LA FE DE ABRAHÁM

 

De Dios podemos tener ideas, esquemas, conceptos, opiniones, teorías... o podemos tener experiencia.

Las ideas, esquemas, conceptos, etc. son la antesala de la experiencia, y si no terminan por llevar al hombre hasta ella, se pervierten porque, siendo medios, se convierten en fines; y esta es la peor corrupción (corruptio optima, pesima).

Aun la propia experiencia debe estar abierta al cambio, a la posibilidad de que una nueva experiencia supere y mejore la anterior. Y si no es así, esa experiencia también es falsa y corrompida, porque quien ha experimentado a Dios sabe que es imposible alardear de conocerlo del todo, y por tanto está siempre abierto a descubrir cosas nuevas de El y en El.

Así, una fe aparentemente insegura e inestable es, en realidad, la única fe válida; si no es, en algún sentido, vulnerable, es seguridad; y la seguridad ya no es fe sino certeza, y anularía la libertad del hombre, la posibilidad de la libre aceptación, esa aportación del hombre en el acto de fe que es su decisión de acoger (o rechazar) el don de Dios.

ABRAHAN/FE: Por eso la fe de Abraham es propotipo y modelo de la fe auténtica, firme y recia:

-porque es capaz de sacrificar su pasado por Dios, dejando Ur, su tierra y la de sus antepasados, para ir en busca de una tierra nueva, desconocida, porque Dios se lo ordena;

-porque está dispuesto a sacrificar su futuro para obedecer al Dios en quien confía; un futuro que no es un sueño, una ilusión o un simple proyecto que él tenga en su mente, sino un ser de carne y hueso y que es su hijo Isaac (necesario, por otra parte, para que se cumpla la promesa de ese mismo Dios, de que tendrá una numerosa descendencia);

-porque no tenía miedo de seguir a Dios, sacrificando para ello sus propias ideas e incluso sus anteriores experiencias de Dios;

-porque renuncia a creer que tiene domesticado a Dios, a creer que ya sabe cómo es y cómo actúa.

Abraham es un hombre verdaderamente abierto a Dios; y sabe que Dios tiene mucho MISTERIO para el hombre; por eso no intenta controlar ni dominar a Dios, sino que lo acoge con sencillez, con humildad, con disposición para descubrir facetas nuevas de ese Dios, que además, no es distante y estático, sino cercano, comprometido con la historia del hombre, capaz de inventar soluciones absolutamente novedosas para los problemas y atropellos en los que el hombre se va metiendo. Abraham sabe que no todo está hecho y que, por tanto, la vida y la historia no son una mera repetición del pasado, sino algo siempre nuevo, siempre distinto y diferente.

Es cierto que este Dios es inquietante, molesto, incómodo: no podemos saber de antemano por dónde nos va a salir al paso, qué nos va a pedir ni qué tendremos que responderle; no podemos descuidarnos ni "dormirnos" en nuestros conocimientos e ideas sobre Dios, porque no nos van a servir de nada: no podemos estar preparados, sino que tenemos que estar dispuestos. Así de claramente habla el arzobispo ortodoxo Anthony Bloom: "Anclar nuestra mente en una gracia pasada es perderse gracias futuras. El Dios que conocí ayer no será necesariamente el que se me revelará mañana. No te alimentes de memorias. Las memorias están muertas, mientras que Dios no es Dios de muertos, sino de vivos.

Dios es eternamente nuevo. Acércate a él dispuesto a ser sorprendido. Convéncete de que no lo conoces y de que puede traer hoy un rostro distinto del que tú te imaginas. No pongas en lugar de Dios la imagen de Dios que tú te has elaborado en el pasado: eso es idolatría espiritual. Repite la oración: "Señor, líbrame de todos los conceptos pasados que he formado de ti". Lo que hemos de hacer al acercarnos a Dios es recoger todos los conceptos pasados que de él tenemos, almacenarlos en la bodega de nuestra mente, y luego acercarnos a Dios, conscientes de que estamos cara a cara con un Dios cercano y a la vez desconocido, infinitamente sencillo e infinitamente complejo. Sólo si estamos abiertos de par en par a cada instante, se nos revelará el desconocido, y se nos revelará tal como es hoy a nosotros tal como hoy somos. Tenemos que aguardar con la mente y el corazón abiertos, sin intentar darle forma a Dios o encerrarlo en conceptos e imágenes; y sólo entonces podemos llamar a la puerta". Por eso la herejía de la gente piadosa es pedirle a Dios que repita y que se repita. 

En esta cuaresma, en este momento de nuestra vida, muchas cosas tienen que cambiar: en las estructuras y en las personas, en la sociedad y en los individuos, en la mente y en el corazón. A buen seguro que, en la lista de cosas a cambiar, también debemos colocar nuestra idea de Dios. Y más que cambiarla, superarla, renunciar a ella, buscar la experiencia directa, el encuentro "cara a cara".

No pocas veces, no pocas personas envidian la fe de Abraham; acaso porque, con un simplismo infantil, se ve el resultado final pero se olvida todo lo que, también Abraham, tuvo que pasar.

Decir "¡quién tuviera esa fe!". es confesión de no querer esforzarse para conseguirla. No nos engañemos: ni Abraham ni ningún otro creyente lo ha tenido fácil. No queremos ser más que ellos: somos nosotros los que tenemos que cambiar, si queremos vivir con esa fe.

LUIS GRACIETA
DABAR 1991/15

 

Recomendamos la lectura de la preciosa homilía de Juan Pablo II con motivo de su peregrinación espiritual a la tierra de Abraham, nuestro padre en la fe

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