33 HOMILÍAS PARA EL DOMINGO I DE CUARESMA
21-29

21.

-Cuaresma: tiempo para la renovación

Quizá al iniciar este tiempo de Cuaresma (camino hacia la Pascua) deberíamos constatar dos cosas: la primera es la IMPORTANCIA que la tradición cristiana (desde los primeros siglos) ha dado a estas semanas, importancia subrayada de nuevo por el Concilio. La segunda es la IMAGEN EQUIVOCADA (o por lo menos desfigurada) que a menudo tenemos de la Cuaresma. Decimos: es un tiempo de "penitencia", pero entendemos por ello algo muy distinto a lo que entendía J. Nosotros lo reducimos a unos sacrificios (no comer carne, no ir al cine, no fumar...); para JC quería decir algo mucho más serio, mucho más radical. Para J. "penitencia" quería decir "CONVERTIRSE", cambiar íntimamente, ya lo veremos: la diferencia es notable.

El tiempo de Cuaresma es un tiempo de gracia para RENOVAR NUESTRA VIDA CRISTIANA. No lo podemos reducir a no hacer esto o aquello. Es mucho más. Quizás sea el evangelio de hoy, característico de este inicio del camino cuaresmal, quien puede ayudarnos a entenderlo.

-Un camino de lucha

Mc nos ha hablado del COMBATE de JC con Satanás en el desierto. Antes había presentado a J. como aquel sobre quien se posa el Espíritu de Dios para llevar a cabo su misión: su misión de Hijo que manifiesta el amor del Padre y comunica a los hombres este Espíritu de Dios. Pero enseguida nos sitúa ante la lucha de JC.

Mc (como los otros evangelistas) DESCRIBE SIMBÓLICAMENTE esta lucha de Jc con la fuerza del mal. Pero nos equivocaríamos si pensáramos que este lenguaje simbólico significa irrealidad de lo que se describe. Para los evangelios es todo lo contrario: aquello que es más importante es lo que requiere un lenguaje simbólico para expresarlo. Y es importante ver cómo JC inicia su misión no haciendo milagros, ni predicando, sino luchando. Con una lucha que (aunque Mc la concentre en esta simbólica cuarentena de días iniciales) DURARA TODA LA VIDA de J. Hasta llegar al máximo combate de la cruz. Por eso, para nosotros, esta llamada a la renovación que es la Cuaresma, es una LLAMADA A LA LUCHA. Una lucha de fe, impulsada (como JC) por el Espíritu de Dios. Sin este combate, nuestra fe es sólo de palabras y necesitamos una fe de obras, una fe de vida, de vida combatiente. Sólo así la fe es un camino que llega a algún sitio.

-Un camino hacia la Vida

Mc sitúa a J en el desierto. Para la tradición espiritual del pueblo judío, el desierto era el LUGAR DEL ENCUENTRO CON DIOS: el lugar de la experiencia personal del amor de Dios. Y, a la vez era EL LUGAR DE LA VERDAD PARA EL HOMBRE, donde el hombre se encuentra ante sí mismo, sin posibilidad de hacer trampa. En el desierto, en la verdad desnuda del desierto, el hombre se encuentra cara a cara con la realidad (la Realidad con mayúscula, Dios presente en la vida del hombre).

En la tradición cristiana, la Cuaresma intenta revivir esta experiencia. Es una LLAMADA A LA VERDAD. Para reencontrarnos con la Realidad. Algo que la rutina de cada día nos impide, que el peso de lo cotidiano nos esconde. Por eso necesitamos esta periódica invitación que Dios nos hace a través de la Iglesia PARA REENCONTRARNOS de nuevo, cara a cara, con la Realidad, con el Dios del amor activo en nuestra vida. Es algo que debemos tomarnos seriamente, para saber llegar más al fondo en esta Realidad. Llamada a la lucha, llamada a la verdad, que el evangelio de Mc completa con el ANUNCIO DE VICTORIA. Porque aquello que hemos leído y que puede parecer pintoresco (J. en el desierto "vivía entre alimañas y los ángeles le servían") en el simbolismo del evangelio quiere expresar el anuncio de UN MUNDO EN PAZ, reconciliado (es el simbolismo de la convivencia pacífica con las alimañas) y es el anuncio de LA INSTAURACIÓN DEL REINO de vida de Dios (simbolizado por los ángeles que sirven). Para nosotros también esto es importante, porque no hemos de luchar porque sí, ni hemos de querer encontrarnos con la verdad como quien hace un breve paréntesis, sino que una y otra cosa son pasos en un camino hacia la Vida, hacia la Victoria.

-Un camino con JC

Pero aún el evangelio de hoy nos aporta otro elemento fundamental de la Cuaresma, quizá el más fundamental: su contenido. Lo hallamos en el anuncio de la Buena Noticia que realiza JC: hemos de ABRIRNOS AL REINO DE DIOS QUE ESTA en nosotros PERO QUE AUN HA DE CRECER en nosotros. ¿Cómo? "Convertíos y creed la Buena Noticia". Que es como decir: despertaos, levantaos, estad dispuestos a caminar; es como decir: creed en el Dios que quiere comunicaros Amor y Vida; es como decir: conquistad la libertad y abríos a la esperanza, luchad y abríos a la fiesta. En una palabra, JC nos dice: seguid mi camino. Ciertamente es un camino de lucha, pero conduce a la victoria. Porque es el camino de la Vida. Es lo que celebramos y proclamamos en la Eucaristía de hoy, de cada domingo.

J. GOMIS
MISA DOMINICAL 1979/05


22.

1. "Creed la Buena Noticia".

El Evangelio, la Buena Noticia que Jesús empieza a proclamar y que es un mensaje para el mundo entero, para éste y para el del más allá, comienza con su ayuno de cuarenta días. Jesús no inicia su Cuaresma por propia iniciativa, como mero ejercicio ascético, sino que es empujado al desierto por el Espíritu de Dios. Como tampoco soportará el sufrimiento de la cruz (al final de la Cuaresma eclesial) por ascetismo, sino por pura obediencia al Padre. La inmensa e ilimitada fecundidad de la obra de Cristo supone tanto al principio como al final una tremenda renuncia. Durante más de un mes vive sin probar bocado, se alimenta únicamente de la palabra y de la voluntad del Padre: «Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a término su obra» (Jn 4,34). Siguiendo el ejemplo de Jesús, todos los santos cuya predicación haya de ser fecunda tendrán que desprenderse de todo lo propio para anunciar eficazmente la proximidad del reino de Dios. El Señor vive su tiempo de ayuno entre las alimañas y los ángeles, que «le servían», entre el peligro corporal y la protección sobrenatural. Vive entre los dos extremos de la creación entera. Al desprenderse de todo lo que llena la vida cotidiana de los hombres, Jesús toma conciencia de las auténticas dimensiones del cosmos que, como Redentor del mundo, debe rescatar para Dios. Después de esta preparación lejos del mundo -renuncia a todo, incluso a lo más necesario para vivir-, puede presentarse abiertamente ante los hombres y proclamar: «Se ha cumplido el plazo».

2. «Esta es la señal del pacto».

Las dos lecturas muestran las dimensiones del mundo que hay que redimir. La primera describe la alianza primigenia y fundamental de Dios con Noé. Se trata de la promesa de una reconciliación definitiva de Dios con el mundo. Los nubarrones amenazadores del castigo inmisericorde han desaparecido definitivamente del cielo, son un pasado que nunca volverá. Tras la tormenta de la cólera ha salido el sol y se ha formado el arco iris, que se eleva desde la tierra hasta el cielo y recuerda a Dios su pacto con «todos los animales, con todos los vivientes». Este pacto no ha sido abolido ni ha quedado disminuido por la alianza con Israel y por la posterior Nueva Alianza de Cristo.

3. "Fue a proclamar su mensaje a los espíritus encarcelados".

La segunda lectura da una respuesta, aunque ciertamente misteriosa, a la cuestión de la suerte de los difuntos precristianos. Jesús «murió por los culpables», para conducirlos a Dios. Por eso él, corporalmente muerto, pero vivo espiritualmente, descendió a los infiernos para proclamar su mensaje de salvación a «los espíritus encarcelados». Pues antes de su muerte y de su descenso a los infiernos, nadie podía llegar a Dios (Hb 11,4O). Antes de la resurrección de Jesús, tampoco había bautismo que pudiera preservarnos del seol veterotestamentario, de esa «cárcel» de los muertos que era una parte del mundo todavía no plenamente redimido. Pero para llegar al mundo de los muertos, Jesús tenía que someterse también él a la muerte, de la que haremos memoria al final de la Cuaresma y en virtud de la cual Cristo puede realizar la promesa contenida en la alianza pactada con Noé de someter al mundo entero, incluido «el último enemigo, la muerte» (1 Co 15,26), para poner al universo entero «bajo los pies del Padre».

HANS URS von BALTHASAR
LUZ DE LA PALABRA
Comentarios a las lecturas dominicales A-B-C
Ediciones ENCUENTRO.MADRID-1994.Pág. 141 s.


23.

«BAJO EL SOL DE SATÁN»

Así tituló Bernanos una de sus novelas. Pero no sólo en ella, sino en muchos de los atormentados personajes de toda su obra, nos enseñó el ilustre escritor francés que la presencia del Maligno es una constante en la vida del hombre.

Tú, Señor, al establecer «tu Reino» entre nosotros, no quisiste ser una excepción; también quisiste hacerlo «bajo el sol de Satán». La carta a los hebreos hace una manifestación estremecedora: «No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compartir el peso de nuestras debilidades; al contrario, como semejante nuestro, fue tentado en todo, pero sin pecado». Que no queden dudas, pues: «Fuiste tentado en todo». Y la página del Marcos de hoy, no sólo alude a «tus tentaciones», sino que nos presenta al «tentador»: «El Espíritu empujó a Jesús al desierto... donde se dejó tentar por Satanás». Es decir, por una parte te inundó el Espíritu, como lo proclamó la «voz del Jordán»: «Este es mi Hijo, el predilecto». Pero, por otra, quisiste caminar «bajo el sol de Satanás».

Dios y Satán. El bien y el mal. La luz y las tinieblas. El trigo y la cizaña. No son una simplificación ligera. Son las dos llamadas que resuenan tercamente en el interior misterioso del hombre y que, a la vez, le activan desde el exterior. Y, sin querer caer en peligrosos maniqueísmos, queda claro que el hombre está ahí, en esa encrucijada, teniendo que confesar a cada paso como Pablo: «No hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero». Porque, como dice el mismo Pablo, «llevamos en la carne un ángel de Satanás que nos apalea». Seguramente por eso, Tú, Jesús, que, por una parte decías: «el Espíritu del Señor está sobre mí» y, por otra, «fuiste al desierto para ser tentado», nos advertiste: «Hay dos caminos: uno, estrecho, que conduce a la salvación; y otro, ancho, que lleva a la perdición».

Y ésa es la gran cuestión. El hombre moderno, conocedor de todos los sibaritismos del día, anhela como nunca «gozar», «vivir la vida», «ser feliz». Como, por otro lado, ese mismo hombre, incluidos muchos cristianos, «pasan» de muchas cosas, entre otras de la «demonología», que tienen por una ciencia de la Edad Media, resulta que no se ponen en verificar la «denominación de origen» de la «dicha» que se les ofrece. Y así, no se dan, no nos damos cuenta de que es muy distinta la felicidad que prometes Tú, Señor, desde tu montaña --«dichosos los pobres, porque de ellos será el Reino de los cielos» etc...-, que la que ofrece arteramente el tentador desde todos los espejismos del desierto: «Dichosos los que tienen, y los que pueden, y los que se alimentan de placer» etc. Ya lo dijo alguien: «El mayor triunfo de Satán es habernos convencido de que no existe».

Es curiosa la constante paradoja que se da en nuestra vida. El mismo creyente que reza cada día: «no nos dejes caer en la tentación, y librarnos del mal», ese mismo creyente se resiste a creer que vivimos «bajo el sol de Satán». El mismo hombre que se horroriza ante los males de su entorno --¿cómo explicar las injusticias sociales, la lujuria desatada, el terrorismo, las guerras, sin la presencia de Satán?--, ese mismo hombre se rasga las vestiduras cuando los obispos denuncian la inmoralidad pública. Amigos, entramos en la cuaresma. Es tiempo de seguir a Jesús camino del desierto, aceptando la prueba que nos llevará a la Pascua. ¿Seremos tan ingenuos de pensar que no necesitamos el consejo de Jesús: «Vigilad y orad, para no caer en la tentación»?

ELVIRA-1.Págs. 124 s.


24.

LA TENTACIÓN DE JESÚS

A la primera lectura, el relato de la tentación en Marcos parece algo desvaído y como si no dijera nada especial, comparándolo con la dramática disputa con Satanás que nos refieren Mateo y Lucas. Marcos no carga el relato de la tentación con la discusión sobre el sentido de las promesas veterotestamentarias y sobre el sentido de la salvación. En él, el relato de las tentaciones tiene otra función. La tentación es, para él, una parte del destino profético. Desde el bautismo, Jesús, como el llamado, no pertenece a sí mismo, sino al Espíritu que le conduce. El bautismo significó que él había salido de la vida oculta, pero sólo para permanecer más oculto: él entra ahora en la gris multitud de los pecadores, que esperan a confesarse. El recibe el «sacramento» de los pecadores, y se sitúa en su lugar. Precisamente en esta anticipación de la cruz, se coloca sobre él el signo de la resurrección, de la glorificación, la voz de Dios: tú eres mi hijo muy amado, el siervo de Dios que se halla en representación de muchos. El comienzo y el fin de su misión se tocan.

Ahora no pertenece a sí mismo, sino al Espíritu. ´Él lo lleva al desierto lo mismo que a los testigos de Dios antes que él. Ahí se puede ver el doble significado del desierto. El es el lugar del encuentro con Dios, como lo fue ya para Moisés y para Elías. En la exposición a la más extrema miseria terrena se muestra Dios. No el saciado, sino el hambriento conoce a Dios. Pero al mismo tiempo, el desierto es el lugar de la tentación: Jesús debe sufrir el abandono de la naturaleza humana en primera linea. Los ángeles y las fieras de las que se habla aquí, simbolizan ambos aspectos del desierto.

También se enfrenta con la riqueza de la Palabra que aparece en la meditación del silencio. Él comienza con su mensaje en el momento en que el Bautista ha sido encarcelado. El tirano puede hacer enmudecer a los testigos, pero no a la palabra. Ella permanece y adquiere vigor en la opresión. ¡Qué seguridad! Marcos formula aquí programáticamente el contenido nuclear del evangelio, que la iglesia presenta como la suma catequética de la cuaresma: el hombre es llamado a la conversión, y no a la autoafirmación. Lo primero que exige y pide el Señor es la disposición al cambio, la santa locura del cristiano no conformista, que se opone a las normas de sus contemporáneos y así se hace libre. La penitencia, el cambio, descubren el evangelio: en ellos habita la gracia, el reino de Dios. Y allí, en la conversión, hay que encontrarlo. El que reflexiona sobre esto, advierte cuán actual es; cómo nos interpela y nos conduce a la acción y a la oración. Con toda naturalidad, este evangelio nos conduce de la palabra de Dios a nosotros a nuestra oración a él, la cual, por supuesto, también nos exige y nos lleva al camino. Surge la oración, la súplica de que aprendamos a dejarnos conducir por el Espíritu y no a servir únicamente a nuestro propio provecho. Y de que entendamos el secreto del desierto. Y asimismo de que podamos percibir en la prueba, a través de las fieras también el vuelo de los ángeles. Pedimos asimismo que la palabra de Dios se extienda también hoy y que permanezca en nosotros la seguridad de su victoria. Y, al mismo tiempo, que seamos también nosotros los testigos de la palabra. Que aprendamos a convertirnos. Y que así descubramos el evangelio, la proximidad del reino, llenos de alegría fundada en la fe.

JOSEPH RATZINGER
EL ROSTRO DE DIOS
SÍGUEME. SALAMANCA-1983.Págs. 78 s.


25.

VAMONOS AL DESIERTO CON JESÚS

1. "El Espíritu empujó a Jesús al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar" Marcos 1,12. Cuando Jesús fue bautizado por Juan, oyó la voz del Padre: "Tú eres mi Hijo, el amado, en tí me complazco" (Mc 1,11).

2. Si Jesús ha ido creciendo en edad, en sabiduría y en gracia, éste es un momento de un gran crecimiento. Ha oído la afirmación del Amor del Padre. Ha oído que el Padre se complace en El. Ha experimentado que el cariño de su Padre por él es inmenso e infinito, torrentera de felicidad. Las palabras de amor del Padre confirman sus interrogantes, le afirman en su vocación, le hacen más disponible, pues también su disponibilidad ha ido creciendo, porque es gracia y ha ido creciendo en gracia.

3. Todos necesitamos ver afirmada y reafirmada nuestra vocación, aceptadas nuestras cualidades, reconocida nuestra actividad, garantizada y autentificada nuestra empresa. Y si el reconocimiento procede de una persona cualificada, o de la entera comunidad, o del grupo de nuestros amigos, experimentamos seguridad, crecemos en entrega, y nos dedicamos a ella con mayor ilusión y empeño. El reconocimiento potencia y multiplica la dedicación y la entrega.

4. Jesús, en seguida de escuchar estas palabras del Padre, empujado por el Espíritu, se ha ido al desierto a contemplarlas, como cuando un Superior nos ha dicho alguna palabra trascendental, necesitamos meditarla, rumiarla, saborearla, medir su trascendencia. Necesitamos estar solos.

5. Jesús ha sido empujado por el Espíritu al desierto, a la soledad, para contemplar las Palabras del Padre: "Tú eres mi Hijo", "el Amado", "el Padre se complace en mí". Jesús es dócil al empuje, a la moción del Espíritu. Nosotros debemos también ser dóciles al Espíritu que nos llama al Exodo, a la Cuaresma, al desierto, al recogimiento, a la escucha de la Palabra, a la oración.

6. Jesús en el desierto se dejó tentar y probar por Satanás. Con la Palabra, el ayuno, la soledad, ha vencido la tentación. Es el Adán Nuevo. La réplica de Adán, la contrapartida de Adán. Adán fue tentado y fue vencido. Los israelitas en el Exodo también sucumbieron a las tentaciones, y cuando sintieron hambre murmuraron y protestaron y pidieron pan. Hemos vivido un largo período con complejo de Edipo. Hemos vivido una larga ausencia de Dios. Apenas se oía su nombre. Y se tenía un miedo de muerte de que al hablar de Dios o de sus derechos y nuestros deberes, se nos pusiera en rídiculo, o no se colocase el remoquete de carrozas y anticuados. La era de Dios había pasado. Dios había muerto y nombrar a Dios era "no estar al loro". Y callábamos. Y silenciamos a Dios. Y no sólo esto; se era beligerante contra Dios y sus leyes porque se le consideraba enemigo represor del hombre y su rival. Sembramos vientos y estamos cosechando tempestades. Los árboles de la parábola de Jörgensen que negaron al sol y se rebelaron contra él, se enfermaron, languidecieron y murieron. Jesús responde al tentador: "No sólo de pan vive el hombre". "No tentarás al Señor tu Dios". La tentación intenta suplantar a Dios. Pretende convertir en "dios" todo lo que no es Dios. Así es cómo el dios de la sociedad moderna, o los valores supremos elegidos y erigidos en dioses: la ciencia, la técnica, el poder, los bienes de este mundo, se emancipan de una fundamentación válida y liberadora y se convierten en instrumentos de esclavitud, rivalidad y destrucción. En la entraña de nuestra situación actual existe una suplantación de la vida humana comprendida a la luz de Dios y vivida delante de él, por una vida vivida sólo ante el mundo, en servicio del yo y de su entorno inmediato, sin horizonte de absoluto ni de futuro. La difusión de un modo de vida ateo ha cambiado las actitudes morales fundamentales de muchos. Dios va desapareciendo cada vez más del horizonte de referencia de la vida de los hombres. Dios ya no es para muchos el fundamento de la existencia y del comportamiento de las personas, grupos e instituciones. Jesús vence a Satanás. Como entre tantos hombres contempóraneos de Noé, él se mantuvo fiel, Jesús fue fiel en el desierto, al contrario de Adán y los israelitas en el desierto.

7. En el desierto de nuestra vida somos tentados todos por Satanás. Han escrito los obispos españoles que nos hallamos "ante una sociedad moralmente enferma". Yo diría más. No "ante" sino "en ella" y consiguientemente los cristianos participamos de su enfermedad, en mayor o en menor grado. La sociedad no nos hace fácil ser fieles a Dios. No podemos mirar la sociedad como quien mira un paisaje desde fuera, sino como quien está inmerso en el paisaje. Somos tentados por el horizontalismo, que niega la trascendencia del hombre. Por el secularismo y el hedonismo, por el subjetivismo, sin normas objetivas de fe y de moral. Por la espontaneidad y frivolidad de los actos humanos. Vivir según pidan las emociones, los afectos. El dominio de sí mismo es represivo. Hay que dejarse llevar por la comodidad. Por tanto ni ascesis, ni mortificación, ni privación, que impiden el desarrollo y la realización de la persona. Disfrutar al máximo, pasarlo lo mejor que se pueda, "comamos y bebamos, que mañana moriremos". Fuera compromisos, que impiden la auntenticidad.

8. Dice el Génesis: "Viendo el Señor que la maldad de los hombres sobre la tierra era muy grande y que todos los pensamientos de su corazón tendían contínuamente al mal, se arrepintió de haber creado al hombre y dijo: Lo exterminaré" (Gén 6,5). Y decidió arrasar la vida con el diluvio.

9. Pero como es Dios Creador y no exterminador, Dios de la vida y no Dios de la muerte, buscó fidelidad y la encontró en Noé Génesis 9,8. Sí que envió el diluvio, pero cuando tenía asegurada la pervivencia de los hombres y de la creación.

10. El arca en la que unos pocos se salvaron, dice hoy San Pedro 3, 18, fue un símbolo del bautismo que actualmente os salva. El mandato de Dios a Noé de construir el arca en una tierra desértica no tiene sentido. Pero Noé no se fija en el cálculo humano, supera las burlas y obedece a Dios. Como Noé sumergido en medio de aquel pueblo pecador que merecía el diluvio, nos vemos rodeados de mal, pero hay un germen de bien en cada persona, y entre las personas. Siempre hay un Noé con el que comenzar a construir algo nuevo. En medio de la corrupción generalizada, palabra con la que sustituímos la de "pecado", que hoy no cotiza en bolsa, que está desvalorizada, y se encubre su fealdad con eufemismos: relaciones extramatrimoniales, por adulterio; apropiación indebida, por robo; información privilegida, por estafa; hacer el amor, por fornicar; desahogo de la naturaleza, por masturbación; interrupción del embarazo, por aborto criminal, seamos como Noé y como Jesús.

11. Para Noé Dios fue Dios. Noé reconoce a Dios y se somete. Dios le promete que el hombre seguirá viviendo. Y Noé fue salvado de la masa corrompida para dar origen a un pueblo grato a Dios. Como Abraham será sacado del paganismo de Mesopotamia y llevado al desierto de la vida nómada en Canaán, y como Moisés y su pueblo de Israel fueron sacados de Egipto y conducidos también al desierto.

11. Así, en medio de tanta podredumbre, se levanta el arco iris de la salvación, y la Palabra de Dios, la gracia del Bautismo y el torrente de la Sangre de Cristo en los Sacramentos, especialmente en la Eucaristía, nos consiguen de Dios una conciencia pura por la resurrección de Cristo Jesús Señor nuestro.

12. "Dios recuerda que su ternura y su misericordia son eternas. Por eso nos hace caminar a los humildes con rectitud, enseñándonos sus caminos" Salmo 24.

13. Cristo nos ha enseñado a pedir al Padre que no nos deje caer en la tentación. Antes de comulgar la rezaremos con fervor deseando ser escuchados, pues que estamos expuestos a tantas tenciones. Al recibir hoy a Cristo, vencedor de la tentación y del pecado que su ejemplo de entregarse a la contemplación de la palabra, nos sirva de modelo ejemplar y de fuerza en la lucha con el maligno.

J. MARTI BALLESTER


26.

En la primera lectura, la alianza con quien se “había ganado el cariño de Yavé” por ser “un hombre justo, bueno y fiel a Dios” va a sellar la nueva creación. Esta alianza se presenta con varias características: es iniciativa de Dios y es eterna, se hace no sólo con Noé sino con todo el cosmos, el arco iris será para Dios el recuerdo de este compromiso. Dios ratifica su misericordia en las relaciones con la humanidad y espera a cambio las actitudes buenas de Noé. Las aguas del diluvio son las mismas que en el bautismo, permiten que Dios a través de su espíritu ratifique su alianza y renueve nuestra vida del caos social en que nacemos. Dios nos pide simplemente que el agua no nos ahogue, sino que, como Noé, podamos sobrevivir con actitudes de justicia, bondad y fidelidad a Dios y a nuestros hermanos.

En la segunda lectura, el apóstol invita a una comunidad agobiada por el sufrimiento y la persecución a perseverar en la fe. Cristo es la motivación para resistir porque por su muerte y resurrección hemos sido salvados. La mención de Noé se hace en clave bautismal, es decir, nos permite entrar en el camino de la salvación. Estamos ante una verdadera catequesis bautismal de las primeras comunidades cristianas.

Lo primero que llama la atención en la lectura del evangelio es la actitud del espíritu que “empuja” a Jesús al desierto. Este Jesús que en el relato precedente era incluido “oficialmente” en la Santísima Trinidad al recibir el Espíritu bajado del cielo y ser proclamado por Dios como el hijo predilecto (Mc 1,11), es ahora presentado en su naturaleza humana, para probar en el desierto su fidelidad al proyecto del Padre frente a las tentaciones de Satanás. Los cuarenta días son un número simbólico que significa tiempo de prueba, de tentación, de toma conciencia y preparación para anunciar el Reinado de Dios. Así aparece en los cuarenta días del diluvio, en los cuarenta años de caminada por el desierto antes de entrar en la tierra prometida, los cuarenta días y noches de Moisés en el Sinaí mientras escribía los diez mandamientos, los cuarenta días que Elías caminó por el desierto (1Re 19,8), los cuarenta años que duró la dominación de los Filisteos sobre Israel (Jue 13,1). Marcos a diferencia de Mt y Lc no precisa el contenido de las tentaciones ni menciona el ayuno. La presencia de los ángeles anuncian la victoria de aquel que en medio del desierto se lo juega todo por el proyecto de Dios. El final de los cuarenta días no significarán el final de las tentaciones para Jesús. Toda su vida fue una lucha continua contra un Satanás que pone trabas a su misión. Toda nuestra vida es también un desierto en medio del cual el proyecto del mal encarnado en el egoísmo, la indiferencia, la injusticia, la prepotencia o la intolerancia… nos alejan del proyecto de Dios, y de esas expresiones de ternura, de comprensión, de tolerancia, de compromiso… que tanta falta hacen en nuestras familias y entre los hermanos.

Recordemos que en la medida que vamos saliendo victoriosos sentiremos a los ángeles que alientan la misión de cada día. Esta lucha en el desierto requiere una toma de conciencia firme y decidida, pues de las conciencias tibias y débiles, se vale el maligno para hacernos cómplices corruptos de proyectos que generan injusticia, violencia y muerte.

Después del desierto Jesús va a Galilea para inaugurar su ministerio público, proclamando lo que será su razón de ser en la historia: el anuncio de la Buena Nueva del Reino. Este proyecto lo resume el evangelista en cuatro fórmulas:

1) el tiempo se ha cumplido, es el anuncio del kairos, del tiempo favorable, del ahora, hoy y aquí, de una misión con sabor a presente.

2) El Reino de Dios está cerca. La presencia caminante de Jesús así lo certifica. Es una nueva oferta gratuita de Dios a toda la humanidad.

3) Cambien sus caminos. Convertirse no es otra cosa que cambiar de dirección o rumbo para volver a Dios. Por esto la conversión más que un quedarse en la mirada del pasado es sobre todo una mirada hacia delante, hacia lo nuevo que cada día nos trae el Señor.

4) Crean en la Buena Nueva, que es la actitud positiva, alegre, esperanzadora y firme ante la persona y misión de Jesús. La conversión y la fe son las contrapartidas que pide Dios al ofrecimiento del Reino. Con el anuncio del reinado de Dios Jesús reafirma y actualiza la alianza de Dios con su pueblo. Esta Cuaresma es un buen tiempo para revisar los términos de nuestra alianza con Dios, y para llenarnos tanto del amor a Dios y a los hermanos, que podamos salir victoriosos de nuestro desierto cotidiano.

 

Para la revisión de vida
Acaba de comenzar la Cuaresma. ¿Qué va a significar para mí? Tal vez puedo darle un significado personal, diferente, el que yo quisiera que tuviera… Tengo espacio para la originalidad y creatividad. ¿Qué voy a hacer?

Para la reunión de grupo
- Si el evangelio no hubiera afirmado taxativamente que Jesús sufrió tentaciones, muchos cristianos hubieran dicho que él no podría haberlas experimentado, por ser simultáneamente Dios. Pero una persona humana que no pueda sentir tentaciones, ¿sería realmente humana? ¿Qué implicaciones tiene esto para nuestra comprensión de la humanidad de Jesús?

- Marcos no explicita cuáles fueron las tentaciones que experimentó Jesús. Otros evangelistas nos las señalan de un modo arquetípico. Recordemos cuáles fueron y qué significación tienen fundamentalmente.

- En la situación actual de nuestro Continente, y del mundo, ¿cuáles podríamos decir que son las tres más grandes tentaciones con las que se encuentra todo ser humano y todo cristiano?

- El evangelio de Marcos que hoy proclamamos incluye el "primer sermón de Jesús", su primera predicación, o, si queremos, lo que fue de algún modo su "manifiesto", su "proclama", que resume de algún modo todo lo que será su mensaje. Es un texto muy sintético y muy preciso el que nos presenta Marcos. Comentemos el significado de los cuatro elementos que contiene esa "proclama de Jesús".

- Si la alianza con Abraham abarca por derecho a las tres religiones monoteístas (judaísmo, cristianismo e Islam), la alianza hecha por Dios con Noé abarca tal vez a la humanidad de todas las religiones y a la naturaleza misma... Si Dios es Dios, y si Dios es uno, ¿qué significan para nosotros, cristianos, las diversas religiones? Si el tema del pluralismo y del diálogo religioso está siendo actualmente uno de los temas más cultivados por los teólogos, ¿qué información estamos teniendo sobre ello? ¿Quién, cómo, cuando... nos puede informar?

 

Para la oración de los fieles
- Por la comunidad de creyentes en Jesús, para que, en medio del desierto de la vida, sea capaz de animar la esperanza de las personas en conseguir la plena liberación. Oremos.

- Por toda la comunidad humana, para que en medio de sus egoísmos, injusticias e insolidaridades sepa escuchar y poner en marcha los mensajes de liberación que se siguen pronunciando en nuestro mundo. Oremos.

- Por los que sufren en su carne el azote del hambre, el paro, la violencia, la injusticia, la explotación, para que renazca su esperanza al encontrar personas que les apoyen y luchen por sus derechos. Oremos.

- Por los creyentes, para que nuestra condición de bautizados nos haga vivir una nueva forma de vida, como hijos de un Dios de Vida y de vivos. Oremos.

- Por nuestra comunidad, para que se esfuerce en construir una sociedad cada día más fraterna y esperanzada. Oremos.

Oración comunitaria
Dios, Padre nuestro: al comenzar esta Cuaresma te pedimos nos ayudes a empeñarnos en una auténtica conversión de nuestros corazones y nuestra vida personal y comunitaria, a la vez que nos esforzamos por transformar nuestra familia, nuestra sociedad, el mundo. Por Jesucristo nuestro Señor.

SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO


27.

1. Lecturas de la Misa

Primera Lectura: Génesis 9, 8-15:  pacto de Dios y Noé, tras el diluvio.

“Dijo Dios a Noé y a sus hijos: Yo hago pacto con vosotros y con vuestros descendientes, con todos los animales que os acompañaron...: el diluvio no volverá a destruir la vida ni habrá otro diluvio... Esta es la señal del pacto que hago con vosotros...: pondré mi arco {arco iris} en el cielo, como señal de mi pacto...”

Segunda Lectura: Primera carta de san Pedro 1, 18-22 : el diluvio purificador, símbolo del bautismo.

“Cristo murió por los pecados de una vez para siempre, el inocente por los culpables, para conducirnos a Dios. 
Como era hombre, lo mataron; pero como poseía el Espíritu fue a proclamar su mensaje a los espíritus encarcelados que en un tiempo habían sido rebeldes, cuando el arca de Noé... En el arca unos pocos se salvaron...
 Aquello fue un símbolo del bautismo que actualmente nos salva...”

Tercera Lectura: Evangelio según san Marcos 1, 12-15: tentaciones de Cristo, desierto y predicación.

“En aquel tiempo, el Espíritu empujó a Jesús al desierto.
 Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás.
Vivía entre alimañas, y los ángeles le servían.
Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios, y decía: se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios. Convertíos y creed la Buena Noticia”.

2. Las lecturas en su contexto

Si tratamos de descubrir el nexo existente entre las tres lecturas de hoy, habremos de fijarnos en el diluvio purificador del pecado, en el bautismo purificador, en la vida sufriente de Cristo salvador y en el mensaje de conversión que Jesús proclama para que vivamos no como hijos del pecado sino como hijos de Dios.

  El tema del pecado del hombre que invadía e invade la creación, por obra de su infidelidad, está presente en la primera lectura bajo la imagen desoladora del diluvio. Imagen que no debemos olvidar, pero que no volverá a repetirse tan dramáticamente en la historia, por las nuevas Alianzas de amistad que se establezcan entre el cielo y la tierra. Aunque, a decir verdad, las catástrofes naturales que acontecen en el mundo y las catástrofes de guerras y muertes que generamos los hombres ¿no nos hacen recordar tiempos de diluvio universal?

El tema del bautismo purificador del pecado, que nos hace hijos de Dios en la fe y el amor, limpiando en nosotros las manchas del mal, está presente en la segunda lectura, y lo está para enseñarnos que la vida nueva, la de los hijos de Dios, se alimenta de la pasión y muerte de Cristo constituidas en manantial de gracia, perdón, amistad.

El tema de Cristo, hijo del hombre, sufriente como otros hombres, y entregado a la misma historia que hacemos y padecemos los mortales, para convertirla en plenitud de la Historia de salvación, está presente en la tercera lectura a la que habremos de dedicarle especial atención.

 

3. Ideas para la exposición homilética

1. Observación.-

Sería interesante centrar la homilía y toda la celebración en dos frases del evangelio de Marcos: una sobre Jesús tentado y otra sobre Jesús que llama a la conversión.

El Espíritu empujó a Jesús al desierto, y en el desierto se quedó cuarenta días, atendido por los ángeles, dejándose tentar por Satanás.

Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio...: Convertíos y creed la Buena Noticia.

2. Jesús en el desierto.-

 Esta página evangélica de Jesús en el desierto nos descubre con vivo realismo la verdad de que Jesús fue hombre como nosotros, “en todo exactamente“ menos en el pecado (Carta a los hebreos), y que obraba de modo similar al de los grandes profetas que venían del desierto a predicar en la ciudad....

Cuando los cristianos profesamos que Jesús, Hijo de Dios, fue “hombre verdadero” no sólo predicamos una verdad fundamental de nuestra fe sino que, en el contexto de la Historia de las religiones, enunciamos una verdad que está muy a tono con la sensibilidad de nuestros días. Hoy no queremos un dios rebajado, ni un dios fantaseado; queremos un Dios de verdad que, desde su grandeza divina, se abaja a la humildad de nuestra condición humana en Jesús de Nazaret.

Si alguien creía que los cristianos hablábamos de un Dios lejano, terrorífico, árbitro cruel de nuestras vidas, que vaya cambiando de opinión. Hablamos de un Dios muy cercano, dotado de sensibilidad en su encarnación, que nos comprende plenamente, pues se hace igual a nosotros en todo, excepto en la lacra del pecado. Pero incluso ahí entra en juego su misericordia.

3. Tentaciones simbólicas.- 

Las tentaciones de Jesús, durante cuarenta días de desierto, viviendo en la intimidad del Padre, hay que tomarlas en la plenitud de sentido que encierran para Cristo y para nosotros, y no hay que hacer de ellas lo que no son:

rebajamiento de Jesús hasta el límite de no ser Dios, no ser Hijo de Dios;

testimonio del imperio del príncipe del mal en el mundo;

literatura piadosa para engañar a la gente diciendo que sólo con penitencias desmedidas se logra abrir el corazón del Padre.

Las tentaciones son expresión de que toda la vida de Jesús fue una lucha frente al mal del mundo, de las conciencias, de las instituciones, y que su padecimiento en los combates no fue correspondido siempre con la victoria sobre nuestras inclinaciones torcidas. La tentación suprema, igual que la victoria suprema, fue la de su Cruz que culminó gloriosamente en Resurrección.

Los cuarenta días de desierto expresan muy bien la tensión de ánimo con que el atleta, profeta y maestro, Jesús, se preparó para emprender el duro camino de la evangelización: anuncio de la Buena Noticia y convocatoria a la Conversión para todos los hombres, no sólo para los hijos de Israel.. ¿No actuaron y actúan de ese modo los hombres expertos en el combate o los profetas de Israel que, como Juan o Elías, han de venir del desierto (vaciamiento de toda ambición, egoísmo, interés mundano) para hablar con palabra de autoridad a los hombres?

4. Del silencio-desierto a la Palabra-Buena Noticia.

La vida en el desierto no era objetivo a alcanzar por Jesús sino un camino por el que había de pasar en dirección a una meta: la  del anuncio de la Buena Noticia que expondría en las sinagogas y pueblos “con autoridad”.

El pecado de infidelidad humana (cometido en la tierra y aludido en el diluvio) y el amor de Dios creador y padre (mantenido en el cielo y ofertado continuamente a los hombres) fueron piezas claves en la Encarnación del Hijo de Dios que asumió nuestra naturaleza pasible. Si grande fue el pecado, como la inmensidad de las aguas que hacían flotar al arca de Noé, mayor fue el amor y la misericordia que salvó al arca depositándola en la cumbre del monte, y ofreció Alianza de amistad bajo el arco-iris, y aceptó la ofrenda y sacrificio del inocente, Jesús, para crear un río y mar de gracia simbolizado en el bautismo.

Pero hacía falta que, en la plenitud de los tiempos, una voz profética saliera del desierto para predicar la gran revelación de Dios amor, Dios padre, Dios redentor, Dios animador de la paz, solidaridad ... Y eso fue lo que Jesús, meditativo del desierto, se lanzó a hacer cuando supo que la voz del precursor, Juan, había enmudecido y estaba encarcelada.

5. Sencillez del relato de Marcos.- 

Obsérvense algunos rasgos del relato de Marcos en su evangelio:

brevedad en la exposición, porque urgía exponer la predicación;

mesura en la indicación de cómo el Espíritu de Dios y el mal espíritu rodeaban a la persona y obra de Jesús, por uno u otro motivo;

enunciación de que Jesús fue tentado, pero sin descender a los detalles de la forma que resultarían un tanto convencionales;

vinculación entre la acción del Precursor de la Buena Noticia y la de Jesús mismo, su Pregonero. En esa sencillez hay riqueza y belleza teológica y psicológica.

 

4. Nuestra actitud de conversión y vida

 Jesús inaugura hoy, litúrgicamente, para nosotros la predicación en el tiempo mesiánico anunciado por los profetas. Viene del desierto. ¿Escucharemos su voz?

Hoy, como en los días de Noé y sus descendientes, Dios nos ofrece a todos y a cada uno su Alianza. ¿La firmamos? ¿Con condiciones o sin ellas?

Hoy Dios nos ofrece la estampa de su Hijo, hecho hombre, nuevo y supremo inocente que camina hacia la crucifixión, saliendo del desierto. Al verle a él inocente, ¿nos preguntamos si tenemos algo que ver con los inocentes que son víctimas de nuestras manos y corazones manchados: niños, enfermos, pobres, mujeres, leprosos...?

Hoy Dios nos convoca en Jesús al primer sermón cuaresmal: no os engañéis, estáis en pecado y precisáis de conversión para ser hombres nuevos en la verdad, amor, religión, justicia, caridad. ¿Qué carta de respuesta-acogida-conversión firma para Él nuestro corazón?

Antonio de la Cruz, O.P.  
Comunidad de La Candelaria. Tenerife


28.

Nexo entre las lecturas

La salvación es el punto de convergencia de las lecturas de este primer domingo de cuaresma. Jesucristo es el nuevo Adán, que en el desierto de la tentación y de la oración, salva al hombre de sus tentaciones y de su pecado, y le llama a entrar mediante la conversión y la fe en el Reino de Dios (Evangelio). La salvación de Cristo está como prefigurada en la salvación que Dios realizó con Noé y su familia (la humanidad entera) después del diluvio mediante el arco iris, signo de su alianza salvífica (primera lectura). El arca de Noé, arca de salvación, prefigura en la segunda lectura el bautismo, por el cual el cristiano participa de la salvación que Jesucristo ha traído a los hombres mediante su muerte.


Mensaje doctrinal

1. El hombre necesita salvación. Es una enseñanza constante de la Biblia. Es igualmente una experiencia ínsita en la vida y en la conciencia de cualquier ser humano. El hombre que entra en su interior con sinceridad, descubre en sí unas fuerzas, unos impulsos que lo dominan, unas cadenas que le sujetan y no le dejan respirar libremente ni volar a las alturas que ardientemente anhela. El hombre, aherrojado en sí mismo y en la cárcel de un mundo hostil, busca una mano amiga, busca un redentor, un salvador, que rompa sus cadenas, que le permita volar por los espacios del amor, de la verdad, de la vida. La Biblia nos enseña que hay un solo y único Salvador, que es Dios, que nos ofrece su salvación en Jesucristo. Ante el mundo caótico y pecador de los orígenes, Noé es salvado por Dios y con él, como un nuevo Adán, recomienza Dios una creación nueva, cuyo centro será el respeto a la vida. Este nuevo Adán y esta nueva creación son figura e imagen del novísimo Adán, que es Jesucristo, y de la novísima creación, cuyo centro es la vida nueva, vida de gracia, implantada por la muerte y resurrección de Cristo, y de la que el hombre participa mediante el bautismo. En efecto, “el misterio de Cristo es la luz decisiva sobre el misterio de la creación; revela el fin en vista del cual, ‘al principio Dios creó el cielo y la tierra’: desde el principio Dios preveía la gloria de la nueva creación en Cristo” (CEC, 280).

2. Características de la salvación. A) Salvación universal. El Dios creador de todas las cosas y de todos los hombres, desea también la salvación de todos. Hay, pues, un llamado universal a la salvación. El diluvio (primera lectura), que es como una negra nube sobre el cielo de la salvación, cesa por obra de Dios, que hace resplandecer el arco iris como signo de la alianza salvífica de Dios con la humanidad entera y con el mismo cosmos. Jesucristo nos llama a la salvación invitándonos a entrar en el Reino de Dios por la puerta del bautismo (bautismo de agua y Espíritu, bautismo de sangre, bautismo de deseo); una puerta abierta a todos, sin excepción, ya que por todos Cristo ha muerto y ha vuelto a la vida. El descenso a los infiernos, de que nos habla la segunda lectura, es una manera simbólica de expresar la universalidad de la salvación aportada por Cristo, que se extiende no sólo al presente y al futuro, sino al mismo pasado de la humanidad desde sus mismos orígenes. B) Salvación cierta. No podemos dudar de la fidelidad de Dios, en que se apoya nuestra certeza de salvación. Con la certeza con que aparece el arco iris al salir el sol después de la tormenta, con la certeza con que Cristo ha muerto y resucitado, con esa misma certeza se nos ofrece la salvación de Dios. Nada ni nadie podrá arrancárnosla, como ninguna ley natural podrá borrar el arco iris del cielo ni ninguna ideología hará desaparecer la presencia histórica del Crucificado.

3. La respuesta del hombre. San Marcos resume en dos palabras la respuesta que Jesús espera del hombre ante la presencia del Reino y la oferta de salvación: conversión y fe. “Convertíos y creed al Evangelio” (Mc 1,15). La conversión no es un momento puntual de la vida humana y cristiana; tampoco es la reacción a una ideología que con su fuerza utópica me atrae y me encandila hasta “convertirme”. La conversión cristiana es conversión a la persona de Jesucristo, es decir, dejar otros caminos, por muy atractivos que aparentemente puedan resultar, y tomar el camino de Cristo. Igualmente, la fe con la que somos invitados a responder, no es sólo una fe humana, ni una fe puramente ‘religiosa’, sino fe en Jesucristo, es decir, en su vida y en su doctrina como camino de salvación para el hombre. Una fe que no está unida al misterio de Cristo o que no conduce a Él, es una fe insuficiente, que necesita ser completada e iluminada por la verdadera fe en Cristo Jesús.


Sugerencias pastorales

1. Convertirse no es pecado. El hombre satisfecho de sí mismo, que se siente quizá humanamente realizado, corre el riesgo de pensar que la conversión es casi como una mancha en su vida de hombre honrado, algo indigno de su honor y del concepto que tiene de sí. Sobre todo, cuando la verdadera conversión no sólo es interior, sino que requiere hacerse visible en la vida de familia, en el trabajo profesional, en las relaciones con la sociedad. ¿No será pecado reconocerse pecador? ¿No será pecado dejar un camino que a los propios ojos y a los de los demás parecía recto, impecable, digno de alabanza? Tal vez haya hoy que decir a los hombres, a los mismos cristianos que convertirse no es pecado. En definitiva, es un ejercicio de sinceridad a toda prueba, incluso a prueba de dolor y a costa del prestigio humano. No es pecado reconocerse pecador y querer cambiar, caminar por un sendero diverso al andado, volver quizá a comenzar la vida después de muchos años de existencia. Arrancar el miedo a la conversión, como si se tratase de algo horrendo y pecaminoso, es uno de los objetivos de la cuaresma.

2. Vivir la experiencia bautismal. La mayoría de nosotros hemos sido bautizados cuando teníamos algunos días o meses de vida. En aquel momento nuestros familiares hicieron una gran fiesta, sin que nosotros nos enterásemos de nada. Después, quizás es tradición familiar celebrar el aniversario de ese acontecimiento, o tal vez ese acontecimiento se conserva en el cajón del olvido, del que lo sacamos en alguna ocasión particular nada más. La Iglesia, sin embargo, nos enseña que el bautismo tiene que ser una experiencia vivida todos los días y fundamento de una auténtica espiritualidad cristiana. Vivir diariamente la experiencia del bautismo es vivir la experiencia de la salvación que Cristo nos ofrece día tras día, es vivir nuestra pertenencia a la Iglesia y consiguientemente nuestra adhesión y amor a Ella, es vivir la experiencia de gracia y de amistad gozosa con Dios, es vivir la conciencia de la presencia y acción del Espíritu Santo en nuestro interior, es vivir un proceso de progreso espiritual y de transformación que cada día se repite y que no termina sino con la muerte. En definitiva, vivir la experiencia bautismal es vivir en santidad, cualquiera que sea nuestro estado de vida, nuestra edad y condición, nuestra profesión o tarea en este mundo.

P. Octavio Ortiz


29.

Toda la historia de la salvación evidencia el designio divino de purificarnos de nuestros pecados y entablar con nosotros una alianza de salvación y de santidad. La penitencia cuaresmal tiene su origen en el ejemplo personal de Cristo, quien, no obstante su absoluta santidad personal y para invitarnos personalmente con su ejemplo, consagró cuarenta días íntegros a la oración, al ayuno y a la ascética penitencial. Hemos de estar persuadidos de que tenemos necesidad de penitencia, si no queremos anular en nosotros el fruto del sacrificio redentor del Calvario.

Génesis 9,8-15: Pacto de Dios con Noé, liberado de las aguas del diluvio. Tras el castigo purificador del diluvio, Dios volvió a proclamar su designio de alianza y salvación sobre la comunidad nuevamente regenerada y misteriosamente seleccionada entre la humanidad pecadora: «Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia» (Rom 5,20).

 Esta es la idea que parece enseñarnos la lectura del diluvio. El pecado lleva siempre a la destrucción; pero Dios también está siempre dispuesto a recrear al hombre, a renovarlo de modo que continúe viviendo en la justicia y santidad. Por eso Dios se une a la humanidad con un pacto, la alianza, empeño que Dios tiene en favor de los hombres.

Dios está cerca, como amigo que cuida del destino del hombre y desea su plena realización. Donde existió el pecado y la muerte, ahora brilla el arco iris en el cielo, signo del Sol del Amor divino, que no cesará jamás de querer bien al hombre. Éste volverá una y otra vez al pecado, pero Dios se compadecerá siempre, perdonando y robusteciendo con su gracia el alma del hombre, para que progrese en santidad y en justicia. Para el pecador arrepentido hay siempre una esperanza de salvación. La celebración cuaresmal nos lo confirma en esta bella liturgia.

 –Lo expresamos con el Salmo 32: «La palabra del Señor es sincera y todas sus acciones son leales; Él ama la justicia y el derecho, y su misericordia llena la tierra. Los ojos del Señor están puestos en sus fieles, en los que esperan en su misericordia, para librar sus vidas de la muerte y redimirlos en el tiempo de hambre. Nosotros aguardamos al Señor: Él es nuestro auxilio y escudo; que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros como lo esperamos de Ti».

1 Pedro 3,18-22: Aquello fue un símbolo del bautismo que ahora os salva. Por la muerte redentora de Cristo las aguas bautismales son, en los planes de Dios, el medio sacramental que nos limpia de nuestros pecados y nos incorpora a la Iglesia, arca definitiva de salvación.

Podemos resumir la lectura anterior con esta afirmación: donde la mirada humana no ve más que el desfallecimiento del hombre, allí la visión cristiana toma el poder y la acción vivificadora de Dios, y actúa como Cristo, que aceptó la muerte en lugar de los pecadores, para salvarlos, alcanzando así su propia glorificación. La fe hace comprender que todos los condicionamientos y limitaciones humanas alcanzan un valor positivo cuando el hombre los acepta por amor a Dios, transformándolos, con la gracia divina, en gestos constructivos y salvíficos para sí y para los demás, a ejemplo de Cristo.

Marcos 1,12-15: Era tentado por Satanás y los ángeles le servían. La conversión evangélica personal y la penitencia reformadora de nuestras vidas son tan imprescindibles, que sin ellas no puede haber salvación para nosotros. El aval de nuestra conversión es el Corazón del Hijo Redentor. Comenta San Agustín:

«En el combate hasta la muerte está la victoria plena y gloriosa. En efecto, las primeras tentaciones propuestas a nuestro Señor, el Rey de los mártires, fueron duras;  en el pan, la concupiscencia de la carne; en la promesa de reinos, la ambición mundana, y en la curiosidad de la prueba, la concupiscencia de los ojos. Todas estas cosas pertenecen al mundo, pero son cosas dulces, no crueles.

«Mirad ahora al Rey de los mártires presentándonos ejemplos de cómo hemos de combatir y ayudando misericordiosamente a los combatientes. ¿Por qué permitió ser tentado, sino para enseñarnos a resistir al tentador? Si el mundo te promete el placer carnal, respóndele: “más deleitable es Dios”. Si te promete honores y dignidades seculares, respóndele: “el Reino de Dios es más excelso que todo”. Si te promete curiosidades superfluas y condenables, respóndele: “sólo la Verdad de Dios no se equivoca”» (Sermón 384,5).

Fuente: Fundación GRATIS DATE
Autor: P. Manuel Garrido Bonaño, O.S.B.

HOMILÍAS 15-20