino? Jesús le responde: Yo soy el camino, la verdad y la vida". San Juan, cap. 14. Los científicos señalan que en determinado momento de la historia apareció el " homo sapiens". Aquel antepasado capaz de perfeccionar una herramienta, de utilizar algún lenguaje. Los teólogos por su parte, nos presentan al "homo viator", el viandante. Peregrino de muchas aventuras y numerosos desengaños.

Desde los tiempos de Abraham, creer equivalió a empezar a caminar: "Vete de tu tierra y de tu patria, hacia una tierra que yo te mostraré", le dice Dios al patriarca de Ur. Igual mandato recibe Moisés, elegido para guiar a Israel por el desierto.

De caminos nos habla la Biblia con frecuencia. Al fin y al cabo, el pueblo escogido fue nómada durante muchos siglos. Pero tal peregrinación geográfica equivalió también a una romería espiritual por los caminos del Señor. Sobre ellos abunda en referencias el libro de los Salmos: "Enséñame, Señor, tus caminos, guíame por el sendero de la verdad". "Dichosos los que caminan en la ley del Señor". "Yo corro por la senda de tus mandatos, pues Tú dilatas mi corazón".

Cuando Jesús se despide de sus amigos les habla de un viaje hacia el Padre. Se va adelante, pero regresará para llevarlos también consigo. Y añade: "Ya sabéis el camino" . Tomás, el mismo que exigirá pruebas de la resurrección, le interpela: "Señor, ni sabemos adónde vas. ¿Cómo podremos saber el camino?" Entonces el Maestro responde: "Yo soy el camino, la verdad y la vida". Podríamos nosotros prolongar la pregunta de Tomás: Señor, ¿cómo puedes ser Tú nuestro camino?

Todos sabemos que camino significa sendero, guía, posibilidad de avanzar, facilidad, experiencia de quienes nos precedieron, seguridad de llegar a la meta.

Para alcanzar todo esto, en nuestro itinerario religioso, conviene vivir según el Evangelio. El "homo viator" del Nuevo Testamento ha de apoyarse todos los días en Cristo.

Llama la atención que en hebreo no existe propiamente la palabra creer. En su reemplazo, el Antiguo testamento usa un vocablo que significa "apoyarse en alguien que está firme". Isaías nos dice: "Si no creéis, no estaréis firmes".

En el ajedrez de la vida padecemos a diario obstáculos y contradicciones. Cosechamos de pronto alegrías y victorias. Nos sentimos a veces desconcertados y otras tantas ansiosos. Si apoyamos todo esto en el Señor, caminaremos como Jesús enseña. Así se entiende por qué numerosos cristianos superan sus propias capacidades. Tanta gente sigue cumpliendo su deber, a pesar de las crisis. Muchas parejas luchan por ser fieles, no obstante los problemas. Algunos, sin mucha cultura religiosa, desbordan sin embargo en esperanza. Los más pobres superan en generosidad a los poderosos y la ha honradez sigue siendo su ideal de vida.

Todo esto se explica porque numerosos creyentes, casi siempre en silencio, escogieron el camino de Cristo.

En Francia se exhibía hace unos años este anuncio: "El Concorde parte de París a las 11 a.m. para aterrizar en Nueva York a las 9:30 a.m. del mismo día". Desconcertante hazaña de un avión que atraviesa el océano en busca del amanecer.

Los cristianos estamos llamados a viajar en contra del tiempo y del espacio, hacia la luz de Cristo. ¿Por qué extraviamos entonces en la noche, cuando más allá Dios amanece?

Gustavo Vélez
(Colombia)


22. 2002. COMENTARIO 1

EL DIOS VERDADERO

Decimos que creemos en el mismo Dios. Pero si nos pidie­sen a cada cristiano que explicáramos cómo entendemos cada uno de nosotros a Dios... Por poner un ejemplo concreto:

¿habría muchos puntos en común entre el modo de entender a Dios que pueda tener alguno de los dictadores que dicen re­zar al Dios de los cristianos y el de los miembros de las comu­nidades cristianas de base de América Latina? ¿Habría muchas semejanzas entre la idea que sobre Dios tenía Oscar Romero y la que tenían los cristianos responsables de su muerte?


MUÉSTRATE AL PADRE

En el núcleo, en el mismo centro de la misión de Jesús se encuentra la revelación de quién es Dios, la explicación de quién es su Padre. Desde el principio de su evangelio, Juan ha dejado claro que Jesús va a mostrarnos de manera defini­tiva cuál es el verdadero rostro de Dios: «A Dios nadie lo ha visto jamás; el Hijo único que es Dios y está al lado del Pa­dre, él ha sido la explicación» (1,18). Y ésta será una de las novedades más importantes de la revelación de Jesús: por el contenido de esa revelación y por el modo de llevarla a cabo. Tan nueva será, que Felipe, uno de los que habían acom­pañado a Jesús desde el principio, cuando la misión de Jesús está ya llegando al final, aún no se ha dado cuenta de cómo se puede conocer al Padre: «Señor, haz que veamos al Padre y nos basta». Felipe sigue encadenado a las ideas de su antigua religión y no es capaz de descubrir la novedad de la fe de Jesús.


CONOCER AL PADRE

El pueblo de Israel había conocido a Dios gracias a sus actuaciones liberadoras de las que había sido beneficiario; pero a los teólogos oficiales esto sólo les servía para excitar el orgu­llo nacional de los pobres al tiempo que, de puertas adentro, presentaban otros aspectos que, sin negar que estuvieran pre­sentes en los libros del Antiguo Testamento, hacían al pueblo más dócil y manejable: a Dios se le podía conocer en las altu­ras, en lo glorioso o en lo terrible; y la reacción del hombre ante este Dios no podía ser otra que el abajamiento, la humi­llación, el sometimiento, el temor...

Por eso no es de extrañar que Felipe no se hubiera dado cuenta de que en la actuación de Jesús, en sus obras, en su amor hasta la exageración, se estaba revelando el mismo Dios, el verdadero rostro del Padre (del único Padre: Mt 23,9). Pero, para él, el tener que ver a Dios en el Hombre era algo realmente inconcebible.

Hace justo un mes que recordábamos la muerte de Jesús. Allí, en aquella situación de derrota a los ojos humanos, se manifestaba en toda su plenitud el ser de Dios, el ser del Pa­dre: amor hasta el extremo y, por eso, capacidad de llenar de vida al hombre para que el hombre, aceptando esa vida y ese amor, fuese capaz de cambiar radicalmente este mundo y con­vertirlo en un mundo de hermanos. Pero amor también que, por serlo, no se impone por la fuerza a nadie, sólo se ofrece; y, por tanto, toda su potencia se convierte en debilidad si el hombre no lo acepta, todo su poder -ése es el poder de Dios- se hace ineficaz si el hombre lo rechaza. Esa imagen de Dios, vendido totalmente a la voluntad del hombre, no la acaban de aceptar los discípulos de Jesús.


LLEGAR HASTA EL PADRE

Esto es lo que muestra la pregunta de Tomás: él, que ha­bía estado dispuesto a morir con Jesús, se negaba una y otra vez a aceptar que la muerte pudiera llevar a ningún sitio: «Se­ñor, no sabemos adónde te marchas, ¿ cómo podemos saber el camino?»

La respuesta de Jesús no deja lugar a dudas; su meta, y la meta de sus seguidores, es el Padre: «Nadie se acerca al Padre sino por mí». Ahí es adonde conduce la muerte cuando ésta es consecuencia de un compromiso de amor con la humanidad. Y sólo hay un modo de realizar este compromiso: la identifica­ción con Jesús, «el camino, la verdad y la vida».

El camino, que, para sus seguidores, ha quedado explicado en el mandamiento nuevo: la entrega de la propia vida, por amor, en favor de la felicidad de los hombres, como hizo él.

La verdad, la Palabra hecha carne, el proyecto de hombre que, de parte de Dios, Jesús nos comunica y que se realiza en él en toda su plenitud: un hombre que es hijo y, por tanto, hermano.

La vida, la que Jesús poseía en plenitud y que él ofrece a quienes estén dispuestos a recibirla: el Espíritu de amor que nos hace capaces de llegar a ser hijos viviendo como hermanos.

Este es el verdadero Dios de los cristianos. Este el único modo de conocerlo y de llegar a él: Jesús, su modo de ser Hombre, aceptado como modelo. Todo lo demás serán aproxi­maciones que necesariamente se quedarán pequeñas; pero se­rán aproximaciones válidas sólo si no se apartan de este cami­no, si no deforman esta verdad y si no arruinan esta forma de vida.


23. COMENTARIO 2

vv. 1-4: 1No estéis intranquilos; mantened vuestra adhesión a Dios manteniéndola a mí. 2En el hogar de mi Padre hay vivienda para muchos; si no, os lo habría dicho. Voy a prepararos sitio. 3Cuando vaya y os lo prepare, vendré de nuevo y os acogeré conmigo; así, donde estoy yo estaréis también vosotros. 4y para ir adonde yo voy , ya sabéis el camino.

5Tomás le dijo:

-Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos sa­ber el camino?

6Respondió Jesús:

-Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie se acerca al Padre sino por mí.


vv. 1-4: 1No estéis intranquilos; mantened vuestra adhesión a Dios manteniéndola a mí. 2En el hogar de mi Padre hay vivienda para muchos; si no, os lo habría dicho. Voy a prepararos sitio. 3Cuando vaya y os lo prepare, vendré de nuevo y os acogeré conmigo; así, donde estoy yo estaréis también vosotros. 4y para ir adonde yo voy, ya sabéis el camino.

Jesús tranquiliza a los discípulos, inquietos por su marcha. La adhesión a Dios se hace en la persona de Jesús y se instaura, de este modo, la nueva rela­ción de la nueva comunidad con el Padre y con Jesús: los discípulos serán miembros de la familia del Padre. Jesús va a prepararles sitio; él es el Hijo, pero los que lo siguen serán también hijos, hermanos de Jesús (20,17).

Con la frase Donde estoy yo (cf. 7,34.36; 12,26; 17,24) Jesús se sitúa en la esfera de Dios y del Espíritu. En ese ámbito nos acogerá, gracias al nuevo nacimiento (3,6s).

El camino hacia el Padre (v. 4) es la práctica del amor leal.

vv. 5-7: 5Tomás le dijo: -Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos sa­ber el camino? 6Respondió Jesús: -Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie se acerca al Padre sino por mí.

Para Tomás (cf. 11,16), la muerte no es un tránsito, sino un final; aun después de la resurrección le costará comprender (20,24 ss.). El camino (v. 6) supone una meta; la verdad, un contenido, que es la vida (1,4). Jesús es la vida porque es el único que la posee en plenitud y puede comunicarla (5,26). Por ser la vida plena es la verdad total, es decir, puede conocerse y for­mularse como la plena realidad del hombre y de Dios. Es el único ca­mino, porque sólo su vida y su muerte muestran al hombre el itinerario que lo lleva a realizarse.

Para el discípulo, Jesús es la vida, porque de él la recibe; esta nueva vida experimentada y consciente es la verdad.

El camino, la asimilación progresiva a Jesús, da un carácter dinámico de crecimiento a su vida y verdad. El Padre no está materialmente lejano, el acercamiento a él es el de la semejanza.


v. 6-7: Respondió Jesús: -Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie se acerca al Padre sino por mí. El camino supone una meta; la verdad, un contenido, que es la vida (1,4). Jesús es la vida porque es el único que la posee en plenitud y puede comunicarla (5,26). Por ser la vida plena es la verdad total, es decir, puede conocerse y for­mularse como la plena realidad del hombre y de Dios. Es el único ca­mino, porque sólo su vida y su muerte muestran al hombre el itinerario que lo lleva a realizarse.

Para el discípulo, Jesús es la vida, porque de él la recibe. Esta nueva vida experimentada y consciente es la verdad; esta verdad entendida como camino supone una asimilación progresiva a Jesús y da un carácter dinámico de crecimiento a la vida y a la verdad. El Padre no está materialmente lejano, el acercamiento a él es el de la semejanza.


v. 7-8: Si llegáis a conocerme del todo, conoceréis también a mi Padre; aunque ya ahora lo conocéis y lo estáis viendo presente. Felipe le dijo: -Señor, haz que veamos al Padre, y nos basta.

El Padre está presente en Jesús. La petición de Felipe (v. 8) denota su falta de comprensión. Había visto en Jesús al Mesías que podía de­ducirse de la Ley y los Profetas (1,43-45), pero no había comprendido que Jesús no es la realización de la Ley, sino del amor y la lealtad de Dios (1,14.17). En el episodio de los panes (6,5-7) Felipe no comprendía la alterna­tiva de Jesús, por eso a la pregunta de éste: ¿con qué podríamos comprar pan para que coman estos? Felipe contestó: Doscientos denarios de plata no bastarían para que a cada uno le tocase un pedazo. Para Felipe no había alternativa, seguía en las categorías de la antigua alianza. Felipe ahora ve en Jesús al enviado de Dios, pero no la presencia de Dios en el mundo.


vv. 9-11: Jesús le contestó: -Tanto tiempo como llevo con vosotros y ¿no has lle­gado a conocerme, Felipe? Quien me ve a mí está viendo al Padre; ¿cómo dices tú: «Haz que veamos al Padre»? ¿No crees que yo estoy identificado con el Padre y el Padre conmigo? Las exigencias que yo propongo no las propongo como cosa mía: es el Padre, quien, viviendo en mí, realiza sus obras. Creedme: yo estoy identificado con el Padre y el Padre conmigo; y si no, creedlo por las obras mismas.

Jesús le contesta con una queja: "Tanto tiempo como llevo con vosotros y ¿no has llegado a conocerme? (v. 9). La convivencia con él, ya pro­longada, no ha ampliado su horizonte.

Felipe no sabe que la presencia del Padre en Jesús es dinámica ("quien me ve a mí está viendo al Padre", v.10); a través de Jesús, el padre ejerce su actividad.

Las exigencias de Jesús reflejan las múltiples facetas del amor, lo concretan y lo acrecientan; por eso comunican Espíritu y vida y hacen presente a Dios mismo, que es Espíritu, formulan la acción del Padre en Jesús y, por su medio con los hombres Entre Jesús y el Padre hay una total sintonía (v. 11). El último criterio para detectar esta sintonía son las obras


vv. 12-14: Sí, os lo aseguro: Quien me presta adhesión, hará obras como las mías y aun mayores; porque yo me voy con el Padre, y cualquier cosa que pidáis en unión con­migo, la haré; así la gloria del Padre se manifestará en el Hijo. Lo que pidáis unidos a mí (= invocando mi nombre), yo lo haré.

La obra de Jesús ha sido solo un comienzo; el futuro reserva una labor más extensa: "Quien me presta adhesión, hará obras como las mías y aun mayores" (v.12) Las señales hechas por Jesús no son pues irrepe­tibles por lo extraordinarias, son obras que liberan al hombre ofreciéndole vida. Con este dicho da ánimos a los suyos para el futuro trabajo; la liberación ha de ir adelante. Jesús cambia el rumbo de la historia; toca a los suyos continuar en la dirección marcada por él. Los discípulos no están solos en su trabajo ni en su camino Jesús seguirá actuando con ellos. A través de Jesús el amor del Padre (su gloria) seguirá manifestándose en la ayuda a los discípulos para su misión (v. 13). La oración de la comunidad expresa su vinculación a Jesús (v. 14); se hace desde la realidad de la unión con él y a través de él, pidiendo ayuda para realizar su obra.


24. COMENTARIO 3

Algunos dicen que este es el domingo de los ministerios porque las lecturas dan a entender que en la Iglesia, la comunidad del Señor Resucitado, cada uno tiene una función, todos debemos hacernos responsables. En la 1ª lectura, tomada del libro de los Hechos, se nos presenta un primer conflicto en la comunidad ideal, la iglesia madre de Jerusalén. Como tenían todos los bienes en común, la comunidad debía hacerse cargo de los más pobres y débiles, de los que no podían trabajar o no tenía quien los asistiera. Entre éstos estaban las viudas. Los judeocristianos de origen helenista, es decir, los que hablaban griego, se quejaron de que sus viudas eran desatendidas en los repartos y, como hemos escuchado, la comunidad, presidida por los apóstoles y animada por el Espíritu Santo, encontró una solución muy sabia: encargar a siete personas de tales repartos, para que los apóstoles se vieran libres de preocupaciones y pudieran dedicarse plenamente a lo suyo: a la predicación del evangelio y a la oración.

En la 2ª lectura, tomada nuevamente de la 1ª carta de Pedro, el autor nos presenta la clásica imagen de la Iglesia como templo de Dios. Un templo no construido con piedras inertes y pesadas, sino con piedras vivas que somos cada uno de nosotros, los creyentes, los bautizados, que tenemos como cimiento y piedra angular a Jesucristo mismo.

Leemos hoy un hermoso pasaje del evangelio de san Juan. Hace parte de los llamados “discursos de despedida” de Jesús, pronunciados durante la cena de despedida que celebró con sus discípulos antes de padecer. Se prolongan a lo largo de los capítulos 14 al 17 y son como el testamento del Señor. El dice a sus discípulos que se va, pero que esto no debe perturbarlos porque se va para quedarse o, mejor, se va para llevarlos a estar siempre con Él, a prepararles un lugar en la casa del Padre, una casa grande donde cavemos todos: los más pobres que no han tenido nunca casa propia, los hijos pródigos que anhelan regresar, los fieles que han sobrellevado el peso del trabajo y de la vida.

Para llegar a la casa paterna hace falta un camino, una lámpara para poder caminar en la noche, y fuerza y alimento para hacer las jornadas que hagan falta.

La meta de este viaje que hemos de hacer con Jesús es no solo la casa, es el regazo mismo del Padre que nos espera, que nos muestra su rostro amoroso, benigno, confiable. Otro discípulo pregunta por ese Padre que no vemos, que tal vez hemos olvidado o despreciado, o del que nos hemos hecho una imagen falsa o aterradora, como la de un juez inmisericorde, un guardián celoso, un inflexible legislador. Jesús nos muestra el verdadero rostro de Dios, el que nadie podía contemplar sin morir, el que se ocultaba tras la nube o el velo infranqueable del santuario. El rostro de Dios es el rostro de Cristo, la voz de Dios es la suya, su corazón es el amoroso, humilde y manso corazón de Cristo, abierto por la lanza para que entremos todos. El corazón del que manan la sangre y el agua de los sacramentos de la Iglesia que nos alimentan, nos curan y nos salvan.

En este 5º domingo de Pascua, Cristo nos pide que nos confiemos en Él, que contemplemos sus obras de misericordia para con los pobres, los pecadores, los enfermos y los hambrientos, y que veamos en ellas las mismas obras de Dios a favor nuestro. Obras que también nosotros podremos hacer a favor de nuestros hermanos, los seres humanos de todo el mundo, para que ellos también puedan llegar, con Cristo y con nosotros, a la casa paterna.

1. R. J. García Avilés, Llamados a ser libres, "Seréis dichosos". Ciclo A. Ediciones El Almendro, Córdoba 1991

2. J. Mateos, Nuevo Testamento (Notas a este evangelio). Ediciones Cristiandad 2ª Ed., Madrid.

3. Diario Bíblico. Cicla (Confederación internacional Claretiana de Latinoamérica).